Trastornos de Ansiedad
Trastornos de Ansiedad
Trastornos de Ansiedad
Guía clínica
para los
trastornos de
ansiedad en niños
y adolescentes Eva Marcela Cárdenas
Miriam Feria
Lino Palacios
Francisco de la Peña
Editores: Shoshana Berenzon, Jesús del Bosque, Javier Alfaro, Ma. Elena Medina-Mora
Guía Clínica para los Trastornos de Ansiedad
en Niños y Adolescentes
Editores
Shoshana Berenzon, Jesús del Bosque, Javier Alfaro, Ma. Elena Medina-Mora
Validación Interna
Ingrid Vargas, Nayelhi Saavedra
Validación externa
Carmen Rojas, Silvia Cantú, Juan L. Vázquez, Sergio Vázquez
Aspectos Éticos
Liliana Mondragón
Producción editorial
Patricia Fuentes de Iturbe
Esta Guía Clínica se diseñó con el apoyo de Recursos para la Igualdad entre Mujeres y Hombres,
anexo 10 del PEF 2010.
Secretaría de Salud
Calz. México-Xochimilco 101, Col. San Lorenzo Huipulco, Delegación Tlalpan, México DF, 14370
ISBN: 978-607-460-156-5
Edición 2010
Impreso en México
Citación
Cárdenas EM, Feria M, Palacios L, De la Peña F. (2010). Guía Clínica para los Trastornos de Ansiedad
en Niños y Adolescentes. Ed. S Berenzon, J Del Bosque, J Alfaro, ME Medina-Mora. México: Instituto
Nacional de Psiquiatría. (Serie: Guías Clínicas para la Atención de Trastornos Mentales).
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra sin la autorización por escrito de los titulares
de los Derechos de Autor.
Índice
Prólogo 5
Introducción 7
Objetivos de la Guía 7
1. Generalidades 11
2. Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) 13
3. Trastorno de ansiedad por separación (TAS) 16
4. Trastorno obsesivo compulsivo (TOC) 18
5. Trastorno de angustia (TA) 22
6. Fobias: fobia especíca (FE) y fobia social (FS) 26
7. Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) 30
8. Características generales del tratamiento 33
9. Recomendaciones para el manejo del paciente
con trastorno de ansiedad en el contexto familiar 36
Aspectos Éticos 41
Referencias 43
3
Prólogo
Los datos más recientes en torno a la salud en México muestran cómo las enfermedades mentales,
por su curso crónico que se refuerza por el hecho de que sólo una pequeña parte recibe tratamien-
to, provocan mayor discapacidad que muchas otras enfermedades crónicas. Por ejemplo, entre las
diez principales enfermedades considerando mortalidad prematura y días vividos sin salud, tres
son enfermedades mentales, la depresión ocupa el primer lugar; se trata de una enfermedad fre-
cuente con alto nivel de discapacidad, de acuerdo con las encuestas realizadas en el Instituto Na-
cional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz1, el 6.4% de población la padece. Los trastornos rela-
cionados con el consumo de alcohol ocupan el noveno lugar (2.5%) y la esquizofrenia el décimo
(2.1%) en cuanto a carga de la enfermedad2.
Paradójicamente el 19% de las personas que padecen un trastorno mental reciben tratamiento, los
que llegan tardan un tiempo importante en recibir atención con una latencia que oscila entre 4 y 20
años desde la aparición de la enfermedad, según el tipo de trastorno. A diferencia de lo que ocurre
en otros países, la atención es más frecuente en unidades especializadas que en el primer nivel de
atención, por cada persona que es atendida en este nivel, 1.7 recibe atención en unidades especiali-
zadas, lo que sugiere que las personas que llegan a tratamiento, lo hacen en un estado avanzado de
la enfermedad.
Como parte de este proyecto se solicitó al Instituto Nacional de Psiquiatría desarrollar una serie de
guías clínicas sobre los padecimientos más frecuentes en nuestro país, a partir del análisis de la evi-
dencia cientíca y de los criterios diagnósticos, de prácticas terapéuticas y de acciones preventivas
que han probado ser más efectivas en el ámbito del manejo de los padecimientos mentales.
Las 12 Guías Clínicas para la Atención de Trastornos Mentales que conforman esta colección tienen
como objetivo proporcionar a los profesionales de la salud recomendaciones prácticas para abordar
la detección y el tratamiento efectivo de estos trastornos, ofreciendo las alternativas terapéuticas
idóneas en cada proceso.
1. Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica. Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente, México,
2003.
2. Programa de Acción Especíco 2007-2012. Atención en Salud Mental. Secretaría de Salud. Comisión Coordinadora de
los Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad, México, 2008.
5
El conjunto de Guías Clínicas es el fruto del trabajo realizado por un grupo conformado por inves-
tigadores y clínicos especializados en diversas áreas de la salud mental a quienes agradecemos su
compromiso y su interés por contribuir al mejoramiento de la atención y la calidad de vida de los
pacientes, así como de su entorno familiar y social.
Asimismo, agradecemos a todas aquellas personas que revisaron y validaron estas guías; esperamos
seguir contando con sus valiosas aportaciones para la actualización y mejora continua de estos ins-
trumentos para la práctica clínica.
Sin embargo, como toda función de un sistema del organismo, este mecanismo que normalmente
debe ayudarnos a enfrentarnos a una situación puede verse alterado, resultando esto en una res-
puesta desadaptativa que ocasiona disfunción en la vida cotidiana, en otras palabras, un trastorno
de ansiedad.
Desafortunadamente y a pesar de ser un trastorno mental común en la población general, con fre-
cuencia pasa sin ser identicada ni tratada.
La edad pediátrica es una etapa de la vida en la que también se presentan trastornos de ansiedad, y
si estos son detectados y tratados a tiempo se puede disminuir el riesgo de su persistencia en la
edad adulta. Es de suma importancia puntualizar que dichos trastornos no son producto de la vo-
luntad, no son “irreales y tampoco son un diagnóstico de exclusión, es decir, que después de haber
hecho estudios de laboratorio y de gabinete y estos han sido normales, entonces el individuo no
tiene nada y debe ser campo del psiquiatra.
Se debe considerar en todo momento la posibilidad de que el paciente esté sufriendo un trastorno
de ansiedad cuando se presentan los síntomas que describiremos más adelante, y no sólo pensarlo
cuando ya se han descartado todas las posibilidades, pues esto retrasa su detección y en el trayecto
genera incertidumbre en el paciente y su familia. Lo mejor es evitar, en todo momento, señalar que
el origen de los síntomas es producto de “los nervios, ya que resulta ser desalentador y fomenta el
estigma sobre los padecimientos mentales, no sólo en el paciente, sino en su familia, la cual es de
suma importancia para el apoyo y el apego al tratamiento.
Siempre debemos dejar claro que los síntomas de ansiedad, en el caso del tema que nos compete
ahora, están relacionados con alteraciones químicas del cerebro, tienen un componente hereditario
y con frecuencia son precipitados por estrés en el ambiente.
Otro aspecto muy relevante es informar al paciente y su familia que el diagnóstico se realiza a través
de la entrevista clínica, en ciertos casos lo hará el psiquiatra; y que no existen estudios de laborato-
11
D. El centro de la ansiedad y de la preocupación no se limita a los síntomas de otro trastorno psi-
quiátrico; por ejemplo, la ansiedad o preocupación no hacen referencia a la posibilidad de pre-
sentar una crisis de angustia (como en el trastorno de angustia), pasarlo mal en público (como
en la fobia social), contraer una enfermedad (como en el trastorno obsesivo-compulsivo), estar
lejos de casa o de los seres queridos (como en el trastorno de ansiedad por separación), engor-
dar (como en la anorexia nerviosa), tener quejas de múltiples síntomas físicos (como en el tras-
torno de somatización) o padecer una enfermedad grave (como en la hipocondría), y la ansie-
dad y la preocupación no aparecen exclusivamente en el transcurso de un trastorno por estrés
postraumático.
E. La ansiedad, la preocupación o los síntomas físicos provocan malestar clínicamente signica-
tivo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.
F. Estas alteraciones no se deben a los efectos siológicos directos de una sustancia (por ejem-
plo, drogas, fármacos) o a una enfermedad médica (por ejemplo, hipertiroidismo) y no apare-
cen exclusivamente en el transcurso de un trastorno del estado de ánimo, un trastorno psicó-
tico o un trastorno generalizado del desarrollo.
