Cuidado Colectivo

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Reconocemos el proceso como un organismo vivo, el cual merece unos

cuidados en sí mismo. En este sentido, el proceso de creación de esta cartilla en torno al


tema de los cuidados ha sido un espacio donde cultivar las relaciones de cuidado.
Dentro de los elementos a destacar encontramos: a) Alimentar la sinergia, esa primera
semilla donde ponemos la intención de hacer este material conjuntamente, basadas
en la metáfora de la flor de los cuidados con cuatro pétalos tejidos entre sí
b) Construir confianza en la fase de creación de esta escritura, dándonos espacios
donde debatir las lecturas, reflexionar conjuntamente y emocionarnos con los hallazgos
encontrados c) Conversar sobre los sentires, pues al elegir escribir sobre el tema de los
cuidados se nos han movido las fibras al interior, nos hemos sentido interpeladas en
nuestra vida personal, en nuestras relaciones y en los procesos sociales que tejemos en
nuestra cotidianidad d) Tejer la comunicación y la confianza entre las organizaciones,
acordando responsabilidades, tiempos y escuchando los ritmos vitales de todas
e) Reconocer los avances, los retos y también poner las incomodidades de forma honesta
entre todas f) Y finalmente, recordarnos, a pesar de lo largo que pueda ser el proceso,
el valor de la juntanza y la intención primera de construir un material donde
INTRODUCCIÓN
recoger prácticas y reflexiones en torno a los cuidados, para compartir con otras.
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Coordinación
Otra Escuela y Broederlijk Delen
Proceso investigativo
Diana Martínez - Otra Escuela
Luisa Ocaña Muñoz - Otra Escuela
Karen López - Investigadora Independiente
Textos
Diana Martínez - Otra Escuela
Luisa Ocaña Muñoz - Otra Escuela
Karen López - Investigadora Independiente
Moritz Tenthoff - Broederlijk Delen
Cuidado de Sí Revisión de textos
Santiago González - Otra Escuela
¿Cómo lo entendemos? Lieven Pype - Broederlijk Delen
Afinar la escucha Lyda Molina - Otra Escuela

Acompañar-me Diseño y diagramación


LaPajarapinta Estudio
Comunicar www.lapajarapinta.co
Fotografía
Cuidado de la Otra Juan José López Negrete
¿Cómo lo entendemos? Otra Escuela es una ONG Colombiana que propende
Ser relacional por la construcción de culturas de paz desde el
estudio y la práctica de la educación para la paz
Nacer en el cuidado desde metodologías creativas, con sede en Colombia
y España.
Hacia el construir en relación www.otraescuela.org

Broederlijk Delen es una organización belga de


Cuidado Colectivo solidaridad internacional que trabaja por la justicia
¿Cómo lo entendemos? social y la construcción de paz en territorios rurales en
América Latina y África.
Consecuencias del no cuidado y barreras www.broederlijkdelen.be
...
Qué implica pensar el cuidado colectivo
Un agradecimiento especial a quienes participaron en el
encuentro formativo y de intercambio de experiencias en
Cuidado del Territorio técnicas para el acompañamiento psicosocial a comunidades
afectadas por el extractivismo, para Bolivia y Perú realizado
¿Cómo lo entendemos? en Cusco del 21 al 26 de abril de 2018; al PDTG por las
memorias de este encuentro que fueron un insumo para
El territorio este escrito; a Copsico por co-facilitar este encuentro; a
Q´anil por nuestro intercambio de metodologías creativas
Disputas territoriales y prácticas de cuidado (Guatemala, 2015). Gracias a los
Defender y cuidar el territorio grupos de personas con quienes hemos intercambiado
saberes en torno a los cuidados: Laboratorio cuerpos en
movimiento (Bogotá, 2017); Encuentro de intercambio de
experiencias con mujeres lideresas del Valle del Cauca y el
Quiénes nos inspiran: bibliografía Norte del Cauca (Cauca, 2018); Laboratorio de cuidado propio
y relacional (España, 2019) también a quienes han dejado
INTRODUCCIÓN su semilla sembrada para esta escritura.
3 [email protected] / [email protected]
CUIDADO COLECTIVO
CUIDAR PARA TRANSFORMAR
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CC UU II DD AA R P A R A T R A N S F O R M AA RR
5
¿Cómo lo entendemos?
“Comprender que de todo grupo humano
podemos hacer y construir comunidades;
es una propuesta alternativa a la sociedad
individualista”.
(Paredes, 2010)

En términos generales, cuando hablamos de


“lo colectivo” hacemos referencia a la unión de
un grupo de personas que se interrelacionan
y habitan o comparten intereses, objetivos,
necesidades, y sueños, en un espacio y un tiempo
común. Sin embargo, no siempre que juntamos
a un grupo de personas en un mismo espacio,
podemos afirmar que, automáticamente, tene-
mos un grupo. Por ejemplo, yo puedo ir a una
cita médica, compartir con un grupo de personas
en una sala de espera y no tener la sensación
de hacer parte de un grupo, es decir, no tener
ninguna vinculación más allá de la de estar
en un espacio y tiempo determinados con
otras personas.

