Etica y Cibercultura
Etica y Cibercultura
Etica y Cibercultura
Anales de antropologa / Instituto de Investigaciones Histricas. -- Mxico : UNAM, Instituto de Investigaciones Histricas, 1964v. Anual Fundador: Juan Comas Vol. 1 (1964)Editor vara: Vol. 11 (1974)- , UNAM, Instituto de Investigaciones Antropolgicas ISSN 0185-1225 1. Antropologa Publicaciones peridicas. I. Universidad Nacional Autnoma de Mxico. Instituto de Investigaciones Histricas. II. Universidad Nacional Autnoma de Mxico. Instituto de Investigaciones Antropolgicas. 301-scdd20 Biblioteca Nacional de Mxico
Anales de Antropologa, vol. 41-I, 2007, es editada por el Instituto de Investigaciones Antropolgicas de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico. Ciudad Universitaria, 04510, Mxico, D.F. ISSN: 0185-1225. Certificado de licitud de ttulo (en trmite), Certificado de licitud de contenido (en trmite), reserva al ttulo de Derechos de Autor 04-2002-111910213800-102.
Se termin de imprimir en noviembre de 2008, en Desarrollo Grfico Editorial, S.A. de C.V., Mxico, D.F. La edicin consta de 500 ejemplares en papel cultural de 90g; responsable de la obra: Mario Castillo; la composicin fue hecha por Martha Elba Gonzlez en el iia; en ella se emplearon tipos Tiasco y Futura de 8, 9, 11 y 12 puntos. La correccin de estilo estuvo a cargo de Adriana Inchustegui; la edicin estuvo al cuidado de Ada Ligia Torres y Hlida De Sales. Diseo de portada: Martha Gonzlez, bordado de la regin de Cuetzalan, Puebla. Adquisicin de ejemplares: librera del Instituto de Investigaciones Antropolgicas, unam, Circuito Exterior s/n, Ciudad Universitaria, C.P. 04510, Mxico, D.F., tel. 5622-9654, e-mail: [email protected]
tIca y cIbercultura
Tania Hlne Campos Thomas
Posgrado ffyl-unam
en El relato digital: hacia un nuevo arte narrativo, Jaime alejandro rodrguez (2006) asegura que el trmino cibercultura es utilizado para agrupar una serie de fenmenos culturales contemporneos, ligados al profundo impacto que ejercen en la actualidad las tecnologas digitales de la informacin y la comunicacin sobre aspectos primordiales para nuestra vida en sociedad. en efecto, la nueva era de la virtualidad ha ido modificado de manera vertiginosa, y yo dira estructural, la forma en que concebimos el espacio, el tiempo, el cuerpo, la identidad; en suma, al ser humano y a sus relaciones sociales. Por su parte, la tica, definida como teora del comportamiento moral de los hombres (Garca Sierra, 2006), es uno de los mbitos que mayormente se ha visto cuestionado con la emergencia de estas nuevas maneras de entender nuestros contextos. cmo establecer lo aceptable o lo que deja de serlo en un mundo que ya no se rige por las fronteras antes instauradas?, cul es la forma correcta de ubicarnos en el interior de espacios que, lejos de estar claramente limitados, invitan a trascender las distancias y los territorios?, qu es lo que hoy da nos identifica como miembros de comunidades que son partcipes de realidades construidas a voluntad, a veces incluso prescindiendo de los referentes materiales (hasta hace no mucho tiempo indispensables para considerar que algo efectivamente exista), como sucede con la llamada realidad virtual? cuestionamientos como los anteriores, revelan que las ciencias sociales y las humanidades se encuentran ante un reto de enorme magnitud, pues para brindar respuestas plausibles a los mismos, ser necesario primero modificar las herramientas conceptuales con las que hasta ahora contbamos. esto ltimo implica la propuesta de contenidos nuevos para trminos tan primordiales como lo son comunidad, sujeto, contexto, sociedad, comunicacin y cultura. es decir, habr que repensar de forma seria y en trminos epistemolgicos las bases en que descansa prcticamente todo nuestro corpus terico-metodolgico. Sin duda, en el debate que al respecto ya ocupa a algunos acadmicos, la tica se constituye como el eje a partir del cual
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es posible tomar diversas posturas frente a una realidad que, a pesar de haber sido configurada por los seres humanos, los rebasa profusamente. lo que est en juego aqu no es un asunto menor. Se trata de poner en entredicho, nada ms y nada menos, que el presupuesto de objetividad segn el cual existe una realidad ontolgica, configurada fuera de los sujeto cognoscentes (Ibaez, 1985). la cibercultura y sus productos muestran de manera contundente, que el paradigma hegemnico al que hemos suscrito por dcadas nuestro saber cientfico debe cambiar. los avances tecnolgicos, aquellos que han sido vistos como una amenaza inminente para nuestro humanismo, de forma por dems irnica