Lo Real Lo Imaginario Lo Simbolico Pablo Cazau 2

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 13

LO REAL, LO IMAGINARIO, LO SIMBOLICO

Pablo Cazau

Se trata de tres puntos de vista desde los cuales es posible empezar a entender cualquier
experiencia humana. Conceptos fundamentales en la teoría de Lacan, no pueden ser comprendidos
cabalmente más que a través de una mutua articulación, donde cada uno adquiere su sentido en
función de los otros. Hoy vamos a hacer un tímido acercamiento a los registros de lo real, lo
imaginario y lo simbólico, un tema inagotable que fuera desarrollado por numerosos autores desde
épocas inmemoriales, hasta que Jacques Lacan le dio una nueva vuelta de tuerca. Y lo
examinaremos aquí desde esta última perspectiva en la forma más clara y sistemática que nos sea
posible, tomándonos la licencia de introducir algunos comentarios y reflexiones que, pensamos,
contribuirán a profundizar tan densa cuestión.

1. LOS TRES REGISTROS

Lo real, lo imaginario y lo simbólico son conceptos centrales en la teoría lacaniana, a punto tal
que Miller propuso dividir la enseñanza y la obra de Lacan en tres grandes periodos, según haya se
haya puesto el acento en unos u otros conceptos: a) Hasta 1953, el interés de Lacan va a estar
centrado en lo imaginario. En este periodo aparece un artículo fundamental sobre la fase del
espejo. b) Desde 1953 hasta 1974, cuando Lacan analiza la experiencia humana sobre todo a partir
de su dimensión simbólica. c) A partir de 1974, el psicoanalista francés se centrará especialmente
en lo real.

No creo que este ordenamiento en los intereses de Lacan haya sido casual, y sin pretender
psicoanalizar su obra, la secuencia parece reeditar las etapas por las cuales suelen pasar las
experiencias humanas, como por ejemplo el emparejamiento: al principio es todo fantasía, después
viene la sujeción a un orden universal: casarse, tener hijos, ejercer y transmitir la autoridad, etc.
Finalmente y ya cerca de la vejez empieza a predominar la cruda realidad, cuya telón final será la
muerte. Pero no especulemos tanto y vayamos a nuestro tema de hoy. Jacques Lacan parte de una
idea importante, cuando dice que toda experiencia humana puede ser comprendida a partir de tres
puntos de vista íntimamente vinculados entre sí: el punto de vista real, el imaginario y el
simbólico, y que en las traducciones aparecen con el nombre de registros. 'Registrar' significa
entre otras cosas inscribir un suceso en un texto. Cuando del barco se baja un container esto queda
registrado en el libro de la aduana: "En tal fecha se bajó el container número tal". Cuando Lacan
emplea este término, es probable que haga referencia a que lo real, lo imaginario y lo simbólico
son tres formas en que pueden quedar registrados o inscriptos ciertos sucesos en nuestro
psiquismo, transformándose en 'experiencias'. Es como si un mismo suceso, por ejemplo un sueño,
quedara registrado, en principio, de tres formas distintas en el psiquismo: realmente,
imaginariamente, simbólicamente, dando así lugar a tres modalidades diferentes de experiencias.
Lacan señalará: "nada puede comprenderse de la técnica y la experiencia freudianas sin estos tres
sistemas de referencia" (2). Comencemos por describir lo real.
La realidad y lo real

Lo real es uno de los conceptos más enigmáticos en la obra de Lacan, sobre todo porque este
autor hace interpretaciones diferentes del mismo en distintos artículos. Incluso hay autores (1) que
han identificado por lo menos tres versiones distintas de lo real. Aquí consideraremos
especialmente una de ellas, que es por otro lado la que más suele difundirse: lo real como lo
imposible, pero también haremos una breve referencia a las otras dos.

Lo primero que hace Lacan es aclararnos que lo real no es lo mismo que lo que habitualmente
entendemos por realidad, pues esta última siempre está impregnada de lo imaginario. Vamos a
explicarlo del siguiente modo.

Es indudable que conocemos cosas, sea cual fuere para nosotros el significado de conocer.
Conocemos objetos, conocemos personas, conocemos a nuestros padres, y hasta nos conocemos a
nosotros mismos, como cuando alguien dice "Me conozco y sé como reaccionaría en una situación
así". Este orden en los elementos mencionados: objetos, personas, padres, nosotros mismos, tiene
su porqué, en cuanto hay cada vez mayor 'distorsión' en el conocimiento de cada uno.

Empecemos con un objeto, como puede ser una estrella. Decimos que la conocemos
porque observamos su posición, su brillo, y hasta su velocidad y su composición química, si acaso
contáramos con los instrumentos adecuados. Pero en rigor, no conocemos la estrella tal cual es:
solamente tenemos una imagen de ella, que es la que nos llega por la vista directa o por el
telescopio. Incluso más, la estrella que estamos viendo ya no existe, habida cuenta del tiempo que
tarda en llegar su luz en llegar hasta nosotros. Por ejemplo, Alfa-Centauris se encuentra a cuatro-
años luz, lo que significa que su imagen tarda cuatro años en llegar a nosotros, lo que a su vez
significa que estamos viendo esta estrella como fue hace cuatro años, no como es ahora.

