Sombras Que Orientan

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 14

48

62
120
152

El oficio del arquitecto


Campo profesional - Académicos

3 4 - 4 7

R. Hernández. (2021)
Sombra de el
Golpeador de Puerta,
obra de Rómulo Rozo.
Medalla de plata en París 1925.
Museo Nacional, Bogotá
153

Sombras que orientan


Juan Carlos Aguilera Rojas
Arquitecto, Profesor Asociado, Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia
Andrés Francisco Rengifo Martínez
Arquitecto, estudiante de la Maestría en Arquitectura, Facultad de Artes
de la Universidad Nacional de Colombia

Haciendo uso de la analogía planteada por Michel Tournier entre la


orientación propiciada por el desplazamiento del Sol y la vida, este
texto determina que el papel del arquitecto, como constructor de la
arquitectura y la ciudad empieza desde su participación activa y
crítica como estudiante a la luz de principios claros planteados por
sus maestros y culmina en la expresión de un pensamiento
estructurado expresado en obras arquitectónicas

CREPÚSCULO DE MAÑANA

En un corto y preciso relato titulado Sombra, el escritor francés


Michel Tournier emparenta el movimiento diurno del sol con el
transcurso de la vida¹. “El camino de la vida va de este a oeste”,
señala; el niño camina con el Sol saliente a su espalda, de tal forma
que su cuerpo, pese a lo pequeño, proyecta una larga sombra por
delante, en representación de sus aspiraciones y de su porvenir. A
medida que se acerca el cenit de la jornada la extensión de la sombra
se reduce hasta quedar encubierta bajo los pies de un entonces
adulto temprano, abstraído en el inextenso espesor del presente. De
ahí en adelante y, hasta el ocaso de la vida, camina de cara a un sol
que desciende progresivamente, al mismo tiempo que va creciendo
tras de sí la sombra de su cuerpo en decadencia, y que representa su
pasado y su memoria personal.

No hay que apresurarse a pensar que la sombra proyectada por su


cuerpo significa oscuridad. La sombra, como trazo que se extiende a
lo largo de un terreno vasto e inconmensurable es, ante todo, un
mecanismo de orientación espaciotemporal: el temporal, ya que con
su constante y regular movimiento registra el paso del tiempo y el
espacial, al determinar un punto de referencia y ubicación. De forma
análoga, la sombra que proyecta el cuerpo a lo largo del camino de la
vida es asimismo un indicio de orientación; no solo para nosotros
mismos - como cartografía de nuestros anhelos, sueños, propósitos
y designios; sino también para otros, como punto de referencia de un
camino que ya no será el propio.

De forma consciente o no, estar erguido, proyectando sombra,


establece un diálogo con aquellos que con certeza definieron el
papel de la arquitectura. En efecto, erigir una piedra, posiblemente
traída desde grandes distancias y atravesando territorios adversos,
constituye, ante todo, una labor colectiva. Tal vez su forma de
comunicación verbal personal no fuese tan precisa como podría
suponerse.
154
48
62
120

Pero lo que sí es cierto es que logran comunicar y dejar plasmada


una idea. El lenguaje ha surgido con la piedra. Han definido los
principios fundamentales de la arquitectura: orientar en el espacio y
en el tiempo. Basta pensar, como ha señalado con claridad Antonio
Armesto, que al disponer una roca de horma vertical en una posición
determinada, de forma simultánea ha sido creado el calendario y el
reloj².

Con la determinación para ubicar esa “piedra” ha surgido la


arquitectura. La piedra es, ante todo, la formalización de una
estructura de referencia en el espacio y en el tiempo, producto de un
accionamiento colectivo; tal hecho les permitió a los seres humanos
reconocer como suyo un lugar en medio del universo, así como
propiciar, tener y recordar una serie de experiencias ligadas a él. Un
menhir es una expresión pública y por lo tanto política. La
arquitectura no es un asunto personal; es, más allá de ello, un
manifiesto colectivo.

