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“Necesario encarar

mitos sobre la pobreza”:


Bernardo Kliksberg
AUTOR: UDEM

“La pobreza es mucho más que las cifras crudas, porque junto a las
carencias fundamentales está la dignidad (…) lo que más les duele es
la mirada de desprecio”, afirmó Bernardo Kliksberg en la Universidad
de Monterrey.

El asesor principal del Programa de Naciones Unidas para el


Desarrollo (PNUD) de América Latina y el Caribe tuvo una serie de
actividades en el campus universitario para promover la
responsabilidad y el emprendimiento social, en donde señaló que la
gente tiene algunos “mitos sobre la pobreza que valdría la pena
encarar”.

El economista argentino, reconocido por sus trabajos sobre pobreza y


desigualdad en América Latina, abundó sobre los problemas de la
pobreza extrema y se refirió a las condiciones desiguales de madres
en situación de vulnerabilidad.

Kliksberg estableció que existen a nivel mundial 815 millones de


persones con hambre en un planeta que produce alimentos que
podrían alimentar a 12 mil millones de personas y, sin embargo, tiene
siete mil 500 millones de habitantes.

Agregó que dos mil 400 millones de personas en el mundo no tienen


una instalación sanitaria, 815 millones tienen hambre y 900 millones
no tienen agua potable.

De acuerdo con una encuesta realizada por el Banco Mundial, citada


por Kliksberg, quienes menos tienen sufren por todo lo que se deriva
de sus carencias, pero también por la discriminación.
“Les duele todos los males de la miseria: la falta de agua potable, el
hambre, no poder mandar a los chicos a la escuela de forma estable o
tener que mandarlos a trabajar en muchos casos; pero lo que más les
duele es la mirada de desprecio, ser visto como personas de una
categoría inferior por una parte importante de la sociedad”, manifestó.

Entre las propuestas que ha promovido en los últimos años, figura la


de hacer llegar recursos a través del sistema bancario para empoderar
sobre todo a la mujer.

“El ‘bancarizarlas’ es darles una identidad, en muchos casos, la


identidad de los pobres es muy tenue, a veces no tienen dirección
porque sus viviendas son muy precarias y tener un carnet de identidad
bancaria las empodera y las convierte en sujetos crediticios”, expuso.

En ese camino de empoderamiento de la madre pobre, para Kliksberg,


el paso siguiente es ayudarla a adquirir capacitación para trabajar.

“Las madres pobres son casi descartadas, solo reciben una ayuda y
eso es todo (…) las mujeres tienen una doble discriminación: como
pobres y como mujeres”, indicó.

“El tema de trabajar con ellas la autoestima es fundamental y la mejor


manera de trabajarla es en grupos”, sostuvo.

El autor de más de 48 libros, entre ellos el best seller “Primero la


gente” (Planeta/Deusto), destacó que las políticas públicas tienen que
ser de mejor calidad, pero las empresas pueden ayudar mucho en
todos estos temas, “no para remplazar las políticas públicas, porque
es el Estado el que debe garantizar los derechos a la educación, a la
salud y a todos los aspectos básicos”.

Durante su visita al campus UDEM, entre el 14 y 15 de marzo,


Kliksberg ofreció una capacitación a 50 profesores aproximadamente
de diferentes divisiones académicas y cocurriculares, tuvo una comida
con mujeres benefactoras de la UDEM y un encuentro con el Consejo
de Honor del Centro de Integridad de esta casa de estudios.

Kliksberg es asesor científico de la Cátedra de Educación para la


Ciudadanía y el Servicio que es parte del Centro para la Solidaridad y
la Filantropía de la UDEM.
Capítulo I. Pobreza y desigualdad : límites al desarrollo de Puerto Rico Titulo
Rivera Quintero, Marcia - Autor/a; Kliksberg, Bernardo - Autor/a; Autor(es)
El capital social movilizado contra la pobreza: la experiencia del Proyecto de En:
Comunidades Especiales en Puerto Rico
Buenos Aires ; San José Lugar
UNESCO. Oficina de Comunidades Especiales de Puerto Rico Editorial/Editor
CLACSO
2007 Fecha
Colección
Violencia; Trabajo; Desarrollo; Desigualdad social; Estrategias de reducción de la Temas
pobreza; Pobreza; Puerto Rico;
Capítulo de Libro Tipo de documento
"http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20160301032232/03cap1.pdf" URL
Reconocimiento-No Comercial-Sin Derivadas CC BY-NC-ND Licencia
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/deed.es

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Capítulo I

Pobreza y desigualdad

Límites al desarrollo de Puerto Rico

La pobreza persistente en Puerto Rico


Puerto Rico es un pequeño país pero de grandes paradojas y contras-
tes. Por un lado, tiene el nivel más alto de PIB per cápita de América
Latina, US$ 10.950 en 2002 (Cuadro 1); tiene un alto nivel de desarro-
llo, calculado según los parámetros del Índice de Desarrollo Humano
que elabora el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(estimado por A.T. Kerney entre 0,864 y 0,891); tiene una buena in-
fraestructura física en comparación con sus vecinos de la región del
Caribe y América Latina (Cuadro 2); y un alto porcentaje de su po-
blación con títulos universitarios (Cuadro 3). Durante las décadas del
cincuenta y sesenta se presentó al mundo como el “modelo” que debían
seguir los países que querían cruzar el umbral del desarrollo, ya que
fue capaz de crecer vertiginosamente atrayendo capital norteamerica-
no manufacturero, pudo emprender un esfuerzo masivo en educación,
construcción de viviendas e infraestructura, y logró controlar su cre-
cimiento poblacional.

21
El capital social movilizado contra la pobreza

Cuadro 1
PIB per cápita, Puerto Rico y otros países latinoamericanos
US$ a precios corrientes, 2002
República Dominicana 2.320
Brasil 2.850
Argentina 4.060
Costa Rica 4.100
Chile 4.260
México 5.910
Puerto Rico 10.950

Cuadro 2
Dotación de infraestructura de Puerto Rico, sus vecinos caribeños y latinoamericanos
Tráfico aéreo Penetración de Internet Población con acceso
vuelos semanales, 2002 Conexiones/10.000 personas, 2002 a acueductos (%)
Cuba 175 Aruba 2.264 Brasil 84
Jamaica 250 Jamaica 2.291 Argentina 87
Cancún 250 Chile 2.375 México 88
Rep. Dominicana 425 Puerto Rico 2.460 Costa Rica 89
Bahamas 850 Islas Vírgenes 2.727 Jamaica 99
Puerto Rico 1.600 Bermuda 4.644 Puerto Rico 100

Fuentes: Datos tomados del estudio “Puerto Rico 2025”, preparado por A.T. Kearney Management Consultant (2004), con
datos del Banco Mundial, el Informe Mundial de Desarrollo Humano (2003), y la Junta de Planificación de Puerto Rico.

Cuadro 3
Educación universitaria de Puerto Rico y países de la Ocde
País Porcentaje
Estados Unidos 27

Canadá 19

Puerto Rico 18

Francia 17

Alemania 13

Gran Bretaña 11

Italia 9

Promedio países del G-7 16

Fuente: Estudio “Puerto Rico 2025”, preparado por A.T. Kearney Management Consultant (2004).

22
Bernardo Kliksberg y Marcia Rivera

Estas transformaciones pusieron a Puerto Rico en un lugar privilegiado


entre los países que buscaban dejar atrás la pobreza, el analfabetismo y
todos sus efectos colaterales, generalmente contenidos en el concepto de
“subdesarrollo”. Los cambios del país fueron objeto de numerosos estu-
dios internacionales que lo colocaban como ejemplo emblemático de lo
que un país pequeño podía hacer para superarse. Muchos destacaban
que el progreso y la modernidad habían encontrado en Puerto Rico un
justo balance con la tradición y la historia. Esas apreciaciones añadían
que era uno de los pocos casos en que se lograba salir del “atraso” sin
golpes de Estado ni dictaduras, y mediante la construcción de una de-
mocracia electoral con amplias libertades y derechos.
Sin embargo, a pesar de que Puerto Rico tuvo tasas de crecimien-
to económico de entre el 9 y el 11% desde los años cincuenta hasta los
ochenta, no logró hacer avances significativos en reducción de sus niveles
de pobreza, que se han mantenido empedernidamente altos. De acuerdo
a los estándares de medición del Censo de Población y Vivienda de los
Estados Unidos del año 2000, en Puerto Rico el 48% de la población vive
bajo niveles de pobreza. Otros estudios colocan la proporción de pobres
en alrededor del 45% (Kearny, 2004). Es importante señalar que la tasa
de pobreza sería mucho mayor aún de no existir las diversas subvencio-
nes que hace el Gobierno Federal de los Estados Unidos y que sobre el
60% de la población de Puerto Rico recibe en forma directa. El estudio
“Puerto Rico 2025” estimó que, de no haber habido transferencias federales
para los pobres, la proporción de población bajo nivel de pobreza se hubiera
mantenido en los mismos niveles que en 1970, alrededor del 65%.

Gráfico 1
Porcentaje de familias bajo el nivel de pobreza, 1970-2000

Excluyendo
transferencias
64,4 65,1 64,9
federales

62,8

59,8

57,3 Incluyendo
44,6
transferencias

1970 1980 1990 2000

Fuente: Estudio “Puerto Rico 2025”, preparado por A.T. Kearney Management Consultant (2004).

Esa cifra es muy superior a los niveles de pobreza de los Estados Unidos
y duplica los niveles de los lugares más pobres como Washington DC

23
El capital social movilizado contra la pobreza

(20,2%), Mississippi (19,9%) y Louisiana (19,6%). Si la comparación se


hace en el ámbito municipal, sólo 4 de los 3 mil municipios de Estados
Unidos tienen niveles de pobreza superiores a los de Puerto Rico y todos
ellos son sede de poblaciones indígenas. Aun así, los indicadores de po-
breza de estas comunidades nativas, que van del 49,9 al 56,9%, son muy
inferiores a los de municipios puertorriqueños como Maricao (68%),
Orocovis, (68%), Lares (65,5%) y Las Marías (65,5%). Estos municipios,
ubicados en las zonas rurales montañosas de Puerto Rico, son los más
pobres de todo el territorio norteamericano.
La pobreza puertorriqueña está ligada a las altísimas tasas de
desempleo y subempleo. Durante el último medio siglo la tasa de desem-
pleo nunca bajó del 10%, como lo muestra el Gráfico 2. En el año 2003
se estimaba en 12,4%, más que el doble de la de Estados Unidos.