Etiología
Las investigaciones sugieren que existen factores biológicos, psicológicos y sociales que pueden
tener un papel predisponente en el desarrollo de este trastorno. Los factores biológicos tienen que
ver con la probable disfunción de diferentes sistemas de neurotransmisores, principalmente el de la
dopamina y la serotonina, los cuales se sabe que regulan el estado de ánimo y el comportamiento.
Estas alteraciones pueden evidenciarse o desencadenarse por estresores en personas con suscepti-
bilidad biológica que además están expuestas a altos niveles de ansiedad.
Epidemiología
El TAG es una patología común y con gran frecuencia se encuentra en comorbilidad con otros tras-
tornos mentales que pueden o no ser del espectro de los trastornos de ansiedad, como la fobia so-
cial, la fobia especíca, el trastorno de angustia o del espectro depresivo. De 100 personas con TAG,
más del 50% tendrán un diagnóstico psiquiátrico comórbido.
La proporción mujer-hombre en adultos de población general es de 2:1; sin embargo, esto cambia
cuando hablamos de población clínica, donde se iguala la proporción 1:1. La edad de inicio es difícil
de determinar, la mayoría de los pacientes con este trastorno indican que están ansiosos desde que
son capaces de recordar. Debe mencionarse que los niños se afectan más que las niñas en la pobla-
ción pediátrica.
Los pacientes con TAG a menudo recurren a los médicos para el tratamiento de síntomas físicos,
pero sólo un tercio de los pacientes buscan ayuda psiquiátrica.
14
Aspectos socioculturales
Criarse en una familia caracterizada por un patrón de todo o nada, de blanco o negro, probable-
mente se continuará sosteniendo en la adultez. Estas reglas severas pueden ir de la mano con exi-
gencias desproporcionadas que suelen estar basadas en algún patrón cultural, moral, religioso o
sectario inexible. Muchos niños y adolescentes son valorados por sus padres como personas, sólo
cuando se desempeño cumple con las expectativas de los mismos, por ejemplo, al obtener muy
buenas calicaciones escolares o al desarrollar algún talento. La aprobación según el desempeño,
lleva al niño o al adolescente a creer que una persona tiene valor únicamente cuando los padres son
perfeccionistas y no sólo quieren que sus hijos aprueben con buenas notas, sino que además espe-
ran de ellos la perfección.
Los niños que presentan el trastorno pueden mostrarse abiertamente conformistas, perfeccionis-
tas, inseguros de sí mismos e inclinados a repetir sus trabajos por una excesiva insatisfacción, sien-
ten que los resultados no son perfectos. Persiguen la aprobación de los demás y por lo tanto pue-
den mostrar un recelo característico; necesitan asegurarse de forma excesiva de la calidad de su
rendimiento o de otros aspectos contenidos en sus preocupaciones. Durante el curso del trastorno,
el centro de las preocupaciones puede trasladarse de un objeto o de una situación a otra.
Se recomienda que cuando se trata de un niño menor de 12 años se entreviste primero a los padres
y posteriormente al niño, al contrario de un adolescente, donde es mejor conversar con él primero.
Durante la entrevista se debe platicar sobre los síntomas utilizando ejemplos de situaciones que le
sean familiares y pidiéndole que describa o explique con mayor detalle cuando quede duda de al-
gún síntoma. Hay que hacer notar que no es normal que sus preocupaciones afecten su relación
con otras personas o su desempeño en la casa o en la escuela. Aunque no identique la causa de su
malestar, el médico debe plantearle que se trata de un trastorno que, como cualquier otra enferme-
dad, requiere de atención especializada.
Los dos tratamientos más efectivos son la terapia cognitivo conductual (TCC) y las intervenciones
farmacológicas. Con el tratamiento, las personas mejoran de manera muy importante. En general se
trata de aprender nuevas habilidades ante situaciones angustiantes. Se han evaluado también téc-
15
nicas de relajación con buenos resultados, pero se ha visto que la combinación de ambas técnicas
proporciona mejor respuesta.
Aunque en el desarrollo normal estas características pueden aparecer, inician alrededor de los 7 me-
ses de edad, alcanzan su mayor intensidad después del primer año de vida y van disminuyendo alre-
dedor de los 2 años y medio de edad. Cuando ocurre después de esta etapa se considera anormal.
Criterios diagnósticos
En la CIE-10 describen síntomas casi idénticos para el trastorno de ansiedad por separación en com-
paración con la DSM-IV-TR, aunque son un poco más estrictos en la edad de inicio, ya que exigen
que ésta sea menor de 6 años, y se denomina como trastorno por separación en la infancia (F93.0).
Según el DSM-IV-TR, para poder establecer el diagnóstico de trastorno de ansiedad por separación
deben tenerse en consideración los siguientes criterios:
A. Ansiedad excesiva e inapropiada para el nivel de desarrollo del sujeto, concerniente a su sepa-
ración respecto del hogar o de las personas con quienes está vinculado, puesta de maniesto
por tres (o más) de las siguientes circunstancias:
1. Malestar excesivo recurrente cuando ocurre o se anticipa una separación respecto del
hogar o de las principales guras vinculadas.
2. Preocupación excesiva y persistente por la posible pérdida de las principales guras vin-
culadas o a que éstas sufran un posible daño.
3. Preocupación excesiva y persistente por la posibilidad de que un acontecimiento adver-
so dé lugar a la separación de una gura vinculada importante (por ejemplo, extraviarse
o ser secuestrado).
4. Resistencia o negativa persistente a ir a la escuela o a cualquier otro sitio por miedo a la
separación.
5. Resistencia o miedo persistente o excesivo a estar en casa solo o sin las principales gu-
ras vinculadas, o sin adultos signicativos en otros lugares, negativa o resistencia persis-
tente a dormir sin tener cerca una gura vinculada importante o a dormir fuera de casa.
6. Pesadillas repetidas con temática de separación.
7. Quejas repetidas de síntomas físicos (como cefaleas, dolores abdominales, náuseas o
vómitos) cuando ocurre o se anticipa la separación respecto de guras importantes de
vinculación
Se debe especicar si es de inicio temprano cuando los síntomas tienen lugar antes de los 6 años
de edad.
Etiología
Como ocurre en otros trastornos mentales, el TAS es multicausal. En los que respecta a los factores
biológicos se ha descrito que existe un desequilibrio en dos neurotransmisores principalmente: la
norepinefrina y la serotonina. Estudios en gemelos monocigotos han sugerido un importante com-
ponente genético para desarrollar los trastornos de ansiedad, y en hijos de padres con trastornos de
ansiedad es más frecuente encontrar un diagnóstico del espectro ansioso. Por ejemplo, hijos de
padres con agorafobia tienen especial riesgo de desarrollar TAS.
La personalidad también es un factor de riesgo para la presencia de TAS. Los chicos con un tempe-
ramento conocido como “inhibición conductual, manifestado por temor y rechazo a nuevas situa-
ciones, tienen más probabilidad de presentar TAS.
Epidemiología
El TAS es un problema común, y con frecuencia encontramos historia familiar de TAS. En diferentes
estudios epidemiológicos se ha calculado una prevalencia que va del 0.6% al 6%, y aunque no hay
diferencias signicativas por sexo, hay un ligero predominio en las niñas.
Se ha observado que más de 90% de los estudiantes con este trastorno pueden tener historia
de ausentismo escolar, pero no hay estudios a gran escala sobre ello desde el punto de vista
psiquiátrico.
Aspectos socioculturales
Los factores psicosociales que contribuyen a la aparición del TAS son la exposición a una experiencia
traumática propia o escuchar que sucedió, lo cual genera temor y miedo; el antecedente de pérdida
o separación de una persona signicativa, por muerte, trabajo o divorcio; cambiar de escuela, la
llegada de un nuevo hermano o padecer una enfermedad.
Los padres sobreprotectores, que amparan excesivamente al chico de las adversidades de la vida,
tienden a aanzar la creencia de que todo afuera de casa es riesgoso y que conviene evitar salir
del círculo familiar. Aunque actúe con la mejor de las intenciones, el sobreprotector impide al niño
o adolescente aprender a manejar adversidades y asumir algún riesgo como parte de su vida. Se
ha identicado que las familias que presentan este problema tienden a ser muy consentidoras y
sobreprotectoras que transmiten un temor exagerado. Algunos padres transmiten a sus hijos sus
propios miedos ante los peligros, y en este caso son los padres quienes no permiten al chico que
se separe.
