Fanelli. Desarrollo Sostenible y Ambiente - Capitulo 2
Fanelli. Desarrollo Sostenible y Ambiente - Capitulo 2
Fanelli. Desarrollo Sostenible y Ambiente - Capitulo 2
Nicolás Lucas
Las razones para ocuparse del ambiente son muchas, conocidas y de larga
data. Algunas son de orden ético y moral, otras son utilitaristas y pragmá-
ticas, otras se basan en el temor o la esperanza que inspira el futuro. Estos
motivos no son mutuamente excluyentes, y conviven en los discursos y las
instituciones ambientales en todo el mundo.
Las razones éticas y morales incluyen, por ejemplo, el deber de res-
petar la naturaleza y al prójimo, el derecho a un ambiente sano y apto
para el desarrollo, o la identidad cultural de comunidades enteras con
fuerte arraigo en ecosistemas. Responden por lo general a dos tipos de
enfoques: los que colocan al ser humano en el centro de las preocupacio-
nes ambientales con un deber de cuidado y administración responsable
(antropocéntricos), y los que hacen énfasis en que el ser humano es una
especie entre millones, y que los demás componentes de la naturaleza, o
al menos algunas formas de vida superiores, también tienen estatus moral
y jurídico (ecocéntricos o biocéntricos).
Entre los planteos ecocéntricos, distintas tradiciones fundamentan el
estatus moral del ambiente o la naturaleza de diversas maneras. En la tra-
dición más racionalista se sostiene, por ejemplo, que los humanos hemos
desarrollado evolutivamente la capacidad de responder afectiva y moral-
mente ante la percepción de lazos de comunidad e identidad, y que cul-
turalmente hemos ido ampliando lo que consideramos nuestra “comuni-
dad relevante” para incluir otras formas de vida y hasta sistemas completos
(Callicott, 1994). Las tradiciones más espirituales incluyen, por ejemplo, la
deificación de la naturaleza (Pachamama) o de sus elementos, o la integra-
ción esencial del humano en el tejido de la vida y su responsabilidad ante
las demás especies derivada de su mayor poder (budismo). También hay
planteos antropocéntricos de raíz espiritual, en particular en las distintas
vertientes del cristianismo, que enfatizan la naturaleza como creación divi-
na trascendente y, en cuanto tal, portadora de lo sagrado.
34 Desarrollo sostenible y ambiente en la Argentina
ambiente que circulan (Raskin y otros, 2002; EEM, 2005b). Están las visiones
según las cuales sucumbimos a la fragmentación, el colapso ambiental y el
fracaso institucional, que acentúan las consecuencias de la desigualdad, con
divisorias marcadas entre ricos y pobres sostenidas por la fuerza y acompa-
ñadas de una espiral de degradación ambiental y pobreza. Están las visiones
más optimistas, que tienden a enfatizar las intervenciones políticas y tecno-
lógicas para generar patrones sustentables de desarrollo. Algunas se centran
en la importancia de las instituciones que gobiernan sobre todo los aspectos
económicos de la globalización, para generar mayor equidad en el mundo
y facilitar la implementación de soluciones institucionales a los problemas
ambientales como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Otras
enfatizan lo local y sobre todo la capacidad adaptativa de las comunidades
ante los cambios globales; estas son pesimistas respecto de las instituciones
económicas y ambientales internacionales, pero optimistas respecto de la ca-
pacidad de la sociedad civil para postular e implementar una nueva cultura
de la sustentabilidad basada en un localismo altamente integrado interna-
cionalmente gracias a la conectividad global. También con una orientación
optimista, están las visiones según las cuales el progreso tecnológico es la
principal fuerza para el desarrollo sustentable, sobre lo cual nos explaya-
remos hacia el final del capítulo.2 Finalmente, están aquellas visiones más
conservadoras, donde las cosas evolucionan gradualmente, moldeadas por
el devenir normal de los factores dominantes establecidos, donde las ten-
dencias de degradación ambiental continúan; desde muy pocos lugares se
postula este como un escenario deseable y sustentable, señal del éxito que
ha tenido el movimiento ambientalista.