Gráfico 2
Evolución de la tasa de desempleo en Puerto Rico y los Estados Unidos

% fuerza de trabajo

17,0%

14,3%
12,9% 13,1% Puerto
Rico
11,0% 12,4%
10,3%

7,1%
Estados
5,3% 5,5% 4,9% 5,6% Unidos

4,0% 4,7%

1950 1960 1970 1980 1990 2000 2003E

En las Comunidades Especiales se concentra buena parte de la po-


blación pobre del país. Por eso no es de extrañar que en ellas persista
una proporción muy alta de población que recibe diversos tipos de
ayuda por parte del Gobierno de Puerto Rico o del Gobierno Federal
de los Estados Unidos.

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Bernardo Kliksberg y Marcia Rivera

Cuadro 4
Dependencia de fondos gubernamentales en las Comunidades Especiales, 2003
Ayudas Gubernamentales Hogares % Hogares
Tarjeta de Salud 105.597 64,2
Programa Asistencia Nutricional (PAN) 51.306 31,2
Medicare 33.885 20,6
Subsidio pago energía eléctrica 16.992 10,3
Medicaid 8.828 5,4
Programa WIC 6.779 4,1
Programa de Asistencia Económica 5.449 3,3
Subsidio pago teléfono 3.743 2,3
Beca de Estudio 2.414 1,5
Programa TANF 1.430 0,9
Subsidio de renta/sección 8 997 0,6
Fuente: Perfiles comunitarios preparados por OCEPR (2003).

Estas tasas pueden subestimar la magnitud del problema, por cuanto


hay en la isla un porcentaje muy elevado de población que está subem-
pleada, otro que sólo hace trabajos esporádicos en el sector informal,
y otro que ha abandonado totalmente el mercado de trabajo. En 2003
había 1.378.000 personas en la fuerza de trabajo y 1.587.000 fuera de
ella. La tasa de participación laboral era en el año 2004 de sólo el 46,6%.
Es decir, la mayoría de la población estaba fuera del mercado de traba-
jo. La tendencia a una tasa de participación baja se ha sostenido ya por
más de una década. La tasa de participación en la fuerza laboral en los
Estados Unidos es superior al 60% y en América Latina, en promedio,
de un 54,3%. Las razones para esta baja tasa de participación son múl-
tiples y muy complejas.

Cuadro 5
Tasa de participación en la fuerza laboral, Puerto Rico, 1992-2004 (%)

1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 2000 2001 2002 2003 2004
46,2 46,9 46,1 45,9 47,2 48,0 48,1 47,2 46,2 45,4 45,8 46,6

Fuente: Departamento del Trabajo y Recursos Humanos, Puerto Rico.

Por un lado, efectivamente, hay un sector de la población que podría


identificarse como “desalentada”; personas que han dejado de buscar
trabajo porque perciben es imposible encontrarlo. Además de la alta
tasa de desempleo, en el país se está dando el fenómeno de que buena
parte de los nuevos puestos de trabajo que se generan son tempore-
ros, de salario mínimo y de tiempo parcial sin beneficios marginales

25
El capital social movilizado contra la pobreza

(prestaciones sociales). El Cuadro 6 muestra cómo los sectores de ma-


nufactura y Gobierno, tradicionales generadores de empleos estables,
han decrecido, mientras que los de comercio, particularmente al detal,
construcción y servicios son los que aumentan. Estos tres sectores se
caracterizan justamente por la inestabilidad laboral.

Cuadro 6
Número de personas empleadas en establecimientos por sector industrial principal:
años fiscales seleccionados

Sector 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002

Manufactura 152 151 150 153 154 153 150 146 142 140 131

Minería a/ a/ a/ a/ a/ a/ a/ a/ a/ a/ a/

Construcción 46 47 45 46 52 56 59 65 70 73 71

Comercio 155 163 171 181 188 196 201 205 217 222 218

Al por mayor 37 37 36 38 40 41 41 41 44 45 43

Al detal 118 126 135 143 149 156 160 164 173 178 175

Finanzas, seguros
37 39 41 42 44 46 47 48 49 48 47
y bienes raíces

Transportación,
comunicación y otras 21 22 23 23 24 26 27 29 35 34 33
utilidades públicas

Servicios 139 147 157 164 176 190 197 205 215 221 219

Gobierno 1/ 293 292 291 304 308 319 313 302 286 280 278

TOTAL 844 862 879 912 946 987 991 1.002 1.014 1.019 999

a/ Menos de 2.000.
1/ Incluye empresas públicas.

Fuente: Departamento del Trabajo y Recursos Humanos, Negociado de Estadísticas del Trabajo, Encuesta de
Establecimientos (Empleo no Agrícola).

Frente a esta realidad muchas personas optan por salir del mercado
de trabajo y acogerse a los diversos beneficios que ofrece el Gobierno
Federal norteamericano a las personas de bajos o ningún ingreso. En
poco tiempo, según narraron en entrevistas a fondo residentes de ba-
rriadas pobres entrevistados como parte de estudio, se convierten en
verdaderos expertos para ubicar fuentes que les apoyen con alimentos,
subsidios para vivienda, educación para sus hijos, servicios de salud
y medicinas, teléfono y otros. En la actualidad, Puerto Rico tiene un
número importante de familias que están en la tercera generación que

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Bernardo Kliksberg y Marcia Rivera

nunca ha trabajado asalariadamente ni ha generado ingresos propios


producto de su trabajo. Algunos buscan complementar los beneficios
recibidos del Gobierno norteamericano emprendiendo actividades eco-
nómicas diversas en el sector informal, que pueden incluir algunas de
carácter ilícito, como el trasiego de drogas. Los estimados más conser-
vadores expresan que el 25% del PIB es generado por el sector infor-
mal, y ya algunos economistas han expresado que un punto de drogas
en Puerto Rico genera más empleo e ingresos que muchas actividades
legales (Alameda, 2003). Los salarios por hora en la actividad delictiva
son por lo menos diez veces mayor que el salario mínimo oficial. En
el estudio “Perfil socioeconómico de la población residente en Comu-
nidades Especiales” se señala que el 6,6% de la población mayor de 16
años trabaja por cuenta propia en empleos esporádicos, como hacer
comidas, coser ropa, hacer trabajos de construcción, mecánica, limpie-
za de casas y patios, ventas en la calle, cuido de niños y personas con
impedimentos, recogido y venta de latas de aluminio, entre otros.
En el conjunto de las Comunidades Especiales de Puerto Rico,
definidas a partir de la aprobación de la Ley N° 1 de marzo de 2001, la
tasa de desempleo es del orden del 29% (OCEPR, 2003). Según señalan
reiterados estudios, la primera preocupación y reclamo de sus residen-
tes es justamente atender el desempleo –el 80% de residentes lo expresó
en el estudio de mencionado y, asimismo en nuestras encuestas, el 79%
de líderes y el 76% de residentes consideran el desempleo como el prin-
cipal problema de la comunidad.
Estas tasas tan altas de desempleo y desaliento se producen a
pesar de que hay un efecto amortiguador muy importante funcionan-
do permanentemente, que es la elevada propensión a emigrar a Es-
tados Unidos de la población. Mientras la isla tiene una población de
3.800.000, los puertorriqueños que migraron suman 3.400.000.
El desempleo juvenil es aún mucho más crítico que el elevado
desempleo general. Casi triplica el desempleo promedio. Una tercera
parte de los jóvenes no logra ingresar en el mercado de trabajo; no con-
sigue obtener un primer empleo y, si lo consigue, se trata de empleos
precarios, de tiempo parcial y de salario mínimo. Esta realidad está
asociada a dos procesos fundamentales. Primero, el hecho de que el
grueso de los nuevos puestos de trabajo que se están generando en el
país tienen esas características y, segundo, que al menos el 40% de los
jóvenes está abandonando la escuela y no termina su secundaria. El
abandono de la escuela es mucho más pronunciado en los varones que
en las niñas, pero el porcentaje ha aumentado también entre éstas, dado
los incrementos en embarazos juveniles. La tasa de deserción escolar en
Puerto Rico es sumamente alta en comparación con otros países. Estos
procesos se ilustran en los siguientes gráficos.

27
El capital social movilizado contra la pobreza

Gráfico 3
Estudiantes matriculados por género y nivel. Escuelas públicas diurnas, año académico 2002-2003

Número de estudiantes

28.000
24.000
20.000
16.000
12.000
masculino El número de estudiantes Estudiantes graduados
8.000 femeninas supera los 2001-2002
femenina
masculinos a partir del grado 11
4.000
0
Kinder 3 6 9 12
grado académico

Fuente: Proyecto Tendencias Puerto Rico, Decanato Estudios Graduados e Investigación y Facultad de Estudios
Generales. Universidad de Puerto Rico, Río Piedras. En <www.tendenciaspr.com>.

Gráfico 4
Tasa de deserción escolar en secundaria, 2001
58%

40%
38% 38%

21%
19% 19%
13%

Estados Alemania Japón Canadá Francia Reino Puerto Italia


Unidos Unido Rico

Fuente: Estudio “Puerto Rico 2025” preparado por A.T. Kearney Management Consultant (2004)

Según los perfiles comunitarios elaborados por la Oficina de Comunida-


des Especiales de Puerto Rico (OCEPR), en estas comunidades la situa-
ción es mucho peor. Allí el 42,5% de las personas de 25 años o más tenía
sólo cuatro años de escolaridad frente al 14,5% de la población general.

Cuadro 7
Distribución porcentual de la población de 25 años o más por nivel de escolaridad más alto
alcanzado, Comunidades Especiales, Puerto Rico, 2003
Escolaridad Población % Pob. total
Elemental 63.993 23,3
Intermedia 50.627 18,4
Superior 103.621 37,8

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Bernardo Kliksberg y Marcia Rivera

Cuadro 7 - Continuación
Escolaridad Población % Pob. total
Vocacional 5.127 1,9
Educación especial 121 0,04
Grado asociado 15.964 5,8
Bachillerato 21.273 7,8
Maestría 1.236 0,5
Doctorado 185 0,06
Ninguna escolaridad 11.940 4,4
Total 274.087 100,0

Fuente: Estudio de Perfiles, OCEPR (2003).