5:49 am³
“La escuela debe enseñar lo que ya no se hace y lo que todavía
no se hace. Nunca lo que se hace: de eso ya se encarga la
'realidad', es decir, el mercado; sin embargo, el mercado no
enseña, sino que adiestra, adapta a él, conforma”⁴

Amanece. Un grupo de jóvenes - sin que esto implique


necesariamente edad - están de pie, vueltos hacia poniente,
dispuestos a iniciar su formación en arquitectura. La larga sombra
que se proyecta frente a ellos define un rumbo aparentemente claro
hacia el horizonte, sin embargo se va recogiendo y haciendo menos
distante en la medida en que se dirigen a ella, producto de un sol que
lentamente asciende hacia el cielo y consume el paso del tiempo,
pero también de las enseñanzas que cada uno recoge lo largo del
camino.

Señalar que cada quien alcanza su sombra a su manera establece,


por una parte, que no hay dos rutas iguales en tanto que no hay dos
sombras idénticas; y por otra, que no todos llegan a ella con la misma
arquitect
prontitud o celeridad. Para unos el trayecto se hace más largo: hay
quienes dilatan el camino, haciéndolo más tortuoso, venturoso o
duradero; mientras que para otros el camino se hace más corto: hay
quienes toman la vía rápida, quienes conciben el trayecto como una
línea recta y anteponen al viaje el fin como punto de destino. Serán
múltiples las definiciones de arquitectura que irán escuchando y que
lentamente irán descartando hasta ir encontrando una definición
u r a
propia, clara, estructurada y transmisible. Para algunos, la formación
consiste en asistir puntual y obedientemente a sesiones colectivas
en las que recibirán lecciones de sus “profesores” (porque profesan)
quienes así mismo fueron formados, como principio inmodificable de
enseñanza. sombras,
155

Mientras que, para otros, la formación es ante todo aprendizaje,


incesante proceso estructurado a partir del saber cuestionar, del
saber formular preguntas esenciales; como oposición al aprender a
responder estériles cuestionarios, mediante los cuales el profesor
califica, pero no evalúa, y que preparan para un mercado medido por
deterministas sistemas “calibrados” de medición y rendimiento.

Ante la inminente pregunta acerca de cuáles son las preguntas


esenciales en la formación de un arquitecto, la respuesta es pensar
en la definición misma de la arquitectura, de su objetivo fundamental,
del reconocimiento, uso y relaciones de los elementos con los que se
hace arquitectura, de la relación entre los modos de vida y las formas
construida. Es por ello que la lección del menhir es inobjetable.
Comprender el “cómo” y el “por qué” lo han hecho es parte
fundamental del proceso para aprender arquitectura. Así lo ha
señalado al dirigirse a los estudiantes el antiacadémico Le
Corbusier, quien frente al cuestionamiento sobre tener que
enseñarle a los jóvenes arquitectura, afirma que “trataría de inculcar
en [los] alumnos un sentido preciso de control, de juicio imparcial y
del 'cómo' y del 'por qué' … Los entusiasmaría a cultivar ese sentido
hasta el día de su muerte⁵.

¿Cómo y por qué han erigido un menhir? Tal vez sería pertinente
extender estas preguntas a el muro, la columna, la ventana, la
puerta, la escalera, el techo y demás elementos con los que se hace
la arquitectura⁶. Es probable que este cuestionamiento persista,
pero lo que es cierto que con el acelerado desarrollo de los sistemas
de representación gráfica asistida por computadora, los elementos
pasan a ser bloques que se insertan de forma automática, ajenos a
relaciones con la totalidad del edificio y menos aún con la idea de
arquitectura, dejando a un lado la reflexión por cada elemento y
desplazando su esencia al plano meramente funcional.

Parece ser entonces necesario ampliar el espectro del sentido de

tcetiuqra
uso y del significado de cada elemento, tanto en el plano espacial y
como actividades que allí se desarrollan. Es necesario establecer
relaciones inherentes al sentido mismo de la arquitectura: ubicar en
el espacio y en el tiempo al ser humano. Es así que palabras como
rito, carecen de valor e importancia en la actualidad ante la urgencia
por la eficiencia, la rapidez y “lo barato” – (que no es lo mismo que lo
económico) ¿Es posible incorporarla en la formación de un

a r u estudiante?

Pues bien, si es necesario volver a revisar los elementos de la


arquitectura, no lo es menos necesario volver a revisar los ritos
desarrollados en esos espacios. ¿Es posible reconocer el sentido de
rito en una habitación? Están alejados de su verdadero sentido.

