Literatura Infantil y Juvenil 07

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LECCIÓN 7: LA ATMÓSFERA DEL RELATO

Podemos definir la atmósfera de una obra como todo aquello que crea el ambiente
buscado por el autor. Intervienen elementos tan dispares como los espacios físicos,
los estados anímicos de los personajes, la velocidad del relato, etc. Hoy veremos
los más importantes.
El final de la lección lo dedicamos al título. Sí, al título que vamos a dar a nuestra
novela. La elección tiene que hacerse con calma puesto que ese título será lo que
anime a editores y lectores a detenerse en nuestra obra o pasar de largo.

Sumario

 La atmósfera de un relato
 ¿Cómo se crea una atmósfera?
2.1. Lugar
2.2. Estado de ánimo
2.3. Tiempo atmosférico
2.4. Tiempo real

 Algunos trucos útiles a la hora de crear una atmósfera


3.1. La elipsis
3.2. El flashback
3.3. Tempo

 El título

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Lección 7

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1. LA ATMÓSFERA DE UN RELATO
“Había una vez hace muchos, muchos años en un país muy lejano…”
He aquí el comienzo más habitual de los cuentos de nuestra infancia.
Los cuentos clásicos son una fuente inagotable de inspiración para un escritor novel
porque contienen todos los elementos esenciales de un relato en estado puro. Por eso los
cuentos clásicos saben de la importancia de la atmósfera en la que se ha de desarrollar
su historia.
“Hace muchos, muchos años” y “en un país muy lejano” inmediatamente sitúan a un
lector en un lugar y en un tiempo misterioso, evocador. Es más, estos detalles por sí
solos ya dicen mucho de nuestro relato aún antes de que introduzcamos los personajes o
las aventuras que van a vivir.
La atmósfera es lo que en cine y teatro se llama ambientación, localización o simple-
mente escenario. Es por tanto una información sobre la historia y los personajes
que el lector recibe de forma indirecta, casi subliminal pero que ayudan a “con-
tar”.

2. ¿CÓMO SE CREA UNA ATMÓSFERA?


Una atmósfera se compone de los siguientes elementos:
 lugar
 estado de ánimo
 características especiales
 tiempo

2.1. Lugar
El lugar en el que se desarrolla nuestra historia es algo tan importante en literatura que
se convierte en un “personaje” más del relato, como puede en el caso de El país de Nun-
ca Jamás, en Peter Pan, o Narnia, en novela de C.S. Lewis.
En otros tiempos, solía prevalecer la idea de que los libros para niños debían tener lugar
en sitios mágicos, lejos de la cotidianidad.
En la época de los cuentos clásicos este espacio de la fantasía era la naturaleza, los bos-
ques encantados donde habitaban gnomos, hadas, dragones y demás seres fantásticos.
Dicha naturaleza podía acoger acontecimientos maravillosos o pavorosos: en el bosque
podían vivir alegremente los siete enanitos o la bruja de Hansel y Gretel. Lo habitaban
animales salvajes o bambis, plantas bondadosas como el Bárbol de El Señor de los Ani-
llos o los “sauces boxeadores” que en los libros de Harry Potter golpean a los que se
acercan demasiado.

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Lección 7 – ¿Cómo se crea una atmósfera?

Cuando la naturaleza es benévola se identifica con valores puros asimilables a la infan-


cia como en Heidi, donde Clara se recupera de su enfermedad cuando llega a la monta-
ña. Sin embargo, también puede mostrarnos su cara agresiva como el terremoto o el
tornado de la Tierra de Oz o presentarse como un laberinto inexpugnable.
Con la aparición de Hans Christian Andersen, que introdujo la vida cotidiana y elemen-
tos satírico-sociales en sus relatos, se impone la moda de trasladarlos a lugares más ur-
banos, similares al entorno habitual de la mayoría de la población.
La identificación de la literatura infantil con los mundos fantásticos pareció perder su
fuerza aunque la magia siempre esté vigente. En estos libros que mezclan realidad y
fantasía se da una drástica separación entre ambos mundos, como sucede precisamente
en Crónicas de Narnia, en las realidades paralelas a uno y otro lado del armario, o en
Harry Potter, con los polos opuestos de la zona muggle y la zona mágica que empieza
en la estación del tren que va a Hoggarts o nos puede sorprender en cualquier esquina de
Londres.

