Lara, Jesus - La Literatura de Los Quechuas (1980)

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La Literatura de los Quechuas

DEL MISMO AUTOR

Aráwiy, arawlku. Poemas.

Viaje a Inkallajta. Impresiones.

Repete. Relato.

Surumi. Novela. Traducida al portugués.

Pauqarwara. Poemas.

La Poesia Quechua. Ensayo y Antología.

Yanakuna. Novela. Traducida al polaco, alemán, húngaro, checo y


ruso.

Poesía Popular Quechua. Antología. Traducida al alemán.

Tragedia del fin de Atawallpa. Monografía y traducción del Que-


chua.

Yawarninchlj. Novela. Traducida al ruso, checo, húngaro y rumano.

Flor de Loto. Poema.

Leyendas quechuas. Antología.

Sinchikay. Novela. Traducida al ruso.

Llalllypacha. Novela.

La Cultura de los Inkas. Ensayo. 2 tms.

Iikallajta. Inkaráqay. Ensayo.


JE SUS

LA LITERATURA
DE
LOS QUECHUAS
ENSAYO Y ANTOLOGIA

TERCERA EDICION
(CORREGIDA)

LIBRERIA Y EDITORIAL "JUVENTUD"


La Paz - Bolivia
1980
Es propiedad del Editor.
Quedan reservados los derechos
de traducción y reproducción de
acuerdo a Ley.
D.L.L.P. No. 047/80

Empresa Editora "URQUIZO S.A.", LA PAZ


Printed in Bolivia- Impreso en Bolivia
En 1947 publicamos una obra intitulada La Poesía Quechua. En
ella estudiábamos las manifestaciones líricas de los quechuas en los
tiempos precolombinos, en los del Coloniaje y en los de la RepúbH-
ca. Nuestro trabajo se basó en los testimonios que nos legaron los
antíguos cronistas y en los tesoros que supieron preservar y hacer
llegar hasta nosotros coleccionistas de diversas épocas. El volumen
contenía también una antología de bastante consideración. Aunque,
habíamos consultado una bibliografía abundante, nuestro estudio
distaba mucho de ser exhaustivo y adolecía de no pocas deficiencias
e imperfecciones, incluso errores notorios como alguno que nos fue-
ra señalado por Paul Rivet en su Bibliographie des langues Aymará
et Kichua.

Abrigando el propósito de superar los puntos negativos de la


obra y presenta,· una edición definitiva de ella, proseguimos nues-
tra labor de investigación. De 1947 a esta parte hemos llegado a acu-
mular tal cantidad de material aprovechable, que al emprender la
tarea de ordenamiento y redacción nos hemos encontrado con que
los límites del género poético resultaban estrechos. Consiguiente-
mente, en lugar de reducirnos a refundir el estudio original,. deci-
dimos agregarle el importante capítulo del relato, con lo que en es-
ta obra, que se publica con otro título, queda más o menos completo
el panorama de la cultura literaria del pueblo quechua. En nuestra
empresa nos ha sido de suma utilidad el Manuscrito de Francisco de
Avila (1608). Los Orígenes de los Incas, de Martin de Morúa (1590),
Miscelánea Antártica, de Miguel Cabello Valboa (1558), asi como los
cuentos recogidos por Jorge A. Lira y publicados en parte por José
María Arguedas, las obras de Hildebrando Castro Pozo y Rigoberto
Paredes, los cuatro últimos, estudiosos del siglo que corre.

El presente estudio va acompañado de una antologia más nu-


trida que la que apareció en La Poesía Quechua. Hemos incorpora-
do aquf la totalidad de los himnos de Mollna y Sallkamaywa y un nú-
mero apreciable de composiciones de la era colonial y de la republi-
cana, asi como un puñado de relatos de las tres épocas.

Para la transcripción del quechua adoptamos el sistema de


escritura aprobado en el 111 Congreso Indigenista Interamericano
de La Paz, (1954) con dos modificaciones que consideramos necesa-
rias: empleamos la j en Jugar de la h aspirada, v.gr., janpi, reme•
dio, en vez de hampi; júñuy, reunir, en vez de húñuy; recurrimos
al elemento sh', en vez de chh, v.gr., sh'alla, tallo seco del maíz, en
lagar de chhalla; sh'ulla, rocío, en Jugar de chhulla. Por lo demás,
nos ceñimos rigurosamente al referido sistema, implantado ofi-
cialmente por el gobierno boliviano para la escritura de nuestras
lenguas aboríaenes.

Finalmente, debemos anotar que son nuestras las traducciones


del quechua al castellano, excepto aquellas de las cuales se consig-
na expresa constancia.

El autor
EPOCA PREHISPANICA

EL LENGUAJE

EL RUNASIMI

En los círculos estudiosos que se ocupan de investigar el pasa-


do americano se considera que la vida del antiguo Tawantinsuyu es
un mundo henchido de grandeza y de esplendor. Un mundo extraor-
dinario cuyos secretos caminos nunca se acaba de recorrer. His-
toriadores, arqueólogos, economistas, etnólogos, en fin, especialis-
tas europeos y americanos, se adentran en ese mundo con los más
diversos rumbos. Encuentran alli filones inagotables y nos trae11
riquezas insospechadas. Y más aún, como bien decía el profe,;or
Louis Baudin en el Congreso de Peruanistas de Lima en 1951, "cuan-
to más se descubre, más queda por descubrir". Vidas enteras hay
que se consagran al estudio de una u •otra rama de la historia del
Tawantinsuyu. Un ejemplo señero tenemos en el profesor francés
Paul Rivet, quien trabajó durante cerca de 50 años en la 'investiga-
ción de la cultura quechua.

Entre los diversos cap[tulos que comprende la historia de los


Inkas, el que más escollos ofrece es sin duda el que se refiere al
runasim.i, idioma que hablaron los súbditos del imperio y que en
los tiempos actuales hablan todavla sectores mayoritarios de po-
blación en el Ecuador, Perú y Bolivia. En consecuencia, son pocos
los especialistas que se dejan atraer por esta disciplina, aunque son
muchos los que se asoman bajo la presión de las necesidades pro-
pias. de sus estudios. Much.as veces sus impresiones resultan poco o
nada favorables, y no puede suceder de otra manera. Las escasas
10 JESUS LARA

e imperfectas gramáticas y los vocabularios insuficientes que se


conocen no bastan para organizar un juicio valedero. _Es necesario
conocer a fondo un idioma, hablarlo y familiarizarse con él para po-
der llegar a conclusiones aceptables. Los investigadores no proce-
den así, razón por la cual se sienten inducidos a repetir lo qu~ )" >1
dijeron los cronistas oficiales de la colonia, desde Polo de Onde-
gardo hasta Llano y Zapata, sin excluir a de la Condamine y otro:;
ilustres curiosos que visitaron las ricas colonias de España y t'n
cuyo concepto el runasimi, por su rudeza y primitividad, no puede
considerarse como instrumento de expresión de un pueblo civiliza-
do.

Carlos María de la Condamine, sabio francés, de la Academia


de Ciencias de París, con diez años de permanencia en Sud Améri-
ca, escribía en 1745 en términos nada generosos acerca del idioma
de los Inkas. A su juicio, era una lengua sumamente pobre y no con-
taba con términos que expresasen "ideas abstractas y generales".
A modo de ejemplos anotaba algunas palabras, como virtud, liber-
tad, tiempo, cuerpo, etc. Pero basta ojear los vocabularios de D'>-
mingo de Santo Tomás, Antonio Ricardo, González Holguín y otros.
si no se conoce bien el idioma, para encontrar los equivalentes que
no existían para el ilustre hombre de ciencia. Así, aquel:os autores.
todos de la época colonial, nos dicen que virtud es allikay; libertad,
qhespina; duración, únay; tiempo, pacha; cuerpo, ukhu. De la Con-
damine asevera que en quechua los nombres de los seres metafí-
sicos sólo pueden expresarse imperfectamente y por medio de lar-
gas perífrasis. Un grave error. La palabra Dios (con mayúscula)
tiene su equivalente perfecto en Wiraqocha, según definición emi-
tida por el Jesuita Anónimo, Juan de Betanzos y otros cronistas co-
loniales. Dios (con minúscula) es wak'a; semidiós, willka. Alma, es
nuna; demonio, s6pay; espíritu., aychánnaj. Esta manera de juzgar
del sabio francés es resultado de una sensible falta de detenimien-
to en el estudio del runasimi.
1

A través del prisma de de la Condamine nos siguen mirando


hoy día muchos ·de los especialistas occidentales. Todos admiran l:l
arquitectura ciclópea del Cuzco, la cerámica, los mitos, aun la or •
ganización social, la económica y la política del Inkario; pero tan
pronto como se presenta la ocasión, para ellos el pueblo quechua no
disfrutó del don del análisis ni se colocó jamás en el plano de las
concepciones abstractas. Nosotros nos preguntamos: ,Es posible
que el pueblo constructor del Cuzco, de Ollantaytambo y ·de Machu-
pijchu, el pueblo que · llegó a la organización social, económica y
política más evolucionada de que habla la historia, el pueblo qu~
supo cultivar las artes al extremo de que hoy día las muestras ~.;e
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 11

quedan son objeto de la admiración de los propios occidentales; es


posible que ese pueblo no haya podido poseer el don del análisis ni
llegar a la concepción de las ideas abstractas? La respuesta flu-
ye de los propios ejemplos que hemos anotado.

Frente a de ·1a Condamine y sus seguidores, hubo también, en


verdad, algunos espiritus desposeídos de prejuicios que no vacila-
ron en reconocer la valía de la lengua inkana. El propio Antonio de
Ulloa, compañero del sabio francés en la expedición de 1735, ron\
piendo la tradición de sus compatriotas, al ocuparse del quechua
en sus "Noticias Americanas" decía: "Es asimismo suave y tirr-
va, dudándose de que haya otra que la iguale en frases propias
de agasajo y cariño". Pero ya dos siglos antes, Fray Domingo de
Santo Tomás," autor de "Gramática o Arte de la lengua general de
los Indios de los Reynos del Perú", la más antigua entre todas las
compuestas durante el coloniaje, había escrito en el Prólogo de su
obra: "La abundancia de vocablos, la conveniencia que tiene cor.
las cosas que significan, las maneras diversas y curiosas de ha-
blar, el suave y buen sonido al oído de la pronunciación de ella, la
facilidad para escribirse con nuestros caracteres y letras. . . Y bre-
vemente en muchas cosas y maneras de hablar, tan conforme a ·1a
latina y española". Pero este reconocimiento quedó sepultado bajo
el oleaje de prejuicios que los occidentales echaron sobre el inde-
fenso espíritu del Inkario. ·
Julio Cejador tiene razón cuando en su monumental Historia de
la Lengua y Literatura Castellana escribe que el español, como
idioma, es la mejor obra de arte que ha producido la Península y
que por tanto vale muchísimo más que su literatura. Esto mismo
se puede afirmar, y con el más positivo fundamento, de casi todos
los idiomas de Europa; al menos así también juzga Freud, en tér-
minos generales, en su obra "Psicología de las masas". ¿Pero se-
rfanos permitido aventurarnos a decir otro tanto de la lengua ge-
neral del Perú llamada comúnmente quichua? ¿No será una here
jía pretender colocar junto a las perfecciones del altivo Occidente
un dialecto de los atrasados pueblos de América?
El inkario había perdido su soberanía integral en un momento
En poco tiempo sus monumentos hablan sido arrasados, desfigura•
da su histoda, barrida su cultura y suplantados sus dioses. Pero
su idioma salió casi indemne del cataclismo y en vano los minis-
tros de Cristo estrellaron contra él sus armas innumerables._ Sin
fuerzas para destruirlo, optaron por penetrar en sus dominios y
adueñarse de él hasta convertirlo en instrumento. No necesitaron
muchos años - unas tres a cuatro décadas - para someterlo a s1..1
voluntad y servirse de él como hacían con los indios de las enco-
12 JESUS LARA

miendas. Casi al mismo tiempo que las primeras crónicas aparecit--


ron los textos de gramática quechua y las versiones del catecisme
cristiano. La "Gramática y Arte de la lengua general del Perú",
compuesta por el dominico Fray Domingo de Santo Tomás, apare-
ció en 1560, y en 1584 la "Doctrina Cristiana en quichua y aymará",
de Antonio Ricardo. Al cumplirse el primer siglo de dominación,
más o menos un centenar de opúsculos con gramáticas, vocabula-
rios y los más raros _métodos de adoctrinamiento circulaban impre-
sos en las colonias.

Toda aquella bibliografía nació bajo la presión de la necesidad,


El clero precisaba el idioma de los indios para enquistar en ellos
el dogma, ya que el castellano tardaba demasiado en abrirse ca-
mino. Compuestos con el propósito de cumplir una función determi-
nada, aquellos textos no tendían a reflejar las cualidades sustanti-
vas del idioma. Los autores no ,eran precisamente filólogos ni lin-
güistas, sino agentes de la religión y de los intereses políticos de
España. No escribieron por amor a los indios ni con el deseo de
descubrir las bellezas de su lenguaje, sino como el medio más prác-
tico -.de imponer el señorio de la cruz. No de otra manera el mis-
mo Fray Domingo de Santo Tomás decía en el Prólogo de su "Léxi-
con o Vocabulario de la lengua general del Perú", publicado el
mismo año que su Gramática: "De dos.cosas quiero advertir prin-
cipalmente a los sacerdotes, que han de ser los ministros de e-van-
gelio, para quien esta obrezilla principal, y particularmente se ha-
ce". Y en el Prólogo de su Gramática el mismo autor añadía: "Pe-
ro quien supiere la grande y extrema necesidad que hay en aque-
llas provincias, de la predicación del evangelio... Y cuantos buenos
religiosos, y siervos de Dios hay allá, que se retraen de esta santa
obra, y temen poner el hombro a la Apostólica sementera como és-
ta, temiendo la dificultad de la lengua, y creyendo no poder saHr
con ella". El runasiml era difícil y bello; pero por encima de todo,
necesario para la enseñanza de la religión católica. Entonces, no
era posible esperar una obra perfecta que presentase los valores
integrales del idioma ...Se componían gramáticas y vocabularios y
se traducía el catecismo, pero con el exclusivo objeto de servirse
de ellos para consolidar y perpetuar el reinado de Cristo y la domi-
nación de España.

La lengua aborigen despertó en la conciencia del resto de los


conquistadores una concepción que guarda armonía con la servi-
dumbre a que había quedado sometida la raza que la creó. Altar-.e-
ro por temperamento, aueño de inagotables montañas de plata y
amo de esclavos que se contaban por centenas, el español no dete-
nía la mirada en el indio sino para humillarlo. Huía del extraño len-
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 13

guaje de sus esclavos como de algo nocivo, y cuando. se veía obli


gado a servirse de él, lo deformaba, lo adaptaba a su rango de las
maneras más distinguidas. Esta conducta llegó a hacerse ley en-
tre las clases superiores de la colonia y al alborear la era republi·
cana el contagio estaba pegando en los mestizos. Desde entonces
el lenguaje de la raza madre es un estigma para la clase dirigent.e
de Bolivia y también para la del Perú. El mestizo letrado imita al
español de la colonia, ocultando además su origen bajo imaginario,;
blasones de nobleza y el indio enriquecido -también él- no vacila
en seguir el ejemplo del mestizo. Nadie, que se precia de civilizado,
nadie que se siente capaz de hacerse entender en castellano se re-
signa a emplear el lenguaje materno, cada vez más desdeñado y
relegado. Triste destino el de este idioma, única obra maestra que
sobrevivió a sus creadores.

Dentro de la República dejaron de ser útiles las gramáticas, los


vocabularios y los catecismos coloniales. El clero se había mestfaa-
do casi totalmente y, poseedor de la lengua inaia en la medida in-
dispensable, encontraba de más los textos impresos. La rica biblio-
grafía de la colonia no sólo quedó estancada, sino que empezó a
disminuir en su acervo por la destrucción y el olvido de muchos de
sus títulos. De muchas obras sólo nos quedan referencias, como
puede verse en la "Bibliographie des tangues aymará et kichua",
de Paul Rivet. Las bibliotecas de entonces no asignaban la menor
importancia a esta índole de impresos. De modo que el idioma per-
dió inclusive la parcial importancia que tuvo en los siglos a~terio-
res y fué acogido, como en generosos invernáculos, en algunos ¡ta-
binetes y en algunas celdas. Se presentó entonces un fenómeno in-
verso al producido durante el coloniaje. Antes el clero hibridaba y
del!virtuaba el quechua; ahora el empeño se dirigía a reconstruir-
lo, a depurarlo. Pocas obras han aparecido en la época republica-
na, pero algunas, si bien no impecables, dotadas de la suficiente .
bondad para mostrar un panorama del idioma. José David Berrios,
Honorio Mossi, Carlos Felipe Beltrán, Manuel María Mont~ño, nos
ofrecen magníficos ejemplos en Bolivia. En el Perú, Gabino Pache.
co Zegarra, José Antonio Núñez del Prado, Dionisio Anchorena y
otros.

Pero a todo esto, ¿cómo era el quechua cuando los españoles


invadían el Tawantinsuyu? Sin acercarnos a los predios de la filo-
logia ni de la lingüística, que no son los nuestros, diremos ant~s
que la conquista detuvo de golpe la evolución del idioma. El .nuevo
orden impuesto por los invasores no permitía a las gentes someti-
das seguir ocupándose de su cultura en ninguno de sus aspectJ,;.
Los Yachaywasl fueron demolidos al igual que los demás monu-
14 JESUS LARA

mentos. Penjentes los indios a toda hora de la vo_luntad del arr.o


siempre exigente y sometidos a una vigilancia propiamente inqui-
sitorial, habrían incurrido en herejía o en delito contra la ley si
empleaban su tiempo en componer un wayñu o en pulir su runasi-
m:l. De modo que, detenido de golpe, el idioma vino languideciendo
manoseado por el clero y caricaturado por el resto de los blancos·
por otra parte el castellano obró también sobre él inyectándole, gran
número de vocablos. El quechua urbano de hoy se e·ncuentra nota-
blemente mestizado y el rural no ha podido mantenerse del todo
intacto. Para conocerlo más o menos propio, pero nunca ya comple-
to ni puro, hay que recurrir a los autores peruanos o bolivianos q..i~
en el siglo XIX se preqcuparon de recogerlo y restaurarlo, aunque
de ninguna manera con el esplendor que tuvo en el pasado.

Bajo el gobierno de los últimos Incas el r~nasimi había llegado


a un altísimo nivel de desarrollo. El ensanchamiento del imperio,
la perfección de las instituciones, el bienestar económico, el carác-
ter nacional de las fiestas religiosas y la importancia especial que
se atribuía a la historia y .a la poesía, tenían que haber determina-
do la prosperidad del lenguaje. Se dice que la escultura incaica era
superior a su coetánea española. No nos atrevemos a cometer la
irreverencia de pensar otro tanto del idioma, pero es . sabido qu~
el castellano, producto de un acrisolamiento de múltiples compo-
nentes, no estaba acabado de formar a principios del siglo XVI. En-
tonces no contaba aun con el formidable caudal de recursos que
llegó a ostentar'en el siguiente siglo. Tocamos este punto porque rJ.O
faltan escritores que miden el runasimi con la vara de Menéndez
y Pelayo.

El runasiml era un idioma extraordinariamente dotado y sus


medios expresivos estaban por encima del español del siglo XVI.
El propio Fray Domingo de Santo Tomás, tantas veces citado, es-
cribía en el Prólogo de su Gramática: "Lengua pues S. M. tan po-
lida y abundante, regulada y encerrada debaxo de las reglas y
preceptos de la latina como es ésta (como consta por este Arte) ,,o
bárbara ... sino muy polida y delicada ... " Ahora mismo, cuando
se lo conoce a fondo, no a la manera de los expertos europeos o
americanos que se atienen nada más que a la bibliografía colonial.
se comprende que no hay pensamiento humano que no pueda cri<;-
talizar en él y no hay frase castellana capaz de no ser traduci-
da. Bastaría revisar el "Ritual Formulario, e Institución de curas",
del bachiller Juan Pérez Bocanegra, publicado en 1631, para ver
cómo fueron puestos en el más expresivo runasiml los pensamien-
tos más, agudos y sutiles, los recursos. dialécticos más ingenioso,
de que se valla el clero de la colonia para llegar a las raíces de la
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 15

conciencia indígena. Lastima grande que no haya hoy día muchos


intelectuales que puedan afirmar que saben ese bello idioma .•

El conjunto de cualidades que posee el runasimi le presenta co-


mo una admirable interpretación ·de la naturaleza andina. Cada
palabra es una imagen estilizada, en cada frase hay una música
esencial y el color se 1halla dosificado en él como en los valles flo-
ridos. Es plástico y vigoroso como las montañas, flúido como los
rfos, sonoro como el viento y ancho y suntuoso como el Tawant;.n-
suyu.

· Aparte de los recursos que posee al igual que los idiomas eu-
ropeos el quechua dispone de otros que contribuyen a dar relieve
a su musicalidad, a su plasticidad y a su flexibilidad, otorgando
un sello de gran vigor a su fisonomía de conjunto. Son notables los
agentes onomatopéyicos que podrían catalogarse en la casilla de
las interjecciones y que desempeñaban un· papel preponderante en el
lenguaje y en particular sirven para dar colorido y jerarquía a la
expresión.

Sin detenernos en su armonía ni eri su colorido, eon los cuales


se presenta como solla su pueblo. allá en los raymis del Sol o de la
Primavera, sólo nos hemos de referir a su singularísimo don• de
expresividad. No hay en el mundo un lenguaje en el cual se pueda
manifestar con un solo verbo tantos estados de ánimo, tantos gra-
dps de dulcedumbre, o de ternura, o de pasión, o de ira. o de des-
den. El qheshwa adquiere en estos casos la fluidez del manantial
que se desliza por la pradera desgranando las mú:sicas más sutiles
y reflejando todos los caprichos de la luz. En castellano se pidE'
amor con una forma verbal inmutable: ámame. El estado de ánimo
estará en el acento y en el ademán con que se formule la deman•
da, pues la palabra mantendrá en todo momento su estructura úni-
ca. En el runasimi es distinto. Manáway es el equivalente del es-
pañol; pero es demasiado duro, descortés, ineficaz. Hay que suav!-
zarlo, hacerlo más insinuante: mamakúway. Si hay que pedir con
dulzura: manariway. Si hay una ternura honda · que mostrar: mu-
narikúway, Si llega el caso de insistir: manalláway. Si es necesario
rogar: munakulláway. Insistir en el ruego: munarikulláway. La im-
ploración se expresa exactamente: munarirlkulláway. Los estados
-:le ánimo contrarios son manifestados también de una manera pe•
culiar.

Idioma de tantas excelencias y prerrogativas y de tanta per-


. fección como manifestaba en el siglo XVI el dominico Santo Tomás
y como lo hacía a mediados del XIX Honorio Mossi, no puede mE'•
16 JESUS LARA

nos que impulsarnos a decir de él el concepto que Julio Cejador y


Frauca tuvo para el castellano. También nosotros creemos que el
runasimi, CODJO "obra de arte popular" es el monumento más va-
lioso entre todos los que levantó la titánica raza de los Andes.

11

LOS KHIPUS

En los cronistas coloniales no encontramos la necesaria h•z


1:1cerca de la función que cumplían los khipus dentro de la cultura
del Tawantinsuyu. Tan poco e inseguro nos dicen ellos, que los in-
vestigadores se ven precisados a caminar a tientas, encerrados en
un circulo cuya salida no es muy fácil hallar. Las informaciones
que ofrecen no son uniformes y casi siempre están consignadas de
paso. Mientras unos dan a entender que los cordeles anudados eran
simples instrumentos de contabilidad, otros les atribuyen un papel
más amplio. Entre los primeros tenemos a Fernando de Santillán,
Cristóbal de Malina, el Almagrista, Garcilaso de la Vega y otros.
Entre los segundos, figuran Pedro Sarmiento de Gamboa, Cristóbal
de Malina, el Cuzqueño, Bias Valera, Antonio Vásquez de Espinoza.
Martín de Morúa, Antonio de Herrera, etc. Entre los primeros c-1
más importante es el Inca Garcilaso de la Vega. Este autor consa-
gra dos capítulos de sus "Comentarios Reales", 1609, a los khipus.
Hace una descripción minuciosa de ellos y les confiere una fun-
ción netamente numérica. En su opinión, inclusive la palabra "qui-
pucamayu: quiere decir el que tiene cargo de las cuentas". Nos re-
fiere que él conoció los nµdos de colores en manos de los indios d~
su padre y que algunos curacas, a tiempo de pagar sus tributos, le
hacían cotejar las liquidaciones de los españoles con los khipus que
ellos llevaban. Anota que los hilos eran bastante gruesos, com-
puestos de tres y cuatro liñuelos, muy bien torcidos y que medían
unas tres cuartas (60 cm.) de largo. Todos los hilos pendían de un
cordón troncal "a manera de rapacejos". Unos hilos eran de co-
lor entero, otros de dos, tres y más colores, y cada color poseía un
significado propio. El amarillo quería decir oro, el blanco plata y
el rojo la gente de guerra. Añade que muchas cosas· carecían de
color.

Entre los que asignan a los cordeles anudados un papel más amplio
que el meramente aritmético, tenemos en primer lugar a Pedro Sar-
miento de Gamboa, historiador, taumaturgo, aventurero y favorito
del virrey Francisco de Toledo. Escribió. su "Historia dEt los Incas"
en 1572, en una época en que las naciones europeas miraban c1>n
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 17

mal disimulada animosidad y con creciente codicia a España, cri-


ticando en el tono más acerbo los excesos de ella en América. De
suerte que la obra fué elaborada con el propósito de defender a la
corona, probar sus derechos y justificar la conducta de los con-
quistadores. Entonces no le fué dificil presentar a los Incas como a
tiranos sin entrañas y usurpadores de la tierra y sus riquezas. En-
tre las pocas concesiones que hace a la dinastía incaica encontra •
mos el reconocimiento de que los indios leían en los khipus como los
españoles en los manuscritos. En el capitulo noveno de su Historia
dice textualmente: "En el cual quipo dan ciertos ñudos, como ellos
saben, por los cuales y por las diferencias de los colores distinguen
y anotan cada cosa como con letras. Es cosa de- admiración ver la e;
menudencias que conservan en aquestos cordelejos, de los cuales hay
maestros como entre nosotros del escribir".

La palabras de Sarmiento se refuerzan con otras de Cristóbal de


Molina, el Cuzqueño. En "fábulas y ritos de los Incas", obra com-
puesta en 1573, este autor declara que los quechuas "entendianse y
entiéndense tanto por esa cuenta (khipus), que dan razón de más de
500 años de todas cosas que en esta tierra en este tiempo han pasa-
do". Según este mismo cronista, no sólo en tiempos del Inkario sino
también dentro de la colonia se empleaban los khipus para los fine:;
más diversos entre los indios.

Los datos de Sarmiento y Molina resultan ensanchados por Bias


Valera, autor de cuya obra nos han llegado apenas unos fragmentos,
pero muy valiosos, gracias a las transcripciones qU!? el Inka Garci-
laso intercala en los "Comentarios Reales". Valera habla de los cor-
deles anudados con la misma naturalidad con que nosotros pudiéra-
mos hablar de códices o de libros. Relata cómo, después de incorpo-
rada una provincia al imperio, el Inka hacia inscribir en los khipus
"las dehesas, los montes altos y bajos, las tierras de labor, las here-
dades, las minas de los metales, las salinas, las fuentes, lagos y ríos,
los algodonares, y los árboles fructíferos nacidos de suyo, los gana-
dos mayores y menores de lana y sin ella". No deja de ser notable
la manera como llegó a encontrar en unos khipus antiguos una her-
mosa poesía. Ella nos ha sido transmitida por Garcilaso y constitu-
ye un testimonio de la literatura inkaica.

Por la misma época que Valera, 1590, el padre Joseph de Acosta


iba escribiendo en su "Historia Natural y Moral de las Indias" acer-
ca de los khlpus lo siguiente: "Es increíble lo que en este modo al-
canzaron, porque cuánto los libros pueden decir de historias, leyes,
ceremonias y cuentas de negocios, todo eso suplen los quipos tan
puntualmente que admira". Más adelante agrega: " ... y en cada
18 JESUS LARA

manojo de estos ñudos, ñudicos e hilillos atados, unos colorados,


otros verdes, otros azules, otros blancos, y finalmente tantas diferen-
cias, que asi como nosotros de veinte y cuatro 'letras, guisándolas en
diferentes maneras, sacamos tanta infinidad de vocablos, así estoc;
de sus ñudos y colores sacaban innumerables significaciones de co-
sas". Luego nos informa que él vió "un manojo de estos hilos, en que
una India traía escrita una confesión general de toda su vida, y por
ellos se confesaba, como yo, lo hiciera por papel escrito".

Martín de Morúa, mercedario español que residió largos años en


el Perú en los primeros tiempos de la colonia, nos ofrece aportacio-
nes muy importantes. En "Los Orígenes de los Incas", obra escrita
hacia 1590, presenta los cordeles anudados como signos de escritura
corriente. Ratifica los datos de Acosta en estos términos: " ... pero
lo que a mí más me espanta es que por los mismos cordones y ·nudos
contaban ·1as sucesiones de los tiempos y cuánto reinó cada Inga, y
si fué bueno o malo, si fue valiente o cobarde, todo, en fin, lo que
se podia sacar de los libros se sacaba de alli". En otro punto de la
obra anota que "mejor se entendían ellos con estos cordeles, o a lo
menos tan bien como nosotros por escrito". El mismo nos cuenta que
los españoles encontraron as~"nbrosas cantidades de khipus, verda-
deros archivos elaborados y resguardados en edificios especiales por
funcionarios de tres categorías. Pero esos tesoros no recibieron buen
trato; a este respecto Morúa dice: "Nuestra gente española como
no hallase quien les interprete aquellas jerigonzas no curaron mucho
de éonservar ,aquellos registros, y así pereció todo ,aunque algunos
de estos indios no dejan de usar muy a menudo en sus necesidades".

Tenemos también un testimonio importante en el famoso Manus-


crito de Francisco de Avila. Al relatar los diversos mitos y leyendas
del valle de Waruchiri, los indios aluden a los khipus con la misma
naturalidad con que nosotros nos remitimos al documento impreso.
En el Capitulo XXII, donde se habla de las ofrendas de oro y plata
con que los Incas honraban a Pachakámaj, dios del terremoto, hay
un punto que traducido al castellano dice así: "Incluso las ofrendas
que se debían a los dioses Chuki Auki, Qullqi Auki, Chuki Urpu,
Qullqi Urpu, Chuki Tijsi, Qullqi Tijsi las hacían entregar a él con-
forme estaba preceptuado en los khipus".

Hay todavía otros autores, como el Jesuita Anónimo, de quien,


sin mucho fundamento, se cree que es el padre Bias Valera; Antonio
Vásquez de Espinoza, Agustín de Zárate, Polo de Ondegario, Anello
Oliva, Cieza de León, Antonio de Herrera, .J3ernabé Cobo, etc., que
se refieren a los nudos de colores como si ellos jugaran un neto y evi-
·" dente papel de lenguaje gráfico. Bernabé Cobo, historiador de la pri-
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 19

mera mitad del siglo XVII, es insistentemente citado en la "Civili-


zatión de l'Empire Inca", de Rafael Karsten, nótable peruanista fin-
landés. Karsten transcribe importantes trozos de la "Historia Gene-
ral de las Indias", de Cobo, relacionados con los khipus, y resume
una anécdota muy sugestiva: Un español viajero obtuvo un guía indí-
gena en un tambo llamado de Córdoba y fue asesinado en el camino.
Se buscó durante mtfcho tiempo el cadáver y no se fo pudo hallar.
Seis años más tarde se fue a investigar en el tambo de Córdoba, don-
de los khipukamayus encontraron en sus archivos el nombre del
guía. Este fue detenido después de larga búsqueda y no tardó en con-
fesar su crimen y revelar el sitio donde había escondido el cadáver.
Por razón de las condiciones del clima el cuerpo se hallaba bien coil -
servado, de manera que la identif!cación fue muy fácil.

No debemos prescindir del testimonio de Guamán Poma, que es


sin duda el más, valioso entre todos. Guamán Poma, que escribió su
voluminosa "Nueva Coránica y buen gobierno" a fines del siglo XVI
y principios del siguiente, no sólo nos trae una, confirmación de los
datos que nos entregan Acosta, Morúa y los demás, sino que nos pro-
porciona nuevas y valiosas contribuciones. En varios puntos de su ex-
traordinario manuscrito se ocupa de los nudos de colores como de
un perfecto lenguaje gráfico empleado en todo el Tawantinsuyu. No
los considera solamente como un instrumento aritmético, sino de fi-
jación del pensamiento en sus múltiples formas de expresión. No
sólo había khipukamayus contadores, sino también y ante todo escri-
banos y escritores. El escribano común existía en todo el imperio y
era de diversas jerarquías, desde el Tawantinsuyu khipuj qéwar
inka, secretario mayor del Consejo Imperial del Cuzco, hasta el fun-
cionario que actuaba en las poblaciones de mínima importancia. Los
escritores se llamaban qellqakamáyuj y se ocupaban, entre otras co-
sas, de anotar los anales, las leyes, etc., desde la palabra del Inca
hasta los sucesos más pequeños acaecidos en el vasto territorio.
Inkaj simin khipuj o qillqij inka se denominaba el secretario priva-
do del monarea. Juch'akhipujkuna eran los contadores y estadígra-
fos, y su número era considerable en el imperio. En el folio 367, al
-referirse a las fuentes de donde recogió la historia de los primitivos
habitantes del país declara que todo!I aquellos datos le fueron lel-
dos en khippus por varios ·especialistas de los cuatro grandes terri-
torios del Tawantinsuyu. En el folio 359, aludiendo a los khipukama-
yus en su original castellano anota: " ... estos tenían tanta a vilidad
pues en los cordeles supo tanto que me hiciera si. fuera en letra".

Aparte de las informaciones que proporcionan. los antiguos cro-


nistas, los investigadores disponen de un reducido número de ejem-
plares de khipus.
20 JESUS LARA

Sabemos que a la llegada de Pizarro existían en el· Tawantinsuyu


cantidades extraordinarias de este material conservadas en archivos
o bibliotecas especiales. Martín de Morúa nos dice algo sobre la
destrucción de dicho material, sin exponerse a consignar las verda-
deras razones que los españoles tuvieron para ello. Pero es sabido
que, como escribe Raoul d'Harcourt en "L' Amérique avant Colomb",
"los religiosos católicos, para cortar todo vinculo con el pasado y lu-
char contra la idolatria, ordenaron quemar en auto de fe todos aque-
llos (khipus) que se pudieran encontrar". y destruyeron no sólo los
khipus, sino todo cuanto se relacionaba con la religión y la cultura
del pueblo sometido. Aparecieron verdaderos espee:ialistas en el arte
de la destrucción. Tenemos un modelo en Pablo Joseph de Arriaga,
quien establece en "La extirpación de la idolatría en el Perú", 1621,
los más sabios métodos en ese arte y con acento imperativo pres-
cribe: "Todo lo que se puede quemar, se quema luego, y lo demás
se hace pedazos ... ''

Al llegar a su fin la dominación española no se conocía ningún


ejemplar de khipu. El primero fue dado a conocer por Juan Diego de
Tschudi en 1846. Luego fueron apareciendo otros, hasta que en 1950
Carlos Radicati di Primeglio, investigador peruano, dió cuenta de
unas pocas decenas, todas ellas descubiertas en tumbas del periodo
precolombino.
Las informaciones de los cronistas y los ejemplares de khipus
existentes han dado origen a numerosas discusiones· en el campo de
la investigación. A lo largo de los debates se han presentado tres te-
sis diferentes. La primera atribuye a k>s cordeles anudados una fun-
ción exclusivamente aritmética. La segunda considera que ellos
constituian un medio nemotécnico. La tercera sostiene que eran un
sistema completo de escritura. Cada una de las tres agrupa a mu-
chos partidarios.
La primera tesis se apoya en las afirmaciones de Garcilaso y en
estudios presuntamente científicos de algunos ejemplares de khipus.
Pero Garcilaso, nacido en 1539, abandonó el Perú muy joven, a los
veinte años. En sus "Comentarios Reales" nos transmite hechos y ·
cosas que oyó contar en su casa, durante su infancia, no hechos y
cosas averiguadas por cuenta propia, a fondo, con interés de histo-
riador. De ahí que constantemente se remite y transcribe a Valera,
Acosta y Cieza de León, entre otros. Respecto a los khipus, toda su
experiencia se redujo a la vista de los que llevaban los indios de su
padre y algunos curacas cuando iban a pagar sus tributos. Es claro
que en tales circunstancias los kbipus tenían que contener exclusi•
vamente datos .numéricos. Por otra parte, Garcilaso no nos dice si
alguna vez alternó con un khipukamáyuj o si vió khipus que no fue-
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS

ran los que presentaban los tributarios. Cita a menudo a Acosta,


mas no le refuta cuando éste afirma que en los nudos de colores se
encontraba todo lo que podían decir los libros. Tampoco refuta a
Valera; al contrario, nos hace saber despreocupadamente que el ilus-
tre jesuita encontró la poesía de "Súmaj :fil"ust'a" en unos khipus. De
lo demás. Garcilaso se halla contradicho inclusive por Sarmiento de
Gamboa y Polo de Ondegardo, cronistas positivamente predispues-
tos en contra del gobierno y cultura de los inkas.

El estudio de los khipus descubiertos hasta hoy no nos parece


el camino más apropiado para llegar a. la solución del problema. Los
khipus conocidos, cuando no se hallan truncos, llevan los colores
destruidos o por lo menos alterados por el tiempo. Vimos varios
ejemplares en el Museo de Lima, todos truncos y descoloridos. El co-
\,r era un elemento muy importante, lesionado el cual la investiga-
•.:1 :Sn puede 11Pgar con suma facilidad a conclusiones equivocadas. Co-
mo ha suced,, .o con los especialistas que han llevado el estudio de los
cordeles anudados al campo de la ciencia. Como sucedió con el nor-
teamericano Leland Locke, quien, teniendo a su disposición un con-
junto de 45 ejemplares de khipus, · sólo alcanzó a elaborar un estudio
completo de dos y sobre esa base creyó haber dicho ·la última pala-
bra, concluyendo que los nudos de colores no eran sino un instrumen-
to de contabilidad. Locke fue refutado al punto por Erland Nordens-
kiold, notable etnógrafo sueco, quien basó sus investigaciones en 16
ejemplares de khipus. Este hombre de ciencia, partiendo del hecho
de que todos los ejemplares conocidos eran provenientes de tumba~
antiguas, opinó en sentido de que ellos ,aparte de contener la inscrip-
ción de alios, meses y días, poseían un significado mltgico. A su jui-
cio, no era admisible que los súbditos del Inka se enterrasen con
cuadros estadísticos de ganado, joyas u otros bienes materiales.
Locke volvió años más tarde sobre el problema y no hizo otra cosa
que ratificar sus primitivos puntos de vista. Tuvo varios partidarios,
entre ellos John H. Rowe,, norteamericano también. Pero Locke y
Rowe son de los que piensan que hay que elaborar un alfabeto cien-
tífico para la escritura del quechua. Entonces, no es difícil darse
cuenta de las concepciones que ellos son capaces de sustentar res-
pecto a los khipas.

Entre los defensores de la segunda tesis se distingue Raúl Po-


rras Barrenechea ,sosteniendo que los khipus, independientemente de
su función numérica, constituían un importante apoyo de la memo-
ria. Los nudos de colores eran una especie de guión, de señales e in-
dicios que estimulaban el recuerdo. Por un nudo de determinado co-
lor y forma el khipukamáyuj recordaba qué suceso había acaecido
en tal lugar y tiempo, o qué decía la ley que se había dictado o qué
22 JESUS LARA

acto administrativo se había cumplido. Porras l3arrenechea se fun-


da en los detalles que apunta Garcilaso al mostrar que la relación
de las batallas, contenido de los mensajes, etc., no podían ser e"í-
presados mediante los nudos, "porque el ñudo dize el número, ma\
no la palabra", y que este vacío se llenaba con señales que indica-
ban los sucesos historiales, los mensajes, las leyes, etc. Y se refuer-
za con un ejemplo de khipu ofrecido por Antonio de la Calancha.
Pero este cronista no tuvo ante los ojos khipu alguno ni conoció a
ningún khipukamáyuj; apropiándose de las aportaciones de Garci-
laso, se propuso ampliar los significados de los colores e imaginó po.·
su· cuenta y riesgo, subjetivamente, una función de los cordeles. El
ejemplo de Calancha, en consecuencia, no puede servir para la fun-
damentación de una tesis.

Esta tesis ·suele también valerse de la crónica de Salas conteni-


da en "Copacabana de los Incas", de J. Viscarra F. En dicha cró-
nica hay un punto en que unos indios hablan de los khipus como de
medios recordatorios; pero describen de tal" modo esos medios, que
al referirse a ellos Carlos Radicati di Primeglio juzga que "más que
en un quipu nemónico, nos hace pensar en uno fonético".

La tercera tesis, es decir aquella que sostiene que los khiptJs


c-onstituían un sistema completo de escritura, no busca solución de
lleno en el descifre de los ejemplares existentes; se plantea primero
la investigación de los antecedentes. Si los khipus corresponden a
un sistema fonético de escritura, han debido precederles necesaria-
mente formas pictográficas y jeroglíficas. Porque en la antigüedad
ninguna escritura fonética apareció formada de golpe y sin precur-
sión. Los pueblos civilizados emplearon primero la pictografía y el
jeroglífico para después inventar la figura que llamamos letra.

Para analizar esta tesis y el estudio previo que ella propone, Car-
los Radicati di Primeglio considera necesario admitir la definición
más amplia que de la escritura han dado los especialistas, según la
cual ella es un "conjunto de signos convencionales de cualquier es-
pecie, de que se vale el hombre para comunicar a sus semejantes,
en el tiempo y en el espacio, ideas y acontecimientos".

Los cronistas coloniales y los especialistas contemporáneos, han


encontrado diversos tipos de pictografía y petroglifos en diferentes
puntos del área tawantinsuyana. Erland Nordenskiold nos habla de
grabados rupestres hallados en el río Beni y al Este del Madera, po,:
Evans Keller - Leuzinger, así como de petrogll'.!os descubiertos pM
él en una caverna de Corani, al norte del Titicaca, y de pictografías
halladas por él mismo en Calla y Ollachea. Radicati di Primeglio
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 23

menciona pictografías encontradas en "Viñaque, Calango, La Gp.1-


dera, Jonan, Huarmey, Lucumba, Tarapacá, Lares, Patallacta,
'rampu, Kenko, etc.", en territorio peruano.

Por otra parte, el runasimi poseía el verbo qlllqay, que equiva-


lía exactamente al verbo escribir de la lengua castellana. En el
"'Lexicon" de Santo Tomás figura el vocablo con diversas formas
relacionadas con el arte de escribir. Es probable que en sus mP•
jores tiempos este verbo se hubiese referido a la escritura pictográ-
rica, a aquellas pinturas que a decir de Joseph de Acosta "suplían
la falta de letras": a aquellas con las cuales, según Sarmiento de
Gamboa, se tenía "las historias de las antigüedades desta tierra,
principalmente de los ingas" y, según Molina el Cuzqueño, "la vida
de cada uno de los Incas y de las tierras que conquistó".

La escritura pictográfica,, muy en uso durante· el Inkario, fue


mantenida y estimulada entre los indios por el clero del Coloniaje.
La utilizaron principalmente para la inscripción de oraciones y ple-
garias católicas. Ejemplares de esta qillqa, pintados en pergamino
y d~scubiertos en la zona del Titicaca, fueron descritos y descifra-
dos por Hóracio H. Urteaga en 1928. Numerosos ejemplares han si-
do hallados por el arqueólogo argentino !barra Grasso en distintos
lugares de Bolivia.
La qillqa no se manifestó únicamente en el modo pictográfico,
sino también en una forma que pudiera llamarse de relieve, incrm;-
tando menudas figurillas y otros elementos escriturales en planchas
cuadrangulares 10 discos de arcilla. En las planchas, los elementos
escriturales se alineaban de arriba abajo y, en los discos, en espi-
ral, comenzando del centro. A estos tipos de qillqa debe aludir Jo-
seph de Acosta cuando escribe: "Bien es añadir a lo que hemos no-
tado de escrituras de indios, que su modo no era escrebir renglón
seguido, sino de alto abajo o la redonda". !barra Grasso ha encon-
trado también, últimamente, en Oruro, ·valiosos ejemplares de este
tipo en discos de considerables dimensiones. • ..,

Los partidarios de la tercera tesis refiérense también a un sis-


tema de qillqa empleado en bordones o cayados, sistema que apa-
rece mencionado en la Relación de Pachakuti Sallkamaywa y en la
Miscelánea Antártica de Cabello Valboa. Sallkamaywa refiere
que el predicador "Tonapa ó Tarapaca" andaba con su bordón en-
señando el bien a los naturales. Un día, entregó el b,ordón, en el cual
llevaba escritas sus prédicas, al cacique Aputampu. En su castellano
defectuoso el cronista explica así el pasaje: "dizen que dió un palo
de su bordón al dicho Apotampo . .. , recebiéndole el dicho palo de sti
mano, de modo que en un palo los recebieron lo ·que les predicava,
24 JESUS LARA

sefíalándoles y rayándoles cada capitulo de los rrazones". En otro


punto, al ocuparse del reinado de Túpaj Yupanki Inka, alude tam-
bién a este género de escritura: "Y en este tiempo el dicho inga des-
pacha a Cacircapac por visitador de las tierras y pastos, dándole
su comissión en rayas de palo pintado".

Cabello Valboa aporta referencias más valiosas todavía acerca


de la escritura inkaica en bordones. Wayna Qhápaj Inka, gravemen-
te enfermo en Quito, resolvió dictar sus últimas disposiciones de
acuerdo con la costumbre. Según el cronista, "en una vara larga (a
manera de báculo) fueron poniendo con distintos colores en que ,;e
conocía y enten..ua su última y postrimera voluntad, lo qual le fuz
dada en guarda á el Quipocamayoc (que era como entre nosotros el
Escribano, ó Secretario)".

Puede surgir aquí un interrogante. Los khipus constituían la es-


critura oficial y su uso hallábase generalizado en el Imperio; sin
embargo el testamento del soberano fue inscrito con rayas de colo-
res en un báculo. Pero esta circunstancia puede por una parte sig-
nificar que ambos tipos de escritura - cordeles anudados y signos
de colores - eran conocidos y practicados comúnmente en el país;
por otra, puede explicarse por el trance mortal en que se h'allaba
el Inka, que "paró en unas mortales calenturas" y se sintió "cerca-
no de la muerte". El manejo de los khipus era laborioso y lento,
mientras que el otro sistema era sencillo y rápido, y se adecuaba
más al caso. Fue, en suma, un recurso de urgencia, transitorio, co-
mo que el testamento fue trasladado en seguida a los cordeles, a la
escritura oficial. Y fue así éomo, fallecido el monarca, su última vo-
luntad fue leida en los khipus y no en el báculo. "Juntáronse - dice
el cronista - los testamentarios y albaceas juntamente con el Quipo
Camayoc (ó Escrivano) y atentamente consideraron lo que los Qui-
pos y ñudos declara van". El Inka disponía que en el trono le suce-
diese su hijo Ninan Kuyúchij e instruía acerca del modo cómo su
cuerpo hubiera de ser trasladado al Cuzco: "Hallaron también por
los Quipos el orden que se avia de tener en llevar su cuerpo a el
Cuzco, y cómo se avía de entrar triumphando, y guardando ansí en
esto (como en todo lo demás) lo mandado por el muerto Rey".

Finalmente se invoca el testimonio de Fernando de Montesinos,


quien ase\'ers que en tiempos de Tukaturqa Apu Qhápaj, de la dinas-
tía Jamaut'a, "había letras y caracteres en pergamino y hojas ·de
árboles". Con la decadencia y disolución que sobrevino bajo el rei-
nado de Inti Mayta Qhápaj, "se perdió el gobierno de la monarquía
peruana, y en más de cuatrocientos años no volvió en si, y se per-
dieron las letras".
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 25
De esta manera la tercera tesis investiga y alinea los anteceden-
tes. Luego hace una estimación de las impresiones y afirmaciones de
algunos cronistas, de los principales que hemos venido citando has-
ta aquí: Sarmiento de Gamboa, Morúa, Valera, Cobo, Waman Puma,
otorgando un significado particularmente valedero a las palabras de
Joseph de Acosta: " así como, de veinte y cuatro letras, guisándo-
las en diferentes maneras, sacamos tanta infinidad de vocablos, asi
éstos de sus ñudos y colores. sacaban innumerables significaciones
de cosas".
Los impugnadores de la tesis, que no son pocos, opo-
nen a las afirmaciones de todas estos cronistas otras afir-
maciones de ellos mismos. "Los indos del Perú - · escribe en
efecto Acosta -, antes de venir españoles, ningún género de escri-
tura tuvieron, ni por letras ni por caracteres, o cifras, o figurillas,
como los de China y los de México". Los demás cronistas sostienen
también que los indios no tuvieron letras. Pero antes de nada des-
cubrimos en el mismo Acosta una aclaración, pues a renglón segui-
do nos hace saber qJJe los indios del Perú "suplían la falta de escri-
tura y letras parte con pinturas como los de México. . . parte y lo
más, con quipos". Los khipus, en una proporción mucho mayor que
las pinturas, reemplazaban a la escritura, es decir, asumían la fun-
ción de ésta, y este enunciado encuentra su demostración en l\neas
subsecuentes, cuando el autor con los nudos y colores hace expre-
sar "innumerables significaciones de cosas".
Por lo demás, la explicación de 'este doble aserto de los cronis-
tas se encuentra, a nuestro entender, en la mentalidad española de
la. época, particularmente en la de los religiosos y aventureros que
se desplazaban a las colonias. Ellos poseían un concepto fijo, inva-
riable acerca de la escritura. Eran incapaces de reconocerla en ele-
mentos y formas ajenos a los que ellos se hallaban habituados a ver
y utilizar. En su comprensión no cabía la idea de que un nudo he-
cho en un cordel pudiera también llamarse letra, o palabra, o frase.
La prueba nos· la ofrece el propio Acosta cuando nos dice: "Las se-
ñ.ales que no se ordenan de próximo a significar palabras sino cosas,
no se llaman ni son en realidad de verdad letras, aunque estén es-
critas". Es por esto que el cronista se limita a presentar los khipus
como sustitutos de la escritura, y Morúa a decir que "mejor se en-
tendían ellos con estos cordeles, o a lo menos tan bien como nosotros
por escrito", Sarmiento de Gamboa a contemplar admirado "las me-
nudencias que conservan en aquestos cordelejos", y Ondegardo a re-
conocer "que no pudiera creer si no lo viera·:.
Aparte de todo, cuando frecuentamos a los cronistas peninsula-
res, no dejamos de ver que su inquina contra los indios circula enta-
26 JESUS LARA

pujada entre las sinuosidades de sus páginas y no pocas veces salta


a la luz. Martín de Morúa. que hace víctimas de su salacidad a las
doncellas indias de su doctrina, endilga los calificativos más depri-
mentes a los hombres. Iguales calificativos tienen para ellos Antonio
de Herrera, y López de Gómara, y Antonio de Ullloa. Y Joseph de
Acosta no se halla libre de culpa. Por otro lado y como bien decía
José Carlos Mariátegui, los cronistas "miraron el panorama indíg<>-
na con ojos medioevales ... Sus juicios corresponden inflexiblemen-
te a sus puntos de vista españoles y católicos". En consecuencia, el
asombro, la admiración y el espanto que experimentan ellos delante
de los khipus tienen a nuestro entender· un significado mayor que el
que comúnmente se les atribuye. Si ellos, malquerientes de los in-
dios, fueron de esa manera impresionados, quiere decir que los khi-
pukamayujkuna, lejos de emplear los cordeles como simples ins-
trumentos de contabilidad o como medios nemotécnicos, leían'' en los
khipus como los cronistas en un libro cualquiera. Joseph de Acosta
no exageraba cuando escribía que "de sus ñudos y colores, sacaban
innumerables significados de cosas".

Aparte de oponer a unas frases de los cronistas otras frases de


ellos mismos, los impugnadores de la tercera tesis declaran inadmi-
sibles las palabras de Acosta en cuanto a las propiedades expresivas
de los khipus, porque tales propiedades, a ser evidentes, significa-
rían "la invención de un alfabeto sobre quipu", y se respaldan con
la crítica de Calancha. Proceden con la misma mentalidad española
del siglo XVII, no aceptan que una letra pudiera ser representada
por un nudo y juzgan que es imposible organizar "sobre quipu" un
alfabeto. No toman en cuenta que ya en el siglo XVIII el académico
italiano Sangro de San Severo demostró plenamente, aunque sti pro-
pósito cardinal no era, como anota Radicati, "encontrar la clave
para descifrar los antiguos quipus del Perú", que con hilos y nudos
de colores se podía también construir un alfabeto y dar cuenta de
ideas y hechos como con nuestros recur~os corrientes de escritura.
E invocan a Cálancha, olvidando o ignorando que este cronista no
hizo otra cosa que cosechar en predio ajeno y !!n su imaginación.

Los impugnadores de la tesis, cuando no encuentran recusable


la prueba, optan por pasarla en blanco. Esta conducta asumen, por
ejemplo, frente al testamento de Wayna Qhápaj Inka referido por
Cabello Valboa. Siendo así que la traslación de las disposiciones rea-
les, de la qillqa del báculo a los khipus, entraña un significado cuya
importancia no es posi~e d~jar de reconocer. Lo afirman inclusive
especialistas que no se hallan' ligados a una tesis. Es el caso de Ra-
dicati di Primeglio, quien se expresa sobre el particular en estos
términos: "De todos modos, gracias a las indicaciones de Cabello
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS '27

Valboa se podría quizás llegar a definir el quipu como sistema su-


perior al nemotécnico, pues, sirvió para registrar, en forma más
o menos perfecta, las ideas testamentarias del Inca, consignadas an-
tes en el báculo e interpretadas luego, a base del quipu, por los al-
baceas y el notario. Recordando nuevamente a Montesinos, debería-
mos por último, admitir que el quipu, posterior en el tiempo a la
qillqa, la pudo perfectamente reemplazar ,puesto que cumplió, tan
satisfactoriamente como ella, las mismas funciones. En este caso,
si qilqa es escritura, también el quipu lo sería".

La tercera tesis tiene todavía a su favor el sistema de comuni-


caciones por medio de los s.h'askikuna (mensajeros). Estos llevaban
las más de las veces._ mensajes inscr:itos en khipus. Si los khipus hu-
bieran desempeñando una función meramente aritmética o nemotéc-
nica, no habrían podido ser utilizados en la transmisión de informes,
peticiones, mandatos, etc.; su papel en estos casos habría sido perfec-
tamente negativo, pues la aritmética expresa cantidades y nada
más y la nemotécnica es para recordar, no para adivinar. De ma-
nera que es innegable que los khipus de los sh'askikuna contenían
mensajes redactados con los nudos y los colores, los cuales ejercían
las funciones del papel y de la tinta.

Así, de esta suerte argumentan los partidarios de esta tesis y


extraen la conclusión de que los khipus constituían un lenguaje gráfi-
co perfecto y completo.

Entretanto, la ciencia de la investigación no se halla del todo


acorde con las conclusiones de la tercera tesis ni lo estará hasta que
se llegue a descifrar los khipus conocidos o los que en adelante fue-
ren descubiertos; Sin embargo, como subraya Radicati, ya reconoce
que "es innegable que estos cordelitos fueron algo más que la ex-
presión de números y (que) un medio individual de recuerdo". De
esta manera admite implícitamente que los khipus, no siendo sólo
medios aritméticos ni nemotécnicos, constituían un sistema de escri-
tura y para pronunciarse en definitiva en este sentido no espera 1:1ino
que se logre el descifre.
LITERATIJRA PREHISPANICA

LA BIBLIOGRAFIA COLONIAL

Los conquistadores del Perú, harto cautivados por el diario


hallazgo de pilones de oro y plata, no se interesaron en la húsqueda
de los valores espirituales del pueblo sometido. Ansiosos de gozar
plenamente de sus derechos señoriales, veían en el indio un conjunto
de fuerzas físicas aprovechables antes que aptitudes propias de un
ser dotado de sensibilidad e inteligencia. Si el impulso de la fe les
colocaba junto al espíritu aborigen, era tan sólo para arrancarle las
raíces de la vieja idolatría y ver alzarse en su lugar el imperio• de la
cruz. Los historiadores primitivos pasan de largo ante la riqueza
cultural autóctona y, aun no siendo el vacío de ningún modo ahoslu-
to, dan lugar a que sus sucesores extraigan de ahí conclusione; las
más singulares. Hasta mediados del siglo XIX, únicamente la a1·qui-
tectura merecía algún gesto de indulgencia. Las otras maneras de
expresar la belleza eran negadas. La segunda mitad del siglo XIX y
el actual constituyen una era de descubrimientos para la historia
del pueble quechua. Aparecen Molina, Morúa, Betanzos, Salkama)'·
wa, Vásquez de Espinoza, Guamán Poma y otros muchos autores dti
los siglos XVI y XVII que dormian inéditos en archivos y bibliote-
cas. Se tiene el hallazgo de códices que guardaban piezas teatrales
y leyendas de indiscutible mérito. Se profundizan estudios, se enta-
blan polémicas y empieza a lapguidecer el antiguo criterio. La ar-
quitectura atrae ahora a investigadores y a turistas de todo 'el mun-
do, al par que la música y las demás artes van mostrándose en su
pristina y real existencia.

Los historiadores de la conquista del Perú, aquellos cuyas


obras merecieron en su tiempo los beneficios de ia imprenta, no nos
30 JESUS LARA

ofrecen nada definido acerca de la literatura del pueblo quechua.


Antonio de Zárate, Francisco López de Gómara y otros que abarcan
la civilización incaica, guardan silencio absoluto al respecto. Anto-
nio de Herrera alude incidentalmente a los versos que se canta;.,an
en las fiestas y dice: " ... el pie de la Copla, i algunos de estos Ro•
manees, i Poesías eran muy artificiosos de Historia, otros supersti-
ciosos, otros de disparates ... " (Década V, Libro VII, Capítulo X de
"Historia General de los Hechos de los Castellanos"); pero no en-
tra en pormenores ni consigna una muestra. Concolorcorvo, autor
indígena de la colonia, al denunciar la idolatría superviviente entre
los suyos, informa que ella se conserva en la antigua tradición y que
va transmitiéndose "por medio de su idioma en cuentos y cantares.co-
mo ha sucedido en todo el mundo" ~Capítulo XVIII de "El Lazari-
lo de Ciegos Caminantes"). El Inca Garcilaso consagra en sus "Co-
mentarios Reales" breves referencias a la literatura incaica. Según
él, conocieron el teatro y "De la poesía alcanzaron otra poca, por-
que sJJpieron hacer versos cortos y largos, con medida de sílabas".
Al mismo tiempo nos da a entender que los arawikus (poetas) com-
ponían sobre una diversidad de temas: alude al amor,.a la religión.
la historia y "otras muchas maneras de vet-sos". Llega a presen-
tarnos dos ejemplos, de los cuales nos ocuparemos más adelante.

Son los autores que no· alcanzaron en su época el privilegio de


la imprenta quienes se hah encargado de entregarnos los testimo-
nios valederos. Pedro de Cieza de León, en su obra "Del Señorío de
los Incas", escrita a mediados del siglo XVI y publicada por primera
vez en 1879, habla especialmente de los romances y villancicos que
los quechuas cantaban en sus fiestas, rememorando las proezas de
sus monarcas o como simple esparcimiento, a cuyo ·objeto "para ca-
da negocio tenían ordenados sus cantares o romances".

Fray Martín de Morúa, religioso mercedario, en "Los Orígenes


de los Incas" incluye valiosas referencias a la poesía del Tawantin-
suyu, un himno sagrado traducido al castellano y, también traduci-
da, una hermosa leyenda. •

Miguel Cabello Valboa, autor de "Miscelánea Antártica",


compuesta hacia 1586 e impresa en 1840 en lengua francesa y recién
en 1920 en el idioma original, transcribe en su obra, al mismo tiem-
po que importantes referencias a la•poesía de los Incas, otra leyen-
da quechua traducida al castellano.

Contemporáneo de los anteriores y religioso secular, Cristó


bal de Molina, el Cuzqueño, dejó un manuscrito sumamente impor-
tante con el título de "Relación de las Fábulas y Ritos de los Incas
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS. 31

en el tiempo de su infidelidad" Una copia de la obra fué conservada


en la Biblioteca Nacional de Madrid. No se sabe quien la descu-
brió; pero fue dada a conocer por el peruanista inglés Clements R.
Markham, quien publicó en 1873 una versión inglesa de ella. El tex-
to castellano fue publicado por primera vez en 1913 en la "Revista
Chilena de Historia y Geografía", de Santiago y, más tarde, en la
"Colección de libros· y documentos para la historia del Perú", en Li-
ma, 1916. Al describir las ceremonias del warachiku, semejantes en
cierto modo a aquellas que en la España medieval celebraban al ar-
mar caballeros a los jóvenes, Molina menciona varios cantares que
se entonaban durante aquellas solemnidades y que conocían con los
nombres de Warita, Wari, Quyu y Yawayra. A decir del autor, el
segundo de estos cantares era conocido desde los tiempos de Manku
Qhápaj y el tercero fue compuesto por el Inca Pachakútj. A este
Inca le atribuye también el autor la canción llamada Chapaywanllu,
que se entonaba en las fiestas de diciembre. Pero no es esto lo más
importante que nos transmite la Relación de Molina, pues ella con-
tiene un puñado de magníficos himnos religiosos dedicados a las di-
vinidades que adoraban los quechuas.

Se cree que Molina era mestizo, aunque no faltan quienes ie


consideran blanco puro. Fue párroco del beneficio de Nuestra Se•
ñora de los Remedios, en el Cuzco, y doctrinero en varias provincias
del Perú. Conocía el quechua y estudió a fondo la religión de los In-
cas.

No siendo autógrafo, el manuscrito que se conserva es una


copia de las que se hicieron durante la colonia. Es posible que el co-
pista no hubiese conocido el quechua, .pues los himnos, considerado:.
en su actual disposicjón literal, son poco menos que incomprensibles.
Hay que poseer a fondo el idioma si se quiere penetrar su verdadero
sentido. El embrollo resulta, por una parte, de una deplorable sus-
titución de unas letras por otras y, por otra, del hecho de que en
tiempos de Molina solfa dejarse, dentro de las palabras, sueltas,
sin ligazón las sílabas. De ahí que los copistas cargaron a unas pala-
bras silabas que pertenecían a otras, creando. una confusión a ve-
ces desconcertante.

Con el objeto de estudiar mejor los himnos y alcanzar el valor


de su contenido, Ricardo Rojas consiguió en 1937 que el quechuista
peruano J. A. Rozas les restituyera su fisonomía literal primitiva.
Dado que Rozas, como·cuzqueño que era, dominaba los secretos del
quechua, su trabajo fue serio y satisfactorio. Los cánticos, así recons-
tituidos, aparecieron en "Himnos Quichuas", opúsculo publicado
por Rojas en Buenos Aires aquel año de 1937.
32 JESUS LARA

Jua~ de Betanzos, expedicionario de Cajamarca y después in-


térprete de los virreyes, casado con una hermana de Atawallpa, es-
cribió en 1551, por encargo del virrey Mendoza, una importante obra
sobre la dinastía de Manku Qhápaj, bajo el título de "Suma y narra-
ción de los Incas". Esa obra, publicada recién en 1880, contiene no-
ticias acerca de la poesía histórica del pueblo quechua. Por ellas
sabemos que dicha poesía contenía la vida y hazañas de los monar.
cas y era cantada en las grandes solemnidades por las mamakuna,
doncellas escogidas y envejecidas al servicio del Sol en los con ven•
tos.

A principios del siglo XVII, Juan de Santa Cruz Pachakuti


Yanki Sallkamaywa, "indio por todos cuatro costados, y no de lo,;¡
orejones cuzqueños sino de raza collahua" como nos dice Marcos Ji-
ménez de la Espada, escribió una "Relación de Antigüedades deste
Reyno del ·Pirú". El manuscrito, hallado por este sabio peruanista
español en la Biblioteca Nacional de Madrid, obtuvo los beneficios
de la imprenta junto con la "Relación de Molina en la versión in-
glesa de Markham, 1873, habiendo el texto castellano aparecido en
1879, en "Tres Relaciones Peruanas" de Jiménez de la Espada. Al
modo de Molina, el escritor indígena da nombres de· algunas cancio-
nese como Qayu, Tinma, Ayma y Wallina, que se entonaban en las
solemnidades de Qhápaj Raymi (fiesta grandiosa) y atribuye la pa-
ternidad de ellas al Inka Mayta Qhápaj. Asimismo nos proporcio-•
na nombres de comediantes especializados en diversos géneros tea-
trales. Aparte de esto, transcribe en el idioma original un puñado de
cánticos dirigidos a las divinidades.

Como todos los escritores de su tiempo, Sallqamaywa dejó sin


ligazón las silabas dentro de las palabras. Los transcriptores de los
himnos entre ellos Markham y Jiménez de la Espada, no muy conoce-
dores del runasimi, cometieron serios errores en la copia, adjudi-
cando a unas palabras sílabas t,iue. pertenecían a otras.

Con el propósito de conocer el real contenido de los himnos


de Sallkamaywa el peruanista argentino Samuel Lafone Quevedo en-
comendó en 1829 al quechujsta Miguel Angel Mossi la versión de di-
chos himnos al castellano. El trabajo se realizó con pésimos resulta•
dos. Mossi trató de restaurar el texto original con muy mala for-
tuna y su traducción destruía a menudo el sentido de los versos. En
opinión de Ricardo Rojas los desaciertos del traductor se debieron
a atendibles razones de salud. Sin duda tenía razón Rojas, en pa1 te.
Pero nosotros, al cabo de un examen detenido de la obra profusa de
Mossi, nos hallamos en condiciones de probar que la causa está, an-
te todo, en el deficiente conocimiento del idioma. Admiradores, años
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 33

atrás, de la experiencia del quechuólogo italiano en los secretos del


runasiml, hemos comprobado que sus obras son ante todo compila-
ciones y paráfrasis de otros autores. Su famoso "Diccionario Qui-
chua-Castellano" reproduce al pie de la letra a Diego González
Holgufn y a otros. En su no menos famosa traducción del Ollántay
se ven tales descuidos y errores, que ellos no pueden ser imputables si-
no a la falta de posesión del quechua. Y en su traducción del último
cántico de Sallqamaywa cae en un error cuya explicación sólo se pue-
de encontrar en su ignorancia. El códice de Madrid consigna: "llo-
llavatica haocha aucasopay", y Mossi traduce: "Mentiroso Wati -
cruel enemigo diablo", sin preocuparse del arreglo gramatical del
texto primitvo, el cual debe leerse: "Llulla watiqa - jauch'a auqa
súpay", cuya versión literal es: Tentador fementido, - demonio furi-
bundo y enemigo.

El año de 1608 - 1598 según José Maria Arguedas, - Francisco


de Avila, sacerdote que vivió muchos años en el valle de Waruchiri,
recogió de labios de los indios, en el idioma de la tierra, relatos ma-
ravillosos acerca de la teogonía de los quechuas. El .mismo tradujo
los primeros capítulos al castellano, pero en una forma defectuosa,
conforme nos señala Paul Rivet en su "Bibliographie des langues
aymará et quichua". El texto quechua no lleva titulo y abarca 66
folios. La traducción se halla encabezada por un título s11mamente
largo, cuya parte principal dice: "Tratado y relación de los errare'>,
falsos Dioses, y otras supersticiones, y ritos diabólicos en que vivían
antiguamente los indios de las Provincias de Huaracheri, Mama y
Chaclla". Más abajo se lee: "Es materia gustosa, y muy digna de
ser sabida". El descubrimiento del códice correspondió igualmente
a Jiménez de la Espada; mas fue Markham también quien lo dió a
conocer, aunque Umitándose a los capítulos traducidos por Avila, .:n
su versión inglesa de 1873. Hermann Trimborn, notable quechuista
alemán, publicó trozos importantes del texto quechua, en español
y alemán, en 1936, en España y Alemania. En 1939 dió a la imprei1-
ta, en Leipzig, el texto quechua completo acompañado de su respec-
tiva traducción .al alemán. Hipólito Galante, peruanista y latinista
italiano, editó en 1942, en Madrid, un volumen que contenía una re-
producción fotostática del texto quechua, más una transcripción del
mismo en caracteres de imprenta, una traducción al latín y un texto
castellano, vertido del latino en forma muy imperfecta por Ricar-
do Espinoza, de la Universidad Central de Madrid.

En los autores que hasta aqui hemos examinado, excepción he-


cha de Garcilaso, no aparece ningún propósito definido de ingresar
en el campo de la literatura indígena. Esto, porque las realidades
intelectuales del pueblo sometido no constituían una preocupación,
34 JESUS LARA

ni fundamental ni accesoria, para los colonizadores. Si en varios de


ellos encontramos referencias y muestras de versos y leyendas, no
es porque hubiesen puesto un interés particular en buscarlas y con-
signarlas, sino porque las hallaron íntimamente ligadas a las prácti-
cas religiosas y a las costumbres. Pero los españoles habían trope-
zado con una idolatría y una superstición enraizadas ha:¡ta lo más
profundo en el espíritu aborigen. Para perpetuar su dominación y
explotar en paz sus posesiones necesitaban sustituir a Wiraqucha, al
Sol y a los wak'as con la Santísima Trinidad y los santos' católicos.
Entonces, a fin de dirigir su ofensiva contra objetivos concretos, se
pusieron a estudiar las creencias de los indios. Testimonio suficien-
te nos ofrece el caso de Cristóbal de Molina. Este, por mandato de
las autoridades, tuvo que escribir una "Relación" acerca "de los
usos y costumbres que los indios tenían en el tiempo de su infideli-
dad"; asimismo tuvo que hacer viajes de estudio por orden del vi-
rrey. Como presume Raúl Porras Barrenechea, no es improbable
que la obra misma hubiese sido escrita a pedido del obispo Sebastián
de Lartaún. No sería raro que otro tanto hubiese ocurrido con el
indio Sallkamaywa y otros autores -que se ocuparon de la religión
política y costumbres de los Incas.

El caso del Inka Garcilaso es excepcional. Se ve en él un


propósito claro de mostrarnos que el pueblo inkaico tuvo una litera-
tura. Pero sus "Comentarios Reales" fueron escritos 40 años des-
pués de que él babia abandonado la tierra nativa. No contó con el
material necesario para respaldar sus afirmaciones y la memoria
no pudo ofrecerle sino una estrofa de escasa significación. Tuvo
entonces que remitirse a los .papeles del padre Bias Valera a fin
de salvar siquiera parcialmente su conflicto. El poema que se en-
cuentra allí posee indudable calidád, pero se dice que no es suficien-
te para probar la existencia de una literatura.
Los aportes de Garcilaso, M;olina, Sallkamaywa y los otros se
ven notablemente enriquecidos con los que nos proporciona Felipe
Guamán Poma de Ayala, autor de "El primer nueva cÓrónica y buen
gobierno", manuscrito de gran valor descubierto en Copenhague por
Richard Pietschmann en 1908 y publicado por Paul Rivet en una
magnifica edición fotostática, en París, en 1936. Guamán Poma co-
pia en esta obra composiciones de variado sabor y estilo. Aunque
no trata expresamente de la poesía de los Incas ,la índole de los he-
chos que relata le dan oportunidad para ir transcribiendo algunos
poemas que seguramente le fueron leídos por los Khipukamayus.
Aunque escribe su obra en castellano, pero eri un castellano mal
aprendido y peor empleado, copia los versos en el idioma original,
acaso por las difcultades que encuentra para traducirlos.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 35

A todos estos testimonios hay que agregar los que han hecho
llegar hasta nosotros algunos conservadores y coleccionistas com•J
Antonio Valdez. Pablo Policarpo Justiniani, Ismael Vásquez y José
Armando Méndez. Los dos pcimeros tienen el mérito de haber con-
servado el drama Ollántay. Vásquez y Méndez coleccionaron versos
de origen muy antiguo.

I I

LA PO E SI,A

De un modo general la poesía iba acompañada de la música,


lo que equivale a decir que era cantada. De ahi que los nombres con
que se distinguía la música de cada estilo servían también para de-
signar los versos. Antonio de Herrera, el Jesuita Anónimo, el indio
Sallkamaywa y otros autores nos informan que en sus fiestas los
quechuas pasaban horas y días cantando su poesía. Esta particulari-
dad no era exclusiva del pueblo incaico, pues todos los pueblos an-
tiguos procedian de idéntica manera. Los griegos cantaban su poe-
sia :al son de la lira, nombre éste que ha sido adjetivado para cali-
ficar toda una rama de la poesia. Los hebreos utilizaban el harpa
y el rabel para el mismo objeto. El pueblo gaélico no cantaba su
poesia sin_ la concurrencia del harpa. En aquellos tiempos, por lo
mismo de que las modalidades de la vida eran distintas, como lo eran
también los problemas y las inquietudes del hombre, la poesía cons-
tituía una necesidad colectiva y llenaba una función social múltiple.
Los rapsodas cantaban los poemas de Homero por las calles anle
la multitud. Los bardos de Osián cantaban ante la muchedumbre
de la corte y del ejército.

El cultivo de la poesía no se circunscribía a la nobleza cuz-


queña como afirman algunos investigadores; por el contrario, hallá-
base extendido en todo .el imperio. Las palabras arawiku (poeta),
takl (canción), Jailli (himno), arawi (canción amorosa), etc., eran
comunes en el lenguaje del pueblo, el cual, según la mayoria de los
cronistas, se distinguía por su afición a la música y a la poesía. En
las grandes fiestas del Cuzco, centenares de kurakas provinciales
se presentaban con ofrendas y cantos regionales. En las faenas agrí-
colas y en· los juegos -públicos que se realizaban periódicamente en
todo el país, la poesía desempeñaba un papel de notoria importancia.
Había. entonces arawlkus entre la clase noble y entre los Jatunruna.
Waman Puma transcribe algunas poesías en aymara, y los aymaras
- pueblo sometido a la soberanía del Cuzco - pertenecían a la cla-
se mayoritaria del pueblo. Había arawikus inclusive entre los monar-
36 JESUS LARA

e-as. Sallkamaywa atribuye algunas composiciones a Mayta Qhápaj


y Molina atribuye también otros··a Pachakútij. Sarmiento de Gam-
boa va más lejos, pues llega a ofrecernos versos que, en versión caf-
tellana, se hallan consignadas así: "Nad como lirio en el jardín, y
ansí fu,í criado, y como vino mi edad, envejecí, y como había d~
morir, así me sequé y morí". Estos versos, según Sarmiento de Gam-
boa, fueron cantados por Pachakútij en la hora de su muerte.

Era considerable la variedad ele estilos de composición. El


.iallll, 'el arawl, el taki y el wawaki constituían los principales tipos
de verso cantado. El wayñu, la qhashwa, la samak'uika y el qharuyu
eran además géneros de danza. El aránway y el wanka no requerían
música y eran simplemente recitables.

1.- EL JAILLI

Era una composición que podía encontrar una equivalencia


muy aproximada en el himno español. Su temario abarcaba la re-
ligión, la historia y la agricultura. Ocupaba un sitio importante den-
tro de la lírica del Inkario. Tratándose de un pueblo esencialmente
religioso, conquistador y agrícola, una primordial preocupación 1e
sus poetas iba encaminada al ensalzamiento de los dioses y de los
héroes y a la dignificación del trabajo de la tierra.

Los himnos sagrados, compuestos generalmente por sacerdo-


tes que eran al mismo tiempo arawikus y algunas veces por los pro-
pios monarcas, invocaban a Tijsi Wiraqucha ,al Sol, al Rayo, a la
Luna, a Pachamama - deidad que habitaba en estado inmanente
en el seno de la tierra - y a todos y cada uno de los demás wak'as
(dio§es) que en gran número existían en el Tawantinsuyu. El jailli
heroico y el agrario salían de lo,s arawikus comunes y celebraban el
uno los hechos y virtudes de los Inkas y de los próceres y el otrc,
todo cuanto tenía que ver con la siembra y la cosecha.

a) EL JAILLI SAGRADO. EL HIMNO DE VALERA

Entre los himnos sagrados que han llegado hasta nosotros hay
fragmentos de profunda belleza, intérpretes del alto nivel de espiri-
tu¡-¡ lidad que alcanzó la cultura incaica. Muchos de esos himnos se-
ducen por su transparente simplicidad, por la gratitud elemental que
emana de ellos para la deidad que crea y gobierna y que otorga el
sustento. la paz y la felicidad. Muchos cautivan por su elevación
hasta los planos que lindan con la metafísica.- Todos, por la fuerza
emotiva que palpita en ellos. Hay escritores que los comparan con
harto fundamento con los cánticos del Rig-Vcda.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 37

Un jailli sagrado muy conocido, el que más a mano encuentraa


quienes se ocupan de la cultura inkaica, es aquel que Garcilaso in-
cluye en el Capitulo XXVII, Libro II de sus "Comentarios Reales".
El ilustre mestizo lo copió de un manuscrito del padre Bias Valera,
quien declara a su vez que los versos le fueron leídos en ios khip11s
por los khipukamayus. Es un poema muy breve, en que con un sin-
gular juego de imágenes, se interpreta el acontecer dé la lluvia. La
princesa del. cielo tiene un hermano que se divierte quebrando el
cántaro en que ella acostumbra traer agua de la fuente. El fin de la
vasija viene a traducirse en el triple fenómeno del rayo, y de las ma-
nos de la doncella cae el agua a la tierra en forma de lluvia y a
veces como granizo y también como nieve. El canto acaba reconocien-
do que tal es la misión que Wiraqucha, el Supremo Hacedor de los
Inkas, ha encomendado a la princesa del cielo. Es un poema de difi-
cil traducción por el raro sentido de síntesis con que está compuesto
.Y su clara belleza sólo puede ser estimada por quienes poseen el que-
clma.

Los Himnos de Molina

En su obra "Fábulas y ritos ·de los Incas" Cristóbal de Moli-


na. el Cuzqueño, nos ofrece una información muy documentada acer-
ca de las creencias religiosas del pueblo quechua. Con el propósito
de encaminar mejor sus averiguaciones el autor reunió "cantidad d~
algunos viejos antiguos que vieron e hicieron, en tiempo de Wayna
Qhápaj, de Wáskar Inka y de Manko Inka, hacer las dichas ceremo·
nias y cultos, y algunos maestros y sacerdotes de los que en aquel
tiempo eran". Molina describe en forma amena y con lujo de por-
menores las diversas fiestas que en el curso del año celebraban. Se
detiene de modo particular en Situwa Raymi, solemnidad que, co-
menzando en la luna nueva de agosto, se prolongaba por espacio de
varios días. El quinto día, congregados el Inka, los dignatarios y el
pueblo en la plaza principal del Cuzco, en presencia dJ! las imáge-
nes de Wiraqucha (Supremo Creador), lnti (Sol) e lllapa (Rayo),
cantaban los sacerdotes una multitud de himnos sagrados, de los
cuales Molina recoge once. También los señores principales canta-
ban himnos y de estos el cronista copia uno. Cada himno lleva al
pie, bajo el título de "Declaración", una traducción muy libre, diría-
mos más bien una interpretación amplificada del ci,ntenido.
El primer jailli, que Molina titula "Oración primera al Hace-
dor", se halla dirigido a Tijsi Wiraqucha y empieza así:

Tijsi Wiraqucha, Raiz del ser, Viracocha,


Qaylla Wiraqucha, Dios siempre cercano,
T'ukapu ajnupúyuj Señor de vestidura
38 JESUS LARA

Wiraqucha, Deslumbradora,
Kámaj, chúraj, mos que gobierna y preserva,
Qhari kachun, Que crea con s61o decir
Warmi kachun "Sea hombre, \
Jljispa rúraj. Sea mujer".

Es una invocación sencilla y de diáfana profundidad, que en


pocas palabras define la esencia y el poder del dios. Pregunta a éste
dónde se halla, si en el mundo exterior o en el interior, si en la luz
o en la sombra y le pide que escuche y responda, que conceda a los
mortales vida próspera y les conduzca de la mano perpetuamente.

Este himno fue captado también por Martín de Morúa hacia


1590 y consignado, en traducción castellana, en el Capitulo VII de su
obra como una plegaria dirigida por el Inka Qhápaj Yupanki al dios
invisible "Hacedor del mundo llamado Pacha camac o Pacha yacha•
chic".

Los demás himnos, exceptuando el sexto y el décimo, se diri-


gen también a Wiraqucha. Sus demandas son siempre simples, de
cosas elementales, pero expresadas con un claro sentiÍ:lo poético. El
dios debe permitir que la especie humana se multiplique y viva
exenta de peligros, que las tierras siempre se conserven fértiles y
produzcan el sustento suficiente para que los hombres no padezcan
hambre ni privaciones, y que los mortales sean conducidos por ca-
mino derecho, sin caer en la maldad. En algunos cantos ruega por el
Inka, que debe ser resguardado de todo riesgo en unión de sus va-
sallos y salir siempre victorioso de sus enemigos, sin que se le acor•
ten sus días ni su ventura.

Los cánticos sexto y décimo son inYocaciones al Sol. Le piden


que provea de luz y calor a los hombres y que decrete qµe los Inka~
nunca sean vencidos ni despojados, puesto que con este sino los en•
gendró él mismo.
En los himnos' de Molina, Wiraqucha es invocado con sus nu-
merosos atributos. tan numerosos como . sus bondades. Al revés de
los dioses católicos, Wiraqucha se recomienda por su munificencia
y por su mansedumbre. Es una deidad que no conoce la ira ni blan-
de la amenaza ni inflinge el castigo; por eso nadie le pide clemenC'ia
ni nadie Je le aproxima con miedo ni remordimiento.

En este punto es necesario referirse a una E:quivocación que


existe entre los escritores respecto del nombre del dios a quien los
Inkas tenían por Creador. Se confunde por lo general el nombre con
los atributos de la divinidad. El nombre propio .del dios es Wiraqu-
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS

cha. Los quechuas le llamaban a veces Illa Tijsi Wiraqucha y a ve•


ces Kuniraya Wiraqucha. De donde resulta que Pachakámaj (gobier-
no del mundo), Pachayacháchij (Maestro del mundo), Pachawállp'aJ
(creador del mundo), etc., son simples atributos que le reconocen los
hombres. Y es preciso anotar que Pachakámaj, era ante todo nom-
bre propio del dios del terremoto, dios llamado también Pachakuyu-
chi. A su vez la palabra Wiraqucha no era compuesta ni quería de-
cir "espuma de la mar" o "manteca de la mar" como pretenden Polo
de Ondegardo, Cristóbal de Molina, el Almagrista f otros autores.
Esta afirmación es desmentida firmemente por Cieza de León, el
Jesuita Anónimo, Juan de Betanzos y otros. El Jesuita Anónimo di-
ce: "Wiraqocha, que significa dios invisible", y Betanzos anota:
" ... decían que quería decir "manteca de la mar" y "espuma de la
mar"; lo cual no quiere decir aquello, sino pro1>iamente Dios".

Los himnos de Sallqamaywa

Juan de Santa Cruz Pachakuti Yamki Sallkamaywa recogió en


su "Relación de Antigüedades deste Reyno del Pirú", de labi-os de
sus mayores, "noticias antiquísimas y las historias, barbarismos y
fábulas del tiempo de las gentilidades". Su relato es suscinto y es-
crito con un sabor original. Contiene principalmente rasgos· biogra-
ficos y anecdóticos de los Inkas, desde Manku Qhápaj hasta Atawall-
pa. Se ocupa con alguna preferencia de la religión de los quechuas y
cree que T'unapa, dios en figura h,umana que pasó por estas tierras
en una remota antigüedad, fue el apóstol Santo Tomás. En el curso
de su narración pone en boca de los monarcas y del pueblo cántico;;
cuyo número llega a seis, más una canción de carácter profano. El
autor los transcribe en la lengua original, sin traducción al castP.-
llano.
Según Sallqamaywa, el primer jailli fue entonado por Manku
Qhápaj, cuando éste se puso a rogar a Wiraqucha por la prosperi-
dad de su hijo Sinchi Ruka. Las características del himno son más
o menos las mismas que encontramos en los de Molina. Invoca los
atributos de la divinidad, busca su presencia en.algún sitio del uni-
verso, demanda su respuesta y reconoce que al imperio de su volun-
tad obedecen el sol, la luna y la tierra, de igual manera que la no-
che, el día claro, el otoño y el invierno, y declara que fue él quien
le concedió el poder. Hé aquí un fragmento:

Intiqa, Killaqa, El Sol y la Luna,


P'unchauqa, tutaqa, El• dfa y la noche,
Manan yanqhachu; El otoño y la primavera
Puqu~qa, chirauqa No son en vano;
40 JESUS LARA

Kamachisqan purin, ObedecenJ a un mandato;


Unanchasqaman, De modo previsto
Tupusqamanmi Y medido
Chayamun. Llegan.

Luego Manku Qhápaj se dirige a T'unapa mediante otro jailli,


pidiéndole que no te olvide, que le preserve en el Cuzco porleroso y
que, a su muerte, se preocupe de sus vasallos y les fortalezca.

Cuando Manku Qhápaj instituye el oficio del sacerdocio. Sall •


kamaywa pone en sus labios el tercer cántico. el cual posee un hon-
do sentido místico. Hay que aprender a llamar a la divinidad en el
lenguaje más gozoso, ya de dia, ya de noche, y esperarla en estado
de abstinencia. Y esto será para la ventura venidera, pues nos oirá
el Tijsi Qhápaj (poderosa raíz del todo) desde el punto donde es-
tuviere, y tendremos su aprobación.

El cuarto himno es un conjuro del que comúnment<, se sirven


los Inkas para dialogar con los wak'as (dioses). Se dirigen a ellos
en nombre del que gobierna el cielo, la tierra y los mares. del que
posee el poder invencible y créa con sólo decir: "Este sea varón.
ésta sea mujer". Les preguntan quiénes son, cuáles. y a qué han ve-
nido.
El siguiente jailli se canta en Qorikancha, templo del Sol, du-
rante las fiestas con que Inca Ruka celebra el nacimiento de su hi-
jo Yáwar Wáqaj. Contiene conceptos de adoración al Hacedor. No
dicen su alabanza los hombres solamente, sino también los ríos. lm,
cascadas y los pájaros.

El último jailli es un conjuro que canta el lnka Wáskar en


presencia de más de 40 wak'as. Comienza increpando al súpay, falsa
deidad, arrepintiéndose de haberle rendido adoración y ofrecid,.,
holocaustos. Dice:
Llulla watiqa, Tentador Fementido,
Juch'a auqa súpay' Fiero y adverso demonio,
Sh'ikiymanta, En mis horas de riesgo,
Pallqoymanta, Y de extravio,
Ch'irmayüaymanta Y de perversión,
Qanta, Qusqu qhapajpa A ti, adversario
Aunaankunata Del Cuzco poderoso,
Much' arqaykichij '1e rendí adoración
Kallpaysaywan, Con toda mi entereza,
Kallparikuywan, Con toda!! mis energías,
Aspakayñiywan, En holocaustos y festines,
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 41
Runa arpayñiywan, Y todo lo sacrifiqué
Qanta, jillu súa ' Por ti, maestro
Kunajtaqa. De ladrones avaros.

En el resto del himno el Inka hace votos por que sus hijos y
sus nietos se dirijan a los wak'as en iguales términos, ya que a él,
siervo de T'unapa Tarapaka y del sabio Wiraqucha, le fué dado exe-
crarlos durante toda la vida.

Otros himnos

Otro autor que recogió la poesía sagrada de los Inkas fue don
Felipe Guamán Poma de Ayala, indio neto como el anterior y con-
temporáneo suyo. Su obra Nueva Corónica y buen gobierno ya ha te-
nido bastante difusión y cuenta con numerosos comentaristas. Los
jaillis que transcribe este autor se cantaban particularmente _en
tiempos de sequía. Hay uno dirigido a la Madre Luna como una im-
ploración del hombre que ve sus sementeras desfallecientes y su co-
secha comprometida por la larga ausencia de la lluvia. El es un ser
infeliz que sin el don deJ cielo no podrá subsistir.
Killa Quya Mama. Reina y Madre Luna,
Yakujsallayki, Danos el don de tus aguas
Unajsallayki, Y el amor de tus lluvias.
Ayauya waqaylli, ¡Ay, oye nuestra invocación!
Ayauya pupuylli. ¡Ay, atiende nuestra congoja!

Los coleccionistas del siglo XIX, espcialmente Ismael Vás-


quez y José Armando Méndez, nos ofrecen algunas valiosas joyas
que llegaron a ellos de .manos de preservadores más antiguos. Es
notable un himno marcado con el número LXXIV que copiamos de
la colección Méndez. Se halla compuesto en versos tetrasílabos y tri-
sílabos alternados. El poeta ruega al Sol por la salud del Inka mori-
bundo. Tras fervoroso vocativo, pide al dios que no permanezca in-
diferente al soberano, quien no cesa de llamarle con los ojos y las
manos, puesto que ·

Manan simin Ya no tiene


Kanñachu, Palabra,
T'ipinqañan Ya se acaba
Samayñin. Su aliento.

