Candidaturas Independientes
Candidaturas Independientes
Candidaturas Independientes
Introducción
El vínculo entre los partidos y la ciudadanía son las y los candidatos que postulan, ya que ellos
enarbolan la ideología y plataforma política de los partidos, que, a su vez, recogen los intereses y
demandas de diversos sectores de la ciudadanía. Sin embargo, la organización actual de los partidos
políticos ha generado cierto descontento en la ciudadanía porque se considera que sus intereses ya
no están representados adecuadamente, ello, aunado a la diversificación para canalizar demandas
sociales y participar en la vida pública, ha impulsado la introducción de la figura de las candidaturas
ciudadanas o independientes.
En este apartado estudiarás el papel de los partidos políticos en la representación política y las
dificultades que afrontan actualmente, cómo surgieron las candidaturas independientes y los
elementos básicos para su conceptualización.
La democracia tiene sus orígenes en la Grecia clásica, pero la noción de ciudadanía excluía la
participación de mujeres, esclavos, personas con discapacidad y a quienes no vivían en la ciudad
o polis, es decir, solo los hombres libres con nacionalidad griega estaban en condiciones para
formar parte de las asambleas en las que se tomaban decisiones a través del voto directo (Borea
2003, 347; Prud’homme 2016, 17-18). En Atenas, las actividades que no llevaba a cabo la asamblea
eran sorteadas entre todos los integrantes para su atención; la democracia directa era una tarea de
tiempo completo que era posible porque la mayoría de las ciudades griegas tenían entre dos mil y
cinco mil habitantes (Manin 1997; Sartori 2009, 59).
Debido a la gran cantidad de personas que integran los Estados modernos, la noción de democracia,
fruto del Liberalismo, no se concibió como directa, sino como representativa: un régimen en el cual
el poder se encuentra dividido en Ejecutivo, Legislativo y Judicial y en el que los gobernantes y
representantes son elegidos de forma periódica por el voto de la mayoría de la ciudadanía —
personas que cumplen con los requisitos de edad y nacionalidad que la ley respectiva determina, y
que no son discriminadas por sexo, raza, nivel educativo, clase social o religión— (Schumpeter
2003, 250-251; Przeworski et al. 2002, 19).
En la democracia representativa, el pueblo o comunidad política delega su poder a los gobernantes y
representantes para que sean estos quienes tomen las decisiones, por lo que contar con un sistema
eficiente que tome en cuenta la mayoría de los intereses es fundamental (Salazar y Woldenberg
2016, 17). En este contexto es que surgieron los partidos políticos: estructuras que permiten la libre
asociación de personas con ideas afines cuyo objetivo es obtener el poder político (Bartolini 1995;
Sartori 2005; Cotarelo 1985).
Los partidos políticos son los mediadores por excelencia entre el gobierno y la ciudadanía al
representar los intereses de esta última. Aunque actualmente gozan de plena aceptación, en sus
orígenes —entre el siglo XVII y mediados del XVIII— su surgimiento fue considerado un hecho
negativo por la concepción organicista de la época: “el pueblo era un cuerpo, y ‘ningún cuerpo,
corpóreo o político, podría sobrevivir si sus miembros trabajan con propósitos opuestos’ […] ‘El
espíritu de partido […] sirve para debilitar la administración pública. Agita la comunidad con celos
infundados y falsas alarmas, enciende la animosidad de una parte con la otra, fomenta
ocasionalmente revueltas e insurrecciones” (Przeworski 2010, 60-61). Por ello, estuvieron
prohibidos en algunos lugares, como Francia (1791), Uruguay (1830) y los principados alemanes
(1842), pero continuaron organizándose hasta que fueron reconocidos por la ley (Przeworski 2010,
62-3 y 66).
No obstante, algunos intelectuales de la época reconocían su valía, como Burke, quien los
consideraba un cuerpo de hombres que promovían el interés nacional a partir del acuerdo (2002,
40). La principal razón por la cual se les reconoció, en principio como “males necesarios”, fue que
se vislumbró su poder para contrarrestar la tiranía mediante la pluralidad y la competencia política.
