Horacio Quiroga - El Aguti y El Ciervo
Horacio Quiroga - El Aguti y El Ciervo
Horacio Quiroga - El Aguti y El Ciervo
Horacio Quiroga
textos.info
Libros gratis - biblioteca digital abierta
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Texto núm. 5040
Edita textos.info
Maison Carrée
c/ Ramal, 48
07730 Alayor - Menorca
Islas Baleares
España
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El Agutí y el Ciervo
El amor a la caza es tal vez la pasión que más liga al hombre moderno con
su remoto pasado. En la infancia es, sobre todo, cuando se manifiesta más
ciego este anhelo de acechar, perseguir y matar a los pájaros, crueldad
que sorprende en criaturas de corazón de oro. Con los años, esta pasión
se aduerme; pero basta a veces una ligera circunstancia para que ella
resurja con violencia extraordinaria.
Yo sufrí una de estas crisis hace tres años, cuando hacía ya diez años que
no cazaba.
Una madrugada de verano fui arrancado del estudio de mis plantas por el
aullido de una jauría de perros de caza que atronaban el monte, muy cerca
de casa. Mi tentación fue grande, pues yo sabía que los perros de monte
no aúllan sino cuando han visto ya a la bestia que persiguen al rastro.
Durante una hora busqué en vano cómo alcanzar a la bestia, que gruñía
con violencia. Al fin distinguí una grieta en el tronco, por donde vi una piel
áspera y cerdosa. Enloquecido por el ansia de la caza y el ladrar sostenido
de los perros, que parecían animarme, hundí por dos veces el machete
dentro del árbol.
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Pasaron dos meses. En esa época nos regalaron un ciervito que apenas
contaría siete días de edad. Mi hija, aún niña, lo criaba con mamadera. En
breve tiempo, el ciervito aprendió a conocer las horas de su comida y
surgía entonces del fondo de los bambúes a lamer el borde del delantal de
mi chica, mientras gemía con honda y penetrante dulzura. Era el mimado
de casa y de todos nosotros. Nadie, en verdad, lo ha merecido como él.
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para apreciar el dolor de ver concluir en el barro de un callejón de pueblo a
una dulce criatura de monte, toda vida y esperanza. Había sido muerta de
dos tiros en la cabeza. Y para hacer esto se necesita…
¡Ah! ¡Es cosa fácil quitar cachorros a sus madres! ¡Nada cuesta cortar
bruscamente su paz sin desconfianza, su tranquilo latir! Y cuando un chico
animoso mata en la noche a un ciervito, duele el corazón horriblemente,
porque el ciervito es nuestro…
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Horacio Quiroga
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La vida de Quiroga, marcada por la tragedia, los accidentes y los suicidios,
culminó por decisión propia, cuando bebió un vaso de cianuro en el
Hospital de Clínicas de la ciudad de Buenos Aires a los 58 años de edad,
tras enterarse de que padecía cáncer de próstata.
Por otra parte se percibe en Quiroga la influencia del británico Sir Rudyard
Kipling (Libro de las tierras vírgenes), que cristalizaría en su propio
Cuentos de la selva, delicioso ejercicio de fantasía dividido en varios
relatos protagonizados por animales. Su Decálogo del perfecto cuentista,
dedicado a los escritores noveles, establece ciertas contradicciones con su
propia obra. Mientras que el decálogo pregona un estilo económico y
preciso, empleando pocos adjetivos, redacción natural y llana y claridad en
la expresión, en muchas de sus relatos Quiroga no sigue sus propios
preceptos, utilizando un lenguaje recargado, con abundantes adjetivos y
un vocabulario por momentos ostentoso.
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posteridad algunas de las piezas más terribles, brillantes y trascendentales
de la literatura hispanoamericana del siglo XX.