La insistencia de la imploración es intensa y busca que la om-


nipotencia del Sol ponga la mano sobre la agonía del monarca, y el
poder de su fuego sagrado, y el milagro de su esencia divina. Es me-
nester que el Inka viva, porque lo necesita el Cuzco y porque el im-
42 JESUS LARA

perio entero está sollozando ante la inminenpia de su muerte. Si se


opera el prodigio, habrá fiesta en el Cuzco, ,esacrificará un cente-
nar de llamas y la sangre del holocausto llevará al corazón del dios
la gratitud de los vasallos. En la estructura del poema hay una sen-
cillez, una·· espontaneidad dificil de conseguir en nuestros tiempos.
Ninguna palabra está de más y todas parecen caer con un susurro
semejante al que produce la brisa entre las ramas.
Igual espontaneidad y aun mayor fuerza de síntesis existe en
un cántico que desprendemos de "Poesía folklórica quechua", de Jo-
sé M. B. Farfán, quechuista cuzqueño. Es un canto al aliento bienhe-
.::hor del Sol, que está determinando la final madurez de las semen-
teras. Hay indicios que auguran abundancia y el corazón del hom-
bre, agradecido de antemano, prorrumpe:
Mast'arímuy wach'iykita, Arrójanos la lluvia de tus
flechas,
Kicharímuy ñawiykita, Abrenos la puerta de tus ojos,
Súmaj ráuraj Intillay. ¡ Oh Sol, fuente de lumbre
bienhechora

Un jailll de honda w,.tensidad es Runakámaj'. Canta al dios in-


visible de los Inkas en la hora del amanecer. El mundo, al inundar-
se de luz, se abre en inmensa actitud de bienvenida. El cielo disipa
sus nubes·; el Sol, rey de las estrellas, extiende su cabellera de oro;
el viento junta las ramas de los árboles; los pájaros cantan; perfu-
man las flores; los peces se ufanan en la entraña del lago; el ria
brama; la roca se viste de verde; la serpiente, la vicuña y la viz-
cacha se domestican. Todo esto sucede en el vasto escenario de la
naturaleza en homenaje a Wiraqucha. Y el hombre, así como todos
los seres y cosas, también rinde adoración a su Padre y Criador.
El poema es un panorama diáfano donde cada elemento es una músi •
ca, un color y un aroma que el fervor humano transforma en plegaria.
Hé aquí una estrofa:

Nánaj mayupas El rio caudaloso


Rakhu takiywan Con su bronco cantar
Añayñisqanñan Va rindiendo alabanza
Wiraquchata. Al Supremo Hacedor.

b) El Jallli heroico y el agricola

El jailli heroico relataba y loaba las hazañas de los guerrerm


y las victorias del ejército. Estos cantos eran conocidos con el nom-
bre de Jaich'a y también con el de átly jallll. Los cronistas, comen-
zando de. Cieza de León, y acabando en Waman Puma, nos llegan ri-
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 43
cos en referencias acerca de la profusa poesía con que los quechuas
celebraban sus victorias y las hazafias de sus héroes. Por algunos
sabemos que un jerarca, inclusive el Inka, debía dejar de existir. pa-
ra que sus proezas pasaron al canto. No era permitido mostrar al pue-
blo las glorias de un prócer que aun vivía. Acerca de la manera có-
mo los hechos históricos ingresaban en el jailli, Juan de Betanzos,
en el Capítulo XVII de "Suma y narración de los Incas", consig-
na lo siguiente: " ... é ansímismo mandó a estos mayordomos é a ca-
da uno por si, que luego hiciesen cantares, los cuales cantasen es-
tas mamaconas e yanaconas en los loores de los hechos que cada
uno destos Señores en sus días ansí hizo, los cuales cantares ordina-
riamente todo tiempo que fiestas hubiese cantásen cada servicio de
aquellos. por su orden y concierto, comenzando primero el tal cantar
é historia é loa los de Manco Capac ... " Con todo, ni en Betanzos
ni en ningún otro autor encontramos una muestra de este género de
poesía. ·

En cambio contamos con trozos que bien pueden calificarse


de ejemplares en tratándose del jailli agrícola. Este tipo de poesía
constaba de estrofas de diversa estructura seguidas de estribillos
peculiares. Se lo cantaba durante la siembra y la cosecha, princl-
palmente. Un coro de labradores entonaba las estrofas y otro de mu-
jeres y niños que ayudaban en la faena respondían con los estribi-
llos. Tenemos una muestra en Ayau jailli!, poema encontrado en la
colección Méndez. El coro de labradores comienza el canto:

¡Ayau jailli, ayau jailli! ¡Ea el triunfo! ¡Ea el triunfo!


¡Kayqa tajlla, kayqa suka! ¡He aqui el arado y el surco!
¡Kayqa maki, kayqa junp'i! !He aqoi el sudor y la mano!

El coro de mujeres responde:

¡Ajailli, qhari, ajailli! ¡Hurra, varón, hurra!

Continúa la suerte de diálogo en que los hombres echan de


menos a las princesas, a las hermosas,' al mismo tiempo que a la se-
milla para la siembra. El canto de las mujeres: más que una res-
puesta, parece un estimulo, una ponderación del esfuerzo de los hom-
bres. Estos inV\)can al Sol y a Wiraqucha en medio de exclamacio-
nes rituales y piden qué la simiente llegue al vientre de Pachamama,
diosa que vive inmanente en la sustancia de la tierra, alli donde ha
de germinar y fructificar. El poema termina con el hallazgo de las
princesas, de las hermosas y con el grito de las mujeres, que seme-
jan expresar su reconocimiento al vigor productivo del hombre.
44 JESUS LARA

Otro jailli agrario es Jailliniña. Los hombres se regocijan de


haber acabado la siembra·. En su imaginación se acelera el naci-
mieQto de la planta, la cual pronto SE: coronará de flores, y se hin-
chará de mazorcas. Luego vendrá la cosecha y el Sol lloverá oro y
la Luna plata para la frente y el corazón del Inka. Tenemos a conti-
nuación un frag_mento:
Qharikuna Los hombres

¡ Inti qori paran, !El sol llueve oro


Killa qolqe paran! Y la luna plata!

Warmikuna Las mujeres

¡Aya u jailliniña ! ¡Ea, ya he triunfado!

Qharikuna Los hombres

¡lnkáypaj mat'ínpaj, ¡ Para la frente de mi rey;


Inkáypaj sunqónpaj ! Para su noble corazón!

Wármikuna Las mujeres

¡Ayau jailliniña! ¡Ea, ya he triunfado!

2.- EL ARAWI

El arawi, por razón de su propia etimología, durante much'J


tiempo era el nombre con que se conocía ~odo verso, toda canción.
Tenía su origen en el verbo aráwiy, que. significaba versificar.
Aráwij o arawíkuj eri,m dos formas sustantivales con que se desig-
naba al versificador,. esto es al poeta. Con el transcurso del tiemp<"
y conforme venía evolucionando la poesía se circunscribió el 1¡igm-
f'icado de la palabra arawi a una manera peculiar de poesía amoro,
sa. Esta manera se fisonomizaba por la delicadeza del sentimiento.
por el sentimiento puro que debía dominar en el verso en virtud de
las limitaciones que sufría la expresión del amor en sus actitudes
animadas por la alegría o por el dolor. En ningún momento admitía
el arawi explosiones de erotismo malsa,10 ni derrames de desespe~
ración. Pocas veces abarcaba motivos ajenos al amor. A diferencia
del yaraví colonial, que sólo reconocía la tristeza como contenido,
el arawi incaico daba cabida también a la alegría. Por esta -razón
tomaba diversas denominaciones de acuerdo con el sentimiento qu'á?
le inspiraba. Jaray arawi, era la canción del amor doliente; san-
k'ay arawi, la de la expiación; kusi arawi, súmaj arawi, warijsa
arawi, las de la legría, la belleza, la gTacia, etc.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS
Cabe aquí recordar la pequeña estrofa que el Inka Garcilaso
nos ofrej:!ia como ejemplo de sus afirmaciones acerca de la poesía de
los Inkas. Es una estrofa muy citada por los que se ocupan de la ci-
vilización quechua y puede ser considerada como un fragmento de
arawi. Dice así:

"Caylla llapi
Puñanqul
Chaupituta
Samusac".

Esta estrofa, utilizada a veces para demostrar lo nula o em-


brionaria que habría sido la lírica inkaica, nos muestra sin embar-
go una manera métrica muy hábil, no conocida en la versificación
española, pues combina versos de cuatro y tres silabas. Una combi-
nación igual hemos visto ai ocuparnos de un himno marcado con
el número LXXIV, desprendido de la colección Méndez.

Garcilaso traduce la estrofa en esta forma:

"Al cantico
Dormirás
Media noche
Yo vendré".

Es una traducción defectuosa, porque Qayllallapi - una sola


palabra - quiere decir en un sitio cercano, fácilmente accesible y
no guarda equivalencia con cantico - diminutivo de canto, extremo.
Este error es explicable si tomamos en cuenta que Garcilaso escri-
bió sus "Comentarios" en edad muy avanzada, 40 años después de
haber abandonado el Cuzco, cuando posiblemnte ya no se hallaba en
la debida posesión de la lengua materna.

El error de Garcilaso indujo a historiadores y escritores a otros


más graves. César Cantú tomó, en su Historia Universal, cantico por
cántico y Luis Alberto Sánchez toma cantico por cantar.

Un bello ejemplo de jaray arawi tenemos en "Nueva Corónica


y buen gobierno", de Waman Puma. El amante canta el infortunio
de la separación. En versos compuestos sobre medida dispar, el aut.J1'
ha conseguido una armonía y una sonoridad que otorgan al conjun-
to un claro sello de esplendidez. El contenido es un encadenamiento
de imágenes audaces y vigorosas, ordenadas con un efecto lírico
notable:
46 JESUS LARA

- Sijllallay, chinchirkuma Si fueras flor de chinchercoma,


Kajtiykicha Hermosa mia,
Umallaypi, sunqorurullaypi En mi sien y en el vaso de mi
Apaykachaykiman. corazón
Te llevaría,
Tenemos aquí otro jaray arawi igualmente intenso. El escritor
indio nos cuenta que tan pronto como Atawallpa fue apresado, los
españoles empezaron a tratar mal a los indios, cometiendo todo gé-
nero de daños, robos y excesos. Al ver tanta desventura, la esposa
del Inka "tuvo muy gran pena y tristeza en su corazón y lloró y no
comió". Al verla sufrir y llorar, el pueblo lloraba también y cantaba
arawis hondamente dolorosos. El autor transcribe una canción en qu':l
se pinta con tonos sombrios aquella tragedia:
Sajra auqachu, quya, ¿Qué enemigo maligno, reina,
Atiwánchij, llasawánchij, Nos lniqnlla y nos sojuzga?
Ma, qoya, ujlla wañusun. No en uno todos, reina, moriremos.
Hay también en la obra de Waman Puma un sank'ay arawi
breve y sencillo en el que el poeta cautivo llama en su auxilio al pa-
dre cóndor y al hermano halcón. Ellos podrán salvarlo, por lo me-
nos llevar la n~ticia de su cautiverio a sus padres. Al cóndor le dice:
Yaya kachapúrij, Padre mensajero,
Qillqa ápaj sh'aski, Conductor de nuevas,
Púrij simillayta, Haz que lleguen a mi padre
Sunqollayta Y a mi madre
Apapulláway La tristeza errante
Yayallayman, De mi acento
Mamallayman Y la angustia
Willapulláway. De mi corazón.

Un warljsa arawi que encontramos en la misma obra se halla


compuesto a base de exclamaciones y ·en forma dialogada al estilo
del Jallll agrario. Cada verso es un labio de donde brota el júbilo en
límpida exultación. Aquí, el amor es un pretexto cubierto por an-
chas eclosiones de algazara.
¿ T'ikayujchu chajrayki? ¿Hay flores en tu sementera?
T'ikay tunpalla samúsaj ! ¡Vendré con el prete:s:to de las
flores!
Dicen Los hombres y después una mujer exclama:
¡Ajailli, ch11ymi palla! ¡Hurra, sí, ésa ' es la dama!
Ajailli, patallanpi ! ¡Hurra, ahí está en el borde!
¡Ajailli, chaimi ñúst'a! ¡Hurra, si, ésa es la infanta!
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 41

La compilación de J. M. B. Farfán contiene un arawi en que


se canta al amor como un simple esparcimiento galante. En él se
compara a la mujer con la paloma que, en pos de frescura, suele
alborotar el agua del remanso y al mismo tiempo se la considera ha-
bitante del corazón. El poeta es hltbil para la metltfora. por cuya
virtud la joven se transforma ante nuestros ojos en joya inestima-
ble y en rueca en que hila el corazón. Acaba el pequeño poema con
esta estrofa que respira alegría y esperanza:

Willka ninawan Con el fuego sagrado


Qhochurikusun, Nos regocijaremos
Waynallanchiswan Y con nuestros galanes
Kusirikusun. Tendremos fiesta y alegria.

Los arawls mlts intensos y bellos que quedan de la era preco-


lombina son sin género de duda aquellos tres que a manera de can-
tos corales aparecen en el Ollántay.

El primero es un poema creado por una sensibilidad y por un


talento que sólo puede existir en un gran poeta. Por desventura, su
intensidad lírica desaparece casi del todo al pasar por el tamiz de
la traducción. Su estructura formal no le asemeja a ningún poema
de origen occidental de los siglos pasados. El poeta ha elegido el
símbolo de la tuya, av.ecilla inocen~e a quien acecha la muerte en
el mismo maizal que le da alimento. La imagen se muestra, golpea
e insta detrlts de cada verso, insistente, pertinaz como el propio pe-
ligro. Lejos de engendrar monotonía, aquella repetición producf'
efecto de ensanchamiento, de vigor singular y borra totalmente la
idea del autor, a la manera de la mata de flores que no hace pensar
en la tierra que la sustenta. Hé aquí un trozo de aquel magnifico poe-
ma:

P'isqaqata watúkuy, Echa de ver al p'lsqaqa,


Tuyallay, tuyallay, Tuyita, tuyita mía,
Sipisqata qhawltriy, Ahi le tienes ahorcado,
Tuyallay, tuyallay, Tuyita, tuylta mla,
Sunqollanta tapúkuy, Pregunta a su corazón,
Tuyallay, tuyallay, Tuylta, tuyita níía,
Phuruntlttaj mask· ltriy. Trata de hallar su plumaje,
Tuyaffay, tuyallay ... Tuylta, tuyita mia . ..

Si la infeliz come un grano mlts, morirlt irremisiblemente. Ahí


estlt el cadltver del p'isqaqa, otra ave incauta que por un delito pa-
recido tuvo que perecer.
48 JESUS LARA

El segundo arawi es un símbolo y una síntesis de la tragedia


del amor fiel. Se trata de dos palomas enamoradas. Sorprendida11
un día por el rigor de la nieve, una de ellas se aleja en su ansia de
salvarse. Es la primera vez, en su vida, que se separan. La que se
fue, cree que la amada .habrá perecido, y la llora amargamente:
Maymi, urpi, chay ñawiyld, ¿Donde, paloma, están tus ojos,
Chay qhasqoyki múnay Dónde tu pecho delicado,
múnay,
Chay sunqoyki ñujñukúnay, Tu corazón que me envolvía en
su ternura,
Chay llanp'u wátuj simiyki. Tu voz que tierna me nombraba?

En efecto, la compañera, buscándola por campos y riscos, ha


iao a hundirse en el seno de la muerte. Este poema es de muy allo
valor lírico, pero es también el que pierde en mayor proporción su
esencia al ser vertido a otro idioma.

El tercer arawi es transparente como el cristal de una lágrima


y fresco igual que la brisa mañanera; palpita en él u11 dolor dulce y
profundo, asociado a la belleza sin par de Kusi Qóyllor, novia impo-
sible de Ollanta. La música pura de los versos reconstruye los ojos,
los labios, el cuello, la juventud recién amanecida de la lejana, de
la perdida Kusi Qóyllur. Es ella misma quien se anima en los ver-
sos y se marcha luego dejando al amante su imagen como único tes-
timonio de su amor. El la ve, la envuelve en su ternura; pero al fi.
nal siente que su mano, al contacto de la propia, se convierte en el
frío de la escarcha. Tomemos como muestra la última estrofa:

Q'eqe m_akinri llullu kayninpi Sus suaves manos de choclo en


cierne
Kullarinpunin Siempre acarician
Rukanankuna phaskakuyninpi Pero sus dedos al deslizarse
Sh'ullúnkuy kutin. Vuélvense escarcha.

Es éste el más alto entre los tres arawis, un poema ejemplar


cuya calidad han tratado de imitar varios poetas bolivianos y perua-
nos del siglo XIX, sin haber conseguido aproximársele. La garra
del contenido es tan aguda y penetra tan hondo, que gUsta más
mientras más se lo lee. Nos viene con el embrujo de toda gran crea-
ción. ·

La lírica del Inkario nos ofrece todavía en este género un poe-


ma semejante en forma y casi también en calidad al tercer arawi
del Ollántay. Esta .. semejanza dió lugar a toda una confusión que,
comenzando en los años iniciales de la República, ha durado hasta
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 4Y
hace poco en muchos de aquellos que no conocían el drama quechua.
Todavía en 1940 el coleccionista y musicólogo Teófilo ,Vargas incor-
poró el poema al primer tomo de sus "Aires Nacionales de Bolivia"
bajo el título de Ollántay-Yaravi.
Estos versos fueron traducidos y cantados en los salones aris
tocráticos de Bolivia durante la primera mitad del siglo XIX, cor,-
forme nos relata Nataniel Ag~rre en Juan de la Rosa.

Súnqoy phatanña waqáyniy Estallar quiere mi seno henchido


junt'a (de amargo llanto
Qan urpirayku. Por ti, paloma.
Imasis kasqa, túkuy purispa, Cuán doloroso había sido vivir
(errante
Qanmán karúnchay. Lejos de ti.

El poema entero es una queja del amante que padece los mar-
tirios de la ausencia. Queja que arranca el amor quebrado por la
ley, queja del mitimaku que no volverá a ver los ojos ni las manos de
la amada. Palpita en los 'versos un dolor tan tierno y tan bellamen-
te expresado, que el con]unto constituye una creación que sólo pu-
do haber sido lograda por un genio poético de altos quilates. Véase
esta otra estrofa:

Munákuy jina sínchij sh'ikiqa No hay en el mundo mayor


(desdicha
Manan kanmanchu. Que el amar mucho.
J atun onqoypis unanchayninpaj La muerte misma, para su
(imperio,
Manas sh'ikachu. No basta entonces.

3.- EL WAWAKI

Este género, de sabor peculiar, se cantaba en forma dialoga-


da. El amor frívolo, el ingenio aguzado por el afán galante del hom-
bre y lá posición de apariencia defensiva de lá mujer le daban vida.
Un coro formado de individuos de un sexo iniciaba el canto y era
respondido por otro del sexo apuesto.- Una modalidad distintiva del
wawaki radicaba en un estribillo breve que a manera de exclama-
ción se repetía detrás de cada verso. Esta repetición no produce mo-
notonía ni desvirtúa los valores del poema; al contrario, le da un
relieve sugestivo, un fondo persistente sobre el cual se destaca la be-
lleza del conjunto.

El wawald se cantaba principalmente en las festividades con-


sagradas a la Luna o durante las épocas en que había que cuidar las
50 JESUS LARA

sementeras de la incursión de los animales dañinos. Entonces, al


borde de los maizales .se reunían los jóvenes de ambos .sexos y se
esparcían con los cantos de la qhashwa y el wawaki. Poseemos una
muestra que da una idea cabal de, lo que él era. Hé aquí unos versos:

Aukikuna Los príncipes


Killa p'unchaullapi Sólo a la luz de la luna
¡Ari! ¡Sí!
Wajyapayawanki Llamarme simulas
¡Ari! ¡Sí!
Qayllaykamujtiyri Y c. nando me acerco
¡Ari! ¡Si!
Rit'iman tukunki Te truecas en nieve
¡Ari! ¡Si!

Rnst'aknna Las princesas


Wajyapayajtiyri Y si llamarte simólo
¡Mana! ¡No!
Sh'askimuy sinchita Presuroso acude
¡Mana! ¡No!
Rit'i tukujtiyri SI me trueco en nieve
¡Mana! ¡No!
Jich'ay ninaykita Echame tu fuego
¡Mana! ¡No!

Otro ejemplo de wawaki encontramos en el Diccionario Que•


chua-español de Jorge A. Lira. Aunque este meritorio quechuista y
esforzado compilador nos ofrece la composición como un taki co-
rriente, el total de las características de ella la presenta como un
auténtico wawaki. El motivo es el amor y se toma como estribillo la
lluvia. El coro de hombres habla de que las montañas y quebradas
de su tierra se hallan lejos y no se sabe aún cuándo han de regresar
alll. Las mujeres opinan que entre tanto hay que cantar y bailar y
conquistar corazones. Pero los hombres echan de ver que pronto· ten-
drán que volver a sus lares. El coro de mujeres canta entonces:

Munaspaqa munakúway Si amarme quieres, ámame


¡Paras! ¡Lluvia!
Sapallayta, ch'ullallayta Sólo a mí, sin darme rival
¡Paras! ¡Lluvia!
Waylluspaqa wayllukúway SI me halagas, halágame
¡Paras! ¡Lluvia!
Ch'ullallayta, sapallayta !sm darme rival, a mi sola
¡Paras! ¡Lluvia!
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 51

Ahora los· hombres vislumbran sus montañas y quebradas y


es un hecho que pronto deberán partir. Es una bella poesía entre
cuya frescura exulta la veleidad juvenil con el amor travieso con
que corre el agua clara entre las guijas. Los versos conservan 'IU
pureza prístina. El tiempo ha logrado apenas incrustar entre ellos
un vocablo ajeno al ranasimi.

4.- EL TAKI

El taki, estilo de verso cantado, era seguramente el que de


mayor amplitud temática gozaba. Forma sustantiva! del verbo ták:)·
- cantar - podía expresar cualquier emoción o cualquier sentimien-
to, o simplemente algún signo o virtud de la naturaleza. Cristóbal
de Molina, en sus "Fábulas y ritos de los Incas", menciona títulos
de takis, como Chapaywanllu, Yáwira, Wari, Qoyu y otros cuyos ver-
sos se cantaban en las fiestas del Cuzco. Otros títulos anota Sallqa-
maywa. Podemos considerar como taki la sexta canción de las qu,~
este autor nos trans.mite. Es un taki entonado por Sh'uchi Qhápaj,
kuraka de Jatunqolla, en las bodas del Inka Wiraqucha. El canto s2
dirige al monarca y lleva cierto significado de audacia, acaso de al-
tane¡ía, aunque en seguida parece encubrirse todo bajo un velo de
devoción, pues el jerarca le dice al Inka: "Tú eres adorador de Wi-
raqucha, preceptor del mundo, en tanto que yo soy adorador del
Sol".

Tenemos en la antología de José M. B. Farfán una magnifica


muestra que llevaa el título de ~úst'aj takin (Canción de la infanta).
Hé aquí una estrofa:

Ama sinchita waqaychu No llores mucho en el páramo


Purunllapi Que recorres
Sunqo nanayta takispa Cantando la triste endecha
Sapaykipi. De tu soledad.
Phánchij rirpu uyaykita Te llevas lejos el espejo
Karunchankin De tu rostro
Asiyninta uyarispa Para hacerme sufrir oyendo
Llakinalláypaj. El eco de su risa.

5.- EL HUAY~U

El wayñu era la expresión lírica más completa del indio quP.•


chua por lo mismo de que se realizaba en las tres formas artisticas
más expansivas con que cuenta el hombre: música, poesía y danza.
La música del wayñu era menos subjetiva que la del arawi. Era una
52 JESUS LARA

interpretación de la naturaleza circundante. Captaba tanto la pla-


cidez de la llanura como la majestad de las cumbres, tanto el mur-
mullo del manantial como el remolino del viento, tanto el colorido
del dia como las sombras de la noche. El todo era una palpitación
telúrica que se sentía flotar en el aliento del hombre. La danza tenía
carácter colectivo, pues la, ejecutaban muchas parejas al mismo
tiempo. Hombre y mujer, frente a frente, unidos por las manos -;e
entregaban a la corriente de la música. Encima de todo, la poesía
deshojaba la emoción de sus versos.
En la compilación de Farfán encontramos un bellísimo ejem-
plo de wayñu. Su ternura y su sabor a miel nueva, junto con el senti-
do parsimonioso de su forma, hacen de él un conjunto lírico difícil
de ser superado. Como toda la poesía quechua precolombina, su cali-
dad se levanta en la fuerza de la metáfora ·y en la virtud de la ima-
gen. En realidad el arawiku se reduce a mostrarnos a su modo seres
y cosas de la naturaleza; nosotros nos encargamos de ir labrando
la incomparable hermosura de la mujer que inspira el poema. El in-
finito amor que circula en él como la sangre en las venas, fluye por
si solo en la música de las imágenes, en el embrujo de los versos, sin
que haya una frase deliberada para expresarlo. Hé aquí un frag-
mento:
Phullu llijllayki Manto tejido
T'ika allwisqa, De flores llevas;
Qori q'aytuwan Su trama fue hecha
Súmaj minisqa: De hilos de oro;
Munakuyniywan Sus finos flecos se hallan atados
Sh'ichin khipusqa, Con mi ternura
:Rawiy rik'iwan Y con el ansia de mis pupilas
Mat'i awasqa. Asegurados.

6.- LA QHASHWA

Era el canto y la danza de la alegria. Buscaba motivos con mo-


dalidades festivas. Jóvenes de ambos sexos, reunidos en las fiestas
o por las noches. junto a las sementeras, danzaban en rueda y can-
taban los versos de la qhashwa al son de la quena, el wánkar -:- tam-
bor - y la antara - zampoña. - Una muestra sabrosisima no~
ofrece Waman Puma. Hé aqui una estrofa:

¡ !Sáukay patapi! En la llanura del regocijo,


¡Kusi patapi! En la llanura de la ventura
Qhápaj Inkawan Con el Inka poderoso
Kamaykusqayki. Te he de hacer encontrar.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 53

¿Imaymi qhápaj ¿Dónde está el potente Jefe,


Apu wamanchawa, El del linaje del halcón,
Pumachawa, El del linaje del puma,
Yaru willka? Nieto de grandes?

Algunos fragmentos de qhashwa se encuentran todavía disper-


sos entre la poesía popular de hoy. Tienen interés, porque inclusive
perpetúan el significado del vocablo, estas estrofas que se oye can-
tar en días de carnaval en los valles de Cochabamba:

Killa pura kajtin Porque ~s plenilunio


Saukata mask'ani. Busco regocijo;
Saukari ñust'aypa Pero él está oculto
Sunqonpi pakasqa. En el corazón de mi infanta.

Ñust'ay anyapuwan Pero mi infanta me rechaza


Warma kanki ñispa. Por que soy muy joven,
Mámay kachamuwan Y es mi propia madre
Qhashwakámuy ñispa. Quien me manda a esparcirme .

. 7.- EL ARANWAY

El aranway era un género de poesía humorística que a vece,


se presentaba con modalidades de fábula, aunque era ajeno a la mo-
raleja. Era· recitado en el aranwa (teatro), en las faenas de la cose-
cha, entre los soldados en campaña o entre los súbditos que se oc•1-
paban de las obras públicas. Sabido es que las obras públicas, al
igual que las labores agrícolas, eran ejecutadas en un ambiente car-
gado de música y poesía. El aránway aprovechaba la anécdota y la
fragilidad humana y también algunas peculiaridades que distinguen
a los animales. Aparte del hombre, actuaban en esta poesía el zorra,
el jaguar, el oso, la vicuña, el mono, la perdiz, etc. El zorro consti-
tuía un personaje típico del aránway; pero, contrariamente a lo que
sucedía en la literatura de la antigua Europa, desempeñaba un papel
nada airoso, pues era objeto de las burlas más refinadas. La inge-
nuidad, el equivoco y el absurdo eran las características de la per-
sonalidad del zorro. Conocemos una fábula breve en que son protago-
nistas el zorro y el pato; otra, en que actúan el zorro y la perdiz. Otra,
en fin, en que intervienen.el zorro y el mono. En ésta, el zorro deci-
de comerse al mono, el cual, viendo el peligro grita que detrás vie-
ne el tigre; el zorro se asusta y entre tanto el mono ha desaparecido.
El zorro se lanza en persecución de su presunta victima y cuando
la encuentra, ella está apoyada contra una pared.
54 JESUS LARA
Perqa fiat'uwasun, Nos ha de aplastar el muro
Iskayñinchij wañusun; 'Y moriremos los dos.
Kurkuman rináypaj A fin de que yo vaya por una viga
Q'emirikuy kayman. Ponte tú en mi lugar.

Ha sido objeto de una nueva burla. Parte nuevamente en bus-


ca de la presa, dando al cabo con ella. El mono se defiende con un
nuevo engaño; pero el zorro no ceja, hasta que finalmente el otro si-
mula cavar una fosa para enterrarse mientras pase la lluvia de fue-
go que anuncia el águila, y que no tardará en caer. Atemorizado el
zorro insinúa a su presa que le prefiera la fosa y lo entierre sin pér-
dida de tiempo. El mono se apresura a complacer a su perseguidor
y de esa manera se salva definitivamente.

8.-EL WANKA

El wanka, como el aránway con la fábula, tenía alguna afini-


dad con la elegía europea. Como ésta, se encargaba de lamentar la
desaparición de los seres queridos o de los personajes ilustres, exal-
tando al mismo tiempo sus virtudes. Al igual que el aránway, era
recitado en el aranwa. Ejemplo de wanka tenemos en uno despren-
dido de la colección Vásquez. Es un lamento que resuena en una pro-
fundidad colmada de desesperanza. La imagen aparece aquí. com,J
en toda la lírica del Inkario, en función de elemento básico de ia com-
posición. El muerto era un árbol corpulento de generosa sombra,
er~ el camino de la vida, la cascada que solía arrullar con la dulzu.-
ra de su canto.

Rijraykipi súnqoy En tu ramaje anidó


Q'esacharqan, Mi corazón,
Llanthuykipi sáukay Mi regocijo a tu sombra
T'ikarqan. Floreció.

Pero ahora se aleja solo, con los ojos y los labios cerrados, pa-
ra siempre. El ser que queda no sabe qué árbol podrá en lo sucesivo
otorgarle su sombra, ni qué cascada le dará su canto. El pequeño
poema termina con esta estrofa que pinta lo inmensa y dolorosa que
será la soledad del que aún vive:

¿Imaynata sápay ¿Cómo he de poder quedarme


Qhepakúsaj? Tan solo?
Túkuy pacha kanqa El mundo será un desierto
Ruqápaj ch'úsaj. Para mi.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 55

Un poema paradigmático en este género es una elegía com


puesta a la muerte del Inka Atawallpa, aunque J. M. B. Farfán pre-
sume que puede tratarse de un fragmento de drama. Juzgamos que
este poema debe ser considerado dentro del ciclo preshispánico, por
razón de que conserva todas las características de la poesía tawan-
tinsuyana, pues no existe en él asomo alguno de influencia españo-
la. Es un lamento que brota desde las entrañas de la tierra y se ex-
pande en la atmósfera oscureciendo el día y estrujando de dolor se-
res y cosas. Comienza así:

¿Ima k'uichin kay yana k'uichi ¿Qué iris nefando es este negro
_ Sayarimun? Iris que se alza?
Qósqoj auqánpaj millay wach'i Horrenda flecha el enemigo
lllarimun. Del Cuzco blande.
¡Túkuy imapi sajra chijchi Granizada sinie1tra por doquiera
T'akakamun! Se desparrama!

Continúa pintando en versos de admirable contextura los ho--


rrores de la catástrofe. El corázón había presentido al abejorro di-'
las desgracias irreparables. Ahora el sol se ennegrece de un modo
misterioso y desciende a amortajar el cadáver del Inka. La tierra
entera se ha cubierto de niebla y la Luna está enferma de angustia,
mientras las peñas se derrumban y el río grita vencido por el dolor.

Yáwar wiqe qhechu-qhechu Lágrimas de sangr.-- arrancadas


Kusinmanta, De la ventura ida,
Rírpuy phajcha wiqellanwan En vuestro espejo retratad
Ayallanta. Su cadáver.

Esas· lágrimas no sólo copian el cadáver, sino que con su cau-


dal de ternura bañan el regazo de aquel que poseía muchas manos
para la dádiva y cuyo corazón era un ramaje que albergaba gene-
rosamente a los vasallos. Un· dolor mortal pesa sobre la reina, las
infantas se enlutan como viudas y los súbditos desfilan silenciosos
hacia la última morada del Inka. El poema termina con esta estrofa:

:fil"ujñu wách'ij ñawillaykita Descúbreme tus ojos que herir


(saben
Kicharímuy, Como flecha magnánima,
Ancha qókuj makillaykita Extiéndeme tus manos que
(conceden
Mast'arimuy, Más de lo que uno pide
Chay samiwan kallpanchasqata Y confortado con esa ventura
Rípuy nfway. Dime que me retire.
'i6 JESUS LARA

Juan León Mera, escritor ecuatoriano del siglo XIX, incluyó


en su obra "Antología ecuatoriana" publicada en 1892, aparte de
un número apreciable de cantares quechuas, un wanka intitulado
"Atawallpa wáñuy", compuesto en 1534 según sostienen algunos
autores. Mera nos informa que el poema es atribuído a un cacique
de Alangasi, comarca vecina de la ciudad de Quito. NeptaU Zúñiga,
autor de Atawallpa o la tragedia de Amerindia, al transcribir el
wanka afirma que lo compuso "el curaca de Tumbaco, de las in-
mediaciones de la ciudad de los shiris" (Quito).

La elegía contiene un dolor profundo que fluye como lágrima


viva. Consta de vercJos de cinco sílabas y comienza con el funesto
presagio del buho, que llora en el alto ramaje del pakay. Los wira-
qochas invaden el país pidiendo oro, apresan al monarca y, con as-
tucia de zorro y fiereza de puma, le dan muerte. Luego el día se
entenebrece y cae una tempestad de granizo y de rayos. En vista dP.
la catástrofe muchos sabios y muchos súbditos se entierran vivo3.
El poeta no se resigna a soportar la presencia de gentes extrañas
en su tierra e invita a los suyos a congregarse en la llanura de la
tragedia para llorar la desgracia nacional. El poema termina con
esta estrofa:

¡Kayta yuyaspa ¡Pienso en todo esto


Mana wañuni! Y aún no muero!
¡Shunqu llujsispa ¡Mi corazón ya está fuera del
(pecho
Kausarikuni! Y vivo todavia!

111

EL TEATRO

1.- EL TEATRO ENTRE LOS INKAS

La bibliografía colonial nos proporciona datos incompletos


acerca del teatro inkaico. Sarmiento de Gamboa, en su "Historia
de los Incas" acabada de escribir en 1572, se refiere incidentalmen-
te a "rer,rcsentadones de la vida de cada inga" que mandó hacer
Pachakútej y a los sacrificios con que honró "cada cuerpo de inga
al cabo de la representación de sus hechos y vida". Martín de Mo-
rúa habla, aunque muy de paso, del teatro de los quechuas; en
"Los Orígenes de los Incas", obra compuesta hacia 1590, dice a la
letra: " ... mas cuando alguna vez se juntaban en sus teatros era
para oir las memorias de sus antepasados". El "Jesuita Anónimo"
LA LITER.ATURA DE LOS QUECHUAS b7

como se ha dado en llamar al autor de la admirable "Relación de


las costumbres antiguas de los naturales del Pirú", escrita entre los
años 1615 y 1621 según opinión de Marcos Jiménez de la Espada y
atribuida por algunos investigadores al padre Bias Vera, alude en
tono más concreto a "grandes representaciones de batallas, de co-
medias, tragedias, y otras semejantes" que el pueblo espectaba los
días en que los Inkas celebraban sus victorias. El indio Pachakuti
Yamki Sallkamaywa va un poco más lejos, pues llega a proporcionar-
nos en su "Relación de antigüedades deste Reyno del Pirú" algunos
nombres de conjuntos de actores especializados en determinádas cla-
ses de espectáculos: añaysauka, ayach'uku, llamallama, jañamsi.
En la primera edición de esta obra tomamos dichos nombres como
títulos de comedias, sensible error que fue cumplidamente explicado
y subsanadQ en nuestra "Cultura de los Inkas".

Waman Puma . confirma plenamente a Sallkamaywa y aparte


de los que éste menciona anota nuevos conjuntos de comediantes:
saukarimaj, millmarinri, pukisqulla, chuñirl, etc, Asimismo refiere
que cada grupo contaba con ua número considerable de artistas.

Cabello Valboa consigna datos muy importantes acerca del tea-


tro inkaico en su "Miscelánea Antártica'"; al ocuparse de las con-
quistas de Wayna Qhápaj Inka en .territorio ecuatoriano escribe:
"Con gran aplauso y solemnidad fue en Tumibamba recibido el vic-
torioso Guaina Capac y con invenéiones no vistas se comenzó a cele-
brar su triumpho representando tan al natural quanto el arte permi-
te, la guerra y recuentros que se avían tenido con los rebeldes Caran-
guis". Los dramaturgos del séquito real habían reproducido presta-
mente én piezas teatrales los episodios más salientes de la campaña
contra el pueblo insurrecto.

El Inca Garcilaso de la Vega aporta algunas luces sobre la


materia y nos informa que los amautas, que eran los filósofos del
imperio, ejercían también la dramática. Según él eran conocidas la
tragedia y la comedia. La primera ofrecía "las hazañas y grandezas
de los Reyes pasados y de otros heroicos varones". La comedia abar-
caba asuntos "de agricultura, de hazienda, de cosas caseras y fami-
liares". No tenían cabida temas reñidos con la honestidad y las sa-
nas costumbres y los actores más hábiles recibían galardones de
mucha estima. No menciona ningún titulo ni esboza ningún argumen-
~ . .
Resultan más importantes los datos que contiene la •'Historia
de la Villa Imperial de Potosí", de Nicolás de Martínez Arzans y Ve-
la. Allt encontramos que en unas fiestas celebradas hacia 1555 en la
Villa Imperial fueron exhibidas ocho piezas teatrales. Aunque el au-
58 JESUS LARA

tor no es demasiado prolijo en algunos puntos, resume los argumen-


tos de cuatro de dichas piezas en esta forma: " ... las cuatro prime-
ras representaron con general aplauso de los nobles indios. Fue la
una el origen de los Monarcas Ingas del Perú, en que muy a lo vivo
se representó el modo y manera con que los Señores y Sabios del
Cuzco introdujeron al felicfsimo Manco Capac primero a la Regia
Silla, cómo fue recibido por Inga (que es lo mismo que grande y po-
deroso Monarca), las diez provincias que con las armas sujetó a su
dominio y la gran fiesta que hizo al Sol en agradecimiento de sus vic-
torias. La segunda fue los triunfos de Guaina Capac, undécimo Inga
del Perú: los cuales consiguió de las tres naciones, Changas, Chun-
chus, Montañe.ses, • y del Señor de los Collas, a quien una piedra
despedida del brazo poderoso de este Monarca por la violencia de
una honda, metida por las sienes, le quitó la corona, el Reino y la vi-
da; batalla que se dió de poder a poder en los campos de Jatun Co-
lla, estando el Inga Guaina Capac encima de unas andas de oro fi-
no, desde las cuales hizo el tiro. Fué la tercera las tragedias de Cu-
si Guáscar, duodécimo Inga del Perú: representóse en ella las fies-
tas de su coronación: la gran cadena de oro que eri su tiempo se
acabó de obrar, y de quien tomó este Monarca el nombre; porque Cu-
si Guáscar es lo mismo en Castellano que Soga del Contento: el le-
vantamiento de Atahuallpa, hermano suyo, aunque bastardo; la me-
morable batalla que estos dos hermanos se dieron en Quipaypan, en
la cual, y de ambas partes, murieron ciento y ci~cuenta mil hom •
bres; prisión e indignos tratamientos que al infeliz Cusi Guáscar le
hicieron; tiranías que el usurpador hizo en el Cuzco, quitando la vida
a cuarenta y tres· hermanos que allí tenía, y muerte lastimosa que
hizo dar a Cusi Guáscar en su prisión. La cuarta fue la Ruina del
Imperio Ingal: representóse en ella la entrada de los Espafioles al
Perú, prisión injusta que hicieron de Atahuallpa, terciodécimo Inga
desta Monarquía; los presagios y admirables señales que en el Cie-
lo y Aire se vieron antes que le quitasen la vida: tiranías y lástima
que ejecutaron los Españoles en los Indios, la máquina de oro y pla-
ta que ofreció porque .no le quitasen la vida, y muerte que le die-
ron en Caxamarca". Las cuatro obras se hallaban compuestas en
quechua y fueron llevadas a la escena por actores indios. Las dos
primeras databan seguramente de tiempos anteriores a la llegada
de los españoles, y las otras dos, de los primeros años del coloniaje:
De las cuatro comedias restantes enunciadas al principió, no tene-
mos ninguna referencia. El autor deja aqu[ una sensible laguna.

Pero ya antes que Martinez Arzans y Vela otros habíanse re-


ferido a las cuatro primeras piezas. En efecto, el propio escritor po-
tosino, al aludir a lo valioso de las decoraciones, carácter de los tra-
jes y originalidad de los argument(?S, nos informa extrañado que Pe-
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 59

dro Méndez y Bartolomé de Dueñas las tomaron como simples "Re-


presentaciones", siendo así que se trataba de "comedias muy espe-
ciales y famosas". Empero las crónicas de Méndez y Dueñas son
en la actualidad desconocidas.

La importancia de los datos que nos proporciona el cronista


potosino reside ante todo en que ellos, unidos a las referencias de
los otros autores, nos permiten sacar la conclusión de que a la lle-
gada de los españoles el pueblo quechua era dueño de toda una tra-
dición dramática. Esta conclusión se impone si consideramos que en
el primer tercio del siglo XVI España no contaba todavía con un
teatro propiamente dicho. Así nos lo dicen los más juiciosos historia-
dores de la literatura de aquel país. Los árabes no dejaron ninguna
herencia en el género, el cual era desconocido para ellos. Bajo las
férreas prohibiciones 'de la Iglesia la cultura nacional se había apar-
tado totalmente de la frecuentación bienhechora de las fuentes gre-
colatinas. Si bien algunos aficionados se entretenían traduciendo a
los clásicos griegos y latinos - Leandro Fernández de Moratín
menciona entre otras las versiones de Sófocles y Plauto - sus
obras no lograron ser jamás representadas ni ejercieron ninguna in-
fluenéia en el ambiente literario. No ·se acomodaban a las exigen-
cias de la censura eclesiástica ni al gusto del público, poseído por la
desbordada fantasía de los libros de caballería. Aun más tarde -
año de 1555, - cuando el pueblo potosino espectaba cuatro piezas
quechuas de belleza indudable, en España iba ensayando Lope de
Rueda sus pasos y comedias, en los cuales comenzaba a plasmarse
recién la fisonomía del verdadero teatro español.

Dados tales antecedentes, no es aventurado deducir que Es-


paña, no contando con un teatro propiamente dicho, no podía haber
mandado en aquella época dramaturgos a sus colonias. Guillermo
Lohmann Villena, investigador peruano y autor de "El arte dramá-
tico en Lima durante el Virreynato", no encontrando nada concre-
to que decirnos, limita• a conjeturar despreocupadamente que el
preceptor de latín Florestán de Lasarte debió haber compuesto pie-
zas teatrales hacia el año 1557. Testimonios que dicho autor llega a
reunir nos ofrecen, cuando más, vagas referencias acerca de algu-
nas representaciones de carácter netamente religioso -- escenas de
la pasión de Cristo - que por aquel tiempo se hacían en los tem-
plos limeños. Según el mismo investigador, la primera exhibición de
autos sacramentales de que existen noticias verídicas, sucedió en
Lima, durante las fiestas del Corpus Cristi en 1563, ocho años des-
pués de las representaciones de que nos habla Martinez Arzans v
Vela.
60 JESUS LARA

Por otra parte, a mediados del siglo XVI los conquistadores,


enredados hasta entonces en una serie de sangrientas luchas civi-
les, no se hallaban todavía en posesión del idioma del pueblo some-
tido. Así nos lo dice el "Jesuita Anónimo", en su "Relación de las
costumbres antiguas de los naturales del Pirú" al aludir a los erro-
res contenidos en "De los errores y supersticiones de los indios" de
Polo de Ondegardo. A este respecto dice textualmente: " ... y como
Polo hizo la averiguación en el Cuzco, siendo juez el año 1554, cuan•
do ni aun la lengua apenas se sabia,· y no había intérpretes, ni ha-
bía lugar para saber de raíz las antiguallas, no pudo dejar de es-
cribir muchas cosas al revés de lo que ello pasaba ... " De donde
se desprende que aun en el supuesto de que hubiese venido algún
dramaturgo peninsular, él no habría estado, para 1555, en condicio-
nes de haber aprendido el idioma y logrado cuatro comedias "muy
especiales y famosas". No hay que olvidar qtij:! el primer vocabula-
rio quechua-español y la primera Gramática quechua aparecieron
en 1560. El autor, Fr. Domingo de Santo Tomás, tardó diez años en
la elaboración de ambas obras.

Tampoco es dable presumir que aquellas piezas hubieran po-


dido ser compuestas por mestizos nacidos en los primeros tiempos
de la conquista, pues apenas venían transcurridos 22 años desde la
muerte de Atawallpa.
En consecuencia, sólo resta un camino y es el que nos lleva a
colegir que tuvieron que ser indios los autores de las cuatro come-
dias. Y si su exhibición se realizó con el "general aplauso de los no-
bles indios" como afirma el autor de la "Historia de la Villa Impe-
rial", esos aplausos debieron haber sido prodigados ante todo a la
calidad y a la belleza de su contenido, cualidades que sin duda eran
fruto de una cultura dramática alcanzada al través de largos perio-
dos de esfuerzo y de experiencia.

Los españoles encontraron tan hondamente arraigada la tradi~


ción teatral en el Perú, que en la imposibilidad de extinguir la afi-
ción del pueblo a este género de espectácul•. en los cuales eran re-
producidas la vida y hazañas de los Incas y consigo la grandeza del
imperio tawantinsuyano, optaron por sustituir las piezas antiguas
con autos sacramPntales; naturalmente en éstos los motivos religio-
sos se desarrollaban con protagonistas indígenas y con la inevitable
intervención del demonio y de los santos. Podemos citar como ejem-
plos "Uska Páuqar" y "El pobre más rico". Empero el pueblo no
se resignó a olvidar las obras que le hablaban d~ su pasado. Algu-
nas de ellas continuaron representándose en las fiestas patronales.
Diversos documentos que se conservan en los archivos de Bolivia y
el Perú nos traen esta evidencia. En tal séntido es elocuente la sen-
, LA LITE~ATURA DE LOS QUECHUAS 61

tencia pronunciada en 1781 por el Visitador General José Antonio de


Areche contra el glorioso caudillo José Gabriel Túpaj Amaru. En
ella hay un punto en que se declara terminantemente prohibida "la
representación de comedias, como también otras festividades que
los indios celebran en memoria de sus Incas". Pero aquella prohi-
bición perdió a poco su vigencia, pues los Incas y la grandeza de su
imperio continuaron matizando la solemnidad de las fiestas patrona-
les. Todavía en los tiempos que corren hay ciudades y aldeas boli-
vianas y peruanas donde conjuntos de aficionados indígenas conti--
núan representando autos sacramentales y obras que versan sobre
el pasado de nuestro pueblo.

Las referencias que nos ofrecen los autores citados en este ca-
pitulo y otros elementos de juicio hallados en diversas fuentes nos
dan la evidencia de que los Incas conocieron en su teatro dos géne-
ros perfectamente diferenciados: el wanka y el aránway. El primero
era de carácter eminentemente histórico y se encargaba .de reme-
morar la vida y hazañas de los monarcas y de los grandes adalides
del imperio. En este punto es preciso poner de relieve que el prota-
gonista debla ser un personaje que en la vida real había dejado de
existir. No se permitía. por ley o por costumbre, llevar a escena he-
chos de personajes que aun vivian. El género aránway disponia de
una temática más amplia, pues podía abordar cualésquier episodios
relacionados con la vida ordinaria.
La falta de equivalentes exactos en castellano dió margen pa-
ra que Garcilaso y otros autores se refiriesen al wanka y al aránway
como si fueran llanamente idénticos a la tragedia y la comedia eu-
ropeas. Pero la única semejanza que hay entre el wanka y la trage-
dia es que ambos actúan con personajes ilustres. En el wanka no
concurren el acento trágico ni el desenlace funesto, impresci~dibles
en la tragedia. El wanka es una página de historia antes que ex-
posición de grandes infortunios. El aránway era más aproximado a
la comedia y se diferenciaba de ésta sólo en la admisión de la mú-
sica y el canto. Música y canto, elementos ajenos a la comedia, go -
zaban de enorme prestigio no sólo en el aránway, sino asimismo en
el wanka. · ·

El espectáculo, para el pueblo, se desarrollaba por lo común


en un espacio abierto denominado aranwa, en cuya parte céntrica
se construia el mallki, que era un pequeño bosque artificial a ma -
nera de escenario. Los actores aparecían reunidos a un extremo del
mallld y allí permanecían hasta el final. El diálogo se efectuaba al
centro del escenario, adonde se dirigían solamente aquellos a quie-
nes tocaba intervenir en la acción. El público asistía agrupado en
circulo alrededor de los actores, a cierta distancia del mallki.
62 JESUS LARA

Algunos géneros t~atrales sólo podíal). representarse en el pa-


lacio imperial.

2.- APU OLLANTAY

a) LA BIBLIOGRAFIA DE LA OBRA

El Apu Ollantay es un testimonio que ha llegado hasta noso-


tros como una confirmación de las referencias que encontramos en
los cronistas primitivos acerca de la existencia del teatro entre lo;;
Inkas. Se trata de un drama cuyo tema se basa en un hecho históri-
co. Su origen ha promovido comentarios y apasionadas discusiones
desde hace más de una centuria. Copias manuscritas de él fueron
descubjertas en poder de algunos aficionados y una sumamente an-
tigua en el convento de Santo Domingo del Cuzco.

La existencia del Apu Ollántay fue revelada por primera vez.


en 1837 por el "Museo erudito", periódico político, histórico y lite-
rario que publicaba en la ciudad del Cuzco el abogado José Pala-
cios. En tres números consecutivos el periódico. insertó un relato in-
titulado "Tradición de la rebelión de Ollantay, y acto ,heroico de fi-
delidad de Rumiñahui, ·ambos .Jenerales del tiempo de los Incas".
No se consignaba el nombre del autor, pero de él se depía que era un
cuzqueño "prolijo en indagar las antigüedades de su país". Se aña-
día que el trabajo se basaba en una pieza teatral compuesta por el
cura Antonio Valdez y en una tradición inmemorial narrada por el
kuraka Juan Wallpa y otros. Al aludir al drama se hacía constar que
el autor del relato conoció el manuscrito de la obra en manos de
Narciso Cuentas, sobrino del sacerdote.

Antes de que se publicase el drama entero, Mariano Eduardo


de Rivero, director del Museo Nacional de Lima, y Juan Diego de
Tschudi, quechuista alemán, incluyeron dos importantes fragmen-
tos de él en su libro "Antigüedades peruanas", aparecido en Viena,
en 1851. El texto quechua de los fragmentos iba acompañado de una·
traducción al castellano. Sin aludir a la fuente de que se habían ser-
vido, lo autores decían que en algunas bibliotecas particulares del
Cuzco se conservaban códices del drama que provenían de los siglos
XVI y XVII. Creemos de interés agregar que el libro fue traducido
cuatro veces al inglés y una al francés entre 1853 y 1859.

El texto completo del Ollántay fue publicado por primera ve?.


en la segunda parte de "Die Kechua-Sprache", de J. J. von Tschudi,
en Viena, 1853. Según nos informa en el prólogo de la obra, el autor
LA LITERAWRA DE LOS QUECHUAS 63

reprodujo una copia que le entregó un pintor alemán de apellido


Rugendas; la copia fue hecha por un monje en el Cuzco y el manus-
crito original era un códice sumamente antiguo que se conservaba en
el convento de Santo Domingo de aquella ciudad. Acerca del códice,
el quechuista tudesco nos informa llanamente que se hallaba en mal ,
estado y era en partes apenas legible. Clements R. Markham es más
explicito y en "Los Incas del Perú" nos refiere que ,él conoció el do-
cumento en 1853 y añade que se hallaba "casi ilegible por la hume-•
dad". Paul Rivet, en la introducción de su "Bibliographie des lan-
gues aymará et kichua", nos informa que aquel valioso tesoro había
desaparecido hacia mediados del siglo XIX, habiendo sido recupe-
rado en 1940. Los monjes dominicanos, en un viaje que hicimos al
Cuzco en 1951, nos dieron algunos pormenores de los que rodearon ::1
la desaparición y al recobro. La pérdida se había producido en un
período de crisis de la orden, a la muerte del prior de ese entonces,
que era el único -morador del claustro. Según ellos, el códice fue
reencontrado en poder de una familia cuzqueña :- Farfán Reina-
ga - unida al prior aquel con lazos de parentesco. Pero nos fue da-
do examinar el preciado manuscrito en unión del quechuista alemán
Hermann Trimborn y no pudimos encontrar en él las características
anotadas por Tschudi y Markham. Hallábase en perfecto estado de
conservación; la escritura era clara, uniforme y ordenada, distri-
, bufda a dos columnas por página; el papel tenia las dimensiones que
dentro de la colonia se usaban para los actos notáriales; la tinta era
amarillenta, pero fuerte. En la última página, debajo de una peque-
ña y complicada rúbrica con que se cerraba el manuscrito, se lefa
esta nota: ºAutor Antonio Valdez, cura de Yanaoca", puesta con le-
tra y tinta a simple vista distintas y muy recientes con relación a
la escritura del texto.
Teniendo en cuenta las particularidades que presentaba el có-
dice extraviado y las que :;e observan en el manuscrito que poseen
hoy los dominicanos del Cuzco, se impone la conclusión de que el
primero desapareció de modo definitivo y que el actual, también su-
mamente antiguo, es un manuscrito del todo diferente.

El examen del códice actual nos conduce a descubrir en él una


nueva e importante característica: la elaboración de la copia corres-
ponde a una mano indígena, mal conocedora de los secretos del ca11-•
tellano. En este idioma están puestos, como en todos los manuscritos
conocidos, el titulo y los juegos de escena, y nuestro copista se com-
porta en este punto como no puede hacerlo de otro modo un indio.
Comenzando por el título, escribe: Comedea trageca d"' Ollantay en-
titnlo (sic.) Los rigores de un Padre y generocldad de un Rey. En el
curso de la obra pone mayes, loto, destante, besten, bisa, etc., en lu-
gar de mafz, luto, distante, visten, besa.
64 JESUS LARA

Von Tschudi volvió más tarde sobre el Ollántay, publicando en


1875 ,siempre en Viena, una buena edición crítica bajo el título de
"Ollanta. Ein altperuanisches Drama aus der Kechuas-prache", re-
impresa en 1876. En su edición crítica el peruanísta alemán utilizó,
aparte de la copia Rugendas, un texto empleado por Clements R.
Markham, otro de Fern&ndez Nodal y, ante todo, un códice que le fue
obsequiado por el comerciante 'Harmsen, de Arequipa, en 1858. De-
plorablemente este manuscrito presentaba graves averías y mutila-
ciones. Conforme anota Paul Rivet, apenas se contaban en él 466 ver-
sos completos y 172 truncos. Empero la última página, que por for-
tuna no estaba dañada, traía esta fecha: "Na Sa de la Paz oi 18 de
junio de 1735". Al costado derecho y en la misma línea que la fecha
se leía el nombre de Miguel Ortiz, estampado probablemente por la
misma mano que elaboró la copia, aunque los especialistas mues-
tran reservas sobre la identidad de la letra. Este documento es cono-
cido entre los quechuistas como el "manuscrito boliviano".

El texto del Ollántay publicado por von Tschudi en su edición


de 1875 fue traducido al alemán, en verso, por Albrecht Graf Wicken-
burg y editado en 1876 en Viena.

La primera presentación completa de la obra al público cas-


tellano correspondió al quechuista peruano José Sebastián Barran-
ca, quien publicó en Lima, 1868, una traducción en prosa basándo-
se en el texto dominicano de von Tschudi.

La traducción de Barranca fue puesta en verso castellano, con


sensibles deformaciones, por · Constantino Carrasco y edita.da en
1876, en Lima, con prólogo de Ricardo Palma. Carrasco volvió a pu-
blicar su trabajo, dos años más tarde, junto con otros, en "Trabajos
poéticos", que llevaba un nuevo prólogo intitulado "Juicio critico",
de Ricardo Palma.

El Ollántay apasionó también a peruanistas ingleses como sir


Clements R. Markham. Este autor, que había hecho en 1853 un im-
portante viaje de estudio al Perú, publicó en Londres, 1871, su
"Ollanta. An ancient ynca drama", con el texto quechua y su corres-
pondiente· traducción al inglés. Sir Markham se sirvió de un manus-
crito que en 1853 encontró en poder de Pablo Policarpo Justiniani,
párroco de Lari,. Tratábase de una copia sacada en 1780 por Justo
Pastor Justinianí, padre del sacerdote, de un manuscrito pertene-
ciente al cura Antonio Valdez. El quechuista inglés descubrió el mis-
mo año de 1853 otro manuscrito del Ollántay en poder del doctor Ro-
sas, párroco de Chincheros. Nos informa que comparó este documen-
to con el de Justiniani, sin haber encontrado diferencias dignas de
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 65
mención entre ellos. La copia Justiniani fue obtenida más tarde por
Gabino Pacheco Zegarra y obsequiada a Fr. José Gregario Castro,
obispo del Cuzco, en 1905. El prelado, a su vez, la donó al Archivo
Nacional de Lima con una dedicatoria que no lleva fecha. En cuanto
al manuscrito Valdez, Markham nos dice en "Los Incas del Perú"•
que él se conservaba todavía en 1853 en manos de Narciso Cuentas.
Luego, la·bibliografía del Ollántay no nos ofrece ninguna otra refe-
rencia acerca del precioso documento. En realidad ninguno de los.
investigadores que se han ocupado de la materia ha podido afirmar
que lo conoció. El propio Markham, que fue el que más cerca de él
estuvo, guarda silencio al respecto.

José Fernández Nodal, estudioso peruano, incluyó el texto del


drama, extrañame~te deformado y sin traducción al castellano, en
su obra "Elementos de Gramática Quichua", publicada en Londre.:1,
sin año de edición, el cual es fijado por los especialistas en 1873.
El mismo año, según presume Paul Rivet, el autor dió a publicidad
"Los vínculos de Ollanta y Cusi Kcuyllur. Drama en quichua". Era
una reproducción del texto utilizado en la Gramática, pero se acom-
pañaba' de la respectiva traducción al castellano.

Gabino Pacheco Zegarra, ilustre quechuista cuzqueño, publid


en París, 1878, el texto quechua del Ollántay junto con una traduc-
ción al francés. La obra, intitulada "Ollantai - drame en vers que-
chuas du temps des Incas", llevaba una introducción, un análisis del
drama y un apéndice sumamente extenso. En el apéndice se trans-
cribe y traduce al francés el relato aparecido en 1837 en el "Museo
erudito" del Cuzco. Pacheco Zegarra utilizó en su trabajo un códice
que él mismo hubo encontrado entre los papeles de su tío abuelo D.
Pedro Zegarra. A su juicio, era una copia del primitivo texto domi-.
nicano. Pero es posible que él no hubiese conocido este último do-
cumento, el cual en sus tiempos había ya desaparecido. Entre el tex-
to que él transcribe y el primero de von Tschudi hay diferencias muy
marcadas. El primer dominicano divide la obra en actos y escena;;,
en tanto que Pacheco Zegarra la divide en escenas y diálogos. Hay
asimismo muchas diferencias en el contexto, algunas de ellas de
bastante consideración. En su traducción el insigne cuzqueño se com-
portó con harta liberalidad, circunstancia que le indujo a caer en
inexactitudes, algunas de ellas muy notorias, como hemos de ver en
su lugar. La obra fue traducida al castellano y publicada en Madrid.
1886, con prefacio de Fra11s:isco Pi 1\1:argall. El volumen incluía la in-
troducción y el análisis de Pacheco Zegarra, habiéndose prescindi-
do del texto quechua y del apéndice. Como. toda referencia al tra-
ductor se consignaba la inicial G. Esta versión fue reeditada en 1942,
en Buenos Aires.
66 JESUS LARA
Otro quechuista cuzqueño, Berna.rdino Pacheco, puso el dra-
ma en verso castellano, sin dar referencias acerca de la fuente en
que se basaba su trabajo. El volumen fue impreso en el Cuzco, el año
1881. Se hizo una reedición en 1923, con un breve prólogo de Luis E.
Valcárcel.

E. W.' Middendorf, otro peruanista alemán, publicó en 1879, en


Leipzig, un volumen titulado "Ollantay, ein Drama der Kechuas-
prache''.. La obra contiene el texto quechua y su correspondiente ver-
sión al alemán. El autor se vale del primer texto de von Tschudi,
subsanando las deficiencias de éste a base de los de Markham y Pa-
checo Zegarra.

Hubo también un traductor italiano para el Ollántay. G. Ra-


gusa-Moleti publicó en 1891, en Turín, un interesante volumen que
contenía algunos himnos religiosos primitivos, algunas canciones
amorosas y una versión completa del drama, bajo el titulo de "Poe-
sie dei popoli selvaggi o poco civili". La edición fue reproducida
en Nápoles, 1897, con algunas adiciones.

El poligloto J. H. Gybbon Spilsbury, profesor de idiomas en va-


rios colegios de la R_épública Argentina, incluyó el Ollántay en la
tercera parte de su "Lenguas indígenas de Sud América", con el
texto quechua completo y con traducciones al castellano, francés e
inglés. La edición fue hecha en Buenos Aires, 1879. El traductor ano-
ta que _s'e ha servido "de un nuevo manuscrito", pero no dice nada
acerca de su procedencia.

En 1916 vió la luz en Buenos Aires un volumen intitulado


"Ollantay _:_ Drama quechua en verso de autor desconocido". Se tra-
taba de una obra póstuma del padre Miguel Angel Mossi -:-- Honorio
Mossi en Bolivia - fallecido en 1895. En ella van lado a lado el text-J
.quechua y su traducción literal castellana. Aunque el libro lleva un
extenso prólogo del autor, no se hace ninguna luz acerca del origen
ni de la naturaleza del drama, abundando más bien en consideracio-
nes acerca de un supuesto parentesco del quechua con el hebreo y
en sistemáticos ataques a la obra de Pacheco Zegarra. Aunque e:1
la carátula reza que el texto quechua proviene del códice dominica-
no, vemos que no es el utilizado por Tschudi en su edición de 1853,
mas, sí, enteramente el que adoptó el denigrado Pacheco Zegarra.
con algunas alteraciones de escasa importancia. La traducción de
Mossi - ironía del destino - se acompañó con la versión francesa
del ilustre cuzqueño en una edición muy elegante hecha en París,
1931, con prólogo de Ventura García Calderón.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 67

En 1917, en Praga, apareció el texto completo del Ollántay en


una cuidadosa traducción a la lengua checa. El autor, Otokar J.
Janota, basó su trabajo en el texto de Middendorf.

El filólogo y lingüista italiano Hipólito Galante, catedrático de


la Universidad de San Marcos de Lima, hizo una interesante tra-
ducción de la obra al latín. El primer acto, junto con el respectivo
texto quechua, la publicó en 1937, en Lima, y el segundo acto un año
más tarde. En 1938, en Lima también, hizo una edición de la obra
completa, enriquecida con una reproducción fotostática del manus-
crito Justiniani, más la transcripción de una nueva copia elaborada
en 1838 por Justo Apu Sawaraura, canónigo y visitador general del
obispado del Cuzco.

Justo Apu Sawaraura dejó una antología manuscrita que con-


tenía un resumen de los "Comentarios Reales" de Garcilaso, una
transcripción del relato ollantino del "Museo erudito", el drama y fi.
nalmente el auto sacramental del Uska Páuqar. Es posible que la
copia Sawaraura del Ollántay haya sido extraída del primer códi-
ce dominicano, como presume Paul Rivet, puesto que el contenido de
ambos resulta casi el mismo; las diferencias que aparecen son pe-
queñas, atribuibles a omisiones o enmiendas del copista. Del manus-
crito de Sawaraura derivaron otras copias: una que se conserva en
la Biblioteca del Museo de La Plata (Argentina) y otra que poseía
el padre Víctor M. Barriga, del convento de la Merced de Arequipa.

En los últimos tiempos - 1925 - el quechuista cuzqueño José


Mario Benigno Farfán ha dado a publicidad en Lima una traducción
literal del drama al castellano, acompañada de su texto quechua.
En su corto prólogo el traductor nos informa que originalmente ba-
só su trabajo en el texto de Pacheco Zegarra y que después tuvo
que revisarlo en vista de otros textos que hubo estudiado.

El Ollántay, finalmente, ha sido objeto de diversas adapta•


ciones al género novelesco. En inglés, bajo el titulo de "Ollanta - An
Ahcient Peruvian Indian Drama", por Franc'es C. Wenrich; la obra
fué publicada en Boston, 1920. En italiano, intitulada "Ollantai -
drama Hrico in tre acti", por Víctor Mercante, en La Plata, Argen-
,tina, 1922. En castellano, con el título de "Ollántay - Novela his-
tórica de la época incásic:a", nor Carlos Monsalve, en Buenos Aires,
1923. En alemán, por Herta Lenz-Brug~n. bajo el título de "Die Incas
die Trogodie des Sonnevolkes". Berlín, 1922.
68 JESUS LARA

b) EL ORIGEN DEL DRAMA

La paternidad de Valdez

A lo largo de la discusión del Apu Ollántay aparecieron dos


posiciones apasionadamente antagónicas. La una sostenia que se tra-
taba de una obra compuesta dentro de la época colonial, mientras
la otra hacia rem:.-nt?r la antigüedad de ella al periodo precolombi-
no. Luego surgió una tercera, que tendia a demostrar que el tema y
la acción misma eran de origen inkaico, pero con notoria y eviden-
te intervención sufrida en tiempos del coloniaje. Cada una de !as
posiciones era defendida con ardor por numerosos partidarios, en-
tre los cuales llegaron a librarse enconados combates polémicos. Ac-
tualmente quedan en pie las tres y el debate no está cerrado toda-
vía.

Entre los defensores de la primera tesis, unos se deciden por


la paternidad del cura Antonio Valdez sobre el drama y otros opi-
nan que el autor fue algún español o mestizo de la colonia.
La noción de la paternidad de Valdez nació en el "Museo eru-
dito" del Cuzco, en 1837, c~n una noticia proporcionada por Narcis,J
Cuentas, sobrino y heredero del sacerdote. El redactor del periódi-
co aseguraba haber visto el manuscrito original y sin beneficio de
inventario escribía que se trataba de una obra "que en lengua que-
chua formó pocos años ha el D. D. Antonió Valdez, cura que fue
de Sicuani".

La información del "Museo erudito" fue prontamente recogi-


da por Justo Apu Sawaraura, quien la transcribió al pie de la letra,
con ligeras alteraciones ortográficas, en su antología manuscrita de
1838: "la comedia que en lengua qqecllua formó pocos años ha el D
D. Antonio Valdez, cura que fue de Sicuani". Y en seguida aclaró
que el sacerdote hubo recogido la tradición que circulaba entre el
pueblo, acondicionándola a las necesidades del teatro.
1
La voz del periódico cuzqueño no tuvo otras consecuencias has•
ta 1862, año en que el quechuista inglés Clements R. Markham se
declaró, en su obra "Travels in Peru and India", partidario de la
paternidad de Valdez. Pero este autor había opinado seis años antes
que el drama era muy antiguo, compuesto probablemente en un pe-
riodo anterior a la conquista española. Y a esta posición hubo de
volver más tarde, al través de estudios más serios, constituyéndose
en uno de los sostenedores más firmes del origen incaiéo de la obra.
Así le encontramos en "Ollanta - an ancient ynca drama", 1871; en
"Note on the ancient Ynca drama", estudio incluido en su traduc-
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS fj9

ción de la "Segunda parte de la Crónica del Perú" de Cieza de León.


1883; en "The Incas of Peru", 1910, y en diversos artículos de poL"'-
mica.
Aparte de la palabra del "Museo erudito", repetida por Jus-
to Apu Sawaraura, los partidarios de Valdez se apoyan en el hecho
de que la obra se habría representado en tiempos del levantamiento
de José Gabriel Túpaj Amaru, en el pueblo de Tinta, bajo la direc-
ción del sacerdote, amigo del caudillo. Refuerzan su posición me-
diante algunas pruebas que creen hallar en la obra misma. La versi-
ficación, algunos conceptos, unos pocos términos y algunos otros
elementos que se presentan, según •:llos, como patrimonio exclusi-
vo de la civilización europea. Entre los que defienden esta tesis ha.;1
valores del-prestigio de Francisco Pi y Margan, Luis Cordero y Artu-
ro Capdevila. Y otros, menos conocidos, como Elijah Clarence Hills,
/.taliva Ruiz Palazuelos, Leopoldo Vidal Martínez, etc. Y aun otros,
0

anónimos, como aquel que puso la nota en la última página del se-
gundo códice dominicano. El caso de Pi y Margan es en cierto mo-
do semejante al de Markham. En su "Historia General de América",
publicada en 1878, el notable publicista español acoge llanamente la
segunda opinión del quechuista inglés, que atribuía la paternidad
del drama al cura de Sicuani. Pero ocho años después, habiendo co-
nocido los trabajos de Pacheco Zegarra y de otros, cambió de crite-
rio y en un breve y vigoroso prólogo puesto en la versión castella-
na del Ollántay del ilustre cuzqueño, sostuvo que el drama era an-
terior a la llegada de los españoles al Perú. "No hay en él - dijo -
nada que revele la manera de pensar ni de sentir de Europa, ni na-
da que no este adecuado a las instituciones, a las costumbres y al
estado social de aquel vasto imperio ... "
Los que, sin tomar en cuenta la paternidad de Valdez, conside-
ran que el Apu Ollántay es obra netamenle colonial, se manifiestan
ante todo cuando hallan la ocasión de impugnar la tesis del origen
precolombino del drama. Entre estos hay figuras de gran volumen,
como Bartolomé Mitre, Marcelino Menéndez Pelayo, Ricardo Pal-
ma, Diego Barros Arana, Ricardo Rojas. Figuras menores, como
Gastón Masperó, Mariano Prado Ugarteche, Jesús Arriaga, J. H.
Rowe y otros. A varios de ellos, los veremos más adelante.
Una circunstancia importante que debemos anotar es que los
partidarios de la primera tesis. e'J{ceptuando a Luis Cordero, no co-
nocen el quechua y basan sus estudios en simples traducciones, las
cuales no pueden ofrecer de ningún modo los elementos necesarios
para llegar a una conclusión áceptable.
Los que no están de acuerdo con la paternidad del cura de Si-
cuani, le niegan toda validez a la información del "Museo erudito"'
70 JESUS LARA

y, por tanto, a la transcripción de Sawaraura, puesto que aquella


procedía de una fuente interesada y el periódico la admitió sin exa-
men ni comprobación de ninguna especie. Con respecto a ·la nota que
se lee al final del segundo manuscrito dominicano, no se precisa una
discusión para convenir en que ella fue consignada en tiempos rela-
tivamente recientes por .alguna mano oficiosa. Por otra parte, no es
difícil demostrar que no se conoce el menor antecedente literario de
Vafoez. No existe un solo vestigio que se pudiera presentar en favor
suyo. En "Les races aryiennes du Perou", 1871, la palabra dign:¼
de todo crédito de Vicente Fidel López nos ofrece el testimonio de
Vicente López y Planes y Mariano Moreno, amigos de Valdez en Chu-
quisaca entre 1802 y 1805, quienes decían que nunca supferon que el
sacerdote hubiese compuesto alguna vez un' drama. Los anteceden-
tes conocidos de Valdez se reducen al hecho de haber trasladado el
drama "de boca de los indios al papel" y haberlo dividido en esce-
nas y adaptado al teatro, haciéndolo representar "ante el infeliz Tú-
paj Amaru", conforme escribe Markham en "Los Incas del Perú",
reproduciendo referencias que en 1853 obtuviera del párroco Pablo
Policarpo Justiniani. Y el mismo Markham presume en seguida "que
Valdez no fue el primero r,ue redujo el drama a escri,tura" en vista
de la existencia del 1'11.anm,crito boliviano,.fechado en 1735. Este do-
cumento es ofrecido como una prueba ne peso en contra de la pa-
ternidad del cura de Sicuani, quien falleció en 1816, esto es, 81 años
después de la fecha que ostenta dicho códice. Sin embargo hay es-
critores, como José Sebastián Barranca y Constantino Carrasco, que
admiten que Valdez puso en orden, con algunas adiciones, fragmen-
tos antiguos conservados por la tradición. Pero Barranca y Carrr$-
co no supieron de la existencia del manuscrito .boliviano.
En vista de los testimonios y argumentos acumulados, Ricar-
do Rojas, en "Un titán de los Andes", 1939, considera definitivamen-
te desestimada la tesis de la paternidad de Valdez, para concluir
" que el Texto Quichua es obra colonial anónima, de improbable
origen y de formación tradicional". ·
"Un titán de los Andes" es una obra a la cual no podemos. si-
quiera de paso, dejar de referirnos. El autor es un prócer dentro de
las letras americanas. Su versación en. cuestiones de la cultura in-
kaica es incuestionable. Antes de 1939 tenía compuesta una tragedia
bajo el titulo de "Ollántay", basada no en el drama que nos ocupa,
sino en la tradición publicada por el "Museo erudito" en 1837, no en
1835 como equivocadamente consigna el ilustre argentinb. Pero an-
tes de entregar su pieza a la escena y a la prensa, el autor preparó
un largo y enjundioso estudio sobre el drama antiguo del Apu Ollán-
tay y sobre la tradición. Ese estudio es el que se encuentra en "Un
titán de los Andes". En él se hace una reseña de lo principal que se
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 71

ha escrito acerca de los diversos códices conocidos; luego se com-


para el contenido de éstos con ~a tradición de José Palacios, direc-
tor _del "Museo erudito", no Manuel Palacios como erróneamente
dice Rojas. Del cotejo sale gananciosa la tradición, considerada co -
mo la única auténtica y como la única que debe servir de base pa-
ra una composición dramática. El ilustre argentino admite que la
rebelión de Ollanta fue un hecho histórico convertido por el pueblo
quechua en tradictón y juzga que el antiguo drama, originado en esa
tradición, es un producto falseado. Y no se da cuenta de que el fenó-
meno pudo haber sucedido a la inversa, dando el drama nacimien-
to. a la tradición, o lo que es más verosimil, que tradición y dram.:i
fueron engendrados independientemente por el hecho histórico. En
cuanto a las alteraciones que sufre un hecho histórico, es arriesga-
do opinar si ellas se producen más fácilmente en una tradición o en
una obra de teatro. De lo demás, no se debe olvidar que el Apu
Ollántay no es un tratado de historia, sino un poema dramático. En
las 178 páginas de "Un titán de los Andes" se ve claramente que el
autor se empeña en menospreciar los valores del dral!l:o en beneficio
de su tragedia.

Si bien Ricardo Rojas creyó terminado el debate alrededor


de la paternidad -de Valdez·, hay todavía quienes vuelven sotre el te-
ma, a veces con inusitado ardor. Tal sucede con Leopoldo Vidal Mar-
tínez, quien en "Poesia de los Incas", 1947, se declara partidario
apasionado del cura de Sicuani. Es en vista de esto; y otros antece-
dentes que Paul Rivet planteó en 1951, en la inti¡pducción de su "Bi-
bliographie des langues aymará et kichua", la necesidad de revisar
· la tesis de la intervención de Valdez, sea como autor o como trans-
criptor, en el drama. El insigne quechuólogo francés opina que un'.l
base sólida para la revisión es el manuscrito boliviano. Pero este
documento es apreciado con ciertas reservas por escritores de nom-
bradia como Ricardo Rojas y desestimado con inaprensiva ligereza
por otros como Vidal Martínez. Por otra parte, el códice, descubier-
to y conservado durante muchos años por Tschudi, no puede ser ya
objeto de nuevos estudios porque no se conoce su paradero. Empero
contamos con un documento tanto o más sólido que aquel y no es otro
que el segundo códice dominicano. Como ya dijimos en otro punto,
nos fue dado examinarlo en 1951 en unión de Hermann Trimborn, cll-
nocido quechuista alemán. Aparte de las particularidades que lo
presentaban como un manuscrito diferente del que sirvió para la co-
pia del artista Rugendas, había aún en él otras que hacían posible la
determinación ·de la época aproximada en que fue elaborado. En
primer término, el color de la tinta y el aspecto y calidad del papel
no dejaban ninguna duda acerca de la considerable antigüedad del
códice. La escritura, uniforme y prolija, mostraba peculiaridades
72 JESUS LARA

gramaticales y caligráficas no conocidas ya en tiempos de Valdez.


Era asiduo el empleo de la u de corazón, es decir, de la v con valor
de la vocal u; en los juegos de escena consignados en castellano se
escribía rr en vez de r al principio de dicción, serrallo en vez de ce-
rrarlo. Estas particularidades y otras que no es necesario enume-
rar aparecen también· en los manuscritos de Francisco de Avila, Gua-
mán Poma, Gabriel Centeno, etc., autores de la primera mitad dP.I
siglo XVII. En cambio ya no se las encuentra en 'los que correspol"-
den a las pcjstrimerias de dicho siglo. Tenemos un ejemplo en el "At·-
te de la lengua quichua" de Juan de Aguilar, fechado en 1690. Y no
hay que dejar de tomar en cuenta que tales características resultan
demasiado arcaicas frente a las que presenta el códice Justiniani.
elaborado en 1780, esto es, en vida de Antonio Valdez.

Podemos hacer todavía algunas otras comparaciones. El se-


gundo códice dominicano lleva el siguiente título: "Comedea trageca
de Ollantay entitulo Lo~ rigores de un Padre i generocidad de un
Rey". En el manuscrito Justiniani leemos: "Tragicomedia del Apu
Ollantay y Cusi Ccoyllor. Rigores de un Padre, y generosidad de un
Rey Inca". Sawaraura consigna en el suyo: "Comedia tragica que
intitula: Los rigores de un Padre y generosidad de un Rey". Es fá-
. cil ver que el primer títuld es más primitivo e imperfecto. En Sawa-
raura aparece el mismo, pero corregido. El de Justiniani adopta una
forma más pulcra y más propia, esto es, de acuerdo con la época.
Tal circunstancia se nota asimismo en el contexto de la obra. Mien-
tras el primero pr~senta signos morfológicos primitivos, estos apa-
recen pulidos y amanerados en el segundo, en tanto que Sawaraura
guarda mayor identidad con aquel.

El examen realizado en 1951 en el Cuzco nos conüujo a situar


la antigüedad del segundo cód1ce dominicano hacia la mitad del si-
glo XVII y ésta misma fue la opinión de Hermann Trimborn. De aquí
resulta que, a nuestro parecer, el padre Antonio Valdez no fue sino
un copista y conservador del valioso tesoro.

La Incanidad de la obra

La tesis del origen prehispánico del Apu Ollántay fue plante8-


da por primera vez en 1851 por Rivero y Tschudi en las páginas de
"Antigüedades peruanas". En el prólogo de "Die Kechua-Sprache''.
1853, Tschudi escribía: "Algunos datos dicen que el drama fue repre-
sentado ya en tiempos de los Incas e11 la plaza pública del Cuzco y
hasta después de la conquista". Esl.. crite-·l'io no fue secundado has-
ta 1868, año en que se publicó la versión castellana de José Sebas-
tián Barranca. En el prólogo del libro el autor acumulaba una serie
· LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 73

de testimonios y argumentos en pro de la antigüedad inkaica del


drama. Le salió al encuentro en 1870 el francés Gastón Masperó, rt!-
futándole y declarándose partidario del origen colonial de la obra.
Masperó, que adquirió más larde gran renombre como egiptólogo,
volvió sobre el tema en 1872, cuando encontró la oportunidad de ata•
car la tesis inkanista de Markham, quien el año anterior había dado
a publicidad su "Ollanta. An ancient ynca drama".

En "Les races aryiennes du Pe.rou", 1871, Vicente Fidel Ló-


pez asumió la misma posición que Barranca. Diez años más tarde
Bartolomé Mitre impugnó en "Ollantay. Estudio sobre el drama qu,•-
chua", la tesis de López con singular energía. Su ensayo comenza-
ba afirmando que los quechuas no conocieron el teatro, para pasar
a sostener que el Ollántay era un drama cristiano y caballeresco,
"de capa y espada", hecho a la manera de los de Lope de Vega y
Calderón de la Barca. Descubría en los personajes todas las virtu-
des espirituales propias de la civilización europea, las cuales eran
_ desconocidas, según él, entre los Inkas. En seguida cree descubrir
una multitud de elementos - vocablos, utensilios, joyas, hábitos, etc.
- 9ue fueron importados por los conquistadores. Asimismo encuen-
tra anacronismos, como aquello de luto, sepultura, elecciones im-
periales, etc., que denuncian claramente la mentalidad española del
:rntor. A su juicio, algunos pasajes se hallan aderezados a imitación
de otros de la historia antigua de Europa. Cita la visión de las hues-
tes homéricas, la elección de la guardia pretoriana de Tácito, el ar-
did de Zópiro en las narraciones de Heródoto. Cree descubrir que el
tercer arawi del dráma, en que se canta la belleza de la mujer, es
un trasunto del Cantar de los Cantares de Salomón. En esta cancion
hay un punto en que se compara la tez de la amada con la blancu •
ra de la nieve. Según Mitre, este hecho es por si solo una prueba
concluyente de la hispanidad de la obra, puesto que entre la raza
indígena no se vió jamás una cara blanca. Finalmente, el general
Mitre no admite que una pieza compuesta en octosílabos tan caste-
llanos por lo bien medidos y rimados, no haya sido fruto de un, in-
genio español.

Mitre fue prestamente respondido por Clements R. Markham,


quien en "Note on the ancient Inca drama" de su versión de Cieza
de León desmenuzó la apreciaciones del ilustre argentino, rebatiéQ-
dolas punto por punto y demostrándo que ellas basábanse unas vece~
en textos inexactos y otras en interpretaciónes forzadas y artificiosa::..
Por la forma como el inglés construye su argumentación y por la segu-
ridad con que va desmoronando los puntos de vista de su contendor,
se comprende que éste incursionó en un campo que no conocía muy
bien. Markham termina su respuesta seguro de haber probado que
74 - JESUS LARA

las objeciones del general Mitre carecen de consistencia para poder


desvirtuar la tesis que sostiene el origen prehispánico del Ollántay.

Esto no fue todo. En una carta que se publicó junto con la


versión castellana de la respuesta de Markham (Poesía dramática
de los Incas. Ollántay. Buenos Aires, 1883), Vicente Fidel López se
refirió largamente a los aspectos lingüísticos que el general Mitre
había abordado en su ensayo. Dijo que las observaciones de éste no
eran .resultado de un estudio directo de un texto quechua y menos
aun de alguno de los códices existentes, sino del simple examen de
la traducción francesa de Gabino Pacheco Zegarra. Profundo co-
nocedor del quechua, va analizando pacientemente los errores y sin-
razones en que cayó el general, seducido por ciertas imágenes y ex-
presiones halladas en el texto francés. Por lo visto, Mitre no se ha-
bía dado cuenta de que la versión de Pacheco Zegarra era "delibe-
radamente libre, libérrima, e inexactísima también en la mayor par-
te de los puntos de importancia". López se detiene de modo particu-
lar en algunos pasajes en los que resaltan las perífrasis y permi-
siones de que abusó el traductor, siendo ellas precisament-e las quP
al general le condujeron por el camino de la confusión y el error.
Así, por ejemplo, en la séptima estrofa del tercer arawi que se can-
ta en la obra, Pacheco Zegarra le da a la achanqara indígena el equi-
valente español de rosa y a la palabra utqha el de alabastro. Y sin
examinar las razones consignadas en una nota puesta al pie, Mitrf'
toma estos elementos europeos como realmente existentes en el tex-
to quechua del drama. Y no sabe que la achanqara, flor begoniácea,
no guarda parentesco alguno con la rosa, no se da cuenta de que
utqha es adjetivo, significa ligero, vi\'az, y no puede ser traducid')
de ninguna manera como alabastro. Hay un pasaje anterior en el
que Pacheco Zegarra comete no sólo una liberalidad, sino un abus'>
lamentable. Se trata de una intervención de Pikichaki, que dice:
¿Imápaj? Cháypaj, káipaj,
Ujman p'achata qonáypaj,
Uj kolqe:rta rikunánpaj
Ñoqatari manchanánpaj.

Estos versos, literalmente traducidos, deberían quedar así:

¿Para qué? Para esto, para aquello.


Para obsequiar ropa a unos,
Para que otros vean mi plata
Y me guarden temor.

Pikichaki desea tener ropa de más para obsequiar y objetos


de plata cuya posesión le dé categoría y le haga teq¡ido y respetado.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 75

Este es el contenido neto de esos versos y se explica por una costum-


bre universal que había en el imperio. El Inka obsequiaba su ro-
pa, sus vasos de oro o de plata y sus armas a sus kurakas y genera-
les más distinguidos. Estos hacían lo propio con sus subalternos dt!
mayor valía. Los hombres de jerarquía premiaban así el mérito de
los vasallos. Era un honor, una distinción muy grande el recibir -un
regalo así de manos de un jerarca, y era todavía un honor más gran-
de el hallarse en condiciones de hacer regalos. Pero Pacheco Zega-
rra traduce los versos en cuestión en una forma inaceptable: "De
quoi? D'acheter ceci, cela ... D'offrir une parure a la petite ... Et
puis, dame! Je voudrais faire sonner mon argent: ca donne de la
consideration". Según el cuzqueño, Pikichaki desea comprar un ade,
rezo para la chica y quiere hacer sonar su dinero, porque eso inspi-
ra respeto. Es difícil encontrar una explicación para semejante exce-
so, pues en el texto quechua no hay idea alguna de comprar, ni sos-
pecha de aderezo, ni figura de mujer, ni presunción cie dinero. Mas
esta conducta de Pacheco Zegarra arrastra al general Mitre a un
error más deplorable todavía: a tratar de probar el- origen colonial
de la obra sobre la base inexistente del verbo comprar y del sustan-
tivo dinero, dos elementos que no eran conocidos ni en el idioma ni
en la vida ecol)ómica del pueblo inkano.

A todas luces aparece que el ilustre general tuvo que adoptar


para su trabajo un texto francés en razón de su absoluta ignorancia
del idioma de los Inkas. De ahí que cuando se aventura a citar algu-
na forma gramatical del texto quechua, es para incurrir en tremen-
das equivocaciones, puesto que no tiene a mano más que las largue-
zas de Pacheco Zegarra. Entonces acude López a hacerle entrar en
razón a su adversario. Aunque al final pierde la paciencia y pre-
gunta: ¿ "Pero sabe quichua el señor Mitre? ¿Puede leer y juzgar
el drama de Ollantay en su original y en la diversidad de variante,;
con que corre manuscrito?" Después de todo, el general halló pru-
dente emprender una retirada estratégica y se amparó en el silencio.

No queremos pasar por alto el argumento que esgrime el ge•


neral Mitre respecto del color de la piel. En efecto, sería ocioso dis-
cutir negando el color oscuro de la raza quechua. Esto, en nuestros
tiempos y en los del militar argentino. Y en tiempos de los Inkas, tra-
tágdose de los jatunruna, súbditos comunes. Pero el general Mitre,
como en el resto de su ensayo, se nos ofrece aquí como un comba-
tiente no del todo bien equipado. Sus conocimientos acerca del pasa-
do inkaico son escasos y su documentación se resiente de sensibles
deficiencias. Si hubiese tenido el cuidado de adentrarse un poco en
el mundo de los cronistas de la colonia, no habría cometido tantos
deslices. Markham y López le refutan con muy buenas razones,
76 JESUS LARA

aunque sin presentar un testimonio, tratando, empero, de mostrar-


le que las gentes de la nobleza cuzqueña no eran tan morenas com'>
pretende su aliversario. Nosotros queremos aportar aquí un testimo-
nio proveniente nada menos que de Pedro Pizarro, primo hermano
y paje de Francisco Pizarro, actor en la campaña de Cajamarca y
autor de una interesante "Relación del descubrimiento y conquista
de los reinos del Perú", obra conservada en los archivos españoles
y puólicada p,>r primera vez en 1844. En esta obra, al referirse a las
peculiaridades y costumbres de los quechuas, Pedro Pizarro dice a
la letra lo siguiente: "Esta gente deste reino del Perú era blanca,
de color trigueño, y _entre los señores y señoras eran más blancos co-
mo españoles. Yo vide en esta tierra una'. mujer india y un niño que
de blancos y rubios casi no vían. Estos decía11 ellos que eran hijoc;
de los ídolos". Informaciones en todo parecidas nos ofrece Pedro de
Cieza de León-en "La cr5nica del Perú". En consecuencia; un dra-
maturgo del Inkario podía muy bien haliar la blancura de la nieve
en el rostro de una ñust'a (princesa) como era la hermosa Kusi
Qóyllur, ·

En su infortunado estudio Mitre deploraba que en el mundo


de las letras no se hubiesen dejado oir otras voces que la de Ricardo
Palma y la suya propugnando el origen español del Ollántay. El
ilustre historiador decía que el tradicionista peruano, apoyándose en .
algunas consideraciones que antes había publicado él, Mitre, en una
revista chilena, se inclinaba a sostener que el drama en cuestión fue
creado en tiempos en que ya se había consolidado la dominación es-
pañola. En efecto, Palma emitió esta opinión en el "Juicio crítico"
publicado en "Trabajos poéticos" de Constantino Carrasco, aunque
sin penetrar demasiado en el fondo del tema y sin adoptar una po-
sición propiamente polémica. Fue Pacheco Zegarra quien se encar-
gó de refutar a Palma, dándole a entender que no era muy propio,
en un hombre de letras, el entrar a ocuparse de una materia que no
se conocía. Ciertamente, Palma ignoraba el quechua en igual medi-
da que Mitre y el problema del Ollántay siempre le había preocu-
pado muy poco. Sin embargo, volvió en repetidas ocasiones sobre la
cuestión. En "Perú-ropa vieja", 1889, sostiene que el Ollántay es un
drama de origen español y presume que fue compuesto 200 o 300 años
(sic.) después de la llegada de Pizarro a Cajamarca En "Tradicio-
nes y artículos históricos", 1899, insinúa que el autor de la obra pu-
do haber sfdo el cura Antonio Valdez. Finalmente, en "Cachiva-
ches", 1900, vuelve a su singular presunción de 1889 y, olvidado del
cura de Sicuani, cree que el autor fue algún dramaturgo que cono•
cía muy bien los secretos del teatro español.
La voz de Mitre no resultó tan sola como él mismo se temía ni
sólo fué rebatida tan severamente como lo hicieran Markham y Ló-
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 77

pez. El mismo año de 1881, Diego·Barros Arana, conocido historiador


chileno, comentaba en la "Revista de Chile"( el estudio de su cole-
ga argentino, haciendo suyos sus principales puntos de vista y refor-
zando sus argumentos. A su juicio, el Ollántay era un drama relati-
vamente moderno, creado ~or alguien que conocía la dramaturgia
española del siglo XVII.