A continuación, se esquematizan las características de los cinco tipos de partidos políticos, según
las clasificaciones más aceptadas en la ciencia política:
Elaboración propia con base en Duverger 2012; Kirchheimer 1966 y Panebianco 1995
Los partidos materializan la representación política de formas distintas (ACE Project 2013, 7):
De acuerdo con Adam Przeworski, para que sea posible considerar adecuado el sistema de
representación, cada participante debe tener la misma influencia en la toma de decisiones colectiva,
esta debe ser efectiva, las decisiones deben implementarse y el orden legal debe permitir la
cooperación sin interferencias indebidas (2010, 19). Un aspecto que se debe enfatizar es que los
gobernantes y representantes, una vez en el cargo, deben velar por el interés común, lo cual implica
que deben contar con cierto grado de libertad para actuar en relación con los intereses de las
personas que votaron por ellos (Pitkin 1985, 157-184).
Existen dos tipos de democracia: la directa, en la que se toman decisiones mediante el voto directo,
y la representativa, en la cual los partidos políticos tienen un papel fundamental. Los partidos son
estructuras que buscan el poder político y están integrados por personas con ideas e intereses afines.
Para materializar la representación, los partidos articulan las demandas sociales, proyectan políticas
públicas, preparan al personal político y postulan candidatas/os, movilizan a la ciudadanía, además
formar y fortalecer la cultura política.
De acuerdo con Bernard Manin, la crisis de la representación política tiene su inicio con el paso de
la democracia de partidos a la de audiencias; es decir, de la representación de ideologías a la de
intereses específicos, segmentados de forma similar al consumo de medios de comunicación (1997).
Los partidos políticos que agruparon históricamente las identidades políticas y las opciones
electorales se vieron obligados a ajustar sus estrategias y plataformas para mantenerse en las
preferencias de las personas; ello se muestra en la transición de los partidos de militantes a
los catch all party o profesionales. Pero la adecuación de las estructuras partidarias no se presenta al
mismo ritmo que la volatilidad o intermitencia de los intereses y valores de la ciudadanía, por lo que
la percepción de la representación inadecuada se hace más evidente, y viceversa, el cambio en los
temas afines, objetivos y valores de los institutos políticos debe comunicarse de forma eficaz y
eficiente ya de otro modo la ciudadanía puede sentirse timada tras emitir su voto.
En los países que aún no han consolidado su democracia, los partidos suelen actuar con base en sus
propios intereses o representar únicamente los de las personas con poder político o económico,
además de legitimar a los líderes políticos que han sido encumbrados a través de su personalización;
en consecuencia, la ciudadanía ha buscado otras opciones para canalizar sus demandas y alcanzar
soluciones a sus problemas y necesidades (Hernández 2012, 11 y 43; Cain et al. 2003, 59).
Entre los factores que han contribuido a desgastar el reconocimiento de los partidos se encuentra la
expansión de la burocracia del Poder Ejecutivo y de la estatal; la popularidad de nuevas formas de
representación, como movimientos sociales u otro tipo de estructuras corporativas; la creciente
independencia de la ciudadanía del poder o la influencia de los partidos políticos; el impacto de los
medios de comunicación, y un bajo grado de institucionalización (Mejía 2002, 290-291). Así, es
posible afirmar que la desconfianza en los partidos políticos es producto, entre otros elementos, de
(ACE Project 2013, 15; Hernández 2012, 43; PNUD 2008, 240; Mora 2006, 6; Hernández 2014,
324):
o Que quienes los integran son considerados una élite adinerada que no representa a
la mayoría de la ciudadanía.
o La percepción de que cuentan con estructuras corruptas.
o Su lejanía en relación con la ciudadanía.
o La falta de preparación y trayectoria política de sus candidatas/os.
o La mejora en el nivel educativo y acceso a la información de la ciudadanía.
o La intermitencia en sus valores, intereses e ideología.