17
La ausencia física o psicológica de uno o ambos padres propicia que no se satisfagan las necesidades
básicas de afecto, orientación, límites y supervisión en la crianza. Ejemplo de lo anterior es la depriva-
ción afectiva que sufren aquellos niños o adolescentes cuyos padres nunca están disponibles afecti-
vamente, no conversan, no se acercan para darles cariño o para reprenderlos. Aunque puede ser
normal que el menor experimente mucha ansiedad cuando es separado de los padres por mucho
tiempo, esto puede agravarse si no entiende los motivos y no se le dá una explicación sobre ello,
como ocurre en ocasiones cuando no se le quiere informar de la hospitalización por la enfermedad
de una persona cercana, del divorcio de los padres, de un trabajo en el exterior o de la muerte.
Se deben elaborar preguntas sencillas y fáciles de entender en el contexto del niño o el adolescente
para evaluar cada uno de los criterios diagnósticos y la información debe ser manejada con mucha
discreción. No debe revelarse, a menos que el niño o adolescente lo autorice, y como se ha mencio-
nado en las recomendaciones para el TAG, los padres o algunos familiares con quienes el menor vive
deben ser informados sobre el padecimiento y la importancia de ser atendido por un médico espe-
cialista en salud mental.
Como se mencionó, en el caso del TAG la información obtenida del niño o del adolescente es com-
plementaria con la de los padres. En el caso del TAS, los padres pueden ofrecer información impor-
tante, en situaciones que el niño o el adolescente se pase a dormir a la cama de los padres, no pueda
dormir con la luz apagada o bien busque dormir con alguien más en la habitación, inclusive con
mascotas.
B. En algún momento del curso del trastorno la persona ha reconocido que estas obsesiones o
compulsiones resultan excesivas o irracionales. Nota: Este punto no es aplicable en los niños.
C. Las obsesiones o compulsiones provocan un malestar clínico signicativo, representan una
pérdida de tiempo (suponen más de 1 hora al día) o intereren marcadamente con la rutina
diaria del individuo, sus relaciones laborales (o académicas) o su vida social.
D. Si hay otro trastorno del Eje I, el contenido de las obsesiones o compulsiones no se limita a él
(por ejemplo, preocupaciones por la comida en un trastorno alimentario, arranque de cabe-
llos en la tricotilomanía, inquietud por la propia apariencia en el trastorno dismórco corporal,
preocupación por las drogas en un trastorno por consumo de sustancias, preocupación por
estar padeciendo una grave enfermedad en la hipocondría, preocupación por las necesidades
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o fantasías sexuales en una paralia o sentimientos repetitivos de culpabilidad en el trastorno
depresivo mayor).
E. El trastorno no se debe a los efectos siológicos directos de una sustancia (por ejemplo, dro-
gas, fármacos) o de una enfermedad médica.
Cuando se señala “con poca conciencia de enfermedad, se reere a que durante la mayor parte del
tiempo del episodio actual, el individuo no reconoce que las obsesiones o compulsiones son exce-
sivas o irracionales.
Etiología
Factores biológicos: Muchos estudios han demostrado que el tratamiento farmacológico es efectivo
en el control de los síntomas obsesivo-compulsivos, lo que apoya la hipótesis de que existe una altera-
ción a nivel de la bioquímica cerebral. Como en otros trastornos, la serotonina juega un rol muy impor-
tante en la siopatología del TOC, pero aún no se ha logrado dilucidar plenamente su participación. La
tomografía por emisión de positrones (TEP) y la resonancia magnética (RM) han mostrado cambios en
la actividad de áreas especícas del cerebro como los lóbulos frontales, los ganglios basales y el cíngu-
lo de los pacientes con TOC. Los estudios genéticos conrman la hipótesis de que este trastorno tiene
un componente genético signicativo, pues la concordancia en gemelos monocigotos es mayor que
en los dicigotos y se ha visto altamente asociado con el antecedente familiar de síndrome de Tourette
(un trastorno por tics múltiples motores y vocales), mayor que en la población general.
Las compulsiones se establecen mediante mecanismos diferentes. Cuando el chico descubre que
cierta acción reduce la ansiedad asociada al pensamiento obsesivo desarrolla estrategias, con la -
nalidad de evitar o disminuir tales pensamientos, en forma de compulsiones.
Epidemiología
Este trastorno afecta de 1 a 3% de la población de niños y adolescentes, lo que coloca a este trastor-
no dentro de las enfermedades mentales más frecuentes en conjunto con las fobias, la depresión y
los trastornos por consumo de sustancias (drogas).
Hay dos momentos de la vida en que se puede iniciar este trastorno, el más frecuente que es en
adultos jóvenes y afecta igualmente hombres y mujeres. Y el de inicio temprano (infancia y adoles-
cencia) donde se ha observado que afecta más frecuentemente a varones (75% de los pacientes
menores de edad son varones) que a mujeres entre más temprano inicia. Esta diferencia puede de-
berse a factores asociados al sexo que coneren vulnerabilidad a los varones, en quienes la edad de
inicio va de los 6-15 años y en las mujeres de los 20-29 años. El promedio de tiempo que transcurre
para que una persona que presenta el TOC reciba tratamiento es de 7.5 años. Alrededor del 15% de
los pacientes con TOC muestra un deterioro progresivo de las relaciones sociales y ocupacionales y
aproximadamente un 5% sigue un curso de carácter episódico, con síntomas mínimos o ausentes
en los períodos de exacerbación de síntomas.
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Una consideración especial requieren lo síntomas obsesivo-compulsivos secundarios a una res-
puesta autoinmune en sujetos genéticamente vulnerables con el antecedente de Corea de Syden-
ham, una variante neurológica de la ebre reumática, en respuesta a la infección por el estreptoco-
co beta-hemolítico del grupo A (GABHS por sus siglas en inglés). En estos chicos aparecen cambios
dramáticos en la personalidad, como irritabilidad, labilidad emocional, ansiedad de separación,
además de la corea, tics, obsesiones y compulsiones, quizás por una disfunción, adquirida por la
infección, en los ganglios basales. Esto ha sido descrito bajo el acrónimo de PANDAS, por las siglas
en inglés Pediatric Autoinmune Neuropsychiatric Disorders Associated with Streptococcal Infec-
tions. Se caracteriza por un inicio prepuberal del TOC acompañado de tics o los tics solos, con seve-
ridad de curso episódico, que va de la mano de la exacerbación de la infección por GABHS.
Aspectos socioculturales
En ciertas culturas existen comportamientos ritualísticos que en sí mismos no se pueden considerar
un trastorno obsesivo compulsivo. Los rituales son patológicos cuando van más allá de un compor-
tamiento culturalmente aceptado, es decir, que se lleva a cabo en lugares y momentos que su en-
torno social considera inapropiados y que intereren marcadamente con las relaciones sociales del
chico, por lo que siempre hay que estar atentos al entorno en el que desenvuelve el niño o adoles-
cente que estemos evaluando.
Debido al desarrollo del pensamiento, frecuentemente los niños no consideran sus obsesiones co-
mo absurdas y por lo tanto no piden ayuda. Esto ocasiona que sean los padres quienes los detectan
y llevan al chico a consulta. Al igual que los adultos, los menores suelen hacer las compulsiones en
casa, cuando nadie los ve.
Revisadores. Otro subtipo común con obsesiones de duda, seguida por la compulsión de compro-
bar. Este subtipo también suele implicar obsesiones de contenidos agresivos con temor a dañar a
otros por no ser cuidadoso (como olvidarse de cerrar el gas o no cerrar la puerta). La comprobación,
por ejemplo, puede implicar volver a casa múltiples veces para comprobar si cerró el gas. Los pa-
cientes tienen una auto-desconanza obsesiva y siempre se sienten culpables de haberse olvidado
o haber hecho algo. El tener estos pensamientos no implica que sean personas que quieran o que
pueden llegar a lastimar a otros, se debe recordar que son pensamientos que la misma persona re-
conoce como ilógicos y por ello nunca los haría realidad.
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Obsesiones puras. Este subtipo se reere principalmente a la presencia de obsesiones sin compul-
sión. Estas obsesiones suelen ser pensamientos repetitivos con contenidos sexuales (los más fre-
cuentes en la adolescencia) o religiosos que el paciente considera reprobables. Los pacientes con
este tipo de obsesiones generalmente se sienten muy culpables y buscan confesarse con sacerdo-
tes. No signica que sean degenerados o pervertidos, estas obsesiones no les generan placer ni sa-
tisfacción, por el contrario les generan ansiedad muy intensa.