La posición de Mitre influyó poderosamente en el criterio his-


panoamericano .. En 1884, Santiago Vaca Guzmán, escritor bolivia-
no, decía en su "Literatura boliviana" que el Ollántay confesaba
por sí mismo su origen colonial, no sintiéndose capaz de salvar la
prueba de fuego del análisis a que le sometían los críticos. Saltaba
a la 'vista que el candoroso literato chuquisaqueño no conocía más
que el modo de ver de Mitre, Palma y Barros Arana. Ma'rcelino Me-
riéndez Pelayo, pontífice de la crítica española del siglo XIX, pro-
nunciaba en su "Antología de Poetas Hispanoamericanos", 1893, la
sentencia de que el Ollántay era un "drama quichua no anterior al
siglo XVIII". Así a secas, sin presentar un testimonio ni aducir un
fundamento. En 1906, en el prólogo de una "Antología Boliviana",
Arturo Oblitas, otro escritor boliviano, sostenía que se trataba de
una obra apócrifa, de muy escasa valía, compuesta por algún es-
critor colonial del siglo XVII. Pero aun en nuestros días hay escri-
tores que invocan a Mitre y a Palma como a autoridades indiscuti-
das, como a jueces que hubiesen pronunciado una sentencia inape-
lable. Tal sucede con Leopoldo Vidal Martínez, quien juzga la obra
en su "Poesía de los Incas" con notoria falta de. seriedad y con sen-
sibles fallas en su documentación. Llega al extremo de situar el ma-
quscrito Sawaraura en el período colonial y de atribuir a Pacheco
Zegarra la traducción castellana del drama, acabando por aceptar
incondicionalmente los puntos de vista de Palma y Mitre. Arturo
Capdevila, un maestro de la literatura argentina, en "Los Incas",
publicado en 1927, habla del Ollántay en un tono desmesuradamente
cáustico y considera que el general Mitre dijo la última palabra.

En cambio, Eugenio Larrabure y Unaue, León Douay, Narci-


so Sentenach, Adolfo Vienrich, Joseph Louis Perrier y otros defien-
den, con menos ardor, pero con más razones, la tesis de la inkani-
dad de la obra. Opinan que ella es de concepción y desarrollo ge-
nuinamente quechuas. No se encuentra en su contenido un solo pa-
saje, una sola idea, un solo elemento que haga pensar en una efecti-..
va influencia europea, ni siquiera en cuanto se trata del campo reli-
gioso. A ser la obra un producto netamente colonial, el autor habría-
se visto obligado a presentar alguna imagen, algún símbolo, a alu-
dir de algún modo a la fe cristiana. De buen o mal grado, todos cuan-
tos se ocuparon del pasado del pueblo sometido tuvieron que hacerlo.
78 JESUS LARA

Es evidente que en vista de la marcada predilección de los


quechuas por el teatro, · el clero mestizo componia en la lengua ma-
terna comedias que eran representadas por actores indios en las fes -
tividades religiosas. Y todas ellas asumían las características del
teatro religioso español del siglo XVII. "'Uska Páuqar" y "El pobre
más rico" se nos ofrecen como ejemplos, aparte de importantes ves-
tigios que aun se representan hoy día entre los indios. Markham en-
cuentra estas piezas ·muy semejantes a las que en este género com-
puso Lope de Vega. P,91"0 entre ellas y el Ollántay existen diferen-
cias fundamentales. ·

Los partidarios de la tesis inkanista encuentran que los c¡i.rac-


teres de los personajes, las costumbres, los hechos, en fin, los arcaís-
mos que abundan en el diálogo y que sólo se encuentran en las gra -
máticas y vocabularios de los siglos XVI y XVII, sitúan a la obrlt
dentro de los marcos de la civilización inkaica. La presencia de los
contados vocablos castellanos en ei' texto debe ser atribuída exclusi-
vamente a la intervención de los copistas. El asno que figura en el
primer códice dominicano y en el de Sawaraura, hállase sustituído
por la llama en el manuscrito boliviano y por el átoj (zorro) en el de
Justiniani. El verbo casarse del primer texto se halla reemplazado
por warmita másk'ay (busca una mujer) y warmita chaskínay (con-
sigue una mujer) en los otros. La letra y, suelta, no aparece en el
diálogo como oonjunción; en quechua es adverbio de afirmación y a
veces sirve para dar más fuerza a la idea y aun para hacerla en
cierto modo imperativa, y así está empleada en la obra. El luto ex-
presado con yana (negro) no es más que una sustitución de ch'unpi
o k'ispa (pardo), dos términos con que se significaba el duelo dentro
del Tawantinsuyu. La guadaña como símbolo de la muerte no exis ..
te en la obra. Existe la ichuna, especie de hoz que servía par~ segar
yerba. En un exceso de liberalidad y a fin de legrar una imagen más
seductora Pacheco Zegarra transformó la tosca herramienta indí-
gena en el instrumento con que los europeos arman a la muerte. El
propio Mossi. tan apegado a lo europeo y a lo asjático, se extraña ~n
que la ichuna quechua hubiese sido confundida con la guadaña. Pero
no se dió cuenta de que la traducción estaba hecha para el público
francés, el cual no habría captado el valor del término quechua en
el drama.
Refiriéndose a algunos pasajes criticados por los adversarios,
Jos defensores del origen precolombino del Apu· Ollántay se apresu-
ran a formular las aclaraciones necesarias. Expresan que no es evi-
dente que se hable de la elección del Inka en el Cuzco. En el pasaje
respectivo se afirma que Inka Yupanki es el elegido, el predilecto
del pueblo y acto continuo se dice que ya su predecesor le dejó la,;
insignias imperiales, expresando así. implícitamente, que el trono
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 79

era heredado. No hay, por tanto, ningún elemento que sugiera una
elección popular. Forzando con alguna habilidad el significado de
una frase no es imposible llegar a la. conclusión que se desea, y es-
to es lo qu~ ·precisamente han hecho algunos críticos del drama.
Aclaración parecida hay que hacer respecto del "entierro" del Inka.
En ese punto, no se expresa el acto de introducir el cadáver bajo
tierra. Willka Urna dice:

"Manllchu Qhosqo llajtata


Qhawarinki waqasqajta?
Pachakútej p'anpasqajta?

La traducción propia, exacta de estos versos será:

¿No ves que la ciudad del Cuzco


Está derraman.do lágrimas
En las exequias de Pachakútej?

Habría que interpretar demasiado literalmente los versos, aJ-


mitiendo en forma tácita que el diálogo del sumo sacerdote con Pi-
kichaki, se va produciendo en el momento mismo def entierro, para
arrancar las deducciones que nos proponen los impugnadores. De lo
demás, ellas no pueden ser sino absurdas, puesto que sabido es que
el cadáver del Inka nunca fue objeto de un entierro, de un soterra-
miento. El cuerpo del soberano, debidamente embalsamado, iba a
ocupar un sitio especial en recintos sagrados construidos al efecto,
no bajo tierra. Por otra parte, es también sabido que los funerales
de esta fndole duraban bastante tiempo, a veces hasta un año, a de-
cir de Garcilaso. Entonces, lo cierto es que el encuentro de nuestros
personajes acaece en un día de los muchos en que se va honrando al
Inka difunto y el sacerdote no se refiere al acto mismo de soterrar,
sino de un modo general a los funerales.

La Tercera Corriente de Oplni6n

Frente a los dos grandes sectores de opinión cuyos puntos de


vista hemos examinado, existe uno tercero que se coloca en una po-
sición intermedia. Según está corriente, no hay ninguna- razón para
negar el origen precolombino del Ollántay. Son válidos los principa-
les argumentos de Tschudi, Markham, Vicente Fidel López, Barran-
ca y de todos cuantos sostienen la inkanidad de .la obra. Pero a sim-
ple vista se encuentra que ella ha sufrido importantes alteraciones
en la época colonial. Si bien es de fondo genuinamente indígena, fué
adaptada al gusto y a las necesidades escénicas del tiempo de qu,1
provienen los manuscritos conocidos. Lo prueban su estructura mé-
80 JESUS LARA

trica y su división en actos o jornadas, asi como los diversos térmi-


. nos castellanos y algunos conceptos de índole europea que han sido
injertados. El primero que adoptó esta posición fue E. W. Midden-
dorf, quien dijo en su "Ollanta, ein Drama der Kechuasprache" que
el argumento de la obra era de origen inkaico, pero f'}Ue su forma
métrica actual era posterior, elaborada bastantes años después de
la llegada de los españoles. Esta tesis cuenta con adherentes como
Horacio H. Urteaga, P. Ainsworth Means, Louis Baudin, Raoul
d'Harcoü~. Jorge Basadre y otros. El más importante, entre éstos.
nos parece ~audin. Este extraordinario americanista, autor de "El
Imperio Socialista de los Incas", juzga que el Ollántay posee pecu-
liaridades inconfutídiblemente inkaicas: los caracteres de los per-
sonajes se hallan de perfecto acuerdo con las tradiciones y el espí-
ritu del pueblo quechua; siendo el amor la causa de la tragedia, el
autor no nos presenta la escena del idilio, recurso infalible dentro
del teatro europeo. Los enamorados no actúan juntos sino en el mo-
mento del desenlace. A su juicio, esta sola circunstancia "bastaría
para diferenciar profundamente el Ollántay de las tragedias clási-
cas europeas".
Hay críticos que se inclinan parcialmente a esta posición. En--
tre estos el más notable es José Gabriel Cosía. En efecto, este que-
chuista considera que el Ollántay es de concepción auténticamente
indígena: pero es sólo para apuntar que su autor fue probablemen-
te Juan de Espinoza Medrana, llamado el Dr. Lunarejo, arcediano
del cabildo ecle:;iAstico del Cuzco, que vivió dentro de la segunda
mitad del siglo XVII. Ciertamente el Dr. Lunarejo compuso dos pif.-
zas teatrales en quechua, la una intitulada "Auto Sacramental del
Hijo Pródigo" y la otra, "Auto Sacramental del rapto de Proserpi-
na y sueño de Endimión". Pero al mismo tiempo es sabido que nues-
tro personaje recibió una esmerada educación religiosa en el Cuz-
co y ahogó su espíritu aborigen bajo una exhuberante cultura eu-
ropea. Uno de sus temas es bíblico y griego el otro. En el desarro•
llo de ellos no aparece ninguna preocupación por el paisaje físico ni
humano de la tierra. Hay ausencia absoluta de todo sentimiento indí-
gena. Esta misma realidad encuentran quienes, como Eulogio Tapia,
investigan la vida y obra de Espinoza Medrana. Es así como no se
descubre ni el más remoto parentesco, ni la más leve afinidad entre
estos autos sacramentales y. el Ollántay. Entonces, no hay un solo
indicio que pudiera acudir en respaldo de la hipótesis de Cosía.

Hemos podido ver que la controversia se ha presentado ca"i


siempre con caracteres cargados de pasión por parte de los defen-
sores de la inkanidad de la obra y no exentos de prejuicios y de
ob~tinación por parte de los impugnadores. La tercera corriente
aborda el problema con mayor amplitud y serenidad, examin·a los
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 81

puntos de vista de los contendores y propone conclusiones más acep-


tables ..
Nosotros habíamos participado en otro tiempo de la pasión de
los primeros, conforme se puede ver en "La poesía quechua", es-
crita en 1945 y publicada dos años más tarde. Pero ahora, con docu-
mentación más amplia y al cabo de estudios más detenidos, com-
prendemos que estábamos equivocados y juzgamos que quienes pe-
netran más en la bruma en que se envuelve el origen del Ollánta)'
son los que sustentan la tercera corriente de opinión. Los testimo-
nios existentes y el análisis de la argumentación de unos y de otros
nos conducen por este camino. Vemos así que una de las prue'>as
de la inkanidad del drama se halla en el aspecto religioso. La ie
católica imprimió sus signos en toda obra producida dentro del
período colonial. No ha llegado hasta nosotros una sola que pudie -
ra señalarse en contra de esta afirmación. Máxime si el autor lle-
va sangre indígena o mestiza. Miguel Cabello Valboa entremezcla la
historia de los Inkas con la de Europa y pasajes de la Biblia. Pa-
chakuti Sallqamaywa comienza su "Relación" dirigiéndose a Jesús
y Maria y trazando en el papel una cruz, como "cristiano por la gra-
ci~ de Dios Nuestro Señor". En el curso de su obra nos presenta al
Apóstol Santo Tomás predicando en tierras quechuas. Garcilaso de
la Vega escribe la historia de los Inkas hablando de Dios a cada
instante. Waman Puma empieza invocando a la Santísima Trinidad.

Pero nada de esto sucede con el Ollántay. No se encuentra en


ningún sitio huella alguna del dogma católico. Al" contrario, nos sale
al encu~ntro la heliolatrfa quechua, figurada sobria y dignamente,
sin el recargo de tonos que por lo común emplean para con las di-
vinidades católicas los escritores de la colonia. La presencia del Sol
y los diversos ritos de que se habla a lo largo del drama sólo ha-
cen pensar en una sociedad que vive bajo la organización religiosa
de los Inkas.
Otra prueba de la inkanidad del drama está en la naturaleza y
comportamiento de los personajes. Cada uno de ellos, aparte de cons-
tituir un carácter admirablemente definido, es una noble y pura ex-
presión de su medio y de su época. Ollantá, el jefe rebelde, es un va-
lor autóctono consubstancial con el aire, la luz y la roca de los An-
des. No se parece, por tanto, a ningún héroe europeo. Es un espíri-
tu simple, incontaminado, sin las pasiones ni exorbitancias de los
guerreros de gesta. Un héroe que sólo pudo haber sido creado por un
poeta indígena. Kusi Qóyllur, la princesa enamorada, es semejante
a la tierna y cándida paloma de la tierra. Su infortunio no ofrece
nada de común con el de la cautiva europea, no es un desbordamien-
to de lamentaciones, no profiere un apóstrofe ni se le oye una implo-
82 JESUS LARA

r~ción. La reina Anawarki aparece y actúa como sólo puede hacer-


lo una madre indígena, generosa e indulgente con los sentimientos
de su hija. Contrariamente a la intolerancia que en situaciones pa-
recidas emplea por lo general la madre europea, la esposa del In-
ka permite los amores de la princesa con un vasallo de sangre co.
mún. Pachakútej es inflexiblemente respetuoso con las leyes del im-
perio y, aunque Ollanta es el más notable de sus guerreros, le niega
la mano de Kusi Qóyllur, haciéndole ver su posición de simple va-
sallo, pero serenamente, sencillamente, sin una expresión de cólera,
sin un gesto altanero, sin una palabra tonante. En cuanto a la infan-
ta, no importa que ella sea su hija, pues ha manchado la sangre solar
de los Inkas y debe sufrir el condigno castigo. Inka Yupanki es un
carácter diferente, magnánimo e inclinado al perdón. Acaso ve el
interés del imperio· antes que lo inexorable de su potestad de sobe-
rano. Ollanta ha caído en un delito de amor: pero su alzamiento no
estaba inspirado en la ambición del poder. Con la muerte del caudi-
llo se cumplía la ley, mas el Cuzco perdía un gran guerrero. Con el
perdón se beneficiaba el imperio.

Pikichaki, secuaz de Ollanta, es un personaje extrañamente


·cómico. Sus intervenciones son breves y mesuradas. Su humorismo
es fino y siempre ingenioso. Para cada situación tiene un gracejo
adecuado y no se extralimita ni cae en vulgaridad en momento al-
guno. Desempeña, así, un papel que no se conoce en la escena oc-
cidental. En vano el general Mitre y sus adictos se esfuerzan por en-
contrar el ingenio andaluz en Pikichaki. Pero nosotros hemos hurga-
do bastante en la historia literaria de España, desde los "Orígenes
del teatro español" de Leandro Fernández de Moratín, hasta la "His-
toria general de las literaturas hispánicas", obra colectiva de nume-
rosos especialistas españoles, recientemente publicada. Y no hemrs
podido hallar un solo indicio que pudiera inducir a pensar que e1.
personaje ollantino hubiese tenido un ·antecesor en la Península.
Examinando los autos sacramentales de Lope de Vega, maestro del
género, hallamos que se trata de piezas de contenido puramente re-
ligioso. En ellos se presentan la Santisima Trinidad, las santos, los
ángeles, las virtudes, los vicios, etc., mas no aparece en ningún mo-
mento un solo personaje cómico. Es en los autos sacramentales de
la colonia donde recién encontramos el elemento humorístico. En el
"Uska Páuqar" y en "El pobre más rico" interviene un "Gracioso",
con el mismo nombre en. ambos. Pero resulta tan poco ocurrente,
tan desprovisto de ingenio, que es difícil ponerlo en parangón con
Pikichaki. El recurso en sí, desconocido en el auto sacramental de la
metrópoli, nos lleva a presumir más bien que los autores del "Uska
Páuqar" y "El pobre más rico", en su empeño de ofrecer a su pú-
blico obras de sabor quechua, trataron de crear un gracioso a seme-
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS

Janza del que actuaba en el Olllmtay. Se nos podría argüir que Pi-
kichaki, si bien no tiene antecesores en la escena española, los tie-
ne en los bufones de las cortes europeas. Pero estamos en condicio-
nes de demostrar que personajes bastante parecidos había en el Cuz-
co. El pueblo conserva todavía el término exacto con que se los de- ·
signaba: qamchu. Esta palabra sólo se utiliza cuando se recuerda
a los graciosos que servían de diversión a los monarcas y otros al-
tos dignatarios. Con este detalle se halla consignada también en los
antiguos vocabularios.
Otro personaje explotado por Mitre y sus adeptos es Rumiña-
wi. A juicio de ellos, se trata de una figura desprendida de l11s "His-
torias" de Heródoto. En la misma forma como Zópiro, sátrapa per-
sa, se cortó las orejas y la nariz para· impresionar al enemigo y
hacerse digno de su confianza, así también aparece Rumiñawi co!l
la cara cubierta de heridas para engañar a Ollanta. Y lo notable
del caso es que ambos personajes consiguen el mismo fin. Realmen-
te, los que no conocen la cultura quechua y sus tradiciones popula-
res, quedan impresionados por una identidad tan singular y no dudan
de que el autor del Olllmtay conoció y asimiló muy bien la obra del
"Padre de la historia". Pero los entendidos, principalmente aque-
llos que conocen la obra de Pacheco Zegarra y las de Markham,
verlm que se trata de una simple coincidencia de hechos históricos.
La hazaña de Rumiñawi es de carácter histórico y está probada por
testimonios incuestionables. En primer término, tenemos la tradi-
ción popular, cuyo origen prehisplmico no es posible poner en duda.
Luego ha existido un objeto de cerámica inkaica, un vaso antropo -
morfo que representaba a un guerrero de alto rango con la cara cu-
bierta de heridas. Este valioso testimonio, conocido como retrato de
Rumiñawi, era a principios del siglo XIX propiedad de Fabián Ti-
tu, indio noble de los alrededores del Cuzco. En 1837 el objeto fue
obsequiado por el propietario al prefecto Antonio Maria Alvarez. En
esa oportunidad el indio refirió que el vaso había sido transmitido
de generación en generación desde tiempos inmemoriales.

Otra característica que al Ollántay le aleja fundamentalmente


del teatro español es el coro que figura en el primero. El coro, re-
curso importante de la tragedia griega, fue olvidado en la España
medioeval. Pero no sólo el coro, sino el teatro mismo. La. tradición
teatral de Grecia y Roma desapareció sin rastro, sañudamente com-
batida por el catolicismo. A principios del siglo XVI el teatro español
se reducía a recitaciones de villancicos, églogas y farsas, todas ella~
piezas de contenido religioso, cuyo escenario eran los oratorios de los
nobles y los templos. Así se representaron las obras de Juan del En-
zina, considerado como el padre del teatro español. Dichas obras
eran carentes de todo valor dramático y, en el tablado, sus persona-
84 JESUS LARA

jes femeninos eran interpretados por actores nmos. Verazmente, el


teatro español se inició a mediados de ese siglo con Lope de Rue-
da. Este, autor y actor, representaba sus comedias en patios y co-
rrales alquilados. El público español, poco culto y muy celoso cum-
plidor de las prohibiciones de la Iglesia, no simpatizaba ni mucho ni
poco con el teatro grecolatino. "Los Menemnos" y "Anfitrión" de
Plauto, así como "Electra" de Sófocles, traducidos por aquellos
tiempos, no pudieron ser jamás llevados a la escena. En consecuen-
cia, resultaría ocioso buscar antecedentes del coro ollantino en los
dramaturgos españoles. No lo intentan ni Mitre, ni Barros, ni Pal-
ma.

Donde los opositores del origen inkaico del Ollántay parecen


tener razón es en el punto relativo a la versificación. Es cierto qu<?
en su forma actual el diálogo de la obra se presenta en versos me-
didos y rimados. Pero no hay .que olvidar que la métrica española ·es-
tablecía leyes inquebrantables que los poetas, grandes y pequeños,
\'espetaban celosamente. Según esas leyes, el drama tenía que estar
compuesto en medidas perfectas, invariables, con rima consonanta-
da o asonantada, pero impecablemente distribuida. Este rigorismo
métrico se cumple con sus caracterfeticas más puras en todos los
dramaturgos españoles, desde los más antiguos, como Juan del En-
zina (Aucto del Repelón) y Juan de Timoneda (Los ciegos y el mo-
zo), hasta los del presente siglo, como Eduardo Marquina (En Flan-
des se ha puesto el sol) y Luis Fernández Ardavín, (La dama del ar-
miño). Empero, examinada la versificación del Ollántay, se descu-
bre de inmediato que al poeta no le preocupan demasiado los pre-
ceptos de la métrica. Se ve que él ha escogido la redondilla, pero
pocas veces consigue mantener la medida y la rima que correspon-
den a esta clase de versos. Algo más, comienza el diálogo quebran-
tando el rigor métrico, tan caro y tan respetado por los autores es-
pañoles. Los primeros tres versos carecen de rima y el tercero y el
sexto tienen nueve silabas. La redondilla aparece recién a partir del
undécimo verso, para desaparecer en seguida e ir asomando· por tre-
chos a lo largo de la obra, en medio de rimas alternadas o pareadas
y de versos blancos. Por otra parte, se encuentran a menudo ver-
sos de seis, siete, nueve y diez silabas. Y no es raro encontrar en
alguna parte versos hasta de doce silabas. En algunos puntos apare-
cen también algunas tentativas de décimas. Los únicos versos bie,1
medidos son los tres arawis del primer acto. Conforme hace notar
también Louis Baudin, cuando un personaje termina su intervenció"l
en- un verso trunco, y esto sucede con frecuencia, el interlocutor no
lo completa, sino que empieza con un verso entero. De donde resul-
ta que en la versificación del Ollántay no e}l::iste ningún sentido de
orden ni asomo de respeto por las leyes métricas. Cosa inadmisible
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS ll5

en los dramaturgos españoles de todos los tiempos. Se podría argüir


que en el "Uska Páuqar" y en "El pobre más rico" la versificación
es también defectuosa. Pero no hay que perder de vista que entre
éstos y el Ollántay existe una enorme diferencia de calidad. Tratán-
dose de obras medianas como los autos mencionados se puede admi-
tir inclusive que sus autores no poseían los secretos de la métrica,
y, después de todo, ellos eran indígenas o, cuando menos, mestizos.

Pero el Ollántay, por el reconocido volumen de su calidad, no


puede admitir una hipótesis de esta índole. Las altas éualidades que
se observan en la obra hacen pensar en un dramaturgo de extraor-
dinario talento, el cual, a ser evidente que vivió en los tiempos co-
loniales, no hubiese dejado de someterse a las normas rígidas de la
versificación española. En tal caso, habríamos tenido un Ollántav
compuei¡to en redondillas y décimas impecables. El quechua, por su-.,
condiciones de exuberancia y flexibilidad, permite cómodamente el
sometimiento del verso a las leyes métricas castellanas. Hay nume-
rosos ejemplos. como los himnos religiosos de Pérez Bocanegra, el
poema de Mánchay Puitu y los propios arawis del Ollántay.

CONCLUSIONES

Un balance de los diversos puntos de vista sostenidos por unos


y por otros, nos conduce a las siguientes conclusiones:

Los argumentos de los partidarios del origen colonial del dra-


ma, exceptuando el relativo a la versificación, han quedado destruí-
dos por los testimonios y razonamientos que aducen los propugnado-
res de su origen inkalco.

Permanecen vA.lidas estas peculiaridades de la obra: Ausen-


cia de toda alusión a la fe religiosa de los conquistadores; presen-
cia de la heliolatría inkaica; ausencia de ideas propias de la civiliza-
ción europea; ausencia- del idilio, elemento inprescindible en el dr1-
ma europeo; caracterización de los personajes de perfecto acuerdo
con el ambiente social y el ciclo histórico en que ellos actúan; prl'·
sencia del coro, común en el teatro grecolatino y desconocido en el
de España.

Estas peculiaridades y el argumento de la versificación, que


parcialmente queda en pie, nos permiten deducir que el Ollántay es
un drama de origen inkano, compuesto en tiempos anteriores a la
llegada de los españoles al Perú. Debió haber sido recogido en es-
critura en ·los primeros .años de la conquista, de la lectura de los
86 JESUS LARA

khipus o de labios de algún amauta; por algún religioso mestizo o in-


dio. Los versos quechuas, sin rima y de medida no siempre unifor-
me, debieron ser adaptados, en cuanto a la rima, a los precepto,
de la versificación castellana por algún aficionado del siglo XVI o
del XVII. Al propio versificador y a los copistas es atribuible tam-
bién la división en jornadas, actos y escenas que llevan los diversos
manuscritos conocidos. ·

, Del examen de los versos se desprende que el versificador,


lejos de esforzarse por someter el diálogo a las exigencias de la
métrica española, puso un visible empeño en lesionar lo menos posi-
ble el contenido original. Tarea en que resultó favorecido por la
exuberancia y flexibilidad del idioma. Así se explica el concurso de
versos medidos con tan poco escrúpulo y la distribución tan arbitra-
ria de la rima. Así también se explica la frecuente presencia de los
versos blancos y el hecho de que los versos truncos hayan quedado
sin ser completados.

En suma, tenemos que el Ollántay, producto de la literatura


inkaica, ha venido a nosotros con su contenido primitivo ligeramen-
te deformado por algún versificador y por los copistas coloniales.

e) EL ARGUMENTO

La acción de la obra, que abarca un espacio no menor de on-


ce años, empieza sencillamente. Ollanta interroga II su paje Pikicha-
ki si le fue dado ver en su palacio a Kusi Qóyllur. El paje, atemori-
zado, desea que el Sol no permita semejante osadía, y pregunta a su
vez a su interlocutor si no teme interesarse poi" _la hija del Inka. Con
la pregunta salta la pasión en el otro, que no concibe obstáculo ca-
paz de interponerse entre la infanta y él. Está cegado por el amor
v cree que no existe ya otra mujer en el mundo.

Aparece la figura importuna del amauta Willka Urna. Ollanta


no simpatiza con él, porque sabe que es hechicero y que se compla-
ce en vaticinar adversidades. No se equivoca. Además, ya el viejo
ha descubierto el drama de su amor y le exhorta al renunciamiento
a fin de no ensombrecer la vida del monarca. El amante lo compren-
de; pero su mal es irreparable. Sabe la magnitud de su pecado, pues
no corre en sus venas sangre de inkas; pero la suma de sus fuerzas,
en lugar de alejarle, arrástrale cada vez con mayor violencia a los
pies de la princesa, porque también ella le ama. En un lenguaje de
poesía pura pide la muerte, porque el amor anudó ya su lazo infran-
gible entre ellos:
LA UTERATURA DE LOS QUECHUAS 87

Jatunmin arwiway waska Grande es el lazo de mi conflicto


Seq'okunáypaj watasqa Y está anudado para ahorcarme
Chaypas, qori q'aytumanta Trenzado fue con hilos de oro.
Sinp'asqa chayqa: kaimantan De esta manera, el pecado
Qori jucha sípij kasqa. De la ambición nos da la muerte.

Un cambio de escena nos conduce a la morada de la reina, a


quien hallamos empeñada en fortalecer el espíritu atribulado de la
hija infeliz. Esta desahoga el dolor que le produce la ausencia del
amado, aun sin presentir siquiera la tragedia que no tardará en caer
sobre su vida. El diálogo es interrumpido por la presencia inesper:i-
da del Inka, quien trae un vaso desbordante de ternura para l¡,. in-
fanta. El soberano, en este momento, deja de ser el temido semidiós
que desmorona montañas y aniquila pueblos con un solo movimien-
to de su brazo, para convertirse en un corazón que se baña en la dul-
zura del hogar. Kusi Qóyllur no ha podido ocultar del todo las lá-
grimas que iba derramando en el regazo materno y, cuando su padrl'
se da cuenta de ello, salva su conflicto bellamente:

Qoyllurpas waqan sullanta También llora rocio la estrella


Intin llojsirimujtinqa, Cuando el Sol está asomando,
Sullari unun purinqa Y el rocio, conv"'rtido en agua,
Majch'irinqa chay· sallata. Inundará a la estrella enamorada.

Aqui interviene un coro de jóvenes que entran danzando al


son de una música peculiar. El coro canta dos canciones, las cuales,
;ior el recurso del símbolo, anticipan el destino que aguarda a la pa -
sión imposible de los amantes.

Impulsado por la fuerza de su pasión, Ollanta comparece an-


te el Inka y solicita en matrimonio a la infanta. Pero el Estado y la
religión no permiten que la sangre del jatunruna se mezcle con la
solar del Cuzco y la petición queda de plano rechazada.

Ollanta es un guerrero altivo, no se resigna a su fracaso y le-


vanta en armas a todo su pueblo, fortificándose en lo inaccesible de
sus montañas. Erige allí su palacio y le ciñen el llaut'u imperial pro-
clamándole soberano de Antisuyu. Pachakútej destaca al general
Rumiñawi contra el rebelde; pero el aguerrido ejérciio del imperio
queda destrozado en el camino por las bien organizadas huestes de
Orqo Waranqa, general y amigo de Ollanta.

En un convento (ajllawasi) del Cuzco vive Ima Súmaj, nma


de diez años, sufriendo una orfandad rodeada de cierto misterio. Es
un ser inconforme, no quiere admitir el perpetuo encierro que el des-
88 JESUS LARA

tino le depara y una noche, al vagar por el huerto, ha escuchado la-


mentos lastimeros de alguna persona encerrada en algún sitio. La
víctima clamaba al Sol y su aC'ento era angustioso.

Jinan kaypi, Pitu Salla De tal modo, Pito Salla,


LlakiÚan kikin q'esakun, Anida aquí la tristeza,
Wiqellan wiñay sisakun ... Florece el llanto sin término ....

Así pinta Ima Súmaj, ·la huérfana cautiva, el ambiente del


ajllawasi y prohibe a su amiga Pitu Salla, encargada de cuidarla,
toda. alusión a su futuro de ajlla (monja).

Mientras tanto, Pachakútej ha muerto y le sucede Túpaj Y:J-


panki. Este necesita pacificar el imperio y a Rumiñawi le
conmina: "Levanta tu nombre o abandona la provincia que gobier-
nas" y le autoriza buscar por cuenta propia el camino de la vindicta
y por tanto el sometimiento de Ollanta. A base de audacia y de as-
tucia, presentándose vestido de harapos y con la cara herida y en-
sangrentada, Rumiñawi, consigue ser admitido en la fortaleza del
rebelde.

En el convento del Cuzco, Ima Súmaj oye cada noche los an-
~ustiosos lamentos y tras una insistencia de muchos días obtiene que
Pitu Salla le confíe el secreto y la conduzca a la cueva oculta en que
alguien vivía prisionera. Allí encuentran un cuerpo inerte de mujer.
La impresión de Ima Súmaj es profunda delante de aquella vida que
parece muy cerca de su fin. La cautiva resulta ser Kusi Qóyllur,
encerrada alli por orden de su padre, y la niña no es otra que la hi-
ja de la pasión que determinó su desventura. ,

En la fiesta del gran solsticio (Intiraymi) que en la fortale-


za de Ollanta s& celebraba con extraordinaria pompa, Rumiñawi eje-
cuta su plan. Durante la orgía de la tercera noche abre las puertac;
de la fortaleza e irrumpen las legiones d~l Cuzco, capturando sin
resistencia al desprevenido caudillo y a sus principales jefes. El ge-
neral victorioso se presenta ante el Inka, seguido de los reos enca-
denados y pide ia muerte para ellos. El monarca quiere oír el dicta-
men de Willka Uma, que se in~lina por el perdón. Entonces Túpaj
Yupanki perdona a todos, a Ollanta le asigna el cargo de lugarte-
niente suyo y a Orqo Waranqa, vencedor que fue de Rumiñawi, le co-
loca a la cabeza de Antisuyu. Finalmente y merced a una bien for-
jada intervención de Ima Súmaj, el Inka otorga la mano de Kusi
Qóyllur al caudillo.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 89

d) SUS PRINCIPALES CARACTERISTICAS

El Ollántay no es en realidad una tragedia, ni una comedia.


ni un drama a la usanza europea. Empleando términos propios dire-
mos que es un wanka, una obra en que se reproducen hechos histó-
ricos y en la cual el dolor, encarnado en Ollanta, Kusi Qóyllur e
Ima Súmaj, tiene su oontrapeso más o menos constante en el buen
humor, en un humorismo pulido por el arte, mesurada y sobrosamen-
te salpicado en el lenguaje singular de Pikichaki.
La obra en si es de carácter netamente realista. No existe en
ella un solo pasaje, un solo hecho en que la imaginación se remon-
te más de lo preciso, ni un solo punto que pueda acusar falta Je
unidad o ar;iacronismo de lu\ar o de tiempo.
La acción se halla conducida con firmeza, sin caer en despro-
porción, ni recargos, ni abatimiento. E$ una acción propiamente
episódica, movidísima, casi cinemática. Los hechos abundan, los
conflictos se suceden y el interés crece en el curso del diálogo.

En los primeros momentos de la acción interviene el coro con


tres arawis de alto valor lírico distribuidos de modo que, lejos de
perjudicar a la obra, contribuyen a realzar su interés tratando de
mostrar a los personajes la adversidad que ronda en torno. De unn
manera general, el canto es ajeno al drama clásico europeo, con-
forme anotan Vicente FideL López y otros. Se lo suele hallar en el
auto sacramental español, pero en un clima muy distinto, en consor-
cio a veces con la danza. En los autos coloniales se lo emplea en un
grado excesivo. En el Ollántay este recurso es medido y no aparece
sino en el primer acto.

El diálogo, animado de grarl vigor y realizado con singular


maestría, no afloja en momento alguno y abunda en metáforas e
imágenes que acrecientan a cada paso el valor de la obra. No es
monótono ni pesado como en los autos sacramentales de la colonia,
sino más bien cautiva y ·enciende la atención por su constagte nove-
dad y por su colorido siempre armonioso y vivo.

El desenlace no tiene el cllrácter jesucristiano que le atribt: ·


yen los partidarios de la hispanidad de la obra. Es una pura expru-
sión de las prácticas y costumbres del Imperio. La ley era inexora-
ble y castigaba con la pena de muerte a los traidores y a los rebel-
des. Pero en la vida real la pena se aplicaba únicamente cuando
los culpables persistían en su acción y se negaban a reconocer la
soberanía del Cuzco; mas cuando hacían voto de reconocimiento v
de sujeción a la ley y al Estado, por lo general recobraban su je-
90 JESUS LARA

rarquia y su dignidad. El terrible Janquwallu, caudillo chanka que


puso en grave peligro la vida misma del Imperio, no fue sentenciado
a muerte después de su derrota; por el contrario, volvió a ser "tan
gran señor como antes, y el Inca le havía hecho todo el rega1o y tra-
tamiento posible", conforme escribe Garcilaso. De consiguiente,
Ollanta, que lejos de persistir en la insurrección se colocaba a mer-
ced de la ley y de la voluntad del sooerano, no debía, no podía su-
frir la pena capital. La escena del perdón con que acaba la obrl'l
fue inspirada por la lógica natural de la tradición, de la práctica
legal corriente.

La distribución escénica se nos ofrece también con caracte-


res propios.- El autor mueve a sus héroes tan pronto en el palacio dei
monarca como en la. fortaleza del rebelde, o en el convento de don-
cellas escogidas o en la morada de la reina, o entre las breñas an-
dinas. Hay por todo quince cambios de escenario, quince cuadros,
número desusado dentro del teatro clásico de España ..

3.- UTQHA PAUQAR

El teatro quechua cuenta en su acervo con dos obras que pare-


cen llevar un mismo título. Una de ellas intitula "Utqha Páuqar",
data de la era prehispánica y posee peculiaridades de aránway. La
·otra es Uska Páuqar, un auto sacramental compuesto durante la co-
lonia. El primer título puede traducirse como ufanía de colores o
ufana policromía, y el segundo como mendicidad galana y divertida.

El Utqha Páuqar es muy poco conocido y su texto se conserv,1


entre algunos núcleos indígenas de Bolivia, en tanto que el Uska
Páuqar se halla muy difundido entre los estudiosos peruanistas. La
índole paronimica de los dos nombres da lugar a veces a c-onfusio-
nes, pues no faltan autores que al Utqha antiguo le atribuyen fisono-
mía de auto sacramental, insinuando que su contenido fue deforma-
do por los religioso~ españoles. En este mismo error incurrimos
nosotros en La poesía quechua cuando tuvimos que utilizar infor-
ma.:iones de segunda mano. La aclaración de que se trataba de dos
obras diferentes la encontramos al acopiar materiales para nuestra
novela Yanakuna. Fue Serapio Condori, un indio de Ayopaya, proce-
sado junto con otros muchos que se insurreccionaron en 1947, quien
nos puso en camino. El nos expuso el argumento de Utqha Páuqar.
pieza cuya representación había presenciado en su primera juven-
tud. Era el mismo que encontramos en una obra inédita de Edgar
Ernalsteen y en otros autores; pero cuando hablábamos del persona-
je principal nos aclaró que el nombre no era Uska Páuqar, sino
Utqha Páuqar
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 91

El argumento del aránway inkaico, que no fue tocado por el


clero, fue recogido primeramente por el etnólogo belga Edgar Er--
nalsteen en los valles de Cochabamba. No obstante su sencillez, en-
cierra un vivo interés dramático. Dos hermanos, Utqha Páuqar y
Utqha Mayta, se enamoraron a igual tiempo de la doncella Ima Sú•
maj. Deseosos de no reñir entre ellos la solicitan al mismo tiempo en
matrimonio, a fin de que el conflicto sea zanjado por el padre, ku-
raka de la región. Este resuelve casar a su hija con aquel de los
dos que logre desviar más pronto un torrente que baja de la monta-
ña vecina, debiendo pasar el nuevo cauce por la puerta misma de la
casa. Páuqar es capitán en los ejércitos del Inka y en su condición
de tal toma muchos mi!es de soldados y empieza el trabajo. Su her-
mano, menor que él y sin vínculos con el ejército, no cuenta sino
con la ayuda de unos pocos amigos, pero. en dos meses consigue ha-
cer pasar las aguas por la puerta del kuraka, mientras que Páuqar
no ha hecho aun la mitad de la obra. El anciano ha de otorgar en-
tonces la mano de su hija al vencedor. No conforme con su suerte,
el perdidoso declara guerra al hermano. Se movilizan ejércitos v
se libran batallas encarnizadas. La victoria favorece ora al uno y
ora al otro, sin que el conflicto pueda llegar a resolverse. Finalmen-
te los caudillos acuerdan batirse en lucha singular. Pero Páuqar e;;
más fuerte que su rival y en el momento en que ha de realizarse la
pelea, en un gesto de nobleza reconoce el derecho adquirido por Ma>1-
. ta, reconciliándose con él. Utqha Mayta se casa con Ima Súmaj y
Páuqar se retira a una montaña lejana, dispuesto a sufrir allf su
desventura de amor hasta su muerte.

4.- ATAWALLPAJ P'UCBUKAKUYNINPA WANKAN

Esta obra fue descubierta por Mario Unzueta, autor de la no-


. vela costumbrista "Val.e". Dicho autor presenció la representación
de ella en la fiesta patronal de Toco, cantón de la provincia de Cliza.
El escenario era la pla2.a del t,ueblo, delante del templo y los acto-
res, indígenas quechuas, al mismo tiempo formaban parte de un
conjunto de danza. Unzueta tuvo en su poder el texto manuscri.to
de la pieza, tradujo al castellano las partes salientes y la traduc-
ción apareció transcrita sin referencias en un capitulo de la no-
vela. El hallazgo se produjo hacia 1943. Un grupo de aficionados dE'
San Pedro de Buena Vista, capital de la provincia Charcas de Po-
tosi, representó la misma obra en 1952, en un teatro de Cochabam-
ba. Otro texto de la misma fue obtenido por el filósofo y quechuista
peruano César Guardia Mayorga en Santa Lucia, otro cantón de la
província de Cliza, en 1955. El mismo año nos fue dado encontrar
92 JESUS LARA

un nuevo texto de la pieza en la ciudad de La Paz, en manos de un


conservador potosino. Este texto se hallaba fechado en Chayanta,
1871.
Poseemos copias.- de los textos de San Pedro, Santa Lucía y
Chayanta. Las marcadas diferencias que existen entre ellos las he-
mos estudiado en "Tragedia del fin de Atawallpa", que vió la lu1.
en 1957. Siendo el último de los· tres textos el menos intervenido, el
que conserva más puras sus formas primitivas, es también el que
se presta mejor a los propósitos que en nuestro trabajo perseguimos.

EL TEXTO DE CHAYANTA

El texto de Chayanta nos ofrece peculiaridades que le distin-


guen de los otros netamente. Es el único que ostenta un título vale-
dei.:o. el cual, si no es el que llevó la obra en su origen, por lo me-
nos resulta el que en realidad· corresponde al contenido. Además, al
revés de lo que sucede con las denominaciones de las piezas quec;_huac::
conocidas - Ollántay, El pobre más rico, etc., - en ésta no viene a
importunar el castellano y el idioma de los Inkas se muestra lim-
pio y austero: "Atau Wállpaj p'uchukakuininpa wakan", cuya tra-
ducción más aproximada debe ser: Tragedia del fin de Atau Wallp::a,
en razón de que en castellano falta un término equivalente para
wanka y el menos inexacto es tragedia. Además, el acento general
de la obra hace que ésta se identifique de · manera indudable con
la tragedia.

En su integridad la pieza conserva su textura quechua. No .\:t!


ve en ningún punto la menor tentativa de incursión de parte del cas-
tellano, excepción hecha de algunos términos sin equivalencia i;:i-
digena, como María, Jehová, Israel, Barcelona, puestos en boca de
personajes españoles. Incluso para la Biblia se ha buscado una mil-
nera propia de expresarla: Qhíspiy Simi (Palabra de salvación).
Sólo en un punto se recurre al vocablo Dios, siendo así que en otros •
se emplea su equivalente Wiraqucha.

Es muy visible el predominio del runas1m1 cuzqueño en la


obra; pero no carece de importancia el volumen de modalidade3
que ha introducido en ella el quechua altoperuano. Según el que•
chuista peruano César Guardia Mayorga, en-. este texto y en el de
Santa Lucía se notan importantes vestigios del quechua del Chín-
chay Suyu. Sobre este particular no podemos nosotros pronunciar-
nos, porque no conocemos bien el runasimi chincha.

Dadas estas circunstancias y acogiendo el parecer del doctor


Guardia Mayorga no es aventurado presumir que originalmente la
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 93

pieza se compuso en el quechua del Chinchay Suyu. Esta conjetura


se robustece si consideramos que dentro de aquella órbita se en-
contraban Quito y todas las provincias que apoyaron la causa dt>
Atawallpa cuando éste entró en guel'l'a con su hermano Wáskar. De
ahi que en la obra no hay ninguna alusión acusatoria contra Ata-
wallpa en tratándose del asesinato del Inka rival. El mismo Pizarro.
las veces que por intermedio de Felipillo dialoga con aquel. no alu-
de a ese hecho y como toda inculpación le dice: ''lmaynachus ma -
kiykipi - chay Wáska:i;- Inka wauqiykita - k'umuykuchirqanki, ji-
nata - qanpis ñuqápaj k'umuykunki" (Del mismo modo que en tu:.
manos humillaste a tu hermano el Inka Wáskar, asimismo ante mi
te doblegarás). En caso de haber sido. compuesta la pieza dentro ,d~
la órbita cuzqueña, el trato dispensado a Atawallpa habria sido di-
ferente. Garcilaso y otros autores oriundos del Cuzco hacen una pin-
tura poco favorable de este Inka. En cambio Waman Puma. nacido
dentro del Chfnchay Suyu, Cabello Valboa y otros, emplean palabras
muy duras al ocuparse de la personalidad de Wáskar. Y la verdad
es que en la tragedia nos encontramos con un Atawallpa dotado de
extraordinarias virtudes.

Naturalmente, al transcurrir el tiempo y extenderse la obra


por los antiguos territorios del Tawantinsuyu, se produjo en ell!l un:i
invasión paulatina y absorbente del quechua cuzqueño. La presen •
cia visible y persistente· de modalidades del quechua altoperuano es
resultado, a su vez, de una peregrinación más o menos larga en tie-
rras bolivianas.

En el texto de Chayanta encontramos algunos vocablos extra•


ños que no figuran en el lenguaje actual ni en los diccionarios co-
nocidos, ni siquiera en los más completos como los de Mossi y Lira.
Como ejemplos podemos mencionar los siguientes.: anutara, qúllmuy.
ltusqa, jallpita, junllapa, mupachákuy, etc. Al cabo de laboriosas in-
vestigaciones hemos podido descubrir que unos son simples modi11-
mos regionales que se deslizaron en la obra en los diversos lugares
donde ella tuvo residencia y otros son desfiguraciones de formas
castizas cuzqueñas.

El manuscrito contiene una nutrida nómina de personajes. Lla-


ma la atención el modo como aparecen agrupados a un lado los per-
sonajes indigenas bajo el ep[grafe del lnkakuna (Nobles) y a otro
los españoles bajo el de Auqasunk'akuna (Enemigos de barba).

En el texto de Chayanta la obra está compuesta en verso. Pe-


ro es un verso peculiar, libérrimo, ajeno a las imposiciones de la
métrica castellana. Hállanse entreverados, versos de siete a nue-
94 JESUS LARA

ve silabas. No son pocos los de cinco, seis y diez. No es raro encon-


trar versos de once sílabas y no faltan los de cuatro. Sin embargo
esta mezcla no fractura la cadencia indispensable como sucedería
en la versificación castellana. No existe distribución en estrofas y
los raros indicios de rima que se descubren se han formado de un
modo natural, fuera de propósito. En las intervenciones del coro de
princesas aparece reiteradamente el estribillo, rotundo y persisten-
te, en la misma forma que en el primer ara,wi del Ollántay.

Un cotejo cuidadoso de los tres textos nos ofrece el siguiente


hecho probable: el contexto primitivo, elaborado en verso, como se
conserva en el manuscrito de Chayanta, por algún motivo fue co-
piado sin mantener la solución de continuidad debida a los versos,
dando así al conjunto apariencia de prosa, como se ven en los ma-
nuscritos de San Pedro y Santa Lucia. El tenor literal es el mismo
en los tres y las diferencias existentes no pueden imputarse sino a
la acción de los copistas y aficionados.

EL ARGUMENTO DE LA OBRA

En el texto de Chayanta la acción comienza con un diálogo


entre el Inka y las princesas Qhora Chinpu y Qóyllur T'ika. Más
tarde se ve que estas dos forman parte del coro.

El monarca se muestra hondamente preocupado. Por segunda


vez en sus sueños ha visto a su Padre el Sol empañado por un hu-
mo sombrío, en tanto que el cielo y las montañas ardían como el
rojo pecho de los pillkus; al mismo tiempo un wak'a le ha augura-
do un suceso inenarrable. Teme el Inka que sea evidente que inva-
dan el pais guerreros de hierro y le usurpen su poderío.

Qhora Chinpu, la única princesa que habla, sugiere la conve-


niencia de llamar al sumo sacerdote, a fin de que éste pueda acla-
rar el significado del sueño. En caso de que se obtuviera un dicta-
men adverso, habría que movilizar a todos los guerreros del imperio
a fin de arrojar á los invasores.

Presente Waylla Wisa, sumo sacerdote, el Inka le hace rela-


ción de sus sueños y le sugiere la necesidad de que vaya a dormir
en su morada de oro para interpretarlos con mayor certeza.

En un monólogo Atawallpa recuerda a su antepasado Qhápaj


Manku (Manco Qhápaj), primer Inka, hijo del Sol. Luego nombra
a Wiraqucha, quien fue el primero que vió a los hombres de hierro,
presintiendo que ellos un día invadirían esta tierra. Declara que él
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS gr,

es hijo de Wayna Qhápaj y se promete hacer correr lagos de san-


gre hasta arrojar a los hombres de hierro con la ayuda del Sol,
su Padre.

Waylla Wisa welve de haber dormido, con el infausto presa-


gio de que el sueño del Inka podrá convertirse en realidad, pues
ha visto venir a los hombres barbudos por el mar en barcos de hie-
rro. Por orden del lnka el sacerdote va acompañado de Anotara y
otea el horizonte. Anotara es una especie de nombre familiar con
que en la obra se conoce al oso, pues en las representaciones actua-
les un actor disfrazado de dicho animal va detrás de Waylla Wisa.
El hombre mira desasosegado por uno y otro flanco la lejania; mas
no descubre nada y resuelve dormir de nuevo. Aquí interviene por
primera vez el coro anunciando que habían llegado los enemigos por
el mar, y tenemos el estribillo lnkallay (Inka mio) que se repite de-
trás de cada verso. El sacerdote duerme profundamente. El coro se
afana por despertarlo y, no consiguiéndolo, . llama a Sairi Túpaj,
quien logra arrancarle del sueño. Pero Waylla Wisa se levanta des-
concertado, se inclina a creer que es evidente la llegada de los ene-
migos de barba y para ver más claro se echa otra vez a dormir. Es-
ta vez no consiguen despertarlo ni el coro ni Sairi Túpaj. Acude
Challkuchima y su tentativa fracasa. Tiene que venir Khishkis y só-
lo él podrá hacer que el sacerdote se ponga en pie. Waylla Wisa se
muestra, como la vez anterior, confundido y asegura que están vi-
niendo los enemigos. Los describe con un sentimiento en que se mez-
clan el asombro y el temor y en términos que sólo podria encontrar
un indígena que vefa por primera vez la figura de un guerrero euro-
peo. Hé aquí la descripción:

"tarukakuna jina llevan tres caemos puntiagudos


kinsa ñauch'i wajracháyuj, igual que las tarukas,
chay chujchachankupipas y tienen los cabellos
yúraj jak'uwan t'akasqa, con blanca harina polvoreados,
chay k'akichankupipas y en las mandibalas ostentan
sh'ikacháchaj millma jina barbas del todo rojas, semejantes
puka sunk'acháyuj, a largas vedijas de lana,
chay makichankupipas y llevan en las manos
q'illaymanta warak'ayuj, hondas de hierro extraordinarias,
chay warak'ánkuj ñaupinri cayo poder oculto
rumita chuqananmanta en vez de lanzar piedras
nina raurajtan raphapan, vomita fuego llameante,
chay chakichankupipas y luego en los pies tienen
q'illaymanta quyllurkuna extrañas estrellas de hierro
illarispa tukukamun ... " que eo resplandores se deshacen...
96 JESUS LARA

, Waylla Wisa va en busca del soberano y le informa de su acia-


go descubrimiento. El Inka se sobrecoge, más reacciona al punto y
asegura que él y sus vasallos serán de todos modos más poderoso~
que los invasores. Cumpliendo un mandato de él va el sumo sacerdo-
te al encuentro de los enemigos de barba a fin de cerciorarse acer-
ca del objeto de su presencia en el país. En la obra desempeña un
papel poco importante la verdad histórica comúnmente aceptada. n.-,
ahí que asistimos a una entrevista entre Waylla Wisa y Almagro. E,
de sumo interés la pintura de esta escena. En ella, a la pregunta. del
sacerdote Almagro contesta que él y sus compañeros han venido en-
viados por el señor más poderoso de la tierra y a su vez le interroga
quién es el Inka que gobierna este país. Waylla Wisa, constreñido
por la situación en que su interlocutor le coloca y aun sin fijarse
en que cometerá una irreverencia para con sus dioses, le dice al es-
pañol si él no sabe que su Inka y único señor es el poderoso Atawall-
pa, quien tiene poder inclusive sobre el Sol y la Luna y que a su vo-
luntad se hallan sometidos los árboles, las montañas y todos los se-
res animados; refiere .que con su feroz y dócil Anutara el Inka ha-
ce devorar multitudes enteras y que con su honda de oro puede lle-
gar a herir a las estrellas. Almagro se apresura a decir que es inú-
til que se le quiera amedrentar, pues él y los suyos no conocen el
miedo. A una nueva pregunta del sacerdote el español declara que
ellos han venido en busca de oro y plata. Salta el padre Valverde
y rectifica exclamando que ellos han venido con el fin de que aquí
se conozca al verdadero Dios. Almagro acaba por entregar a Way-
lla Wisa un mensaje escrito para el Inka.

Se hallan presentadas con rasgos singulares la estupefacción.


la punzante curiosidad y la zozobra que la misteriosa "sh'allacha"
ocasiona en la corte. Circula de morada en morada, de mano en
mano y nadie se siente capaz de desentrañar el mudo contenido. Hé
aqui la manera original e ingeniosa como el sacerdote describe el
papel escrito:

"Kay cbirunmanta qhawasqa Vista de este costado


wátwaj sisiman rijch'akun. es un· hervidero de hormigas.
Kay waj chirunmanta qhawasqa La miro de este otro costado
chay mayu pata ch'aranpi y se me antojan las huellas que
(dejan
phichiukúnaj chakinpa las patas de los pájaros
unanchasqan kikillan. en las lodosas orillas del río.
Kaynijmanta qhawarisqa Vista así, se parece a las tarukas
rijch'akun ura umáyuj, puestas con la cabeza abajo
pata chaykíyuj tarukakunaman y las patas arriba.
Jinallatan qhawajtinchijri Y si sólo así miramos
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 97

ura uméyuj llamakuna jina, es semejante a llamas


(cabizbajas
tarukakúnaj wajran kikin. y cuernos de taruka.
Pin kayta unánchaj kasqa"'f Quién comprender esto pudiera.

En vista de que ningún dignatario ha conseguido penetrar el


inquietante enigma de la escritura, Waylla Wisa y Sairi Túpaj de-
vuelven la sh'allacha al palacio. Allí, Sairi Túpaj comunica al sobe-
rano que Túkuy Jallp'a, su madre, le ha dicho en un sueño que ella
quiere a Pizarra, su enemigo de barba roja. A su vez Waylla Wisa
asegura que el sueño del Inka se convertirá en realidad y que la
desgracia está cerca.

Atahuallpa entrega a Sairi Túpaj su honda, su clava, sus ser-


pientes y el oso y le encomienda la misión de ir a hablar, como hom-
bre intrépido que es, con los enemigos de barba, a fin de enterarse
de lo que ellos se proponen hacer en esta tierra. El dignatario en-
cuentra con Pizarro, le pregunta por qué anda buscando a su In-
ka y, amenazándole con la clava y las serpientes, le conmina a mar-
charse del país. Pizarro, por intermedió de Felipillo, le exprein
que él ha venido ·con el objeto de conducir al Inka o, por lo me-
nos, llevarse su cabeza o su insignia real para conocimiento del
rey de España. Sin saber· a qué atenerse Sairi Túpaj declara q11e
no entiende lo que ha oído y sugiere que el guerrero barbudo vaya
en persona a verse con el Inka.

Sairi Túpaj ha vuelto al palacio. Devuelve la clava, la honda,


las serpientes y el oso a Atawallpa. Le ha sido imposible compren-
der el lenguaje de los ene·migos de barba y corresponde al monarca
entenderse, como hombre poderoso que es, con los invasores. Ata-
wallpa comprende que no existe otro camino que el• de la lucha y
dispone que sus guerreros se alisten para arrojar por la fuerza a
los adversarios de barba. En este momento se presenta un joven y
anuncia que hombres rojos y barbudos se dirigen hacia la residen-
cia del Inka. Aunque el texto no lo dice, compréndese que los ad-
versarios han irrumpido en el aposento del soberano, pues éste apa-
rece delante de Pizarro constriñéndole a regresar a' su tierra. Se-
gún el texto de San Pedro y en la representación que hemos visto, en
esta escena intervienen muchos soldados españoles, los cuales, enca-
bezados por Pizarro, se precipitan disparando sus armas de fuego.

Pizarro se porta atrevido y altanero y le anticipa al Inka que


partirá con él a Barcelona. Luego Atawallpa, que ha sido torpemen-
te maniatado, comprende que no tiene otro remedio que declararse
rendido. El coro revela que los invasores acabarán con la existen-
98 JESUS LARA

cia del monarca; pero sabe que son gentes ávidas de oro y plata; por
tanto, si los pidieran, habría que entregarles cuanto quisieran. Ata-
wallpa, a su vez, le ofrece a Pizarro cubrir de oro y plata la lla-
nura en la extensión que abarque el tiro de su honda. La oferta no
satisface a Pizarro, que -~xige que el Inka cubra la llanura entera.
Sairi Túpaj se muestra dispuesto a aceptar la exigencia del adver-
sario. Pero acto seguido Pizarro manifiesta que no dejará de llevar-
se la cabeza o el llaat'u del cautivo. En brusca reacción Atawallpa
lanza este repro~he a la cara del invasor:

"lyau, aukasunk'a wiraqucha, Ay, barbudo enemigo, wiraqucha,


qayna p'unchau tinkuyninchijpi en nuestra entrevista de ayer
rikuwarqanki llapa llapa pudiste verme en medio
runakunaypaj chaupinpi de mis innúmeros vasallos,
itusqata, yupaychasqata, honrado, , conducido en alto
quri ranpapi purijta. en I egla litera de oro.
Kunanri kay chakiykipi Y ahora, viéndome a tus plantas
k'umuykusqata rikuwaspa humillado,
sínchij sinchijta rimawanki". me hablas con arrogancia.

Pero el arresto no dura mucho, pues luego se manifiesta deci-


dido a entregarle a Pizarro todo cuanto él desee pedirle, con tal dP.
que le conserve la existencia. A Pizarro ya no le interesan los ofre-
cimientos del Inka; de cualquier modo tendrá que conducirlo o, en_
caso contraio, le quitará la cabeza o el llaut'u. Entonces el cautivo
pide que se le permita lamentar su infortunio. En efecto. la escena
que viene luego es toda una culminación de la tragedia. El Inka sa-
be que tiene que morir y va entregando a las princesas y 'a los dig-
natarios sus insignias de oro. Ellas no sólo serán un recuerdo del
sapan apu (único señor), sino que les confortarán y darán ánimo
cuando los enemigos barbudos hayan acabado de adueñarse del
país. Los vasallos reciben las insignias con palabras que pintan vi-
vamente la inmensidad de la desgracia que va cayendo sobre ellos.
Unos no saben qué será de ellos cuando su señor haya dejado de ver
la h,\Z. Otros se refugiarán en el seno de la montaña, otros en el se-
no del mar. Inkaj Churin, que es el que con mayor intensidad su-
fre el peso de la desventura, preferirá morir a fin de ir a morar con
el Padre Sol de igual modo que los antiguos Inkas; pero Atawall•
pa le pide que se retire a Willkapanpa eón su parentela y sus va-
sallos, y el joven promete cumplir este deseo de su padre.
'
Llegada la hora de su muerte, el Inka lanza una tremenda
maldición al rostro de Pizarro. Muere, pero vivirá en el pensamien-
to de su matador. Este quedará eternamente manchado eón la san-
gre. que derrama. Las gentes de esta tierra no posarán jamás los
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 99

ojos en él. Errará sin reposo y por feroces enemigos será destroza-
do. Tendrá que maldecir eternamente la índole inconmovible del po-
der del Inka.

Le toca el turno al padre Valverde. Este se desata en un largo


sermón de carácter catequístico, ofreciéndole al reo el agua del bau-
tismo y pidiéndole que se acoja a los beneficios de la confesión, a
fin de que el señor Jesucristo le otorgue la gloria eterna. Y en vis-
ta de que el Inka parece no estimar el valor de sus palabras, le pre-
senta la Biblia, seguro de 'que ella le hablará mejor. Atawallpa de-
clara que la Biblia no le dice nada. Entonces Valverde le acusa de
blasfemo y llama a los suyos para que castiguen tan terrible peca-
do. Acude Pizarro y con acento implorante pide absolución para t>l
~ulpable, para en seguida invocar a la augusta María, Madre sin
Mancilla, y pedirle valor a fin de cortarle la cabeza al Inka infeliz.
En brusca transición el usurpador se dirige al reo como un verdugo
sin entrañas y le atraviesa el pecho con su espada.

La muerte del Inka se halla un tanto lejos de ser el desenla ·


ce de la tragedia, "l)Uesto que la acción continúa. En versos de ex-
traordinaria belleza el Coro de princesas llora la aniquilación de su
monarca. Se ha reclinado el árbol grande, cuya sombra era la pro-
tección de los vasallos. Ahora todo se oscurece, la tempestad se
desencadena, derrúmbanse las montañas, se tiñe de sangre el río
y el cielo se viste de luto. Ya no habrá en adelante quien empuñe
el tupayaurl (cetro imperial) que en sus manos se veía ni se es-
cuchará ya aquel acento que conmovía al mundo entero.

En este canto aparece una vez más el estribillo, persistente e


isócrono como el golpear de un corazón desolado: "Inkallay, sapan
apullay" (Inka niio, mi solo señor). El Inka ya no alienta, pero es
siempre el soberano y no hay en el mundo otro señor que él.

Khishkis, en su desolación, llama a las tarukas de los pára-


mos, a los cóndores y a los ríos y roquedales para que acudan a llo-
rar con los inkas al soberano. Abandonados por él y sin saber a qué
sombra podrán acogerse, tal vez será mejor que busquen albergue
en las entrañas de la tierra.

Inkaj Churin viene también a volcar el raudal de su dolor


frente a las pupilas yertas de su padre. Rapaz inexperto, su vid,1
carece de objeto ahora y no sabe por qué caminos errará ni en qué
cuevas irá a caer. Se dirige al Padre Sol y le pregunta por que
ha permitido la muerte del Inka, siendo así que él guardaba celo-
so los preceptos y la voluntad del dios.
JESUS LARA

Interviene por última vez el coro. Aun no es posible admfür


que sea evidente que el árbol - el lnka - se haya reclinado. ¿Có -
mo podrán subsii:;tir sin él? Y aquí viene una tremenda maldición
contra Pizarro, expresada en estos términos:
"~yau Pisarru, wiraqucha, ¡Ay tú, Pizarro, wiraqucha ,
qúrij qúllqij aysasqan sunqu, de plata y oro codicioso,
qan Inkaykuta wañuchinki, i que muerte_ diste a nuestro Inka
llákiy wañuyta wañunki. > has de morir de triste muerte!
Llapa qhápaj atiyniyki Que tu poderosa grandeza
wiñaypájtaj chinkarichun, se desvanezca para siempre.
aunqasunk'a wiraqucha, Enemigo de barba, \\'.Íraqucha,
ñakakuspátaj kausanki". vivirás presa del remordimiento.

Luego tenemos el diálogo final, que se lleva a efecto entre t-1


rey de España, Pizarro y Almagro, siendo de suponer que la esce-
na_ acaece en la corte española. Pizarro presenta al rey la cabeza
y el llaut'u de Atawallpa. El monarca, atónito, no puede concebir
que el aventurero hubiese sido capaz de semejante crimen, lanza
contra él una franca condenación y le anuncia q1,1e será ajusticiado.
Pizarro invoca a ·Jehová y reconoce el crimen cometido en la per-
sona del Inka, maldiciendo su espada y el día aciago en que vino
al mundo. El rey acusa a Pizarro de codicia desmedida, de latro-
cinio y de traición; luego alaba las virtudes de Atawallpa de esta
manera:
"Manachu qanqa rikurqanki ¿Acaso tú no viste
llapa llapa runakunanta que en su país gobernaba
sami chaupipi, kusi patapi, a sus innumerables súbditos
nánaj kasqayniyujta en medio de la dicha y la alegría
ñáuray alli simillanwan y la más sólida concordia,
llajtanpi kamachikujta. con su palabra siempre afable?
Manachu qanqa uyarirqanki ¿ Tú no escuchaste aca:so
chay ñáuray alli siminta. su acento· siempre reposado?
Kusi jailli jinan karqa. Era como una canción de alegria.
Manachu qanqa rikurqanki ¿Acaso tú no viste
quri pacha qhápaj wasinta. su palacio exornado de oro?
Chaypin paqá,rij Inkaqa, Alti clareaba el dia para el Inka,
mallkikúnaj sisan chaupipi, en medio de árboles floridos,
p'isqukúnaj yarawisqan. por los pájaros arrullado.
Tiyáykuj quri tiyananpi, Ocupaba su trono de oro,
runakúnaj yupaychasqan". venl'rado por sus vasallos.

Finalmente el rey llama a su guardia y es notable qul· al lla.


mado se presenta Almagro. Este, por mandato del monarca, i;c
aproxima al sitio donde está Pizarro, caído en el suelo, y constata
. LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 101

que se halla muerto. Entonces. el rey ordena que vayan a incinera!.'


el cadáver del traidor junto con su descendencia y que destruyan su
morada a fin de que no quede memoria de tan per_verso guerrero.

CARACTERISTICAS DE LA OBRA

La obra que nos ocupa, por las características que presenta,


es un wanka, puesto que se consagra a sucesos relacionados con l<t
vida de un monarca. No es una tragedia al estilo occidental, ya que
los quechuas, en su teatro, no llegaron a la concepción precisa de
este género. El contenido trágico que hay en él y que le presta apa-
riencia de tragedia, es simple consecuencia del tema, que implica la
muerte de·Atawallpa y la súbita destrucción del imperio inkaico. Es-
ta circunstancia influye para que, en el caso de esta obra, el títu-
lo que reza "Atau Wállpaj p'uchukakuininpa wankan" pueda ser tra-
ducido como Tragedia del fin de Atau Wallpa.

Una particularidad que domina en la pieza es el sabor genui-


namente indígena que sale al encuentro del lector desde las primera<;
intervenciones y no cesa en ningún momento, hasta el fínal. El mo •
do de concebir las cosas, de sentirlas, de expresarlas y de ejecutat·-
las es netamente quechua.

No escasean en la pieza los pasajes bellos; con todo, su cali-


dad es un tanto inferior a la del Ollántay. Hay menos grandeza qut!
en éste y los personajes no se hallan tan bien definidos. En cambio
la acción se desarrolla con mayor intensidad y al mismo tiempo con
una sinceridad más sencilla y humana.

Pero no sólo son éstas las diferencias que le distinguen del


drama ollantino. Hay otras más notables. Así tenemos, en primer
término, el tratamiento que se otorgan entre sí los personajes. En
el wanka los vasallos se dirigen al Inka mediante un saludo ritu,'ll
con que expresan que el monarca es su venerado y único señor, a
quien debe proteger el Sol, Padre que purifica y da luz al mundo.
"A tf te proteja igualmente" contesta en todos los casos el soberano,
añadiendo los vocativos de "inka" y "primo hermano". Los interlo
cutores del Inka no toman la palabra sin emplear el vocativo de
"apullay, kamajnillay" (mi señor, el que me ordena). A su .vez d
soberano no es parco en la expresión del aprecio que los súbditos le
merecen. Los vasallos, entre si, se dan un tratamiento parecido.
pues ninguno deja de ser bienamado, inka o primo hermano. Tanto
es esto que los vocativos abarcan una apreciable cantidad de ver-
sos en la obra.
102 JESUS LARA

Muy distinto es el tratamiento que se dispensan los perso-


najes ollantinos. Exceptuando algunos casos aislados, como la for-
ma como Pachakútej se dirige a su hija Kusi Qúyllur, o Ima S(1-
maj a Pitu Salla, o Túpaj Yupanki al sumo sacerdote, el recurso
del vocativo casi no se utiliza. Pikichaki trata a Ollanta sin asomo
de urbanidad. Ollanta, Pachakútej y Rumiñawi dialogan de igual R
igual, sin otorgarse ningún titulo de distinción. Inclusive el sh'aski
(mensajero) se presenta al Inka sin ninguna reverencia, como si
se encontrara ante un individuo sin jerarquía. De modo muy pare-
cido se comporta el punkukamáyuj (portero) cuando se le dirige el
monarca.

Otra desemejanza que llama la atención es la referente al co-


ro. En el Ollántay el coro se reduce a ofrecernos tres can~iones tin
los primeros pasajes de la obra. Si bien ellas aluden mediante for-
mas bellamente simbólicas a la situación que el protagonista atra-
viesa en el momento en que cada una es cantada, su presencia es
tan pasiva como incidental. Estábamos equivocados cuando en Lll
poesia quechua afirmamos que los arawis del Ollántay hacían un
papel parecido al de los coros en. la tragedia griega. El coro griego
no se ausenta de la escena, sus intervenciones son frecuentes y casi
siempre es él quien cierra la acción; muchas veces dialoga con loi;
otros personajes; su .función es acentuar la profundidad del tema,
hacer más visible, dar mayor volumen a los acontecimientos; no po-
cas se muestra solidario con la causa del protagonista. Y, a las cla-
ras, nada de esto sucede con el coro ollantino.

El coro wanka se comporta de manera mqy distinta a la que


se observa en el Ollántay. No se aleja del grupo de personajes in-
kaicos e interviene en momentos oportunos a lo iargo de la acción.
Se encarga de anunciar sucesos, de comentar los acaecidos y de su-
gerir propósitos; abraza fervientemente la causa del protagonista y
presenta con rasgos impresionantes la magnitud de la desgracia que
con Pizarro ha caído sobre el imperio de los In"8s. Estas peculia-•
ridades que en forma tan categórica le distinguen del coro ollanti-
no, le aproximan en cierto modo al griego; es indudable que ambos
desempeñan un papel más o menos semejante.

El recurso lírico del estribillo que aparece en el primer arawl


del Ollántay se nos ofrece reiteradamente en el wanka. El mismo re-
curso nos sale al encuentro en otros géneros de poesía, como el jailli
agrícola, por ejemplo. Entonces podemos deducir que el estribillo,
sonoro y persistente, agregado detrás de cada verso, constituia u11
elemento usual dentro d~ fa lirica quechua.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 103

Es interesante ver el modo como los personajes indígena.;


conciben e interpretan hechos y cosas desconocidas para ellos.
Cuando Almagro pone en manos de Waylla Wisa un mensaje escri-
to para el Inka, el sacerdote, que no conoce el papel, cree q1;1e se
trata de una misteriosa espata de maíz. Entre los elementos que
le son conocidos, no hay más que uno que guarda alguna semejan-
za con el papel, y es la chala, y como chaia lo presenta ante el mo-
narca y los dignatarios. La chala no habla, pero contiene un enjam-
bre de minúsculas figuras y signos cuyo oculto significado nadie
consigue desentrañar. Es la escritura, y Waylla Wisa la describ?.
comparándola con cosas que está acostumbrado a ver: hervidero de
tlormigas, huellas de patas de pájaros, tarukas con las patas arri-
ba, etc. "Qué chala blanca es ésta ..,....; exclaman unos y otros.- Con_
qué negrura está pintarrajeada y rasguñada. Me hallo incapaz de
descifrarla". Y cada cual manda la chala a casa de otro dignatario,
a fin de ver si él pudiera saber lo que ella contiene.
Otra concepción no menos interesante es la de las armas de
fuego. En el Tawantinsuyu no se conocía la pólvora; por tanto, no
existía idea de lo que era un arma de fuego. De suerte que al ver
arcabuces en manos de los españoles los indígenas .los compara-
ron con las hondas .. Si bien no había ninguna semejanza entre és-
tas y aquellos, al fin y al cabo unas y otros servían para el mismo
objeto. Entonces, en el wanka se describe el arcabuz como una hon-
da que en lugar de disparar piedras despide fuego llameante.
Más interesante es todavía la forma como está descrita la fi-
gura del conquistador. Desde luego, a éste no se le llama sino
auqasunk'a, esto es, enemigo barbudo. La barba es erí realidad lo
pripiero que atrae la atención, pues en este país ella se reduce, cuan-
do hay, a pocos y cortos pelos; la barba poblada y larga es total-
mente desconocida. Así, la figura del auqasunk'a es increíblemente
exótica. Ostenta cuernos como la taruka, los cabellos empolvados
de harina y le cuelgan de las mandíbulas largas vedijas de lana ro-
ja: l~eva en las manos una honda de hierro y en sus pies refulgen
férreas estrellas.

A primera vista se descubre que en la obra no hay una distri-


bución escénica a la manera occidental. La acción se traslada con-
tinua y aceleradamente de un lugar a otro. Cuando hay que desci-
frar el enigma de la chala Waylla Wisa recorre una por una las
moradas de los dignatarios y va dialogando con cada uno de ellos.
Unas veces el Inka manda recados o hace llamar a sus dignatarios,
los cuales comparecen como si estuviesen aguardando a la puerta:
otras, se dirige a ellos uno por uno y cada cual aparece como atraído
por la sola voluntad del soberano: así ocurre, por ejemplo, cuando
104 JESU'S LARA

Waylla Wisa, agorero de los sueños, duerme y no escucha el reque-


rimiento del monarca, quien pide sucesivamente a aquellos que se
alleguen al sacerdote y lo despierten. Al mismo tiempo el coro pa-
rece actuar como elemento móvii; se le escucha tan pronto en el
palacio del Inka como en el sitio adonde va a dormir el agorero.
Atawallpa ha caído preso en su palacio; pero a poco, tal si se en-
contrara a cielo abierto, ·ofrece por su rescate cubrir de oro y plata
la llanura en la extensión que abarque el tiro de su honda.

Los hechos expuestos en el wanka no muestran ningún interés


por ajustarse a la verdad histórica que nos han transmitido los cro-
nistas e historiadores españoles. Según la pieza, Almagro es
el primer auqasunk'a a quien toparon los dignatarios de Atawall-
pa, por más que la historia afirma que dicho personaje no llegó al
Perú antes de la hazaña de Cajamarca. La escena del padre Val-
verde y la Biblia se produce en el wanka momentos antes de la muer-
te del Inka; según las fuentes históricas, fue el preámbulo de la car-·
nic:ería de Cajamarca. Según las mismas el monarca sufrió la pena
del garrote; en .cambio la pieza nos presenta al propio Pizarro atra-
vesando con su espada al augusto reo. Ningún historiador ni cronis-
ta nos dice que Carlos V censuró a Pizarro por haber dado muerte
a Atawallpa; pero el wanka incluye uria escena impresionante en
que el monarca español se convierte en panegirista del Inka y en
juez inexorable del aventurero.

Es notable la manera como aparecen tratados los personajes


españoles. No se desperdicia la menor coyuntura para poner de re-
lieve su excesiva inclinación al oro y la plata. Aunque el padre Val-
verde rechaza la idea de que hubiesen veni!}o en busca de fortuna,
eso es sólo para encubrir el propósito de devastar el Tawantinsu-
yu. Si alguna vez Pizarra afirma que no le interesan las riquezas
del lnka, es porque ya tiene a la vista los fabulosos "tesoros del re~-
cate.

Pese al desbordamiento de la zozobra y del. dolor que hay ~n


toda la obra, se descubre una ironía incisiva en la forma como se
hace actuar a los enemigos barbudos. Téngase la escena del Padre
Valverde, empeñado en catequizar al Inka. Este sufrirá dentro de
breves instantes la pena mayor que se puede infligir a un hombre:
la muerte, una muerte cruel e injusta; sin embargo el sacerdote le
habla de una ventura celestial que para su victima es como la cha.la
enigmática y como la honda que dispara fuego en llamas; y luego
de esto y llamarle "llapa runakúr,a,; inkn"1" (soberano de todos los
mortales), atruena pidiendo castigo inmediato para el desdichado
reo. Lleno de fervor religioso Pizarro invoca a la Virgen María y
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS lO!i

le ·demanda valor para decapitar al Inka; acto continuo, presa de


inopinada furia, increpa al infeliz y le atraviesa con su espada. Aun
en el modo como se hace morir a Pizarra hay una honda y sutil iro-
nía.
Un trato asimismo cáustico es dispensado a Almagro. Este d~-
clara con altivo continente que los invasores vienen en busca de oro
y plata; pero al final aparece rebajado a la c·ondición de simple
guardia del rey de España y reciQe de él la ingrata misión de entre-
gar al fuego el cadáver y los descendientes de su compañero Pizarra.
Algo que no deja de llamar la atención es el desenlace. Ha-
bría sido de esperar que el wanka terminase con la muerte de Ata-
wallpa y las lamentaciones de los dignatarios y el coro. Así sucede
por lo común en la tragedia occidental. Pero aquí el desenlace en-
cuéntrase más allá de la ejecución del monarca indígena. Incapaz
de soportar la reprobación del rey español y el peso mismo del cri-
men consumado, Pizarra cae desfallecido al suelo y allí le sobrevie-
ne una muerte tan singular como sorpresiva.
Este desenlace no es un mero recurso encaminado a acrecen-
tar el interés del argumento. Tampoco puede considerarse como una
adición debida a copistas o aficionados, pues entre esta escena y el
resto no existe en lo absoluto el menor indicio de cisura ni la más
leve lesión de la unidad integral de la obra. El mismo estilo, la mi'>-
ma estructura métrica y el mismo sabor se imponen aquí como en
toda la pieza. Entonces, este desenlace surge como una necesidad
impuesta por la naturaleza de los propios acontecimientos. La con-
ducta de Pizarro,· al haber· dado muerte a un monarca incondicio·-
nalmente sometido y después de haber aceptado un fabuloso
rescate, no pudo quedar sin reprobación y sin castigo. Intérprete de
las reacciones populares, el autor eligió en su obra para el culpa-
ble aquella sanción que el propio pueblo habría deseado que se le
impusiese.

Por orden del rey el cadáver de Pizarro debe ser entregado al


fuego junto con su descendencia y al mismo tiempo su casa debe ser
arrasada. En más de un cronista encontramos que esta medida de
escarmiento era muy usual en el Tawantinsuyu y se la aplicaba en
casos como la traición al Inka, el adulterio y otros delitos graves.
Por tanto, no es extraño encontrarla en el desenlace del wanka.

DEDUCCIONES

El examen del wanka nos permite distinguir algunos valiosos


elementos. En primer lugar, tenemos un tema valorado al través de
106 JESUS LARA

un legitimo sentimiento aborigen. Es una bella y dolorosa interpre-


tación indígena de la conquista. El estilo de la composición es ori-
ginal; no nos recuerda a ningún autor ni ninguna obra de ninguna épo-
ca ni latitud. La forma como se conduce la acción, el comporta-
miento que se atribuye a los personajes españoles, la concepción
personallsima de objetos exóticos como el papel y el arcabuz, en fin,
el desenlace, hállanse elaborados con un interés netamente indíge-
na.
Conocemos el mismo tema tratado por diversos autores <!U
castellano y en quechua; pero en niguno encontramos los elementof,
que nos es dado allegar en el wanka. José Pol, en Atawallpa, es-
trenado en Cochabamba en 1869, no presenta la magnitud del suce-
so de la conquista, entreteniéndose en exponer, con. un gusto genui-
namente europeo y un sentimiento ajeno a la tierra, una intriga
amorosa entre Pizarro y una favorita del Inka. Nicolás Granada,
argentino, en un drama que lleva el mismo título, representado en
Buenos Aires en 1879, construye su obra con un criterio francamen-
te hispanizante. "La muerte de Atawallpa", drama compuesto en
quechua, revelado en los últimos años por Teodro L. Meneses, inves-
tigador peruano, guarda con marcada fidelidad la versión de los cro-
nistas españoles; apenas un ligero sentimiento aborigen y algún em-
pefio en satirizar a los invasores ie emparentan con el wanka.

Con todos estos elementos en la mano, no es posible vacilar ya


en deducir que el autor de la obra tuvo que ser innegablemente in-
dígena. En efecto, sólo un autor indígena pudo reflejar de maner::t
tan portentosa el funesto significado de la presencia de los españo-
les p¡¡ra Atawallpa y para el pueblo entero del Tawantinsuyu, y só-
lo él pudo haber logrado una pintura tan admirable de la caída del
Inka y de la desolación que abatió luego a deudos y dignatarios.

El contenido del wanka hace penS'ar en las referencias que en


su obra nos proporciona Nicolás de Martfnez Arzans y Vela acerca
de la cuarta de las comedias representadas en 1555, en Potosi.· A la
luz de dichas referencias se descubre indudable afinidad entre aqu~-
lla y la que nos ocupa. En ambas se trata de la destrucción del impe-
rio inkaioo, se habla de la llegada de los españoles y de la prisión
injusta de Atawallpa; no se olvida el fabuloso rescate ni la muerte
del soberano ni la catástrofe que parece desatarse sobre la tierra.
En lo que difieren es en "las tiranías y lástimas que ejecutaron los
Españoles en los Indios", que consigna el autor potosino y que no
encontramos en el wanka.
La afinidad existente entre el wanka y la comedia señalada
por Martfnez Arzans y -Vela, robustecida por los elementos acumula-
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 107

dos al través del examen, nos induce a presumir que la obra que
tenemos en la mano puede ser la que primitivamente fue represen-
tada en Potosi. Ella, compuesta en su origen en el quechua chincha,
ha llegado a nosotros trasferida al cuzqueño y con notoria interven-
ción del collasuyano. De todos modos, se trata de una pieza suma-
mente antigua, pues entramos en ella como en la belleza de aquellos
ciclópeos recintos de granito pulimentado que •aun se preservan en
lo inaccesible de los riscales andinos. Ella nos trae el aire y el sa-
bor de los siglos pasados y, al mismo tiempo, nos deja la impresión
de la herid~ aun sangrante y de la muerte que todavía enluta lo:::
corazones. ·

En resumen, no es improbable que este wanka hubiese sido


compuesto en los primeros años de la conquista por algún amauta
que hubo sobrevivido a la catástrofe.

IV

EL RELATO

1.- EL MANUSCRITO ·DE FRANCISCO DE AVILA

El pueblo quechua no guardaba sus mitos, su religión y su


historia solamente en los khipus y en las pinacotecas especiales de
que nos hablan Cristóbal de Molina, el Cuzqueño, Joseph de Acosta
y otros, sino que también lo~ encomendaba a la memoria. Los pri-
meros cronistas que escribieron la historia del Tawantinsuyu reco-
gieron valiosas informaciones de khipukamayus que aun conserva-
ban sus archivos de khipus. El licenciado Vaca de Castro, sucesor
de Pizarro en el gobierno del Perú, recurrió a un grupo de khipuka-
mayus para enterarse del pasado de los quechuas. Blas Valera y
Waman Puma utilizaron la misma fuente. Empero Cristóbal de Mo-
lina, el Cuzqueño, Francisco de Avila y aun el propio Garcilaso se
valieron de fuentes puramente orales. Unos y otros encontraron un
caudal inestimable de mitos, tradiciones y leyendas. Así fue comQ
se pudo elaborar la historia - aunque no siempre con la necesaria
probidad - del Tawantinsuyu, no sólo desde el advenimiento de
Manku Qhápaj, sino desde tiempos más antiguos.

No son raros los cronistas· que de una manera u otra se refie-


ren a los mitos y leyendas del pueblo inkaico. Y encontramos que t-1
mito del diluvio, el de T'unupa, el de Paqaritanpu, el del lago Titi-
kaka, así como la rica invención de los wak'as, son concepciones li-
terarias antes que de otra índole.
108 JESUS LARA

Sensiblemente esta riqueza llega a veces a nosotros interpre-


tada por escritores de cultura distinta y en un idioma ajeno al pue-
blo que la creó. A pesar de todo, ella conserva su sabor vernáculo
y existen piezas dignas de consideración, como la leyenda de la prin-
cesa Chukillanthu, transmitida por Martín de Morúa y la de la in-
fanta Quri Qóyllur, captada po~ Cabello Valboa. Pero ante todo te-
nemos el exuberante panorama mitológico que el presbítero Fran-
cisco de Avila nos entrega en un invalorable manuscrito.

El manuscrito de Francisco de Avila posee una importancia


que a la fecha no se halla todavía debidamente estimada. Lo han es-
tudiado algunos peruanistas europeos somer_amente, sin penetrar el
fondo ni las proyecciones de su contenido. Bien se ve que el autol'
copió el relato, de labios de los indios, en el idioma de ellos, no con
el propósito de entregarlo a la posteridad tal como lo estaba i;eco-
giendo, sino simplemente para facilitar su trabajo de traducción al
castellano. No hay que olvidar, por lo demás, que el objetivo princi-
pal de este trabajo era el de localizar mejor los ídolos indígenas pa-
ra actuar contra ellos con mayor eficacia, según confiesa el propio
sacerdote. De ahí que en el códice el texto quechua no lleva título,
en cambio hay uno largo y ciudadosamerite caligrafiado al frente de
los pocos capítulos cuya traducción fue hecha. Por razones que han
quedado ignoradas Avila dejó su trabajo inconcluso; pero esta cir-
cunstancia ha permitido que el relato llegue hasta nosotros en su
forma original, no sólo como una revelación de la exuberante mito-
logía quechua, sino también como testimonio incuestionable de su
literatura. Aunque insertando a veces observaciones y aclaraciones
personales en el contexto, el autor copió al pie de la letra la narra-
ción que le hicieron "personas fidedignas y que con particular dili-
gencia procuraron la verdad de todo", conforme declara él mismo
en el titulo de los capitulos traducidos. A este respecto, el peruanis-
ta español Marcos Jiménez de la -Espada anotaba en, 1879 en el pró-
logo de "Tres Relaciones de Antigüedades Peruanas": "Francisco de
Avila no lo escribía todo de su cosecha, sino que traducía, adicio-
nándolo e ilustrándolo con propias obsElrvaciones, un texto original
recogido de personas que habían vivido en los errores y ritos de la
gentilidad peruana".,

El relato contiene los mitos creados en el valle de Waruchiri


Su escenario comprende gran parte ·de la naturaleza andina, pro-
yectándose por un lado hasta el lago Titicaca y por otro hasta el
mar. En el tiempo, abarca desde una antigüedad muy remota hasta
la época del florecimiento del Cuzco. Los mitos se hallan forjados
alrededor de un elemento dominante: la piedra, y otros dos de no-
toria importancia: el agua y el fuego. Entre las fuerzas determinan-
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 109

tes aparecen a menudo, la agricultura, y la ganadería. La caza está


mencionda apenas por incidencia y la pesca no figura.

En el relato actúan numerosos dioses conocidos bajo la denc-


minación de wak'as. Todos ellos tienen figura y atributos. huma-
nos. Se muestran muy sensibles al amor, al odio y a la venganza. Son
pródigos cuando premian e inflexibles cuando castigan. Procrean
entre ellos y también con seres humanos, más o menos como en la
mitología griega. Como consecuencia de conflictos que se suscitan
entre ellos muchos quedan convertidos en piedras o en fuentes. Sus
nombres no sólo perduran designando montañas, peñones y fuen-
tes, sino también como una tradición de prosapia. Así, las familias
que provienen de Llajsamisa, Kunukuyu y Walla, le tienen al wak'a
Pariaqaqa por su más remoto antepasado, según detalla Francisco
de Avila.

El relato se halla formado por episodios que guardan relacióri


entre sí y por otros que se intercalan, pero guardando un fondo co-
mún. Asoma de ellos una belleza simple y transparente, con un sa-
bor y un colorido en que "florecen el paisaje y el aliento de la natu- ·
raleza andina. La lectura halaga como la brisa del valle y como la
suave blancura de las noches de luna. "Es materia gustosa y muy
digna de ser sabida", como dice Francisco de Avila. Viene a noso-
tros con su raro y sutil aroma de pretérito.

El wak'a Wallallu Qarwinchu

El relato comienza aludiendo a una edad muy remota en que


la humanidad vivía sometida al dominio del wak'a Wallallu Qarwin:-
chu. Este había dispuesto que las mujeres no tuviesen sino dos hi-
jos. El uno era devo_rado por él y el otro podía ser criado por sus
padres. Eran tiempos en que los hombres resucitaban a los cinco
días de haber fallecido y las sementeras daban fruto a los cinco
días de haberse hecho la siembra. Los habitantes del valle se habían
multiplicado en exceso y vivían en mucha pobreza y sembraban has-
ta en las peñas y en las cuestas. Había pájaro!'I muy hermosos, lo-
ros y pericos con plumaje todo amarillo o todo rojo. Tiempos de<,-
pués apareció un wak'a llamado Pariaqaqa, quien arrojó a todos los
habitantes del país hacia los Andes.

