Bautismo Infantes

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BAUTISMO INFANTES

Por Alejandro González Viveros.


Primero que nada, el bautismo de infantes, tal y como lo entendemos los presbiterianos, no tiene
correspondencia con el bautismo como lo entiende la Iglesia Católico Romana.
La Iglesia Católico Romana cree en algo llamado “regeneración bautismal”. Es decir, que cuando
los niños son bautizados el pecado original es removido y su alma viene a ser blanca, pura y libre de
pecado. Pero esta no es la forma en la que los presbiterianos pensamos sobre el bautismo. Nosotros
rechazamos la doctrina romana de la “regeneración bautismal” ¿Qué es lo que creemos entonces?
Es un hecho que nosotros bautizamos a nuestros hijos y que decimos hacerlo respaldados por las
Escrituras, entonces ¿cuál es ese respaldo Escritural?
Por un lado, no tenemos un mandato explícito que diga “Todo creyente deberá bautizar a sus hijos”.
Así que, al final, esta doctrina no es más que una inferencia lógica extraída de ciertas verdades
bíblicas. Alguno podría pensar que por este simple hecho, esta doctrina ya es cuestionable. Pero no
debemos minimizar las doctrinas a las que se llega por inferencia como si fueran inferiores que las
que creemos por evidencia explícita. De hecho, uno de los dogmas más importantes de todo el
cristianismo es una inferencia lógica. Me refiero a la doctrina de la Trinidad. No hay un texto
explícito sobre este dogma de la Iglesia. La misma palabra “Trinidad” ni siquiera se encuentra en
las Escrituras. Sin embargo, el rechazo de esta doctrina nos lanza directamente afuera de todo el
cristianismo con la etiqueta de “herejes”. Tal es la fuerza de una doctrina por “inferencia lógica”, así
que no deberíamos minimizar el paidobautismo simplemente por no ser una doctrina que descanse
sobre textos explícitos.
Entonces, ¿cuáles son esas verdades bíblicas de las cuales se infiere o extrae la doctrina del
paidobautismo?
1. La continuidad de la iglesia desde el AT y hasta el NT.
Existe la creencia de que Dios intentó tener algo con Israel pero como ellos no respondieron
adecuadamente Él canceló todo lo que había hecho hasta entonces e inició un movimiento
totalmente nuevo en Cristo y con la Iglesia. Sin embargo la Biblia no nos deja pensar así. Jesús
habló de esto cuando dijo:
«También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y
habrá un rebaño, y un pastor.» (Jn 10.16)
Aquí Jesús nos está hablando de dos rebaños, éstos son: los judíos y los gentiles. Y él no nos deja
con la idea de que abandonará un rebaño para ir por otro sino que integrará un rebaño al otro. Que
donde antes había dos rebaños ahora «habrá un rebaño, y un pastor».
Pero, por si esto no fuese suficientemente explícito, el apóstol Pablo nos saca de toda ambigüedad
cuando le habla a los gentiles con las siguientes palabras:
«12 En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de
la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. 13 Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en
otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.
14 Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de
separación,
15 aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas,
para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, 16 y mediante la cruz
reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.» (Efe 2.12-16)
La expresión más clara de esta porción probablemente es la de «de ambos pueblos hizo uno» ¿De
qué pueblos estamos hablando? Los judíos y los gentiles. Según esto, nosotros los gentiles, que
antes estábamos «alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa», ahora en
Cristo, hemos sido integrados con los judíos en un solo cuerpo y un solo pueblo ¿Finalmente qué
somos? Somos Israelitas, somos el pueblo del pacto ¡El mismo pueblo del que nos habla el Antiguo
Testamento!
Podemos decir con toda seguridad que la Iglesia no es un grupo separado de Israel, más bien lo
culmina y se funda sobre él.
Tan cierto es esto, que la Biblia no teme en quitarle el título de «hijos de Abraham» a los
descendientes naturales de Abraham y dárselo a los creyentes. Pablo deja claro este punto con las
siguientes palabras:
«Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la
carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón.» (Ro 2.28-29)
«Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.» (Gal 3.6).
