Rene Guenon Maestro Mason - M Angeles Diaz
Rene Guenon Maestro Mason - M Angeles Diaz
Rene Guenon Maestro Mason - M Angeles Diaz
Mª ANGELES DIAZ
Hablar de René Guénon como Maestro Masón puede parecer una parcialidad
desde un punto de vista, dado que al mismo tiempo que poseía la iniciación
masónica también tenía la islámica, la taoísta, así como conocimientos
profundos de las doctrinas hindúes, de la cábala, el cristianismo y otras ramas
de la Tradición Unánime. Sin embargo no es una parcialidad si tenemos en
cuenta que, como Maestro de la Ciencia Sagrada, su obra está fundamentada
en los mismos Principios Universales de los que emana la propia Masonería.
Por otro lado, el hecho de que muchas veces que se dirigía por carta a otro
masón lo hiciera en términos masónicos demuestra que Guénon nunca dejó de
tener presente su condición de tal.
Muy pronto tuvo Guénon conciencia de que había ligado con la "cadena
áurea", símbolo de la comunicación ininterrumpida de ese saber ancestral, que
hace que se pueda comprender la conexión que el hombre tiene con su
Principio, asumiendo no sólo su identidad vertical con él, sino también la
responsabilidad de un destino en la vida, el de transmisor de su propia
iniciación o revelación. Pues entendía que no había, ni hay, razón para que
otros no pudiesen lograr lo mismo que había conseguido él: comprender la
síntesis del pensamiento tradicional. De ahí que burilase una obra de
introducción (iniciación) donde expone lo fundamental de la Ciencia Sagrada,
o sea la Ciencia Simbólica, siendo dicha obra una condensación de ideas
esenciales; las mismas que han servido al hombre para comunicarse con el
Ser, comprenderse a sí mismo y crear, por asimilación de ideas, una estructura
inteligente, es decir, una cultura.
Por ello sus estudios tienen la facultad, por la propia naturaleza trascendente
de los temas que trata y la nitidez y orden con que los expone, de actuar como
despertadores de la conciencia al liberarnos con sus ideas esclarecedoras de
una programación impuesta por las circunstancias de este tiempo en declive,
cuyas condiciones generales impiden que seamos capaces de advertir aspectos
más profundos de la realidad.
Aunque hay que señalar que Guénon nunca rebaja su discurso, que si bien es
de una claridad total necesita de una concentración especial para que se pueda
asimilar su contenido, es decir, que se precisa un esfuerzo personal para
penetrar en su temática. Con ello crea una barrera que es la propia de la
Ciencia que practica, la Simbólica, la que vela a un nivel (en ocasiones por
medio de aparentes contradicciones) lo que revela en otro. Y esto tiene que
ver tanto con la índole de estas ideas, como con un deseo consciente de poner
ciertas trabas sólo superables por aquellos que tengan verdadera voluntad en
profundizar en sus enseñanzas, así como en los autores y textos que reúne en
su propia obra, que gracias a él cobran claridad y unidad. En esto no hay que
ver sólo una prueba puesta por el propio autor para restringir el acceso a su
obra, sino también la muestra del reconocimiento de que no es posible
expresarlo todo, pues finalmente la comunicación efectiva viene dada por el
espíritu con que el aprendiz entra en contacto con las ideas y por el acto
propio y voluntario de querer ser.
En cuanto a la obra que nos ocupa ésta representa un símbolo de esa función
vehicular de la Ciencia Sagrada y una muestra de cómo sigue cumpliendo con
su designio inspirador y civilizador, a tenor de la enorme influencia que dicha
obra ha tenido y tiene en muchísimos ámbitos de la cultura, en ocasiones por
vía de aquellos que de alguna manera se han alimentado de ella.
En cuanto a la Masonería, Guénon señala los puntos débiles que ésta tenía en
su época y que estaban a punto de hacerla perecer como organización
iniciática, al tiempo que rescata, como nadie lo ha hecho en el último siglo, el
verdadero contenido sapiencial que poseen sus símbolos y sus ritos, como
rama legítima que es de la Tradición Primordial.
De sus estudios llama la atención la precisión con la que delimita sus trazados,
estableciendo mediante el planteamiento de su discurso un enmarque perfecto
al tema que trata, guiando al lector a través de su propia reflexión y las
constantes analogías simbólicas que crea entre los distintos planos de la
realidad, de modo que uno logra advertir tanto la trascendencia de la idea que
le está siendo comunicada, como la posibilidad de acceder, desde un plano
limitado y concreto (determinado por la forma de exponer las cosas), a otro
ilimitado y metafísico hacia el que todos sus trabajos conducen. En este
sentido la obra de Guénon supone un enmarque protector y un faro en el
camino de la iniciación, pues, como decíamos, sus enseñanzas evitan, en gran
medida, que nos extraviemos en el laberinto que suponen nuestras propias
elucubraciones mentales, casi siempre fantasiosas. Tal y como él mismo
escribe: "Entre las funciones de un 'marco', quizá la principal es mantener en
su sitio los diversos elementos que contiene o encierra en su interior, de modo
de formar con ellos un todo ordenado, lo cual como se sabe es la significación
de la palabra 'cosmos'. Ese marco debe, pues, en cierta manera 'ligar' o 'unir'
esos elementos entre sí, lo que está formalmente expresado por el nombre de
'cadena de unión', e inclusive de esto resulta, en lo que a ella concierne, su
significación más profunda, pues, como todos los símbolos que se presentan
en forma de cadena, cuerda o hilo, se refiere en definitiva al sûtrâtmâ." ("La
cadena de unión", en Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada).