2.2. Estado de ánimo


Hay dos maneras de dar atmósfera a un relato a través del estado de ánimo: a través de
los contrastes o de la concordancia.
Un ejemplo del primer recurso podría ser una historia de terror que ocurre en un lugar
aparentemente idílico como una colonia de vacaciones o la casa de una dulce ancianita.
Otras veces, en cambio, el decorado está en concordancia entre el estado de ánimo de
los personajes con algo terrible que puede ocurrir en dicho escenario. Un ejemplo lo po-
demos encontrar en la ciudad que María Gripe nos describe en Los hijos del vidriero:

Los grises adoquines y las negras líneas de farolas se extendían a lo


largo de sus calles desiertas (…) Una casa de piedra oscura, alta e in-
mensa en su soledad, de aspecto triste y melancólico.

2.3. Tiempo atmosférico


El tiempo atmosférico es, valga la redundancia, un modo muy eficaz de dar atmósfera a
nuestro relato.
Una vez más, el tiempo puede estar en concordancia con el estado de ánimo de los per-
sonajes o puede estar en contraste con él. Por ejemplo, si existe una tensión emocional
entre dos personajes, ésta se puede describir muy bien haciendo hincapié en el calor que
hace ese día.
Las variaciones del clima también pueden servir para anticipar que se va a producir un
hecho extraordinario como cuando un huracanado viento del este nos anuncia la llegada
de Mary Poppins:

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Después de cenar, Jane y Michael se quedaron sentados junto a la ven-
tana para ver venir al señor Banks, mientras escuchaban el sonido que
hacía el viento del este al soplar entre las ramas desnudas de los cere-
zos de la calle. Envueltos en penumbra, los árboles se retorcían y se
doblaban, como si se hubiesen vuelto locos y fueran a arrancarse de
raíz de tanto bailar.

En el caso de esta historia, su autora utiliza el viento para marcar cuando aparece o des-
aparece para siempre Mary Poppins. De hecho, al final del libro se nos dice que cambia
la dirección del viento y entonces sabemos que Mary Poppins desplegará su paraguas y
volará para no volver.

2.4. Tiempo real


El año, mes y hora en que tiene lugar una acción también la condiciona y por tanto ne-
cesita una atmósfera acorde con ella.
Un encuentro amoroso que tiene lugar en primavera por ejemplo, tiene unas connota-
ciones distintas que si se produce en invierno. También el año o el siglo en el que se
desarrolla una novela requiere, obviamente, una atmósfera distinta.

3. ALGUNOS TRUCOS ÚTILES A LA HORA DE CREAR UNA ATMÓSFERA


La atmósfera se crea tanto con diálogo como con descripción.
Hacerlo con diálogo implica que los personajes hablen de un modo adecuado a lo que
queremos narrar (véase capítulo dedicado al diálogo).
Si se hace con descripción (véase capítulo dedicado a la descripción) ésta debe de ser lo
más “invisible” que podamos. Con invisible quiero decir que no parezca que estamos
abrumando al lector con un montón de datos uno detrás de otro.
Nada denota tanto a un mal escritor como su forma de entregar al lector información útil
para que se vaya situando en la historia. Un mal escritor es aquel que, cuando aparece
un personaje o comienza una historia, “empacha” al lector con toda una ristra de datos
(talla del personaje, color de ojos, forma de hablar, descripción de su hábitat natural, de
su vestimenta etcétera).
Un buen escritor en cambio hace que toda esta información tan necesaria vaya goteando
de modo casi imperceptible. Y lo hace como acabo de decir, a través del diálogo, y de la
descripción.
De todas maneras, en la literatura infantil, las descripciones son más cargadas. Por
ejemplo, explicamos cómo sopla el viento, cómo cruje la madera de un suelo, el sonido
de un reloj en un momento de tensión. Son recursos un poco obvios en la narrativa para
mayores pero que para lectores jóvenes funcionan bien.

