TEMA 2 Auxiliar
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1.1 ESTRUCTURA
La ley 30/92 de 26 de Noviembre (en adelante LRJ-PAC) está compuesta por 146 artículos distribuidos en 1
Título Preliminar, 10 títulos, 21 disposiciones adicionales, 3 disposiciones transitorias, 1 disposición derogatoria y 1
disposición final.
1.2 CONTENIDO
A continuación veremos cada uno de dichos títulos que contenido esencial regula. Así, veremos uno a uno
cuál es su contenido:
Título Preliminar
Establece el objeto y ámbito de aplicación de la ley y los principios generales de actuación de las
Administraciones Públicas. Introduce 2 principios básicos de actuación: el principio de buena fé y el de
confianza legítima.
Título I
Aborda las relaciones entre Administraciones de carácter directo en unos casos, y en otros,
formalizadas a través de los órganos superiores de Gobierno, partiendo de las premisas de lealtad
institucional y colaboración que han de presidir aquéllas, consustancial al modelo de organización
territorial del Estado implantado por la Constitución.
Ello es condición inexcusable para articular el ordenado desenvolvimiento de la actividad
administrativa desde el momento en que coexisten una diversidad de Administraciones que proyectan
su actividad sobre el mismo ámbito material, territorial, personal y, en ocasiones, material, actividad
que a la vez debe cumplir criterios de eficacia sin menoscabo de competencias ajenas. Conjugar esta
pluralidad de factores obliga a intensificar las relaciones de cooperación, mediante la asistencia
recíproca, el intercambio de información, las Conferencias sectoriales para la adopción de criterios o
puntos de vista comunes al abordar los problemas de cada sector, o la celebración de convenios de
colaboración, como aspectos generales que podrán ser susceptibles de concreción en los distintos
sectores de la actividad administrativa.
Título II
Regula los principios generales del régimen de órganos administrativos derivados de los principios
superiores de indisponibilidad de la competencia, jerarquía y coordinación
Ley regula la normativa básica de toda organización administrativa, cuya observancia tiene efectos
directos sobre la validez y eficacia de los actos administrativos
La misma perspectiva relativa a la autoorganización lleva a regular en el capítulo II, el régimen del
funcionamiento de los órganos colegiados. Pero, además, la evolución más reciente de nuestra
organización administrativa hacia fórmulas participativas, obliga a contemplar la nueva tipología de
órganos colegiados cuya composición y funcionalidad no se ajusta a la regulación establecida por la
anterior Ley, dictada en una circunstancia histórica y política en la que la participación de otras
Administraciones o de organizaciones sociales, resultaba impensable.
El capítulo III, que recoge las normas generales de abstención y recusación de las Autoridades y
personal de las Administraciones Públicas, es corolario del mandato que la Constitución acoge en su
artículo 103.1 cuando predica que la Administración Pública sirve, con objetividad, a los intereses
generales. La normación común de las causas objetivas de abstención y recusación es tanto como
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garantizar el principio de neutralidad, que exige mantener los servicios públicos a cubierto de toda
colisión entre intereses particulares e intereses generales.
Título III
Recoge las normas relativas a los interesados, con la amplitud que exige este concepto. Se regulan
las especialidades de la capacidad de obrar en el ámbito del Derecho administrativo, la legitimación
para intervenir en el procedimiento. La comparecencia a través de representantes y la pluralidad de
interesados. Con ello se da cumplida respuesta a lo previsto en la Constitución, cuyo artículo 105.c),
acoge el derecho de audiencia de los interesados como pieza angular del procedimiento administrativo
Título IV
Contiene una trascendente formulación de los derechos de los ciudadanos en los procedimientos
administrativos, además de los que les reconocen la Constitución y las Leyes. De esta enunciación cabe
destacar como innovaciones significativas: La posibilidad de identificar a las autoridades y funcionarios
bajo cuya responsabilidad se tramiten los procedimientos -rompiendo la tradicional opacidad de la
Administración-, el derecho de formular alegaciones y de aportar documentos en cualquier fase del
procedimiento anterior al trámite de audiencia, el de no presentar los ya aportados a la Administración
actuante, y el de obtener información y orientación sobre los condicionamientos jurídicos o técnicos
que las disposiciones vigentes impongan a los proyectos que se propongan abordar.