Kuniraya y Kawillaka

Luego tenemos los amores de los dioses Kuniraya y Kawilla-


ka. Kuniraya era una divnidad más antigua que Pariaqaqa. Su nom-
bre iba muchas veces asociado al de Wiraqucha. A veces le invoca-
110 JESUS LARA

J)a: "Kunraya Wiraqucha, runakámaj, pachakámaj, ima jayk•áyuj


qanmi kanki. Qanpan chajrayki, qánpaj runayki". (Kuniraya Viraco-
cha, conductor del hombre, conductor del mundo, es tuyo todo lo que
existe, tuyas las heredades y tuyos los hombres): Antes de él no ha-
bía nada en el mundo. El creó los árboles, los ríos, los animales y los
campos para el sustento de los hombres.
Kuniraya caminaba muy mal vestido y los que no le conocían
le miraban como a un mer,digo piojento. Sin embargo prestó gran-
des servicios á la humanidad. Un día conoció a Kawillaka, wak'a
deslumbrante de hermosura, y se enamoró de ella. La diosa vivía
con absoluto recato y nunca escuchó los requerimientos de sus nu-
merosos pretendientes. Pero Kuniraya era muy sabio y, al no poder
lograr sus pretensiones, se convirtió en un pájaro, yendo a posarse
entre el ramaje de un árbol de lúcuma, debajo del cual- se encontra-
ba la diosa; tomó un fruto maduro y, depositando dentro de él su
semen, lo dejó caer junto a la doncella. Esta sin darse cuenta lo alzó
del suelo y lo encontró muy sabroso.
Aunque no la había tocado varón alguno, Kawillaka se sintió
embarazada y a su debido tiempo dió a luz un niño. Cuando éste cum-
plió su primer año de edad, la madre decidió conocer al padre y con
tal objeto convocó a todos los wak'as del lugar. Ellos se presentaron
ostentando sus mejores trajes y Kawillaka fue preguntándoles uno
por uno. Ninguno se consideraba padre de su hijo. Hacia el final des-
cubrió ella a Kuniraya; pero al verlo tan harapiento no creyó haber
podido concebir para semejante infeliz y no le dirigió la palabra;
A fin de no verse defraudada la diosa quiso recurrir a otros medios
antes de que se dispersaran los wak'as. Le dijo al niño: "Anda tú
mismo y reconoce a tu padre", y a los otros: "Aquel a cuyas rodi-
llas suba el niño, ese será reconocido como su padre". El niño fue
caminando a gatas entre los dioses sentados y acabó por trepar a las
rodillas tle Kuniraya. La wak'a se levantó airada y dijo: "¿Hubiese
dado yo a luz un hijo de semejante padre?" Alzó al niño en brazos y
huyó. Kuniraya mostróse al punto vestido con un traje de oro y, ha-
ciendo que el mundo se cubriera de resplandores, corrió detrás de
la diosa. Pero ella huía veloz, sin volver la cara, hacia el mar. Inca-
paz de resignarse a · perderla, el wak'a fue siguiendo su rastro y
preguntando por ella a los animales que encontraba al paso. Todo
fue inútil. La diosa se arrojó al mar y ella y su hijo se convirtieron
en rocas.

El diluvio

El relato pasa a referirse a un suceso que Francisco de Avila


trata de identificar con el diluvio bíblico. Una llama le pronostica a
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 111

su dueño que dentro de cinco días habrá un terrible desbordamiento


del mar. El hombre huye con su familia al cerro de Willkakutu, don-
de también se refugian animales de las especies más diversas. Vie-
ne la catástrofe, el agua del mar cubre llanos y montañas, menos
la cumbre de aquel cerro. Perecen hombres y animales y sólo se sal-
van aquellos que se refugiaron allá arriba. Los sobrevivientes conti-
nuaron, naturalmente, multiplicándose y la superficie de la tierra
volvió a poblarse.

El mendigo Wathiaquri

Luego nos encontramos con el nacimiento del wak'a Pariaqaqa


en Kunturkutu, bajo la forma de cinco huevos. El primero que se
dió cuenta del acontecimiento fue Wathiaquri, un mendigo de quien
se dice que era hijo del dios. Wathiaquri, iba una ocasión por un,i
cuesta y en el trayecto escuchó un diálogo muy sugestivo de dos
zorros. Por ellos supo que en Anchiqhucha vivía un poderoso señor
llamado Tamtañamka, gravemente enfermo. Nadie podía daf' con el
mal, el cual tenia como causa el adulterio de la esposa. Desde que se
cometió el delito, en el techo de la casa anidaron dos monstruos que
eran los que le iban consumiendo la vida. Además un sapo de dos
cabezas estaba oculte debajo de una piedra de moler. Llegado a la
casa del enfermo, Wathiaquri prometió curarlo a condición de que
se la diera en matrimonio a la hija menor, de nombre Chaupiñamka.
Los dos mostruos y el sapo fueron destruidos; Tamtañamka recobró
la salud de \Vathiaquri se casó con la joven pretendida. Pero empe~ó
a icobrarle envidia y odio el esposo de la hermana mayor. Wathia-
quri tuvo que librar con él una serie de luchas, en las que salió
vencedor gracias a la ayuda del wak'a Pariaqaqa.

Pariaqaqa y Wallallu Qarwlnchu

Más adelante presenciamos una lucha gigantesca entre dos


wak'as portentosos: Pariaqaqa y Wallallu Qarwinchu. El primero
tiene como armas principales la lluvia, el rayo y el viento, en tanto
que el otro. comedor de carne humana, posee el fuego. Pariaqaqa se
muestra formado de cinco cu~pos, hace llover de cinco puntos di-
ferentes y arroja rayos de cinco regiones del cielo. En este punto
cabe observar que el número 5 representaba un símbolo metafísico
entre los primitivos quechuas. Mientras Pariaqaqa arroja lluvia y
rayos, Wallallu Qarwinchu arde' con monstruosas llamaradas que
llegan de la tierra al cielo. Lai¡ aguas de Pariaqaqa, encerradas
mediante montañas por Llajsachurapa, hijo del dios, acaban por fol'
mar el lago de Mulluqhocha y consiguen apagar el fuego de Wallallu
Qarwinchu, quien, derrotado, huye a refugiarse en la selva andina.
112 JESUS LARA

Paraiqaqa lucha con Manañamka, compañera de Wallallu, y


arroja a los' yunkas, habitantes del lugar, hacia el levante. Luego
esUtblece él mismo el ceremonial de su culto. Viene en seguida una
reseña de las suntuosas fiestas y ritos con que el pueblo honraba al
wak'a.

El relato pasa a ocuparse de los hijos de Pariaqaqa, que van


conquistando y poblando el valle de Waruchiri. El más fuerte y va-
liente de todos, Tutaykiri, cae seducido por los encantos de un¡i.
wak'a, hermana de Chukisusu, quien fue antes convertida en pie-
dra por Pariaqaqa. Entregado aquel al amor de la diosa_. sus her~
manos no pueden seguir adelante y queda detenida la expansión del
pueblo de Waruchiri.

Kuniraya y el Inka Wayna Qhápaj

El relato penetra en la era inkaica. Kuniraya, el wak'a más


antiguo, se dirige al Cuzco y al Inka Wayna Qhápaj le dice: "Vaya-
mos, hijo mío, al Titicaca. Allí te avisaré quién soy". Llegados al
lago, el wak'a sugirió al monarca la conveniencia de mandar una
comisión a los lugares bajos del poniente. Entre los que se encami-
naron, unos se consideraban descendientes del cóndor, otros del hal--
cón y otros, en fin, de la golondrina. Uno de los descendientes dP la
golondrina llegó en cinco días al término del viaje. Allí le entregaron
un cofrecillo advirtiéndole que no lo abriera en el camino, porque el
único que podía hacerlo era el Inka Wayna Qhápaj en persona. Y.t
en las cercanías del Cuzco, al hombre le entró una curiosidad in-
contenible por ver el contenido del cofre. Cuál no fue su asombro
cuando, una vez levantada la tapa, v.ió que dentro había una mu-
jer deslumbrante de hermosura. Sus cabellos eran de oro rizado y
su traje como el de una reina. La visión no duró sino un instante.pues
la doncella desapareció al punto. Abatido de pesar el hombre con-
tinuó hasta el Titicaca, donde el Inka le perdonó la vida tan sólo por-
que descendía de la golondrina y le conminó a regresar a los luga-
res bajos .. Esta vez el cofre llegó intacto a las manos del Inka, pero
antes de que fuera abierto, Kuniraya le dijo al soberano: "Inka, he-
mos de abandonar este mundo. Yo me internaré en este otro mundo
y tú vete a aquel junto con mi hermana. Tú y yo no_ volveremos a ver-
nos" y se desvaneció en el aire. Una vez abierto el cofre, un ins-
tantáneo resplandor cubrió el mundo. El Inka resolvió no regresar
al Cuzco. "Aquí viviré con mi princesa, con mi soberana", dijo y
en su propio lugar envió a uno de sus parientes con esta orden: "An-
da ¡al Cuzco y di que tú eres Wayna Qhápaj". En ese momento el
Jnka desapareció con su esposa, en igual forma que Kuniraya.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 113

Los hijos de Pariaqaqa

Ahora estamos en presencia de cinco hijos de Pariaqaqa, de


aquellos que nacieron de los cinco huevos, sustancia primitiva del
dios. El mayor se llamaba también P,riaqaqa; los otros eran Llaj-
sachurapa, Punchu, Pariaqarku y Sullk'ayllapa. Pariaqarku había
quedado vigilando la entrada de la selva desde el día aquel en que,
como consecuencia del combate del lago Mulluqhocha, Wallallu
Qarwinchu había huído. Pero parece que en realidad Wallallu no hu-
yó a la selva, sino que, convertido en pájaro, se refugió en un peñón
del monte Takiyuka. Los hijos de Pariaqaqa, esta vez, arrojaron
una tempestad de rayos sobre eí monte y Wallallu tuvo que huir de
nuevo, no sin haber dejado allí una monstruosa serpiente de dos ca-
bezas, la cual fue convertida en piedra por Pariaqaqa. Wallallu Qar-
winchu, perseguido de cerca por sus adversarios, se internó recién
en la selva. Los hijos de Pariaqaqa se retiraron a las inmediacio-
nes del monte Wamayaku y se establecieron en un peñón llamado
Pariaqaqa. Allí convocó el mayor a todos los pueblos del Tawantin-
suyu antes del advenimiento de los Inkas y eligió a los Wajsakuna
(sacerdotes) que debían encargarse de su culto. Los Inkas, cuando
advinieron, adoraron a Pariaqaqa y pusieron muchos sacerdotes en-
cargados de servirle.
Uno de los Inkas le pidió a Pariaqaqa que uno de sus hijos le
ayudara en su guerra con las ~mayas y Siwayas. El wak'a le enco-
mendó la misión a Maqawisa, quien derrotó fácilmente a los · ene-
migos.

Llujllaywankupa

El relato nos coloca en presencia del wak'a Llujllaywankupa.


Una mujer llamada Llajtichunpi, al trabajar su campo tropieza con
un estorbo y sin saber qué es lo arroja a un lado. Continúa trabajan-
do y vuelve a encontrar el mismo estorbo. Sospecha que puede tra-
tarse de un wak'a y se lo lleva a su casa. En el pueblo se adoraba al
wak'a Katikilla, poseedor de una virtud que consistía en hacer ha-
blar a cualquier wak'a, inclusive a los que no querían. Este obligó
a hablar al wak'a de Llajtichunpi, que dijo: "Soy hijo de Pacha•
ltámaj, dios del terremoto. Mi nombre es Llujllaywankupa. Mi pa-
:lre me ha enviado a proteger a este pueblo". Desde entonces le ado-
raron los habitantes de aquel lugar. Tiempos después el wak'a
desapareció. Los ancianos fueron en &u búsqueda y no encontrándo-
lo en el sitio de•su aparición le llevaron muchas ofrendas a su pa-
dre. Finalmente sus plegarias hicieron que el wak'a volviese al pue-
blo.
114 JESUS LARA

Pachakámaj

En el curso del relato aparece claramente que Pachakámaj no


tiene sino un poder: el de sacudir la tierra. Es su única manifesta-
ción posible. Al mismo tienu>o se ve que su nombre no es propia-
mente Pachakámaj, sino Pachakuyúchij. Pachakámaj es tan sólo su
atributo, como lo es también de Wiraqucha. El atributo fue emplea-
do por los antiguos quechuas para designar el santuario de Pacha-
kuyúchij, a orillas del mar; cerca del río Rímaj.

Un gran levantamiento de pueblos puso en peligro el trono de


Túpaj Yupanki. Derrotado el ejército imperial, el Inka llamó en su
auxilio a todos los wak'as. Entre ellos se encontraba Pachakuyúchij.
Pariaqaqa, no pudiendo acudir en persona, envió a su hijo Maqawi-
sa. El monarca habló de la manera como les honraba y pidió su
ayuda contra los adversarios del Cuzco. Los wak'as guardaron si-
lencio. Cuando Túpaj Yupanki les volvió a hablar reclamando su ~es-
puesta, Pachakuyúchij habló el primero: "Inka, carne del Sol, yo
callo porque mi poder sacude a todos, inclusive a tí y al mundo en-
tero. Si entrara yo en acción, no sólo perecerían los enemigos; tú
y· el propio universo hallarían el mismo fin. Por esto es que guardo
silencio". Luego, en medio del silencio de los wak'as, habló Maqa-
wisa: "Inka, sangre del Sol, yo marcharé contra tus enemigos. Tú
quédate tranquilo en tu tienda. Yo los derrotaré en poco tiempo".
Al hablar Maqawisa exhalaba un aliento semejante al humo tenue
que se desprende del metal fundido. Los enemigos del Cuzco fueron
vencidos. En agradecimiento, el Inka le ofreció muchos manjares;
el wak'a sólo le aceptó corales. También le fueron ofrecidas algunas
princesas; pero tampoco quiso él aceptarlas.

Costumbres y ritos

El relato nos habla en seguida de las costumbres y prácticas


religiosas de los diversos pueblos del valle µe Waruchiri. Hay un
interesante desfile de wak'as, entre los cuales aparece a menudo
Pariaqaqa. Este se presenta como un dios que favorece con la llu-
via a los hombres; pero se venga de ellos cuando no le honran. A
veces los convierte en piedras.

Entre las costumbres de Waruchiri, vemos que los muertos


quedaban expuestos durante cinco días a la vista de todos. Se creía
que luego el- espíritu .del difunto, del tamaño de una mosca, em-
prendía el vuelo susurrando. La gente decía: "Se marcha a la pre-
sencia de Pariaqaqa, creador y gobierno nuestro.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 115

Anchikara y Wayllama

Hacia el final hay un idilio entre los wak'as Anchikara y Way-


llama. El primero es guardián de una fuente con cuyas. aguas rie-
gan sus campos los Allaukas. Un día vino Wayllama, joven y hermo-
sa, y le dijo: "Hermano, es muy escasa el agua que va a mi here-
dad. Si sólo tú te llevas el agua, ¿con qué hemos de vivir nosotros?"
Diciendo esto la mujer se sentó dentro de la misma fuente. Seduci-
do por su belleza y rendido al punto por el amor, el wak'a le habló
con muy dulces palabras. La mujer insistió en su demanda; mas el
otro arguyó que el caudal era también escaso para los suyos. Entre
tanto, acudieron los hijos de Anchikara y desviaron el agua ha-
cia la laguna de Lliuya. Enamorados ambos, Anchikara y Waylla-
ma resolvieron quedarse junto a la fuente para siempre, y se con-
virtieron en piedras. Al mismo tiempo, fueron convrrtidos también
en piedras, dentro de la laguna, los hijos de Anchikara.

Qullqiri y Kaphiama

El relato termina con los amores del wak'a Qullqiri y la past1J-


ra Kaphiama. El wak'a vivía en el lago de Yansa y, deseando una es-
posa, ayudado por Kuniraya encontró a la pastora, enamorándose
de su juventud y de su belleza. La atrajo mediante un ardid. Le hizo .
decir que una llama suya había parido un corderito en el cerro. La
mujer se encaminó muy contenta en busca de la parida, llevándose
su tamborcito de oro, dos bolsas de coca y un cantarillo de chicha.
Al verla venir, el wak'a se convirtió en un pajarito llamado qallka-
llu. La pastora se aficionó de él y luego de una larga persecución
logró cogerlo. Pero cuando lo guardaba en el enfaldo se le derramó
la chicha y en ese sitio empezó a brotar una fuente. El pajarillo co-
menzó a crecer en el enfaldo y su peso era ya excesivo, y cuando
la pastora trató de ver a qué se debía aquello, se le apareció un
joven muy apuesto. Se enamoraron ambos y se fueron al lago de
Yansa. Los parientes de la joven, preocupados por su ausencia, se
pusieron a buscarla por los pueblos vecinos. Cuando la encontraron,
ella se negó a volver a su casa y Qullqiri ofreció al.padre, a fin de
que le permitiera vivir con la amada, construirle en cinco días un
-canal subteráneo para regar sus campos. En efecto, el dios abrió
el canal, desde el lago Yansa hasta las vecindades del pueblo don-
de vivía el padre de Kaphiama. En ese sitio comenzó a surtir una
fuente de abundante caudal, la misma que conserva el nombre de la
pastora.
116 JESUS LARA
/

2.- LA LEYENDA DE MORUA

En "Los Orígenes de los Incas", de Martín de Morúa, encontra-


mos una leyenda no poco atrayente, pero vertida al castellano, inti-
tulada: "Ficción y suceso de un famoso pastor llamado Aqoyrapha
con la hermosa y discreta Chukillanthu, ñust'a hija del Sol". A sim-
ple vista se comprende que el relato es una traducción hecha por
Morúa a la manera de la "Oración primera al Hacedor" de Molina,
pues conserva toda la sencillez, el colorido y el sabor propios de las
creaciones indígenas.

La princesa Chukillanthu vive con su hermana menor en un


suntuoso palacio del Sol. Durante el día pueden las dos pasearse
por la sierra, pero deben regresar antes -de que llegue la noche.
Las puertas del palacio se hallan celosamente vigiladas y a ningún
varón le es permitdo aproximarse a ellas. Un día, al caminar por la
montaña se Sawasíray, las hermanas conocen a Aqoyrapha, pastor
del ganado blanco destinado a los sacrifcios, y conversan con él.
Chukillanthu se enamora de él y por la noche, en sus sueños, se le
aparece un pajarillo que le aconseja que vaya a sentarse en medio
de las cuatro hermosas fuentes que representando a los cuatro
grandes territorios del imperio existen en el patio; una vez allí, la
doncella debe ponerse a cantar; si su canto es repetido por las cua-
tro fuentes, querrlt decir que le acompañarlt la ventura en su amor.
La princesa, despierta con la inquietud consiguiente, corre a sentar-
se y canta tal como el pajarillo le dijo. Las fuentes repitieron la
canción sin tardanza.

El pastor, enamorado también, comprendió que el corazón de


la doncella era inalcanzable y entregaba al viento su dolor en loii
lamentos de su flauta. Pero su madre, viendo cómo languidecía el
joven, recurrió a los adivinos para saber lo que con él sucedía. Un
dfa, en la choza solitaria que habitaba su hijo, éste se introdujo
en un bordón mltgico que ella había conseguido. Apareció Chukillan-
thu con 'su hermana en la puerta de la choza y, seducida por la
hermosa apariencia del bordón, pidió a la mujer que se lo regalara.
De este modo Aqoyrapha penetró en la morada de la princesa. Al
día siguiente, Chukillanthu salió sola con el bordón en la mano y
los amantes se acogieron a los parajes discretos de una quebrada.
Una guardiana suspicaz que fué en seguimiento de la infanta sor-
prendió alli el idilio y empezó a dar grandes voces. Los enamorado;;
emprendieron la fuga y en la cumbre de una montaña quedaron con-
vertidos en figuras de piedra. La montaña desde entonces lleva el
nombre de Pitusíray, esto es, pareja encadenada.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 117

3.- LA LEYENDA DE CABELLO VALBOA

Tenemos un relato compuesto en los primeros años de la con-


quista. Lo recogió Miguel Cabello Valboa en el último tercio del si-
glo XVI, en Quito, de labios de Mateo Yupanki lnka, consignándo-
lo, vertido al castellano, en la tercera parte de "Miscelánea Antár-
tica".

No es una aventura acaecida entre wak'as ni se encuentra en


ella la asistencia del prodigio. Actúan personajes humanos en un
plano que no se aproxima a lo sobrenatural. Es .un tema amoroso
tratado de una manera sutil y delicada en un fondo admirablemen-
te realista.
Los protagonistas son Killku Yupanki y Qori Qóyllur. El pri-
mero es hijo del á.uki (infante) Túpaj Yupanki, albacea de Wayn'l
Qhápaj y asesinado por orden del lnka Wáskar. Ella es hija de Chun-
pillaya, la cual poseía una belleza extraordinaria y era concubina
predilecta de Wáskar, habiendo muerto muy joven en el palacio im-
perial. La niña, Qori Qóyllur, fue recogida por Qarwa Tijlla, her-
mana del monarca, y criada en el valle de Sijllapanpa. '
Tan pronto como fue exaltado al trono del Cuzco, Wáskar re-
cibió parabienes y valiosos presentes de su hermano At.iwallpa. Pe-
ro los mensajeros fueron tratados con marcado despotismo y lleva-
ron el mensaje de que Wáskar enviaría en seguida las órdenes y re-
comendaciones del caso para el gobierno de Quito. Las órdenes no
pudieron llegar, en vista de lo cual Atawallpa mandó una nuev:i
embajada, cuyo jefe era el joven Killku Yupanki. Este, a su paso
por Sijllapanpa, fue agasajado por recomendación de la madre y de
la esposa de Wáskar. En la fiesta conoció, entre muchas jóvene.,;.
a Qori Qóyllur, hermosa y seductora como ninguna. El amor hizo
presa en ambos, por más que no haltaron una coyuntura para ha-
blarse. En el relato se lee respecto de la doncella: " ... andaba ta:1
inquieta y fuera de sí que sin quererlo ni pensarlo a pocos días se
lo pudo conocer Qarwa Tijlla, su tía, porque un suspirar ordinario.
unas preguntas sin tiempo, unas alabanzas de ajenas gracias sin
propósito y fuera de coyuntura, un traer la plática a su gusto, un
mudar la voz y color del rostro oyendo el nombre de la cosa ama-
da, un hablar y tratar de entresueños: todos son claros indicios de
pasión, y martirio amoroso ... " Del joven dice otro tanto, y más.
Llegado al Cuzc9, Killku mandó a Sijllapanpa a uno de sus
compañeros en averiguación de la morada y antecedentes de la mu-
chacha y más tarde le hizo anunciar su visita. El lnka le recibió
118 JESUS LARA

con muy poca cortesía, arrojó al fuego los presentes que le había
·nevado e hizo matar a cuatro de los que componían la embajada.
De regreso, cumplió su anhelo de visitar a la amada. Aquí presen-
ciamos un encuentro como aquellos que nos describen los autores
románticos del siglo XIX: " ... vió delante de si, sin creerlo, a aquel
que cuando estaba ausente no se le apartaba de la vista; y la que
se hacía muy retórica reprendiéndolo cuando no lo veía, ahora que
lo .ve está muda y, turbada con la repentina visita, no supo qué
hacer, y tomó por último remedio para encubrir su acortamiento,
llamar con voz temblante y turbada, a Qarwa, Tijlla, su tía". En-
tre tanto, el joven no estaba "menos turbado que la doncella, ha-
blando harto más con el corazón y ojos que con la .lengua". Killku
pidió un plazo de dos años para unirse en matrimonio con la don-
cella. Qarwa Tijlla, condescendiendo a los sentimientos de su sobri-
na, halló prudente fijar en tres años el plazo.

Transcuridos los tres años, el prometido no regresó.• En ese


lapso había estallado la guerra civil. Tanto en Quito como en el
Cuzco se organizaban pod~rosos ejércitos y en las batallas perec1un
millares de jóvenes. Killku fue arrastrado por la vorágine. Al cuar-
to año de su ausencia Qarwa Tijlla cayó enferma de muerte y la
sobrina ,debía ser desposada por un noble capitán a quien había sido
prometida por el Inka. Resuelta a no renunciar a su pasión y aun
antes de- que expirase su tía, Qori Qóyllur abandonó el hogar y, ves-
tida de varón, se enroló en los servicios auxiliares del ejército cuz-
queño.

La guerra continuaba cruenta y desfavorable para Wiískar.


En la batalla de Yanamarka el joven Killku cayó con un muslo atra-
vesado por un dardo, mientras los suyos iban ganando terreno e in ..
fligiendo segura derrota al Cuzco. Quedó en medio de montones
de cadáveres, desangrándose, ioin esperanza de salvación. Ya cuan-
do se ponía el sol, apareció un joven que, dolido "de tan lastimo-
so estrago", iba socorriendo a los heridos. Le tocó el turno a Kill-
ku, a quien refugió en una vivienda· campesina de los contornos,
consagrándose con singular esmero a su cuidado. Se le dió a cono-
cer como Titu, vecino de aque.lla comarca, y no le abandonó ni aun
después de que la herida hubo cicatrizado, pues el guerrero se en-
contraba en tierra enemiga. Meses después llegaron los españoles y
en manos de ellos cayó Atawallpa. Llegó un día en que los ojos de
Killku descubrieron en Titu a la inolvidable Qori Qóyllur. El relato
acaba haciendo intervenir al español Hernando de Soto, bajo cuya
protección se habrían desposado los jóvenes amantes.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS ll!l

4.- OTROS RELATOS

Los cronistas de la conquista y de la colonia se muestran acor-


tles al sostener que la tradición era una fuente histórica important.e
entre los quechuas. Cieza de León, Polo de Ondegardo, Juan de Bc,-
tanzos, Cristóbal de Molina, etc., basan sus obras én las narracio-
nes de los indios. Francisco de Avila, como hemos visto, recoge por
iguales medios una buena parte de la rica mitología inkaica.

Sensiblemente los cronistas no se preocuparon, como ya diji-


mos en otra parte, de explorar en ningún terreno la cultura del
pueblo sometido. Si tomaron algunas muestras como los himnos sa-
grados y algunos mitos fue tan sólo como un medio para precisar
sus objetivos de lucha. Francisco de Avila, una vez aprehendidos
los relatos, iba localizando los wak'as y destruyéndolos, conforme
nos declara él mismo.
Empero la riqueza literaria de los Inkas, combatida y priva-
da de los necesarios medios de preservación, no ha desaparecido del
todo en cuatro siglos de esclavitud. Hemos conocido testimonios rlt>
imponderable valía. En la desnuda pobreza de la choza, por las no-
ches, o en la áspera soledad de la montaña, entre los pastores, sue-
h.- expandirse el sahumerio de los relatos antiguos. No olvidamos
que también. nosotros solíamos embriagarnos, en años ya lejanos,
con el aroma de ese viejo sahumerio.

Según anota José María Arguedas en "Canciones y cuento-.


del pueblo quechua", la sierra peruana puede considerarse como un
conservatorio de la literatura aborigen. El mismo autor, en su ar-
tículo intitulado "La literatura quechua en el Perú", publicado f;n
"Mar del Sur", revista limeña, considera que los cuentos y parábo-
las sobrevivientes en la sierra son "un caso excepcionalmente sin-
gular de la literatura". Arguedas ha reunido en "Canciones y _cuen-
tos" valiosas colecciones de cantares y de relatos. En su obra no'>
habla también de un escrupuloso y paciente coleccionista de joyas
literarias indígenas. Es Jorge A. Lira, sacerdote cuzqueño. Ya le
conocimos como a preservador de poesías quechuas. Arguedas nos
lo presenta como a poseedor de 60 relatos recogidos palabra por pa-
labra de boca de lo.~ indios del distrito de Maranganí, departamen-
to del Cuzco. El padre Lira nos produce la misma impresión que
Francisco de Avila. No importa que los objetivos de uno y de otro
hayan sido diferentes. Si Francisco de Avila recopiló los mitos que-
chuas para combatir con más acierto la idolatría popular, Jorge A.
Lira, clérigo como aquel, realiza su trabajo con el solo propósito de
· revelarnos la existencia de aquel tesoro.
120 JESUS LARA

Arguedas nos ofrece en su libro, traducidos al castellano,


ocho relatos arrancados de la colección de Lira. Algunos de ellos,
por la naturaleza de los personajes y de la propia acción, provienen
de los tiempos coloniales. Otros, sin duda, son de origen más an-
tiguo, pues no se encuentra en ellos ningún elemento que no sea pro-
pio de la cultura inkásica. Entre e!;tos últimos sobresale por sus
contornos puros y cristalinos uno que lleva el titulo de "El joven que
.:1ubió al cielo".

Los personajes del relato llegan a nosotros sin nombres. 0·


no ]os tuvieron nunca o los perdieron bajo la acción del tiempo. No
es raro encontrar entre los quechuas relatos de esta índole.

Era un óptimo patatar del que los ladrones robaban cada no-
che. Los dueños resolvieron que su hijo fuese a vigilar el predio. La$
primeras dos noches, aunque se las pasara en vela, el joven no pudo
evitar el robo, pues los ladrones aprovecharon unos breves instantes
en que el sueño cayó sobre sus párpados. La tercera noche no se
rindió del todo y entonces vió que ·una multitud de hermosas don•
cellas, con rostros como flores y con cabelleras de oro, habían in-
vadido el patatar. Eran las estrellas que, tomando formas de mu--
jer, habían descendido del cielo: El muchacho logró aprisionar &
una y se enamoró de ella. "Los padres recibieron asombrados a
esa criatura - dice el relato, - de tal manera luminosa y bella
que la palabra no es capaz de describirla. La cuidaron y criaron,
teniéndola muy bien amada. Sin embargo no la dejaron salir. Y na-
die la conoció ni vió". Vivieron felices un tiempo; pero el hombre
tuvo un día que ir a trabajar lejos ~e la casa, y la joven se volvió
al cielo. Mas, incapaz de resignarse a su infortunio y resuelto a
ir en busca de ella hasta encontrarla, el esposo recurrió al auxilio
del cóndor. Este se lo puso a la espalda y alzó el vuelo. El joven de-
bía proveerle de alimento en todo el trayecto; pero la provisión no
tardó en agotarse. Entonces fue cortándose la pantorrilla por pe-
dazos a fin de que al animal no le faltara sustento. Al cabo de un
año de vuelo llegaron a orillas de un mar. Cerca se veía el suntuo-
so templo del Sol y de la Luna. Alli, mediante ciertas señas que le
dió el cóndor, el hombre fue a rescatar, de entre un sinnúmero de
doncellas de incomparable hermosura, a su compañera. Vivieron en
casa de ella y esta vez el joven debía esconderse de los ojos extra-
ños, pues no estaba en su mundo. Al cabo de un año la estrella
abandonó al esposo para siempre. El infeliz se dirigió a la orilla del
mar, del mar que hay en el cielo. AUi, acudió nuevamente en su
ayuda el cóndor y, al cabo de otr~ año de vuelo, le devolvió a fo
tierra, al bogar de sus padres. El hombre no volvió a tomar esposa
y su corazón vivió en constante agonía. El relato acaba con estas
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 121

palabras: "Hé aquí este corazón que amó tanto a una mujer. He va-
gado sufriendo todos los dolores. Y he de entregarme ahora al llan-
to".

M. Rigoberto Paredes, estudioso boliviano, recogió también


varios relatos inkaicos y coloniales en su libro "El arte folklórico
en Bolivia". Sobresale aquí el cuento intitulado "Los amores del
oso". Es un relato inkaico que escuchamos en nuestro propio hogar,
allá en los años de la infancia. Un relato delicado y sencillo, cuyo
final l,e hinche. de emoción y de belleza. Un jukumari (oso) se ena-
mora ide una pastora y se la lleva a su cueva de la montaña. La
tiene allí y, cuando va en busca de alimentos, deja la entrada cu-
bierta con un enorme trozo de roca. La joven da a luz un niño un
ser humano completo y perfecto, que crece sano y vigoroso. Í:1>ero
ella, que en un principio era feliz, comienza a sentir las mordedu-
ras de la soledad y de la nostalgia del hogar que había abandonado.
Un día que el Jukumari va al lejano bosque en busca de miel, el niño,
ya crecido, logra desalojar la roca de la entrada y huye con su ma-
:lre. De regreso, hallando vacía la cueva, el oso se entrega a la
desolación. En sus momentos de mayor amargura toca su quena. La
música es tan triste, que al oírla lloran hasta las piedras. Transcu-
rren los años y el jukumari no puede hallar el remedio para su mal.
Llega un día en que a la pastora le toca morir. Entonces el hijo va
a la cueva donde había nacido y allí encuentra a su padre, viejo y
enfermo. La alegría de éste es muy grande; toma su quena y toca
una música tan jubilosa que hasta las piedras bailan de contento.
Muerto más tarde el jukumari, el hijo le da sepultura al lado de ia
pastora. Al verse allí, el amante abre los brazos y rodea con ellos
los restos de la amada. Los restos de ambos, así unidos, dan lugar al
nacimiento de un árbol corpulento. Después, cuando alguna vez se
acoge a su sombra un enamorado infeliz, éste siente que la sereni-
dad desciende a su espíritu y que en su corazón renace la esperanza.
EPOCA COLONIAL

LA POESIA
1.- LA LIRICA SAGRADA

La poesía quechua colonial comenzó con la adaptación de lo~


antiguos jaillis religiosos a las necesidades del dogma católico.

Consumada la conquista, el clero español trató de imponer l,1


lengua de Castilla al pueblo sometido, para luego inculcarle la· doc--
trina cristiana; pero tropezó con una cultura sólida y poco c;lispues-
ta a las sustituciones. Por otra parte, se vió frente a una idolatrfa
profundamente enraizada en la conciencia indi,gena. Entonces optó
por valerse de los elementos culturales existentes en la tierra a fin
de llegar al cumplimiento de su apostolado. La inclinación natural
de los indios a la música y a la poesía y la devoción con que solem-
nizaban sus fiestas religiosas, fueron hábilmente aprovechadas.
Cristo y su séquito de santos comenzaron a aparecer en los viejos
himnos con resultados promisorios. Antonio de Herrera, el cronista
menos apasionado, transcribiendo a Joseph de Acosta, escribe en f'I
Capitulo X, Libro VH, Década V, de su "Historia General de las
Indias": " ... han procurado (los prelados) de ponerles las cosas dl·
nuestra j,anta Fe en su manera de• canto; y es grande el provecho
que han hallado, porque con el gusto del Canto, i Tonada, están
días enteros embebidos, oiendo y repitiendo sin cansarse".

Empero, a pesar de la autoridad de Herrera y Acosta, algunos


investigadores creen que el clero de la conquista no utilizó la po~-
sia autóctona, sino que tradujo al- quechua los "cánticos más im-
portantes" traídos de España junto con el Catecismo, al propio tiem-
124 JESUS LARA

po que creó "nuevos cantos" y otros elementos tendentes a univer-


salizar el dogma dentro de la colonia. No es más que una afirmación,
pues no ha llegado hasta nosotros ningún documento probatorio. En
la abundante bibliografía colonial no encontramos ningún rastro de
esa obra del clero conquistador. Los cronistas no hacen la menor
alusión a ella. Con todo, no podemos negar de plano que los religio-
sos de aquella época hubiesen compuesto uno que otro jailli católico;
pero si la calidad de ellos era comparable a la de las pocas estro-
fas castellanas que conocemos, francamente no hay para deplorar
su desaparición. En caso de ser necesario un testimonio, hé aquí uno.
que se lee en un óleo del Señor de·· 1a Sentencia, fechado en 1563 r
existente en el convento de Belén, del Cuzco.

Lágrimas mi bien berteis


Sólo de amor morir queréis
Mis culpas con perlas pagais
Con corales me r•escatais.
Si todo eso lo mirais
Basta no me atormentels
No más pecados cometais
Perdón de todo hallareis.
Señor, perdón me prometeis
Pues mi salvación quereis
Ya arrepentido me mirais
Ya no más ofendido sereis.

Sabido es que España no mandaba poetas a las colonias en


aquellos tiempos y el clero peninsular, de un modo general, no se
r~comendaba por su amor al gay saber, como se ve en el ejemplo
transcrito y en otro que tenemos en "Orígenes de los Incas", del
mercedario Martín de Morúa, quien nos regala en las páginas de ,:;u
obra una elegía a la muerte del lnka Túpaj Amaru, compuesta en
versos quechuas de pésimo gusto.

Pero ese mismo clero supo utilizar con suma habilidad el


jailli nativo. El laboratorio de la fe se encargó de darle nuevas fi-
nalidades al canto que en otro tiempo habia servido para adorar a
Wiraqucha, al Sol y a los wak'as. Algunos ejemplos han llegado has-
ta nosotros. El investigador francés Eric Boman copió de labios de
los quechuas de la frontera boliviano-argentina, en 1908, un jailli qu~
empieza asi: Pachamama, Santa Tierra, kay jatun diapl jamuykn
napaykamuj tukuylla wawasniykikuna. Qan, Pachamama, Kaypi
kanki, újtaj pata pachapi. Qankuna uywawayku tukuyta ... (Pachn-
mama, Santa Tierra, en este memorable día venimos a saludarte to-
dos tus hijos. Tú, Pachamama, vives aquí en la tierra y otro dios vi-
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 125

ve en el cielo. Vosotros nos criais a todos ... ) La intervención del clt)-


ro se hace notoria a simple vista. Aparte de los vocablos castellanos,
junto a la diosa aborigen ha sido intempestivamente colocado un dios
del todo ajeno, que no es otro que el importado por los conquista-
dores.

Tenemos otra muestra del acierto con que el clero de los pri-
meros tiempos coloniales aprovechó la poesía indígena. Entre los
jaillls sagrados del Inkario hemos comentado uno que lleva el título
de RanakámaJ. Este himno fue adaptado en forma poco menos que
parafrástica a las exigencias del dogma católico. Aparecen los mis-
mos elementos, pero revestidos con un ropaje retórico exuberante.
La ad1:1ptación es bella, más que el original; pero ha perdido su es-
tructura métrica, convirtiéndose en un cántico en prosa, por· más que
se presenta con un llamativo estribillo. Su intención misma es dife-
rente, puesto que en el primitivo el hombre rinde adoración al Crea-
dor de igual manera que los demás elementos de la naturaleza, en
tanto que en el nuevo es mostrado como un ser ingrato, indigno, co-
rrompido y sordo a la palabra de Dios. Pero el propio texto colonial
no ha podido mantenerse uniforme en su contenido literal; ha veni-
do sufriendo notables alteraciones al través del tiempo. Tenemos el
texto que Fidel Domingo Pinelo transcribe en "Devocionario Híbri-
do-lírico", 1898, y el que copia y traduce José María Arguedas en
"Mar del Sur", 1948. Se trata del mismo cántico; el fondo del con-
tenido y aun el número de versículos son los mismos, pero las frases
han sido objeto de cambios y variaciones de alguna importancia. Pi-
nelo conserva el titulo antiguo de "Himno matutino"; Arguedas nos.
:ia uno nuevo: "Pacha paqáriy uylla" (Plegaria del amanecer). El
primero consigna el estribillo de KamaJnln Dios kuslkunánpaj (Para
:¡ue Dios, su conductor, se regocije) y el segundo el de Kamajnlnta
yupaychanánpaj (Para rendir homenaje a su conductor). Tomemos
::orno ejemplo una estrofa de Runakámaj:

Qoyllúrpaj Inkan El rey de las estrellas


Inti yayanchis Y padre nuestro, el Sol,
Chujchan mast'arin Su cabellera extiende
Páypaj chakinman. A los ples de El.

El texto de Pinelo dice: ~ataj lntipas llojsinayamuspa qori


ráuraj wach'inkanawan qoyllurkunata p'enqarlchinña, Kamajnin
Dios kuslkanánpaj (Ya el sol, asomando por el levante, con sus sae-
tas de oro ardiente hace ruborizar a las estrellas, para que Dios,
su conductor, se regocije). En el texto de Arguedas leemos: rilan
ch'askakúnaj apan ráuraj Inti, llojsiyamunña wach'inkunata, qori
chujchata Jlnantinkama chequirichispa, Kamajninta yupaychanán-
126 JESUS LARA

paj. El propio quechuista peruano traduce: "Ya el rey de las estre-


llas, el ardiente Sol, empieza a lanzar su luz; y tendiendo su cabe-
llera dorada en el Universo, rinde homenaje a su Hacedor".
Como se ve, en los tres textos el fondo es el mismo; lo' único
que varía es la forma de expresarlo, bella y luminosa en Arguedas
y Pinelo, sencilla y sobria en el original primitivo. En éste hay un
sabor a cosa muy añeja, su belleza es agreste y emana un fuerte
aliento telúrico.
Los tradÚctores de cánticos españoles de que hablan los que
niegan la utilización de la· poesía autóctona aparecieron recién al
llegar a ·su fin el siglo XVI. Y, naturalmente, esos traductores no
fueron elementos venidos de la Península, sino mestizos nacidos en
América. Luis Gerónimo de Oré, franciscano mestizo, tradujo siete
cánticos y algunas poesías del castellano al quechua, incluyéndolo~
en su "Symbolo Cathólico Indiano", publicado en 1598, en Lima. Al-
gunos de esos cánticos fueron transcritos por Pablo de Prado en
1641 en "Directorio Espiritual en la lengua española, y Quichua ge-
neral del Inga".
. .
La poesía sagrada colonial fue creada en su verdadera sustan-
cia recién durante el siglo XVII, por poetas indios y mestizos qu!"'
abrazaron la carrera del sacerdocio. Los testimonios más antiguos
datan del primer tercio de aquel siglo.

Entre las poesías originales que aparecen en la bibliografill


colonial podemos referirnos a tres que fueron incluidas por el ba-
chiller Juan Pérez Bocanegra en su "Ritual Formulario, e Institu-
ción de curas", publicado en 1631, en Lima. En la obra no existe
ninguna referencia acerca de si las· poesías fueron compuestas par el
bachiller o tomadas de alguna fuente. De las tres composiciones,
sólo la tercera, intitulada "Oración a la Virgen sin mancilla", con-
tiene un valor digno de estima, t-anto por lo ingenioso de su estruc-
tura métrica cuanto por el fervor de su contenido. Hé 'aquí una es-
trofa:

Sapallaykin q'emikúnkay Tú sola eres, Madre mía,


Kanki, mama, kay pachapi, En este mundo el descanso.
Ñ'a puñújtiy uj pachapi Cuando me muera, en el cielo
Kusikuyman thaskikúnkay Serás la senda del gozo
Qhochukuyman yaykuykúnkay Y de la eterna ventura
Qhápaj punku. Puerta sagrada.

También tenemos al jesuita mestizo Juan de Figueredo, quier,


publicó al frente de una reedición de "Arte de la lengua quichua".
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 127

de Diego Torres Rubio, hecha en 1700, una poesía intitulada "El pa-
nal". Aunque ella no es de índole propiamente religiosa, la mencio-
namos aquí por haber sido compuesta por un sacerdote. La poesfa
comienza con esta estrofa:

~oqajchá ñinkíchij kay Diréis que míos son estos


(qelqasqayta (escritos.
Manan ñoqajchu: No es evidente. Son de los
(amautakunajmi, (amautas.
Paykunan, ari, wanq'oyru jina, Fueron ellos que igual que las
(abejas
Misk'ichirqanku. Los endulzaron.

En esta poesía, el idioma quechua es comparado con un pa-


nal. Con miel extraída de él se ha nutrido el autor a fin de prc:>curar
alimento a los demás. Sin esta miel, no le sería posible ofrecerles
nada, pues sus alas no son lo bastante poderosas, como las de los
amautas, para buscar el requerido néctar por su cuenta. Pero in-
vita a todos a participar de la bondad del panal. cuya riqueza, pa-.
ra provecho de una sola persona, es excesiva.

La restante poesía colonial que ha llegado hasta nosotros, no


fue consignada en gramáticas ni catecismos ni vocabularios, sino
que andaba dispersa en oscuros manuscritos o en fuentes orales. Le
cupo al clero de la República reunirlo y publicarlo. Carlos Felip~
Beltrán y Fidel Domingo Pinelo hicieron conocer en Bolivia colec-
ciones interesantes; en el Perú, José Pacífico Jorge y Jorge A. Li-
ra. Este último ha llegado a reunir 106 poesías sagradas en un vo-
lumen que permanece inédito, pese a que fue presentado al Con-
greso de Peruanistas de Lima en 1951.

El clero mestizo de la colonia, aparte de emplear el quechua


más o menos puro en sus creaciones, no se olvidaba del castellano,
pues hacía que ambos idiomas anduvieran juntos, como asidos de
la mano. En esta clase de composición, que dió en llamarse mesti-
za, versos quechuas alternaban con castellanos. Hé aquí una mues-
tra desprendida del "Devocionario Híbrido-lírico" de Pinelo:

Rikususpir qan Mamayta Al ,,-erte a tí, Madre mía,


Tan hermosa, Tan hermosa,
Sonqoyqa munan phatayta Mi corazón quiere abrirse
Como rosa. Como rosa.

El Devocionario de Pinelo contiene un buen puñado de cantos


mestizos y otro igual de versos compuestos en quechua puro, unos
128 JESUS LARA

y otros relativamente bien logrados. Tomemos al azar, de entre los


últimos, un trozo. Se trata de un poema que lleva por titulo "A Je-
sús Crucificado". Dice:

Mana qanta yuyarispan Sin acordarme de ti


Salga jina purirqani: Anduve como un salvaje:
Kunkaykita uyarispan Hoy, escuchando tu acento,
Sanpa kayniyta waqani. Llorando estoy mis flaquezas.

Páuqar qori yawarniyki Tu i-,angre de oro florido


~oqaraykun jich'akurqan. Fue derramada por mi
Chay umifia waqayniyki Y el tesoro de tus lágrimas
~oqaraykun t'akakurqan. _ Por mí también se agotó.

La "Antología Quichua, sagrada y profana" y el "Ramillete


hispano quichua", importantes opúsculos de Carlos Felipe Beltrán,
cuentan asimismo con cánticos de cierta valía. , Muchos de ellos son
originales del autor. No se puede decir lo mismo qe la colección de
José Pacifico Jorge, donde en medio de abundante broza hay ape-
nas dos o tres composiciones que ofrecen algún interés. La de Jorge
A. Lira es sumamente valiosa, aunque casi toda inédita. Contiene
joyas de altísimos quilates, como aquella plegaria matinal que he-
mos comentado lineas arriba y del cual algunos estudiosos se hao1
ocupado largamente.

Fuera de las colecciones conocidas todavía viven algunas pot-


sias en labios del pueblo. Se las suele ofr en la solemnidad de algu-
nas fiestas. En Cochabamba se canta un himno a la Virgen de Chu-
chulaya. Es el cántico más doloroso y de más puro valor lírico que
nos queda de los tiempos coloniales. Fue recogido por Teófilo Var-
gas en ';Album de música religiosa". Hé aquí una estrofa:

Waqayniywanmin súnqoy Tanto he llorado, que está ya


(llamp'uña, (inerte mi corazón.
Qhawaykullayña, jatun Mamay. Vuelve a él los ojos, Madre
(inmortal.
Unanchayniyta k'anchaykullayña, Que tu luz bañe mi desconsuelo,
Chakiykimanta nin ripusaj. De tus pies antes no me he de Ir.

El contenido de este himno difiere mucho del de los demás


que quedan como producto del clero colonial. La poesía sagrada de
la colonia, concretamente la compuesta por los .sacerdotes, se ca-
racteriza por su contrición artificiosa, por su afán de exaltar má;,
allá de todo limite la condición divina y todopoderosa de Dios y de
los santos y por mantener, antes que la fe y la esperanza, un esta-
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 129

do de temor constante en el ánimo del creyente. Véase esta estrofa


tomada de "Melodías Religiosas en Quechua", de José Pacifico Jor-
ge:

Diósniy phiñakujtin Cuando se enoje mi Dios


Mámay kayniykiwan Tú con tu amor maternal
Súmaj mantoykiwan Bajo tu manto precioso
Pakaykukuwanki. Me vas a esconder.

En cambio el himno de Chuchulaya desborda un dolor humano


acumulado durante mucho tiempo; el dolor fluye de los versos como
la sangre de la herida y se expande con un suave dejo de desespe-
ranza. Tenemos aquí otra estrofa.:

Mánchay laqháyaj, únphuj kay Enfermo y tétrico se ha vuelto


(pacha. (el mundo.
Pántay pantaylla purísqay chay. S61o hay falsia por donde voy.
Wajchayki kani, munakuyníykij Pues tu mendigo soy, con la túnica
Munakuyninwan qhataykuway. De tu ternura cobijame.

La diferencia resulta del simple hecho de que este canto ha


brotado de la sufrida entrafta del pueblo, en tanto que los demás
han sido pacientemente elaborados como la cerca de un redil. Lás-
tima grande que no se conserven sino muy contados poemas de ln
~ategoría de este himno. De tal calidad son algunos de los cuarent~
himnos que se cantan en la fiesta de la Virgen de Guadalupe, en h
ciudad de Sucre._

2.- LA LIRICA PROFANA

La conquista hubo de determinar cambios fundamentales en


los estratos de la psicología indígena. El quechua había sido antes
un pueblo fuerte y tranquilo; su confianza en sus autoridades no ba-
bia conocido limites; expansivo y alegre en sus fiestas, sensitivo en
sus penas; su vida y su espíritu poseían algo del sol y algo de la
tierra, sus divinidades. Con la invasión de los blancos, su fortaleza
y su libertad fueron convertidas en servidumbre. Entonces hubo de
refugiarse en las profundidades del silencio y de la angustia. El
miedo al poderío implac;;able del español le volvió timido y descon-
fiado, y también amante de las orgías católicas.

La transformación de su psicología tenia que repercutir en


sus manifestaciones artísticas. Su música adquirió un fondo de in-
curable tristeza; desaparecieron las joviales melodías del wawaki
130 JESUS LARA

y de la qhashwa; el arawl y el wayñu tomaron aire de lamento. La


poesía tuvo que seguir un camino paralelo. Los versos alegres fue-
ron olvidados y nacieron otros que sólo podían hablar de soledad
y de infortunio.

Son la poesía y la mus1ca de esta época las que desvían el


criterio de los hombres de ciencia occidentales. Partiendo de esta
base, ellos toman la tristeza por la esencia única del arte nativo y
como fondo constitutivo del alma, quechua. La captan por lo gene-
ral en el yaravi y juzgan que el indio no conoció jamás otra músi-
ca ni otra poesía. Mas no asoman a su verdadero pasado ni
a su vida actual para ver la naturaleza de sus expansiones. Por eso
ignoran que en la raiz original de este pueblo no hay tristeza. No
comprenden que el yaravi es la expresión de su dolor presente,
presente desde la muerte de Atawallpa - hasta hoy día, y causado
por el despojo permanente de que es victima. Se engañan profunda-
mente los hombres de ciencia al pensar que el indio de hoy no sabe si-
no sufrir y llorar. Con muy poco sentido de análisis Edwin R. He~t
en sus• "Antigüedades Peruanas" anota el siguiente concepto al re-
ferirse a la música nativa: "Siempre ese dúo en clave menor, y de
noche como se suele escuchar, que más parece el gemido o lamen-
to triste de un espíritu que se !!Paga, que una voz humana!" Lue-
go copia estos versos traducidos del quechua al inglés por Clemente
R. Markham:

"MI madre me concibió en medio de la lluvia y de las nubes


Para llorar como la lluvia y ser combatida como las nubes.
Naciste en la cuna del dolor - dijome mi madre al envolverme en
(los pañales
SI cruzo errante el espacioso mundo
No podré encontrar quien a mí se Iguale en miseria.
Maldito sea el dia en que fui concebida,
Maldita sea la noche en que nacf.
¡Séalo desde entonces para siempre! (1).

Heat y cuantos se ocupan del espíritu indígena, no han podi•


do ver cómo rie el indio, con carcajada limpia, cómo se alegra y se
regocija. No han visto cómo se ilumina su semblante cuando caen
lluvias oportunas y el pegujal promete buena cosecha. Ignoran la
algazara que preside sus reuniones familiares y sus fiestas. Es que
entre los sabios europeos y los indios se abre el abismo del color,

(1) Traducc:lón castellana de Manuel Vicente Ballivián.


LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 131
del traje y del idioma. El indio ha aprendido en cuatro siglos de ad-
versidades a no presentarse al blanco como se presenta al sol y al
viento de sus montafias. '

En tiempos del Inkario la poesía fue cultivada por una jerar-


quía especial de intelectuales extendida en todo el Tawantinsuyu. Si
bien se la escuchaba siempre en labios del pueblo, provenía por lo
regular de aquella fuente. Pero dentro de la colonia la jerarquía de
los arawikus desapareció en la servidumbre, de suerte que los pre-
dios de la poesía quedaron desiertos.

Ya no se cultivó más la qhashwa ni el wawaki y los otros es-


tilos languidecieron. El arawi y el wayñu, para salvarse, buscaron
refugio en el folklore. El arawi, convertido en yaravi por mestizos
y criollos, fue adoptado también por la poesía colonial castellana.
para contar la tristeza del amor. El wayñu se mantuvo intocado,
por su triple condición de música, poesía y danza.

Más que de la masa indígena, la nueva poesía dimanaba de


la mestiza, clase menos oprimida. Waman Puma nos ofrece una can-
ción que nos trae un sabor nuevo, propio de la época:

Chijchillanthu, Por la discreta penumbra,


Chijchillanthu, Por la discreta penumbra,
Pakayllanthu. Por la sombra protectora.
Maypin kaypi rosas t'ika ¿Dónde. hay rosas por acá?
Maypin kaypi chiwanwaylla, ¿D6nde hay flores de chiwánway,
Maypin kaypi jamanqaylla. ¿D6nde hay flores de jamánqay?

El mismo cronista transcribe en el folio 862 de su obra esto,;


versos que los indios cantaban como un desbordamiento de sus apa-
rentes orgías:
Awaya, ayawaya, Awaya, ayawaya,
Máchaj machajlla Muestra que te emhorrachas,
Túkuj kay, Aunque no sea así.
Ujyaj ujyajlla Muestra que estás bebiendo,
Túkuj kay, Aunque no sea asi.
Q'épnaj q'epnajlla Muestra que echas las entrañas,
Túkuj kay. Aunque no sea asi.
Qanqa servi suyulla, Tú no eres más que un sieno
Minasuyulla. Y un mitayo.
Apareció luego, al mismo tiempo que en la poesía sagrada, l1t
estrofá bilingüe, en la que alternaban versos quechuas con caste-
llanos. De la Antología de. J. M. B. Farfán tomamos este ejemplo:
132 JESUS LARA

~áupaj p'unchaykuna En días mejores


Con amor igual Con amor igual
Khuska kausarqanchis Unidos vivimos
. Con más lealtad. Con más lealtad .

La estrofa mixta tuvo bastante expansión; pero no se abando-


nó el cultivo del verso puro. Elaborados en un quechua prístino apa-
recían poemas de indudable belleza. Tenemos aquí una estrofa des-
prendida de un arawi:

Chinkachisuspa, urpiy killaña, Habiéndote perdido, mi paloma de


(luz
Mask'amurqayki súnqoy k'irisqa, Lejos te fue a buscar mi herido
(corazón.
!cha maynijpi tinkuyman ñispa "Tal vez podré - decía -
(hallarla en algún sitio
~awillantapis qhawaykunáypaj. Para volver a verle siquiera las
(pupilas".

El verso colonial, aparte de su lelt-motiv: la tristeza. se dis-


tingue por su estricta sujeción a las reglas de la métrica castella-
na y a menudo - si no es mixto - por la adaptación de términos
castellanos a las modalidades quechuas:

Alqetullapis wasin punkupi Hasta el perrito, junto a la


(puerta,
Ayñan sinchita, Ladra bien fuerte,
Dueñonta suyan wayllukunánpaj, Espera al dueño para halagarle,
~onqay nipita. Pero yo a nadie.

La lfrica profana de la colonia no es más rica que 11!. religio-


sa; pero posee mayor fui!rza e intensidad. Antes del advenimiento
de la República vivía en la memoria de las masas mestizas e indí-
genas. Después conoció el vivero de las colecciones manuscritas y
también los beneficios de la imprenta. Ismael Vásquez y José Ar'
mando Méndez poseían buen número de composiciones. Carlos Feli-
pe Beltrán, José Mario Benigno Farfán y otros han publicado anto-
logías que contienen muestras de alto valor lírico.

El Manchay Puitu

Un poema de singular valía es el intitulado Mánchay Puitu.


Se lo recita y se lo canta en Bolivia,. Tiene música propia y además
se lo asocia a una leyenda de raro sabor pasional. Su autor fue un
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 133

cura potosino que vivió a mediados del siglo XVIII. Se sabe que
era indio de origen; pero su nombre no ha podido llegar hasta
nosotros. Beneficiario de la Iglesia Matriz de la Villa Imperial. no
tenia en su casa otra compañia que la de una joven india, sirvien-
ta suya. Nació el amor entre ellos, de espaldas a toda ley divina y
más fuerte que toda norma humana. Fueron felices. Pero un día, por
orden del arzobispado de La Plata, el sacer-dote tuvo que emprender
un largo viaje a Lima. En su ausencia, la amante cayó enferma y
la muerte vino a recogerla. Vuelto el hombre a Potosí, no pudo re-
signarse a su desgracia. Todas las noches iba al cementerio, hasta
que acabó por desenterrar el cadáver y arrancarle una tibia. El
hueso fue convertido en quena, al mismo tiempo que nacían el poe-
ma y su, música. El cura andaba unas veces tocando la quena y otras
cantando los versos, hasta que un dia se lo halló muerto. Esta le-
yenda fue aprovechada en el siglo anterior por el tradicionista pe-
ruano Ricardo Palma, quien forjó con ella una tradición muy inte-
resante, transportando el escenario a una parroquia del Cuzco y atri-
buyendo al cura unos versos del todo ajenos al poema que conoce-
mos.

El poema es un canto elegíaco en que el autor describe· y la-


menta la magnitud de su tragedia. Se halla compuesto en versos de
extraordinaria cadencia y su contenido acusa un vigor y una belloa:-
za que no son muy comunes ni aun en las literaturas 'llUY avanza-
das.

¿Uj k'ata kusíyniy kajta ¿Qué tierra cruel ha sepultado


Mayqen jallp'a mullp'uykapun? A aquella que era mi única
(ventura?

Con estos versos comienza el poema. Es una interrogación que


brota de la angustia del hombre que encuentra el vacío en el sitio
en que había quedado la compañera. El la había dejado en la ple-
nitud de su belleza y de su lozanía; . más ahora está perdida en una
ausencia sin sentido y sin retorno. ¿Dónde está ella? El amante se
pregunta si no la habrá arrebatado algún torbellino maligno, por-
que no olvida que el amor que les unía era prohibido por los hom-
bres en nombre de Dios. Ambula siguiendo su rastro y buscando su·
somb~a. A veces, cuando alguna sombra arroja su frescura sobre
las brasas de su dolor, cree que es ella quien acude, pero lue~o
teme que no sea sino el velo de sus lágrimas.

Ella. no se desprende un punto de su recuerdo. En sus ·sueños


la besa. Eu sus horas de ensimismamiento viene ella y le conversa.
En la cumbre de su desolación piensa a veces en el suicidio; pero
134 JESUS LARA

teme ofenderla; no obstante cree que la muerte podría aproximar-


le; mas retrocede al punto, pues con un sentido profundamente rea-
lista piensa que la muerte sólo serviría para alejarle más .de la ama-
da; por tanto prefiere seguir sufriendo y pensando en ella.

Ha descubierto el sitio donde ella fue enterrada. Sus manos


van escarbando la sepultura, humedecida con la copia de sus lágri-
mas. Quisiera él que la tierra se ablandase para encontrar a la
amante más pronto, y exclama:
¡:&oqan mayllapipis, ¡Dondequiera que sea, _
Jállp'aj sunqonpipis, Asi en el seno de la tierra,
:&oqalla munakusqayki, Yo solo he de adorarte,
Sapállay wayllukusqayki! · Y nadie, sino yo, te ba de mirar!

El enamorado parece abrigar la esperanza de que, salvándola


de la tumba, podrá devolverle la vida con su aliento, con sus abra-
zos y con sus besos, como si ella estuviera solamente en el reposo
del sueño.
El hombre se siente rodeado de tinieblas, tiniebla él mismo,
y llama a la soledad. En torno suyo todo es dolor, y quiere renun-
ciar al recuerdo y al propio pensamiento. Sin embargo, la amante
se halla tan incrustada en él, que le resulta imposible apartarla un
punto. Entonces resuelve tenerla de modo más tangible, poseer de
ella algo capaz de ser palpado, acariciado y cobijado .Quiere arran-
carle un hueso del esqueleto para fabricar· con él una quena en la
que pueda traducir su dolor.
Acaso está ya en. sus manos la tibia de la amante convertida
en música, cuando siente que le inunda un torrente de luz descen-
dida de lo alto, y exclama:

Jánaj pachamanta, Desde la eternidad,


Lliphipej chaymanta, Desde el origen de la luz,
Paymin sina wajyawasqan? Es tal vez ella quien me está
(llamando?

Ay, no. No es ella, Su desengaño es definitivo cuando constata


que no es más que el sollozo de su quena. Con ese desengaño, con
ese sollozo de la quena termina el poema.
El texto que hemos examinado no es el único que conoce el
pueblo. Existen otros diferentes con el mismo título; pero se trata
de imitaciones aparecidas en Bolivia a principios de la· era repu-
blicana. El vulgo confunde a veces las imitaciones con el poema ori-
ginal, cuya copia antigua, procedente de las postrimerías del siglo
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 135

XVIII, poseía el doctor Ismael Vásquez. Algunas imitaciones muec;-


tran un valor lírico estimable, circunstancia que favorece a la con-
fusión aun tratándose de investigadores tan calificados como Mid-
dendorf, quien a fines del siglo anterior recogió unos versos imita-
dos y los entregó al público de Alemania como el texto original del
poema:
Mánchay Puitu, jámpuy níway: Mánchay Puitu, llámame.
Jaku ñiyki, qanpin ·kani. Yo te llamo. Estoy en ti.
Sh'ika munasqállay urpi, Paloma que tanto adoro,
Ullpuykuspan napaykuyki. De rodillas te saludo.

Comienza así el texto de Middendorf. Aquí, Mánchay Puitu 110


es solamente el título de la composición, sino el sujeto a quien se
dirige el autor, circunstancia que acusa un nacimiento engendrado
por algo ya existente. De calidad nada despreciable, sin embargo
estos versos cuán insignificantes aparecen al lado del poema autén-
tico. En la parte culminante, el texto en cuestión dice:
Rit'i sísaj ñuñullayki, La blanca flor de tus senos,
Múnay múnay uyallayki, Tu rostro enloquecedor,
Yúraj jamánqay kunkayki, Tu cuello de alba azucena,
Chhipipípej ñawillayki, El fulgor de tu mirada,
Súmaj qhajchi sayallayki, Tu dulce y tierna presencia,
Kay tukuymi tukukunña. Todo esto no existe ya.

Otra composición conocida como Mánchay Puitu y que corres -


ponde a la versión recogida por el cura Gabriel Menda, es todavía
inferior al texto del investigador alemán. Comienza con estos ver-
sáS:

Sapaychu waqásaj paran Verteré solo llanto a raudales;


(paranta;
Má'lk'aj jamúsaj jállp'aj uranta, Bajo la tierra vendré a buscarte
Mánchay Puituywan Con mi Mánchay Puitu
Tanta waqaspa paran paranta: Vertiendo juntos llanto a raudales:
Imapajñátaj qori qolqépis Para qué quiero oro ni plata
Mana qanwanqa? Si te he perdido?

JUAN WALLPARRIMACHI MAYTA

SU VIDA

'Al empezar las luchas de emancipación, a comienzos del siglo


XIX, apareció en el Alto Perú la figura extraordinaria de un joven
indio, cuya vida fue una página breve, pero intensa, de sufrimien-
136 JESUS LARA

to, de heroismo y de belleza. Poeta y guerrero, compuso poemas de


inmarcesible calidad y murió en el campo de batalla. Al advenimien-
to de la República, la magnitud de sus hazañas y el embrujo de sus
versos echaron rafees en la memoria del pueblo. Por muchos años
la bizarria de esa vida fue cantada a la sombra de los cobertizos
indios y en el anochecer de los umbrales mestizos. Luego se apode-
raron de ella los salones. Pero en aquellos tiempos de sordo tradi •
cionalismo peninsular, la &tmósfera de la casona, todavía saturada
del orgullo del blasón, era inaccesible para la sangre del mitayo.
Alli no se admitía nada que no ostentase claridad de linaje y sello no-
biliario. El indio fue nacido para la esclavitud y, por grande que se
mostrara, ocupaba un !ligar bastante alejado del concierto social del
siglo. Aun eran tiempos en que el esclavo indio y el negro eran ofre-
cidos en venta por la prensa como cualquier mercadería. Sin em-
bargo aquel personaje traia un porte demasiado singular. Era enor-
me su talento. Era digna de admiración su heroicidad. Sus hechos te-
nian sabor de epopeya y resultaba muy grato el relatarlos. Eran muy
hermosos sus versos y no se podfa dejar de recitarlos. Y como en
medio del esplendor y el buen gusto no tenia cabida la concepción
de un héroe y poeta indio, se le inventó un nacimiento y una pro-
sapia tan impresionantes como su propia existencia.

Como todas las cosas en el tiempo, el recuerdo de los hom-


bres declina y acaba por hundirse en la sombra. Las hazañas de nues-
tro personaje dejaron de contarse un día en los umbrales y bajo los
cobertizos. Sus versos se desprendieron de su nombre para ir a va-
gar por el mundo como hijos sin ·padre. Su ropaje tejido de enigma
y de leyenda comenzó a desteñirse en el tedio de los salones. Enton-
ces fue que se presentó el hombre que debía entregar a la posteri-
dad el glorioso significado de aquella vida. Ese hombre fue Samuel
Velasco Flor. Y gracias a la virtud constructiva de ese arquitecto
ha llegado "hasta nosotros Juan Wallparrimachi Mayta, indio, poeta
y guerrero.

Samuel Velasco Flor fue_un escritor boliviano de la segunda


mitad del siglo XIX. Los historiadores de las letras bolivianas ape-
nas si lo mencionan. Santiago Vaca Guzmán, en su "Literatura Bo-
liviana" se limita a ponderar su biblioteca y la riqueza de su do-
cumentación, añadiendo que murió en edad temprana, antes de ver
realizada su obra definitiva. Alude también, y muy de paso, a ,d-
gunas biografías que hubo publicado. En efecto, Velasco Flor co-
menzó a dar a la estampa, por er!t, egas, en 1871 y en la ciudad de
Potosi, su obra "Vidas de bolivianos célebres". La publicación no
pasó de la tercera entrega, quedando en consecuencia trunco el libro.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 137

Las primeras dos entregas se hallan ocupadas casi íntegra-


mente por la monografía del guerrillero Manuel Asencio Padilla,
Para este trabajo, el autor dispuso de abundante documentación,
entre la cual se contaban partes de acciones de armas, cartas y un
diario de guerra, todo perteneciente al propio Padilla. En esta mo-
nografía es que Velasco Flor íntercala un resumen de la vida de
Wallparrimachi. No importa que ese resumen contenga la leyenda
aderezada en los salones chuquisaqueños y potosinos. Lo esencial es
que por él perdurará la egregia personalidad del poeta indio.

Velasco Flor cuenta que un israelita llamado Jacob Moisés huyó


je} Cuzco raptando a una indiecita de siete años llamada María Sawa-
·aura y vino a establecerse en Potosí.. Habiendo cambiado su nom-
bre por el de Juan. Gamboa, el portugués, hizo saber que la peque-
ña era su hija. Favorecido por la fortuna, puso excesivo cuidado en
la educación de la niña, aunque al misqio tiempo se esforzaba por
mantenerla en un riguroso aislamiento.

Joven ya, y deslumbrante de hermosura, se conoció la mucha-·


cha casualmente con el español Francisco de Paula Sanz, de quien
algunos escritores dicen, sin mayor fundamento, que era hijo bas-
tardo de Carlos III y una princesa napolitana. Nació él amor entre
ellos y dió como fruto un niño. Velasco Flor se muestra muy cuida-
doso de los detalles y fija el nacimiento en el día 24 de junio de 1793,
haciendo conducir al párvulo a la pila bautismal en brazos de Pe-
dro Vicente Cañete, uno de los próceres de la resistencia española
en los años de la guerra de emancipación.

Pero el amante español tenia compromiso de matrimonio con


una joven de su raza, y ésta, enterada de la aventura de su novio,
hizo envenenar a Maria Sawaraura. Arrastrado por la desespera-
ción, el israelita se ahorca, y el niño es robado por los indios rle
Macha para ser educado por ellos a la usanza de sus antepasados.
El niño tiene que ignorar su origen toda su vida; todo lo que ha de
saber será que su abuelo materno se llamaba Wallparrimachi, pala-
bra que le será entregada en calidad de apellido. Después de un va-
cío de muchos años, Velasco Flor presenta a nuestro personaje ba-
jo la tutela del guerrillero Manuel Asencio Padilla. En seguida re-
lata sus amores con Vicenta Quiroz, joven de 16 años, muy linda y
unida por la fuerza en matrimonio a un minero rico, viejo y andaluz.
No inspirándole afecto alguno el tosco minero, la muchacha se apa-
siona de Wallparrimachi. No se sabe cuánto tiempo duraron estos
amores: pero se sabe que un día el viejo andaluz sorprendió a su
esposa en brazos del joven indio. Este pudo ponerse a salvo; pero Vi-
centa, después de sufrir los más duros ultrajes, fue remitida a un
138 JESUS LARA

monasterio de Arequipa. La nostalgia se apoderó del poeta y le in-


dujo a crear los más bellos poemas.

El indio actuó en las guerrillas de Padilla. Era maestro en el


manejo de la honda, su arma favorita en los combates, y por lo ge-
neral luchaba a la cabeza de contingentes de indios honderos. Su au-
dacia no conoció límites. Por esta razón el caudillo y su esposa do-
ña Juana Azurduy le consideraban como a uno de sus mejores ofi-
ciales. En muchas acciones el guerrero indio aparece al lado de la
epónima guerrillera.

Wallparrimachi tradujo del castellano al quechua la histórica


proclama de Juan José Castelli, jefe supremo del Primer Ejército
Auxiliar que mandó al Alto Perú el gobierno de Buenos Aires en
1810. El documento se halla fechado en Chuquisaca, 5 de febrero de
1811.

La vida heroica de Padilla no ha sido todavía debidamente es-


tudiada. La monografía de Velasco Flor no es, ni mucho menos, ex-
haustiva. Sin embargo, encontramos allí episodios que reclaman el
el timbre épico para su recordación. Wallparrimachi había acom-
pañado al guerrillero desde un principio en sus campañas; pero no
pudo permanecer junto a él hasta el final. En el famoso combate de
Las Carretas, que duró varios días y en el cual comandaba una
brigada de 1.900 indios, murió el poeta alcanzado por un tiro de ar-
cabuz, el 7 de agosto de 1814.

Este es el contenido del relato de Velasco Flor, que -lleva, co-


mo único pecado, el haber querido entremezclar la leyenda con la
historia. Entre los apéndices con que enriquece la segunda entrega,
el autor imierta una poesía del malogrado personaje en la lengu.1
original, aunque sin titulo. Esa poesía es la única que han podido
difundir los escritores bolivianos.

Las entregas, como todo impreso de aquellos tiempos, tuvie-


ron muy escasa difusión y hoy día existen poquísimos ejemplares de
ellas en Bolivia. Los más de nuestros investigadores no las conocen.
A pesar de todo, la obra, asi trunca y poco conocida, repercutió de
un modo extrañ.o en el país. Hacia 1885, época en que el género de
la tradición predominaba en la literatura nacional, Benjamín Rivas
publicó un trabajo intitulado "Huallparrimachi o un descendiente de
reyes". El.autor relataba en estilo jugoso y ágil más o menos todo
lo que ya se babia dicho en "Vidas de bolivianos célebres". En lugar
del texto quechua de Velasco Flor, Rivas trangcribh una imitación
castellana de los mismos versos, hecha por José Armando Méndez:
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 1.39

Años más tarde, Lindaura Anzoátegui de Campero compuso una bre-


ve novela romántica denominada "Huallparrimachi", no basada en lo;;
datos proporcfonados por las entregas de 1871. En unos juegos flo-
rales celebrados en Potosí, en 1906, premióse un intento biográfico
escrito por Luis Subieta Sagárnaga, intento que no aportaba nada
nuevo y que más bien copiaba al final, como Rivas, la imjtación de
Méndez. En 1915 el general Miguel Ramallo publicó en una revista
de Sucre una importante monografía de las campañas del guerri-
llero Padilla. Ella, editada en volumen el año 1919, en La Paz, no se
aparta un punto de los datos que acerca de Wallparrimachi consigna
Velasco Flor. Todavía en nuestros días hay escritores bolivianos
que publican monografías del poeta quechua con detalles arranca-
dos de las infortunadas entregas. Usufructúan de tal manera el con-
tenido de la obra de Velasco Flor, que llegan al extremo de apode-
rarse inclusive de sus errores, errores atribuibles, antes que al au-
tor, a la imprenta. Según el texto de 1871, Wallparrimachi murió a
los• 23 años. Pero en el mismo texto se fija en 1793 el na,cimiento y
en 1814 la muerte, resultando de ahí que el poeta vivió apenas 21
años. Pero nuestros literatos transcriben las cifras de las entregas
con servil fidelidad y fria ausencia de escrúpulo. Y lo que es más
doloroso, sin hacer referencia a la fuente de sus informaciones. De
esta manera, el autor por quien el poeta y guerrero fue entregado
a la posteridad, ha sido relegado a un injustificiJble olvido.
Una circunstancia tan inesperada como propicia nos propor•
cionó, hace muchos años, el hallazgo de nuevas aportaciones sobre
la vida y la obra de Wallparrimachi. Fue en 1922, cuando se esta-
bleció en Cochabamba, su ciudad_ natal, un anciano cansado de la.,
lides de la politic~ y de la inteligencia: José Armando Méndez. Por
aquel entonces ignorábamos la existencia de las entregas de Velas-
co Flor. En vista de que Méndez era autor de la imitación y, ansio-
sos de conocer el original quechua, un día nos presentamos en su do-
micilio. De porte amable y accesible, nos conversó el patricio lar-
gamente sobre cuestiones relacionadas con la cultura quechua.
Cuando tocamos la vida de Wallparrimachi, el anciano formuló un:,.
serie de rectificaciones y puso en nuestras manos un legajo de ma-
nuscritos antiguos muy valiosos, entre los cuales figuraban alguno,
autógrafos del poeta indio. Nos refirió que dichos autógrafos ha-
bían sido obsequiados por doña Juana Azurduy de Padilla a don Ma-
riano Méndez, diputado por Cochabamba en la Asamblea de 1825. A
la muerte del prócer, los documentos pasaron a manos de Sabina
Méndez, su hija, y poetisa de discreta valía, quien tiempos después
los cedió a José Armando Méndez.
Aparte ·de los autógrafos, Méndez poseía otros varios poemas
que en su juventud había conseguido y autentificado en Potosí con
140 JESUS LARA

el testimonio de personajes que los conocieron en los primeros años


de la República. El anciano se quejaba de la incomprensión de los
intelectuales bolivianos, cuyos prejuicios y cuya soberbia heredada
de los españoles habian sido los causantes de la desfiguración de
la biografía de Wallparrimachi y del olvido en que se hallaban sus
versos.
Según José Armando Méndez, las versiones conocidas perte-
necían, por lo menos en parte, a los dominios de la leyenda. Wall-
parrimachi no fue hijo de Paula Sanz ni éste descendió de Carlo:i
III. Esto último ha sido ratificado documentalmente, hace pocos
años, por los investigadores Adolfo Morales y Humberto Vásquez
Machicado. Méndez contaba que el indio, nacido en la región de Ma-
cha, Potosí, quedó huérfano de padre y madre en sus primeros años.
Manuel Asencio Padilla, criollo de· nacimiento, lo había recogido en
calidad de sirviente, esto es, de esclavo. El indio resultó dueño de
una inteligencia nada ordinaria. Padilla solía enseñar a sus hijos a
leer y escribir, mientras el criado, que no podía hacer otra cosa que
mirar y oír de lejos las lecciones, comenzó a escribir de improviso
con carbón su nombre en las paredes. El caudillo, como todo ena-
morado de la libertad, lejQs de extirpar aquel afán del esclavo co-
mo lo hubiese hecho cualquier otro blanco, asumió el papel de mae5•
tro. Wallparrimachi aprendió así a leer y escribir con corrección.
Al apreciar la conducta de Padilla respecto del indio, el propio Ve-
lasco Flor escribe: "Juan Huallparrimachi, su amigo íntimo, a
quien educó en calidad d·e hijo, pensando darle la mano de una dt!
sus hijas, si alguna de ellas hubiera vivido" .
...
A decir de José Armando Méndez, nuestro personaje escribió
versos desde su más temprana adolescencia y no· tardó en enamorar-
se de Vicenta Quiroz. Desde este punto, el anciano se manifestaba
de acuerdo con literatos e historiadores; pero no dejaba de subrayar
que el origen del poeta no tenía ninguna relación con el Cuzco ni con
ningún israelita que hubiese podido llamarse Jacob Moisés. Según
referencias que poseía y que eran provenientes nada menos que de
doña Juana Azurduy de Padilla, ninguna característica del poeta, ni
física ni de otra índole, denunciaba al mestizo. Era indio puro, por
su color, por sus facciones, por sus predilecciones y por su espíritu.
Hablaba perfectamente el castellano, pero nunca quiso componer
un verso en ese idioma. Pudiendo luchar ventajosamente a lo blan-
co, con un arcabuz o una espada, prefirió luchar siempre a lo indio,
con una honda, a la cabeza de sus hermanos de raza.
Las informaciones de Méndez. parecen confirmarse cuando se
ve que no existe la partida de bautismo de Wallparrimachi en nin-
guna parroquia de Potosí. Hemos visto que en aquella ciudad se
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 141

conservan todos los registros coloniales, aun los pertenecientes a las


parroquias clausuradas. Pero en ninguno hemos podido- encontrar a
ningún párvulo llamado Juan, hijo de Maria Sawaraura, menos de
Paula Sanz y apadrinado por Pedro Vicente Cañete. No hay duda,
entonces, de que el poeta nació en Macha o en algún otro punto, fue-
ra de la Villa Imperial.

SU OBRA

Los primeros poemas de Wallparrimachi se han perdido. Se


conservan apenas los que tratan el tema de su amor infortunado y
algunas estrofas que aluden a su madre. Pero la poesía popular boli-
viana es muy rica. Entre las estrofas quechuas que viven en la me-
moria del pueblo hay muchas que sorprenden por su perfecta cons-
trucción y por su enorme fuerza emotiva. Hacia 1871 se cantaban
aun muchos yaravies del poeta, según nos informa Velasco Flor. Na-
da extrañ~ será que actualmente sigan cantándose algunos de ellos,
ya ganados por el folklore.
Nos hallamos en posesión de una docena de composiciones, de
las cuales dos fueron copiadas de la colección Vásquez y diez del
legajo Méndez.
Muerto en los dinteles de la juventud, Wallparrimachi era un
poeta de altos quilates. Si bien su obra es fruto aun no llegado a
su completa madurez, en cambio posee las suficientes virtudes para
perdurar. Todos y cada uno de sus doce poemas exhalan un alien-
to lírico de notable vigor. No importa que el tema se repita con fre-
cuencia ni que algunos elementos sean utilizados con asiduidad. Ya
hemos dicho que sólo quedan de él algunos poemas amorosos, y ellos
son precisamente los engendrados por la nostalgia irremediable que
dejó en su vida aquella mujer que se marchó. Aquella mujer se ba-
bia hincado tan profundamente en su vida, que allí quedó convertida
en obsesión y en angustia, para siempre. Casi en todos sus versos
palpita la misma obsesión de la ausencia. la misma angustia de la
felicidad tronchada. Pero al mismo tiempo hay la presencia de la
expresión constantemente renovada, música de imágenes, música de
sensaciones, dolor hecho música, el genio indio cristalizado en d
ambiente de una exquisita sensibilidad .

Los poemas de Wallparrimachi, escritos en un quechua noble,
de admirable pureza, fueron elaborados con elementos auténticamen-
te indígenas. En ellos. todo nos habla de lo nuestro. En su paisaje.
en sus imágenes, en sus símbolos palpita el espíritu de la raza. La
dulzura de su dolor y la ternura de su angustia manan de un infortunio
que tiene algo de común con el aqoyraki (desventura) de los arawis
142 JESUS LARA

primitivos que nos transcribe Waman Puma; sólo que el aqoyraki del
siglo XIX es mucho más -intenso y desolado, porque nace de un tor-
mento tres veces secular.
Los poemas parecen contener el proceso del drama pasional
vivido por el hombre, tal es la indole de los sentimientos que se es-
calonan a través de ellos.
Munarikúway, en efecto, es un poema que se nos presenta co-
mo un probable punto de partida. En versos que fluyen con diafani-
dad y con música del manantial de la llanura, el poeta canta el amor
concebido y la manera como el hechizo de la mujer cae sobre él.
Inti jinamin Igual que el sol
:filawiyniyqeqa Tus ojos
~uqápaj k'anchan. Fulguran para mí
~áuraj t'ikari De tu faz se derraman,
Uyayk1manta Para regalo mio,
J:iluqapaj paran. Todas las flores.

La amada está hecha de los elementos más bellos de la natura-


leza. ¡/U'de el sol en sus ojos, y el milagro de su luz es la vida para
él. Su rostro es una lluvia de flores y sus mismos labios se abren
como una flor con el wayñu de su risa, otorgándole el más dulce re-
gocijo. El hombre ama y quiere ser amado. Desde este momento,
empero, se advierte que es un amor difícil.y rodeado de peligros:
no en vano requiere el poeta:
Munakulláway, T,ierna paloma,
Irpa urpilla, No temas nada,
Mana, manchaspa. Amame;
~uqa qanrayku Pese al destino
Wañuy yachásaj Hasta la muerte
Qanta munaspa. Yo te amaré.

En Imaynallatan atiyman, ramo lozano recogido a la hora del


amanecer y cubierto de un rocío que es fulgor y es música, el poe-
ta no es dueño todavía del corazón de la amada; pero es tan grande
la fuerza de su pasión, que ansía un peine de oro para peinar su ca-
bellera y verla ondular a lo largo de su cuello; quiere que la estre-
lla de sus ojos penetre en sus tinieblas interiores y resplandezca en-
gastada en su corazón; cómo anhela deber su aliento y engrandecer
el racimo de flores rojas que son sus labios; sus manos son tan pu~
ras como la azucena india, pero él quisiera ennoblecerlas más to-
davía; su andar es música, es belleza, y cada paso es un derrame
de flores; pero él sueña con verla derramar más flores y más músi-
ca. Después termina:
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS, 14~

Kay tukuyta atispañari Y si me fuera dado hacer todo


(esto,
Atiymántaj sunqoykita Ya podria plautar tu corazón
Súnqoy chaupipi mailkispa Dentro del mío, como un árbol,
(para verlo
Wiñaypaj phallallachiyta. Eternamente verdecer.

En el breve poemario no existe la exposición del amor logrado,


esto es, el idilio. Si el autor desarrolló este tema, los versos se han
perdido. Si prescindió de él, su comportamiento obedecería tal vez a
aquella especie de convención que parece haber existido entre los
poetas del Inkario: no pintar, no mostrar el amor en el plano mis-
mo del goce. El idilio se halla ausente del Ollántay y también del
Utqha Páuqar. No ha llegado a nosotros ningún verso precolombino
hablándonos del amor en la embriaguez de su plenitud .

El poema que pudiera ser colocado en tercer lugar es Kachar-


pari. El poeta ha recibido la mala nueva de que la amada se ha de
marchar para no volver. Anticipadamente se abre el vacío alrede-
dor del hombre:

P~tan saqenki ¿A quién has de dejar


Qanpa tupupi, En tu nidal
Sinchi llakiypi Y en mi tristeza a quién
Asuykunáypaj. He de acudir?
'•

De esta composición se conservan textos que difieren un tan-


to entre si. Ninguno es del todo completo. El de Velasco Flor contie-
ne visibles mutilaciones dentro de las estrofas. El de Méndez pre-
senta algunas palabras cambiadas y le falta una estrofa. Subieta
Segárnaga y los demás copian el texto de Velasco Flor con algunas
alteraciones. Nosotros adoptaremos el de Méndez, reintegrado en
vista del de Velasco Flor.

En el poema, el amante no se resignará a la ausencia y quier~


conocer el camino que ha de tomar ella para ir a regar con sus lá-
grimas la tierra que pisarán las plantas amadas. En el trayecto, ba-
jo el rigor del sol y de la sed, el aliento y las lágrimas del amant,e
se convertirán en sombra de nube y vaso de agua. Pero el corazón
va renunciando demasiado; entonces brotan la protesta y el apóstro-
fe. La desventura crece y la soledad es garra filuda. El pensamien-
to es un torbellino y en él se revuelven la belleza de la mujer, la fe-
licidad que queda trunca y la imposibilidad del olvido. La breve his-
toria de esta pasión relampaguea intermitente como el cielo en una
noche de tormenta. El hombre se siente más ligado que nunca a ella:
144 JESUS LARA

Ankaj rijranta Me prestaré el poder


Mañarikuspa De las alas del águila
Watumusqayki. Para ·irte a ver
Wayrawan khuska Y junto con el viento
Wayllukunáypaj A mimarte en mis brazos
Phawamusqayki. Acudiré.

Los amantes ya habían anudado sus vidas bajo la certidum-


bre de que no habría fuerza capaz de separarlas. Pero hé aquí que
se abre la distancia desuniéndolas inexorablemente. Entonces él po-
see la seguridad de que este amor seguirá viviendo y que la amada
fugitiva será la única que siempre ha de llevar el amanecer a s,1
corazón. Ella tiene que ir a vivir al pie del Misti (1) y, allí, toda vez
que invada el aliento sofocador del volcán, se acordará del amante
lejano, quien estará pensando sin cesar en ella. La ausencia no se
ha producido todavía; por eso el poeta, al acabar su canto, exclama:
May kamañachus Por tu amor, hasta d6nde
Qanrayku chayan Ya habrá llegado
Ijma sunqoyqa. Mi viudo corazón.

En Wayñu el abismo de la separación está abierto a los pies


del amante, quien no se resigna a ver desaparecer en él a la com-
pañera y no comprende cómo ella podrá alejarse para siempre del
hombre que ama. Nunca podrá explicarse por qué pudo amarla tan-
to para verse abandonado sin remedio. Si ella quisiera evadirse del
cuidado de su guardián, tal vez les fuera posible marcharse juntos.
Pero ésta no es más que una probabilidad entrevista por su quime-
ra, pues la amada tendrá que irse sola. Entonces la inconformidad
le dicta versos que tienden a formular algo que quiere adquirir fi.
sonomia de maldición. Pero le duele tratarla así, y se enmienda:

T'ika munásqay, Flor que he amado,


Súmaj qhallállaj, Bella y lozana,
¿Imátaj kayqa? Dime, ¿qué es esto?

Con todo cae abrumado de exasperación e imprime una forma


profundamente incisiva a su gesto imprecato_rio:

Munakujkuna, Enamorados,
Sunqoyujkuna, Gentes con algo de corazón,
Uyariwaychis: Esto escuchadme:

(1) Misti: Volcán que se encuentra en las cercanías de Arequipa,


Perú.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 145
Amátaj waman Que ella no acabe
Silluyninpeqa Entre las garras
Tukuchichunchu. Del gavilán.

lmapajñátaj kausani nos muestra el horizonte de la catástro-


fe. La amada está lejos y él no siente ya deseo alguno de vivir. Se
considera culpable de la fuga de aquella que había criado dentro de
su pecho, consagrándole la totalidad de su pasión, y no halla térmi-
no su angustia:
Mana ñuqapichu kani, · Estoy fuera de mi
Kikin sunqoyta ñakani Y maldigo a mi propio corazón,
Urpiyta chinkarichispa; Y todo, porque la perdí.
Manaña rikuyta atispa No pudíendo ya verla
Mana samiyuj waqani. Estoy llorando sin ventura.

El amante parece olvidar la realidad de su catástrofe; se fi-


gura que aun la puede encontrar, y la busca sin reposo. Al buscar-
la, no sabe qué quebrada, qué llanura, qué árbol o qué risco la es-
tá ocultando. En la culminación de su fatiga la llama y dice:
¡Urpillay, kutimuy ari! ¡Paloma mia, vuelve!
Manachus atinki chayri, Y si no has de volver,
?Imapajñátaj kausani? ¿Para qué vivo ya?

El mundo está lleno de la ausencia de la amante. Doquiera


que va, quiere verla, mas el vacío se abre infinito ante su ansiedad.
Sus días y su pensamiento están amasados del anhelo de descubrir-
la en alguna parte y del vacío que le acuchilla a cada instante. Ya
no 11.ay otro tema para él y las dimensiones del verso resultan es-
casas para contener la inmensidad de su nostalgia.

Mákiy junt'a t'ikamanta De entre las flores que en la mano


(tuve
Qanllata ajllakurqayki. Sólo a ti te escogí.
Imaraykuchus qanllata No sé de qué manera sólo a ti
Sunqoypi q'esacharqayki. Anidar en mi pecho te dejé.

Así, con estas imágenes que son color y emoción al mismo


tiempo, comienza el poeta en Takl, para interrogar al cóndor si en
su vuelo por la lejanía no le fue dado ver a la ausente. Luego se vuel-
ve hacia la imagen que lleva engastada en su propia carne y quie-
re. arrancarla de ahí para colocarla frente a sus ojos mortales, pues
sólo así podrán ellos encontrar la perdida alegría. Pero en lugar i:le
ella se alza la mole de las montañas y se abre la oquedad de los ba-
rrancos. Buscándola y ansiando un instante de tregua para sus pa-
146 JESUS LARA

decimientos, va errando de ciudad en ciudad y de valle en valle con


la sola compañia del viento. Pero ella está en ·un sitio inalcanzable
y la tregua estll mis lejos todavía.