Atesoradores. El cuarto patrón más común es la obsesión como necesidad de guardar objetos sin
interés por el valor económico “por si lo necesito, lo que puede conducir a una compulsión de acu-
mular sin control y aún a expensas de ocupar mucho espacio.
Cuando nos encontramos ante un niño o adolescente que maniesta conductas compulsivas y pla-
ticamos con él, además encontramos obsesiones, es importante explicarle que no tiene que aver-
gonzarse o sentir culpa, porque tener esos síntomas no signica que él los esté produciendo. Para
realizar el diagnóstico, como se ha insistido, el chico debe presentar el número de síntomas, duran-
te el tiempo establecido en los criterios diagnósticos. En la entrevista se puede utilizar el siguiente
ejemplo “Me he dado cuenta de que tienes que realizar varias conductas que son exageradas o re-
petitivas (lavarse las manos varias veces o por tiempos prolongados, revisar y ordenar las cosas una
y otra vez las cosas, rezar, contar o repetir conductas, como pasar por el mismo lugar o guardar cosas
y acumularlas). Cuando una persona está presentando estas conductas es porque seguramente
está teniendo pensamientos, imágenes o ideas repetitivas en forma de temores que no se pueden
quitar de la cabeza ¿Reconoces que tienes pensamientos que no desearías tener y eso te hace repe-
tir ciertas conductas? ¿Qué piensas que está provocándote esto?.
Como ya se ha mencionado, a veces los niños o adolescentes no reconocen sus síntomas como ab-
surdos o ilógicos, pero les generan miedo, vergüenza o se sienten culpables por ello, los ocultan a
los demás. En muchos casos, hasta que las conductas compulsivas son muy intensas, los adolescen-
tes acuden a consulta llevados por sus familiares o acuden sin avisar a la familia.
Aún así se podría armar: Cuando alguien tiene que realizar conductas repetitivas o rituales que
considera excesivos y que quitan mucho tiempo (compulsiones) y son resultado de pensamientos
o imágenes o impulsos que no se pueden quitar de la mente, quitan mucho tiempo y la persona
reconoce que son absurdos o tontos (obsesiones), se está presentando un trastorno de ansiedad
muy frecuente, pero que se oculta, que se llama trastorno obsesivo compulsivo, el cual puede agra-
varse o complicarse y durar mucho tiempo si no se trata.
No se recomienda comentar con otras personas la información que le conó el menor, a menos que
él lo autorice y esté de acuerdo. Busque convencer al menor de hablar del problema sobre todo con
quienes puedan jugar un papel activo para dar soluciones. Se debe canalizar al niño o adolescente
para recibir evaluación y tratamiento.
Este es un trastorno de ansiedad que se caracteriza por la aparición súbita e inesperada de varias
crisis de angustia (también llamadas de pánico), seguidas de un periodo al menos de un mes con
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ansiedad constante relacionada con el temor de que vuelva a presentarse la crisis y a las posibles
consecuencias catastrócas de las mismas, lo que ocasiona que el niño o adolescente cambie su
comportamiento. Estos síntomas causan disfunción en la vida cotidiana del chico y le ocasionan un
malestar y sufrimiento importantes. Las crisis de angustia no son precipitadas por factores ambien-
tales, no existe un motivo que justique la aparición de dichos síntomas y su frecuencia suele ser
variable. Generalmente tienen una duración no mayor de 60 minutos, con el punto máximo de ma-
lestar en los primeros 10 minutos. Un porcentaje de pacientes con estos síntomas suelen experi-
mentar además un temor intenso a exponerse a situaciones en las que quizás no puedan recibir
ayuda o escapar en caso de tener una crisis, conocido como agorafobia.
Criterios diagnósticos
Los Criterios Diagnósticos de Investigación de la CIE-10 para la crisis de angustia son idénticos a los
del DSM-IV, excepto en el hecho de que la CIE-10 incluye un síntoma adicional: boca seca. A diferen-
cia del DSM-IV, el diagnóstico de trastorno de angustia que propone la CIE-10 exige que por lo me-
nos uno de los síntomas corresponda a palpitaciones, sudoración, temblores o boca seca. La CIE-10
al menos 4 crisis en un período de 4 semanas, mientras que el DSM-IV, sólo el que las crisis de angus-
tia resulten clínicamente signicativas, sin especicar un número de crisis por tiempo determinado.
El código de la CIE-10 para el trastorno de pánico (o también llamado trastorno de ansiedad paroxís-
tica episódica) es el F41.0.
Para establecer el diagnóstico de TA es indispensable saber claramente los síntomas que caracteri-
zan a las crisis de angustia, pues su presencia es parte del diagnóstico del TA. Los criterios para cali-
car a una crisis de angustia según el DSM-IV-TR son:
Aparición temporal y aislada de miedo o malestar intensos, acompañada de cuatro (o más) de los
siguientes síntomas, que se inician bruscamente y alcanzan su máxima expresión en los primeros 10
minutos:
Las crisis de angustia no se deben a los efectos siológicos directos de una sustancia (por ejemplo,
drogas, fármacos) o una enfermedad médica (por ejemplo, hipertiroidismo). Y no pueden explicarse
mejor por la presencia de otro trastorno mental.
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Existen tres tipos de crisis de angustia, la crisis de angustia inesperadas (no relacionadas con estímu-
los situacionales), las crisis de angustia situacionales (desencadenadas por estímulos ambientales)
y las que pueden o no aparecer con estímulos situacionales. En el TA se requiere que existan crisis
de angustia inesperadas. Las crisis de angustia no son un diagnóstico aislado, no puede establecer-
se como tal, pues es una manifestación que depende de la presencia de otro trastorno, como el TA
o las fobias, donde al exponerse al objeto de la fobia se desencadena una crisis de angustia.
Ahora, teniendo en cuenta los criterios para decir que se trata de una crisis de angustia, se revisan
los criterios diagnósticos del trastorno.
Etiología
La investigación sobre las bases biológicas del trastorno de angustia ha proporcionado una gran
diversidad de hallazgos, en los que existe una alteración en la estructura y funcionamiento cerebra-
les que tienen que ver con los sistemas de alarma naturales. El principal neurotransmisor relaciona-
do es la norepinefrina, que se libera en el cerebro en situaciones de emergencia reales. Otros neuro-
transmisores asociados con la serotonina y el ácido gama-aminobutírico (GABA), especialmente en
los receptores a estos neurotransmisores, con una probable reacción de hipersensibilidad.
Diversos estudios han encontrado un riesgo cuatro veces mayor de padecer trastornos de angustia
entre los familiares de primer grado de los pacientes con este trastorno. Además, se ha reportado
que la presencia de TA en familias con múltiples afectados hace que se disminuya el tiempo en que
aparecerá el primer afectado de pánico en las siguientes generaciones, en otras palabras, mientras
más afectados hay en una familia, la edad de inicio de aparición de síntomas en las siguientes gene-
raciones es cada vez más temprana.
Los factores psicosociales, según las teorías conductuales, están relacionados con conductas aprendi-
das, ya sea por imitación de los padres o por el condicionamiento. Las teorías establecen que si durante
un estímulo nocivo que ocasiona pánico se presenta de manera simultánea un estímulo neutro (como
estar en un autobús), se genera una asociación de nocivo con el estímulo originalmente neutro.
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Otros factores que contribuyen: Una historia infantil generadora de una personalidad dependiente
o temerosa, más predispuesta de lo común a asustarse de situaciones o señales internas o externas
que tiende a asociar con peligro.
Epidemiología
El trastorno de angustia o también llamado trastorno de pánico tiene una prevalencia aproximada
de 2% de la población y es más común en las mujeres que en los hombres. El trastorno de angustia
sin agorafobia se diagnostica dos veces más en mujeres que en varones, mientras que esta relación
es 3 a 1 para el trastorno de angustia con agorafobia. Puede presentarse a cualquier edad, en los
niños o en los ancianos, pero casi siempre comienza al nal de la adolescencia o en los adultos jóve-
nes. No todos los que sufren crisis de angustia desarrollan el TA, existen muchas personas que su-
fren un ataque y nunca vuelven a tener otro en su vida. Se estima que la depresión se presenta co-
mo la principal comorbilidad, del 40% al 80% de los casos, y durante una crisis de pánico se han re-
portado actos suicidas. En los chicos con este trastorno, el rendimiento escolar y la interacción fami-
liar están gravemente afectados.