Ni siquiera podemos decir que conocemos tal cual es un objeto mucho más cotidiano como
una piedra: sólo tenemos una imagen de ella, aunque más no sea porque estamos viéndola desde
una determinada perspectiva, no desde todas en forma simultánea. Y tampoco estamos viendo su
interior. La realidad es la piedra que estamos viendo, que no tiene nada que ver con lo real, la
piedra tal cual ella es. Otro ejemplo: no es lo mismo la rosa que percibimos que la rosa real. De la
rosa estamos viendo sólo una de sus múltiples perspectivas, esto es, estamos viendo una parte de
la rosa, que no es lo mismo que la rosa real, completa. Cuando se sustituye la rosa real por nuestra
imagen de la rosa se pierde algo de ella; cuando sustituímos nuestra imagen de la rosa por la idea
correspondiente se pierde otro tanto, y finalmente cuando reemplazamos la idea de rosa por el
nombre de la rosa, se habrá perdido todo. Algo similar a lo que pasa con las personas (ver el
último verso del poema lacaniano). Y hablando del nombre de la rosa, la novela homónima de
Umberto Eco es una buena mezcla de novela tipo Sherlock Holmes y de reflexión en torno al
nominalismo y el universalismo medievales. Todo un ejercicio para el intelecto. Si ustedes
recuerdan, Kant había introducido una distinción entre el 'nóumeno' y el 'fenómeno': el nóumeno
era la realidad tal cual es, en sí, mientras que el fenómeno es la realidad tal cual se nos presenta, es
decir, la apariencia o la forma de mostrarse el nóumeno. Tenemos acceso solamente al fenómeno,
pero no al nóumeno, porque nadie puede en principio, con el solo auxilio de la Razón Pura
kantiana, conocer la realidad tal cual es.
Similares distinciones establecerá Lacan, quien parte del supuesto de que la realidad tal
cual es es incognoscible. A esta realidad que no podemos ni remotamente conocer, Lacan la
llamará "lo real". Por supuesto que en este punto podemos preguntarnos como sabemos que existe
lo real, si no podemos conocerlo. Walt Disney decía: "No podemos hacer fantasías basadas en lo
real, si no conocemos antes lo real", pero resulta que no real no se puede conocer, y aquí Disney se
refería a la realidad cotidiana. Pero no entraremos aquí en reflexiones filosóficas sobre la realidad
(3), y atenderemos solamente su aspecto psicológico y psicoanalítico.

Para ir sintetizando, definiremos lo real, de acuerdo con Lacan, como aquello que es
imposible de conocer, y donde imposible de conocer significa que es imposible de imaginar o de
simbolizar (o conceptualizar), es decir, lo que no podemos representar ni mediante imágenes ni
mediante símbolos. Desde ya que podemos representarnos cosas con imágenes o símbolos, pero lo
representado no será jamás lo real. Lo imaginario y lo simbólico son entonces acercamientos a lo
real, pero sin llegar a alcanzarlo nunca.

Tres versiones sobre lo real.-

Sigmund Freud distinguía una realidad exterior de una realidad interna o realidad psíquica.
En particular, se había referido a ciertas experiencias traumáticas que no habían sucedido
realmente sino que habían sido imaginadas o fantaseadas pero que, a pesar de ello, ejercían la
misma influencia sobre el psiquismo que si hubiesen acontecido realmente. Una conclusión que
podemos sacar es: sobre el psiquismo influye tanto la realidad exterior (por ejemplo cómo actúan
los padres con el niño) como la realidad interna o psíquica (por ejemplo las situaciones
traumáticas fantaseadas). Lo que Lacan llama lo real abarcará todas estas dimensiones de la
realidad.

Esquemáticamente, la llamada realidad exterior tiene que ver con el primer sentido de lo
real, y la realidad psíquica con los dos últimos sentidos de lo real. Estos tres sentidos son los
siguientes:

a) Un primer sentido puede verse en una dimensión clínica o en una epistemológica.


Veamos esta última, vinculada particularmente con el conocimiento científico. Consecuentes con
todo lo que venimos diciendo, podemos afirmar que tampoco el científico puede tener acceso a la
realidad tal cual es; lo que hace es imaginársela mediante metáforas o modelos, y conceptualizarla
mediante teorías. Lo real, referido aquí sobre todo a la realidad externa, es decir al universo, no
sólo es lo desconocido sino además lo incognoscible, es aquello de lo cual no podemos tener
ningún tipo de representación, salvo imaginaria o simbólica y por ende, nunca igual a lo real en sí.
Por ejemplo el científico que vivía antes de la teoría de Newton tomaba contacto con una realidad:
veía caer los cuerpos. Esto es la realidad tal como se nos aparece, no lo real, es decir es una
imagen de lo real, de las muchas posibles imágenes que también puede haber (cuerpos que chocan,
cuerpos que se dilatan, cuerpos que se desintegran, etc). Es una imagen que alcanza su máxima
concreción en la escena donde Newton está sentado debajo del árbol y le cae una manzana en la
cabeza. Sobre esta imagen, el físico inglés construye una conceptualización, basada en la ley de la
gravedad. Esta conceptualización no es, sin embargo, lo real: todavía hoy los científicos se siguen
preguntando qué es la gravedad. Decir que los cuerpos caen por efecto de la ley de la gravedad es
recurrir a una conceptualización, porque en verdad la caída de los cuerpos es el efecto de algo
desconocido e incognoscible: lo real. Tomemos un segundo ejemplo. "2001 Odisea del Espacio"
es una película de Stanley Kubrick que marca el comienzo de la ciencia-ficción actual en el cine.
En una escena, el astronauta David Bowman ingresa en una dimensión absolutamente desconocida
de la cual no podrá volver nunca. El espectador se queda un poco frustrado, lo mismo que el lector
del libro de Arthur Clarke en que se basó la película, porque no le aclaran o explican qué fue lo
que vio Bowman, salvo a través de imágenes aproximadas pero que no son convincentes. Clarke
tenía aquí conciencia de haber hecho tomar contacto con lo real a su personaje, y por tanto no
podía poner ni en imágenes ni el palabras exactamente lo que Bowman vio. Nuevamente: lo real
es irrepresentable.