Estas últimas tienden a confundirse con los argumentos de quienes si-
guen confiando en que el mero desarrollo económico y social resolverá los
desafíos ambientales sin necesidad de grandes esfuerzos institucionales o
económicos. Este optimismo es un resabio del que acompañó el progreso
desde el siglo XVIII y, aun cuando ya es minoritario, no debe soslayarse. Se
argumenta que el discurso sobre el ambiente se ha convertido en una “leta-
nía de la degradación incesante”, que no sólo está errada sino que además
lleva a la comunidad internacional a tomar decisiones costosas e ineficaces
que distraen para el cuidado ambiental recursos que estarían mejor inverti-
dos en asistencia a los otros aspectos del desarrollo humano, como la salud
3 Véase <www.theguardian.com/environment/2010/aug/30/
bjorn-lomborg-climate-change-profile>.
38 Desarrollo sostenible y ambiente en la Argentina
5 Véase <www.anthropocene.info/great-acceleration.php>.
40 Desarrollo sostenible y ambiente en la Argentina
6 Véase <earthobservatory.nasa.gov/Features/IntotheBlack>.
7 Véase <www.footprintnetwork.org>.
42 Desarrollo sostenible y ambiente en la Argentina
Atmósfera
Empecemos por el desafío ambiental más global y fundamental, y, ciertamen-
te, el que más atención atrae en la actualidad: el calentamiento global y su
¿Por qué ocuparse del ambiente? 43
8 Véase <www.globalcarbonproject.org>.
9 “The Great Decoupling”, Anthropocene Magazine, 2, julio de 2017, disponible en
<www.anthropocenemagazine.org>.
44 Desarrollo sostenible y ambiente en la Argentina
Biodiversidad
El otro gran cambio global fundamental es la erosión de la diversidad bio-
lógica. La importancia de la biodiversidad es más difícil de asir que la del
cambio climático, quizá porque las consecuencias de su pérdida son menos
visibles en lo inmediato. No obstante, ambos tienen la misma importancia.
La biodiversidad es la variabilidad entre los organismos vivos de todo tipo,
incluidos la diversidad genética y los complejos ecológicos que integran, o
ecosistemas. La diversidad es un rasgo estructural del tejido de la vida en el
planeta y un elemento básico para el buen funcionamiento de los ecosiste-
mas y de los beneficios que estos reportan a la sociedad (EEM, 2005a). El
valor de la biodiversidad está tanto en la existencia de la diversidad misma
como en la de cada uno de sus componentes. La diversidad de la vida como
valor está apoyada tanto en razones de la ética del valor intrínseco como en
una ética utilitaria.
46 Desarrollo sostenible y ambiente en la Argentina
el 26% de las aves y el 64% de las tortugas están en alguna categoría de ame-
naza (Ojeda y otros, 2012). La situación de la biodiversidad a nivel de genes
es todavía una incógnita en el país, pero puede deducirse de lo anterior
que la tendencia es negativa. Dentro de este cuadro general complicado, no
deben perderse algunas buenas noticias; por ejemplo, la superficie de áreas
protegidas terrestres en el país pasó del 4% en 1990 al 10% en 2016, en
2015 se creó la primera área protegida marina de unos 28 000 km2 sobre el
Banco Burdwood en el sur del Mar Patagónico, y la proporción de caimanes
amenazados pasó del 100% en 2000 a cero en 2012 (MAyDS, 2017).
Bosques
Quizás el tipo de ecosistema más afectado en el mundo en la actualidad sean
los bosques. Sin duda, es el que más capta la atención del público. En la déca-
da de 2000, los bosques han aumentado su cobertura en los países de clima
templado y se han mantenido relativamente estables en los climas boreales
y subtropicales (en parte, por el aumento de la forestación con especies no
nativas). En los países tropicales, en cambio, se registró una pérdida neta de
7 millones de ha anuales (FAO, 2016a). Según la FAO (siglas en inglés de la
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura),
la deforestación tropical se explica en un 40% por la agricultura comercial a
gran escala, un 33% por la agricultura de subsistencia, un 20% por la infraes-
11 Excluidas Antártida, Islas Malvinas, Islas del Atlántico Sur y la provincia de La Rioja,
que no pudo ser relevada en el estudio.