Si usted ha creído en Cristo, usted ha sido verdadera e internamente circuncidado, usted es judío,
usted es hijo de Abraham, usted es un verdadero Israelita, usted es parte del pueblo del pacto. Y
todo hombre que haya profesado fe en Jesucristo está incluido en esta vinculación gloriosa. Somos
parte del mismo organismo al que pertenecieron Moisés, David, Elias, Josué, etc… ellos son de
nuestro pueblo y nosotros somos del mismo pueblo que ellos ¿Cuál pueblo? El pueblo del pacto.
¿Aún no logra ver la conexión entre esto y el bautismo? Espere un poco, pronto lo verá.
2. Ser parte del pueblo de Dios es lo mismo que ser parte del pacto con Dios.
Después que hemos dejado establecido que somos un mismo pueblo desde el A.T. hasta el N.T.
debemos hacer unas cuantas aclaraciones en cuanto a la naturaleza de este único pueblo. Lo primero
que quiero que entendamos es que ser parte del pueblo de Dios es lo mismo que ser parte del pacto
con Dios o de estar en pacto con Dios.
En Génesis 17 Dios hizo un pacto con Abraham con las palabras: «Y estableceré mi pacto entre mí
y ti, y tu descendencia después de ti.» (Gen 17.7)
Además, como cuando en las bodas el novio le da un anillo a la novia como una señal que sellará el
compromiso matrimonial, Dios le dio a Abraham una señal para sellar este pacto, y la señal fue la
circuncisión:
«Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros.»
(Gen 17.11).
Y al final, Dios remató todo esto diciendo: «Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado
la carne de su prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto.» (Gen
17.14). Dios dice que la persona que no tenga la señal del pacto (la circuncisión) será cortada del
pueblo ¿cuál es la razón? ¡Que ha violado el pacto! Dejando de lado la cuestión de la circuncisión,
el punto que deseo resaltar con todo esto es el siguiente: Estar en el pueblo de Dios es estar en pacto
con Dios y violar el pacto es igual a dejar de ser del pueblo. Esto se ve claramente en las palabras:
«aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto».
3. Se puede estar en pacto con Dios sin ser salvo.
Una vez que hemos entendido los dos puntos anteriores, podemos pasar a argumentar el siguiente
punto: Se puede estar en pacto con Dios sin ser salvo.
Mucha gente piensa que aquellos que son pueblo de Dios y que están en pacto con Él son, todos,
necesariamente, poseedores de la vida eterna. Pero no es así.
Desde el A.T. podemos ver esto: Esaú, hijo de Isaac, recibió la señal del pacto, fue circuncidado, y
por lo tanto fue considerado parte del pueblo de Dios. Sin embargo, él no fue salvo. Las Escrituras
dicen: «A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí» (Ro 9).
Ismael, hijo de Abraham, también recibió la señal del pacto, fue circuncidado, y por lo tanto
también fue considerado parte del pueblo de Dios en su momento. Sin embargo, también creemos
que él no fue salvo.
Por otra parte, Isaac, a los ocho días de nacido fue circuncidado y con ello pasó a formar parte del
pueblo del pacto, pero ¿Quién se atrevería a decir que a partir de ese rito él fue salvo? Sin duda
alguna ese rito lo introdujo al pueblo del pacto, pero no creemos que le haya traído vida eterna.
Todo esto nos conduce a una conclusión: Se puede estar en pacto con Dios y ser parte del pueblo de
Dios y al mismo tiempo no ser salvo.
Podemos ver esto mismo en el N.T. cuando en Hebreos se habla de esta manera:
«¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por
inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?» (Heb
10.29)
Analicemos brevemente este texto: Leemos de una hipotética situación en la que cierto individuo
«fue santificado» en la sangre del pacto. Es decir, que él realmente estaba en el pacto y en el pueblo
de Dios. También se nos dice que este hombre, después de haber sido santificado en la sangre del
pacto, pisoteó al Hijo de Dios y tuvo por inmunda la sangre del pacto. O sea, que violó el pacto y
quedó fuera de él. Nosotros sabemos que la salvación no se pierde, así que ¿cómo podríamos
interpretar esto?
No debemos entender aquí «santificado» como el proceso que precede a la justificación, por el cual
vamos siendo conformados a la imagen del Hijo. «Santificado» aquí significa simplemente
«separado» o «apartado» y nos habla del hecho de que toda persona que entra en pueblo del pacto
queda separada del mundo en un sentido muy real, sin que esto no implique vida eterna.