b) Lo real como lo reprimido originariamente (4): Lo real es aquí el conjunto de


representaciones que jamás podrán hacerse concientes. Lo real vuelve aquí también a ser lo
imposible, y en este caso, lo imposible de irrumpir en la conciencia. Desde ya, esto no significa
que estas representaciones no ejerzan su influencia en la vida de la persona. Una vez instalado lo
reprimido primario u originario, empieza a funcionar como una bomba de succión: 'aspira' hacia el
inconciente el nuevo material a reprimir, pero esto ya es la represión secundaria. De esta manera,
la represión secundaria tiene lugar porque operan dos fuerzas: una que 'aspira' desde el
inconciente, y otra que desde la conciencia 'empuja' hacia el inconciente.

c) Lo real como lo reprimido secundariamente: Es el conjunto de representaciones


reprimidas secundariamente y que sí pueden aflorar a la conciencia, aunque bajo formas
sustitutivas, tales como actos fallidos, chistes, etc. En la medida en que aflora bajo formas
sustitutivas no es, nuevamente, lo real tal cual. El acto fallido, el síntoma, etc. podrán ser
interpretados pero esta simbolización no alcanza para acceder a lo real, aunque sí para la curación.

Lacan relacionará especialmente lo imaginario y lo simbólico con las personas, más que
con objetos inanimados, por lo que entraremos ahora en el territorio de lo imaginario y lo
simbólico en relación con los 'otros'.

Lo imaginario

La cosa se complica un poco más, dijimos, cuando se trata no ya del conocimiento de un


objeto como una estrella, sino del conocimiento de alguna persona: un compañero, un colega, el
vecino o el verdulero. Aquí, por tratarse de un semejante, nuestra subjetividad 'deforma' aún más
nuestra perspectiva: tal vez nuestro colega sea un dechado de virtudes, pero lo vemos como lo
peor de lo peor. Como dijo alguien alguna vez, un colega es una persona que hace el mismo
trabajo que nosotros, a pesar de lo cual carece totalmente de talento.

El abismo entre lo que es real y lo que imaginamos se acentúa todavía más cuando
intentamos aprehender por ejemplo a nuestro padre o a nuestra madre, donde el compromiso
subjetivo es aún mayor. Nadie nunca ve a su progenitor tal cual es: o lo ve más bueno, o más
malo, o más honesto o más deshonesto, pero nunca tal cual es. Los hermanos, a pesar de tener al
mismo padre, cada uno tiene su propia imagen de él, distinta a la del otro hermano.

Un ejemplo típico de visión 'distorsionada' del otro es la imagen que tiene el neurótico de
un perverso, o de alguna estrella de la televisión o modelo top que ha sido instituída como sexy. El
o la neurótica tienen una imagen de la estrella recargada de sexualidad, y tienden a creer que es
alguien que puede disfrutar del sexo en forma completa e indefinida, proyectando sobre ella lo que
ellos mismos quisieran hacer y no pueden por la represión. Desde ya, se trata solamente de una
imagen, porque la estrella o la modelo es un ser humano igual que los demás, que no disfruta ni
más ni menos del sexo que el resto de los mortales. Lo que atrae o atrapa no es el actor o la actriz
como ellos son, sino la imagen que construímos de ellos o que nos incitan a construír sobre la base
de nuestras 'debilidades'. El ser humano tal cual es es algo ajeno, extraño a nosotros, que no nos
interesa. Lo que nos es llamativo, lo que nos llama o convoca nuestra atención es el personaje
imaginario pansexualizado: la persona real es lo ajeno y lo extraño. Chesterton decía que "la
verdad tiene que ser forzosamente más extraña que la ficción, porque la ficción es una creación del
espíritu humano, y afín, por consiguiente, a él"

¿Y qué decir cuando intentamos tener un conocimiento de nosotros mismos? Aquí la


distorsión alcanza su punto culminante: creemos ser algo que en lo real no somos, y es a esto a lo
que se refiere Lacan cuando dice que el Yo es el punto de máximo desconocimiento del sujeto.
¿Alguien puede tener una visión totalmente objetiva de sí mísmo, y captarse tal cual es? De
acuerdo al supuesto lacaniano de la inaccesibilidad de lo real, nadie puede tener semejante visión.
Esto se explica, al menos en parte, porque el Yo se constituye sobre la base de nuestra imagen
corporal, y a nuestro cuerpo lo captamos parcialmente y no en su real totalidad. Hay partes de él,
por ejemplo, que nunca llegaremos a tocar, como por ejemplo el codo derecho con la mano
derecha, y otras que nunca podremos ver, como nuestro nervio óptico en pleno funcionamiento.
Podemos, sí , imaginarlo, pero no aprehenderlo tal como es.

El compañero imaginario.- Tan imaginaria es la visión que tenemos de nuestros


semejantes, que incluso puede carecer de existencia física. Los tangos no siempre son tristes, y
uno de ellos se llama "Si no me engaña el corazón". Es el discurso de un hombre solitario pero
esperanzado, que se imagina una mujer que aún no conoció. En una parte dice por ejemplo:

"Ya sé como eres, y como es tu voz


porque en mis sueños ya te imaginé;
y así vivo soñando porque sé que alguna vez
sonriendo te presentarás".

