Cruzando El Desierto
Cruzando El Desierto
Cruzando El Desierto
Aquella hazaña realizada por el profeta fue un éxito rotundo. Sin embargo,
transcurrido un tiempo relativamente corto – y cuando la alegría todavía
debía embargar el corazón de este poderoso ministro del Señor, fue
notificado sobre ciertas amenazas que se cernían contra su vida por parte
de la reina Jezabel. La crónica sagrada registra de este modo la reacción
del profeta ante tal situación:
Sin duda alguna los cristianos enfrentamos desiertos. Es probable que usted
mismo ya los conozca. Unos en mayor o menor grado que otros, pero
desiertos al fin.
I. Experiencias en el desierto
Lo más doloroso es que esta ha sido, o bien pudiera ser en este preciso
momento la experiencia de muchos también. Cuando se cruza el desierto las
cosas no salen como se han planeado. Todo se torna “color de hormiga” como
reza el argot popular, y en lugar de avanzar, se retrocede. El negocio que
estaba a punto de cerrarse, se cancela; el dinero que se esperaba con tanta
urgencia, no llega; el amigo del que se esperaba esa ayuda financiera, no
aparece por ningún lado; en casi todas las puertas que hemos tocado,
gentilmente nos han dicho que no; el desespero se deja entre ver y la
impaciencia se agiganta. En lo espiritual, sentimos que nuestra alma está
vacía, que nada la llena y que nuestro norte se ha perdido. En lo familiar, las
tensiones de pareja y de familia siguen creciendo y no se avistan soluciones
por ningún lado. En lo emocional nos sentimos confusos, perdidos, tristes,
con una fuerte impresión de que no estamos haciendo lo correcto, que lo que
vivimos no es lo que realmente Dios quería para nosotros. ¿Qué significa
todo esto que nos está pasando? ¡Que llana y sencillamente nos encontramos
cruzando el desierto.
A diferencia de las otras naciones que podían andar “a sus anchas”, el pueblo
de Israel divagaba en un desierto que cada vez parecía más largo y lejano
que nunca. Es cierto que en su trasegar por este caluroso camino encontró
pueblos y gentes a su paso, pero estos casi siempre se tornaron enemigos
suyos. Algunos les hicieron la guerra, en tanto que otros, no los dejaron
cruzar por sus predios. El desierto los aisló de los otros pueblos. Con
nosotros pasa igual. Cuando estamos cruzando el desierto es como si todo el
mundo nos diera las espaldas; el anonimato es nuestra experiencia más
reiterativa; nadie se acuerda de nosotros; el celular no suena, a nuestro
correo electrónico solo llegan artículos, ofertas y propagandas de consumo;
nuestras viejas amistades nos olvidan. Nadie parece tener interés en
nosotros, excepto Dios que nos está tratando, puliendo mediante esta
experiencia. El desierto nos aísla de lo visible y tangible para que podamos
conocer lo invisible y espiritual. En el desierto se aprende a vivir por fe.
Durante casi todo el tiempo que Israel estuvo en el desierto, una sola
variedad de alimento se les tornó en el común denominador de todos los
días: el maná. Maná en el desayuno, maná en el almuerzo, maná en la cena,
jugo de maná, tortas de maná, bocadillos de maná, aceite de maná, tintos de
maná y como si fuera poco, ¡hasta cuando soñaban, sus sueños estaban
relacionados con el maná! Cuando yo crucé mi desierto en la ciudad de
Medellín -Colombia- en 1995 lo hice con…Bofe (o boge como se le conoce en
algunas regiones).
El bofe o boge es una parte de las vísceras, los riñones y el corazón de las
reses. Y como quiera que mi desierto también estuvo acompañado por la
estrechez económica, el bofe se convirtió en mi salvavidas en aquellos
tiempos. Mi esposa y yo comíamos bofe en la mañana, bofe al medio día,
bofe por la tarde, jugo de bofe, emparedados con bofe y ¡hasta llegué a
soñar con un trozo de bofe no sé qué noche! ¿Le gustaría conocer unas 80
distintas maneras de cómo preparar el bofe? Póngase en contacto con mi
esposa. Ella se convirtió en toda una experta en cómo preparar bofe. A
propósito, ¿con qué pasó o tal vez está usted pasando su desierto? Espero
que salga pronto de él. No se desanime, ya que después del desierto, le
espera su Canaán, su tierra de bendición.
La no comprensión de los caminos del Señor los llevó a una constante actitud
de displicencia en lo espiritual y en lo interpersonal. Actitudes que no están
tan distantes a las reacciones que tenemos cuando en nuestra vida cristiana
el único panorama que avistamos es el desierto en toda su anchura y
extensión. En ocasiones es más fácil murmurar en contra de todo y contra
todos que alentarnos a proseguir. Es como si la longitud del camino que aún
nos falta por recorrer la quisiéramos medir con la largura de nuestras
lengua quejumbrosa. Algunos tienen su lengua más larga que la distancia que
aún no han recorrido.
OSEAS 2:14 – ¿PORQUÉ DIOS NOS LLEVA AL DESIERTO?
Cuando Dios elige a una persona para encomendarle una misión, comienza
haciéndolo su amigo y confidente. Muy naturalmente, la lleva aparte para
murmurarle sus secretos, porque Dios no habla en voz alta, En Oseas 2:14
encontramos un ejemplo de ello.
Así lo hizo Dios con Moisés, Elías, Oseas, Juan Bautista; e incluso el Señor
Jesús pasa cuarenta días en el desierto antes de proclamar el Reino de Dios.
En la Biblia, cada envío a una misión generalmente está precedido por un
retiro en el desierto.
Quizás nos preguntemos por qué Dios prefiere elegir el desierto, un lugar
árido, áspero e inhóspito. De hecho, la razón profunda del tiempo que
debemos pasar por un desierto está determinada por la naturaleza misma de
la misión y la intimidad que Dios quiere tener con nosotros.