Desde la Educación para la Paz, creemos y


hemos podido constatar que para que un

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conjunto de personas se unan con la intención
consciente de conformar un grupo, es decir,
de ser un colectivo, se hace necesario
hacer un trabajo constante y profundo de
provención (concepto definido en el pétalo
de cuidado de la otra) para la construcción de
un vínculo de cuidado. Se trata de recuperar
el proceso a través del cual las personas de
manera grupal se constituyen como colectivo
y adquieren herramientas para cohesionarse
y funcionar de manera respetuosa, solidaria
y transformadora. Caminando la confianza,
el conocimiento y el aprecio vamos poco a
poco generando pertenencia; al comunicar,
consensuar y cooperar vamos cultivando
nuevas posibilidades de transformarnos,
cuidarnos y nacer en lo colectivo.

Si bien, el espacio colectivo es donde cada


persona vive y experimenta lo social, la
confluencia de las personas, sus historias, se
entretejen con una diversidad de elementos que
hacen de lo colectivo un sujeto o un cuerpo
único originado en el ser y estar en lo común.
En este sentido, proponemos imaginarnos la
metáfora del grupo como cuerpo integral que
adquiere expresiones e identidad propia más allá
de las individualidades que lo componen.

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Lo colectivo o el grupo como
cuerpo integral
¿Qué entendemos por colectivo?
¿Cómo es el cuerpo integral de nuestro grupo o
colectivo?
¿Cuáles son los aspectos que lo integran o lo
constituyen?
Poner conciencia sobre el colectivo como cuerpo integral
es un primer paso para comprender su dinamismo,
su historia y sus necesidades. El grupo como cuerpo
integral, está compuesto no sólo por la materia misma,
sino también por energía, pensamiento, sentimiento y
acción. Podemos hacer un símil entre los aspectos que
integran nuestro cuerpo y entre los que constituyen el
cuerpo colectivo:
• El físico o materia se corresponde al espacio que
habita el grupo, puede ser un lugar fijo y concreto o
el espacio que se genera cuando nos encontramos
como colectivo.
• Los órganos, son los roles o las funciones que tiene el
grupo para andar como grupo, las áreas desde las cuales
trabajamos.
• Las emociones serían lo que sentimos a nivel social
o colectivo, por ejemplo cuando como grupo estamos
saturados, cansados, esperanzados, alegres, etc.

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• La mente o el pensamiento se corresponde al sistema
de creencias o de valores que compartimos en lo colectivo
y que enmarca nuestro actuar y nuestro funcionamiento.
Por ejemplo los protocolos, los principios éticos, las
formas, más o menos formales, a través de las cuales se
estructura el colectivo.
• La espiritualidad la entendemos como el propósito
que tenemos como grupo, hacia dónde queremos andar,
lo que nos orienta y nos inspira. Por ejemplo, lo que es
nuestra esencia, nuestras habilidades, y por lo que nos
van reconociendo.

El grupo como organismo autónomo está vivo, es


dinámico, se transforma, se debilita, se enferma, se
recupera o desaparece. Es por ello que así como se
pretende el cuidado de nuestro cuerpo integral (pétalo
del cuidado de sí) también el grupo -cuerpo integral-
requiere de cuidados.

Práctica creativa
Silueta de la organización/colectiva
Construir individual o colectivamente una silueta o una pieza
de cómo vivimos y vemos nuestro grupo, organización o
colectiva. Para ello podemos usar papelográfo, marcadores,
colores, pintura y distintos materiales como hojas, palos,
lanas o todo lo que se nos ocurra. Primero adecuamos un
espacio en el que cada persona pueda tumbarse, cerrar
los ojos y empezar a conectar con su respiración, con su

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cuerpo. Poco a poco vamos a guiar una visualización en
la que imaginemos el colectivo como un cuerpo integral,
¿cómo nos imaginamos ese cuerpo? ¿cómo es su aspecto?
¿qué emociones sociales veo en ese cuerpo colectivo? ¿cuáles
son las creencias que nos mueven como colectivo? ¿cómo
actuamos y nos movemos? ¿cuál es el propósito de nuestro
colectivo? ¿hacia dónde nos movemos conjuntamente?
Volvemos a conectar con nuestra respiración, a hacer
consciencia del momento presente, para ir abriendo
los ojos y despertando nuestro cuerpo lentamente.
Ahora nos disponemos a plasmar en el papelógrafo, con
todos los materiales esas cosas, imágenes, sentires, formas
que nos trajo la visualización para construir esa pieza de
nuestro colectivo.