En la vida cotidiana, he encontrado por lo menos dos casos de mujeres que habían
conocido circunstancialmente hombres (léase levante callejero), y donde ya en las primeras
conversaciones habían surgido en ellas expresiones del tipo "es como si hace mucho tiempo que te
conociera". Este fenómeno, que no debe confundírselo con el 'deja vu', debemos entenderlo como
que la mujer había construído la imagen de un personaje imaginario con determinadas cualidades
positivas, y que pudo encarnarlo en alguien cuando vio que éste se asemejaba a aquel personaje.
Pensando en estos 'reencuentros' hice la primera parte del poema lacaniano.

Nuestros personajes imaginarios nos acompañan siempre, aunque estemos solos, o tal vez
precisamente por ello. Y son personajes porque no tienen apellido: a lo sumo son un rostro, una
cualidad, un nombre, o un intercambio de palabras con él. A veces los imaginamos a nuestra
izquierda, a veces a nuestra derecha, o a veces sobre nuestra cabeza como esas construcciones del
imaginario religioso: los ángeles, con su positiva cualidad de protegernos. Otras veces son
solamente un ojo o una boca (o mejor, una mirada o una voz), donde proyectamos las pulsiones
escópicas o invocante, respectivamente, pero siempre se trata de un cuerpo humano, un fragmento
o alguna representación de él. Son miradas y voces que pueden estar censurándonos, vigilándonos
o también admirándonos.

Estos últimos, por ejemplo, aparecen inopinadamente cuando vamos a ver una película y
los invitamos a ver el film que "nosotros hicimos" para que esos personajes imaginarios nos
admiren, que es desde nuestra óptica, otra cualidad positiva. Y así como nos acompaña el
personaje que no protege y el personaje que nos admira, está también el personaje que nos excita,
y que aparece particularmente en las fantasías sexuales, sea que estemos o no en presencia de
nuestra pareja. Este partenaire imaginario puede estar corporeizado en alguien conocido, o en un
ilustre desconocido creado a imagen y semejanza de nuestros deseos, y con él podemos realizar en
la fantasía las más increíbles hazañas sexuales o desafiar los patrones más rígidos de lo que se
considera sexualidad normal.

"Exagerar, decía Antonio Machado, no es mentir, porque es una modalidad de la fantasía". En


suma, vivimos en un mundo poblado de seres imaginarios en donde proyectamos nuestros deseos
y pulsiones, proyecciones que distorsionan el ser real en el cual se encarnarán.

Lo simbólico

Imaginémonos en la playa jugando con la arena húmeda. De repente, a partir de esa materia prima
que es la arena se nos ocurre modelar un muñeco. Los muñecos que harán mis amigos serán
distintos al mío y distintos entre sí, porque cada uno lo ha imaginado de manera diferente.

De repente aparece otro niño con un molde de plástico, e inicia un juego nuevo: con su molde va a
dejar una impronta en cada uno de los muñecos construídos imaginariamente, con lo cual la arena
mojada original quedará totalmente moldeada y remoldeada, no obstante lo cual en el producto
final sigue estando el moldeado plástico, el moldeado imaginario y la arena.

Esta metáfora un poco infantil, intenta mostrar sólo muy aproximadamente como se van
constituyendo los registros de los que hablamos. La materia prima original es el sujeto, y más
específicamente el cuerpo del sujeto y corresponde a lo real. Querrámoslo o no formamos parte de
lo real, como cualquier otro objeto que puebla el universo. Y así como el niño tiene la arena
adelante y algo ha de hacer con ella, así nosotros nacemos con un cuerpo y algo haremos con él. El
muñeco que construímos a partir de lo real es lo imaginario, que se inaugura en la fase del espejo
cuando aprehendemos nuestra imagen corporal identificándonos con ella (5). Si bien todos los
niños atraviesan esta etapa, cada uno construirá de diferente manera esa entidad imaginaria
llamada Yo. Y a medida que cada niño vaya identificándose con distintas personas y de diferentes
maneras, más y más se irá distinguiendo del Yo de sus semejantes (y por eso todos los muñecos de
la playa son distintos), pero al mismo tiempo más y más se alejará de lo real.

El muñequito de arena moldeado en plástico sobre el muñeco imaginario corresponde a lo


simbólico. Cada muñeco imaginario individual quedó marcado con este muñequito igual para
todos, universal, y que es la cultura, transmitida a través del lenguaje. Así, lo imaginario es propio
de cada sujeto, mientras lo simbólico es lo común a todos ellos, y deviene de la cultura donde han
nacido. De hecho, el molde de plástico es un producto cultural, algo creado por el hombre para
transmitirlo a todos los hombres. Pero la arena sigue estando, sólo que ha pasado al último plano,
del mismo modo que lo real ha quedado oculto por lo imaginario y lo simbólico.

En suma, nacemos con un cuerpo real, y parte de nuestro desarrollo psíquico normal consistirá en
'moldearlo' sobre la base de nuestra imagen especular en la fase del espejo, y luego sobre el
modelo de la cultura en el complejo de Edipo. Y tan nuestros propios y personales consideramos
estos moldeamientos que llegan a ser para nosotros lo verdadero, lo natural, cuando en realidad
son una ficción imaginaria y una instancia artificial simbólica. ¿Es malo esto? No. Para Lacan
forma parte del desarrollo normal del sujeto, tanto que lo imaginario y lo simbólico lo irán
constituyendo intersubjetivamente y transubjetivamente, en forma respectiva. Desde ya que en
este desarrollo pueden presentarse problemas que derivarán en algún trastorno mental, pero esto
será tema de una próxima nota.

