CRIOTERAPIA
CRIOTERAPIA
CRIOTERAPIA
CONCEPTO
Entre los agentes y medios físicos que forman parte de la medicina física terapéutica o
fisioterapia, se encuentra la energía térmica, la cual, si bien tiene sus máximas aplicaciones en el
calor, también -desde muy antiguo- ha utilizado el frío como agente terapéutico.
La crioterapia forma parte de las terapéuticas pasivas, es decir, de las que no requieren la
participación del paciente y en las que, por ese motivo, hay que ser muy cautos en su aplicación,
a fin de evitar posibles abusos y efectos secundarios.
Los sistemas de aplicación del frío como agente terapéutico han ido evolucionando a lo largo de
la historia; en un principio se limitaban a la utilización del agua fría, de la nieve o del hielo. A
mediados del siglo pasado fueron descubriéndose agentes refrigerantes, como el bromuro de
etilo, el cloruro de etilo y el sulfuro de carbono. Hoy se dispone de sistemas de mayor eficacia en
la producción de una máxima disminución de temperatura en el área que hay que tratar en un
tiempo breve; son los siguientes: paquetes fríos (cold-packs), bolsas de hielo, bloques o cubos
de hielo (con los que se practica masaje sobre la zona que hay que tratar), toallas o paños
humedecidos e impregnados en hielo triturado, baños fríos y aerosoles refrigerantes por
vaporización, etc.
El grado de enfriamiento conseguido dependerá del medio utilizado, del tiempo durante el cual
se ha aplicado, de la temperatura inicial, de la técnica empleada, de la localización de la zona
concreta en la que se busca el efecto terapéutico y de otros factores individuales.
Los medios que se emplean en crioterapia pueden producir su efecto refrigerante por tres
fenómenos físicos bien distintos: conducción, convección y evaporación.
Cuando el medio empleado se pone en contacto directo con la zona que hay que tratar, la
transferencia de energía se produce por conducción; esto sucede cuando se utilizan bolsas de
hielo, cubos o bloques de hielo y toallas humedecidas y refrigeradas. En estos casos la
transferencia de calor se produce por interacción directa de las moléculas del área caliente con
las del área fría.
La magnitud del cambio de temperatura y las modificaciones biofísicas secundarias a éste van a
depender de una serie de factores, a los que nos hemos referido anteriormente y entre los que
destacamos:
a) La diferencia de temperatura entre el objeto frío y los tejidos.
Cuanto mayor sea la diferencia de temperatura entre el objeto aplicado y el tejido sobre el que
actúa, mayores serán los cambios o resultados obtenidos.
b) El tiempo de exposición.
La temperatura de la piel en contacto con el agente disminuye en un tiempo muy breve; se
necesitan exposiciones más prolongadas para obtener buenos resultados en la refrigeración de
tejidos más profundos (subcutáneo y músculos).
El otro fenómeno físico, base de algunos medios crioterápicos, es la vaporización. Esta forma de
transferencia de energía se produce mediante la utilización de líquidos volátiles fríos
(refrigerantes), que se introducen en recipientes estancos bajo presión y que se emiten en finos
aerosoles, cuando los recipientes que los contienen se invierten.
La vaporización se produce con la salida del líquido fuera del recipiente que lo contiene. El
vapor frío en contacto con la piel extrae calor; así se ejerce el efecto buscado, que se observa
principalmente en la piel. Son insignificantes los cambios de temperatura que se producen tanto
en músculos como en él tejido celular subcutáneo.
La extensión del área tratada y la sensibilidad individual al frío son otros factores que hay que
tener en cuenta a la hora de analizar el grado de enfriamiento conseguido.
EFECTOS FISIOLÓGIÇOS
Los efectos que se persiguen en medicina física con la crioterapia son, básicamente:
Como efectos fisiológicos, base de sus aplicaciones terapéuticas, vamos a referirnos —por su
importancia— a los que se producen sobre el sistema circulatorio, a los que afectan a los nervios
periféricos, a los que modifican la fuerza muscular o el músculo espástico, y a aquellos que
influyen sobre las reacciones fisiológicas que acompañan a los traumatismos.
Esta vasoconstricción se produce tanto por la acción directa del frío sobre la musculatura lisa de
los vasos, como por su acción indirecta, ya que al actuar sobre las terminaciones nerviosas
cutáneas da lugar a una excitación refleja de las fibras adrenérgicas; éstas, al aumentar su
actividad, contribuyen a la vasoconstricción.