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Lección 7 – Algunos trucos útiles a la hora de crear una atmósfera

Veamos ahora como se va dosificando la entrega de información al lector y cómo lo


hace a través del diálogo y a través de la descripción:

Aquella tarde le costó concentrarse en los taladros, y cuando dejó el


edificio, a las cinco en punto, estaba todavía tan preocupado que, sin
darse cuenta, chocó con un hombre que estaba en la puerta.
—Perdón —gruñó, mientras el diminuto viejo se tambaleaba y casi caía
al suelo. Segundos después, el señor Dursley se dio cuenta de que el
hombre llevaba una capa violeta. No parecía disgustado por el empujón.
Al contrario, su rostro se iluminó con una amplia sonrisa, mientras decía
con una voz tan chillona que llamaba la atención de los que pasaban:
—¡No se disculpe, mi querido señor, porque hoy nada puede molestar-
me! ¡Hay que alegrarse, porque Quien-usted-sabe finalmente se ha ido!
¡Hasta los muggles como usted deberían celebrar este feliz día!
Y el anciano abrazó al señor Dursley y se alejó.
El señor Dursley se quedó completamente helado. Lo había abrazado
un desconocido. Y por si fuera poco le había llamado muggle, no impor-
taba lo que eso fuera. Estaba desconcertado. Se apresuró a subir a su
coche y a dirigirse hacia su casa, deseando que todo fueran imagina-
ciones suyas (algo que nunca había deseado antes, porque no aproba-
ba la imaginación).
(Harry Potter y la piedra filosofal. J.K. Rowling)

Obsérvense que a través de esta escena descubrimos que hay dos mundos distintos, el de
los muggles y el de los magos, que algo ha cambiado en el mundo de estos últimos, el
carácter del tío de Harry a través de su prevención a ser abrazado por un extraño y a
todo lo que implique imaginación.

3.1. La elipsis
La elipsis se produce continuamente tanto en el lenguaje escrito como en el hablado.
Igual que en gramática existen elipsis obligadas, también existen en la composición de
un texto. Las elipsis gramaticales las conocemos y usamos todos quizá sin saberlo. Na-
die dice “Trae el abrigo del niño y el abrigo mío” sino “Trae el abrigo del niño y el
mío”. Del mismo modo, en un texto hay muchas cosas que se dan por entendidas aún
sin decirlas.
Si alguien va a cruzar la calle no hace falta decir que comenzó a hacerlo con el pie dere-
cho y luego el izquierdo etcétera. Un escritor novato tiende a incluir información de este
tipo porque desconoce el uso de la elipsis. Un escritor más avezado se salta toda esa
información irrelevante y va a lo que importa con una elipsis que puede ser por ejemplo:

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– segundos más tarde...
– una vez al otro lado de la calle...
o, si queremos mostrarnos originales, también podríamos decir:
– dos bicis, cuatro utilitarios y tres camiones más tarde nuestro protagonista se encontró…

3.2. El flashback
Gracias al cine todos sabemos lo que esta palabra significa. Se trata de una escena que
se inserta en el curso normal de una narración pero que no pertenece a ese momento
sino al pasado.
Alguien está hablando de su vida y, de pronto hace un flashback a su infancia para des-
cribir algo importante que sucedió entonces.
Existe además el flashforward que es ir hacia delante. Un ejemplo clásico sería el estu-
diante que no ha hecho los deberes y “visualiza” lo que le va a pasar cuando llegue el
colegio y lo saquen a la pizarra.
Los flashbacks y flashforwards son muy útiles a la hora de crear atmósfera. Permiten un
instantáneo cambio de escenario que ayuda a ver a nuestro protagonista en otros deco-
rados y circunstancias. Esto no solo da color a nuestra narración sino que agiliza la en-
trega de información al lector. Sin embargo, hay que utilizar estos recursos con mucho
cuidado cuando nos dirijamos al público infantil porque pueden provocar que los lecto-
res de esas edades pierdan el hilo del relato. Evidentemente, cuanto mayor y más expe-
rimentado sea el lector, más acostumbrado estará a dichos recursos.
Para engarzar un flashback o un flashforward con el resto de la narración existen varios
medios. Veamos un ejemplo de Molly Moon detiene el mundo, de Georgia Byng:

Recordó entonces [Molly] cómo en plena Nochebuena se había dejado


llevar hasta la biblioteca, igual que un copo de nieve empujado por el
viento. Y todo para devolver el misterioso libro de hipnotismo. Lucy hab-
ía hipnotizado a Molly para que hiciera eso exactamente y la había
hecho despertar de su trance hipnótico con las palabras “con total pun-
tualidad”.