Aspectos socioculturales
Se pueden considerar como desencadenantes las situaciones relacionadas con estresores depen-
dientes del ambiente social o el entorno cultural que son estresantes, tales como cambios de activi-
dad, mudanzas, viajes, conictos amorosos, separaciones en los padres o las guras de cuidado, in-
certidumbre laboral, dicultades económicas familiares, desempleo familiar, exámenes, muerte de
personas signicativas, robos, agresiones, etcétera. Un niño o adolescente que está inmerso en un
ambiente generador de ansiedad y estímulos nocivos, que además se ve envuelto de forma cerca-
na, él mismo o su familia, en una situación peligrosa o estresante que le provoca un ataque de páni-
co por primera vez, tiene un nuevo motivo para aumentar su ansiedad: el miedo a volver a padecer-
lo. Con este antecedente aumenta su vigilancia, junto con sus señales de ansiedad, haciendo más
probable el próximo ataque y así sucesivamente.
En algunas culturas, las crisis de angustia pueden caracterizarse por un intenso temor ante la bruje-
ría o la magia. Algunos grupos culturales o étnicos restringen la participación de la mujer en la vida
pública, lo que debe diferenciarse de la agorafobia.
Siempre debe ser descartada cualquier enfermedad no psiquiátrica que explique las crisis de an-
gustia, como distiroidismo, consumo de sustancias, alteraciones metabólicas, etcétera, pues la au-
sencia de una causa médica o por efecto de una sustancia que puede generar esos síntomas es uno
de los criterios para pensar en un TA.
A veces resulta complicado denir si el paciente ha tenido o no verdaderas crisis de angustia. Debe-
25
mos ser claros en las preguntas y puntualizar que los síntomas se presentan simultáneamente, de
forma repentina e inexplicable, pues los chicos con problemas de conducta y que hacen berrinches
o pierden el control pueden ser confundidos con personas que pasan por una crisis de angustia.
Aunque en este caso hay un factor desencadenante, generalmente un evento frustrante que lo irri-
ta. El chico con crisis de angustia se muestra intensamente preocupado por la aparición del ataque
de pánico y es claro que no fue secundario a un estímulo externo.
De forma concomitante a las crisis de pánico y las preocupaciones centradas en ellas, muchos chi-
cos pueden presentar sensaciones constantes o intermitentes de ansiedad que no contienen temas
de una situación o acontecimiento especíco o pueden tener otras crisis menos intensas o con me-
nos síntomas de los requeridos en los criterios diagnósticos. A estas crisis las podemos calicar co-
mo crisis de angustia limitadas.
Se recomienda que el personal de salud haga saber al chico que entiende cómo se siente al presen-
tar este padecimiento y que ahora habrá un equipo trabajando en su atención y apoyo. También se
le debe mencionar que se trata de una enfermedad que él no provoca, sino que su cuerpo, experi-
menta miedo en ausencia de un estímulo externo. Es necesario que el paciente y la familia estén
enterados de que es potencialmente tratable y que con el tratamiento hay grandes posibilidades de
que ya no se presenten los síntomas. Debemos invitar a sus padres a identicar los factores que
contribuyen a perpetuar los síntomas y a corregirlos. En caso necesario de debe canalizar a los pa-
dres o familiares cercanos a atención en salud mental.
Una fobia se caracteriza por un miedo que adquiere una dimensión patológica, irracional y despro-
porcionada que produce la evitación consciente del objeto, actividad o situación temida.
Las fobias se dividen en dos grandes grupos: Fobia especíca (FE) y fobia social (FS). La fobia es-
pecíca consiste en un miedo intenso y continuo, de características excesivas e irrazonables, es
provocado por la presencia o anticipación de la posibilidad de exponerse a un objeto o situación
especíca. Estos objetos o situaciones pueden ser muy variados:
La fobia social se caracteriza por el temor intenso y persistente a situaciones sociales o a ser el cen-
tro de atención, como hablar, comer o escribir en público, utilizar baños públicos, asistir a estas o
entrevistas. No se limita a un lugar especíco, sino a cualquier sitio.
26
Criterios diagnósticos
El código de la CIE-10 para la FE (también llamada aislada) es F40.2. Los Criterios Diagnósticos de
Investigación de la CIE-10 requieren la presencia de síntomas de ansiedad de carácter vegetativo y
exigen la presencia simultánea de por lo menos 2 síntomas de ansiedad, de los mismos citados para
las crisis de angustia, además de limitarse a la situación temida. Los criterios diagnósticos para la FE
según el DSM-IV-TR son los siguientes:
Según la CIE-10 el código para la FS es el 40.1. Igual que para la FE, requiere la presencia de al menos
dos síntomas vegetativos de los citados para las crisis de angustia, y dos de los siguientes: ruboriza-
ción o temblores, miedo a vomitar y necesidad urgente o temor a orinar o defecar, así como limitar-
se a las situaciones temidas. Los criterios de FS según el DSM-IV-TR son:
A. Temor acusado y persistente por una o más situaciones sociales o actuaciones en público en
las que el sujeto se ve expuesto a personas que no pertenecen al ámbito familiar o a la posible
evaluación por parte de los demás. El individuo teme actuar de un modo (o mostrar síntomas
de ansiedad) que sea humillante o embarazoso.
Nota: En los niños es necesario haber demostrado que sus capacidades para relacionarse so-
cialmente con sus familiares son normales y han existido siempre, y que la ansiedad social
aparece en las reuniones con individuos de su misma edad y no sólo en cualquier interrelación
con un adulto.
B. La exposición a las situaciones sociales temidas provoca casi invariablemente una respuesta
inmediata de ansiedad que puede tomar la forma de una crisis de angustia situacional más o
menos relacionada con una situación.
Nota: En los niños la ansiedad puede traducirse en lloros, berrinches, inhibición o retraimien-
to en situaciones sociales donde los asistentes no pertenecen al marco familiar.
C. El individuo reconoce que este temor es excesivo o irracional.
Nota: En los niños puede faltar este reconocimiento.
D. Las situaciones sociales o actuaciones en público temidas se evitan o bien se experimentan
con ansiedad o malestar intensos.
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E. Los comportamientos de evitación, la anticipación ansiosa o el malestar que aparece en la si-
tuación social o actuación en público temida intereren acusadamente con la rutina normal
del individuo, con sus relaciones laborales, académicas y sociales o bien producen un malestar
clínicamente signicativo.
F. En los individuos menores de 18 años la duración del cuadro sintomático debe prolongarse
como mínimo 6 meses.
G. El miedo o el comportamiento de evitación no se deben a los efectos siológicos directos de
una sustancia (por ejemplo drogas, fármacos) o de una enfermedad médica y no pueden ex-
plicarse mejor por la presencia de otro trastorno metal
H. Si hay una enfermedad médica u otro trastorno mental, el temor descrito en el Criterio A no se
relaciona con estos procesos
Se debe especicar si es generalizada, es decir, si los temores hacen referencia a la mayoría de las
situaciones sociales.
Etiología
La causa exacta de las fobias es aún desconocida y las propuestas más aceptadas son las que tienen
en cuenta la interacción entre factores biológicos, genéticos y psicosociales.
Factores biológicos: no es la excepción el caso de las fobias en las que la vulnerabilidad biológica
asociada a altos niveles de estrés resultan en la manifestación de los síntomas. Hay individuos más
resistentes al estrés que otros, y probablemente este umbral está disminuido en los sujetos que
presentan un tipo de fobia, lo cual está determinado biológicamente. También se ha observado un
patrón familiar, lo que puede orientar a un componente genético.
En cuanto a la fobia social existen varios estudios que apoyan un componente genético. Este compo-
nente es denominado inhibición conductual y se considera un factor de riesgo alto para desarrollar
fobia social. Los niños y adolescentes conductualmente inhibidos se molestan fácilmente o temen a
situaciones o cosas no familiares. Por otro lado estudios de imagen cerebral demuestran una mayor
activación de la amígdala (estructura cerebral que controla las respuestas al miedo) y menor actividad
en las regiones frontales de la corteza cerebral. Bioquímicamente también se ha asociado a desequili-
brio de sistemas de neurotransmisores como el serotoninérgico, el dopaminérgico y el gabaérgico.
Epidemiología
La prevalencia de FE reportada en la literatura varía según los umbrales utilizados para determinar
28
aspectos de deterioro ocasionados por el trastorno. En la población general, la tasa de prevalencia
anual es alrededor del 9%, mientras que la prevalencia a lo largo de la vida se reporta entre el 10 y
el 11.3%. La frecuencia según el sexo varía según el tipo de fobia especíca. El mayor porcentaje de
los pacientes con FE son mujeres.