,sarbmos Incorporar la palabra rito es algo que ya no se enseña en las


escuelas de arquitectura. El dormitorio pasa a ser un espacio
abstracto - usualmente rectangular - subdividido o 'amoblado”, que
no dan cuenta de los cambios desarrollados a lo largo del tiempo ya
sea de larga duración, a lo largo del desarrollo de las habitaciones en
156

el renacimiento, en el siglo XIX, el siglo XX o para no ir más lejos


precisar lo que significa el cambio entre el día y la noche. Pascal ha
focalizado con precisión el origen de los problemas: “Todas las
desgracias de los hombres proceden de una sola cosa, que es no
saber estar solos, reposando tranquilamente en una habitación. ¿Y
la cocina es tan solo un “laboratorio para procesar alimentos”, como
señala enfáticamente el “profesor”, que organiza un proceso que
consiste en almacenar en frío y en seco, alistar, lavar, cocinar y
preparar para pasar a la mesa? Aprender medidas y formas de
organización de las cocinas, pero carentes del verdadero sentido,
antropológico y cultural. ¿Y el baño es tan solo la disposición de
aparatos sanitarios dentro de un espacio de la forma “más eficiente?
(El “profesor” sentencia). O por el contrario, son ritualizaciones
desarrolladas en espacios, que son algo más que paredes
abstractas. Lo anterior no supone una escala doméstica,
arquitectónica, sería posible ampliar a otros aspectos de mayor
escala tales como la calle, la plaza, la ciudad, etc.

El sol “asciende” la sombra es ahora cada vez más corta…

12:00 m

“Cuando se va acercando el mediodía, las sombras ya son sólo


los bordes negros y agudos al pie de las cosas, que ya se hallan
dispuestos a retirarse en silencio a su guarida, a irse a su
secreto. Entonces ha llegado, en su abundancia densa y
concentrada la obra de Zaratustra, del pensador que se halla en
el “jardín del verano”, en el “mediodía de la vida”. Pues el
conocimiento perfila las cosas empleando la mayor severidad;
como el sol en la cumbre su órbita”⁷.

Es el mediodía de la vida, el sol está en su punto más alto. Es el punto


en el que la sombra es tan solo la del propio ser; todo el rededor está
iluminado, no hay puntos de referencia; todo es homogéneo por la
intensidad con la que la luz incide, y a la vez heterogéneo por la
multiplicidad de matices, formas, texturas y colores. La persona sabe
de dónde viene en tanto que lo registran las huellas de su propio
camino, pero ya no ve enfrente el trazo de una sombra que le indique
hacia dónde proseguir. Es la incertidumbre del desorientado -
producto de la infinidad de posibles caminos que tiene delante suyo -
, la cual habría de poder superarla fácilmente de tener los insumos
para definir una dirección.

De proveer y, naturalmente, de instruir en el uso de correcto de


'instrumentos de orientación', es aquello de lo que deberían
encargarse hoy en día las escuelas de arquitectura, a fin de que cada
cual pueda elegir y forjar autónoma y decididamente su propio
camino.

Sin embargo, desorientación… No es nuevo escuchar que hay una


crisis acentuada en la educación impartida en las facultades de
arquitectura, fundamentada principalmente en la denominada
'desvinculación con la práctica profesional'.
157

Esta afirmación establece una lectura desde dos puntos de vista: la


primera tiene que ver con el objetivo de las escuelas o facultades
cuyo propósito es la formación de profesionales al servicio del
mercado laboral que traen como consecuencia la descualificación
de los procesos reflexivos tan necesarios en la arquitectura. Y el
segundo es disciplinar, en el que las preguntas están formuladas al
interior de la disciplina misma, en la argumentación y definición de
unos principios que toman distancia de una realidad inmediata.
Independientemente de cualquiera de las dos miradas, ya sea la
profesionalizante o la disciplinar, la denominada crisis reclama ser
formulada con mayor precisión. Pero en este caso sería importante
precisar de qué forma y bajo qué aspectos es posible determinar el
papel de la disciplina.