Para cubrir los espacios que han dejado los partidos políticos, la ciudadanía se ha organizado en
asociaciones o movimientos sociales, pero también ha generado espacios o figuras para la
participación institucional, como las candidaturas independientes o ciudadanas, que estudiarás en el
siguiente apartado.
La crisis de los partidos políticos, causada básicamente por una brecha percibida entre los intereses
que promueven sus candidatos y los intereses de los ciudadanos, ha tenido como consecuencia la
necesidad de crear espacios alternativos de participación política como la organización en
asociaciones o movimientos sociales, así como la aparición de la figura de las candidaturas
ciudadanas o independientes.
En una democracia plena debe existir la competencia real, lo que implica la necesidad de que los
votantes puedan elegir entre distintas opciones y candidatos políticos para determinar a quién los
represente mejor (ACE Project 2013, 8). El monopolio de los partidos políticos en la postulación de
candidatos puede ser considerado por algunos como inconstitucional debido a que es contrario al
derecho de participación política y de acceso a cargos públicos de elección popular por condicionar
la posibilidad de acceder a un cargo al hecho de haber sido propuesto por un instituto político
debidamente inscrito (Mora 2006, 8). También existen opiniones contrastantes que estiman que la
inclusión de las candidaturas independientes no implica la eliminación de la representación política
a través de los partidos, al contrario, propicia mayor igualdad, libertades políticas y mejora la
calidad de la democracia al incentivar el pluralismo (Hernández 2012, 19, 43-4).
Es importante no confundir a los candidatos independientes con los candidatos no registrados. Los
candidatos independientes o ciudadanos, como ya fue mencionado, son aquellos a quienes se les
permite participar en las elecciones según las disposiciones electorales, siempre que cumplan con
los requisitos de elegibilidad establecidos en las leyes electorales. En cambio, los candidatos no
registrados son todos aquellos inscritos por los electores en los espacios en blanco de las boletas, a
pesar de no haber sido registrados o postulados (González y del Rosario 2014, 19).
Las y los candidatos independientes son aquellos que no pertenecen o son apoyados por un partido
político y que obtienen su registro a través del apoyo ciudadano. Su inclusión en el sistema electoral
implica la mayor protección de las libertades políticas, el ejercicio pleno de los derechos políticos y
se relaciona con la calidad de la democracia.
Para poder ejercer el derecho a ser votado es necesario que se satisfagan diversos requisitos y
condiciones, en tanto que el sufragio pasivo se encuentra condicionado a los requisitos de
elegibilidad establecidos en la normatividad de cada Estado (Hernández 2012, 18). Estos requisitos,
al restringir un derecho fundamental de los individuos, deben basarse en los principios de no
discriminación, relevancia, racionalidad y objetividad (ACE Project 2013, 11).
Entre los requisitos de elegibilidad, se distinguen los que se expresan en términos positivos y
generalmente se refieren al estatus jurídico, la edad, la capacidad o la oriundez, vecindad o
residencia que debe reunir la persona; en contraste, las causas de inelegibilidad se expresan en
términos negativos y generalmente se refieren a los cargos, vínculos o antecedentes que no deberá
poseer quien aspire a ser candidato (González y del Rosario 2014, 17-8).
De tal manera, los requisitos legales para ser registrado como candidato pueden incluir (ACE
Project 2013, 79-80; González y del Rosario 2014, 18):
Todos los requisitos antes mencionados aplican tanto para los candidatos postulados por los
partidos políticos, como para los candidatos independientes. Adicionalmente, para los candidatos de
los partidos se requiere que quienes los postulan hayan obtenido un porcentaje mínimo de votos en
las elecciones previas o que tengan representación en el Poder Legislativo del país ( IDEA 2002,
51; ACE Project 2013, 79). Ya que estos requisitos no se pueden aplicar a los candidatos
independientes, a estos normalmente se les requiere un número mínimo de firmas válidas de
electores registrados como muestra del respaldo ciudadano que ostentan. Al respecto se debe tomar
en cuenta que (IDEA 2002, 51-2; Hernández 2014, 346):
Para poder ser registrado como candidata/o independiente un ciudadano tiene que cumplir con los
requisitos establecidos en la legislación correspondiente y que respeten los principios de no
discriminación, relevancia, racionalidad y objetividad. Uno de los requisitos más común es contar
con determinado porcentaje de apoyo ciudadano, que se comprueba mediante firmas.