son hoy da los responsables de que algunos autores pugnen abiertamente por el retorno del sujeto a la escena social (Gimnez, 1996; Ibez, 1994). es cierto que existen preocupaciones vlidas y bien fundamentadas en torno, por ejemplo, a los efectos psicolgico-emocionales que trae consigo la utilizacin de estas nuevas formas de comunicacin (Gubern, 2000), o a las consecuencias que su apogeo traer para otros mbitos socioculturales como la literatura (birkerts, 1999; Kernan, 1996). Pero tambin es verdad que hay quienes encuentran en los avances tecnolgicos la posibilidad de conformar sociedades ms tolerantes e incluyentes, donde se despliega enormemente la creatividad humana (lvy, 1998). algunas personas incluso aseguran que, mediante estas tecnologas, pronto ser posible refrendarnos como seres espirituales, rescatando nuestra verdadera esencia en la medida en que nos libramos de la carne, de los cuerpos que nos apresan y limitan, que nos distinguen, que nos marcan social y culturalmente como diferentes.1 Derrick de Kerkchove (1998) considera la cibercultura como la tercera era de la comunicacin (despus de las de la oralidad y de la escritura). en ella, afirma el autor, se ha configurado un lenguaje ms universal que el alfabeto. Se trata del lenguaje digital que posee tres caractersticas esenciales: la interactividad, la hipertextualidad y la conectividad. la interactividad es la relacin que se entabla, ya no entre dos individuos, sino entre la persona y el entorno digital que le conecta con otros seres humanos. la hipertextualidad refiere al acceso interactivo a cualquier cosa desde cualquier parte, lo que, como seala rodrguez (2000), modifica de manera cardinal los dominios tradicionales del suministro de contenidos y permite reconfigurar los antiguos modos de produccin. Por ltimo, la conectividad est estrechamente relacionada con la necesidad (deseo) inherente a nuestra especie de interactuar, de colaborar, de formar parte de los colectivos que nos suministran
1 Me refiero a los adeptos de organizaciones como la de los extropians, quienes promueven el transhumanismo, doctrina segn la cual nos depara un futuro tecnolgico brillante, donde la enfermedad, la vejez y la muerte sern abolidas y podremos ser eternos bajo formas de existencia totalmente distintas a las que hoy da podemos siquiera imaginar (www.extropy.org).
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elementos esenciales para conformarnos identitariamente: con la internet y el descubrimiento de la banda ancha, por ejemplo, es posible estar en todo momento on line, es decir, en contacto directo con los dems. con base en las tres caractersticas antes enunciadas, es posible empezar a preguntarse por los lineamientos ticos que la cibercultura, provista de vastedad en todo sentido, inevitablemente confronta. Pero antes es imprescindible abordar algunas cuestiones en torno a la tica, la cual entendemos grosso modo como la ciencia de la conducta. No obstante la anterior definicin, existen al menos dos forma de concebir este campo de conocimiento: por un lado, como la teora del fin al que debe dirigirse la conducta de los hombres y de los medios para lograr tal fin y derivar, tanto el fin como los medios de la naturaleza del hombre y, por otra parte, como la ciencia del impulso de la conducta humana [] con vistas a dirigir o disciplinar la conducta misma (abbagnano, 1999: 466-467).2 la diferencia crucial entre ambas concepciones radica en que la primera se interesa por el ideal (y, en consecuencia, la naturaleza, esencia o sustancia del hombre), mientras que a la segunda conciernen los motivos (el mvil, las causas de la conducta humana y las fuerzas que la determinan). aunque aparentemente estas dos maneras de comprender la tica se entrelazan, cada una responde a mbitos por completo divergentes. la nocin del bien que subyace forzosamente a cualquier discusin en torno a la moral (objeto de estudio de esta ciencia) lo demuestra claramente: con la perspectiva de la tica del fin, el bien es entendido como realidad perfecta o perfeccin real, mientras que para la tica de los motivos ste es considerado como objeto de apetencia. en otras palabras:
cuando se afirma que el bien es la felicidad, la palabra bien tiene un significado por entero diferente al que adquiere en la afirmacin el bien es el placer. la primera asercin (en el sentido en que se hizo desde aristteles hasta Santo toms, por ejemplo), significa [que] la felicidad es el fin de la conducta humana [], en tanto que la segunda asercin [denota que] el placer es el mvil habitual y constante de la conducta humana (abbagnano, 1999: 467).
