VOLCAN

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 123

VOLCAN

DC IZALGO

P O R

JORGB LARDÉ,
DIRECTOR DEL OBSERVATORIO SISM0LÔG1C0 DE EL SALVADOR

S A N S A L V A D O R ,
EL VOLCAN DE IZALCO

Viaje geológico a ©se Volcán. —


Descripción del mismo y de sus
contornos. — S u s últimas erup-
ciones, — Origen e historia docu-
mentada y crítica de e s e Volcán
d e s d e el año 1524 hasta nues-
tros días (año 1 9 2 3 )

POR

1 0 R S E LñRQE,

DIRECTOR DEL OBSERVATORIO SISMOLÓGICO DE EL SALVADOR

OBRA P U B L I C A D A P O R EL S U P R E M O G O B I E R N O

S A N S A L V A D O R , G. A., 1 9 2 3

IMPRENTA NACIONAL
AL L E C T O R

A principios de noviembre de 1920 tuvimos noti-


cias de que al pie del Volcán de Izalco, entre él y el
Cerro Verde, se había abierto la tierra, y que por las
grietas salía lava y se producían grandes explosiones.
El fenómeno eruptivo por sí mismo, y el hecho de
iniciarse la formación de un nuevo cono volcánico (co-
mo decían los partes), eran motivos suficientes - para ir
a estudiar de cerca los fenómenos que allí tenían lugar
y reunir todos los testimonios que fuera posible acerca
del proceso que hasta entonces había seguido.
En consecuencia, fui enviado al nuevo centro volcá-
nico por el Dr. Hermógenes Alvarado (h.), Subsecreta-
rio de Estado, encargado de la Cartera de Instrucción
Pública, con el fin de estudiar los nuevos fenómenos
eruptivos.
La ocasión que me proporcionaba el Dr. Alvarado
para completar los estudios que desde 1915 había em-
pezado a hacer del Volcán de Izalco, debía ser apro-
vechada, y con tal motivo, además de hacer un estudio
de los fenómenos eruptivos que tenían lugar, recorrí los
contornos, ascendí a la cima del volcán, llevando el
instrumental necesario, parte del cual bondadosamente
me fue proporcionado por el Dr. Pedro S. Fonseca,
Director del Observatorio Meteorológico, a quien quedo
especialmente reconocido, lo mismo que al Dr. Alvarado.
Como en ese viaje no pude hacer todas las obser-
vaciones y medidas necesarias, y para mayor exactitud,
hice otras excursiones al volcán, para concluir esta obra,
— 4 —

en cuya primera parte se resumen esas varias excursio-


nes para mayor claridad de la exposición.
En la segunda parte se trata de la historia docu-
mentada del Izalco y se resuelven varias interesantes
cuestiones.
Debo, además, manifestar aquí mis agradecimientos
al Dr. A. Rochac Velado, por las fotografías de los
volcanes de Izalco y Santa Ana, tomadas por él y que
ilustran esta obra.—JORGE LARDË.
INTRODUCCION

El Volcán de Izalco es uno de los volcanes más


notables del Mundo a causa de haberse formado en los
tiempos históricos, y haber tenido durante mucho tiem-
po un período de actividad casi permanente, haciendo
erupciones cada 5 o 15 minutos, motivo por el cual se
le llamó Faro de la América Central.
Está situado ese volcán en jurisdicción no de Izal-
co, como se dice comunmente, sino en la de Santa
Ana (El Salvador, C. A.), a 9 kms. en linea recta al
N. 32° E. de la ciudad de Izalco, de la cual ha toma-
do su nombre. Puede considerársele,—aunque con reser-
vas,— como un cono adventicio del Volcán de Santa
Ana, en cuyas faldas australes se eleva.
Está a los 13° 49' de lat. N. y los 89° 38' de
long. W. del meridiano de Greenwich, y el punto más
alto, según mis medidas, está a 1869 m. sobre el nivel
del mar, 192 metros sobre la base del flanco boreal y
380 m. sobre la base del flanco austral.
Acerca de la altura del Izalco, los autores han da-
do varios valores: Fernández (Bosquejo físico, etc.) le
asigna 3950 pies (1204 m.) sobre el mar; Dawson
(Geografía Elemental, etc.) le asigna 1680 m.; Stephens
(Notes on Central America, etc. 1840) le atribuye 6000
pies (1836 m.) sobre el mar; Dollfus y de Mont-Serrat
(Voyage geologique, etc. 1866) indican 1825 m. sobre
el mar; Squier le asigna 2500 pies; Marcomb, 1885
m. (la apreció en 500 metros menos que el Santa Ana);
Barberena le asigna 1885 m. sobre el mar y 321 sobre
la base boreal, etc.
— 6 —

De todos ellos, los únicos que han ascendido y me-


dido su altura son Dollfus, Mont-Serrat y el que esto
escribe. Aquellos dan la cifra 1825 m., y yo 1869 metros
sobre el nivel del mar, diferencia que tal vez pueda
atribuirse a la alteración del cono con las erupciones
habidas desde 1866, .en que ellos lo midieron; y 1920
en que yo hice lo mismo.
El punto más elevado del Volcán de Izalco se en-
cuentra en el borde occidental del cráter central de la
cima.
En la cima se encuentran otros cráteres, uno al N.
del central, otro al Sur, otro S W. y otro al E. próxi-
mamente, y de ellos parten hacia abajo realzamientos
-en los cuales se han abietto las fisuras de erupción, al
pie de las cuales se encuentran otros cráteres muchísi-
mo menores.
Respecto al origen del Izalco se han hecho varias
afirmaciones, dándose como hecho cierto que empezó a
formarse en 1770; pero, como se demuestra en esta
obra, eso es un error.
En 1524 había en donde hoy está el Volcán de
Izalco, un infiernillo o auso!, del cual salía un río de
agua hirviendo y de hermoso caudal. En 1576, ese in-
fiernillo ya no existía. En 1636, en su lugar estaba una
depresión de cuyo centro salía un humo espeso y pro-
ductos incandescentes; era ya un volcán, aunque sin
cono. Por lo tanto, el Volcán de Izalco, empezó a for-
marse entre 1576 y 1636, es decir, al rededor de 1606.
Sin embargo, los productos de las erupciones del pe-
ríodo en que estaba en 1636 y de las erupciones pos-
teriores, aun los de la de 1722, no fueron suficientes
para constituir dicho cono, aunque sí una masa confusa
de lavas que ya existía en 1753, y no fue sino con las
erupciones de febrero de 1770 y especialmente con las
de abril de 1798 que el Izalco tuvo un verdadero cono,
al grado de poderse considerar como un volcán distinto
del de Santa Ana.
En este trabajo se dará una descripción detallada
del volcán y su historia documentada.
EL VOLCAN DE IZALCO
POR

JORGE LARDC
DIRECTOR DEL OBSERVATORIO SISMOLÓGICO DE EL SALVADOR

PRIMERA PARTE

Viaje geológico al Volcán, descripciones.


Ultimas erupciones.

Hacia ef Volcán

Con el objeto de recoger datos acerca del período


de actividad eruptiva iniciada al pie del Volcán de Izal-
co a fines de octubre próximo pasado (año 1920) y
hacer personalmente algunas observaciones sobre esa
actividad, y completar, además, algunos estudios que
acerca de ese volcán había emprendido, salí de San
Salvador el 6 de noviembre siguiente, en el tren de fe-
rrocarril que a las siete y media de la mañana parte
de aquí para Sonsonate, para dirigirme en seguida a la
ciudad de Izalco, y de allí al volcán vecino, que recibió
de esa población su nombre.
— 8 —

De San Salvador a Sitio del Niño


Como el objeto de este trabajo es presentar al lec-
tor todos los hechos que de algún modo puedan con-
tribuir a dar una idea clara del Volcán de Izalco y
sus contornos, y especialmente establecer bien los he-
chos constitutivos del nuevo período de actividad erup-
tiva, no trataré de las observaciones geológicas hechas
en el trayecto de San Salvador a Sitio del Niño, y só-
lo diré que después de rodear por el E. y N. al Vol-
cán de San Salvador, pasando por las estaciones de
Apopa, Nejapa y Quezaltepeque, y luego después, la
colada reciente de este volcán, llegó el tren a la esta-
ción de Sitio del Niño como a las nueve y media, ha-
biendo empezado a observar al Volcán de Izalco, des-
de poco antes de llegar a ella.

Desde Sitio del Miño


Sitio del Niño está situado en los llanos de El
Playón y Zapotitán, al N. W. del Volcán de San Sal-
vador, a 13° 48' lat. N., 89° 22' long. W. de Green-
wich y 440 m. sobre el nivel del mar.
Aprovechando la larga estancia que hace allí el
tren para esperar al que viene de Santa Ana, fuíme al
edificio de la oficina telegráfica y telefónica, y desde
allí estuve observando al Volcán de Izalco y tomando
las anotaciones del caso.
El Volcán de Izalco queda casi al Occidente de
Sitio del Niño ( W . 2 o N.); al Norte de su cono se ve
la enorme mole del Ilamatepeque o Volcán de Santa
Ana, y un poco más cerca, hacia el Oriente de ellos se
ve el cono volcánico de Cuhntepec o Cerro Verde o
Cuiliotal, de menor tamaño que el Ilamatepeque, aun-
que notablemente mayor que el Izalco.
Más cerca todavía de Sitio del Niño, al E. del Izal-
co, se ve un pequeño cono, al S. del cual está otro
semejante, y al Oriente de ellos otro de igual tamaño
— 9 —

próximamente. Estas alturas constituyen lo que se llama


Volcán de San Marcelino, Cerro Chino o Volcán de
San Andrés.
Y más cerca todavía se ve una altura volcánica ert
forma de lacolito o casquete esférico.

Rectificación importante
Antes de pasar adelante, y para evitar confusiones
debo llamar especialmente la atención sobre el grave
error que se viene cometiendo al confundir el Cuhnte-
pec o Cerro Verde, llamado también El Cuiliotal o El
Encantado con el Volcán de San Marcelino, denominado
también Cerro de San Andrés o Cerro Chino.
En el mapa de El Salvador, hecho por Dawson, se
ve el nombre de Volcán de San Marcelino sobre la al-
tura correspondiente ai Cerro Verde, y en el mapa ela-
borado por Barberena y Alcaine, para salir del paso, se
optó por repetir el nombre de Volcán de San Marceli-
no, poniéndolo sobre el Cerro Verde y sobre la altura
designada así realmente.
El Cerro Verde está situado entre los volcanes de
Santa Ana, Izalco y San Marcelino. De estos cuatro vol-
canes, el mayor es el Santa Ana, le sigue el Cerro Ver-
de, después el Izalco, y por último, el San Marcelino,
que apenas se eleva sobre el suelo que le rodea.
Puestos en el borde Sur del cráter del Volcán de
Santa Ana, el Izalco está al S. 7° W., el Cerro Verde
al S. 24° E. y el San Marcelino al S. 55° E., y des-
de el punto más alto del Izalco, el Santa Ana está al
N. 7 o E., el Cerro Verde al N. 42° E. y el San Mar-
celino al N. 85° E.

Actividad del fzalco


Desde Sitio del Niño, a simple vista, con mucha
dificultad se veía una nubecilla blanquecina en la falda
oriental del volcán (la que se ve desde Sitio del Niño);
— 10 —

pero con el anteojo pude observarla bien: paréete


salir del pie del Izalco, al otro lado de un pequeño co-
no (del grupo del San Marcelino), y presentaba máxi-
mos cada cuatro o cinco minutos, correspondiendo cada
uno probablemente a las erupciones. Mientras observa-
ba, estaba cerca de mí, viéndome, un empleado de la
oficina telegráfica, el que, a una pregunta que le dirigí,
me respondió: «Desde hace una semana que está
echando humo; ayer, como a estas horas, estaba echan-
do mucho, no por la punta, sino por abajo, detrás de
aqt.el cerrito que se mira al pie (y me señaló el de
San Marcelino); en la tarde volvió a echar más, y hoy
no ha echado nada». Ese «volvió a echar más» indi-
caba un intervalo de reposo entre la actividad de la
mañana y el de la tarde, y a una nueva pregunta me
confirmó dicho período de relativa calma. «Como a la
hora de almuerzo, me dijo, el volcán dejó de echar hu-
mo, pero después que pasó el tren, como a eso de la"5
cuatro, volvió a echar sus bocanadas de humo». Ese
testimonio me fue plenamente comprobado por los que
recogí ese mismo día en Sonsonate e Izalco. La ex-
presión «sus bocanadas de humo», indica que no era
una columna de humo permanente la que salía, sino
masas de humo que salían con intermitencias.

Ei nuevo centro eruptivo

De Sitio del Niño a Sonsonate la línea férrea pasa


las estaciones de Ateos, Tres Ceibas, Armenia, La Puer-
ta, Los Lagartos, El Bebedero y Caluco. En esa parte
del trayecto el volcán de Izalco puede verse perfecta-
mente en muchos trechos desde los que pude observar
el nuevo centro eruptivo, el que hizo, cuando iba en ese
trayecto, tres grandiosas erupciones, emitiendo en los
intervalos intermitentes columnas de vapores blanque-
cinos.
El nuevo centro eruptivo está situado al pie del
flanco oriental del Izalco, entre este volcán y el «Cerro
Verde»; pero visto desde la línea férrea parece que es-
o.

o
3 o.
53
•a
o
C/3 CS
03
"5
C •J
O
u
o
o
o •5
es
N S
.
OJ o"
ej
T3 B
N
C3
o
C U
<D Tjo
S-
tu
O • rCe
o "3
>o
03 •a

re re
M— •a
03 "áj o

a) ' 3
<u > O"
•o aj N
en
O
_re
a •a
e re
"ce c ' o
O
re
.n
T: "öS
eS
£ c 'u
u. UJ
O O
CJ
Ò
n o j re
-re O) >
o _re
o a>
> T3 re
o <uJ
3 •Q eOn
E E n
cu re
CJ

> o "o
'>
O
Si
re
g
Z OJ
5
•O o
=3
— 11 —

tuviera en un tercio o un cuarto de la base hacia la


punta; mas eso se debe a que la base del Izalco no es
horizontal, sino inclinada hacia el Sur, pues dicho vol-
cán se encuentra en el flanco austral del llamatepeque;
de esto resulta que el pie oriental es más elevado
que el austral, de modo que el que observa desde
la línea férrea, esto es, desde el Sur, considera como
base el nivel del pie austral, y ve al oriental, con el
nuevo cráter, a una altura mayor, a un cuarto o tercio
de la base hacia la punta.
Desde la línea férrea parece que desde el nuevo
cráter salen numerosas coladas de lava divergentes, en
forma de abanico; pero de todas ellas sólo la occiden-
tal presentaba distantemente fumarolas, de modo que
era la única reciente; las otras eran viejas y ya las te-
nía anotadas en mis anteriores libretas de viaje. Debo agregar
aquí, para mayor claridad, que las coladas viejas, como
observé después, no salieron del cráter que estaba ac-
tivo, sino de otros situados más arriba y un poco hacia
el Norte.
Como el conocimiento de la geología de la región
atravesada entre Sitio del Niño y Sonsonate es intere-
sante para el objeto de este trabajo, voy a presentar al
lector las observaciones relativas a ella.

De Sitio del Niño a Armenia

El espacio comprendido entre Sitio del Niño y Ar-


menia es una extensa vacía en la cual se encuentra
un terreno cenagoso y la laguna de Zapotitlán, de la
que sale el «Río Sucio», que corre hacia el N. E. y pa-
sa cerca de Sitio del Niño. A consecuencia de las fuer-
tes erupciones del Cerrito del Playón en 1658, el curso del
«Río Sucio» fue interceptado, y toda la región baja fue
inundada por las aguas, según dicen los antiguos cronis-
tas, hasta que rompiendo por donde hoy corre dicho río,
se vació, quedando únicamente la laguna de Zapotitlán.
En ese llano o vacía existen numerosos cantos ro-
dados en un sedimento terroso de color amarillento
— 12 —

y que fueron depositados allí por la acción de las


aguas, lo que unido al hecho citado ocurrido en
1658 hace pensar en la existencia en otro tiempo de
una laguna que ocupó toda esa vacía y que fue relle-
nada y cegada por los sedimentos de los materiales de-
tríticos acarreados a ella por los ríos y torrentes.
Los estudios que he hecho de esa región son todavía
insuficientes para resolver definitivamente la cuestión que
acabo de plantear, manifestando no obstante que la
referida capa de cantos rodados me parece ser la misma
de formación marina de que hablaré dentro de poco.
Esa capa de cantos rodados puede observarse bien,
poco antes de llegar a Ateos (440 m. sobre el nivel
del mar); después de haber pasado esta estación se le
ve con frecuencia; cerca de Tres Ceibas la capa de tie-
rra rojiza con cantos rodados se ve con entera claridad
y entre éstos, se ven algunos fragmentos de un conglo-
merado de formación evidentemente anterior.
En la estación de Armenia (584 m.), puede verse,
lo mismo que en los trechos anteriores, con mucha cla-
ridad, la referida capa de cantos rodados, porfiroides en
su mayor parte; pero en las últimas partes de ese tra-
yecto los caracteres de la citada capa con cantos ro-
dados corresponden a un sedimento de origen marino.

De Armenia a La Puerta
La referida capa de tierra rojiza arcillosa con can-
tos rodados, puede observarse en todo el trayecto de
Armenia a Sonsonate, salvo en algunos trechos en que-
se encuentra cubierta por coladas de lava, pumitas y
cenizas volcánicas, de origen relativamente reciente.
Después de Armenia (583 m.) se llega a la esta-
ción de La Puerta (570 m.) quedando entre ellas el
punto más elevado (587 m.) de la línea férrea en su
trayecto de Sitio del Niño a Sonsonate. Ese punto co-
rresponde a las pequeñas alturas que por ese lado se-
paran la vacía de Zapotitlán de la cuenca del Chiqui-
huat.
— 13 —

En el trayecto de Armenia a La Puerta se obser-


va siempre la referida capa de tierra rojiza con cantos
rodados, sobre la que se apoya en ese trecho una ca-
pa de tierra blanca con granos de pómez (cenizas vol-
cánicas pumíticas), sin ocultar del todo a aquélla a cau-
sa de los cortes del camino.
También puede observarse con claridad, paralela-
mente a la vía, al Sur de ésta, los cortes verticales de
la gran falla caluco-armeniana que descubrí en 1915, y
que parece no ser extraña a las manifestaciones sísmi-
cas de este país. En esa falla se ve que debajo de
esa capa rojiza con cantos rodados, se encuentra una
capa constituida por un conglomerado antiguo, de mu-
cha consistencia, del cual puede verse fragmentos o
bloques cerca y al N. de la vía, en el trayecto de Ar-
menia a La Puerta, y el cual no es otro que el con-
glomerado que se ve en algunos puntos del fondo pro-
fundo del Sunsunapán (o Río Grande de Sonsonate).
En esa misma parte de la vía puede verse, des-
pués de las cenizas pumíticas, una colada de lava que
parece haber salido de un cerrito (¿volcán?) achatado en su
cima y que está cerca de la vía. Ese punto merece especial
estudio, pues allí, o muy cerca de allí, se encuentra el
foco de los terremotos armenianos, tales como el del
21 de marzo de 1867, que arruinó la iglesia de Arme-
nia, el de uno de los choques del terremoto del 6 de sep-
tiembre de 1915 y el del primer choque (el que arruinó a
Armenia) del terremoto de 1917 (7 de junio), terremotos
que han además causado serios daños en San Julián
Cacaluta.
También puede verse en ese trayecto otra falla,
al Norte de l,a vía, y paralelamente a la anterior, como
que si el terreno comprendido en ellas se hubiera hundido.

De La Puerta a Sonsonate

Después de salir de La Puerta para Sonsonate, el


camino continúa en descenso, formando el suelo la re-
ferida capa rojiza de cantos rodados, cubierta a veces
por cenizas y lava.
— 14 —

Poco después de La Puerta se ve desaparecer la


capa rojiza de cantos rodados bajo la capa de pumitas
y cenizas volcánicas feldespáticas, blancas, aunque lige-
ramente alteradas en la superficie.
Como a un kilómetro antes de llegar a Los La-
gartos, se encuentra un poco de lava, que luego desa-
parece de la vía, viéndose la referida capa terroso-
arcillosa, rojiza o amarillenta con cantos rodados, la
que se observa hasta poco después de El Bebedero.
Esta capa desaparece nuevamente bajo una extensa co-
lada de lavas, que se pueden observar desde poco des-
pués de El Bebedero hasta la estación de El Zapote, en
donde desaparecen, en corto trayecto, para empezar a
verse de nuevo hasta Caluco.
De allí a Sonsonate ya no se ve mucha lava, y sí
la capa de cantos rodados.
¿Cuál es el origen de las coladas que se observan
por El Bebedero, El Zapote y Caluco? ¿Provienen del
Izalco, como lo suponen Dollfus y de Mont-Serrat, o
provienen de otro volcán? Más adelante trataremos de
esta cuestión; y por ahora, debo decir solamente algu-
nas palabras acerca de la gran falla caluco-armeniana,
ya mencionada.
Esa falla puede verse desde antes de Armenia y
La Puerta, en algunos trechos; pero después de esta
última estación puede observarse continuamente hasta la
de Caluco, a mano izquierda y al Sur de la vía. Un exa-
men atento hace ver que se trata de una serie de fallas
escalonadas. En Caluco (al S.) concluye esa falla al
mismo tiempo que la Cadena Costera del Sur del de-
partamento de Sonsonate. Como 12 kms. al N. de esa
falla y cadena, y paralelamente a ellas, se encuentra la
Cadena Costera del Norte, del mismo departamento, la
que lleva la falla volcánica reciente; de modo que el
terreno comprendido entre ellas es una faja de hundi-
miento, cuya mayor altura se encuentra hacia el E. y el
N., como lo indica claramente el curso de las aguas.
Llegué a Sonsonate a medio día, y después de al-
muerzo partí, el mismo día, para la ciudad de Izalcr,
recogiendo antes algunos datos que necesitaba.
— 15 —

En Sonsonate

En Sonsonate se me refirió que desde hacía una


semana el Volcán de Izalco había estado echando humo
por detrás de su flanco Sur (S. E.); que en la mañana
y en la tarde del día anterior había echado mucho, pe-
ro que se había calmado pronto; que en la noche de
ese día ( 5 de noviembre de 1920), como a las 9
(21 h.) se oyó un ruido como el de una corriente que
arrastraba piedras. Este dato es altamente interesante,
pues no se trata de un hecho aislado, ya que se oyó
un ruido semejante cuando la erupción del Volcán de San
Salvador en 1917 y en la del Volcán de San Miguel en
1920. ¿A qué se debe ese ruido? ¿A una correntada de la-
va subterránea? ¿ O a deslizamientos en los labios de las
"fallas? ¿A qué? El estudio de esos sonidos debe hacer-
se, ya que pueden dar informaciones preciosas acerca
de las condiciones internas del proceso eruptivo.
También me manifestaron allí en Sonsonate que en
la madrugada del día en que llegué ( 6 de noviembre)
se había sentido un temblor de tierra que «de seguro
viene del Izalco». Ese temblor lo sentí en San Salvador,
y según partes telegráficos que recibí de los colaborado-
res en los departamentos del Observatorio Sismológico,
del que soy Director, fue sentido en toda la región del
Centro y Oeste de El Salvador, y los aparatos sismo-
gráficos anotaron una fase preliminar de 21 segundos,
una duración total de 52 s. a partir de las 4 h. 19 m.
18 s.; de modo que, dada la fase preliminar, el foco
de dicho temblor estuvo como a 170 kms. de la capital
(San Salvador); y como el Volcán de Izalco dista de
aquí, en línea recta, sólo 50 kms., resulta que el referi-
do temblor no provino de ese volcán.
Llamo la atención sobre ese hecho, porque aquí es
costumbre y creencia general que los temblores de tie-
rra no se sienten en El Salvador, se deben al Izalco o
al Lago de Ilopango, porque nadie se preocupa por
examinar esos prejuicios y establecer la verdad.
— 16 —

En las pocas horas que pasé en Sonsonate, sólo


vi una bocanada de humo blanquecino que salió ( a las
14 h. 10 m.) del nuevo cráter, el que no se ve desde
Sonsonate, aunque sí el hunio, al otro lado del flanco
Sudoriental del volcán, y además se ve salir por la ci-
ma, de las fumarolas, unas nubecillas blancas y tenues.

La sierra de volcanes

Desde Sonsonate se ve gran parte de la sierra


Apaneco-Ilamatepeque, a la cual pertenece el Izalco, por
cuyo motivo, para mayor claridad de lo que va a se-
guir, debo hacer una breve descripción.
Esa sierra se empieza a elevar en la margen iz-
quierda del Río Paz, a 22 kms. de la costa del mar, se
dirige hacia el E., formando dos arcos; el primero de
convexidad hacia el Sur y el segundo hacia el N., for-
mando una S., y termina en la vacía de Zapotitlán,
emitiendo antes un pequeño espolón, que pasa entre Ar-
menia y La Puerta, y va a terminar a la Cadena Cos-
tera del Sur de Sonsonate.
La sierra Apaneco - Ilamatepeque está formada de
dos clases de sistemas superpuestos en parte: de un
pliegue montañoso y una serie de volcanes; aquél for-
ma en su cima una angosta meseta, y éstos, los picos
que se ven en la serranía.
Desde Sonsonate, el Volcán de Izalco se ve hacia
el N. E. y llama la atención por la ausencia completa
de vegetación, «pareciendo» estar formado su cono
únicamente de arena. El Ilamatepeque (Volcán de Santa
Ana) se ve hacia la izquierda, inmediatamente después
del Izalco (al Norte de éste) y llama la atención por
su enorme masa, sobre la que descansa el Izalco. De-
trás de este volcán se ve el Cuhntepec, cubierto com-
pletamente de vegetación, por cuyo motivo se le ha
llamado también Cerro Verde. A la derecha — al Este
de estos volcanes,— se ve una pequeña altura, la que
constituye el Volcán de San Marcelino. Detrás de estos
— 17 —

volcanes está oculto el Lago de Coatepeque, de forma-


ción volcánica.
Hacia la izquierda de ese grupo volcánico, al W.
del Ilamatepeque y N. de Sonsonate, se ve un bonito
cono volcánico, cubierto de vegetación: es el Volcán de
los Naranjos, y un poco atrás de ese volcán y hacia
el W. se encuentra otro,--menos perfecto, llamado Ta-
magastepeque, Tamagaste y Tamaca, y más al Occi-
dente todavía y un poco más al N. se ve un volcán
derruido, que presenta dos picos, que no son más que
los bordes del cráter, en el interior del cual está la la-
guna de La Rana: es el Volcán de Las Aguilas o Cuey-
tepeque. Después de éste, hacia el Oeste o hacia el S.
W., está el Volcán de San Juan o la Laguna Verde, y
después el Volcán de Ahuachapán o La Lagunita, con
tinuando hacia el Occidente otros conos de apariencia
volcánica (Maco, Santa Rita, etc.)
Hacia el S. de la línea que une los volcanes de
San Juan y La Lagunita, está el Chichicastepeque o Vol-
cán de Apaneca, el que se ve perfectamente hacia el N.
W. de Sonsonate.
Esta Sierra Apaneco-Ilamatepeque, que se acaba de
describir someramente, no es más que una parte de la
gran cadena volcánica que se extiende de N. W. a S.
E. en todo Centro América, siguiendo más o menos la
costa del Pacífico.

En izalco
Como queda dicho, el mismo día 6 de noviembre
de 1921, salí de Sonsonate a la ciudad de Izalco, la
que dista de aquélla alrededor de 6 kms. en línea recta,
y está situada S. S. W. del volcán y a 440 m. sobre
el nivel del mar, sobre un suelo constituido de la capa
arcillo-terrosa amarillenta o rojiza, con cantos rodados,
que he citado varias veces.
Como a 2 kms. de Sonsonate, atravesé el puente
que está sobre el Sonsunapán, e inmediatamente des-
pués llegué a Sonzacate, pueblo situado a 260 m. so-
bre el nivel del mar; esto es, 30 m. sobre el nivel me-
2—El Volcán de Izalco.
— 18 —

dio de Sonsonate; a 2 kms. de allí atravesé el Río de


Ceniza, que baja del Volcán de Santa Ana, y llamado
así desde tiempo inmemorial, probablemente a causa de
los productos cáusticos y cenizas volcánicas por él
arrastradas en los períodos eruptivos de los volcanes
de Santa Ana e Izalco; y en fin, con 3 kms. más, lle-
gué a la ciudad de Izalco, que está situada al S. S. W.
del volcán vecino y a 440 m. sobre el nivel de! mar.
En todo ese trayecto se encuentra la tantas veces
citada capa rojiza o amarillenta con cantos rodados,
raras veces cubierta de cenizas; y sólo en el cauce del
Río de Ceniza he visto lava, perteneciente a una anti-
gua colada, ignoro de qué volcán, mas parece ser del
Ilamatepepue.
Llegué a Izalco temprano de la tarde. Me dirigí a
casa de don Pedro Cantor, Inspector de Instrucción Pú-
blica, en aquella Zona, en cuya casa fui objeto de fi-
nas atenciones. Como era temprano, me disponía a par-
tir al volcán, cuando el excelente joven don José Mu-
rillo, me excitó a retrasar el viaje hasta la mañana si-
guiente, y en que irían al volcán él y otros distinguidos
vecinos de Izalco y una Comisión Municipal, excitativa
a la que accedí gustoso, tanto por la compañía como
porque ine sería más fácil obtener los datos que ne-
cesitaba.
Esa demora en Izalco me proporcionó la oportuni-
dad de recoger datos importantes acerca del actual pe-
ríodo eruptivo, y acerca de los habidos en los últimos
años, lo mismo que tradiciones importantes,— a las que
haré referencia más adelante,— aprovechando además mi
estancia en Izalco, para observar desde allí el volcán y
su actividad.
Para hacer estas observaciones fuimos con don Pa-
blo Sánchez, corresponsal del Observatorio Sismológico
en esa población, don José Murillo, don Enrique Zepe-
da, don Juan Pineda y otras personas, a un lugar eleva-
do de la ciudad, contiguo a la antigua parroquia arruinada,
según tradición que recogí allí, «por el terremoto que
arruinó a Guatemala el día de Santa Marta»; esto es,
en 1773, y así debe ser, pues la nueva parroquia, aho-
— 19 —

ra en ruinas, fue concluida en 1815, según dice una


placa en ella colocada; y en una reunión de vecinos,
tenida el 21 de diciembre de 1773, se acordó «pedir al
Alcalde Mayor su cooperación para la reedificación de
la parroquia».
Allí estuve hasta bien tarde observando, oyendo los
hechos y tradiciones relatadas por las personas que es-
taban conmigo, y haciendo las anotaciones correspon-
dientes.

