Cerebro de Pan

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CEREBRO DE PAN

David Perlmutter  
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Fragmento

INTRODUCCIÓN
En contra del trigo
Mantener el orden en lugar de corregir el desorden es el
principio máximo de la sabiduría. Curar la enfermedad
después de que ha aparecido es como cavar un pozo
cuando uno tiene sed, o forjar armas después de que la
guerra ha comenzado.
NEI JING, siglo II d. C.
Si pudieras preguntar a tus abuelos o bisabuelos de qué mo-
ría la gente cuando ellos eran jóvenes, es probable que te
respondieran: “de viejos”. O quizá te contarían la historia de
alguien que se contagió de un germen espantoso y que falle-
ció prematuramente de tuberculosis, cólera o disentería. Sin
embargo, no mencionarían cosas como diabetes, cáncer,
cardiopatía coronaria ni demencia. Desde mediados del si-
glo XX tenemos que atribuirle la causa inmediata de muerte
de la gente a enfermedades específicas, en lugar de utilizar
el término “causas naturales” en el certificado de defunción.
Hoy en día, dichas enfermedades específicas tienden a ser
crónicas y degenerativas, e implican complicaciones y sínto-
mas múltiples que se acumulan con el paso del tiempo. Por
eso las personas de más de 80 años de edad no suelen morir
de un padecimiento particular. Como una casa vieja en rui-
nas, los materiales se deterioran y se oxidan, las tuberías y
el sistema eléctrico fallan, y los muros comienzan a agrietar-
se a partir de fisuras insignificantes que no son evidentes a
la vista. Conforme la casa se va deteriorando por el uso nor-
mal, lo común es que le des el mantenimiento que se requie-
ra cuando sea necesario. Sin embargo, nunca volverá a estar
como nueva, a menos que derrumbes su estructura y la
construyas de nuevo. Cada intento de parchar y arreglar le
dará más tiempo de vida, pero a la larga las áreas que nece-
sitan una remodelación o un remplazo urgente aparecen por
doquier. Además, como ocurre con todas las cosas de la
vida, el cuerpo humano simplemente se desgasta. Una en-
fermedad debilitante se instala y poco a poco progresa de
forma atroz hasta que el cuerpo termina por dar de sí.
Esto sucede sobre todo en el caso de las enfermedades cere-
brales, incluida la más temida de todas: el Alzheimer. El fa-
moso “alemán” es el fantasma médico moderno que con
más frecuencia aparece en los encabezados de los periódi-
cos. Si hay una preocupación sanitaria que parece eclipsar a
todas las demás conforme envejecemos es la de caer presas
del Alzheimer o de alguna otra forma de demencia que nos
vuelva incapaces de pensar, razonar y recordar. Las investi-
gaciones demuestran lo arraigada que está esta inquietud.
En 2011, un estudio dirigido por Harris Interactive para la
Fundación MetLife demostró que 31% de las personas le
teme a la demencia más que a la muerte o al cáncer.1 Y este
temor no sólo afecta a la gente de mayor edad.
Hay una gran cantidad de mitos perdurables sobre la serie
de trastornos cerebrales degenerativos entre los que se en-
cuentra el Alzheimer: es genético, es inevitable cuando en-
vejeces y es casi un hecho que lo padecerás si vives más de
80 años.
¡No tan rápido!
Estoy aquí para decirte que el destino de tu cerebro no está
en manos de tus genes y que no es inevitable. Además, si
eres el tipo de persona que sufre otro tipo de trastorno cere-
bral, como cefalea, depresión, epilepsia o ansiedad, es posi-
ble que el culpable no esté programado en tu ADN.
Está en la comida que consumes.
Sí, leíste bien: la disfunción cerebral comienza con el pan de
cada día y te lo voy a demostrar. Lo repetiré porque sé que
suena absurdo: los cereales modernos están destruyendo si-
lenciosamente tu cerebro. Cuando digo “modernos” no me
refiero sólo a las harinas refinadas, a las pastas y al arroz,
que portan ya el estigma que les imponen los enemigos de la
obesidad. Me refiero también a todos los cereales que mu-
chos hemos llegado a considerar saludables: el trigo entero,
el cereal entero, el multigrano, los siete granos, el grano
vivo, el grano molido con piedra, entre otros. En pocas pala-
bras, estoy afirmando que lo que se conoce como uno de los
grupos alimenticios esenciales más queridos en realidad es
una agrupación terrorista que ataca nuestro órgano más
preciado: el cerebro. Te demostraré cómo la fruta y otros
carbohidratos pueden representar amenazas a la salud con
consecuencias a largo plazo que no sólo sembrarán el caos
en tu cerebro, sino que también acelerarán el proceso de en-
vejecimiento de tu cuerpo de adentro hacia fuera. No es
ciencia ficción; es un hecho documentado.
Mi objetivo, al escribir Cerebro de pan, es proporcionar a la
gente información sólida, basada en evidencias evolutivas,
científicas y fisiológicas modernas. Este libro se sale del
dogma aceptado por la gente común, pero también se esca-
pa de los intereses corporativos establecidos. Asimismo,
propone una nueva forma de entender la causa originaria de
la enfermedad cerebral y ofrece una promesa esperanzado-
ra: el deterioro cerebral puede ser prevenido en gran medi-
da por las elecciones que hacemos a diario. Por si aún no lo
has entendido, te lo diré con todas sus letras: éste no es otro
libro para hacer dietas ni una guía genérica de todo lo relati-
vo a la medicina preventiva. Este libro va a cambiar la juga-
da.
Día con día escuchamos algo distinto en nuestra constante
lucha contra las enfermedades crónicas, sobre todo en lo re-
lativo a padecimientos que son prevenibles mediante los há-
bitos y el estilo de vida. Tendrías que vivir debajo de una
piedra para no saber que día con día nos volvemos más y
más gordos, a pesar

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