Aspectos socioculturales
El miedo a los espíritus o a la magia existe en mucha culturas y sólo debe considerarse una fobia
especíca cuando éste es excesivo según el contexto social y si provoca malestar y deterioro. Los
niños pueden no reconocer que sus miedos son excesivos o irracionales, rara vez expresan por sí
mismos malestar por la fobia, y frecuentemente las fobias que aparecen en la infancia son de carác-
ter transitorio.
En algunas culturas, sobre todo asiáticas, el temor excesivo puede ser ofender a los demás en situa-
ciones sociales, en vez del temor a pasar humillación.
No deben confundirse las conductas evitativas de otros trastornos como: el miedo a la suciedad en un
chico con TOC; en el trastorno por estrés postraumático, la evitación de estímulos relacionados con un
acontecimiento traumático; la evitación de ir a la escuela en el TAS; la evitación al contacto social en un
chico con un trastorno generalizado del desarrollo del espectro autista o con esquizofrenia. Tampoco
con el temor intenso a hablar en público que puede tener un chico quien presenta tartamudez o quie-
nes tienen un trastorno alimentario y muestran mucha angustia al tener que comer.
Es muy importante comentarle al paciente, a sus padres y a otros miembros de la familia que para
atender una fobia en un trastorno de ansiedad, es necesario ayudar al paciente a identicar qué le
está afectando en su vida cotidiana y que el tratamiento consta de varias intervenciones: farmaco-
lógicas, psicoterapéuticas y educativas, a nivel individual y generalmente familiar.
También es muy útil, hacer contacto con los maestros del chico para dialogar sobre las estrategias
para su manejo en el salón de clases porque se fomenta la comunicación y el apoyo al menor en
diferentes áreas de su vida.
29
7 Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT)
El Trastorno de Estrés Postraumático es un trastorno de ansiedad que pueden sufrir niños, adoles-
centes o adultos. Después de haber experimentado o haber sido testigo (También en niños, sólo
haber escuchado que a alguien le ocurrió) de un hecho traumático, un accidente, un desastre natu-
ral o una situación violenta, el chico reacciona con mucho miedo e impotencia y continúa revivien-
do esta sensación después de un mes o más, y trata de evitar todo aquello que se lo recuerde. Los
recuerdos se desencadenan ante varias situaciones similares y frecuentemente se presentan pesa-
dillas con contenido del evento traumático. Hay quienes también pueden experimental “ashbacks,
consisten en revivir el momento como si estuviera ocurriendo de nuevo, de una manera tan real que
genera todo el terror que vivió.
Criterios diagnósticos
La CIE-10 codica al TEPT como F43.1, y en esta clasicación el evento traumático debe serlo para
cualquier individuo y no considera indispensable el incremento de activación, sino que puede ser
sustituido por la incapacidad de recordar aspectos del evento traumático. La CIE-10 tampoco esta-
blece una duración mínima. Según el DSM-IV-TR, el TEPT presenta las siguientes características diag-
nósticas, y para realizar el diagnóstico deben cumplirse en número y tiempo:
A. La persona ha estado expuesta a un acontecimiento traumático en el que han existido las si-
guientes dos condiciones:
1. La persona ha experimentado, presenciado o le han explicado un acontecimiento caracteriza-
do por muertes o amenazas para su integridad física o la de los demás
2. La persona ha respondido con temor, desesperanza u horror intensos.
Nota: En los niños estas respuestas pueden expresarse en comportamientos desestructura-
dos o agitados
D. Síntomas persistentes de aumento de la activación, tal y como indican dos o más de los si-
guientes síntomas:
1. Dicultades para conciliar o mantener el sueño
2. Irritabilidad o ataques de ira
3. Dicultades para concentrarse
4. Hipervigilancia
5. Respuestas exageradas de sobresalto
Es necesario hacer la especicación sobre la duración de los síntomas en relación con la ocurrencia
del acontecimiento traumático en agudo si los síntomas duran menos de 3 meses o crónico si los
síntomas duran 3 meses o más. Además si fue de inicio demorado, es decir, que entre el aconteci-
miento traumático y el inicio de los síntomas han pasado como mínimo 6 meses.
Etiología
La causa principal del TEPT, desde luego, es el evento traumático, sin embargo no necesariamente
ese evento debe ser considerado traumático para todas las personas, sino que tiene que ver con la
interpretación que le da el chico, el valor y el signicado que le otorga al suceso.
Hay factores biológicos que se han identicado que pueden contribuir a que una persona que ha su-
frido un evento traumático desarrolle TEPT, como la disfunción de la amígdala, estructura cerebral del
sistema límbico que está involucrada en la expresión de las emociones, principalmente el miedo y las
reacciones siológicas que le acompañan, tales como la taquicardia y el incremento del tono vascular.
Los factores psicosociales que contribuyen al TEPT son los traumas previos y su severidad, el tiempo
expuesto al trauma, la carencia de apoyo adecuado después del trauma, el antecedente de abuso
físico, psicológico o sexual, abandono, la habilidad del chico para sobrellevarlo y la dinámica familiar
disfuncional.
31
Epidemiología
El TEPT tiene una prevalencia del 1% en la población general, con predominio en las mujeres; sin
embargo hay estudios que han reportado prevalencias más altas en adultos jóvenes, hasta 9.6%.
Puede aparecer a cualquier edad, pero es más común en adultos jóvenes. Los síntomas pueden ini-
ciar meses o años después de haber experimentado el trauma.
Según algunos estudios, hasta el 30% de las víctimas de grandes desastres experimentan algún
síntoma postraumático; otros síntomas que frecuentemente se observan son sentimientos de culpa
por haber sobrevivido, culpa por no haber sabido evitar la experiencia traumática, tristeza, ansie-
dad, crisis de angustia e ira. También se ha encontrado en comorbilidad con trastorno depresivo y
otros trastornos de ansiedad como el TOC, el TA y la FS, en menor grado con trastorno por uso de
sustancias y conductas autolesivas o intentos suicidas.
Aspectos socioculturales
Desafortunadamente vivimos en una sociedad plagada de violencia, donde los menores están ex-
puestos a guerras, asaltos, secuestros, tortura, maltrato físico, abuso sexual y accidentes automovi-
lísticos, y como se ha mencionado, en los niños y adolescentes no es necesario que hayan vivido o
estado presentes en el evento, sino que con sólo haberlo escuchado o visto en la televisión puede
ocasionarles una experiencia traumática.
Los chicos que han tenido que migrar con sus familias o solos de sus lugares de origen debido a
conictos civiles o disturbios sociales en ocasiones no hablan mucho de las experiencias traumáti-
cas que los hicieron migrar, lo que los hace más vulnerables de presentar TEPT.
En los niños mayores, las pesadillas del evento traumático pueden convertirse con el paso del tiem-
po en pesadillas generalizadas, es decir, que ya no sólo contienen temas del evento traumático, sino
que pueden aparecer monstruos, rescates espectaculares o amenazas a ellos o personas queridas.
Los ashback no suelen presentarse en los niños, en ellos hay que buscar juegos de carácter repeti-
tivo o dibujos con alusión al evento, y preguntar a los padres y maestros sobre cambios en el interés
de sus actividades lúdicas y cotidianas, pues a los niños les es difícil expresar la disminución de su
interés por las actividades importantes para ellos. Los chicos pueden elaborar la creencia de que
tienen una capacidad para pronosticar eventos futuros catastrócos y frecuentemente se quejan de
varios síntomas somáticos como dolor de cabeza o de estómago.
Se debe hacer notar al niño o adolescente que no es normal que estos síntomas de ansiedad afec-
ten su relación con otras personas o su desempeño académico, y aunque ellos no detecten la causa
de su malestar se les debe indicar que requieren una atención especializada que les ayudará a dis-
minuir su ansiedad. Se recomienda armar al niño o adolescente, como en el ejemplo siguiente:
32
Cuando una persona vive una experiencia muy traumática en la que reaccionó con mucho miedo
puede iniciar, en ese momento o tiempo después, una serie de malestares como no poder dejar de
pensar en lo que pasó a pesar de que lo intenta, y no sólo eso, sino que lo puede recordar en pesa-
dillas. Además puede evitar todo lo que se relacione con ese suceso, estar muy inquieto y sobresal-
tarse. Seguramente está presentando un trastorno de ansiedad que se llama Trastorno por Estrés
Postraumático, que requiere ser valorado y tratado.