[1] El caudillismo es un fenómeno político y social que consiste en la llegada de líderes carismáticos cuya
forma de acceder al poder y llegar al gobierno está basada en mecanismos informales y difusos de
reconocimiento del liderazgo por parte de las multitudes (RAE 2019).
[2] El caciquismo es una forma distorsionada de gobierno local donde un líder político tiene un dominio total
de una sociedad del ámbito rural expresada como un clientelismo político (RAE 2019).
Tema 2. Evolución histórica en México
Introducción
Aun así, entre 1810 y 1910 existieron dos facciones principales a los que se les
suele referir como partidos, el Liberal y el Conservador, los cuales se subdividían
en distintos grupos. Sin embargo, la Guerra de Reforma (1857-1860) y la lucha
contra la Intervención Francesa (1862-1867), desencadenadas por el Partido
Conservador, ocasionaron su disolución al haber perdido ambas, quedando
entonces como única fuerza política el partido Liberal. En consecuencia, la
manera de acceder al poder se centró únicamente en arreglos entre los altos
mandos de dicho partido, dejando a un lado las contiendas electorales y cualquier
vestigio de democracia partidaria. No obstante, a pesar de la existencia de
liberales y conservadores, los candidatos individuales fueron siempre los
protagonistas de las contiendas políticas y electorales (Pérez de los Reyes 1998,
695-716). Esto es así, porque en cada uno de los ordenamientos legales
publicados desde la Constitución de Cádiz de 1812 hasta la Constitución de 1857
se establecía como principal requisito para obtener un puesto de elección popular
ser originario o, en su caso, vecino del distrito por el que se pretendiera
contender. En este sentido, cualquier ciudadano originario o vecino del distrito
que cumpliera también con el requisito de edad mínima establecida, se
encontraba en posibilidades de acceder al cargo, con independencia de
pertenecer, o no, a alguna de las fuerzas políticas existentes (Pérez de los Reyes
1998, 695-716).
En 1877 Porfirio Díaz asumió la presidencia del país, mandato que se extendería
por un periodo de 30 años, en el que la violación y manipulación de la ley fue
latente: “Al igual que intervenía en el nombramiento de gobernadores, don
Porfirio manipulaba las elecciones de diputados, senadores y magistrados
federales” (Speckman 2008, 348).
Elisa Speckman también asegura que, pese a que en pocas ocasiones los electores
acudían a emitir su voto, los procesos electorales siguieron organizándose de
forma expedita en un intento de legitimar el sistema electoral y los gobiernos:
“existía un interés por brindar una apariencia de legalidad o de respetar, al
menos, las formas” (2008, 348).
En razón de lo anterior, se gestó un movimiento antireeleccionista, encabezado
por Francisco I. Madero, que pasó de ser una oposición electoral a un conflicto
armado. Tras el mandato de Díaz, aunado a las dificultades de gobernabilidad en
el país por la Revolución, resulta comprensible la considerable desconfianza
hacia las instituciones y en los procesos de renovación de los cargos en México.
Así, el 19 de diciembre Madero publicó la Ley Electoral de 1911 para la
renovación de los poderes federales: Presidente de la República, Diputados y
Senadores (Arreola 2012, 16-17), cuyo objetivo era comenzar a construir un
régimen democrático donde primara la legalidad y legitimidad.