ES Volcán de izalco

El Volcán de Izalco se eleva, al parecer, sobre la


falda austral del Ilamatepeque, el que de la ciudad se
ve casi detrás de aquél, quedando a la derecha (al
Oriente de esos dos volcanes) un volcán extinguido, el
Cerro Verde, plano en su cima y cubierto de vegeta-
ción, y a la izquierda (al Occidente de aquéllos) se
eleva el hermoso cono, cubierto también de vegetación,
y llamado Volcán de los Naranjos.
El Volcán de Izalco está al N. E. de la ciudad que
le dio su nombre, y entre los volcanes visibles desde
allí, es el único que carece de vegetación y el que pre-
senta pendientes más fuertes (35° y aun 42°). Parece
que su cono estuviera formado de arena grisácea, aun-
que en realidad, lo que así parece, son aglomeraciones
de piedras; la superficie parece lisa, salvo en un real-
zamiento que, frente a la ciudad de Izalco, va desde la
cima hasta la base.
Examinando la cima se ve que al partir del punto
más elevado se dirige hacia el Oriente una escotadura,
la que, según observé después, cuando estuve allá arri-
ba, corresponde al reborde austral del cráter central
de la cima.
Hacia adelante de la escotadura, es decir, poco más o
menos frente a la ciudad de Izalco, se ve un realzamiento
que, según vi después allá arriba, corresponde a un
cráter adventicio de la cima, al que llamaré cráter izal-
queño, y del cual parte hacia la base el realzamiento a
que hice referencia en el párrafo anterior, realzamiento
— 20 —

que indica una línea de menor resistencia, por cuyos


puntos han salido productos eruptivos. Según se me in-
formó, en 1902, además de la lava que salía hacia atrás
del volcán, por ese realzamiento, «se abrió el volcán
de arriba abajo, y por la grieta salía un fuego muy vivo
que iluminó la población, alarmando a todos, y se hi-
cieron procesiones y otras ceremonias religiosas para
evitar el peligro.»
El cráter izalqueño no está exactamente en la di-
rección de Izalco, sino un poco desviado al Oriente de
la línea que une a la ciudad con el volcán.
El examen de la cima permite ver también otro
cráter adventicio, semejante al anterior y situado al W.
de la línea que une al punto más elevado del volcán
con la ciudad. Como queda al lado de Nahuizalco, le
llamaré cráter nahuizalqueño. De él parte hacía la ba-
se otro realizamiento semejante al del anterior. De
este cráter salieron productos incandescentes en el año
de 1915.
Detrás del cráter izalqueño hacia el E S E . hay
otro semejante más pequeño, no visible desde Izal-
co, y que por estar hacia Armenia le llamaremos cráter
armeniano, cráter del que parte hacia la base otro real-
zamiento semejante a los indicados anteriormente, y que
llega al f)unto en que está el nuevo cráter, cuyas erupcio-
nes empezaion «afines de octubre de 1920», «nuevo» p'orque
ciertamente se formó con las erupciones habidas en es-
te año, erupciones que han motivado la inspección que
relato.
Hacia atrás del cráter central está otro cráter
«el cráter boreal de la cima», del que también par-
te otro realzamiento como los anteriores, llegando hasta
la base (entre los volcanes de Izalco y Santa Ana), en
donde hay otros cráteres.
Para ascender al Izalco hay que hacerlo por uno
de esos cuatro realzamientos que, a partir de los cráte-
res adventicios de la cima, se dirigen a la base siguien-
do las generatrices del cono. La razón de esto es que
en esos realzamientos hay lava continua, inmueble y la
pendiente es menos brusca, mientras que en los flancos
— 21 —

comprendidos entre ellos, la superficie está formada de


piedras sueltas y presenta una pendiente mucho ma-
yor.

La base del Izaico


Desde el ¡zaleo puede observarse muy bien que la
base del volcán está rodeada de una meseta anular for-
mada de lavas, o bien, que el cono de ese volcán se
eleva sobre su meseta de lavas.
Algunos opinan que esa meseta de lavas es ante-
rior a la formación del cono volcánico, mientras otros
sostienen que es posterior. En la segunda parte de esta
obra (Historia del Volcán de ízalco) resolveré esa cues-
tión, en vista de la constitución de esa meseta y de la
documentación histórica.
Sobre esa meseta de lavas, y hacia el Sur del vol-
cán, se-ve desde la ciudad de Izalco un realzamiento
de lava, el cual corresponde a un inmenso cráter situa-
do allí, y que no es otra cosa que «el principio de un
volcán tan distinto del Izalco, como éste lo es del de San-
ta Ana.» Ese cráter se encuentra hacia el Oriente de la
línea que une la ciudad de Izalco con el pie del cres-
tón o realzamiento que parte del cráter-izalqueño. En
esa eminencia volcánica, a la que llamaré «Volcán de
Caluco», existieron no hace mucho tiempo (1915), unas
fumarolas, conocidas con el nombre de «respiraderos».
Esa meseta anular rodea la base del volcán en to-
dos sentidos: en la parte Norte es poco ancha; pero su
anchura aumenta hacia el Este y al W. del volcán, al-
canzando la mayor en la parte Sur.
El borde exterior de esa meseta anular no es re-
gular, pues salen de ella diversas coladas que traspasan-
do los límites de la meseta avanzan hacia el Sur, al-
gunos hasta muy cerca de la ciudad de Izalco.
Esas coladas que traspasan los límites medios de
la meseta, las del Sur avanzan directamente hacia ese
rumbo; las del Este y Oeste, siguen primero estos rum-
bos y después se encaminan al Sur, y las del N., se
dirigen primero al E. o al W. y después hacia el Sur.
— 22 —

Todo eso resulta de que la meseta tiene una for-


ma elíptica, cuya parte boreal está más elevada que la
austral. El eje mayor de esa elipse está dirigido de
N. a S.
De todas esas coladas, la que más llama la aten-
ción de quien las observa desde el Izalco, es una gran
colada (o mejor dicho, conjunto de coladas) que, salidas
del flanco boreal del cono, y que dirigiéndose hacia el
Occidente del Volcán, por Los Trozos, se separa de la
meseta desviándose hacia el Sur y S. E. hasta colocar
su extremo entre el volcán y la ciudad de Izalco, de-
jando entre ella y la meseta un espacio cubierto de ve-
getación llamado La Tortolita.

La nueva actividad volcánica


Desde Izalco, como he dicho, el nuevo centro erup-
tivo no es visible, pero las erupciones se observan con
claridad, lo mismo que los productos fumarolianos de la
colada reciente.
La tarde que llegué a Izalco (6 de noviembre), las
erupciones no eran muy intensas y se operaban con in-
tervalos variables entre 8 y 12 m., siendo raros los me-
nores de 8 m. y los mayores de 12 m. La actividad
fue en aumento hacia las últimas horas de la tarde,
acaeciendo las más intensas con ruido perceptible en
Izalco a las 17 h. 19 m., a las 17 h. 25 m., a las 18
h. 0 m. y a las 20 h. 3 m.; después la actividad fue
menor.
Los retumbos se oían como de 25 a 27 s. después
de la salida del humo a causa probablemente del tiempo
que tardaba el sonido en ir del cráter al lugar (Izalco),
en donde estábamos observando, lo que comprobé des-
pués en el cráter al observar la concomitancia entre la ex-
plosión y el retumbo, aunque precedidos de un ruido
particular de otra naturaleza.
En la ciudad de Izalco nunca oí ningún retumbo co-
mo precursor a la erupción correspondiente; y sin
embargo, algunos de* los que estaban allí, me afirma-
— 23 —

ron al principio que «el retumbo precedía a la erup-


ción», caso curioso que he observado en diversas oca-
siones, especialmente con los temblores, en que franca-
mente he oído el retumbo al mismo tiempo o después
del temblor, y muchos han afirmado que fue antes. La
falta de observación en lo relativo al tiempo es muy fre-
cuente, lo que debe tenerse enj cuenta en'esta clase de
testimonios. En el período dé actividad del Izalco de
1915, se oían en Sonsonate los retumbos «después» de
la salida del humo, y muchas personas afirmaban que
«antes», hasta que con una observación cuidadosa se
convencieron del error.
Los retumbos que esta vez se oían en Izalco no
eran iguales a los que observé en 1912 y 1915. En es-
tos períodos los retumbos conmovían las puertas y pa-
redes de las casas de Izalco y Sonsonate, y el sonido
era grave e imponente. Pero en esta ocasión eran dé-
biles y se parecían al causado por la caída de paque-
tes de láminas o piedras; o mejor, como unas series de
conjuntos de pequeñas explosiones.
Algunos han creído que los retumbos de 1912 y
1915 iban acompañados de temblores de tierra a causa
de la trepidación de puertas, muros y suelos que cau-
saban; pero ése es un error: la trepidación se producía
al chocar la onda sonora, que constituía el retumbo, con
las paredes y puertas; la trepidación se producía «al
mismo tiempo» que por el aire llegaba el sonido. Si en
el momento de partir el retumbo del volcán hubiera sa-
lido un temblor de tierra, como las ondas sísmicas
se trasmiten mucho más ligero en la tierra que las ondas
en el aire, el temblor se sentiría antes de la llegada del
retumbo, y el hecho es que la trepidación de los mu-
ros, puertas, &., se producía con la llegada del soni-
do (retumbo), el que distintamente se trasmitía por el
aire, y no por la tierra, transmitencia en el aire que
quedaba comprobada por el intervalo de tiempo nota-
ble entre la explosión volcánica y la llegada del soni-
do, intervalo que sería imperceptible si la transmi-
sión se hubiera operado no por el aire, sino por la
tierra.
— 24 —

Siendo la distancia de Sonsonate al volcán de Izal-


co de 14 kms., en línea recta, las ondas propagadas
por el aire tardan alrededor de 40 s. en ir de uno
de esos puntos al otro, mientras que las ondas trans-
mitidas por la tierra, aun las más lentas tardan menos
de 5 s. en recorrer el mismo espacio. De allí resulta
que partiendo simultáneamente del Izalco una onda so-
nora por el aire (retumbo) y una onda sísmica por la
tierra, ésta tiene que llegar 35 s. antes que la otra;
luego, las trepidaciones de los muros producidas al mo-
mento de la llegada del retumbo se debe al choque de
las ondas aéreas que constituyen estos sonidos y no a
un verdadero temblor de tierra. Esto queda plenamente
comprobado por el hecho de que el intervalo, entre la
explosión y la llegada del retumbo, varía con la dis-
tancia, sin que haya el menor intervalo entre la llega-
da de esas ondas y la trepidación del muro.
En 1915, como he dicho, los retumbos oídos en
Izalco, eran violentos y muchos de ellos alarmantes y
botaban fragmentos de paredes; pero en esta ocasión,
(1920) los retumbos eran débiles. Según testimonio que
recogí en Izalco, y después, en otra jira, en Zalcoati-
tán, Nahuizalco, Coatepeque, Santa Ana y Armenia, re-
sulta que en Izalco se han oído numerosos retumbos,
pero ninguno alarmante, salvo el de media noche del
31 de octubre al 1.° de noviembre de 1920; en Son-
sonate se oyeron muy pocos, lo mismo que Armenia,en
donde se oyeron sólo en la noche del 1.° de noviem-
bre (noche del 1.° al 2); en Juayúa se oyeron algu-
nos; pero en Zalcoatitán, separado del nuevo centro
eruptivo por el propio volcán de Izalco, no se oyó nin-
guno, y lo mismo aconteció en Santa Ana y Coatepe-
que, situados al otro lado del Ilamatepeque, de modo
que esas alturas han impedido la trasmisión de las on-
das sonoras (retumbos) del volcán.

Más datos
En Izalco, en el lugar en que estaba observándo,
se me refirió que el sábado 30 de octubre, a las 10
— 25 —

de la mañana, se oyó un ruido grande {voluminoso), se-


mejante al que causaría un gran derrumbe de piedra
producido en el volcán, y según testimonio que recogí
al día siguiente, día en que partí hacia el nuevo crá-
ter, ese ruido se oyó en todos los lugares y viviendas
situadas en las cercanías del volcán, y como este de-
rrumbe no aparece en ninguna parte, la causa de él que-
daría desconocida si no fuera que el espacio en que es-
tá el nuevo centro eruptivo ha sufrido un hundimiento,
como se verá más adelante, al que puede atribuirse
dicho fenómeno.
Según datos que adquirí después en «La Garroba»
(hacia el lado sudoriental del volcán) y en «Las Bru-
mas» (dos kms. al N. del zaleo), la lava empezó
a correr desde ese momento, es decir, desde que
se oyó el ruido indicado, aunque las columnas de humo
y los retumbos habían empezado a percibirse desde an-
tes, desde el día anterior; esto es, desde la noche del
28 de octubre. Don Daniel Cordón, colaborador del
Observatorio en Juayúa (ciudad situada en alto al W.
del volcán de Izalco), me manifestó que en esa pobla-
ción se empezaron a ver columnas de humo al otro
lado del Izalco (por el cráter nuevo) a partir de la
tarde del día 29; don Paulino Linares, de «Las Bru-
mas» (al N. del volcán), me manifestó lo mismo y en
«La Garroba» (a la base sudoriental del volcán), me
dijeron que «el humito» había empezado a salir en
la mañana del viernes (29 de octubre), pero que en
la tarde había «arreciado» y empezado a salir «bastan-
te» (mucho).
Todos esos testimonios concordantes, independien-
tes y de personas situadas en condiciones favorables para
observar las manifestaciones del nuevo centro eruptivo,
me permiten fijar con certeza el principio del nueyo
período eruptivo, en el día viernes, 29 de octubre de
1920, por la mañana.
También es interesante observar cómo el volcán
entró en un nuevo período eruptivo y por un nuevo cráter,
de una manera tan pacífica y poco bulliciosa, sin nin-
gún temblor de tierra, hasta el grado de haber pasado
— 26 —

desapercibido en Izalco por muchas personas durante


los primeros días de actividad.
La primera noticia que se tuvo en San Salvador
del nuevo período eruptivo del Izalco fue la que me en-
vió de la ciudad de ese nombre, el apreciable caballero
don Pablo Sánchez, corresponsal del Observatorio que
dirijo, quien rne informó telegráficamente el día primero
de noviembre que en la noche anterior, hacia las 24 h.,
se oyó en Izalco una fuerte detonación y vióse el fuego
volcánico por el flanco oriental, agregando: «no hay
temblor ni alarma».

Primer resumen y ampliación

Resumiendo todos estos d a t o s tenemos: l o . ,


que en la mañana del 29 de octubre de 1920, empezó
a salir un poco de humo blanco en el lugar en que se iban
a manifestar los fenómenos eruptivos; 2o., que en la tarde
de! mismo día 29, las columnas de humo eran grandes;
3o., que el día 30, a las 10 h. a. m., se oyó un ruido
como causado por un extenso derrumbe de piedras, y la
lava empezó a salir; y 4o., que hacia el medio de 1a
noche del 31 de octubre al lo. de noviembre se oyó en
Izalco un fuerte retumbo y se vio el fuego por primera
vez desde esa ciudad; debiéndose agregar, que durante
ese tiempo no se sintió ningún temblor, ni en los pun-
tos más cercanos del volcán y que las manifestaciones
de su actividad fueron tan poco estrepitosas que en nin-
guna parte causó alarma.
En la noche siguiente, esto es, en la del lo. al 2,
como a las 22 h. del día primero, «los retumbos llega-
ron a ser tan fuertes que se percibieron distintamente
en Armenia, en donde se oyeron varios y prolongados,
según me informó don Víctor Durán, colaborador del
Observatorio en esa ciudad.
En los días primero y dos de noviembre, además
de los fuertes retumbos, se percibieron desde todos los
contornos grandes cantidades de humo, y el centro erup-
tivo permaneció oculto por los vapores hasta el día 3,
— 27 —

pareciendo que fue en esos días ( l o . y 2) que adqui-


rió su máximum la actividad en la primera semana.
Sin embargo, es de notarse que en esos días no
cayó cenizas en ninguna parte, ni en La Garroba, ni en
Los Arenales, ni en Santa Lucía, ni en Las Brumas, ni
en ningún otro punto situado en las cercanías del nuevo
cráter, ni tampoco en los situados lejos de allí, lo que
prueba que las columnas de humo no tenían partículas
sólidas y estaban formadas de vapores y gases, predo-
minando entre ellos probablemente el vapor de agua.
El día 3 de noviembre se disipó gran parte de la
nebulosidad que envolvía el nuevo centro eruptivo, a tal
grado que se pudo ver desde Armenia el punto de
donde salían las columnas gaseosas. Ese día a las 9 h.
y a las 13 h. se vieron desde Juayda, según me infor-
mó don Daniel Cordón, dos grandes columnas de humo
seguidas de retumbos, y ese mismo día, según las ob-
servaciones de don Víctor M. Durán, de Armenia, los
intervalos entre erupción y erupción eran de un cuarto
de hora más o menos.
El día 4, según observaciones de mi estimado ami-
go, don Pedro Cantor, de Izalco, los intervalos entre
erupción y erupción eran también de un cuarto de hora.
El día 5, según datos que ya consigné, y que ob-
tuve en Sitio del Niño, Sonsonate e Izalco, en la ma-
ñana, entre las 9 h. y las 10 h., el nuevo cráter estuvo
echando humo en gran cantidad; hacia el medio día ce-
só la actividad, y en la tarde volvió a echar fuertes bo-
canadas de humo. En la noche, como a las 21 h., se
oyó en Sonsonate un ruido como de una gran correnta-
da de piedra debajo la tierra.
El día 6, como dejo consignado por observación
personal, entre las 9 h. y 10 h., la actividad era
poca; fue aumentando hacia medio día, y después em-
pezó a aumentar de nuevo, después de las 14 h., ad-
quiriendo su máximo, como dejo anotado, entre las 17
h. y las 20 h. 40 m. El último retumbo que percibí ese
día fue a las 22 h. 25 m.
El día 7, a las 4 h. 50 m.. oí desde Izalco un fuer-
te retumbo más intenso que todos los del día anterior.
— 28 —

Esta mañana era la designada para ir al nuevo


cráter, y partimos para allá.

Hacia el nuevo centro eruptivo

Este día, 7 de noviembre de 1920, era el fijado


para nuestra marcha al nuevo centro eruptivo, y des-
pués del desayuno, partimos para allá, a caballo, veinti-
siete personas, entre las que figuraban: don José Cam-
pos, Alcalde de ¡zaleo; don Pedro Cantor, Inspector de
Instrucción Publica; don Pablo A. Sánchez, Director de
la Escuela de Varones de la ciudad de Izalco y Colabo-
rador del Observatorio; don David Rivera, don José
Murillo, don Juan Rivera, don José Calvo, don Adán
Rivera, don Enrique Zepeda, don Adolfo Velado, don
Fernando Herrera y don Manuel Vega. En el trayecto
se nos agregaron más vecinos de ¡zaleo.
Tomamos el camino que de Izalco conduce a Ar-
menia, pero luego nos desviamos hacia la izquierda,
acercándonos hacia ei volcán, el que rodeamos por el
Sur y por el Este.
A 1600 m, más o menos de la ciudad de Izal-
co encontramos la cañada o zanjón de los «Achiotes».
De allí, siguiendo hacia el volcán, parte un caminito en
el que a poco andar se encuentra una extensa colada
de lava proviniente del ¡zaleo, y que tiene alrededor de
9 kms. Siguiendo ese mismo camino, después de la
punta de la colada hacia arriba se llega sucesivamente
a los cantones de «El Chorrerón Arriba», «El Chorre-
rón Abajo» y «El Matazano».
Del zanjón de los «Achiotes», tomando el camino
que va al NE., y como a 2 kms. de ¡zaleo llegamos a
una fuente que da origen al riachuelo de Cuntan, y po-
co después llegamos al caserío de este nombre, a 595
m. sobre el nivel del mar. En la región de Cuntan vi
una extensa colada, proviniente indudablemente del Izal-
co, y cubierta en trechos por arenas y cenizas volcá-
nicas.
Poco después de Cuntan pasamos por la finca «Si-
— 29 —

beria», y a 4 ó 5 kms, de Izalco, llegamos al cantón


de Cuyagualo, a 692 m. sobre el nivel del mar.
A 8 kms. de camino, desde Izalco, llegamos a la
quebrada del «Español», a partir de la cual empeza-
mos a ascender por una cuesta de fuerte pendiente, pa-
sando después, siempre ascendiendo, frente a la casa
de la finca «El Porvenir» o «La Garroba» y a 400
m. de aquí encontramos una o varias coladas de lava
de 400 metros de ancho, proviniente, no del Izalco, si-
no de! Cuntepeque o Cerro Verde; esas coladas se en-
cuentran en algunos trechos cubiertos de cenizas y are-
nas volcá/iicas, y forman, probablemente, parte de las cola-
das de lava que se ven en la estación de El Bebedero
Zapote. Los geólogos franceses Dollfus y de Mont-Se-
rrat (Voyage geológique, etc.) atribuyen las coladas de
El Bebedero al volcán de Izalco, pero esas lavas se
encuentran al Oriente de la depresión (de la que forma
parte la quebrada del «Español») que se origina entre
el Izalco y el Cuntepeque, de modo que es a éste y
no a aquél a quien debe atribuirse esas lavas. En
cambio, las lavas que vimos en Cuntan, al Occidente
de dicha depresión, provienen ciertamente del Izalco.
Dichos sabios, hablando de esa región, dicen:
«En Guaymoco (573 m.) se ven muchos mamelo-
nes pronunciados en donde la arcilla amarilla predomi-
na, más atravesados por el pórfido en los puntos culmi-
nantes. Esas arcillas cesan de golpe un poco antes de
El Bebedero y se aborda una inmensa colada de anti-
guas lavas, recubierta en algunos puntos de arena volcá-
nica en capas más o menos poderosas, y descendidas
probablemente del volcán de Izalco, que se eleva al
Norte a poca distancia. Esa colada se extiende bajo la
villa de Izalco y la despasa aún un poco al Sur; si de
allí se encamina al norte, en dirección al volcán, no se
encuentra nada más que lava sobre la cual se elevan
espesas florestas, antiguas a lo menos cincuenta años».
(Dollfus et de Mont-Serrat, Voyage geológique, pá-
gina 192).
Ya he indicado las razones por las cuales no es
posible aceptar la atribución que dichos geólogos hacen
— 30 —

de las lavas de El Bebedero al Izalco, más bien corres-


ponden al Cuntepeque o a otro volcán situado al
oriente de la depresión que parte entre ese volcán y el
Izalco. Pero como no ha seguido esas coladas en toda
su longitud, desde los volcanes hasta la línea férrea, no
puedo establecer ninguna conclusión definitiva en cuan-
to al origen de esas coladas, pero sí afirmar ciertamen-
te que la de El Bebedero no proviene del Izalco. Debo
agregar que la distancia de los volcanes a El Bebedero,
El Zapote y Caluco, oscilan alrededor de 10 kms en
línea recta, lo que da la longitud de esas coladas. En
cuanto a la afirmación que hacen dichos geólogos de
que la lava se extiende bajo la población de Izalco, po-
demos afirmar categóricamente que han tenido un error
de observación, pues Izalco está situado sobre las mu-
chas veces citada capa arcillo-terrosa con cantos roda-
dos.
Del punto en que quedó esta narración, continua-
mos ascendiendo sobre las antiguas lavas del Cunte-
peque o Cerro Verde, llamado también «El Cuiliotal».
Esas lavas se encuentran en trechos más o menos cu-
biertos de cenizas y arenas volcánicas. Por fin llega-
mos a la finca de San Isidro o Santa Lucía, a 987 m.
sobre el nivel del mar y en la falda austral del referi-
v do volcán (el Cerro Verde.)
Desde esa finca se ven unas pequeñas alturas que
se extienden hacia el Oriente del Cuntepec y del Izalco,
más o menos a la misma latitud de éste. Esas peque-
ñas alturas parecen ser de constitución volcánica; de W.
a E. llevan los nombres de Monte Galán, El Astillero y
El Conejo, quedando El Astillero un poco al norte de
la línea que une los otros dos conitos, los que, según
me dijeron, reúnen al volcán de San Marcelino a los ya
citados (Izalco y Cuntepeque), aunque parece que más
bien forman parte del San Marcelino. Esta cuestión
queda, por lo tanto, pendiente hasta nuevas explora-
ciones.
Inmediato a la casa de esa finca y sobre la colada
se eleva un pequeño cono, casi imperceptible que pare-
ce haber sido un importante centro eruptivo adventicio
— 31 —

del Cerro Verde. Al W. de dicha finca se ve el extre-


mo de la corriente de la lava que va avanzando lenta-
mente.
De allí partimos hacia el nuevo centro eruptivo an-
dando sobre la falda Sudoccidental del Cerro Verde,
pues el camino directo es difícilmente recorrible a causa
de la abundancia de lavas angulosas no muy antiguas,
y el nuevo centro eruptivo está al pie del Izalco, entre
él y Cerro Verde; pero antes de tratar de dicho centro
eruptivo, debo hacer referencia a la constitución geológica
de la región en que está el grupo volcánico que
comprende al Izalco, y determinar la edad geológica de
su surgimiento.

Conglomerados porfídicos.