Así que, el versículo nos habla de un individuo que seguramente hizo profesión pública de fe en
Cristo, que por lo tanto fue verdaderamente integrado en el pueblo del pacto, que por esto mismo
fue separado del mundo (santificado), pero que no obstante, jamás tuvo una fe genuina, jamás fue
salvo, y es por ello que él es capaz de pisotear el Hijo de Dios y tener por inmunda la sangre del
pacto.
Este individuo verdaderamente fue parte del pacto y luego verdaderamente salió del pacto, sin
embargo, verdaderamente nunca fue salvo. En conclusión: Se puede estar en el pacto sin que esto
implique salvación.
4. Los niños están incluidos en el pacto tanto en el A.T. como en el N.T.
Antes de continuar hagamos un recuento de lo que hemos dicho. En primer lugar: Somos parte del
mismo pueblo de Dios que existió desde el A.T. En segundo lugar: Ser parte del pueblo de Dios es
sinónimo de estar en pacto con Dios. En tercer lugar: Estar en pacto con Dios no implica
necesariamente ser salvo. En cuarto lugar diremos que Dios incluye en su pacto a los niños. Esto es
especialmente claro en el A.T. cuando Dios mandó circuncidar a los bebés al octavo día (Gen
17.12). Esta circuncisión era señal de la inclusión de ellos en el pueblo del pacto aunque esto no
implicaba que ellos llegaban a ser salvos al ser circuncidados. Pero el punto es que Dios abrió las
puertas de su pacto a los adultos junto con sus hijos desde entonces.
Llegando al N.T. podemos ver lo mismo. Pedro, predicando a los judíos lo dijo con mucha claridad:
«Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los
pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros
hijos.» (Hech 2.38-39)
Pedro da a su audiencia una señal para marcar su inclusión a este «nuevo movimiento» (que no es
realmente nuevo como ya hemos visto). Pero la señal ya no es la circuncisión, sino el bautismo.
Luego, él remata diciendo que esto no es solo para los adultos capaces de razonar y aceptar
conscientemente su mensaje, sino que ¡Es también para sus hijos!: «Porque para vosotros es la
promesa, y para vuestros hijos» (Hch 2.39). Este texto nos muestra que los hijos de los creyentes,
aún en el N.T., están incluidos también en el pacto.
Otro texto que probablemente nos apunta a la misma realidad es el que encontramos en 1 Corintios
7:
«12 Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella
consiente en vivir con él, no la abandone. 13 Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él
consiente en vivir con ella, no lo abandone. 14 Porque el marido incrédulo es santificado en la
mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos,
mientras que ahora son santos.» (1 Cor 7.12-14)
En este texto Pablo nos habla de un matrimonio en el cual sólo uno de los dos cónyuges es creyente
y otro no. Él explica que por el hecho de que uno de los dos sea creyente los hijos de ellos son
«santos» y no «inmundos» ¿Qué significa todo esto?
Aquí, nuevamente, la palabra «santos» no debe interpretarse como la obra del Espíritu Santo por la
cual vamos siendo transformados a la imagen de Cristo. Debe leerse con el contexto del A.T. en
mente. En ese entonces, algo santo era algo «separado» para Dios por un rito de purificación. Y es
probable que Pablo tenga en mente, específicamente, el rito de la circuncisión, el cual introducía a
los niños al pueblo del pacto.
Así que cuando Pablo dice que los hijos de este matrimonio son «santos», nosotros interpretamos
que esto significa que estos pequeños son parte del pueblo del pacto por ser hijos de, al menos, un
creyente.
Pablo entonces contrasta el ser «santo» con el ser «inmundo». Lo cual, en el A.T. significaba quedar
fuera del campamento y por lo tanto, fuera del pacto con Dios.
Lo que Pablo está diciendo es que, si los dos padres fueran no creyentes, los hijos estarían fuera del
pacto (ser inmundos), pero ya que al menos uno de los dos es creyente, los niños quedan incluidos
en el pacto (son santos).
Y regresamos a nuestro punto entonces: Los hijos de creyentes están incluidos en el pacto con Dios.
No hay otra forma de interpretar estos pasajes sino es a través de esto.