Todo ello pone de relieve que lo que dice con respecto a las ideas lo aplica a
la forma en que expone esas mismas ideas. Es por ello que esta obra refleja
una manera coherente de ser o una forma de ritualizar la acción, muy alejada
de ceremonialismos y de reglamentarismos huecos, una acción ritual que nos
permite comprender que el verdadero templo es cada hombre y el rito toda
acción espontánea que nace de este íntimo reconocimiento. "Algunos
creemos, dice Federico González, que el gran rito exotérico de Guénon es
haber producido su obra, escrita y personal, reflejo de su pensamiento debido
a la concentración interior, es decir el de una vida plenamente consagrada a
todo ello". (SYMBOLOS, Nº 9-10 p. 289).
Puede decirse que en cada trazado que realiza reúne todos los elementos
necesarios para que pueda producirse un rompimiento de nivel, o sea, que la
estructura de estas enseñanzas están en perfecta concordancia con lo
expresado por el propio simbolismo de los encuadres, de lo cual la logia
masónica, que está representando al propio marco del cosmos, es un ejemplo.
Esto es, que se trata en cualquiera de estos casos de una representación
simbólica de la función que tienen los encuadres protectores en todas las
tradiciones, la de enmarcar un espacio poniéndolo a cubierto de las "tinieblas
exteriores", es decir del mundo profano, evitando con ello la disgregación de
las ideas al reunirlas así en un punto de vista central, el único capaz de darnos
la perspectiva necesaria para que entremos a participar de otra visión del
mundo. Como dice el Tao-te-King, "gracias a un conocimiento
convenientemente encuadrado, marchamos a pie llano por la gran vía", y que
ciertamente se complementa con la máxima de "marchar por las vías que nos
han sido trazadas" con la que expresa esta idea la Masonería.
Esto es más importante de lo que parece a simple vista, pues dada la índole de
esta didáctica, verdadera directriz para el restablecimiento del orden en el
pensamiento actual, conviene comprender bien los matices de estas
enseñanzas, pues se corre el riesgo de parcializarlas, lo cual es una manera de
tergiversarlas; y esto es especialmente principal dada la influencia tan directa
que esta obra ejerce sobre muchas logias actuales, que ven en ella una ayuda
para restituir en la Masonería el valor transformador que tienen sus símbolos y
ritos, lo cual conlleva restaurar el vínculo espiritual entre la actual Masonería
y aquella original situada fuera del tiempo histórico. Vínculo que sí mantenían
los constructores medievales, época donde se inicia la etapa histórica de la
Masonería, y que supieron ver en sus propias herramientas y en la técnica
constructiva y arquitectónica una representación simbólica de las propias
herramientas y artes empleadas por el Gran Arquitecto Divino, creador de
todos los mundos visibles e invisibles, cuyos planos constituyen para el masón
o para todo auténtico artesano, su plan de estudios.
Sin embargo hay que decir que algunos de estos masones, que toman la obra
de Guénon como un medio de comprender mejor la Orden, a veces la
interpretan en su parte más rigurosa y crítica (que ellos toman por rigorismo),
en la que, por decirlo así, más se aplica nuestro autor al desbrozado del
terreno, dejando escapar de esta manera el espíritu constructivo y de gracia
que fluye entre las palabras, que es, en definitiva, donde está el núcleo de su
mensaje. Por otro lado, Guénon, como persona histórica, debe también
integrarse en su obra a la hora de tratar de entender la forma que tuvo de
exponer la doctrina, ya que no puede perderse de vista la época que le tocó
vivir, o sea, su entorno social y cultural y comprobar que tuvo que combatir,
prácticamente solo, con toda una mentalidad deteriorada (tanto en el ámbito
esotérico, tomado por el ocultismo, el teosofismo y el pseudo-espiritualismo,
como en el "oficial" y universitario que intentó en muchas ocasiones silenciar
su obra), teniendo que librar determinadas batallas que las circunstancias le
presentaban, así como dar ciertas indicaciones dirigidas exclusivamente a ese
momento temporal. Creemos que estas cosas deben tenerse en cuenta para
situar su obra, aunque, después de todo, lo que consideramos fundamental es
entender que Guénon no es infalible sino que lo infalible está en la doctrina
que expone, tal y como él mismo lo dice en diversas oportunidades.