Una geografía desigual


La distribución de la pobreza en la isla varía fuertemente entre los di-
versos municipios, concentrándose ésta en los municipios montañosos
del centro. Se crea así un mapa particular de desigualdad y pobreza, que
tiene ciertamente orígenes históricos. Fue en la costa, San Juan, Ponce y
Mayagüez, donde se desarrollaron tempranamente las primeras indus-
trias y las ciudades más importantes, mientras que en el centro monta-
ñoso prevaleció mayormente una economía familiar de subsistencia o
del cultivo de café en pequeñas unidades familiares. El acceso a servicios
básicos como agua potable, electricidad, alcantarillas y teléfonos fue más
tarde para las zonas del interior, como también ha sido más difícil el
acceso a las escuelas y servicios de salud. De ahí que exista una deuda
histórica con estas poblaciones. El siguiente mapa y el cuadro posterior
ayudan a comprender la geografía de la desigualdad en Puerto Rico.

Puerto Rico
QUEBRADILLAS

BARCELONA

CATAÑO
GUAYNABO

AGUADILLA
DORADO

ISABELA
VEGA TOA LOÍZA
HATILLO

MANATI BAJA VEGA BAJA SAN


CAMUY ARECIBO
CAROLINA
BAYAMÓN

ALTA JUAN
LOQUILLO

MOCA TOA
CANÓVANAS

FLORIDA
FAJARDO

AGUADA
ALTA TRUJILLO RÍO
MOROVIS

SAN
COROZAL

RINCÓN SEBASTIAN ALTO GRANDE CULEBRA


CIALES NARANJITOL
AÑASCO
GURABO

LARES UTUADO AGUAS


CEIBA
LAS MARIAS
OROCOVIS COMERIO BUENAS JUNCOS NAGUABO
MAYAGÜEZ JAYUYA
BARRANQUITAS CAGUAS
ADJUNTAS LAS
CIDRA
HUMACAO

MARICAO
SAN PIEDRAS
HORMIGUEROS YILLALBA AIBONITO LORENZO VIEQUES
SAN
GRANDE
SABANA

CAYEY
PEÑUELAS
GUAYANILLA

GERMANE COAMO
CABO YAUCO PONCE YABUCOA
ROJO JUANA
PATILLAS

DÍAS SALINAS
ARROYO

LAJAS SANTA MAUNABO


GUÁNICA ISABEL GUAYAMA

© Joe Delgado.

29
El capital social movilizado contra la pobreza

Cuadro 8
Incidencia de la pobreza por municipios, 1999

Municipio Porcentaje de pobres Municipio Porcentaje de pobres


Adjuntas 65,4 Juncos 54,1
Aguada 59,3 Lajas 56,5
Aguadilla 55,0 Lares 65,5
Aguas Buenas 51,7 Las Marías 65,5
Aibonito 51,8 Las Piedras 47,3
Añasco 51,6 Loíza 59,7
Arecibo 50,9 Luquillo 51,7
Arroyo 55,1 Manatí 51,7
Barcelonesa 56,0 Maricao 68,0
Barranquitas 61,3 Maunabo 59,1
Bayamón 34,9 Mayagüez 52,2
Cabo Rojo 47,1 Moca 58,7
Caguas 41,7 Morovis 59,5
Camuy 51,9 Naguabo 56,0
Canóvanas 54,2 Naranjito 55,5
Carolina 33,7 Orocovis 68,0
Cataño 50,0 Patillas 54,6
Cayey 50,3 Peñuelas 59,7
Ceiba 38,6 Ponce 52,3
Ciales 63,1 Quebradillas 55,4
Cidra 46,9 Rincón 56,3
Coamo 56,1 Río Grande 46,6
Comerío 61,6 Sabana Grande 52,0
Corozal 58,2 Salinas 58,2
Culebra 37,0 San Germán 49,6
Dorado 41,4 San Juan 40,8
Fajardo 42,1 San Lorenzo 54,1
Florida 57,0 San Sebastián 57,5
Guánica 63,7 Santa Isabel 57,4
Guayama 52,8 Toa Alta 39,0
Guayanilla 57,0 Toa Baja 39,6

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Bernardo Kliksberg y Marcia Rivera

Cuadro 8 - Continuación
Municipio Porcentaje de pobres Municipio Porcentaje de pobres
Guaynabo 31,1 Trujillo Alto 34,0
Gurabo 43,1 Utuado 63,6
Hatillo 55,8 Vega Alta 51,3
Hormigueros 38,4 Vega Baja 50,6
Humacao 47,2 Vieques 64,6
lsabela 55,5 Villalba 62,5
Jayuya 62,8 Yabucoa 54,5
Juana Díaz 56,7 Yauco 56,6
Puerto Rico 48,2

Fuente: US Census Bureau (2002), Census 2000 Sample Demographic Profiles, Washington D.C., cuadro DP-3,
Population by Poverty Status in 1999 for Countries (2000) y CEPAL (2004). Globalización y Desarrollo: desafíos de
Puerto Rico frente al siglo XXI. LG/Mex/L.646.

Como puede constatarse, 59 municipios de los 78 del país (79,4%) tienen


niveles de pobreza superiores a la media nacional del 48,2%. Dentro de
ellos, 13 tienen en la pobreza a más del 60% de sus habitantes

La desigualdad creciente en Puerto Rico


Al mismo tiempo que todo ello sucede, Puerto Rico presenta elevadas
desigualdades en múltiples aspectos, desde la distribución de ingresos
hasta el acceso a alcantarillado.
El coeficiente Gini, que mide la desigualdad en la distribución de
ingresos, era en Puerto Rico en 1999 de 0,574. Superaba ampliamente al
de Estados Unidos de 0,476 –que es el país más desigual en el mundo desa-
rrollado–, era similar al de Paraguay (0,577), superaba al de un país muy
desigual como Guatemala (0,558), y estaba cercano al del país más desigual
de América Latina y uno de los más desiguales del mundo, Brasil (0,607). El
coeficiente de Puerto Rico duplicaba con creces el de los países más equitati-
vos como los nórdicos (de 0,25 a 0,30), que muestran ser también los países
de mayor desarrollo humano en mundo, según el índice desarrollado por el
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en 2004.
Con mucha frecuencia se repite que hay países, como es el caso
de Puerto Rico y gran parte de América Latina, donde hay pobreza y hay
desigualdad. Las investigaciones de años recientes plantean el asunto
desde una perspectiva diferente. Tras examinar sistemáticamente los
impactos de la desigualdad sobre el funcionamiento de la economía y
las estructuras sociales, se ha concluido que hay pobreza porque hay
desigualdad. Por ello es que resulta tan difícil reducir la pobreza.

31
El capital social movilizado contra la pobreza

Los estudios del PNUD, la Comisión Económica para América


Latina y el Caribe (CEPAL) y el Instituto de Pesquisa Económica Aplica-
da de Brasil-IPEA (2003) han demostrado que el impacto del crecimien-
to económico, desde ya deseable, sobre la pobreza es mínimo cuando
hay altos niveles de desigualdad. Han estimado econométricamente que
si Brasil crece a los promedios de la década del noventa y no modifica
su patrón de desigualdad, tardaría 48 años en reducir la pobreza sólo 2
puntos. México, con su elevada desigualdad, tardaría asimismo 44 años
en reducir en 3,2 puntos su tasa de pobreza que es cercana al 52%.
A similar conclusión llega un reciente informe de la CEPAL so-
bre las dificultades de América Latina para llegar a las metas del mile-
nio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La desigualdad
de la región, la más inequitativa del planeta, es un obstáculo central.
Entre otras constataciones, el informe encontró que “los países que
presentan las situaciones más críticas en materia de alimentación
podrían reducir a la mitad el porcentaje de la población que padece
hambre si disminuyeran moderadamente las desigualdades de acceso
a los alimentos” (CEPAL, 2005).
Un informe de fondo sobre la situación social del mundo que ter-
mina de producir el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales
de la ONU (2005a) centrado en la inequidad plantea:

La convicción de muchos años de que el crecimiento es la fuerza


fundamental para reducir la pobreza es cada vez más cuestionada.
Hay una creciente evidencia que el impacto del crecimiento sobre
la reducción de la pobreza es significativamente menor cuando la
desigualdad aumenta que cuando declina. Por otra parte si el creci-
miento contribuye a hacer crecer la desigualdad, la pobreza puede
empeorar, sino en términos absolutos, por lo menos en términos re-
lativos, al encontrarse los pobres peor en términos comparativos.

El documentado informe de la ONU que examina con amplia data es-


tadística las experiencias de países de todo el planeta advierte que “las
desigualdades en la distribución del ingreso y el acceso a recursos pro-
ductivos, servicios sociales básicos, oportunidades, mercados e infor-
mación pueden causar y exacerbar la pobreza”.
Por lo tanto, resalta: “Ignorar la desigualdad en la búsqueda del
desarrollo es peligroso. Enfocarse exclusivamente en el crecimiento
económico y la generación de ingreso como estrategia de desarrollo
es inefectivo, porque puede llevar a la acumulación de riqueza en unos
pocos y profundizar la pobreza de muchos [...] Es crucial que las polí-
ticas y programas para la reducción de la pobreza incluyan estrategias
socioeconómicas para reducir la desigualdad”.

32
Bernardo Kliksberg y Marcia Rivera

En este marco de análisis cabe preguntarse: ¿cómo incide la alta


desigualdad de Puerto Rico en sus niveles de pobreza? El interrogante
es de fondo porque puede dar lugar a una lectura más rica que la tradi-
cional de las causas de la pobreza en la isla, y llevar consiguientemente
a conclusiones más efectivas en términos de políticas públicas.

Dimensiones claves de la desigualdad en Puerto Rico


Puerto Rico, como ya se señaló, presenta una estructura social altamente
polarizada. Este tema debería ser discutido explícitamente y de modo
sistemático por la sociedad, dadas las múltiples implicaciones que tiene
para el país, para el diseño de políticas públicas y para la lucha contra
la pobreza. Sin embargo, los abordajes, hasta ahora, han sido limitados.
A continuación se presentan sintéticamente algunas de las principales
características del patrón de desigualdad que observamos en la isla.

Aguda y creciente
Como expresamos inicialmente, según un informe especial de la CEPAL
sobre Puerto Rico (2004c) su desigualdad es mucho más pronunciada
que la de Estados Unidos. En dicho país, el 20% más rico recibe el 51,6%
del ingreso nacional, mientras que en Puerto Rico recibe el 59,9%. El
20% más pobre recibe en Estados Unidos el 3,4%; en la isla, el 1,7%.
Comparándolo con 16 países de América Latina, la distribución
de ingresos de Puerto Rico es peor que la de 13 de ellos. Sólo es más
regresiva en Paraguay, Nicaragua y Brasil, como puede apreciarse en
el cuadro siguiente.