Un contraargumento de esta circunstancia es la separación de la


enseñanza en las escuelas respecto a los hechos de la realidad, es
frecuente escuchar que existe un choque considerable en el
enfrentamiento de los recién egresados con el 'mundo profesional',
pero esta lectura solo adquiere significación si la ruptura es evidente
si las propuestas “académicas” no coinciden con los intereses del
mercado. La formación del arquitecto, soportada por argumentos
sólidos es confrontada con el pragmatismo del mercado, propiciando
un sentido crítico que permite una aproximación objetiva a la
realidad.

Es evidente que el perfil del egresado de una facultad de arquitectura


ha variado considerablemente en los últimos años, y esto ha
conducido a un creciente número de especializaciones, maestrías y
doctorados que han conducido a un necesario proceso de
intelectualización de la arquitectura que ha permitido superar el
diletantismo que permea la disciplina. Esto ha conllevado a que el
abanico de posibilidades de la práctica profesional es mucho más
amplio, ya que es posible desarrollar trabajos en el campo del
urbanismo, el paisajismo, el territorio, la tecnología, la
representación, la teoría, la historia, la restauración, la
museografía… Pero tal vez ese mismo grado de especialización ha
conducido a la evasión de las preguntas esenciales y una
subsecuente fuga hacia asuntos menores, que no por ello asumen el
papel fundamental de la arquitectura. Por lo tanto, y si bien hoy en
día hay múltiples actores que intervienen en el proceso de
materialización de un edificio, el rol fundamental del arquitecto en la
actualidad sigue siendo comprender y dar forma a los modos de vida.
Por lo tanto, y si bien hoy en día hay múltiples actores que intervienen
en el proceso de materialización de un edificio, el rol fundamental del
arquitecto en la actualidad sigue siendo comprender y dar forma a
los modos de vida. Sin embargo este papel parece verse truncado
por dos circunstancias concretas el deseo de auto-expresionismo, y
la desconexión con la realidad. Blundell Jones hace una señal de
advertencia en contra de tal formalismo, cuando dice que: “El
arquitecto tiende a ser animado por la cultura prevalente hacia la
autoexpresión, a seguir el modelo de héroes como Miguel Ángel, Le
Corbusier, Zaha Hadid, Peter Zumthor…
158

Este llamado a la creatividad tiende a situarnos en cierto tipo de


formalismo, que nos conduce riesgosamente a dejarnos guiar por
condiciones meramente estéticas. La pasión, el compromiso y la
creatividad son sin duda necesarios para el desarrollo de la
educación, pero aplicar un rol heroico no lo es, y puede llevar a un
trabajo egoísta y ensimismado”⁸.

De la misma forma en que se ha señalado el sentido de orientación y


significación de un menhir, es posible hacerlo con el fuego. Reunirse
en torno al fuego, ya sea para protegerse del frío, de animales o para
preparar alimentos tiene un propósito aún mayor: el ofrecer un
sentido de participación colectiva, de cohesión social; en otras
palabras, con la domesticación del fuego surge la sociedad. Es, por
lo tanto, lícito afirmar que el equilibrio de la sociedad empieza con la
capacidad que tiene la vivienda para ofrecer, refugio, protección y
significación a sus habitantes. La vivienda como célula de un
organismo llamado ciudad, que alberga una sociedad. La relación,
en apariencia es sólida y consistente, pero los procesos y
transformaciones económicas y políticas han desplazado el
fundamental, esencial e innegociable sentido valor de uso por el
relativo y despreciable de valor de intercambio en la vivienda. De
acuerdo a lo anterior es prioritario volver a asumir el compromiso
político, más que el económico, al momento de disponer la forma en
que van a estar alojados los seres humanos. Una vez más Le
Corbusier ha determinado que lo “primero, (es) proporcionar
alojamiento a los hombres, colocarlos al abrigo de la intemperie y de
los ladrones, pero, sobre todo, disponer a su alrededor de la paz de
un hogar, hacer todo lo necesario para que la existencia desarrolle
sus horas en armonía, sin una transgresión peligrosa de las leyes de
la naturaleza La arquitectura es ante todo protección, es refugio, tal
como lo es el ropaje, que asegura nuestra protección y seguridad, un
cobijo, un resguardo ante la intemperie moral y espiritual que le
permite encontrarse partícipe en la cultura, en una acción colectiva.
Que le permite, como señala Loos encontrar ese “equilibrio de la
persona entre el interior y el exterior”⁹

La investigación sobre la vivienda ha ido perdiendo importancia. Tal


vez sea más rentable “indagar” en los revestimientos o ropajes de las
edificaciones, que hacen de la ciudad una colorida e insustancial
fiestas de disfraces, en la que el verdadero sentido de la “máscara”
se ha perdido. Una vez más, es necesario recordar la recuperación
de aquellos valores primigenios: el mundo ritual empieza con la
máscara, con la mascarada.