Sin ahondar demasiado en una discusin que se aleja significativamente de los objetivos perseguidos por este escrito, es necesario sealar tambin que cualquier pensamiento de tipo tico est determinado, en primera instancia, por la valoracin de la conducta a la que se hace referencia. es decir, la tica requiere invariable y forzosamente de que exista a priori una concepcin de lo que es moral, determinando para ello una serie de valores segn los cuales son calificados los hechos a los que nos avocamos. los contenidos de todos los trminos hasta aqu mencionados
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varan significativamente, segn las diversas pocas en la cuales han sido motivo de acalorados debates. as, por ejemplo, Platn propuso comprender las virtudes como funciones del alma (Repblica) y al bien como resultado de la mezcla equilibrada de inteligencia y placer (Filebo), mientras que aristteles determina la felicidad (provista mediante la naturaleza racional que nos distingue del resto de los animales) como fin de la conducta humana, siendo las virtudes condicin inalienable para la consecucin de dicha felicidad. Para Santo toms, en la edad Media, Dios es el ltimo fin del hombre y los neoplatnicos de la filosofa moderna insisten en lo innato de las ideas morales. con el romanticismo llega la forma ms radical de esta ltima concepcin de la tica y Fichte pugna por que toda la doctrina moral se deduzca de la determinacin de s mismo del yo. Para Hegel el fin de la conducta humana es el estado: Dios realizado en el mundo. rosmini, por su parte, identifica al bien con el ser al que hay que amar dondequiera que se lo conozca, segn el orden que presenta a la inteligencia y bergson distingue la moral cerrada (concerniente a los instintos y cuya finalidad es conservar a las sociedades) de la moral abierta, que es la de los profetas, de los innovadores, de los msticos y de los santos; es la moral del movimiento, una moral que, fundada en la emocin, es un impulso de renovacin coincidente con el mismo arranque creador de la vida (abbagnano, 1999: 465-476). ante la abrupta emergencia de una nueva era que, como todo cambio de poca, implica modificaciones importantes en nuestra forma de pensar y de vivir el mundo, no sorprende que los valores, la moral, y por ende las concepciones ticas de las que nos hemos servido en las ltimas dcadas para regir nuestra vida en sociedad, estn siendo trastocados. las mutaciones que al respecto se allegan no pueden pasar inadvertidas para quienes nos dedicamos al estudio de la cultura en cualquiera de sus formas. an ms, todas estas variaciones nos urgen a investigar, entiendo esta labor segn el sentido que imprime a la misma uno de los vocablos que le es afn: vstigo, acto predatorio donde el cazador concibe a la presa antes de seguir su rastro. as pues, deberemos ser capaces de imaginar posibles rutas que nos conduzcan hasta los territorios ms ntimos de la cibercultura. es evidente que en este ensayo no podra agotar un tema cuya complejidad y dimensiones sobrepasan por mucho los objetivos que aqu persigo. a lo sumo, la propuesta se limita al esbozo de algunas ideas generales concernientes a las tres caractersticas de la cibercultura que fueron mencionadas en prrafos anteriores, a saber, la interactividad, la hipertextualidad y la conectividad. la finalidad es provocar (en la ms inofensiva acepcin de la palabra), estimular la discusin en torno a una serie de problemticas que, como se ha dicho, involucran de manera medular a la tica con sus mltiples concepciones.