¿Por qué ocuparse del ambiente? 49
Suelos
Todos los ecosistemas se apoyan sobre suelos. Sin suelos saludables, la vida
va desapareciendo. El consenso científico más reciente es que la mayoría
de los suelos del mundo está en un gradiente de condición que va de acep-
table (menos que bueno) a pobre o muy pobre, con una tendencia hacia el
agravamiento si no se toman acciones de gestión sostenible (FAO y Grupo
Técnico Intergubernamental de Suelos, 2015). Según las Naciones Unidas,
la degradación afecta el 23% de los suelos del mundo y el 38% de las tierras
bajo agricultura. De un total de 1900 millones de ha de tierras degradadas,
cerca de 1200 millones están “seriamente degradadas” y 700 millones, “li-
geramente degradadas”. Esta tendencia se viene intensificando desde los
años noventa en muchas partes del mundo, y es uno de los factores que
empuja la frontera agrícola hacia ecosistemas naturales (UNEP, 2014).
En la Argentina el cuadro es similar. En 2015, un 37,5% del territorio na-
cional está afectado por procesos de erosión hídrica y eólica, número que
50 Desarrollo sostenible y ambiente en la Argentina
Minería e hidrocarburos
La explotación de minerales e hidrocarburos es otro factor de cambios
ambientales en la Argentina. En el caso de la minería, la superficie afec-
tada no está cuantificada y tampoco hay información consolidada sobre
pasivos ambientales mineros, a excepción de la minería de uranio, que
por su aplicación estratégica está sujeta a un régimen especial. La mi-
nería a gran escala en el país tuvo un fuerte crecimiento a partir de la
década de 1990, aunque su despliegue está en niveles muy por debajo de
los niveles de los demás países andinos.
Los impactos de las explotaciones existentes aún deben ser debidamente
sistematizados. Las consecuencias de la actividad minera para el ambiente
dependen del lugar específico de emplazamiento y tienden a ser de cuatro
tipos: impactos en la biodiversidad (pérdida de hábitat, de especies raras y
en peligro de extinción, efectos sobre las especies sensibles o migratorias),
impactos en el agua (alteración de los regímenes hidrológicos e hidrogeo-
lógicos, aumento de metales pesados, acidez o polución en general, incre-
mento en la turbidez, riesgo de contaminación de aguas subterráneas, com-
petencia por el agua en zonas áridas), impactos en el aire (aumento de las
partículas, dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno y metales pesados en el
ambiente) e impactos en el suelo (contaminación, erosión y alteración del
paisaje). De las más de cincuenta actividades diferenciadas que abarca una
explotación minera de gran escala, diecinueve generan impactos de alto
riesgo de ocurrencia (que incluyen consecuencias inevitables por la propia
naturaleza de la actividad), y dieciséis tienen una intensidad de impacto po-
¿Por qué ocuparse del ambiente? 51
12 Véase <www.ypf.com/energiaypf/Novedades/Paginas/Destacan-el-nivel-de-
reservas-de-shale-en-la-Argentina.aspx>.
¿Por qué ocuparse del ambiente? 53
El mar
Si nos corremos a los mares, el cuadro es similar al que vimos en tierra.
Todos los mares del mundo, y la Argentina no es la excepción, sufren en
distintos grados problemas de sobrepesca, contaminación y efectos del
cambio climático. Según un índice global de la “salud de los océanos”, la
mayor parte de los mares tienen un grado de afectación elevado, con focos
de muy alto impacto en torno a las principales ciudades del este asiático,
norte de Europa y norte de América. El índice compila y pondera datos
sobre cinco tipos de pesca (artesanal, demersal destructiva con alta y baja
captura incidental y pelágica con alta y baja captura incidental), tres tipos
de contaminación (inorgánica, orgánica y de fuentes marinas), la explota-
ción de hidrocarburos en el mar, la descarga de nutrientes, la acidificación,
la incidencia de especies invasoras, la presión demográfica en zonas coste-
ras, la actividad comercial en los mares como el tráfico marítimo, y el cam-
bio climático (Naciones Unidas, 2016). No hay un solo mar en el planeta
fuera del alcance de la influencia del ser humano. Ninguno.
