Nicaragua - La Revolution Sandinista" - en Defensa Del Marxismo
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Internacionalismo N° 5
octubre 1982
Henri Weber, flamante ex-dirigente del SU, visitó Nicaragua en 1980 para corroborar, como él
mismo señala en la Introducción, no sólo “la manera como los sandinistas conducían su
transición al socialismo" sino, fundamentalmente, como lo hacían sin caer en el “despotismo
burocrático". Para el autor, a pesar de algunos errores, insuficiencias o lagunas de la dirección
sandinista, existiría en Nicaragua un Estado Obrero revolucionario y una “democracia
socialista”. El problema central, según Weber, sería evitar que Nicaragua se burocratice, como
sucedió con otras revoluciones, para la cual plantea el mantenimiento de un amplio sector
privado en la economía y el pluralismo de los partidos políticos.
La tesis del libro es que la revolución nicaragüense estuvo dirigida en la primera fase por la
burguesía y se transformó en proletaria y socialista a partir del momento en “que el FSLN
conquistó la dirección de la lucha”. Esto porque “el FSLN, a pesar de su composición pequeño-
burguesa, es una organización revolucionaria del proletariado nicaragüense. Forma parte
integrante del movimiento obrero internacional y, por la mediación castrista, de su ala
comunista. Su grado de autonomía respecto de la burocracia soviética es inicialmente muy
amplio…" (pág. 73).
Weber reconoce que la composición social del FSLN no es obrera, pero le atribuye al
sandinismo ese carácter, nada menos que por sus relaciones con el aparato stalinista
mundial, en el que integra-ría una fracción comunista. Pero caracterizar al castrismo como
comunismo es una impostura y considerarlo una parte del aparato controlado por Moscú otra:
porque ni Moscú tolera facciones comunistas, ni Castro pertenece a otro aparato que al que
ha montado en La Habana. Todavía hay que maravillarse de cómo Weber pretende un
comportamiento “pluralista” del FSLN cuando lo caracteriza como parte de un aparato
totalitario por excelencia.
Weber utiliza la categoría de “revolucionarios" a secas para definir a quienes detentan el poder.
Pero esta rúbrica es muy vaga, ya que no solamente el proletariado es una clase
revolucionaria, también lo son la pequeño-burguesía y el campesinado cuando se levantan
contra la opresión imperialista. Otra cosa es que la pequeño-burguesía cumpla un papel
revolucionario consecuente y aún, como sostiene Weber, que pueda transformarse en
socialista-revolucionaria. El criterio de Weber de que el FSLN sería proletario porque se
apoyaría en la movilización de las masas contra la “lógica de la ganancia” o en favor de las
necesidades de los trabajadores es una tontería porque ninguna de estas dos características
son incompatibles con el capitalismo, (y son propias de situaciones en que el Estado está en
manos de fracciones pequeño-burguesas radicalizadas). Lo que importa no es restringir la
ganancia capitalista o elevar la legislación social obrera sino consumar la expropiación
económica y política de la burguesía estructurando al proletariado como clase en el poder.
Esta estrategia forma parte del programa del FSLN desde su fundación (Estado democrático,
Ejército de nuevo tipo etc.) y se mantuvo en sus lineamientos básicos, a pesar de las
profundas crisis por las que atravesó.
Como quiera que no existe una colaboración con la burguesía nativa al margen del capital
mundial, esto ha significado compromisos políticos y económicos efectivos con éste
(reconocimiento de la deuda de Somoza a cambio de la renegociación de la deuda externa).
Como para Weber en Nicaragua existe “una democracia revolucionaria" con “sus
contradicciones, sus excesos, sus límites” (pág. 132), va a centrar sus propuestas en elogiar el
sistema político nicaragüense actual y sugerir recomendaciones que lo preservan de cualquier
burocratización. Plantea, entonces, un "período de democratización real” (Weber se opone a “la
instauración inmediata de la pirámide de los consejos obreros”, pág.160) basado en un
conjunto de medidas como “el pluralismo de los partidos burgueses con la sola condición del
respeto a la legalidad revolucionaria”, elecciones en todos los niveles, “mantenimiento de un
amplio sector privado” (inclusive afirma que el diario “La Prensa” es “un precioso instrumento
de conocimiento de la sociedad nicaragüense” y que “las ideas que defiende corresponden a la
ideología espontánea de amplias capas de la población” por lo que, “en último análisis, (La
Prensa) es útil a los revolucionarios”, pág. 163). Es decir, el programa de Thomas Enders, Willi
Brandt, Robelo y Edén Pastora.
Para el autor, que fue dirigente del SU que se reclama de la IV Internacional y entre los que
continúan existiendo hoy una estrecha colaboración, el stalinismo encontraría su fundamento
en el propio leninismo, y el programa del trotskismo no se aplicaría para los Estados Obreros
burocráticos. Weber no dice ni una palabra en apoyo a sus afirmaciones, pero sabemos que
fue quien más recalcitrante-mente apoyó las tesis del SU sobre la “dictadura del proletariado y
la democracia socialista”, presentadas al último Congreso de esta organización (1979). Estas
tesis significan un repudio de la dictadura del proletariado y del programa de la revolución
política, reflejando la enorme presión política del llamado “eurocomunismo” y de la
socialdemocracia sobre las filas del SU. Weber no hace sino aplicar estas tesis a la revolución
nicaragüense: su conclusión es que para evitar el supuesto “despotismo burocrático"
Nicaragua debe mantenerse en el cuadro del Estado burgués.
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