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Pequeñas Virtudes 2015

FAMILIA, DESDE EL SANTUARIO,


EVANGELICEMOS NUESTRA PATRIA
RETIRO DE LOS CURSOS 3-4-5 DE FEDERACIÓN * 1991

Segunda Charla:

“DESDE EL SANTUARIO DE TUPÃRENDA, FORJEMOS UNA


COMUNIDAD DE HERMANOS”
Esta segunda charla quisiera ayudarnos en la construccion de una autentica comunidad
de hermanos. Si aspiramos a la meta de forjar una Nacion de Dios en nuestra patria,
tenemos que pensar primero en nuestra Familia de Schoenstatt. Ella quiere ser un caso
preclaro, un anticipo de la Iglesia y de la sociedad del futuro. El hombre nuevo y la
comunidad nueva que estamos formando y educando en el Movimiento, tienen validez
tambien para el Paraguay de manana. Creemos que así deben ser los hombres, las
mujeres y las comunidades que el mundo venidero necesita. Y el taller donde se forja
este mundo de manana, es nuestro Santuario de Tuparenda, nuestro lugar de gracias.
Vamos a reflexionar ahora sobre nuestro ser hermano, el espíritu fraterno que debe
reinar en nuestras comunidades schoenstattianas. El fundamento de ese espíritu
fraternal es la solidaridad entre todos y la co-responsabilidad de cada uno para con el
todo. Ya en los primeros tiempos de Schoenstatt se vivía esa actitud al decir: “La
Federación soy yo y yo soy la Federación. Me dejo crucificar por la Federación y la
Federación atraviesa el fuego por mí”. Esto es solidarismo verdadero que encuentra el
punto medio entre individualismo y colectivismo. ¿Sentimos algo de ese espíritu
extraordinario de los primeros en nosotros? ¿O pertenecemos mas bien a aquellos de los
cuales solía decir el Padre?: “En las tumbas descansan los que tenían visiones grandes y
que han realizado obras grandes; sobre sus tumbas nos arrastramos nosotros como una
generación de enanos”.
Quisiera tocar con ustedes algunas actitudes fundamentales del hombre fraterno que
son como presupuestos para una vida comunitaria rica y profunda. El Padre Fundador
las llama, en la “Santificación de la vida diaria”, las pequenas virtudes (pag. 264 ss.).

2.1 LAS PEQUEÑAS VIRTUDES EN GENERAL

2.1.1 Virtudes “pequeñas”


¿Por que estas virtudes se llaman pequenas? “Son virtudes extraordinariamente grandes,
pero se ejercitan en la vida cotidiana y por eso hacia afuera no llevan nunca el sello del
heroísmo”, nos responde el Padre (DD 3, 18).
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Son fundamentales para la vida comunitaria. Conducen a la cohesion interna de la


comunidad, y garantizan el espíritu de familia. Erradican el subjetivismo y el
individualismo, permitiendo una autentica solidaridad y responsabilidad mutua. Son el
gran medio para llegar a un profundo “estar el uno en el otro”. A traves del ejercicio de
estas virtudes pequenas, se hace posible, en la practica, el surgimiento del hombre nuevo
en la nueva comunidad. El Padre afirma que el hombre comunitario necesita una
formacion mas recia que el ermitano, y que esto se concretiza en estas virtudes
cotidianas. Y por eso nos invita a ser maestros, heroes de las pequenas virtudes.