Los conflictos como inherentes


al colectivo
¿Cómo entiendo el conflicto?
¿Cómo me cuido y cómo cuido a la otra
parte en el conflicto?
recordándonos parte de un mismo colectivo.

Las relaciones, cuando hacemos parte de o trabajamos


con un grupo, traen consigo la posibilidad del conflicto.
Si entendemos los conflictos de manera negativa por
asociarlos directamente con la violencia, porque

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nos desgastan, o porque simplemente no tenemos
formas alternativas de enfrentarlos, resulta habitual
que la forma de resolverlos sea acabar con las relaciones
y/o con los colectivos o grupos.
(Cascón, 2001)

Por ello resulta fundamental superar la connotación


negativa de los conflictos, hacia una mirada positiva
y creativa que nos permita poder nombrarlos,
ponerlos sobre la mesa y permanecer en su proceso
de transformación: darnos cuenta de lo que está en
el fondo del conflicto; reconocer la diversidad y la
diferencia como un valor; tener relaciones humanas
más justas; generar una reflexión en torno a la búsqueda
de alternativas creativas y noviolentas para afrontarlos;
verlos como una oportunidad de aprendizaje y
crecimiento mutuo.

Recuperar una manera educativa, positiva y creativa


de ver el conflicto, nos enseña a actuar de manera
colectiva en pro de cuidar a las personas, cuidarnos
a nosotras mismas, mantener las relaciones y los
colectivos. Incluir los cuidados como forma de
relacionarnos en colectivo pasa por cuidarnos en
el conflicto y cuidar el conflicto, visibilizando así
las necesidades de todas las que lo integramos y
responsabilizándonos en colectivo. Mis cuidados no son
más importantes que los del colectivo, pues hago parte
del colectivo. Transitemos las necesidades propias con
el colectivo.

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Práctica creativa
Silla zombie
Todo el grupo nos sentamos en sillas (mejor sillas sin brazo)
distribuidas aleatoriamente por el espacio. Una persona
voluntaria deja su silla vacía y será quien haga de zombie.
Se dan las siguientes pautas de juego al grupo, 1) el objetivo
del grupo es no dejar sentar a la zombie y el objetivo de la
zombie es sentarse en la silla vacía 2) el grupo no puede
tocar a la zombie, ni hacerle daño 3) no se pueden mover
las sillas de lugar 4) quien se para de la silla no puede
volver a sentarse en su misma silla sino que debe buscar
otra silla vacía. La persona que hará de zombie sale del
espacio y entra caminando lentamente por entre el grupo,
buscando sentarse en la silla vacía. Mientras tanto, el resto
del grupo nos podemos levantar de la silla y sentarnos en
cualquier otra, buscando comunicarnos y cooperar para que
la persona parada -zombie- no logre sentarse. Si lo logra, la
persona que ocupaba la silla en la que se sentó la zombie
debe reemplazarla. Reflexión: ¿Nunca me moví de mi silla?
¿Me paré mucho de mi silla? ¿Cómo reaccionamos ante la
cercanía de la zombie? ¿De qué formas nos comunicamos?
¿Qué estrategias llevamos a cabo? ¿Qué puede significar la
zombie en una situación real de nuestro grupo?

El Buen Vivir y Vivir Sabroso


del grupo
Como vimos al inicio de esta cartilla, el buen vivir o vivir
sabroso es una perspectiva transversal a la definición de
cuidados. Queremos proponer ahora una definición de

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lo colectivo que incluya el Buen Vivir y el Vivir Sabroso,
perspectivas a las cuales nos referimos en la introducción
y en el pétalo del cuidado de sí, partiendo de la premisa de
que somos un colectivo, y nos nombramos como tal, en
la medida de que los cuidados se hagan presentes para el
bienestar. De esta manera entendemos lo colectivo como
organismo y como cuerpo integral, que además tiene
como esencia el buen vivir, dotándolo de una dimensión
ético-política.