La concentración de gases de efecto invernadero y el cambio climático
están afectando los mares de distintas formas: aumentos en el nivel del mar,
cambios en la temperatura, acidificación, reducción de la mezcla de aguas
oceánicas y mayor desoxigenación (Naciones Unidas, 2016). Estos cambios
afectan la distribución de las especies en el mar, que migran mayormente
de los trópicos a zonas templadas y a mayor profundidad en busca de aguas
más frías. Algunas algas, por ejemplo, se han corrido hacia los polos a razón
de 10 km por década, en tanto que el plancton unicelular lo viene haciendo
a 400 km por década. Al estar estas especies en la base de muchas cadenas
tróficas, todo cambia con su desplazamiento. Algunos modelos indican que,
sin considerar los efectos de la pesca y la acidificación, para 2055 la produc-
tividad pesquera en zonas templadas podría aumentar entre el 30 y el 70%,
en tanto que en los trópicos podría caer hasta un 40% (FAO, 2016b). Estas
migraciones generan ganadores y perdedores, a medida que los peces se
corren de la jurisdicción de un país a la del otro, y será interesante obser-
var cómo se resuelven estas situaciones en el aspecto político.
Estas proyecciones no contemplan otros dos grandes factores de cam-
bio sobre los mares: la acidificación y la sobreexplotación. Los océanos
54 Desarrollo sostenible y ambiente en la Argentina
60
50 Pesca total
40
30
20 Pesca total
10 Pesca baja
0
1974 1979 1984 1989 1994 1999 2004 2009 2013
n Niveles biológicamente insustentables n Niveles biológicamente sustentables
180
160
Millones de toneladas
140
120
100
80
60
40
20
0
1950 1955 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005 2010 2014
3000 15 90
2000 10 60
1000 5 30
Superficie de soja
cosechada
Venta de
0 glifosato 0 0
400
350
300
Millones de kg
250
200
150
100
50
0
1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013
Ciudades
Dijimos que una de las características del Antropoceno ha sido la irrupción
de los sistemas cultivados como un tipo de ecosistema ampliamente extendi-
do en el planeta. La expansión de la urbanización le sigue de cerca, y es una
de las marcas geológicas de esta época que quedarán en el futuro distante.
Globalmente, la urbanización y el crecimiento de las ciudades continúa sien-
do una tendencia demográfica potente. Los residentes urbanos pasaron de
¿Por qué ocuparse del ambiente? 61
duos per cápita, unas 45 000 toneladas diarias, 45% de los cuales provie-
ne de la CABA y la provincia bonaerense. La basura doméstica constitu-
ye la problemática más significativa, la mitad compuesta de orgánicos, y
cerca de un tercio, de papel y derivados (MAyDS, 2017a). Un 90% de los
hogares tiene cobertura de recolección regular, pero sólo el 50,23% de
los residuos sólidos se elimina en rellenos sanitarios, y casi el 90% de los
municipios los elimina en basurales a cielo abierto o semicontrolados,
sin resguardos sanitarios apropiados. Un 6,42% de los hogares urbanos
se encuentra cerca de basurales a cielo abierto. Dentro de este cuadro
general existen diferencias regionales significativas: sólo el 29% de la po-
blación en las regiones del norte cuenta con servicios de eliminación de
residuos, y en general las poblaciones más pobres son las menos cubiertas
por estos servicios (Banco Mundial, 2016).