En el trayecto de la ciudad de Izalco a las faldas


del Cerro Verde, fuera de la región de Cuntan y la
que se extiende al Sur de esa altura volcánica al Orien-
te de la depresión de la quebrada del « Español», en
ninguna parte se encuentran coladas de lavas, y sí las
varias veces citada formación terroso-arcillosa y ferugi-
nosa con cantos rodados, aunque en algunos puntos
ligeramente recubierta por cenizas, arenas y escorias vol-
cánicas.
La propia ciudad de Izalco, que algunos suponen
acertada sobre antiguas lavas provinientes de los vol-
canes vecinos, está en realidad situada sobre la referi-
da capa con cantos rodados.
Los geólogos franceses Doilfus et de Mont-Serrat,
en su obra «Voyage Geológique dans les Republiques
de Guatemala et du Salvador», designan a dicha capa
de tierra arcillo-ferruginosa con cantos rodados bajo el
nombre de «conglomerados porfídicos», y este nombre
conviene, en gran parte, a esos conglomerados a causa
de la estructura porfiroide de la mayor parte de los
cantos rodados que entran en su constitución, y digo
la mayor parte, porque además de los pórfido-traqui-
— 32 —

tos que justifican dicho nombre, existen otros elemen-


tos. Las rocas llamadas pórfido-traquíticas por dichos
geólogos son generalmente las fonolitas, y con frecuencia,
las andesitas de los geólogos modernos.
Los citados sabios franceses, en su viaje por El
Salvador, casi no vieron los conglomerados porfídicos,
los que en cambio, encontraron en abundancia en el te-
rritorio guatemalteco, al lado Sur de! eje montañoso
principal.
«Nosotros—dicen en la citada obra—no los hemos
visto (a los conglomerados porfídicos) sino muy raras
veces en El Salvador, en donde parecen haber existi-
do apenas sobre el eje montañoso secundario; mas en
Guatemala, esos conglomerados tienen una gran impor-
tancia »
Sin embargo, esa capa de conglomerados porfídi-
cos se encuentran en todo lo largo del territorio salva-
doreño y yo la he seguido casi sin interrupciones des-
de los departamentos de Santa Ana y Ahuachapán,
hasta el departamento de La Unión, y se continúa al
W. por el territorio guatemalteco y al E. por los de
Honduras y Nicaragua.
En el relato precedente ha visto el lector que di-
cha capa arcillo-ferruginosa con cantos rodados se en-
cuentra en todo el trayecto de Sitio del Niño a Son-
sonate, y de aquí a Izalco y al Cerro Verde, cubierto
apenas en muy pocos puntos y ocultándose hacia la
sierra volcánica bajo las lavas, lapidios y cenizas volcáni-
cas. Es decir, por ese relato se ve que la referida
capa de conglomerados porfídicos se extienden forman-
do una roca continua* por todo el Oriente, Sur y Sud-
oeste de los citados volcanes; mas no se crea que
sólo en J a s inmediaciones de ellos se encuentra esa
capa, sino que avanza hacia el sur, llegando hasta la
costa, como lo he visto ai recorrer los caminos que de
Sonsonate, Izalco y Armenia se dirijen a Santo Domin-
go Guizapa, Acajutla, San Julián Cacaluta, Ishuatán,
Cuisnahuat y las Salinas. En la mayor parte del de-
partamento de Sonsonate puede verse la referida roca
sedimentaria.
— 33 —

Extensión de dichos conglomerados


Si en vez de dirigirnos de Sonsonate hacia el S.
o hacia e l N E . (Izalco), nos dirijimos hacia el NNE.,
por Nahuizalco, Salcoatitán y juayúa, encontraremos la
misma capa de conglomerados, que sólo desaparece en
la sierra volcánica bajo los productos eruptivos.
La capa de conglomerados la he visto sin ningu-
na interrupción en todo el camino que va de Sonsonate
a Nahuizalco, población ésta situada a 512 ms. sobre el
nivel del mar, al W . S . W . del volcán de Izalco, y que
dista de aquella en línea recta cerca de 6 kms., y a una
hora escasa de camino en bestia. Esa capa se ve muy bien
tanto en el camino real como en el llamado de El Pa-
raíso, y la propia ciudad de Nahuizalco está asentada
sobre esa roca sedimentaria.
De Nahuizalco para Juayúa hay una hora de cami-
no en bestia, la mitad del cual camino se asciende len-
tamente, pero a partir del río Papaluate, la ascensión
es violenta. Juayúa está a 1,010 ms. sobre el nivel
del mar, y a 12 kms. próximamente al W. del volcán
de Izalco (N. 88° W). Desde las cercanías de Nahui-
zalco se empiezan a ver cenizas volcánicas de poco es-
pesor y recubren por trechos al conglomerado porfídi-
co, el que se ve perfectamente en los numerosos cortes
que presenta el camino. Después del Papaluate sobre
los referidos conglomerados se ven numerosas capas de
cascajo y cenizas volcánicas, y debajo de ellos afloran,
a causa de la denudación fluvial, en algunos trechos,
masivos de las rocas intrusivas que aquellos geólogos
han llamado pórfidos traquíticos.
De Juayúa para el N., los conglomerados desapa-
recen bajo los productos de los volcanes de la sierra,
para aparecer de nuevo, debajo de esos productos, en
el flanco Norte de esa cadena de volcanes.
Al N. de esa sierra volcánica, al pie del Ilamate-
peque o volcán de Santa Ana, se encuentra la ciudad
de este nombre, a 13? 59' de lat. N., 89? 39' long. W.
de Greenwich y 643 m. sobre el nivel del mar.
La ciudad de Santa Ana está situada sobre una
3-El Volcán de Izalco
— 34 —

capa de cenizas volcánicas, mas a poca profundidad se


encuentra la capa de conglomerados porfídicos a que
vengo haciendo referencia, la que se ve perfectamente
cuando se va hacia el NNE., camino de Texistepeque.
Esa capa de tierra rojiza o amarillenta con cantos
rodados la he visto en gran parte en el trayecto ferro-
viario de Santa Ana a Sitio del Niño, en los cortes que
presenta el camino, y debajo de cenizas volcánicas con
granos de pómez. De Santa Ana a Coatepeque (esta-
ción del Congo), los conglomerados porfídicos casi no
se ven, y casi sólo se observa una serie de capas blan-
quecinas o amarillentas de cenizas volcánicas con gra-
nos de pómez reposando en tierra vegetal; pero a poco
de haber salido de esa estación, se empieza a obser-
var la referida capa rojiza con cantos rodados, y ya no
desaparece en los cortes, de modo que se la ve entre
las estaciones de El Congo, El Chilamatal y Sitio del
Niño, y digo en ¡os cortes, porque sobre ella reposan
en gran parte del trayecto cenizas volcánicas.
Llegando así a Sitio del Niño, hemos dado vuelta
completamente al grupo volcánico en que está el Izalco,
y hemos visto que la capa de conglomerados porfídicos
se extiende por todo esa región, por las llanuras y los
pliegues montoñosos, desapareciendo únicamente bajo los
productos r'e ¡os volcanes actuales.
De Sitio del Niño para el N., he seguido a ¡a ca-
pa rojiza de cantos rodados por Opico y Tacachico,
éste a seis leguas al N. de aquella estación; y hacia el
Sur de ella, por el lado de Jayaque y la costa, la ca-
pa continúa con los mismos caracteres entrando en la
formación de los pliegues montañosos de eje secunda-
rio (Cadena Costera).
Hacia el Oriente de dicha estación se le puede ver
todavía en los cercanías de Quezaltepeque, en donde
desaparece bajo las cenizas volcánicas (tierra blanca
con pómez) que tanto abundan en San Salvador; pero
debajo de ella la capa de conglomerados se continúa,
como puede verse cerca de El Zapote (ciudad de San
Salvador), en el corte del camino que va de esta capi-
tal a Panchimalco y Rosario de Mora, poblaciones és-
— 35 —

tas, situadas al Sur, y en donde puede verse la referida


capa surgiendo bajo las cenizas.
Al S W . de San Salvador, en el camino que va de
Santa Tecla a La Libertad, se ve en toda su extensión
la referida capa de cantos rodados, la que se pierde
bajo las flotas marinas, después de formar parte de los
pliegues de la Cadena Costera.
T a m b i é n he visto esa c a p a hacia el N. de San Sal-
vador siguiendo b a j o las cenizas entre A p o p a y G u a z a -
pa, y lo mismo al Oriente, surgiendo b a j o la misma, por
Cojutepeque y Jiboa.
De San Salvador hacia el SE. se encuentra cubier-
ta por dichas cenizas hasta El Rosario de los Nonual-
cos, allí cerca he visto un depósito sedimentario al pa-
recer reciente, pero luego hacia el Oriente, en todo el
camino que va por los pueblos nonualcos hasta Zaca-
tecoluca, he visto la referida capa de tierra arcillo-ferru-
ginosa con cantos rodados.
Esa misma capa la he visto aflorar en diversos
puntos del camino que va de Cojutepeque y Jiboa a
San Vicente, Umaña, Jucuapa, Chinameca y San Miguel,
ai Norte de las serranías costeras, y cubierta en parte
por cenizas volcánicas, y la he seguido en toda la re-
gión que va de San Vicente, Tecoluca y Zacatecoluca
hacia Usulután y San Migue!, al Sur de las serranías
costeras.
La ciudad de San Miguel reposa sobre la misma
capa de tierra amarillenta con cantos rodados, y ésta la
he visto en numerosos trechos del camino que de esa
ciudad va al puerto de La Unión, y se la encuentra al-
rededor del Golfo de Fonseca, en todos los puntos en
donde las cenizas volcánicas y otros productos recien-
tes no la han cubierto.
La capa en referencia se continúa en territorio nicara-
güense en donde es recubierta en parte por productos
eruptivos y la formación de Brito, que contiene orbi-
troides ( lepidociclinas ), correspondiente al aquitaniano
superior (primera edad miocènica), y por lo tanto, la
capa de conglomerados porfídicos es anterior a esa edad,
por lo menos, al mioceno, y como recubre a los depó-
— 36 —

sitos cretácicos metapanenses, su edad puede ser fijada


entre el cretácico y el mioceno, es decir, en el eoceno
u oligoceno.
Dolifus y Mont-Serrat, hablando de dicha capa, di-
cen que en Guatemala empieza en Jalpatagua y el Ora-
torio (poblaciones cercanas a la frontera de El Salvador),
en donde no son recubíertas por nada, pero en Pinula
tiende a desaparecer bajo las tobas de pómez, entre el
volcán de Agua y el Pacaya; se ve en gran cantidad esa
capa sedimentaria en el corte por el Michatoya; también
se le ve cerca de la Antigua, en el fondo del Pensati-
vo, y en las antiplanicies de Pasicilla, Patzún y Godi-
nes, cerca de Atit'.án, Sololá y Totonicapán.

Surección de la Sierra

La presencia de cantos rodados indica claramente


la acción de las aguas, y la gran extensión de ese de-
pósito indica claramente que es de origen marino. Un
sedimento puramente fluvial o lacustre seria poco ex-
tenso.
El hecho de formar los pliegues montañosos se-
cundarios y cubrir el flanco austral del principal, indica
que esa capa de cantos rodados se depositó «antes» de
la formación de esos pliegues montañosos, o sincrónica-
mente. El hecho de encontrarse debajo de los depósitos que
constituyen los conos volcánicos indica que los conglome-
rados porfídicos precedieron a la formación de éstos.
¿Cuál fué la época de la surección de los volcanes
de esta región?
Los datos que he consignado anteriormente indican
con toda claridad que los pliegues montañosos y los
volcanes de aquí son «posteriores» a la referida capa
de cantos rodados, la que, según hemos visto, se for-
mó inmediatamente antes del principio de los tiempos
miocénicos, esto es, antes del aquitaniano inferior. El
levantamiento del territorio salvadoreño, la formación de
sus pliegues montañosos y de sus fallas y volcanes,
pues, corresponde a una época posterior al aquitaniano,
— 37 —

el que también está perforado y cubierto en parte por


los productos que forman los conos volcánicos centro-
americanos.
Esos levantamientos, pues, han tenido lugar en los
tiempos terciarios, a fines del mioceno o en el plioceno,
ya que del cuaternario tenemos formaciones lacustres y
eolianas. En efecto: los restos de proboscidios que estu-
dié en 1917 en la región fosilífera de San Juan del Sur
(cerca del Divisadero, Dpmto. de Morazán), lo mismo que
los inmediatos a Gotera, se encuentran en formaciones
lacustres y pantanosas; los que encontré (1917) cerca de
Colón (al SS. W. del Volcán de San Salvador) estaban
sepultados en cenizas volcánicas recientes, y gran núme-
ro de otros restos de mastodontes y mamuthes han sido
hallados en tobas volcánicas, tanto de El Salvador como
de otros puntos de Centroamérica. Estos nos permite afir-
mar con certeza que «antes» del cuaternario ya estaba
emergido el territorio salvadoreño, y ya estaban forma-
dos sus pliegues montañosos y sus grandes volcanes.
Eso no obsta, para que algunos volcanes del eje volcá-
nico reciente se hayan formado en el pleistoceno, y aun
en una época más próxima a nosotros, y aun en los
tiempos históricos, como acontece con el Izalco, pero la
gran geoclasis que lleva esos volcanes data de antes, de
los principios de los tiempos terciarios.
En resumen, el levantamiento de la serie volcánica
a la cual pertenece el Izalco, tuvo lugar en los tiempos
terciarios, antes del cuaternario, pero después del aqui-
taniano, sin que esta conclusión, aplicable al conjunto de
volcanes, se vaya a aplicar a un cono particular, pues
es evidente que de esa serie, algunos volcanes (el de
Izalco, Las Pilas, etc.) son de formación reciente. Los
conos volcánicos son ligeras manifestaciones de la pro-
digiosa actividad de los abismos, de modo que aunque el
cono del Izalco sea reciente, su historia real empieza con
la de la gran fractura de la corteza terrestre que atra-
viesa de NW. a SE. a todo Centro América llevando
encima los conos volcánicos a que ha dado origen.
Eso expuesto, prosigo el relato del viaje al nuevo
centro eruptivo formando al pie oriental del Izalco.
— 58 —

Sobre fas lavas recientes y a orillas del


nuevo cráter
Después de recorrer por el flanco Sudoccidental del
Cerro Verde, llegamos cerca y en frente del nuevo cen-
tro eruptivo. A medida que nos acercábamos los retumbos
eran más violentos, o mejor dicho, se oían así probablemente
a causa de la cada vez mayor proximidad.
Para llegar al nuevo centro erupt ; vo teníamos que
atravesar tres coladas de lava de épocas diferentes y de 100
a 200 m. de ancho cada una, siendo la oriental la más re-
ciente, y por lo tanto, la más difícil de recorrer por las
aristas cortantes que presenta.
Gran número de los acompañantes (ios que habían
ascendido a más de cincuenta) se detuvieron ante esa
dificultad, pero los demás avanzamos hacia el nuevo
centro eruptivo hasta colocarnos como a 30 pasos de
distancia, hacia el NE. Las explosiones eran grandiosas, e
iban precedidas y acompañadas de un estruendo particular.
Tenía lista la máquina de fotografiar para tomar copia de
una de ellas, cuando se produjo una hermosísima, mayor
que todas las que hasta entonces habíamos presenciado,
cuando uua lluvia de piedras cayó sobre nosotros
Todos corrimos del susto y muchos se fueron para no volver.
Quedamos solamente diez: don Adán, don David y
don Juan, los tres de apellido Rivera, don Pablo Sánchez,
don Pedro Cantor, don Enrique Zepeda, don José Murillo,
don Adolfo y don Manuel Vega, quienes nos dirigimos hacia
el Occidente del nuevo centro eruptivo, pasando por su lado
Norte, con objeto de aproximarnos más y examinarlo mejor,
pues los gases irritaban fuertemente las vías respiratorias y
el viento soplaba de aquel punto próximamente (más o me-
nos del SW.), en donde podríamos, por lo tanto, estar al
abrigo de ellos y de los pequeños fragmentos de piedra
provinientes de las explosiones.
Ya en aquel punto nos colocamos a igual distancia que
la vez anterior aunque en posición más dominante a cau-
sa de la altura: estábamos sobre una masa de lavas al
pie de la fractura del cono del Izalco que parte del crá-
ter oriental de la cima.
— 39 —

Las explosiones eran cada vez más grandiosas y


atrayeníes y daban fuertes deseos de observarlas más de
cerca. Resolví descender hasta el pie de las materias arro-
jadas por el nuevo centro eruptivo y ascender por ellas si era
factible hasta cerca del punto de emisión. Algunos de mis
compañeros vacilaron en acompañarme, pero luego resol-
vieron quedarse allí cerca observándome, decididos a
prestarme auxilio en caso necesario.
Descendí del trozo de antiguas lavas en que estába-
mos, y remonté los quince o veinte metros de lavas hu-
meantes todavía y que rodeaban el centro de emisión, o
más bien el policentro eruptivo, y me situé a cinco o
seis pasos del borde de los centros de emisión.
Estos están formados en una fisura o barranca dirigi-
da al S. 68° E. magnético de 60 m. de longitud, de 5 a
6 metros de ancho por término medio, llegando en par-
tes hasta 10 o 12 m., rodeada de lava reciente consolidada,
aunque humeante, estando llena esa fisura de lava más
o menos pastosa, incandecente y más o menos cubierta
por témpanos de escorias, los que presentan tres puntos
principales de menor resistencia y los cuales se produ-
cen las explosiones. Esa fisura de 60 m. se prolonga adel-
gazándose mucho hacia el N. 68° W., hasta llegar a una
fumarola que se encuentra a 50 m. del extremo de los 60
m. Estos 60 m. se prolongan igualmente 50 m. hacia el
S. 68° E. hasta un centro explosivo poco intenso en el
espesor del principio de la colada.
Los 60 m. de fisura no están a igual altura, sino
que los puntos situados hacia el S. 68° E. están más ba-
jos que los otros. La altura media sobre el nivel del
mar es de 1,509 metros. De los tres centros explosivos,
el inferior, que es el principal tiene 7 u 8 m. de diáme-
tro medio, aunque parece haber sido a! principio más
ancho, de él ha salido principalmente la correntada, está
rodeada de altas masas de lava solidificada y puede
considerarse como un verdadero cráter. El segundo cen-
tro de explosión, esto es, el de enmedio, es el más ex-
tenso en longitud, pero también es el menos activo, y
el tercero, el más elevado de todos, es el más pequeño,
— 40 —

pero el que tiene una actividad explosiva más frecuente


de todos, aunque menos intensa que la del primero.
Cuando ascendí sobre la lava humeante que encierra
el depósito de lavas incandescentes de 60 m. de largo de
que he venido hablando, me situé a cinco pasos de la orilla
del centro de enmedio. Derrepente oigo del lado del ex-
tremo inferior de la fisura, en el primero de aquellos
tres centros explosivos, un ruido semejante al causado
por la salida de agua a alta presión, pero en realidad
sin salir ese vapor, o bien al ruido causado por la caída
de láminas mezclado con rumor del mar embravecido, mez-
clado con un ruido semejante al de un líquido que hier-
ve a grandes borbotones. Inmediatamente el foco del so-
nido se fué desplazando del cráter inferior a los supe-
riores, e incontinenti la lava de los tres cráteres se fué
elevando, formando una superficie convexa, y amenazando
rebalsar, lo que me hizo retroceder rápidamente ¡lue-
go oí la explosión y me vi envuelto en la lluvia de pe-
queñas piedras. Como ya había observado poco antes que
el ruido aquel precedía a la explosión, pensé que la in-
tumescencia debía ser siempre el fenómeno precursor de
ésta, y por lo tanto, que no era indicio o amenaza de un
rebalse de lavas, y un poco confiado con esto, volví a en-
frentarme en las inmediaciones del centro de explosión,
cerca de un saliente de lava bajo el cual podía colocarme
para protejerme de la lluvia de piedras.
. Habían pasado seis minutos de la referida explosión,
cuando se repitió el fenómeno: después del ruido, la in-
tumescencia y enseguida la explosión ; me coloqué
bajo e! saliente de lava en el momento en que fui envuelto
por una nube de vapores y una lluvia de piedras, con
alarma de mis compañeros que de cerca me observaban
pero que no me vieron al disiparse la nube sino un poco
después. Así, las observaciones que hacía me permitieron
continuar examinando ios centros explosivos y observar
mejor los fenómenos que allí tenían lugar.
Los intervalos entre una erupción y otra variaban
entre 5 y 15 m., llegando una vez hasta 19 m., y care-
cen de la regularidad que generalmente se les atribuye.
Todas las explosiones iban precedidad del ruido in-
— 41 —

dicado, y el foco de ese ruido estaba siempre al principio


en el cráter inferior, desqués se desplazaba hacia arriba
recorriendo los 60 m. en un intervalo de tiempo que varia-
ba entre dos y cuatro segundos, lo que da una velocidad
media de 20 m. por segundo. Las mayores explosiones
ocurrían siempre por el cráter inferior, y cuando esto
ocurría, el foco del ruido no se trasladaba o se traslada-
ba con mucha debilidad a los cráteres superiores, en los
que en este caso solo se manifestaba un ligero aumento
en la emisión de vapores. Ese hecho me hizo creer que
dicho ruido es debido al traslado efectivo de gases y vapo-
res por el interior de la fisura o de la lava, del cráter in-
ferior, único al parecer en comunicación con la chimenea,
a los cráteres superiores, que serían en ese caso falsos
cráteres o centros explosivos en el espesor de la colada.

Un problema y nuevos datos


¿Pero cómo se trasmiten esos gases y vapores al tra-
vés de la lava, del cráter inferior a los superiores?
En primer lugar tenemos como hecho cierto que las
materias eruptivas (líquidas o gaseosas) que producen di-
cho ruido llegan del interior de la tierra primero al cráter
de abajo, de allí ascienden al segundo, y de allí al de más
arriba. El transporte de abajo a arriba, de un centro ex-
plosivo a otro, de las materias gaseosas es casi un hecho de
observación. En segundo lugar tenemos que las coladas de
lava se recubren por abajo y arriba de una capa de es-
corias, de modo que éstas pueden formar en ciertos casos,
y entre dos coladas superpuestas, tubos, como el que tu-
ve la suerte de observar en un corte de lavas antiguas en
el Volcán de San Salvador, y por los cuales pueden cir-
cular los gases, los que en el caso de los fenómenos
que estudiamos se escaparían por los centros de explo-
sión después de atravesar las lavas pastosas. Sin em-
bargo, eso es difícil de comprender, y no veo claro por
qué los vapores no pudieron marchar como grandes bur-
bujas al través de la lava pastosa del cráter inferior a
los superiores. El hecho de que las rocas lanzadas son
todas angulosas demuestra que las explosiones, en este
— 42 —

caso, tienen lugar en el punto de separación entre las


lavas líquidas o pastosas y la lava ya solidificada, pero
aun incandescente, pues las rocas arrojadas salen enro-
jecidas por el calor.
Cuando la fuerza expansiva de los gases y la as-
cendente de la lava que llega del interior al primer crá-
ter son suficientemente grandes para romper la capa de
escorias que lo recubren allí, se opera una gran explo-
sión en el cráter inferior; si no, los materiales ascienden
lateralmente hacia los otros cráteres, donde se producen
explosiones de menor intensidad. Y eso es así, cualquie-
ra que sea el mecanismo por el cual ascienden los gases
del centro inferior a los dos superiores.
Normalmente parece que el centro eruptivo inferior
sólo emite la correntada de lava, mientras que por el
superior salen los productos gaseosos, es decir, que en
cada erupción los materiales tienden a colocarse en orden
de densidad, saliendo la lava por el cráter de abajo y
los gase's por el de arriba, salvo los casos menos fre-
cuentes en que los vapores salen tam:ién por el cráter
de abajo. Eso mismo observé en 1917 en El Pinar del
Volcán de San Salvador.
Esto se comprendería mejor si se admitiera una ex-
tensa chimenea que termine debajo de I03 tres cráteres,
y es explicaría el por qué de la fumarola existente en
la prolongación de ellos.
Después de el citado ruido, como ya he dicho, toda
la lava de la fisura de 60 m, empezaba a elevarse a
partir del cráter inferior a! superior: la intumescencia,
corría en pos del ruido en el mismo sentido que se des-
plazaba el foco de éste.
Según pude apreciar, la elevación de máxina intumes-
cencia era de metro y medio a dos metros, y cuando
llegaba al máximo, las escorias se separaban dejando ver
en cada centro eruptivo la lava candente que se abría
para dar lugar a la explosión, después de la cual dis-
minuía la intumescencia.
La lava en cada centro desde que empezaba a in-
tumescerse hasta alcanzar la mayor altura tardaba, según
medí con el cronómetro repetidas veces, de 8 a 9 se-
— 43 —

gundos y el descenso que seguía a la exploción tar-


daba siempre 12 segundos.
Una cosa que me ha extrañado sobre manera es
que los vapores explosivos salían de las lavas pastosas,
ninguno de los fragmentos que observé de los arrojados
en las explosiones, salvo algunas pocas escorias, dudo-
sas, en el cráter inferior, ninguna había sido solidificada
en el aire, sino todas solidificadas desde antes de la ex-
plosión. Esto complica extraordinariamente el fenómeno
eruptivo, pues lo más fácil es pensar,—como sucede en
casi todas las erupciones,—que los vapores lancen al
espacio materias pastosas que se consoliden en el aire.
Las piedras arrojadas por el volcán eran todas angulo-
sas; yo no las vi fracturarse en el aire ni al caer, y la
intumescencia de la lava no se debía probablemente só-
lo a los vapores que formaban una ampolla sino también
a un ascenso efectivo de lava. Cuando esa salía por el
cráter inferior, la lava tenía que vencer la resistencia de
la ya salida y que constituía la colada, de allí que tenía
que llenar la fisura hacia los cráteres de arriba, hasta
adquirir suficiente presión para vencer dicha resistencia.
La lava marchaba en la colada por un tubo de es-
corias formado por la lava solidificada. Después de cada
erupción, el movimiento de ia lava en el interior de ese
tubo se hacía notar por los bloques de escorias o pie-
dras que iban rodando a uno y otro lado de la colada,
especialmente de la parte media o cresta del tubo, en
donde había una linea longitudinal de menor resistencia
constituidas de fumarolas, y en la cual se operaban de
vez en cuando explosiones que hacían rodar a las pie-
dras algunos metros por los lados de la colada y la pen-
diente en que ésta corría avanzando con intermitencias,
a golpes sucesivos, impulsadas las partes de adelante
por la lava que de los cráteres venía dentro de las es-
corias.
Los gases y vapores arrojados por las fumarolas
de los cráteres enrojecían un papel empapado en tintura
de tornasol, no ennegrecían el acetato de plomo y pro-
vocaban humaredas espesas en la boca destapada de un
frasco de amoniaco, lo que, unido al olor hace sospechar
— 44 —

la existencia en ellas, de ácido clorhídrico o cloro en


diversos estados de combinación entre los productos erup-
tivos. El termómetro marcado hasta 200°, se rompió con
el calor de una de ellas. Cerca de algunas fumarolas
había una sustancia amarillenta que han tomado como
azufre, pero que en realidad no es éso, pues se disuelve
en el agua.
La colada arrojada por el nuevo centro eruptivo
había alcanzado ese día (7 de noviembre de 1921) poco
menos de 3 kms. de largo (cerca de 2,800 m.) con una
anchura media de 150 m„ con una altura media de 5 o
6 m. La correntada de lava se encuentra en un lugar
llamado Rincón del Tigre y avanzaba hacia el cantón
de Los Arenales, buscando la Quebrada del Español,
corriendo sobre antiguas coladas, penetrando en parte
en terrenos de doña Concepción de Regalado, avanzan-
do primero más o menos hacia el E. S. E. para doblar
enseguida más o menos hacia el S. La correntada avan-
zaba por término medio 350 m. por día, o sea 15 m.
por hora, sobre una pendiente media de un 10 por ciento;
pero la velocidad había disminuido a casi un tercio en
el día citado.
Me olvidaba decir que el nuevo centro eruptivo se
encuentra en una depresión o hundimiento recientemente
formado. Tiene ese hundimiento un radio de 200 m., y
consistió en un movimiento de esa región disminuyendo
el declive, estos, tendió a ponerse horizontal, pues las
grandes desnivelaciones de los labios de las fracturas
son mayores en las partes más altas, pequeños en las
medianas y casi nulas en las partes más bajas. A ese
hundimiento de esa región pedregoza puede atribuirse el
ruido como derrumbaminento de piedras que se oyó a
las 10 h. de la mañana del 30 de octubre, momento
desde el cual empezó a salir la lava. Algunas piedras
presentaban fracturas y golpes recientes, que pueden
atribuirse a ese hundimiento.
Durante el día que estuvimos cerca del nuevo cen-
tro eruptivo, las más grandes explosiones que observa-
mos tuvieron lugar a las 12 h. 4 m., a las 16 h. 10 m, y
a las 16 h. 22 m.
— 45 —

Regresamos a la ciudad de Jzalco, para partir de


nuevo el día siguiente al Volcán y ascender hasta su
cima.

Las Brumas
El día siguiente muy de mañana partimos de la ciu-
dad de Izalco hacia el volcán vecino, ya no por los la-
dos Sur y Este de ese cono, como lo hicimos al ir al
nuevo centro de emisión, sino dando vuelta por el W. y
N. de dicho volcán. Esta vez solo me acompañó don
Pedro F. Cantor Inspector de Instrucción Pública.
De Izalco tomamos el camino que va al cantón de
Cruz Grande de Teocal a donde llegamos después de
recorrer un trayecto como de tres o cuatro kilómetros;
está ese cantón a 738 m. sobre el nivel del mar. Con-
tinuamos andando en terreno de relativa poca pendien-
te al rededor de 7 kms. a partir de Cruz Grande, y luego
empezamos ha ascender violentamente por una estribación
del volcán de Santa Ana, y después de un trayecto de
unos 30 kms. a partir de Izalco, llegamos a la casa de
don Agustín Linares, situada en una meseta del volcán
de Santa Ana, denominada actualmente Las Brumas.
Esta meseta, llamada en otro tiempo Los Calderones, se
extiende entre el referido volcán y los de Izalco y Ce-
rro Verde. Este volcán, además de llamarse El Cuilio-
tal y Cuntepeque, como he dicho, recibe allí también
el nombre de El Encantado, y se cuentan de él al-
gunas leyendas.
Allí en Las Brumas fuimos finamente atendidos por
don Paulino Linares, quien nos acompañó hasta la ci-
ma del Izalco.
La casa de Las Brumas está como a dos kilóme-
tros del Izalco, a 1821 m. sobre el nivel del mar, y a
una cincuentena de metros bajo el nivel del Izalco y eso
es así aunque Dollfus y Mont-Serrat, y de los que de
ellos han tomado datos, afirman que la meseta en refe-
rencia está a mayor altura, tal vez por una ilusión óp-
tica semejante a aquélla por la cual se ve el mar más
alto que la costa. De la casa de Las Brumas hay que
— 46 —

descender suavemente por la meseta hasta llegar a unas


casitas, a un kilómetro del Izalco, en donde estuvieron
esos geólogos en 1866; y en seguida se desciende por
una rápida pendiente hasta el pie boreal del Izalco, el
que queda así separado de la meseta del Santa Ana por
una fuerte depresión.
Cerca de ese punto se eleva sobre la meseta el
Cerro Encantado o Cuntepeque, que presenta en su
cima (2,105 m.) una depresión correspondiente al anti-
guo cráter destruido por los temblores, la lluvia, la ve-
getación y productos eruptivos del Santa Ana y del
Izalco.
En la meseta he encontrado numerosos cantos ro-
dados, cuyo estudio hay que hacer detenidamente, pues
parece pertenecer al citado conglomerado porfídico, en
cuyo caso el grupo montañoso correspondiente sería un
conjunto de montañas de plegamiento y montañas vol-
cánicas.
Esto es así en la parte de la sierra que se extien-
de hacia el Occidente del Volcán de Santa Ana a través
del departamento de Ahuachapán. En la parte corres-
pondiente a este departamento, la sierra se presenta co-
mo un pliegue casi plano en su cima, en forma de me-
seta de unos cuatro kilómetros de anchura, y que lleva
en su borde boreal una serie de conos volcánicos sobre
una falla, y cuyas manifestaciones plutónicas se han
operado únicamente hacia el lado norte. Ya para en-
trar al departamento de Sonsonate, aparece hacia el sur
una línea volcánica paralela a la anterior, y que empie-
za con el Chichicastepeque o volcán de Apaneca, termi-
nando en el Izalco. Al principio se ve claramente el
pliegue montañoso o horst entre las dos fallas volcáni-
cas; luego desaparece bajo productos volcánicos, y apa-
rece en seguida entre el volcán de Santa Ana (de la lí-
nea volcánica boreal) y el Izalco (de la línea austral),
es decir, ocupando la misma posición que aquel horst o
pliegue montañoso, la meseta de Las Brumas o de Los
Calderones.
De allí resulta que los cantos rodados que he vis-
to en esa meseta pueden atribuirse a la misma foima-
— 47 —

ción sedimentaria que se plegó para dar origen a la ca-


dena costera. En detenido examen litológico y estrati-
gráfico se impone para resolver definitivamente esa in-
teresante cuestión.
De todos modos, sea esa meseta un horst entre las
dos fallas volcánicas o una meseta de formación pura-
mente volcánica, hay un hecho que me parece fuera de
duda, y es la comunicación, por debajo de la meseta
del volcán de Santa Ana y el de Izalco, como lo haré
ver en la parte histórica de este estudio.