Incluir la perspectiva del Buen Vivir y el Vivir Sabroso del


bienestar dentro de/en los colectivos u organizaciones
está lejos de tener una intención productiva, es decir, no
nos cuidamos y le apostamos al bienestar para que esto
genere mayor productividad. Hacemos del buen vivir una
perspectiva que guía nuestro cuerpo colectivo integral
por una convicción ética, que nos impulse a generar
prácticas reflexivas orientadas hacia una misma, hacia los
grupos o equipos y hacia las organizaciones o colectivos,
donde posicionamos la importancia del bienestar como
estrategia política y práctica, que requiere de tiempo, de
energía y de recursos.

Cuando se habla del Buen Vivir y el Vivir Sabroso, se hace


referencia a lo individual, a lo relacional, a lo colectivo y
al territorio en una mirada pluridimensional que sustenta
la forma de relacionarnos. Como perspectiva, el Buen
Vivir, puede recoger e incluir las distintas dimensiones
hacia un cambio de paradigma: el del bienestar colectivo.

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El Buen Vivir nos invita a pensar y a buscar garantizar
la sustentabilidad de los procesos y el bienestar de los
cuerpos - organismos (en los niveles individual, relacional
y organizativo) de cara a fortalecer los objetivos, el
trabajo, el sentido de los mismos y con esto impactar
positivamente en la transformación de modelos de
acompañamiento, intervención y activismo; en suma la
apuesta por la transformación social.

Práctica creativa
Burbujas
Nos organizamos en grupos de 7 personas aproximadamente
y en cada grupo nos tomamos de las manos haciendo un
círculo. Una persona pasa al centro del círculo y con los ojos
cerrados se desplaza libremente por el espacio. La invitación
para esta persona del centro es: “muévete como quieras,
desde lo que necesites”, mientras el resto del grupo hacemos
un círculo de protección a su alrededor acompañando su
movimiento sin tocarla. Podemos advertirle con el contacto
de los brazos entrelazados cuando esté cerca de alguna
cosa con la que se pueda chocar. La comunicación es desde
el contacto y en silencio. La burbuja puede variar de ritmo
y de dirección en el movimiento, según cómo se mueva
quien está en el centro del círculo. Una vez que termina el
movimiento de la persona del centro, comparte a su burbuja
una palabra de cómo se sintió. Podemos acompañar las
burbujas con música.

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Nos damos de 3 a 5 minutos por persona en el centro y
vamos alternando este rol, sin forzar, sino invitando a que
quienes quieran puedan pasar al centro y hacer parte de
la burbuja protectora. No forzamos a nadie a ponerse en
el centro ya que la confianza es un proceso personal y
cada persona tiene que participar siempre y cuando sienta
la confianza en el grupo para hacerlo. Reflexión: ¿He
confiado en el grupo? ¿Qué tanto me ha costado hacer
el ejercicio? ¿Cómo me he sentido estado en el centro?,
¿Cómo nos sentimos siendo burbuja y protegiendo? ¿Qué
rompe la confianza? ¿Cómo nos cuidamos? ¿Cómo nos
sentimos en bienestar colectivo?

Consecuencias del
no cuidado y barreras
¿Qué pasa con el cuerpo integral colectivo
cuando no lo cuidamos?
¿Qué nos pasa a las personas que lo conformamos
cuando el colectivo no tiene integradas prácticas
de cuidados?
¿Cuáles son esas barreras que debemos atravesar
para hacer de los cuidados algo esencial
a lo colectivo?

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Consecuencias del no cuidado
Desde la psicología social se han desarrollado
distintos conceptos para explicar lo que nos pasa
cuando estamos inmersas en dinámicas de no cuidado.
Sucede que muchas esferas de nuestra vida se alteran,
se trastocan y se ven impactadas de manera negativa.
Es así como la ausencia de los cuidados tiene unas
consecuencias que afectan nuestro cuerpo físico,
nuestro mundo emocional, y nuestras relaciones y
que ponen en riesgo la supervivencia de las relaciones
y organizaciones.

Estas consecuencias, se han desarrollado a nivel teórico,


clínico y terapéutico, principalmente en personas y
organizaciones que trabajan con el tema de violencias
-pues tienen una relación de acompañamiento con
quienes sufren dichas violencias, las denuncian, y las
resisten- por el impacto emocional que este tipo de
trabajo conlleva, que se ve exacerbado por la ausencia
de prácticas de cuidado. Sin embargo, en el contexto
latinoamericano, en donde la cultura de la violencia
permea todos los ámbitos de la realidad social, aún
cuando el objetivo de nuestro trabajo o activismo no
esté enfocado directamente en la atención a personas
que han sufrido violencias, en el hacer socio-político,
mirar el rostro de la violencia y vivir sus efectos
es inevitable.