Figura 2.4. Correlación entre los residuos sólidos urbanos per cápita y el
PBI per cápita en países seleccionados (UNEP, 2011a)
PBI per cápita (en dólares)
45 000
Estados
Japón Unidos
Islandia
Dinamarca
Irlanda
Reino Unido
Finlandia
Cánada Alemania
Francia Holanda
23 000 Australia Bélgica
Austria
Italia
España
República de Corea
República Nueva
Checa Zelanda
Argentina
Polonia México Hungría
Brasil Turquía Bulgaria
0 China
0 450 900
Residuos sólidos urbanos per cápita (kg)
Por otro lado, se dan en las zonas periurbanas fricciones por la relación
entre las plantas urbanas y suburbanas que se expanden y las tierras
dedicadas a la producción agropecuaria, la mayor parte de las veces
previas a la urbanización. Esta creciente proximidad en la frontera
urbano-rural genera conflictos en torno a las aplicaciones de agroquí-
micos y otros impactos de fuente agropecuaria, como las instalaciones
ganaderas. Las ciudades son grandes demandantes de alimentos, fibras
y otros productos rurales, y también de espacio para la vivienda y la
infraestructura. La convivencia de estas actividades y su competencia
por el uso del suelo es y será un desafío ambiental de gran importancia
en el país.
¿Por qué ocuparse del ambiente? 63
Aire
La situación de la calidad del aire en la Argentina es difícil de evaluar por
la falta de información adecuada (MAyDS, 2017a), pero los datos exis-
tentes señalan al transporte vehicular como la principal fuente de conta-
minación en la actualidad, que reemplaza a la incineración de residuos
común unas décadas atrás. La contaminación del aire en las principales
ciudades del país, se estima, está muy por encima de los umbrales reco-
mendados por la OMS de 10 μg/m3 de MP2.5. La CABA la sextuplica,
Córdoba la triplica y Mendoza la duplica. Rosario se encuentra en ese
umbral, y Salta y San Salvador de Jujuy están por debajo. En el complejo
Neuquén-Plottier-Cipolletti (que incrementó su población en un 2500%
entre 1950 y 2015), la contaminación fue extremadamente alta en los años
setenta, y declinó luego por debajo del umbral hasta 2002, cuando volvió a
crecer hasta duplicar o triplicar el umbral una vez más. El número de autos
que circulan en la Argentina se ha sextuplicado en los últimos veinticinco
años, pasó de dos millones de vehículos en 1990 a doce millones en 2014.
Un estudio en el Área Metropolitana de Buenos Aires indica que alrededor
del 67% de las emisiones de material particulado proviene del transporte
terrestre; el 21%, de las usinas eléctricas; el 5%, de la industria, y el 7%, de
fuentes residenciales, públicas y comerciales. El transporte terrestre es tam-
bién fuente de casi un 80% de los óxidos de nitrógeno (NOx), en tanto un
70% del dióxido de azufre (SO2) proviene de las usinas eléctricas (Banco
Mundial, 2016). Una medición de contaminación aérea con amoníaco,
16 Véase <mimi.io/en/hearingindex>.
17 Véase <www.sciencemag.org/news/2017/05/
noise-pollution-invading-even-most-protected-natural-areas>.
64 Desarrollo sostenible y ambiente en la Argentina
Agua
La cuestión del agua puede considerarse desde dos ángulos: las interferen-
cias antrópicas en el ciclo del agua, y la contaminación. A escala global, bas-
ten para dar una idea de esta interferencia los siguientes datos: la cantidad
de agua represada se ha cuadruplicado desde 1960, y llega a representar
entre tres y seis veces la cantidad de agua que fluye por los ríos naturales. La
disponibilidad neta total de agua dulce superficial en el mundo no ha varia-
do significativamente en el Antropoceno, pero la fracción de la escorrentía
que los seres humanos utilizamos ha crecido de manera drástica a una tasa
promedio del 20% por década entre 1960 y 2000, para llegar hoy a un 10%
de la escorrentía global, y entre un 40 y un 50% de la escorrentía a la que la
mayoría de la población mundial tiene acceso durante el año (EEM, 2005c).
En la Argentina, la interferencia con el ciclo del agua no alcanza la escala
de otros países, pero no deja de ser significativa. Nuestros principales ríos
transcurren por planicies, por lo que su represamiento y utilización para
energía depende más del volumen represado que de la altura de la caída
del agua. A partir de la década de 1970, las represas de Piedra del Águila
(en el río Limay), Salto Grande (en el río Uruguay) y Yacyretá (sobre el río
Paraná), la más grande, han generado importantes cambios en estos cursos
de agua. Los proyectos de represas sobre el río Santa Cruz son los últimos
desarrollos de este tipo.