Ascención a! Volcán

Al descender por la rápida pendiente que limita ha-


cia el sur a la meseta de Las Brumas, se encuentra con
el teshca!, o sea con lava del volcán de Izalco, al pie
boreal de éste.
Ese punto, por el cual abordamos al Izalco, se en-
cuentra a 144 m. más bajo que la casa de Las Bru-
mas, y a 1,677 m. sobre el nivel del mar, según mis
propias medidas. El doctor Barberena afirma que ese
punto está a 1,574 m. sobre el mar, y los citados geó-
logos franceses le asignan 1,541 m.
Para empezar el ascenso sobre el cono es preciso
atravesar cerca de 150 o 200 m. de lavas oscuras, ba-
sálticas, escorificadas por encima, angulosas, fuertemen-
te fracturadas en grandes y pequeños compartimientos,
con cristales feldespáticos, puntos irizados que parecen
micas o peridot ferruginoso, con un poco de óxido mag-
nético en algunos bloques, que por su acción sobre la
brújula se ve que están polarizados. Esas lavas no
son el producto de una sola erupción, como se ha dicho
varias veces, sino una inextricable mezcla de numerosas
coladas, a las que haré referencia en la parte histórica
de esta obra.
Tanto desde Las Brumas, como del lugar en que
estamos, lo que más llama la atención en el volcán de
Izalco es un inmenso cráter que tiene casi en su cima,
y que está de tal modo que parece ser (aunque no es)
— 48 —

el cráter central del volcán, el de la propia cima: es el


que llamaré cráter boreal de la cima o cráter de 1912,
por haberse formado en el año 1912.
Abajo de ese cráter se ve uno menor, y en la mis-
ma línea, al pie del volcán, en medio de la lava, se ven
cuatro o cinco depresiones que en otro tiempo (1902),
fueron centros de explosiones volcánicas. Esa linea de
cráteres sigue una dirección N. o NNE.
Para distinguir esos cráteres, llamaré al grande de
la cima «cráter de 1912», pues se formó ese año, o
«cráter boreal de la cima»; al siguiente «cráter boreal
de flanco», y a los de la lava, «centros eruptivos de la
base boreal». De estos últimos hacia arriba (S.) se
encuentra un saliente de rocas masivas, en donde en
otro tiempo existió una fumarola, que ya no existe.
Siguiendo en línea casi recta hasta el cráter de 1912 se
encuentran varios puntos en que salen rocas inmuebles, en
donde podíamos reposar un poco, pues casi todo el
cono del volcán está formado de bloques de lava de un
tamaño medio entre el de una naranja y un coco, con
cantos afilados de fractura concoide, en pendiente de
32°, 37° y hasta 40°, por lo que ruedan con mucha faci-
lidad a los abismos, golpeándonos con frecuencia y
arrastrándonos a veces con gran peligro de nuestra in-
tegridad física y aun de la vida. Para disminuir esos
peligros seguimos el reborde en que están los cráteres
boreales, tanto por los salientes de rocas masivas in-
muebles que presenta, como porque la pendiente del
volcán es menor en el reborde que presenta en el resto
de sus faldas.
La primera fumarola a que llegamos se encuentra a
1,738 m. sobre el nivel del mar, a poco menos de un
tercio de la base boreal a la base de la cima. Está
formada de vapores blanquecinos, no dan reacción áci-
da ni básica notables, el vidrio de la brújula se cubre
de gotitas de agua y el acetato de plomo no se altera.
La vida empezaba a manifestarse en ella: una muy
pobre vegetación criptogámica, formada de pequeños he-
lechos y musgos, empieza a conquistar las rocas, vi-
viendo gracias al vapor de agua de las fumorolas.
— 49 —

Un poco más arriba encontramos los representantes


de la fauna del Izalco: artrópodos únicamente, represen-
tados por unas arañas, con grandes telas, un coleóptero
verde y algunos mosquitos arrastrados por el viento a
esos lugares desiertos.

En la cima de! Volcán

Más arriba llegamos al borde boreal del gran crá-


ter de 1912, cráter que hasta ese momento habíamos
tomado como el cráter central del volcán; pero más
arriba vimos el cráter central, separado del de 1912
únicamente por el reborde en que estábamos. Este bor-
de austral del «cráter de 1912», o boreal del «cráter del
centro», es una pared de separación entre ellos, de po-
cos metros de espesor, pero de mayor consistencia que
el filo por el que habíamos pasado, - pues ya las ceni-
zas han consolidado las materias muebles. El punto
más elevado de esa pared está a 1,861 m. sobre el ni-
vel del mar.
El cráter central de la cima tiene una forma casi
circular, ligeramente alargada de NE. a S W . Su borde
presenta puntos eminentes, entre ellos los siguientes: el
realzamiento N.° 1, o sea el más elevado de todos, el
punto más elevado del volcán, situado en el reborde
occidental del cráter central y a 1,869 m. sobre el ni-
vel del mar; el realzamiento N.° 2, que es el punto más
elevado de la pared boreal del cráter, al N.° 42° E. y a
40 m. del pico N.° 1, y, como se dijo, a 1,861 m. so-
bre dicho nivel; el pico N.° 3, situado en el borde orien-
tal del cráter, al S. 83° E. y a 90 m. del pico N.° 1, y
a 1,857 m. sobre el nivel del mar, y el pico N.° 4, en
el borde austral del cráter, al S. 43° E. y a 80 tn. del
pico N.° 1, y a 1,854 m. sobre dicho nivel.
El fondo del cráter central está a 1,845 m. sobre el
nivel del mar y presenta tres puntos orientados de NE.
a S W . que parecen haber sido centros de erupciones
en otros tiempos, pues actualmente están absolutamen-
te inactivos y más o menos recubiertos por los produc-
4~Bl Volcán de 1zaleo
— 50 —

tos arrancados por las aguas fluviales de las paredes


cratéricas.
En el fondo del cráter central ni en la parte inte-
rior de sus paredes existen fumoroias, pero en la cara
externa de ellas el número de fumoroias es grande, es-
pecialmente en sus flancos oriental y austral y en una
ligera meseta situada entre los cráteres izalqueño y ar-
meniano; pero esas fumoroias no son muy calientes,
pues se soporta muy bien colocar la mano para recibir
sus productos. En 1a pared que separa al cráter bo-
real de la cima y el cráter central, también existen al-
gunas fumoroias.
Hacia el S. 21° W. del pico N.° 1, y a 75 m. de
distancia, se encuentra el cráter izalqueño a 1,833 m.
sobre el nivel de mar, y hacia el S. 78° W., y a 90 m.
del mismo pico está el cráter nahuizalqueño a 1,825
m. sobre dicho nivel. El cráter izalqueño es una lige-
ra depresión irregular formado de lava basáltica muy
porosa; de él salen por las grietas unas nubecillas blan-
quecinas, inodoras, que dejan gotitas de agua sobre el
vidrio de la brújula; de ese cráter parte hacia abajo un
resaltamiento de lavas en gran parte fragmentarias, y
que presenta algunos puntos en que parecen haber sido
centros de explosiones volcánicas. El cráter nahuizal-
queño es del todo semejante, y de él parte igualmente
un resaltamiento hasta el pie del cono.
Hacia el E. del cráter central y más bajo que él,
se encuentra a 1,828 m. sobre el nivel del mar el crá-
ter oriental de la cima o cráter armeniano, semejante a
los que acabo de describir, aunque un poco mayor, de
forma elíptica alargada de N. a S. y que presenta dos
depresiones focales, que parecen corresponder a dos
centros explosivos. De ese cráter parte hacia la base
un realzamiento de lavas y productos piroclásticos, y
que desciende hasta la propia base, en donde existen
los cráteres orientales de la base, entre ellos, el nuevo
cono (cráter de 1920).
Es interesante observar que por los cuatro realza-
mientos que presenta en los flancos de su cono, siguie-
do sus generatrices, los productos eruptivos han busca-
§sí
>•2
o" a

•S «
«y 73O
TO co
«.s tjJO
£3

oo >o-
c
-2 o
ta o
Ioc
co

0)
g
T3 ra
« N
•2«
<u l i

co a>
C3 CO
E' es
So
C
Qn
»«>
«

<u O.
•o -
o<>" O
fe
SCO-—
S O
(V) —

>•3 g
85-
raT3¡-O J
-o
~nU 5.«
v
O" o
•a n V-
o0
S «-
aö .2
- °
g
>
— r aÄ|
u ou—
u
O
Q. ccy
— 51 —

do casi exclusivamente su salida por varios puntos de


ellos; es decir, esos cuatro realzamientos constituyen las
líneas de menor resistencia del volcán, y en vano he
buscado cráteres o fisuras de emisión de lava fuera de
esas cuatro líneas.
También es interesante observar que, aunque se
encuentran coladas desde los cráteres coronales de la
cima, la lava en esa forma es poco abundante hacia
arriba, sucediendo abajo lo contrario, siendo notable
que hacia arriba predominan los centros explosivos y
hacia abajo los emisivos. En la erupción de 1912 se
vió que el cráter boreal de la cima sólo arrojaba pro-
ductos fragmentarios, mientras que abajo se abrieron
las fisuras por las que salió la correntada de lava. Lo
mismo observé en la erupción de 1920 (cráter nuevo) e
igual cosa observé en el volcán de San Salvador en
1917.

Más observaciones

Debo agregar que en las cercanías del cráter de


1912 (el boreal de la cima), encontré fragmentos de
cantos rodados y uno entero, iguales a los que cons-
tituyen el conglomerado porfídico antes citado, lo que
pone de manifiesto que con esa erupción (1912), fue
ensanchada la chimenea que atraviesa a esos conglome-
rados.
Hay otra cosa interesante que notar, y es que en
las cercanías del cono, ni en el cono mismo, no he po-
dido encontrar ninguna bomba, es decir, ninguna mate-
ria que hubiera sido lanzada en estado pastoso y des-
pués solidificada. En el volcán de San Salvador pude
observar que de los cráteres boreales de la cima (Bo-
queroncitos del Pinar), salieron bombas más o menos
fusiformes unas, otras en forma de raíces, con una cor-
teza agrietada, y otras en forma de escremento de ga-
nado vacuno, ( a d e m á s de los fragmentos de piedra
solidificados y triturados antes de ser lanzados); pero en
el Izalco no he podido encontrar ninguna de esas cla-
ses de bombas.
— 52 —

Respecto a la composición de las rocas eruptivas


del Izalco—las cuales todas son básicas—no puedo me-
nos que remitir al lector a lo dicho por los geólogos
franceses Dollfus y de Mont-Serrat («Voyage geoiógi-
que dans les Republiques de Guatemala et du Salva-
dor»), pues la descripción de ellos corresponde perfec-
tamente a las rocas que allí hay, y no me encuentro
capacitado para hacer un estudio detenido de ellas.
Y en cuanto a los detalles topográficos, debo agre-
gar una observación: que la descripción que hicieron
esos geólogos de la cima del volcán no corresponde
del todo al estado en que hoy se encuentra, lo que in-
dica que ha sufrido importantes cambios desde 1,866
en que ellos pasaron, hasta nuestros días, de tal modo
que ya no sólo hay más cráteres que ios que ellos ob-
servaron, sino que los dos pequeños cráteres que indi-
caron a los lados del cráter central, situados los tres
en una línea dirigida de E. 35° N. a W. 35° S.; sólo con
un poco de atrevimiento se pueden identificar con los
cráteres armeniano e izalqueño, siendo de notarse, no
obstante, que el cráter central ha sufrido poca altera-
ción, pues la posición de los picos o realzamientos del
borde, es semejante a la que ellos indican, y es proba-
ble que esa semejanza sería completa si la destrucción
o modificación profunda de los pequeños cráteres no se
hubiera operado. Otra diferencia entre el estado del
volcán en 1866 y el de ahora, es que antes en el fon-
do del cráter del centro había una chimenea comple-
tamente abierta, y ahora esa chimenea está completa-
mente cerrada y ni siquiera hay fumorolas en el inte-
rior de ese cráter, y sólo se ven tres cicatrices de cen-
tros eruptivos, formados posteriormente a 1,866, y que
por un momento estuve tentado a considerarlas como
•restos de los tres cráteres descritos por dichos geólogos.
A nuestro regreso nos detuvimos a observar una
grieta orientada de E. a W. y situada cerca y al N.
del cráter boreal de la cima, grieta que en parte tenía
7 centímetros de ancho con una dislocación de los la-
bios, indicando un ligero hundimiento del labio boreal,
porción boreal que con ese movimiento tiende a tomar
— 53 —

tina posición menos inclinada. El caso es semejante al


movimiento verificado alrededor del cráter de 1,920, lo
que tal vez indique un principio o preparación para una
nueva erupción por el flanco boreal.
Cuando llegamos a la ciudad de Izalco, fui a casa
de las señoritas Barrientos, propietarias de la hacienda
de «Las Lajas», cuyos títulos de propiedad tenía nece-
sidad de conocer para resolver un problema histórico
referente al Izalco; y debo aquí manifestar a ellas mis
agradecimientos por haberme mostrado dichos títulos y
de haberme dado datos acerca de la actividad del Izal-
co en los últimos tiempos, datos que aprovecho en la
segunda parte de esta obra.

La erupción y los terremotos de 1920


Hay un hecho sobre el cual debo insistir, y es el
referente a que no hubo temblores de tierra relaciona-
dos con el fenómeno eruptivo que tuvo lugar a fines
de 1920, y que ha motivado la visita al volcán a que
he hecho referencia.
Los temblores de tierra registrados por los sismó-
grafos desde el 28 de octubre de 1920 (día anterior al
principio de la erupción), son los siguientes:
Día 28.—A las 3 h. 17 m. 40 s. — Temblor osci-
latorio en San Salvador, grado IV; s e n t i d o cau-
sando alarma, desde San Miguel Tepesontes hasta Co-
masagua, hacia la costa sur; fase preliminar, 19 segun-
dos; duración total, 65 s.; duración sensible mayor de
10 s.; foco, a 158 kms. próximamente de San Salva-
dor, probablemente en el mar. El Izalco sólo dista 51
kms. de San Salvador.
Día 28.—A las 8 h. 27 m. 53 s.—Temblor oscila-
torio, grado II, duración total, 42 s.; fase preliminar,
8 s.; distancia focal, al rededor de 88 kms. Ei foco no
puede ser el Izalco, pues dista 51 kms.

Día 29.—Nada.
Día 30.—Nada.
Día 3/.-~Nada.
— 54 —

Día 1." de noviembre.—A las 6 h. 4 m. 5 s., intensi-


dad, grado I; fase preliminar 7 s.; duración total, 52 s.;
foco, alrededor de 82 kms.: no puede ser el Izalco

Día 2.—Nada.
Día 3.—Nada.
Día 4.—Nada.
Día 5.—Nada.

Día 6.—A las 4 h. 19 ni. 18 s. temblor oscilato-


rio, grado III en toda la región central y occidental de
El Salvador; fase preliminar 21 s.; duración total, 52 s.;
duración sensible alrededor de 10 s.; foco a 170 kms.,
probablemente en territorio guatemalteco.
Día 7.—A las 16 h. 10 m. 8 s.; grado I; fase pre-
liminar, 6 s.; duración total, 14 s.; foco, a 76 kms.
Día 7.—A las 19 h. 51 m. 40 s.; microsismo; fase
preliminar, 6 s.; duración total, 20 s.; distancia focal, al
rededor de 76 kms.
Día 8.—A las 5 h. 42 m. 10 s.; microsismo; fase
preliminar, 12 s.; duración total, 26 s.; distancia focal,
114 kms.
Día 8.—A las h. 26 m. 5 s.; dos choques trepida-
torios seguidos de intensidad IV y III; fase preliminar,
nula; foco, vecino a San Salvador; solo aquí y en So-
yapango se sintió.
Día 9.—A las 12 h. 9 m. 30 s.; microsismo; fase
preliminar, nula; duración total, 3 s.; foco local.
Día 10.—Nada.
Así, pues, de los temblores registrados por los sis-
mógrafos del día 28 de octubre al 10 de noviembre,
ninguno tuvo su origen a 51 kms. de aquí, y por lo
tanto ninguno provino del Volcán de Izalco.
He insistido sobre ese hecho porque es creencia
general que las erupciones van siempre acompañadas de
temblores de tierra, cuando en realidad la historia vol-
cánica de El Salvador, indica lo contrario, que casi siem-
pre las erupciones volcánicas no guardan relación con
movimientos sísmicos, aunque algunas veces vayan acom-
pañados ambos grupos de fenómenos.
55 —

Compendio y s u c e s o s posteriores.
Erupción de 1920—21

Para concluir la primera parte de esta obra, creo


conveniente resumir las observaciones indicadas respecto
al periodo eruptivo en referencia y agregar las observa-
ciones hechas posteriormente hasta la terminación de
ese período.
El Volcán de Izalco había permanecido inactivo
desde 1916; pero el día viernes, 29 de octubre (1920),
por la tarde, empezaron a salir columnas de humo blan-
co por el pie oriental del Volcán de Izalco, cerca del
Cerro Verde.
El día 30 del mismo octubre, a las 10 h. de la ma-
ñana, se oyó un ruido semejante a un inmenso derrum-
be de piedras y desde ese momento empezó a correr
lava. El examen que practiqué después indica un hun-
dimiento del terreno pedregoso al rededor del nuevo
centro eruptivo, hundimiento al cual puede atribuirse di-
cho ruido. Ese hundimiento consistió en un movimiento
de la región disminuyendo el declive: la región como
de 200 m., el radio tendió a ponerse horizontal
En la noche del 31 de octubre al lo. de noviem-
bre, hacia las doce, se oyó desde Izalco un fuerte re-
tumbo y vióse por primera vez desde allí el fuego del
Volcán.
En los días lo. y 2 se oyeron en Izalco intensos
retumbos. Como a las 10 de la noche del dia lo., los
retumbos fueron muy intensos y se oyeron en Izalco y
Armenia.
El día 3 se disipó la nube que cubría al nuevo
centro eruptivo lo suficiente para que desde Armenia se
viera el fuego y la lava. A las 9 h. y a las 13 h. fue-
ron las mayores erupciones de productos fragmentarios,
las que se hacían más o menos cada cuarto de hora.
El día 4 la actitud decreció un poco.
El día 5 en la mañana, como a las 9 h. 30 m.,
salieron del Volcán grandes columnas de humo, y en la
tarde, (como a las 3 h. 15 m.), arrojó otras.
— 56 —

E! 6 por la mañana casi estaba calmado, pero la


actividad fue aumentando gradualmente. En la tarde oí-
mos algunos retumbos desde Izalco.
El día 7 por la mañana, la actividad era poca, pero
fue aumentando, como sucedió el día anterior. Este día
estuvimos en el propio centro eruptivo. Estábamos a 30
m. de ese centro, a las 11 h. 45 m., cuando se produjo
una intensa explosión, tal que algunas piedras pequeñas,
ayudadas por el viento, pudieron llegar hasta nosotros; y
por la dirección del viento, además, estábamos muy moles-
tos por el gas clorhídrico que salía de las fumarolas. Por
eso, nos dirigimos ai lado opuesto, en donde a 30 m. se
quedaron mis compañeros mientras yo me acerqué a cin-
co pasos de la orilla del centro eruptivo, sobre los pro-
ductos mismos que había arrojado y que ya estaban bien
consolidados y no muy calientes. Aprovechando los in-
tervalos de cinco y más minutos que había entre explo-
sión y explosión, me acerqué inmediatamente después
de que una de ellas tuvo lugar, y me protegí de las
piedras que debían caer, bajo un trozo saliente de lava
solidificada. El nuevo centro eruptivo no es un verda-
dero cráter, es una fisura de 5 a 6 m. de ancho y 60
m. de largo, llena de lava fluida cubierta de escorias,
dirigida de N. 78° W. a S. 78° E. magnéticos, y que
se prolonga adelgazándose hacia el N. 78° W. hasta una
fumarola, 50 m. y otros 50 m. hacia el S. 70° E. hasta
un centro explosivo poco intenso; la altura es mayor
hacia el N. 78° W. que hacia el S. 78° E. En los 60
m. de la fisura las escorias no están igualmente conso-
lidadas y así es que presenta tres centros o puntos ex-
plosivos, de los cuales el más bajo, que es el principal,
tiene 7 ú 8 m. de diámetro y está rodeado de altas
masas de lava solidificada, pudiendo considerarse como
el verdadero cráter; el segundo punto explosivo, que es
el que está en medio, es el más largo, pero el menos
activo, y el tercero, hacia el N. 78 ° W. de los oíros
es el más pequeño, pero de actividad más frecuente,
aunque menos intensa que la del primero, el que pare-
ce haber dado origen a la correntada de lava. Esta te-
nía esa anchura media de 100 a 150 m. de ancho, 506
— 57 —

m. de altura media y de 3 kms. de largo; el avance se


hacía por intermitencias, quedando casi siempre la lava
fluida, cubierta de un túnel de escorias, que se abría de
vez en cuando por el extremo y por la cresta. Cuando
estuve en el lugar indicado observé el mecanismo de ca-
da erupción: primero oía un ruido semejante al que pro-
duce la salida de vapores a alta presión entremezclado
con el que produce el mar; ese ruido provenía de la
parte baja de los 60 m. de fisura indicados; después el
foco de ese ruido se desplazaba hacia arriba, recorrien-
do en pocos segundos los 60 m.; en seguida la lava y
escorias contenidas en esos 60 m. empezaba a ascen-
der lentamente hasta la altura de metro y medio o dos, y
apenas llegaba a su mayor altura, los témpanos de escoria
se separaban y dejaban ver las masas incandescentes y
momento continuo se oía el ruido de la explosión que
proyectaban las piedras, y por fin, la lava empezaba de
nuevo a descender a su nivel anterior; el ascenso de la
lava tardaba 8 ó 9 segundos, y el descenso siempre
12 s. En ese día, ias más grandes erupciones que vi-
mos tuvieron lugar a 16 h. 10 m. y a las 16 h. 22 m.;
y los intervalos entre las diferentes erupciones vaciaba
de 5 a 15 m., llegando una vez a 19 m.
El día 8 la actividad continuó del mismo modo, y
este modo de actividad continuó una columna de humo
quo salió del cráter E. S. E. de la cima del Izalco, pero
al día siguiente ya no se vió, continuando aquel modo de
actividad, hasta el 20 de diciembre.
El día 23 de diciembre, a las 14 h. 40 m., vi una
inmensa masa de humo denso que salió del cráter E. S. E.
de la cima y cayó cubriendo todo el flanco oriental; el
viento arrastró las cenizas hasta ízalco y Sonsonate; y
estuvo una fumarola muy activa en el flanco Norte.
El 24, poco después del medio día, salió otra co-
lumna de humo por el mismo cráter, el que perdió una
gran parte, y la noche del 24 al 25, hacia las 12 salió
de allá mismo otra gran masa de humo y cayó nueva-
mente ceniza en Izalco. En esos días la lava continua-
ba avanzando cerca de tres metros por día; con esas
— 58 —

erupciones, las del 23 y 24, el cráter armeniano perdió


gran parte de sus bordes,
Después continuó la actividad arrojando por el re-
ferido cráter masas de humo, pero ya no ha caído ce-
niza en Izalco ni Sonsonate, y arrojando humo por el
cráter de la base; la lava no cesó de avanzar hasta 1921.
El día 6 de enero de 1921, vi al Izalco hechar
grandes y espesas bocanadas de humo por el cráter o-
riental de la cima, y un poco, (casi nada) por el crá-
ter nuevo de la base arrojando cenizas que cayeron en
San Isidro.
El día 8 hubo una recrudescencia. El día 20 se
calmó notablemente.
El día 23 del mismo mes, el Izalco echaba po-
co humo.
El día 26 del mismo, el Izalco echó gran cantidad
de ceniza por el cráter oriental de la cima y la ceniza
cayó en gran parte de San Isidro. El cráter, según se
ve de lejos, ha sufrido importantes modificaciones.
El día 31, vi al Izalco hacer hermosísimas erupcio-
nes de cenhas á las 8 h. 50 m. y 9 h. de la maña-
na, acompañadas de retumbos.
El día 2 de febrero, el Izalco hacía erupciones a
grandes intervalos (de horas a veces) por los cráteres
armenianos e izalqueño y el cráter nuevo de la base; a
grandes intervalos, pero con gran intensidad; pero la la-
va ya no avanzaba.
El 24 de febrero la actividad había decaído, las
erupciones eran de poca magnitud y grandes intervalos.
El día 18 de abril me dijeron que hacía una sema-
na que ya no hacía erupciones, lo que nos da el dato
de que la actividad eruptiva iniciada a fines de octubre
de 1920 terminó hacia el día 10 de abril de 1921.
Sin embarco, la actividad fumaroliana de la cima
ha continuado inalterable, por lo menos, en apariencia,
durante todo el año de 1921.
— 59 —

Actividad del llamatepeque

Para completar la descripción del período eruptivo


de 1920-21 del Izalco,-ya que éste forma parte del gru-
po volcánico del llamatepeque,-debemos agregar que des-
de los primeros días de noviembre de 1920 las aguas
de la laguna formada en el cráter del volcán de Santa
Ana empezaron á agitarse y a emitir grandes cantidades
de vapor de agua, y las cosas continuaron así hasta fi-
nes de diciembre, sin que la laguna se llegara a secar
completamente.
<¡i
•a

ra

a)
-a

>o

'"ge
•a
u. <—
U >

El Volcán de Izalco

SEGUNDA PARTE

Historia del Volcán de Izalco desde su origen


hasía nuestros días
POR EL P R O F E S . R

JORGE LARDO
(DIRECTOR DEL OBSERVATORIO NACIONAL)

Historia def Volcán de Izalco año 1524


Es el de Izalco uno de los pocos volcanes que en
el mundo se han formado en los tiempos históricos, y de
los cuales se tiene conocimiento de su formación; y son
tan raros esos volcanes que en América se citan única-
mente cuatro: el Jorullo, de México; el de Las Pilas, en
Nicaragua, y los volcanes de Izalco y el Playón en El
Salvador, agregándose a veces el de Ilopango en este
mismo país. Los demás se han formado en los tiempos
prehistóricos, y aun antes de la formación del hombre,
de allí resulta el gran interés científico que presenta el
conocimiento exacto de la formación del Volcán de Izal-
co y de los otros nuevos volcanes: ese conocimiento es
necesario para establecer sobre sólidas bases la teoría
de la formación de los volcanes y comprender uno de
— 62 —

los fenómenos más grandiosos de la formación del


mundo.
No están acordes los autores acerca de la fecha en
que el Izalco empezó a formarse: los hermanos Eliseo y
Onésimo Reclus dan la fecha de 1793, sin duda a cau-
sa de la gran erupción que hizo en ese año; pero to-
dos los demás aceptan como fecha inicial la de la erup-
ción de 1773; el doctor Pedro S. Fonseca fija su forma-
ción (o la oscila) entre 1635 y 1798, y el Doctor Santiago
1. Barberena hacia 1740; pero de la documentación que he
reunido resulta claramente que las erupciones empeza-
ron entre los años 1576 y 1636, esto es, al rededor del
año 1606, y la base del cono se empesó a formar de manera
notable desde 1722, aunque ya en 1524 habían manifes-
taciones volcánicas en el punto en que se formó el vol-
cán de Izalco cerca de un siglo después. Por estas ra-
zones arrancará esta historia desde el año de 1524.
El día 8 de junio de 1524, el ejército español ca-
pitaneado por Pedro de Alvarado, después de atravesar
el río Paz y la región costera del actual departamento
de Ahuachapán, llegó á Acajutla, en donde pasó cinco
días. El día 13 partió para Tacuzcalco (población cu-
yas ruinas están aún a 2 kms. de Sonsonate) y en los
días siguientes estuvo en las otras poblaciones de la co-
marca, partiendo el día 16 para Ateos, y llegando por
fin á Cuzcatlán (San Salvador) el día 17 del mismo mes.
El día 4 de julio del mismo año, Alvarado salió de
Cuzcatlán, de regreso hacia Guatemala, recorriendo el
mismo camino, pasando de Ateos á Acajutla en los días
del 5 al 7 ú 8 de ese mes.
Como en el trayecto de Acajutla á Ateos, se mira
bien la sierra volcánica del Ilamatepeque. en donde hoy
está el Izalco, podemos sentar que Alvarado observó esa
sierra en los días transcurridos del 8 al 16 de junio y
del 5 al 8 de julio de 1524, caminando al Sur de ella.
Ahora bién, cuando Alvarado llegó de regresó a
Guatemala, escribió a Hernán Cortés su "segunda carta
de relación" (efectivamente fué la tercera) fechada el día
28 de julio de 1524, y en la relación que le hace, apa-
recen ¡os siguientes pasajes interesantes para la geología.
— 63 —

"En esta tierra (la de los cakchiqueles, de donde


escribe) hemos hallado una sierra do está un volcán,
que es la cosa más espantable que se ha visto, que
echa por la boca piedras tan grandes como una casa
ardiendo en vivas llamas, y cuando caen se hacen pe-
dazos y cubren toda la sierra de fuego.»
«Adelante de ésta, sesenta leguas, vimos otro vol-
cán que echa humo muy espantable, que sube al cielo,
y de anchor de compás de media legua el bulto del hu-
mo, todos los ríos que allí descienden, no hay quien
beba, porque sabe a azufre, y especialmente viene de
allí un río de caudal muy hermoso y tan ardiendo que
no le podía pasar cierta gente de mi compañía que iba
a hacer una entrada (ataque), y andando a buscar un
vado, hallaron otro río que entraba en él, y allí donde
se juntan hallaron un vado templado que lo pudieron
pasar.»
El primero de esos volcanes (que Montessus de Ba-
llore identifica erróneamente con el de Atitlán, pues con
seguridad era el Volcán de Fuego de Guatemala) se en-
contraba en territorio guatemalteco : . . . . «en estas tie-
rras», dice escribiendo desde Santiago de Guatemala, en
la referida carta. Por lo tanto, no nos interesa ese da-
to para la historia del Volcán de Izalco, ni para la del
llamatepeque o Volcán de Santa Ana sobre cuya falda
se formó el Izalcc.
En cuanto el segundo volcán podemos afirmar que
se trata del llamatepeque.
En efecto: Alvarado venía de Méjico a Guatemala,
de modo que la expresión «adelante de ésta (de Gua-
temala)» no se refiere a un volcán situado entre Méxi-
co y Guatemala, sino situado de Guatemala hacia el
rumbo «opuesto al de México», es decir, de Guatemala
hacia Cuzcatlán. Por otra parte, Alvarado narra en esa
carta su expedición de Guatemala hacia Cuscatlán, y
por lo tanto, el volcán en referencia debe de estar en-
tre Guatemala y Cuzcatlán, «a 60 leguas de Guatemala.»
Ahora bién, la Sierra del llamatepeque se encuentra
próximamente a sesenta leguas castellanas del antiguo
asiento de Santiago de Guatemala (de donde escribía
— 64 —

Alvarado) y por lo tanto, es indudable que Alvarado se


refiere a un volcán de esa sierra.
Además, teniendo en cuenta que el Izalco no exis-
tía, y que los únicos volcanes activos de esa sierra en
los tiempos históricos han sido el Izalco y el liamate-
peque (V. de Santa Ana), puede afirmarse que el vol-
cán que vió Alvarado echar un «humo muy espantable»,
que sube al cielo, y de anchor de compás de media le-
gua el bulto del humo» no es otro que el ilamatepeque,
el hoy llamado Volcán de Santa Ana.
Y por fin el relato que más adelante trascribiré del
Oidor García de Palacios (escrito en 1576) permite afir-
mar con toda seguridad que el Volcán de Santa Ana
estaba entonces, en 1524, en actividad extraordinaria.
* Volviendo al relato de Alvarado, y reconstruyendo,
tenemos que en 1524 (junio y julio) el Volcán de Santa
Ana echaba inmensas columnas de humo «muy espan-
table» y que de sus faldas descendían ríos de agua
imbebible por su sabor, y un río de hermoso caudal, pe-
ro de aguas extremadamente calientes, tanto que cierta
gente del ejército de Alvarado que iba a hacer un ata-
que, no le ponía pasar, lo que consiguieron descendien-
do hasta encontrar un punto en que se le juntaba otro
rio, que templaba las aguas de aquél.
Ahora bien, como el único combate habido entonces
entre españoles e indianos tuvo lugar en la región compren-
dida entre Tacuzcalco, Sonsonate, Izalco y Caluco, es de
creerse que el río en referencia, que descendía del Ilamate-
peque, pasaba aun muy caliente en esa región, región
en donde antiguamente como en la actualidad, se jun-
tan todas las aguas que descienden de la Sierra. A
eso debemos agregar que existe actualmente en dicha
región un rio llamado de Agua Caliente, que, «nace bajo
las antiguas coladas del Izalco" y pasa a 1 Ktns. al E. de Ca-
luco, río que en ¡a actualidad ya no merece ese nombre, es
verdad, pero que debió merecerlo en otros tiempos. La si-
tuación de ese río, el punto en que nace (al pie del Izalco),
y el hecho de que no lejos de Caluco se une a un río de agua
fría, el Chiquihuat, permiten establecer, con grandes proba-
bilidades, la identidad de ese río de «Agua Caliente» con el
— 65 —

«río de caudal muy hermoso y tan ardiendo, etc.» de Al-


varado.
De todos modos tenemos como indudable que cuando
pasó Alvarado por la provincia délos Izalcos, en 1524, exis-
tía un río de agua muy caliente que bajaba del Volcán
de Santa Ana, esto es, de la región en que se formó
más tarde el Volcán de Izalco y como bien lejos de su
curso (10 o más kilómetros) todavía estaba ardiendo,
tanto que no se podía atravesar, preciso es admitir que
de las fuentes de ese río emanaba el agua hirviendo, y
que constituían lo que hoy llamamos un ausol o infier-
nillo, como los del Volcán de San Vicente y otros.
En conclusión podemos afirmar que en 1524 (junio
y julio), en la falda austral del Volcán de Santa Ana, y
en la región en que más tarde se formó el Izalco, exis-
tían inñernillos, o sea, fuentes de agua hirviendo.