La vasoconstricción así producida conduce a una reducción del flujo sanguíneo en el área
tratada. Como consecuencia de ello, también se reduce la extravasación del fluido dentro del
intersticio.
Cuando la aplicación del estímulo frío excede los 15 minutos, es decir, en aplicaciones
prolongadas, a la vasoconstricción inmediata sucede un fenómeno cíclico de vasodilatación,
seguido nuevamente de vasoconstricción. Esta respuesta o reacción al mantenimiento de la
reducción de temperatura durante largo tiempo se conoce con el nombre de hunting reaction o
respuesta oscilante, y fue descrita por Clarke y Lewis. Estos autores explicaron el incremento del
flujo sanguíneo como un esfuerzo del organismo para mantener la temperatura en el nivel
adecuado, a fin de prevenir el daño tisular. Afirmaron que la dilatación de los vasos que produce
el incremento del flujo sanguíneo a temperaturas bajas ocurre principalmente en el músculo, y es
independiente de la presión sanguínea y de otros factores. La vasodilatación está mediada por
nervios somáticos y, posiblemente, se produce por medio de un reflejo axónico.
La respuesta oscilante tiene lugar también cuando la temperatura alcanzada es menor de 10 0C.
Algunos investigadores piensan que, además de la activación de un mecanismo reflejo, el
enfriamiento por debajo de los 10 0C puede inhibir la actividad miogénica de la musculatura lisa
o reducir la sensibilidad de los vasos sanguíneos a las catecolaminas, que causa la
vasodilatación.
La aplicación del frío produce una disminución del dolor en el área tratada, que puede deberse
tanto a la acción directa sobre las terminaciones nerviosas sensoriales y sobre las fibras y
receptores del dolor, como a factores indirectos, como la reducción de la tumefacción y del
espasmo muscular que acompañan a la zona lesionada.
El frío produce una disminución de la velocidad de conducción de los nervios periféricos y una
reducción o bloqueo de su actividad sináptica: de ahí su efecto analgésico. Las fibras nerviosas
varían en su sensibilidad al frío según su diámetro y su grado de mielinización. Se ha
demostrado que las más sensibles son las mielinizadas y de pequeño diámetro, ya que las
amielínicas necesitan temperaturas más bajas para ser bloqueadas.
También se ha demostrado que el frío actúa, en ocasiones, como contrairritante con poder
antiflogisto en afecciones crónicas. Esto sucede, por ejemplo, en la artritis reumatoide, por los
efectos inhibitorios del frío sobre las enzimas destructoras dentro de la articulación.
La influencia del frío en la actividad muscular se debe, por una parte, a su acción sobre el
proceso contráctil y, por otra, al efecto de la temperatura sobre la transmisión neuromuscular.
La función muscular parece mejorar en las horas siguientes al enfriamiento, sobre todo cuando
los estímulos fríos han sido de corta duración, lo que se achaca a la mejoría en su circulación.
Cuando la duración de la exposición al frío se alarga, puede esperarse que la temperatura del ner-
vio disminuya. Así se reduce la potencia muscular, debido probablemente a una reducción del
flujo sanguíneo.
A pesar de ser un tema controvertido, parece existir acuerdo en que las aplicaciones de frío poco
duraderas pueden ensalzar la función muscular durante un programa terapéutico y que, por tanto,
la medida de la fuerza muscular deberá realizarse antes de la aplicación de frío al músculo, y no
transcurridas unas horas tras su enfriamiento.
La rigidez articular (de origen mecánico) aumenta con el enfriamiento, debido al aumento en la
viscosidad del líquido sinovial y de los tejidos conectivos articulares y periarticulares.
4. Efectos neuromusculares
La disminución de la espasticidad puede deberse, en parte, a la reducción que el frío produce del
dolor y, en parte, a que da lugar a una disminución en las descargas de las fibras musculares
aferentes.
El frío facilita la actividad de las motoneuronas alfa y disminuye la de las gamma. Es una
herramienta de gran utilidad en los pacientes con lesiones de las motoneuronas piramidales,
aunque la base fisiológica de este efecto no esté totalmente esclarecida.
Las aplicaciones frías producen una disminución de algunos reflejos, como el patelar, mientras
que a ciertos niveles de enfriamiento se produce un aumento de algunos reflejos mono y
polisinápticos. Al parecer, la sensibilidad propioceptiva no se modifica con aplicaciones de breve
duración.