Las subsecuentes reformas de los años 1920, 1921, 1933, 1934 y 1942 no
presentaron modificaciones o adiciones relevantes en materia de candidaturas
independientes, pues las bases ya estaban sentadas, además de que, con el paso
del tiempo, los partidos políticos fueron beneficiados con las reformas político-
electorales, lo que implicó que ganaran espacios en detrimento de los candidatos
independientes.
Asimismo, esta ley representó un cambio en las condiciones de ingreso para los
nuevos partidos políticos que querían contender en los procesos electorales, al
establecer como requisito esencial que las organizaciones ciudadanas que
buscaran postular candidatos a los distintos cargos de elección popular debían
solicitar su registro ante la Secretaría de Gobernación y acreditar la afiliación de
por lo menos 30,000 ciudadanos, distribuidos en dos terceras partes de las
entidades federativas, cada una de las cuales debía contar al menos con 2,000
afiliados. Por lo tanto, la Ley Electoral de 1946 no solo terminó con la figura de
las candidaturas independientes, sino que impuso nuevos obstáculos a las
organizaciones ciudadanas que buscaban postular candidatos (Becerra 2014,
205).
En este sentido, es necesario mencionar que únicamente el PRI logró la cantidad
de afiliados solicitada durante los primeros comicios celebrados después de la
entrada en vigor de esta ley. No obstante, el artículo XII transitorio de la ley
establecía que, para la elección de ese año, bastaría con acreditar la afiliación de
10,000 ciudadanos distribuidos en dos terceras partes de la entidad, con no menos
de trescientos ciudadanos en cada una, por lo cual, diez partidos más lograron su
registro (Becerra 2014, 205).
Durante los años de 1964 a 1976 solo existieron cuatro partidos políticos
registrados: Partido Revolucionario Institucional (PRI), Partido Acción Nacional
(PAN), Partido Popular Socialista (PPS) y Partido Auténtico de la Revolución
Mexicana (PARM). Sin embargo, para la elección presidencial de 1964
nuevamente una organización ciudadana sin registro como partido,[2] el Frente
Electoral del Pueblo, decidió presentar como candidato presidencial sin registro a
un dirigente campesino llamado Ramón Danzós Palomino (Becerra 2014, 206-7).
A pesar del aumento en las opciones para los ciudadanos, parecían no sentirse
identificados o representados por ninguna de las fuerzas políticas existentes,
aunado a la complejidad y heterogeneidad de la sociedad mexicana, lo que
generó un incremento en la demanda de candidaturas independientes. Así, por
primera vez, en el año de 1998 la ciudadana María del Rosario Elizondo Salinas
se postuló como candidata sin registro a la presidencia municipal de Santander
Jiménez en Tamaulipas obteniendo el triunfo avalado por el Tribunal Electoral
del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), cuyo argumento fue que, al existir
la figura del candidato no registrado en la legislación de Tamaulipas, su triunfo
era posible (Becerra 2014, 208).
A partir de 1946 se estableció en la ley que solo los partidos políticos podían
postular candidatos para ocupar cargos de elección popular. Sin embargo, en
1998 María del Rosario Elizondo Salinas se convirtió en la primera candidata sin
partido en obtener un cargo a nivel local. A partir de ese triunfo varios
ciudadanos se mostraron atraídos por contender por esta vía y el caso de Jorge
Castañeda Gutman cobró relevancia, pues la Corte Interamericana de Derechos
Humanos se pronunció al respecto.
I (…)
II. Poder ser votado para todos los cargos de elección popular, teniendo las
calidades que establezca la ley. El derecho de solicitar el registro de candidatos
ante la autoridad electoral corresponde a los partidos políticos, así como a los
ciudadanos que soliciten su registro de manera independiente y cumplan con los
requisitos, condiciones y términos que determine la legislación;
Los partidos políticos tuvieron distintas reacciones; por un lado, el PAN, partido
al que pertenecía Felipe Calderón, apoyó su propuesta. El PRD, el Partido del
Trabajo y Convergencia asumieron la importancia de introducir la figura del
candidato independiente, pero no estuvieron de acuerdo con el contenido de la
iniciativa del Presidente, así que presentaron otra propuesta. Por otro lado, el
PRI, mediante su representante Beatriz Paredes, quien en ese momento era la
presidenta nacional del partido, rechazó categóricamente la apertura hacia las
candidaturas independientes, argumentando que eran los “poderes fácticos”
quienes se encontraban detrás de la iniciativa presentada y no la voluntad
popular.