2. ARTICULACION DE LOS TRES REGISTROS

Hemos visto un poco separadamente lo real, lo imaginario y lo simbólico. Pero la comprensión de


estos conceptos no puede alcanzarse si no los articulamos entre sí, y en la presente nota vamos a
hacer tres articulaciones, o sea desde tres puntos de vista diferentes. a) Primero describiremos la
metáfora del ramillete invertido, un esquema didáctico que permite empezar a darnos cuenta de la
mutua relación entre los tres registros. b) Segundo, vamos a dar ejemplos concretos donde puedan
aplicarse claramente los tres registros. c) Tercero, articularemos finalmente lo real, lo imaginario y
lo simbólico no ya a partir de una metáfora didáctica ni de algunos ejemplos, sino a partir de un
concepto teórico fundamental en Lacan: la falta.

El ramillete invertido

Lacan, en sus intentos por explicar la relación entre lo real, lo imaginario y lo simbólico, recurre a
una conocida metáfora dentro de la óptica, que es la metáfora del ramillete invertido (2).

Originalmente, el tema del ramillete invertido es un simple truco que se basa en una ilusión óptica,
y que está destinado a engañar o sorprender a alguien. Para prepararlo, frente a un espejo cóncavo
colocamos una caja con un jarrón arriba, sólo que no ponemos dentro de él las flores sino
aprisionadas en su base, de manera que éstas cuelguen hacia abajo, formando un ramillete
invertido

ESQUEMA DEL RAMILLETE INVERTIDO


Ahora llamamos a nuestra 'víctima' y le decimos que se coloque en una determinada posición (por
ejemplo la que está indicada en el esquema en el lugar del ojo) y que mire. Lo que verá, si está
situado en la posición adecuada, será un florero conteniendo un un ramillete de flores en la
posición normal. Sin adentrarnos en la explicación que da a este fenómeno la óptica geométrica,
solamente tengamos presente que el florero que ve es real, que el ramillete que cuelga hacia abajo
es real, y que el ramillete que el sujeto ve es un ramillete imaginario, pues se trata simplemente de
una imagen formada por los rayos que se reflejan en el espejo.

Ahora bien. Supongamos que disponemos los elementos del truco de otra manera: ponemos las
flores reales paradas sobre la caja, y el florero real invertido pegado debajo de la caja. Si el ojo
está siempre situado en la misma posición correcta, la ilusión producida será la misma: veremos
flores dentro de un florero, sólo que en este último caso estaremos viendo el florero imaginario y
las flores reales.

Con el primer dispositivo (el del esquema adjunto) el ojo veía un mundo donde lo real (florero)
puede situar lo imaginario (ramillete), y con el segundo dispositivo el ojo ve un mundo donde lo
imaginario (florero) puede incluír y a la vez formular lo real. Como conclusión, Lacan saca la
siguiente: si el ojo está situado en el lugar correcto se producirá la ilusión, y en cualquiera de los
dos dispositivos el ojo podrá articular lo real con lo imaginario.

La cuestión es: ¿cuál es ese lugar adecuado donde debe estar el ojo para que este efecto de ilusión
se produzca? Desde el punto de vista de la óptica debe estar dentro de un cono. Si se sale del cono
se pierde la ilusión y el sujeto verá "un pobre florero vacío y bien una flores desoladas", es decir
verá las cosas tal como son, en su estado real. Por lo tanto, el ojo, estando en una determinada
posición dentro del cono, puede articular lo real y lo imaginario. Esta peculiar situación del sujeto
es, desde el punto de vista psicológico, el lugar de lo simbólico. Por lo tanto, lo simbólico permite
articular lo real y lo imaginario, y estos dos últimos registros están a su vez articulados entre sí en
la forma que hemos indicado. Es así que no puede pensarse un registro sin los otros dos. Incluso
más: concebir uno solo de estos registros hace que la articulación entre los otros dos desaparezca,
tal como sucede en el famoso nudo borromeo, un nudo que ata tres elementos y en el cual si
desatamos uno se desatan automáticamente los otros dos. Esta triple coimplicancia hace que
ningún registro sea más o menos importante que otro en la anatomía psíquica.

La metáfora del ramillete invertido admite aún otras muchas comparaciones con lo psíquico (por
ejemplo, el ramillete representa a los instintos, los deseos y sus objetos). Aquí no hemos limitado
en marcar someramente su utilidad para destacar la íntima conexión de los tres registros.

Ejemplificaciones

Los ejemplos que consideraremos aquí muy brevemente servirán más que nada para mostrar la
irrelevancia de preguntas tales como ¿a qué registro pertenece el padre? o ¿a qué registro
pertenece la castración?, o ¿a qué registro pertenecen los sueños? En verdad, cualquiera de esas
cosas así como cualquier otra experiencia humana se comprende en base a una articulación de los
tres registros, y no de uno solo.
El padre.- Esquemáticamente pueden distinguirse un padre real, un padre imaginario y un padre
simbólico. Resulta obvio que todos tenemos una imagen de nuestro padre que nunca coincide
exactamente con lo que es, o sea con el padre real: o bien le estamos agregando algo, cuando lo
idealizamos, o bien le estamos quitando algo cuando lo subestimamos.