Ante un trauma agudo, se sucede una serie de reacciones fisiológicas, que aumentan el
metabolismo celular y dan lugar a un incremento de la temperatura en la lesión.
Si, por otra parte, se interrumpe o enlentece el flujo sanguíneo, tiene lugar el paso de líquido
seroso a la zona lesionada, lo que origina un edema.
La lesión inicial produce también dolor, por su acción directa sobre las terminaciones nerviosas.
Si la lesión afecta al músculo o tejidos vecinos, se genera un espasmo por la contracción
involuntaria y mantenida, subsecuente al reflejo del dolor. Se establece un círculo vicioso dolor-
espasmo muscular-dolor.
El frío puede utilizarse como terapéutica en estados postraumáticos agudos, ya que actúa sobre la
secuencia de reacciones fisiopatológicas expuestas.
En efecto, el frío aplicado sobre la zona traumatizada produce vasoconstricción arteriolar, lo que
reduce el aflujo sanguíneo y si se aplica en el momento inicial de la lesión, puede reducir la
formación del hematoma. Disminuyen, asimismo, las demandas metabólicas y la respuesta
química del área afectada. El frío hace que disminuya la pérdida calórica y el metabolismo
celular, con lo que decrece la liberación de agentes vasoactivos (como la histamina) y, por con-
siguiente, la permeabilidad capilar y la reacción inflamatoria local. La menor permeabilidad
capilar hace que disminuya también el infiltrado de líquido seroso en la zona lesionada, lo que
limita la formación de edema y disminuye la presión local, por lo que alivia el dolor.
En la práctica, los efectos sobre la hemorragia son menos evidentes, ya que, por muy precoz que
se haga una aplicación, normalmente ya han transcurrido algunos minutos desde la producción
de la lesión; tiempo suficiente para que tenga lugar el proceso hemostático fisiológico.
El enfriamiento produce, asimismo, una disminución del espasmo muscular, efecto que se
explica por la interacción de una serie de factores en la disminución del dolor, ya mencionada, y
en la disminución de la sensibilidad de las fibras aferentes musculares excitadas.
Aunque todavía existen controversias sobre los efectos terapéuticos del frío, donde existe
unanimidad es en considerar el frío como un agente terapéutico de gran utilidad en los enfermos
traumatizados, sobre todo en aplicaciones de corta duración y llevadas a cabo en fases tempranas
tras la agresión, ya que disminuye los fenómenos edematosos e inflamatorios postraumáticos.
Estos efectos se potencian si unimos, a la aplicación del frío, el reposo, la compresión, la
elevación y la estabilización de la zona lesionada.
Tanto la compresión como la elevación del miembro o zona lesionada contribuyen, con el frío, a
disminuir la formación de edema, el dolor y el espasmo muscular. Uno de los factores más
importantes para el éxito terapéutico radica en la aplicación de estas medidas lo antes posible. En
este sentido, es fundamental que el frío se aplique inmediatamente después de producido el
traumatismo (en los 5-10 minutos siguientes). La eficacia es mucho menor si el enfriamiento se
realiza transcurridas de 8 a 24 horas.
FORMAS DE APLICACIÓN
Trabajos experimentales y clínicos han demostrado que puede conseguirse una disminución de la
temperatura en estructuras como músculos, terminaciones nerviosas e incluso articulaciones,
mediante aplicaciones sobre la superficie de la piel de agentes refrigerantes.
Se dispone, en la actualidad, de multitud de métodos que persiguen estos objetivos. Los más
utilizados son aquellos que se basan en el empleo de hielo y agua.
Excluyendo las aplicaciones hidroterápicas frías, que se tratan en otro tema, las formas más
frecuentes de crioterapia en medicina física incluyen:
- Bolsas de hielo.
- Criomasaje.
- Vaporizadores fríos.
- El agente utilizado.
- La duración de la aplicación.
- El espesor de grasa subcutánea que recubre el área que hay que tratar.
- Su disponibilidad o accesibilidad.
- El tamaño de la zona.
Así, para el tratamiento de áreas pequeñas, como un tendón o un pequeño músculo abdominal,
será el masaje con hielo la forma más efectiva; si se trata, sin embargo, del tratamiento de una
extremidad, su inmersión en un baño frío será la mejor forma de cubrirla por completo; si lo que
pretendemos es el tratamiento de una articulación, bolsas de hielo o compresas húmedas y frías
que se adapten a la articulación serán el método de elección.
