Conclusiones Analíticas 6
Conclusiones Analíticas 6
Conclusiones Analíticas 6
Conclusiones
Analíticas
Año 6 | Número 6 | 2020
Cátedra Libre Jacques Lacan
DOSSIER
Agresividades
Orden Social
y Singularidad
ISNN 2362-5732
psicología
Revista Conclusiones Analíticas
Director
Christian Ríos
Compilador
Camilo Cazalla
Equipo de redacción
Ignacio Funes- Camilo Cazalla- Agustín Barandiarán- María
Constanza Gascón- Griselda Lozano- Silvia Ávila- Carlos Jurado
Asesores
Claudio Godoy - Luis Salamone
Corresponsales
Lucio Covatti (Comodoro Rivadavia)- Mariana Santoni
(Mendoza)- Gustavo Castillo- (Neuquén)- Elvira Dianno (Santa
Fe)- Jorge Assef (Córdoba)- Claudia Maya (Trenque Lauquen)-
Patricia Mora (Tandil)- Diego Dortoni (Junín- Chacabuco)
Autores
Agustín Barandiarán- Camilo Cazalla- Carlos Jurado-
Carlos Rossi- Christian Rios- Christian Roy Birch- Dalila
Arpin- Darío Galante- Eduardo Suarez- Héctor García
Frutos- Leonardo Gorostiza- Lito Matusevich- Luis
Salamone- Miquel Bassols- Manuel Carrasco Quintana-
Mariana Santoni- Patricia Moraga- Paula Tomassoni- Raquel
Cors Ulloa- Verónica Di Batista
Ilsutraciones
Camilo Cazalla- Sara Cazalla- Pablo Motta
ISSN 2362-5732
Revista Conclusiones Analíticas
Dossier: Agresividades- Orden Social y Singularidad
Prólogo..........................................................................................9
CITAS Y COMENTARIOS.......................................................63
TOXICOMANÍA........................................................................70
GOCES Y LAZOS......................................................................83
¿Parejas extraordinarias?............................................................88
Dalila Arpin
Política de seres hablantes.........................................................99
Patricia Moraga
Extimidad y masoquismo............................................................103
Manuel Carrasco Quintana
LITERATURA ...............................................................................125
Prólogo
Christian Ríos
Bibliografía
Eduardo Suárez
Introducción
La hilflosigkeit
La cicatriz
La investigación clínica
El analista suele servirse del nombre del padre para intervenir sobre
la violencia, pero, como es fuerte la tentación, vale recordar la adver-
tencia de Miller a propósito de ella “no somos guardianes del orden
público” (2007).
La hilflosigkeit nos conduce más allá del padre y nos lleva a centrar-
nos en la eficacia de la palabra que vacía el sentido y en la invención del
lazo denegado por la estructura de discurso.
Si vale la paráfrasis, ser guardianes entonces, pero de la operación
del sínthoma.
Bibliografía
Bibliografía
Freud, Sigmund. (1979). “El porqué de la guerra” pp. 179- 180. En,
Obra Completas, Tomo XXII. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Lacan, Jacques. (2002). “La agresividad en psicoanálisis” 94- 116. En,
Escritos 1. Buenos Aires: Siglo XXI.
Miller, Jacques-Alain. (2010). Extimidad. Buenos Aires: Paidós.
Shone, Tom. (2018). Tarantino, una retrospectiva. Barcelona: Blume.
Tendlarz, Silvia. (1988). “Acerca del kakon”. En Silvia Elena Tendlarz.
Consultado el 30 de septiembre del 2019 en http://www.silviaele-
natendlarz.com/index.php?file=Articulos/Experiencia-analitica/
Acerca-del-Kakon.html
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Carlos Jurado
Bibliografía
Verónica Di Batista
Bibliografía
Mariana Santoni
Bibliografía
tiene una dimensión más abarcativa, donde podemos leer todo aquello
que vemos como pasajes al acto violentos que, precisamente, están en el
régimen donde se detiene la palabra. Si tomamos la formula de Lacan
del seminario sobre la lógica del fantasma, el pasaje al acto está en la
vertiente del “Yo no pienso”, y en esta perspectiva se continúa mante-
niendo una suerte de congruencia que nos dice que donde se detiene lo
simbólico, donde se suspende el pensamiento, tenemos el lugar propicio
para la emergencia de la agresividad y/o de la violencia.
un discurso permite a Joyce hacer algo con el goce que lo habita. Es esa
obra que hace que él sea verdaderamente un artista.