Cuadro 9
Distribución del ingreso/consumo per cápita en América Latina, Estados Unidos y Puerto Rico

1er 2do 3er 4to 5to


País Año Gini
quintil quintil quintil quintil quintil
Bolivia * 1999 0,447 4,0 9,2 14,8 22,9 49,1
Brasil 1998 0,607 2,2 5,4 10,1 18,3 64,1
Chile 1998 0,567 3,3 6,5 10,9 18,4 61,0
Colombia 1996 0,571 3,0 6,6 11,1 18,4 60,9
Costa Rica 1997 0,459 4,5 8,9 14,1 21,6 51,0
Ecuador * 1995 0,437 5,4 9,4 14,2 21,3 49,7
EI Salvador 1998 0,522 3,3 7,3 12,4 20,7 56,4
Guatemala 1998 0,558 3,8 6,8 10,9 17,9 60,6
Honduras 1998 0,563 2,2 6,4 11,8 20,3 59,4
México 1998 0,531 3,5 7,3 12,1 19,7 57,4
Nicaragua * 1998 0,603 2,3 5,9 10,4 17,9 63,6

33
El capital social movilizado contra la pobreza

Cuadro 9 - Continuación
1er 2do 3er 4to 5to
País Año Gini
quintil quintil quintil quintil quintil
Panamá * 1997 0,485 3,6 8,1 13,6 21,9 52,8
Paraguay 1998 0,577 1,9 6,0 11,4 20,1 60,7
Perú 1996 0,462 4,4 9,1 14,1 21,3 51,2
Uruguay 1989 0,423 5,4 10,0 14,8 21,5 48,3
Venezuela 1998 0,495 3,0 8,2 13,8 21,8 53,2
Puerto Rico 1999 0,574 1,7 6,4 11,9 20,2 59,9
Estados Unidos 1999 0,476 3,4 8,9 14,5 21,6 51,6

Fuente: World Development Indicators 2003 (Banco Mundial).


Nota: La unidad de observación es el ingreso por habitante con excepción de los países marcados con un * para los
cuales la unidad es el consumo por habitante.

Una economía dual


Puerto Rico registra con toda fuerza una dualidad sobre la que advierte
el informe especial de la ONU sobre la situación social en el mundo
(2005b): la configuración en los países de dos economías muy disímiles,
la formal y la informal. Destaca:

La gran y creciente brecha entre la economía formal y la


informal en muchas partes del mundo fortalece el caso por
reducir la desigualdad. Aquellos que son parte de la econo-
mía formal generalmente se hallan entre “los que tienen”
en la sociedad, porque tienen mayor probabilidad de ganar
salarios decentes, recibir beneficios vinculados con su tra-
bajo, tener contratos de empleo seguros, y estar cubiertos
por las leyes y regulaciones laborales. En contraste aquellos
en la economía informal están típicamente entre “los que no
tienen”. Se hallan excluidos de diversas protecciones lega-
les, y no pueden acceder a los beneficios básicos o disfrutar
de los derechos fundamentales, otorgados a quienes están
en la economía formal. Dado que muchos pobres trabajan
informalmente la reciente expansión de la economía infor-
mal en muchos países tiene implicaciones mayores para la
reducción de la pobreza y la desigualdad.

Según un estudio encomendado por el Departamento de Trabajo de Puerto


Rico (2004), la economía informal representa el 23,2% del PIB de la isla.
Ha venido creciendo de 1980 a 2002 a un 3,3% anual, lo que supera el 2,1%
de crecimiento del empleo total. Aparece como la única alternativa para

34
Bernardo Kliksberg y Marcia Rivera

amplios sectores. Según el estudio, para personas con destrezas limitadas,


desertores escolares e inmigrantes, es el único camino a la sobrevivencia.
Junto a factores como la pobreza y el desempleo, a la economía
informal la propulsa la regresividad fiscal. Los sectores asalariados tien-
den a pagar una mayor proporción de impuestos que los que trabajan por
cuenta propia. En Puerto Rico en los últimos 20 años se han reducido los
impuestos que pagan las corporaciones, y ha aumentado la carga fiscal
sobre los individuos. De acuerdo al estudio de González (2001):

Uno de los factores que contribuye al desarrollo de la economía


informal es la carga contributiva excesiva. En Puerto Rico se ob-
servó un incremento en los ingresos de fuentes contributivas y de
las contribuciones sobre ingresos que aumentó de 7,8 a 10,8%.

Tendencia regresiva
Como se mencionó anteriormente, en 1999 el coeficiente Gini era de
0,574, el mismo que en 1969. Como muestran los trabajos de Sotomayor
(1996; 2003) la desigualdad en los salarios en el mercado de trabajo en
la población masculina creció. El coeficiente hubiera sido mayor si no
fuera por el efecto compensador de los pagos de transferencia del Go-
bierno de Estados Unidos. Ellos cumplieron un papel igualador frente
a la regresividad de las tendencias económicas.
Linda Colón Reyes (2005a) menciona las conclusiones de un
estudio de la Junta de Planificación sobre un período de 30 años
(1960-1990) que muestra la consistencia de la tendencia al agrava-
miento de la desigualdad:

Las conclusiones del presente estudio se derivan de un aná-


lisis ponderado de la estimación de una gran variedad de
coeficientes de desigualdad en la distribución del ingreso. La
mayoría de las medidas de dispersión estudiadas muestran
consistentemente que, con excepción del año censal 1980, ha
habido un continuo deterioro de la distribución del ingreso
en Puerto Rico a nivel agregado. El análisis realizado a tra-
vés de las curvas de Gini para las distribuciones de ingresos
informadas por los contribuyentes, antes y después del pago
del impuesto, no encontró evidencia de que después de la
reforma de 1987 hubiese mejorado la equidad. La tendencia
hacia una mayor desigualdad del ingreso ha ocurrido a pesar
de los cambios estructurales de la economía de Puerto Rico,
acaecidos como resultado del proceso de industrialización
y del gran flujo de transferencias del Gobierno Federal (In-
forme 1995, Cap. VII: 5).

35
El capital social movilizado contra la pobreza

Juan E. Corradi (2004) comprueba similares tendencias en la década


siguiente (1990-2000). Analizando los ingresos familiares por decil de
ingresos en dicho período concluye que “la brecha de ingresos entre
los súper ricos y todos los otros deciles de la población se incrementó
aun en términos reales. Por consiguiente la brecha de ingresos familiar
absoluta se incrementó en dicha década”.

Oportunidades laborales desiguales


La obtención de un empleo estable es una meta fundamental de toda la
población de la isla, pero es difícil de cumplir dadas las elevadas tasas
históricas de desocupación y subocupación. Como vimos, se hace par-
ticularmente difícil para una tercera parte de los jóvenes conseguir ese
primer empleo con el que puedan iniciarse en el mercado de trabajo. La
educación no asegura empleo en un mercado de trabajo como el de la
isla, pero es un requisito imprescindible para tener “empleabilidad”.
Las desigualdades que generan altos niveles de pobreza finalmente
alcanzan, como está sucediendo en toda América Latina, al sistema educa-
tivo. A pesar de sus esfuerzos por abrir plenamente las escuelas a todos los
sectores, diversas dimensiones de un contexto muy desigual inciden negati-
vamente para que no se logre la meta de escolaridad plena en Puerto Rico.
La deserción escolar que supera el 39% se concentra en los grupos
pobres. Los niños tienden a desertar entre otras razones porque dadas las
altas expectativas de consumo que persisten en la sociedad desean trabajar
cuanto antes para allegar algún ingreso. Lamentablemente, en demasiadas
ocasiones donde los varones encuentran ese empleo es en el trasiego de
drogas ilícitas. En cambio, en los grupos más ricos y en las clases medias,
la tendencia es a prolongar la escolaridad para dotar a los jóvenes del ma-
yor bagaje educativo posible ante un mercado de trabajo que pide creden-
ciales cada vez mayores. Las niñas de familias pobres que abandonan la
escuela lo hacen mayormente por problemas de embarazos precoces.
A esta brecha en escolaridad se suma otra de calidad. En las
pruebas de aprovechamiento académico (Baquero, 2005) sólo el 44%
de los niños demuestran un dominio avanzado de los estándares de
matemáticas y español, y sólo un 48% de los de inglés. Los datos mues-
tran una fuerte correlación con el nivel socioeconómico, que incide de
diversos modos en las posibilidades de rendimiento educativo y en el
tipo de escuela en que el niño se forma.
Se crea así una brecha en “capital educativo” que va a reforzar
las otras dimensiones de la desigualdad.

Desigualdad y violencia
Refiere el informe especial de la ONU (2005a) sobre desigualdad que
puede apreciarse a nivel internacional que “la violencia es más común

36
Bernardo Kliksberg y Marcia Rivera

donde las desigualdades son mayores, y las tendencias sugieren que


crecer en pobreza con frecuencia lleva a exclusión social, que puede
contribuir a la criminalidad”.
El cuadro social de Puerto Rico responde a estas características:
pobreza y exclusión social, en una sociedad altamente polarizada. Por otra
parte, las pautas de consumo de los sectores de los estratos altos y medios
se convierten en la referencia a través de los medios masivos y de otras vías,
y contrastan duramente con las de los sectores pobres, lo que genera eleva-
das tensiones sociales. En el caso de Puerto Rico esto es sumamente agudo
por cuanto desde muy temprano la isla estuvo expuesta a una penetración
muy grande de bienes de consumo. De hecho, los puertorriqueños tienen
patrones de consumo mayores a los del grueso de los países desarrollados
y tasas negativas de ahorro personal (Gráfico 5). Es lógico que los pobres
aspiren a tener bienes materiales y cuando la desigualdad es tan grande,
los principios éticos y morales ceden a favor del consumismo.

Gráfico 5
Consumo y ahorro personal en Puerto Rico

% GDP 2000 millones de US$ 1980-2000


100 0,3%
Singapur 0,4%
0,3%
Irlanda
0
Corea del Sur -1,3%

Brasil
-3,4%
-100
Chile

Costa Rica
-4,8%
-200 -5,1%
México

Estados Unidos
-300
Rep. Dominicana

Puerto Rico (GNP)


-9,4%
-400
0% 25% 50% 75% 100% ‘60 ‘70 ‘75 ‘80 ‘85 ‘90 ‘95 ‘00

Fuente: Estudio “Puerto Rico 2025” preparado por A.T. Kearney Management Consultant (2004).