El frío, como todos los agentes que se utilizan en terapia, no está exento de riesgos. Por ello, para
su correcta aplicación, es necesario conocer a fondo el método de aplicación del agente
refrigerante que estemos utilizando, las sensaciones que notará el enfermo durante su aplicación,
las reacciones esperadas y aquellas que pueden producirse de forma inesperada y que, por su
anormalidad, obligarán —en ocasiones— a la interrupción del tratamiento.
A fin de evitar estas reacciones anómalas, deberá efectuarse un test de hipersensibilidad en una
pequeña zona cutánea antes del comienzo del tratamiento. Uno de los métodos más simples
consiste en realizar un masaje con un cubito de hielo durante 3 minutos. Tras la aplicación del
masaje, a los 5 minutos aparece un eritema en la zona, que dura otros 5 minutos, para volver la
piel a la normalidad. En caso de positividad, el eritema es reemplazado por una pápula que cubre
la zona de aplicación.
Por último, y antes de referirnos de forma individualizada a los diferentes métodos de criotera-
pia, queremos resaltar la importancia que tiene la interpretación de los efectos producidos por
ésta, ya que en ocasiones pueden enmascarar síntomas padecidos por el paciente y darle una
falsa sensación de seguridad, que, probablemente, contribuirá a agravar el problema.
Antes de cualquier aplicación crioterápica, es necesario conocer cuáles son las etapas de
sensaciones por las que pasa el paciente. Básicamente, la sucesión de sensaciones es:
1. Frío.
2. Dolor profundo.
4. Entumecimiento.
Con algunos métodos (p. ej., baños helados), al retirar la aplicación suele experimentarse una
sensación de dolorimiento pulsante, a veces con sensación de calor.
1. Bolsas de hielo
A parte de ser un método barato, diferentes estudios han demostrado que, con esta modalidad, se
obtiene un enfriamiento de mayor intensidad y duración en tejidos profundos que el alcanzado
con las bolsas de gel congelado.
Las bolsas de hielo se preparan introduciendo en una bolsa de plástico hielo machacado. El
tamaño de la bolsa estará en consonancia con el de la zona de aplicación. Se disponen en
contacto directo con la piel, fijándose mediante toallas, almohadillas o vendas elásticas, de forma
que toda la bolsa y las zonas adyacentes queden cubiertas.
Se recomienda una duración del tratamiento mínima de 20 minutos. Para obtener un enfriamien-
to adecuado en tejidos profundos, ha de mantenerse durante 30 o incluso 40 minutos, en zonas
con abundante tejido subcutáneo o grandes masas musculares.
Existe una gran variedad de estos dispositivos, que tienen en común el hecho de ser adaptables a
la zona que va a ser tratada.
Unos combinan hielo prensado con alcohol isopropílico, en porcentaje de dos partes de hielo por
una de alcohol, o una mezcla de agua y glicerina; esta mezcla va introducida en una bolsa de
plástico, preferiblemente doble, para su posterior aplicación. La configuración de estas bolsas
hace que sean de utilidad para aplicaciones sobre zonas irregulares, como el hombro.
Las bolsas de «frío químico» producen enfriamiento mediante una reacción química endotér-
mica, que se activa por compresión o golpeando contra una superficie dura. Son, generalmente
de un solo uso y es necesario tener en cuenta que la reacción química que se produce dentro de
estos paquetes puede causar quemaduras de la piel, si se agrietan y su contenido se derrama. Por
otra parte, su rendimiento térmico en profundidad es bajo.
Si introducimos toallas o paños gruesos en un recipiente que contenga hielo picado y agua, los
extraemos y escurrimos fuera el exceso de humedad, podemos conseguir una forma de
crioterapia que puede abarcar áreas extensas.
Si las toallas tienen rizo, las introducimos en el recipiente anterior y las sacudimos ligeramente,
las partículas de hielo se adherirán a la toalla; ésta conservará así su baja temperatura, para ser
aplicada sobre la superficie articular o zona que hay que tratar. El enfriamiento alcanzado con
éste método será bastante superficial y, por otra parte, será necesario cambiar la toalla cada 4 o 5
minutos, ya que su calentamiento se produce rápidamente.