Incorpora, a continuación, las normas esenciales sobre el uso de las lenguas oficiales, regula el
acceso a la información de los archivos y registros administrativos, conforme a lo establecido en el
artículo 105.b), de la Constitución, y aborda de manera frontal y decidida -en contraposición a la timidez
de las previsiones de la Ley de Procedimiento Administrativo de 1958- la instalación en soporte
informático de los registros generales, así como la integración informática de aquéllos con los restantes
registros administrativos.
En esta materia cobran especial relevancia los principios de cooperación, coordinación y
colaboración, posibilitando el que los ciudadanos puedan presentar las solicitudes, escritos y
comunicaciones que dirijan a las Administraciones Públicas en los registros de cualquier órgano
administrativo que pertenezca a la Administración General del Estado o a la de cualquier Administración
de las Comunidades Autónomas, al margen de las restantes posibilidades ya establecidas o que se
establezcan. A tal efecto se prevé que, mediante convenio de colaboración entre las Administraciones
Públicas, se implanten sistemas de intercomunicación y coordinación de registros que garanticen la
compatibilidad informática y la transmisión telemática de los asientos.
El derecho a la identificación de las autoridades y funcionarios bajo cuya responsabilidad se tramiten
los procedimientos, a que antes se hizo referencia, se complementa ahora con la posibilidad de solicitar
la exigencia de responsabilidad por las anomalías en la tramitación.
La Ley introduce un nuevo concepto sobre la relación de la Administración con el ciudadano,
superando la doctrina del llamado silencio administrativo. Se podría decir que esta Ley establece el
silencio administrativo positivo cambiando nuestra norma tradicional. No sería exacto. El objetivo de la
Ley no es dar carácter positivo a la inactividad de la Administración cuando los particulares se dirijan a
ella. El carácter positivo de la inactividad de la Administración es la garantía que se establece cuando no
se cumple el verdadero objetivo de la Ley, que es que los ciudadanos obtengan respuesta expresa de la
Administración y, sobre todo, que la obtengan en el plazo establecido. El silencio administrativo,
positivo o negativo, no debe ser un instituto jurídico normal, sino la garantía que impida que los
derechos de los particulares se vacíen de contenido cuando su Administración no atiende eficazmente y
con la celeridad debida las funciones para las que se ha organizado. Esta garantía, exponente de una
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Administración en la que debe primar la eficacia sobre el formalismo, sólo cederá cuando exista un
interés general prevalente o, cuando realmente, el derecho cuyo reconocimiento se postula no exista.
Lógicamente, la citada regulación se complementa con la inclusión posterior, como supuesto de
nulidad de pleno derecho, de los actos presuntos o expresos contrarios al ordenamiento jurídico por los
que se adquieren facultades o derechos cuando se carezca de los requisitos esenciales para su
adquisición.
Concluye el título IV con una abierta incorporación de las técnicas informáticas y telemáticas en la
relación ciudadano-Administración y resuelve los problemas que en materia de términos y plazos se
planteaban a causa de la diversidad de calendarios de festividades.
Título V
Abre este título enunciando los principios generales de legalidad, jerarquía, publicidad e
inderogabilidad singular del Reglamento.
El capítulo II regula los requisitos de los actos administrativos, partiendo de los principios de
competencia y legalidad, con expresión de los que requieren motivación, recogiendo su forma escrita
como regla general.