De 1524 a 1576
Que el volcán que en 1524 vió Alvarado echando
un «humo espantable» era el mismo de Santa Ana, es
un hecho indudable, no sólo por los datos que dejo
consignados, sino también por los siguientes párrafos de
la carta-informe, que con fecha 8 de marzo de 1576, el
Oidor don Diego García de Palacio dirigió al Rey de
España.
«Están situados los Izalcos en las faldas de un vol-
cán que está humeando, que según todos afirman, se ha
consumido y bajado de cincuenta años a esta parte más
¡de 20 estadios (3 kms. 5) de altura; y algunos años ha
arrojado y expelido tanta ceniza que ha cubierto la tie-
rra muchas leguas al rededor y hecho gran daño en las
huertas de cacao».
Así pues, antes de 1575, año en que pasó el Oi-
dor García de Palacio, cincuenta años, el volcán cer-
cano a los Izalcos estaba ya humeando y echando ce-
nizas, y según esa expresión («de cincuenta años a es-
ta parte», desde cincuenta años antes de 1575) ese pe-
ríodo de actividad ya existía en el año 1525, lo que nos
dá casi la fecha de 1524 dada por Pedro de Alvarado
•5—Volcán (le Izalco
— 66 —

para la actividad del volcán izalqueño que echaba un


humo espantable. De modo pues que no cabe duda de
que el volcán izalqueño que vió Alvarado echar humo
espantable en 1524 es el mismo volcán izalqueño que vió
Palacio en 1575 echando humo y ceniza y que, según le
refirieron todos, desde hacía cincuenta años (desde 1575
menos 50=1525) había perdido gran parte de su altura,
etc.
Bien, pero ¿cómo identificar el volcán izalqueño de
que hablan Alvarado y García de Palacio, con el volcán
de Santa Ana?
Desde luego, eso es altamente probable, pues antes
de la formación del Izalco el único volcán izalqueño en
actividad era el de Santa Ana. Por otra parte, esa con-
clusión se impone si se tiene en cuenta que en las fal-
das de ese volcán, según dice el Oidor, estaban los I-
zalcos,—los que han estado siempre en las faldas del re-
ferido volcán,—y además, si se tiene en cuenta lo que
digimos del Río de Agua Caliente. Pero eso no es todo,
y los siguientes párrafos del referido Oidor en la misma
carta-informe permiten alejar toda duda sobre el par-
ticular.
«Vierte la parte Sur (del volcán de los Izalcos) co-
mo más baja, muchas aguas, algunas buenas y otras
malísimas y hediondas. Nace un río que llaman de Ce-
niza por el mucho y gran edor que lleva. Sale asimis-
mo de él otro arroyo de tan mala y viscosa agua que
en poco tiempo cubre y hace piedra cualquier cosa que
cae en él».
Como en la región de los Izalcos el único arroyo
de agua incrustante es el Shutecat, es éste el arroyo a
que se refiere Palacio; por demás, hasta el nombre in-
dígena de ese arroyo Shutecat, expresa esa misma pro-
piedad: «río de piedras podridas (cubiertas de carbonato
de cal)», de shuc, shuco, podrido; tec, tecsh, piedra, y at,
agua.
El Río de Ceniza todavia lleva ese nombre, y nace
también como el Shutecat en las faldas australes del
Volcán de Santa Ana, lo que unido a lo anterior cons-
tituyen nuevos datos que permiten identificar ese volcán
— 67 —

con el volcán izalqueño visto por Alvarado en 1524 y


por García de Palacio en 1575.
Por otra parte, el Río de Ceniza unido al Shutecat,
el Atecozol, el Agua Caliente, etc., se originan en varios
puntos de las faldas de los volcanes de Santa Ana e
Izalco y ya unidos pasan por Tacuzcalco, más arriba
de cuyo punto ordenó Alvarado un ataque al cual indu-
dablemente se refiere cuando dice que cierta gente de su
compañía no podía pasar un río de caudal hermoso y
muy caliente
En resumen, de la coordinación de los datos de Al-
varado y de Palacio, y los hechos geográficos actuales,
resulta claramente establecido que de 1524 a 1575 el
volcán de Santa Ana estaba en un período de actividad
eruptiva que empesó probablemente desde antes de 1524
y terminó después de 1575; que en 1524 existían en la fal-
da Sur de ese volcán, infiernillos, fuentes de agua hir-
viendo que daban origen a un río de Agua Caliente, que
aún cerca de Tacuzcalco era muy ardiente, y en fin, que
ese infiernillo ya no existía en 1575, pues de lo contra-
rio el Oidor García de Palacio lo hubiera dicho en su
minucioso informe.

Origen e historia de! Volcán —De 1576 a 1637


En 1637 pasó por la Santísima Trinidad de Soi:-
sonate el viajero Tomás Gage, y en su «Nueva relación
que contiene los viajes de Tomás Gage en la Nueva Es-
paña, sus diversas aventuras y su vuelta por la provin-
cia de Nicaragua hasta la Habana», trae este interesante
pasaje que indudablemente se refiere al lugar de los in-
fiernillos de donde viene el agua caliente de que habla
Alvarado, esto es, al lugar en donde después se formó el
Volcán de Izalco.
«Este pueblo de la Santísima Trinidad (Sonsonate),
tiene mucha nombradía en el país, por dos cosas: la pri-
mera es la loza que se hace allí y que dicen ser mejor
que la de México, y la otra por un sitio que está al re-
dedor demedia legua y que los españoles dicen y creen
que es una de las bocas del infierno. De allí sale con-
~ 68 —

tínuamente un humo negro y espeso que huele a azufre,


y llamaradas de fuego de tiempo en tiempo, la tierra
de donde este humo sale está baja, y nadie (sic) ha po-
dido acercarse jamás para poder saber la causa, porque
todos los que han querido ir cayeron por tierra y se
han expuesto a perder la vida».
Estos últimos párrafos nos indican que de las .per-
sonas con quienes Gage se informó, nadie había ido a
tal lugar y que no conocían bien la distancia de ese
hoyo que echaba humo continuamente, y fuego de vez
en cuando. Por otra parte Gage hacía su viaje rápido,
y dice que «no tubo tiempo» de ir a ese lugar. Y
como en otra parte más cerca que el volcán no exis-
te ningún punto a que pueda referirse dicho relato, es
preciso admitir que se trataba del lugar en que apare-
ció el Izalco, ya que un hoyo que arroja continuamente
un humo negro y espeso y de vez en cuando productos
incandescentes (fuego), no es otra cosa que un volcán
sin cono, un volcán que empieza a formarse.
Es de notarse que es muy probable que el Volcán
de Santa Ana haya cesado desde antes la actividad que
tuvo en 1575 y haya sido substituida por la «boca del
infierno» de que habla Gage. En efecto: Palacio en su
detallada carta-informe no habla de ese fenómeno no-
table, esto es, de un hoyo situado en la región izal-
queña que arroja continuamente humo, y fuego de vez
en cuando, y sí habla de un largo período de erup-
ciones del Santa Ana, en el que estaba todavía cuando
él escribió (1576); mas Gage observa esa boca que
constantemente echa humo y de vez en cuando fuego,
y habla de tal modo que implica que ese fenómeno te-
nía lugar desde hacía mucho tiempo, y en cambio no
habla de la actividad del Santa Ana cuando estuvo en
la villa de la Santísima Trinidad de Sonsonate (1637).
Por esas razones podemos establecer: lo. que en
1524 (junio-julio) el llamatepeque (Volcán de Santa Ana)
echaba un humo muy espantable, etc. y que en sus fal-
das existía uno o varios infiernillos o ausoles, esto es,
fuentes de agua hirviente que daban origen a un río de
hermoso caudal de aguas ardientes; 2o., que en los años
— 69 —

siguientes continuó el período de grandes erupciones de


dicho volcán, período en el que estaba todavía en 1576,
fecha en que ya no existían los infiernillos en referen-
cia, probablemente a causa de haber sido cubiertos por
las fuertes erupciones de dicho volcán, en las que éste
perdió mucho de su parte superior y causó grandes daños
en los cacahuatales; y 3o., que ese período de grandes
erupciones cesó de ser notable por la cima del volcán
entre 1576 y 1637, pero en cambio, al pie del volcán
se formó un hoyo por el cual salía continuamente humo
y de vez en cuando productos incandescentes, de modo
que aquellos ausoles y este hoyo pueden considerarse
como origen del Volcán de Izalco.

La erupción de 1722
La erupción del Izalco en 1722 (12 de marzo) ha
sido erróneamente atribuida al Volcán de San Marcelino.
El doctor don Santiago I. Barberena (Monografía
del deparatamento de Sonsonate), dice:
«Los vecinos de Armenia (antiguo Guaymoco) con-
servan la tradición de que en el siglo XVI existía, en
terrenos de la hacienda de Las Lajas, un pueblo lla-
mado San Juan Tecpán, que fue arruinado por las erup-
ciones del San Marcelino, y cuyos moradores se re-
fugiaron en Güimoco o Guaymoco, ofreciendo a los ve-
c i n Q S del lugar hacer comunidad de intereses con ellos,
lo que les fue concedido: tal es, según dicen, el origen
del barrio de San Juan de Armenia. En 1753 se en-
globaron en una sola medida de las tierras de ambos
pueblos».
En su Hist. Ant. y de la Conq. de El Salv. (pág.
310), dice Barberena:
«Para mí Acatecpan es el pueblo a que el Oidor
García de Palacio da el nombre de Tecpa, arruinado
probablemente cuando el San Marcelino hizo su última
y formidable erupción, el 12 de marzo de 1722».
El Dr. don Darío González (Estudio histórico de la
República de El Salvador), dice:
«El Cerro Chino (llamado también Volcán de San
— 70

Marcelino), del que daremos una descripción en la par-


te geográfica de este libro, hizo su erupción hacia el lado
E., extendiéndose la corriente de lavas hasta las inme-
diaciones de la ciénaga de Zapotitán. Según los títulos
de la hacienda de Las Lajas; que datan del año 1609,
existía entonces en aquellas tierras un pueblo indígena
llamado Tecpa o San Juan Tecpán. Según tradición
que se conserva en Izalco, los moradores de Tecpán a-
bandonaron el pueblo a consecuencia de una erupción,
la que no es otra que la del Cerro Chino—que proba-
blemente debe haberse verificado a mediados del siglo
XVII. Tecpán ocupaba la misma localidad que hoy ocu-
pan las casas de la hacienda, donde se montan, frente
a la propia casa de dicha hacienda unos vértigos de
construcciones de ladrillos de tierra y dos cúmulos de
indios.»
En esos párrafos es de lamentarse que entre los
datos tradicionales ciertos,—en cuanto tradiciones, tales
como el abandono de Tecpa a mediados del siglo XVII
por la erupción de un volcán»,—se hayan mezclado, a-
gregados de los referidos autores, agregados que no sólo
no existen en las referidas tradiciones, sino que están
en pugna evidente con los títulos de la hacienda de
Las Lajas, citados por ellos mismos en varios de sus tra-
bajos. Así, ambos dicen rotundamente que Tecpa estu-
vo en esa hacienda, y el Dr. González se aventura has-
ta afirmar con todo aplomo que «Tecpán ocupaba la
misma localidad que hoy ocupan las casas de la ha-
cienda.»
En los títulos de la hacienda de Las Lajas consta
todo lo contrario a éso: que Tecpa estaba fuera de esa
hacienda, la que distaba más de Tecpa que lo dista de
Guaymoco (hoy llamada Armenia).
De las diligencias seguidas en virtud de las solici-
tudes hechas por don Diego de Guzmán, ante el señor
don Alonso Criado de Castilla, con el fin de obtener los
dos lotes de terreno de Las Lajas, tomo los siguientes
párrafos, que prueban suficientemente lo que digo.
En una acta, que forma parte de aquellas diligen-
cias, y que empieza «En el pueblo de Tecpa, Jurisdicción
— 71 —

de la Ciudad de San Salvador a 6 días del mes de ju-


lio de 1608 a ñ o s . . . . » , refiriéndose a uno de dichos lo-
tes de tierra dice: «dichas tierras están a más de legua
y media del Pueblo de Guaymoco y más de dos leguas
de este de Tecpa». En otra acta fechada en Tecpa el 3
de julio de 1608 se dice: «las cuales (tierras) están en
términos del pueblo de Guaymoco, y de éste de Tecpa,
y á alguna legua y media del de Guaymoco y dos de
este dicho Pueblo, y cuatro de el de Coatepeque poco
más o m e n o s . . , . » , y así como ese hay muchísimos o-
tros párrafos que prueban y reafirman que Tecpa no sólo
no estaba en la hacienda de Las Lajas, sino que distaba
más de Las Lajas que lo que dista Guaymoco (Armenia,).
Con las informaciones referentes a la otra porción de
tierra de Las Lajas, se encuentra el párrafo que al refe-
rirse a esas tierras, dice que. . . . «están a tres leguas del
Pueblo de Guaymoco, y a más de tres del Pueblo de
Tecpa, y a más de cuatro del Pueblo de Coatepeque».
Los legajos que constituyen los referidos títulos es-
tán llenos de [datos semejantes, y que concuerdan ple-
namente en que la distancia de Tecpa a Las Lajas, es
«mayor» que la distancia de Armenia a Las Lajas y
«menor» que la distancia de Coatepeque a la misma ha-
cienda.
Situación de Tecpa
Como Las Lajas distan en línea recta 10 kms. de
Armenia y 14 kms. de Coateqeque, resulta que Tecpa
estaba más o menos a 12 kms. en línea recta, de mo-
do que los restos de Tecpa no deben buscarse en fren-
te de la casa de la hacienda de Las Lajas, como quie-
re el doctor González (a pesar de que dice apoyarse en
los títulos de esa hacienda) sino a unos 12 kms. de allí;
pero ¿en qué rumbo?
En la medida de uno de los lotes de la estancia
de Las Lajas se encuentra este p a s a j e : . . . «a ir a la
parte del poniente de la dicha Estancia (Las Lajas), y
luego a una loma de Cabaña por donde va el camino
Real del Pueblo de Tecpa a la Villa . . ..» Como en
esa región no habían en aquel entonces ninguna Villa,
— 72 —

salvo la de la Santísima Trinidad de Sonsonate, (Santa


Ana, Coatepeque, Armenia o Guaymoco y Nejapa eran
pueblos, Opico era un simple caserío de la antigua ha-
cienda de San Juan), podemos fijar con ese dato la re-
gión en que estaba «el Pueblo de Tecpa», jurisdicción
de la ciudad de San Salvador.
De dicho pasaje resulta que para ir de la villa de
Sonsonate a Tecpa había que pasar por Las Lajas, de
modo que Tecpa no se encontraba de Las Lajas hacia
Sonsonate, sino «hacia el lado opuesto» En los títulos
de la hacienda de Zapotitán consta además que de Tec-
pa partían caminos hacia los pueblos de Ateos, Opico
y Quezaltepepue, lo que comprueba la deducción ante-
rior, y como a 12 kms. de Las Lajas más o menos.
En los referidos títulos consta que don Diego de
Guzmán pidió más tierras en el «lugar llamado Las
Laxas, en el salto de la Laguna que dicen de Coate-
peque aguas vertientes a los llanos de Tecpa y Guay-
moco». Los llanos de Tecpa y Guaymoco (Armenia) son,
pues, los llanos a donde bajan las aguas que vierten
hacia ese lado por las faldas de la Laguna de Coate-
peque, es decir, son los llanos en donde está actualmen-
te la laguna de Zapotitán. Por allí, pues, estaba Tecpa.
En el testimonio de los referidos títulos de Las La-
jas se encuentran estas líneas:
«I habiendo don Diego de Guzmán, vecino de esta
Ciudad, pedido al señor don Alonso Criado de Castilla
de nuestro Presidente, Gobernador y Capitán General
que fue de esta Real Audiencia, seis caballerías de tie-
rra en la jurisdicción de la Ciudad de San Salvador lin-
de de otras cuatro que tiene y posée desde la Barran-
ca de Tecpa hasta cerca del sitio de estancia que lla-
man del Chupadero, etc.»
Es decir, que por la hacienda de Las Lajas existe
una barranca que va hacia la laguna de Zapotitán, ba-
rranca cerca de la cual estuvo Tecpa, dato que puede
servir para encontrar con una inspección detenida del
lugar, el punto en que estuvo Tecpa.
Hay otro dato que puede servir con ese fin, y es
el siguiente dato por el Oidor don Diego García de Pa-
— 73 —

lacio, en su carta-informe al Rey de España, con fecha


8 de marzo de 1576. En esa carta-informe, después de
hablar del río de aguas fuertemente incrustantes que ba-
jaba del volcán activo de los Izalcos, dice: «Y fuera de
estos Izalcos, en un lugar que se llama Tecpa (de la ciu-
dad de San Salvador), sale de dicho volcán (el Ilama-
tepec) otro arroyo de la mesma cualidad». Ahora bien,
ese dato sólo conviene al riachuelo del Rodeo, afluente
del de la Joya.
De los datos sacados de esos documentos resulta
pues, en resumen, lo siguiente: Tecpa era un pueblo de
la provincia de San Salvador (no de la de los Izalcos)
que estaba situado como a 12 kms. de la hacienda de
Las Lajas, por los llanos en que hoy está la laguna de
Zapotitán, cerca por1 donde baja de Las Lajas una ba-
rranca, quedando en jurisdicción de Tecpa, parte de Las
Lajas y un arroyo de aguas incrustantes que baja del
grupo volcánico del Ilamatepeque.
Después de haber hecho esa deducción, he encon-
trado datos semejantes en los títulos de la hacienda de
Zapotitán, de los cuales resulta que el pueblo de Tecpa
estaba cerca del río de Tecpán-Amayo, hoy llamado de
La Joya (y que recibe las aguas del río incrustante lla-
mado de Agua Caliente que baja de los altos del Lago
de Coatepeque), y en el terreno comprendido entre ese
río, el Río Sucio (llamado Río de Nejapa en dichos tí-
tulos,) y la laguna de Zapotitán.
Esos datos más precisos daban lugar a buscar allí
los restos de dicho pueblo, y efectivamente, en el ángu-
lo formado por los dos ríos citados hay un lugar ac-
tualmente llamado de Ticpa, cerca del cual se ve gran
cantidad de túmulos, algunos funerarios.

No fué el San Marcelino


Localizada así definitivamente la posición del anti-
guo pueblo de Tecpa, establecido así el error en que
incurrieron los doctores Darío González, Alberto Luna y
Santiago Barberena al suponer a Tecpa en tierra de la
hacienda de Las Lajas, me falta demostrar: a) que la
ruina de Tecpa no se debe a una erupción del volcán
— 74 —

San Marcelino, b) que se debe a una erupción del vol-


cán de San Salvador, y c) que la erupción del 12 de
marzo de 1722 se debe al Izalco.
Ahora bien, el íeshcal o lava que se ve en Las La-
jas y Zapotitán se mencionan ya en 1608 en las dili-
gencias contenidas en dichos títulos, prueba evidente que
no se debsn a la erupción de 1722, y por otra parte,
en el lugar en que estuvo Tecpa no se encuentra en las
coladas que parten del San Marcelino. Tecpa, pues, no
fue arruinado por la erupción de 1722 y mucho menos
por la erupción del San Marcelino. Por otra parte, nada
autoriza a creer que el San Marcelino haya hecho erup-
ción alguna en ¡os tiempos históricos.

La erupción que arruinó a Tecpa


Pero ¿cuál fue el volcán al que la tradición atribu-
ye la destrucción de Tecpa a mediados del siglo XVIÍ?
A mediados del siglo XVII, en 1658, el volcán de
San Salvador, por el cono de El Playón, hizo una gran
erupción, la que obstruyó el cauce del Río Sucio, que
pasaba por el antiguo Nejapa, y que se formó una ex-
tensa laguna en la parte llana comprendida entre el Ce-
rro del Playón y Armenia (Guaymoco), laguna que al
romper el Río Sucio por otro lado, disminuyó de exten-
sión quedando, como residuo de ella, la Laguna de Za-
potitán, según el cronista Ximénez. Como Tecpa esta-
ba en la Región inundada, se comprende que fué des-
truida por esa inundación habida a consecuencia de
la erupción volcánica.
El cronista Ximénez (Hist. Nat.) hablando de esa
erupción que arruinó al antiguo pueblo de Nejapa, ve-
rificada por el conito del volcán de San Salvador lla-
mado Cerro del Playón (entre Quezaltepeque y Sitio del
Niño), dice:
«Con la reventazón atajó un río caudaloso que pa-
saba por aquel llano que se llama de Nejapa e hizo
una laguna muy grande cerca del pueblo de Guaymoco
y llegó a romper por otra parte, como está ei día de
hoy (60 o 70 años después de la erupción)».
— 75 —

El pueblo de Guaymoco, es el mismo que no hace


muchos años tomó el nombre de Armenia; ,1a laguna
que está cerca de Guaymoco no puede ser otra que la
de Zapotitán, y el río caudaloso que de allí sale y que
pasa por el antiguo llano de. Nejapa (hoy de Sitio del
Niño y El Playón), no puede ser otro que el Río Sucio.
Ahora bien: cuando pasó el Oidor García de Pala-
cio (1576), no existía esa laguna, pues de lo contrario
en su detallado informe la hubiera mencionado, o por lo
menos no tenía la extensión que después, y por otra
parte el cronista Ximénez afirma categóricamente que
esa laguna se formó porque fue atajado el cauce de di-
cho río por »la reventazón (erupción)» que se produjo
«en el llano, entre el volcán y Opico», en 1658. An-
tes de 1658, pues, no existía ia laguna de Zapotitán, y
en los llanos en que está esa laguna estaba Tecpa, se-
gún lo hemos demostrado anteriormente. Pero en 1658,
a consecuencia de dicha erupción, se inundaron esos lla-
nos (en ios que estaba Tecpa, y se formó una gran la-
guna, que se redujo después cuando el río' Sucio rompió
por otro lado. Y la tradición dice que a mediados del
siglo XVII, es decir, al rededor de 1650, a consecuencia
de una erupción, los habitantes de San Juan Tecpa
abandonaron este lugar y se fueron a Guaymoco, {Arme-
nia), y allí fundaron el barrio de San Juan.
Preciso es sutilizar mucho para no ver que fue la
gran inundación de los «llanos de Armenia y de Tec-
pa» que tuvo lugar a mediados del siglo XVII (en 1658)
a consecuencia de la erupción del «Cerrito del Playón»,
la que hizo emigrar a los tecpanos en aquella época.

La erupción de 1722
Y ¿para qué suponer una erupción del San Mar-
celino? Las coladas (teshcal, malpaisera), que de él sa-
lieron, son indudablemente (por lo menos para mí), ante-
riores a la conquista. Por lo menos en ningún docu-
mento se apoyan para decir que el San Marcelino hizo
una erupción a mediados del siglo XVII, y mucho me-
nos llegar a afirmar, con el doctor Barberena, que el
— 76 —

San Marcelino hizo «su última erupción» en el siglo


XVIII, «el 12 de marzo de 1722».
Esta erupción fue hecha por el volcán de Santa
Ana, y según creo, la lava salió por el punto en que
se formó el Izalco, es decir, en el volcán que se esta-
ba formando con esas erupciones y por ese motivo me
he entretenido en demostrar los errores establecidos so-
bre la supuesta erupción del San Marcelino y destruc-
ción del Tecpa, y en llamar la atención acerca de que
ese volcán, en el que ni siquiera existen infiernillos ni
fumarolas, ni nada de actividad volcánica, no ha hecho
ninguna erupción en los tiempos históricos.
En un legajo de la Alcaldía Mayor de Sonsonate,
se encuentra lo siguiente:
«En la Villa de la Santísima Trinidad de Sonsona-
te a cinco días del mes de Henero de mili settecienttos
y treinta y dos años, Sumerzed Don Francisco Antonio
Carandi y Menán, Alcalde Mayor y Teniente de Capi-
tán General, por el Rey nuestro señor, de esta probin-
cia. Dixo que porquanto se ha llegado a experimentar
en esta provincia grande excacés de cacao, precioso, co-
mún y regional alimento, de que pagan a su Magestad,
que Dios guarde muchos años, el real tributo, que le
contribuyen los naturales indios de estos pueblos, y es-
pecialmente los del pueblo de Izalco de la Real Corona
dando por causa de dicha escasés y esterilidad la ce-
niza y demás excreciones que arrojó el volcán, que arrui-
nó todo este contorno, y aunque parece d[ue fue bas-
tante el suxeso de dicha reventazón, experimentado, en
el año de mil setecientos veintidós, por haber viciado la
tierra el aluvión de las cenizas, que desde entonces re-
vientan la mayor parte de las mazorcas de cacao sin
llegar a perfecta substancia, &». En las relaciones de
Justicias contenidas en dicho legajo aparece que los ca-
cahuatales que sufrieron estaban en San Miguel Sonza-
cate, San Juan Nahuizalco, Santo Domingo Guizapa,
San Miguel Xuxutla, Izalco, San Andrés Guaymango,
San Pedro Puxtla y Caluco.
Indudablemente es el único volcán activo en esa re-
gión, esto es, el volcán de Santa Ana. Don J. Ricardo
— 77 —

Arana («apuntes históricos») dice que ese volcán «hizo


una erupción de lava en 1720», lo que puede atribuirse
a la erupción de 1722, aunque no es imposible que en
esos dos años haya habido erupciones. El Licdo. Ipiña
se contenta con decir que «a principios del siglo XVIII
salió del volcán una correntada de fuego», erupción que
puede identificarse con la de 1722.
En ninguna parte del volcán de Santa Ana existen
coladas recientes, {ni aun antiguas visibles), salvo en el
punto en que está hoy el Izaleo, de modo que la corren-
tada de lava de 1722 tuvo su salida por el flanco del
volcán de Santa Ana en el punto en que hoy está el
¡zaleo.