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Podemos mencionar algunas consecuencias propias de
las dinámicas de no cuidado:
• Burn Out: El término en inglés que se traduce en
consumirse o quemarse hace referencia al estado de
agotamiento físico, mental y emocional, causado por
involucrarse en situaciones que son emocionalmente
demandantes. Se trata más bien de una “erosión del
espíritu” que implica pérdida de fe en el ayudar a
otras personas.
(Freudenberg, 1974)
• Contaminación temática: Existen dos tipos de
contaminación temática. El primero es el desgaste por
empatía, el cual se da cuando empatizo demasiado con
una persona o situación y a nivel psíquico la vivo como
si fuera mía o me estuviera sucediendo directamente.
El segundo, trauma de equipos, sucede cuando al
trabajar con violencias reproducimos al interior de las
relaciones y los grupos los circuitos de la violencia,
es decir que algunos son percibidos por los demás
como abusadores, la mayoría se percibe a sí mismo
como víctima, los equipos se disocian, se arman
coaliciones y triangulaciones.
(Arón y Llanos, 2004)
Partimos de la idea de que el trabajo en el tema de
violencias se puede entender en si mismo como una
actividad de alto riesgo, pues implica estar expuestos
a un alto impacto emocional. Sin embargo, también
existen factores a tener en cuenta para reflexionar y crear
estrategias de cuidados que contengan esos impactos a
los que nos enfrentamos en nuestro hacer.

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Polaridades al interior de los grupos
En este apartado también exploramos algunas polaridades
que se pueden dar entre las personas que conforman los
grupos y que pueden aparecer como una barrera, una
limitante que debemos superar para poder sumergirnos
en los cuidados colectivos.
Así como a nivel individual podemos identificar partes,
aparentemente contrarias (polaridades) de nosotras
mismas que reconocemos y otras con las cuales estamos
más desconectadas o invisibilizamos, dentro de los grupos
se constituyen como un rasgo identitario y significan una
barrera a la hora de pensarnos en los cuidados colectivos,
sobretodo cuando no se hacen explícitas y no se generan
caminos desde lo grupal, para transitar hacia un punto
intermedio entre los extremos, hacia una integración
de las mismas. Estos rasgos de los grupos se denominan
constelaciones polares y son definidas como la presencia
de sentimientos ambivalentes. Las autoras encuentran
tres tipos que resultan comunes en equipos que trabajan
con violencias:
Morales y Lira (1997)

• Omnipotencia – Impotencia
La omnipotencia sucede cuando en los equipos se niega
las limitaciones que en distintos ámbitos de la vida
personal y colectiva podemos tener. Llevando a asumir el
trabajo o el activismo desde una potencia ilimitada para
acompañar, acoger, empatizar, accionar, denunciar, etc.

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Además del cansancio implícito que esto produce, por
estar todo el tiempo a “full”, suele suceder que cuando
las cosas que como grupo emprendemos desde ese lugar
polar omnipotente no salen bien, la balanza se va al otro
extremo, al de la impotencia, instalándose en el equipo
emociones como frustración y la sensación de que no
podemos hacer nada, de que nada depende de nosotras,
que todo es más grande que nuestras posibilidades.

• Confianza ingenua – desconfianza paranoide


Un extremo de esta polaridad aparece cuando un grupo
y sus integrantes confían en sus recursos, acciones, y
posibilidades sin contar con un análisis de la situación
a la que se enfrentan, sin una preparación técnica y/o
emocional para cumplir con el objetivo que se plantean
como colectivo. La ingenuidad de esta confianza
está relacionada con el no saber medir o ponderar las
limitaciones, riesgos o necesidades en su actuar. Por
ejemplo, si pensamos en un colectivo que quiere llevar
a acabo una acción de protesta o denuncia frente a una
injusticia y en su actuar no contempla las represalias y
violencias que pueden venir por parte de agentes estatales
o algunas personas; o tampoco se tiene en cuenta el miedo
que esta situación puede generar. En el otro extremo de
esta polaridad el grupo empieza a experimentar una
desconfianza que se instala y repercute en el bloqueo de
su accionar, en la sensación de insuficiencia y en sentirse
permanentemente en situaciones de inseguridad.