Ese hacer permite a él instalarse en un discurso, pero por fuera de él.
El nunca había sido universitario e instala su obra para que los univer-
sitarios se pongan a trabajar. No podemos decir que eso sea agresivo ni
violento, eso no mata a nadie, al contrario, ha despertado el entusiasmo
de miles de personas. Y él un poco sabemos que ha disfrutado doblemen-
te de esto. Por un lado, ha disfrutado que la universidad lo tome de esa
forma y por otro lado ha disfrutado porque él a medida que escribía…
él lo iba cantando. Podemos pensar que ahí hay dos satisfacciones que
para Joyce se ponen en juego.
Esto permite que un parletre pueda construirse un lazo social con
lo que Lacan llamó un escabel y que ese lazo social no pase por el otro.
Ese lazo social es sin Otro. Pienso que es el Otro, el Otro del discurso,
el Otro social, el Otro del inconsciente estructurado como un lenguaje
lo que tramita la violencia.
Si bien Joyce no se analizó, sin embargo, tenemos que pensar que
el análisis permite alcanzar esa posición que Joyce tuvo en la vida. El
discurso analítico, aunque es un discurso, un lazo social, sin embargo,
como Miller insiste, es el único discurso que puede ir en contra de sí
mismo. Y ese en contra de sí mismo Lacan lo plasma en el seminario
24 cuando plantea que hay que hacer un contrapsicoanálisis. Y más, en
la idea de un inconsciente real. Se trata de un inconsciente en el cual ya
no se puede convocar a ningún sentido. Digamos que el S1 aparece como
un significante sin sentido, pero, por ser un significante sin sentido, es
el colmo del sentido y es lo que hace que llame a otro significante para
que aparezca la dimensión del sentido y la significación.
En el esp de un laps, como lo presenta Lacan en su último escrito, el
significante que aparece ahí es un significante nuevo porque es un signifi-
cante que no convoca al sentido. Por eso Lacan dice que estamos seguros
de estar en el inconsciente real cuando ya no puede ser interpretado.
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Darío Galante
Esta cita nos invita a pensar toda una serie de identificaciones que se
observan con mayor claridad en la primera infancia pero que reproducen
infinidad de manifestaciones observadas en la vida adulta.
En esta etapa de la vida, en el momento en que el ser humano se
encuentra con un semejante, se pueden cotejar dos conductas.
Por un lado, en el niño, al ser captado por la imago, no se encuentran
signos de empatía (Einfuhlung) entre los semejantes. Por otro lado, el
comportamiento que prima en las reacciones emocionales es el del
transitivismo.
Se pueden desplegar a partir de esta observación una serie de situa-
ciones en las que el yo del sujeto queda capturado por la imagen del
semejante. Es importante entonces leer esta cita teniendo presentes los
desarrollos de Lacan sobre el estadio del espejo.
El registro imaginario funciona obturando el registro simbólico.
Lacan precisa que, debido a la ambivalencia estructural, las oposiciones
simbólicas de la dialéctica intersubjetiva son abolidas por la imago.
En principio el adulto, a diferencia del niño, posee capacidades de-
ductivas. Sin embargo, lo que prima a la hora de decodificar la conducta
del otro es más bien la primacía del fantasma y no un razonamiento
desapasionado.
Por lo general, lo que la gente opina de lo que al otro le pasa es una
“deducción” a partir de su propio fantasma.
Al anteponer la captación imaginaria a la empatía, Lacan produce
una crítica a lo que sería una psicología de la interioridad. El Yo no
capta lo que el otro quiere o piensa. Se trata de una captura a nivel de
lo sensitivo. Se enfatiza de este modo la captura imaginaria del sujeto
por la unidad perceptiva.