El Izalco en 1753

Que las erupciones citadas y otras más se verifi-


caron por la falda austral del Ilamatepeque, en el pun-
to en que está el Izalco, lo comprueban suficientemente
los documentos siguientes, pues indican que ya en 1753
existía en malpaís lava en ese lugar.
En efecto, en las mensuras llevadas a cabo en 1753,
del común del pueblo de Dolores Izalco, por el geóme-
tra don Juan Bosque y Arteaga, éste dice lo siguiente:
«En el pueblo de Nuestra Señora de la Asunción de
Izalco, jurisdicción de la Provincia de la Santísima Tri-
nidad de Sonsonate, en cinco días del mes de marzo de
este presente año de mil setecientos cincuentitrés (1753).
Yo, don Juan Bosque y Arteaga, Juez Subdelegado de
medidas de tierras del valle de la ciudad de Santiago
de Guatemala y de esta dicha Provincia de Sonsonate,
en compañía de mis testigos de asistencia etc Y
habiendo llegado a la Cruz de San Marcelino, camino
real que sale de este pueblo para Señora Santa Ana,
cuya cruz está en un portezuelo que forman dos cerros
en la cima de la cumbre de un lado del volcán, etc
para proseguir dicha medida desde este dicho mojón,
atendiendo a el óbalo que forma el volcáu del tercio de
él para la punta tomé el rumbo del Oeste cuarta al Su-
doeste, dejando lo que es óbalo por totalmente infruc-
— 78 —

tuosas y dicho rumbo dejando las puntas de los cerros


y el volcán a la derecha se fueron midiendo y contan-
do cien cuerdas hasta llegar con la última de ellas a
una barranca profunda de piedra y arena que baja de la
punta de dicho Volcán de Fuego, cuyo ámbito sin em-
bargo de los muchos indios macheteros que iban por
delante dejo a la prudente consideración el trabajo de
de la fragosidad y aspereza pue el paraje ofrece, &».
Y más adelante dice: «Y habiendo salido y llega-
do a la citada barranca 'honda que principia en la punta
del Volcán de Fuego, en cuyo paraje se feneció la dili-
gencia antecedente, mandé a los medidores que tendie-
ran la cuerda de cincuenta varas castellanas según or-
denanza para proseguir dicha medida desde este dicho
paraje del que con el agujón en la mano tomé rumbo
de Oeste cuarta Sudoeste, que fue el mismo que lleva-
mos el dia antecedente dejando las tierras del malpais
del volcán de la derecha, baldíos y realengos, y contan-
do ciento treinta y ocho cuerdas hasta llegar con la úl-
tima de ellas a la «Cruz Gruesa», mojón y término del
pueblo de Juayúa, del de Nahuizalco y las que se mi-
den».
El hecho de que de Cruz de San Marcelino no se
ve la cima del volcán de Santa Ana y sí solamente su
flanco austral en donde hoy está el Izalco, la expresión
«atendiendo al óvalo que forma el volcán del tercio de
él para la punta», debe referirse al óvalo del malpais
situado en el referido punto, en el que se empezaba
a formar el Izalco, el que todavía no se presentaba ne-
tamente como volcán distinto del Volcán de Fuego de
Santa Ana.
En etecto: de la cima del volcán de Santa Ana sa-
le la única «barranca honda de piedra y arena», de esa
región, la que contornea el Izalco, pasando entre Cruz
de San Marcelino y Cruz Grande o Gruesa, por lo tan-
to el Volcán de Fuego de cuya cima nace esa «barran-
ca honda de piedras y arenas» no es otra que e! vol-
cán de Santa Ana, en cuya cima se origina «la única
barranca honda situada a poco más de una legua hacia
E. de Cruz Grande».
— 79 —

Es por un error que se ha supuesto que esa ba-


rranca baja del volcán de Izalco.
Podemos decir por lo tanto, que si acaso tenía el
Izalco un cono ya en 1753, éste debe haber sido tan
pequeño que se consideró como parte integrante del
volcán de Santa Ana, llamado también volcán de Son-
sonate, volcán de Izalco y volcán de Fuego, indistinta-
mente en varios documentos de aquellos tiempos.

De 1753 a 1769

El Licdo. don Antonio Ipiña, (Estadística del depar-


tamento de Sonsonate, 1865), apoyándose en papeles
de la antigua Alcaldía Mayor y otros documentos, se-
gún nota en M. S. del doctor Santiago Barberena, pre-
senta los siguientes datos, publicados en aquella esta-
dística:
«Los fuertes terremotos que se han sentido en esta
comarca han sido los de 1765 que arruinó los pueblos
de Izalco y Caluco, 1792, 1830, 31, 60, 61 y 63. El
año de 1762 hubo aquí, (en Sonsonate), un fuerte agua-
cero que duró 16 horas consecutivas y puso en mayor
consternación a sus habitantes. El mismo año (1762),
apareció • el volcán de Izalco, haciendo sus primeras
erupciones, pero tan suaves, que ningún pueblo se alar-
mó. Tres años después, (1765), produjo grandes tem-
blores resultados de una gran erupción, y posteriormen-
te han habido otros, pero pequeños y sin consecuencias
deplorables».
No sé de donde el doctor Barberena sacó que Ipi-
ña se fundaba en papeles de la Alcaldía Mayor y otros
documentos, pues en lo que conozco impreso de Ipiña
no dice nada sobre el particular.
Llama la atención que Ipiña no hable de la erup-
ción de 1770, de modo que parece que sus informes
sobre el volcán de Izalco empiece con la erupción de
1792, y por lo tanto, las fechas 1762 y 1765 corres-
ponden a 1792 y 1795, es decir, que la impresión se
invirtió el 9 quedando como 6.
— 80 —

Grandes erupciones de 1770


A fines de 1769 se sintieron algunos temblores, se-
gún dice una tradición,—aunque otra dice que no,—y
en 1770 se produjo una importante erupción, a partir
de la cual puede decirse empezó a acrecentarse el cono
de una manera notable, hecho al cual debe atribuirse la
circunstancia de que se haya considerado a esa erup-
ción como la primera del volcán, la que dió origen a
su cono.
Las referidas tradiciones fueron recogidas por el
Licdo. y Coronel don Manuel Fernández en la primera
mitad del siglo pasado, y consignadas en su obra «Bos-
quejo físico, político e histórico de la República de El
Salvador». Esas tradiciones son las que a continuación
se expresan.
«El aparecimiento del Izalco,—dice el Licdo. Fer-
nández,—es de fecha no muy distante, pues apenas as-
ciende al año 1770, siendo de notarse que únicamente
él y el «Jorullo» de México son los volcanes que se
han formado posteriormente a la conquista del conti-
nente por los españoles; he aquí el relato conciso de su
modo de formación: el terreno en que existe el volcán
correspondía a una hacienda de ganado, cuyas casas de
habitación estaban como a cosa de una milla del sitio
en donde aquel empezó a levantarse; desde a fines de
1769 los habitantes de esa hacienda (no los del Izalco),
fueron alarmados por un ruido subterráneo o retumbo
conforme se le llama comunmente, y por temblores de
tierra violentos que se hicieron de día en día más fuer-
tes, hasta que el 23 de febrero del año siguiente (1770),
se abrió la tierra en el sitio indicado, y comenzó a arro-
jar de su seno lava acompañada de fuego y humo. Las
gentes que vivían en la hacienda huyeron despavoridas
temiendo ser víctimas de aquel extraordinario y espan-
toso fenómeno; pero los vaqueros y mozos de campo
que visitaban diariamente el lugar refieren que las lla-
mas y el humo aumentaban grandemente, y que la bas-
ta masa de escorias, piedras y cenizas arrojadas iban
— 81 —

formando el cono alrededor de la abertura o cráter. Por


otra tradición acreditada en Izalco y Sonsonate se dice
que efectivamente hubo, como a una milla al SS. W.
del sitio que hoy ocupa el volcán, un hato de ganado
perteneciente a una familia mestiza de Izalco, de ape-
llido Cucufate; que en ese mismo sitio existia un respira-
dero situado sobre una roca árida notablemente realzada
del suelo, por el cual salía de continuo un chorro del-
gado de vapor ardiente con el aspecto de columna de
humo o nubecilla; que derrepente un día, a eso de las
seis de la tarde, hubo una fuerte detonación como de
pieza de artillería de grueso calibre que sorprendió y
causó mucha alarma en los vecinos de ambas pobla-
ciones (Sonsonate e Izalco), espantando aún a" los ani-
males, que ahullaban y gritaban como en señal de creer-
se amenazados de un grande e inminente peligro, que
sin embargo de eso no se sintió temblor alguno (en
Sonsonate e Izalco) y solamente se notó que el volu-
men de la columna de humo había aumentado conside-
rablemente; y que de la grieta del respiradero, muy en-
sanchada, salían borbotones de lava en todas direccio-
nes; que hasta después de algunos días hubo temblores
violentos, y doblándose entonces la correntada de lava,
y acumulándose unas sobre otras en torno del cráter
fue que se formó gradualmente el cono».

Por el relato se ve que el Licdo. y Coronel Fer-


nández conversó con varias personas que presenciaron
la erupción de 1770 o con descendientes inmediatos, y
de allí, la importancia de esas tradiciones, que no son
tales, sino testimonios. Por esos relatos se ve que el
volcán de Izalco antes de esa erupción era «una roca
árida notablemente realzada» de la cual «continuamente
salía humo»; y aunque en la hacienda de Cucufate di-
cen que se sintieron temblores desde 1769, lo cierto es
que en Sonsonate e Izalcó no se sintió ninguno sino va-
rios días después de iniciada la erupción, la que se ini-
ció con una detonación como a las 6 p. m. del 23 de
febrero de 1770, saliendo entonces gran cantidad de la-
va que aumentó la altura del volcán.
6— Volcán de izalco.
— 82 —

De 1770 a 1798
Sin embargo, el cono no debió haber crecido mucho
con la erupción de 1770, pues Fernández, después de esas
relaciones, dice que «hasta pasado largo tiempo hubo una
erupción más fuerte en que las materias abrasadas que
vomitó el cono dispuestas en correntada caminaron en
dirección del pueblo de Izalco, abriendo una ancha calle
a la arboleda, y no se detuvieron sino a una milla de
dicho pueblo», y el cono no podía distinguirse bien des-
de muy lejos sino después de la erupción de 1798, se-
gún contó a Stephens (Travels in Central América, etc.
vol. I. pág. 326) el cura de Sonsonate, en 1840.
«El cura de Sonsonate,—dice M. Stephens,—toda-
vía en todo el vigor de la edad, me dice que él recuer-
da perfectamente bien la época en que el lugar que re-
cubre actualmente el volcán no se podía distinguir de to-
das las localidades que le rodean. En 1798 se abrió
un pequeño orificio que arrojaba pequeñas cantidades de
polvo y arena. El vivía entonces en Izalco, y pequeño
muchacho que era se entretenía en irlo a ver, y le si-
guió en todo su desarrollo, observando cómo aumenta-
ba diariamente, hasta que se formó la montaña actual».
Juarros (Comp. de la hist. de la ciudad de Guate-
mala, Tomo I, cap. 2, 1800) dice:
«Es famoso en dicha comarca (en la de Sonsonate)
el volcán de Izalco, por sus repetidas erupciones; la que
hizo por abril de 1798 fue muy copiosa y se continuó
varios días.
Esto es importante—juarros publicó su obra dos a-
ños después de esa erupción, en 1800, de modo que es
contemporáneo de las «repetidas erupciones» del Izalco,
que lo hacen famoso, de las erupciones de 1770 y 1798
y si el Izalco fuera un volcán tan nuevo como se pre-
tende (nacido en 1770), Juarros ciertamente lo habría di-
cho, más cuando se trata de un volcán famoso «por sus
repetidas erupciones».
De esas frecuentes erupciones anteriores a la de
1798, de la única de que tengo noticia especial es la
- 83 -

de 1772, pues se hace mención a ella en un informe


municipal de Izalco, fechado en diciembre de 1859; pe-
ro indudablemente el testimonio de Juarros indica quede
1770 a 1798, y aun desde antes de 1770 hubo nume-
rosas erupciones en el Izalco.
Francisco Castillo, izalqueño, nacido a mediados del
siglo XVIII, contó a Wagner que había presenciado tres
grandes erupciones. Refiriéndose a eso, Wagner (Una
visita al volcán de Izalco en C. A., etc.) se expresa así:
«La cifra del año de las dos primeras erupciones
no podía (Castillo) indicarlas exactamente: la primera
fue durante su niñez y duró como tres meses; todos los
lugares estaban en la noche alumbrados por una luz vi-
va de la columna de fuego que salía sobre el cráter, y
la corriente de lava corrió cerca de dos leguas hacia el
Norte (sic.) en dirección de Santa Ana; más o menos
treinta años después tuvo lugar una nueva y mayor e-
rupción, y la correntada de lava se extendió hasta tres
leguas más allá del volcán, y los izalqueños huyeron de
la población por la abundancia de cenizas que cayó allí,
y la última gran erupción, de la cual se recuerdan mu-
chos otros habitantes, fué en 1802; la columna de hu-
mo se levantó esta vez a una altura increíble, la ceniza
cubrió el campo cuatro leguas a la redonda, las deto-
naciones fueron tan fuertes que en Izalco y Sonsonate
las casas trepidaron hasta su base, la lava corrió lenta-
mente hacia el Este dejando a su espalda espacios de
60 varas cada día y corrió cerca de tres meses cons-
tantemente» .

De 1770 a 1798 hay 28 años, de modo que entre


una y otra existe una diferencia «más o menos de 30
años» como dice Castillo, y por lo tanto las erupciones
anteriores a la de 1802, a que se refiere son las ocu-
rridas en febrero de 1770 y abril de 1798, siendo de
notarse que para que en 1770 la lava haya corrido ha-
cia el lado del volcán de Santa Ana, como dice Casti-
llo, es preciso que el cono del Izalco haya estado bien
formado.
— 84 —

Humbolt, (Cosmos, traducción francesa, pág. 676) dice:


"El Volcán de Izalco, cerca de la villa del mismo
nombre produce a menudo sal amoniaco. La primera
erupción que la historia conserva para el porvenir data
del 23 de febrero de Í770; las últimas, en las que las
llamas fueron vistas a grandes distancias, se produjeron
en abril de 1798, de 1805 a 1807, y en 1825."

Una rectificación
Antes de pasar adelante debo hacer referencia a un
supuesto terremoto en 1798, dado como hecho cierto
por el Dr. Darío González. Este, en su Geografía de
Centro América, dice lo siguiente:
"También se incluirán (en Izalco) los restos del an-
tiguo y magnífico templo parroquial que, según se cree,
fue arruinado cuando la copiosa erupción que hizo el I-
zalco en 1798 cuyos temblores se prolongaron durante
muchos días."
Parece que el Dr. González ha hecho aquí lo mis-
mo que con la pretendida erupción del San Marcelino y
la situación de Tecpa: dando como hechos ciertos sus
suposiciones. El Dr. González no se apoya en nada
para afirmar que la erupción de abril de 1798 fue
acompañada de temblores, y mucho menos para decir
que esos terremotos fueron ruinosos.
El Dr. González supone sensillamente que esa erup-
ción fue acompañada de terremotos, pero ninguna tradi-
ción ni documento dice tal cosa. Los relatos de Casti-
llo, Wagner, Stephens, Fernández, etc. no hablan de te-
rremotos en 1798; de todos los autores sólo el Dr. Gon-
zález indica temblores para esa fecha, y no temblores
cualesquiera, sino ruinosos, y no dice en qué se apoya
y a más de eso, creemos que terremotos ruinosos acom-
pañantes de la gran erupción de 1798 no podrían me-
nos que, por asociación de ideas, estar consignados en
los datos, unos históricos (de contemporáneos) y otros
tradicionales. Ipiña, en el párrafo citado dice que la erup-
ción de 1798 no causó alarma, lo que no hubiera sido
así si hubiera habido terremotos.
- 85 -

Hay más: en Izalco se me dió a conocer la tra-


dición precisa de que el antiguo templo "fue arruinado
con el terremoto de Santa Marta, que arruinó a Gua-
temala", esto es, el terremoto de 1773. Y esto debe
ser así, porque en la sesión de vecinos verificada el 24
de diciembre de 1773, en Izalco, acordaron "pedir al
Alcalde Mayor su cooperación para la edificación del
nuevo templo", según comunicación dirigida por J. An-
tonio de Rojas a la Capitanía General de Guatemala con
fecha 9 de marzo de 1774; y digo que debe ser así por-
qne esas frases indican que antes de marzo de 1773 ya
el templo estaba arruinado (puesto que se pensaba ha-
cer uno nuevo).
A eso hay que agregar que el templo construido
cerca del arruinado entonces, según una placa que se
encuentra en él, fue conluído en 1815 (y arruinado en
septiembre de 1915).
El dato tradicional de que el templo "fue arruinado
con el terremoto de Santa Marta, que arruinó a Gua-
temala", implica casi que las ruinas sísmicas compren-
dieron a las poblaciones situadas entre Izalco y Guate-
mala, lo que es indudable, por lo menos para Tacuba.
En efecto, don Silverio A. Lewy, en un M. S. incom-
pleto, intitulado «Diccionario Geográfico e Histórico, etc.»,
al hablar del departamento de Ahuachapán, dice:
"Tacuba poseyó hasta fines del siglo pasado el
mejor templo de Occidente, que fue destruido por un
violento terremoto".
Como Lewy, escribió a fines del siglo pasado XIX,
se refiere a un terremoto acaecido a fines del siglo XVIII,
lo que concuerda con la fecha de 1773. Como es sa-
bido, el terremoto de 1773(29 de julio) fué sentido des-
de México hasta San José de Costa Rica, siendo enor-
mes los daños causados en Guatemala, Chimaltenango y
Quezaltenango, además de los daños serios causados en
San Salvador, Panchimalco, Huizúcar, Jayaque y Guay-
inoco. Por un error es que Cáceres indica una ruina
de Huizücar y Panchimalco en julio de 1774, pues fue en
1773, según M. S. del Conv. de Sto. Domingo. El te-
- 86 -

rremoto en cuestión, aunque más violento, es semejante


al que estudié en 1915 (6 de septiembre): es un te-
rremoto plurifocal.
En 1798 (abril) no hubo terremotos, por lo menos
temblores ruinosos, pues de lo contrario habría alguna
noticia, y además el Lic. Ipiña dice expresamente que
no los hubo.
De 1802 a 1825
Después de esa fecha, la historia, según los citados
documentos, conoce las erupciones de 1802, 1805, 1806,
1807 y 1825, como ya lo he probado. Respecto a la
erupción de 1825, debo agregar que .consta también por
Thopson (Official visit to Guatemala, pág. 512, editada
en 1829), por quienes consta también las erupciones de
1798 y 1805 a 1807. Dollfus et de Montserrat dice
que "parece que en 1817 hubo un período de calma
en la actividad del Izalco".
Montessus de Ballore (Tremblemeuts du terre et
eruptions volcaniques au Centre-Amerique) dice:
"1825.—Erupción del Izalco. — Las llamas fueron
vistas desde muy lejos. La corriente del río Teques-
quillo fue notablemente modificada (Humbolt, Pouch, Pe-
rrey, Arago y Kluge)"
En esa nota se llama Tequesquillo al Quequesh-
quillo, riachuelo de Izalco. En los datos ya consignados,
aparece el terremoto en 1830 en el Dpto. de Sonsona-
te, lo mismo que en los años de 1831, 60, 61 y 63. En
1830 el terremoto afectó a muchos pueblos vecinos no
sólo de Sonsonate sino también de San Salvador, según
dice el Dr. Reyes (Antigüedades del Salvador). Lo mismo
sucedió con el terremoto de 1831, que afectó a San Sal-
vador, pueblos vecinos, Armenia, Cacaluta, Jayaque, I-
zalco, Caluco y Sonsonate, según se vé por la cita que
he hecho del Dr. Ipiña y de las órdenes autorizando
gastos para reparar los cabildos y templos (entonces las
municipalidades gastaban en los templos). Sobre ese te-
rremoto Marure (Efeméride de los hechos notables, etc.
1821—1840) dice lo siguiente:
- 87 -

«Año 1831—febrero 7.—A la 1 de la tarde hubo


un gran terremoto en El Salvador, que causó notables
estragos en la capital del Estado y muchas poblaciones
situadas en la costa Sur.»
Esos terremotos guardan semejanza con el de 1915,
y con él los trataré en cuanto se relacionan con el Izalco.
Kluge, citado por Montessus, da una erupción del
Izalco, para el año de 1836, lo que puede ser un error,
por la inversión del 9 de 1839, en la imprenta.

El Izalco en 1840

En 1840 pasó M. Stephens por El Salvador, y el


Izalco estaba en plena actividad. Stephens (Travels in
Central America, etc.; Vol. I, pág. 325—6) se expresa
así:
«Antes de partir (de Sonsonate) me decidí a hacer
una excursión. La ventana de mi pieza se abría hacia
el volcán de Izalco; todo el día percibía a cortos inter-
valos las erupciones de la montaña incandescentes, y en
la noche veía una columna de llamas que se escapaban
por su cráter y corriente de fuego que corrían por sus
flancos. Algunos compatriotas se me unieron, y el día
siguiente antes de las 5 h. de la mañana, estábamos de
viaje Delante de nosotros, a la extremidad de
una larga calle se ve la iglesia de Izalco, y sobre su
base se destaca enérgicamente el volcán, el que en es-
tos momentos, con una violenta detonación semejante al
rujir del trueno, proyectó al aire una columna de humo
negro y cenizas, alumbradas por un solo golpe de lla-
ma Como se encontraba en un estado de erup-
ción violenta, no era de pensarse en una ascensión, pe-
ro hacia atrás se encuentra una montaña más elevada
de donde se domina el cráter en ignición. El volcán entero
está a nuestra vista, mientras que la tierra tiembla bajo
nuestras plantas. Atravezada la llanura comenzamos a
elevarnos sobre la montaña, y cerca de medio día lle-
gamos a la floresta por un estrecho y difícil sendero
Nuestro guía vuelve, y a pocos minutos llegamos a un
— 88 —

punto descubierto, más elevado que la cima del volcán,


y que permitía inspeccionar el inteñor del cráter y tan
cerca de él que podíamos ver las gruezas piedras lan-
zadas al aire estallar en fragmentos y rodar por todos
lados por los flancos del cono. En pocos minutos nues-
tros vestidos se volvieron grises, gracias a la ceniza que
llovía».
«El cráter se compone de tres orficios, de los cua-
les uno está inactivo; otro emite constantemente un be-
llo humo azul oscuro, y el tercero presenta una estre-
cha y profunda abertura, en la cual, después de cada
explosión se ve aparecer un vapor de un azul claro, se-
guido de una espesa masa de humo negro que se pre-
cipita a afuera con violencia en enormes volúmenes y se
eleva en seguida bajo la forma de una majestuosa co-
lumna oscura, alumbrada por un momento por un golpe
de llama, y después que el humo se dispersa, se ve
una nube de piedras y cenizas. Una vez que eso ha
terminado, hay un momento de calma, y después otra
detonación seguida de una nueva erupción, y así conti-
núa regularmente a intervalos de cinco minutos, a decir
de nuestro guía, lo que no está lejos de la realidad».
Como el cráter central, y mucho menos su fondo
no puede verse desde ningún punto de las alturas veci-
nas, resulta que posteriormente la altura y conforma-
ción del Izalco ha sufrido importantes modificaciones.
El Izalco en 1854
En 1854, el Izalco estaba en plena actividad. El
Dr. Moritz Wagner («Una visita al Volcán de Izalco en
Centro América»), dice que llegó a Sonsonate el 11 de
mayo de 1854, y relata así sus observaciones sobre el
Izalco:
« . . . desde la primera tarde (del día en que llegó
a Sonsonate) fui a las afueras de la ciudad, y bajo un
cielo más o menos claro, pude ver el hermoso cuadro
de las erupciones del Izalco y correr por su falda Su-
doeste anchas corrientes de lava . . . . Del mismo modo,
imponente, era el espectáculo eruptivo de la cima del
— 89 —

cráter en forma de embudo, de donde se elevan en vo-


lutas el vapor y el fuego . . . . Cada tarde se repite el
mismo espectáculo».
Del 16 al 18 de mayo de ese mismo año (1854)
subió Wagner al Cerro Verde, y después intentó ascen-
der al Izalco, llegando hasta poco más arriba de la mi-
tad de su altura. Hablando de las detonaciones y erup-
ciones del Izalco, el día 16, dice W a g n e r :
«Las más fuertes de estas salvas eruptivas, comun-
mente la 5a. después de 4 débiles precedentes, lanza-
ban sus proyectiles hasta una altura de 800 a 1,000
pies. Las detonaciones de ese día (16 de mayo de 1854)
se sucedían a mayores intervalos que de ordinario, pero
eran más fuertes. En el día no se ve el brillo de la
lava, se ve completamente oscura, pero cuando el sol
declina aparece el fulgor de las erupciones.
«Aparecía el Izalco, hacia media noche, fuera de
lo común. En vez de detonaciones semejantes a truenos,
dejábanse oír a menudo, característicos ruidos sordos,
otras veces estrepitosos y continuado bullicio, que me
recordaba el ruido nocturno del Niágara. Después de
ese ruido, un silencio completo, durante casi dos horas,
el que fue interrumpido por una espantosa salva de
artillería».
El día 16 de mayo, «las explosiones se sucedían
solamente con intervalos de una o dos horas, durante
las cuales el cono despedía poco vapor y algo de hu-
mo». El día siguiente el intervalo era mayor: «Las
pausas de este día entre una erupción y otra eran de
2 hasta 3 horas; ¡cosa rara en el Izalco!, donde lo más
corriente es que cada 9 o 10 minutos se produzca una
erupción».
«El día 18 estaba nuevamente el volcán en su ac-
tividad habitual: las erupciones se sucedían cada 11 o
18 minutos, pero menos enérgicas, lo mismo que las
detonaciones».
El 8 de junio de ese mismo año, a las tres y me-
dia de la tarde, el volcán hizo una importante erupción
acompañada de un temblor, según el Pbro. Henríquez,
- 90 -

en una lista M. S. intitulada «Temblores notables y fe-


chas en que han sobrevenido».
Desde el 24 al 29 de mayo de 1856 estuvo ancla-
do en Acajutla el vapor inglés «Habana», y su capitán
Harvey refiriéndose al Volcán de Izalco (Nautical Ma-
gazine, july 1860, pág. 359) dice que no había faro que
diera una luz mejor, por lo que se infiere que en esa
época el Izalco estaba todavía en plena actividad;
pero algún tiempo después había concluido para empe-
zar de nuevo en agosto del siguiente año.
El alcalde de la villa de Dolores Izalco, en infor-
me fechado el 18 de agosto de 1859, dice:
«Al Noroeste de la villa está una montaña de bas-
tante extensión, y sus maderas de construcción queda-
ron arruinadas con la erupción del volcán en agosto de
1856». Al pie de ella se halla la Cruz Grande o Teocal.

El Izalco de 1856 a 1859

En la Gaceta del Gobierno de El Salvador, en su e-


dición del 28 de agosto de 1856, se encuentran los si-
guientes informes:
«Gobierno político del departamento de Sonsonate,
agosto 21 de 1856. — Señor Ministro de Relaciones del
Supremo Gobierno del Estado.
El lunes 18 del corriente comenzó el Volcán de
Izalco a hacer grandes erupciones de lava y cenizas,
abundantes; pero sin causar detonaciones fuertes, ni
temblores; las corrientes de lava ardiente se han dirigi-
do al Oriente, y hoy se encuentran a distancia de dos
leguas de Izalco, con dirección del paraje llamado Cun-
tan, sin haber tocado con el camino de la laguna. Las
cenizas siguen un rumbo opuesto, pues son arrojadas
por el viento Nordeste que sopla constantemente hacia
el Occidente, siguiendo la cordillera y por consiguiente
cayendo abundantemente sobre las haciendas Los Tro-
zos y Naranjos, y en los pueblos de Juayúa, Salcoati-
tán y Masahuat, en donde casi ha cubierto los pastos y
sementeras.
— 91 —

Desde el miércoles en la madrugada pasé a Izalco


para dictar las providencias que fueran necesarias a fin
de favorecer a la población, porque en la noche del
martes aumentó tanto el fuego y la lava y se aproximó
a tal grado que el vecindario se alarmó en términos de
llegar a un completo desorden: para evitar los excesos
que en estos casos de confusión se observan, llevé de
esta ciudad un piquete de soldados y con ia vigilancia
de aquellas autoridades auxiliadas de la fuerza, se ha
logrado que hasta ahora no tengamos que deplorar otro
mal, a pesar de haber emigrado la mayor parte de los
vecinos a los pueblos inmediatos, dejando las casas
abandonadas.
Por lo que respecta a la erupción ya va calmando,
sale poca lava y ceniza. El gran cráter del volcán da
libre salida a los materiales y la corriente de lava ape-
nas caminó ayer en todo el d h y la noche doscientas
varas.
Yo trato de calmar los ánimos y de darles valor.
He ido hasta donde están las corrientes de lava para
observar, y se mantienen por distintos puntos, encarga-
dos de vigilar y dar partes consecutivos de lo que
ocurre.
Estoy reuniendo datos para dar un informe circuns-
tanciado de la erupción, y para completarlos, voy ma-
ñana a una finca que está tras el volcán, en -otro que
lo domina.
Sírvase, señor, poner lo expuesto en conocimiento
del señor Presidente y disponer de su atento y seguro
servidor—D. U. L.— Antonio Ipiña».
«Alcaldía Municipal de Dolores Izalco, agosto 22 de
1856.— Señor Gobernador del departamento de Santa
Ana.
En estos momentos recibo la muy atenta de U., fe-
cha de ayer, contraída a manifestar a esta Municipali-
dad lo acaecido en esa villa, los temores que tiene ese
Gobierno por la ruina de esta población y la hospitali-
dad de esos pueblos que bondadosamente se sirve ofre-
cer a sus habitantes de éste en caso extremo.
— 92 —

Efectivamente, desde el lunes próximo pasado, co-


mo a las doce del día, se advirtieron ese volcán más
aberturas como a la mitad de su altura, por las cuales
vomitaba una gran corriente de lava en dirección al Sur,
la cual ha continuado y sin detenerse, hasta ahora se ha-
lla a media legua de esta población del paraje llamado
Cuntan, habiendo ya caminado como otra legua y me-
dia. También se dejaron ver el martes grandes porcio-
nes de »humo que salían del cráter que tiene en la ci-
ma, las cuales formaron una grande nube negra, que
tomando la dirección de la cordillera de volcanes que
está al Poniente; ha descargado mucha ceniza, ocasio-
nando muchos perjuicios en los montes y sementeras
por aquella parte, hasta ayer que se vio despejada la
atmósfera.
Se sabe asimismo que por el lado de Santa Ana
ha hecho antes de anoche un derrumbo considerable
que cayó sobre el volcán inmediato, abriendo desmesu-
radamente su cráter, que ya se calcula como en más de
cien varas de diámetro. Con tales motivos, los habitan-
tes de esta población se hallan muy consternados, han
emigrado muchas familias y continúan saliendo otras;
pero hasta ahora nada ha sucedido aquí.
Se advierten en estos momentos fuertes retumbos y
muy continuados, y quién sabe que más irá a suceder.
Voy a poner en conocimiento de la Municipalidad
su estimable citada, anticipándole, por mi parte, a dar
a U. las más expresivas gracias por la deferencia que
demuestra a esta población.
Soy de U. muy atento y respetuoso servidor,—D.
U. L.—Francisco Castillo, Alcalde».
El cónsul inglés en Sonsonate M. Foot, anotó que
el 6 de febrero de 1858 el Izalco lanzó una fuerte co-
lumna de humo negro seguida de un ruido semejante al
de un trueno, y si creyó conveniente anotarle fue indu-
dablemente porque hacía algún tiempo que no las arro-
jaba.
En informe municipal de Zalcoatitán fechado «oc-
— 93 —

tubre 15 de 1859» se dice, entre otras cosas: «El Vol-


cán de Izalco que permanece encendido».