Esta situación crea un ambiente propicio para que las mafias de la dro-
ga recluten jóvenes desesperados por encontrar alguna fuente de ingre-
sos para satisfacer sus deseos de consumo de ropa y zapatos a la moda,
de automóviles, de equipos de sonido, entre otros. Se estima que hay
en la isla 1.500 puntos de droga y sus ventas oscilan entre 813 y 1.500
millones de dólares anuales. Un joven desempleado, sin completar su

37
El capital social movilizado contra la pobreza

educación secundaria, puede comenzar a trabajar en el punto de drogas


con un salario por hora de US$ 50, lo que a la semana le representarían
US$ 2 mil y al año sobre US$ 100 mil libres de impuestos (Alameda,
2003). Si trabajara en alguno de los empleos legales que podrían estar
a su alcance, ganaría un salario mínimo de US$ 5,15 la hora, o unos
US$ 10 mil al año. Los jóvenes cada vez más se toman el riesgo.
En 2004 hubo en Puerto Rico dos asesinatos diarios. Esa tasa es
tres veces la de Estados Unidos, y cuatro veces la de la Unión Europea.
Entre el 70 y el 75% de estos asesinatos se asocian a la industria de la
droga (Alameda, 2003).
La tendencia ha sido un aumento constante de las tasas de crimi-
nalidad. Colón Reyes (2005a) refiere datos detallados al respecto. Entre
1950 y 1992 la tasa de delitos tipo I ha aumentado 7 veces, de 438 a 3.600
anuales por cada 100 mil habitantes. Los homicidios se han elevado de
7,5 cada 100 mil personas en 1954 a 24 en 1995. También han crecido
la violencia doméstica y el maltrato de niños. Entre 1987 y 1994 fueron
asesinadas 625 mujeres. Entre 1994 y 1995 fueron denunciados 92.934
casos de maltrato de niños.
En los Estados Unidos y en el ámbito internacional, las investiga-
ciones indican que algunos de los descensos más significativos en las ta-
sas de criminalidad estuvieron directamente vinculados con el aumento
de las tasas de ocupación de los jóvenes y el incremento de los salarios
mínimos, todos procesos que mejoran la igualdad de oportunidades.
También incide significativamente el funcionamiento de la familia.
Un estudio sobre 60 mil delincuentes jóvenes en Estados Unidos (Whitehead,
1993) comprobó que el 70% provenía de familias con un solo cónyuge al
frente. Si la familia opera, brinda al joven los códigos de ética a través de los
mensajes y los ejemplos de conducta. Si está desarticulada –y se ha verifica-
do que la pobreza es un fuerte desarticulador de familias– ello no se da.
La desigualdad generadora de pobreza contribuye al debilitamien-
to de las familias. Acompañado de otros factores, se crean cuadros que
van desde el abandono de la familia por el cónyuge masculino (las cifras
de madres pobres solas jefas de hogar son muy significativas en Puerto
Rico) hasta la violencia doméstica. La sociedad pierde así la posibilidad
de contar con la más efectiva unidad social preventora del delito.
Según indica la experiencia mundial, para reducir la criminali-
dad se debe aumentar las oportunidades de trabajo para los jóvenes,
fortalecer la familia y mejorar los niveles educativos. Todo ello está
fuertemente obstaculizado por la desigualdad.

¿Por qué es importante la equidad?


Un gran número de investigaciones de los últimos años ha demostrado
que las sociedades con mejores niveles de equidad logran una serie de

38
Bernardo Kliksberg y Marcia Rivera

ventajas comparativas en una amplia gama de dimensiones. La equidad


se ha transformado en una receta obligada para alcanzar desarrollo.
Lo ilustran los casos de algunas de las economías más exitosas de las
últimas décadas como Finlandia, Corea, Noruega, Suecia, Holanda,
Canadá, entre otras. Todas ellas han dado alta atención a alcanzar y
mantener buenos niveles de equidad a través de la formulación de po-
líticas concretas y específicas para mejorar las oportunidades de todos
los sectores y para asegurar una mejor distribución de los frutos del
progreso y el desarrollo.
Entre los principales beneficios de la equidad se hallan los que
se resumen a continuación.

Reduce la pobreza
Cada vez va quedando más claro a través de investigaciones científi-
cas que las posibilidades de mejorar los índices de pobreza son me-
nores para las sociedades donde existe un alto grado de desigualdad
social. En contraste, las sociedades donde prevalece un contexto de
baja desigualdad, tienen mejores oportunidades de superar la pobre-
za. Ravallion (1997; 2004), por ejemplo, concluye de la evidencia em-
pírica que la elasticidad de la pobreza ante el crecimiento se reduce
cuando la desigualdad es mayor. La posibilidad de que las mejoras
en crecimiento reduzcan efectivamente pobreza se halla mediada
como un factor central por el grado de inequidad. Las posibilidades
de logros, así como de avances sostenidos, son totalmente diferentes
si se consigue reducir la inequidad, si la misma permanece estan-
cada o se deteriora. Por ello, si América Latina tuviera los mismos
patrones generales de distribución del ingreso de otras regiones del
mundo, los grados de pobreza serían mucho menores a los actuales.
Patten, ex comisario de la Unión Europea (2004), resalta al respecto
sobre América Latina:

Si el ingreso en América Latina se encontrase distribuido de


la misma manera que en Asia del Este, la pobreza en la región
sería apenas un quinto de lo que es hoy en día [...] Esto resulta
importante no sólo desde el punto de vista humanitario, sino
también desde una perspectiva práctica, políticamente inte-
resada. Si se redujera la pobreza a la mitad, se duplicaría el
tamaño del mercado.

Y, podemos añadir, si así ocurre, se pueden elevar las tasas de creci-


miento económico.
No es casualidad, entonces, que los países que mayor grado de de-
sarrollo humano tienen, según el índice del PNUD, son desde hace varios

39
El capital social movilizado contra la pobreza

años Noruega y Suecia, países firmemente comprometidos con la equidad


en sus múltiples dimensiones: de género, social, racial. Para lograr la equi-
dad han instrumentado políticas contributivas y programas de acción afir-
mativa de diversa índole a fin de nivelar el terreno de las oportunidades.
Esos dos países tienen una proporción ínfima de su población bajo niveles
de pobreza (menos del 5%), aunque no tienen los niveles de ingreso tan
elevados como Estados Unidos, que tiene 13% en promedio.
El Informe de Desarrollo Humano del PNUD de 2002 afirma
sin ambigüedades que el crecimiento económico no ha vencido a la
pobreza. Y aporta ejemplos interesantes. Guatemala, dice, dispone de
un ingreso nacional 7 veces superior al de Tanzania, pero mientras
esta última ha establecido programas para asegurar a las niñas las
mismas oportunidades que a los varones para asistir a la escuela, en
Guatemala no se ha hecho. Eso se refleja ya en la capacidad de cada
país para superar la pobreza.

Contribuye a la inversión en capital humano


Por otra parte, la reducción de las desigualdades crea condiciones
propicias para que aumente significativamente la inversión en la for-
mación de capital humano. Los pobres presentan carencias pronun-
ciadas en las dimensiones esenciales para generarlo: nutrición, salud
y educación. Su propensión marginal a consumir bienes de este orden
es muy alta, dado que son decisivos para la existencia y percibidos
como tales. Por ende, si tuvieran la posibilidad de aumentar su par-
ticipación en la distribución de ingresos, seguramente aumentarían
sus gastos en nutrición, educación y salud. Ello fortificaría las bases
mínimas del capital humano y pondría en marcha un círculo virtuoso
del desarrollo en contraposición al de la pobreza.
Debemos tener presente que la única forma de ahorro posible
no es la financiera. A través de este tipo de inversión las personas y
las sociedades acumulan capital humano. Dicho capital es considerado
actualmente como fundamental para lograr altos niveles de producti-
vidad y competitividad de las naciones. Por ende, puede afirmarse que
mejorar la equidad también permitirá mejorar la competitividad.

Aumenta el ahorro nacional


En tercer término, una estrategia de mejoramiento de la equidad puede
impactar muy favorablemente en las tasas de ahorro nacional. Las polí-
ticas de crecimiento “de abajo hacia arriba” impulsadas en países como
Japón y Corea, entre otros, estimulando la pequeña y mediana empresa,
y los pequeños agricultores, favorecieron la equidad. Los sectores so-
ciales a los que se ofrecieron estas oportunidades reaccionaron a ellas
con toda intensidad. Ante la creación de condiciones de viabilidad para

40
Bernardo Kliksberg y Marcia Rivera

montar unidades productivas de este tipo, por los apoyos recibidos en


términos tecnológicos, crediticios, posibilidades de inserción en políti-
cas exportadoras, las respuestas fueron reducir el consumo y/o aumen-
tar el tiempo de trabajo para, mediante ambas formas de ahorro, poder
invertir en dichas unidades. A su vez, el desarrollo de nuevas empresas
crea condiciones para el ahorro y la reinversión familiar.
El capital creado en estas pequeñas unidades de producción ha ju-
gado un rol significativo en la formación global de ahorro nacional en estos
países. Mientras que en ellos las tasas anuales de inversión pública y privada
iban de un 30 a un 40%, en otros, como los latinoamericanos, donde las con-
diciones fueron en muchos casos desfavorables para unidades productivas
de este tipo, no pasaban del 20%. Birdsall (1998) destaca al respecto: “Puede
afirmarse que es posible que las tasas de crecimiento en América Latina no
puedan ser de más del 3 ó el 4% a distancia de las necesarias, en tanto no se
cuente con la participación y el aporte de la mitad de la población que está
comprendida en los percentiles más bajos de ingresos”.