Los cambios en la cobertura del suelo descriptos antes también tienen
su efecto sobre la regulación natural del agua, al afectar tanto el escurri-
miento superficial y la infiltración como la evapotranspiración y el drenaje
profundo. El reemplazo masivo de la cobertura vegetal natural por cultivos
de secano causa ascensos de nivel freático, especialmente en las llanuras,
dando lugar a excedentes hídricos e inundaciones. Este parece ser el caso
en la llanura chaco-pampeana, donde el reemplazo de pasturas perennes
y bosques por agricultura continua estarían generando inundaciones cada
vez más intensas y frecuentes (Jobbágy, 2011). A esto hay que agregar el
efecto del drenaje de humedales, sea para desarrollo urbano o como es-
18 “Here Are Some of the World’s Worst Cities for Air Quality”, Science News, 21, 2017.
¿Por qué ocuparse del ambiente? 65
Economía
En la Argentina los factores económicos son especialmente determinantes
de los cambios ambientales. A lo largo de su historia, nuestro país ha op-
tado por externalizar los costos ambientales de su desarrollo económico, y
las razones no son un misterio –son las mismas por las que esto ocurrió en
Europa y los Estados Unidos desde la Revolución Industrial, y más recien-
temente, en el Asia oriental–. Las explicaba bien en la década de 1950 un
funcionario de Obras Sanitarias de la Nación, organización responsable de
velar por la contaminación hídrica en aquella época de fuerte desarrollo
industrial: “La aplicación al pie de la letra [de las normas sobre contamina-
ción del agua] no hubiera armonizado con el proceso de desarrollo indus-
trial de tanta trascendencia para el país” (Brailovsky y Foguelman, 2002).
En gran medida, la Argentina sigue viendo el cuidado del ambiente como
un obstáculo para el crecimiento económico. No terminamos de asumir
que, hoy en día, un ambiente sano es indicativo de una economía sana.
El entramado de legislación ambiental del país es denso y ha crecido
mucho, en especial desde la reforma constitucional de 1994 que consagró
el derecho a un ambiente sano, equilibrado y apto para el desarrollo hu-
mano, y sin embargo, los indicadores de calidad ambiental siguen en su
mayoría declinando. Es que, pese a las declamaciones expresadas en leyes,
la estructura de incentivos reales desalienta la internalización del ambiente
y el capital natural en las decisiones de los actores económicos y la sociedad
70 Desarrollo sostenible y ambiente en la Argentina
Tecnología
La cuestión de la tecnología como factor de cambios ambientales es hoy
más importante que nunca. El movimiento ambientalista nace en gran me-
dida como reacción a los impactos de nuevas tecnologías sobre la naturaleza,
como expresa el emblemático libro Primavera silenciosa publicado por Rachel
Carson en 1962, donde denuncia los efectos sobre el ambiente del uso de
pesticidas en la agricultura. Y se sigue construyendo en gran medida sobre
la crítica a las tecnologías modernas, especialmente las que vienen de la bio-
logía. En la actualidad, gran parte del desarrollo tecnológico en la industria
trae aparejadas reducciones en los impactos ambientales de las actividades
–sea por eficiencia en el uso del agua y la energía, la menor generación de
residuos, materiales más resistentes, y, muy especialmente, las fuentes reno-
vables de energía–. Estas innovaciones son decididamente alentadas y reco-
nocidas. Pero cuando se trata de las aplicaciones tecnológicas sobre los seres
vivos, la situación cambia. La biología ha sido fuente de avances tecnológicos
vertiginosos desde que se descubrió la estructura del ADN a comienzos de
la década de 1950, y estos avances han sido acompañados por una creciente
ansiedad social sobre los riesgos de la manipulación genética.
Las soluciones tecnológicas a los problemas ambientales suelen llevar a
dificultades nuevas e inesperadas, y la aceleración de los desarrollos tecno-
lógicos exige respuestas cada vez más ingeniosas y sistémicas en su enfoque
(EEM, 2005b). La ambigüedad del impacto del factor tecnológico en el
ambiente es evidente de manera especial en la producción de alimentos.