Pero, si los hijos de creyentes están incluidos en el pacto, entonces ¿no tendrían ellos derecho a
recibir la señal del pacto? ¡Por supuesto que sí! Y en el A.T. lo recibían en la circuncisión. Pero ¿y
ahora? Nosotros, los presbiterianos, creemos que el bautismo vino a reemplazar a la circuncisión
como señal de inclusión al pueblo del pacto de Dios. ¿Sobre qué base bíblica decimos esto? Lo
explicaremos en el siguiente punto.
5. El bautismo es el reemplazo de la circuncisión.
El texto bíblico más explícito en este asunto es el que encontramos en Colosenses 2:
«En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el
cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo en el cual
fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los
muertos.» (Col 2.11-12)
El apóstol Pablo está diciendo que «En él», o sea, «En Cristo», los cristianos fuimos circuncidados.
Así es, aún en nosotros, cristianos del N.T. se lleva a cabo la circuncisión ¿Es usted cristiano?
¡Entonces usted está circuncidado! No obstante, esta no es una circuncisión física y literal sino una
espiritual. Esto queda claro cuando Pablo dice que esta es una circuncisión «no hecha a mano, al
echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal».
Aquel «cuerpo pecaminoso carnal» es nuestra naturaleza pecaminosa, nuestra innata inclinación por
el pecado, la cual «echamos de nosotros». Esta «naturaleza pecaminosa», o «cuerpo pecaminoso
carnal», en otros lugares en las Escrituras también recibe el nombre de «el viejo hombre». La idea
es que nosotros morimos a lo que solíamos ser, tomamos ese «antiguo yo» (cuerpo pecaminoso
carnal) y lo arrojamos lejos de nosotros porque en Cristo vamos a ser algo totalmente nuevo. Pero
¿qué ocurre con ese «antiguo yo»? Según este texto ¡Queda sepultado con Cristo!
La pregunta es ¿cuándo sucede todo esto? ¿Cuándo fuimos circuncidados y ocurrieron todos estos
movimientos espirituales? ¿Cuándo, según este texto? ¡En el bautismo! (v.12)
Pablo está tratando de convencer a los colosenses de que no se circunciden argumentando lo
siguiente: ¡Ustedes ya fueron circuncidados, no en lo físico sino en lo espiritual! ¡Y esto sucedió
cuando fueron bautizados!
Esto, sin lugar a dudas, coloca al bautismo como el sucesor de la circuncisión. Si la gente ya no es
circuncidada es porque ahora es bautizada.
Otro argumento para decir que el bautismo es el reemplazo de la circuncisión es el hecho de que
ambos son empleados como ritos de iniciación o inclusión al pueblo de Dios.
En el A.T., para que una persona no-judía, un gentil, pudiera ser parte de pueblo ¿Qué rito marcaría
su inclusión a dicho pueblo? ¡La circuncisión! Para que un incrédulo pueda ser parte de la
comunión de los santos y de la membresía de la iglesia ¿Qué rito marca su inclusión a la iglesia? ¡El
bautismo!
Es significativo que ambos sean ritos de iniciación o inclusión. Nosotros no creemos que esto sea
mera coincidencia sino que se debe a que, tanto el bautismo como la circuncisión, señalan
esencialmente a la misma realidad espiritual.
Y precisamente esto último constituye uno de los mejores argumentos para pensar en el bautismo
como el reemplazo de la circuncisión: ¡Que ambos señalan a las mismas realidades espirituales!
Pensemos primero en la circuncisión ¿Qué realidad espiritual señalaba la circuncisión? Romanos
4.11 dice que Abraham «recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe». En
otras palabras, la circuncisión señala a lo que nosotros conocemos como la «justificación».
Pero no sólo eso, del texto de Colosenses 2.11, el cual ya hemos analizado, podemos aprender que
la circuncisión también señala hacia la regeneración. Eso es lo que entendemos por «echar de
vosotros el cuerpo pecaminoso carnal» para luego ser «sepultados con él» y finalmente «también
resucitados con él». Es la misma idea del corazón de piedra siendo extirpado para poner en su lugar
uno de carne (Ez 36.26). Es la regeneración.
La circuncisión señala entonces a la justificación y a la regeneración. Pero ¿a qué señala el
bautismo? La Escrituras nos abruman con la amplia variedad de expresiones que emplean para
explicar el significado del bautismo: El perdón de los pecados (Mar 1.4; Hch 2.38), un lavamiento o
purificación de los pecados (Ef 5.26; Hch 22.16) la muerte del viejo hombre y la resurrección a una
vida nueva (Ro 6.3-5; Col 2.11-12) y el estar revestidos de Cristo (Gal 3.27).