Contribuye a la generación de puestos de trabajo


Según la Organización Internacional del Trabajo-OIT (2004), la mayor
cantidad de puestos de trabajo en el mundo se generan en las pequeñas
y medianas empresas. Por eso, reducir las desigualdades y mejorar las
oportunidades de que los pobres se integren a la cadena productiva no
sólo mejora las posibilidades de crecimiento económico sino también
de crecimiento con empleos, dando respuesta a la gran paradoja de
nuestros días que confirma que el empleo no ha estado acompañando
el ritmo de crecimiento económico.
Chile ha sido el país latinoamericano que en la última década
ha impulsado más la micro y la pequeña empresa como estrategia de
reducción de la pobreza y la desigualdad. La microempresa absorbe allí
alrededor del 40% de los ocupados. Desde los años noventa viene gene-
rando cerca de un tercio de los nuevos puestos de trabajo que se crearon
en el sector no agrícola, y el grupo de empleadores de la microempresa
lideró el crecimiento de la ocupación en el ámbito nacional.
Pero el mejor ejemplo de que la pobreza puede superarse a través
de que se nivele el terreno de las oportunidades es el fenomenal creci-
miento económico de China. Allí, el 60% de las empresas son medianas o
pequeñas, generan el 60% del total de las exportaciones y emplean en las
ciudades al 75% de los trabajadores (ECAP, 2005). Las PyMES, en núme-
ro redondos, son 10 millones. El valor total de los productos terminados
y de los servicios que producen representa el 50,5% del PIB del país, el
60% de las exportaciones y los impuestos pagados por ellas representan
el 43,2% de la totalidad de los impuestos cobrados por el país. Es decir,
se ha logrado en buena medida insertarlas en la economía formal.

41
El capital social movilizado contra la pobreza

Las políticas adoptadas por el Gobierno han ido dirigidas a crear


un clima de oportunidades para que las familias pobres puedan em-
prender sus propios negocios. Se les ofrece crédito a interés bajo, apoyos
fiscales y capacitación. Las empresas pequeñas cuentan con incentivos,
como sólo pagar un 2 ó 3% del equivalente al Impuesto Sobre la Renta,
por cierto período de tiempo.
Esta política de acción afirmativa para superar la pobreza a través
de dar oportunidades a los pobres de insertarse en el circuito productivo
ha permitido que China haya pasado de ser un país marginal dentro de la
economía mundial a desempeñar un papel central en el desenvolvimiento
económico a escala internacional. Entre 1978 y 2003, el PIB real de China
creció en promedio un 9,4%. Este extraordinario comportamiento ha he-
cho de China una economía 12 veces más grande de lo que era hace sólo
25 años, con un tamaño similar a la suma de las economías de Brasil,
México y Rusia. China es ya la séptima economía mundial, y la segunda
cuando calculamos el PIB en términos de paridad de poder de compra.
Y de repetirse la experiencia en el próximo cuarto de siglo, la economía
china podría igualar en dimensión a la de Estados Unidos.
El nuevo escenario productivo mundial ha modificado las formas
de organización de la producción, fragmentándola en múltiples unidades
de menor tamaño que son capaces de responder con mayor flexibilidad y
prontitud a cambios en los requerimientos del mercado. Esto abre nuevas
oportunidades para que las personas que no han podido participar del
mercado de trabajo puedan organizar pequeñas unidades productivas y
proveer bienes y servicios requeridos por otras empresas o por consumi-
dores en el ámbito mundial. El extendido fenómeno de externalización
de funciones y de partes del proceso productivo (outsourcing) desde las
empresas de mayor tamaño ofrece por primera vez a la microempresa la
oportunidad de vincularse a sectores más dinámicos y formar parte de
la cadena productiva. En este marco, se considera con más fuerza que
antes la idea de que el sector microempresarial puede dejar de ser un área
marginal para convertirse en un agente de desarrollo, que contribuye
al crecimiento económico. De ahí que hoy exista mayor conciencia de
que los gobiernos deben proveer y ayudar a coordinar apoyos esenciales
de información, capacitación en informática, contabilidad, manejo de
recursos, identificación de mercados y otros esenciales para aprovechar
el potencial de crecimiento y desarrollo que se podría lograr articulando
mejor la producción desde la informalidad con la economía formal.
Un informe de la CEPAL (2004b) afirma concluyentemente la
importancia del trabajo y el aporte de los pobres a la economía:

El sector informal ha sido tradicionalmente tomado como


un residuo en la transición hacia un contexto más moderno

42
Bernardo Kliksberg y Marcia Rivera

e institucional y, por lo tanto, las reformas se han centrado


en los problemas y características del sector formal. Sin em-
bargo, tiene cada vez más importancia para los más pobres
como fuente de empleo y de ingresos. En el año 2000, el 63%
de los trabajadores del 40% más pobre de los hogares estaban
ocupados en el sector informal, por un ingreso equivalente
al 54% de las retribuciones laborales de los integrantes de
ese estrato de ingreso. Cuanto más pobre sea el estrato al que
pertenece el trabajador mayor es esta última proporción. La
situación varía según los países; allí donde la informalidad
está más difundida, los ingresos del trabajo informal consti-
tuyen cerca del 70% de las retribuciones laborales de los más
pobres (énfasis propio).

Apoya el desarrollo tecnológico


El mejoramiento de la equidad tiene también efectos positivos sobre
las posibilidades de desarrollo tecnológico. En el mundo actual la com-
petitividad está ligada al conocimiento. Ello se debe a la composición
de las nuevas formas de producción que están basadas esencialmente
en conocimiento acumulado. Las industrias de punta del siglo XXI,
como informática, microelectrónica, biotecnología, comunicaciones,
robótica, ciencia de los materiales, se fundan en conocimiento. Las
posibilidades de acceder a este conocimiento, manejarlo, hacer, a par-
tir de él, “innovación doméstica”, y generar conocimiento nuevo están
fuertemente ligadas al nivel educativo de la población. Si un país mejora
su equidad y facilita oportunidades de calificación significativas a am-
plios sectores de su población, estará construyendo la capacidad básica
para poder operar en el mundo de las nuevas tecnologías. Ese mundo
requiere buenos niveles de formación en campos como las matemáticas,
la lógica, las ciencias, la computación y otros, y familiaridad con los
progresos tecnológicos. Y se necesita que esa formación no esté restrin-
gida a elites, sino extendida en la población, lo que se logra mejorando
las oportunidades de estudio para todos los sectores.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha hecho un aporte importante a la
conceptualización de lo que debe ser la responsabilidad del Estado en el
tema de educación. A lo largo de la última década encomendó numero-
sos estudios que fueron estableciendo con claridad la relación que existe
entre educación y desarrollo. Y concluyeron que es menester asegurar,
a todos, educación de calidad a lo largo de toda la vida, a fin de que las
personas puedan desarrollar plenamente sus capacidades y aportar al
desarrollo colectivo (1996).

43
El capital social movilizado contra la pobreza

Amplía la generación de capital social


La mejor equidad creará también condiciones más favorables para el
fortalecimiento y desarrollo del capital social. Favorecerá aspectos cru-
ciales del mismo como, entre otros, el clima de confianza y creará con-
diciones objetivas más favorables para una participación más intensa
de la población en organizaciones de base de la sociedad civil. El caso
de las Comunidades Especiales de Puerto Rico lo demuestra claramen-
te. El capítulo III de este informe da cuenta pormenorizada del impacto
que este proyecto tuvo sobre la generación de capital social.

Mejora significativamente la salud


Asimismo, las investigaciones muestran profundas interrelaciones entre
grado de equidad, capital social y salud pública. Según Kawachi, Kennedy
y Lochner (1997), cuanto mayor es la desigualdad en una sociedad, menor
es la confianza entre sus integrantes, menor es la cohesividad social, y ello
incide directamente en la salud pública. Cuanto más reducidos los niveles
de confianza entre las personas, mayor es la tasa de mortalidad.
Entre otros aspectos, según indican las investigaciones, las per-
sonas con pocos lazos sociales tienen mayores dificultades de salud que
las que tienen contactos sociales extensivos.
Los autores han elaborado un modelo econométrico de simula-
ción que concluye que por cada 1% de incremento en la desigualdad en
los ingresos, la tasa de mortalidad general es 2 ó 3 puntos mayor a la
que debería ser.

Aporta a la gobernabilidad democrática


Entre otros efectos, los altos niveles de inequidad afectan duramente en
sociedades democráticas a la tan buscada “gobernabilidad”. La sensación
de “exclusión forzada” que transmiten a amplios grupos de la sociedad
genera en ellos una baja de credibilidad en los gobernantes. Pierden legi-
timidad las principales instituciones representativas: presidencia, Con-
greso, partidos políticos, grupos de poder relevantes. Existe desconfianza
hacia ellos y la sensación de que hay un “juego poco transparente” con
pocos ganadores y muchos perdedores, bajo reglas sesgadas. Ello reduce
seriamente los márgenes de gobernabilidad efectiva.
En las realidades del siglo XXI, en donde continuamente los es-
cenarios de la economía internacional cambian y ello exige respuestas
adaptativas de los gobiernos, en términos de políticas innovativas, la
posibilidad de que los gobiernos de sociedades inequitativas puedan
introducirlas con el respaldo social necesario es limitada. Su margen
de maniobra para la innovación está acotado por su escasa credibilidad
y baja capacidad de convocatoria. Por otra parte, los elevados grados de
tensión latentes en sociedades con alta inequidad crean permanentes

44
Bernardo Kliksberg y Marcia Rivera

tendencias a la inestabilidad política y a la incertidumbre, con efectos


negativos sobre la inversión, entre otros planos.
Las conductas esperables no obedecen además a esquemas me-
cánicos, sino que pueden adoptar múltiples formas. Las investigaciones
tienden a desmentir el llamado teorema del “elector promedio”. Según
el mismo, en las sociedades muy desiguales, los electores promedio vo-
tarán por políticas redistributivas que puedan desalentar la inversión
y dañar el crecimiento.
Deininger y Squire (1996) plantean que si ello fuera cierto, la desi-
gualdad afectaría al crecimiento en los sistemas democráticos, pero no
en los países sin democracia. Prueban esa hipótesis en su amplia base
de datos, y encuentran que la desigualdad inicial afecta el crecimiento
futuro en sociedades no democráticas. Por ende concluyen que “nuestros
datos no avalan el teorema del votante promedio como una explicación
para las relaciones entre inequidad y crecimiento”. Lo mismo indican
los estudios de Clarke (1992) y de Alessina y Rodrik (1994). Son otros
y no la supuesta conducta electoral del votante promedio los factores
que a partir de la inequidad restringen el crecimiento. Por otra parte,
una conducta típica de los sectores más afectados por la inequidad en
sociedades democráticas no es la supuesta por el teorema, sino su retrai-
miento electoral. Se abstienen de participar por su falta de expectativas
respecto a cambios. El más reciente ejercicio electoral de Puerto Rico,
la consulta sobre el cambio hacia la unicameralidad, celebrado en julio
de 2005 afirma esa tendencia. Las tasas más bajas de participación se
verificaron en los sectores pobres del país (Rivera, 2005).
Pueden sumarse a las lecturas anteriores de la realidad otras des-
de ángulos adicionales como, entre ellos, el impacto de la equidad en la
ampliación de los mercados internos, en la reducción de las distancias de
remuneraciones entre campo y ciudad y en la productividad laboral.
El cuadro que va surgiendo en su conjunto es que las sociedades
que tienden a fortalecer y a mejorar la equidad tienen mejores resulta-
dos económicos, sociales y políticos en el mediano y largo plazo. Están
poniendo en marcha circuitos virtuosos en campos como los descrip-
tos: la reducción de la pobreza, la formación de capital humano, el
progreso tecnológico, el desarrollo del capital social, la gobernabilidad
democrática y la estabilidad.
No sólo la equidad favorece un crecimiento económico soste-
nible. Es una causa central de por qué sociedades con recursos muy
limitados logran dar a sus poblaciones niveles de vida mucho mejores
que otras mucho más ricas.
El Nobel de economía Amartya Sen (1997) muestra que a pesar
de tener un producto per cápita considerablemente más bajo, el estado
de Kerala en la India, China y Sri Lanka logran dar a sus habitantes