La eficacia, notificación y publicación de los actos administrativos se recoge en el capítulo III,
abriendo la posibilidad de medios de notificación distintos a los tradicionales que, sin merma de las
necesarias garantías de autenticidad, permitan su agilización mediante el empleo de las nuevas técnicas
de transmisión de información, superándose la limitación de la exclusividad del domicilio como lugar de
notificaciones.
En el capítulo IV se regulan las causas y efectos de la nulidad y anulabilidad de los actos
administrativos. La Ley incluye, como causa de nulidad de pleno derecho, la lesión del contenido
esencial de los derechos y libertades susceptibles de amparo constitucional, en virtud de la especial
protección que a los mismos garantiza la Constitución.
Título VI
Regula la estructura general del procedimiento que ha de seguirse para la realización de la actividad
jurídica de la Administración.
En el capítulo I se regula la iniciación, que podrá hacerse de oficio o por solicitud de los interesados.
Las solicitudes de los interesados se abren a la posible utilización de medios telemáticos e, incluso
audiovisuales, para facilitar su formulación, siempre que quede acreditada la autenticidad de su
voluntad.
Se regulan asimismo, en este capítulo, otras cuestiones conexas a la iniciación, como el período de
información previa, las medidas provisionales para aseguran la eficacia de la resolución, la acumulación
de asuntos y la modificación o mejora voluntaria de los términos de la solicitud formulada por los
interesados.
El capítulo II, dedicado a la ordenación, recoge los criterios de celeridad e impulsión de oficio, y
contiene un conjunto de reglas destinadas a simplificar y agilizar los trámites del procedimiento.
La instrucción del procedimiento se recoge en el capítulo III mediante la regulación de las
alegaciones, medios de prueba e informes. Recibe tratamiento específico el supuesto, cada vez más
frecuente, de emisión de informes por una Administración Pública distinta de la que tramita el
procedimiento, previendo que su no evacuación no paralizará necesariamente el procedimiento, a fin
de evitar que la inactividad de una Administración redunde en perjuicio de los interesados.
Recoge también este capítulo el trámite de audiencia, que se efectuará poniendo de manifiesto a los
interesados la totalidad del expediente, salvo en lo que afecte a los supuestos de excepción del derecho
de acceso a archivos y registros administrativos.
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El trámite de información pública, cuando lo requiera la naturaleza del procedimiento, se regula de
modo netamente diferenciado de la audiencia, pues ni la comparecencia otorga, por sí misma, la
condición de interesado, ni la incomparecencia enerva la vía de recurso para los que tengan esta
condición.
El capítulo IV regula las formas y efectos de la finalización del procedimiento, a través de resolución,
desistimiento, renuncia o caducidad. Se introduce la posibilidad de utilizar instrumentos convencionales
en la tramitación y terminación de los procedimientos.
La ejecutividad de los actos administrativos y los medios de ejecución forzosa quedan recogidos en el
capítulo V. La autotutela de la Administración Pública, potestad que permite articular los medios de
ejecución que garanticen la eficacia de la actividad administrativa, queda en todo caso subordinada a
los límites constitucionales, debiendo adoptarse los medios precisos para la ejecución, de modo que se
restrinja al mínimo la libertad individual y de acuerdo con el principio de proporcionalidad.
Título VII
Establece una profunda modificación del sistema de recursos administrativos vigente hasta hoy,
atendiendo los más consolidados planteamientos doctrinales, tanto en lo referente a la simplificación,
como a las posibilidades del establecimiento de sistemas de solución de reclamaciones y recursos
distintos a los tradicionales y cuya implantación se va haciendo frecuente en los países de nuestro
entorno y que ya existen, en algún caso, en nuestro propio ordenamiento.
El sistema de revisión de la actividad de las Administraciones Públicas que la Ley establece, se
organiza en torno a dos líneas básicas: La unificación de los recursos ordinarios y el reforzamiento de la
revisión de oficio por causa de nulidad.
La primera línea supone establecer un solo posible recurso para agotar la vía administrativa, bien sea
el ordinario que se regula en la Ley, o el sustitutivo que, con carácter sectorial, puedan establecer otras
leyes.