2.1.2 Congruentes con nuestra espiritualidad tridimensional


Para el Padre, estas pequenas virtudes corresponden a nuestra espiritualidad original, a
nuestra espiritualidad tridimensional: santidad de la vida diaria, piedad instrumental y
piedad de Alianza.
2.1.2.1 Corresponden a la santidad de la vida diaria, donde se exige hacer
extraordinariamente bien lo ordinario. La practica de las pequenas virtudes da a la vida
comunitaria un fuerte caracter enaltecedor. Nos hace ver, en primer lugar, lo positivo en
el hermano y no tanto lo negativo. Porque si no, el se sentiría y con razon oprimido,
aplastado, caricaturizado. La comprension enaltecedora, la manera de ver al otro, tiene
que concretarse despues en la manera de tratarlo. Pero la base es “una confianza
inquebrantable en lo bueno de cada uno”, incluso cuando lo bueno esta escondido bajo
mucha escoria.
La tendencia a quedarnos en lo negativo, a descubrir y destacar lo malo del otro, nos
viene del pecado original y hemos de vencerla. Cuando uno logra vencer esa huella
frustrante, quedará admirado de cuánto hay de hermoso y de bueno en cada hermano.
Pero esta victoria únicamente es posible lograrla en la vida comunitaria. A través de esta
lucha, uno no sólo aprende a aceptarse a sí mismo, sino que aprende a aceptar también a
los demás tal como son. Aprende a ver y admirar todo lo bueno, lo noble y lo hermoso
que hay en ellos.
Dice el Padre que desde el punto de vista psicologico, aquí radica la bendicion y la fuerza
de una comunidad. El hombre que se ha integrado en una comunidad, solo tiene que
estar abierto a los valores de los demas y los encontrara encarnados y asimilables. Y así
casi sin notarlo va enriqueciendose. Desgraciadamente, cuesta encontrar personas
dispuestas a descubrir y aceptar los valores de los otros. Es comun observar como una
gran parte de los hombres se siente aplastado o celoso, cuando se destacan los valores
de otros. Tienden a hacer comparaciones y a sentirse inferiores.
¿Cual es nuestra actitud en esto? ¿Que hemos aprendido de cada uno de nuestros
hermanos de curso y de la Federacion? De todos modos, nos haría bien ver mas lo
positivo de los hermanos. Nuestra capacidad para descubrir lo bueno y lo noble en ellos
debe llegar a ser tan profunda que se convierta casi en una segunda naturaleza.
2.1.2.2 Estas pequenas virtudes expresan tambien plenamente nuestra piedad
instrumental, opina el Padre. Yo tengo que aprender a ver en los otros, instrumentos en
manos de Dios. Tengo que aprender a descubrirlos y valorarlos en su caracter
instrumental, sin quedarme solo en sus defectos y fallas.
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2.1.2.3 Por ultimo, podemos decir que estas virtudes corresponden a nuestra piedad de
Alianza. Es a traves de ellas precisamente, que yo puedo mostrar mi amor y vivir en la
practica mi Alianza. He sellado una Alianza de amor con la Mater y, a traves de Ella, con
Dios y con los hermanos. Y por medio de estas pequenas virtudes se hace real y efectiva
en la vida concreta, mi Alianza (cf. DD 3, 29-32).

2.2 LAS PEQUEÑAS VIRTUDES EN CONCRETO


Vamos a ver, ahora, cuales son estas virtudes. Al comienzo quiero nombrar y explicar dos
virtudes o actitudes que son mas amplias, mas generales. Y despues vamos a tocar
algunas pequenas virtudes propiamente dichas.

2.2.1 Delicadeza (o tacto)


Es el fino instinto, el tacto acertado para saber lo que pide el amor en cada momento. El
hombre que posee esta virtud no va por el mundo como orgulloso, encerrado en sí
mismo y sin preocuparse de los intereses de los demas. El hombre delicado procura
siempre hacerlo todo bien. Por eso, su conducta aparece tan clara y leal. Sabe cuando
debe callarse, y cuando ha de decir o hacer algo. Esa delicadeza presupone lucha
incesante contra la superficialidad, la vanidad y el egoísmo. En cambio, la conducta de
una persona con poco tacto suele ser como la de un elefante que entrara en una tienda
de porcelanas.
Consecuencias de este tacto para con los demas son, segun el Padre, “una gran libertad
interior de espíritu y una castidad exterior conforme a su estado”. Ejemplo preclaro de
esta delicadeza fraternal es la Mater en las bodas de Cana (Jn 2,1 ss.). Allí incluso se
adelanta a las necesidades de los novios, para evitarles la molestia y la humillacion de
tener que pedir ayuda. Esta “solicitud por prevenir las necesidades de los demas” forma
parte de la delicadeza fraternal.
Otra forma de delicadeza es saber escuchar con atención a todos, también a los pesados
y aburridos, sin dar muestras de fastidio o impaciencia. Otras veces se manifiesta esa
actitud en saber instruir o enseñar a los ignorantes, sin avergonzarlos o humillarlos.
¿Tenemos nosotros esa delicadeza, ese tacto en nuestro trato con los demás?