Sin embargo, no puede haber unidad en el campo perceptivo sin el
Uno del significante. Alguna función de síntesis subjetiva tiene que ha-
ber para que el sujeto pueda experimentar a la imagen del espejo como
unitaria y en todo caso anteponer esa unidad fascinante al testimonio
fragmentado de la propia sensopercepción.
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De lo personal en lo político
Carlos Rossi
Agustín Barandiarán
Bibliografía
Miller, Jacques Alain. Laurent, Eric. (2005). El Otro que no existe y sus
comités de ética. Buenos Aires: Paidós.
Miller, Jacques. (2016). “El inconsciente y el cuerpo hablante”. En, EOL
online. Buenos Aires. Consultado el 10 de julio de 2019. https://
www.wapol.org/es/articulos/Template.html
Naparstek, Fabián. (2009). Introducción a la clínica con toxicomanías y
alcoholismo II, Buenos Aires: Grama.
Lacan, Jacques. (Inédito). “Clausura de las jornadas de carteles de la
EFP”.
Lacan, Jacques. (2006). El seminario, libro 20: Aún. Buenos Aires: Paid-
ós.
Miller, Jacques Alain. (2011). “Una Fantasía” pp. 37- 54. En, Punto
Cenit. Política, Religión y Psicoanálisis. Buenos Aires: Diva.
Miller, Jacques Alain. (2012). La fuga del sentido. Buenos Aires: Paidós.
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Camilo Cazalla
La substancia gozante
Bibliografía
El texto
hace el fondo de este estudio. Ellos nos enseñan, si los dejamos, como
se hace pareja desde el punto de vista psicoanalítico.
La investigación y la autora
¿Parejas extraordinarias?1
Dalila Arpin
¿Cuáles son las parejas famosas extraordinarias, esas que están fuera
de las normas? Estas parejas, ¿tienen diferencias significativas compa-
radas con las otras? ¿O bien siguen una norma precisa? Sin duda, estas
parejas tienen un impacto en su entorno. La primera parte de nuestro
libro (Arpin, 2018) se dedica a las “parejas míticas”. Los matrimonios
Fitzgerald, Guevara y Perón marcaron los espíritus de sus contempo-
ráneos y a las generaciones siguientes. Encarnaron los valores de una
época en un lugar determinado y, al mismo tiempo, interpretaron la
época que los engendró. En los Estados Unidos de los años 1930, Francis
Scott y Zelda se tornaron íconos de la era del jazz, una época en que
las lentejuelas y la fiesta continua venían a recubrir la Gran Depresión
económica. En la Cuba ocupada por la Dictadura de Batista, Ernesto
“Che” Guevara y Aleida Guevara encarnaron el ideal de la Revolución
que liberó al país del opresor. Finalmente, en la Argentina dividida por
El médico guerrillero
Bibliografía
Anderson, Jon Lee. (2006). Che Guevara, una vida revolucionaria. Ma-
drid: Anagrama.
Alberti, Christianne. (2016). «Plus loin que l’amour». En, La Cause du
désir (92). París: Navarin éditeur.
Arpin, Dalila. (2018). Parejas célebres. Lazos inconscientes. Buenos
Aires: Grama.
Arpin, Dalila. (2016). Couples célèbres. Liaisons inconscientes. París:
Navarin <> Champ Freudien.
Corominas, Joan y Pascual, José Antonio. (1980). Diccionario crítico
etimológico castellano e hispánico. Madrid: Gredos.
Kalfon, Pierre. (2007). Ernesto Che Guevara, une légende du siècle, Pa-
rís: Seuil.
Lacan, Jacques. (1991). El Seminario, Libro 7: La ética del psicoanálisis.
Buenos Aires: Paidós.
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Patricia Moraga
Bibliografía
Extimidad y masoquismo
la voz. “Se trata de la voz del Otro, que el sujeto le arranca. El perverso
(sobre todo el masoquista) fuerza al Otro a gobernarlo” (2010: 332).
“Se trata de ordenarle al Otro que les ordene”. El Otro omnipotente
finalmente no es más que “la marioneta del sujeto masoquista” (2010: 332).
