Componentes de La Orientación Al Mercado
Componentes de La Orientación Al Mercado
Componentes de La Orientación Al Mercado
EMPRESAS
ORIENTACIÓN AL MERCADO
a) Orientación al cliente. Parece muy claro que la principal tarea de las organizaciones
consiste en determinar las percepciones, expectativas, necesidades y deseos del mercado, y
satisfacerlos mediante una oferta competitiva; en palabras de Narver y Slater (1990) “la
comprensión de los clientes objetivo para lograr generar en ellos, de un modo sostenido, valor
superior”.
La orientación a la competencia significa estar preparados para dar una rápida respuesta
a las acciones de los competidores, el análisis de las estrategias de los mismos y la atención sobre
las oportunidades para el desarrollo de ventajas competitivas. Al mismo tiempo, es necesario
incluir en este conocimiento el conjunto de tecnologías capaces de satisfacer las necesidades
actuales y esperadas por los compradores (Narver y Slater, 1990). Todo ello exige disponer de
una amplia y completa información sobre los competidores y una actitud objetiva y desapasionada
al valorar las propias fuerzas (Llonch, 1993).
Son muchos los autores que han destacado la importancia que para la organización tiene
este componente; así, podemos citar a Lusch y Laczniak (1987); Shapiro (1988);Grönroos (1989);
Kohli y Jaworki (1990); Ruekert (1992), Slater y Naver (1994b y 1995);Rivera (1995a y 1995b);
Biemans y Harmsen (1995); Jaworski y Kohli (1996);Lambín (1996);Baker, Simpson y Siguaw
(1999); Fabien y Léger (1999) y Cadogan y Paul (1999), entre otros.
se sede incluir el seguimiento de los que se denominan grupos de interés2 y factores del
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macroentorno , en la medida en que puedan afectar al desenvolvimiento normal de la empresa.
Tal como nos dice Rivera (1995) “ uno de los factores principales en la decisión de las
estrategias, pues en algunos casos, el entorno define el producto y constituye un factor importante
en el éxito de una estrategia competitiva”.
El papel de los directivos es fundamental en esta tarea. Ellos deben dejar claro su
compromiso con la misión empresarial y lograr, por mecanismos formales o informales, que cada
una de las partes asuman el valor de integrarse y coordinarse con las restantes eliminando
cualquier barrera interna que pudiera surgir. En este sentido se expresa Llonch (1993) cuando dice
“el ejemplo que proporciona el director general debe extenderse entre todos los niveles de la
organización y a todos los directivos de la empresa”.
Por otra parte, la generación de valor en el público objetivo debe conseguirse con un
horizonte de perpetuidad y no de puntualidad. Es necesario que las inversiones organizativas
precisas para asumir culturalmente esta filosofía y ponerla en práctica de modo operativo sean
realizadas de un modo continuado, con la perspectiva de que generen rendimientos en el largo y
no en el corto plazo (Chang y Chen, 1998).
Adoptando una visión estratégica, es preciso que las actuaciones dirigidas a los clientes
se conciban dentro de la búsqueda de relaciones continuadas y mutuamente beneficiosas que se
perpetúen a lo largo del tiempo (McKenna, 1991; Slater y Narver, 1994; Slater y Narver, 1995;
Slater, 1997; Narver, Slater y Tiejte, 1998). Dicho de otra forma, la orientación al mercado
persigue como propósito fundamental generar mayor valor a los clientes a través del
establecimiento de relaciones a largo plazo que permitan mayores ganancias a ambas partes. Lo
importante no es sólo atraer nuevos clientes, sino también retenerlos, y no a todos los clientes,
sino tan sólo a los más rentables a largo plazo.
Nos encontramos aquí con dos enfoques de gestión convergentes y no excluyentes:
Orientación y Mercado y Marketing Relacional. Tal como señalan Barroso y Martín (1999), “el
marketing relacional es una forma de orientarse al mercado que pone el énfasis en la orientación
hacia el cliente, con lo que se trata de establecer y explotar una relación a largo plazo que lo
fidelice, y a partir de lo cual se espera lograr un impacto positivo sobre los resultados
económicos de la empresa”. En el mismo sentido se expresan Baker, Simpson y Siguaw (1999),
Day (2000), Steinman, Desphandé y Farley (2000), y Dalgic(1998) que nos aporta una visión
convergente de ambos enfoques al afirmar que “un efectivo marketing relacional puede conducir
fácilmente a mayores porcentajes de clientes satisfechos, a su mayor lealtad. Esto no es, de
manera alguna, distinto del enfoque de orientación al mercado”.
Para que una empresa adopte una orientación al mercado será necesario que dicha
orientación le proporcione unos resultados por encima del promedio de su sector, en el caso de
empresas que persiguen el beneficio, o que asegure su existencia a largo plazo, si se trata de
organizaciones sin afán de lucro.
La empresa que desee conseguir resultados por encima del promedio de su sector necesita
disponer de ventajas competitivas duraderas que le permitan ofrecer más valor a sus clientes.
Según Llonch y Waliño (1996) “la orientación al mercado es la filosofía de empresa o la
cultura organizativa que genera las actitudes y
comportamientos necesarios para la creación de más valor para los clientes, lo cual redunda en
unos mejores resultados para la empresa”.
Más recientemente, Kohli y Jaworski (1990) y Narver y Slater (1990), que han hecho los
dos intentos más notables para medir la orientación al mercado, han enfatizado en la perspectiva
comportamental de este enfoque.
Tres son los componentes que, bajo esta perspectiva, identifican los autores mencionados:
Una cuestión importante es que tiene que ver no sólo con las necesidades actuales, sino
también con las futuras, lo que apremia a las organizaciones a anticiparse
a las necesidades de sus consumidores, y a iniciar el camino para encontrarlas (Houston, 1986).
Tal actividad debe ser llevada a cabo por todos los departamentos de la empresa, ya que
cada unos mantienen una relación especial con los agentes del mercado. La información debe ser
generada a través de una variedad de métodos formales e informales, y debe implicar tanto la
acumulación de información primaria, como fuentes de consulta secundarias.
En consonancia con Kohli y Jaworski (1990), para quienes la comprensión del mercado
y la diseminación de la información tienen un vínculo natural con el diseño e implantación de la
respuesta, Narver y Slater (1990) consideran que la diseminación de información proveniente del
consumidor y de la competencia provocan una interfuncionalidad y motivación suficientes para
la coordinación de esfuerzos de cara a la creación continuada de un valor superior.
La responsabilidad en el desarrollo y puesta en práctica de la respuesta al mercado debe
ser, por tanto, asumida por toda la organización en un proceso que, a partir del conocimiento del
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mercado y de su diseminación por toda la organización se adecue, de forma rápida, flexible,
eficaz y eficiente a las necesidades y preferencias de los consumidores.
2 Según Kotler (1995) entendemos por grupo de interés “todo colectivo que tenga impacto
actual o potencial sobre la capacidad de la empresa para alcanzar sus objetivos”
3 Nos referimos a factores demográficos, económicos, político-legales, culturales, sociales,
tecnológicos y medioambientales que pudieran tener incidencia en el desarrollo de la actividad
de la organizacióN