La revisión de oficio, por su parte, se configura como un verdadero procedimiento de nulidad,
cuando se funde en esta causa, recogiendo la unanimidad de la doctrina jurisprudencial y científica.
Título VIII
Regula las reclamaciones previas civil y laboral
Título IX
Regula los principios básicos a que debe someterse el ejercicio de la potestad sancionadora de la
Administración y los correspondientes derechos que de tales principios se derivan para los ciudadanos
extraídos del texto constitucional y de la ya consolidada jurisprudencia sobre la materia. Efectivamente,
la Constitución, en su artículo 25, trata conjuntamente los ilícitos penales y administrativos, poniendo
de manifiesto la voluntad de que ambos se sujeten a principios de básica identidad, especialmente
cuando el campo de actuación del derecho administrativo sancionador ha ido recogiendo tipos de
injusto procedentes del campo penal no subsistentes en el mismo en aras al principio de mínima
intervención.
Entre tales principios destaca el de legalidad o «ratio democrático» en virtud del cual es el poder
legislativo el que debe fijar los límites de la actividad sancionadora de la Administración y el de tipicidad,
manifestación en este ámbito del de seguridad jurídica, junto a los de presunción de inocencia,
información, defensa, responsabilidad, proporcionalidad, interdicción de la analogía, etc.
Todos ellos se consideran básicos al derivar de la Constitución y garantizar a los administrados un
tratamiento común ante las Administraciones Públicas, mientras que el establecimiento de los
procedimientos materiales concretos es cuestión que afecta a cada Administración Pública en el
ejercicio de sus competencias.
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Título X
Incorpora la regulación de una materia estrechamente unida a la actuación administrativa y que
constituye, junto al principio de legalidad, uno de los grandes soportes del sistema. Se hace así realidad
la previsión contenida en el artículo 149.1,18.ª de la Constitución sobre el establecimiento de un
«sistema de responsabilidad de todas las Administraciones Públicas».
En lo que a la responsabilidad patrimonial se refiere, el proyecto da respuesta al pronunciamiento
constitucional de indemnización de todas las lesiones que los particulares sufran en sus bienes y
derechos como consecuencia del funcionamiento de los servicios públicos, de acuerdo con las
valoraciones predominantes en el mercado, estableciendo además la posibilidad de que hasta un
determinado límite pueda hacerse efectiva en el plazo de treinta días, siempre que la valoración del
daño y la relación de causalidad entre la lesión y el funcionamiento normal o anormal del servicio
público sean inequívocos.
1.3.1 OBJETO
La presente Ley establece y regula las bases del régimen jurídico, el procedimiento administrativo
común y el sistema de responsabilidad de las Administraciones Públicas, siendo aplicable a todas
ellas.
1.3.2 ÁMBITO DE APLICACIÓN
Se entiende a los efectos de esta ley por Administraciones Públicas:
La Administración General del Estado
Las Administraciones de las CCAA
Las Administraciones que integran la Administración Local
Las Entidades de Derecho Público con personalidad jurídica propia vinculadas o dependientes de
cualquiera de las Administraciones Públicas tendrán asimismo la consideración de Administración
Pública. Estas Entidades sujetarán su actividad a la presente Ley cuando ejerzan potestades
administrativas, sometiéndose en el resto de su actividad a lo que dispongan sus normas de creación.
1.3.3 PRINCIPIOS GENERALES DE LAS ADMINISTRACIONES PÚBLICAS
Recogidos en la Constitución Española
El artículo 103 de la CE señala: “ La Administración Pública sirve con objetividad los intereses
generales y actúa de acuerdo con los principios de eficacia, jerarquía, descentralización,
desconcentración y coordinación, con sometimiento pleno a la Ley y el Derecho”
Principios:
Eficacia:
Es la aptitud o capacidad para conseguir el resultado pretendido en relación a la
Administración. Está relacionada con la objetividad y el sometimiento pleno a la Ley y el
Derecho (requisitos de validez de los actos administrativos)
Jerarquía:
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Es una ordenación escalonada. Los órganos superiores podrán dirigir y controlar a los
inferiores
Descentralización:
Es el traspaso de la titularidad de competencias entre entes públicos, con personalidad
jurídica propia cada uno. Son requisitos el traspaso de competencias entre entes y no órganos.