La información obtenida del niño o del adolescente debe manejarse con mucha discreción, y sólo
se informará a otra persona si el chico lo autoriza. Si el chico fue víctima de abuso sexual, se le debe
escuchar y creer en su versión del suceso, es importante no sobrerreaccionar, no obligarlo a hablar
si no lo desea ni confundirlo con muchas preguntas, sino motivarlo a que lo describa con sus pro-
pias palabras. Es importante crear un ambiente de entendimiento hacia el niño o adolescente y
mencionarle que ante esa situación el médico debe dar aviso a los padres y a las autoridades de una
forma suave, pero clara y orientar a los padres para apoyar al chico, señalándoles que su reacción
puede ser a veces más traumática que el abuso mismo.
Para lograr estas intervenciones se requiere de un equipo multidisciplinario conformado por el per-
sonal de salud que idealmente detecta el padecimiento, médicos generales o de otras especialida-
des, enfermería, psicología, trabajo social, promotores de salud, los maestros y personal entrenado
para dar atención a los chicos, y el psiquiatra, quien nalmente establecerá el tratamiento farmaco-
lógico. Todos juntos deben hacer labor psicoeducativa y facilitar el entendimiento y el apego al
tratamiento multimodal.
Debe iniciarse, siempre que sea posible, las intervenciones psicosociales, psicoeducativas y psico-
terapéuticas. Más adelante se detallan los principios de las intervenciones psicoterapéuticas. Las
intervenciones psicoeducativas consisten fundamentalmente en ofrecer información sobre el pa-
decimiento, así como estrategias de afrontamiento para el control de los síntomas. La psicoeduca-
ción debe impartirse a los pacientes: niños y adolescentes y sus padres; la información incluye el
tratamiento medicamentoso, indispensable cuando el paciente maniesta síntomas severos.
En el TOC se requiere un tratamiento farmacológico por tiempo indenido para mantener la estabi-
lidad. Los estudios han demostrado que cuando se suspende el tratamiento farmacológico después
de un tiempo de estabilidad de síntomas de al menos un año, hay recaída de síntomas del 90% de
los pacientes en las primeras 7 semanas. Un porcentaje de los pacientes, alrededor del 20%, perma-
nece refractario a múltiples tratamientos.
En los pacientes con TA puede ocurrir que, a pesar de que ya se han controlado las crisis de angustia
33
de manera farmacológica, los cambios conductuales persisten. Por ese motivo las intervenciones
psicoterapéuticas son de suma importancia porque implementan estrategias del manejo de la an-
siedad que son herramientas prácticas que el chico puede utilizar, mejoran la autoconanza y re-
fuerzan la sensación de control sobre sí mismos.
El tratamiento farmacológico debe ser instalado por el psiquiatra y el médico no psiquiatra no debe
hacer modicaciones sin comunicarse con el médico tratante.
Los ISRS son generalmente bien tolerados, ocasionan efectos secundarios leves de tipo gastrointes-
tinal (gastritis), cefalea, incremento de la actividad motora e insomnio. Son menos comunes los
efectos de desinhibición, aunque estos deben ser monitorizados en las citas siguientes a su inicio,
se debe tener especial cuidado con hijos de padres con antecedentes de trastorno bipolar. El ISRS se
inicia con (equivalente uoxetina) 10 mgs/dìa los dos primeros días y se incrementa a 20 mgs/día,
debe considerarse un incremento de la dosis del ISRS cuando no se ha observado mejoría en la
cuarta semana de tratamiento. Cuando se ha alcanzado una notable reducción de los síntomas (>
50%) se recomienda mantener el tratamiento durante un año a partir de ese momento y reiniciarse
si se suspende y ocurre una recaída de los síntomas.
No existe evidencia empírica de que un ISRS en particular sea más efectivo que otro en el tratamien-
to de los trastornos de ansiedad en los niños y los adolescentes. La elección está basada en el perl
de efectos secundarios, en la duración de acción o en la historia de buena respuesta a un ISRS en
particular de algún familiar de primer grado. Aunque hasta el momento no hay guías especícas de
dosis, algunos artículos de revisión recomiendan iniciar con dosis bajas y monitorear de forma cer-
cana los efectos secundarios para incrementar lentamente la dosis, según la respuesta al tratamien-
to y tolerabilidad. Se debe tener en cuenta que los chicos con ansiedad y sus padres pueden ser
especialmente susceptibles a cualquier efecto secundario que pueda semejar un empeoramiento
de síntomas, por ello, se debe hacer especial énfasis en aclarar con ellos estos puntos.
34
Hemos mencionado a los antidepresivos ISRS, sin embargo existen otros fármacos que pueden ser
utilizados, los antidepresivos noradrenérgicos y serotoninérgicos, como la venlafaxina, sola o en
combinación con ISRS; en la población pediátrica las benzodiacepinas deben ser usadas de manera
muy limitada y sólo bajo la vigilancia del especialista. La venlafaxina ha mostrado ser bien tolerada
y efectiva en el tratamiento del TAG en niños y adolescentes.
Estudios con uoxetina demuestran que existe mejoría clínica del TAS, así como con imipramina.
Los antidepresivos tricíclicos (tipo imipramina) han caído en menor uso desde la introducción de
los ISRS, ya que con los primeros debe vigilarse estrechamente el ritmo y la conducción cardiaca por
el riesgo de alteraciones eléctricas y que la sobredosicación tiene riesgos médicos mayores. En el
TOC también los ISRS son los fármacos de primera elección, como la uoxetina, la sertralina y la u-
voxamina, aunque se requieren dosis más altas que para los otros trastornos de ansiedad. Es menos
estudiada para este trastorno la paroxetina.
Algunos fármacos pueden utilizarse en el caso del TOC para potenciar el efecto del medicamento
principal o para mitigar otros síntomas diana como el litio, o algunos antipsicóticos de segunda ge-
neración, se recomienda dejar estas estrategias terapéuticas en manos del especialista. La sertralina
es uno de los ISRS mayormente utilizados en el tratamiento del TEPT, con muy buenos resultados.
En cuanto al tratamiento de la fobia social, los antidepresivos antes mencionados han demostrado,
en diferentes estudios, ser ecaces. No así en las fobias especícas, pues hay pocos estudios sobre
el tratamiento farmacológico. En ambas, las intervenciones psicoterapéuticas son esenciales para el
manejo de estos chicos.
Por último, las benzodiacepinas no han demostrado ecacia cuando son administradas como mo-
noterapia en el tratamiento para ningún trastorno de ansiedad en niños o adolescentes. Pueden
ocasionar efecto paradójico, es decir, que en lugar de tener el efecto sedante y ansiolítico pueden
ocasionar agitación, ansiedad, irritabilidad, insomnio, agitación psicomotora y agresividad. Deben
ser indicadas sólo por el especialista, cuando evalúe que su uso supera los posibles efectos
secundarios. El alprazolam y el clonazepam, por ejemplo, pueden utilizarse para mitigar sobre
todo la ansiedad anticipatoria o las crisis de pánico en el TA, y en los trastornos fóbicos para dismi-
nuir la ansiedad cuando un chico inevitablemente debe exponerse a una situación u objeto que le
genera temor intenso.
Las BDZ se administran con suma precaución incluso por el médico experimentado, por la
posibilidad de desarrollar dependencia y están contraindicadas de forma relativa en niños y
adolescentes, por el efecto paradójico que pueden ocasionar, y contraindicadas de manera
absoluta en los chicos con dependencia a sustancias.
Otros cuidados
Otros cuidados importantes son los ajustes en el salón de clases. Si la ansiedad interere con la con-
clusión de tareas, debe modicarse la longitud de la misma para ajustarla a la capacidad del estu-
diante. Si al salir de la escuela experimenta mucha ansiedad, un adulto debe esperarlo fuera del
salón de clases para que le ayude con estrategias para manejar la ansiedad y le dé compañía. Si los
maestros en contacto con el paciente no están informados sobre las características y cuidados de
un alumno con ansiedad patológica se debe establecer contacto con ellos para brindarles educa-
35
ción sobre ello. Conforme se presente la mejoría, el niño podrá ir abandonando este tipo de cuida-
dos hasta reintegrarse por completo a sus actividades previas.
Existe una liga muy estrecha entre la ansiedad por separación del paciente con la ansiedad de los
padres, a pesar de que la familia intenta minimizar las situaciones más evidentes en que ellos esti-
mulan la dependencia del chico o se preocupan de manera excesiva cuando éste emprende accio-
nes de independencia. Es importante, hacer énfasis en estas conductas para que sean identicadas
y corregidas más fácilmente. También se debe poner atención no sólo en el síntoma de presenta-
ción, que puede ser el ausentismo escolar, sino en el desarrollo del niño a largo plazo, dado que
obligar al chico mediante amenazas a que asista a la escuela o enfrentar las situaciones angustian-
tes puede ser traumático o dar lugar a agitación psicomotriz y agresiones físicas hacia los que están
a su alrededor; y no fomenta la conanza y el ambiente de compresión y calidez que se requiere
para el tratamiento.