2.2.2 Respeto ante la originalidad ajena


Se trata del “respeto ante la originalidad ajena”, fundamento de nuestra pedagogía, pero
tambien base de nuestra convivencia. Tenemos que rendirnos ante el hecho de que
somos un misterio el uno para el otro. Y para respetarlo al hermano, debo descubrirlo y
admirarlo en su originalidad profunda.
Respeto en el trato significa tambien: dejarle al otro la libertad de pensar y actuar como
a el le parezca. El ideal de nuestras comunidades schoenstattianas es llegar a ser un solo
corazon y una sola alma, pero sin que cada hermano pierda su originalidad. Este respeto
a la libertad es importante no solo en relacion con el hermano, sino tambien en relacion
con los otros cursos: cada curso es autonomo, tiene derecho a su vida, sus formas y su
estilo propios. Tambien aquí vale: respeto ante la originalidad de cada curso, pero a la
vez unidad e integracion como Federacion de Familias.
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Este respeto nos exige tambien que aceptemos y encaucemos las tensiones creadoras en
el interior del curso y con respecto a otros cursos. Dice el Padre Fundador sobre la ley de
las tensiones creadoras: “En mi actividad organizativa, la que siempre se orientó por la
pedagogía divina, le he dado a esta ley una importancia que no la tuvo ninguna otra”
(1952). Creo que esto es suficiente sobre el respeto. Solo nos queda la pregunta: ¿Somos
respetuosos con cada hermano aunque nos conozcamos demasiado bien? ¿Le dejamos
libertad en el pensar y actuar? Porque Schoenstatt quiere y debe ser un reino de libertad.

2.2.3 Indulgencia
Se trata de la indulgencia con las faltas de los hermanos y que se traduce en perdonarlas,
expiarlas, comprenderlas, ignorarlas. Es una virtud de mucha importancia, pero tambien
bastante difícil para la vida en comunidad. Porque, como explica el Padre, “la comunidad
no es sólo gracia condensada, sino también pecado original condensado. El realismo
cristiano nos indica, entonces, que nuestros cursos y nuestra Federación no son solamente
una “comunidad de santos”, sino también “una comunidad de pecadores”.
Y cuando me entero de la falla de un hermano, la tentacion es muy grande de criticarlo
en seguida o en forma indebida, es decir, a sus espaldas. Es en estos momentos en que
tenemos que cuidar nuestra lengua, nos advierte el Padre. Y agrega: “Si quieren examinar
si han tomado en serio la Alianza entre ustedes, en este punto pueden verificarlo”. Y
entonces nos indica los criterios que debemos tomar en cuenta cuando se trata de
criticar a un hermano ausente:
1. A sus espaldas yo digo sólo aquello que diría también en su presencia.
2. A sus espaldas yo digo solo aquello que quisiera que se diga de mí mismo, en un
caso semejante.
Ahora, ¿como debo actuar, como debo comportarme cuando descubro faltas y
deficiencias en los hermanos? El Padre Fundador propone primero dos actitudes y,
despues, un metodo practico.

2.2.3.1 ¿Cuáles son esas dos actitudes?


1 En primer lugar, tenemos que considerar las miserias humanas como algo
evidente. Porque todos somos seres cargados con el lastre del pecado original.
Esto no lo debemos ni lo podemos olvidar nunca. Es natural que yo tenga
faltas. Es natural que tambien mis hermanos tengan fallas. Y así como tengo
que soportar diariamente mis propios defectos y limitaciones, así he de
aguantar tambien las debilidades ajenas.
2 Siendo así la situacion del hombre, debemos, en segundo lugar, acercarnos al
hermano que falla con mucha benevolencia. Nadie de nosotros es juez, ni de
vivos ni de muertos. Recordemos la actitud de Jesus frente a la mujer adultera:
“El que está libre de pecado que tire la primera piedra” (Jn 8,7). Benevolencia
quiere decir, segun la Santificacion de la vida diaria, un “cierto disimulo que
parece no ver ciertas deficiencias notables”. Es todo lo contrario de “aquella
triste perspicacia que tienen algunos para ver defectos ocultos”. Benevolencia
presupone tambien una cierta ingeniosidad para descubrir, ante todo, lo que
hay de oro en cada uno. Y, agrega el Padre, en cada uno de nosotros hay mucho
oro, cantidades de lingotes de oro. Solo precisamos un sentido para descubrir
lo bueno, lo noble en el hermano.
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Y entonces el Padre hace una comparación y dice: no debemos ser como el escarabajo. El
escarabajo puede pasar por los manjares más ricos y delicados, pero no le interesan.
Busca sólo los desperdicios, lo descompuesto. Nosotros debemos ser como la abeja. Ella
revolotea por todas partes, pero sólo se detiene en el néctar. Y la pregunta es, entonces,
si tenemos mentalidad de escarabajo o de abeja.