En este caso, la transición de un tiempo a otro se hace con las palabras “Recordó enton-
ces”, que es un engarce mínimo y elegante que nos desliza rápidamente en el pasado.
En otras ocasiones la transición se hace sin engarce y entonces diríamos directamente:
En plena Nochebuena ... Es más moderno hacerlo así, pero puede resultar difícil de
comprender para los lectores de menos edad.

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Lección 7 – Algunos trucos útiles a la hora de crear una atmósfera

3.3. Tempo
Según el diccionario, tempo es “la velocidad de ejecución de una pieza musical”. Y
también “el ritmo con que se desarrolla una acción en una obra literaria”.
Para que una obra fluya es fundamental que el tempo de la narración esté acorde con lo
que se está contando. Una narración llena de lirismo y de añoranzas suele tener un
ritmo lento. En cambio, una que tiene lugar en una ciudad llena de ruido y de
acontecimientos suele tener un ritmo rápido.
Sin embargo, como en literatura la norma es romper la norma, a veces ocurre que una
acción trepidante es mejor narrarla morosamente, demorándose en cada detalle como si
la estuviéramos viendo en cámara lenta. Ambas formas de narrar son muy eficaces;
veamos un ejemplo de cada una, referido a la descripción de un deporte.

3.3.1. Cámara rápida


Goscinny, en El pequeño Nicolás, es muy aficionado a imprimir gran velocidad a la
narración de los conflictos que viven estos colegiales franceses. Veamos la descripción
de un partido de fútbol:

Rufo corría detrás de Agnan, que gritaba “¡Tengo gafas! ¡Tengo gafas!”
Joaquín no se ocupaba de nada, buscaba su moneda aunque seguía
sin encontrarla. Eudes, que se había quedado tranquilamente en su por-
tería, se hartó y empezó a repartir puñetazos en las narices de los que
estaban más cerca de él, o sea de los de su equipo. Todos gritaban,
corrían. Nos divertíamos de lo lindo, ¡era formidable!

3.3.2. Cámara lenta


Por su parte, J.K. Rowling elige un ritmo más lento a su descripción de un partido de
Quidditch para dotar a la escena de mayor suspense:

Harry la vio. En un arrebato de excitación se lanzó hacia abajo, detrás


del destello dorado. El buscador de Slytherin, Terence Higgs, también lo
había visto. Nariz con nariz, se lanzaron hacia la snitch…Todos los ca-
zadores parecían haber olvidado lo que debían hacer y estaban sus-
pendidos en el aire mirando.
(Harry Potter y la piedra filosofal, J.K. Rowling)

Elegir el tempo adecuado es muy importante y a la vez muy difícil. El lector tiende a
sentirse frustrado si un escritor se apresura demasiado a la hora de narrar algo importan-
te pero se impacienta si se demora más de lo necesario en llegar al meollo del asunto y
se pierde en digresiones. Por eso, tanto si se elige un tempo rápido como si se elige uno
lento, lo importante es, una vez escrito, tomar cierta distancia de ello.