Al Padre simbólico suele designárselo con mayúsculas, más que nada porque el Padre simbólico
no es ni un sujeto real ni una imagen: es una norma, una prescripción impuesta culturalmente,
denominada Ley del Padre y vinculada con la prohibición del incesto. El Padre simbólico no es
entonces ninguna persona, es incorpóreo, aunque puede encarnarse en alguna persona real o
imaginaria: el padre biológico, la madre biológica, un hermano, un tutor, etc.

Así, en esa entidad llamada padre confluyen un aspecto real, uno imaginario y uno simbólico, por
lo demás estrechamente interdependientes: así por ejemplo un padre real que castiga mucho a su
hijo influirá sobre la formación de un padre imaginario terrorífico, más de lo que en realidad es.
De idéntica forma, un padre real 'ausente' debilitará la formación de un Padre simbólico que
impone la ley y vigila su cumplimiento. O también, un padre que imaginariamente lo vemos
benévolo poco contribuirá a encarnar en él a un Padre simbólico.

El incesto.- Creo que podríamos distinguir entre un incesto consumado, un incesto fantaseado y
un incesto prohibido, correspondientes en forma respectiva al orden de lo real, de lo imaginario y
de lo simbólico. El incesto consumado es la efectiva realización carnal: el incesto se real-iza. No
se trata de casos aislados, sino que ha llevado a convertirse en un importante problema social por
su conexión con los delitos sexuales. Cuando hablamos de incesto consumado hablamos tanto del
incesto cometido por los padres como del cometido por los hijos. El problema social está en
relación con el primero, dada su relación con el delito de abuso sexual de menores. Sólo en
EEUU, en el año 1986 hubo 385.000 denuncias de este tipo (7), aunque muchas de ellas no
pudieron ser debidamente probadas dado en carácter cerrado de las estructuras familiares, y los
numerosos lazos de complicidad entre la familia y la comunidad.

El incesto fantaseado corresponde al registro de lo imaginario: en nuestra imaginación mantenenos


un vínculo sexual con alguna figura parental o fraternal, fantasías que pueden ser inconcientes,
preconcientes y concientes. Según Freud se trata en el fondo de la fantasía originaria del coito
parental. Dedujo Freud la existencia de tales fantasías a partir de las numerosas referencias de sus
pacientes acerca de sucesos infantiles de seducción casi siempre en relación con familiares
cercanos. Más allá de haber ocurrido o no, lo que sí aparecía era el deseo de estar involucrado de
alguna forma en la escena, sea en forma activa o en forma pasiva.

El incesto prohibido aparece con la instauración de la norma cultural que lo prohíbe, con lo cual el
sujeto pasa a estar determinado por el orden simbólico. Esta prohibición es lo suficientemente
fuerte como para prohibir no sólo el incesto real sino también el fantaseado a nivel de fantasía
diurna. No obstante, el incesto siempre encuentra posibilidades de realización sustitutivas, sea a
través de una pareja similar al progenitor, sea fantaseando un amor incestuoso llevado a cabo por
otros semejantes, etc.

Antes del Edipo el incesto era un fenómeno real, no implicaba una transgresión porque aún no
estaba la ley paterna que lo prohibiera. Baste pensar en el vínculo pre-edípico madre-hijo marcado
por una intensa relación sexual que se hace ostensible en el contacto físico entre ambos, en la
oralidad, los toqueteos, etc. Recién el incesto se convierte en fenómeno transgresivo cuando puede
violar una ley ya instaurada.

La castración.- La castración real corresponde con la extirpación del órgano genital, como por
ejemplo mediante una intervención quirúrgica. El ejemplo típico son los eunucos. La castración
imaginaria, en cambio, se funda en la escena de la castración: en sus teorías sexuales infantiles, los
niños imaginan que algunos seres fueron castrados, y así nacieron las mujeres, y otros no y así
nacieron los varones. El fantasma de la castración está en la base de la identidad sexual del sujeto.

La castración simbólica es la separación, no ya del órgano sexual del cuerpo, sino del niño de su
madre por efecto de la ley del Padre, que prohíbe el incesto. Este nuevo orden simbólico se instala
privando al niño de una fuente importantísima de satisfacción libidinal, pero permitiendo su
canalización hacia una figura exogámica.

Los sueños.- Podríamos decir que los sueños suelen atravesar cuatro etapas sucesivas: el sueño
soñado, el sueño recordado, el sueño relatado y el sueño interpretado.

a) El sueño soñado es el sueño tal cual es, es decir, el conjunto de experiencias que tiene el
sujeto cuando está atravesando el periodo REM durante el dormir. Sin embargo, nadie recuerda
totalmente este sueño tal cual fue soñado, y por ello corresponde al registro de lo real: el sueño
soñado es inaccesible al conocimiento directo y completo.

b) Sin embargo, cuando nos despertamos podemos recordar algunos fragmentos del sueño
soñado, aunque no todo, y conforme pasan los segundos y los minutos muchos de sus aspectos van
desapareciendo de nuestra conciencia. Se trata de un sueño fragmentado, de un sueño tal como
nosotros lo imaginamos -no tal como fue-, y por ello corresponde al orden de lo imaginario. Es el
sueño recordado.