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• Sobreinvolucración – distanciamiento emocional
Esta polaridad resulta muy común en grupos y personas
que en su hacer tratan con temas de alto impacto
emocional como el trabajo con situaciones de violencias.
Sobreinvolucrarse tiene que ver con hacer propios
los problemas emocionales y materiales de a quien
acompañamos, viviéndolos como una carga propia y
sin contar con un límite claro entre lo que es el trabajo
o el activismo y la vida personal. El distanciamiento
emocional aparece frecuentemente como un mecanismo
de defensa. Es una barrera que interponemos entre
nosotras y la situación o personas con las que trabajamos,
para que su historia, sus emociones no nos lleguen. Aún
cuando los límites son importantes desde la conciencia
sobre nuestras necesidades y posibilidades, interponer
una barrera sin consciencia y como un mecanismo de
defensa, nos desensibiliza y afecta nuestra capacidad de
empatizar, de conectarnos desde lo humano y lo sensible,
con nuestro potencial creativo.

• Integrando-nos: las polaridades como oportunidad


Las polaridades al interior de los colectivos dan cuenta de
aspectos de la identidad o de la forma de ser del grupo,
y si bien hemos afirmado que constituyen una barrera,
también podemos aprovecharlas para fortalecernos
como colectivo desde un ejercicio de autoconsciencia y
revisión interna. Una forma de hacer de las polaridades
una potencialidad colectiva es emprender caminos para

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integrarlas. Cada polo que identificamos nos muestra
aspectos que en una medida más equilibrada y, no llevada
al extremo, nos puede ser útil en el trabajo grupal. Integrar
las polaridades como colectivo significa encontrar un
punto intermedio en donde ambos extremos se acerquen
sin que se excluya ninguno de los dos. Para explorar como
colectivo la integración de polaridades proponemos una
práctica de cuidado.

Práctica creativa
Integración de polaridades
Momento 1: Vamos a intentar de manera colectiva consensuar
las polaridades que identificamos en nuestro grupo, para
ello, además de las que acabamos de explicar podemos
preguntarnos ¿identificamos otros tipos de polaridades
en nuestro colectivo?. Podemos usar la técnica de la lluvia
de ideas, en donde cada persona del grupo en un post -it
escriba los dos polos que percibe en el colectivo, entre todas
podemos intentar aterrizar en un concepto o una palabra
como nombrar cada lado de la polaridad, e ir agrupando las
que se asemejen. A continuación, entre todas escogemos
una polaridad para trabajar (la que esté más presente en ese
momento, o la que más nos afecte como grupo).
Momento 2: Una vez escogida la polaridad con la que vamos
a trabajar como grupo, vamos a crear dos subgrupos (pueden
ser 2/3 personas, o más, en función de cuántas seamos).
Cada subgrupo va a habitar cada lado de la polaridad. Para
eso podemos dividir el espacio en dos, y cada sub-grupo

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ponerse en uno de los lados. Nos imaginamos cómo es,
qué frases diría ese polo, o qué sonido tiene, cómo es su
postura corporal, sus gestos, su mirada, cómo se mueve el
cuerpo. El resto del grupo va observar a los subgrupos, y
compartir qué ven, qué sienten, qué emociones aparecen,
qué se imaginan.
Momento 3: integrando polaridades. Después de observar
lo elementos de cada polo, y el compartir grupal, entre
todo el grupo, podemos reflexionar y recoger, ¿cuáles
son los beneficios de cada lado del polo? ¿qué nos puede
resultar útil? ¿qué aspectos queremos mantener? Y por
el contrario, ¿con qué no nos identificamos, qué no nos
sirve, nos desgasta, no es constructivo para el colectivo. Y
finalmente, ¿cómo integramos esos dos polos?. Al valorar
cada polo lo hacemos sin juicios, ni crítica, no es que
un lado sea mejor que el otro sino que cada uno aporta
información al grupo.

¿Qué implica pensar


el cuidado colectivo?
¿Desde dónde nos situamos para integrar los
cuidados dentro de los colectivos?
¿Qué implica o qué podemos tener en cuenta
para hacer de los cuidados un eje fundamental
en los colectivos?

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Como hemos visto, el cuidado de sí y el cuidado de la
otra requieren una actitud y un compromiso por parte de
nosotras para situar el bienestar como centro de nuestra
experiencia de vida y de nuestras relaciones con otras.
Así mismo, pensarnos el cuerpo integral colectivo implica
mirarnos por dentro para identificar los rasgos de nuestra
identidad colectiva que nos limitan, atender a los factores
que aumentan el riesgo y sus consecuencias. Buscamos
situar los cuidados y las prácticas de bienestar subyacentes
a éste como parte integral, como esencia de lo colectivo.
Sin cuidados, el cuerpo integral colectivo, se enferma, se
debilita y puede llegar a desaparecer.

Como vimos, no basta con juntar personas en un mismo


espacio para ser un grupo, ahora queremos ir un poco
más allá y partir de la premisa de que tampoco resulta
automático ser un grupo o colectivo para que los cuidados,
aunque necesarios para el buen vivir del cuerpo integral
colectivo, estén presentes.