2.2.3.2 ¿Cuál es el método práctico?


Lo dicho hasta ahora no nos muestra aún el camino para actuar frente a las faltas y
debilidades de los que nos rodean. Es por eso que el Padre nos propone un método
práctico. Entonces, cuando descubro en un hermano un defecto, ¿qué tengo que hacer?
1 En primer lugar, nos recomienda el Padre, debo preguntarme: ¿acaso no tengo
yo el mismo defecto? Y muchas veces tendra que contestar que, de hecho, lo
tengo. Tal vez sea a otro nivel, tal vez se manifieste de manera diferente. O tal
vez no tenga la misma falla, pero he de reconocer que tengo otras y aun
mayores que mi hermano.
2 En segundo lugar, antes de llamarle la atencion al hermano, debo tratar de
vencer en mí mismo ese defecto. Debo esforzarme en ese campo, al menos
durante un cierto tiempo.
Y despues de haber cumplido con esas dos condiciones, puedo hablar con mi hermano y
decirle mi crítica. Ire tranquilo y sereno, podre ser mas sincero y objetivo, y el modo de
llamarle la atencion necesariamente sera mas cuidadoso, moderado y digno.

2.2.4 Mansedumbre
Es una virtud que tiene cierta semejanza con la anterior, la indulgencia. El Padre la
interpreta como “paciencia con los defectos ajenos, paciencia que está inspirada en un
amor intenso”. Y como tal, la mansedumbre es considerada como nombre colectivo que
comprende en cierto modo a todas las pequenas virtudes. La mansedumbre es todo lo
contrario de la ira. Ya el apostol Santiago nos exhorta: “sed lentos para la ira” (1.19). No
prohibe la ira, sino que le pone límites. Tambien Cristo insiste mucho en la
mansedumbre del corazon: “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt
11,29). Pero a la vez da tambien no pocas muestras de santa ira, pero siempre como
expresion del mismo amor. Pensemos p.ej. en aquella oportunidad en que saco del
templo a los cambistas y vendedores (Mt 21,12s.), o las palabras ofensivas que les echo
en cara a los fariseos. De este modo supo encontrar el justo medio entre la
mansedumbre y la ira justificada.
El Padre Kentenich nos invita a vivir la mansedumbre para con los hermanos. Pero
algunas veces, sobre todo cuando se trata del bien comun, p.ej. del bien del curso o del
Movimiento, debemos actuar tambien con estricta justicia. Diferente es el caso de las
ofensas puramente personales: allí la respuesta ideal es el silencio, como fruto de la
mansedumbre y de la grandeza de corazon.
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Otro antagonismo es aquel entre la mansedumbre y el amor a la verdad. Habra que salir
en contra del error en determinadas circunstancias. Pero ese amor por la verdad no debe
hacernos faltar al amor fraterno. Lo explica acertadamente San Francisco de Sales, un
gran amigo de esas pequenas virtudes: “Un silencio discreto es siempre mejor que una
verdad sin amor”. Recordemos tambien la famosa palabra de San Agustín: “¡Muerte al
error, pero amor a los que yerran!”

2.2.5 Compasión
Cuando el Padre explicaba la compasion, solía contar un acontecimiento en la vida
del famoso escritor ruso Dostojewski: “Condenado a muerte, está ya en el patíbulo.
Ha llegado el último momento. Abajo, entorno al patíbulo, ve una masa movediza de
pueblo y sobre él, el cielo azul. En ese momento, se desprende de él todo lo terreno.
Vive en la eternidad. Pero antes de morir, le llega el indulto. Su alma padece un
sufrimiento sin nombre; tiene una visión nueva y única del hombre: Todos ellos
están seducidos, son todos ovejas sin pastor. Lo que se mueve y arde en sus
corazones, no es culpa de ellos. Otros son los culpables. Y entonces la visión interior:
Todos los hombres sufren, todos necesitan compasión, necesitan amor. Por eso la
convicción íntima: Hermano, no podrás hacer nada por lo cual yo cese de amarte. Y
Dostojewski cambió su vida a partir de esta visión” (Que surja, 124s., SVD 234s.).
Esta compasion es sentir como propia la realidad del otro para llegar a un “estar en el
otro, con el otro y para el otro”. Es sufrir con las penas, las preocupaciones y los
sufrimientos del hermano para compartirlos. Pero es tambien gozar con las alegrías, la
felicidad y los exitos de el, para acrecentarlos. Exige un interesarme constante por los
demas, por sus seres queridos, por sus cosas, tambien las cosas pequenas, su salud, sus
anhelos, etc. Y, por otra parte, exige que yo haga participar a los hermanos en mis
inquietudes y preocupaciones.