c) A partir de este recuerdo fragmentario del sueño podemos hacer un relato, con lo cual
transformamos las imágenes en palabras. En esta etapa son más claros los intentos que hace el
sujeto por unificar o completar el sueño, rellenando con su imaginación las lagunas mnémicas o
dándole un unidad a través de la coherencia lógica. Esta es la tarea que lleva a cabo la elaboración
secundaria, y es comparable hasta cierto punto con los intentos que hace el niño en el estadio del
espejo por unificar su imagen corporal a partir de fragmentos. El sueño relatado está ubicado en el
límite entre lo imaginario y lo simbólico: corresponde a lo imaginario porque con sus palabras el
sujeto busca describir imágenes, y corresponde a lo simbólico porque utiliza palabras. Mientras las
imágenes son individuales, propias de cada uno, el lenguaje es un código universal que nos llega a
través de la cultura.
d) El sueño puede terminar siendo interpretado, y en la medida en que interpretar significa
mostrar que sus elementos son símbolizaciones de contenidos latentes, el sueño interpretado
corresponde al registro de lo simbólico. Tomamos aquí interpretar en un sentido amplio, es decir,
el sueño no sólo puede interpretarlo el analista sino también el mismo paciente y hasta fuera de un
contexto psicoanalítico, como cuando un sujeto ve en sus sueños la premonición de un número de
la lotería, o un aviso acerca de lo que debe hacer o no hacer respecto de algunas decisiones de su
vida cotidiana. Esto es, indudablemente, también interpretación en este sentido amplio.
La falta

La falta es un concepto central en Lacan, que a nuestro modo de ver permite articular por lo menos
lo real por un lado, con lo imaginario y lo simbólico por el otro. Veamos de qué manera.

Si decimos que no podemos conocer lo real, sino solamente una imagen, debe ser porque a lo real,
o bien le hemos agregado algo, o bien le hemos quitado algo. La falta se constituye concretamente
cuando a lo real le 'agregamos' algo que no tiene, y por lo tanto en estas condiciones a lo real
siempre le faltará algo.

A la habitación del hotel donde fue el señor Porcel (ver recuadro) no le falta nada. Esa es la
habitación real, pero el señor Porcel ha construído una imagen de esa habitación donde hay
también un huevo frito, es decir, le ha agregado algo a través de su imaginación: "Esta habitación
debe tener un huevo frito". Es lógico entonces que el señor Porcel sienta que a su habitación le
falta algo. Sin embargo, que a la habitación le falte un huevo frito no la hace incompleta, del
mismo modo que tampoco la hace incompleta si le faltase una puerta o una cama.

En este punto podrá argüirse lo siguiente: "Lo del huevo frito vaya y pase, pero lo de la cama no:
si a la habitación le falta la cama está incompleta". Esta respuesta es una respuesta desde lo
simbólico, no desde lo real, porque culturalmente está prescripto que una habitación de hotel tenga
una cama; pero desde lo real mismo su ausencia no hace incompleta la habitación.

Con otro ejemplo esto quedará mejor aclarado. En una biblioteca hay nueve volúmenes de un
diccionario enciclopédico, y el volumen número nueve llega hasta la letra W. Inmediatamente
pensamos que falta el último volumen con las letras X-Y-Z, con lo cual hemos nuevamente
pensado la cuestión desde lo instituído culturalmente, porque desde lo real no falta ningún
volumen: ¡están los nueve! Cuesta pensar esto porque estamos constituídos como entidades
imaginarias y simbólicas, y las cosas las vemos siempre desde esos ángulos.

Lacan (6) da un ejemplo similar. Así como las habitaciones no tienen huevos fritos, tampoco las
estrellas tienen boca. Que las estrellas no tengan boca no las hace incompletas, porque en su
realidad están completas.

Siguiendo con la línea de ejemplos anteriores, también podremos decir que una niña o una mujer
es completa en su realidad 'real'. Sin embargo, desde lo imaginario el ser humano considerará que
le falta el pene, que ha sido castrada. La fantasía originaria de la castración es lo que determina
que, desde lo imaginario, veamos a la mujer incompleta, cuando desde lo real a la niña no le falta
nada, ya que biológicamente, es un cuerpo completo y bien desarrollado. E incluso aún cuando
haya malformaciones también el cuerpo es completo: en todo caso lo veremos incompleto porque
la comparamos con un standard de normalidad, con una norma. Si vemos una persona que tiene
cuatro dedos en las manos pensamos que le 'falta' un dedo, pero cuando nos enteramos que esta
persona proviene de un planeta donde todos los habitantes tienen cuatro dedos, cambiamos de
parecer.
La importancia de lo que falta.- Ahora bien. Aquello que falta tiene un valor extremadamente
importante para el sujeto. Notemos por ejemplo la ofuscación del señor Porcel frente a la falta del
huevo frito, y lo mismo pasa con la colección de volúmenes de un diccionario: si le falta un solo
tomo el resto ya no vale casi nada, cuando objetivamente todos los volúmenes, faltantes o no,
tienen el mismo valor monetario. Si cada uno de los 10 tomos costara 10$, el total costaría $100,
pero sin embargo por 9 tomos nadie pagaría 9$, porque no valen prácticamente nada sin ese tomo
faltante. Si uno se pone a pensar más racionalmente, podría pagar los 9$ por los 9 tomos, porque
está cubriendo un 90% de probabilidades de que el diccionario le sirva como tal.

Lo mismo pasa con los coleccionistas que ven valorizada su colección si está completa, y lo
mismo pasa con la mujer a la que le 'falta' el pene. Sin pene lo vale nada, y de aquí el terror a la
amenaza de castración en el hombre, y de aquí la intensa envidia del pene femenina y su deseo
femenino más intenso: el de recuperar de alguna forma lo perdido. La importancia de lo que falta
es correlativa entonces, de los intentos por llenar esa falta, de alcanzar la completud. Julio César
decía: "Mientras me quede algo por hacer, no habré hecho nada". Y en otro ejemplo final:
sabemos de la distancia que suele haber entre el objeto real y el fantaseado. Cuando una persona
se cita con otra por primera vez tiene una serie de fantasías: "Fulana debe ser una morocha de ojos
verdes y de voz suave como la seda", y después aparece una señora bajita, regordeta y de voz
aguardentosa. En ese momento decimos: "A esta chica le faltan varias cosas". Y en verdad no le
falta nada, salvo lo que nosotros le agregamos en nuestra imaginación.