Mas transcurre el tiempo, y no en vano. La conformidad co-


mienza a trepar por las escarpas de la desolación. La ausencia pier-
de sus hierros encendidos y se viste de azul como las montañas en
la línea del horizonte. Mas, no es el olvido; es la herida que deja
de sangrar, la planta que se detiene después de haber agotado to-
dos los caminos. El amor que no puede, que no ha de morir, se
perfuma de remembranza y se deleita con los halagos de un sueño
de recobro. Entonces viene una sucesión de versos cristalinos que
reconstruyen la dicha pasada. alquitaran el licor de la nostalgia y
nutren una pequeña raíz que más tarde será una flor de esperanza.
Ahí estll, entonces, Rlpunña úrply, seguido de Karúnchay.

En Karúncbay. se percib un sabor que recuerda aquel exqui-


sito y fragante del tercer arawl del Ollllntay. Es posible que Wallpa-
rrimachi hubiese conocido el drama o por lo menos los arawls. A
ser asi, Karúnchay habría sido compuesto bajo la influencia del ter-
cer arawl. De lo contraio, habrll que pensar en un caso extraordina-
rio de coincidencia no sólo en el tema, sino también en la técnica y
en el empleo de algunas imllgenes. Ambos son cantos de ausencia
en los que el amor se baña, como en una cascada, en la belleza en-
loquecedora de la mujer. Empiezan en igual forma, utilizando el
simbolo de la urpl (paloma}, aunque con imllgenes diferentes, pa-
ra seguir caminos paralelos a lo largo de versos construidos con
materiales de delicada sonoridad y a base de recursos que se hacen
música en la sensibilidad del lector.

En este poema la hermosura de la amada ha vencido a la de-


solación del compañero abandonado. El milagro de su imagen ha
conseguido abarcar la inmensidad del vacio que dejaron sus cari-
cias. El amante agotó el manantial de su amargura y ahora piensa
en la ausente con infjnita dulzura:

Chajra musmúrej Como las flores que cincundan


Súmaj t'ikantan A los maizales
Siminqa phanchin; Se abren sus labios,
Misk'inraykuri Y ansioso de su néctar
Muyupayaspa Los asedia y delira
Q'enti mµsparin. El picaflor.

Si en el arawi del Ollllntay los últimos versos constituyen el


despertar de un sueño a la angustia de la realidad, en ·el poema de
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 147

Wallparrimachi el suefio continúa hasta más allá del último verso.


pues queda la emoción de la estrella que está fulgurando y cantando
para dar alegria , la amada.

Urpillay nos revela que la afioranza se aviva con la brasa de


la inconformidad. Ya no existe desolación. Pero hay tristeza de va-
cío junto a la ilusión de ver caer el imposible hecho pedazos. El
amante no se perdona el pecado de haber consentido en la separa-
ción. Debía haberse opuesto a la partida, retener a la amada junto
a i;us sentidos, y no lo hizo. La partida es un martillo que golpea
constantemente en sus días, y cuando resuelve componer un poema,
aparece cubriendo su horizonte como una mole de montaña.

En el correr de los días el espiritu del poeta se siente nublado


de tedio. En un tedio opaco, pesado, que viene a inmovilizar el vue-
lo de su nostalgia. No es improbable que Wallparrimachi se encuen-
tre en un alto de las guerrillas de la libertad. En alguna hora de
retraimiento revisa su pasado, concretándolo en un pequeño poema
de tres estrofas: .Chay ña\\iyki. Una mirada de mujer, semejante a
una estrella en la noche, cayó en la tristeza de su vida. Al esconder
en el seno la presea, vió que ella palpitaba convertida en paloma
enamorada. Pero el viento del destino se la arrebató de las manos,
decretando luego la imposibilidad del recobro. Desde entonces él es
un guiñapo abandonado en el camino, pisoteado por los transeuntes
y flagelado por el sol y por la lluvia. Y ahí, pensando siempre en su
paloma, su corazón va carcomiéndose como un vi,!jo tronco.

Cambia el estado de ánimo en el poeta. Su sensibilidad on-


dula al influjo de distinto medio. Ya no es el tronco carcomido en
el camino. Hay luz en el cielo y belleza en el campo; con todo, no
puede renunciar a su condición de nido que sueña con el calor de
la paloma que se marchó. Nace entonces -un Arawi tierno y hondo
en que la nostalgia se vuelve música. La música gotea de las pala-
bras ,de los versos, de las imágenes, y el conjunto es una melodía
que envuelve el horizonte. Es una melodía henchida de frescura en
que se expande la melancolía transparente del alma india, con to-
de la _suavidad de su mansedumbre y con toda la dulzura de su es-
peranza.

Este poema es también una reconstrucción del drama, pero ya


no es una protesta como Imapajñátaj kausani, tampoco una acep-
tación de la realida.u como Karúnchay. Es el deseo de hacer revivir
el pasado, la adhesión definitiva al culto de aquel amor prematura-
mente destruido. La amada adquiere categoría de única, pues nun-
ca nadie ocupará el hueco del nido.
148 JESUS LARA

Maytapas richun, Doquiera vaya


T'ika parachun Que cubran flores
Chay ñanta. Su senda.
Amátaj kúsiy Que la ventura
Anchhurinchunchu Nunca se aparte
Paymanta. De ella.

Por más que ella no pueda ya volver, el poeta no renunciará


a su recuerdo. La amada seguirá llenando su pensamiento y flore-
ciendo en su sueño hasta que venga la muerte.

Hemos reservado para el final su poema Mámay, por ser el


único que nos ha llegado en este tema. No es posible calcular la épo-
ca en que él pudo haber sido compuesto, pero el dominio de la técni-
ca y la firmeza con que se ha elaboradó el contenido, hablan de una
cosecha en plena madurez. Por estos versos sabemos que la idea de
la madre constituía una profunda preocupación para el · poeta. La
madre siempre ausente de su vida, pero acaso presenciando su in-
fortunio desde ia cumbre del misterio, le inspira un poema cuya pri-
mera estrofa es una lágrima cuajada en ·diamante, tal es de admira-
ble en su textura y tan concentrada es la emoción que irradia:

¿Ima phuyun jáqay phuyu ¿Qué nnbe puede ser aquella nube
Yanayásqaj wasaykamun? Que obscurecida se aproxima?
Mamáypaj waqayninchari Será .tal vez el llanto de mi madre
Paraman tukuspa jamun. Que viene en lluvia convertido.

Hay todo un drama encerrado en estos versos. Cuánto habrá


tenido que sufrir la madre, y cuánto el hijo. Aquella nube tenebro-
sa que asoma encima de la alta cumbre y se dilata por el cielo como
un océano que se ha de volcar sobre la tlerra, ésa es la vida, el es-
píritu, la angustia de la madre que ha de caer convertida en catarata
de lágrimas en el corazón del hijo sin ventura. Esta estrofa es un
símbolo en que se puede leer la historia de la raza. El mismo sím-
bolo se alza sobre las demás estrofas: el dolor del hijo, del indio,
para quien no alumbra el sol ni existe la alegria: el destino que le
arranca hasta de los brazos de la muerte para encadenarlo a la ig-
nominia, sin que pueda ser hallada la madre, esto es - en realidad
o en esperanza - la redención.

Este poema ha sido totalmente fraccionado en estrofas y con-


fundido con el folklore. Así disperso está en la colección de poesÍcl
popular que poseemos, con la circunstancia de que algunas estrofas
han sufrido alteraciones, aunque no esenciales. Lo mismo ha ocu-
rrido con algunas estrofas de los otros poemas.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 149

Wallparrimachi resultó un notable proveedor de poesia para su


pueblo. Gracias a él las masas de indios y de mestizos pudieron can-
tar y cantan aún versos magníficos en que se ve reflejado su propio
espíritu. Pero ni los que cantan ni los que escuchan s~ben el origen
ni la historia de esas canciones de intraducible belleza.
Pero no sólo fue un proveedor, sino que ejerció una influen-
cia notable en el folklore quechua. En los primeros afios de la Re-
pública aparecieron numerosas imitaciones, tanto en Bolivia como
en el Perú. En la compilación de Farfán existen algunos testimo-
nios. Asi, el fragmento Rak'inákuy, recogido en el departamento de
Ayacucho, sigue paso a paso al Kacharparl de Wallparrimachi, co-
piándole inclusive imágenes y versos enteros. El poema LVI y otros
de aquella antologia parecen también sugeridos por los del poeta po-
tosino.
Un d1a tal vez no lejano los intelectuales bolivianos renuncia,-
rán a su mentalidad semicolonial y volverán los ojos a la raza, y en
lugar de exhumar los versos prosaicos de José Manuel Loza o los
ditirambos mal rimados de aquellos que endiosaron a Goyeneche du-
rante las luchas por la libertad, cavarán un poco más hondo, a 1a
manera de los antiguos buscadores de "guacos", en indagación de
tesoros de auténtico valor, no ya para convertirlos en herraduras
ni en moneda, sino para comprenderlos, ensefiarlos al mundo y pre-
servarlos. Entonces encontrarán a Wallparrimachi, no ya como R
protagonista de novela, sino como a poeta que merece, en virtud de
su genio especifico y del alto valor de su obra, un sitio eminente
dentro de la literatura de Bolivia. Comprenderán que el quechua es
más nuestro que el castellano y que puede ser tan buen instrumen-
to como éste para producir la belleza. Y se asombrarán de la ex-
trema delicadeza y de la musicalidad singular de aquellos doce poe-
mas. Descubrirán finalmente que el indio potosino fue el primer poe-
ta genuinamente americano del siglo XIX, porque al cantar su pa-
sión en un idioma autóctono puso en sus versos el alma y el paisa-
je de la tierra. Mientras todos los poetas de América deliraban en
aquellos tiempos con los dioses del Olimpo griego y deshojaban ro-
sas de Andalucia en sus rimas, Wallparrimachi amaba a la urpl y al
Jamauqay, vagaba por el ruml-ruml, vela el vuelo del cóndor y del
wamán, y nos inundaba con melodias de quena en versos indigenas
de la más delicada belleza. ·

VI
EL TEATRO
Desde los dias de la conquista los espafioles vieron que los in-
dios demostraban una afición particular al teatro. En las fiestas
150 JESUS LARA

permitidas se podía presenciar las mé.s ingeniosas representaciones.


A ellas aluden Bartolomé de Dueñas y Pedro Méndez, cronistas an-
teriores a Martínez Arsanz y Vela, de igual modo que Sallkamaywa,
Sarmiento de Gamboa, el Jesuita Anónimo y otros. "Fueron estas
comedias muy especiales y famosas", escribe Martfnez Arzanz y Ve-
la al referirse a cuatro piezas exhibidas el año 1555 en Potosí. El cle-
ro supo sacar partido de esta afición en pro de los intereses de la
Iglesia. Procedió como con el jallll aborigen, refundiendo las obras
existentes y componiendo otras nuevas. Hallé.ndose en boga el auto
sacramental en el teatro peninsular, no se podía adoptar otra índo-
le de composición en las colonias. En el curso del siglo XVII apare-
cieron varios autos sacramentales en verso quechua. Los autores
eran por lo general religiosos indios o mestizos. Por no haber mere-
cido este género los favores de la imprenta, muy pocos títulos han
podido conservarse hasta nuestros días.

Uska Páuqar

El auto sacramental mé.s antiguo es, según algunos especialis-


tas, el Uska Pé.uqar. Hay fundamentos para considerarlo dentro de
la segunda centuria del coloniaje·, esto es, en el siglo XVII, aunque
hay autores, como Middendorf, que lo sitúan en el siguiente.
El titulo de la obra significa mendicidad galana. Existen de
ella varias copias que datan de diferentes épocas y una publicación
en "Documenta", revista de la Sociedad Peruana de Historia, de Li-
ma, con un estudio de Teodoro L. Meneses. Se halla dividido en tres
jornadas, sin escenas. A diferencia de los autos españoles, admi-
te entre los personajes uno que actúa en son de "gracioso". Esta
circunstancia induce a pensar en que esta pieza tiene un modelo en
el Ollántay. Igual que éste, la otra comienza con la aparición del
gracioso junto al protagonista. Desde este momento se nota en Qhes-
pillo - el personaje en cuestión - un franco afán de imitar a Piki-
chaki, pero haciéndose a menudo pesado y molesto. A la manera de
los autos de Lope de Vega, acepta el canto; aunque a veces con
gran recargo de estrofas y en momentos poco apropiados.
Uska Páuqar, el protagonista, es un indio noble empobrecido.
Es joven, no tiene esposa y su único amigo es Qhespillo. El demonio
Yunka Nina le tienta con sus ofrecimientos de fortuna y felicidad, in-
duciéndole a firmar con su sangre un pacto. En consecuencia, el
mortal tiene oro y plata para cuyo transporte no son suficientes cien
llamas.
Qori T'ika, jQven y hermosa hija del anciano Chuki Apu, pa-
dece un misterioso mal y se obstina en abandonar a su padre. Vie-
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 151

nen Uska Páuqar y su amigo en demanda de hospedaje y no hallan


acogida. El primero se siente enamorado de la doncella; pero des-
pués le resulta imposible conseguir verla. Acude en su auxilio Yun-
ka Nina y le allana el camino del éxito. Celebrado el matrimonio con
mucha pompa, el oscuro socio prepara un plan de desquiciamiento
del hogar. Avisado de ello por Qhespillo, Uska vuelve los ojos a la
Virgen Maria y a Jesús. Yunka Nina considera este hecho como una
ruptura ciel pacto y desencadena una tenaz persecución contra el
desleal por intermedio de una l;anda de demonios llamados Manes.

Uska se ausentó y no regresa. Qori T'ika le considera muerto


y le llora. Vienen los secuaces de Yunya Nina, y tratan de apode-
rarse de la presunta viuda, sin conseguirlo, porque ella clama a la
Virgen. Finalmente aparece Uska en momentos en que la Virgen
del Rosario está ahuyentando a los malignos.

Dentro de la obra, el diálogo es a veces ingenuo y casi siem-


pre se alarga demasiado. La versificación es defectuosa y en partes
marcadamente dura.

La acción es simple y poco movida. En muy pocos pasajes se


encuentra alguna intensidad dramática. La escena mejor lograda
es aquella en que los Manes emprenden la persecución de Uska
Páuqar.

EL POBRE MAS RICO

Existe otro auto sacramental que se conoce bajo el título de


"El Pobre más Rico". Un códice de la obra que se conserva en la
Biblioteca de la Universidad de San Marcos, de Lima, se halla ti-
tulado así: "Comedia famosa Por el Sr. Dr. Gabriel Centeno de Qc;-
ma, Clérigo presbítero de un milagro de Na. Señora de Belén, que
sucedió en la Ciudad del Cuzco, del pobre más rico".

Fue Clements R. Markham quien mencionó primero esta obra,


en "Note on the ancient Inca drama", 1883, atribuyéndole equivoca-
damente la paternidad de Juan de Espinoza Medrana. El manusc_ri-
to de la Universidad de San Marcos fue encontrado en 1922 por
Humberto Suárez Alvarez en el Cuzco. Algunos escritores suponen
que la antigüedad de esta pieza se remonta al siglo XVI; pero el có-
dice de San Marcos debe ser situado cuando más a mediados del
siglo XVII, pues no es más antiguo que el segundo texto dominicano
del Ollántay. Esta es también la opinión de Teodoro L. Meneses y de
José Mario Benigno Farfán.
152 JESUS LARA

Existen de esta obra dos ediciones, hechas por la misma Uni-


versidad, una en 1938 y otra en U40, con reproducción facsimilar
del texto completo y con traducción al castellano.
El auto se halla compuesto en verso quechua y dividido en
tres jornadas, con juegos de escena en castellano. El canto tiene ca-
bida como en el Uska Páuqar, y a veces en estrofas de innegable
belleza. La versificación es arbitraria al extremo de que deja sos-
pechar que el autor no conocía los secretos de la métrica. Hay au-
sencia total de ruina, aunque los versos fluyen generalmente co:i.
flexible sonoridad.
Hay indudable afinidad entre "El Pobre más Rico" y el "Us-
ka Páuqar". Si se admite la prioridad de éste, habrá que reconocer
que Centeno de Osma escribió su obra al calor de una sensible in-
fluencia. Sus personajes son del todo parecidos. Nina Kiru es idén-
tico a Yunka Nina, Qori Umiña es casi la propia Qori T'ika y Qhes-
pillo es el mismo al través de las dos piezas. En descargo del pres-
bítero habrá que anticipar que en tratándose de calidad, El Pobre
más Rico es enormemente superior al Uska Páuqar.

El auto comienza por presentar a Qori Umiña, hermosa joven


que vive al cuidado de su hermana mayor, pues sus padres murie-
ron cuando ella era muy tierna. La hermana, Qóyllur ~awi, la com-
promete en matrimonio con el noble Inkil T'upa. Por otra parte, apa-
rece Yauri T'itu, inca venido a menos como Uska Páuqar. Acompa-
ñado de su paje Qhespillo, lamenta su miseria y al parecer está dis-
puesto a quitarse la vida. Acude el demonio Nina KirÜ y tras de ofre-
cerle riquezas fabulosas consigue que firme con su sangre un do-
cumento. Entre tanto, se ha realizado la boda de Qori Umiña; pero
el consorte no tarda en caer enfermo, y muere. Nina Kiru concier-
ta el enlace de la joven viuda con Yauri T'itu. Tan pronto como se
casa, el héroe comienza a cobrarle una inexplicable aversión a su
esposa, en tanto que ésta se enamora angustiosamente de él. Cada
uno sufre por su lado y Yauri T'itu acaba por ausentarse, no tan-
to por el hastío que le produce la compañera como arrastrado por
misterioso desasosiego. Qori Umiña no se resigna al abandono de
que es victima y se lanza en busca del bien amado. Un canto que
viene de lejos guia sus pasos hacia el templo de Belén, en el Cuzco.
Allí encuentra al esposo, asediado por Nina Kiru. Juntos los espo-
sos, invocan a la Virgen Maria y un ángel acude a ahuyentar al de-
monio.

En conjunto a pesar de la relativa monotonía del diálogo en


algunos pasajes y no obstante el gracejo de mal gusto de que a ca-
da paso hace gala Qhespillo, El Pobre más Rico posee títulos sufi-
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 153

cientes para catalogarse entre las obras de calidad. Las escenas


de interés abundan, las intervenciones de Qori T'ika e Inkil T'upa
se hallan logradas con gusto y delicadeza y el recurso del canto está
empleado con acierto. Tenemos aquí un fragmento, con tierno sabor
de idilio:

Inkil T'úpa. - Wañuniñan ñawinmanta. (Ya me muero por sus


ojos)
Qori Umiña. - Kausayniymi pisiyasqan (Mi vida se está acortando)
lnkil T'upa. - Kay sh'ika sumajniyojman (De esta mujer tan
(hermosa
Qori Umiña. - Sunqoyta suwarqapuwan (Me ha robado el corazón)
lnkil T'upa. .- :f:roqapunin t'ipakuni. (Quedé prendado sin remedio)
Qori Umiña. - Apaspapunin llojsirqan (Salió llevándoselo)
lnkil T'upa. - Allinpájtaj kasqa kachun. (Sea para nuestro bien).

Nótese que no es propiamente un diálogo. Cada personaje se


dirige a sí mismo y el autor alterna las frases como un recurso in-
genioso a fin de imprimir mayor interés al pasaje.

JUAN DE ESPINOZA MEDRANO

Según unos investigadores, este autor descendía de españole~


y, según otros, llevaba sangre pura indígena, habiendo adoptado ¡a
joven los apellidos de sus ·protectores, como era costumbre en la
época colonial. No se conoce el lugar ni la fecha de su nacimiento.
El escritor Eulogio Tapia sostiene que fue oriundo de Calcauso, doc-
trina del Cuzco. De todos modos, vivió en el siglo XVII, habiéndo-
se educado en el Colegio de San Antonio Abad de la ciudad imperial,
Fue párroco de la catedral y arcediano del cabildo eclesiástico. So-
bresalió en la oratoria sagrada y es en este género que los escrito-
res peruanos ponderan sus méritos. El Virreynato del Perú cele-
bró por mucho tiempo sus Cuarenta discursos de la Novena Mara-
villa, pronunciados en la catedral del Cuzco. Sus comentaristas opi-.
nan que aquellas piezas acusan una marcada influencia gongorina.

Espinoza Medrano poseía una personalidad singular. De fo.r-


mación cultural netamente europea, nunca escribió sobre motivos
de su raza. No hay asomo de sensibilidad quechua en las obras que
se le conocen. Un tiempo se le atribuyó la paternidad del Ollántay,
pero esa hipótesis se desvaneció por si sola. Empero lo vernáculo,
que no le atraía como tema, le usurpó una buena parte de su tiem-
po como instrumento. Es así como aparece el lenguaje de la tie-
rra en varias de sus composiciones.
154 JESUS LARA

Es autor de una obra intitulada •'Auto Sacramental del Hijo


Pródigo". No se sabe en qué época de su vida la compuso. Un ma-
nuscrito de esta pieza se conserva en el "Museum für Volkerkunde"
de Berlin y su te¡¡:to fue publicado a fines del siglo XIX en Alema-
nia por Middendorf. Otro manuscrito existe en el archivo del escri-
tor peruano Luis E. Valcárcel.

Esta pieza se halla dividida en tres actos y escrita en verso


quechua. Su argumento explana la conocida leyenda bíblica con
suerte un tanto despareja. Hay escenas de sumo interés, pero no es-
casean aquellas en que la acción decae hasta volverse descolori-
da y pesada. Acaso sea ésta la razón para que la obra no haya lo-
grado difundirse en la rtiedida que correspondía al talento y al pres-
tigio de Espinoza Medrano.

Este autor tiene otra pieza intitulada "Auto Sacramental del


robo de Proserpina y Sueño de Endimión". Comúnmente se cree que
se trata de una composición original; pero, como aclara el investi-
gador Eulogio Tapia, no es más que una traducción del latin al que-
chua, en verso. Se conservan de ella varios códices con títulos que
entre sí difieren algo. Según informa Paul Rivet en su Bibliographie
des langues Aymará et Quichua, este auto fue representado en Ma-
drid y en el palacio real de Nápoles en 1677, con rotundc exito.

A Espinoza Medrano se le atribuye asimismo un poema que-


chua intitulado Canci6n de Amor. Existía un manuscrito de esta
composición en poder de Clements R. Markham, quien dió algunas
noticias acerca de ella en su "Contributions a grammar and dictio-
nary of quichua", obra publicada en 1864.

LA MUERTE DE ATAWALLPA

Ha llegado también hasta nosotros otra pieza teatral que lle-


va el nombre de "La muerte de Atawallpa". Es un drama quechua
revelado en los últimos tiempos por el investigador peruano Teodo-
ro L. Meneses. Pacheco Zegarra poseia una copia de esta obra; mas
no llegó a darla a conocer. Middendorf, habiendo conocido otra en
castellano y en cinco actos, que llevaba el mismo título, se inclina
a pensar que el texto quechua puede ser una simple traducción o
una adaptación. Esta conjetura carece de fundamento. El hecho de
que exista un drama castellano y otro quechua sobre un mismo te-
ma y con igual nombre, no significa que el uno sea el original del
otro. La muerte de Atawallpa apasionó en todo tiempo a los escrito-
res de raigambre quechua. Conocemos numerosas obras que versan
·sobre este tema, compuestas en diferentes épocas y latitudes.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 155

No se tiene ninguna referencia acerca de la época en que pudo ha-


ber sido escrita la pieza revelada por Meneses. El manuscrito que co-
nocemos lleva papel y letra de principios de este siglo. Pero el len-
guaje y otros elementos que comparecen en la obra, nos inducen a
pensar que ella data de la primera mitad del siglo XVIII.

El argumento del drama es un tanto breve. Atawallpa apa-


rece en su palacio de Cajamarca celebrando al parecer su victoria
sobre Wáskar. En un próximo balneario recibe tres sucesivas em-
bajadas de Pizarro, trasladándose en seguida a la ciudad, donde
cae en poder de los invasores. El Inka ofrece el célebre rescate y
a sus espaldas los españoles se ponen a urdir un proceso que cul-
mina con la sentencia y muerte del. soberano.
'
El drama tiene un solo acto, sin numeración de escenas. Es-
tá compuesto en prosa, aunque el verso se hace presente en alg11-
nos pasajes líricos. La acción se halla diestramente conducida. El
diálogo es ágil y sustancioso. En el desenlace no se presenta la eje-
cución misma, sino una escena en que el monarca denuncia la trai-
ción dé que los invasores le hacen víctima. Teodoro L. Meneses ha-
ce de la obra el siguiente comentario: "Aparte de la impresión mag-
níficamente realista que se obtiene de la exposición dramática, son
notables su sentido evocativo de los hechos históricos, su conteni-
do pleno de una acendrada emoción indigenista y su intencionali-
dad fuerteménte satírica contra los personajes españoles".

vn
EL RELATO
Hemos visto que dentro de la colonia hubo de desaparecer P.l
arawiku y que eran principalmente mestizos los autores de la nueva
poesía. Wallparrimachi y el autor del Mánchay Puitu fueron dos
excepciones. No sucedió otro tanto con el relato, que siguió fluyen-
do de fuentes indígenas y circulando entre la raza. Los escritores
de aquella época no repararon en él, porque ya no traía un conteni-
do idolátrico digno de ser impugnado y si más bien se inspiraba
en leyendas y supersticiones católicas. De suerte que siguió vivien-
do en la memoria del pueblo, mezclado con el antiguo relato inkai-
co. En ,los prim~ros ·tiempos de la era republicana no varió su desti-
no. Algunos relatos fueron aprovechados literariamente dentro de
la segunda mitad del siglo pasado por algunos escritores perua-
nos como Clorinda Matto de Türner y Ricardo Palma. Sólo en las
últimas décadas han aparecido coleccionistas de aquella riqueza.
156 JESUS LARA

que la han recogido y conservado tal como la hallaron en labios del


pueblo indígena. Hildebrando Castro Pozo y Jorge A. Lira son dos se-
ñeros ejemplos. El primero, a propósito del relato quechua, dice en
"Nuestra comunidad indígena": "El cuento indígena, como podrá
verse por los ejemplos que aquí consigno, no carece de gracia, in-
geniosidad y belleza descriptiva. Es éminentemente originario, vi-
ve e idealizase en el mundo religioso-moral de nuestros pueblos y se
transmite de generación en generación".

Entre los relatos que José Maria Arguedas consigna en "Can-


ciones y cuentos del pueblo quechua", hay varios de origen colonial,
"Miguel Wayapa" y "El Jefe de pueblo y el demonio", entre otros.

"Miguel Wayapa" es un relato singularmente sabroso. Se pue-


de descubrir en él la fecunda imaginación del indio esclavo y su
espíritu ganado por el fanatismo de la nueva religión.

Miguel Wayapa, un hombre avaro enriquecido con la usura.


cayó al morir en cúerpo y alma a los infiernos. Un paisano suyo,
muy pobre y padre de tres hijos, aceptó de borracho el alferazgo de
la fiesta patronal def pueblo. Era un honor que demandaba muchos
gastos. En un rapto de indignación su mujer le dijo que sólo de la
casa del diablo podría ir a conseguir el dinero necesario para la
fiesta. Pero el hombre molió una buena cantidad de maíz con la ayu-
da de sus amigos y, cargando la harina en una piara de llamas, S!'!
puso en camino, acompañado de sus tres hijos, para ir a negociar
el producto en alguna parte. En el camino se encontró con un caba-
llero que venía en un caballo blanco. El le indicó una ciudad don-
de podía vender con harto provecho su mercancía. Pero era nece-
sario no equivocarse de camino, porque de los dos que se veían el
otro conducía al infierno. Ese caballero era el apóstol Santiago. El
hombre erró el camino y la primera noche; cuando acampó en una
cumbre, vino el demonio y se llevó las llamas._ El infeliz, seguido
de \Uno de sus hijos, se lanzó a la búsqueda y en un cerro lejano se
encontró con un hombre que cortaba leña: era el fantasma de Mi-
guel Wayapa. Este le dijo el sitio donde estaban sus llamas y lo que
debía hacer para rescatarlas. El hombre encontró a sus animales
en la plaza del pueblo de los diablos, destruyó las sogas que los ata -
ban, que eran serpientes, no aceptó los manjares y bebidas que co-
rrieron a ofrecerle caballeros y matronas y arreó sus llamas a la
carrera. Luego fue atacado por una jauría de furiosos perros; pe-
ro el hombre los ahuyentó a latigazos. En el camino el fantasma de
Wayapa se coló entre la piara, en figura de animal. Una banda nu-
merosa de diablos vino a caballo en persecución del viajero, pero
fue al punto desbaratada por el apóstol Santiago. Llegado al sitio
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 157

donde esperaban las cargas de harina, se le presentó otra vez el


apóstol y le obligó a vaciar la mercancia al suelo reemplazándola
con pequeños discos hechos de trozos de cerámica. Al mismo tiem-
po el apóstol le echó en cara a Wayapa sus perversidades, pero le
prometió salvarlo después de una nueva etapa de vida.

Una vez en el pueblo, el alferez encontró que los discos de ar-


cilla se habían convertido en monedas de plata, en una cuantiosa for-
tuna, la cual permitió que la fiesta del pueblo se realizase con ini-
gualada magnificencia. Entre tanto, Wayapa fue devuelto a la vida
mediante tres misas, distribuyó parte de su- fortuna entre los po-
bres y vivió en forma ejemplar; pero "ya no era de los que comen
y beben. Y así vivió; su mujer en un lado y él en otro, ambos solos,
separados para siempre". "Jinas kasqa kaykuna ña únay pacliaña".
(Y todos estos sucesos ocurrieron hace ya mucho tiempo).

En "Nuestra comunidad indígena" Hildebrando Castro Pozo


inserta algunos relatos correspondientes a este período. No ofrece
el texto quechua, pero declara que conserva en la traducción, "ínte-
gramente su originalidad". Posee ·relieves realmente originales uno
que lleva el sugestivo titulo de "Pedro Burro'. Fue recogido, según
anota Castro Pozo, de labios del ingigena Segundo Tapia, de Puno.
El argumento es el siguiente: Un párroco de pueblo tenía un pas-
tor apodado "Khuchiqara". Este no conocía otro mundo que la pu-
na ni más trato social que el que podia brindarle el rebaño, adt>:
más de una pollina con quien llegó a entenderse muy bien. No exis-
tiendo ninguna mujer a la vista, el. hombre requirió de amores a
la bestia y de la únión de ambos nació un niño a quien se le puso
el nombre de Pedro. Recogido por el cura, el niño fue a la escuela;
mas no pudo aprender ni a leer ni a escribir, razón por la cual sus
compañeros le llamaban Pedro Burro. En cambio el niño mostraba
un vigor físico extraordinario y su capacidad de nutrición, pues co-
mía por veinte, no tardó en despertar las inquietudes del párroco.
Entre tanto a Khuchiqara le llegó la hora de la muerte, trance E;n
el que el hombre le confesó al cura sus amores con la pollina. Con
esto, el sacerdote resolvió deshacerse del muchacho y al efecto le
encomendó la tarea de ir a traer vigas del bosque para edificar un
templo. Ya en el bosque, Pedro aseguró los animales en un sitio :r
se internó en busca de la madera necesaria. De regreso, encontré
que los animales habían sido devorados por las fieras. Furibundo
el hombre, domó a palos el número indispensable de pumas, jagua-
res y osos para cargar las vigas. Los habitantes del pueblo, al ver•
le entrar con la aterradora recua, presas de pánico huyeron hacia
los cerros. Después de esto, el cura sublevó al pueblo contra Pedro,
para ver si así conseguía salvarse de él. Pedro se dió cuenta dt"l
158 JESUS LARA

plan y, acompañado de un niño, abandonó el pueblo; Después de


errar un tiempo por caminos desconocitios, llegó a Marka Wáñuj
(Pueblo muerto), donde no encontró habitantes, aparte de una jau-
ría de perros. En la casa que escogió para alojamiento, tuvo que li-
brar combate con un pájaro monstruoso, el cual fue derrotado y
"cayó cuan largo era, -:orno un costal de huesos: comenzó a arder
en llamaradas rojizas, preñadas de chirridos y humo negro y de
entre ellas salieron un gato amarillo echando chispas por los ojos
y una paloma que remontó el vuelo por la ventana". El pájaro había
sido un mestízo condenado, que se apoderó del pueblo ahuyentando
al vecindario. Volvieron los fugitívos y Pedro, en medio de la gratí-
tud de todos, se casó con una muchacha muy linda, hija mayor del
kuraka.

-0-----

Durante el coloniaje la fábula perdió su ropaje métrico, ad-


quiriendo las modalidades del relato. Numerosas piezas de esta ín-
dole circulan entre el pueblo aborigen, elaboradas con lujo de in-
genio y con un gusto que armoniza con ta tíerra y el espiritu de
la raza. Muchas de ellas nos fue dado escuchar de labios indígen·as
en los años de la infancia. Desde las más simples y ligeras hasta
las más complejas y consistentes. Después, hemos tenido ocasión
de encontrar excelentes relatos en recopiladores peruanos, bolivia-
nos y europeos.

. Los personajes no sólo son animales, sino a veces también se-


res humanos. Pero el personaje común, el que casi nunca falta, es
el zorro. El zorro, que siempre se presenta ja,ctancioso e impostor
y que no se libra de la sanción del ridículo y a menudo de la muerte.

Hay una fábula en la que actúan el cóndor y el zorro, éste


bajo el llamativo nombre de "Kumpa Antuñu". En una reunión de
animales el cóndor es consagrado como el rey de las alturas.-Salta
Kunpa Antuñu y se jacta de poder tanto o más que el cóndor. Este
no se da -por aludido y guarda silencio. El otro sigue con su impos-
tura y en vista de ·que el rival no contesta, le lanza un desafio for-
mal. Deben subir al Illimani y el que alcance mayor altura ganará
el lance. Aceptado el reto, los contendores se encaminan. En dos
días de marcha llegan allí donde ya no hay más que nieve. El cón-
dor siente un poco de frío y pregunta al zorro: "Alalachu, Kunpa
Antuñu?" (¿Sientes frío, compadre Antonio?) El otro contesta alta-
nero, con voz rotunda: " ¡Maytá. tataykitá alalari" ! (¡Cómo ha de
sentir frío tu padre!) En esto llega la noche y los contendores se
acuestan en una cueva, cada uno en un rincón. El viento ulula v
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 159

el frío es cada vez más duro. El cóndor pregunta al i'ival: "¿Kunpa


Antuñu, alalachu?" El otro le contesta con la misma voz, altanera
y rotunda: "¡Maytá tataykitá alalari!" El cóndor despierta de nn
sueño y vuelve a preguntar. La respuesta es la misma, pero el to-
no ya no es tan altivo. Cada vez que despierta el cóndor repite la
pregunta; el otro responde con las mismas palabras perc en un to-
no que va decayendo por grados, hasta hacerse apenas audible. Fi-
nalmente ya no hay respuesta. Cuando llega la mañana, el cóndor
descubre que su contendor murió congelado.

Esta misma fábula, junto con otras, figura en "El arte fol.-
klórico de Bolivia", de M. Rigoberto Paredes. Otras igualmente iri-
geniosas, recogió el etnólogo belga Edgar Ernalsteen en "Etnologia
de la alta región andina", obra que nos fue permitido consultar
inédita.
EPOCA REPUBLICANA

Al finalizar el coloniaje no se veía ya ninguna huella de la cul-


tura inkaica. Tres siglos de opresión hablan devorado la fisonomía
y el espíritu de aquel pueblo de titanes. Asi como los vestigios de
su arquitectura se escondían entre los riscos apartados de los An-
des, su música, su teatro y su poesia languidecían en el corazón de
la raza, fuera del alcance de peninsulares y criollos, cuya soberbia
se resistia a descender hasta la vida del indio. El propio idio-
ma, a pesar de su grandeza, babia sufrido desapacibles injertos y
d~iguraciones en el servicio de los intereses de los colonizado~es.
Con todo, hablase elaborado un folklore que revelaba con harta elo-
cuencia el genio lírico del pueblo y hablan_ aparecido dos poetas de
alta categoria: el autor del Mánchay PuUu y Wallparrimachi.

Al proclamarse la República, los intelectuales, en su totalidad


de abolengo espaftol, emprendieron una campafia tan encarnizada
como los· primeros conquistadores contra la raza aborigen. El ob-
jetivo principal era el idioma. Este, durante el coloniaje, babia sido
aprovechado como instrumento para predicar la fe católica y la su-
misión al rey: ahora era repudiado como un agente de retrograda-
ción que debla ser eliminado. El lenguaje indigena manchaba igual
que un delito a quienes lo empleaban. Se lo abominaba en la tertu-
lia y se lo prohibia en la escuela. Aquella prohibición todavía exis-
tia a principios del siglo actual. No olvidamos que en la escuela,
allá en una provincia de los valles de Cochabamba, el maestro nos
castigaba toda vez que éramos acusados de haber utilizado el que-
chua. Y la verdad era que no conocíamos otro idioma. Más o me-
nos lo mismo ocurría en el Perú, conforme nos cuenta José María
Arguedas en su Canto Quechua.

Tan sin medida era el prejuicio contra el idioma indígena en


las primeras épocas de la República, que aun estimando las exce-
162 JESUS LARA

lencias de algunos .arawis y wayñus inkaicos desempolvados enton-


ces, las buenas gentes no se atrevían a cantarlos en la lengua ori-
ginal, sino que previamente los mandaban traducir. "Traducido fiel-
mente al castellano, mereció también ser cantado en los salones,
por las señoras principales ... " dice Nataniel Aguirre en Juan de la
Rosa al aludir a un wayñu de aquellos tiempos. El mismo, no obstan-
te el exaltado entusiasmo que le produce la antigua poesía quechua,
no se anima a transmitirla a sus lectores, sino en versiones e imita-
ciones en la lengua de Castilla.

Si esto sucedió con el quechua como idioma, el quechua como


cuerpo social no pudo correr mejor suerte. Quedó casi en la misma
posición que durante los tres siglos de la colonia. Los decretos del
Libertador Bolfvar, que colocaban al indio en un plano de igualdad
con el resto de la ciudadanía, quedaron en el papel poco menos que·
como letra muerta. La sociedad boliviana vivía separada en tres
razas incompatibles: la blanca o española, la mestiza y la indíge-
na. Esta última ocupaba la misma situación que la raza negra de
Estados Unidos de Norte América en los tiempos que corren. Era
el instrumento de producción, la fuente que alimentaba los privile-
gios y el bienestar de la llamada raza blanca.

La raza infeliz no tenía escuelas y era objeto de las mis dllai-


nosas depredaciones. Los blancos se oponían a su alfabetización y
de un modo general a sg incorporación a la vida civilizada. Debía
ser mantenida allí donde estaba, porque había nacido para labrar
con su sudor y con su sangre la felicidad de los blancos. Toda la
educación que se deseaba para los indios era la religiosa. Los indios
no debían olvidar el temor de Dios y la sumisión al amo.

A pesar de tod:>, aparecían, aunque• de modo esporádico, al-


gunas manifestaciones líricas en la lengua aborigen. En 1833, "El
indfjeno", pequeño periódico que se editaba en el Cuzco, publicó una
traducción de "El salmo Miserere", del latín al quechua, en hermo-
sos versos endecasilabos.' Es un poema que por la belleza del con-
tenido y por la calidad de la versión fue transcrito por Paul Rivet
en "Bibliographie des langues Aymará et Kichua". Un año más
tarde, apareció, en el Cuzco también, un catecismo que contenía un
buen puñado de himnos sagrados, bajo el titulo de "Tesoros religio-
sos en castellano y quichua". Entre los versos quechuas unos- pro-
cedían de textos antiguos y otros eran nuevos.

En Bolivia, los cultores del quechua no aparecieron sino pa-


sada la primera mitad del siglo XIX. Carlos Felipe Beltrán, sacer-
dote potosino, fervoroso defensor del quechua como idioma y como
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 163

puéblo, inició su larga y .fructífera labor .en 1854. En el prólogo de


su "Doctrina Cristiana" publicada ese año, escribía: " ... lástima
sería que una \engua tan susceptible de mejoras, tan propia para
herir el corazón, tan imitativa a las ideas, perezca o yazga sepul-
tada entre las sombras de la, incuria, como una perla eclipsada ... "
Publicó numerosos opúsculos y fundó escuelas. Aparte de ello pu-
blicó antologías muy interesantes de poesía quechua, sagrada y pro-
fana.

La acción de Beltrán fue secundada, en lo que respecta a la


conservación del idioma, por Manuel María Montaño, Honorio Mossi,
José Gregorio Jurado, José Maria Montero, José David Berríos y
otros. En el Perú desarrollaro~ una labor paralela José Dionisio An-
chorena, Gabino Pacheco Zegarra, José Sebastián Barranca, Cons- ,
tantino Carrasco, José Fernández Nodal, etc. Anchorena publicó en
1847 una bien ordenada Gramática quechua. En el capitulo en que
se ocupa de la versificación, incluye a modo de ejemplos una bue-
na cantidad de poesías quechuas de origen colonial. Luego, en un
capítulo especial que consagra a ejercicios, transcribe varios rela-
tos en prosa quechua. En el Ecuador hubo también excelentes cul-
teres del quechua, entre ellos Luis Cordero, Juan León Mera y
Juan M. Grimm .

vm
LA POESIA

En las primeras décadas de la República no figuró en Boli-


via, ni en el Perú, ni en el Ecuador, ningún poeta que hubiese
realizado alguna obra en el idioma aborigen. La tradición y la his-
toria literaria de los tres países no encuentran nada que decirnos
al respecto. Bien es ciérto que entre el pueblo circulaban poesías
anónimas de indudable belleza; pero ese caudal era proveniente
de .épocas anteriores.

Tuvo que transcurrir la primera mitad del siglo XIX, y al-


go más, para que aparecieran los primeros brotes de poesía que-
chua en Bolivia. El género favorecido fue el religioso. En 1861,
"El lenguaje de Adán", revista que se publicaba en Cochabamba
bajo la dirección de Honorio Mossi, insertó en sus páginas una
"Oda mfstica" firmada por Carlos Felipe Beltrán. Era uria poe-
sía de las llamadas mestizas, en que alternaban versos quechuas
y versos castellanos. Esta composición, de estructura· sencilla y
164 JESUS LARA

flúida y de fervoroso con~enido, fue incluida por su autor en "Ra-


millete hispano quichua", editado en 1888. Tenemos aquí una es-
trofa:
Qollana Maria, Bendita Maria,
Fuente de piedad, Fuente de piedad,
Qan rikúyway ari Dame to asistencia
En mi soledad. En mi soledad.
Carlos Felipe Beltrán fue• una figura positiva dentro de la
cultura boliviana de su época. Paul .Rivet le sitúa en jerarquía de
apóstol. "Quiso elevar al indio al plano de la civilización, no impo-
niéndole bruscamente nuestras costumbres, nuestra religión, nues-
tra cultura, sino conduciéndole por etapas lentas, partiendo de un
conocimiento completo de su propia civilización". Así escribe el c;a-
bio peruanista francés en el magnifico esbozo biobibliográfico que en
colaboración con Odile Rodríguez publicó en París, er\ 1948, bajo
el titulo de "Un apotre bolivien: Carlos Felipe Beltrán".
Beltrán nació en 1816, en la pequeña localidad de Ocuri, de-
partamento de Potosí, ordenándose de sacerdote en 1845. Tuvo una
imprenta propia en Oruro y en ella publicó la mayor parte de su
producción. En muchos de sus opúsculos se ocupó de la ortología
del quechua y del aymara, asi como de la necesidad de alfabel.i-
zar al indio en su idioma. Publicó diversos silabarios y libros d'::?
lectura para los nifios. "Civilización del indio" era el encabezamien-
to común que precedía a los titulos de sus obras. Sus opúsculos
dedicados a la doctrina cristiana iban muchas veces enriquecidos ·
con cinticos sagrados en quechua, unos, de su producción original,
y otros, tomados de textos antiguos. ApaRe de ello, algunos volú-
menes se hallaban ocupados por poesfas, relatos y escenas teatra-
les. Tenemos, por ejemplo, "Ramillete hispano quichua" y "Anto-
logía sagrada". En ambos, Beltrán reune gran número de compo-
siciones propias, aparte de otras, antiguas, que se cantan en las
fiestas patronales de las parroquias donde ejerce su ministerio.
Entre las poesías originales de Beltrin nos atrae una breve
que lleva el titulo castellano de "Canciones para el Sefior". Es un
bello acto de contrici6n en que el poeta se da cuenta de que falsos
suefíos le condujeron por la senda del pecado. Ahora comprende
que el mundo es como la flor que se hiela y como la nube que se
desvanece. Hé aqui dos estrofas:

Llulla muspaytan muspai¡pan Sumido en sueño engañoso


Kay pachata munarqani: Traté de amar este mondo.
Kunanri rijch'arispaña Y ahora que be despertado
Muspasqayta ñakasqani. Mi turbio sueño abomino.
LA LITERATURA DE L_OS QUECHUAS 16S
~

Imas kasqa kay pachaqa ¡Qué babia sido este mundo!


T'ika jina qasayklÍpuj, Como la flor se marchita
Uj sh'ikata llullaykuspa Y, engañándonos un poco,
Phuyu jina wajllikápuj ! Como la nube se esfuma!

Beltrán no sólo compuso cánticos sagrados; incursionó tam-


bién en el verso profano. En "Un apotre bolivien", Rivet transcri-
be íntegramente una silva castellana intitulada "A la quichua", en
que expresa la emoción con que ama la lengua materna. Comienz!l
con estos versos:

Mientras que otros segando cultas flores


Te miran con desdén, mi quichua amada,
Y sin ver tu belleza ·virginal
Llena de fuertes y dulces colores,
Como nacida en clima tropical,
A morir te condenan, desgraciada;
Yo todos te consagro mis desvelos,
T_j · eres la gloria de mis pensamientos,
-.fú la visi6n brillante de mis sueños ...

A pesar de todo, es preciso anotar que este quechuista apa-


sionado no cuidaba con el debido rigor la pureza del runasimi. Se
,.--dota en su lenguaje una ligera influencia castella9a, principalmente
en la formación de los plurales y el uso inmotivado de vocablos que
poseen equivalentes quechuas.

Carlos Felipe Beltrán murió en 1898, en Oruro, dejando un ac-


tivo de una treintena de volúmenes impresos y varias obras que no
llegaron a publicarse. Entre estas últimas cabe señalar un diccio-
nario quichua español, otro aymara-español, "Los cuatro Evange-
lios" traducidos al quechua y "Vidas de José, Tobías y·Rut" en que-
cllUa. Estas referencias son proporcionadas por el propio autor en
el prólogo de "Diálogos entre un viajero Europeo y una ñusta pe-
ruana".
Contemporáneo de Beltrán y potosino como él, José David
Berrios fue asimismo un excelente cultor del quechua. Compuso poe •
sías tanto en castellano como en la lengua aborigen. Ante todo, es-
cribió un magnífico tratado de gramática quechua, el más didác-
tico y fácilmente asimilable que hemos conocido. Varias de sus
poesías castellanas, que versan sobre temas inkaicos, fueron inclui-
das en "Crónicas potosinas", de Modesto Omite. Contienen un valor
lírico muy escaso, razón por la cual no siempre atraen la atención
de los historiadores de nuestra literatura. No sucede lo propio con
166 JESUS LARA

sus composiciones quechuas. Aunque no disfrutaron del privilegio de
la imprenta, se conservan algunas en colecciones particulares. Son
flúidas y transparentes y ciréula por ellas un hondo y puro senti-
miento indígena. Poseemos una poesía intitulada "Llakisqa sonqo",
que es una endecha en que el poeta llora en versos duJcemente mu-
sicales su perdida alegria. Hay mucho dolor en los versos, dolor que
parece venir desde un lejano pretérito, un dolor ancestral, como en
las estrofas del Mánchay Puitu y en las de Wallparrimachi. Tem,-
mos aquí dos estrofas:

P'isqokunapis paqarimujtin Los pajarillos cuando amanece


Lijrallankuta thalarikunku Las alas ágiles van sacudiendo
Munasqankuta kusiy kusiylla Y a sus amores, llenos de júbilo,
Takirikuspa wajyarikunku. Entre canciones les van llamando.

Iyau, sonqoyri jik'un jik'unta Pero mi pobre corazón llora


Chay p'isqokuna takirikujtin Sin esperanza su soledad
Astawan waqan sapallan kaspa Mientras las aves cantan su dicha,
Mana kkusiynin rikhurimujtin. Porque ventura no. hay para mi.

El quechua de Berrios tesulta más esmerado, más puro que el


de Beltrán.

En las últimas décadas del siglo XIX y en las primeras del ac-
tual vivió el canónigo Saturnino Olañeta, predicador quechuista y poeta
de relevantes méritos. Compuso únicamente poesía quechua; al menos
no se le conoce ninguna composición castellana. Eran tiempos aquellos
en que la lengua aborigen no encontraba acogida en la prensa ni en el .
público de Bolivia. Alguna vez, algún periódico registraba un verso
quechua como una simple curiosidad. De ahí que la poesía de Olañeta
circulaba solamente manuscrita. Muy pocos de sus trabajos pudieron
aparecer en letras de m~lde. Entre ellos es importante mencionar
una hermosa y delicada composición que lleva el título de "Yuyari-
kúypaj t'ikan" (Flor del recuerdo) y que fue escrita en 1914, en el
pueblo de Talina, lejano cantón del departamento de Potosí. El poe-
ta canta en versos claros y cadenciosos, con el acento de la nostal-
gia, las bellezas de la tierra cochabambina. Versos henchidos de
fervor y de música, constituyen una pintura expresiva y profunda
del pajsaje de nuestro valle. Hé aquí una estrofa:

Sh'ullalla yakukunaqa Caudas de perlas, las aguas


T'Íka chaupipi q'enqosqan. Van ondulando entre flores.
Sh'ika súmaj sach'akuna Los árboles generosos
Moq'ey moq'eyta poqosqan. Muestran frutos tentadores.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 167

En "Bibliographie del langues aymará et quichua", de Paul


Rivet, encontramos valiosas informaciones acerca de otra poesía de
Olañeta, la cual bajo el titulo de "Ancha súmaj huiraccochá" fue pu-
blicada en agosto de 1917, en "Estudios", revista literaria del Cuz-
co. Iba dedicada a un conjunto de artistas quechuas de aquella ciu-
dad, que recorrió Bolivia aquel año representando dramas como el
Ollántay, Uska Páuqar, Súmaj T'ika y otros. El sabio peruanista
francés, que ha examin~do la composición, considera que se tra~a
de una "bella poesía quichua;:. · ·

En la misma época que a Olañeta debemos situar a Luis


Néstor Lizarazu, poeta quechua sucrense, muerto en 1924, a la· edad
de 54 años. Culfü'ó la poesía y el teatro. Como su contemporáneo el
canónigo, Lizarazu consiguió publicar muy pocas composiciones,
conservándose el resto de su producción, bastante rica, en coleccio-
nes y archivos de Sucre. Es un poeta de calidad. Empero, hay un
factor que en cierto modo empobrece el valor de su obra y es la de-
ficiente posesión del idioma. Su quechua no es tan puro como el que
se observa en Berríos y Olañeta y acusa aun más contaminación
que el de Beltrán. Tiene una pequeña canción intitulada "Qhápaj ula-
la", dotada de un aliento muy tierno y fresco, pe.ro tiznada por al-
gwias impurezas del lenguaje. Hé aquí la primera estrofa:
Qhápaj ulala t'ikita Bellísima flor de ulala
Qaqas patapi phanchisqa Entre peñascos abierta
Mana pi llankhanasúnpaj Para que nadie te alcance
Khishkas yura muyurisqa. Vives de espinas rodeada.

Lizarazu compuso en 1920 una poesía en que, bajo el titulo de


"Qori t'ika Chukisaka" (Chuquisaca, flor de oro), exaltaba las be-
llezas de su ciudad natal. Es una composición que presenta carac-
terísticas parecidas a las que hay en "Yuyarikúypaj t'ikan", de
Olañeta. El metro y la manera de desarrollar el tema son los mis-
mos, si bien en el sucrense no comparece el aliento,de la nostalgia
que anima al cochabambino. El conjunto es armonioso y de vivo co-
lorido. Son particularmente interesantes estas dos estrofas:
Churuqella, Sikasika Churuqella y Sicasica
Lltajtanchijta qhawasqanku; A nuestra ciudad la guardan.
Unay ñaupa kutispipis En épocas muy lejanas
Phiña kurakas karqanku. Eran valientes caracas.

Chayrayku kay iskay orqos Por eso estas dos montañas


~oqanchijrayku munasqas, Son por nosotros amadas.
Nis káusay kusiychu kanman No fuera alegre la vida
Paykunamanta qonqasqas. SI olvidadas las tuviéramos.
168 JESUS LARA

Entre los que en la era republicana han utilizado el quechua


como vehículo de expresión lírica debe figurar también Adela Za-
mudio, poetisa de prestigio no discutido en el país. Adela Zamudio
vivió. en la segunda mitad del siglo XIX 'y primer tercio del actual.
Como todos los blancos y mestizos encumbrados de su época se en-
orgullecía de su rancio abolengo español. Mujer católica de espíri-
tu amplio, despoj~da de las taras del f~natismo religioso, sin em-
bargo en su mundo no tenían cabida el mestizo y el indio. Si algu-
na relación podía haber entre éstos y aquella soberbia mujer, era
únicam~nte la que a veces se establece entre el siervo y el amo. Por
otra parte la poetisa sobreestimaba en sumo grado su valer int(;-
lectual, muy particularmente sus dotes literarias. Poseemos testi-
monios incuestionables al respecto. Su vida y sus convicciones so-
ciales no dejaron sospechar que en sus predios existiera una parce-
la consagrada al cultivo del quechua y menos aun que en ella flo-
reciera de cuando en cuando alguna poesía. Empero, a muchos años
de su muerte, hacia 1946, nos fue dado encontrar el derrotero de una
joya salida de su ingenio. El poseedor era un religioso franciscano,
Fr. Pedro Corvera, · residente a la sazón en_ La Paz, hoy fallecido.
No nos fue difícil obtener una copia, la misma que conservamos en
nuestro archivo. La poesía se intitula "Wiñáypaj wiñaynin karpa"
(Para siempre). Se trata de una despedida de amor. Versos escri-
tos en un .quechua puro y flexible, flota en ellos un aire en que se
mezclan la desesperanza y la conformidad. Ella va contando los días
que faltan para la partiqa del bienamado y llora en lo recóndido de
su corazón; al mismo tiempo ansia que él vaya a encontrar en
otras tierras el remedio para sus padecimientos. Si ella tuviera flo-
res en el adolorido corazón, las iría a derramar por el camino que
el amado ha recorrido, porque sólo él tuvo la virtud de t:lespertar-
la del penoso letargo en que estaba sumida. No podemos dejar de
transcribir una estrofa:

Yana phuyu,Jaqha phuyu Negra nube, oscura nube


Uyaykipi rikukusqan, Asomando está a tu rostro;
Chay sh'ika llakikusqayki Todo cuanto has padecido
Llakiyniywan tantakusqan. A mi congoja se junta.

No es posible precisar la época en que esta poesía fue com-


puesta; pero de todos modos, por guardar su contenido alguna con-
cordancia con el de algunos de sus versos castellanos aparecidos
en su libro "Ráfagas", hay que presumir que la escribió en el oto-
ño de su vida. Es preciso agregar que esta composición, por moti-
vos que no se conocen, ha permanecido hasta hoy inédita, acaso ig-
norada aun por los propios legatarios de la poetisa.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 169

En el Perú republicano utilizaron el quechua poetas de valía


como J. J. Tirado, José Lucas Caparó Muñiz, Nicanór Jara, Maria-
no C. Rodríguez, Andrés Alencastre y otros. Caparó Muñiz compuso
muchas poesías y una zarzuela intitulada "Wáskar", la cual contie-
ne un yaraví de intenso aliento lírico. Nicanor Jara es asimismo
autor de poesías bellamente logradas y del drama "Súmaj T'ika",
en que se encuentran pasajes de alto valor poético. Alencastre es
contemporáneo, natural del departamento del Cuzco y poeta que-
chua ,de pura cepa. Posee todos los secretos del quechua cuzqueño
- y no utiliza el castellano en su producción. Es catedrático de que-
chua en la Universidad Nacional del Cuzco. Ha publicado pocas
poesías en la prensa de su país y en 1955 un interesantísimo volu-
men de versos intitulado "Taki parwa", en que agrupa más de una
treintena de composiciones que ofrecen mucha luz, mucho color,
mucha belleza, de aquellos que sólo pueden ser captados en la na-
turaleza andina. Entre las poesías del libro es singularmente bella
una inspirada en la majestuosa grandeza del Illimani. Es todo un
poema. Comienza con estos versos:

Illimani jatun apu, Portentoso señor, Illimani,


rumí tuHúyuj rit'i pukara, baluarte de granito y de nieve,
samayniywan phuyuykita limpiando tu niebla con mi alien·--
(picharispa
qanta ñuqa napaykuyki sapa en cada amanecer te saludo.
(páq~r.

Por sus versos de recia contextura circula un fuerte soplo te-


lúrico. El monte, blanco de nieve, se levanta imponente como un ge-
nio tutelar en medio del ríspido y prodigioso ambiente del altiplano.
El es el genio que inspiró a los ayllus primitivos y en el futuro él
convocará a todos los pueblos para que emprendan la lucha de su
redención; llegará la victoria y empezará una vida nueva. El poe-
ma termina así:

Chay p'unchaymi, Illimani, En ese día, lllimani,


umaykipi qúyllur pillu una corona de estrellas
k'anchakuspa muyurinqa, ha de brillar en tu frente
rit'iykítaj sut'irinqa y el hechizo de tu nieve
tijsimuyuntin llajtata. dará claridad al mundo.

Entre los poetas quechuas peruanos es necesario citar a Cé-


sar Guardia Mayorga. El número 2 de la Revista de Cultura de la
Universidad de Cochabamba, -. aparecido últimamente, registra un
buen conjunto de poesías suyas, firmadas con el pseudónimo de Ku-
si Páukar. Estas poesías nos vienen como una seria revelación,
170 JESUS LARA

pues el autor era conoddo hasta hoy como filósofo y quechuista de


méritos relevantes, mas no como poeta. Las composiciones, escritas
en un quechua noble y acendrado, contienen un aliento lírico deli•
cado y sutil cuando aboráan el tema del amor; agudo y profundo
en el tema de puro raciocinio; vigoroso e incisivo en el de índole
social; en todos, acompañado de prestancia y de belleza. Seducen
al lector la dulzura y la suave nostalgia que flotan en los versos de
Walqa e impresionan hondamente las estancias de Jarawikukuna,
Jataríycbij (Poetas, levantaos), en las que el poeta muestra con ras•
gos singulares el pasado tawantinsuyano, la tragedia colonial y el
presente de nuestro pueblo indio.

He aquí una estrofa de Walqa:


Walqan sutin karqa Era su nombre Walqa
Ñoqallata khuyawashqajtin; Cuando ella sólo me quería a mí.
Waqajtinpas · Cuando lloraba,
Sach'akuna sullakuj, De rocío cubríanse los árboles.
Asijtinpas Cuando reia,
Pujyukuna asikuj. Reían también las fuentes.

La bibliografia ecuatoriana nos ofrece muy escasos nombres


de poetas que se sirvieron del quechua en su obra. Entre ellos tene•
mos el de Luis Cordero, un valor lírico extraordinario. Este exqui-
sito poeta publicó su primera composición en 1875, bajo el título cas-
tellano de "El adiós del indio"; en un pequeño folleto de ocho pági-
nas. ~n la portada no figuraba el nombre del autor, pero se hacia
notar que la poesía fue compuesta ''para deplorar, de algún mo-
do, la desdicha de una gran parte de los indios que en el país se
llaman conciertos". En efecto, en el texto, que va firmado con el
pseudónimo de Guamán, un indio se despide de su hogar, donde
quedan su mujer y su hijo, huyendo del trato inhumano del amo, que
le arrebató su tierra y su choza.
Ushi wawapis wañunmi, Ilaíita mi hija pereció
páypaj ukhupi waqaspa. martirizada por bl.
¡Ushita ~ichuna randi, ¡En vez de mi hija, debla
shunguta kichunman karqa ! arrancarme el corazón!

El folleto fue reeditado muchas veces y la poesía se transcri-


bió a menudo en diarios y revistas.

En 1884 Cordero dió a publicidad un nuevo folleto con una poe-


sía intitulada "Cushiquillca", en que un indio se alegraba de Is
cancelación de un impuesto llamado diezmo. El texto quechua iba
suscrito con el pseudónimo de Chimbaycela y seguido de una tra-
LA LITERAT,URA DE LOS QUEC_HUAS 171

ducción castellana que llevaba la firma del autor, Luis Cordero. A


veces el poeta lanzaba hojas volantes con versos quechuas, como
"El Tomebamba", soneto impreso en texto castellano y texto que-
chua, con firma del autor. En 1902 publicó una serie de fábulas que--
chuas en una revista de la ciudad de Cuenca. Más tarde, poesías
dedicadas a personajes importantes como Paul Rivet y el obispo
Manuel Maria Pólit Laso. Entre las poesías que le conocemos, nin-
guna nos parece mejor que la pri~era,· aquella en que el indio "con-
cierto", al lamentar su infortunio, llora la tragedia de toda una
raza.

IX

EL TEATRO

Dentro de la República los cultores del quechua no permane-


cieron indiferentes a las seducciones de la dramaturgia. En tiem
¡;os de la colonia el género no había podido rebasar el marco de los
t'i'mas religiosos y los testimonios que han llegado hasta nosotros
¡;resentan con mayor o menor aproximación las características de
lci. autos sacramentales españoles. En nuestra era republicana eI
tt-atro salvó las barreras de la fe e ingresó libremente en el cam-
po del drama propiamente dicho.

Carlos Felipe Beltrán no sólo compuso poesías en el idioma


aborigen, sino también diversas piezas teatrales. En 1890 incluyó en
su "Miscelánea literaria en quichua y español'' un juguete denomi-
nado "Diálogos pastoriles". Es un coloquio escrito en una prosa ex-
tremadamente fresca y flúida, dotada de un sabor agridulce y un
colorido en que flota un intenso aliento telúrico. La escena pasa en
1~ montaña, enfrente de los rebaños dispersos por los riscales.
Consta de tres diálogos. En el primero discuten dos pastores aceréa
de cuál de ellos posee mejor los secretos del pinkillu (flauta) y cuál
de ellos, con su música, atrae más a las mozas. La disputa sube de
punto; pero acuden dos amigos y restablecen la paz entre los conten-
. dores. En el segundo, los pastores se hallan en vísperas del carna-
val y se preparan para entregarse al regocijo. Tocan sus flautas y
charangos y aparece una ronda de muchachas esparciendo flores.
Bailan y cantan coplas henchidas de amor y de dulzura. Entre las
coplas hay algunas dialogadas a la manera de los jaillis agrarios
primitivos. Hé aqui una:

Cantores - Manáraj chayamusqáj- Antes de que yo llegara


(tiy
Mujeres - Iyau y palomitayta Ay, ay, palomita mia
172 JESUS LARA

Cantores - Phújllay phújllay ni- Me decias que me divierta


(llawanki
Mujeres - Achhalay, qori t'ikita Fragante florecilla de. oro
Cantores - Kayqa phújllaj chaya- Hé aqai que llego a divertirme
(muni
Mujeres - Yyau y palomitayta Ay, ay, palomita mia
Cantores - Imawántaj suyawanki Con qué me estás esperando
Mujeres - Achhalay, qori t'ikita! Fragante florecilla de oro.

Luego viene el episodio del carnaval, salpicado de danzas y


canciones. El autor descuida la pureza del lenguaje aun más que en
sus poesias de contenido religioso, pues a menudo emplea térmi-
nos y aun giros castellanos. Es más interesante el tercer diálogo
donde un pastor encuentra a otro leyendo un libro. El lector pondera
lo maravilloso que es el saber leer y el otro, irresistiblemente sedu-
cido, quiere adquirir también esa invalorable fortuna. El uno, Ka-
tari, dice:

"lmaynachus p'únchay kichakuspa kama qori k'anchayninta


mast'aspa tútkuy imata rikuchiwánchej, jinátaj kay libroqa alman-
chejta k'anchaykuspa •mana rejsisqanchejkunata rejsichwánchej.
Parawan ninakun. Imaynachus para orqosta, panpasta ch'ajchuspa
t'ikallichin, jinatajmin kay libroqa rimayninwan sonqoyta qhallalla-
chin". (De igual manera que el dia, abriéndose y extendiendo su
claridad de oro, permite que veamos todas las cosas, asi este
libro ilumina nuestra alma y trae a nuestro conocimiento cosas que
jamás hubimos conocido. Es comparable a la lluvia. Asi como la llu-
via volcándose sobre los montes y las llanuras les colma de flores,
asf también este libro con su palabra me llena de lozanía el cora-
zón).
El otro, Wanaku, responde:

"¿!matan niwanki, kusimásiy? Sonqoyta pharaquechinki, yu-


yayniyta qoyllurkuna kama phawarqochinki. ¿Kasqatajchu ñoqan-
chejpa ñawisninchejta kichárij k'ánchay? Niway, Katari, ¿pítaj chay
libroj .rimayninta rejsichisunki? ¿Paychu rimapayasunki? Chayri,
¿qanchu laiqa kanki?" (¿Qué me dices, venturoso amigo? Me haces
bailotear el corazón y haces que mi pensamiento se eleve hasta las
estrellas. ¿Es que había existido una luz capaz de abrirnos los ojos?
Dime, Katari, ¿quién te ha dado a conocer el lenguaje de ese libro?
¿O es que él te habla? Y si es asf, ¿eres brujo al vez?)
En "Un apotre bolivien", de Paul Rivet, encontramos valiosas
referencias acerca de un drama quechua que fue incluido en una
obra póstuma de Beltrán en 1899. La pieza intitula "El triunfo de la
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS ,, 173

inocencia", se halla escrita en prosa y se divide en cuatro actos.


El volumen se halla poco menos que desaparecido. No se conocen
más que dos ejemplares en Bolivia y uno en la biblioteca de Paui
Rivet, en París. Por esta circunstancia no nos ha sido posible con-
sultar el drama, cuyo contenido; según el quechuista francés, es
de carácter netamente ético. El mismo Rivet nos proporciona infor-
maciones acerca de dos dramas quechuas que quedaron inéditos:
"El Paraíso perdido" y "Atawallpa sacrificado por Pizarro", am-
bos en cinco actos. Desgraciadamente no se conoce el paradero de
estas obras.

Luis Néstor Lizarazu compuso en quechua dos dramas que en


su tiempo fueron representados y celebrados en Sucre. El-uno inti-
tula "El mañaku" (El pedigüeño) y el otro "Mitin indígena". Am-
bos se hallan escritos en verso y en su contenido hay una franca de-
manda de justicia social. En el segundo plantea la reivindicación
de los derechos del indio y llega a esbozar un programa, con abun-
dancia de hermosas imágenes, figuras de buen gusto y alusiones hen-
chidas de un humor finamente incisivo.

En cuanto a la dramaturgia quechua del Perú y del Ecuador,


nuestras informaciones son muy deficientes. Con todo, sabemos que
José Luéas Caparó Muñiz, excelente pqeta quechua, compuso, a prin-
cipios de este siglo, dos zarzuelas, la una intitulada "Wáskar" y la
otra T'itu Q'oshñipa. De estas dos obras hemos encontrado frag-
mentos muy estimables en "Poesía folklórica quechua", de Far-
f án. Asimismo tenemos noticias de que en 1915 fue representado en
el Cuzco un magnifico drama intitulado "Wiraqocha", original· de
Mariano C. Rodríguez y San Pedro, en cinco actos y en verso. Su ar-
gumento se halla basado en pasajes del reinado del Inka Wiraqucha.
No llegó a publicarse, pero el texto autógrafo de la obra se conserva
en algunos puntos del Perú y Bolivia. Otro dramaturgo peruano,
Nicanor Jara, es autor de "Súmaj T'ika", pieza que se inspira en
una leyenda inkaica.

EL RELATO

Si el cultivo de la poesía y el ieatro quedó en manos de los


mestizos instruidos, no ha sucedido lo propio con el relato. Como
hemos visto, los mestizos compusieron buenos versos y aun buenas
piezas teatrales en el idioma de los Inkas. Pero no existe ninguna
referencia acerca de que alguno hubiese creado un relato. En cam-
174 - JESUS LARA

bio, coleccionistas y estudiosos van reencontrando entre los indios


riquezas ponderables en este género. A causa de que la clase indí-
gena no sabe leer ni escribir, sus creaciones literarias se conservan
en la memoria del pueblo y no llegan a trascender entre las cla-
ses superiores.

La temática, como en los tiempos de la colonia, gira al rede-


dor de las supersticiones y raras veces se emancipa de la influen-
cia religiosa. Los ·personajes principales son casi siempre los con-
denados, los curas, los ricos y los pobres. Una realidad que resal-
ta es que el cura comienza a perder la intangibilidad y las inmu-
nidades de que babia gozado en otros tiempos. A veces desempeña
el mismo papel que el zorro en la fábula, es decir, un ~apel nada
airoso.

Rigoberto Paredes nos ofrece en "El arte folklórico de Boli-


via" algunos relatos muy sabrosos recogidos en diferentes distritos
del país. Es muy interesante aquel en que el cura se enamora de
la mujer del sacristan. "El enamorado anda perdido detrás de la
mujer y se vale de los medios más singulares para alcanzar sus fi-
nes. Ella comunica las solicitaciones del cura al marido y entram-
bos acuerdan un plan encaminado a infligirle una lección al intruso.
El sacristán sale del pueblo ea cumplimiento de una comisión que le
tomará unos días. La primera noche el sacerdote se va a la casa,
dispuesto a no desperdiciar la coyuntura. Tras largas y dramáticas
vacilaciones la mujer' resuelve admitirle en el lecho y en el momen-
to pe acostarse le expresa su deseo de verlo todo desnudo. El ga-
lán accede gustoso; pero justamente cuando él está ya libre de todo
ropaje, el sacristán golpea _desaforado la puerta. El cura se descon-
cierta, pues no hay una puerta para huir ni un mueble para meter-
se dentro. Pero en un rincón se ve una tina muy apropiada y, aun-
que está casi llena de agua, el enamorado no tiene más remedio qu~
zambullirse.en ella. El baño es muy frío y tiene que durar unas dos
horas, hasta que el sacristán se quede profundamente dormido.

Paredes transcribe también algunas fábulas, entre las cuales


nos llama la atención una que lleva por titulo "La zorra y la pari-
wana". La zorra, admirada de la belleza que ostenta el plumaje dP
los polluelos de la pariwana, le pregunta cómo hace ella para que
sus hijos resulten tan hermosos. El ave contesta diciendo que los
encierra en un horno caliente. Cuando adentro se producen estalli-
dos, quiere decir que e\ colorido será magnifico. La carnicera de-
sea que sus hijos sean tan lindos como los de la pariwana y los
mete en un horno caliente. Pei;o después los encuentra carboniza-
dos. Presa ~ santa indignación resuelve devorar al ave infame,
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 17i

la cual se arroja a tiempo a la laguna. Sin desistir de sus designios


la zorra cree que podrá desecar la laguna para poder atrapar a la
perversa, y comienza a beber el agua. Sigue bebiendo hasta que
hay un momento en que no puede más, porque su vientre se halla
a punto de estallar. Presa de terrible desengaño se va camino del
cerro. Lleva el vientre tan hinchado, que el más leve roce le pue-
de ocasionar una catástrofe. Ante cada icho (paja braba) que en-
cuentra se detiene y le ruega: "!chito, ichito, por caridad no me to-
ques". Los ichos se apartan a su paso; pero uno tarda en retirarse
y no puede evitar el roce; entonces el animal revienta como una
camareta.

En "Nuestra Comunidad Indígena", ·de Castro Pozo, encon-


tramos también relatos muy interesantes de la era republicana. To-
memos como ejemplo "El chhaski". Está compuesto con harto inge-
nio y excelente colorido. Josucho es correo que transporta corres-
pondencia entre su pueblo y la capital de la provincia. Aunque nun-
ca le pagan el sueldo que le asignaron, el joven cumple sus funcio-
nes como es debido. Un día que está caminando por una cumbre en-
cuentra al pie de una apacheta (1) un perro sentado sobre las patas
traseras. A fin de acercarse cómodamente para entregar su ofren-
da al genio de la montaña, dispara su honda contra el animal, que
huye herido ·en la cadera. Josucho sigue su camino y a poco alear.-
za a una mujer joven que va en la misma dirección que él. Es
muy simpAtica e hila con singular destreza. El muchacho no recuer-
aa haberla conocido, pero cae en cuenta cuando ella le habla de
tiempos en •que solian jugar juntos. Se llama Naticha y es muy grf\•
closa. Josucho estA prendado de ella. Se les anochece en plena pu-
na, el viento es fuerte y helado, y los jóvenes no tienen más reme-
dio que dormirse juntos. Josucho árde en deseos de acariciar a la
muchacha.

"-Anau, ananay. No toques por ahí, Josucho ...


"-¡Wlphay!, cariño de mis ojos, ¿por qué no- he de estre-
charte?
"-¡Ay! porque me duele esa cadera ... ¿No te acuerdas que
me diste con una piedra?
"-¿Yo? ¿Cuándo, mamay, cuándo ... ?
"-Ahora, temprano, en la apacheta. Estaba sentada, miran-
do las piedrecillas que los abuelos ofrendaron al espíritu,
cuando ¡paf! t6 me tiraste un hondazo ... "

(1) Apacheta: Monumento religioso en las montañas.


176 JESUS LARA

Naticha se transforma en el perro de la apacheta y se apres-


ta a morder a Josucho. Este huye despavorido. El perro es la mis-
ma Naticha, que murió y se ha condenado.

José Maria Arguedas incluye algunos relatos de la época n·-


publicana en "Canciones y cuentos del pueblo quechua·•. Hay al!í
un relato de argumento muy simple, pero la acción y el paisaje en
él se hallan descritos bellamente. Intitula "El torito de la piel bri-
llante". Un matrimonio po:.eía una vaquita; una sola, y la cuidaba
con harta solicitud. Aunque no se cruzó con macho alguno, parió
un becerrito de piel tan blanco como el marfil. El becerro seguía a
su amo como un perro y sólo cuando tenia hambre se acordaba de su
madre. Un día el hombre fue a recoger leña de la orilla del lagl)
y volvió sin. el torito, que se quedó ramoneando entre el totoral. De
pronto surgió del agua un gigantesco toro negro y desafió al bece ·
rro. Este aceptó el reto, para el día siguiente, porque antes debía
ir a despedirse de su dueño. La pelea quedó así concertada. El to-
rito fue a su casa y al amo le dijo: "Me he encontrado con el Pod•!·
roso, con mi gran Señor. Mañana tengo que ir a luchar con éi. Mis
fuerzas no pueden alcanzar a sus fuerzas. Hoy él tiene un gran alien-
to. ¡Ya no volveré!" El hombre lloró, pero al día siguiente le dejó'
partir. La lucha entre los dos toros fue enconada y larga. El torito
blanco se batía con bravura. "Pero el toro negro lo empujaba, poco
a poco, lo empujaba hacia el agua. Y al final le hizo llegar hasta el
borde del lago, y de un gran astazo la arrojó al fondo; entonces el
toro negro, el Poderoso, dió un salto y se hundió tras de su adver:
sario". Los amos lloraron mucho y prodigaron a la vaca todo gé-
nero de cuidados, esperando obtener de ella un nueuo torito. Pero
esto no sucedió; la vaca permaneció estéril. "Y asi los dueños ·pasa-
ron el resto de su vida en la tristeza y el llanto".
ANTOL.OGIA
EPOCA PREHISPANICA

JAILLI SAGRADO

SUMAJ :N'UST' A BELLA PRINCESA

Súmaj ñust'a Bella princesa,


Turallaykin Tu propio hermano
P'uñuykita Es quien destroza
P'akirqayan. Tu cantarillo.

Jinamantari Y de este modo


Kunuñunun Retumban truenos
Illapántaj. Y caen rayo_s. .

Qanri, ñust'a, Y tí1, princesa,


Unuykita Mandas tus aguas
Paramunki. En fresca lluvia.

Mayninpiri Y algunas veces


Chijchimunki, Granizo envias
Rit'imunki. Y a veces nieve.

Pacharúraj, El que nos crea


Pachakámaj Y nos gobierna,
Wiraqucha Dios soberano,
Kay jinápaj Este destino
Churasunki, Te ha concedido
Kamasunki. Y asi te ordena.
(De La Historia de los Incas. de
Bias Valera).
180 JESUS LARA

ORACION PRIMERA AL HACEDOR


Tijsi Wiraqucha, Raíz del ser, Viracocha,
Qaylla Wiraqucha, Dios siempre cercano,
T'ukapu ajnupujuy Señor de vestidura
Wiraqucha. Deslumbradora.
Kámaj, chúraj, Dios que gobierna y preserva,
"Qhari kachun, Que crea con sólo decir:
Warmi kachun" "Sea hombre,
:t-lispa rúraj, Sea mujer",
Kamasqayki, El ser que pusiste
Churasqayki Y criaste
~asilla qhespilla Que viva libre
Kausamucbun. Y sin peligro,,

¿Maypin kanki? ¿Dónde te encuentras?


¿J~wapichu, ¿Fuera del mundo,
Ukhupichu, Dentro del mundo,
Phuyupichu, En medio de las nubes
Llanthupichu? O en medio de las sombras?

Uyariway, ,Escúchame,
Ja:r ñimúway. Respóndeme.
Yurajyánay Ha1. que viva
Pacha kama, Por muchos días,
Ashka p'unchau kama Hasta la edad en que deba
Kausachíway, Encanecer,
Marq'ariway, Levántame,
Jatarichiway; Tómame en tus brazos
Saykújtiyri Y en mi cansancio
Sh•askichíway Auxillame,
Maypi kaspapas, Doquiera estés,
Wiraqucha. Padre Viracocha.

(De Fábulas y Ritos de los Incas,


de Cristóbal de Molina). ·
OTRA ORACION PARA QUE MULTIPLIQUEN LAS GENTES

Wiraqucha, Hacedor del mundo,


Apu k'ánchaj, Luminoso Señor,
Tijsi Wiraqucha, Raíz de la vida,
Wállpay wañuypa Dios de la existencia
Wiraquchan, Y de la muerte,
T'ukapu ajnupuyuj Señor de vestidura
Wiraqucha, Deslumbradora,
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 181

Runa yachachun, Tengan éonocimlento


Warma yachachun ., El viejo y el joven,
Mirachun. Y se multipliquen.
Llajta, pacha La ciudad y el mundo
Qasilla, qhespilla Que vivan libres
Kachunku. "1 en paz.
Kamasqaykita Preserva a tu criatura
Waqáychay Durante muchos días,
Jatarinan kama, Hasta que pueda
Ashka p'unchau kama. Perfeccionarse.

(lbid).
A TODAS LAS WAK' AS

Qaylla Wiraqucha, Cercano Hacedor,


Tijsi Wiraqucha, Raíz del ser, Viracocha,
Llapa k'ánchaj, Lwnhre universal,
Wállpay wañuypa Dios de la creación
Wiraquchan. Y de la muerte.
Sh'anka Wiraqucha, Dia~ de las roquedas,
Ajna Wiraqucha, Dios de los rituales,
Jatun Wiraqucha, ·Dios inconmensurable
Qaylla Wiraqucha, Cercano Hacedor,
Túkuy runata Que otorga el don del babia
Jay nichij, juñúchij, Y junta a todos los hombres
Lliulli jina A fin de que aprendan
Yachakunánp~. Con la fuerza de la luz,
Jawapi, ukhupf Dondequiera que vayan,
Purispapas. Por fuera o por dentro.

(lbld).

OTRA ORACION

Yau, Wiraqucha, Oh, Hacedor del mundo,


Kusi p'unchaupi Tú que resplandeces
Lliphipij, En el alegre dia,
Wiraqucha, Creador de la vida,
Yurinayki, El siervo que tú debes
Jamach'anayki Fortalecer
Runayanayki, Y defender,
Chaki sarunayki .• ·El que se halla a tus plantas,
Kamasqayki, El que tú pones
Churasqayki Bajo tu gobierno,
Qasi phespilla Que pase su vida
182 JESUS LARA

Kau5arichun, En plena libertad


Warminwan, E intensamente
Churinwan, Con su mujer
Sh'ikanta. Y con sus hijos.
Ama wakinta No eches a un lado
waymayaychu. A ninguno.
Unay wata Haz que vivan
Kausachunku. Muchos años.
Mana p'itlspa Que tengan para comer ,.
Mikhuchunku, Y para beber
Mana allqaspa, Sin interrupci6n
Ujyachunku. Ni contratiempo.

(lbid).

OTRA ORACION
Yau, Wiraqucha Yaya, Oh, Padre y Creador del mundo,
Tijsi Wiraqucha, Raiz del ser, Viracocha,
WallparHlaj, Tú que creas,
Kámaj, chúraj, Colocas y ordenas,
"Kay urin pachapi Al que tú colocaste
Mikhuchun, ujyachun" y ordenaste diciendo:
:&ispa churasqayk1ta "Que coma y beba
Kamasqayiuta En este mundo"
''Mikhuynin wachachun, Y diciendo: "Su comida
Papa, sara, Se multiplique,
Imaymana mikhunan Que tenga papa, maiz
Kachun" ñisqaykita Y toda suerte de alimentos",
_Kausáchiy, miráchiy A ése dale vida
Ama muchunmpaj, Y descendencia,
Qanpi iñinánpaj. Para que no sufra
Ama qasachunchu, Y tenga fe en ti.
Ama chijchi Que no haya helada
Urmamuchunchu. Ni caiga granizo.
Qasiltata Presérvale
Waqaycháykuy. En paz.
(Ibid).
J
ORACION AL SOL
Wiraqucha, Creador del mundo,
"P'unchau kachun, Tú que dices:
Tuta kachun" "Haya día
~ispa ñij, Y haya noche",
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 183

"Paqarichun, Tú que dices:


Illarichun". "Amanezca
Ñispa nij , Y baya lumbre",
P'unchau churiykita Ha.e que tu hijo el dia
Qasillata, Recorra su trayecto
Qhespillata En medio de la paz
Puriríchiy, Y del bienestar,
Runa rurasqaykijpa Para que su luz asista
K'anchaynin kanánpaj. Al hombre que formaste.
Wiraqucha Yaya, l'adre Soberano,
P'unchau Inka, Monarca del dia,
Killawan tanta Junto con la Luna
Qasilla qhespilla vtorga tu lumbt'e
Runa yanayki En paz y bonan~a
Michisqaykita Al hombre, vasallo
K'anchaykúriy, Por ti preservado,
Ama onqochispa, Librándole de males
Qasita, phespita Y cor.servándole
Waqaychaspa. En paz y bienestar.
(lbid).

ORACION POR EL INKA


Yau, Wiraqucha , Oh, Dios soberano,
Tijsi Wiraqucha, Raíz de la vida,
Wállpaj wámaj Tú que la creación renuevas,
Wiraqucha, Dios soberano,
Jatun Wiraqucha Sup1·emo Hacedor,
Tarapaca, Potente como el águila,
Wiraqucha, Dios soberano,
"Qhápaj kachun, Al Inka que formaste
Inka kachun" "Sea poderoso,
Ñispa ñuqápaj Sea monarca" diciendo,
Churasqaykita Y lo elegiste
Inka kamasqaykita Para mí,
Qasillata, En medio de la paz
QhP.spillata Y el bienestar
Waqaycháykuy. Consérvalo.

Rt'man, yanan Que sean numerosos


Ashka kachun, Sus vasallos
Auqankunari Y que sus enemigos
Ususqa kachun Sean despreciables
Imay pacha Por los tiempos
Jáyk'ay pacha kama. De los tiempos.
184 JESUS LARA

Ama allqachispa A su hijo y a las gentes


Churinta, mitanta De su tiempo
Waqaycháykuy Presérvafos,
Kusillata, Y que su alegria
Wil'aqucha Yaya. Sea perdurable.
(lbld).

OTRA O RACION

Wiraqucha Yaya, Padre soberano,


Wállpay wámaj , T6 que la creación renuevas,
Qhochu ninata Haz que en paz y en salvo
Qasi qhespillata Y celosamente
Qhápaj Inka churiyki Sea conservado
Warmaykipaj El fuego de la nlegria
Kamasqaykipaj Para el joven lnka,
Waqaychamuchun, Tu hijo poderoso,
Jat'allimuchun. Por tí elegid(I.

Runa, llama, mikhuy Para el Inka poderoso


P'acha, chajra, Haya siempre ropa, mies,
Qhápaj Inkápaj kachun. Vasallos, llamas y alimentos.
Qhápaj lnka A tu Inka
Kamasqaykita, Poderoso,
Wiraqucha Yaya, Padre soberano,
Jay ñiypuni, No dejes de escucharle,
Marq'áriy, jat'álliy Levántalo, presérvalo
Imay pacha kama. En todo tiempo.
(lbld).

OTRA O RACION
Pachamama, Madre Tierra,
Qasillata, A tu hijo el lnka
Qhespillata Poderoso,
Qhápaj Inka Presérvaló
Wawaykita En tu regazo,
Marq'áriy, En medio de la paz
Jat'alliy. Y· el bienestar.
(lbld).

ORACION PARA TODOS LOS INKAS


Yau, p'unchau Inka Oh, monarca del día,
lnti yayay, Padre Sol,
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 185

"Qosqo tanpu kachun Tú que fundaste y gobernaste


Atikuylla Y veneraste el Cuzco
Qhápaj kachun" Diciendo:
Ñispa churasqayki, "Sea opulento
Kamasqayki, Y poderoso
Much'asqayki E invencible",
Kusi qhespi kachun, Haz que viva siempre,
Ama mat'isqa, Libre y alegre,
Ama llasasqa Sin sufrir cuidados
Atikuspalla Ni urgencias,
Kachunchu; Que siempre sea apto
Qhápaj kamasqayki , Y fuerte como lo fu!laaste
Churasqayki. Y gobernaste.
(lbid).

ORACION A TODAS LAS WAK' AS

Yau, pacha sh'ulla Oh,_ rocío del mundo,


Wiraqucha, Sumo Hacedor,
Usku sh'ulla Rocío interior,
Wiraqucha, Soberano Dios,
"Wak'a, willka kachun". Tú que ordenas diciendo:
Ñispa kámaj. "Haya dioses mayores y menores",
Jatun Apu, Supremo Señor,
Kaypi runata Haz que aqui los hombres
Ima allinta Se multipliquen
l\! ir aríchiy. Venturosamente.

Wiraqucha Yaya, Soberano Padre,


"Urin pacha, Tú que dices:
Janan pacha "Haya el cielo
Kachun" ñispa ñij, Y la tierra",
Ukhu pachapi Tú que fortificas
Pukaran chúraj, El mundo subterráneo,
Jay ñiway, Escúchame,
Uyarfway: Atiéndeme:
Qhespi, qasi kamúsaj', Haz que viva en paz y en salvo,
Wiraqucha Yaya, Soberano Padre,
Mikhuyníyuj, mink'áyuj, Con alimento y servicio,
.Saráyuj, llamáyuj. Con maíz, con llama-s,
imaymana Y con todo género
Yáchay kamáyuj. De conocimientos.
Ama kachariwaychu, No me abandones,
K'uchuncháway Apártame
Auqaymanta, De mis enemigos
186 JESUS LARA
Sh'ikimanta,t Y del peligro
Qhasuymanta, Y de todo quebranto,
:&akasqa, watusqa, De ser maldito o ingrato
Amisqa kaymanta. O repudiado.
(Ibld).

ORACION DE MANCO QHAPAJ


Yau, Wiraqucha, Oh, Dios soberano,
Tijsi qhápaj , Poderosa raíz d~l ser:
"Kay qhari kachun, Tú que ordenas: "Este sea
Kay warmi kachun", Varón, y ésta mujer",
Willka ullqa apu, Señor de la fuente sagrada,
Jinantinmi Tú que inclusive tienes
Chíjchiy kámaj, Poder sobre el granizo,
Maypin kanki ¿No me es posible verte?
Manachu rikuykiman ¿Dónde te encuentras?
Jananpichu , ¿Dónde está: arriba,
ürinpichu, O abajo
Kinrayninpichu O en el intermedio
Qhápaj usnuyki? Tu asiento de supremo juez?

Jay nimulláway, Escúchame,


J anan qhochapi Tú que te extiendes
Mant'aráyaj, En el océano del cielo
Urin qhochapi Y que también vives
Tiyákuj. En los mares de la tierra.

Pachakámaj, Gobierno del mundo,


Runa wállpaj, apu Creador del hombre,
lnkaykuna jina Como los señores Inkas
Allqá ñawiywan Con mis áridos ojos
Rijsiytan munayki. Ansio conocerte.
Rikújtiy, Cuando yo pueda ver,
Yachájtiy, Y conocer,
Unanchéjtiy, .Y señalar,
Jamut'ájtiy Y comprender,
Rikuwankin, Tú me verás
Yachawank.in. Y sabrás de mi.

Intiqa, Killaqa, El Sol y la Luna,


P'unchauqa, tutaqa, El día y la noche,
Puquyqa, chirauqa El otoño y la primavera
Manan yanqhachu, No son en vano;
Kamachisqan purin, Obedecen a un mandato,
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 187
Unanchasqaman, De modo previsto
Tupusqamanmi Y medido
Chayamun. Llegan.

Qan tupayaurita Tú me concediste


Apachimuwarqanki. El cetro Imperial.
,Tay nilláway, Esc1icllame,
Manarajpas Resp6ndeme
Sayk'újtiy, wafiújtiy. Antt-s de que caiga
R~ndido y muerto.
(De Relaci6n de antigüedades
deste Reyno del Piró, de Joan
de Santacruz Pachakuti Yamki
Sallqamaywa).