Puede ser:
Territorial
Funcional o institucional
Desconcentración:
Es la transferencia de competencias de un órgano superior a otro inferior. Requiere el
traslado de la titularidad de competencias entre órganos de un mismo ente
Coordinación:
Las Administraciones Públicas, actúan y se relacionan de acuerdo con el principio de lealtad
institucional; así, deberán respetar el ejercicio de competencias de otras Administraciones,
ponderar la totalidad de intereses públicos implicados (incluso otras Administraciones),
facilitar información sobre su actividad a las otras Administraciones y prestar, en su ámbito
propio, cooperación y asistencia activas que otras Administraciones pudieran recabar.
Pretende ordenar las distintas actuaciones de los entes que forman la Administración para
la consecución de unos mismos fines. Tienen la función coordinadora:
Misma Administración:
o Presidente del Gobierno a resto miembros del Gobierno
o Comisiones Delegadas: ministerios interesados en esa materia
Estado/CCAA:
o Delegados de gobierno
o Legislación básica del Estado
Estado y CCAA/Entes Locales: leyes estatales y autonómicas
Recogidos en la Ley 6/97 de 14 de Abril
Dicha ley recoge principios de Organización y Funcionamiento:
Organización:
Jerarquía
Descentralización funcional
Desconcentración funcional y territorial
Economía, suficiencia y adecuación fines institucionales
Simplicidad, claridad y proximidad a los ciudadanos
Coordinación
Funcionamiento:
Eficacia en objetivos
Eficiencia en asignación y utilización de recursos públicos
Programación y desarrollo de objetivos y control de la gestión
Responsabilidad de la gestión
Racionalización y agilidad de los procedimientos
Servicio efectivo a los ciudadanos
Objetividad y transparencia en la actuación administrativa
Cooperación y coordinación de las administraciones
También recoge principios de Servicios a los ciudadanos:
La Administración General del Estado deberá asegurar:
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La efectividad de los derechos de los ciudadanos
La continua mejora de procedimientos, servicios y prestaciones públicas
Organizará las dependencias administrativas :
Ciudadanos puedan resolver asuntos, ser auxiliados y recibir información de interés
general
Presentar reclamaciones previas sin carácter de recurso administrativo sobre
funcionamiento de las dependencias administrativas
Recogidos en la Ley 30/92
El artículo 3 señala que “las Administraciones Públicas sirven con objetividad los intereses generales
y actúan de acuerdo con los principios de eficacia, jerarquía, descentralización, desconcentración y
coordinación, con sometimiento pleno a la Constitución, a la ley y al Derecho”
Igualmente deberán respetar en su actuación los principios de buena fé y de confianza legítima
(ciudadanos convencidos que la actuación de la Administración no puede alterarse arbitrariamente).
Las Administraciones, en sus relaciones, se rigen por el principio de cooperación y colaboración, y en
su actuación por los criterios de eficiencia y servicio a los ciudadanos.
Bajo la dirección del Gobierno de la Nación, de los órganos de gobierno de las CCAA y de los
correspondientes de las Entidades que integran la Administración Local, la actuación de la
Administración Pública respectiva se desarrolla para alcanzar los objetivos que establecen las leyes y el
resto del ordenamiento jurídico.
Cada una de las Administraciones Pública públicas actúa para el cumplimiento de sus fines con
personalidad jurídica única.
En sus relaciones con los ciudadanos las Administraciones Públicas actúan de conformidad con los
principios de transparencia y participación.
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