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Esto quiere decir que conviene dejar “reposar” el texto durante unos días y volver a le-
erlo con una nueva mirada. Es lo que podríamos llamar el truco del extrañamiento.
Un escritor tiene muy poca perspectiva sobre lo que escribe y por tanto poco criterio
para juzgar su obra. Y se pueden cometer errores realmente garrafales por esta falta de
perspectiva. Alejarse del texto, en eso consiste el truco del extrañamiento sirve para ver
lo que antes era imposible detectar.
Como es lógico, este truco sirve para corregir no solo los errores de tempo o ritmo sino
también meteduras de pata mucho mayores e incomprensibles. Gracias a él comproba-
remos si un diálogo es forzado o si suena bien. Podemos corregir una descripción que se
ha quedado corta o demasiado cursi. Es posible incluso que al releer lo escrito descu-
bramos que nos hemos equivocado de narrador y que el texto (por ejemplo, en primera
persona) funcione mejor en tercera.
Es sorprendente lo que uno descubre con el truco del extrañamiento. ¡A mí me ha pasa-
do de darme cuenta que mi personaje principal tenía los ojos verdes en unos capítulos y
azules en otros! Bromas aparte, reescribir es casi tan importante como escribir, por eso
el último capítulo de este curso se llama REESCRIBIR, REESCRIBIR y luego os dejaré
unos consejos que espero sean útiles para ayudar a que se publique lo que con tanta ilu-
sión y trabajo hemos escrito (y reescrito)
Pero antes de todo esto, es importante hablar de un tema que trae de cabeza a muchos.

4. EL TÍTULO
Hay escritores que tienen decidido el título de su libro desde antes de escribir una sola
línea. A otros les surge de repente a mitad del relato. No es un tema que deba obsesio-
narnos pero llega un momento en el que ya no se puede postergar más esta tarea.
Como todos sabemos, el título es un elemento determinante tanto para captar el interés
de las editoriales como para, una vez logrado el objetivo de publicar, atraer la atención
de los potenciales lectores entre otros muchos que puede haber en las estanterías de las
tiendas.
Tendrá que impactar, por lo que merece la pena dedicar un tiempo a decidir cuál es el
adecuado. Debe ser fácil de decir y fácil de recordar, teniendo siempre en cuenta la edad
del lector. Veamos algunas alternativas:
 Utilizar el nombre del protagonista seguido de algunas circunstancias particulares de
ese relato o directamente solo, como en el caso de Heidi o de Las aventuras de Pino-
cho. Teniendo en cuenta la importancia de los personajes en la literatura infantil es
normal que esta sea la opción más común:
– Harry Potter y la piedra filosofal
– Alicia en el País de las Maravillas
– El Capitán Calzoncillos y el ataque de los retretes parlantes
– Pablo Diablo y el club secreto
– Charlie y la fábrica de chocolate.

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Lección 7 – Actividades de esta lección

Lógicamente, si el libro tiene un cierto éxito, es normal seguir utilizando el mismo


sistema en las nuevas aventuras de nuestro personaje: El Capitán Calzoncillos y la
invasión de los pérfidos tipos del espacio, Harry Potter y la cámara secreta, etcétera.
 Las abstracciones suelen funcionar bien para los lectores juveniles aunque no son
muy adecuadas para los lectores más jóvenes:
– Crepúsculo
– Profundidades
– Pesadillas
 También resultan atractivos los títulos que nos remiten a un país o mundo fantástico:
– El Reino del dragón de oro
– La isla del tesoro
– La casa de los diablos
Hace unos años estaban de moda los títulos largos, pero hoy parece que prima la conci-
sión. Hay palabras que llaman poderosamente la atención de los lectores de estas edades
como son: misterio, enigma, secreto, monstruo, vampiro, dinosaurio, mágico. Sin em-
bargo, debemos utilizarlas con precaución por el uso y abuso que se ha hecho de ellas.
En definitiva, no hay reglas mágicas para el éxito pero tenemos que ser capaces de evo-
car en el potencial lector una sensación o sentimiento potente que le obligue a elegir
nuestro libro: miedo, risa, espíritu de aventura, ganas de conocer a nuestro personaje,
etcétera.

5. ACTIVIDADES DE ESTA LECCIÓN

Ejercicio
Imagina que eres una niña o un niño y que estás solo en una gran casa en mitad del
campo. De repente oyes ruidos. Llamas a voces a tus padres pero nadie contesta. Los
ruidos continúan.
Crea un relato de unas trescientas palabras describiendo la atmósfera de la situación
con un desenlace a cámara rápida.

Tema de discusión
¿Cuál de los cinco sentidos te parece más evocador a la hora de crear una atmósfera?

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