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la interactividad, decamos antes, se refiere a la relacin que establece un individuo con el entorno digital que le permite acceder a otra persona la cual, a su vez, est vinculada del mismo modo (mediante el hardware que posibilita su interaccin con el primero). No cabe la menor duda de que estamos frente a un tipo de comunicacin humana totalmente distinta de las que le han precedido (la oralidad y la escritura). Quiz la principal diferencia radique en el contexto donde (y a travs del cual) se desarrolla, por ejemplo, una conversacin (chat). es decir, en este caso lo que sucede es que el entorno, no slo cumple su funcin como espacio donde algo acontece, sino que dicho acontecimiento slo puede tener lugar siendo mediado por el entorno mismo. entre las mltiples implicaciones ticas que tiene esta primera caracterstica de la cibercultura, hay que destacar que, a diferencia de lo que ha sucedido con el habla y la escritura, el lenguaje digital tiene dueos. al menos as lo aseguran transnacionales como Microsoft cuando intentan patentar, entre otras cosas, el formato oficce open xlm. Dicha iniciativa genera actualmente acalorados debates entre los cibernautas quienes, con razn dira yo, se preguntan si es legtimo o no otorgar estndares de calidad a compaas que buscan monopolizar las nuevas formas en que los seres humanos se comunican. con tal fin, los movimientos activistas de la red, utilizando los mismos medios tecnolgicos, han puesto en marcha una campaa que pretende alertar a los organismos de estandarizacin sobre la situacin antes planteada (ver www.openxlm.info).3 en lo que corresponde a la hipertextualidad (el acceso a cualquier cosa desde cualquier parte), cabra preguntarnos sobre la falta de lmites que ello supone. esta caracterstica reviste al mundo de la cibercultura de grandes cualidades; potencia en primera instancia la capacidad creativa de los seres humanos, en la medida en que podemos acceder a contenidos mltiples y relacionarnos va Internet con otras personas interesadas en las mismas cosas. ello ha dado lugar a organizaciones sumamente diversas (desde grupos de acadmicos que discuten sobre los ms variados temas, hasta adeptos de diversas religiones, pasando por la creacin de comunidades como myspace o hi5 que se conforman como sitios de encuentro para personas de todo tipo). Sin embargo esta capacidad de relacionarse casi sin medida, es igualmente aplicable para gente dedicada a actividades consideradas en la mayor parte de nuestras sociedades como ilcitas (redes de pederastas, miembros del narcotrfico, venta ilegal de todo tipo de objetos y documentos, etctera). tambin se usa la red, lo mismo para integrar grupos de apoyo a individuos que desean resolver problemas como el alcoholismo (www.aa.org.mx) o la code3 el problema de la propiedad intelectual en la red ha sido ampliamente abordado por roberto Feltrero oreja (2003).
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pendencia (www.adicciones.org.mx/alanon), que para conectar a adolescentes anorxicos y bulmicos, quienes se intercambian consejos para engaar a padres y profesores sobre sus trastornos alimentarios (www.foroanaymia.blogdiario. com). en este sentido, como bien apunta Pierre lvy (1998), la cibercultura no es buena ni mala per se; son sus productos los que, en todo caso, podramos calificar haciendo uso de estos juicios de valor. as, las nuevas tecnologas son amorales y, por tanto, ticamente neutrales: salvan vidas, tanto como las destruyen; devuelven la autoestima a seres humanos marcados por defectos fsicos o problemas psicolgicos, de igual manera que son capaces de generar estos ltimos en algunos individuos; integran como parte de sociedades ms plurales a quienes las nuestras marginan (viejos, enfermos, discapacitados) y llevan al aislamiento del mundo real a aquellos que, por diversas circunstancias, prefieren vivir una segunda vida encarnados en su avatar.4 la conectividad es quiz la caracterstica de la cibercultura que ms se preste a analizar los lmites de la tica en esta nueva era vasta y compleja. como se explic en la primera parte del texto, la conectividad se ancla en el deseo de pertenencia y de colaboracin inherente a nuestra especie. Siguiendo nuestros impulsos (y aqu pienso en la tica de los motivos), los seres humanos que tienen los recursos para hacerlo no dudan en ampliar su mbito de accin, extendindose y abriendo rutas de acceso a su privacidad que antes eran inimaginables. estar todo el tiempo on line significa, si no mantenerse disponible para los dems en cualquier circunstancia (hay, por decirlo de algn modo, reglas de etiqueta entre los usuarios que, supuestamente, impiden la comunicacin cuando sta no es deseada: ausente, volver enseguida, no disponible, al telfono, sal a comer, etctera) s, la posibilidad de estar siempre presente, al alcance de quienes nos requieran para cualquier cosa, en cualquier momento. No slo eso, la conectividad tambin permite, al menos en potencia, establecer contacto con gente que no hubiramos conocido de ninguna otra manera; personas que no tendran acceso a nosotros, si no fuera porque entre ambos existe un espacio comn (el entorno digital) que, sin embargo, es al mismo tiempo una barrera (si no lo deseo, no habr mayor relacin que la que se entabla por medio de Internet). De igual forma, las nuevas tecnologas son utilizadas para mostrar, para poner ante los ojos de los dems partes de nuestra vida y de las crticas que tenemos sobre la sociedad que no exhibiramos sin contar con la proteccin de la cual nos provee
4 el trmino avatar es utilizado por los cibernautas para designar al diseo de clones virtuales que los representan (o son ellos, segn aseguran los usuarios de estos sitios) en mundos virtuales que se alojan en sites como el de Second life (www.secondlife.com).