Gran parte de los aumentos en la producción agrícola entre 1960 y 2000
resultó más de mejores rindes por hectárea que de la expansión del área
cultivada, a punto tal que los temores de un choque inminente entre el
crecimiento de la población y la disponibilidad de tierras no parecen estar
justificados salvo en países particulares, ya que el crecimiento futuro de la
producción agrícola, se estima, provendrá de la mayor productividad. Los
rindes de trigo y maíz en países en desarrollo, por ejemplo, aumentaron un
208% y un 157% –respectivamente– en ese período (FAO, 2002). Pero aun
así los cambios ambientales que esta expansión ha causado son grandes,
como hemos visto. Las mismas tecnologías que mejoraron la producción
de alimentos están detrás de grandes transformaciones en los ecosistemas,
y problemas como la eutrofización en amplias regiones, la emergencia de
pestes resistentes y afectaciones a la salud (EEM, 2005a). No obstante, dada
la expansión del área cultivada, cabe preguntarse qué magnitud y conse-
cuencias hubiera tenido la expansión en ausencia del desarrollo tecnológi-
co. Tomemos el caso de los polinizadores. Claramente, estos insectos se ven
afectados por varios factores vinculados con la producción agropecuaria
¿Por qué ocuparse del ambiente? 73
22 Véase <sobrelatierra.agro.uba.ar/
caen-los-rindes-del-trigo-y-la-cebada-por-el-aumento-de-la-temperatura>.
76 Desarrollo sostenible y ambiente en la Argentina
ESPEJOS ESPACIALES
Espejos en órbita que
deflectan los rayos solares. AEROSOLES
DISPONIBILIDAD: Partículas en la
COSTO: $$$ estratosfera que
ÁRBOLES ARTIFICIALES
DEBILIDAD: efectos reflejan los rayos
CO2 absorbido del aire
meteorológicos solares.
y almacenado bajo tierra.
desconocidos; DISPONIBILIDAD:
DISPONIBILIDAD:
no previene COSTO: $
COSTO: $$$
acidificación DEBILIDAD: riesgo
DEBILIDAD: requiere
de los océanos. de agotamiento
un amplio espacio
geológico de almacenaje. del ozono; efectos
meteorológicos
desconocidos;
no previene
CULTIVOS REFLECTIVOS acidificación
Plantaciones que reflejan FORESTACIÓN de los océanos.
más luz solar. Árboles que absorben CO2.
DISPONIBILIDAD: DISPONIBILIDAD:
COSTO: $ COSTO: $
DEBILIDAD: requiere DEBILIDAD: requiere
una gran superficie terrestre;
una gran superficie
no previene acidificación terrestre. SIEMBRA DE NUBES
de los océanos. Atomizar agua de
mar crea nubes que
reflejan los rayos
solares.
DISPONIBILIDAD:
BIOCARBÓN COSTO: $$
Residuos agrícolas DEBILIDAD: efectos
incinerados y enterrados. meteorológicos
DISPONIBILIDAD: desconocidos;
COSTO: $$ éxito irregular;
DEBILIDAD: requiere una no previene
gran superficie terrestre. acidificación
del océano.
ADICIÓN DE CARBONADOS
FERTILIZACIÓN DE LOS OCÉANOS Roca caliza molida ayuda
Partículas de hierro estimulan plancton a que los océanos
que fija CO2. absorban CO2.
DISPONIBILIDAD: DISPONIBILIDAD:
COSTO: $$ COSTO: $$
DEBILIDAD: efectos DEBILIDAD: efectos
desconocidos sobre desconocidos
los ecosistemas. sobre los ecosistemas.
Instituciones
El desafío institucional contemporáneo inevitable es el de ordenar una
acción colectiva efectiva, a una escala inédita, para asegurar la sustenta-
bilidad del desarrollo. El desempeño ambiental está determinado sobre
todo por la calidad de las instituciones y las estructuras de gobernanza,
pero no sólo las específicas –las instituciones ambientales son tributarias
de otras más generales–. Es fácil ver, por ejemplo, que en contextos an-
tidemocráticos, que excluyen la diversidad de intereses legítimos, con
regímenes inestables, con alta corrupción y debilidad administrativa, la
adopción de políticas de sustentabilidad eficaces se vuelve imposible.