2.2.6 Flexibilidad de espíritu


Es saber ver lo que hay de razonable y cierto en las opiniones del hermano, aunque uno
no lo haya comprendido en seguida. Y despues es reconocer sin envidia que las ideas de
el son mas acertadas. Esta flexibilidad nos ayuda a mirar con respeto las opiniones y
juicios de los demas, aun cuando sean distintos o contrarios a los nuestros. Nos hace ver
que estas diferencias entre nosotros despiertan vida y enriquecen y robustecen la
comunidad. No a todos nosotros nos resulta muy facil esta virtud. Creo que nos falta mas
humildad y mas objetividad.

2.2.7 Magnanimidad
Es la bondad del corazon que en todo momento hace lo mas posible para ser util y
complaciente para con los hermanos. El Padre hablo mucho de esa magnanimidad, de
ese amor servicial y generoso. Y tambien nos dio el ejemplo, p.ej. cuando dice en el Acta
de prefundacion: “Me pongo enteramente a su disposición, con todo lo que soy y tengo; con
mi saber y mi ignorancia, con mi poder y mi impotencia, pero, por sobre todo, les pertenece
mi corazón” (N 4). Tambien la Santificacion de la vida diaria nos explica que “el verdadero
amor se siente infeliz cuando no puede ser útil, remediar, consolar, prodigar” (243).
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Tendríamos que preguntarnos permanentemente: ¿como puedo servirles a mis


hermanos? ¿Como puedo manifestarles mi grandeza de corazon en concreto? El Ideal
Personal de Jose Engling tendría que ser el lema de todos nosotros: Omnibus omnia, ser
todo para todos. Y los que han de vivir la magnanimidad servicial en primer lugar, son
los jefes: “no he venido a ser servido, sino a servir” (Mt 20,28), les dice el Senor.
Queridos hermanos, en la primera charla hablamos del santo social. Ahora podríamos
agregar otro aspecto de la santidad a la cual hemos de aspirar: el santo de la vida
comunitaria, el santo de las “pequeñas virtudes”.
Quisiera terminar esta charla con unas palabras del Padre Fundador. En una de sus
jornadas de dirigentes, la semana de octubre del ano 1947 (Semana de Alianza) nos dice:
“Nuestra Alianza tiene también fuerza formadora de comunidad. Crea espíritu de
comunidad y forma la comunidad. Para nosotros lo más importante es el espíritu de
comunidad y su cultivo... Espíritu de comunidad es un profundo espíritu de responsabilidad.
Responsabilidad ante la Mater, responsabilidad el uno ante el otro y el uno por el otro... El
núcleo del espíritu de comunidad es, entonces, la conciencia de responsabilidad anclada
sobrenaturalmente y, como fruto de la Alianza de amor” (13)