ORACION DE MANCO QHAPAJ A T'UNAPA


Runa wallpajpa Bien pudieras ser
Pachakan, yanansi Mayordomo y siervo
Káwaj, chay ari. Del Creador del hombre.
Yuyalláway, Tú que fundaste el Cuzco poderoso,
Qosqo qhapajta chúraj, Señor, recuérdame,
Jamuykin, Apu. Pues a ti he venido.
Tarapaca T'unapa, Dios potente como el águila,
Pajtan warp'ijtiypas Por máa que desvarie,
Qhápaj runata A este hombre poderoso
Munasqaykita A quien aprecias
Qonqáwaj. No le olvides.
Wañujtiyri Y cuando muera
Yúyay runayta, Piensa en mi gente ,,
Kallpanchankitajmi, Y dale fortaleza
Payllankita)mi. Y sustento.
Rejsichilla wankiman SI permitieras que sepa
Pichus karqanki. Quién fuiste tú.
Qanchu kankiman ¿No serias, acaso,
.Tap'iñuñu El genio del mal
Llasa qhátij mancháchij. Que intimida y persigue?
Rijsillaykiman, Quisiera conocerte,
Yacl,-allaykiman, Saber algo de ti.
Jallp'amanta kamáqey, Tú que me hldste del barro
Llut'áqey, rikulláway. y m~ formaste, repara en mí.
P'inqankiña, jallp'a, i·a te avergüenzas, tierra,
Junu machun kani. Que soy viejo cargado de años.

(lbld).
188 JESUS LARA

MANCO QHAPAJ A LOS SACERDOTES


Kusi simfraj, En el lenguaje más alegre
Kusi qallúraj Y con la voz más gozosa
P'uncháuraj, tutáraj Le llamarás
Wajyankítaj, Ya de dia, ya de noche
Sasikuspa suyanki. Y le esperarás limpio de todo.
Ichatajpas Pudiera ser
Kusinchijpi, Que para nuestra alegria
Qellpunchijpi Y para nuestra ventura
Maymantapas Desde al~ sitio
Runa wállpaj, El que hubo creado al hombre,
Apu Tijsi Qhápaj Señor y principio Inmanente,
Uyarisunki, Te escuchara,
"Chay" nisunki qantaqa. Y te dijera: "Bien".
Mayñijmantapas Asi, en cualquier lugar
Jinátaj wiñay páskay Desatarás felizmente
Kamáyujlla kanki. El tiempo inf.inlto.

(lbid).

YAKARQAY EXORCISMO
Janan páchaj, En el nombre de Aquel que rige
Urin páchaj, Los mares. extendidos
Qhocha mant'arayajpa En el alto cielo
Kamaqenpa, Y en la tierra;
Túkuy atipakujpa, De aquel que prevalece sobre
(todos,
Sinchi ñawiyujpa, Y tiene la mirada
Mánchay atiyniynjpa, Imperturbable,
"Kay qhari kachun, Y tiene el poderlo
Kay warmi kachun" Incontrastable;
J.iiispa kamajpa De aquel que ordena:
Sutinwanmi "Este sea varón,
K'amichiyki. Esta sea mujer";
}>in kanki, En nombre de El te conjuro.
Mayqenmi kanki, ¿Quién eres, cuál genio eres
Irmttan ñinki. Y qué persigues?
Rimayñi. Contéstame ya.
(lbid).

HIMNO DE INKA RUKA


Jamúyraj, janan chichij, Ven todavia, Selior,
Urin chichij Apu, Inquridor del cielo y de la tierra,
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 130

Jinantinmi llút'aj, Modelador de cuanto existe,


Tijsi Qhápaj. Supremo origen.

Runa wallpájllay, Creador del hombre,


Chunka much'aykusqayki Te adoraré diez veces
,'Ulqa ñawiywan Con mis desvelados ojos
Ch'fpij ñispa. Puestos en tf.

Ullpuykusqayki, Me humlllaré a tus pies;


Rikulláway. Mas, mirame.
Mayukuna, Todos los rfos
Phajchakunari Y las cascadas
F'isqukunari Y las aves
Qhallapallanqa. Se colmarán de Júbilo.

Qhatichíway, Dame compañia;


Jinantáraj Pero ante todo
Qhapariysíway Ayúdame en mi grito
Llap!ln kunkaykiman Con todo el vigor de tu acento
Munaynillayki\\ anpas. O siquiera con tu prop6slto.

Yuyaykuspaila Bastará el recuerdo


Qhochukullasun, Para alegramos
Kusikullasun. Y festejamos.
Ancha jinalla Y yendo asi regocijados
Ashka rispa Y numerosos,
:&ikusun. Lo evocaremos.
(lbld).

EL INKA WASKAR A LOS WAK'AS


Llulla watiqa, Tentador fementido,
Jauch'a auqa súpay, Genio fiero y adverso
Sh'ikiymanta, En mis horas de riesgo
Pallqoymanta, Y de extravio
Ch'irmayñaymanta Y de perversión,
Qanta Qosqo qhapajpa A ti, adversario
Aunqankunata Del Cuzco poderoso,
Much'arqaykichij Te rendi adoracl6n
Kallpa aysaywan, Con .toda mi entereza,
Kallparikuywan, Con todas mis energias,
Aspakayñiywan, En holocaustos y festines
Runa arpayfliywan, Y todo lo sacrifiqué
Qanta, jillu suwa Por ti, maestro
Kunajtaqa. De ladrones avaros.
190 JESUS LARA

!chapas qankunaqa Quizás vosotros


Runawallpaqéypaj Sois de aquellos
Jauch'a auqanpa Que el rabioso enemigo
Kachamusqanpas De mi snmo Hacedor
Kankíchij. Nos envia.
Sh'ikallata, Que siempre poco
Jinallata Y de esta manera
Mitaysanay, Todos mis hijos
Willkaykunapas Y mis nietos
Qankunawanqa A vosotros
Rimachunku. Os hablen.

Qankunatan ari Ei,tr siervo sumiso


T'unapa Tarapaca De T'unapa, potente como el
(águila,
Wiraqucha De Viracocha, '
Pachayacháchij Educador del mundo,
Yanan ñisqaqa A vosotros
Chijnisurqanki. Siempre os detestó.

(lbid).

PACHAKAMAJ CONDUCTOR DEL MUNDO

Ayauya waqaylli, Ten piedad de mis lágrimas,


Ayauya puypuylli, Ten piedad de mi angustia.
Llut'u púchaj La más sufrida
Wamrayki, De tas criaturas,
Llut'u púchaj El más infortanatlo
Wajchaykl De tas siervos
Waqallamusunkin. Te implora con sus lágrimas.

Unujsaykita, Manda, pues, el prodigio


Yakuji¡aykita De tas aguas,
Kachallamúway Manda, pues, la merced
Wajchayki, Df' tus lluvias
Runayki, A este hombre Infeliz,
Llajta runa A este vasallo
Kamasqaykiman. Que gobiernas.

(De El Primer Nueva Corónlca y


Buen Gobierno, de Felipe Gua-
mán Poma de Ayala~.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 191

KILLA MAMA MADRE LUNA

Killa qoya Mama, Luna, reina y Madre,


Yakujsallayki, Por la bondad de tus aguas,
Unujsallayki, Por el amor de tus lluvias
Ayauya waqaylli, Estamos llorando,
Ayauya puypuylli. Estamos sufriend9.

Llut'u púchaj wamrayki La más triste de tus criaturas


Mikhuymanta, De hambre,
.. Yakumanta De sed
Waqallasunkin. Te está clamando.

Pachakámaj Ya;a, Padre, conductor del mundo,


May pachapin kanki, ¿Dónde estás,
Jánaj pachapichu, En el cielo,
Kay pachapichu, En la tierra
Qaylla pachapichu? O en algún otro mundo cercano?
Yakullaykita Obséquiale con tus lluvias
Kacharimúway A este siervo,
Wajchaykiman, A este hombre
Runaykiman. Que te implora.
llbtd).

RUNA KAMAJ CONDUCTOR DEL HOMBRE


Pacha paqarin, Amanece la tierra
Lliphipirintaj Y se cubre de luces
Upaykuninpaj A fin de venerar
Runa kamajta. Al· criador del hombre.

Jinan pachari Y el alto cielo


Phuyun chinkachin Barre sus nubes
K'umuykuninpaj Para humillarse
Pacha rurajman. Ante el creador del mundo.

Qóyllurpaj Inkan El rey de las estrellas


Inti yayanchis Y padre nuestro, el Sol,
Chujchan mast'arin Su cabellera extiende
Páypaj chakinman. A los pies de él.

Wayrari tantan Y el viento junta


SA.ch'a purata, Las copas de los árboles
R ijranta sh'ajrin Y sacude sus ramas
Júnaj pacbaman. "Y las yt.rgue hacia el cielo.
192 JESUS LARA

Sách'aj sunqonpi Y en el ramaje de los árboles


Takikun phichiu, Los pajarillos cantan
Anchá upaykun Y rinden el fervor de su homenaje
Pachakamajta. Al regidor del mundo.
Túkuy t'ikantin Todas las flores,
Súmaj sumajlla, Bellas y ufanas,
Llanqa llinpilla , Exhiben sus colores
Q'apay samakun. Y sus perfumes.
Qhocba ukhupi, Y en el seno del lago,
Rirp'u unupi Que es un espejo líquido,
Cballwakunapas Es grande el alborozo
Kusitan wayt'an • De los peces.
Nánaj mayupas El río caudaloso
Rakhu takinwan Con su bronco cantar
Añayñisqanfian Está rindiendo su alabanza
Wiraquchata. A Viracocha.
Qaqa rumipas EÍ peñasco también
Q'.ómer p'achallin, Se atavia de verde
Wayq'o sach'apas Y la rtoresta del barranco
Wátaj t'ikarin. Ostenta flores nuevas.
Orqopi káusaj Y las serpientes,
Katarikuna Moradoras del monte,
Paypaj chakinpi Van arrastrándose
Qhatatakunku. A los pies de él.
Purun wik'uña, La vicuñ~ del páramo
Qaqa wisk'ácha Y la vizcacha del peñasco
Uywaman tukun Se domestican
Páypaj qayllanpi. Cerca de él.
Sunqoypas kikin Asi también mi corazón
Sapa paqarin En cada amanecer
Añayñisunki, Te rinde su alabanza,
Yayay kamáqey. Padre mio y creador.
(De la colección Vásquez)

LXXXIX LXXY.UC

Wiñay k'anchaj Lumbre eterna,


Intillay, Sol mio,
Allin úywaj Criador noble,
Yayallay. Mi padre.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 193

Qay llarimuy Aproximate


Inkayman. A mi lnka,
Qhawarillay Mira, cómo
Mu\'hujta. Padece.

Mask'asunki Su mirada
Ñawinwan, Te busca
\Vajyasunki Y ·sus manos
Makinwan. Te llaman.

Manan simin Ya no tiene


Kanñachu, Palabra,
T'ipinqaiia Ya se acaba
Samayñin. Su aliento.

Qayllayküriy Aproximate
Inkayman A mi lnka,
Makiykiwan Que tu mano
J allch ·áykuy. Le alivie.

Ninaykiwan Que tu fuego


Samaykuy, Le aliente,
Sunqoykiwan Tu corazón
Janpíykuy. Le cure.

Kausaríchiy Haz que vlv_a


Inkayta, Mi lnka,
Qosqo munan Quiere el Cuzco
Payllata. A él solo.

Túkuy suyu El imperio


Waqasqan, Solloza
Kausayninta Pidiendo vida
Mañaspa. Para él.

Churiykita Dale vida


Kausáchiy A tu hijo
Kusinánpaj Para que se alegre
Wajchayki. Tu siervo.

Túkuy Qosqo Habrá fiesta en todo


Rayminqa, El Cuzco.
Páchaj llama Se te inmolará
Wañunqa. Cien llamas.
194 JESUS LARA

Yawarninri Y al consumirse
Rauraspa Su sangre
Sunqoyikita .Ha de ir a colmar
Junt'anqa. Tu corazón.

(De la colecci6n Méndez).

J A I L L I ,A G R I C O L A

¡AYAU JAILLI! ¡EA, EL TRIUNFO!

Qharikuna Los hombres


¡Ayau jailli, ayau jailli! ¡Ea, el triunfo! ¡Ea, el triunfo!
¡Kayqa maki, kayqa junp'i! ¡Hé aquí el arado y el surco!
¡Kayqa thajlla, kayqa suka! ¡He aqui el sudor y la mano!

Warmikuna Las mujeres


¡Ajailli, qhari, ajailli ! ¡Hurra, var6n, hurra!

Qharikuna Los hombres


¡Ayau jailli, ayau jailli! ¡Ea, el triunfo! ¡Ea, el triunfo!
¡Maypin ñust'a, maypin sijlla! ¿D6nde está la infanta, la
~ (hermosa?
¡Maypin muju, maypin jailli! ¿Do la semilla y el triunfo?

Warmikuna Las mujeres


¡Ajailli, muju, ajailli! ¡Hura, la simiente, hurra!

Qharikuna Los hombres


¡Ayau jailli, ayau jailli! ¡Ea, el triunfo! ¡Ea, el triunfo!
¡Qnápaj lnti, Apu Yaya, ¡Sol poderoso, gran padre,
Qhawaykúriy, samaykúriy! Ve el sarco y dale tu aliento!

Warmikuna Las mujeres


¡Ajailli, Inti, ajailli! ¡Hurra, Sol, hurra! !

Qharikuna Los hombres


¡Ayau jailli, ayau jailli! ¡Ea, el triunfo! ¡Ea, el triunfo!
¡Pachamámaj wisallanman, ¡ Al vientre de Pachamama,
Yurinanman, rurunanman! Que da vida y fructifica!

Warmikuna Las mujeres


¡Ajailli, Pachamama, ajailli! ¡Hurra, Pachamama, hurra!
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 195

Qharikuna Los hombres


¡Ayau jailli, ayau jailli! ¡Ea, el triunfo! ¡Ea, el triunfo!
¡Kaymin ñust'a, kaymin sijlla! ¡Hé áquí la infanta, la hermosa!

Warmikuna Las mujeres


¡Kaymin qhari, kaymin junp'i ! ¡Hé aquí el varón y el sudor!
¡Ajailli, qhari, ajailli ! ¡Hurra, varón, hurra!
(De la colección Méndez)

AYAU JAILLINI¡q,A ¡EA, YA HE TRIUNFADO


Qharikuna Los hombres
¡Ayau jailliniña! ¡Ea, ya he triunfado!
Muju p'anpaniña! He enterrado el grano!

Warmikuna Las mujeres


¡Ayau jailliniña! ¡Ea, ya he triunfado!

Qharikuna Los hombres


¡Q'aya p'utunqaña, ¡Nacerá la planta mañana
Minchha jallmanaña ! Y la acollaré pasado mañana!

Warmikuna Las mujeres


' ¡Ayau jailliniña! ¡Ea, ya he triunfado!

Qharikuna Los hombres


¡Parátaj jamunqa, ¡Y vendrá la lluvia
Yakútaj llujmanqa! E inundará el agua!

Warmikuna Las mujeres


¡Ayau jailliniña! ¡Ea, ya he triunfado!

Qharikuna Los hombres


¡Chaymán paywarunqa, ¡ Florecerá luego
Chantátaj chujllunqa! Y ya tendré el choclo!

Warmikuna Las mujeres


¡Ayau jailliniña! ¡Ea, ya he triunfado!

Qharikuna Los hombres


¡Tipiyñátaj kanqa , ¡Vendrá la cosecha,
Pirwata junt'anqa! Llenará la troje!

Warmikuna Las mujeres


¡Ayau jailliniña! ¡Ea, ya he triunfado!
196 JESUS LARA

Qharikuna Los hombres


¡Inti qori paran, ¡El sol llueve oro
Killa qolqe paran! Y la Luna plata!

Warmikuna Las mujeres


¡Aya u jailliniña ! ¡Ea, ya he triunfado!

Qharikuna Los hombres


¡Inkáypaj mat'ínpaj, ¡Para la frente de mi rey,
Inkáypaj sunqónpaj ! Para su noble corazón!

Warmikuna Las mujeres


¡Ayau jailliniña! ¡Ea, ya he triunfado!

Qharikuna Los hombres


¡Muju p'anpaniña, ¡Ya he enterrado el grano,
Mikhtiy tarpuniña! Ya he sembrado el sustento!

Warmikuna Las mujeres


¡Ayau jailliniña ! ¡Ea, ya he triunfador
(De la colección Vásquez)

ARAwr· CANCION

Intillay, raurarmnan Sol mio, ha comenzado a arder


Páuqar qori chujchallaykí El oro regio de tu cabellera
Saraykuta p'intuspayki. Y ha envuelto nuestros maizales.

Párway q'omir paruyanñan, Ya se han· tostado las verdes


(panojas,
Samayniyki mat'iykunñan, Pues la presencia de tu aliento laa
(apremia
Junp'iyninta ch'umaykunñan. _ Y su postrera savia exprime.
¡Mast'arímuy wach'iykita, Arrójanos la lluvia de tus flechas.
Kicharímuy fíawiykita, Abrenos la puerta de tus ojos,
Ráuraj súmaj Intillay! Oh, Sol, fuente de lumbre
(bienhechora.
De Poesía folklórica quechua, de J. M. B. Farfán).

MALLKIPAJ EL ARBOL

Súmaj sach'állay, k'upa mallki. Arbol hermoso de rizada· copa,


Llanthullaykiman anchhuykúnay, A cuya sombra acudo siempre,
¡Jailli! ¡Triunfo¡
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 197

K'allmaykita mast'arispan Cuando empezó a extenderse tu


(ramaje
Wawallaykuta llanthurqanki, Tan sólo a nuestros hijos diste
(sombra,
¡Jailli! ¡Triunfo¡

Jailli, khuyásqay mallki, Triunfo, mi árbol amado,


¡Jailli! ¡Triunfo¡

Sapiykitapas saqerispan Aun renunciando a tus ralees


Qhápaj Apúnchis samarinan, Debes brindar solaz al AII\O
(nuestro,
¡Jailli! ¡Triunfo¡

Llanp'u wayllárej llanthukunqa Tu follaje de flores ataffado


Q'ori raphiyki ajnuj sisa, Lozano y riente nos dará su
(sombra,
¡Jailli! ¡Triunfo¡

Jailli, khuyásqay, mallki, Triunfo, mi árbol amado,


¡Jailli! ' ¡Triunfo¡
(lbld).

AR A W I

JARAY ARAWI CANCION DOLIENTE


¿Aqoyrakichu, qoya, ¿La desventura, reina,
Rak'iwanchis? Nos separa?
¿T'iyuyrakichu, ñust'a, ¿La adversidad, infanta,
Rak'iwanchis? Nos aleja? ·

Sijllallay, chinchirkuma Si fueras flor de chlnchercoma,


Kajtiykicha Hermosa mfa,
Umallaypi, sunqorurullaypi En mi sien y en el vaso de mi
(corazón
Apaykachaykiman. Te llevaría.

Unuyrirpu Pero eres un engaño, Igual


Llullan kanki, Que el espejo del agua.
Yakuy rirpu Igual que el espejo del agua,
Pallqon kanki. Me ilusionas en vano.

¿Máytaj sallawan ¿Dónde está, con mi amada


Qaynaykunichu? Pasé siquiera una velada?
198 JESUS LARA

Chay pallqo mamaykin La desunión que nos impone


Wañúypaj Ta madre desleal
Rak'iyninchijqa. Durará hasta la muerte.
Cbay auqa yayaykin La animadversión de ta padre
Wajcbayninchijqa. Nos sumirá en el infortunio.

!chapas, qoya, Tal vez, mi reina, nos veamos


(pronto
Qbápaj apu dios nijtinqa Si dios, gran amo, lo permite.
Wakitaj tinkusun, Acaso el mismo dios
Diostaj t'inkiwasun. Tenga después que unirnos.

Chay ásij ñawiykita Cómo el recuerdo


Yuyarispa De tas ojos. reidores
Utinipuni, Me sume en la tristeza.
Cbay pújjllaj ñawiykita Cómo el recuerdo
Yuyarispa De tas ojos traviesos
Onqoyman cbayani. Me enferma de nostalgia.

Sb'ikalla, Inka, Basta ya, mi rey, basta ya.


Sh'ikalla sinu, ¿Permitirás
Wat¡ayniyllawaytas Que mis lágrimas lleguen a
(colmar
Sunqoyujchu tiyanki. Ta corazón?

Yakuyta yajta waqaspa Derramando la lluvia de mis


(lágrimas
Kantus patapi, Sobre las kantatas
Sapa wayqopi Y en cada quebrada,
Suyayki, sijllallay. Te espero, hermosa mía.
(De El Primer Nueva Corónica
y Buen Gobierno, de Felipe
Guamán Poma de Ayala).

JARAY ARAWI CANCION DOLIENTE

Aray arawi, aray arawi, Canción, canción de la tristeza.


Sajra auqachu, qoya, ¿Qué enemigo. maligno, reina,
Atiwáncbij, llasawánchij. Nos aniquila y nos sojuzga?
Ma, qoya, ujlla wañusun. No en ano todos, reina,
(moriremos
Amátaj aqoyrakiqa Mas, que no sea duradero
Kachunchu, para jinan Nuestro infortunio. Por si solas
Wiqe payllamanta Nuestras lágrimas fluyen
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 199

Urmanqan, qoya. Como la lluvia, reina.


Jinatajchá. ¿Asi tendrá que ser?
(Ibid).

ARAWI CANCION

Morqotúllay, Tierna algullla mia,


Morqotu, Algullla,
Llulluch'állay, Dulce ovilla mia,
Llulluch'a. Ovllla,
Mana sunqoyki Tu corazón no sabe
Q'ewijchu, De penas
Mana waqaykunkl. Y no saben de lágrimas tus ojos.

Sijllállay kaspa, Porque eres la mujer más bella,


Qoyállay kaspa, Porque eres reina mia,
:Ñust'állay kaspa Porque eres mi princesa,
Unu wiqellan Inagotable el llanto
Apariwan, Me anega,
Yákuy parallan Y la tormenta
Pusariwan. Del dolor me arrastra.
Chay llijllaykita Cuanoo diviso la manta
Rikuykuspa, Que ciñe tus h.lmbros
Chay ajsuykita Y la saya ligera
Qhawaykuspa. Que a tus muslos se abraza.

Manañan pachapas Si es de dia, no puede


Ch 'isiyanchu, Llegar la noche;
Tuta rijch'ajtiypas Si despierto de noche,
Manañatajrni El sueño me abandona
Pacha paqarinchu. Y la aurora no llega.

Qanqa, qoya, Tú, reina mia,


Qanqa, señora, Señora mia,
Manañachá ¿Ya no querrás
Yuyariwankichu Pensar en mi
Kay sank'aypi Cuando el puma y el zorro
Puma, átoj Vengan a devorarme
Mikhuwajtin, En esta cárcel,
Kay pinaspi Ni cuando sepas
Wichikasqa, Que condenado estoy
Kikasqa A no salir de aqui,
Tiyájtiy, palla. Señora mia?

(Ibld).
200 JESUS LARA

SANK'AY CARCEL

Yaya Pachakámaj, Padre, conductor del mundo,


Wanásaj, Yaya, Me he de enmendar.
Kay sunqoyqa ~d propio coraz6n
Yuyasqanmi. Me cuidará.

Kaypajchu, yaya, ¿Padre, para esto fue


Yumawarqanki? Que me engendraste?
¿Mama, kaypajchu ¿Para esto, madre mia,
Wachawarqanki? Me cllste a luz?

Sánk'ay, sujlla Cárcel voraz, devora


Mikhúway De una vez
Juchasapa A mi culpable
Sunqoyta. Coraz6n.

Maypin kanki Tú, el que previene y manda,


Juchasapápaj ¿Lejos estás o cerca
Kamáchij? Del pecador?
Qhespichiway, Sálvame de esta cárcel
Runa kámaj ellos. Tú, gobierno del hombre, dios.

(Ibld).

JUCHAYUJ AUKI PRINCIPE CULPABLE

Yuyaymi apawan, La pesadumbre me consume,


Waqaymi apawan Mis lágrimas no tienen fin.
Kay kaj sunqoyta He de acabar por maldecir
:&akaykusajmi. Ml coraz6n.

Jaray arawi, Hé aquf mi canto de explacl6n.


Pinas wasi, Casa de los cautivos,
Wátay wasi, Casa de las cadenas,
Kacnariwáytaj. Dame la libertad.

(Ibid).

WARIJSA ARAWI CANCION DE LA GALLARDIA

lnka Inka
¡Arawi, arawi, ¡ !La canci6n, la canci6n!
Aray arawi! ¡Caramba, la cancl6n!
¡Arawi, yau arawi! ¡La canci6n, oh, la cancl6n!
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 201

Qoyas y ñust'as Reinas e infantas


¡Arawi! ¡La canelón!

Hombres· Hombres
¡Warijsa, ayay warijsa, ¡La gallardfa, ah, la gallardfa!
Chamay warijsa, ¡Cómo me gusta la gall2'l'dia!·
Ayay warijsa! ¡Ah, la gallardfa!

Qoyas y ñust'as Reinas e infantas


¡Ayay warijsa! ¡Ah, la gallardía!

Hombres Hombres
¡Ayau jailli, yau jailli! ¡Oh, el cantar, el cantar!
¿ Uchuyujchu chajrayki? ¿Tienes ají en tn sementera?
Uchuy tunpalla samúsaj. ¡Con el pretexto del ají vendré!
¿ T'ikayujchu chajrayki? ¿Hay flores en tu sementera?
T'ikay tunpalla sumúsaj. ¡Vendré con el pretexto de las
(Dores!

Un hombre Un hombre
¡Chaymi qoya! ¡He ahí la reina!

Una mujer Una mujer


¡Ajailli, chaymi palla! ¡Hurra, si, ésa es la dama!
¡Ajailli, patallanpi! ¡Hurra, ahí está, en el borde!
¡Ajailli, chaymi ñust'a! ¡Hurra, sí, ésa es la infanta!
¡Ajailli, chaymi sijlla! ¡Hurra, si, ésa es la hermosa!
¡Ajailli! ¡Hurra!
(Ibid).

SANK'AY ARAWI CANTO DE LA PRISION


Yaya cóndor, Padre cóndor,
Apáway, Llévame.
Tura waman, Hermano milano,
Pusáway. Guiame.

Mamallayman A mi madre, a solas,


Willapúway, Cuéntale
~an phishqa p'unchau Que hace cinco dfas
Mana mikhusqa, No he probado alimento
Mana ujyasqa. Ni he bebido.

Yaya kachapúrij, Padre mensajero,


· Qillqa ápaj sh'aski , Conductor de nuevas,
202 JESUS LARA

Púrij simillayta, Haz que lleguen a mi padre


Sunqollayta, Y a mi madre
Apapulláway La tristeza errante
Yayallayman, De mi acento
Mamallaymari Y la angustia
Willapulláway. De mi coraz6n.

(Ibid).

PRIMER ARAWI DEL OLLANTAY

Ama, p'isqo, mikhuychu, No comas ya, pajarillo,


Tuyallay, tuyallay, Tuyita, tuylta mia,
Nust'allaypa chajl'anta, En el predio de la infanta,
Tuyallay, tuyallay, Tuyita, tuyita mia,
Manan jina tukuychu, No vayas a consumir,
Tuyallay, tuyallay, Tuyita, taylta mia,
Jillurina saranta, El apeteclble maiz,
Tuyallay, tuyallay, Tuyita, tuyita mía.
Paraqaymi rurunri, Está blanco aun el grano,
Tuyallay, tuyallay, Tuyita, tuyita mia,
Ancha k'arpi murirpas, Y enjutas aun las mazorcas,
Tuyallay, tuyallay, Tuyita, tuyita mia,
:liJujñurajmi ukhunri, Muy blanda está la sustancia,
Tuyallay, tuyallay, Tuyita, tuylta mia,
Q'eqerajmi raphinpas, Y tiernas aun las hojas,
Tuyallay, tuyallay, Tuyita, tuyita mia.
Warak'anan jilluta, Honda hay para los golosos,
Tuyallay. tuyallay, Tuyua, tuylta mia,
Pupasqaykin qantapas, Y pupa habrá para ti,
Tuyallay. tuyallay, Tuyita, tuyita mia.
Kuchusajmi silluyta , He de cortarme las uñas,
Tuyallay, tuyallay, Tuyita, tuylta mía,
Jap'isqaykin qantapas, Te apresaré a ti también,
Tuyallay, tuyallay, Tuyita, tuyita mia.
P'isqaqata watúkuy, Ecb_a de ver al p'isqaqa,
Tuyallay, tuyallay, Tuyita, tuylta mia,
Sipisqata qhawáriy, Mirale ahi ahorcado,
Tuyallay, tuyallay, Tuylta, taylta mia,
Sunqollanta tapúkuy, Pregunta a su corazón,
Tuyallay, tuyallay, Tuylta, tuylta mia,
Phuruntátaj mask'áriy, Trata de ballar su plumaje,
Tuyallay, tuyallay, Taylta, taylta mia,
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 203

Llik'isqatan rikunki, El pobre fue destrozado,


Tuyallay, tuyallay, Tuyita, tuyita mia,
Uj ruruta sh'ajchajtin, Por haber picado un grano,
Tuyallay, tuyallay, Tuyita, tuyita mfa.
· Jinatajmi rikunki, Asi es como te verás,
Tuyallay, tuyallay, Tuyita, tuyita mia,
Ujllallapas chinkajtin. Si se pierde un solo grano,
Tuyallay, tuyallay, Tuyita, tuyita mia.

SEGUNDO ARAWI

Iskay munanákuj urpi Dos enamoradas palomas


llakin, phutin, ansh'in ,waqan, Suspiran, lloran y se afligen,
lskaynintas qasa pakan Porque la nieve las sorprende
Uj ch'aki mullpha kurkupi. En un tronco seco y carcomido.

Ujñin kajsi chinkachisqa La una ve que se ha perdido


Wayllukusqan pitullanta En la soledad del páramo
Uj sujyapi sapallanta Su tierna y dulce compañera,
Mana jáyk'aj kacharisqa. Que nunca de ella se apartaba.

Un kaj urpitajmi llakin La otra paloma también sufre


Pitullanta qhawarispa Con el recuerdo de la amada,
Wañusqataña tarispa Cree que ya ella ha perecido
Kay simipi payta takin: Y de esta manera le canta:

'¿Maymi ,urpi, chay ñawiyki, -¿Dónde, paloma, están tus ojos,


Chay qhasqoyki múnay múnay, Dónde tu pecho delicado,
Chay sunqoyki iiujñukúnay, Tu corazón que me envolvía en su
(ternura,
Chay llanp'u wátuj simiyki? Tu voz que tierna me nombraba?

Chinkachikuj kaj urpiri Y la que quedó solitaria


Qaqa qaqapi muspaspa Vaga perdida entre las peñas
Wiqenwan qhaparqachaspa Y sollozando sin consuelo
Khishkaman ñátaj puririn Arrástrase por los zarzales.

Jinantinta tapukuspa: Y preguntando a cuanto existe,


-¿Sunqollay, maypftaj kanki?- Clamando: "Dónde estás, corazón
(mio"?
Ñispan mitkan ranki ranki Tropieza en su propia fatiga
ñispan wañun ullpuykuspa. Y, abatida, al fin muere.
204 ~sus LARA

TERCER ARAWI
Urpi uywayta chinkachikuni En un paraje deshabitado perdf de
(pronto
Uj ch'inlleyllapi. A la paloma que me crié.
Pajta rikúwaj, tapukuypuni Búscala siempre por estos valles:
(tal vez te sel\
Kay k'itillapi. Dado encontrarla.

Millay munaymi súmaj uyanpi, De amor florece su hermoso


(rostro,
Qúyllur sutinmi. Sel llama Estrella.
Pajta pantáwaj ujpa qayllanpi, No te equivoques delante de otra,
Rikuy sut'inmi. Fácil es verla ..
Killawan khuska inti mat'inpi Luua y sol surgen sobre su frente
Nánaj kaj cheypi Como rivales;
Khuskan illanku ujpa sut'inpi Juntos la bañan, y es inefable
Ancha kusipi. Su regocijo.

Llanp'u chujchanri sh'illu Su cabellera, tan suave y negra,


(kayñinpi
Misatan awan Gana en las trenzas:
Yana yurajwan llúnp'aj i-inrinpi Su negro prieto y el noble blanco
(de sus orejas
Nanajtan rauran. C6mo rutilan.
Qhesijrankuna múnay uyanpi En su adorable rostro, sus cejas
(son un arco iris
K'uichin paqarin Tendido al alba.
Iskaymi inti kikin ñawinpi En sus pupilas viven dos soles
Chayini sayarin. Tiernos y puro■ .

Saphrankunari ñakayta wach'in Son sus pestañas agudas flechas


Túkuy sipijmi. Que muerte dan.
Chaypin munaypas llipfpaj Amor florido de seducciones
(kajchin (anida en ellas
Sunqo sik'ijmi. Y arranca fácil el coraz6n.

Achanqaraypas sisan uyanpi En sus mejillas la nieve pura y


(la achanqara
Rit'iwan kuska Florecen Juntas.
Mit'un yurajpi sani utqhapi Y en la belleza de su blancura
(surge de pronto
Jinan rikusqa. Viva escarlata.
Y son sus labios rojas kantutas
Súmaj siminpi qantusmi paskan (que desparraman
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 205

Rit'i piñita; éiaros joyeles;


Asispan kuntun misk'i samasqan Su dulce aliento perfuma alegre
Túkuy k'itita. Todo el espacio.

Llanp'u kukanri qhespi wayusqa Su esbelto cuello tiene tersura


Paraqay rit'in De hondo cristal.
· Utku munaymi qhasqunwan Parecen flores de algodonero
(khuska (recién abiertas
Sus tiernos pechos.
Wat'an puririn.
Sus suaves manos de choclo en
Q'eqe makinri llullu kayninpi (cierne
Kullarinpunin Siempre acarician,
Rukanankuna phaskakuyninpi Pero sus dedos al deslizarse
Sh'ullúnkuy kutin. Vuélvense escarcha.

JARAY ARAWI CANCION DOLIENTE

Súnqoy phatanña waqáyniy junt'a Estallar quiere mi seno henchido


(de amargo llanto
Qan urpirayku. Por ti, paloma.
Imasis kasqa túkuy purispa Cuán doloroso había sido vivir
(errante
Qanmán karúnchay. Lejos de ti.

Chay ch'aska qóyllur ñawiykikuna Tus ojos, bellos como el lucero de


(la mañana,
Tukuyta k'anchan. Dan luz a todos.
&oqallasaris tútaj killinpi Mas yo, entre tanto, en los
(confines de oscura noche
Muspaykachani. Vago perdido.

Unphuy paqarin, únphuy ch'isiyan, Todo está mustio cuando amanece,


(todo está mustio
Qasilla kapun, Cuando anochece. Todo es
(en vano.
P'únchay tutátaj ñóqay phutisqa Tanto de día como de noche una
(es ·m1 angustia,
Nin rikususpa. Pues no te veo.

Inti llojsimun, killa jatarin, El sol asoma, se alza la luna,


Waqaj rikuanku, Me ven sufrir.
Túkuy k"anchanku kusiyninkupi, Dan luz a todos en su ventura,
&oqalla mana. Pero no a mí.
206 JESUS LARA

Munákuy jina sínchij sh'ikiqa No hay en el mundo mayor des-


(dicha
Manan kanmanchu. Que el amar mucho;
Jatun onqoypis unanchaynínpaj La muerte misma, para su
(imperio,
Manas sh'ikachu. No basta entonces.

Willáway, urpi, ¿chay sunqoykiqa Dime, paloma, ¿de qué está hecho
Imamantátaj? Tu corazón?
Rumí kaspapis, wiqey Por más que fuera de dura roca,
(llujllaywan (con tantas lágrimas
Llanp'uyanmansis. Se ablandaría. ·

(De la colección Vásquez)

WAWAKI

WAWAKI WAWAKI

Aukikuna LGs príncipes


Qóyllur kaspachari Porque eres estrella
¡Ari! ¡Sí!
Tutalla k'anchanki Fulguras de noche
¡Ari! ¡Si!
Inti rauraupiqa Pues bajo el fuego del sol
¡Ari! ¡Si!
Llanqhata mask'ayki En vano te busco
¡Ari!

~ust'akuna Las princesas


Qóyllur kani chayqa Si yo soy estrella
¡Mana! ¡No!
Kichay sunqoykita Abre el corazón
¡Mana! ¡No!
Inti raurajtinri Y bajo el fuego del sol
¡Mana! ¡No!
Wísq'ay ñawiykita! Entorna los ojos
¡Mana! ¡No!

Auklkuna Los príncipes


Killa p'unchaullapi Sólo a la luz de la luna
. ¡Ari! ¡Si!
Wajyapayawanki Llamarme simulas
¡Ari! ¡Si!
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 207

Qayllaykamujtiyri Y cuando me acerco


¡Ari! ¡Si!
Rit'iman tukunki Te truecas en nieve
¡Ari! ¡Si!

~ust'akuna Las pl".incesas


Wajyapayajtiyri Y si llamarte simulo
¡Mana! ¡No!
Sh'askimuy sinchita Presuroso acude
¡Mana! ¡No!
Rit'i tukujtiyri Si me trueco en nieve
¡Mana! ¡No!
Jichay ninaykita Echame tu fuego
¡Mana! ¡No!

Aokllmna Los príncipes


Ninay lluphijtinri Cuando mi fuego te quema
¡Ari! ¡Si!
Sh'ulla t'akakunki Te derramas en rocío
¡Ari! ¡Si!
Musqoychu, wayrachu, ¿Eres ilusión o viento
¡Ari! ¡Si!
uteqacnu kanki O tal vez un desatino?
¡Ari! ¡Si!
~ust'akana Las princesas
Sh'ulla kani chayri Si me crees rocio
¡Mana! ¡No!
Apá siphraykita Tas labios acércame
¡Mana! ¡No!
Uteqapis kásaj Aunque sea un desatino
¡Mana! ¡No!
Qhatillay chakiyta No pierdas mi rastro
¡Mana! ¡No!
(De la colección Méndez)

¡PARAS! ... ¡LLUVIA! ...


Llájtay orqo rikhurinchus No se ve el cerro de mi tierra,
¡Paras! ¡Lluvia!
Wáyq'oy orqo rikhurinchus Ni la quebrada de mi cerro
¡Paras! ¡Lluvt,!
Ripunayryi yachakunchus Aun no se sabe si me ausento
¡Paras! ¡Lluvia!
Kutinayri rejsikunchus Aun no se sabe mi retorno
¡Paras! ¡Lluvia!
208 JESUS LARA

Takikúllay, tusukúllay Canta a tu gusto, baila a tu gusto,


¡Paras! ¡Lluvia!
SunqokW1a suwanaykípaj Para robar corazones
¡Paras! ¡Lluvia!
Warmakuna tarinaykípaj Para que encuentres jovencitas
¡Paras! ¡Lluvia!
Urpikuna wayllunaykípaj Para que halagues a las palomas
¡Paras! ¡Lluvia!

Llájtay orqo rikhurinchus No se ve el cerro de mi tierra


¡Paras! ¡Lluvia!
Ripunayri yachakunsi Pero ya sé que debo !rme
¡Paras! ¡Lluvia!
Chayanayri yachakunchus · Aún no sé si he de llegar
¡Paras! ¡Lluvia!
Pasanayri rejsikunñas Pero ya sé que he de pasar
¡Paras! ¡Lluvia!

Munaspaqa munakúway Si amarme quieres, ámame,


¡Paras! ¡Lluvia!
Sapallayta, ch'ullallayta Sólo a mi, sin darme rival
¡Paras! ¡Lluvia!
Waylluspaqa wayllukúway Si me halagas, halágame
¡Paras! ¡Lluvia!
Ch'ullallayta, sapallayta _Sin darme rival, a mí sola.
¡Paras! ¡Lluvia!

(Del Diccionario KKeéhuwa -


Español, de Jorge A. Lira)

T A K I

CANCION DE SH'UCHI QHAPAJ

Qan Qosqo qhápaj, Tú eres noble del Cuzco,


&uqa Qolla qhápaj, Yo soy noble de Colla.
Ujyasun, Juntos beberemos
Mikhusun, Y co~eremos
&masun, Y conversaremos
Ama pi rimachunchu. Sin que nadie intervenga,.

Ñ'uqa qolqepi Yo soy de los que usan


Tíyaj kani, Asiento de plata,
Chukípi tíyaj qan. l'ú, de los que lo usan de oro.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 209

Qan Wiraqucha Tú eres de los que ádoran


Pachayachachi much'a, A Viracocha, preceptor del mundo,
:ftuqa Inti much'a. Yo soy de los que adoran al Sol.

(De Relaci6n de Antigüedades


deste Reyno del Pirú, de
Joan de Santa Cruz Pachaku-
ti Yamki Sallkamaywa).

:ftUST'AJ TAKIN CANCION DE LA INFANTA

Ch'ullaytawanpas qhechuwanku, Me arrebataron a mi co.mpañero.


Waqaspa jina purinayta Verme andar sola y llorando
Munasqanku. Desearon.
Wajcha tuya maytan rinki Tuya infeliz, ¿d6nde tu vuelo
Phawaspayki, Te conduce,
Chay phuyuman chinkarinki Que asf en el caos de las nubes
Tutayajpi. Desapareces?.

Ama sinchita waqaych~ ~o llores mucho en el páramo


Purunllapi Que recorres
Sunqo nanayta takispa Cantando la triste endecha
Sapaykipi. . De tu soledad.
Phánchej rirpu uyaykita .Lejos te llevas el espejo
~aru~chankin De tu rostro
Asiyninta uyarispa Para hacerme sufrir oyendo
Llakinalláypaj El eco de su risa.

(De Poesía folklórica que-


chua, de J. M. B. Farfán).

QBA~ 1:IWA

QHASHWA QHASHWA

Inkallanchista kusichillasun, Llegará la hora de alegrar a


(nuestro lnka.
Killa jap"iypi tusuchillasun; Danzaremos con éi en él novilunio.
Misk'i takita takirillasun, La más dulce canciün entanare-
(mos.
Inkallachista tusuchillasun. Llegará la hora de danzar con
(nuestro lnka.

Ama, tuyállay, qori urpfllay, Entre tanto, mi tuya, mi paloma


(de oro.
210 JESUS LARA

Mancharikuychu killa jap'íypi; No tengas miedo del novilunio.


Qori qóyllurpi pujllarispayki Podremo& reunirnos en el florido
(prado
Páuqar wayllapi tinkurisunchis. Para jugar bajo las estrellas de
(oro.
(Ibid).

ARANWAY

ATOJ YARQEY TAKI LA ZORRA HAMBRIENTA

Atojmari kasqa, Erase una zorra,


Yárqey taki kasqa, Una zorra hambrienta.
K'usillu rikusqa Descubrió a un mono
Llajwararikusqa. Y r,e relamió de gasto.

-¡Ayau, yau, k'usillul -¡Hola, amigo mono!,


Janpúrly maklyman. Ven aquí, a mis manos.
¡Ayau ! qantapuni ¡Ea! te he escogido
Mikhuyman wañuni. Para devorarte.

-¡Ch'in kay!. .. Uthurunku -¡Silencio! .•. Está el tigre


Wasaykipi kasqan ... - Detrás, acechándote ..• -
Qhawarinan kama ~irí, atrás la zorra
K'usillu chinkasqa, Y el mono desapareció.
Atojqa phitiasqa Furiosa la zorra
Mask'aspa tukukusqa; Fue en busca del mono
Phishqa p'unchaumanta Y después de cinco dlas
:filak'aymanta tarisqa. Di6 apenas con él.

Wayra k'usilluri Pero el ágil mono


Auqanta rikuytawan Viendo a su adversaria
Perqaman ujllata Con toda presteza
Q'emiyparikusqa. Se apoyó en un muro.

-Ku_nanmari yachanki. ,-De todas maneras


Mikhuykusqaykipuni. ~e devoraré.
Manañan ujtawan Te será Imposible
:A.yqeyta atinkichu. Volver a escapar.

-Perqa ñat'uwasun, -Nos ha de aplastar el muro


Iskayninchis watiusun. Y moriremos los dos.
Kurkuman rináypaj Por una viga iré yo
Q'emiríkuy kayman. Y IÚ ponte en mi lugar.
LA. LITERATURA DE LOS QUECHUAS 211

Mánchay manchasqalla Temerosa, contra el muro


Atoj q'emikusqa. Se apoy6 la zorra;
K'usillu ripuspa Pero ya no quiso
Manan kutimusqan. Regresar el mono.

Atoj yárqey taki Y la zorra hambrienta


Qasita suyasqa. Aguard6le en vano
Phíñay llujmarfsqaj. Y ~ramando de Ira /
K'usilluta mask'asqa. Lanz6se en su b6squeda.

-¡Ayau, yau, k'usillü, -¡Hola, mono, ahora


Yacharichisqayki ! Tendrás tu leccl6n !
¡Yárqey aswan jatun, ¡Es más grande mi hambre
Qántaj aswan misk'i! Y t6 más sabroso! !

-Tukuypis niwanku: -Mas, todos me dicen-:


"Ancha tullu kanki". "Te rompes de flaco".
Aychay mana kajtin , Si no tengo carnes,
¿Imaywan sajsanki? ¿Con qué te has de hartar?

Jáqay sach'allaman Tan s61o a aquel árbol


Lloq' arqorikúsaj, Déjame subir,
Iskay rurulluta Dos frutos apenas ·
Mikhuykurikúsaj. Me voy a comer.

-Llóq'ay, riy, mikhurfmuy, -Anda, sabe, come


Jurayk'anpuwáytaj ...- Y baja en seguida... -
Lloq'ántaj, ruruwan Sabe y con un fruto
~awinpi ch'anqantan. Le arroja en el ojo.

Atoj ñausayasqan, La zorra está ciega


K'usillu ayqesqan. Y se escapa el mono,
Phishqa p'unchaumanta Pasan cinco días
Watejmanta tarisqa. Y de nuevo le halla.

Wajcha k'usilluri El misero mono


Allaj churakusqa: P6sose a cavar:
-Ninasis paranqa, -Dicen que ha de IIover fuego.
Jina niwan anka. Lo sé por el águila.

P'ujruta allasqani En este hoyo que ahondo


P' anpaykukunáypaj, Me voy a enterrar
Nina wañujtinri Y cuando pase el fuego
Llujsirqanpunáypaj ...-,- •Me voy a s&µr ...-
212 JESUS LARA

Antayruphayajta Algunos celajes


Patapi rikuspa, ·En el cielo viendo,
Atojqa mancharisqa Medrosa la zorra
"Jinachari" ñispa. Crey6 que era cierto. •

-¡:&oqapájraj kachun -El hoyo cavado


Chay allasqayki p'ujru. Para mí que sea.
Umay patapiñan Aquella nube de fuego
Jáqay nina phuyu. Ya está sobre mi cabeza.

K'usillu k'uchilla Presuroso el mono


P'anpaj churakusqa. Se puso a enterrarla
P'anpay tukuspátaj Y, cumplida la obra,
Tususpa tukukusqa. Se puso a danzar.

(De la colección Méndez)

W A N KA

WANKA WANKA

Jatun sach'a llanthu, Protectora sombra de árbol,


Káusay ñán, Camino de vida,
Phajcha tákij unu, Limpio cristal de cascada
Karqanki qan. Fuiste tú.

Rijraykipi súnqoy En tu ramaje anld6


Q'esacharqan, MI coraz6n,
Llanthuykipi sámiy Mi ventura a tu sombra
T'ikarqan. Floreció.

¿Kunanri sapayki ¿Es posible que te vayas


Ripunkichu? Tan solo?
:&awiykita manañas ¿Ya no volverás a abrir
Kichankichu? Los ojos?

¿Maytátaj chinkanki .¿Por qué camino has de ir


Saqewaspa, Dejándome,
Manan simiykita Sin volver a abrir siquiera
Kichaspa? Los labios?

¿Ima sach'a kunan ¿Qué árbol me prestará ahora


Llanthuwanqa? Su sombra?
¿Ima phajcha kunan ¿Qué cascada me dará
Takiwanqa? Su canción?
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 213

¿Imaynatátaj sápay ¿C6mo he de poder quedarme


Qhepakúsaj? Tan sola?
Túkuy pacha kanqa El mundo será un desierto
Nuqápaj ch'usaj. Para mi.

(De la colección Vásquez).

APU INKA ATAWALLPAMAN AL SE~OR INKA ATAWALLPA

¿Ima k'uychin kay yana k'uychi ¿Qué iris nefando es este negro
Sayarimun? · Iris que se alza?
¡Qosqoj aunqánpaj millay wach'i Horrenda flecha el enemigo
Illarimun, Del Cuzco blande.
Túkuy imapi sajra chijchi. ¡Granizada siniestra por doquiera
Tºakakamun! Se desparrama!

Watupakurqan , sunqollaymi A menudo mi coraz6n


Sapa kutin: Entreveía
Musqoyniypipas ch'ijmi ch'ijmi En mi vigilia y en mi sueio
Uti, uti, Y en mi letargo
Chiririnka phinchatarajmi Al abejorro maléfico
Aqoy phuti. Y maldito.

Inti tutayan q'elluyaspan El sol se vuelve macilento y se


(ennegrece
Uj watuypi; Misteriosamente
Atawallpa ayachaspa Amortajando a Atawallpa
Chay sut'inpi; Con su luz mortecina
Wañuynillanta sh 'ikachaspa Y llorando esta muerte sucedida
Uj chºillmiypi. En un instante

Umallantas wit'unkuña Los enemigos repugnantes


(mutilaron
Millay auqa; Ya su cabeza
Yáwar mayus purisqanfia Y ya un rio de sangre va
(inundando
P'alqa p'alqa. La encrucijada.
Q'eJmaj kirus y11.rphachakunña Sus dientes crajldores ya han
Llákiy sallqa. (mordido
El páramo de la· tristeza
Titiyanñas Inti ñawillan Y sus ojos de Sol se han vuelto
Apu lnkaj. De plomo.

Chiriyanñas jatun sunqol!an El coraz6n enorme de Atawallpa


AtawállpaJ. Ya se ha enfriado.
JESUS LARA

Tawantinsuyu waqallasqan Todo el Tawantlnsuyu está ahora


Jik'ispáraj. Sollozando.

Pacha phuyus tiyaykamunña Hast.a la tierra se ha cubierto


Tutayaspa. De densa niebla.
Mama Killas qanparmananña La Madre Luna, en su angustia,
(parece enferma
Wawayaspa; De ictericia.
Túkuy imapas pakakunña Van encogiéndose seres y cosas
Llakikuspa. De pesadumbre.

Jallp'as mich"akun mijllayllanta Niega la tierra su regazo


Apullánpaj , A su señor,
P'cnqákuj jina ayallanta Cual si se avergonzara del
(cadáver
Munajnfnpaj. De su amante,
Manchákuj jina waminqanta Cual si temiera devorar
Millp'unqánpaj. A su adalid.

Qaqapas ch'illan apunmanta Por su señor hasta las peñas se


(estremecen
Wankakuspan; Y se lamentan.
Mayupas qhaparin phutiymanta Hasta el río grita vencido
Junt'akuspa. Por el dolor.

Wiqekuna khuska tanta Lloremos todos Juntos


Mich'ukuspa. Y recogidos.
Pi runa mana waqanmanchu ¿Habrá hombre capaz de no
(llorar
Munajnfnpaj? Por aquel que le quiso?
Ima churin mana kanmanchu ¿Habrá hijo capaz de no ser fiel
Yayallánpaj? A su padre?

¡Ansh'ij, phútij sunqo k'irilla Gimiente corazón, acribillado


Mana t'ajlla! Y sin fortuna,
¿Ima urpin mana kanmanchu ¿Qué paloma no ha de pertenecer
Yananmanta? A su compañero,
¿Muspaykáchaj t'illa lluychu Y qué corza melliza extraviada
Sunqanmanta? A su corazón?

Yáwar wiqe qhechu qhechu Lágrimas de sangre arrancadas


Kusinmanta, De la ventura ida,
Rfrpuy phajcha wiqellanwan En vuestro espejo retratad
Ayallanta. Su cadáver
Armaykuspa wawa sunqonwan Y bañad con vuestra ternura
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 215

Mijllayllanta; El regazo
Chunka makin kamariyninwan De aquel que nos regalaba con el
(poder
Rurusqanta, De sus múltiples manos,
Sunqollanpa rijrallanwan Y bajo el ramaje de su corazón
P'intuykuspa, Nos daba albergue,
Qhasqollanpa llikallanwan Y con la sombra de su pecho
Qhataykuspa. Nos abrigaba.
Llákej íjmaj qhajyaynillanwan Con lamentos de viudas
Qhaparispa, Desoladas
Pallakunan muyuykunña Le han rodeado las esposas
Yanakama. Enlutadas.

Wíllaj Umu yaqollakunña El Sumo Sacerdote viste ya el


(manto sagrado
Arphankama; Para el sacrificio.
Llapa runa wachurikunña Han desfilado ya todos los
(hombres
Puytun kama. Hasta la tamba.

Wáñuy píitin, llaki muspan La reina se extravía bajo el peso


Mama qoya; De mortal dolor.
¡Mayu mayu wiqen phawan Ríos y r1os de lágrimas corren
Q'ellu aya! Sobre el cadáver amarillo.
Tíkay tikay ayallanpas, Está yerto su rostro,
Simillanpas. Yerta su boca.
¿Maytan rinki chinkarispayki ¿Dónde te alejas hasta que mis
(ojo■
:&awiymanta, Te pierdan,
Kay suyuta saqerispayki Dejando este reino sumido
Llakiymanta, En duelo,
\Yiñayllápaj t'aqakuspayki Separándote para siempre
Sunqoymanta? De mi corazón?

Wasi junt'a qori qolqewan ¡No obstante el aposento lleno de


(oro y plata,
Yúraj auqa, El enemigo blanco,
Atiy míllp'uy millay sunqowan Envanecido por el triunfo su
(mezquino
Tanqa tanqa; Coraz6n;
Aswan aswan t'ituy munaywan Airado páramo siempre sediento
Phiña salqa, De fortuna,
¡Túkuy imata qosqajtiyki No obstante todo cuanto le
(obsequiaste
Sipisunki! El eaeml¡o te ahorcó!
216 JESUS LARA

Munayninman junt'aykuchinki Sólo tú su malsana voluntad


Qan sapayki Colmaste;
Qaqa-markapi wañuspayki Pero tu vida en Cajamarca
P'uchukanki. Se extinguió.
Thukuruyanña sirk'aykipi Está cuajada ya en tus venas
Yawarniyki; Tu sangre
Qhoqayarinñan ñawiykipi Y bajo tus párpados ya se ha
(marchitado
Rikuyniyki: Tu vista.
Ancha q6yllur lliphiynillanpi En el brillo de alguna estrella está
(escondida
Qhawayniyki. Ta mirada.
Anchhin, phutin, purin phawan Tan sólo tu paloma sufre y gime
Urpillayki, Y deambula.
Muspa muspa llakin, waqan Perdida en el dolor solloza la que
(tuvo
Sunqollayki. Nido en ta corazón.
Aqoyraki ñak'ariywan Con el tormento del desastre
Sunqo p'aki. Se quiebra el pecho.

Chullmi chullmi qori wantu Te han robado tu litera de oro


K'irauniyki, Y ta lecho,
Tukuy ima qori puytu Y todos los tesoros que han
(hallado
Rak'i rak'i. Se han repartido.
Uj makipi ñákay qotu A martirio perpetuo condenados
T'ipi, t'ipi Y destruidos,
Tnnki tnnkl yuyaymanaspa Ca viiantes y con el pensamiento
(fugitivo
Sapallayku, Lejos de nuestro mondo,
Mana llanthuyuj rikukuspa Viéndonos sin refugio y sin auxilio
Waqaskayku, Estamos llorando,
Mana pi :nayman kútirispa Y sin saber a quién volver los ojos
Muspasqayku. Nos estamos perdiendo.

i,Atmqachu sunqollayki, ¿Permitirá tu corazón,


Apu lnka, Rey soberano,
Kanayhuta chínkc1y chaki Que vivamos dispersos
Mana kuska, Y errantes,
Sh'iki sh'iki uj_pa makinpi A .extraño poderlo sometidos
Saruchasqa? Y pisoteados?
:&ujñu wásch'ij ñawillaykita Descúbreme tus ojos que herir
(saben
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 217

Kicharimuy, Como flecha magnánima,


Ancha qókuj makillaykita Extiéndeme tu mano que concede
Mast'arimuy, Más de lo que uno pide
Chay samiwan kallpanchasqata Y, confortado con esa ventura,
Ripuy niway. Dime que me retire.

(De Poesia folklórica quechua,


de J. M. B. Farfwi).

ATAWALLPA WA~UY LA MUERTE DE ATAWALLPA

Rukhu kuskungo Sobre el pacay enorme


J atun pa'taypi El viejo hubo
Wáñúy waqaywan Con s11 fúnebre lloro
Waqakurqami, Se lamentaba;

Urpi ushwapas Y la tierna paloma


J anaj yurapi En la alta fronda
Llaki llakilla Presa de honda amargura
Waqakurqami. Se lamentaba.

Phuyu phuyulla Los crueles blancos


Wiraquchami, Que oro pedian,
Qorita ñispha Como una plaga
Junt'arirkami. Nos invadieron.
Inka yayata Al padre lnka,
Jap'iykuchispa Después de hacerle prisionero,
Siripayaspa Después de infundarle confianza,
Wafí.uchirqami. Muerte le dieron. •

Puma sh,mguwan, Con entrañas de puma,


Ato,; makiwan, Con astucia de zorro
_Llamata shina Tal si fuera una llama
Tukuchirqami. Le remataron.
Rúntuj urmashpa, Después, el rayo hendió los aires,
Illapantashpa, Se desplom-ó el granizo,
Jnti yaikushpa Desapareció el Sol
Tutayarqami. Y se impuso la noche.

Amautakuna Y los sabios ancianos,


Mancharikuspa, Vencidos por el miedo,
Káusaj runawan Junto con muchos hombres
P' anparirqami. Vivos se sepultaron.
¡Imashinata ¡Cómo no he de verter
Mar,a llakisha Amargo llanto
218 JESUS LARA
&uqa llajtapi Al ballar en mi tierra
Shujta rikuspa! Gentes extrañas!

Turikunalla Juntémonos tan s6lo


Tantanakushun, Los que somos hermanos
Yáwar panpapi Y en la llanura ensangrentada
Waqanakushu11. Nuestro dolor lloremos.
Inka yayalla, Tú, Inka, padre mío,
Jánaj pa<'hapi Que habitas el mundo de arriba,
&uqa llakita Siempre serás testi¡o
Rikunkiyari. De mi infortunio.

¡Kayta yuyaspa ¡Pienso en todo esto


Mana wañuni! Y aún no muero!
¡Shungu JluJsh1spa ¡Mi corazón ya está fuera del
(pecho,
Kausarikunil Y vivo todavia!

(De Antología Ecuatoriana,


de Juan León Mera).
EPOCA COLONIAL

POESIA SAGRADA

CHUCHULAYA CHUCHULAYA
Waqayniywanmin súnqoy Tanto he llorado, que está ya
• (llanp'uña, (inerte mi corazón.
Qhawaykullayña, jatun Mamay. Vuelve a él los ojos, Madre
, (inmortal.
Unanchayniyta k'anchaykullayña Que tu luz bañe mi soledad,
Chakiykimanta nis ripusaj. Pues de otro modo de tus pies
(nunca me he de alejar.

Mánchay laqháyaj, únphuj kay Densas tinieblas, males sin


(pacha, (término llenan el mundo.
Pántay pantaylla purisqay chay. Y sólo encuentro culpa y falsía
(por donde voy.
Wajchayki kani, munakujniykij Soy tu mendigo. Con la ternura
Munakuyninwan qhattaykuway. De quienes te aman cobijame.

Qanmin suyáyniy, llunp'áyniy Tú eres mi alivio, tú eres mi


(kanki, (dicha, oh, hermosa reina,
Kusiynin kanki, súmaj qoyay. Y eres ejemplo de castidad.
Phiñakuyniyki ni jáyk'aj kanchu, En tí el enojo nunca ha existido.
Jánaj pachaman phawachiway. Al alto cielo condúceme.

Phukuyniykita llanp'uta qoy Dame tu aliento confortativo


Kay kausayniyma.n.--- '--~'i 1'ú que eres, Madre, mi entero
C\lapay. (bien.
Sayk'usqa kani ansaqeS;qajlla. Me hallo cansado, me hallo
(rendido.
Pusakapúway, qhespichiway. Llévame al cielo, libértame.
(De la colección Vásquez).
220 .JESUS LARA

ORACION A LA VIRGEN SIN MANCILLA

J ánaj páchaj kusikuinin _ Dulce alegría del cielo


Waranqata much'asqayki, Mil veces reverenciada,
Yúpay rurupúqoj mallki, Arbol de innúmeros frutos,
Runakúnaj suyakuynin, Esperanza de los hombres,
Kallpannajpa q'emikuynin, Auxilio en el desaliento,
Wajyasqayta Mi llamada

Uyaríway much'asqayta Y mi adoración atiende,


Diospa ranpan, Diospa maman, Madre y guía del Señor,
Yúraj tujtu jamanqayman Señalada cual la blanca
Yupasqalla, .qollpasqayta, Y tierna azucena, a tu Hijo
Wawaykiman suyasqayta Lo que padezco y espera
Rikuchfllay Muéstrale.

Chijchijkáchaj katachillay Refulgente Cruz del Sur,


P'únchan púsaJ kiyan tupa Real directora del día,
Qan wajyájpaj, mana upa Escuchale aJ que te llama
Qesaykita jamuynillay Y se acerca a tu morada.
Piñasqayta qhespichillay Sálvame del cautiverio,
Susurwana Susurwana.

Ñ'uqa jina pin wanana En mi estirpe y entre todos


Mitan manta sananmanta Los que ,le Adán descendieron
Tijsi múchuj churinmanta No hubo como yo indócil
Llapa yállij míllay mana Y abominable sin par.
Much'apúway yasuiwana Reverencia en lugar mio
Wawaykita. A tu Hijo.

Wiqeta rikuy pinkijta Mira cómo brota el llanto


Súkay súkay waqasqajman Del que tarde se arrepiente.
Sunqo q'ewi phutisqajman Al que con su pena inspira
Kntiríchiy ñawiykita, -Compasión, vuelve los ojos,
Diospa maman. Madre de Dios.

Jánaj páchaj kallasanan Sagrada estirpe del cielo,


K'ánchaj p'unchau tutayáchij Que en noche convierte el dia,
Ki!la phajsa raurayáchij La luz de la luna enciende,
Angelkúnaj qhochukur.an Alegria de los ángeles,
Jinantinpa rirpukunan Espejo del mundo entero,
Káusaj puJyu. Fuente de vida.

Qhapajmanta míraj suyu Heredad rica y fecunda


Qhapajkúnaj qhapajninpa De aquella· de quien naciera
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 221

~aupamanta wachajninpa. El más grande de los Reyes.


Gracia ,úkuj, ajlla phuyu Gracia plena, nube de oro,
Qanpin suyan tijsi muyu El mundo sólo en ti espera,
Dios kusichij. Gozo de Dios.

Qorí ·wantu Dios puríchiJ Litera en que Dios camina,


Uj simiwan juñispalla Obedeciendo a una sola·
Dio~ churita chaypachalla Palabra, al Hijo de Dios
Wisaykipi runakáchij, En tu vientre le hiciste hombre
Ukhuykipi kamakáchij , Y le hiciste Juez supremo,
Rúmij markan. Abogada del hombre.

Wayna wállpaj kúsij markan Del Creador Hijo asesora,


Pukaranpa qhespi punkun Escape de su baluarte;
Awasqaykin, . púpay unku lmpercedera prenda,
Qantan allwfpaj ajllarqan Te eligió a ti para urdirla
Kikijkipftaj munarqan Y resolvió en tus entrañas
Rana kayta. Hacerse hombre.

Usachipúway kausayta · Df que me otorgue la vida


Puruntaski upaykuywa Con tu virginal acento,
TJios sisaj inkill uywa Jardín en que Dios florece,
Maymantánaj, Aqoyyayta A El, que nos convierte en polvo
Usachijman, qan Mamayta Y te escucha, oh, Madre, que eres
Katacbllla. La Cruz del Sur.

K'ánchaj rauraj súmaj killa Luz radiante, hermosa luna,


Cheqan púnchaupa siqaynin Augusta aurora del día,
Jinantinpa suyakuynin, En quien todo el mundo espera,
Qan millájpaj chuki illa Joya del oro más puro,
Mana yáuyaj panpakilla Claror de luna sin mengua,
Diospa llajta. Ciudad de Dios.

Kanman Qoya, pillan pajtan Reina excelsa, ¿quién consigue


Túkuy santokunamanta Igualarte entre los santos
Llapa Angelkunamanta Y entre los ángeles todos?
Supaypa umanta wajtan Hiere al diablo en la cabeza
Allpawan tupujta t'ajtan Y le apabulla en el suelo
Sutillayld. Tu solo nompre.

~újñu rúruj chunta mallki Palmera de tiernos frutos,


Runakúnaj múnay qallcha Mies de l\mor de los mortales,
Púkay púkay súmaj phallcha Purpúreo y rojo racimo,
Sutarpu tukúchij kallki Embellecida morada,
Qhespi wanpu. Nave salvadora.
222 JESUS LARA

Qanmi kanki qhápaj tanpu Eres suntuoso refugio,


May maykamapas uyaylla Doquiera estás, nos escuchas,
Qhatiqiykípaj munaylla Para el que te ama y te sigue
Jatun sunqopas ayranpu Es tu corazón muy grande
Wajchakhúyaj Y clemente.

Wisq'aykusqa kusi rrmya Plácido huerta cerrado,


Qhápaj yáyaj qaynakunan Morada del Padre Eterno,
Yúpaj t'ika ajllakunan Flor entre mil escogida,
Jesús puríchij uruya ' _ Guia augusta de Jesús,
Pillku ch'ántaj k'ánchaj kuyau Arbol de luz, ave pia
Suyakúnkay. En quien espero,

Sapallaykin q'emikúnkay Tú sola eres, Madre mia,


Kanki mama, kay pachapi En est~ mundo el descanso.
Ñ'a wañújtiy uj pachapi Cuando me muera, en el cielo
Kusikuyman thaskikúnkay Serás la senda del gozo
Qhochukuyman yaykuykúnkay Y de la eterna ventura
Qhápaj punku. Puerta sagrada.
(De Ritual Formulario, e Ins-
titución de Curas, de Juan Pé-
rez Bocanegra).

ENDECHA A LA VIRGEN
Ah, k'anchaj qóyllur Fulgente estrella,
Súmaj Maria Bella Maria,
Mamayku, Madre nuestra,
Qantan anchhispa A ti, gimiendo
Qantan llakispa Acongojados,
Wajyayku. Te llamamos.
',
Wawaykikuna Como hijos tuyos
Juchapi intuspa, Estando envúelto1
Kashqaspa, En pecado,
Ñ'awisniykuta A ti volvemos
, Kutirichiyku Nuestras miradas
Waqaspa. Llorando.

Sh'ika llakiyta, Con qué tristeza,


Sh'ika phutiyta Con qué amargura
Rejsiyku; Te encontramos;'
Chayrayku ari Es asi cómo
Ruraqeykuman A nuestra Madre
Kutiyku. Volvemos.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 223

&aupa kunajta Antiguamente


Khuyapayaqen Habla seres
Kallarqa; Piadosos;
Uj Ester nisqa Esther era una,
Runasninrayku Que a sus vasallos
Sayarqa. Defendl6.

Kunan llakiypi En nuestra pena


Súmaj Esterqa La bella Esther
Qan kanki, Eres t6,
Chayraykun ari Porque amorosa
· Wawaykimanta Llegas a tu Hijo
Mañanki. Y le imploras.

Khuyapayékuj Porque encontramos


&awisniykita Misericordia
Rejsispa, En tus ojos
Túkuy sunqowan A ti acudimos
Qanman jamuyku Guiados por nuestro
Ansh'ispa. Corazón.

Juchaykutari Y nos perdonas


Panpachawayku Nuestros pecados
Yuyaspa, Pensando
Kasqa sunqoyld Que fue tu pecho
Uj kuchilluwan Atravesado
T'ipasqa. Por un puñal.

Kay qhárqoy pacha Cuando este mundo


P'uchukajtinri Para nosotros
Qowayku, Concluya,
Gloriata wíñay Haz que alcancemos
Tarinaykúpaj La gloria eterna
Qanrayku. Por tu mano.

Ah, ñujñu Virgen, Ah, tierna Virgen


Ah, llakipáyaj, Que en nuestra pena
Khuyékuj, Nos asistes,
Qanllamin kanld Sólo tú puedes
Wawaykimanta Rogarle a tu Hijo
Mañákuj. Por nosotros.

(Colección de J. Lara).
224 JESUS LARA

EL PANAL

~oqajchá ñinkichij kay Diréis que mios son estos


(qellqasqayta, (escritos.
Manan' ñoqajchu, No es evidente. Son los de los
(amautakunajmi, (amautas.
Fueron ellos que igual que las
Paykunan ari wanq'uyru jina (abejas,
Misk'ichirqanku. Los endulzaron.

Kay misk'itaqa tikayachirqanku Esta miel que gustáis la


(fabricaron
Jamut'ayninwan wanq'uyrukuna, Con su sabia experiencia las
Qollanan t'ikanmanta (abejas,
(ch'unqaspari Que libando en las flores más
(preciadas
Tikayachirqan. La substanciaron.

~oqapas a,ri misk'inta ch'unqaspa Yo así también, con esta miel


Qankunajta ari , (nutrido,
(mikhuchillaykichij. Trato de procuraros alimento.
Maymantarajmi ñuqa '
(yachakuyman De otra manera no tendría nada
Tikayachiyta. Que presentaros.

Kay tikayachiyqa Sólo los sabios esta miel


(amautakunajmi, (fabrican.
Manan rijrayqa sh'ikata No alcanzan a volar tanto mis
(phawanchu. (alas.
Para acendrar 1$S flores soy lo
T'ikankunajta pallanalláypaj (mismo
Ch'uspillan kani. Que humilde mosca.

Mikhulláychij ari yachakujkuna Los que queréis saber, picad


Misk'isujtiyki (con gusto,
(yupaychallankíchij. Que al saborear la miel
~oqallapajqa puchullawanmi (aprenderéis.
El saber que hay aquí, para mí
Yachakunalla. (solo,
Es demasiado.
(De Elementos de Gramática
Quechua, de José Fernández
Nodal).
LA _!.,ITERATURA DE LOS QUECHUAS 225

POESIA PROFANA

YANA ~AW\ICHAYKI TUS OJOS NEGROS

Chay chay yana ñawichayki, Esos, esos tus ojos negros,


Chay chay ch'aska ñawichayki, Esos, esos tus ojos de lucero
Sunqoyta suwashallallawan, El corazón me están robando,
Sunqoyta sumashallallawan. Con su belleza me lo están
(quitando.

Chay chay ch'aska ñawichayki, Esos, esos tus ojos de lucero


Chay chay yana ñawichayki, Esos, esos tus ojos negros,
Imápaj qhawapayawarqan, Por qué traviesos me miraron,
Jayk'ápaj yuyarikuwarqan. Por qué me eligieron a mi.

Manáraj ískay p'unchauchapi, Para decirme: "Vete, aléjate",


Manáraj kinsa p'unchauchapi, Para decirme: "Sal de aqui"
Sin que hayan transcurrido aún
Pásay, rípuy niwanánpaj, (dos días,
Sin que hayan transcurrido aún
Pásay, llójsiy niwanánpaj. (tres días.

Chay chay sh'illu chujchachayki, Esa tu oscura cabellera,


Chay chay suni chujchachayki, Esa tu larga cabellera,
Sunqoytan suwarqoshawan, El corazón me está robando,
Sunqoyta sumarqoshawan. El corazón me está embrujando.

Chay chay yana ñawichayki, Esos, esos tus ojos negros,


Chay chay ch'aska ñawichayki, Esos, esos tus ojos de lucero
Sunqoytan suwarqoshawan, El corazón me están robando,
Sunqoyta sumarqoshawan. Con su belleza me lo están
(quitando.
Del Diccionario Kkechua - Es-
pañol, de Jorge A. Lira).

Pukuypukuychállay TIERNO PAJARILLO

Janan punapi pukuypukuychá- Tierno pajarillo que en la puna


(llay, (vives,
Chirita muchuspa túnpay masi- Sufriendo este frio eres como yo ..
(chállay .. .
¡Urpichállay! ¡Sunqochállay! .. . ¡Palomita mfa! ¡Mi corazonclto!
Chiricha, ch'ipacha, wayracha Tenaz es el frio, bravio es el
(waytacha, (viento.
226 JESUS LARA

Mana imamanta túnpay inasi- Sin raz6n algnna eres como yo.
(cbéllay.
Chiricha cb'ipacha, waytacha Tenaz es el frio, bravfo es el
(wayracha, (viento.

Llaulli t'ikacha, tánkar khishka- Roja flor de llaulli, espina de


(chállay ... (zarza ...
~awicbaykiwan .ñawichallaywan Tus ojos y mis ojos
Ima munaytan qhawaykunakun, Con cuánta ternura se miran,
¡Urpichállay ! ¡Sunqochállay! ... ¡Palomita mia! ¡MI corazonclto!

Chiricha cb'ipacba, wayracha Tenaz es el frio, bravfo es el


(waytacha (viento.
Llaulli t'ikacha, tánkar khishka- Roja flor de llauli, espina de
(chállay ... (zarza ••.
Cuando yo me vaya, cuando yo
~uqa ripújtiy, .ñuqa pasájtiy, (me aleje
Unuy parastas waqaykukunki, Como llueve el cielo así llorarás,
¡Urpichállay ! ¡Sunqochéllay ! ¡Palomita mia! ¡Mi corazonclto!

Chiricha ch'ipacha, wayracha Tenaz es el frío, bravío es el


(waytacha (viento.
Mana imamanta túnpay masi- ¡Sin razón alguna eres como yo! ..
(chillay ...
Llaulli t'ikacha, t'ankar khish- Roja flor de llaulli, espina de
. (kachállay ... (zarza ...
Sunqochaykiwan sunqochallay- Tu corazondto y mi coraz6n
(wan
Ima munaytan munaykunakun, Con cuánta ternuran se quieren,
¡Urpichéllay! ¡Sunqochállay! ¡Palomita mia! ¡Mi corazoncito!

(Ibtd).

ARAWI CANCION

Mamayri runayawasqa MI madre en medio de las nubes


Para, phúyuj sunqollanpi, Y la lluvia me habla concebido,
Phuyu jina muyunáypaj, Para verme vagar como las nubes,
Para jina waqanáypaj. Para verme llorar como la lluvia.

Nánay k'iraupin yurinki -Has nacido en la cuna del


(martirio-
Mamayqa niwarqamari, Me dijo en su dolor.
P'intuykulláwaj risparl Y al envolverme en los pall.aies
Mayu jinamin waqarqan. Como rfo en crecida solloz6.
• LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 227

Manas pachas- rejsinqachu Es imposible que conozca el


(mundo
:&óqay jina wajchataqa. Un ser tan desdichado como yo.
Jáqay yurfsqay tutaqa Maldita sea para siempre
Wiñáypaj ñakasqa kachun. La noche aquella en que naci.

De la colección Méndez)

WAY~U WAY~U

Qayna qaynamanta Hace mucho tiempo


Willarqayki, Te dije
Paña rijracha:ypi Que estaba a mi diestra
Kanka, ñispa. Tu sitio.

(Ama nipuwaychu (No le digas nada


Urpichayta, A ella-.
Pusakapusajrni Me la llevaré
Karullata). Muy lejos).

Múnay ñawichaykin Con su luz de estrella


Sunqollayta, Tus ojos
Ch'aska kaynillanwan De mi corazón
Suwawasqan. Se adueñan.

Suni chujchachaykin Tus largos cabellos,


Yuyayllayta Sin que me dé cuenta,
Sh'illu kaynillanwan Con su sola negrura
Aysawasqan. Me arrastran.

T'ika uyachaykin Cuán bella es la flor


Súmaj kaspan, De tu rostro,
Maypas much'aykuyraj Y tu hermosa boca
Simichayki. Digna del beso.

Qhasqochallaykiri Pero es más hermoso.


Aswan súmaj, Tu pecho,
Rit'i kaynillanpi Y su Uerna albura
Rurukúyraj. Más adorable.

Qhesijraykikuna Tus cejas son como


Iskay k'uychi jina, Dos lrls.
Sapa qhawarfjtiy La vez que las miro
Sayarimun. Se levantan.
228 JESUS LARA

Tupanaykukuchun Qae nuestras dos bocas


Simillanchis. Se fundan
Rlmanaykukuchun Y nuestros eoramnes
Sunqollanchis. Se comprendp.
(De Poesfa folklórlca que-
chua. de J. M. B. FarfAn).

YUYARIY, URPI ACUERDATE PALOMA

Yúyariy, urpi, Acuérdate, paloma,


Purisqanchijta, Que juntos anduvimos;
Munanakuspa No olrides que vivimos
Kausasqancbijta. Por el amor anldos.

Qhespirisqani Ahora me voy quedando


Sápay fiak'6rij. Solo a sufrir;
Lfjray watasqa Tengo atadas las alas
Mana phawireJ. Y no puedo volar.

Rejsiwajkuna. Amigos· mfos,


QayllaykuwiychiJ. Venid a donde estoy,
Khipuykunata Venid y desatadme
Phaskaray¡iycbij. Las ligaduras.

Mana atispari Si no logrils salvarme,


Khuyaykuwiycbij. Teuedme compasión
Asullaypifia Y aqal a mi lado
Waqaysiwiycbij. Lloraíl conmigo.

Rísaj, ripúsaj Me he de Ir, con todo,


ChinkAnay kama, Basta perderme,
Waj munaqeyta Basta encontrar
Tarmay kama. Un nuevo amor.

Chay uj munisqay Mi nueva amada


Phurunchawanqa: Me ha de mimar;
Yananta Jina Como a su compaiiero
Munakuwanqa. Me ha de querer.

Manaña atisaj Y si ya no he de haUar


Tariyta chayri, El nuevo amor,
Tukukamusaj Caminando sin rumbo
Chay pur1sqaypi. Me voy a consnmlr.
Clbld).
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 229

TAKI CANCION

Chinkachisuspa, úrpiy killaña, Habiéndote perdido, mi paloma


(de lnz,
Mask'amurqayki súnqoy k'irisqa, Te fue a buscar muy lejos mi
(herido corazón.
lcha maynijpi tinkuyman nispa "Tal vez podré -decia- hallarla
(en algún slüo
~awillantapis qhawaykunáypaj. Para volver a verle siquiera las
(pupilas".
Kayta mamayta wasiytawanqa Tuve que abandonar a mi madre
(y mi casa
Saqerparispa mask'amurqayki, Para ir en pos de tf.
Ch'ujllallantapis rejsiykamuspa "Quizás -decia- al ir a conocer
(su choza
lcha chaynijpi tariyman nispa. Me fuera dado hallarla".

De la colección Méndez).

MANCHAY PUITU MANCHAY PUITU

¿Uj k'ata kusiyniy ·kajta ¿ Qué tierra cru-,1 ha sepultado


Mayqen jallp'a millp'uykapun? A aquella que era mi única
(ventura?
Saqerqani qhallallajta, Lozana la dejé como una flor.
¿Sajra wayrachu apakapun? ¿Algún viento maligno tal vez se -
(la ha llevado?
Purisqin pallani, Voy siguiendo su rastro,
Llanthunta mask'ani. Voy buscando su sombra,
¿Kikin pay llanthuykuwanchu, ¿Es ella quien me da su sombra
(en el camino
Waqayniypaj ayphullanchu? O es sólo el velo de mis lágrimas?

Masqochakús much'aykuni, La voy solando y la beso en mi


(sueño.
¡T'ukuni chay, rimaykuwan! En mi congoja, ella acude y me
(habla. .
¡Muspani ichás, pay riliuni! En mis horas de turbación le veo.
K'anchásqaj phawaykamuwan. . En un vuelo de luz baja hasta mi.
¿Wañuchikuymanchu? ¿Fuera mejor que me matara?
¿Phiñakuwanmanchu? ¿Quizá mi muerte la ofendiera?
Wañuchikuspa qayllayman, Con la muerte podria
(aproximarme a ella;
Astawanchus karunchayman ... Pero tal vez me alejarla más.
230 JESUS LARA

P'anpasqannijta jasp'ini Voy añorando la tumba en que


(duerme
Waqaspa paran paranta; Mientras cae mi llanto como
(lluvia sin fin;
Unuyanchun jallp'a nini Creo que asi se ha de ablandar
(la tierra
Mask'arqonáypaj uranta. Para buscar después en el fondo
(a mi amada.
:&oqan mayllapipis, Dondequiera que sea,
Jallp'aj sunqonpipis, Así en el seno de la tierra,
:&~,qalla munakusqayki, Mujer, yo solo he de adorarte
¡Sapallay wallukusqayki! Y nadie, sino yo, te ha de mimar.

Aswan q'oñi samayniywan Con el calor más tiemo de mi


(alienl'o
Phukuykús kutirichfsaj, Conseguiré devolverle la vida.
Ojllaykúsaj, much 'ayniywan La abrazaré, la besaré, y mis
(besos
Alliymán rijch' arichfsaj. Despl!rtándola irán suavemente.
Mana chayri, jé.muy, Mas, si asi no ha de ser,
Múyuj wayra, usqámuy; Ven, no tardes, ciclón,
Laqhayayniyki upiykuwachun. Que tus hondas tinieblas me
(devoren
Ukhunpi chinkachiwachun. Y en ellas para siempre
(desaparezca mi vida.

Waqayniywan joq'ochasqa. Tú, tierra humedecida con mis


(lágrimas,
Khúyaj jallp'a, qhataykuwayku; Tú, tierra generosa, albérganos.
Karqaykumin ujllachasqa, Una sola unidad formanos en el
(mundo;
Ujllañapuni kasqayku. Quiero que asi quedemos para la
(eteruidad.
:&oqa tuta kani, Yo soy la noche misma,
Ch'intamin munani, Busco la soledad.
Llákiy kani, yuyayniyta Yo soy la propia carne de la
(angustia
Munani chinkarichiyta. Y quiero huir aun de mi pensa-
(mlento.

Tullullantapis sik'isaj Mas, no. Le arrancaré siquiera


(un hueso
Ojllayniypi kakunánpaj; Y lo tendré en mi seno tal si
(fuera ella misma.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 231

Qenamanmin tukuchfsaj Se convertirá en quena entre mis


(manos
Waqayniywan waqanánpaj. Y llorará mis propias lágrimas;
Jánaj pachamanta, Desde la eternidad,
Lliphípej chaymanta, Desde el origen de la luz,
¿Paymin sina wajyawasqan? ¿Es tal vez ella quien me está
(llamando?
¡Manan! ... ¡Qenállay waqasqan! ¡No! .. ¡Es tan sólo el lamento
(de mi quena!
(De la colección Teófilo Var-
gas).

POEMAS DE W ALLPARRIMACHI

MUNARIKUYWAY AMAME

Qanllapin súnqoy, Sólo en ti está mi corazón


Qantan rikuyki Y cuando sueño
Mosqoyniypipas. No veo a nadie sino a tí.
Qanpin yuyani, Sólo en ti pienso
Qantan mask'ayki Y a tí también te busco
Rijch' ayniypipas. Si estoy despierto.

Inti jinamin Igual que el sol


Ñawiykikuna Fulguran para mi
Ñuqápaj k'anchan. Tus ojos.
Ñáuray t'ikari En tu faz se abren,
Uyaykipimin Para regalo mio,
Ñuqápaj phanchan. Todas las flores.

Chay ñawillayki La lumbre sola


K' anchaynillanwan De tus pupilas
Kausachiwántaj. Me da la vida.
Phánchaj simiyki Y tu boca florida
Asikuyninwan Con su sonrisa
Kusichiwántaj. Me hace dichoso.

Munakulláway, Ven, y ámame,


Irpa urpilla, Tierna paloma,
Mana manchaspa. No temaii nada.
Ñuqa qanrayku Pese al destino
Wáñuy yachilsaj Yo te amaré
Qanta munaspa. Hasta la muerte.
(De la colección Méndez).
232 JESUS LARA

IMAYNALLATAN ATIYMAN ¿COMO PUDIERA HACER?

¿Imaynallatan atiyman Cómo pudiera hacer


Yana sh'illu chujchaykita Para peinar con peine de oro
Qori ñajcha'awan ñajch'aspa Tu negra y encantada cabellera
Kunkaykipi pujllachiyta? Y ver cómo ella ondula al redor
(de tu cuello?

¿Imaynallatan atiyman Cómo pudiera hacer


Ch'aska q6yllur ñawiykita Para que los luceros de tus ojos
~ausa kayniyta kichaspa Abriendo el caos de mi ceguedad
Sunqollaypi k'anchachiyta? Sólo brillarán en mi corazón?

¿Imaynallatan atiyman Cómo pudiera hacer


Puka mullu simiykita Para beber tu aliento y conseguir
Samayniykita umispa Que el rojo coral de tus labios
Astawánraj phanchachiyta? Se volviera más bello todavía?

¿Imaynallatan atiyman Cómo pudiera hacer


Rit'i sánsaj makiykita Para que la pureza de tu mano
Jamanqayta p'enqachispa Avergonzando a la azucena
Astawánraj sansachiyta? Reverberara todavía más?

¿Imaynallatan atiyman Cómo- pudiera hacer


Chay súmaj puriyniykita Para que el ritmo de tu andar
Sapa thaskiypi t'ikata En cada paso fuera derramando
Astawánraj mut'uchiyta? Más flores que las que hoy le veo
(derramar?

Kay tukuyta atispañari Y si me fuera dado hacer todo


(esto,
Atiymántaj sunqoykita Ya podría plantar tu corazón
Súnqoy chaupipi mallkispa Detro del mio, como UD árbol,
(para verlo
Wiñáypaj phallallachiyta. Eternamente verdecer.

(lbld).

KACHARPARI DESPEDIDA

Cheqachu, urpi, ¿Cierto es, paloma mfa,


Ripúsaj ninki, Que te has de Ir
Karu llajtaman A UD pais muy lejano
Mana kutfmuj? Para no retornar?
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 233

¿Pitan saqenki ¿A quién has de dejar


Qanpa tupupi, En tu nidal
Sinchi llakiypi Y en mi tristeza a quién
Asuykunáyp~? He de acudir?

Rinayki ñanta Enséñame. el camino


Qhawarichfway. Que has dé tomar.
JS'auparisuspa Partiré antes que tú
Waqaynillaywan Y con mis llÍgrimas
Ch'ajchumusqásaj He de regar la tierra
Sarunaykita. Que has de pisar.

Maypachan ñanpi Y cuando sientas


"Intin ruphawan" Que en el camino
Ñiwajtiykiri, Te abrasa el sol,
Samayniykuna Se volverá nube mi atJento
Phuyu tukuspa Y la frescura de su sombra
Llanthuykusunki. Te irá a prestar.

Yakumantari Y cuando sientas


"Sinchi ch'akiwan" La mordedura
Ñiwajtiykiri, De la sed,
Waqayniykuna Se vol..-erá lluvia mi llanto
Para tukuspa \" te dará
Ujyachisunki. De beber.

Rumijpa wawan, Criatui:a hecha de pi.edra,


Qaqajpa churin, Pecho de roca,
¿Imanispátaj ¿Tendrás, para dejarme,
Saqeriwanki? Corazón?

Ñan ñuqapajqa El sol se apaga


Inti tutayan. Ya para mf.
Yánay chinkajtin, Porque se va mi amada
Múspay puríjtiy, Y camino sin rumbo,
Manañan pipas Ya nadie siente por mi un poco
"Ayau' niwanchu. De compasl6n.

Irpallarajmi, Eras muy tiema aún,


Urpiy, karqanld Paloma mia,
Maypacha ñoqa Cuando al haberte hallado
Intiwan jina Volvime ciego
Ñausayarqani Como sl hubiese contemplado
Qhawaykususpa . . De frente al sol.
234 JESUS LARA

:fil'awiykikuna · Como estrellas caudales


Phallállaj qóyllur Me inundaron tus ojos
Lliphipirerqa; De su esplendor
Rajra tutapi Y cual centellas en la noche
Illapa jina l\lf' hicieron mi c~inó
Muspachiwarqa. Torcer.

Ankaj rijranta Me prestaré el poder


Mañarikuspa De las alas del águila
Watumusqayki. Para Irte a ver
Wayrawan khuska Y junto con el viento
Wayllukunáypaj A regalarte entre mis brazos
Phawamusqayki. Acudiré.

Kausayninchijta En fuerte nudo nuestras vidas


Khipuykurqanchis. Atamos ya,
"Manán wañuypas . Para que ni la muerte nos pudiera
Rak'iwasunchu, -~esunir
Ujllaña kasun, Y erefmos que formariamos
Ujlla" ñirqanchis. Por siempre un solo ser.

Wañuyta másk'aj Yo he de marchar al campo


Ji.joqa risqani; De batalla.
Auqanchijkuna Los enemigos
Jamuyanqanku Se rendirán
Pukarankuna Si nn que su baluarte
J alatatajtin. Se desmorona.

Munásqay urpi, Paloma mia, que sabias


Phútiy ayqéchij, MI dolor ahuyentar,
Maypipas kásaj, Doquiera me baile, mientras viva
Qanllan sunqoyta Serás tú
Paqarichinki J.a única aurora que ilumine
Kausánay kama. Mi corazón.

Misti k'ajajtin Cuando se encienda el Misti


Yuyáway, ñuqan Acuérdate de mi, pues yo
Yayasqasqayki. Siempre estaré pensando en ti.
May kamañachus Por tu amor, basta dónde
Qanrayku chayan Ya habrá llegado mi viudo
Ijma sunqoyqa. Corazón.