45
El capital social movilizado contra la pobreza

una esperanza de vida considerablemente mayor y mejores indicadores


de salud, educación y desarrollo humano que países con per cápita más
alto como Brasil, Sudáfrica y Gabón (país petrolero). El primer grupo
de países ha favorecido activamente la equidad, entre otros planos, a
través de la universalización del acceso a la salud y la educación, y por
ende, al trabajo remunerado.
En América Latina, un país como Costa Rica, a pesar de no tener
materias primas estratégicas ni fuentes de energía, ha conformado un
modelo económico de largo plazo con una fuerte impronta de equidad
que le ha permitido tener uno de los niveles de pobreza más bajos de la
región –menos del 20%, frente al 43% promedio–.
En su informe sobre la situación social mundial, la ONU (2005b)
destaca especialmente este caso señalando:

En Costa Rica, aunque su producto bruto nacional per cápita


es la doceava parte del de Estados Unidos, la esperanza de
vida es similar para los dos países, fundamentalmente por
sus efectivas políticas de educación básica, servicios de salud
comunales y protección médica.

En el “estado actual del arte” en ciencias del desarrollo, la equidad


ha pasado a formar parte de las ideas fundamentales prevalecientes
(mainstream). Es recomendada como pilar del crecimiento y de la
lucha contra la pobreza. Desde las organizaciones sin fines de lucro
que trabajan en la base, pasando por las agencias especializadas del
sistema de Naciones Unidas, hasta los organismos financieros inter-
nacionales, concurren en que la equidad debe ser colocada en el cen-
tro de las políticas y acciones de los gobiernos. Al respecto, el Banco
Mundial (2004) ha señalado: “La mayoría de los economistas (y otros
cientistas sociales) considera ahora la desigualdad como un posible
freno para el desarrollo”.
En Puerto Rico como en otras sociedades, mejorar la equidad de-
pende de lo que la sociedad decida hacer al respecto. Las altas desigual-
dades no son una ley de la naturaleza, son un producto histórico-social;
una construcción humana. Como bien lo destacan Deininger y Squire
(1996): “Más que estar gobernada por una ley histórica inamovible, la
evolución del ingreso y la desigualdad es afectada por las condiciones
iniciales y las políticas posibles”.

Limita la corrupción
Un reciente estudio de dos investigadores de la Universidad de Harvard,
Jong-Sung You y Sanjeev Khagram (2004), concluye, sobre la base de
estudios econométricos en más de 100 países, que hay una estrecha

46
Bernardo Kliksberg y Marcia Rivera

correlación entre desigualdad y corrupción. Cuanto más alto son los


niveles de inequidad mayor es la corrupción esperable. En las socie-
dades altamente polarizadas, los grupos de mayor poder cuentan con
más oportunidades para prácticas corruptas y mayores posibilidades
de impunidad. La corrupción a su vez es uno de los canales principa-
les multiplicadores de desigualdad. Gupta et al. (1998) estima que un
incremento de un punto en el índice de corrupción hace aumentar el
coeficiente Gini de desigualdad en la distribución del ingreso en 5,4
puntos. Se genera así un círculo perverso. Cuanta más desigualdad, más
corrupción. Ésta es una de las vías por las que la desigualdad traba el
crecimiento y se reproduce, generando entonces ambientes propicios a
la corrupción. Se refuerzan mutuamente (Kliksberg, 2005).

Permite aprovechar las oportunidades de la globalización y


minimizar sus riesgos
No podemos desconocer los impactos que los procesos de globaliza-
ción en el ámbito internacional están teniendo sobre todos los países
del mundo. La vulnerabilidad ante los cambios súbitos que están sur-
giendo es mucho mayor para las familias pobres y los países con altos
niveles de pobreza, por lo que sociedades con alto grado de desigualdad
no podrán aprovechar adecuadamente los nichos de oportunidad que
se presentan con la apertura mundial de los mercados. El informe de
la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización
convocada por la OIT (2001) reclamaba acciones para asegurar una
globalización dotada de una fuerte dimensión social, basada en valores
universales compartidos, el respeto a los derechos humanos y la digni-
dad de la persona, basada en la equidad y la justicia, con oportunidades
y beneficios tangibles para todos los países y todas las personas. Ello
requerirá que todos los países hagan un compromiso firme para asegu-
rar que las personas tengan acceso a la educación, la salud, el trabajo
porque sólo así podrán aprovechar las nuevas oportunidades que se
abren. Por el contrario podrían agudizarse las desigualdades al interior
de los países, como de hecho ya se viene constatando.

La experiencia de América Latina


El caso de América Latina es muy ilustrativo de las dificultades que
supone tener altas desigualdades y del efecto de las mismas sobre la
pobreza. A principios de la década del sesenta, numerosos análisis au-
guraban que dados ciertos factores, como su privilegiada dotación de
recursos naturales, su potencial humano, sus afluentes migratorios, la
ausencia de guerras, Latinoamérica estaba destinada a ser, a inicios
del nuevo siglo, una región de países de desarrollo medio y alto, con
reducidos niveles de pobreza.

47
El capital social movilizado contra la pobreza

En la misma época, los países del Sudeste Asiático estaban por


debajo de América Latina en cuanto a posibilidades naturales y niveles
educativos de su población.
Los pronósticos no se cumplieron. La región latinoamericana conti-
núa afrontando serios problemas de pobreza, amplios sectores de su pobla-
ción están excluidos socialmente y, con pocas excepciones, no ha logrado
desarrollo sostenido. En cambio, varios países del Sudeste Asiático han
incorporado masivamente a su población a la educación, al mercado de
trabajo y al consumo, han efectuado reformas agrarias profundas, y mon-
tado servicios públicos de amplia cobertura, logrando progresos econó-
micos de mucha consideración. Países como Corea del Sur y Malasia han
alcanzado las previsiones de crecimiento que se adjudicaban a América
Latina a inicios de los sesenta. Ambos países han reducido fuertemente la
pobreza. El mejoramiento de la equidad en ellos y la tendencia opuesta en
América Latina han jugado un rol importante en estos resultados1.
La experiencia de América Latina demuestra que la alarma sobre la
desigualdad no es teórica; ha sido probablemente uno de los obstáculos más
grandes para que la región logre avanzar de modo sostenido y efectivo en bajar
la pobreza. Ya en los años ochenta, Fernando Fanjzylber de la CEPAL plan-
teaba que éste era el mayor escollo que la región debía superar. Decía que la
desigualdad era el “casillero vacío” que debía llenarse a través de políticas es-
pecíficas para promover la equidad en diversos ámbitos (Fanjzylber, 1990).
Más recientemente, Birdsall y Londono (1997) trataron de deter-
minar econométricamente la magnitud del impacto de la desigualdad.
Construyeron la simulación siguiente que se ilustra en el Gráfico 6.

Gráfico 6
El impacto de la desigualdad sobre la pobreza en América Latina, 1970-1995












      

Fuente: Birdsall, N. y J. L. Londoño. “Asset inequality matters: an assessment of the world Bank’s approach to poverty
reduction”, American Economic Review, May, 1997.

1 Puede verse una comparación detallada entre los casos del Sudeste Asiático y de América
Latina en Birdsall y Kliksberg (1998).

48
Bernardo Kliksberg y Marcia Rivera

La primera curva del gráfico muestra la tendencia de la pobreza en la


región que, como se observa, asciende continuamente desde inicios de
los ochenta con pequeñas variaciones. La segunda simula cuál habría
sido la pobreza si la desigualdad hubiera quedado en los niveles de ini-
cios de los setenta (antes de las dictaduras militares y de las políticas
neoliberales ortodoxas) y no hubiera seguido creciendo. Era considera-
ble, pero aumentó más en las últimas dos décadas. Según sus estima-
dos, la pobreza sería hoy la mitad de lo que efectivamente ha sido. Del
análisis se concluye claramente que ha habido un “exceso de pobreza”,
causado por el aumento de la desigualdad que la duplicó. En trabajos
posteriores, Birdsall (1998) reitera que la desigualdad es la gran traba
para el crecimiento económico de la región.
Albert Berry (1997) llega a similar conclusión en sus trabajos,
identificando la existencia en América Latina de un amplio margen de
“pobreza innecesaria”, causada por la tan reducida participación en el
ingreso de los dos quintiles más bajos de la población.
Tanto Berry como Altimir (1994) y otros investigadores ven el au-
mento de la desigualdad estrechamente ligado a las políticas aplicadas
en las dos últimas décadas que generan efectos de ese orden. Stiglitz
(2002) considera que el caso argentino ejemplifica claramente las des-
ventajas de dichas políticas. Efectivamente, su aplicación rígidamente
ortodoxa en la década del noventa llevó a una brutal polarización social.
Siete millones de personas, el 20% de la población, dejaron de ser clase
media para transformarse en pobres. El coeficiente Gini pasó de 0,42
en 1992 a 0,47 en 1997; apenas cinco años representaron un enorme
retroceso para la sociedad argentina.
Procurando indagar porque América Latina está tan distante de
poder cumplir con las metas del milenio, compromiso que firmaron los
jefes de Estado y de gobiernos del mundo en 2000 para reducir la po-
breza, el PNUD, la CEPAL e IPEA (2003) identificaron a la desigualdad
como la razón central:

En la mayoría de los países examinados, bastaría que el


coeficiente de Gini bajara uno o dos puntos para que la in-
cidencia de la pobreza se redujera en igual medida que en
varios años de crecimiento económico positivo. Los resul-
tados de los esfuerzos por reducir la pobreza en América
Latina y el Caribe han sido desalentadores en gran medida
porque no ha sido posible controlar los elevados niveles de
desigualdad de la región.