Otras PEQUEÑAS VIRTUDES

La Afabilidad
La afabilidad es la virtud que nos impulsa “a poner en nuestras palabras y acciones
exteriores cuanto pueda contribuir a hacer amable y placentero el trato con nuestros
semejantes” (1)
Es una virtud social por excelencia y una de las más exquisitas muestra de un espíritu
cristiano, que ayuda mucho a la agradable y sana convivencia en todos los ámbitos,
haciendo agradable, suave, ameno, fácil y dulce el trato y la conversación.
El hombre es un ser sociable por naturaleza. Todos y cada uno estamos obligados a
tratar de ser afables con quienes nos rodean, salvo en el caso de que sea útil corregir y
amonestar a alguno de ellos. En ese caso Santo Tomás nos dice que no
debemos mostrarnos afables con quienes pecan continuamente tratando de serles
agradables y mostrarnos condescendientes con sus vicios, porque los confundiremos y
les daremos ánimo para continuar pecando.
Pero en general es necesario y conveniente que exista entre los hombres, tanto en sus
palabras como en sus obras, un comportamiento como es debido. Este buen trato, afable,
exige autodominio, tacto, (para callarnos lo que puede herir gratuitamente sin hacer el
bien a nadie), y tratar de pronunciar las palabras que resulten más convenientes y
adecuadas para cada circunstancia. Muchas veces un simple saludo, una sonrisa, una
palabra de aliento o un gesto amable puede alegrar el corazón de una persona y
levantarle el ánimo.
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La afabilidad ordena las relaciones de los hombres con sus semejantes, tanto en los
hechos como en las palabras, contribuyendo a hacer la vida más agradable a quienes
vemos todos los días. Una persona afable sonreirá y generará un trato fácil, cálido,
cordial, indulgente con las faltas del prójimo, paciente, afectuoso y amable,
especialmente en las conversaciones, tratando de agradar, ya que a veces las respuestas
cortantes, ásperas y los silencios prolongados producen un ambiente cortante y distante,
que no ayuda a proseguir el diálogo para ninguna de las dos partes.
La conversación afable no es hablar frivolidades para quedar bien, (que es espíritu
mundano y no es virtuoso), sino hablar de lo verdadero con buenas maneras, con
naturalidad, con calidez, con sencillez, que no es lo mismo. Se debe tratar de hacer
comprender la verdad y corregir siempre con dulzura y afabilidad para predisponer al
otro a ser corregido y a aceptarlo.

El elogio oportuno
El elogio oportuno, el ponderar adecuadamente a una persona por un trabajo o una
virtud que haya demostrado es muestra de afabilidad y estimula al bien, siempre y
cuando la alabanza pretenda contentar y ser motivo de aliento para continuar en las
buenas obras. Es bueno y justo esforzarse en destacar lo que otros han hecho bien,
(como dejar el cuarto ordenado, ayudar a un ciego a cruzar la calle, cederle el asiento a
una embarazada, ponerle buena cara a la prima que no se soporta o dejar pasar primero
a una señora mayor), porque además de estimular al otro lo predispone a aceptar una
crítica constructiva.
El espíritu afable y de dulzura es el espíritu de Dios.

Dulzura
La dulzura es una de las llamadas “pequeñas” virtudes que contribuyen a que nuestro
trato y convivencia sea amable, afable y delicado hacia los demás, virtud que también
debemos aplicárnosla a nosotros mismos. Esta pequeña virtud en la convivencia diaria
se agiganta porque el trato se suaviza armoniosamente. Hay en nosotros un poder de
irritación y de reacción que nos permite luchar contra los obstáculos reaccionando
contra los males presentes. Esta pasión en sí misma no es mala, pero rápidamente se
desordena si nos enojamos por cosas de poca importancia o que no valen la pena. Nace
entonces en nuestra alma un pequeño deseo de venganza.
Cuando alguien nos ha contrariado o herido, sufrimos, y porque sufrimos guardamos en
el fondo de nuestro corazón un deseo, (aunque secreto), de devolverle lo mismo en la
primera oportunidad, olvidando aquello de que una gota de miel puede hacer lo que no
hace una tinaja de vinagre. Si bien es razonable que cuando cometemos una falta nos
aflijamos o nos entristezcamos, sin embargo, hemos de procurar no ser víctimas de un
mal humor desagradable y triste, despechado y colérico. Hay que sentir indignación por
el mal y estar resuelto a no transigir con él, pero hay que tratar de
convivir dulcemente con nosotros mismos y afablemente con el prójimo.
Los defectos que se oponen a la dulzura son la impaciencia y el mal humor, la excesiva
severidad, la adulación o lisonja y el espíritu de contradicción.
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La impaciencia y el malhumor lo demostraremos cuando contrarían nuestro juicio u