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la ambigedad de la red o que, simplemente, no podramos ensear sin la ayuda de seales digitales que masifican (globalizan) los acontecimientos. Para ejemplificar esto ltimo pensemos en la propuesta de orlan, artista del perfomance y de la multimedia nacida en Francia en 1947. como lo explica araceli Ziga (2005), orlan se da vida, a travs de transformaciones performticas donde su cuerpo es el espacio vital y entraable para modelar(se), para reensamblar(se), para reconstruir(se), para disear(se) en libre albedro, en contra de las imposiciones estticas con que la sociedad de consumo nos tortura a las mujeres, a travs de procesos dolorosos y humillantes que atentan contra nuestra salud fsica y mental. as, gracias a las mltiples cirugas a las que se ha sometido, orlan tiene la frente de la Gioconda, los ojos de la Psique de Grard, la boca de la europa de boucher, la barbilla de la Venus de botticelli y la nariz de una Diana de la escuela de Fontainebleau. orlan modifica su cuerpo a voluntad, tratando de despojarlo de la alienacin y obsolescencia que ella misma atribuye a nuestra dimensin carnal: Nuestros cuerpos han sido alienados por la religin, por el trabajo, por el deporte e incluso por la sexualidad, y han sido formateados en funcin de unos modelos prefijados. yo obtengo seres hbridos, cuerpos mutantes, posibles apariencias de civilizaciones que no poseen las mismas ideas preconcebidas que nosotros. en mi opinin, el cuerpo se ha quedado obsoleto, no ha podido adaptarse al ritmo de los acontecimientos (en Ziga, 2005). Pero, como si con ello no bastara, esta artista ha grabado en video desde hace varias dcadas las operaciones a las que se somete, haciendo de estas intervenciones quirrgicas instalaciones musicalizadas donde la poesa tambin tiene lugar. en los ltimos tiempos, orlan se expone a los ojos de quien quiera verla en el quirfano en tiempo real, utilizando para ello cmaras web cuyas imgenes son enviadas a sitios especficos en la Internet. cuando a esta mujer (de profesin mutante, segn sus propias palabras), es cuestionada sobre la legitimidad moral de sus actos (es vlido exponer como algo esttico la violencia que infringe a su cuerpo?, acaso sus obras no nos colocan en un terreno parecido al de la polmica que suscita la delgada lnea que separa al erotismo de la pornografa?), contesta enojada: de ninguna manera, en mis performances hay mucha poesa, lo dicen los mejores crticos, yo armo una mise en scene bellsima, la msica est muy cuidadosamente elegida, el vestuario, las lecturas durante la operacin, todo es muy elaborado. lo que ocurre es que mi trasgresin es brutal, es revolucionaria, es totalmente radical y eso no es fcil que lo entiendan todos. yo confo en el dictamen del prximo siglo, de todos modos yo nunca producira un arte que sea aceptado sin cuestionamientos, porque slo creo en un arte radical y absoluto (Velsquez, 2005: 173).
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Pero orlan pone en entredicho mucho ms que el estatuto original del cuerpo o la validez que socialmente brindamos al hecho de exponerlo herido y mutilado. con su propuesta, esta artista vive (habra que preguntarse si intencionalmente o no) de una manera radical la moral abierta que bergson celebra: la de los profetas, de los innovadores, de los msticos y de los santos, la moral del movimiento que, fundada en la emocin, es un impulso de renovacin coincidente con el mismo arranque creador de la vida (abbagnano, 1999: 465-476). en suma, la cibercultura es, adems de medio y comunicacin, un territorio habitado, entre muchos otros, por aquellos que se proponen dejar de ser creacin para convertirse en creadores. en este sentido, es precisamente la tica (esta vez entendida como fin) la que posibilita al ser humano inventar y construir en rubros que antes nos estaban vetados, pues pertenecan al mbito exclusivo de lo divino: el hombre, la realidad y el universo. RefeRencias
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