(Textos Velasco Flor y Mén-


dez).
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 235

WAY&U WAY&U

Khuska tantallas Siempre vivíamos


Uywakurqanchis Juntos los dos
Munanakuspa; Y nos amábamos.
Ima sunqótaj ¿Con qué valor
Munasqaykita Te has de apartar
Saqerparinki? Del ser que amabas?

¿Kay jinapajchu ¿Era para esto,


Qan urpitaqa Paloma mía,
Munakurqayki? Que te adoré,
¿Kay sh'ika tuilla Para que antes de nada
Yana masinta Abandonaras
Saqerparijta? Al compañero que tenias?

Kay t'ipallaman Si te acercaras


Sispaykamúwaj, A mi refugio
Ujta niykiman, Aun te dijera
!chas atiyman Una palabra.
Llojsirqamuyta Tal vez pudiera salir de aquí
Khuská. ripuswan. Para marcharnos juntos los dos.

Júchuy orqopi Qué bien vivíamos


Yachasqan kanchis, En el collado.
Sapallaykiri Ahora, tú sola,
Músphay muspaylla, Como sonámbula, ¿por dónde has
(de ir,
¿Maytan purinki, Por qué camino
Maypin chinkanki? Te has de perder?

Kaytan willayki: Escúchame esto:


Waqayniymántaj Porque ahora lloro
Pajta chayáwaj; Por tu abandono,
Chayaspafiari No pienses nunca
''&akakuwanchu" Que estás sufriendo
:&iwankimántaj. Mi maldición.

T'ika munásqay, Flor que .he amado,


Súmaj qhallállaj, Bella y lozana,
¿Imátaj kayqa? Dime, ¿qué es esto?
¿ Yanantinmanta Habiendo juntos tú y yo vivido,
Sapachallayñan ¿Será posible
Rikukunáyqa? Verme tan solo?
236 JESUS LARA

Jinalla kachun. Sea. No importa.


Amátaj nijta Que nadie nunca
Uyarisajchu: De ti me diga:
"Sach'a sach'atan "Está vagando
Sapachakuspa De árbol en árbol,
Puriykachasqan". Sola y doUente".

Munakujkuna, Enamorados,
Sunqoyujkuna, Gentes con algo de corazón,
Uyariwaychis: Esto escuchadme:
Amátaj waman Que no termine
Silluyninpeqa Entre las garras
Tukuchichunchu. Del gavilán.

De la colección Vásquez).

¿IMAPAJ~ATAY KAUSANI? ¿PARA QUE VIYO YA?

Urpiyta chinkarichispa Porque he perdido a mi paloma


Mana samíyuj waqani. Estoy llorando sin ventura.
¿Mana munakusqaywanqa Sin la mujer que me queda,
Imapajñátaj kausani? ¿Para qué vivo ya?

~uqamari rikurqani Yo. soy aquel que una paloma


Uj urpi sh'ika k'achata, Tierna y amante se encontró.
Rikuspari munasqata La vi tan tierna y adorable
Qhasqoypi uywakurqani. Que la albergué en mi propio seno.

Túkuy sunqoyta qorqani. Le di entero mi corazón.


Kunanri phawarichispa Mas la dejé escapar
Purisqani ñak'arispa, Y estoy errando en mi tormento
Khúyay khuyayta waqaspa, Con mi dolor al mundo
(conmoviendo
Munasqaytapas ñakaspa, Y maldiciendo al cabo a mi
(adorada.
Urpiyta chinkarichispa. Y todo, porque la perdí.

Ayphurasqañas ñawiypas Ya están mis ojos casi ciegos


Kay sh'ika waqasqaymanta. De tanto que han llorado.
Qesachasqa urpiymanta, ¿Por qué será que lloro tanto
¿Imapajchus waqanipas, Por mi paloma desdeñado?

Imapajchus phutinipas? ¿Por qué será que tanto sufro?


Mana ñoqapichu kani, Estoy fuera de mi
Kikin sunqoyta fiakani Y maldi¡o a mi propio corazón,
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 23í

Urpiyta chinkarichispa; Y todo, porque la perdí.


Manaña rikuyta atispa No pudiendo ya verla
Mana samíyuj waqani. Estuy llorando sin ventura.

Kay sh'ikata mask'aspachus ¿Si no llego a encontrarla


Mana urpiyta tarisaj, Buscándola como la busco,
¿Imapichus rikhurisaj? ¿Qué destino me esperará?
¿Qarwayasa¡ waqaspachus, ¿Me vaciaré en mi propio llanto
'fukukúsaj wañuspachus? O acabará la muerte con mi pena".'
Icha yachaspa waqanqa, Qub:a al saber que peno ha de
(llorar
Waqaspari mask'awanqa. Y llorando vendrá a buscarme.
Qasin sápay rikhurinay, Me es imposible vivir solo,
Qasin samita tarinay Me es imposible hallar ventura
Mana munakusqaywanqa. Sin la mujer que me quería.

Urpillay, ¿maypitaj kanki? Paloma mía, ¿dónde estás?


¡,Ima waq'o ima jallp'átaj. ¿Qué tierra o qué barranco,
Ima sach'a, ima qaqátaj Qué árbol o qué peñasco
Shikata pakaykusunki, De este modo te esconde
:N'awi~manta suwasunki? Y a mis ojos te roba?
Qanllapi ñuqa yuyani, Tú no te apartas de mi
(pensamiento
Qanmanta waqaspa kani. Y eres la causa de mi desventura.
¡Urpillay, kutínpuy ari! '¡Paloma mía, vuelve!
Manachus janpunki chayri, Y si no has de volver,
¿Imapajñátaj kausani? ¿Para qué vivo ya?

(De la colección Méndez).

TAKI CANCION

Mákiy junt'a t'ikamanta De entre las flores que en la


(mano tuve
Qanllantan ajllakurqayki. Sólo a ti te escoJi.
Imaraykuchus qanllata No sé de qué manera sólo a ti
Sunqoypi q'esacharyayki. Anidar en mi pecho te dejé.

Tukuynijta pháwaj kúntur, Cóndor, que vuelas por doquiera,


Niway, ¿maymanta jamunki? Dime, ¿de dónde vienes?
Icha chay phawasqaykipi Tal vez hayas podido en el
(trayecto
Munasqaywan tinkukunki. Con mi amada encontrar.
238 JESUS LARA

Manamin ñáwiy saqenchu Hasta ahora en mis ojos no ha


(podido
Kay unu para waqayta. Agotarse la lluvia de las lágrimas.
Qanta rikuspallachari Sólo hallaría término
Tariyman kusi samayta. Viéndote a ti.

Khúyay khuyaytan purini Voy errando arrastrando mis


(penas,
Munayniykita mask'aspa , Queriendo tu -cariño recobrar.
Ch'isiyani, paqarini Hasta la noche y hasta el alba
Páray parayta waqaspa. Lloro y te busco sin cesar.

Káynij qaqa, cháynij orqo, Todo es peñasco y todo es monte.


¿Imaynatan rikÚsqayki? ¿De qué manera verte lograré?
P'isqo rijráyuj kaspachus Si fuera alado pájaro,
Phawaspa chayamusqayki.
Al punto volaría a donde estás.
Llajta llajtatas muyuni Acompañado por el viento
Wayrawan tanta purispa, De pueblo en pueblo vagabundo
(voy,
''Ichapas phutiyniymanta Creyendo así poder un poco
Tunpa samariyman" ñispa. De mi tormento descansar.

(lbid).

RIPUN:&A URPIY YA SE FUE MI PALOMA

Ripunña úrpiy Ya se fue mi paloma


Mana khuyaspa Sin apiadarse
:&ak'ariyniyta. De mi martirio.
Manan pimanpas Pero mis ojos
Tijray atinchu No pueden ahora
Kay ñawillayqa. Volverse a nadie.

¿Yuyarinkichu ¿ Te acuerdas, dime,


Rijray ukhupi Que entre mis brazos
Puñusqaykita? Dormir sollas
¿Kay qhasqoypiri Y que en mi pecho
Llanp'u q'esata Hallaste un día
Tarisqaykita? Blando nidal?

¿Pitaj aysarqon ¿ Quién de mi pecho


Kay qhasqoymanta Ha retirado
Súmaj llikayta? Mi hermosa red?
¿Pftaj suwarqon ¿Quién me ha robado
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 239

Yana rurunta La oculta lumbre


Ñawiyniymanta? De mis pupilas?

Wañunayanin Quiero morir


Mana rikuspa Si a mi paloma"
Irpa urpiyta. No la he de ver.
Kutinpullanman Ojalá vuelva
Khuyapayaspa Compadecida
Kay waqayniyta. De mi dolor.

(lbid).

KARUNCHAY PARTIDA

Urpi uywayta En ese arisco pedregal


Chinkachikuni Se me ha perdido la paloma
Rumi mumipi. Que me crié.
Pájtan tbr íwaj No vayas a encontrarla
Purisqaykipi, Cuando transites
Chay k'itinejpi. Por ese sitio.

Sut'i rejsiyllan Es imposible confundirla,


· Sijllusqa kanqa Porque entre todas las hermosas
Súmaj kayninpi. Ella escogida fue.
Qori chujchantan Su cabellera de oro
~añu phushkapi En fina rueca
Qankorqa inti. El sol hiló.

Qhesijrankúnaj En el tumulto
Kullachisqanmi De sus pestañas
j\jawinri asín. Rien sus ojos.
j\jauch'i senqanri Cómo seduce
j\jañu kayninpi El equillbrlo
Wich'uta llallin. De su nariz.

Chajra musmúrej Como las flores que circundan


Súmaj t'ikatan A los maizales,
Siminqa phanchin; Se abren sus labios,
Misk'inraykari Y ansioso de su néctar
Muyupayaspa Los asedia y delira
Q'enti musparin. El picaflor.

j\jafiu wikarnin Su cintura, tan fina


T'ipikunáyaj Que parece romperse,
Sunqoyta llallin . .Cómo cautiva.
240 JESUS LARA

Sh'aqallu chakin Sus pies menudos


Sapa thaskiypi En cada paso
Samitan q'eqen. Ventura acendran.

Asúriy chunpin Al atavlarla,


Llulluyachispa Su ceñidor
Ukhunta p'itin; La disminuye.
l\"at'ísaj ñispa Pero sabe ella
Winchallirinqa Volverlo adorno
Uj muyuriypi. En una vuelta.

Llullu wintunri Su tierno calcañar


Wayrallatajmi Murmulla suave
K'iki k'ikichin; Como la brisa.
Chijlla sayaynin, Y su donaire,
T'utúraj p'inqan Del junco envidia,
Sututun siwin. Llama en secreto.

Chaymi tutapas Asi, de noche,


Chaymi qoyllurpas Hasta los astros
Illariyninpi En su esplendor,
&áraj k'anchapun, Ora iluminan,
&áraj takipun Ora poetizan
Paypa kusinpaj. Para su dicha.

(lbid).

URPILLAY MI PALOMITA

Ayqechikunis Se me ha escapado,
Chinkachikunis Se me ha perdido
Urpichallayta. Mi palomita.
¿Mayllatan ripun, ¿Dónde se ha ido,
Pillan pusapun Quién se ha llevado
Munakusqayta? A mi adorada?

Irpamán pachas Era aun muy tierna


Uywakurqani Cuando en mi pecho
Qhásqoy ukhupi, Nido le di;
Kunanta jina Mas no pensé ..
Ripukuninpaj. Que al tener alas
Phawayña urpi. Me iba a dejar.

Auqa wamanchus Quizá el halcón


Sapan purijta Al verla sola •
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 241

Jap'ipuwanqa, La atrapará
Irpa phurunta E inexorable
T'irarparispa Su tierno cuerpo
Qhasupuwanqa. Desgarrará.

Urpichallayqa Si de algún modo


Maypi kaspapas Saber me hiciera
Vv illachiwanman. Dónde se encuentra,
P"isco tukuspa Volviéndome ave
Rfjray patapi Sobre mis alas
Pusakanpuyman. Me la traerla.

Ichátaj ari Tal vez un dia


Yuyariwaspa Dónde se encuentra
Willachiwanqa. Me hará saber.
Pusakanpúsaj. Me la traeré,
Wañupuymansis Porque sin t,,lla
Mana paywanqa. Me moriré.
(lbld).

CHAY :&AWIYKI TUS OJOS

Chay qóyllur ñawiyki uj tuta Como una estrella tu pupila


Llakiyniypi urmaykamurqan. Cayó una noche en mi congoja.
Sunqoypi pakáykuj rfjtiy Cuando a esconderla fui en mi
(pecho
Rúruj urpiman tukurqan. Se convirtió en tierna paloma.

Sh'ikíkuj múyuj wayrari Luego, envidioso torbellino


(;¡inechuwarqan maykimanta, Me la arrebató de las manos;
Ñáwiy chakiytan wataspa Para evitar que la siguiera
Mana rináypaj qhepanta. Dejóme ciego y amarrado.

&anpi tukuypa sarusqan, Encarnecido en el camino,


Intij parajpa wajtasqan, Flagelado por Ilnvla y sol,
Rúruj urpinpi yuyaspan Pensando en su tierna paloma
:,apallan súnqoy mullphasqan. Se carcome mi corazón.
(Ibld).

ARAWI ARAWi

Uj úrpiy karqan Crié en mi pecho


Qhasqoypi káusaj Una paloma
'viunayta. iuuy linda.
242 JESUS LARA

Irpallarajsi Era muy tierna,


ChAyraj atísqaj Sabia apenas
Phawayta. Volar.

Chay urpi ripun Pero llevb.dose


Apakapuspa Mi coraz6n
Sunqoyta. Se ha ido.

Kunanta jina Para que ahora


WaqasqanAypaj Mi llanto mueva
Khuyayta. A piedad

¿Unphuyachunpas ¿Que viva solo,


Sapayakuspa Que desfallezca
Ni\'ianchu? Querrá?

¿Imaynan mana ¿C6mo hasta ahora


Mayllamantapas De donde está
Janpunchu? No vuelve?

Maytapas richun, Doquiera vaya,


T'ika paracbun Que cubran flores
Chay ñanta. Su senda.

AmAtaj k6si:, Que la ventura


Ansh'uricbuncbu Nunca se aparte
Paymanta. De ella.

Sapallaychari Solo, en el seno


Tútaj ch'illminpi De oscura noche
WaqAsaj. Lloraré.

Payta munaspa, Amb.dola


Paywan muspaspa Soñb.dola
Wafiúsaj. Morir~.

(lbld).

MAMAY MI MADRE

¿Ima phuyun JAqay pbuyu ¿Qué nube puede ser aquella nube
YanayAsqaj wasaykamun? Que obscurecida se apro:dma'l
MamAypaj ·waqayninchari Será tal vez el llanto de mi madre
Paraman tukuspa jamun. Que viene en lluvia convertido.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS

Tukuytapis inti k'anchan, El sol alumbra a todos,


~aqoyllatas munapuni. Menos a mi.
Tukuypajpis kusi kausan, No falta dicha para nadie;
~oqay waqaspallapuni. Mas para mi s6Io hay dolor.

Pujyumanta aswan ashkata Porque no pude conocerla


Ma rejsispa waqarqani, Lloré más harto que la fuente,
Mana pipas pfchaj kajtin Y porque no hubo quien me asista
&oqallátaj mullP:urqani. Mis propias lágrimas bebi.

Yakumanpis, urmaykuni También al agua me arrojé


"Yaku, apallawayña" ñispa. Queriendo que ella me arrastrara.
Yakupis aqoykamuwan Pero el agua me ech6 a la orilla
"Ríyraj, mask'amúyraj" ñispa. Diciéndome: "Anda aun a
(buscarla".

Paychus sunqoyta rikunman, Si ella viera mi corazón,


Yáwar qhochapi wayt'asqan, C6mo nada en lago de sangre.
Qhishkamanta jarap'asqa Envuelto en maraña de espinas,
Pay jinallátaj waqasqan. Lo mismo que ella está llorando.

(Ibid).

• • •
EPOCA REPUBLICANA

EL ADIOS DEL INDIO

Por Luis Cordero

Rinimi llajta, rinimi Mtl voy, mi tierra, me voy


May karupi kausangapa; A vivir lejos de aquí,
Mana kikin llajta shina Porque t6 no tienes ya
Khuyanguichu runataqa. Calor de hogar para mi.

Warmi, churita saqispa, Dejo mi mujer y mi hijo,


Ayllukunata qungaspha, Olvido a deudos y amigos,
Kay tuta, killa llujsiypi, Y en esta noche de luna,
~anta jap'inimi, Llajta. Tierra mia, emprendo el viaje.

Anga millayta rikuspha, Como paloma indefensa


Imashinami urpi wawa Que al águila descubriendo
Urquta tijrash, chingarin, Busca refugio en el monte
Qaqapi mitikungapa; Y entre los riscos se pierde,

Chaynami khuyaylia rini, Asi, infortunado voy,


Súpay aputa manchaspa Con miedo al patr6n maligno,
Chaynami mana jaikapi Ansioso de huir por siempre
Rikhuringapa, chingasha. De su inhumana presencia.

Charij runa kashka kipa, Yo fui un hombre poderoso.


Wajchami kani kunanga; Mora soy un miserable.
Paymi kayllamanta kichun Arrebat6me el Tirano
Jatun Apunchi kushkata Cuanto me otorg6 el gran Amo.

&uqa wasi páypaj wasi, Mi casa es ahora suya


:&uqa allpapish páipaj allpa: Y mi tierra es propia de él.
246 JESUS LARA

Wayrapi rij ugsha shina - Ahora soy como la brima


Mi kausakuni, Llajtalla. En el viento, pueblo mío.

Ushi wawapis wañunmi, Hasta mi hija pereció


Páypaj ukhupi waqaspa, Martirizada por él.
¡Ushita kichuna randi, En vez de mi hija, debia
Shunguta kichunman karka! Arrancarme el corazón.

¡Alau! nispha, kunkurishpa, Luego, puesto de rodillas,


Maki~unata churashpa, Con las manos extendidas,
Kispichijpa ñaupajpimi Delante del Salvador
Waqani runa kashkata. Lloré el haber nacido indio.

Pay Apunchijcha rikunga, El gran Amo estará viendo


Paychari kayta munarqa; Y habrá dispuesto asi.
Paywanmi sakipayani Bajo su protección quedan
Ishkay kuripititaka. Las dos joyas de mi vida.

lchapis pay kutichijpi, Acaso, si él no se opone,


Muyumusha karumanta, Pueda volver de esta ausencia
:&uqa warmi, ñuqa churi - Para correr a reunirme
Ta japishpa, kallpangapa; Con mi mujer y con mi hijo.

Mayqen tuta, chaupi tuta, ¿Qué noche será que pueda,


Sach'ata katish, chayashpa, Al amparo de los bosques,
Wiqi junda,ujllasha chari -Los ojos llenos de lágrimas-
Kunan jichuskakunata. Llegar a ellos y abrazarlos?

lcha kimsandi llujsishun Quizá en seguida pudiéramos


Kimsandilla kausangapa, Irnos a vivir los tres,
Mana pipis tarijrina Más allá de las montañas,
Urqu wasapi chujllashpa. Donde nadie pueda hallarnos.

Wañunatami llakini Cuánto tendré que sufrir


Chika llajtapi, sapalla, Perdido en pafs extraño,
Manapish kayman kutishpa, Sin pod~r nunca volver
.
Manáraj ishkayta ujllashpa . A abrazar a mis dos prendas.

¿Pich;iri chayna wañujti, Cuando me llegue la muerte,


Wañunmi nispa willanga? ¿Quién lel!! dará la noticia?
Paikuna nuqa · kutijta ¿O seguirán hasta el fin
Shuyankachari shuyaylla. Esperan.Jo mi regreso?

¡Chaiqa, fía killa shamunmi, ¡Hé aqui, ya asoma la luna


Phuyu chaupita kimllashpa! Atravesando las nubes!
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 247

Chayqa, jatarish purina Llegó la hora de partir


Llakipish chayana kashka. Y el dolor llegó también.

Rinimi, Llajta, rinimi, Me voy, mi tierra, me voy


Karupi tukuringapa; A morir lejos de aquí.
Mana kikin lb1jta shina Porque tú no tienes ya
Kuyanguichu runataqa. Calor de hogar para mi.

(De La lengua quichua, de


Juan M. Grimm).

YARAVI YARAVI

Por J. L. Caparó Muñlz

Súmaj urpi, súmaj puitu, Paloma hermosa, .dulce embrujo,


Maypin kanki, maytan rinki, ¿En dónde estás, dónde te
(marchas
~aw1ymanta chinkarispa, Huyendo de mis ojos,
SunqollayLa aparikuspa. Llevándote mi corazón?

Munakujniykiqa kanqan, No faltará quien te ame,


~uqa jinaqa manátaj, Pero como yo nadie ya.
Túkuy kamajniyki rúraj, Como yo, nadie vivirá sujeto
Munakuyniyki kurúraj. A tu albedrfo.

Mayta rinki chaypachapas Dondequiera que estás


Sapaykipi rikunkichu, Y te ves sola,
Mana kusiqa kankichu No te sientes -lo sé- muy
(complacida
Samitaqa tarinkichu. Ni puedes encontrar felicidad.

Ama ichaqa waqankichu Tal vez no tengas que llorar tu


Sapaykipi .rikuskuspa, (suerte
En medio de tu soledad.
Manan ñuqa chijniykichu, Pero jamás te tuve yo rencor
Nitaj púriy nirqaykichu. Ni deseé que te alejaras.
1

Mikhusqaykipas tukuchun El pan que comas se convierta,


Sh'aqayniyki rumimánraj, ·En tu amargura, en piedra.
Ujyasqaykipas tukuchun Y as( el agua que bebas, en tu
(boca
Sejrajniyki aqománraj. Se conv!tirta en árena.
248 JESUS LARA

Waranqatan ñakakuni Nada me duele tanto


Imapajchá rejsil'qayki; Como el haberte conocido.
Sunqollaypa ajllakusqan, SI te eligió mi ·corazón,
¿Imaynallan qonqasqayki? ¿Cómo podré olvidarte?

Puñuspapas ñuqaqa De noche, cuando duermo,


Qanllawanmi musqokuni, Sólo sueño contigo;
Muspa muspa rijch'á.rini Luego despierto confundido
Waranqatan ñakakuni. Y maldigo mi suerte.

Tutata p'unchaumi ñispa Para mí no hay más que la noche


Qanllataña mask'asqayki; Y ya .no busco a nadie sino a ti.
Kunan jina purináypaj Para vivir errante como ahora,
Imapajchá rijsirqayki. ¿Por qué te conoci?

Jinantin rúnaj siminta Sufríamos los dos lo que decían


Waki kuskan múchuj kanchis; Las malas lenguas de nosotros .
. Chayllamanpis unanchákuy, Esto siquiera ten presente,
:>unqollaypa ajllakusqan. ,Dulce elegida de mi corazón.

Kaynej qaqa, káynej orqo ... Miraje de peñascos y de


(cumbres ...
¿Mayllapftaj tarisqayki? ¿Dónde podré encontrarte?
Ran súnqoy qanman yachasqa, Si ho puedo vivir sin tí,
¿Imaynallan qonqasqayki? ¿Cómo podré olvidarte?

(De Poesía folklórica quechua,


de J. M. B. Farfán).

YUYARIKUYPAJ T'IKAN FLOR DEL RECUERDO

Por Saturnino Olañeta

Tunárij chakinpi puñun Nuestra ciudad, Cochabamba,


Qhochapanpa llajtanchajqa; Se aduerme al ple del Tunari.
T'ikamanta junt'arisqa Toda . colmada de flores, ·
Llajtanchajmari sumajqa. Cuán bella es nuestra ciudad.

Mana llákiy rejsikunchu No se conoce la pena,


Jáqay súmaj llajtapiqa, Tan sólo existe hermosura
Kay sh'ikantin runakuna Y todos, sin que falte uno,
Kusisqalla jaqaypiqa. Viven alegres en ella.

¿Maypítaj uj llajta tiyan ¿Dónde existe una ciudad


Chay llajtanchijman rijch'ákuj? A la nuestra parecida?
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 249

Qhallallajlla tukuynijpi Sólo hay aHí lozania


Jánaj pachaman ninákuj. Y ventura de paraíso.

Kalakala sach'a urapi Todos van a Calacala;


Tukuylla tantarikunku; Se los ve bajo los árboles.
Munanakojkuna chaypi Allí, todos cuantos se aman
Misk'ijta rimarikunku. Palabras de miel derraman.

Sunqopuni kicharikun El corazón m-ismo se abre


Pqanchan t'ika kikillanta. Como si fuera una flor.
Túkuy munanakuynínchaj Pues, todos nuestros amores
P'utun Kalakalamanta. Se fortalecen allí.

¿Qanpis chaypichu, willáway, ¿ Y fue allí -dime- también


Munakuyta yacharqanki? Que tú aprendiste a querer?
Sunqoyki _junt'achijtapis ¿Fue allí que encontraste a la
Chaypichu tarikurqanki? Que el corazón te llenó?

Jinapuni kanan karqa, Tenía que ser así,


Ñoqa allinta yacharqani. Yo lo sabia muy bien.
Ñ1qapis qan ji'nallájtaj Así como tú, yo soy
Qhochala masiyki kani. Cochabambino también.

Kalakalata rejsini, Conozco bien Calacala,


Tiranimanpis rij kani, Iba también a Tirani.
Sh'ikacháchaj frutillata Allí fresas .deliciosas
Mákiy junt'a t'íraj kani. Recogía a manos llenas .

Simi yakuyaytamiri El sabor de vuestra fruta
Yuyariykíchaj, Takiña, Está en mi boca, Taquiña,
T'ikaj llajtan Qeruqeru, Tierra hecha flor, Queruqueru,
K'uchu P'unata, Laymiña. Kuchu Punata, Laimiña.

Sh'ullalla yakukunaqa Caudal de perlas, las aguas


T'ika chaupipi q'enqosqan, Van ondulando entre flores.
Sh'ika súmaj sach'akuna Los árboles generosos
Moq'ey moq'eyta poqosqan. Muestran frutos tentadores.

Llajtanchejta yuyarina En este lugar distante


Kunan karumanta pacha, Nuestra ciudad recordemos.
Sunqonchijta kausarichin Es dulce y caro el recuerdo
Chay yuyáriy, misk'ej, k'acha. Y el corazón nos conforta.
1
Mayk'ajllachus kutipusun ¿Cuándo podremos volver
Munasqa llajtanchijmanqa? A nuestra amada ciudad?
250 JESUS LARA

Ima sunqo junt'ariychus Cuánta plenitud de gozo


lil'oqápaj chay pacha kanqa. Habrá entonces para mi.

Paqarimúsqay llajtay, Con todo amor te saludo,


Túkuy sunqo napaykuyki, Ciudad donde vi la luz.
Yúraj phuyuj rijranpimin En alas de la nube más blanca
Sunqoyta kachaykamuyki. Te envio mi corazón.

(Colección J. Lara).

CANCIONES PARA EL SElil'OR

Por Carlos Felipe Beltrán

Llulla muspayta muspaspan Sumido en sueño engañoso


Kay pachata munarqani: Traté de amar este mundo.
Kunanri ri,tch'arispaña Y ahora que he despertado
Muspasqayta ñakasqani. Mi turbio sueño abomino.

¡Imas, kasqa kay pachaqa! ¡Qué babia sido este mundo!


T'ika jina qasaykápuj, Como la flor se marchita,
Uj sh'ikata llullaykuspa Y, engañándonos un poco,
Phuyu jina wajllikápuj ! ¡Como la nube se esfuma!

(De Antologia Quichua).

LLAKISQA SUNQO CORAZON ACONGOJADO

Por José David Berrios

¿Maypitaj kanki, mask'ásqay ¿Dónde te encuentras, cara


(kúsiy? . (alegria?
Ima jallp'átaj millp'uykusunki? ¿Qué Ignota tierra te ha sepul-
(tado?
¿Ima wayrátaj kausayniymanta ¿Qué viento ingrato te ha alejado
Karu karuman pusapusunki? De esta manera de mi existencia?

Yanqhalla ñáwiy paqarimujtin Inútilmente miran mis ojos


Qhawan intijpa lliphipiyninta. Cuando amanece la luz del sol.
Yanqhalla qhawan. Kikin En vano miran. Su mismo brillo
(k' anchaynin
Yapan sunqoypa phutikuyninta. Aviva f!l peso de mi dolor.

P'unchaypis phútiy, tutapis De dia, penas; de noche, llanto;


(wáqay, El sol, de sangre; la luna, tétrica,
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 251

Yawarlla intipis, killapis yana, Y las estrellas me dicen: "Misero,


Qoyllurkunapis wajcha---niwanku, Nuestra desdicha lloremos
Phutiyninchajta tanta waqana. (jUDtos".

- T'ikakunapis samaykujtínchaj Hasta las flores con nuestro


(aliento
Ch' akirpayapun, 'sapallankuta Caen tronchadas y se marchitan;
Urmarparichin, jamuspa wayra Acude luego el rudo viento
Aparikapun karu karuta. Y las arrastra quién sábe dónde.

Jinata apapun kay sunqoymanta Así los vientos de la tristeza


Phutíypaj wayra túkuy kusiyta, La dicha arrancan del corazón
Ch'usajlla súnqoy qheparikapun ... Y él está ahora mudo y vacío ...
¿Pítaj atinman junt'arichiyta? ¿Alguien habría que lo llenase?,

Wáqay junt'alla ñawiykunapis Llenos de lágrimas tengo los ojos;


Ruphasqa uyaypis waqasqay- De haber llorado tanto, escaldado
(manta,
Kay pachapiqa ñak'arisqani, El rostro llevo. En este mundo
:fitak'arisqani phutiywan tanta. Padezco tanto con mi congoja.

P'isqokunapis paqarimujtin Los pajarillos, cuando amanece,


Lijrallankuta thalarikunku Las alas ágiles van sacudiendo
Munasqijnkuta kusiy kusiylla Y a sus amores, llenos de júbilo,
Takirikuspa wajyarikunku. Entre canciones les van llamando.

Iyau sunqoyri jik'un jik'unta Pero mi pobre corazón llora


Chay p'isqokuna takirikujtin Sin esperanza su soledad
Astawan waqan sapallan kaspa Mientras las aves cantan su
(dicha,
Mana kusiynin rikhurimujtin. Mientras ventura no hay para mí.

Yaku purijpis rumikunawan El arroyuelo desciende alegre


Pujjllarikuspa kusiylla uraq'an. Entre las guijas jugueteando;
Mayu patapi ñoqa tiyasqa Mas yo, sentado en la ribera,
Wajcha sunqóytaj yawarta Miro cuál sangra m:i corazón.
(waqan.

¿Imanasájtaj? Maypi tarisaj ¿Qué he de hacer? ¿Dónde podré


(encontrar
Sh 'ikallantapis kusiyniymanta? Siquiera un poco de venturanza?
¡Qan, Pachamama, samarichí- Tú, Madre Tierra, haz que me
(way, (libre
Kay jatun jatun phutiyniymanta ! Del duro fardo de mi aflicción.
252 JESUS LARA

Manaña imapis suyanayñachu, No tengo nada ya que esperar;


Wañuyllataña wajyarikúnay, S6lo a la muerte 'd~bo llamar
Llinphu makinpi puñurpayaspa Y entre sos brazos dormido, debo
Jállp'aj sunqonqi millp'uyku- . A mi postrero lecho bajar.
(kúnay ...
(Colección J. Lara).

YUYARIKUWAY ACUERDATE DE MI .

Por José David Berrios

Maypachachus lliphipispa Cuando el sol resplandeciente


K'ánchaj inti kutimunqa, Venga otra vez ahuyentando
K'illmi tutata ayqechispa. A la tenebrosa noche,
Yuyarikúway. Acuérdate de mi.
Maypachachus uranijta Cuando cansado se abisme
Sayk'usqaña wasaykunqa, Tras la linea del poniente
Láuraj phuyu chaupillanpi, Envuelto en ardientes nubes,
Yuyarikúway. Acuérdate de mi.
Maypachachus uyarinki Cuando escaches que solloza
Urpi sapan rikukuspa Su soledad lamentando
Sach'a chaupipi waqajta, La paloma entre los árboles,
Yuyarikúway. Acuérdate de mi.
Jánaj pacha chaupimanta Viendo que la lana para
Llúnp'aj killata rikuspa Lace en el cielo inundando
Tutata sut'iyachijta, Con so claridad la noche,
Yuyarikúway. Acuérdate de mi.
:&oqaqa paqarimuypi, Al clarear la mañana
Ch'isiyaypi llakikuspa Y al ~nochecer penando
Qanllaw·an muspaykachani ... Yo sólo sueño contigo ...
Yuyarikúway. Acuérdate de mi.
Kay kausáyniy tukukujtin, Cuando mi vida se acabe
Chinkaykújtiy jallp'a ukhuman, Y a la sepnitara baje,
Phutiy phutiyta waqaspa En ta tristeza llorando
Yuyarikúway. Acuérdate de mi.
Chay waqayniyki qarpajtin Por tus lágrimas regada
Cuiri ushpayta, phanchimunqa Brotará de mis cenizas
Sanqoymanta yúyay t'ika ... La tierna flor del recuerdo ...
Yuyarikúway. Acuérdate de mi.
(Colección J. Lara).
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 253

Wl&AYPAJ WI&AYNIN KAMA PARA SIEMPRE

Por Adela Zamudio

Ripunaykita yuyaspa Estoy contando los días


P'unchaykuná yupasqani, En tu partida pensando;
Sónqoy ukhu pakasqapi Llorando estoy sin consuelo
Waqaspa tukukusqani. De mi pecho en lo recóndito.

¡Rfpuy, rfpuy! Waj llajtapi ¡Vete, vete! En otros países


Waj k'anchayta mask'arqámuy, Anda a buscar otra luz
Kaypi ñak'arisqaykita Y olvida en esa alegría
Chay kusiypi qonqarqámuy. Lo que has padecido aquí.

T'ikachus sonqoypi kanman, · Si hubiera flores en mi árido


Unphu sónqoy ch'akisqapi, Y enfermizo corazón,
T'ikata t'akarpariyman A derramarlas iría
Purisqayki ñan patapi. En la senda que has hollado.

Qanllan rijch'arichiwanki, Sólo tú me has despertado


Wañuypi muspa karqani; Cuando soñaba en la muerte;
Rejsisusqallaymantaña Conozco el vivir intenso
Sinchi káusay kausasqani. Desde que te he conocido.

Yana phuyu, laqha phuyu Negra nube, oscura nube


Uyaykipi rikukusqan, Asomando está a tu rostro;
Chay sh'ika llakikusqayki Todo cuanto has padecido
Llakiyniywan tantakusqan. A mi congoja se junta.

¡Ripuy, ripuy! Qonqarqámuy ¡Vete, vete! Ve y olvida


Tukuyta kaypi kaj kama. A todos los que aquí quedan.
¡Yuyayniykf saqewanki ¡Pel'o en verdad tú me dejas
Wiñáypaj wiñaynin kama ! Tu recuerdo para siempre!

(Colección Fr. Pedro Corvera).

QORI T'IKA CHUKISAKA CHUQUISACA FLOR DE ORO

Por Luis Néstor Lizarazu

Chukisaka sutiyojta Con nombre ,de Chuquisaca


Kay llajta rejsichiwarqa Me hizo conocer mi padre
Tátay, payrayku wañuypis Esta ciudad. "Si es posible
Anpuj kamachin niwarqa. Muere por ella", me dijo.
254 JESUS LARA

Chaymán pacha kunan kama Desde entonces yo la quiero


Túkuy songo munakuni, Con todo mi c~raz6n.
Tataypa nisgan junt'aspa El mandato de mi padre
Kusillata kausakuni. Cumpliendo vivo feliz.

Churugella, Sikasika Churuquella, Slcasica


Llajtanchejta gha wasganku; A nuestra ciudad la guardan.
Unay ñaupa kutispipis En épocas muy lejanas
Phiña kurakas karganku. Eran valientes curacas.

Chayrayku kay ískay orgos Por eso estas · dos montañas


:&oqanchejrayku munasgas, Son por nosotros amadas.
Nis káusay kusichu kanman No fuera ·alegre la vida
Paykunamantas gongasgas. Si olvidadas las tuviéramos.

Mama killa llojsimuspa Al nacer, la madre luna


Paykunatáraj much'aykun A ellas primero las besa;
Chantaña pata phawaspa Ya después, al elevarse,
Songo llajtata k'anchaykun. Llena de luz la ciudad.

Puñuspa túkuy rikuspa, Hallando a todos dormldos


Mfsk'ej llulluykuspa ripun; Les acaricia y se va.
Qhepanta lliphfpej inti Después de ella, el sol radiante
K'anchayninwan rikuchikun. Se presenta con su luz.

Kalli paspasnin killawan, Bajo la luna, sus calles


Ch'uya mayuman rijch'akun; Diáfanos ríos semejan;
Ukhun jawan pergasninri Por dentro y fuera, sus muros
Urmaj rit'iman ninakun. Simulan nieve cayendo.

Qhari ni warmi kanmanchu No puede haber mujer ni hombre


Qasi chéjnij llajtanchijta; Que no ame a nuestra ciudad;
Runasnin yachasga kanku Su gente tiene costumbre
Qonqayta pichus k'amijta. De olvidar cualquier agravio.

Wasisninpa ghatasninpis Y los tejados parecen


Puka lijrasman rijch'asgas, Alas de rojo encendidas.
Panas kankuman kikillan Son como hermanas unidas
Múnay pura k'askanasqas. Por un cariño común.

Manan Chukisaka jina No habrá como Chuquisaca


Túkuy jallp'api kanmanchu, Ciudad alguna en el mundo.
Qhápaj t'ikas mut'usqanpi Flores más hermosas que ella
Ni maygen atipanmanchu. No podrá ofrecer ninguna.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 255

Jánaj pachamantapuni
.
El mismo querer de Dios
Anpu atiynin lliphipichin; La hace brillar desde el cielo.
Intin, killan, yakun, wayran Su- luna, sol, agua y viento
Túkuy llajtas moq'erichin. De todas envidia son.

Chukisakeños sutiyoj, Los que sois chuquisaqueños


Soyqoykichej kicharfychej; Abrid vuestros corazones,
Phútiy llakiyta qonqaspa Vuestras cuitas olvidando
Uj sayaylla sayariychej. Poneos en uno de pie.

Chaypacha kay llajtanchejta Entonces fortalecida


Saphichasqata rikusun; Veremos nuestra ciudad
Anpu munaynin junt'aspa Y como Dios quiere, grande
Kúsiy kúsiy. kausakusun. Nuestra ventura será.
(Colección J. Lara).

QHAPAJ ULALA T'IKITA BELLA FLOR DE ULALA


Por Luis Néstor Llzaram

QMpaj ulala t'jkita Bellisima flor de ulala


Qaqas patapi phanchisqa, Entre peñascos abierta,
Mana pi llankhas'-'nánpaj Para que nadie te alcance
Khishkas yura muyurisqa. Vives de espinas rodeada.

Qanpaman jamunayrayku Porque quiero irme a tu lado


Qoriq'entiman kutini, Me convierto en colibrí,
T'ikas lijras churakuspa Con alas hechas de flores
Sispaykipi rikhurini. Me veo cerca de ti

¿Imata atini nisuyta? ¿Mas, qué puedo yo decirte?


Rimáyniy tukukun qanpi, Termina en ti mi lenguaje,
Lláwar phánchej sbnisitu En tu boquita escarlata,
&awisniypa lulun anpi. Dulce encanto de mis ojos.
(Colección de J. Lara).

ICHA QANCHU TAL VEZ TU


Por Andrés Alencastre
Súmaj sipas sanp'asunqu Linda mozuela, coraz6n sencillo¡
Uyariykúway nisqayta: Quiero decirte una palabra:
&uqan kani illápaj churin Yo fui engendrado por el rayo;
Chaymi súnquy yauraykachan Por tal raz6n mi coraz6n se
(enciende.
256 JESUS LARA

Mamaytajmi sanp'a qhucha Mi madre fue la tímida laguna;


Chaymi _kani waqaych'uru. Por eso muestra inclinación al
(llanto.

Kay sunqoypin llakiykuna En mi corazón los pesares


Mayu jina qhaparqachan Dai. alariuos como el rio
Ch'uya unu waqayníytaj Y el raudal de mis lágrimas
Qhichijraypi chhullunkukun. Se vuelve escarcha entre mis
(párpados.

Púrij wayran ñuqa kani Soy errabundo como el viento.


Hinantinpi muyurini Así camino por doquiera,
Mana pijpa uyarisqan. Sin que nadie quiera escucharme.

Qanchu icha t'ika sunqu Tal vez tú, corazón de flor,


Llanp'uykúwaj kausayniyta, Lenificaras mi existencia.
Icha qanchu warma tuya Tal vez tú, delicada tuya,
Ullpuykúwaj sunqullayta. De ,mi corazón te adueñaras.

(De Taki parwa)

QUSQU SIPAS MOZA DEL CUZCO

Por Andrés Alencastre

Qusqu sipas súmaj ñust'a Moza del Cuzco, bella infanta,


Quyllurkúnaj waqayninmi Las lágrimas · de las estrellas,
Qántus t'ikaj yawarninwan Teñidas en la roja sangre ·
Sumajta sh'arquykukuspa De las kantutas,
Qantaqa rururqasunki. Tu madurez alimentaron.

Chaymi k'anchan ñawiykipi Por eso brillan en tus ojos


Ishkay ch'aska sunqu suwa Dos maravillosos luceros
Chaymi sansan simiykipi Y por eso en tus labios arde
Qántus t'ika yáuraj puka. La roja fior de la kantuta.

Intin killawan tupaspa El sol y la luna en el cielo


Hánaj pachapi much'anakurqan Se citaron y se besaron.
Chaymanta paqarijmi kanki De ese beso naciste tú,
M~nay warmi káusay umiña. Doncella, joya de la vida.

Chaymi uyayki rijch'akun Por· eso en tu rostro florece


Sanp'a kfilaj k'anchayninman, La luz de la timida luna
Chaymi yauran sunquykipi Y se enciende en tu corazón
Quri íntij rupha ninan. Todo el fuego del áureo sol.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 25i'

Qusqu sipas warma quya Moza del Cuzco, tierna rei)!.a, tú,
Uyaykiwan túkuy kusi Cuyos ojos despiertan la alegría
(rijch' arichij (del mundo,
~awiykiwan sunqu ruru Cuya mirada el corazón tras-
(kuyuríchij (toma,
Káusay kusilla llajtáykij t'ikan. Tú, flor de tu ciudad, vive feliz.
(lbid).

MACHUPI.JCHU MACHUPIJCHU
Por Andrés Alencastre
Machupijchu mauk'a llajta ja- Machupijchu, ciudad antigua, al-
(maut'akuna qurpáchaj (bergue• de los sabios,
Pachakuyúchij runakúnaj ya- Con sangre y sudor de hombres
(warjunp'inwan llank'asqa, (titánicos levantada,
_Qúnqur chakin napaykuyki chun- De hinojos y dilez veces inclinando
kakuti k'umuykuspa (la cabeza, te saludo
Khutu rumiykita q'uñi sunquy- Y beso tu piedra helada palpándo-
(wan tupaykachispan (la con el corazón
Much'aykuni yupaychaspa way- Y honrándola con el fueco joven
(na yáuraj simillaywan.
, (de mi palabra.

Qanta qhawaykujtiymi ñaupa Cuando a ti te contemplo, el pue-


(marka (blo antiguo
Ñawiypiwanpas jatuntáraj ki-
(charikun Se extiende inmenso ante mis ojos
Mancharikuypa llik'irisqan, Poseidos de asombro
Sunquytajmi wiñarin urqusayay- Y por la fuerza de la alegria
(ta Crece mi corazón igual que un
Kusikuypa jatunyachisqan. (monte.

Qanta qhawaykujtiymi pukara Recio baluarte, cuando te contem-


(plo,
Yuyáyniy mast"arikun jánaj pa- Tan alto como el cielo se extiende
(cha sayaypuni (mi pensamiento
Rumiykikúnaj upa siminta ta- Para interrogar a las bocas mudas
(punáypaj (de tus piedras
Jayk'a wataña pirqasqa kas- Y saber cuántos años pasan desde
(qanku yachanáypaj. (que fueron labradas.

Yachayniymi taripayta munan De una vez quiere alcanzar mi


(ujpajkama (conocimiento
Imayna rúnaj llank'asqan kas- Por qué indole de varones edifi-
(kaykila. ( cada fuiste.
258 JESUS LARA
Ima allin qharikunátaj karqan Qué varones titánicos pudieron ser
Sillullankuwan qaqatawanpas Aquellos que tajando con la sola
· ' (q'allaspa (uña la roca
Pirqaykita k'askachirqan mana Levantaron tus muros invulnera-
(jáyk'aj thunikujta. (bles al tiempo.

Yunka yaykuna wayq'upunku- En la quebrada que conduce a los


(pin (cálidos valles,
Qhashqa úrquj qaqa chankarpa Hacinada en el lomo de la áspera
(raukhaykusqan (montaña.

¡_'i¡'aupa pukara, q'asapatapi ti- Te asientas, vieja fortaleza, ro-


(yasqanki, (deada
Jinantinmanta muyuykamúsunki De los agudos cuchillos de hielo
(de innúmeras cumbres

Jánaj pacha t'urpuj ari tumi Y a tus plantas cual verde ser-
(rit'i urqukuna (piente
Chakiykipítaj Willkamayu may- Se enrosca el Wlllcamayo
(t'uykukushan
Q'ómir amaru jina watan wa- Pregonando tu nombre eterna-
(tan sutiykita qaparishan. (mente.

Machupijchu ashkha waranqa Machupijchu, asombrosa y mile-


(watayuj llajta (naria ciudad,
Imayna rúnaj makintaj chujllu- Manos de qué hombres te dispu-
(ta jina pirqasunki (~ieron como los granos de la ma-
(zorca
Tijsimuyuntin qharikúnaj mus- Para que los hombres del mundo
(paspa qhawanasuykípaj (entero contemplen maravillados
Mana yuyayninwan taripaspátaj Y, no logrando abarcarte con el
(pensamiento,
Sunqunwan yupaychanasuykípaj. Sólo te admiren con el corazón.
Intillan killallan yachan jay- Sólo el Sol y la Luna saben desde
(k' ajmanta kasqaykita (cuándo existes;

Chaymi p'unchau tuta pachaj Por eso ellos te besan noche y


(pachajta much'asunkiku watapi (dfa, ali.o tras año.
Quyllurkunallan k'ánchaj fiawin- Sólo las estrellas con sus ojos lu-
(wan runaykíta rikurqan (mlnosos vieron a tus habitantes;
Chaymi kunanqa paykuna tútaj Por .eso ellas ¡otean ahora en el
(sunqunpi sut'unku (corazón de la noche
l'l'ust'akúnaj qulqi unu waqaynin- Las lágrimas de plata de las an-
(ta. (tl¡uas princesas.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 259

Machupijchu rumí qisa Machupijchu, nido de granito,


Q'umir mach'ay ch'ajra ukhupi En medio de un dédalo de arbus-
(wijch 'usqatan (tos enmarañados
Mullpha máchuj kirunta jina Aparecer te veo por pedazos
Q'asa q'asa rikhurimujta rikus- Como la rota dentadura de un
(qayki; (viejo caduco.
Raqayniyki ukhukunapin wayra- En tus vacíos aposentos sólo el
(llaña waqaykushan (viento está gimiendo
Atipasqa rúnaj pututun jina. Igual que el pututu de un hombre
(derrotado.

Machupijchu rumi qisa kuntur- Machupijchu, nido de granito, mo-


(kúnaj tiyanan (rada de los cóndores,
Kinsantin tanpu t'uquykin Las tres ventanas de Tanpu T'oqo,
Illatíjsij ñawin jina Como los ojos del Supremo Hace-
(dor
Runaykita rikushallanqa Mirando irán cómo tus hombres
Mana sayk'uyta rijsispa Trabajan sin cesar
Wiñaypas llank'ashallajta. Sin conocer el desaliento.
(Ibid).

WALQA WALQA
Por César Guardia Mayorga

Walqan sutin karqa Era su nombre Walqa'


Ñoqállay khuyashájtiy; Cuando yo, solo, la queria.
Tut_a jina ñawinpas, Como la noche eran sus ojos;
Chujchanpas tútay tuta. Sus cabellos, más que la noche.

Walqan sutin karqa Era su nombre Walqa


ril'oqállay wayllushqájtiy; Cuando yo, solo, la mimaba.
Yúraj sisa kirunpas, Sus dientes eran como niveas
(flores,
Qantu qantu siminpas. Sus labios, como las kantutas.

Walqan sutin karqa Era su nombre Walqa


ril'oqallata khuyawashqajtin; Cuando ella sólo me queria a mi.
Waqajtinpas Cuando lloraba,
Sach'akuna sullé.kuj, De rocio cubrianse los árboles.
Asijtinpas Cuando reia,
Pujyukuna asikuj. Reian también las fuentes.

Walqan sutin karqa Era su nombre Walqa


&oqállay khuyashqájtiy, Cuando yo, solo, la querfa,
260 JESUS LARA

&oqallata khuyawashqájtin, Cuando ella sólo me queria a mi.


Imáraj kunan sutin Qué será el nombre ahora
Walqa sutiyuj warmi. De esa mujer que para mi era
(Walqa.

Sutillanñar, simiypi, Sólo queda su nombre entre mis


(labios,
&awillanñan ñawiypi, Sólo quedan sus ojos en mis ojos.
Walqa sutiyuj urpi, Paloma: Walqa era tu nombre.
Imáraj kunan sutin. Pero cómo te llamarán ahora.
(De Revista de Cultura. Uni-
versidad Mayor de San Si-
món, Cochabamba).

JAMUY&A VEN YA
Por César Guardia Mayorga

Upallalla, ama samaspa, Cuando a mi lecho llegues


Puñunayman chayamujtiyki, Callada, sigilosamente,
Puñuyta apachimuway, Haz que se me conceda el sueño,
Puñuspalla wañunáypaj. A fin de que, dormido, muera.

Inti chinkajtin Asi como la sombra


Yana llanthu jina, Que cuando el sol desaparece
Yanáyaj tutapi, Se esfuma en la negrura de la
(noche,
Upallalla chinkakusun. Asi, calladamente nos desva-
(neceremos.

Ama rijch'achiwaychu, Haz de modo que no despierte.


Llakimanmi rijch •ariyman, Despertarla a la tristeza.
Llakikuspaqa, Tal vez al verme entristecido
Pájtaj kausaytáraj Querria todavia
Munariyman. Vivir un poco.

Upallalla, ama samaspa, Callada, sigilosamente,


Mana jina yachasqan, Sin que nadie lo sepa,
Waqaypachamanta Del mundo de las lágrimas
Upa pachaman apáway. Llévame al mundo del silencio.

Ama rijch'achiwaychu, Haz de modo que no despierte.


Khuyaymanmi rijch'ariyman, Despertar al amor podria.
Pájtaj khuyaspaqa, Tal vez al verme enamorado
Kausaytáraj munariyman. Vivir querria todavfa.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 261

Upallalla,_ama samaspa, Callada, sigilosamente


Qónqay pachaman apáway, Llévame al mundo del olvido,
Chaypi wiñay wíñay, A fin de que alli eternamente,
Qasilla, upallalla, En medio de la paz y del silencio
Puñunaypaj. Pueda dormir.

Ama rijch'achiwaychu, Haz de modo que no despierte,


Ama khuyachiwaychu, Haz de modo que no ame,
Ama llakichiwaychu, Haz de modo que no me aflija.
Pájtaj kausaytllraj Tal vez querría todavía
Munaríyman Vivir un poco
Rijcl;)' aspaqa, . Si despertara
Khuyasqapa, Y encontrara el amor
Llakispaqa. O la tristeza.

(lbid).

JARA WIKUKUNA POETAS


¡Jataríychij! ¡Levantaos!

Por César Guardia Mayorga

I I

:&aupa pachakunapi Era que en otros tiempos


Kusilla kausarqllnchij, Viviamos felices,
Llajtanchijta khuyaspa, Amando nuestra tierra,
Chajranchijta tarpuspa, Cuidando nuestras sementeras
Runa masinchijta yanapaspa. Favoreciendo a nuestros seme-
(jantes.

Kausaypas llamllaylla llllmJlaj, La vida henchíase de lozanía,


Intij illanwan kusispa, Con el fulgor del sol alborozada,
Yákuj sullanta umispa, Con el frescor del agua confor-
(tada,
Chiri wayrawan pujllaspa. Jugando con el hálito del viento.

Papa mama, sara mama, El maiz y la papa maternales,


Kusilla llank'asqa, Frutos de una faena jubilosa,
Pirwakunata junt'aspa, Colmaban la despens11
Wata watan churarllyaj. Perennemente.

Waytapas páuqar sisalla, Basta la flor silvestre, amena y


(pura.
Wata watan sisákuj , ·En1alanaba siempre la llanura,
262 JESUS LARA

Yákuj ñawinpi qhawakuspa, Mirándose en las pupilas del


(agua,
l'l'úst'aj makinpi wañuspa. Muriendo en manos de alguna
(princesa.

Qhápaj Inti, qolla Killa, El Sol magnánimo y la Luna


(augusta,
Pachanpi wiña wiñay muyuspa Eternamente recorriendo el cielo,
Wawankunata qhawaspa, Vigilando a sus hijos
Wawakunata wayllúykuj. Siempre traían para ellos un
(halago.

Illarisqanmanta tutayanan kama, Desde la aurora hasta la noche,


Ama suwa, ama llulla, ama Diciéndonos: '!No seas ladrón,
(qhella, nispa, (mentiroso ni ocioso",
Llanp'u songo, kusi simi, Tranquilo el corazón, alegre la
(palabra,
Kusi káusay kausarqánchij. Viviamos en plena venturanza.

Ima múchuy kasqanta, En el Tawantlnsuyu


Yarqhaypa nanayninta, No conocimos el rigor
Llullaypa chaninta Del sufrimiento,
Manan yacharqanchijchu Ni la angustia del hambre,
Tawantinsuyu pachapiqa. Ni el precio vil de la mentira.

11 11

Ji.namanta. mana pij wajyasqan, De esta manera, sin que nadie


Mana pij munasqan, Deseara ni los llamara,
Auqa runakuna chayamun, Llegan hombres perversos
Wiraqochan kani nispa. A Viracocha suplantando.

Wiraqocha nisqan runa, Aquel a quien se cree Viracocha,


Manátaj Wiraqochaman Ni a Viracocha ni al demonio
Ni Supayman rijch'akunchu, Es parecido.
Wiraqochalla kasqa. , Pero dicen que es Viracocha.

Mana rurasqanta, thuñichin, Derriba lo que no hubo edificado,


Mana tarpusqanta, mikhun, Lo que no hubo sembrado, come,
Uywanchijta tukupun, Extermina nuesjro ganado,
Khuyasqanchijta chijnin, Detesta lo que amamos,
Jallp'anchijta suwan, Saquea nuestra tierra,
Warminchijta wachun. EnvUece a nuestras mujeres.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 263

Atipajpa munayninwan, Con su poder de vencedor


Wañuyman wijch'uwanchij; Nos arroja a la muerte.
Auqaj sunqonwan, Su pervertido corazón
Llank'aywan wañuchiwánchij, Nos aniquila en el trabajo
Qónqor chaki purichiwánchij. Y nos contempla andar de hinojos.

Yawarnínchij, puka qantu jina, Como roja kantuta, nuestra


(sangre
Jall'pata pukayachin; Enrojece la tierra.
Wiqénchij, yana mayu jina, Como dolido río, nuestras Iágrl-
(mas
Jallp'ata ukhurichin. Corren por las honduras de la
(tierra.

Mayuñan wiqepas, Se han convertido en rio nuestras


(lápimas,
Llakiypas qhaparqachanñan, Nuestra tristeza se hace un grito
Sunqopas patparisqanpi, Y el corazón envejecido-
Upallaytañan qallaykun, Comienza a buscar el silencio
Sapanpi, sapanpi. En su terrible soledad.

Intipas wañukuytafian munan, También el Sol quiere extinguirse,


Wayrapas sach'akunapin wa- Solloza el viento entre los árboles
(qakun,
Waytapas, raphinta k'umuykus- Y humlllada la flor silvestre
(pa,
Manañan waytayta munanña- No qniere más engalanar el
(chu. (campo.
Wiraqochallan kunanqa wiraqo- El viracocha es uno y todo.
(cha,
Wiraqocha,llan llajtáyoj, El voracocha tiene la ciudad.
Wiraqochallan kolqe qorfyoj, Oro y plata posee el viracocha.
Wiraqochallan kusíkun. El viracocha tiene la ventura.
Qhápaj Ink~ wañunñan, makin- En sus manos ha muerto el Inca
(pi, (poderoso
Rumiñawipas kankasqaña, Y en su nombre entregado fue
(sutinpi, (Rumiñawi al fuego.
Suwasqaña Qorikanchapas, Fue saqueado Qoricancha
Ajlla wasipas, qanrachasqaña. Y profanado fue Ajllawasi.
Tutayanñan p'unchaupas, Se entenebrese el dia,
Kausaypas manaiian kausaychu, La vida ya no es vida.
Wañuyllan wáñuy, Sólo la muerte es muerte,
Llakillan llaki, Sólo la pena es pena
Wiqellan wiqe. Y sólo ,el llanto es llanto.
264 JESUS LARA

Chaymanta pachan qallaykun Ha comenzado entonces


Muchujpa yarqayllan, El tormento del hombre,
Llank'ajpa sayk'uyllan, La fatiga imposible del trabajo,
Wawakúnaj waqayllan, El llanto de los niiios
Rúnaj k'umuykacbayllan. Y la humillación de los hombres.

Jallp'ayoj, mana jallp'áyoj, Tuvieran tierra o no,


Llajtáyoj, mana llajtllyoj, Fueran de la ciudad o no lo
(fueran,
Túkuy imayniyuj, Y aun los que todo poseyeran,
Mana imáyuj rikukun. Ahora no tienen nada.
-
Rumipas rumi kayninwan Viendo todo esto,
Kayta qhawaspa, La inlsma piedra, con ser piedra,
Sinchita llakikun, Intensamente sufre, ·
Manátaj wiraqochaqa. Pero de ningún modo el viracocha.

m m
Kunanqa, ¡Jatariychij, jllllp'aj ¡Ahora alzaos, hijos de la tierra!
(wawankuna!
Warak'áychij, wajujúichij, Gritad, voltead vuestras hondas,
Pututuykichijta qhaparichiychij. Tañed, vuestros pututus,
Túkuy orqokuna k'uchunpi, Que vuestro grito sea oído
Qhaparisqaykichij uyarikunán- En todos los rincones de los
(paj. (montes.

¡Rijch'ariychij, llánkaj runaku• ¡Despertad, labradores!


(na!
Músuj p'unchaumi illarishqan, Va amaneciendo el nuevo dia,
Orqokunan kununushqan, Están bramando las montañas,
Wayrakunan qhapapashqan, El viento ulula,
Inti Killa sh'ipipishqan, El Sol y la Lana refulgen,
Mayukunan machasqa taki- Los rios cantan ebrios
(kushqan,
Kusikuspa, kusikuspa. De nuevo regocijo.
¡Qhapariychij, múchuj runa- ¡Gritad, sufridos labradores!
(kuna!
Kunanmi p'unchauniykichij, Es éste vuestro dfa,
Intiykichijmi k'ancharishqanña, Ya nuestro sol está alambrando
Puka k'anchaywan. Con roja luz.

Túkuy pachata qhawariychij, Mirad, tenéis a vuestro lado


Qankunawan kuska, Al- mando entero.
Q6nqor chaki runakuna, Los hombres oprimidos
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 265

Llánk'aj runakuna, Y los trabajadores


Múchuj runakuna, Y todos los que sufren
Qankunawan jatarishqan. A vuestro lado están de pie.
Jallp'a qankunápaj kanqa, La tierra será vuestra,
Llank'ájpaj llank'asqa kanqa, Será para el que la trabaja.
Muchuyniykíchij tukukunqa, Se terminarán vuestras penas,
Llakiyniykíchij p'uchukanqa. Tendrán fin vuestros sufrimien-
(tos.

¡Jatar!ychij, jajlp'ajwawanku- ¡Alzaos, hijos de la tierra!


(na! -
¡Rijch'aríychij, qonqorchaki ¡Despertad, hombres oprimidos!
(runakuna!
Kusikúychij, qonqasqa llajtaku- ¡Alegraos, pueblos olvidados,
· (na
Warak'áychij, wajujúichij! Gritad, voltead vuestras hondas!
P'unchauniykichijmi k'ancha- Está brillando vuestro día
(rishqanña
Puka k'anchaywan. Con roja luz.

¡Jailli! ¡Jailli! indiokuna, ¡Victoria! ¡Victoria, indios!


Ama kunanmanta En adelante
Qónqor chaki kausasunchu, No viveremos oprimidos;
Aswan qhaparispan nisun: Gritaremos más fuerte:
¡Wañuymi aswan allin, ¡Preferible es la muerte
Qónqor chaki kausaytaqa ! A la opresl6n !
¡Jailli! ¡Jailli! indiokuna! ¡Victoria! ¡Victoria, Indios!

(lbid).
RELATOS PRIMITIVOS

KUNIRA Y A Y KA WILLAKA

Del códice de Francisco de Avila.


Traducción de ,J. Lara.

En tiempos mur remotos existió un dios llamado Km1iraya.


No sabemos si éste vivió antes o después de otro dios conocido ba-
jo el nombre de Pariaqaqa. En cambio su época parece coincidir
con el de Wiraqucha, pues los hombres le dirigían, al adorarle, es•
ta invocación: "Kuniraya Wiraqucha, conductor del hombre, gobier-
no del mundo, todo te pertenece. Tuyas son las sementeras y tuyos
los hombres". Aun los ancianos, cuando tenían que ejecutar alguna
labor muy difícil. desparramaban su ofrenda de coca por el sucio -.·
le invocaban al dios: "Haz que me acuerde bien de esta labor y qiH'
bien la medite, Kuniraya Wiraqucha", De todos modos, como no le,
veían a Wiraqucha, era Kuniraya a quien los antiguos le hablaban Y
adoraban.

En un princ1p10, Kuniraya caminaba pobremente vestido. Su


manto y su túnica se veían llenos de roturas. Los hombres, aquellos
que no le conocían, se figuraban que era un mendigo piojoso y le me-
nospreciaban. Pero él era el proveedor de todas estas regiones ~-
pueblos. Con una sola palabra hacía que fueran abundantes las co-
sechas y con sólo arrojar una flor de carrizo llamada pupuna dejaba
abiertos y establecidos los acueductos. Luego anduvo realizando mUl'
útiles trabajos, empequeñeciendo con su sabiduría a los dioses de 10<1
otros pueblos.

En aquellos mismos tiempos v1via en la reg1on de Anchiqucha


una diosa llamada Kawillaka. Aunque era muy hermosa, tenía el
propósito de mantenerse siempre virgen. Si algún dios enamorado
trataba de estar con ella, era irremisiblemente 1·echazado.
268 JESUS LARA
Así vivió mucho tiempo la diosa, sin permitir que varón algu-
no se le aproximase. De ordinario pasaba el día tejiendo a la sombra
de un lúcumo que babia en el patio de su palacio. Apasionado de
ella, Kuniraya, valiéndose de su sabiduría se convirtió en un pájaro
y fue a posarse un día entre el ramaje del árbol. Tomó una lúcuma
madura e introduciendo su semen dentro de ella la dejó caer muy
cerca de la diosa. Esta, tentada por el color y la fragancia de la fru-
ta, se sirvió de ella. De esta sola manera, aunque ningún varón se le
había aproximado, la doncella apareció encinta. Como sucede con
todas las mujeres en tal estado, a los nueve meses Kawillaka tuvo
que dar a luz. Por espacio de un año alimentó al niño con el seno,
preguntándose continuamente para quien pudo haberlo concebido.

Transcurrido el año y cuando el niño comenzó a caminar a


gatas, Kawillaka convocó un día a todos los dioses del lugar, pen-
sando que de este modo le seria dado conocer al padre de su hijo.
Los dioses acudieron al palacio vestidos con sus mejores trajes, ca-
da uno deseoso de ser el preferido de la diosa.

No bien los dioses congregados tomaron asiento en el pala-


cio de la diosa, ésta se dirigió a ellos con esta palabras:

-Escuchadme, nobles varones. Deseo que reconozcáis a este


niño. Cuál de vosotros pudo haberme tenido consigo? ¿ Tú? ¿Tú? -
fue así preguntándoles uno por uno.

En todos los labios se oyó la negativ&. En cuanto a Kuniraya,


él había tomado asiento entre los últimos. Al verlo vestid,) de h!l-
rapos, Kawillaka no se dignó dirigirle la pregunta: "¿Ese mendigl)
fuer8' el padre de mi hijo?"

En vista de que ninguno se atribuyó la paternidad del niño,


la diosa qniso que éste mismo se encargase de señalar al autor de
sus días y con tal propósito le ordenó:
-Anda, hijo mio, y reconoce tú mismo a tu padre.
Dirigiéndose a los dioses, dijo:

-Aquel a cuyas rodillas se encarame el niño, ése será reco-


nocido como su padre.

El niño fue caminando a gatas delante de los diosN. No se


aproximó a ninguno hasta llepr al sitio donde se encontrua Kuni-
raya, a cuyas rodillas se puso a trepar presuroso y regocijado. En-
tonces, escandalizada la diosa pitó: "¿Yo hubiera daclo a luz un
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 269

hijo de semejante mendigo?" Luego tomó en brazos al niño y huyó


hacia el mar. En medio del asombro de los demás dioses, Kuniraya
apareció al punto vestido con un traje de oro luminoso y exclamó:

-¡Ella me amará! - y se lanzó en seguimiento de la diosa,


diciéndole a gritos: - ¡Hermana Kawillaka, vuelve a mi los ojos!
¡Mir~me cuán decente ya estoy!

Diciendo asi se detuvo y un súbito resplandor cubrió la tie-


rra. Pero Kawillaka no volvió los ojos hacia el dios y siguió ho-
'yendD.

-Quiero desaparecer, ya que hube dado a luz par,i UD va-


rón tan horroroso y despreciable - se decia. Llegó al mar, cerca
del santuario de Pachakámaj, y se arrojó al agua. Ella y su hijo
convirtiéronse en rocas. Ahora mismo se puede ver, a poca distan-
cia de la orilla, alzándose imponentes sobre el agua, dos grandes
.moles de granito.

Empero el dios, con la esperanza de que la fugitiva volveria


los ojos y le vería, llamándola a voces la siguió sin poder alcanzarla.
En el trayecto se encontró con un cóndor y le preguntó:

-Hermano, ¿por dónde has encontrado con esa mujer?

-Cerca de aquí - le contestó el cóndor.- No tardarás en al-


canzarla.

-Tú vivirás - le dijo el dios entonces - más años que los


otros animales. Te alimentarás con carne de guanaco y de vicuña.
Aquel que te diera muerte, también morirá - y continuó su cami-
no. Luego se encontró con un zorrino y le preguntó:

-Hermano, ¿por dónde ya anda esa mujer?

-Muy lejos -dijo el zorrino.- No la podrás alcanzar.

-Por haberme contestado asi, tú no caminarás de dia, sino


sólo de noche. Odiado por el hombre, andarás despidiendo olores
insoportables.

-Después encontró a UD puma en su camino y le hizo la mis-


ma pregunta. El puma le dijo:

-Está muy cerca. La alcanzarás.


270 JESUS LARA

-Tú serás muy querido. Devorarás las llamas de los hom-


bres malos. Si te dan muerte, los hombres se disfrazarán con tu
piel para bailar en las grandes fiestas. Cada año tt. sacarán así,
con sacrificios de llamas, y de tal modo tendrás participación en las
solemnidades.

En seguida se encontró con un zorro, que le dió una respues-


ta desfavorable. El dios le dijo:
-Tú vivirás aborrecido por los hombres. Si te dan muerte,
arrojarán lejos tu cadáver con desprecio.
También -encontró a un milano, quien le informó que la mu-
jer iba todavía cerca, que podría alcanzarla. Kuniraya le dijo en-
'tonces:

_-Tú serás dichoso. El picaflor te servirá de alimento favo-


rito, y luego los demás pájaros. El hombre que te matara tendrá
que sacrificarte una llama y los que bailen en las fiestas te colo-
carán sobre su cabeza como un bello adorno.
Luego se encontró con una bandada de loros. Uno de ellos
le contesto:
Ya va muy lejos. No la encontrarás.
-Tú volarás siempre con gran algazara y cuando busques
alimento será fácil que te sorprendan y te arrojen. Vivirás misera-
ble y hambriento, odiado por los hombres.

Siguió adelante. A los que le daban buenas noticias les au-


guraba sucesos favorables y maldecía a los otros. Llegó a Pacha-
ltámaj, donde el dios que lleva este mismo nombre tenia dos hijas
que vivían custodiadas por una serpiente. Momentos antes de que
llegara el dios, la madre de las jóvenes, llamada Urpiwáchaj, ba-
bia Ido a visitar a Kawillaka dentro del mar. Kunlraya adormeció
a la mayor de las doncellas a fin de poder acostarse con la menor¡
pero ésta, convertida en una paloma, emprendió el vuelo.

En esos tiempos no babia peces en el mar. Sólo Urpiwáchaj


criaba algunos en un estanque que babia en su casa. Kunlraya, dis-
gustado porque Urpiwáchaj babia Ido a visitar a la desdei\osa Ka-
willaka, arrojó los peces del estanque en el mar, Recién a partir
de entonces abundan en el mar los peces.

Kunlraya se alejó por la orilla del mar. UrplwáchaJ, al sa-


ber que babia tratado de acostarse con su hija, se lanzó en su per-
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 271

11ecución, resuelta a tirarlo al mar desde lo alto de una roca. Al


efecto, se comidió a despiojarle, a fin de buscar un momento opm·-
tuno. Pero Kuniraya, lleno de sabiduría, se dió cuenta y con un prP-
texto cualquiera se alejó del lugar y se fue al valle de Waruchiri.

KUNIRAYA Y EL INKA WAYNA QHAPAJ

Del códice de Francisco de Avila.


Traducción de J. Lara.

Poco antes de que aparecieran los europeos en esta tierra, el


dios Kuniraya se dirigió a la ciudad del Cuzco. Allí conversó con el
Inca Wayna Qhápaj y le dijo:

-Vamos, hijo mío, al Titicaca. Allá te revelaré quién soy.

Una vez en el lago, la_ deidad se dirigió al Inca en estos tér-


minos:

-Soberano, ordena que comparezcan tus súbditos, de entre


los magos y los más sabios, a objeto de que los enviemos allá donde
se encuentran los cimientos de la tierra.

Wayna Qhápaj se apresuró a cumplir el mandato del dios. En-


tre los que acudieron a su llamado, unos decían que eran del lina-
je del cóndor; otros, del linaje del milano; otros, en fin, del linaje
de la golondrina. Una vez reunidos todos ellos, Kuniraya les habló
asi:

-Dirigios al sitio donde se hallan ·1os cimientos. de la tierra.


Llegados alli, decidle a mi padre: "Me envía vuestro hijo a fin de
·que le mandéis conmigo a una de sus hermanas".

Como todos los otros emisarios, el del linaje de la golondrina


partió del Tlticaca para regresar al cabo de cinco días. Llegado al
sltlo donde se hallan los cimientos de la tierra y transmitido el men-
saje, al del linaje de la golondrina le entregaron un cofre con esta
recomendación:

-No suceda que quieras abrir .,este cofre. Sólo podrá abrir-
lo tu señor Wáyna QhápaJ en persona.

El hombre emprendió el viaje de regreso y en el trayecto, ya


muy cerca del Cuzco, se dejó vencer por la curiosidad y ansioso de
272 JESUS LARA

ver el contenido del cofre, lo abrió. Dentro del cofre vló a nna joven
de maravillosa belleza. S11 cabellera era ondulada y rubia como el
oro. S11 traje se veia asombrosamente lujoso. Dentro del cofre, ella
era de diminuta' apariedéia. No bien sus ojos la hubieron sorpren-
dido, la joven desapareció sin rastro:

Hondamente afligido el mensajero llegó al Cuzco y luego al


l'fliticaca.

-Si no pertenecieras al linaje de la golondrina, yo mismo te


hubiera dado muerte. Anda, regresa al mismo sitio - le ordenó Ku-
Diraya.

El emisario repitió el viaje y esta vez no se dejó seducir por


la curiosidad. De regreso con el nuevo cofre, cuando en el camino
sintió hambre y sed, no tuvo más que decirlo y se le presentó de por
si una mesa admirablemente servida y, de noche, un mullido lecho
para que durmiera. En cinco dias también el!ltuvo de regreso en el
Titicaca, con el cofre cerrado. Muy complacidos le recibieron Kunl-
raya y el Inca.

Ann antes de que se abriera el cobre, Kunlraya le habló asi


a. Wayna Qhápaj:

-Inka, hemos de abandonar este mundo. Yo me internaré en


este otro mundo y tá vete a aquel, Junto con mi hermana. Tá y yo
no volveremos a vernos.

Dicho esto, el dios abandonó la tierra. En seguida Wayna Qhá-


paj abrió el cofre. De súbito, un soberbio resplandor cubrió la tie-
rra. El lnka dijo entonces:

-Ya no regresaré de aqai. Aqui viviré con esta princesa y


reina mía -asi dijo y dirigiéndose a un vasallo pariente suyo:
-Anda tá como representante mio y preséntate en el Cuzco dlcien-
..do que eres Wayna Qhápaj.

Acto continuo el Inka y su esposa desaparecieron en la mis-


ma forma que Kunlraya. Después, cuando el llamado Wayna Qhá-
paj dejó de existir, nnos y otros entraron en disputa tratando de
erigirse en señores del Imperio, Fue en este tiempo que por prime-
ra vez aparecieron los europeos en Cajamarca,
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 271

FICCION Y SUCESO DE UN FAMOSO PASTOR LLAMADO EL


GRAN AQOYRAPHA CON LA HERMOSA Y DISCRETA CHUKI-
LLANTHU, fij]ST'A HIJA DEL SOL

De Orígenes de los Incas, de Martín de Morúa.

En la cordillera y sierra nevada, que está encima del valle de


Yúkay, llamada Sawasíray, guardaba el ganado blanco del sacrifi-
cio, que ofrecían los Incas al Sol, un indio natural de los Lares lla-
mado Aqoyrapha, el cual era mozo bien dispuesto y muy gentil hom-
bre; andaba tras su ganado, y mientras tanto tocaba una flauta que
tenía, muy suave y dulcemente, no sintiendo pena ninguna de los
accidentes amorosos que la mocedad sentir le hacía, ni tampoco
sentía placer en tenerlos.

Le sucedió un día que cuando más descuidado estaba tocando


la flauta, llegaron a él dos hijas del Sol que en toda la tierra te-
nían moradas a donde acogerse, y guardas en todas ellas. Podían
estas dos hijas del Sol pasearse de día por toda la tierra y ver sus
verdes prados, mas no podían faltar de noche a sus casas, y a tiem-
po de entrar en ellas las guardas y los pastores las cataban y mi-
raban, si llevaban alguna cosa que dañarlas pudiese; y como habe-
mos dicho, llegaron a donde el pastor estaba, muy descuidado de
verlas, y ellas le preguntaron por el ganado y pasto que traía.

El pastor, que hasta entoncu no las había visto, aunque turba-


do hincó las rodillas en el suelo, entendiendo que eran algunas de
las cuatro fuentes cristalinas, en toda la sierra muy celebradas, que
en aquel ser se habían convertido o manifestado, y así no respon-
dió palabra, mas ellas tornaron a preguntar por el ganado y le di-
jeron que no temiese, que ellas eran las dos hijas del Sol, señora~
de toda la tierra, y por más asegurarle le tomaron por el brazo y le
dijeron otra vez que no temiese; al fin el pastor se levantó y besó
las manos de cada una de ellas, quedando muy espantado de la gran
hermosura. que tenían, y al cabo de haber estado un b11en rato· en
buena conversación dijo el pastor que era ya tiempo de recoger su
ganado y que le diesen licencia para ello, y la mayor de ellas, lla-
mada ·Chukillanthu. se babia pegado mucho de la gracia y buen:t
disposición del pastor; y por entretenerle en razones le preguntó que
cómo se llamaba y de qué tierra era, y el pastor respondió que era
natural de los Lares, y que su propio nombre era Aqoyrapha; en
esto puso ella los ojos en un tirado de plata que tenia encima de la
fre,ite, llamado entre los indios anpu, el cual resplandecia y ondea-
ba con mucha gracia y vió que al pie estaba un arador muy sutil, y
mirándolo de lo más cerca vió que los aradores estaban comiendo
274 JESUS LARA
un corazón, y preguntóle Chuldllanthu, que cómo se llamaba aquel
tirado de plata; respondió el pastor diciendo que se llamaba utusi,
que hasta ahora no hemos sabido qué significación tenga este vocablo,
y es de espantar que lo que llaman anpu dijese que se llamaba
utusi y algunos quieren decir que significa el miembro genital, vo-
cablo que enamorados antiguamente inventaron; finalmente, signifi-
ca lo que quisiere (y vamos a nuestro cuento) la ñust'a le devolvió
su utusi, y se despidió del pastor, llevando muy en la memoria el
nombre del plumaje y el de los aradores; e iba pensando cuán deli-
cadamente estaban dibujados, y al parecer de ella, vivos y comien-
do el corazón, que habemos dicho; en el discurso del camino, iba ha-
blando con su hermana acerca del pastor, hasta que llegaron a sus
palacios, y al tiempo de entrar en ellos los punku-kamayus o porte-
ros las cataron y miraron si llevaban alguna cosa que dañarlas pu-
diese, porque, según ellos, en muchas partes hallaron' haber llevado
muchas mujeres a sus queridos y amados metidos dentro de lo&
sunlis, que en nuestra lengua se dice fajas, y otras en las cutntas
de las gargantillas que llevaban puestas en las gargantas; y cercio-
rados de esto los dichos porteros las cataron y miraron, y al final
entraron dentro de los dichos sus palacios, donde hallaron a las mu-
jeres del Sol que las estaban aguardando con sus ollas de oro muy
fino, guisadas todas las cosas que en la tierra se daban de mucho re-
galo; Chukillanthu se metió en su aposento, que no quiso cenar, y
el achaque que es dicho fue decir que estaba muy molida y cansada
de andar; todas las demás cenaron con la hermana, que dado caso
que algún pensamiento tenía de Aqoyrapha, no era tal que inquie-
tarla podía, aunque todavía daba algunos suspiros por disimularlo;
mas la dicha Chukillanthu estaba que a un solo punto ni un momen-
to no podía sosegar, por el gran amor que al pastor Aqoyrapha ba-
bia cobrado, y tenia mal al fin por no dar muestra de lo que den-
tro de su pecho tenía, como mujer tan entendida y discreta que era
en todo género de extremos; se echó a dormir y se quedó dormida.

Habla en esta morada, que eran palacios grandes y suntuosos


del Sol, muchos aposentos ricamente labrados y vivían en ellos to-
das las mujeres del Sol, que eran muchas, traídas de todas las cua-
tro provincias que eran sujetas al Inca, como fueron la de Chincha-
suyu, Cuntisuyu, Antisuyu y Collasuyu, para las cuales había den-
tro cuatro fuentes de agua dulce y cristalina que salían y corrian
hacia las cuatro provincias, en las cuales se bañaban, en la fuente
que corría hacia la provincia de donde eran naturales. Llamábau-
se las fuentes de esta manera: la de Chinchasuyu, que estaba hacia
la parte del Occidente, Sijllapujyu, que significa fuente de guijos, y
la otra se llamaba Llulluch'apujyu, que significa fuente de ovas, és-
ta estaba a par del Oriente, que se llamaba Collasuyu; la otra que
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 275

estaba a la parte del Septentrión se llamaba Oqhorurupujyu, que


significa fuente de berros, y la otra que estaba a la parte del Me-
diodía se llamaba Chijchipujyu, que significa fuente de ranas; en
.esta fuente se bañaban las 9ue habemos dicho.

Y volviendo a nuestro propósito, estaba la hermosísima Cbu-


killanthu, hija del S,ll, metida en un profundo sueño, y soñaba ,¡ue
veía un ruiseñor mudar y volarse de un árbol en otro, y que así
en el uno como en el otro cantaba muy suave y dulcemente, y que
después de haber cantado un buen rato con mucha armonía y regoci-
jQ, se le puso en las faldas y regazo, el cual le dijo que no tuviese
pena ni imaginase en cosa ninguna que se la pudiese dar; y que ella
babia dicho que sin remedio pereceria, si no la diese algún rem~-
dio; a lo cual respondió el ruiseñor, que él la remediaria y que le
contase su pena, y al fin ella le dijo el grandísimo amor que había
cobrado al guarda del ganado blanco, que se llamaba Aqoyrapha y
que sin ninguna duda veía ya su muerte, porque para remediarse no
babia otro remedio sino irse huyendo con el que tanto quería; por-
que de otra mane1·a seria sentida de alguna de las mujeres de su pa-•
dre el Sol, y así la mandaria matar el dicho su padre; a lo cual le
respondió el ruiseñor: que se levantase y asentase en medio de las
cuatro fuentes arriba dichas y alli cantase lo que más en la memo-
ria tenía, y que si las (uentes concordasen y dijesen lo mismo que
ella cantase y dijese, que seguramente podia hacer lo que quisiese;
y diciendo esto. se fue, y despertó la ñust'a como espantada y a gran
prisa comiénzase a vestir, y como toda la gente estuviese durmien-
fdo a sueño suelto, tuvo lugar de levantarse sin ser sentida, y asi
se fue y se puso en medio de las cuatro fuentes y empezó a decir,
acordándose de los aradores y del tirado de plata, en el cual esta-
ban los dos aradores comiendo el corazón sobredicho, y decia:
Mikhuj utusi kúyuj, utusi 'kusin, que significa: arador que está co-
miendo el utusi que se menea digno es; y luego comenzaron todas
1819 cuatro fuentes unas a otras a decirse lo mismo a gran prisa,
en cuadro; y pára ver si era verdad lo que acerca de esto cuentan
estos indios, quise poner aquí a las espaldas las cuatro fuentes y los
nombres y el canto triste de Chukillanthu, para ver por la figura si
se comunicaban unas a otras, y vi ser cosa maravillosa como la fi-
gura .la ñust'a. Y viendo la ñust'a que le eran muy favorables las
fuentes, se fue a reposar el poco que de la noche quedaba, dejando
las dichas fuentes con el entretenimiento ya dicho.

El pastor después que se fue a su chozuela trajo a la memo-


ria la gran hermosura de Chuldllanthu, y estando metido en este
cuidado empezó a entristecer, y el nuevo amor que se iba arraigan-
do en su deseo y no atrevido pecho, le hacía sentir y querer gozar
276 JESUS LARA

de los últimos fines del amor, y con este pensamiento tomó su flau-
ta y empezó a tocar tan tristemente, que a las duras piedras enter-
necia; y ·en acabando de tocarla fue tan grande el sentimiento que
hizo, que cayó en el suelo amortecido, y cuando volvió en si dijo ver-
tiendo infinitas lágrimas, lamentando: ¡ay, ay, ay! de ti, desventu-
rado, triste pastor desdichado y sin <'Ontento, y cómo se te acerca
ya el dia de tu muerte, pues la esperanza te niega lo que tu deseo
pide, ¿cómo puedes, pobre pastor, remediarte, pues el remedio es
imposible alcanzar, ~iquiera a verlo?, y diciendo esto se tornó a !>U
chozuela, y con el grandísimo trabajo que había pasado se le ador-
mecieron los miembros y así se quedó dormido.

Tenia este pastor de los Lares a su madre, la que supo por


orden de los adivinos el extremo en que su hijo estaba y de que sin
remedio acabaría la vida si no diese orden en remediarla; sabida la
.causa de sus desventuras tomó un bordón muy galano y de gran
virtud para tales cosas, y sin detenerse tomó camino de la sierra,
y dióse tan buena maña, que llegó a la choza al tiempo que el SQI
salía, y entró y vió a su hijo que estaba amortecido, y todo el ro~-
tro bañado en lágrimas vivas, y se llegó a él y le despertó, y el
pastor que abrió los ojos y vió a su madre, empezó a hacer gran
sentimiento; la madre lo consoló lo mejor que pudo, diciéndole que
no tuviese pena, que ella lo remediaria antes que pasasen muchos
días, y diciendo esto se fue; y de unas peñas empezó' a coger unas
ortigas, comida apropiada según estos indios para la tristeza, y co-
giendo gran cantidad de ellas hizo un guisado, y no estaba bien co-
cido, cuando las dos hermanas hijas del Sol estaban ya en los um-
brales de la chozuela, porque Cbukillanthu así como amaneció se
vistió, y cuando le pareció que era hora de irse a pasear por los lla-
nos verdes de la sierra, salió y enderezó hacia la choza de Aqoy-
rapha, porque su tierno corazón no le daba lugar a otros entreteni-
mientos; y luego que hubieron llegado a la choza se asentaron a la
puerta de ella fatigadas del camino, y como viesen a la buena vie~
ja, la saludaron, y dijeron si tenia qué darles de comer; la vieja
hincó la rodllla en el suelo y les dijo que no tenía más que un gui-
sado de ortigas, y aliñándolas les dió de ellas y ellas empezaron a
comer con grandisimo gusto.

Chukillanthu empezó a rodear la dicha choza, con sus lagri-


mosos ojos, sin dar muestra de lo que deseaba ver, y no vió al pas-
tor, porque en aquel instante que ellas se manifestaron, se metió
por orden de la madre dentro del bordón que babia traído, y asi en-
1tendi111 ella que debia de haberse ido con el ganado, y no curó de
preguntar por él; y como hubiese visto el bordón, dijo a la vieja que
era muy lindo el bordón, y que de dónde lo había traido; y la vie-
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 277

ja respondió que fue bordón que antiguamente era de una de las


mujeres y queridas de Pachakámaj, wak'a muy celebrado en los
llanos, y por herencia le venia a ella; como lo supo pedíaselo con
mucho encarecimiento que le hizo, la vieja al fin se lo dió. Tomófo
en las manos y parecióle muy mejor que antes, y acabó de estar
un rato dentro de la choza, se despidió de la vieja y se fue por P.I
prado adelante mirando a una parte y a la otra, por ver si parecía
el pastor que tanto queria.

No tratamos aquí de la hermana particularmente, porque no


hace a nuestro propósito, y así trataremos de Chulmllanthu tan so-
lamente, la cual está triste y muy pensativa, viendo que en todo el
camino no parecía, y así se fue a su palacio con grandísimo dolor de
no haberlo visto; y al tiempo de entrar en los palacios las guardas
las cataron y miraron, como lo suelen hacer todas las veces que de
fuera dentro entraban, y como no viesen cosa de nuevo más del bor-
dón que claramente traía, cerraron sus puertas y se fueron de todo
fraude engañadas; ellas entraron en sus recámaras, y alli les die-
ron de cenar . larga y espléndidamente; después de haber pasado
parte de la noche, todas se fueron a acostar, y Chukillanthu tomó
su bordón y lo puso junto a la cama, porque le parecía muy bien,
Y así se acostó, y pareciéndole que estaba sola, empezó a llorar,
acordándose del pastor y del sueño que había soñado; mas, no estu-
vo con este cuidado mucho tiempo, porque el bordón se había con-
vertido en el ser que era de antes, y así empezó a llamar a Chuki-
llauthu por su propio nombre, y ella cuando se oyó nombrar, tomó
en sí grandísimo espanto, y levantándose de su cama fuese por
lumbre y la encendió sin hacer ruido, y como se acercase a su ca-
ma vió al pastor que estaba hincado de rodillas delante de ella, ver-
tiendo muchas lágrimas, y ella que lo vió fue turbadamente y satis-
faciéndose de que era su pastor, le dijo y preguntó cómo había en-
trado dentro, y él respondió que el bordón que había traído dió or-
den en ella; entonces Chukillanthu le abrazó y cobijó con sus man-
tas de llipi, muy labradas y de qunpi finísimas, y allí durmió con
ella; y cuando quiso amanecer se entró otra vez al bordón. Viéndo-
le entrar dentro su ñust'a y señora, la cual, después que el Sol ha-
bía ya bañado toda la sierra, se tornó a salir de los palacios
de su padre y se fue por el prado adelante, tan solamente con su
bordón, y en una quebrada que hay en la sierra estuvo con su ama-
do y querido pastor, que en su ser ya se había convertido. Suce-
dió que una de las guardas había ido tras ella, al fin, aunque en
lugar escondido dió con ellos; y como viese lo que pasaba dió gran-
des voces, y ellos que lo sintieron, fuéronse huyendo hacia la sie-
rra que está junto al pueblo de Kalka, y cansados de caminar se
asentaron encima de una peña y se adormecieron, y como oyesen
278 JESUS LAR!\

gran ruido, entre sueños se levantaron, tomando ella una ojota en


'una mano, que la otra la tenia calzada en el pie, y mirando a la
parte del dicho pueblo de Kalka el uno y la otra fueron convertidos
en piedra, y el día de hoy se aparecen las dos estatuas desde Wa-
llapanpa y desde Kalka y de otras muchas partes; y yo lo be vis-
to muebas veces: llamáronse aquellas sierras Pitusiray, y así se
llaman hoy en día.

EL JOVEN QUE SUBIO AL CIELO

Recogido por Jorge A. Lira y traducido por José Maria


Arguedas, en Canciones y Cuentos del Pueblo Quechua).