Podemos ver grupos en donde ciertas personas que hacen


parte son conscientes del cuidado de sí y el cuidado
relacional pero esto no conlleva necesariamente a que el
colectivo tenga incorporada una mirada de los cuidados
como eje vertebral de las relaciones, el funcionamiento y
las estructuras colectivas. Es por ello que a continuación
proponemos algunas claves para integrar el cuidado a
los colectivos:

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Poner en el centro lo
comunitario/colectivo
como lugar de regeneración
Hacer parte de un colectivo, además de llevar
a cabo los objetivos conjuntos que nos convocan
para juntarnos, nos abre la oportunidad de crecer
personalmente, conocernos, relacionarnos, tener un
espacio en el cual compartir/nos. Poner en el centro lo
comunitario o colectivo como lugar de regeneración
significa hacer del espacio común un nicho de aprendizaje,
de transformación que es personal, relacional y que
también aporta al colectivo como organismo vivo
y dinámico.

En este sentido, pensamos lo comunitario como un


potencial creativo donde construimos vínculos y
afectos, para el goce y la expansión, para la reflexión y
la acción. Lo comunitario como ese cuerpo colectivo,
donde exponernos desde la vulnerabilidad y donde
sanar las dificultades, los dolores, las frustraciones que
la vida, el trabajo y el activismo nos generan.

“Tener af ectos en espacios de lucha, eso signif ica tener


lealtades duraderas porque la lucha no es sólo la victoria,
es también la larga experiencia de la derrota. La euf oria
de la victoria es fantástica, pero cuando viene el bajón

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tienes que ser leal, aguantar y es más largo y es más
tedioso, pero a veces toca”.
(Rivera Cusicanqui, 2019)

Así mismo potenciar lo común y ponerlo en el centro de


nuestro hacer es una forma de darle sostenibilidad a los
procesos, a los proyectos y a los grupos. Si el colectivo
tiene vida propia, un cuerpo propio con sus formas de
hacer, reflexionar y sentir, no depende de individualidades
que sostienen y cohesionan.

Práctica creativa
La siembra
Para esta práctica debemos conseguir una matera y semillas
propias de nuestro territorio o del momento en el que vamos
a realizar la siembra. Podemos adecuar el espacio con una
manta, velas, cuencos bonitos para poner las semillas, una
jarra de agua y todo lo que se nos ocurra para generar un
ambiente ritual, bonito y tranquilo. Nos sentamos en círculo
y nos invitamos a conectar con la tierra. Podemos cerrar
los ojos para pensarnos como cuerpo colectivo y sentir
¿qué nos regenera o nos sana de estár en colectivo? y ¿qué
aporto yo o puedo aportar para el cuidado del colectivo?.
Cada persona va coger dos semillas, una por cada pregunta
y la va a sembrar en la matera compartiendo al grupo las
respuestas que vienen con dichas preguntas. Esta práctica
creativa nos invita a conectar con lo que significa sembrar,
con el proceso de germinación y crecimiento de la planta

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que requiere cuidados, intención, sol, agua, energía. Es
una metáfora de esa planta que va a crecer con partes de
cada una y siendo un solo cuerpo colectivo. Entre todas
decidiremos dónde vamos a dejar nuestra planta colectiva,
y cómo nos distribuiremos sus cuidados.

Liderazgos sostenibles - liderazgos


sacrificantes:
En el trabajo con lideresas defensoras de los derechos
humanos, desde la Corporación Sisma Mujer (2014)
se ha recogido la experiencia de desgaste que a nivel
personal, interrelacional y organizacional generan
cierto tipos de liderazgos. Denominados como
liderazgos sacrificantes, muchas mujeres lideresas
coinciden, a partir de su experiencia de vida, en
identificar formas de liderar su hacer político desde
el sacrificio, lo cual se relaciona directamente con la
tradicional socialización de género y el papel que ha
jugado la iglesia en nuestra socialización.

Como lo exponemos en “pongámonos en sintonía:


hacia una cultura de los cuidados” en el libro de la
introducción, las relaciones de género marcan los
estilos de liderazgos en la medida que ha existido,
históricamente, una repartición desigual e injusta de
los cuidados que recae en cabeza de las mujeres,

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considerándose un trabajo gratuito y natural al ser mujer.
Esto ha conllevado a que muchas mujeres defensoras
cuando son protagonistas del espacio público, hagan
de los cuidados una labor volcada hacia afuera, es
decir hacia sus colectivos, de sus compañeras, de los
espacios, dejando de lado una mirada de los cuidados
hacia dentro (cuidado de sí), hacia ellas mismas.