Bibliografía
Las razones de una práctica no por ser serias deben estar reñidas
con el contento. ¿Hay alegría en ocupar el lugar del analista? Balizar
un razonamiento tomando este punto de partida no lleva solo a la ex-
ploración epistémica, sino a la experiencia de la praxis. Y en la praxis,
¿qué hace realmente un analista, o qué se espera que haga? No se espera
que opine; menos aún que juzgue. Si se orienta por Freud y por Lacan,
corresponde más bien que interprete en consonancia con una razón
ajena a sí mismo, no que intervenga porque le concierne íntimamente,
o a partir de los afectos que le suscita lo que escucha. A este respecto,
es pertinente recordar las reservas que Freud mostraba respecto del uso
de la contratransferencia como herramienta interpretativa1.
1 Varias de ellas quedan sucintamente expuestas en: Álvarez, Margarita. (2015). “El deseo del
analista: un recorrido conceptual”. En, Cuadernos de psicoanálisis 34.
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Ahora bien: que no deba haber goce en el obrar del analista no impide
que Lacan conciba que haya en su quehacer cierta alegría. Ciertamente,
en ningún caso resulta evidente, pues la evidencia no llama a preguntas.
Si el analista se topa con afectos en su práctica, quizás le son más llama-
tivos los que lo incomodan: inquietud, desasosiego, angustia incluso.
¿Qué le lleva a persistir en su lugar? Hay sin duda razones que van más
allá del afecto, que puede ser expresión de las mismas.
En el “Prefacio a la edición inglesa del seminario XI” (2012), Lacan
da cuerpo a esa pregunta:
¿hay casos en que otra razón lo lleva a usted a ser analista que
no sea la de instalarse, es decir, recibir lo que corrientemente se
llama guita, para atender las necesidades de sus a-cargo, en cuya
primera fila está usted mismo, según la moral judía (en la que se
mantenía Freud en este asunto)? (2012: 600)
2
Ser analista, no es algo en lo que uno pueda instalarse, propiamente. Es preciso recordar aquí
planteamientos anteriores a este respecto que alejan la posición del analista de cualquier esencia.
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Del analista, Lacan dice que “haría mejor en ubicarse en su falta en ser que en su ser” en “La
dirección de la cura y los principios de su poder”. En el “Discurso en la escuela freudiana de París”
distinguirá con claridad el “deseo del analista” del “confuso deseo de ser analista”. Finalmente, en
“Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad”, afirma: “Lo que expresa el “yo no pienso” del
analista es esa necesidad que lo arroja en el deser”. En definitiva, no hay ontología de la posición
del analista, al menos en las elaboraciones de entre finales de los años 50 y finales de los 60.
REVISTA CONCLUSIONES ANALÍTICAS | 113
al analista más allá del deser, de la escucha silenciosa, del que hace el
muerto.
A cada uno de estos matices de la práctica hacen obstáculo las emer-
gencias imprevistas de la posición subjetiva, que rasgan el semblante
de objeto que corresponde al lugar del analista y ponen en jaque su
estrategia prínceps: la transferencia.
3
Diccionario de la Real Academia Española, entrada ‘estofa’. http://www.rae.es, 24-01-2018
(Disponible en internet).
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tanto persona o máscara, tampoco como escoria o despojo. Sino por ser
material disponible: su presencia es la de un lugar fuera de significante,
y es importante que su cualidad quede indefinida.
Esta elaboración de Lacan sobre la presencia del analista, a finales de
los años 60, parece desembocar en la distinción entre el deseo de Freud
y el deseo del analista, que hasta ese momento Lacan hacía coincidir
(Consenza, 2008: 161). Como veíamos en la cita del Prefacio a la edición
inglesa del seminario XI, Lacan indica que Freud atendía las necesidades
de sus pacientes manteniéndose en la moral judía (Lacan, 2012: 600).