Babia una vez un matrimonio que tenía un solo hijo. El hom-


bre sembró la más hermosa papa 'en una tierra que estaba lejos de
la casa que habitaban. En esas tierras la papa crecía lozana. Sólo
él poseía esa excelente clase de semilla. Empero todas las noches,
los ladrones arrancaban las matas de este sembrado, y robaban los
hermosos frutos. Entonces el padre y la madre llamaron a su Jo-
ven hijo y le dijeron:

-No es posible que teniendo un hijo joven y fuerte como tú,


los ladrones se lleven todas nuestras papas. Anda a vigilar nuestro
campo. Duerme junto a la chácara y ataja a los ladrones.
El joven marchó a cuidar el sembrado.
Y transcurrieron tres noches. La primera, el joven la pash
despierto, mirando las papas, sin dormir. Sólo al rayar la auror11
le venció el sueño y se quedó dormido. Fue en ese instante que los
ladrones entraron a la chácara y escarbaron las papas. En vista de
su fracaso, el mozo tuvo que ir a Ja casa de sus padres a contar-
les lo sucedido. Al oir el relato, sus padres le contestaron:
-Por esta vez te perdonamos. Vuelve y vigila mejor.
Regresó el joven. Estuvo vigilando el sembrado con los ojos
bien abiertos, hasta el amanecer. Y justo a la medianoche, pesta-
ñeó un instante. En ese instante IÓs ladrones ingresaron al campo.
Despertó el mozo y vigiló hasta la mañana. No vió ningún ladrón.
Pero al amanecer tuvo que ir donde sus padres a darles cuenta del
nuevo robo. Y les dijo:

-A pesar de que estuve vigilante toda la noche, los ladrones


me burlaron tan sólo en el instante en que a la medianocbe cerré
los ojos.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 279

Al ofr este relato, los padres le contestaron:

-¿Ajá? ¿Quién ha de creer que robaron cuando tú estaba11


mirando? Habrás Ido a buscar mujeres, te habrás ido a divertir.

Diciendo esto lo apalearon y le insultaron largo rato. Así, muy


aporreado, al dia siguiente, lo enviaron nuevamente a la chácara.

-Ahora comprenderás cómo queremos que vigiles - le dije-


ron.

El joven volvió a la tarea. Desde el instante en que llegó a Ja


orilla del sembrado estuvo mirando el campo, inmóvil y atento. Esa
noche la luna era brillante. Hasta la alborada estuvo contemplando
los contornos del papal; asi, mientras veía, le temblaron los ojos.
y se adormiló unos instantes. En esa ráfaga de sueño que tuv:¡,
mientras pestañeaba el mozo, una multitud de hermosísimas jóve-
nes, princesas y niñas. blancas,. poblaron el sembrado. Sus rostros
eran como flores; sus cabelleras brillaban como el oro; eran mu-
jeres vestidas de plata. Todas juntas, muy de prisa, se dedicaron a
escarbar las papas. Tomando la apariencia de princesas, eran las
estrellas que bajaron del altísimo cielo.

El joven despertó entonces, y al contemplar la chácara excla-


mó:

-¡Oh! ¿De qué manera podría yo apoderarme de tan bellisi,


mas niñas? ¿Y, cómo es posible que siendo tan hermosas y radian-
tes puedan dedicarse a tan bajo menester?

Pero mientras esto decía, su corazón casi estallaba de amor.


Y pensó para sí:

-¿No podría, por ventura, reservar para mi siquiera una pa-


rejita de esas beldades?

Y saltó a todo vuelo sobre las hermosas ladronas. Sólo en el úl-


'timo Instante, y a duras penas, pudo apresar a una de ellas. Las
demás se elevaron al cielo, como luces que se mueren.

Y a la estrella que pudo apresar le dijo, enojado:

-¿Conque érais vosotras las que robábais los sembrados dr.


mi padre? - Diciéndole esto, la llevó a la choza. Y no le dijo má<i
acerca del robo. Pero luego agregó:
280 JESUS LARA

-¡Quédate conmigo; serás mi esposa!

La Joven no aceptó. Estaba ftena de temor; y rogó al mucha-


~ho:

-¡Suéltame, suéltame! ¡Ten piedad! Mira que mis he.-manas


'le avisarán ai mis padres. Yo te devolveré todas las papas que te
a
hemos robado. No me obligues vivir en la tierra.

El mozo no dió oídos a los ruegos de la hermosa niña. La re-


tuvo en sus manos. Pero decidió no volver a la casa de sus padres.
Se quedó con la estrella en la choza que babia junto al sembrado.

Entre tanto, los padres pensaban: "Le habrán vuelto a robar


las papas a ese Inútil; no pueden haber otros motivos para que no
s~ presente aquí".

Y como tardaba, la madre decidió llevarle comida al campo,


y averiguar de él. Desde la choza, el muchacho Y· la niña atisbaban
el camino. En cuanto vieron a la madre, la joven dijo al mozo:

-De ninguna manera puedes mostrarme ni a tu padre ni a tu


madre.
Entonces el joven corrió a dar alcance a su miulre, y le gri-
tó desde lejos:
-¡No, mamá; no te acerques más! Espérame atrás, atrás!

Y recibiendo la comida en aquel lugar, tras la choza, llevó


los alimentos a la princesa. La madre se volvió apenas hubo entre-
gado el fiambre. Cuando llegó a su casa, contó a su esposo:

-Así es como nuestro hijo ha aprisionado a una ladrona de


papas que bajó de los cielos. Es asi como la cuida en la choza. Y con
ella dice que se casará. No permite que nadie se aproxime a su
choza.
Entre tanto el joven pretendía engañar a la doncella. Y le de-
cia:
-Ahora que es de noche, vamos a mi casa.
Pero la princesa Insistía:

-De ninguna manera deben verme tus padres, ni puedo en-


contrarme con ellos.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 281

Sin embargo el mozo engañó, diciéndole:

-Otra es mi casa.

Y durante la noche la llevó por el camino.

De este modo, sin que ella quisiera, la hizo entrar al hogar de


sus mayores y la mostró a sus padres. Los padres recibieron asom-
brados a esa criatura, de tal manera lumtnosa y bella, que la pa-
labra no es capaz de describirla. La cuidaron y criaron, teniéndo-
la muy bien amada. Sin embargo, no la dejaban salir. Y nadie la
conoció ni vió.

Y ya hacía mucho tiempo que la princesa vivía con los padres


del joven. Llegó a estar .encinta y dió a luz. Mas la criatura murió,
sin saber por qué, misteriosamente.

La ropa luminosa de la joven la guardaban encerrada. A ella


la vestían de ropas comunes; y así la criaban.

Cierto día, el joven fue a trabajar lejos de la casa; y mien-


tras estaba fuera, la niña pudo salir, haciendo como que sólo iba
por ahí cerca. Y se volvió a los cielos.

El mozo llega a su casa. Pregunta por su mujer. No la en-


cuentra. Y como ve que ella ha desaparecido, suelta el llanto.

Cuentan que vagó por los montes, llorando con locura, sonám-
bulo, enajenado, caminando por todas partes, Y en una de las ci-
mas solitarias adonde llegó se encontró con un cóndor. Entonces el
-Cóndor Je dijo:

-Joven ¿por qué causa lloras de esta suerte?

Y el mozo le contó slu. vida.

-Bé aquí, señor, que era mía la mujer más hermosa. Aho-
1·a no sé por qué caminos ha partido. Estoy extraviado. Temo que
haya huido a los cielos de donde vino.
Y cuando dijo esto, el Cóndor le respondió:

-No llores, joven. Es cierto; ella ha vuelto al alto cielo. Pero,


si quisieras y es tanta tu desventura, yo te cargaré hasta ese mun-
do. Sólo te pido que me traigas dos llamas. Una para devorarla aquí,
la otra para el camino.
282 JESUS LARA

-Muy bien, señor ---contestó el mozo.- Yo te traeré las dos


llamas que me pides. Te ruego esperarme en este mismo sitio.

E inmediatamente se dirigió a su casa en busca de las lla-


mas. Luego que llegó, dijo a su~ padres:
-Padre mío, madre mia: voy en busca de mi esposa. He en-
contrado a quien puede llevarme hasta el lugar donde ella se en-
cuentra. Sólo pide dos llamas en pago de tan grande favor; y voy
a llevárselas ahora mismo.

Y cargó las dos llamas para el Cóndor. El Cóndor devoró in-


mediatamente una, hasta el hueso de los huesos, arrancando las
carnes con su propio pico. A la otra la hizo degollar con el joven,
para comerla en el camino. E hizo que el mozo se echara la res de-
gollada en las espaldas; luego le ordenó que subiera sobre una ro-
ca; cargó al joven, y le hizo esta advertencia:
-Has de cerrar y apretar los párpados; .por ninguna causa
abrirás tus ojos. Y cada vez que yo te diga: "Carne", me pondrás
en el pico un trozo de la llama.

Luego el Cóndor levantó el vuelo.


El hombre obedeció y no abrió los ojos en ningún instante; te-
nia los párpados cerrados y duros. "'¡Carne!", pedía el Mallku, y
luego el mozo cortaba grandes trozos de llama y le metía en el pi-
co. Pero en lo más raudo del viaje, se acabó el fiambre. Antes de al-
zar el vuelo, el Cóndor babia advertido al joven: "Si cuando diga
¡Carne! no me pones carne en el pico, donde quiera que estemos, te
soltaré". Ante ese temor, el mozo empezó a cortarse trozos de su
pantorrilla. Cada vez que el Cóndor pedía carne, le servia pequeña11
raciones de su propia carne. Así, a costa de su sangre, consiguió
que el Cóndor le hiciera llegar hasta el cielo. Y se cuenta que tar-
daron: !un año en elevarse a tan gran altura.

Cuando llegaron, el Cóndor descansó un rato; luego volvió a


cargar al joven y voló hasta la orilla de un mar lejano. Alli le di-
jo al mozo:
-Ahora, mi querido, báñate en este mar.
El joven se bañó en seguida. Y también el Cóndor se bañó.

Ambos habian llegado al cielo, sucios, negros de barba; vie-


jos. Pero cuando salieron del baño estaban hermosamente rejuve-
·necidos. Entonces le dijo el Cóndor:
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 283

-En esta otra orilla de este lago, frente a nosotros, hay un


gran santuario. Allí se ha de celebrar una ceremonia. Anda, y espe-
ra en la puerta de ese hermoso templo. A la ceremonia han de
asistir las jóvenes del _cielo; son una multitud y todas tienen el mis-
mo rostro qu~ tu esposa. Cuando ellas estén desfilando junto a ti, no
has de dirigirle la palabra a ninguna. ,Porque la que es tuya vendri\
'~a última, y te dará un empujó~. Entonces la asirás y por ningún
motivo la soltarás.

El joven obedeció al Cóndor. Llegó a la puerta del gran re-


cinto, y esperó de pie. Y llegaron una. infinidad de jóvenes de idén-
tico rostro. Entraban, entraban; una tras otra. Todas miraban im-
pasibles al hombre. El no podía reconecer entre tantas a la que era
su mujer. Y cuando estaban ingresando las últimas, de pronto; una
de ellas le dió un empujón con el brazo; y también entró al gran
templo. Era el resplandeciente templo del Sol y de la Luna. El Sol
y la Luna, padre y madre de todas ias estrellas y de todos los lu-
ceros. Allí, en ese templo, se reunían los seres celestiales; allí ve-
nían los luceros para adorar al Sol, día a día. Cantaban melodiosa-
mente para el Sol; C'Ual jóvenes blancas, las estrellas; como innu-
merables princesas, los luceros.

Cuando terminó la ceremonia, las jóvenes empezaron a salir.


El mozo seguía esperando en la puerta. Ellas volvieron a mirarle
con igual indiferencia que antes. Y nuevamtnte le era imposible
distinguir entre toda'J a la que era su esposa. Y como en la prim•·
Ira vez, de pronto, una de las princesas le dió un empujón con e,
brazo, y luego pretendió huir; pero entonces la pudo aprisionar. Y
no la soltó.

Ella .Jo guió a su casa, diciéndole:



-¿A qué h¡1s venido hasta aqui? Yo iba a volver donde tí, de
todos modos.

Cuando llegaron a la casa, el mozo tenía el cuerpo frío a cau-


sa del hambre. Viéndole asi, ella le dijo:

-Toma este poco de quinua y cocinalo.

Le dió una cuchara escasa de quinua. Entre tanto el joven lo


observaba todo, y vió de qué lugar ella sacaba la quinua. Y cuando
vió los pocos granos de quinua que tenia en las manos, dijo para
sí: "La miseria que me ha dado! ¿Cómo es posible que esto apla-
que mi hambre de todo un año?" Y la joven le dijo:
284 JESUS LARA

Es necesario que vaya un instante donde mis padres. No de-


bes mostrarte ante ellos. Mientras vuelvo, haz una sopa con la qui-
nua que te he dado.

Apenas salló ella, el joven se puso de pie, se dirigió al depó-


sito y trajo una buena porción de quinua y la echó a la olla. De
pronto, la sopa rebosó, hirviente, y se desbordó a chorros. El co-
mió todo lo que pudo, se hartó hasta donde ya no era posible más,
y enterró el resto. Pero aun debajo de la tierra la quinua empezó
a brotar. Y cuando estaba en ese trance, volvió la princesa; y le
dijo:

-¡No es de esta manera cómo se debe comer nuestra quinua!

¿Por qué aumentaste la ración que te dejé?

Y se dedicó a ayudar al mozo a esconder la quinua rebosa-


da para que los padres de ella no lo descubrieran. Entre tanto le
advirtió:

-No deben verte mis padres. Sólo puedo tenerte escondido.

Y asi fue. El vivía escondido; y la hermosa estrella le lleva-


ba alimentos hasta su refugio.
Durante un año vivió de esa suerte el mozo con su esposa. Y
apenas cumplido el año, ella se olvidó de llevarle alimentos. Un día
salló, diciéndole: "Ha llegado la hora en que debes irte": y no vol-
vió a aparecer más en la casa. Lo abandonó.

Entonces, con el rostro lleno de lágrimas, el joven se diri¡ió


nuevamente a la orilla del mar del cielo. Cuando llegó allí, vió q11e
desde la lejania surgia el Cóndor. El Joven corrió para darle alcan-
ce. El Cóndor voló basta posarse junto a él; y asi observó que el
Mallku divino babia envejecido. El Cóndor a su nz vió que el mo-
zo estaba avejentado y marchito. Cuando se encontraron, ambos
gritaron al mismo tiempo:
-¿Qué ha sido de ti?

El joven volvió a contarle su vida, y se quejó:


-Asi, señor, de este modo triste, mi mujer me ha abandona-
do. Se ha ido para siempre.

El Cóndor lamentó la suerte del mozo.


LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 28~

-¿Cómo es posible que haya procedido de este modo? ¡Pobre


amigo! - le dijo-. Y acercándose más, le acarició con sus alas, dul-
cemente.

Como en el primer encuentro le rogó el joven:•

.-Señor, préstame tus alas. Vuélveme a la tierra, a la casa


de mis padres.

Y el Cóndor le respondió:
-Bien. Te llevaré. Pero antes nos bañaremos en este mar.
Y ambos se bañaron; y rejuvenecieron.

Y en saliendo del agua, el Cóndor le dijo:

-Tendrás que volverme a dar dos llamas por mi traba~o de


cargarte nuevamente.

-Señor, cuando esté en mi casa te entregaré las dos llamas.

El Cóndor aceptó; se echó al joven sobre sus alas y empren-


dió el vuelo. Durante un año estuvieron volando hacia la tierra. Y
cuando llegaron, el mozo cumplió, y entregó al Cóndor dos llamas.

El mozo entró en su casa y encontró a sus padres muy viejos,


muy viejos, cubiertos, cubiertos de lágrimas y de pena. El Cóndor
dijo a los ancianos:

-Hé aquí que os devuelvo a vuestro hijo, sano y salvo. Aho-


ra debéis criarlo cariñosamente.

El joven dijo a sus padres:


-Padre mío, madre mia: ahora ya no es posible que pueda
amar a ninguna otra mujer. Ya no es posible encontrar una mujer
como la que fue mia. Así, solo, viviré, hasta que venga la muerte.

Y los ancianos le contestaron:

-Está, bien. Como tú quieres, hijo mío, solo, te criáremos, si


no es tu voluntad tomar otra esposa.

Y de este modo vivió, con una gran agonía en el corazón.


H~ aquí este corazón que amó tanto a una mujer. He vagado
sufriendo todos los dolores. Y he de entregarme ahora al llanto.
RELATOS COLONIALES

HISTORIA DE MIGUEL WAY APA

(Recogido por Jorge A. Lira y traducido por José Maria


Arguedas en Canciones y Cuentos del Pueblo Quechua)

Y babia un hombre llamado Miguel Wayapa. Este hombre te-


nia un corazón duro y perverso. Era muy acaudalado. Poseía gana-
do. Era dueño de grandes tierras de sembrío y de grandes troje.,
de alimentos. Este hombre era además usurero, un usurero impla-
cable. A quienes le debían los hacia trabajar gratuitamente, so pre-
texto de réditos. A los miserables los desnudó; les despojó de todo
bien por medio de la usura. Era pues el corazón más vU y perver-
so. Y así murió. Y todo entero, en carne y hueso, cayó a los in-
flemos.

En el mismo pueblo vivia otro hombre, pad1·e de tres hijos,


muy pobre, muy pobre. Y este hombre, un dia en que babia bebido
mucho, en su ebriedad, aceptó ser alferlldo de una fiesta principal
que demandaba gran derroche y din~ro. Tal hombre fue en segui-
da donde su mujer y le dijo:

-¡He aceptado el alferado de la gran fiesta!

Entonces la mujer le reprochó:

-Asi como aceptaste pasar semejante cargo, así tendrás q11e


ir aunque sea hasta la casa del diablo a conseguir dinero.

Cuando oyó el repl'oche de su esposa, el hombre se echó a llo-


rar amargamente. Y de Pste modo, l!On lágrimas en los ojos, hizo
288 JESUS LARA
que alguna gente le ayudara a moler maíz para hacer harina. Y
cargando los sacos de harina en una piara de llamas salió a viajar
en compañía de sus tres hijos.

-Sí; caminaré y buscaré ¡aunque tenga que llegar al mismo


lnfiemo! - había dicho antes de partir.

Vagó por los caminos sin rumbo fijo, arreando sus llamas. Y
anduvo y anduvo, ~orante cuatro días y cuatro noches. Hasta que
se encontró con un señor; con un señor que venía montado en un ca-
ballo blanco. Y el señor le preguntó al hombre:

-Hijo mío, ¿dónde te encaminas?

-Por aquí ando, mi señor - contestó el hombre.- Acepté


ser alférez de un dia muy grande, de una fiesta imposible para mí.
Y mi esposa me reprochó: "Tendrás que ir aunque sea hasta el in-
fiemo a conseguir dinero" - Me .dijo. Por eso voy trotando, aun-
que tuviere que llegar a la casa del demonio. ¿Por dónde será el ca-
mino, mi señor? ·

Y entonces le contestó el señor:

-No, hijo mío. No llegarás a tal extremo. Ve a la ciudad quP.


hay tras de estas montañas; el camino es aquel que se ve en la le-
janía. En tal ciudad tus sacos de harina podrás convertirlos en cen-
tenares de monedas. Aquel es el camino,. hijo mio - y señaló la
senda en la montaña. -Ese camino es el que debes ·tomar, y no el
otro, el que aparece cerca del primero; porque este último es el que
llega hasta el infierno.

Y nada más le dijo el caballero. Dicen que era nuestro señor


Santiago.

Pero el camino que debia escoger el viajero estaba aun muy


lejos. Y así, llorando, los cuatro hombres se dirigieron a la monta-
ña. Y cuando llegaron al camino que babia señalado el señor, ..-1
padre preguntó a sus tres hijos:

-¿Cuál es el camino por donde nos mandó Ir el señor"?

Como sus oJQs hablan anochecido a causa de las lágrimas, él


no podia reconocer el camino.

El menor de los hijos le contestó:


LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 289

-No nos dijo que entráramos a este camino, sino al otro - Y


conforme decía, orientó a su padre por la verdadera senda. Pero
el mayor estaba errado y los perdió. Interrumpiendo a su herma-
no, dijo:
-No. No es ése el camino, sino éste.
Y asi fue cómo todos entraron al camino extraviado, al cami-
no del demonio.

De este modo llegaron a la cumbre, al anochecer. Alli ama-


rraron a las llamas, descargaron los sacos de harina y después se
acostaron para pasar la noche.

Mientras dormfan vino el demonio, arreó las llamas y se las


robó; las condujo hasta su pueblo. Cuando despertó el hombre, bus-
có sus llamas; y como no las encontró, pensó que los ladrones se
las babrfan llevado. Entonces, en compañia de uno de sus hijos, se
echó a buscarlas, dejando al menor para que cuidara las cargas de
harina.

Siguiendo el rastro de las llamas, el hombre llegó hasta un ce-


rro lejano. Alli encontró a Miguel Wayapa, a su fantasma. Cortaba
leña de rok'e, leña menuda, y la terciaba con una soga. Parecfa
una soga torcida de cuero, pero en ¡·erdad era una serpiente; ~ó-
lo para los ojos del hombre común semejaba un lazo .

Era Wayapa, mas su vecino no lo reconoció; sólo vió en él al
fantasma. En cambio Miguel Wayapa identificó al hombre de su
pueblo; y le habló de este modo:

-Señor, ¿no me reconoces? Yo soy Miguel Wayapa. Por to-


das las lágrimas que hice derramar a los hombres, hé aqui que
nuestro Señor me atormenta y me aflige.

El hombre sólo dijo al fantasma:

-Mis llamas han venido hasta estos parajes; voy rastreándo-


las y sus huellas entran basta aqul.

-SI, es cierto. El las trajo. Tus llamas estin ahora mlrlndose


las caras, amarradas por el cuello en un circulo de so¡as, en ._.¡
centro de la plaza del retozo. ¡Yo he de salvarme ahora contl¡o! Yo ·
he de enseiarte mucho. - Y asl le ensei6 mucho, diciéndole: - En-
trarás ahora mismo, a la carrera, a la plaza del retozo. Y arran-
cando las so¡as del cuello de las llamas las arroJaris al' suelo. Una
290 JESUS LARA
vez que hayas arrojado las sogas, blandirás tu cabestro de cuero
torcido, y golpeando con él a tus ll"mas, las arrearás a todo vuelo.
Entonces una multitud de señores y de matronas tratarán de alcan-
zarte mostrándote platos y azafates con viandas y manjares, y va-
sos de chicha: "¡Come y bebe, mi señor!", te dirán, y luego te ro-
garán: "Descansa aun; véndenos tu ganado". Pero no les darás oí-
do ni aceptarás sus propuestas. Entonces se lanzarán sobre tí unos
perros feroces, ladrando y dando dentelladas. Pero tú los azotarás
con tu soga de cuero, los espantarás, dispersándolos por toda la pla-
za, hasta arrojarlos a los rincones. Yo correré bajo los ruídos, en
el desconcierto, y podré llegar hasta la orilla del camino que sale
del pueblo. Allí te esperaré. De este modo podré saltar. al centro de
tu tropa de llamas. Y entonces tú, blandiendo tu soga, corriendo y
volando, alborotando, arrearás la tropa; y con las llamas me saca-
rás, me salvarás.

Asi instruido, el hombre entró al pueblo. Corrió directamen-


te hacia la tropa de llamas; y arrancando las sogas las arrojó a la.
tierra. Tan luego que hubo arrojado las sogas, miró el suelo y vió
que una turba de serpientes mutiladas se debatían y hervían en su
propia sangre. Inmediatamente, el hombre arreó las llamas, a todo
galope. En ese instante corrieron tras él caballeros y matronas, lle-
vando en las manos platos de comida y vasos de chicha, deciendo:

"¡Descansa aún, mi señor! ¡Véndenos tus llamas!"


11.

Pero él no aceptó las ofertas ni recibió ninguna cosa. Luego


una jauría de perros se lanzó sobre él, ladrando y atropellándose;
el hombre los azotó con el lazo de cuero, de tal manera, que los pe-
rros fueron arrojados a todos los rincones. Asi logró arrear las lla-
mas hasta las afueras del pueblo. Y como ofreció, en verdad, Mi-
guel Wayapa estaba esperándolo allí, junto al camino. Cuando vió
aparecer la tropa de llamas, saltó sigilosamente entre las bestias.
Trotó con las llamas como si fuera una de ellas. Y el hombre, agi-
tando la soga de cuero, condujo la tropa por los caminos, la puso
en salvo. Asl llegaron hasta el abra de una montaña. En el abra de
esa montaña estaba sentado nuestro padre Santiago. Estaba arma-
do con su espada. Se levantó y les dijo:

-Los demonios vienen a caballo para darles alcance. Ahora


los haré retroceder, les cortaré y rajaré los cuernos. Seguid voso-
tros, y esperadme Junto a las cargas de harina.

Cuando ya estuvieron muy lejos volvieron los ojos hacia el ca-


mino, y vieron que los demonios, en gran cabal¡ata, ¡alopaban ha-
LA LITERATURA DE LO~ QUECHUAS 291.

cia ellos. Pero en ese instante aparece nuestro Señor' Santiago, y


con golpes de su espada rompe los pies de los demonios, les cimbra
las espaldas y hace que su caballo los pisotee en la tierra.

Una vez que llegaron al sitio donde el hombre dejó sus cargas
de harina, descansaron para esperar a nuestro padre Santiago. Allí
encontraron al menor de los hijos, que esperaba a su padre lloran-
do d,esoladamente en silencio.

Llegó nuestro señor Santiago, y dirigiéndose a Wayapa le re-


criminó de todos los hechos de su vida, diciéndole:
-Tú eras el que hacía llorar a los hombres; tú fuiste el la-
drón; tú eras el asesino.
Y Wayapa no encontró un sitio donde ocultar el rostro. Nues-
tro padre Santiago continuó: -Ahora vas a llegar a tu pueblo, pe-•
ro no a tu casa. Derechamente irás al templo de la oración. No le
dirigirás la palabra a nadie. No visitarás a tu esposa, ni a ningun,i
otra gente.

Y escribiendo una carta, encargó al hombre que la entregara


al Sacerdote del templo de la oración. En la carta decía: "Ahí vuel-
ve el gran pecador; ha de trocarse en bueno. Dirás una misa por su
alma. Ya está resucitando. Ya no ha de ser un muerto. Tras del
campo donde se entierra a los cadáveres mandarás levantar una
casa para él. Pero no permitirás qne viva con su mujer. Tres mi-
sas le tendrás que dedicar a ese pecador. Y cuando estés celebran-
do la segunda misa, la del centro, llegará un moscardón y le escu-
rrirá su sangre en la frente; esa sangre se hundirá en los huesos de
su frente. Tan luego muera el moscardón, el alma entrará al cuerpo
de Wayapa, volverá a su ser. Hecho esto, vivirá en la casa que has
de mandarle construir".- Luego, dirigiéndose al hombre, nuestro pa-
dre Santiago le ordenó: - Vacía tus sacos de harina al suelo.

Pero: el hombre se negó a obedecer.

-Cómo es esto, señor, -le contestó.- ¿Con qué he de lleva1·


algo a mi casa? De todos modos tengo que negociar mis sacos de ha-
rina.

-¡Vacíalos, te digo! Y anda a recoger esos trozos de cacha-


rros.

E hizo que recogiera los tiestos que babia cerca del camino;
Y ordenando que golpeara los bordes, mandó que hiciera con ellos
292 JESUS LARA

grandes trozos circulares. Luego dispuso que rellenara los costales


de harina con los trozos de arcilla. Hizo que cosiera las cerraduras;
mandó que cargara las llamas. Y le dijo:

-Ahora vete; ahora vuélvete. Pero no trates de escudriñar


los costales, hasta llegar a tu casa.

El hombre emprendió la marcha, seg6n la orden. Y arreaba


sus llamas. Al principio las bestias caminaron muy ligero; pero des-
pués las cargas se tornaron pesadas como el plomo. Asimismo, el
hombre, en las primeras jornadas y en los parajes de descanso, le-
vantaba las cargas y las bajaba fácilmente, como si pesasen poco;
pero en las jornadas siguientes sintió que los sacos aumentaban· de
peso. Asi, a duras penas, el hombre con la ayuda de sus tres hijo~
y de Wayapa, cargaba las llamas. Y ni las llamas ya podian con
el peso; sus espaldas se cimbraban hacia el suelo. Es que los ties-
tos se hablan convertido en plata. Sin embargo, ayudándose entre
todos, bestias y hombres, pudieron llegar a la casa del viajero.

Y en llegando, descargaron los bultos, abrieron los costales )'


vieron que los trozos de arcilla se habían convertido en monedas.
Entonces el hombre barrió cuidadosamente uno de los rincones de
la casa; alli vació el dinero hasta formar UD montículo de plata.
Cuando entró la mujer a la habitación, se colmó de alegría; y sahu-
mó la<J monedas con perfumes. Así, jubilosa, encomió a su esposo
y a sus hijos y los engalanó con sus elogios.
Ya faltaba menos de UD año para la gran fiesta. El alferado
y su familia empezaron a hacerse trajes nuevos. Todos estrena-
rian los más hermosos vestidos.
Muy pronto llegó el gran día. Y este hombre celebró la fies-
ta con una pompa y lustre que no se habian visto antes, ofreciendo
lo que no ofrecieron otros, haciendo lo que los antepasados no hi-
cieron. Y a pesar de todo el derroche y los gastos del gran día, to-
davia le sobró miles y miles de dinero. Se tornó en poderoso por ha-
ber celebrado la gran fecha del pueblo.

Luego que pasaron los dias de la fiesta, iba diariamente a vi-


sitar a Miguel Wayapa; la 'mujer de éste veneraba al hombre que
salvando a su marido de la perdición y la condena, lo trajo nueva-
mente al pueblo. Por fin, el salvador llevó a ·1a mujer de Wayapa
donde su marido; porque habiendo recibido todas las ceremonias en
el templo de la oracióñ, Wayapa se tornó en un hombre nuevo, de
alma hermosa y purificada. Así Wayapa renació al mundo del bien.
Y esa misma mañana recibió a su mujer y le dijo:
'
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 293

-Por todas nuestras culpas he penado en el infierno.


Luego se recriminó de todos los pecados de su vida, y conti-
nuó:
-Por haberme salvado, en nombre de mi resurrección, repar-
te algo de nuestras riquezas entre los huérfanos y los misero!(!.
La mujer obedeció de buen corazón; y no hubo beneficio que
ella no ejerciera; hizo llegar su piedad no sólo a los huérfanos y
abandonados, sino también a los pobres, a los que poseían pocos
bienes.
Pero Wayapa ya no era de los que comen y beben. Y así vi•
vió; su mujer en un lado y él en otro, ambos solos, separados para
siempre.
Y todos estos sucesos ocurrieron hace ya mucho tiempo.

ISICHA PUYTU

(Recogido por Jorge A. Lira y traducido por José María


Arguedas de Canciones y Cuentos del Pueblo Quechua).

En un ayllu babia una mujer hermosa, cuya belleza deslum-


braba. Su nombre era lsicha Puytu. Llegó su turno de la mita, del
servicio en la casa del señor de la región, del Kuraka. Fue a cum-
'.Plir su turno, y no volvió. El Kuraka la hizo quedar, no quiso sil'
tarla le dijo:

-Vivirás conmigo.
-Bien -dijo ella. Y se quedó en la casa del señor. Vivió con
él.

El Kuraka mandó que le quitaran toda la ropa a su nueva


amante, a Isicha Puytu. La hizo vestir con la ropa de las matronas,
de las principales. Ella tenía trenzas. Y sus trenzas las mandó pei-
nar como se peina la cabellera de las soberanas. Con grandes pren-
dedores de plata le hizo adornar la cabeza; extremó su amor el Ku-
raka en estas cosas. La hizo vestir con ropas de finísimo hilado, la
hizo calzar de sandalias. Toda ella la adornó y vistió como a las se-
ñoras principales. En las llijllas, en las mantas que debían cubrir-
le la espalda, mandó tejer palomas. Todas sus vestiduras estaban
tejidas con franjas anchas en que se había retratado· a las flores
de la tierra. Asi la cargó de adornos como a una planta florecida, y
la transformó.
294 JESUS LARA

De este modo vivian y pasaba el tiempo. Ella no se ocupaba


de nada, su señor no la hacía trabajar. Pasaban el día entregados
a la diversión y el juego, encerrándose en el dormitorio. Comían jun-
tos. El la tenía en sus brazos, sobre las rodillas, mientras comían.

El señor tenia muchos criados jóvenes. Todos odiaban a lsi-


cha Puytu y hablaban mal de ella, a escondidas. Y cuando la ser-
vían y le llevaban las comidas refunfuñaban. Al señor no le impor-
taba eso, ni nada. Pero la gente del pueblo sabía, y también ellos
murmuraban. Mas, tampoco eso importaba al kuraka; no temía el
Juicio del pueblo.

Dia y noche estaba con ella, con su amada. Con ella comía,
con ella dormía, con ella esperaba el anochecer. Isicha Puytu sa-
bía tocar una quena de hueso humano. Esas quenas que se tocan ba-
jo un cántaro alargado. Ella tocaba intensa y bellamente la quena.
Y por eso se llamaba Isicha Puytu. El kuraka le compró una quena
y un cántaro. Ella pone las manos dentro del cántaro y toca la que-
na. ¡El canta! Es el kuraka quien canta.

Asi vivían todos los días. Mientras tanto, los padres de ella,
la esperaban. Y como pasaba el tiempo y no volvia, la madre dijo
a los hermanos de Isicha Puytu.

-¡Dónde estará mi hija! Qué será de ella. No ha vuelto des-


de que fue a cumplir su turno. O es que la han retenido para que
sirva en la mita para siempre. Id a preguntar por -vuestra hermana.

Luego prepararon un fiambre abundante y enviaron a dos de


los hermanos hacia el pueblo. Llegaron ambos a la casa del señor
y preguntaron a los jóvenes sirvientes. Vno de los hermanos dijo:

-Isicha Puytu, ml hermana, vino a cumplir su turno en la mi-


ta. Y no _ha vuelto. ¿Qué es lo que hace en la casa del señor?

Los jóvenes contestaron:


-Tu hermana es ahora la señora. Se ha tornado en la ma-
trona.
-Decidle que han venido sus hermanos a averiguai'. de ella.

Los sirvientes enttaron a la casa a cumplir el encargo. Dije,


ron a la señora:
-Isicha Puytu, han venido tus hermanos a preguntar por tí.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 295

-¿Quién puede ser mi hermano? - contestci ella.


-Allí están en la puerta tus dos hermanos. Dicen que han ve-
1nido por orde~ de tus padres.
Isicha Puytu contest6:
-Yo no tengo padre ni madre,
-Pues mira, mira alli.
Pero ella no quiso mirar. Muy tranquila, sentada sobre el
lecho del Kuraka, tocaba su quena, hacía gemir al instrumento. Na-
da más.
Los j6venes sirvientes volvieron donde los hermanos y les di-
jeron:
-Dice ella que no sois sus hermanos. Dice que no reconoce ,
tener padre ni madre. No quiere salir. Ha dicho de vosotros: "¿Qué
ricos· de excremento son los que quieren reconocerme por hermana?"

Sin embargo los hermanos esperaban afuera sentados, con-


versando con la servidumbre.

-Ella está con el señor, vive con él - dijeron los sirvien-


tes. Y les contaron la historia de Isicha Puytu. Todo lo que ocurrió
con ella, desde el prin~ipio.

Y cuando los hermanos estaban sentados entre los sirvientes,


Isicha Puytu salió, por su propia voluntad. Los hermanos se levan-
taron, fueron hacia ella y le dijeron:

-¿Cómo te encuentras, hermana? ¿D6nde estás? No volvis-


te a nuestra casa. Cualquiera que haya sido tu suerte, debiste avi-
sar, hermana. Nuestros padres te enviaron con nosotros este fiam-
bre.
-Tá, mozo mugriento, tá no eres mi hermano - contest6 ella. -
¿De d6nde y por qué queréis ser mis hermanos?
-Nuestra madre esti llorando por ti. - contestaron ellos.
-¿ Y quién habla sido mi madre? ¡- volvl6 a preguntar Isl-
cha Puytu.
-No te acuerdas de nuestros padres? - pre¡untaron los her-
manos.
-¿De d6nde y por qué pretendéis reconocerme? ¿Acaso soy
de vuestra clase? Porque me véls en alta condlcl6n queréis hacero~
pasar por parientes mlos - dijo ella con ¡ran altivez, Recibió el
fiambre que le hablan enviado sus padres y· lo arrojó a la cara de
sus hermanos,
296, JESUS LARA

-¿Cómo me habéis traido esto? ¿Soy acaso de las que co-


men esas cosas? - les gritó con, el mayor desprecio.

Al oir estas palabras los hermanos se marcharon, volvieron


a su casa.
Llegaron donde estaban sus padres.

-Me enviásteis a preguntar por vuestra hija - habló el ma-


yor de los hermanos.- Nos ha recibido con desprecio. No quiso re-
conocemos. "Mozos tan mugrientos pretendéis haceros pasár por
mis hermanos?", nos dijo.

-No es posible que mi hija haya hablado de ese modo - con-


testaron el padre y la madre.

-Aun la comida que le enviaste nos arrojó a la cara. No se


acuerda de nuestra casa.

Y así, minuciosamente, hicieron el relato de la visita a lsi-


cha Puytu.
-Vuestra hija vive con el kuraka - dijeron.

Pero los padres no quisieron creer lo que oian.

-No. No es posible que mi hija sea de tal índole - respondie-


ron. Vosotros odiáis a mi hija. No qneréis que ella vuelva, y por eso
inventáis esos cuentos.
No creyeron en las palabras de los hermanos. Y asi fue.

Pasó mucho tiempo en la vida de lsicha Puytu. Concibió un


hijo; estaba embarazada.
Entonces, nuevamente, los de su casa quisieron saber de ella.

Y la madre envió al padre. Como en la primera vez, prepararon un


fiambre.

-Si será verdad que nuestra hija es como sus hermanos cuen-
tan de ella. Anda y ve por ti mismo - dijo la madre a su marido.

El padre lle¡6 a la casa del Kuraka. Pre¡unt6 por su hija,


Los criados contaron al padre la historia de lslcha Puytu, como ha• ~
bian contado a los hermanos.

-Hacedme el favor de llamarla - dlJo el anciano.- Decidle


,¡ue ha venido 1u padre.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 297

Los criados lo anunciaron ante lsicba Puytu. Y ella contestó:


-¿Quién puede ser mi padre?

Y como le dijeron: "Es tu padre quien ha venido", ella salió


murmurando:

-¡Oh! ¿Quién babia sido mi padre?

En cuanto vió a su bija el anciano fue hacia ella; iluminado


de alegría exclamó:

-¡Oh, bija mia! ¿Cómo estás? - y con el corazón ardiente de


¡¡mor, prosiguió: - ¿Cómo no has vuelto basta ahora? ¿Qué es lo
que te está pasando?

Y ella contestó:

-Oye, perro viejo: ¿Cómo puedo ser yo hija tuya? ¿Cómo,


de qué modo pudiste ser tú mi padre?
lsicba Puytu estaba encinta. Y el padre contest~ dulcemente:

-No, hija mía, no me digas eso. No puede ser. No es po3i-


ble que me contestes de este modo. Recibe siquiera el regalo que
te be traido.
Y desatando la pequeña carga que traía le alcanzó el fiambre
que la madre había preparado. Pero ella lo rechazó.

-Oye, perro viejo - le dijo.- ¿Soy acaso de las que· comen


estas cosas? ¡Fuera de aquí! No pretendas reconocerme.
Y lo arrojó de la casa.
Llorando, el padre volvió. Llegó donde su mujer y le dijo:

-Era cierto. Tu bija se ba tomado en otra, a la que ya no


es posible reconocer. Está embarazada. Me ha contestado con des-
precio y me ha arrojado de su casa.

El viejo habló con voz lastimera, Sin embar¡o, la madre no


quiso creer,

-El padre y los hermanos, todos la odiéis - dijo.

-Tu bija nos ha negado, a su padre y a su madre - Insistió


el anciano. Y lloró en presencia de su mujer. A pesar de todo, aa
madre no daba fe; siguió hablando:
298 JESUS LARA

-Tú no has llegado, oye, anciano, a la casa del Kuraka.


-Pues, anda tú, anda a saber - contestó el padre.
La madre no -fue. Y pasó el tiempo.
Quizás vuelva, despacio, poco a poco - decía. Y no fue.

Isicha Puytu dió a luz. Hicieron bautizar al niño y eligieron


padrino a un hombre que vivía en una casa vecina a la del Kuraka.
Pero el niño murió. El Kuraka cuidó y curó a Isicha Puytu; la cni-
dó con todo amor y esmero. Y siguieron viviendo solos. Y amaron
mucho al padrino del niño.

Y pasó el tiempo. La madre seguia esperando. Isicha Puytu


no aparecía. Entonces decidió preparar su fiambre y los manjares
que llevaría de regalo: hizo galletas de harina de quinua y qañi-
wa, cocinó mote y chuño hervido. "Estas eran las comidas que ella
preferia. ¡Cuánto deseo tendrá de probarlas"!, decía mientras pre-
paraba su atado de fiambre.

-Mi hija debe ser la criada del Kuraka - dijo. Y llena de


pena se echó el atado a las espaldas.- Uno con una historia, otro
con otra historia, vienen dónde mí para hablarme de mi hija. Aho-
ra que yo llegue, veré por mí misma. si es como ellos dicen.

Y emprendió la marcha hacia el pueblo. Llegó a la casa del


Kuraka. A esa hora, su hija estaba tomando el sol en el patio, echa-
da sobre una alfombra. Tenia en la cabeza hermosos prendedore11
de plata. Era una matrona soberana. Imposible de ser reconocida.
Y la anciana dudó; no podía reconocer a su hija. Isicha Puytu es-
taba muy engalanada. ·"¿Es ésta mi hija o no es ella?" - se pre-
guntaba y la miraba con asombro. Entonces su hija le habló:

-Oye, vieja, ¿qué es lo que quieres?


La madre la reconoció en el sonido de la voz. Y le habló pre-
surosa:

-¡Oh, hija mia! ¿Cómo estás?

Y corrió a abrazarla. Pero Islcha Puytu la rechazó. Aun asf,


la anciana le alcanzó el atado de manjares que habla traído. Ial-
cba Puytu recibió el re¡alo, y dijo:

-¿Por qué venia cada uno de vosotros trayéndome comida•


Inmundas y tratando de haceros pasar por mis parientes? ¿Yo aca-
so 01 conozco, mujer mal oliente?
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 299

Y le arrojó el fiambre a la cabeza. Entonces la madre ex-


clamó:

-¿Qué te pasa, oh criatura? ¡No te vuelvas contra el bien, hi-


ja mia! Yo te envié a que cumplieras con tu tumo en la mita; no
te mandamos para que cambiaras de este modo.

-¡Fuera de aquí, vieja!, ¡No me dirijas más la palabra! -


gritó Islcha Puytu. \
-.¿ Ya no recuerdas que soy tu madre? - preguntó la ancia-
. na.- ¿Es verdad que arrojaste mi regalo al rostro de tu padre, y
que hiciste lo mismo con tus hermanos? ¡Vámonos ahora! - orde-
nó la madre.

-¿Dónde puedo ir yo, vieja inmunda? - contestó lsicha Puy-


tu.
-A nuestra casa. ¿O es q\le ya no recuerdas tu bogar?
-¡Fuera de aquí, vieja! ¡Ya no me hables más! - gritó lsi-
cha Puytu, decidida ya a arrojar de su casa a la madre.

La anciana recogió la comida del suelo. Y así, de rodillas en


medio del patio, lloró. Isicha Puytu la estaba mirando.
-Desde hoy para siempre ya no será mi hija - dijo la ma-
dre.- ¡Cuidado Con que más tarde quieras decir: "Fuisteis 1mi pa-
dre y mi madre". Ya no podrá ser, en ningún tiempo. ¡Nunca po-
drás llamarme!

Y pronunciando la última frase iba saliendo de la casa. Pero


la hija le contestó:
-¿Quién podría llamarte "madre" a tí?

Entonces la madre se descubrió el seno, hizo como si se orde-


ñara hacia el suelo, y pronunció la maldición suprema:

-¡Con esto has de encontrar la vida eterna!

Luego salió de la casa y tomó el camino de su comunidad. Iba


llorando en el camino. "Cómo ha podido mi hija hacerme lo que
me ha hecho? ¡Aun los manjares que hice para ella me los arrojó al
rostro! - decfa. Y sus lágrimas rodaban como grandes gotas de
lluvia, como el· pesado granizo. "Yo que no quise creer a mi espo-
so ni a mis hijos. Sin embar¡o ellos decfan la verdad. ¡MI hija e•
como ellos declan!", se¡ufa hablando. Y llegó a su casa, llorando.
Y dijo a su esposo y a su:1 hijos:
300 JESUS LARA

-Era verdad. Vuestra hermana se ha pervertido, como dljls-


téis. Ahora si creo.
Entonces convinieron entre todos:

-Ya no volveremos a su casa. Y cuando entremos al pueblo ,no


iremos adonde ella viva. Así hay que ser, para siempre.
Y la olvidaron.

Al dia siguiente de haber arrojádo Isicha Puytu a su madre,


el Kuraka tuvo que hacer un viaje repentino y largo. Debía dbrmlr
un día en el sitio a donde iba. Antes de partir, el Kuraka amones-
t6 machas veces a sus criados; les dijo:

-¡Cuidaos de no atender bien a vuestra señora. La serviréis


con esmero; tenderéis bien su lecho.
Y parti6. Babia ordenado antes que los criados acompañaran
a dormir a la señora, que cuidaran su sueño.

Pero los criados no obedecieron. Apenas sall6 el Kuraka mur-


muraron.
-Quién ha de cuidar de esa mujer? ¿Quién ha de querer. al-
canzarle n1&da? - Y se entregaron al juego, a. divertirse entre ellos.
Nadie fue a cuidar el sueño de Isicha Puytu.

Al día siguiente en la mañana, fueron de muy mala gana a


servirle el desayuno. Y la encontraron muerta. Estaba muerta so-
bre su lecho. Entonces los criados sintieron temor.

-¿Qué puede haberle sucedido a esta mujer? ¡Está muerta!


exclamaron.- El señor nos castigará por no haberla acompa-
ñado.

Y reflexionaron para encontrar la forma de justificarse.


"¿C6mo hemos de explicar su muerte?", decian. "¿Por qué no en-
trástels a su dormitorio para cuidar su sueño?" nos preguntará el
Señor. Al fin convinieron en decir que Isicha Puytu babia muerto
en la mañana, y no en su lecho, sino afuera, ya levantada.

Vistieron el cadáver de Islcha Puytu. Peinaron su cabellera


como solfa peinarse ella todos los dias. Lue¡o tendieron el cadáver
sobre el lecho. _
Al poco rato entr6 el Kuraka y pregunt6:
-¿D6nde está la seiiora? ¿D6nde está mi paloma?
-Ha muerto - le dijeron.
-¿C6mo? ¿C6mo es posible? ¿De qué modo?
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 301

-Esta mañana se levantó muy temprano. Sentada sobre una


alfombr2' estuvo viendo un escrito. En la puerta de la casa se ca-
lentaba al sol. Y de repente se estremeció, cayó de espaldas, inmó-
vil. Entonces hicimos cuanto era posible. Pero no pudo revivir. La
Uevamo;¡ apenas hasta su lecho.

El Kuraka babia comprado en su viaje los objetos más bellos


para lsicha Puytu. Y llevando los regalos entró al dormitorio y
cerró duramente la puerta. Llorando, levantó a su amante y la hi-
zo sentar sobre el lecho; empezó a llamarla:

-¡Vuelve a la vida, lsicha Puytu! ¡Vuelve a la vida!


Se sentó a su lado; y lloraba. Lloró toda la noche junto a su
amada.
Al amanecer la vistió con los trajes nuevos que le había traí-
do; la engalanó y volvió a llamarla:
-¡Isicha Puytu:, toca la quena del cántaro!

Cuando entraron los criados encontraron el cadáver sentado,


hermosamente vestido y engalanado, vieron que el Kuraka le ha-
blaba como si lsicha Puytu estuviera viva.

Asi la estuvo contemplando durante tres noches y tres días. Y


en ese trance, cuando la estaba contemplando, lsicha Puytu revi-
vió; levantó la quena y empezó a tocarla. Era como la muerte el
canto de la quena; bajo el cántaro el instrumento lloraba a torren-
tes; llamaba al llanto y a la muerte. El Kuraka era feliz: "Ya re-
vivió lsicha Puytu", exclamaba.

Estaba viva, pero ya no sabía ni vestirse ni peinarse. No era


ya la misma. El tenia que peinarla. Y cada vez la vestía con nue-
vos trajes. Le servía la comida en las manos; pero no comía. Ya
no le llegaba ni el hambre ni la sed. Ya no hablaba como antes.
Sólo a instantes hacia sollozar su quena bajo el cántaro. Y dormía.

Y entonces una noche el Kuraka quiso pecar con ella. Y cuan-


do estaba consumando el pecado, de dentro del lecho se incorporó
una bestia. lsicha Puytu convertida en un asno. Mas, el Kuraka ex-
clamó lleno de alegría: "¡Ahora si! Aunque se haya convertido en
asno, ella estará conmigo, íré con ella a todas partes. ¡Ya no ten-
dré que enterrarla!". Amaneció con la bestia en su dormitorio.

Al día siguiente el Kuraka llevó el asno a la casa del padrin!l


de su hijo. Y le dijo:
302 JESUS LARA
-Tú que cargaste a mi hijo a la pila bautismal, tú, mi pró-
jimo, mi señor, ve que ahora tengo esta bestia para mi. La he com-
prado para mis viajes. Para que siempre esté conmigo.

El padrino, este hombre, era entendido en herrar y arreglar


los cascos de las 'bestias. El Kuraka le dijo:
-Cuida de los cascos de mi burro, hiérralos ahora.

-¿Por qué no hacerlo, para ti, padre como yo, mi Kuraka?


contestó.- Herraremos a tu bestia ahora mismo.

Y forjó unos herrajes a medida. Luego tumbaron al animal:


le amarraron las patas; acomodaron los herrajes y empezaron a
clavarlos; Al primer golpe gritó la bestia:

-¡Ay! ¡ay!, mi Señor! ¡Cómo me clavas los pies, tú, tú que


fuiste el padrino de mi hijito!

Y hablando así se levantó, convertida de nuevo en la matro-


na, en Isicha Puytu, en la señora hermosa. El hombre, el padrino,
se lleno de pavor.

-¡Oh, mi Kuraka! ¡Qué me has mandado hacer! - exclamí,


mifando a su amigo. Y preguntó a lsicha Puytu:

-¿Qué ha sido de tí? ¿Cómo, lle qué manera pudiste conver-


tirte en bestia, habiendo sido madre de un hijo de mi Kuraka, de
mi Señor?

Entonces habló Isicha Puytu:

-A mi madre, a mi padre, a mis hermanos les hablé con de1-


precio. Por eso nuestro Señor me castiga. El haber arrojado al ros-
tro de mi ~ermano la comida que me trajo de regalo, no es culpa
grande. Culpa grande es haber afrentado a mi padre y a mi madre
con el mismo pecado.

-¿ Y por qaé procediste de esa manera?

Isicha Puytu contestó:

-Por. haber sido amante de un Señor como tú. Por eso ofen-
dí a mi padre y a mi madre. He caído ahora en las lágrimas de mi
padre y de mi madre. Mi madre me maldijo exprimiéndose los pe-
chos. Y esa misma noche me alcanzó la muerte. Ya no podré encon-
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 303

trar la redención. Y cuando estuve muerta, este Kuraka intentó ha-


cerme pecar; poi' eso me convertí en bestia. Viendo que estaba
muerta, no respetó mi cuerpo inerte, y me profanó. Impulsado pnr
su alegria demoniaca me acarició, puso sus manos sobre mí; y des-
pués quiso hacerme caer en el horrendo pecado. Pero yo ya no
puedo pecar, porque estoy muerta. Envileció mi cadáver vergonzo-
samente. Por eso me convertí en bestia.

Isicha acabó_ de decir estas palabras, y cayó de espaldas.


Murió definitivamente; se convirtió en cadáver.

Para el pueblo lsicha Puytu murió en la casa del padrino.


"Aquí falleció", dijo él. Y empezó a disponer el entierro del cadá-
ver. El Kuraka se opuso:

-La llevaré a mi casa. Allí la cuidaré - dijo.

Pero el padrino contestó:

-Qué es eso, Kuraka mío? ¡No tendría nombre lo que propo-


nes! Tendremos que enterrarla.

E impidíó que el Kuraka se llevara el cadáver de lsicha Puy-


tu.

Y la enterraron. Le hicieron un funeral pomposo; como se en-


tierra a las matronas respetables, a las consortes de los .que mali-
dan. El Kuraka asistió a los fu11erales. Iba cantando junto il las llo-
ronas, repitiendo el llanto de ellas. Pero no repetía la voz de las
plañideras; cantaba con sus propias palabras: "lsicha Puytu: ade-
lántate, adelántate - iba diciendo.- Dondequiera que vayas yo es-
taré contigo, juntos, siempre juntos". Cuando estaba llorando con
estas palabras, la enterraron. ·

Concluido el funeral, todos se fueron. Acompañaron al Kura-


ka hasta su casa. A la media noche, el Kuraka se levantó y se en-
caminó hacia el panteón, llevando las ropas de Isicha Puytu. Llegó
hasta el sitio donde la enterraron; escarbó la tierra hasta encon-
trar el cuerpo de su amante; y ella volvió a la vida, ,salió de don-
de estaba enterrada. El Kuraka la vistió hermosamente. Y se echa-
ron a andar los dos. En la puerta del panteón gritió el Kuraka:

-¡Isicha Puytu! ¡Ahora si! ¡Con ella me voy, eternamente!


¡Con lslcha Puytu !
304 JESUS LARA

Y se fueron no satiemos d6nde.

Entonces aallaron los perros, de pueblo en pueblo.

Dicen que vino an carro de fuego, y que el Demonio se Uevi;


81 los dos.

A la mañana siguiente, los vecinos pregantaron en la casa del


Karaka. Pero él no estaba; y habian desaparecido también todos los
vestidos de lsicha Puytu. Luego fueron al pantl!ÓD, a ver. Encontra-
ron escarbada la sepultura de lsicha Puytu. Los dos amantes ya no
estaban. Así fue tqdo.

La casa del Kuraka se sumió en el silencio. Más tarde se con-


virtió en ruinas. Desolada pampa.

PEDRO BURRO

De Nuestra Comanldad lndigena, de Hildebrando Castro


Pozo. Traducción del mismo.

Khuchiqara se llamaba el pastor de un Cura obeso y cogotudo


que, por las tardes, acostumbraba sentarse en su sillón de baqueta,
a la puerta de su despacho que abriase para el patio del destruido
Convento, los párpados soñolientos, los anteojos cabalgándole en la
punta de la dilatada nariz y las manos regordetas entrelazadas so-
bre el voluminoso vientre, haciendo girar de vez en cuando los pul-
gares al rededor uno del otro.

El tal Khuchiqara, que toda su vida la había pasado en la pu-


na tras las ovejas y llamas de su Tata Cura, tenía por compañera
una jumenta que le servia para cargar algunos menesteres y, s,,_
bre todo, para bajarle al Tata los carneros que semanalmente con-
sumia.
La barra era la única con quien podía conversar, pues que se
le quedaba mirando y le roznaba para que le diera de comer, por lo
que Khuehiqara la quería hermanablemente y cierto dia, que am-
bos animales en celo pudieron entenderse, aquel llegó hasta a. po-
seerla y considerarla después como su verdadera hembra.

De esta anión bestial, que el cara ignoró durante mucho tiem-


nació un hijito de ambos, que aquel bautizó con el nombre d'!
¡IIO,
Pedro y llegó a ser su padrino de confirmación; pasado lo cual, y
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS

cuando el muchacho era imposible de poderse tener quieto un se-


. gundo, Khuchiqara se lo entregó a aquel para que le enseñara las
primeras letras y le hiciera los mandados que había menester.
Bien pronto se cansó el cura de tenerlo en casa, en donde no
pudo aprender ni siquiera el Jesús de la tablilla, y se lo recomen-
dó al Maestro del lugar para que tentara en la empresa de enseñar-
le, encareciéndole no escatimar los palmetazos ni pingorotes en sus
velludas orejas cuando así fuera necesario. Pero Pedro, a quien sus
condiscípulos, por aquel defecto apodaron el burro, no hizo caso de
la palmeta y se burló de los pingorotes; y cuando el maestro ja-
deante, después de haberlo perseguido por el salón con el chicote,
se sentaba en el pupitre vociferando como un 1oco, él, desde detrás
de la pizarra comenzaba a gimotear como roznando, a lo que
aquel se llenaba de impaciencia y sus discípulos de alegría, pues
que no podían ahogar sus carcajadas a pesar de que se cubrían la
boca con ambas manos.

Y así tra,iscurrieron los años y Pedro Burro iba desarrollando.


No había muchacho que se metiera a fastidiarlo porque de un coca-
cho lo hacía rodar por el suelo y el Cura su padrino cada vez más
alarmado, quejábase de que Pedro le estaba consumiendo toda su ha-
cienda; pues que almorzábase media res y una hornada de pan 11
eso de las diez de la mañana, tres o cuatro carneros y una olla de
humintas por la tarde, amén de las conservas, bocadillos y jaleas
de guayaba que recibía de obsequio el Tata Cura y que aquel, a la
salida de la escuela, se entretenía en devorar.
Después de maduro examen y habiendo recibido la confesión
de Khuchiqara, en artículo de muerte, acerca del torcido origen de
su ahijado decidió hacerlo desaparecer; y, con este objeto, un
buen día llamólo a su despacho y, después de haberlo exhortado al
bien y a la realización de grandes obras en honor de Nuestro Señor
Jesucristo, lo indujo a que hiciera un viaje a la montaña, a fin de
que trajera unas cuantas vigas y horcones para refaccionar la igle-
sia.
Pedro Burro no se hizo rogar ni esperó a que le hicieran pre-
parativos para la marcha. A la mañana siguiente y cuando el sol
aun no pensaba salir, tirando una riata de seis mulos y caballero
en un novillo panzudo color ceniza en que su padrino cabalgaba de
vez en cuando, salió del pueblo y se dirigió camino hacia la cordi-
llera que tenía que trasmontar para llegar a la montaña.

Dos días con sus noches empleó en recorrer tan largo camino,
al cabo de los cuales comenzó a internarse entre los bosques, en
306 JESUS LARA

busca de un lugar a propósito para amarrar sus animales y comen-


zar a cortar la madera.

Consiguióla al fin bajo unos cedros y al pie de un cristalin,1


manantial; ató los mulos distantes unos de otros, el novillo entrt
unos frondosos bejuquillos y gramadales, cogió su hacha e internó,
se en busca de las vigas.

El seno de los ~osques se estremeció cinco dias al golpe seco


del hacha formidable de Pedro Burro y un centenar de cedros y
palos - rosas se desplomaron con estrépito durante aquellos, hecho
lo cual Pedr, regresó por su piara de la que sólo encontró los es-
queletos, pues durante su ausencia los jaguares, pumas, jukumari'I,
serpientes y otros animales feroces se los habían comido.

En presencia de tan grave contratiempo la ira de Pedro Bu-


rro no tuvo limites. Gritó, blasfemó, se mordió los puños y mesó los
cabellos y, quebrando una enorme rama de gualtaco que pesaba co-
mo dos quintales, la alisó de un sobón hasta dejarla sin hojas y se
metió furioso entre los bosques. Los cuales recorrió en todo senti-
do en busca de las fieras que en ellos moraban; y, jaguar o pu-
ma, jukumari o gran bestia, mono o serpiente que en él encontraba,
primero era amansado a palos y después arriado como un carne-
ro hacia el lugar donde estaba apilada la madera.

Total: al séptimo día de su arribada a la montaña Pedro Bu-


rro volvía a ascender la cordillera camino de su pueblo. Los jagua-
res, pumas, monos, jukumaris, serpientes y cuanta fiera estuvo a
su alcance le cargaban la madera y él sombrío; con su enorme ga-
rrote sobre el hombro los iba custodiando, a fin de que abreviaran
el paso y llegaran cuanto antes.

Cuando supieron en el pueblo que Pedro Burro se acercaba


con tan exótica piara, los vecinos amedrentados huyeron hacia los
cerros escarpados y el Cura se encerró en la iglesia. Aquel, por su
parte, descargó aquesta en medio de la plaza y la dejó en libertad
para que tornara a su guarida. Sólo entonces se atrevió Tata Cu-
ra a recibir a su ahijado, por·temor a alguna de sus barrabasadas
e hizo echar a vuelo las campanas para que regresara el vecinda•
rio.

El recibimiento que estos y aquel tributaron a Pedro Burro


tuvo más de fingido que de sin.cero, pues que de entonces comenza-
ron a temerle como a un ser extraño y peligroso; por lo que Tata
Cura, desasosegado y temeroso por la pérdida de su tranquili-
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 307

dad, concibió el criminal -propósito de sublevar el pueblo contra su


ahijado, a fin de que lo victimara o hiciera huir hacia otros lugares.
Pedro no era de los que se dejan amilanar ni vencer fácilmente; y,
después de haber magullado a unos cuantos que atentaron contra
su vida en el campanario, quemado a otros que incendiaron la ma-
dera que él babia traido, pretendiendo arrojarlo dentro de aquella
hoguera, se presentó donde Tata Cura y le dijo: "Tengo malicia de
que el pueblo trata de matarme aconsejado por usted. No vengo a
pedirle misericordia ni a. recordarle que ning_ún mal le be hecho;
veo que no puedo estar a su lado y me marcho no sé a dónde; pe-
ro antes quiero que me regale su escopeta y consiga que el "cbiu-
c"bi" de la Nicasia parta conmigo". ·

El cura, que en ese instante se desayunaba con un porongo de


leche y un humeante plato de bumintas y semas de manteca y que,
al ver entrar a su ahijado "se echó a temblar como un zurrón de
aguardiente cuando lo zangolotean", accedió de mil amores a tan
candorosa solicitud; y lo que no hubiera hecho por todo el oro del
mundo o temor a N. Señor Jesucristo, dejó servido el desayuno, pa-
róse a descolgar la escopeta y encaminóse con Pedro a casa de la
Nicasia, donde quedó concertada la partida del "chiuchi" con aquel
para dentro de unas cuantas horas.
Y Pedro, acompañado del niño partió hacia la solitaria puna
con el corazón alegre y enternecido"; porque después de todo iba
a conocer otros mundos y el Cura había hecho las veces de su ·
dre. Al llegar a la cima de Wawapata de donde se divisaban las
suchas del pueblo como un hato de mugrientas ovejas abrevando
en los puquios de la hondonada, Pedro se quitó el amplio sombre-
razo, tercióse el ponc.ho sobre el hombro izquierdo y murmuró sus-
pirando: "Pobre Tata Cura, compadre del desgraciado Khuchiqa-
ra".
Y transcurrieron algunas semanas durante las que Pedro ha-
bía caminado al azar un enorme trecho. La \'ida de la puna no le era
m\lesta: el cielo, la pampa y el silencio, por las noches; las cum-
hres lejanas, azulosas como envueltas en vigorosos tules, la siluf'-
ta de algún buanaco o manada de vicuñas huyendo de su encuen-
tro, el vuelo majestuoso de un cóndor, cirniéodose en el cielo, por
el día.
Al vencerse la tercera y entrar en la cuarta "killawáñuj" de
haber salido de su pueblo, Pedro Burro se encontró con un pastor
de llamas que, mientras su ganado ramoneaba entre unos desmi-
rriados kishwares, él, de rodillas, oraba ante la "apacheta" de
aquel sendero.
308 JESUS LARA
-Buen hombre - le dijo, - yo soy Pedro Khucbiqara y por
mi madre Burro; dime para dónde me ~levada este camino.

-Tatay, a Markawáñuj; pero como me pareces bueuo, debo


rogarte que no vayas por ahi, porque corres peligro de perder la
vida.
-Te agradezco; pero éste es el camino que sigo - contestóle
y continuó su marcha. A lo lejos oyó que el pastor le gritaba: "¡No
continúes, aléjate de aquel camino; mira que los condenados te qui-
tarán la vida".

El niño se atemorizó un poco oyendo tales razones, pero Pe-


dro lo consoló acariciándolo y ofreciéndole que jamás permitiría
que le hagan daño.

A las cinco leguas de caminata por aquellos parajes descu-


brieron entre la ensenada que constituían varios cerros, las corni-
zas de algunos tejados rojos y hacia el fondo la torre blanca de
una regular capilla, cuyas campanas dormían en el silencio de aque-
lla luminosa mañana.

Avanzaron; y, a medida que se internaban entre las tortuo-


sas y polvorientas callejuelas, se iba haciendo en sus almas la cer-
tidumbre de que hacia muchos años que aquellas no se transitaban.

-Es curioso - dijo Pedro;- aquf nadie vive, y esas puertas


y ventanas de par en par abiertas hacia la calle parece que "ha-
blaran el camino" que siguieron sus dueños. ·
--Oye - le dijo temerosamente el niño, - allá aúlla un allqo".
-Vamos a preguntarle qué le sucede - y se encaminaron
por en medio del poblado.

Discurrieron aquí y allá descubriendo por todas partes el


abandono y el silencio, hasta que, por fin, se acercaron a una enor-
me casa cuyas puertas y ventanas estaban cuidadosamente cerra-
das y de cuyo interior se escapaba un murmullo de gruñidos y ele-
vaban hacia el cielo pequeñas bocanadas de humo blanco.

-Aqui hay gente - dijo Pedro, y se acercó "a tocar" con su


bastón de viaje en el postigo de la gran puerta, clavet~ada de arri-
ba abajo con enormes pernos, polvorosa y llena de telarañas. A po-
co se abrió ésta por si sola y aquel entró al vestíbulo seguido del
pequeño.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 309

Todo era quietud 1 recogimiento en aquella casa que, sin


embargo, no parecia estar abandonada. Comenzaron a recorrer sus
diversos compartimientos y quedaron asombrados. En aquellas ha-
bitaciones el oro brillaba siniestramente amontonado en grandes ri-
meros; las alacenas que bostezaban en sus paredes contenían enor-
mes sacos de pepitas y polvo de este mismo metal, de los cuale1
por algunas grietas o rasgaduras de sus costados, se habían es-
capado algunas de aquellas o al eco del taloneo en las baldosas se
escarria un chorro de aquel aúreo polvillo que babia idose amonto-
nando sobre el suelo. En estas otras el guardador no se ha cuidado
de ordenar el arrumamiento del tesoro y yacen aquí y acullá
montones de barras, · botijas y otras clases de depósitos repleto,¡
de plata y multitud de piedras preciosas.

Pedro Burro se decia: "Esto si que merece la pena, pero to-


davía no es nuestro". Y alzando la voz: "Vamos, chiuchi, en basca
'de los dueños "a ver si nos dan de comer".

El niño lo siguió, atravesaron todo el patio y dirigiéndose ha-


cia la cocina; en la cual, al pie del fogón y sentados sobre las pa-
tas traseras, encontraron tres perros lanudos, mirando cómo en una
enorme caldera hervia a borbotones una gran cantidad de mote coii
grandes trozos de charqui que se disponían a disputarse y devorar.
Al sentirlos acercarse los "allqos" dejaron de gruñirse, metieron
el rabo entre las piern~s y se salieron uno tras otro, con la cabe-
za baja y temerosamente.
--Estos no son los amos -dilo Pedro;- pero a ver si me
dicen su paradero. "Allqos", ¿dónde está su dueño?

Los perros oyendo tan fuerte vozarrón, echaron a correr por


entre el patio. A poco se les oyó aullar en la calle.
Y comieron. Acabaron de recorrer la casa, cercioráronse de
que la puerta de calle sólo podia abrirse golpeándola con el bastón
de Pedro y, como ya era tarde, decidió éste pasar la noche alli, pre-
cisamente en el dormitorio del amo de casa a quien esperaba de un
momento a otro. ·

El nlio dormía . profundamente mientras Pedro, de ple en el


rlnconclllo de la habitación, desde la ventana columbraba un re-
nepido trozo de cielo tachonado de estrellas y se entretenfa en con-
tarlas y oir el aullido de los perros.

Como a eso de las doce de la noche Pedro Burro percibió dl11-


tlntamente el graznido de una lechuza y el vuelo quedo y escalo-
310 JESUS LARA

friante de un ave enorme que rondaba la casa. Pegóse más a la pa-


red y aguzó los sentidos: el animal rozaba con sus alas las hojas
de las puertas, posábase en las comizas y tomaba a revolotear al
rededor de aquellas.

Y transurría el tiempo lentamente. Hubo vez que el ave fati-


dica y extraña pretendió introducirse por la ventana; sus ojos fie-
ros, como sanguinolentos y preñados de fuego, se dirigieron hacia
el niño, quien, a decir de Pedro Burro, "felizmente estaba dormi-
do".

Mas, hete que a la tercera vez de intentar el paso y cuando


aquel menos lo pensaba, la fiera penetra en la habitación y se arro-
ja pesadamente sobre Pedro, quien, a no ser por su duro corazón y
portentosos músculos, hubiera sucumbido a tan feroz empuje.

La lucha que se empeñó fue terrible. Las alas del animal


prensaban como dos brazos de gigante y sus garras desgarraban
como zarpas de león. Las. paredes temblaban ·1 cada arremetida de
ambos contendores y el niño comenzó a de~ ontar.
f
Se presentó el instante en que Pedro pudo dominarlo, pues
logró cogerlo por el cuello con ambas manos; pero las púas de que
estaba erizado, así como el hálito pestilente y nauseabundo que
se escapó de su innoble pico le obligaron a soltarlo. Entonces gri•
t6 Pedro:

-¡A mi, wayakán!

Y el grueso bastón de viaje que aquel llevaba consigo, tal


que si fuera manejado por manos Invisibles, comenzó a menudear
al monstruo tal garroteadura "que a cada macanazo le sonaban los
buesos".

Pedro entretanto hizo que el niño le alcanzara la fiambre y se


puso a comer tranquilo. Media hora de macanazos fue aun necesa-
ria para moler a palos a tan Inmundo bicho; y, así; cuando Pedro
ordenó a su bastón "que no majara ya" y se disponia a continuar
la lucha, el animal retrocedió espantado y le dijo gangueando:

--"Todo es tuyo. Ananay, aqui me descanso". Cayó cuan lar-


¡o era, como un costal de hueso■: comenzó a arder en llamarada■
rojiza■, prefiada1 de chirrido■ y humo ne¡ro y de entre ellas salle-
ron un gato amarillo echando chispa■ por los ojo ■ y una paloma que
remontó el vuelo por la ventana,
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS
-- 311

Al siguiente dia subieron ambos al campanario y echaron a


vuelo las camk,anas. Las cumbres de los cerros se coronaron de gen-
te Y el pueblo comenzó a ser invadido por sus antiguos moradores
que antes de tomar posesión de sus casa$, se congregaron en la pla •
za para dar gracias a su libertador. ·

Una linda muchacha que apenas contaría quince años subió so-
bre una gran piedra y le dijo:

-Todos te admiramos y agradecemos la libertad que nos has


dado. Soy la hija mayor del Kuraka de este pueblo del que se ba-
bia apoderado un "Misti" condenado, a quien tú acabas de vencer.
Desde hoy consldérame como tu esclava.

Pedro, prendado de su hermosura, la hizo su esposa y l!n ella


llegó a tener muchos hijos entre los que contó al "chiuchi" de la
\Nicasia,:

(Relato ·hecho por Segundo Tapia, indio de Puno).

UN RELATO DE LA EPOCA REPUBLICANA

E I s h' as k i

De Nuestra Comunidad indígf!na, de H. Castro Pozo.

José Wallullo, llamado cariñosamente por los suyos Josucho,


era un indio de regular estatura y complexión robusta, frisaba apr.-
nas en los dieciocho años y fue llamado por la primera autoridad
para que se hiciera_ cargo de llevar y traer la correspondencia en-
tre su pueblo y la capital de la provincia.

Hacía varios meses que se ocupaba en el desempeño de dicha


comisión, sin que se le abonara un solo centavo por tales servicios,
cuando una mañana se presentó en su casa el Alcalde de Vara, le
entregó dos cartas urgentes por orden del Tayta, diciéndole que •~e
pusiera en marcha Inmediatamente y las llevara cuanto antes al lu ..
gar de su destino.

Josucho se encasquet6 la "montera", lió entre el poncho una


frazada, un poco de "cancha" y papas frias, co1l6 su "wallqe" y
bastón de viaje y se puso en camino.
312 JESUS LARA
' de continua ascensión por las laderas,
Después de dos horas
en que el sendero serpenteaba sinuosamente hasta la cumbre de los
cerros que rodeaban la población, Josucho se detuvo a tomar alien•
to y sentóse recostado al barranco, al que antes, inclinándose con
respeto, ofrendó un "pjchu" de coca.

Abajo, miraba Josucho la población como una "pulluqata" a


listas, la gente apenas perceptible entre las calles y el humo azula-
do de las casas como andrajoso y desvanecido ...

Encomendóse al espirita del cerro, tiró contra el barranco


otro "pijchu" de coca, levantóse y siguió la ladera hacia la cumbre.
donde, cerca de unas grandes piedras se columbraba la Apacheta
de aquella puna. Cogió una piedrecilla del camino y adelantóse a
ofrecércela, repitiendo mentalmente una oración que tata Cura le
había enseñado.

Mas, oh, desgracia, al pie de la Apacheta estaba un perro la-


nudo, sentado sobre sus patas traseras, en actitud contemplativa
hacia el montón de piedras. ·
Josucho quiso correr, pues que su abuela le babia dicho que
eso era de mal· agüero; pero se repuso inmediatamente y desatán-
dose la warak'a de la cintura, disparó la piedrecilla con tan buena
punteria que le dió al perro en las caderas; el cual, lanzando un gri-
to lastimero echó a correr cojeando entre la pampa.

Y eran como las tres. En plena puna Josucho, caminando tro-


te a trote, devoraba la inmensidad ·solitaria de sus verdosas pam-
pas. El cielo encapotado amenazaba lluvia, había que llegar al Tam-
bo antes de que cerrara la noche.

Mas, hete alli que no solamente Josucho iba por aquel cami-
no. Llevándole la delantera acababa de sur1ir de una hondonada
una mujer de llijlla blanca y fandellin negro, sombrero alicaido y
at parecer ocupada en ovillar una madeja.
Con el propósito de acompaiarse Josucho la alcanzó, mirán-
dole agraciada y tentadora que apenas contaria su edad y la auda-
cia de sus pocos años le aconsejó dlri¡lrle la palabra.
-Mamay, ¿vas a Ayllukullama?
-¿ Y tú, Josucho?
-Allá me mandan a dejar estas cartas, ¿Me conoces? Yo no
recuerdo de ti.
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS 3l'i

-Porque hoy no piensas más que en Jesusa. Tú eres hijo de


mama Nicola; hemos jugado juntos a las "escondidas". En mi ca-
sa me llaman Naticha.
-No te hubiera conocido; desde que sirvo en estos quehace-
res no pienso más que en correr, llevar y traer papeles.
-¿Y en Jesusa?
-Jesusa ya no me quiere, y mi madre tampoco gusta que me
case con ella.
Y así entre bromas y recuerdos continuaron ambos el ca-
'mino, como antiguos camaradas y con el íntimo deseo· de pasar la
noche sin llegar al Tambo; pues que comenzaba a oscurecer y ellos
apenas si se daban cuenta de que no avanzaban.

Naticha era la más hablantina y decidora; contábale cosas


que lejana y borrosamente recordaba, detalles de cuando era ni-
ño y jugaba a las "escondidas" entre los "chawales", que sólo él
Y la persona con quien se divertía podrían saberlos y que, poco a
poco, se le habían ido olvidando.

¡Qué hermosa era Naticha, qué graciosa para reir y conver-


sar ... ! Sus senos duros· temblábanle bajo el ajusta~o monillo ...
¡Su boca, sus ojos convidaban al beso!
-¡Cómo. Y está cerrando la noche, Josucho!
-¿Qué tanto será si dormimos en esta puna?
Y se acercó la noche, primero cenicienta y después negra y
el hielo avanzó en la puna callandito, como los zorros cuando van
a robar.

. Josucho, que no se atrevió a continuar el camino por temf)r


de perderse o hundirse en una ciénaga, así se lo manifestó a su
compañera de viaje y la indujo a descansar.
Desenvolvió el "quipe", sacó las papas y el tostado y la in-
vitó para que comiera.
-Gracias, Josucho. ¿Querrás creer que más apetezco tu co-

-Toma la que quieras de mi "wallqe" - contestóle aquel. Y


mientras Naticha escogía algunas hojas para "chajchar" y mordía
un pedacito de "Ilipta", Josucho comienzó a comer su fiambre, pen-
sando en la noche placentera que esperaba vivir, en aquel tálamo
reverdecido y silencioso de la enorme puna, bajo el cielo floreci-
314 JESUS LARA

dD de estrellas, como temblorosas gotas de rocío en la corola de


un gigantesco lirio negro.
Y se acostaron a dormir sobre su poncho y se abrigaron am-
bos a dos, a fin de que el calor de sus cuerpos los preservara del
frío de la puna.
-¿Verdad, Josucho, qne no piensas en Jesusa?
-¡Pensar en Jesusa ... !
-¡Anau, ananay ... No toques por ahi, Josucho ...
-¡Urpay, cariño de mis ojos, por qué no he de estrecharte?
-¡Ay! porque me duele esa cadera... ¿No te acuerdas que
me diste una pedrada?
,-¿ Yo? ¿Cuándo, mamay, cuándo?
-Ahora, temprano, en la Apacheta. Estaba sentada, mirando
las · piedrecillas que los abuelos ofrendaron al espirito, cuando
¡paf!, tú me tiraste un hondazo ...
Josucho recordó la escena del perro, el grito de dolor que és-
te lanzara y los relatos de aparecidos, condenados y brujos que su
abuela le babia referido. Un frio glacial le invadió el corazón, se le
escarapeló el cuerpo y tal que si unas manos heladas le rociaran
en la frente y el pecho una lluvia de escarcha, recorrieron aquel,
como hormiguero, ondas de frío y de pavor que le erizaron los ca-
bellos.
-Pe ... pe ... pero tú eras ese perro? - preguntó con voz in-
segura Josucho.
-¡Wauuuu .. u, wauuuu .. u! - aulló entonces lúgubremente
la fingida Naticha y, en un abrir y cerrar de ojos, se transformó
en perra lanuda que gruñendo con los dientes en son de morder y •
los ojos echando chispas, se irguió bajo la frazada, mirando co,1
fiereza a Josucho. Este no se hizo esperar; de un salto estuvo en
ple y, como alma que lleva el diablo, entre las sombras de la no-
che se esfumó. Sólo los ojos de las estrellas lo miraron que se per-
dia como loco, entre la oscuridad de la solitaria puna.

Al poco tiempo el pueblo de Ayllukullama dió caza a la perra,


encendió una enorme fogata en una de sus calles y la arrojó a la
hoguera. Se trataba nada menos que de una condenada que se b11-
bia transformado en perro.

(Relato hecho por Segundo Tapia, indio de Puno).


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INDICE
LA LITERATURA DE LOS QUECHUAS

EPOCA PREHISP ANICA


Pág.
EL LENGUAJE 9
1.- El runasimi . 9
11.- Los khipus . .. . . . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . . . . .. . .. . .. . . . . .. . 16

LITERATURA PREHISPANICA

l.- La Bibliografía Colonial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2i'


11.- La Poesía ................................................ .
l.- El jailli . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36

a) El jailli sagrado. El himno de Valera . . . . . . :is


Los Himnos de Molina . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
Los Himnos de Sallkamaywa . . . . . . . . . . . . :'l9
Otros himnos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41

b) El jailliheroico y el agrícola . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42

2.- El arawi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44
3.- El wawaki . . . 49

4.- El taki . • . .. . f.l


5.- El wayñu . . . . . • • . . . • • . . . . . . . . • • • . . . . . . . • • . . . . . . . 51
6.- El qhashwa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52
7.- El aránway . .. . .. . . . . .. . . . . . . . .. . . . . .. . . . . .. 53
8.- El wanka . . . . : . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54

111.- El Teatro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56
Pág.
1.- El teatro entre los Incas . . • . . . . . . . • . . • . • . . . . . . . . . . 56
2.- Apu Ollántay . . . . . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. 62
a) La bibliografía de la obra . .. .. . . .. . .. .. . . .. .. . . 62
b) El origen del drama . .. . .. . .. . . . . .. ... ... . .. . .. 68
La paternidad de Valdez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
La incanidad de la obra . . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. .. . .. 72
La tercera corriente de opinión.... . . . . . . . . . . . . . . . 79
Conclusiones . . • . • . . . . . . • . . • . . . . • . • . • . • . . . .. . . • 85
c) El argumento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86
d) Sus principales características • . . • • • • • • • . . 89
3.- Utqha Páuqar . . . . . . . . . . . . . . . .. . .. . 9U
4.- Atawállpaj p'úchukakuyninpa wankan . . . . . . . . 91

Caracterisdcas de la obra:

'IV.- El relato ••.......... 107

1.- El Manuscrito de Francisco de Avila ... 107


El wak'a Wallallu Qarwinchu ; ......•. 109
Kuniraya y Kawillaka ......................... . 109
El diluvio ...••••••••••••••..•...... • .. 110
El mendigo Wathiaquri ...................... . 111
Pariaqaqa y Wallallu Qarwinchu .............. . 111
Kuniraya y el Inca Wayna Qhápaj • • • • • . • • . • • • . • 112
Los hijos de Pariaqaqa . . .. . . . . . . . .. . .. . .. . . .. . . . . . 113
Llujllaywankupa . • . • . . . . . • • • • . . • • . • • . • . . . . . • . •• 113
Pachakámaj . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 114
Costumbres y ritos • • • • • • • • . . •• · . . • • • . • . . • • • . • • • •• 114
Anchikara y Wayllama .••••.••.•••••..••..••.•••• 115
Qullqiri y Kaphiama .................... . 115

2.- La leyenda de Morúa • • . . • • • • • . . • . • • . . . • • • 116


3.- La leyenda de Cabello Valboa ............... ·. .. 117
4.- Otros relatos • • • • • • • . . • • • . . . • . • • . . . . . . . . • • . . . . • . 119

EPOCA COLONIAL

V.- La poesía .. . . .. . .. 123

1.- La lirica sagrada ........ .' ..................... . ... 123


2.- La lirica profana • • . • . • • • • • • • • • •• ·••• • .. .. • • •• 129
El Manchay Puitu . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . .. 132
Juan Wallparrimachi Mayta. Su vida ........ . . .. 135
Su obra ................................... . 141

VI.- El teatro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ; . . . . . . . . . . . .. 149


Pág.
Uska Páuqar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . .. ... 150
El pobre más rico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. .. . 15]
Juan de Espinoza Medrano . . . . . . . . . . . • . . . . . . . .• 153
La muerte de Atawallpa . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 154
'1
VII.- El relato ..• 155
EPOCA REPUBLICANA

VIlI.- La poesía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163


IX.- El teatro . . . . . • • . • . . .. • .. . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171
X.- El relato . .. . .. . . . . .. . .. . . . . .. . . . . . . 173

ANTOLOGIA
EPOCA PREHISPANICA
Sumaj ñust'a (Bella princesa) ....... '. ............... . 179
Oración primera al Hacedor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . •. 180
Otra oración para que multipliquen las gentes . . . . . . . . . . . 180
A todas las wak'as ................................ ·.... . 181
Otra oración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 181
Otra oración . . . • . • • . . . . . . . . . . . • • . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 182
Oración al so:t . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 182
Oración por el Inca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 183
Otra oración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 184
Otra oración . . . . . . . . • • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 184
Oración para todos los Incas . . . . . . . . . . .. lfl-1
Oración a todas las wak'as ............. . 185
Oración de Manco Qhápaj .. . .. . .. . .. . . .. 186
Oración de Manco Qhápaj a T'unupa . . . . .. 187
Manco Qhápaj a los sacerdotes . . . . . . . . . .. . .. . . . . .. . 188
Yakárqay (Exorcismo) .................•...•.•.•. 188
El Inca Wáskar a los wak'as . . . . . .. . .. . . .. .. . . .. .. . 189
Pachakámaj (Conductor del mundo) ......•...•.•... 190
Killa mama (Madre Luna) . . . . . .. . .. . . .. .. . . .. .. . 191
Runa kámaj (Conductor del hombre) ...•........... 191
LXXXIX . .................................... . 192
¡Ayau jailli! (¡Ea, el triunfo!) ..................... , .. 194
Ayau jailliniña (¡Ea, ya he triunfado!) ................. . 195
Arawi (Canción) ............................... . 196
Mallkípaj (Al árbol) . .. .. • .. . .. . .. . .. . .. • .. • .. • .. • 196
Jaray arawi (Canción doliente) . . . . . . .. 197
Jaray arawi (Canción doliente) ................ . 198
Arawi (Canción) . . . • . . . . . • . . . . • . . . • • • . . • . . .. 199
Sank'ay (Cárcel) . . . .. . . . . . . . .. . . . . .. . . . . . .. 200
Jucháyuj auki (Príncipe culpable) ...•.............. ... 200
Pág.
Warijsa arawi (Canción de la gallardía) ........... . ... 200
Sank'ay arawi (Canto de la prisión) •••.....•....•. • .• 201
Primer arawi del Ollántay .. . . .. .. . .. . . . . .. . . . . .. . ... 202
Segundo arawi . . .. • •·,. .. . .. . .. • .. • . .. .. • . .. . . . .. . .. . •.• 203
Tercer Arawi • . . . . • . . . . . . . . . . . . • . . • . . . . • . . . . . . . .. ••. 204
Wawaki ......................................... . ••. 206
¡Paras! (¡Lluvia!) ... ·... . .. .. . . . . .. . .. . .. . .. . .. . 207
Canción de Chujchi Qhápaj . . . . . . .. . . . . . . . . .. . •. 208
~ust'aj takin (Canción de la infanta) ............... . ... 20Q
Qhashwa •••.•••••....••..•..••.........•......• • •• 209
Atoj yárqay taki (La zorra hambrienta) . . . . . . . .. 210
Wanka .................................. .. • •. 212
Apu Inka Atawallpaman (Al Señor Inca Atawallpa) ... 213
Atawallpa wáñuy (La muerte de Atawallpa) •.. 217

EPOCA COLONIAL

Chuchulaya . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. ... 219


Oración a la Virgen sin mancilla • . . . . . . . . . .. ..• 221)
Endecha a la Virgen .. . .. . . . . . .. .. . . .. . .. , .. 222
El panal. ..................................... . .. • 224
Yana ñawichayki (Tus ojos negros) ................. . . .. 225
Pukuypukuychállay (Tierno pajarillo) .............. . . .. 225
Arawi (Canción) •••..•........................... • .. 226
Wayñu ............................... . . .. 227
Yuyáriy, urpi (Acuérdate, paloma) .•..........•... . .• 228
Taki (Canción) .. . .. . .. . . .. .. . .. . . .. ... 229
Mánchay Puitu • . . . . • . • . . . . . . . . . • . . . • . . . . . . . • . .. • •• 229
Poemas de Wallparrimachi ...................... . . ... 231
Munarikúway (Amame) .. • .. • . .. . . . . . . .. . . . . . . . . .. .. . ..• 231
Imaynallatan atiyman (Cómo pudiera hacer?) ........... . ... 232
Kacharpari (Despedida') . . . . . . .. . .. . . . . . . . .. . . .. . • .. .. ... 232
Wayñu ........................................... . ... 235
¿Imapajñátaj kausani? (¿Para qué vivo ya?) ... 236
Taki (Canción) .. • . . . • .. . . . .. . . . . . . . .. . • .. . . . . .. • •• 237
Ripunña úrpiy (Ya se fué mi paloma) .............. . ... 238
Karúnchay (Partida) • . . . . . . . . . . • • • . . . • • • . • . • • •. • .. 239
Urpillay (Mi palomita) . .. . .. .. . . .. .. . . . . .. . .. . .. . . .. 240
Chay ñawiyki (Tus ojos) .. . .. .. . • . . . . . . .. • . . . .. . .. . .. ••• 241
Arawi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ••. 241
Mámay (Mi madre) .. . . .. . . . . . . . . . • . • • . . • . . . .. . .. . •• ... 242

EPOCA REPUBLICANA

El adiós del indio . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . .. . 216


Yaravi •••.....•.....•..••..•.••••..•............... 247
Pái;.
Yuyarikúypaj t'ikan (Flor del recuerdo) ........ . . .. 248
Canciones para el Señor • • . . . . . . .. . .. . . . . . . . . . . . .. . .. 250
Llakisqa sonqo (Corazón acongojado) ........... . 250
Yuyarikúway (Acuérdate de mí) . . . . . • . . . . . . . . . . .. 252
Wiñáypaj wiñaynin kama (Para siempre) . . . . . . . . . . .. 253
Qori t'ika Chukisaka (Chuquisaca, flor de oro) ..... . 253
Qhápaj ulala t'ikita (Bella flor de ulala) . . . . . . . . . . . . . .. 255
Icha qanchu (Tal vez tú) • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 255
Qusqu sipas (Moza del Cuzco) .................... . 256
Machupijchu . . . • . . . .. , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 257
Walqa ............. , .................. . 25!)
Jamuyña (Ven ya) . . . . •. _• . . . . . . . . . . . . • . . .. 260
¡Jarawikuna jataríychij! (Poetas, ¡levantaos!) 261

RELATOS PRIMITIVOS

Kuniraya y Kawillaka ................................. 267


Kuniraya y el Inca Wayna Qhápaj . . . .. . . . . . . • . . . . . . . . . . .. 271
Ficción y suceso de un famoso pastor llamado el gran Aqoyrapha
con la hermosa y discreta Chukillanthu, ñust'a hija del
Sol ......... ,. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 273
El joven que subió al cielo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. . 278

RELATOS COLONIALES

Historia de Miguel Wayapa ................. . 287


Isicha Puytu . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 293
Pedro Burro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 301

EPOCA REPUBLICANA

El Chhaski ..... . 311

BIBLIOGRAFIA PRINICIP AL 315


La presente edición de "LA LITE-
RATURA DE LOS QUECHUAS",
se terminó de imprimir el día 30
de Abril de 1980, en los Talleres
Gráficos de Empresa Editora "UR-
QUIZO S.A.", en la ciudad de
La Paz Bolivia.

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