opinión y entonces mostraremos nuestra pequeña cólera. Puede ser un simple gusto, un
programa, una elección en la televisión, pero enseguida mostramos nuestro descontento
con gestos, miradas agrias o enojadas, movimientos de hombros despectivos o
levantando la voz. Aquí la dulzura debiera intervenir para paralizar el apetito irascible e
impedir que salga afuera.
Un alma no disciplinada no puede tener paz. Según los temperamentos es más o menos
difícil, pero esos movimientos tumultuosos del alma deben ser dominados por largos y
pacientes esfuerzos. Hemos de comportarnos de manera tal que las personas amen
nuestra conversación y estar en nuestra compañía por el ambiente agradable que
generamos. Aristóteles ya decía que “nadie puede aguantar un solo día de trato con un
triste o con una persona desagradable”.
San Francisco de Sales era desde su juventud hombre de carácter muy irascible. Es por
eso que en su biografía, es una constante la lucha ascética para lograr el autodominio. Se
cuenta que cuando murió, al realizarle la autopsia, le encontraron el hígado endurecido
como una piedra. Esto probablemente sería causado por la enorme violencia que se hizo
este hombre de fuerte carácter para dominar su natural, propenso fácilmente a la ira,
contenerse, y hacerse para con los demás dulce, afable, amable, delicado y bondadoso en
el trato, cuando le sobraban motivos para no serlo.
Y en un caso más sencillo contaremos la historia de un joven que tenía muy mal carácter.
Un día su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la
paciencia y se violentara contra el prójimo debería clavar un clavo detrás de una puerta.
El primer día el muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta. A medida que aprendía a
controlar su temperamento y a modelar su carácter clavaba cada vez menos clavos.
Después descubrió que era más fácil controlar su mal carácter que clavar clavos detrás
de la puerta. Llegó un día en que pudo controlarse y así se lo informó a su padre. Su
padre le sugirió entonces que retirara un clavo cada día que sintiera dominio total sobre
sí. Pasados los días no quedaron más clavos en la puerta y así se lo informó. Entonces el
padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta diciéndole: “Has trabajado duro hijo
mío, pero mira estos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que tú te
descontrolas contra alguien dejas cicatrices exactamente como las que ves aquí. Tú
puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero del modo en que se lo digas tal vez lo
desbastarás y la cicatriz perdurará para siempre. Una ofensa verbal es tan dañina como
una ofensa física. Ten la imagen de esta puerta siempre presente”.
Hoy está comprobada la enorme influencia que tienen los problemas psicológicos y
espirituales en la salud. Se lo llama “somatizar”. Problemas de piel, úlceras, causados por
stress y disgustos, diabetes por temas nerviosos, canceres por grandes violencias
morales etc. Responde a que somos una unidad sustancial de cuerpo y alma. Repetimos
por lo claras las palabras de aquel catedrático de Medicina que le dijo a sus alumnos el
primer día de clase: “Lo esencial en el hombre es el alma, pero tiene un cuerpo”.
Santo Tomás ya lo planteaba en el siglo XIII en la Suma en el “Tratado de la Tristeza”,
donde recomienda al que está triste: darle cierta satisfacción a los sentidos (como darse
un buen baño caliente, ponerse ropas suaves y confortables, comer algo agradable) y, lo
más importante: descargar el corazón contando “las cuitas”, (o penas), a algún amigo.
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La excesiva severidad se demostrará en los gestos destemplados, en los juicios severos y


cortantes, en el tono de voz terminante, en la falta de flexibilidad para contemplar los
temas de interés de los demás, en no tener en cuenta los gustos, los problemas, las
debilidades, las preocupaciones y los intereses del prójimo.
Pero el exceso de elogios es la adulación o lisonja, que generalmente pretende conseguir
ventajas basándose en lisonjas excesivas y desordenadas, y en cuya raíz siempre hay
hipocresía, interés y doblez. El adulador generalmente se desborda y miente porque no
busca la verdad sino la conveniencia.
El espíritu de contradicción estará siempre en actitud de contradecir al prójimo, con
motivo o sin él, generando discusiones inútiles e interminables, lo que genera mucho
malestar en todas las reuniones e impide la sana convivencia y la armonía. El espíritu de
contradicción corta todos y cada uno de los inicios de diálogo y de las conversaciones,
genera mal clima, rompe la armonía entre las personas, las lleva a discutir por horas
interminables sin llegar a ninguna conclusión.
Habitualmente destruye todas las posibilidades de hablar temas serios, interesantes o
simplemente familiares, porque no se busca la verdad en cada tema sino el simple
enfrentamiento inmaduro, caprichoso, la dialéctica o ser el centro de atención. Hay gente
que hace de esto un deporte intelectual en todas las reuniones, pero no dimensionan ni
toman conciencia de que rompen y frustran interminables encuentros entre familiares y
amigos, muchas veces irrepetibles.

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