Ahora bien, asumiendo un contexto institucional medianamente sólido
como el de nuestro país, ¿qué características deben tener las instituciones
para ordenar de manera eficaz la acción colectiva para la sustentabilidad
ambiental del desarrollo? La respuesta incluye todo tipo de factores: sistemas
de valores, información científica, experiencias concretas, presiones secto-
riales, intereses políticos y económicos de corto plazo, ideologías políticas.
Más allá de estos factores, en general se entiende que, para ser eficaces, las
instituciones ambientales deben tener cuatro características especialmente
importantes: coherencia, eficiencia, transparencia y adaptabilidad.
Empecemos por la coherencia. La cantidad y complejidad de cuestiones
ambientales que deben resolverse es tal que su abordaje exitoso se juega no
sólo en la voluntad política de implementar y sostener instituciones ambien-
tales sino en la coherencia entre estas y las demás que ordenan la sociedad.
Las decisiones de política pública que más afectan al ambiente normalmente
¿Por qué ocuparse del ambiente? 79
paradigma que enfatice más una ética del cuidado conmensurable con el
lugar de dominio en el que nos hemos colocado como especie.
En segundo lugar, sin perder la mirada visionaria, es importante enca-
rar las políticas de desarrollo sustentable con pragmatismo, porque no
hay tiempo que perder y porque décadas de declamaciones e intentos de
instalar visiones hegemónicas alternativas no han funcionado. La mirada
ambiental sobre el mundo es crítica por naturaleza. Nace de constatar
problemas que son resultado de decisiones sociales, económicas y po-
líticas, y resulta con frecuencia en llamados a cambiar íntegramente el
sistema político-económico-social. Pero las pocas experiencias de políti-
cas públicas que han intentado reformular completamente la relación
sociedad-naturaleza no han tenido éxito y sólo postergaron los cambios
reales que se necesitan. Por el contrario, las respuestas exitosas a los de-
safíos del Antropoceno han venido desde planteos más pragmáticos y
más locales en su implementación. Desde aquí surgen las ideas políticas
más claras y potencialmente efectivas, desde las cuales ir construyendo
los ajustes necesarios en la economía, las relaciones sociales y los valores
culturales.
En tercer lugar, dada la magnitud del esfuerzo colectivo que se nos
impone, el Antropoceno nos obliga a no demonizar el desarrollo eco-
nómico ni el tecnológico, porque sin estos no habrá respuestas justas ni
eficaces a los desafíos. Para países como la Argentina y todos aquellos que
aún no alcanzan niveles suficientes de desarrollo, no parecen realistas los
planteos de tener una economía con cero crecimiento o “estática” (por
ejemplo, Daly, 1996) ni mucho menos el “decrecimiento” que hace poco
se ha planteado en Europa. Por el contrario, nuestro país debe aspirar a
un crecimiento sostenido por muchos años más –a condición de que ese
crecimiento sea a la vez sustentable respecto del medio ambiente y más
equitativo en lo social–. Y la clave para ello está en una economía que
internalice el objetivo de la sustentabilidad, tecnologías que resuelvan
bien los desafíos emergentes e instituciones coherentes, eficientes, trans-
parentes y adaptativas.
En el caso del desarrollo tecnológico, la cuestión es más compleja y
requiere navegar entre dos enfoques igualmente indeseables aunque por
distintas razones. De un lado, el “tecnooptimismo” acrítico, que resigna
la importancia de las instituciones y los valores para orientar y contener
la tecnología. Del otro lado, el “tecnopesimismo” de la sociedad del ries-
go que nos hace mirar con desconfianza mayor que lo saludable, y mu-
chas veces con horror, el desarrollo científico y tecnológico (Heilbroner,
1995). Dado el capital humano, social e institucional de la Argentina en
¿Por qué ocuparse del ambiente? 91