Ciertamente, así planteadas las cosas se abren muchos interrogantes, como por ejemplo ¿porqué el
ser humano ha de agregarle algo a lo real, sea desde lo imaginario individual o desde lo simbólico
cultural, y buscará incesantemente llenar esa ausencia, alcanzar esa completud? La respuesta a esta
cuestión debemos buscarla en otros conceptos psicoanalíticos, y entre ellos las diversas
modalidades de la falta como la privación, la frustración y la castración, pero esto será tema de
otras notas. Es suficiente hasta ahora con que hayamos podido comprender que de lo real tenemos
siempre una perspectiva imaginaria o simbólica, y en esa particular perspectiva a lo real siempre le
agregamos algo, de lo que resulta que a lo real también siempre le faltará algo. Es más, estoy
seguro que este artículo también está incompleto.

Pablo Cazau Lic en Psicología y Prof de Enseñanza Media y Superior en Psicología Buenos Aires,
Mayo 1996

CITAS (1) Por ejemplo véase Helman Jorge, "La subjetividad entre la escritura y lo inconciente",
incluído en "La escritura en escena", Buenos Aires, Editorial Corregidor, 1994. También, en
Helman Jorge, "La clínica como escritura", Buenos Aires, Lugar Editorial, 1994. En estos textos el
autor distingue lo real como lo imposible, lo real como lo que no cesa de inscribirse (en relación
con la represión primaria), y lo real como la Letra (en relación con la represión secundaria). Una
versión similar podemos encontrarla en Harari R., Clase del 18-4-89, Cátedra de Psicología
Profunda II, Bs. As., Universidad de Belgrano.
(2) Lacan J., "La tópica de lo imaginario".
(3) Algunas reflexiones filosóficas sobre el tema pueden encontrarse en "¿Existe la realidad?", El
Observador Psicológico Números 11 y 12, Volumen II.
(4) Para una distinción entre represión originaria y represión secundaria véase El Observador
Psicológico, N° 5, Volumen 1, página 222.
(5) Véase "La fase del espejo", El Observador Psicológico N° 10, Volumen I, página 435.
(6) Lacan Jacques, "Introducción del Gran Otro".
(7) Giller A, "Incesto: el desván clausurado".

ANEXO 1 - POEMA LACANIANO


Largas horas conversamos
antes de haber sido presentados;
y por eso el primer contacto
fue un reencuentro inesperado.

Pero no pudimos conocernos.


Cada palabra una idea destruyó,
cada idea asesinó una imagen
y cada imagen nuestro ser mató.

ANEXO 2 - ¡OH... LA FALTA!... "Cuanto más cerca del psicoanálisis divertido estemos, más
cerca estaremos del verdadero psicoanálisis" J. Lacan ("La tópica de lo imaginario").

EL SEÑOR PORCEL

El señor Porcel viajó a Mar del Plata, entró en un hotel y pidió una habitación. Como el botones
estaba ocupado, el propio conserje tomó una llave y lo acompañó hasta el cuarto. Luego de
examinarlo minuciosamente, el señor Porcel dijo al conserje: -La habitación no está mal pero, ¿no
le parece que le falta algo? El conserje revisó la habitación. -No -dijo finalmente-. Tiene toallas,
jabones, TV y bar. -Sin embargo le falta un huevo frito -afirmó el señor Porcel. -¿Qué le falta qué?
-preguntó el conserje, que creía no haber oído bien. -Que le falta un huevo frito. ¿Es usted sordo? -
gruñó Porcel. -¿Cómo que le falta un huevo frito? -protestó el conserje-. No entiendo. -¿Usted ve
aquí un huevo frito? -preguntó el señor Porcel-. ¿Hay en esta habitación un huevo frito? -No-
respondió el conserje. -Entonces si en esta habitación no hay un huevo frito quiere decir que le
falta. -¿Y para qué quiere usted un huevo frito?- preguntó confundido el conserje.

-Si yo no quiero que esta habitación tenga un huevo frito -protestó Porcel-. No me haga decir
cosas que yo no he dicho. Además, yo no quiero una habitación con huevos fritos porque los
huevos fritos me hacen subir el colesterol. -¿Y entonces por qué dijo que a su habitación le falta
un huevo frito?- tartamudeó coloradísimo el conserje. -¡Porque le falta! ¡Porque le falta! -gritó
Porcel perdiendo la paciencia-. Si quiere digo que le falta una bombita de luz, pero mentiría.
¿Prefiere que le diga que falta una bombita? -No...no... lo que pasa es que... -balbuceó el conserje
cada vez más confundido. -¡Lo que pasa un cuerno! -chilló el señor Porcel. Yo no puedo pasarme
toda la mañana discutiendo si esta habitación tiene un huevo frito o no. Yo he venido a Mar del
Plata a descansar y no a pelearme con los conserjes de los hoteles. Si su habitación no tiene
huevos fritos, paciencia. No por eso nadie se va a morir. Pero a mí déjeme de molestar que
demasiados problemas tengo. ¡Pobre país! Así nunca vamos a entrar en el Primer Mundo.

Por: Landrú (Clarín, 12-12-93).

También podría gustarte