Esta moral judía, Lacan la sitúa después: apunta al ‘amar al prójimo’, del
que Freud tomó un aspecto singular (Lacan, 2012: 601). La singulari-
dad puede concebirse así: su amor por el inconsciente de sus pacientes
nació del que profesó al suyo propio. La introducción del inconsciente
impide no obstante la reciprocidad: al analista se le presenta otra cosa
que un prójimo. El cual por cierto no llama a un buen samaritano, sino
a la oferta de un ‘tú puedes saber algo de lo que te determina’ a la cual
el analista no está seguro de poder responder (Lacan, 2012).
¿De qué forma, desde qué lugar respondía Freud?
Puede concebirse que desde un lugar distinto al de estofa de objeto
que Lacan consiguiera aislar. A este respecto, resultan esclarecedoras
las consideraciones del Seminario 17, en que Lacan interroga el lugar
de Freud a partir de Yahvé (Lacan, 1987: 141-149). Yahvé, indica Lacan,
es un Dios colmado de pasiones: ni el amor, ni la ignorancia, ni el odio
le faltan. A partir de esa referencia, Lacan define “lo que distingue a la
posición del analista”: “no participa de estas pasiones” (1987: 144). Y,
justo después, explicita dónde queda el analista entonces: “Esto le hace
estar en todo momento en una zona incierta en la que vagamente está a
la búsqueda, siguiendo al paso, para estar en el ajo, en lo que se refiere al
saber que sin embargo ha repudiado” (1987: 145). Este saber es un saber
acerca del sexo. Lacan señala en este sentido la forma en que Freud se
desliza de la posición analítica: “Freud (…) se detiene, fracasa, haciendo
de la temática del padre una especie de nudo mítico, un cortocircuito,
REVISTA CONCLUSIONES ANALÍTICAS | 121
Bibliografía
Paula Tomassoni
Don Pala supo que iba a darle pelea, y así fue. Desde la esquina en la que
estaba el paisanito los ecos de los golpes sonaban plenos, cargados, cer-
teros. El muchacho sabía usar su fuerza. Había traído, además, su propia
hinchada: un grupo de jóvenes lo animaba gritando su nombre. Pero el
público imparcial, el que se había acercado a presenciar la competencia,
colmado de turistas, lo vitoreaba a él. Al principio con curiosidad y
algo de pena: descreían que un hombre de su edad pudiera enfrentarse
a esos jóvenes en un concurso que, a las claras, exigía mucha fuerza.
Pero cuando veían que el viejo avanzaba con paso lento pero firme y
se ponía a la vanguardia, los gritos cambiaban de la conmiseración al
asombro y enseguida a la adoración. Entonces Don Pala sonreía por
dentro. “¿Ah, sí?”, le hubiera gustado decirles. “¿Qué les parece ahora
este viejo catrasca?”.
Lo mismo le hubiera dicho a la Gringa esa mañana, cuando le vino
con sus remilgos. “No se gaste la fuerza, don Pala. Guárdesela para el
concurso”. Él había negado con la cabeza desaprobando, sin decir una
palabra. Se había acercado a la mujer, que ordenaba los platos sobre la
mesada, le había levantado la pollera y la había tomado por detrás. Ella
lo recibió en silencio, su único gesto de aprobación fue quedarse quieta
y esperar la descarga ya débil que iría a limpiar al baño con una toalla
vieja. Al terminar, el viejo le dio dos golpes en las ancas como gesto de
aprobación y, por qué no, agradecimiento.
La Gringa era, a juicio del barrio, una hermosa mujer. Había nacido
hacía treinta y ocho años en Zapala, pero se había venido al Sur con sus
padres desde muy niña. Ella decía entonces que era de allí nomás, que
había crecido a la sombra del Pirque. A los veintipico se había juntado
con un ucraniano que la recibió en su casa como a una reina y le ense-
ñó a hacer chucrut y conserva de remolachas en vinagre, que ahora la
Gringa vendía a los turistas en la feria de El Bolsón. Un día le llegaron los
chismes que hacía rato daban vueltas por el pueblo, de que el ucraniano
andaba noviando con su sobrina. La hija de Adriana, una de las cinco
hermanas de la Gringa, ya andaba por los diecisiete y había echado el
REVISTA CONCLUSIONES ANALÍTICAS | 128
Christian Ríos