De cualquier modo para todo aquel que toma la obra de Guénon como guía en
su camino iniciático, toda ella resulta significativa, y va conformando una
enseñanza o punto de vista imprescindible para distinguir, y no confundir o
mezclar, los diferentes planos en que esta enseñanza está expresada. Para todo
esto que decimos remitimos al lector al artículo de Federico González
titulado "Breve sobre la necesidad del exoterismo", que puede verse en el
número 9-10 de SYMBOLOS, volumen, por otro lado, íntegramente dedicado
a Guénon.
Por nuestra parte entendemos que no se trata de adaptar los rituales masónicos
para adecuarlos a un oficio más particularmente femenino, y mucho menos
dada la realidad actual de las cosas, donde oficios y tareas son plenamente
compartidos por hombres y mujeres; sin embargo sí entendemos que algunas
mujeres tengan necesidad, en algún momento de su recorrido masónico, de
hacer una adaptación intelectual con un oficio tradicionalmente desarrollado
por mujeres, y por tanto, tal vez, más afín a su naturaleza femenina como
aquellos relacionados con la tejeduría, oficio o arte que todos los pueblos de la
tierra han conocido, y en especial Guénon habla del bordado, pues sin duda
son de los que mejor se adaptan al simbolismo de la construcción basados
como están estos oficios en la ciencia del número y de la geometría, que son
los fundamentos de la propia Masonería. Por otro lado recordaremos que entre
los fundadores míticos de la Masonería, y según se relata en las leyendas de
los Old Charges, encontramos a Noemá, inventora del "arte del tejido",
hermana de Tubalcaín, inventor del arte de la forja, así como de Jabal y Jubal,
creadores respectivos de la geometría y de la música, artes y ciencias todas
ellas de las que han derivado multitud de oficios, tanto femeninos como
masculinos, los cuales estaban "hermanados" con el arte constructivo.
Fueron avatares de la vida los que hicieron que rehiciera su vida familiar en el
Cairo, lugar en el que falleció hace ahora 50 años. Es decir en un país situado,
precisamente en el intermedio geográfico entre Oriente y Occidente, lo cual,
según la ley de correspondencias, es un símbolo que ubica su obra en la
historia y el momento cíclico en que ésta se manifiesta. Tampoco vamos a
dejar de fijarnos en la idea de Unión o Fusión contenida en el nombre islámico
que escogió, "Juan, el Servidor del Único", para ver que Guénon encarnó el
Principio de Unidad y Síntesis del pensamiento Tradicional, tan necesario
para un tiempo de desunión como el presente. "En efecto, se tiene demasiado
la tendencia a pensar que la admisión de un sentido simbólico debe suponer el
rechazo del sentido literal o histórico; una opinión semejante sólo puede ser
resultado del desconocimiento de la ley de correspondencia que es el
fundamento mismo de todo simbolismo, y en virtud de la cual toda cosa, que
proceda esencialmente de un principio metafísico del que obtiene toda su
realidad, traduce y expresa este principio a su manera y según su orden de
existencia, de tal forma que, de un orden al siguiente, todas las cosas se
encadenan y corresponden para concurrir a la armonía universal total, que es,
dentro de la multiplicidad de las manifestaciones, como un reflejo de la misma
unidad principial" (El Simbolismo de la Cruz, pág. 11). Toda su obra
constituye un trazado simbólico en el que se leen los planos del Gran
Arquitecto del Universo, construida por la aplicación constante de lo vertical
sobre lo horizontal, es decir que siempre parte de ideas y principios eternos
que a medida que se van incorporando a nuestro pensamiento, lo van
ordenando.
En este sentido y tal como enseña el ritual masónico, los masones deben
"acabar fuera la obra emprendida en el Templo", y esto sólo puede hacerse
considerando también al mundo como un templo, y a todos los hombres como
hermanos. Es así que "el Maestro Constructor lleva su Logia interior a todas
partes, él mismo es eso, una miniatura del Cosmos, diseñada por el Gran
Arquitecto del Universo" nos dice F. González (Hermetismo y Masonería,
pág. 109. Kier, Bs As). En su caso Guénon asume un trabajo de constructor y
ordenador, a través de la escritura y el libro, lo cual indica que toma una
decisión, pues ve esa posibilidad que hay en él y tiene necesidad de
desarrollarla, y con ello no hace sino ser un exponente más de la tradición, tan
arraigada en el Occidente, que toma al libro como medio ideal de cristalizar,
conservar y transmitir las ideas perennes. De hecho, el libro, como símbolo de
la comunicación y revelación, es decir como soporte sagrado, ocupa el lugar
principal de la Logia al estar situado en el altar de los juramentos junto al
compás, símbolo del Cielo, y la escuadra, símbolo de la Tierra, conformando
todos ellos las "Tres Grandes Luces" de la Masonería. Y aunque este libro esté
representado casi siempre por la Biblia, donde se describe también la
cosmogonía mediante la imagen del templo de Salomón, está sintetizando en
realidad a todos los libros sagrados revelados de todas las tradiciones. Este es
igualmente el sentido que tiene la idea de universalidad en la Masonería.