Terremoto y erupción de 1859

El 8 de diciembre de 1859, a las 8 h . 30 m. de la


noche hubo un extenso terremoto, y el Izalco empezó
una gran erupción de ceniza y arena, con fuertes deto-
naciones. El terremoto sembró de ruinas el espacio com-
prendido entre Guatemala y San Salvador y fue sentido
en casi todo Centro América. Sobre ese terremoto existe
la siguiente documentación.
La Gaceta Oficial del Salvador correspondiente al
10 de diciembre de 1859, dice:
«Temblores.— El día 8 del corriente a las 8 y tres
cuartos de la noche se sintió uno muy fuerte en esta
capital (San Salvador) que duraría unos dos o tres mi-
nutos. Tan violento fue y tan prolongado que temía-
mos que se repitiese la desgraciada catástrofe del 16 de
abril de 1854. No hubo daños. En el resto de la no-
che se sintieron otros que, aunque bastante pequeños no
dejaron de mantener la alarma en el vecindario».
En la misma Gaceta se encuentra lo siguiente:
«A última hora.—Más noticias sobre temblores. De
las comunicaciones que tenemos a la vista dirigidas por
Alcaldes y otras personas de Izalco, Quezaltepeque, 0 -
pico, Tepecoyo y Apopa extractamos los pormenores si-
guientes acerca de los daños causados por los temblo-
res que se-sintieron en la noche del ocho del corrientes
«Dolores Izalco.—Como a las 9 de la noche se sin-
tió en esta villa el primer temblor violentísimo que tan-
ta alarma causó en esa capital, produciendo un terremo-
to tal vez igual o poca la diferencia (son las expresiones
de la persona que me escribe) como el que aconteció
allí el 16 de abril de 1854. Tanto que a pesar de la
solidez del terreno, los estragos causados son grandes y
casi irreparables. La fachada de la iglesia parroquial
quedó tan maltratada que su figura es del todo irregu-
lar. Los dos campanarios y campanas se vinieron al
- 94 -

suelo: una de éstas, la mejor, está enteramente iníitil, y


la otra no se ha encontrado todavía. Las dos naves ca-
yeron con quince varas cada una; y la mitad de la sa-
cristía, siendo admirable que quedase en pie la capilla
en donde se hallaban las imágenes de las vírgenes de
Concepción y Dolores. En la misma noche del terre-
moto se contaron treinta y dos casas de teja arruinadas,
pues aunque no habían caído completamente las pare-
des, estaban todas desmoronadas, y los techos casi des-
truidos. Después de ese primer temblor hubo otros más
leves que se repitieron con pequeños intervalos. No se
sabía que hubiera habido alguna muerte u otra desgra-
cia personal hasta las diez de la misma noche en que
fue fechada la carta en referencia».
«En Quezaltepeque la mayor parte de las casas
quedaron muy maltratadas, lo mismo que la iglesia y el
cabildo, tanto que hubo necesidad de trasladar a la ca-
sa del cura las imágenes y alhajas del templo; pero no
hubo víctimas que lamentar».
«En Tepecoyo los destrozos causados por el tem-
blor fueron grandes: la iglesia cayó completamente de-
jando sepultados bajo los escombros las imágenes y de-
más objetos del culto. El cabildo quedó también des-
truido, así como varias casas del pueblo».
En Apopa y Opico, aunque fue sentido con la mis-
ma intensidad que aquí, no causó daños ningunos».
En la Gaceta Oficial del 4 de diciembre de ese mis-
mo año, dice:
«Temblores.—Nuevas comunicaciones nos informan
de que los acontecidos en la noche referida han causa-
do perjuicios en otros pueblos a más de los menciona-
dos en la última Gaceta (la del día 10)».
«En Jayaque varias casas fueron derribadas, y ha-
biendo grandes grietas de cinco varas cada una a ori-
llas de la población».
«En Guaymoco cayeron otras casas» (Guaymoco se
llama hoy Armenia).
«En Panchimalco se hizo a la iglesia una abertura
de extremo a extremo, cerca de la puerta m a y o r ; dejó
- 95 -
bastante arruinado el cabildo, al que se le abrió la cum
brera, quedando derribada una de sus paredes y for-
mándose en el suelo algunas aberturas en todas direc-
ciones».
«La iglesia de San Martín sufrió también, y en Co-
masagua sucedió lo mismo con la iglesia y el cabildo».
«Posteriormente, del 8 a! 14, se han sentido otros
temblores, aunque leves».
En informe de la Municipalidad de Tepecoyo, fe-
chado el 13 de febrero de 1860, hablando de la iglesia
construida en 1849, dice:
« a la cual arruinó totalmente el terremoto
del 8 de diciembre próximo pasado».
Es decir, el terremoto arruinó en Tepecoyo a una
iglesia nueva, construida hacía sólo diez años antes.
En informe municipal de Teotepeque, del 22 de
julio de 1860, dice el Alcalde:
«Teotepeque tiene una iglesia, un cabildo y con-
vento en buen estado, a pesar del terremoto del 8 de
diciembre del año próximo pasado, que fue fuerte en
esta comarca».
En informe del Gobernador del departamento de
Sonsonate, dirigido con fecha 10 de diciembre de 1859,
al Supremo Gobierno de la República, dice:
«Señor Ministro General del Supremo Gobierno de
la República»:
«En mi comunicación de ayer informé a Us. sobre
los estragos que causó el gran temblor de tierra de an-
tes de ayer (8 de diciembre) a las ocho y media de la
noche, y aunque me contraje sólo a los perjuicios que
aquí causó y en otras poblaciones, por no haber obte-
nido el parte de las demás, con tales datos, me exten-
deré en esta vez hacia todos los puntos en donde sin-
tieron los mismos estragos y a las observaciones que
se han hecho sobre la causa que los ha producido».
«Aunque no ha habido después del temblor del día
8 sino dos o tres más pequeños, el volcán de fuego de
Izalco, desde aquella noche, continúa no sólo una erup-
ción de ceniza y arena con alguna abundancia, sino que
— 96 —

repite cotí más frecuencia lo acostumbrado, los retumbos


y detonaciones, que no dejan de tener alarmadas a es-
tas poblaciones, y por momentos se espera otra osci-
lación» .
«A más de los estragos acaecidos en Dolores Izal-
co, Nahuizalco, Masahuat y Naulingo, se han experi-
mentado las mismas desgracias en las poblaciones de
Juayúa, Sto. Domingo, San Antonio Caluco, Cacaluta e
íshuatán, de manera que todas estas poblaciones tienen
la desgracia de haber sentido casi del todo sus iglesias,
alguna parte de sus cabildos y varias casas de teja; y
en la villa de Dolores izalco, además de la ruina que
sufrió en toda la portada de la iglesia parroquial, fue-
ron perjudicados de una manera notable cuarenta casas
de teja de las principales de aquel vecindario, según
informe que original remito a U. S.»
Sigue el informe hablando de un gran incendio que
se inició en Nahuizalco a las 3 de la tarde; y firma don
Miguel Zaizar, que era entonces el Gobernador de aquel
departamento.
El informe original de la Alcaldía Municipal de Do-
lores Izalco a que se refiere la anterior comunicación,
lleva fecha de 9 de diciembre de 1859, trae la lista de
40 casas arruinadas casi completamente, de los daños
serios causados en los edificios públicos, la ruina del
templo.
Del Juzgado Municipal de Nahuizalco, con fecha 11
Dic. 1859, se informó así al Gobernador Zaizar:
«Señor Gobernador del Dpto.—Por la presente, ten-
go el honor de dar a U. un informe circunstanciado de
todas nuestras desgracias que la Divina Providencia nos
ha mandado ( ! ) dentro de tres días, del 8 al 11 del
corriente. El temblor del día 8 del corriente, a las ocho
y media de la noche, ha causado grandes pérdidas en
las casas de teja, siendo más considerables las que han
sufrido la iglesia y el convento; de la primera se su-
mió para dentro el artesón de la capilla mayor, el cuer-
po de ella sólo quedó sin tejas y algunas tijeras se han
desclavado; el resto del artesón en sus maderas no ha
— 97 —

sufrido alteración; el remate de la portada y un campa-


nario se vinieron al suelo; la sacristía quedó deshecha
completamente, y todos los ornamentos y alhajas de va-
lor quedaron aterrados hasta las 9 de la mañana que
se sacó todo. El convento totalmente se hizo pedazos,
cayeron techos de pared por dentro, y la teja toda res-
balada, las maderas no han sufrido ningún mal; el arte-
són está un poco vencido hacia el Oriente (sic). El ca-
bildo no ha sufrido más ruina que caerse los repellos y
algunas hendiduras en las paredes, pero pequeñas, el arte-
són, bueno, sólo la teja se ha resbalado en desorden».
Sigue ese informe hablando del gran incendio que
empezó allá a las tres de la tarde del día 9.
La Gaceta Oficial del Salvador, correspondiente al
13 de diciembre de 1859, publica bajo el título de
«Temblor en Acajutla», los siguientes «párrafos de una
carta».
«Sonsonate, Diciembre 19 de 1 8 5 9 . . . . El terre-
moto del ocho se hizo sentir con fuerza en Acajutla y
penetró en el mar, precedido y acompañado de singula-
res señales y sucesos. La inquietud de los carneros,
gallinas y otros animales era excesiva; soplaba un vien-
to impetuoso entrando la noche, se elevaron las olas a
extraordinaria altura, con bramidos terribles, y mudaron
de color las aguas revueltas al rayo de la luna, se re-
tiraron mar adentro; varias piletas profundas cerca del
muelle se quedaron en seco; otras grutas hacia la pla-
ya de las Conchas, quedaron despedazadas con derrum-
be; retumbaron los almacenes del edificio nacional, de
dos pisos, debajo del cual corre una ancha cueva o ca-
vidad; una gran cadena de 40 brazas y una ancla, des-
aparecieron, reventada la boya al golpe repentino de las
aguas, sin que haya podido hallarse, se rajó la bodega
del Pto. antigüo, y en la prolongada trepidación de la
playa, se abrió en zanjas la arena, en que.se sumieron
a medio cuerpo dos marineros. Los peces brincaron ha-
cia la playa y pudieron recogerse en abundancia».
«A un buque de vela que fondeó el sábado en es-
te puerto, le cogió el temblor en alta mar y se paró
7 - Volcán de Izalco
— 98 —

en su curso, tal que el capitán creyó haber tropezado


en la oscuridad contra un banco de arena, hasta que a
sus vibraciones irregulares conoció ser el efecto de un
terremoto».
«Los retumbos mayores del volcán de fuego se
oían seguidos en esos días hasta el puerto».
En el departamento de Santa Ana, también causó
estragos el terremoto, segün puede verse por los si-
guientes informes:
«Santa Ana, Diciembre 9 de 1859. — Señor Minis-
tro General del Supremo Gobierno de la República.—
Cumpliendo con mi deber manifiesto a U. S., paia co-
nocimiento de S. E. el Señor General Presidente de la
República, que como a las ocho y media de la noche
de ayer se experimentó, en esta Ciudad, un fuerte tem-
blor de más de un minuto, que arruinó el techo de la
capilla de la parroquia y el de algunas casas particula-
res, todos de fácil reparación».
«Como poco antes del sacudimiento retumbó el
Izalco, viéndose una nube oscura por aquella parte,
desde luego presumí que el temblor tuvo origen en di-
cho volcán, como al efecto, hoy se han confirmado mis
temores, recibiendo la infausta noticia de que fue tan
grande el terremoto en Izalco, que destruyó la mayor
parte de la villa, causando estragos en las demás po-
blaciones del departamento de Sonsonate».
«Por lo expuesto y porque el agua que corre del
río del molino, llamado también Lagunita, que está al
pie del volcán de esta Ciudad (Santa Ana) ha tomado
hoy el color de chocolate o café quemado, no hay duda
(!) que el Izalco, dividido de aquél por una loma al
parecer hueca (!), contiene algún receptáculo de. mate-
rias (!") y que fue el origen del terremoto».
«No han sido de menos las desgracias ocurridas
por aquel fenómeno en Ahuachapán, Atiquizaya y Texis-
tepeque, de este departamento, como se impondrá usted
de las adjuntas comunicaciones».
«Para saber lo que hubiera ocurrido en las demás
poblaciones de este departamento, para dar cuenta al
— 99 —

Supremo Gobierno, en esta fecha pido los correspon-


dientes informes».
«Ruego a U. S. se sirva manifestar lo expuesto a
S. E. el señor General Presidente, y aceptar las reite-
radas protestas de aprecio y respeto con que soy de
U. S. atento y seguro servidor. D. U. L.— Teodoro
Moreno».
Los informes a que se refiere la anterior comuni-
cación del Gobernador del departamento de Santa Ana,
son los siguientes:
«D. U. L.—Juzgado lo. de la villa de Ahuacha-
pán, diciembre 9 de 1859.—Señor Gobernador departa-
mental.—Anoche a las 9 en punto se sintieron en ésta
fuertes sacudimientos de tierra, prolongándose como por
espacio de siete minutos, y tan luego como calmaron,
el infrascrito salió en persona a recorrer los puntos
principales y no encontrando desgracia que lamentar,
regresó a pernoctar al seno de su familia en donde
hasta el amanecer conté cuatro temblores pequeños».
«Hoy a las siete, y con la luz del día, pasé a los
edificios principales y encontré que la media naranja del
bautisterio quedó dividida en cuatro partes; el remate
del altar de San José, se vino a pique; la portada de
la parroquia, quedó completamente rajada, y la sacris-
tía, inutilizada en su totalidad. La casa conventual su-
frió menos que la parroquia. Las cárceles se abrieron
de la cumbrera, desclavándose las piezas más dobles y
principales que daban consistencia. Los edificios parti-
culares casi no hay uno solo que no demande formal
compostura».
«No omito decir a U. que el precipitado terremoto
no causó ninguna víctima».
«Sírvase el L. Gobernador aceptar las considera-
ciones de mi más alto aprecio y respeto con que soy
de U. muy obediente servidor,—Antonio Tobar.
«Alcaldía Municipal de la villa de Atiquizaya, di-
ciembre 9 de 1859.—Señor Gobernador del departamen-
to de Santa Ana.— En toda la festividad de la fiesta
titular de Nuestra Señora de Concepción, se notó el
— 100 —

mayor placer y alegría sin que hubiera alguna cosa que


alterara el orden público, debido a la actividad de las
autoridades».
«Sólo anoche, como las ocho de ella, y al ir por
la calle de la estación con el rezado, a distancia de una
cuadra se comenzó a sentir un temblor que duró larga
una hora (!) de suerte que fue tan grande el movimien-
to, que se ha experimentado varias ruinas, que según
el registro que escrupulosamente se practicó, son las
siguientes: A la iglesia, tanto en el interior como en el
exterior se formaron grandes aberturas; la casa de es-
cuela que actualmente se ocupa de cabildo, se arruinó
en el techo y las paredes igualmente tienen partes que
dentro de poco caerán del todo; sucediendo lo mismo
en las paredes del cabildo que se está construyendo; la
casa parroquial, la iglesia de San Juan y el Calvario,
de manera que para reparar esos edificios públicos y
de adoración, es necesario se invierta una suma de no
poca consideración».
«Las casas de teja de los particulares, todas se
han descompuesto sus techos, que para refeccionarlas
es necesario que hagan gastos regulares, cayéndose de
una de ellas el techo, y de algotras algunas partes de
sus paredes, lo mismo que algunas casas pajizas, su-
friendo además los comerciantes algunos perjuicios con
los caldos extranjeros que expendían».
«Fue tan grande el temor y aflixión de este vecin-
dario y concurrente en el actual terremoto, que hinca-
dos de rodillas y llorando, dirigían al Todopoderoso
sus ruegos para que lo calmase, esperando al mismo
tiempo con resignación su divina misericordia».
«En la madrugada se sintieron otros dos movi-
mientos pero muy pequeños. Por fortuna no hubo nin-
guna víctima en todo lo ocurrido, aunque se creía que
no dejase de sucederlo».
«Al poner en conocimiento del señor Gobernador
lo expuesto para lo que convenga, le suplico se sirva
disponer del aprecio y respeto con que soy su afectísi-
mo servidor. D. U. L.—Cecilio Castro».
— 101 —

«Juzgado Municipal de Texistepeque, Dic. 9 de


1859.—Señor Gobernador del departamento.— Anoche,
entre las siete y las ocho se sintió en esta población
un movimiento de tierra tan grande, que creímos to-
dos por momentos ser llegada la hora, o al menos
ver en el suelo la parroquia; tal fue el movimiento. No
sucedió así, pero sí quedó inútil porque ambos campa-
narios quedaron hendidos, que con el menor movimien-
to se vendrán al suelo; la puerta que cae al lado del
convento ha quedado lo mismo. En una palabra, inser-
vible, porque el altar que no se quebró ha quedado
con lesión, descompuesto el techo, sucias las imágenes*
abiertas las paredes, y particularmente la capilla, pues
si no hubiera sido que tiene unos grandes bastiones o
estribos se hubiera caído del todo».
«Es increíble el terronal y tablasón que se encon-
tró entre la iglesia después del temblor. Este es el es-
tado de esta población, y sólo se aguarda al cura para
que disponga de las imágenes, pues puedo asegurar al
señor Gobernador que ni con tres mil pesos se podría
remediar esta desgracia».
«Esta ocasión me proporciona la de reiterar a IL
las protestas de aprecio, consideración y respeto con
que me suscribo su atento y servidor. D. U. L.—Cesa-
rio Sandoval».
Don José M? Cáceres, contemporáneo a ese terre-
moto, en su artículo intitulado «Historia de terremotos
en El Salvador», dice así:
«Diciembre 8 de 1859. — El mayor terremoto de
que hay memoria. Partió el terremoto de las alturas de
Comasagua, en la Costa del Bálsamo, siguiendo la onda
una línea oblicua de más de cincuenta leguas E. S. E.—
O. N. O. hasta romper y hacer alto al pie de la altipla-
nicie de Santa Cruz a una jornada de Guatemala. Los
pueblos atravesados por la línea central de aquella onda
fueron los del Bálsamo que se encuentra al S. E. de
Comasagua, y Atiquizaya, Jalpatagua, Oratorio, Esclavos,
Cuajiniquilapa, Corral de Piedras, y las fincas del Pino
y Cerro Redondo, donde alcanzó a derribar el oratorio
— 102 —

de la hacienda y casi arruinar el pequeño mesón que


hay en aquel punto».
Por supuesto, en ese relato hay que distinguir los
hechos (que hubo daños en Comasagua, Atiquizaya, Jal-
patagua, Oratoria, Esclavos, Cuijiniquilapa, Corral de
Piedras y Cerro Redondo hasta cerca de Sta. Cruz), de
las suposiciones del autor, y en especial, hacer abstrac-
ción de la extraña «teoría del cachinflín», según la cual
la honda sale de un punto y marcha únicamente en una
sola dirección.
En la Gaceta de Guatemala, del 11 de diciembre
de 1859, se dice:
«Temblor. — El Director del Observatorio Meteoro-
lógico de Guatemala, R. P. Antonio Coñudas, nos ha
comunicado la interesante nota que insertamos a conti-
nuación, relativa al temblor de tierra que se sintió en
esta capital (de Guatemala) el jueves en la noche. Se-
gún se sabe, el temblor se sintió con más fuerza que
aquí en Amatitán y Escuintla, en cuyas poblaciones, lo
mismo que en la hacienda llamada de la Compañía,
causó algunos perjuicios. Los edificios de esta ciudad
no han sufrido con el temblor, si se exceptúa la iglesia
del Colegio de Cristo, en cuya fachada ocasionó ligeros
daños en una pería de cemento que cayó. La nota del
R. P. Canudas, dice así:»
«El día 8 del corriente, a las 8 h. 20 m. de la noche,
se sintió una violenta sacudida de tierra que se prolon-
gó por espacio de un minuto; la viga y las puertas se
oían crujir; las aguas de algunas pilas se derramaron
por uno y otro lado, y no pocos relojes se pararon.
Cuando cesó el ruido continuó la tierra oscilando por
cerca de ¿ minuto; las oscilaciones parecían durar como
medio segundo o poco más. El primer impulso de la
tierra vino del S. O.; pero luego tomó la dirección del
S. E. El péndulo de 3'5245 metros, durante el temblor,
describía oscilaciones de 40 m.»
Allí tenemos, pues, un terremoto que coincide con
una recrudescencia de la actividad del Izalco, terremoto
que afecta no sólo los alrededores de ese volcán sino
— 103 —

una región más grande, como sucedió con los terremo-


tos de 1773, 1831 y 1915. La gran longitud y £oca
anchura del área de los daños hacen imposible aceptar
que dicho terremoto se haya originado en un sólo pun-
to, en Comasagua, como supone Cáceres, o el Izalco,
como trataron de establecer los gobernadores departa-
mentales de Sonsonate y Santa Ana, de modo que di-
cho terremoto se originó en varios puntos de la zona
de los daños, como sucedió en 1915: es un terremoto
plurifocal, tectónico, que probablemente tuvo como con-
secuencia la recrudescencia del Izalco, o bien los dos
fenómenos (terremoto y erupción) dependen de una cau-
sa común más general que una simple explosión volcá-
nica, lo que hace comprender cuán expuesto es afirmar
que el Volcán de Izalco fue la causa de ese terremoto.

El Izalco de 1860 a 1865

«En 1860, del 6 al 22 de enero, el Izalco hizo una


erupción de lava, la que corrió para el N. W., habien-
do habido temblores que no causaron daños» (y cuya
procedencia se ignora), según nota M. S. de Lewy, aun-
que causa extrañeza que siendo eso así la Gaceta haya
guardado silencio.
En 1862 ocurrió un terremeto como el de 1859.—
La Gaceta del Salvador, de 25 de diciembre de 1862,
dice:
«El 19 del corriente, entre las 7¿ y las 8 de la
noche, se sintió en esta capital (San Salvador) un tem-
blor de tierra que duró cerca de dos minutos. Después
del terremoto del 16 de abril de 1854, hemos experi-
mentado movimientos más violentos y fuertes que el del
19, pero nunca uno tan prolongado. No ocurrió ninguna
desgracia en las personas; pero los edificios públicos y
las casas particulares sí sufrieron algo, pudiéndose no-
tar mejor los estragos, por estar en vísperas de las
fiestas del Divino Salvador, por cuyo motivo las pare-
des estaban recién blanqueadas, y muchas de ellas pin-
tadas de diferentes colores, lo mismo que los portales y
— 104 —

los templos, y así toda rajadura o simple descascara-


dura se hacen más notables».
«En Santa Tecla, Izalco, Sonsonate, Atiquizaya,
Quezaltepeque, Nejapa y especialmente a Metapán y
Ahuachapán, hizo grandes estragos el temblor. En los
Tepesontes y pueblos circunvecinos han sufrido mucho
el templo y los demás edificios públicos. En San Vi-
cente, Cojutepeque, Zacatecoluca, Santa Ana, Sensunte-
peque, Ilobasco, Suchitoto y Chalatenango, no ha oca-
sionado pérdidas de consideración».
En la Gaceta del lo. de enero de 1863, se dice lo
siguiente sobre «El terremoto de 19 de diciembre
último»:
«Aun puede fijarse cuál haya sido el centro del
movimiento que ocasionó aquel prolongado temblor y
los repetidos, aunque ligeros, que después se han sen-
tido. Sabemos que el del 19 ha causado espanto y es-
tragos desde Quezaltenango hasta Chinandega, siendo
las poblaciones de la República de Guatemala las que
más han sufrido, como lo acreditan el Editorial y el
acuerdo del Gobierno insertos en el «Alcance» al Np.
67 de la Gaceta de dicha República. Al principio se
creyó que tenía su origen en el Volcán de Izalco; des-
pués, por las noticias venidas de Guatemala, se pensó
que el Volcán de Fuego, inmediato a la Antigua Capi-
tal, lo había causado; ahora, por los perjuicios que su-
frieron Sololá y Totonicapán, comienza a vacilarse has-
ta el extremo de que hay quiénes afirmen que el cen-
tro del movimiento está en la República mexicana».
El error entonces cometido era partir del supuesta
*de que todo terremoto se origina de un solo punto,
cuando en nuestra historia sísmica tenemos ejemplos,
como los ya citados, de terremotos plurifocales, lo mis-
mo que de terremotos unifocales, siendo interesante ob-
servar que los focos de aquéllos parecen ser los focos se
éstos, con la diferencia que en aquéllos funcionan más
o menos simultáneamente, y en éstos aisladamente.
Montesus de Ballore (obra citada) presenta la si-
guiente nota:
— 105 —

«1865, f e b r e r o . — Erupción de cenizas del Izalco,


según el comandante de Dpto. de Sonsonate, el que
desgraciadamente no da detalles».

ES Izalco de 1856 a 1866 y datos retrospectivos


Según Dollfus et de Mont-Serrat, «en 1856 fue;
según parece, un periodo paroxismal de la actividad del
Izalco». Y agregan (Voyage géológique, etc.): «A par-
tir de ese momento la intensidad de las erupciones pa-
rece disminuir poco a poco, y hacia fines de 1865 el
volcán parecía estar en un período de reposo relativo
que no debía durar mucho. La calma se prolongó desde
5 ó 6 meses antes de que nosotros llegamos a Sonso-
nate». Ellos llegaron allí del 28 de abril de 1866, y
ascendieron al Izalco. La actividad del Izalco en 1866
está descrita en los párrafos siguientes de esos sabios:
«Resumiendo en pocas palabras la historia del
Volcán de Izalco, tal como nosotros la hemos dado en
el relato precedente, nosotros recordaremos que apareció
súbitamente en febrero de 1770, bajo la forma de una
grieta que emitía una enorme cantidad de lava. Durante
muy largo tiempo las erupciones dieron alternativamente
lavas y escorias acompañadas de productos cineriformes.
Pero poco a poco, a medida que el cono tendía a ele-
varse, las erupciones de lava ya no se produjeron, sien-
do reemplazadas únicamente por cenizas y lapidios,
producidas por erupciones gaseosas que se manifestaban
incesamente, llegando, según se cuenta, en 1803 a su
máximo de intensidad. Parece que hubo en 1817 un pe-
ríodo de calma; pero luego se reanudaron los fenómenos
eruptivos, y el Izalco continuó emitiendo llamas en tan
gran abundancia, que los marinos, percibiéndolas cons-
tantemente desde el Océano, le llamaron Faro del Sal-
vador. Esas erupciones,— caracterizadas por proyeccio-
nes de materias incandescentes, de lapidio, cenizas, lla-
mas y de humo negro o azulado, acompañados por un
ruido subterráneo perpetuo y detonaciones espantosas que
se producían a intervalos regulares, — continuaron y
— 106 —

adquirieron considerable desarrollo en 1856 que fue,


según parece, un periodo paroxismal. A partir de ese
momento la intensidad de las erupciones disminuían
poco a poco, y hacia fines de 1865, el volcán parecía
estar en un período de reposo relativo que no debió
durar mucho tiempo. La calma se prolongaba desde
hacía 5 ó 6 meses cuando nosotros llegamos a Sonso-
nate; pero los ruidos subterráneos se producían de nue-
vo, y la columna de humo que se eleva encima del vol-
cán tomaba un tinte más y más oscuro».
«Partimas de Sonsonate (a la cima del volcán) el
28 de abril de 1866, por la mañana».
Según dichos sabios, del lo de mayo a mediados
de agosto el Izalco hizo una erupción de cenizas, are-
nas quemantes y lapidio, las que cayeron hasta en el
camino que de Sonsonate conduce a Santa Ana, habien-
do llegado a caer las cenizas hasta esta población. El
máximo de las erupciones, según dicen esos geólogos,
tuvo lugar hacia el 15 de mayo.