No obstante, podemos tomar todas estas declaraciones y resumirlas en dos: Justificación y
regeneración. El espacio no alcanza para explicar cada uno de estos textos. Pero amado lector, si
usted está interesado en este tema le invito a que busque lo siguientes textos Mar 1.4; Hch 2.38; Ef
5.26; Hch 22.16; Gal 3.27 y observe por sí mismo como en ellos se puede observar el bautismo
como señal de la justificación mientras que en estos otros Ro 6.3-5; Col 2.11-12 podemos observar
que el bautismo señala a la regeneración.
Así que tenemos dos ritos de inclusión al pacto y ambos señalan a las mismas realidades
espirituales. Para este punto sería necedad no aceptar que el bautismo es el reemplazo de la
circuncisión.
6. El bautismo llegando a «casas» y «familias» y no sólo a individuos.
La Biblia nos habla del bautismo siendo administrado a «casas» y a «familias» (Hch 16.14-15, 30; 1
Cor 1.16) y no sólo a individuos. No podemos saber si en esas «casas» y «familias» hubo niños,
pero el apóstol Pablo tampoco lo sabía cuando le dijo al carcelero de Filipos: «Cree en el Señor
Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa». ¿Y qué sucedió? «Y le hablaron la palabra del Señor a él y a
todos los que estaban en su casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las
heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos» (Hch 16.32-33). ¿Qué hubiera pasado si el
carcelero hubiera tenido niños pequeños? ¿Pablo hubiera dicho «disculpa, siempre no, cuando dije
«tu casa» me refería a los adultos nadamás»? Creemos que no. Si en la casa del carcelero hubo
niños, de seguro quedaron incluidos en la expresión: «con todos los suyos», y fueron bautizados.
7. La controversia que nunca hubo.
Dejar la circuncisión causó gran controversia en la iglesia primitiva, costó mucho trabajo
desarraigar esta práctica por todos los siglos que nuestro pueblo estuvo realizándola. Pero nuestro
pueblo también estuvo por siglos incluyendo a sus hijos en el pacto, circuncidándolos. Llega el
evangelio y ¿ahora están excluidos? ¿Acaso no se supone que el nuevo pacto es más inclusivo que
el antiguo? Y si ahora nuestros hijos están fuera ¿No sería esto motivo de protesta y de
controversia? Pero no vemos ninguna controversia en todo el primer siglo. Nadie discutiendo sobre
el asunto ¿No será esto indicador de que todos los cristianos daban por sentado que los niños debían
seguir incluidos en el pacto y que debían seguir recibiendo la señal del pacto que ahora era el
bautismo?
En conclusión.
Estos son los principios sobre los que se sostiene el paidobautismo. Si somos el mismo pueblo del
A.T., si somos el pueblo del pacto, si estar en pacto no implica necesariamente ser salvo, si los
niños están incluidos en el pacto, si se nos dio el bautismo como reemplazo de la circuncisión y si el
bautismo llegó a hogares enteros ¿Por qué no habríamos de marcar a nuestros hijos con la señal del
pacto que es el bautismo?
Si lo pensamos bien, un cambio tan significativo como dejar a los niños fuera del pacto ameritaría
un mandato explícito en las Escrituras, sin embargo no tenemos ningún texto bíblico donde se diga
que los niños ahora han quedado fuera del pacto. Por lo tanto deben seguir incluidos y debemos
seguir administrándoles la señal del pacto que ahora es el bautismo.
Ya hemos dicho que ser parte del pueblo del pacto no es lo mismo que ser salvos. Es importante
remarcar esto porque al introducir a nuestros hijos al pacto a través del bautismo no estamos
diciendo que ellos están adquiriendo la vida eterna. Sin embargo hay ciertos cuidados y bendiciones
de Dios para todos aquellos que estén en relación de pacto con Él (ya sea que terminen siendo
salvos o no) y nosotros deseamos esos cuidados y bendiciones para nuestros hijos.
Por estas razones y muchas otras que por espacio no podemos exponer, el bautismo es para los
creyentes y para sus hijos.

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