Esta técnica, también de gran simplicidad, utiliza bloques de hielo a los que se les dan formas de
fácil manipulación, como polos de helado o «chupachups», que se frotan sobre la superficie que
va a ser tratada con un lento y, en ocasiones, enérgico movimiento.
Se emplea principalmente cuando las áreas en las que se prescribe crioterapia son pequeñas. Con
esta técnica la temperatura alcanzada no deberá ser menor de 15 0C. Una de sus indicaciones más
frecuentes es la obtención de analgesia antes de proceder a realizar un estiramiento
musculotendinoso (crioestiramiento).
La aplicación se realiza mediante pases circulares o longitudinales cubriendo la mitad del previo.
Normalmente, una vez que la piel se hace insensible al tacto fino la aplicación finaliza;
generalmente este efecto se obtiene a los 7-10 minutos, según el tamaño de la zona.
Aunque el riesgo de efectos secundarios es mínimo en este caso, se pondrá especial atención en
la duración de las fases que siguen a su aplicación: frío intenso, quemazón, dolor y analgesia. Si
la piel adquiere un color blanco o azulado, se interrumpirá el tratamiento, ya que probablemente
nos encontremos ante una técnica incorrectamente aplicada (puede estar abarcando un área
excesivamente extensa) o ante una reacción de hipersensibilidad.
Los fines que, sobre todo, persigue esta técnica son la analgesia, para lo cual se aplica sobre
pequeñas zonas, como tendones, músculos y puntos dolorosos, o la facilitación de la actividad
muscular, en cuyo caso se aplica enérgica y brevemente sobre la piel, el dermatoma, la raíz
nerviosa correspondiente o el músculo en cuestión.
5. Aerosoles refrigerantes
Originariamente se utilizaban los de cloruro de etilo, anestésico tópico empleado sobre todo para
el tratamiento de los puntos gatillo musculares, pero ha sido prácticamente reemplazado por ser
volátil, inflamable y presentar un peligro no despreciable de producir congelación. Actualmente,
los más empleados son los de cloro-fluoro-metano, mezcla de diclorofluormetano al 15% y
tricloromonofluormetano al 85%. No son inflamables y presentan menor riesgo de producir
congelación, al no dar lugar a un descenso tan elevado de la temperatura.
El enfriamiento por estos métodos es superficial, por lo que no resultan adecuados cuando el
objetivo es enfriar tejidos profundos. Son sus indicaciones principales el tratamiento de los
puntos gatillo y de los músculos contracturados, ya que intentan su estiramiento.
La aplicación se realizará siguiendo el trayecto de las fibras musculares, desde su parte proximal
a la distal, cubriendo todo el músculo, en el caso en que tratemos contracturas, o en los puntos
gatillo, siguiendo una dirección paralela a lo largo del músculo e insistiendo sobre el punto
doloroso y hacia la zona de dolor referido.
6. Otros métodos
INDICACIONES
La aplicación del frío en las distintas afecciones se basa en los efectos fisiológicos que produce.
Así, será de gran utilidad, entre otros, en:
3. Quemaduras.
5. Procesos inflamatorios.
Una técnica también utilizada en estos casos es la criocinesiterapia o criocinética, que combina
la aplicación de frío y la realización de ejercicios musculares. En primer lugar, se aplica el frío,
que al producir analgesia y reducir el espasmo muscular facilitará la realización de los ejercicios
prescritos.
La criocinética, especialmente utilizada en medicina del deporte, se inicia hacia el año 1964 y su
objetivo básico es obtener una relativa anestesia de la zona, de forma que pueda comenzarse la
movilización precozmente y pueda obtenerse un rápido retorno a una funcionalidad normal de la
zona afectada.
Las afecciones que cursan con espasticidad pueden también beneficiarse de la crioterapia como
tratamiento adyuvante, ya que reduce temporalmente la hipertonía, por lo que permite la
realización de determinados movimientos y actividades.
Es de esperar que el frío, aplicado sobre el músculo hipertónico durante 10-30 minutos, ejerza su
efecto durante un tiempo de 60-90 minutos, durante el cual, ya con la espasticidad reducida,
podrán realizarse con mayor facilidad los ejercicios que estén indicados,
La complejidad del mecanismo neural subyacente a la espasticidad explica, para algunos autores,
que cada paciente presente una respuesta impredecible a la aplicación de agentes refrigerantes.