A esto, se le suma el hecho de que por las mismas


relaciones de género construidas social e históricamente,
muchas mujeres construyen su identidad a partir del
cuidado. “Yo soy yo en tanto cuido”, “yo valgo como
mujer, como persona, en tanto estoy a disposición de
los demás”. En palabras de la organización SISMA
Mujer “La división sexual del trabajo construye la
subjetividad femenina orientada al cuidado, a la
conexión con los demás, a la disposición a satisfacer
las necesidades ajenas. Esa disposición comporta que
el otro, además de ser objeto de preocupación, sea
instrumento de realización y de confirmación de la
valía de la mujer”.
(SISMA Mujer, 2014)

Transitar a un estilo diferente de trabajo en defensa


de los derechos humanos supone tanto para el cuerpo
integral colectivo como para las individualidades, un
espacio para el autoanálisis y la reflexión que permita
poner en evidencia y cuestionar las formas en las que
llevamos a cabo este trabajo.

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¿Qué necesitamos para transitar hacia la
sostenibilidad de nuestra militancia?

Hablamos de una militancia sostenible cuando


transitamos del sacrificio hacia una forma de trabajo
que pone en el centro a las personas, las relaciones, el
colectivo como cuerpo integral, y podemos exponer-
nos desde nuestras necesidades y límites; cuando el
placer y el goce son el motor que estructura nuestra
cotidianidad, y son indicador de compromiso personal
y colectivo; cuando los cuidados se integran en sus
múltiples dimensiones; cuando tenemos la facilidad y
la confianza, en nosotras mismas y en el cuerpo integral
colectivo, para rotar, distribuir, y cambiar los roles que
ocupamos, para sostenernos emocionalmente desde lo
comunitario, para transformar nuestros conflictos.

Práctica creativa
El collage de nuestros liderazgos
Para el desarrollo de esta práctica necesitamos cartulinas o
papelógrafos, tijeras, pegante, colores y revistas o periódicos.
Por grupos o de manera individual, vamos a crear un collage
de cómo son nuestros liderazgos, podemos preguntarnos
por ejemplo ¿qué tipos de mandatos estoy reproduciendo en
mi forma de trabajar? ¿Reproduzco patrones patriarcales,
racistas o de clase? ¿Cuáles son las relaciones de poder que
reproducimos sin darnos cuenta? ¿Qué partes de mí misma
dejo a un lado, descuido, en función de mi militancia?

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Una vez tenemos ese primer collage, en grupo o de manera
individual vamos a crear otro collage de cómo nos gustaría
que fuera nuestro liderazgo, cómo transformar esas formas
de los liderazgos sacrificantes y qué nuevos componentes,
actitudes y referentes podemos integrar para hacer una
transición a modelos de trabajo alternativos que sean
sostenibles. Desde la potencia de nuestra creatividad
colectiva podemos pensarnos ¿Qué me aporta sentido en
mi trabajo en defensa de los derechos humanos? ¿Hacia
dónde quiero caminar? ¿Cómo potencio mi autoestima
y la de las demás? ¿Cómo puedo fomentar la autonomía
personal, relacional y colectiva? ¿cómo incluir el goce y el
placer en nuestro quehacer? Para finalizar podemos colgar
por el espacio ambos collages y que cada quien comparta
sus piezas.

Más allá del daño


Encontramos muchas veces que los colectivos que
quieren llevar a cabo prácticas de cuidados, responden
ante una necesidad inmediata, urgente y coyuntural.
Responden a un llamado de emergencia enmarcado
por una situación de conflicto que estalla o entra en
la fase de crisis, por el agotamiento, la quemazón o
la desesperanza que va enfermando al cuerpo integral
colectivo. En otras palabras, cuando ese cuerpo se
daña, se enferma.

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¿Llevamos a cabo prácticas de cuidados en
situaciones límite?
¿Los cuidados colectivos son momentos o
actividades más o menos aisladas y esporádicas?

Ir más allá del daño, es un camino que vislumbramos para


hacer de los cuidados algo esencial. Significa atrevernos
ir un poco más allá de asumir los cuidados tan sólo como
una forma de disminuir afectaciones, daños, desgastes,
agresiones. Como el propio cuerpo, el cuerpo colectivo
necesita alimentarse, descansar, activarse, hidratarse,
necesita cuidarse, para, además de prevenir malestares
y enfermedades, proveernos de unas dinámicas, unos
hábitos, unas formas de ser y estar y hacer que aporten
al colectivo sostén y lo conviertan en un espacio para el
Buen Vivir /Vivir Sabroso.

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