La desigualdad ha contribuido de modo importante a producir un con-


gelamiento de la movilidad social en diversos países de la región. “El

49
El capital social movilizado contra la pobreza

accidente de nacimiento”, en qué hogar se nace, ha pasado a ser defini-


torio en América Latina.
Si se nace en una familia desarticulada por la pobreza, las po-
sibilidades de buena salud y rendimiento educativo son limitadas. La
escolaridad será baja, el acceso a un empleo estable muy difícil, los
ingresos esporádicos y muy reducidos. La probabilidad más real será
conformar una familia con similares problemas.
Efectivamente, aun en algunas de las sociedades más avanzadas
socialmente de la región, como el Uruguay, los estudios indican que las
tasas de escolaridad de los hijos de familias pobres tienden a no superar
las reducidas tasas de sus padres. Se conforma un círculo de hierro re-
gresivo por la falta de oportunidades y se generan las condiciones para
la reproducción intergeneracional de la pobreza.

Trampas de inequidad

Las inequidades económicas, políticas y sociales tienden a re-


producirse con el tiempo y en generación en generación. Este
tipo de fenómeno recibe el nombre de “trampas de inequidad”.
Los niños desfavorecidos que vienen de familias con menor
nivel de riqueza no cuentan con las mismas oportunidades
para acceder a una educación de calidad que los niños de fa-
milias con más recursos. Es de esperar, por consiguiente, que
estos niños desfavorecidos de adultos ganen menos. Además,
estos jóvenes al igual que sus familias anteriormente, al tener
menos medios para acceder al proceso político, tendrán me-
nos posibilidades de influir en las decisiones que conciernan
el mejoramiento de los colegios públicos a los que acudan sus
hijos. Esto resulta en un ciclo donde el niño no logrará su
potencial.

La distribución de la riqueza está altamente correlacionada


con distinciones sociales que clasifican a las personas, comu-
nidades y naciones en grupos de dominadores o dominados.
Estos patrones de dominación persisten porque las diferencias
sociales y económicas se ven reforzadas por el uso directo o
indirecto del poder. Las elites tienen maneras sutiles de pro-
teger sus intereses a través de prácticas excluyentes como por
ejemplo el matrimonio y el sistema de parentesco. También
cuentan con prácticas menos sutiles como manipulación po-
lítica agresiva o el uso explícito de la violencia.

50
Bernardo Kliksberg y Marcia Rivera

El hecho de sobreponer inequidades políticas, sociales, cultura-


les y económicas imposibilita la movilidad. Estas inequidades
son difíciles de romper ya que están ligadas estrechamente con
la vida cotidiana y se ven perpetuadas por las elites a la vez que
interiorizadas por los grupos marginados u oprimidos, haciendo
muy difícil para los pobres salir de la pobreza. Por consiguiente
las trampas de inequidad pueden ser relativamente estables y
perdurar por generaciones.

“Equidad y Desarrollo. Informe Mundial sobre el Desarrollo”,


Banco Mundial (2005).

Reflexión final
Puerto Rico tiene un gran tema pendiente en la desigualdad hoy vista a
nivel internacional como un peligro para el desarrollo y para la gober-
nabilidad. Se ha mostrado exploratoriamente su magnitud en la isla, y
se ha introducido a sus efectos sobre la pobreza, la deserción escolar y la
criminalidad, a lo que se pueden y deberían agregar otros análisis, como
su incidencia sobre diversas dimensiones de la salud, la productividad
laboral, la preservación del medio ambiente, el acceso a bienes culturales,
y la plena expresión de los grupos pobres en el sistema democrático.
Para enfrentar este problema, el primer requisito es explicitarlo y
colocarlo en el centro de la agenda pública. Difícilmente se avance, en tan-
to ello no se haga y se trate de negarlo o relativizarlo difundiendo mitos sin
fundamento que en definitiva de hecho tratan de racionalizar la pobreza
y la inequidad. Uno de los grandes mitos que encubren la desigualdad es
plantear que los pobres son pobres porque tienen muchos hijos.
Analizando los datos del Programa de Asistencia Nutricional de
1999, Colón Reyes (2005a) indica que “los ingresos que ese programa de
asistencia federal aportaba a los pobres eran de 74 dólares para personas
solas, y de 62,20 dólares por persona en familias de cinco miembros. El
argumento de que se quiere tener más hijos para recibir más es falaz. Por
otra parte, el número de familias con cinco miembros o más era sólo el
11,4% de las familias con menos de 500 dólares de ingreso mensual”.
Colón concluye que “los datos anteriores echan por tierra dos
de los mitos más repetidos en Puerto Rico: que los pobres tienen mu-
chos hijos para que el Gobierno se los alimente y que quienes reciben
asistencia del Gobierno obtienen grandes beneficios que les permiten
vivir bien sin trabajar”.
La Comisión de Notables de América Latina presidida por Patri-
cio Aylwin, ex presidente de Chile, llegó a similares conclusiones en un

51
El capital social movilizado contra la pobreza

informe especial sobre la región. Comprobó que era un mito adjudicar


la pobreza a supuestas características culturales de los pobres. Resaltó
que cuando las políticas económicas les dan oportunidades de trabajo
y producción, los pobres las aprovechan igual que otros.
Como muy bien señala Atkinson (1998), la desigualdad tiene que
ver con cómo las sociedades perciben el tema y qué políticas implementan
sus gobiernos. En ese sentido, afirma: “La evolución de la desigualdad no
puede ser explicada solamente en términos de ingresos de la producción;
la divergencia de las experiencias nacionales está reflejando diferencias en
las políticas gubernamentales y en las instituciones sociales”.
Puerto Rico necesita enfrentar la desigualdad, darle la debida
atención y prioridad y hacerlo con políticas adecuadas, a través de un
proceso de diálogo y consenso, que permita a toda la población com-
prender que sin mejorar la equidad el país no podrá prosperar. Ello
requerirá trabajo arduo y consistente.
A la luz de los análisis que se han hecho del tema en años recientes
y de los contundentes informes de organismos como el Banco Interame-
ricano de Desarrollo (BID, 1998), la ONU (2005a) y el Banco Mundial
(2005) al respecto, haber iniciado el Proyecto de Comunidades Especiales
aparece como un importante paso en el camino correcto. El mismo for-
muló una política gubernamental dirigida a reducir las brechas, al abrir
el acceso a los pobres a bienes indispensables que de otro modo no po-
drían alcanzar. Vale resaltar los elementos del Proyecto de Comunidades
Especiales que han sido objeto de este estudio: el programa de formación
de líderes y residentes, el mejoramiento y construcción de viviendas e
infraestructura, el desarrollo empresarial, entre otros.
Muchos en Puerto Rico han cuestionado la transferencia de re-
cursos que el Proyecto de Comunidades Especiales ha realizado hacia
los sectores pobres y se preguntan si vale la pena continuar con el mis-
mo. Esta investigación demuestra claramente, sin lugar a dudas, que
el camino es el correcto. Impulsar la autoestima, la autogestión y la
participación de los propios sectores de pobreza en la definición e ins-
trumentación de programas es la ruta que mayores éxitos promete.
La inequidad puertorriqueña, obstáculo clave para el desarrollo y
la cohesión social, debe enfrentarse con verdaderas políticas de Estado
que se extiendan en el largo plazo, que garanticen continuidad en la
acción, y que convoquen a todos los actores sociales, empresa privada,
sindicatos, universidades, organizaciones de la sociedad civil y otros a
asumir responsabilidades frente a este reto que es económico y social,
pero al mismo tiempo ético.
Evidentemente, no hay una solución rápida o fácil al problema
de la desigualdad social. Cualquier estrategia con perspectivas de éxito
requerirá una integración compleja y progresiva de políticas económicas,

52
Bernardo Kliksberg y Marcia Rivera

sociales e institucionales para lograr un desarrollo realmente equilibra-


do. Será necesario también operar o incidir sobre los diversos modos
como se expresa la desigualdad, referidos a la propiedad de los bienes,
el acceso al crédito, las diferencias de género y las oportunidades educa-
tivas, que constituyen elementos muy influyentes en la competitividad y
el crecimiento (Rivera Ramos, 2000). Un primer paso debe ser articular
un conjunto de medidas para “formalizar” los emprendimientos econó-
micos que operan al margen de la economía formal y que proveen el sus-
tento básico o un complemento importante de buena parte de las familias
pobres en Puerto Rico. Si estuvieran operando al amparo de las leyes,
estos empresarios podrían mejorar sus negocios teniendo acceso al cré-
dito, lograrían participar de programas de incentivos gubernamentales,
pasarían de ser “chiriperos” a ser empresarios, y aportarían al fisco.
Pero lo más importante es que se logre una mudanza conceptual
en términos de las estrategias de desarrollo económico que Puerto Rico
formule. Hasta ahora, siempre se ha partido de la premisa de que la labor
del Gobierno es identificar e invitar a grandes empresas para que vengan
a Puerto Rico a operar y generar puestos de trabajo. Se ha descuidado
demasiado el aporte que pueden hacer a la economía y a la generación
de empleos las micro y pequeñas empresas. Toda la evidencia que he-
mos examinado a nivel internacional muestra que es un sector que debe
contar con estrategias claras, programas de incentivos y condiciones que
permitan su florecimiento y articulación con el resto de la economía
del país. Sobre todo, a la luz de la tendencia del Gobierno Federal de
los Estados Unidos de ir recortando los programas de apoyo a la pobre-
za, lo que podría generar en Puerto Rico una situación verdaderamen-
te preocupante. Es imprescindible, por tanto, fortalecer decididamente
todos los programas tendientes al desarrollo de las pequeñas empresas.
A pesar de buenos anuncios recientes, todavía se requieren demasiados
permisos, sus costos son altos, hay pocos apoyos para la identificación de
nichos de mercado y prevalece un sentido generalizado de que los micro
y pequeños empresarios deben sobrevivir cada cual por su cuenta. Sólo
emprendiendo un programa vasto de apoyo a los pobres para que puedan
superar la dependencia se podrán revertir las actuales desigualdades y
comenzar a reducir significativamente los niveles de pobreza.

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