De 1867 a 1869
En 1867 hubo otra erupción de cenizas, según una
carta de don Mariano Fernández, de Sonsonate, acerca
de la erupción que hizo el Izalco en julio de 1869; en
ella indica que desde hacia fines de abril a mediados
de agosto de 1867 el volcán arrojó cenizas. El hecho
de que en los mismos meses, pero del año de 1866,
haya hecho una erupción semejante, constatada por Doll-
fus y de Mont-Serrat, hace creer en que probablemente
Fernández equivocó el año.
Según noticia publicada en El Faro Salvadoreño
(1868) el Izalco hizo una erupción el 16 de febrero de
1868; pero no especifica de qué clase.
Montesus de Ballore (Tremblements du terre et erup-
tions volcaniques au Centre Amerique) habla de una
erupción del Izalco verificada el 10 de abril de 1869.
Dice así:
«1869, 10 de abril. — Erupción del Izalco. — Los
— 107 —

detalles que siguen han sido tomados de una carta del


Gral. Ciriaco Choto, fechada en Izalco el 28 de abril
y escrita después de la visita que hizo al volcán el 27,
en compañía de Miguel Romualdo, Antonio Meléndez y
Manuel Díaz, e insertada en El Faro Salvadoreño del 3
de mayo. La corriente de lava salió por un cráter que
se formó a media altura de la montaña y que corriendo
hacia el Este, llegó el 17 a la Quebrada del Español,
es decir, a dos leguas de su punto de partida. La co-
lada tenía 100 varas (84 m 6) de ancho y 18 a 20 pies
de profundidad en sus partes más estrechas. David Guz-
mán da por error la fecha 19 de marzo».
El error del Dr. Guzmán debe provenir de haber
confundido dicha erupción con la del 19 de mayo, y
tratando de conciliar los datos, creyó que era «marzo»
en vez de «mayo».
El Lic. y Coronel Manuel Fernández (bosquejo fí-
sico, etc., citado), hablando de las erupciones del Vol-
cán de Izalco, en la mitad del año de 1869, dice:
«La última de estas erupciones ha tenido lugar en
el mes de mayo del corriente año (1869), y de ella es
solamente que vamos a dar un breve conocimiento, se-
gún los datos suministrados por el Alcalde Municipal de
Izalco en nota dirigida al Gobernador del Dpto. de Son-
sonate y trasmitida por éste al Ministerio de lo Interior:
«19 del pasado mayo, al oscurecer,— dice la nota,—
una densa nube cubría la cordillera, como que amena-
zaba llover fuertemente. A las ocho de la noche, poco
más o menos, se vio aparecer detrás de la nube una
luz que salía del volcán, y a medida que aquélla se
disipaba, ésta se hacía más clara e intensa. A las nue-
ve, una correntada de lava descendía del cráter, por la
misma dirección que han llevado las de las erupciones
anteriores, siendo la de ahora tan grande que, al termi-
nar el descenso, producía aún una iluminación conside-
rable, que excitó la admiración del vecindario, por va-
rios cambios que producía, luces de diversos colores a
semejanza de los que se ven en los fuegos artificiales,
tomando diversas formas, subiendo en gigantescas espi-
— 108 —

rales y esparciendo una luz tan brillante como el sol,


pues a su reflejo se percibían claramente las montañas
y hasta los árboles más pequeños. Mientras tanto, el
volcán seguía arrojando lava hacia el lado de Santa
Ana (al Norte); y a eso de las diez, tres grandes luces
moradas y una roja se dejaron ver sobre el cráter, con
intervalo de cinco minutos cada una, alumbrando a ma-
nera de relámpago toda la cordillera y sus inmediacio-
nes. Los movimientos variados continuaron hasta como
a las doce de la noche, hora en que cesó la erupción
y los espectadores se recogieron tranquilos». Y luego
agrega Fernández:
«En los días 20 y 21, el mismo Alcalde, acompa-
ñado de una comitiva invitada al efecto, visitó los lu-
gares inmediatos a los puntos del volcán por donde se
había efectuado la erupción, con el fin de hacer el re-
conocimiento de los estragos producidos, las aberturas
por donde había salido la materia candente, su masa y
la disposición en que se encontraba sobre la superficie,
etc. Del relato de este examen aparece que la lava se
abrió pasó por la falda del cono, hacia el Este, y dis-
puesta en una vasta correntada descendió por el declive en
la misma dirección hasta el sitio más bajo, en donde cam-
bió de rumbo y continuó avanzando hacia el Sur en un es-
pacio considerable: que el curso de esta correntada, se-
gún los informes dados por personas que vieron más
de cerca la erupción fue de 350 varas por día en el
declive y de 50 a 30 en la planicie formando aquélla,
de trecho en trecho promontorios de 15 a 20 pies de
elevación sobre el nivel del suelo. En los días de la
observación, la lava aún estaba derretida en su mayor
parte, desprendiéndose de ella llamas y aún enorme
cantidad de gases sofocantes; todavía caían de momen-
to a momento grandes árboles, encendidos completa-
mente por el fuego volcánico».
En una carta de don Mariano Fernández, de Son-
sonate, publicada en «El Constitucional» del 24 de junio
de 1869, consta que el 18 de junio del mismo año, el
Izalco hizo una gran erupción de cenizas, las que llega-
— 109 —

ron a caer aun en Acajutla. En Izalco los retumbos


fueron violentos y la oscuridad grande, y se veían salir
rayos de la cima del volcán. En esta ocasión salieron
del volcán, como en la anterior, tres correntadas de
lava.
En septiembre de ese año (1869) el Izalco estaba
todavía en actividad, pues en informe municipal fechado
en Nueva San Salvador el lo de septiembre ese año,
se encuentran las palabras . . . «al Oeste se ve el en-
cendido cráter del Izalco y su vistoso penacho».

De 1870 a 1889
Montessus de Ballore, en la citada obra, trae las
siguientes anotaciones:
«1870.— 19 de mayo,— 19 h. 28 m.—Principio de
una erupción del Izalco con numerosos temblores. La
lava llegó a la base del volcán (Rockstroh). Hay que
identificar esta erupción con la erupción auténtica del 19
de mayo de 1869».
Y tiene razón, pues, en «El Constitucional» de en-
tonces se publicaban con regularidad las noticias de
temblores de tierra y erupciones volcánicas, y en las
ediciones de ese tiempo no se menciona dicha erupción
ni dichos temblores.
Trae también Montessus las siguientes notas:
«1874.— Diciembre.— Erupción del Izalco». v
«1873.— Erupción del Izalco según Fuchs», quien
da admás la fecha «4 de marzo de 1873».
«1874.— Según Darío González, el volcán de San-
ta Ana echó mucho humo en ese año, y en consecuencia
desecó las plantaciones de café, de las cercanías. Por
compensación, el Izalco parecía más tranquilo que de
costumbre».
«1879.— Principios de año. Pequeña erupción de
cenizas del Santa Ana. Este dato me ha sido suminis-
trado por el ingeniero don Carlos Zimmermann, que la
observó».
En 1879 hubo, además, erupciones en diciembre,
— 110 —

pues Goodgears, dice: «Se ha notado que el Izalco ha


estado en erupción, con fuertes retumbos; las detona-
ciones que han precedido a algunos temblores que ha
habido el 24 de diciembre hasta fines del mismo mes,
se han oído perfectamente a más de 20 leguas de dis-
tancia ».
Según el Dr. don David Guzmán, el 25 de diciem-
bre de 1875 las erupciones del Izalco se producían con
violentas detonaciones.
Montessus de Ballore, en la citada obra, consigna
la siguiente nota:
«1880.— Marzo.— Pequeña erupción de piedras y
cenizas del Volcán de Santa Ana por el cráter llamado
de Mala Cara. La capa de cenizas adquirió un espesor
de cuatro pulgadas en las haciendas de la costa, hacia
Sonsonate y Acajutla».
Creo que en ese dato debe conceptuarse como du-
doso el punto (Mala Cara) en que dice haberse verifi-
do la erupción. Montessus debe haber estado en ese
punto mal informado.
Mientras estuvo aquí, en El Salvador, el sabio sis-
mólogo francés Montessus de Ballore, esto es, de 1882
a 1885, según testimonio de él, consignado en dicha
obra, el Izalco se mantuvo en un régimen estrombolia-
no, adquiriendo el máximo de actividad, según dice, el
día 13 de noviembre de 1883, sintiéndose en Santa
Tecla un fuerte olor sulfuroso.
Según varios testimonios que obtuve en la ciudad de
Izalco, el volcán vecino hizo hacia 1885 una erupción de
lava, y la correntada de ésta corrió entre el Izalco y el
Cerro Verde.
El Dr. don Lucio Alvarenga ha tenido la bondad
de informarme, que el 12 de julio de 1882 estuvo él
en Sonsonate, y vio al Izalco en plena actividad, y que
en el mismo estado lo vio en otras varias ocasiones.
En los días 9 y 10 de marzo de 1883, según tes-
timonio de un vecino de Izalco, el volcán de esa ciudad
y el de Santa Ana, estuvieron echando humo y ceniza,
la que cayó en la población.
— 111 —

Según testimonios recogidos por mí en dicha ciu-


dad de Izalco, en 1885 cayó ceniza en esta ciudad, que
la gente pasó muy afligida, se hicieron rogaciones, y
muchas personas huyeron a Sonsonate; salió lava por
el flanco Sur y hubo muchísimos y violentos retumbos.
En 1887, el Izalco volvió a echar ceniza, alarman-
do nuevamente a los vecinos de esa ciudad, según tes-
timonios que recogí en ella.
El Dr. don Lucio Alvarenga me ha comunicado que
octubre de 1889 estuvo él en Sonsonate, y vio al Izal-
co en continua actividad, y que sabe de positivo que
en los años anteriores la actividad volcánica fue con-
tinua.
Don Guillermo Dawson, escribiendo su Geografía
de la República de El Salvador, en 1889 (publicada*en
1890), hablando del Izalco, dice:
«Un hermoso penacho se eleva al cielo a interva-
los de 12 a 15 minutos, acompañado de un trueno pro-
longado. De noche, presenta un espectáculo grandioso,
pues a cada erupción rebalsa el cráter de candente lava,
que ilumina el espacio con sus fulgores y mil torrentes
de fuego líquido bañan los costados de la montaña».

De 1890 a 1900
En 1890 el Izalco hizo una importante erupción de
lava, según consta en el siguiente informe del Alcalde
de Izalco:
«Izalco, mayo 3 de 1890.—Señor Rector de la
Universidad Nacional.— San Salvador.— En atención al
telegrama de U., fecha 7 del corriente, tengo la honra
de dar informe de los fenómenos observados última-
mente en el Volcán de Izalco, como sigue:
«El cuatro de abril último anterior, como a las diez
de la noche, echó el volcán una gran correntada de
fuego que produjo una abertura en el cráter, y se vio
en la parte superior por el Oriente, que dicha abertura
estaba pasada al otro lado, figurando dos picos cerca-
nos. A las ocho de la mañana del siguiente día hizo
— 112 —

otra erupción más grande que la primera, y desde el


valle de Los Arenales, bastante cerca del volcán, se vio
correr la lava ardiendo por la abertura y bañar todo el
volcán; y poco después pudo distinguirse que la aber-
tura había llegado hasta la mitad del volcán, viéndose
entonces los picos más grandes y más retirados el uno
del otro, y que la parte inferior de la abertura era más
ancha y por allí salía la lava sin cesar, como que es-
taba rebalsando».
«Este fenómano dilató como quince días, al cabo
de los cuales ya no se vio salir la lava por la abertu-
ra, cuya corriente terminó en el Teshcal Viejo; pero la
abertura se ve todavía desde el valle antes citado».
^ « C o m o ocho días antes de lo que dejo indicado se
vio d u r a n t e un día al frente de la ciudad que salía lava
constantemente desde el cráter hasta la base, como si
el volcán estaba rajado».
«Estos fenómenos no dejaron de causar algún te-
rror a los habitantes, que esperaban alguna consecuen-
cia fatal».
«Esto es, señor Rector, cuanto puedo informarle,
siéndome altamente grato ofrecerme de U. muy atento
servidor,— José M. Martínez».
En 1891 estuvo en Sonsonate don Marcos Ochoa,
y el Volcán de Izalco estaba en continua actividad, ha-
ciendo sus erupciones por el lado Sur.
En 1894, llegó a Izalco don Pedro Cantor, y dice
que entonces el volcán hacia erupciones constantemente
acompañadas de retumbos fuertes, y su señora me ma-
nifestó en 1920, que hacía 36 años, don Francisco Al-
varez tenía dos años, y el Izalco hizo una gran erup-
ción (en 1920—36= 1884), erupción que debe ser la de
1885.
De 1895 a 1897, el Dr. don Lucio Alvarenga es-
tuvo yendo con frecuencia a Sonsonate, y me ha mani-
festado que el Izalco estuvo constantemente en acti-
vidad.
El Dr. don Francisco Gutiérrez ha tenido también
la amabilidad de comunicarme este dato importante: que
— 113 —

en 1897 llegó él a este país, y que el régimen estrom-


boliano era característico del Izalco, que entonces «to-
davía merecía el nombre de faro», y que en el año si-
guiente estuvo todavía en ese régimen.
En los meses de mayo, junio y julio de 1898, el
Dr. Lucio Alvarenga estuvo en Sonsonate y observó
que la actividad del Izalco era continua, como en los
años anteriores.
En la noche del 31 de diciembre de 1899 al lo
de enero de 1900, al estarse celebrando las fiestas del
fin de siglo, según me informaron en Izalco las señori-
tas Barrientos, el volcán hizo una erupción importante.
Un vecino de Izalco me informó que para el día de su
cumpleaños, en febrero de 1900, el volcán estaba en
actividad, y las señoritas Barrientos me han dicho que
el Izalco apagó su fuego en el mes de marzo de ese
mismo año.
Las mismas señoritas me refirieron que el volcán
se había apagado como dos años antes de la erupción
del cabo de siglo, lo que nos da el dato de que aquel
régimen de continua actividad había cesado en la se-
gunda mitad de 1898, ya que en julio todavía estaba
en actividad.

De 1901 a 1902

El l o de enero de 1901 anotó el Dr. Barberena, en


un libro del Observatorio, el dato de que «el Izalco es-
tá inactivo».
Las señoritas Barrientos me manifestaron que el
período de inactividad duró desde marzo de 1900 hasta
el 25 de mayo de 1902, en que hizo una gran erupción
por el lado Sur, y el 8 de septiembre de ese mismo
año, se abrió al N. por la base, corriendo la lava por
Los Trozos (al W. del volcán) y que algún tiempo des-
pués se apagó.
Otros vecinos de Izalco me refirieron que en esa
erupción de 1902 se abrió una grieta desde la cima
hasta la base, en dirección de Izalco (desde el cráter
8—Volcán de Izaleo
— 114 —

izalqueño de la cima a la base, siguiendo al realza-


miento), grieta por la cual salió fuego muy vivo que
iluminó a Izalco, alarmando a sus moradores y hubo
procesiones religiosas, y que después salió lava «de
atrás del volcán», es decir, del lado N., pasando des-
pués al Oeste del cono hasta llegar a una legua de
Izalco.'"
Entonces fue al Volcán de Izalco una comisión ofi-
cial formada por nuestros sabios y estimados maestros
doctores don Santiago Barberena, don Jerónimo Puente,
don Benjamín Orozco, don Darío González y don José
Alcaine, quienes rindieron el informe correspondiente, el
que fue publicado en el «Diario Oficial» del 25 de sep-
tiembre del mismo año (1902) y del cual reproduzco a
continuación únicamente los datos que se relacionan a
dicho volcán.
<E1 día 15 de septiembre, y debido a que la corrien-
te de lava ha interceptado, y en gran parte obstruido
el camino que conduce directamente de Izalco ai lugar
en que han aparecido los nuevos cráteres, tuvimos que
tomar una larga vía, rodeando al volcán, lo cual nos
permitió observarlo en casi toda su circunferencia. Ha-
biendo llegado la Comisión al llano de Los Calderones,
que está entre el Volcán de Santa Ana y el Izalco, se
dirigió al pie de este último, descendiendo por una pen-
diente rápida, poco más de 2 kilómetros. En la propia
base del volcán existen cuatro respiraderos, de los cua-
les, el principal, que está un poco más alto, es un ver-
dadero cráter. Casi sin interrupción y a muy cortos in-
tervalos arroja con estrépito gran cantidad de vapores
y gases, con un ruido parecido al de una locomotora
gigantesca o semejante al producido por la quema de
cohetes de grueso calibre; ruido que a mayor distancia
y por repercusión de la montaña, se parece al que pro-
ducen muchas láminas de hierro arrojanas al suelo so-
bre piedras. De la boca principal se levanta a cada
empuje o salida de vapores, una enorme masa de lava
enrojecida que toma un movimiento de trepidación. El
otro respiradero, que está más abajo, a doce metros
— 115 —

del primero, un poco al N. W. y con el cual está en


comunicación, arroja vapores con una fuerza y ruido
extraordinario. Los otros dos respiraderos que están
cerca del anterior, hacia el E., son menos notables y la
salida del vapor se hace sin ruido».
«La altura de los nuevos cráteres es de 1574 m.,
y la altura de Moscúa, término de la corriente observa-
da por la Comisión, es de 882 metros. La lava ha re-
corrido 6,000 metros; la pendiente media es de 11,53%,
y su dirección es la siguiente: lo. NNW., 1 km.; 2o.
SW., 2 kms.; 3o. W., 1 km.; 4o. SSE., 2 kms.»
«Hay en toda la base del volcán un derrame de
lavas ya endurecidas y de color negro muy pronuncia-
do, que son seguramente las primeras que arrojó el vol-
cán por el cráter en cuestión. En ciertos momentos los
vapores levantan la lava del cráter, la fraccionan y la
arrojan a gran altura, fragmentos o piedras incandes-
centes. Un olor fuertemente sulfuroso y arsenical se per-
cibe en todo ese lugar y el calor es bastante intenso».
«Hacia la parte superior del volcán se notan pe-
queñas fumarolas, y a cierta distancia de la cúspide
una grieta trasversal como de 200 metros, que parece
va a decapitar la montaña».
«Los informes que de los vecinos adquirimos, nos
permiten dar los siguientes datos históricos: el Izalco
apagó sus fuegos a principios de enero de 1901, vol-
viendo a reaparecer en la cúspide, el 10 de mayo de
1902, con poca actividad; el 25 del mismo mes alcanzó
mayor actividad, continuando así hasta el 5 de septiem-
bre actual, por la noche en que se abrieron los cráteres
en la base del volcán hacia el lado Norte, saliendo gran
cantidad de lava, con gran ruido, y cesaron el fuego de
la cúspide y las detonaciones de costumbre de la mon-
taña. Se sintió un temblor de regular fuerza que fue se-
guido de detonaciones de menor importancia, las que
continúan aún en decrecimiento progresivo. Al amanecer,
vieron los vecinos que el cráter principal no hacía erup-
ción, mientras que en la base del cono arenáceo, de
formación moderna, se habían formado los pequeños
— 116 —

cráteres que observamos. Los vestigios de la explosión


se encuentran en un radio como de 80 metros al rede-
dor de los focos de erupción y la pendiente vecina pre-
senta grietas angostas pero largas. La vegetación se va
extinguiendo. Los árboles más próximos se encuentran
completamente marchitos y sus ramas dispersas por los
proyectiles arrojados».
«El mismo día 15, pernoctando la Comisión en el
llano de Los Calderones, se sintió a las 8 menos 4 mi-
nutos p. m., un fuerte temblor oscilatorio, procedente
probablemente (!) del volcán».
En ese relato no se hace mención del gran cráter
superior del flanco, lo que me causó extrañeza, pues ese
cráter es el rasgo más saliente del volcán, lo que más
llama la atención para el que los mira del llano de Los
Calderones o de cualquier otro punto del Norte. Allá, en
la referida meseta del Volcán de Santa Ana, llamada
pvr la Comisión llano de Los Calderones, me manifes-
taron que ese cráter se había abierto en 1912; yo ha-
bía entendido con eso que se trataba simplemente de
una reapertura y no de una formación; pero nuestro sa-
bio maestro y querido amigo Dr. Benjamín Orozco,
miembro de dicha Comisión, al interrogarle para diluci-
dar dicho asunto, me ha manifestado categóricamente
que cuando fueron al Izalco en 1902, ese cráter no
existía, testimonio que ha sido reforzado por el de nues-
tro sabio maestro y querido amigo Dr. Jerónimo Puente,
miembro también de dicha Comisión. Posteriormente,
unas fotografías tomadas antes, en y después de la
erupción de 1915, publicadas en el «Diario Latino» No.
7275, por el Dr. Atilio Peccoiini, han constituido una
nueva confirmación, lo mismo que el relato que hace
Peccorini. Sin embargo una persona me ha afirmado
haber visto al Izalco hacer erupciones por ese cráter en
noviembre o diciembre de ese mismo año, pero enton-
ces el cráter era muy pequeño y después se cerró.
Otra cosa en la que hay que reparar en dicho in-
forme, es que se habla de erupciones por la cúspide, y
advertir que el cráter central o superior no presenta in-
— i n -
dicios de actividad reciente, y los vecinos de Izalco que
vieron la erupción me manifestaron que el volcán se
abrió por el pico que da hacia Izalco (cráter izalqueño)
y que la grieta se extendió hasta su base, emitiendo un
fulgor intenso, etc., como dejo anotado.
Debo agregar que en Izalco me dijeron que la
grieta se abrió el 7 de septiembre de de 1902, según
unos, mientras que otros me afirmaron que fue el día 8
del mes, como a las 9 de la mañana.
El día 12 de enero de 1904, a las 2 h. de la ma-
ñana, según observación hecha por don Hermán Heicht,
radicado en Sonsonate, y que ha tenido la bondad de
comunicarme el dato, el Volcán de Santa Ana, — al
mismo tiempo que el Izalco, permanecía activo, — hizo
una importante erupción de cenizas.
El 4 de febrero de 1904, mi estimado amigo pro-
fesor don Pedro Joaquín Meléndez iba al destierro, y
vio al Izalco arrojar humo, fuego y lava por la parte
superior del volcán,
El profesor don Benigno Siliézar me ha manifesta-
do que el Izalco estuvo en actividad en todo el año de
1904, y que en Santa Tecla se oían sus retumbos por
series de 4 a 5 cada 10 minutos.
En marzo de 1905, según me ha manifestado mi
muy querido y estimado maestro don Joaquín Rodezno,
el Izalco estaba todavía en actividad.
En 1907, el volcán ya estaba apagado, y en 1909,
varias personas de la ciudad de Izalco ascendieron a
la cima del volcán, según testimonios que obtuve de
varios vecinos de esa población.
En julio de 1912 entró nuevamente en actividad, y
según me ha manifestado mi estimado amigo, compro-
fesor don Rodolfo Lorenzana, en ese mes estaba él en
Las Brumas, cuando a las 6 h. de la tarde del día 18
de julio de dicho año, se sintió un violento temblor de
tierra y al mismo tiempo se rajó el Izalco, formándose
una grieta que se extendía en el flanco Norte, desde la
cima a la base, empezando la erupción por ésta y des-
— 118 —

plazándose después hacia la cima el centro de las erup-


ciones.
El joven Linares, de Las Brumas, me manifestó que
el día de la Octava de Corpus de 1912 (la Octava de
Corpus fue el día 13 de junio) se abrió el gran cráter
boreal de la cima, que en seguida se continuó la erup-
ción por los cráteres abiertos en la base, regresando
después el centro eruptivo al cráter de la cima, arrojan-
do humo, cenizas y piedras durante mucho tiempo.
Según su testimonio y el de varios vecinos de Izal-
co, la lava salió por la base boreal y corrió por entre
el Izalco y el Cerro Verde, llegando hasta Rincón del
Tigre, y las piedras arrojadas por el cráter llegaban
hasta unos 300 m. de distancia del cráter superior.
Como el cráter está al Norte del volcán, desde Son-
sonate e Izalco las bocanadas de humo parecían salir de
atrás del volcán, como así lo era en realidad.
El 10 de agosto de 1912, pasé por Sonsonate, y
vi el volcán en plena actividad, haciendo erupciones ca-
da 5 o 10 minutos, con retumbos que conmovían las
casas de esa ciudad.
En diciembre de ese mismo año pasaron por dicha
población mis hermanos José y Guillermo Rivas Arthés,
y según me refirieron, le vieron también en ese mismo
estado.
El 25 de julio de 1913, el Izalco todavía estaba en acti-
vidad, según me ha manifestado el Dr. Lucio Alvarenga.
Refiriéndose a esa erupción el Dr. Atilio Peccorini
(«Diario Latino», No. 7275), dice:
«Entonces se le abrió un nuevo cráter, casi en la
juntura de la falda del llamado Cerro Verde, que
forma parte del de Santa Ana. Durante mucho tiempo
arrojó grandes cantidades de materias eruptivas por esa
nueva boca. Aproximadamente año y medio más tarde
(hacia enero de 1913), apareció un nuevo cráter casi a
la mitad de la falda, por donde continuó su desespe-
rada actividad. Después de ésto, hará ocho meses (es
decir, hacia diciembre de 1914 o enero de 1915, pues
Peccorini escribe eso a fines de septiembre de 1915),
— 119 —

según informes de personas del lugar vecino al volcán,


apareció el cráter actual (se refiere al cráter boreal de
la cima) como a 40 m. más arriba de la anterior y ca-
si en la cima del volcán».
A fines de 1913 la actividad no había cesado aún;
pero en agosto de 1914, que estuve en Sonsonate, le
vi en completa calma, de la que salió a fines de ese
mismo año según testimonios que posteriormente recogí
en Izalco, empezando un nuevo e intenso período de
actividad eruptivo, la que terminó dos o tres meses
después, es decir, hacia marzo de 1915.
El 6 de septiembre de 1915 hubo un extenso te-
rremoto que causó daños entre el río Michatoya (Guate-
mala) y el Lempa (en El Salvador), y que fue sentido
en toda la América Central, habiendo sido acompañado
de la apertura de un nuevo período eruptivo del Volcán
de Izalco. En mi obra «El terremoto del 6 de septiem-
bre de 1915 y los demás terremotos de El Salvador»,
pueden verse los detalles de ese importante aconteci-
miento geológico, del que aquí sólo daré un extracto.
A las 7 h. 20 m. de la noche (XIX h. 20 ra.) del
referido día 6 de septiembre de 1915, se dejó sentir un
extenso y violento terremoto, de gran duración sensible
(cerca de 100 s.), de carácter mixto y de varios focos.
Al mismo tiempo que la tierra era sacudida con vio-
lencia, el cráter boreal de la cima se abrió de nuevo, y
estuvo haciendo a partir de ese momento intensas erup-
ciones acompañadas de fuertes detonaciones que con-
movían las casas de Izalco, Sonsonate y Juayúa, y poco
después se abrió el cráter nahuizalqueño de la cima, por
donde vi salir pequeñas corrientes de lava; el período
eruptivo que concluyó hacia el 26 de enero de 1916.
El hecho de que el volcán inició su actividad con
el terremoto, hizo pensar a algunos que la erupción ha-
bía sido la causa de ésto; mas dada la gran extensión
y complejidad del terremoto, esa hipótesis es insosteni-
ble. En primer lugar, la isosista del grado mayor X de
la escala de Mercali (Juayúa y Zalcoatitán) no com-
prendió en su interior al Volcán de Izalco, e indicaba
— 120 —

un foco poco profundo (3 ks. 5) y distinto de ese vol-


cán; la isosita de grado IX estaba dividida en dos cír-
culos, uno (Nahuizalco, Masahuat) rodeando la isosita
de grado X, pero la otra era completamente distinta,
comprendía a Ahuachapán y Ataco y estaban separadas
ambas por una zona (de Apaneca) de grado XII — XIII,
lo que parece indicar un foco cercano a Ataco, distinto
del cercano a Juayúa; la isosita XIII — IX indicaba .cla-
ramente un centro de conmoción cercano a Armenia; la
isosita VIII envolvió a todas esas isositas, presentando
máximos de anchura en los alrededores de los volca-
nes de San Vicente, de San Salvador y de Izalco, indi-
cando por lo tanto centros de actividad sísmica en esos
puntos. En territorio guatemalteco, según las noticias
que obtuve de los daños (pues no recorrí más que las
poblaciones salvadoreñas) parecen haberse manifestado
las actividades de 3 o 4 focos sísmicos (volcanes de
Pacaya, Tecuamburro y Moyuta, y tal vez un foco cer-
ca de Jutiapa. Ahora bien, una explosión producida en
el Izalco, por grande y profunda que se suponga, no
podía en ninguna manera conmover tan violentamente a
una región tan extensa (cerca de 260 kms.) y distribuir
las intensidades como queda indicado. La causa que
produjo la erupción del Izalco y la actividad de los fo-
cos sísmicos indicados no pudo haber sido una simple
explosión, debe haber sido una causa general tectónica.
La actividad eruptiva del Izalco cesó nuevamente
hacia el 26 de enero de 1916, y así se mantuvo, inac-
tivo, hasta el 29 de octubre de 1920, fecha en que em-
pezó un nuevo período de erupciones, que terminó hacia
el 10 de abril de 1921, y del que he hecho una rela-
ción circunstanciada en la primera parte de esta obra,
debiendo agregar aquí una nota omitida entonces, y es
que el día 26 de marzo de 1921 hubo una pequeña
erupción de cenizas por el cráter armeniano.
Actualmente, octubre de 1922 el Volcán de Izalco
continua en calma y sólo se observan unas ligeras fu-
marolas.
FIN

También podría gustarte