En el caso del TOC de ninguna manera deben establecerse castigos o violentar al chico para que no
realice las compulsiones, esto suele ocurrir pues los padres experimentan impotencia, ansiedad y
enojo frente a los síntomas del menor. Por otro lado, quizá sean portadores de algún trastorno
psiquiátrico.
Curso y Pronóstico
El curso de los trastornos ansiosos depende del momento en que se les detecta, del tratamiento y
las condiciones ambientales del niño o adolescente. Cuando no son tratados, las repercusiones aca-
démicas, sociales y emocionales son importantes. Algunos estudios muestran que un considerable
porcentaje de adultos portadores de depresión mayor; tenían trastorno de ansiedad no tratado en
la infancia o adolescencia. Es muy frecuente que conforme trascurre el tiempo, un trastorno no tra-
tado tiende a complicarse en severidad y comorbilidad. Hay estudios que señalan una correlación
signicativa entre el alcoholismo y los trastornos de ansiedad. Algunos padecimientos de ansiedad
como el TOC es de curso crónico, como ya se ha hecho hincapié, los síntomas no se curan, sino que
se controlan. En general, el resto de los trastornos de ansiedad pueden remitir totalmente con un
oportuno y adecuado manejo multidisciplinario.
36
Los factores que parecen predecir un peor pronóstico son la edad de inicio más temprana, la larga
duración de la enfermedad, la historia de hospitalizaciones previas debidas al diagnóstico psiquiá-
trico, la presencia de rasgos de personalidad muy acentuados que son desadaptativos, la comorbi-
lidad entre diferentes trastornos psiquiátricos, así como la severidad de los síntomas y la historia
familiar positiva de trastornos de ansiedad. En el caso del TOC, la frecuencia de las compulsiones y
los rituales de lavado, además de lo anterior, pueden ser otro factor de mal pronóstico. No hay un
medio able de saber si un niño o adolescente volverá a presentar los síntomas una vez que han
remitido con el tratamiento, pueden pasar desde meses hasta años sin una recaída. Algunos otros
factores de mal pronóstico son la mala respuesta al tratamiento inicial, la separación de uno de los
progenitores por muerte o divorcio, la alta dependencia interpersonal y la clase social baja.
Algoritmos
A continuación se sugiere una ruta de evaluación y tratamiento para los trastornos de ansiedad. An-
tes de cualquier aumento en la dosis se deberá esperar a la 4ª semana de evaluación, si es bien tole-
rado, pero no hay respuesta completa se recomienda incrementar la dosis (tabla 1) de manera gra-
dual (incrementos equivalentes a la dosis mínima recomendada) y a esperar cuatro semanas más de
evaluación. Si a las 8 semanas no hay respuesta con el mismo fármaco cambiar a otro del mismo gru-
po (si se estaba utilizando un ISRS utilizar otro ISRS). Volver a evaluar a las 4 semanas de haber inicia-
do el nuevo intento farmacológico, y en caso de respuesta parcial incrementar. A las 8 semanas, si no
hay respuesta, enviar con psiquiatra. Se debe tener en cuenta que en caso de cualquier duda es me-
jor referir cuanto antes al niño o al adolescente con un especialista. Especialmente con el TOC se re-
quieren inicialmente 8 semanas para evaluar la primera respuesta; sin embargo, en este caso se reco-
mienda enviar al niño o al adolescente desde su evaluación inicial con el especialista.
37
Evaluación rutinaria
de síntomas psiquiátricos
Brindar Psicoeduca- NO SI
ción e identicar Evaluar presencia de
factores de riesgo para SI: trastornos psiquiátricos
trastornos de ansiedad Tratar co- comórbidos, ambiente y
NO SI morbilidad antecedentes familiares
riesgo riesgo
al mismo psiquiátricos
Psicoeducar Brindar Psi- tiempo que
y promover coeducación continua el
la salud Promover tratamien-
mental de habilidades to del tras- Psicoterapéutico:
manera sociales y cog- torno de Técnicas de rela-
continua nitivas en el ansiedad Iniciar tratamiento
jación, interven-
chico, enviar a especíco farmacológico y
ciones familiares
terapia fami- psicoterapéutico
y psicoterapia
liar y estable-
cognitivo-con-
cer contacto Farmacoterapia con ISRS ductual con per-
con la escuela a dosis mínima, evaluar sonal entrenado
de ser necesa- semanalmente afectos
rio para hacer secundarios
recomenda-
ciones
Evaluar respuesta a la 4
Fase de mantenimiento de 6 SI
semana (8 para TOC)
meses a 1 año por lo menos
(tiempo indenido en TOC) NO
SI NO
38
Escala de evaluación
A continuación se incluye una escala de evaluación llamada SCARED (del inglés Screen for Child
Anxiety Related Emotional Disorders), la cual ha sido diseñada como una herramienta de tamizaje
de los trastornos de ansiedad en los niños. Consta de 41 reactivos que se calican de 0 a 2, siendo 0
nunca, 1 algunas veces y 2 siempre. El punto de corte es 25, es decir, que hay una probabilidad de al
menos 70% de que el niño o adolescente tenga algún trastorno de ansiedad. Existen escalas de se-
veridad de síntomas especícas para algunos trastornos de ansiedad pero su uso se deja a los espe-
cialistas. La escala que se anexa en este módulo es de suma utilidad para el profesional de la salud
no psiquiatra pues permite discriminar entre un chico que ameritará envío a tratamiento psiquiátri-
co y el que probablemente no. Sin embargo, ninguna escala sustituye el criterio clínico.
Fecha:_________________ Expediente:__________________
Instrucciones: Por favor lee con cuidado cada una de las oraciones y marca con un X qué tanto se
aplica en tu caso para nunca, algunas veces o siempre en las últimas dos semanas. No hay respues-
tas buenas ni malas.
39
Nunca Algunas veces Siempre
Cuando tengo mucho miedo, siento como si las
15
cosas no fueran reales.
En las noches sueño que cosas feas le van a pasar a
16
mis papás.
17 Me preocupo cuando tengo que ir a la escuela.
Cuando tengo mucho miedo, mi corazón late muy
18
rápido
19 Tiemblo.
20 En las noches sueño que me va a pasar algo malo.
21 Me preocupa pensar como me van a salir las cosas.
22 Cuando tengo miedo, sudo mucho.
23 Me preocupo mucho.
24 Me preocupo sin motivo.
25 Estar solo(a) en casa me da miedo.
Me cuesta trabajo hablar con personas que no
26
conozco.
27 Cuando tengo miedo, siento que no puedo tragar.
28 Las personas me dicen que me preocupo mucho.
29 No me gusta estar lejos de mi familia.
30 Tengo miedo de tener ataques de pánico.
Me preocupa pensar que algo malo les pase a mis
31
papás.
32 Me da pena estar con personas que no conozco.
Me preocupa que pasará conmigo cuando sea
33
grande.
34 Cuando tengo miedo me dan ganas de vomitar.
35 Me preocupa saber si hago las cosas bien.
36 Me da miedo ir a la escuela.
37 Me preocupo por las cosas que pasaron.
38 Cuando tengo miedo, me siento mareado(a).
Me pongo nervioso(a) cuando tengo que hacer
39 algo delante de otros niños o adultos (por
ejemplo, leer en voz alta, hablar, jugar).
Me pongo nervioso(a) cuando voy a estas,
40 bailes, o alguna parte donde hay personas que no
conozco.
41 Soy tímido(a)
40
Referencias
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43
DIRECTORIO SECTORIAL DIRECTORIO INSTITUCIONAL
Dr. José Ángel Córdova Villalobos Dra. Ma. Elena Medina-Mora Icaza
Secretario de Salud Directora General
Dr. Mauricio Hernández Ávila Mtra. Guillermina Natera Rey
Subsecretario de Prevención y Directora de Investigaciones
Promoción de la Salud Epidemiológicas y Psicosociales
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Titular de la Comisión Coordinadora de Director de Investigaciones en Neurociencias
Institutos Nacionales de Salud y Hospitales Dr. Armando Vázquez López-Guerra
de Alta Especialidad Director de Servicios Clínicos