Aunque la mayor parte de los casos de pacientes hemipléjicos que sufren hipertonía e
hiperreflexia mejoran su función mediante la aplicación de frío, existen otros casos en que su
espasticidad no responde y, en contadas ocasiones, incluso aumenta.
El frío aplicado tan pronto como sea posible tras producirse la agresión ha demostrado ser de
utilidad en las quemaduras leves y superficiales, ya que reduce el dolor, la extensión de la zona
eritematosa y las formaciones ampollosas que suelen producirse.
Según hemos comentado anteriormente, el frío disminuye el umbral del dolor al actuar de forma
directa sobre los receptores y fibras que lo conducen, y de forma indirecta, al reducir la
tumefacción dolorosa que acompaña al trauma y producir también una reducción en los
espasmos musculares y en la espasticidad
En relación al prurito, también es eficaz y, comparado con otros agentes físicos (como el calor),
ha demostrado ser de mayor utilidad. Parece ser que el frío actúa directamente en los receptores
sensoriales mediatizando el prurito. Ha resultado ser eficaz en dermatitis atópica y otras
afecciones en las que el prurito está presente.
Los efectos vasoconstrictores del frío —de los que se deriva la disminución de la tumefacción,
así como el hecho de que las enzimas destructoras en ciertos procesos inflamatorios son más
activas a altas temperaturas— hacen que el frío sea un agente terapéutico eficaz en los procesos
inflamatorios agudos, como bursitis, artritis, tendinitis, reumatismos en brote, etc., ya que retrasa
las reacciones inflamatorias en cuanto a su toxicidad y extensión, y alivia su sintomatología.
RIESGOS Y PRECAUCIONES EN SU APLICACIÓN
- Puesto que algunas de las respuestas circulatorias son mediadas por el sistema nervioso
simpático, 1os efectos terapéuticos esperados por la aplicación del frío pueden no producirse en
los pacientes que presenten disfunciones vegetativas.
- Hemos de tener en cuenta, asimismo, que la reducción de la temperatura producida por el frío
puede afectar al tejido colágeno: puede incrementarse su viscosidad y, por tanto, la rigidez
articular.
- Puesto que el proceso de curación de las heridas puede impedirse cuando estén sometidas a
bajas temperaturas, será prudente evitar durante un tiempo la aplicación de frío intenso
directamente sobre las heridas.
- Hay que evitar la aplicación prolongada de frío sobre áreas en las que las formaciones
nerviosas se encuentran situadas muy superficialmente. por el posible problema neural, ya que
se han descrito casos de neuropraxia o axonotmesis.
- Hemos de citar también como riesgos en crioterapia, aunque sean de infrecuente aparición, la
producción de quemaduras por hielo en aplicaciones excesivas en tiempo o en temperatura
conseguida o en casos que suponen una predisposición a estos peligros, como sucede en
trastornos que cursan con una disminución de la sensibilidad cutánea.
- Otros riesgos, aún de más infrecuente aparición, son la necrosis grasa y los fenómenos de
congelación, efectos de gran improbabilidad en la práctica habitual, cuando los métodos
utilizados son los anteriormente descritos. Al menos en este último caso, son efectos que
revestirían, en caso de aparición, escasa gravedad.
Por último, hemos de referirnos a la aversión al frío que presentan algunas personas, lo que las
lleva a no tolerar este agente térmico; en ellas será necesario sustituir la crioterapia por otra
herramienta terapéutica.
CONTRAINDICACIONES
Además de tener en cuenta los riesgos derivados de la aplicación de frío y las precauciones
necesarias en su utilización, podemos considerar como contraindicaciones de esta terapéutica:
— La arteriosclerosis.
— La hipersensibilidad al frío.
— El frío no debe aplicarse en áreas cuya circulación, principalmente arterial, esté afectada,
ya que los efectos de vasoconstricción por él producidos pueden agravar la situación de la zona
ya deprimida nutricionalmente.
— Por razones similares, las enfermedades que cursan con vasoespasmo, como es la
enfermedad de Raynaud, constituyen también contraindicación absoluta de esta terapéutica.
— Un gran capítulo de contraindicaciones está constituido por todos aquellos síndromes que
cursan con hipersensibilidad al frío, entre los que se encuentran:
— Por último, hemos de citar la tromboangeítis obliterante como enfermedad en la que está
contraindicada la aplicación de frío, ya que el 50% de los pacientes que la padecen presentan
una sensibilidad aumentada al frío o un fenómeno de Raynaud.