Por lo tanto, la iniciativa presentada por el Presidente fue rebatida y hasta el año
2011 el rechazo por el reconocimiento constitucional de esta figura se mantuvo
intacto, a pesar de los esfuerzos de los integrantes del PAN y el PRD (Becerra
2014, 212-213).
[2] A la FEP le había sido negado su registro como partido político un año previo a la elección por no cumplir con el
mínimo de ciudadanos afiliados requerido. Contaba con el apoyo de militantes del Partido Comunista Mexicano (PCM).
[3] Partido de la Revolución Democrática (PRD), Partido del Trabajo (PT), Parido Verde Ecologista de México (PVEM),
Partido Convergencia (PC), Partido Nueva Alianza (PANAL) y otros que ya perdieron su registro.
I. (...)
II. Poder ser votado para todos los cargos de elección popular, teniendo las
calidades que establezca la ley. El derecho de solicitar el registro de candidatos
ante la autoridad electoral corresponde a los partidos políticos así como a los
ciudadanos que soliciten su registro de manera independiente y cumplan con los
requisitos, condiciones y términos que determine la legislación; III. (…)”
Introducción
Antes de estudiar las primeras dos etapas del proceso de registro a una
candidatura independiente, se describirán algunos elementos a considerar que son
aplicables también a los candidatos de partidos: los requisitos generales para que
una persona sea considerada elegible, la forma en la que deben integrarse las
fórmulas con el fin de competir por un espacio en el Poder Legislativo y la
descripción básica de las etapas del proceso.
En el ámbito federal la ley permite que las y los ciudadanos se postulen como
candidatos independientes para ocupar el cargo de presidente de los Estados
Unidos Mexicanos, diputados y senadores, aunque solo por el principio de
mayoría relativa (LEGIPE, artículo 362). El Consejo General del Instituto
Nacional Electoral (INE) es responsable de emitir las reglas de operación
respectivas para la organización y desarrollo de la elección de las y los
candidatos independientes (LEGIPE, artículo 360.2).
Los requisitos que cualquier persona debe cumplir para ocupar el cargo de
presidente de la República son los siguientes (CPEUM, artículo 82):
Integración de fórmulas
Al respecto de las senadurías, es necesario registrar una lista de dos fórmulas, una
debe quedar integrada por dos mujeres y la otra por dos hombres, sin importar el
orden. Para conocer más sobre la integración de las fórmulas, observa el
siguiente recurso:
Proceso de registro
Elaboración propia
Elaboración propia
La Sala Superior del TEPJF determinó que la asociación civil constituida por la
persona aspirante a una candidatura independiente carece de legitimación para
promover medios de impugnación porque, para acreditar la procedencia de
alguno, el acto o resolución debe repercutir de forma clara y suficiente en los
derechos de quien presenta la demanda, a menos de que la A. C. acredite tener la
representación legal del aspirante (Jurisprudencia 5/2018 CANDIDATURAS
INDEPENDIENTES. LA ASOCIACIÓN CIVIL CONSTITUIDA POR EL
ASPIRANTE CARECE DE INTERÉS JURÍDICO PARA PROMOVER
MEDIOS DE IMPUGNACIÓN EN MATERIA ELECTORAL EN DEFENSA
DE ÉSTE y Jurisprudencia 6/2018 CANDIDATURAS INDEPENDIENTES. LA
ASOCIACIÓN CIVIL CONSTITUIDA POR EL ASPIRANTE CARECE DE
LEGITIMACIÓN PARA PROMOVER JUICIO CIUDADANO).