Para hacer más evidente la complejidad sobre la pregunta sobre la


vivienda, basta recordar un breve texto de Adolf Loos, titulado “Lo
otro”, en el que focaliza el punto crucial del aprendizaje en oposición
a la enseñanza que reclama la “imaginación” para la creación de
“sillas de montar modernas”¹⁰. Será necesaria la “imaginación” para
el desarrollo de la vivienda? ¿Será que la vivienda no es un tema
más de una asignatura más desarrollada a partir de indagaciones
formales cuyo fin es una malentendida idea de composición, una
oportunidad para desarrollar propuestas formales, carentes de
159

contenido? ¿Será que es pertinente la formación de arquitectos


individualistas en los que el sentido de la autorreflexión es sustituido
por el sentido de 'auto expresionismo'?. Tener imaginación no
significa necesariamente creatividad, así como no tenerla no
necesariamente significa estatismo.

En su célebre texto “Sobre Arquitectura” publicada en la revista


berlinesa Der Sturm, Loos ya había precisado el problema: “Las
formas determinaban la tradición. Las formas no las cambiaban
ellos. Sino que llegaba un momento en que los maestros no estaban
en condiciones de poder utilizar, en toda circunstancia, la forma
tradicional, exacta, fijada. Nuevas tareas cambiaban esa forma, y así
se quebrantaban las reglas, surgían nuevas formas. Pero las gentes
de una época estaban en coincidencia con la arquitectura de su
época. La casa surgida nuevamente gustaba a todos. Hoy la
mayoría de las casas gusta sólo a dos personas: al propietario y al
arquitecto . Es comprender que, ante todo, la forma la que está
determinada por la tradición y no las formas las que determinan los
comportamientos. Los modos de vida reclaman un cambio como lo
ha indicado Mies van der Rohe en 1930: “la vivienda de nuestro
tiempo no existe, sin embargo la transformación de los modos de
existencia exigen su realización.” Leerlo al contrario sería pretender
no comprender la importancia de la tradición, anteponer que la forma
surge como aquello que condiciona los modos de vida.

Otra dificultad se observa en los propios métodos de trabajo y


enseñanza. A modo de ejemplo frente a la confusión entre los fines y
los medios en el campo de la representación, en el que los “renders”
y maquetas hiperrealistas son un producto más para hacer visible y
comprensible por otros un proyecto, a diferencia de los dibujos
analíticos que plantean preguntas, metodologías y procedimientos
para el desarrollo del proyecto. De proveer y, naturalmente, de
instruir en el uso de correcto de 'instrumentos de orientación', es
aquello de lo que deberían encargarse hoy en día las escuelas de
arquitectura, a fin de que cada quien pueda elegir y forjar autónoma y
decididamente su propio camino.

El sol “continúa” su desplazamiento, una determinada


sombra empieza a crecer tras de sí…

El sol “continúa” su
desplazamiento, una
determinada sombra
empieza a crecer tras de sí…
160

6:04 pm
“La casa tiene que gustar a todos. A diferencia de la obra de arte,
que no tiene que gustar a nadie. La obra de arte es asunto
privado del artista, La casa no lo es. La obra de arte se introduce
en el mundo sin que exista necesidad para ello. La casa cumple
una necesidad. La obra de arte quiere arrancar a las personas
de su comodidad. La casa tiene que servir a la comodidad. La
obra de arte es revolucionaria, la casa es conservadora. La obra
de arte enseña nuevos caminos a la humanidad y piensa en el
futuro. La casa piensa en el presente. La persona ama todo lo
que sirve para su comodidad. Odia todo lo que quiera arrancarle
de su posición acostumbrada y asegurada y le abrume. Y por
ello ama la casa y odia el arte”.¹²

Es el atardecer, el arquitecto avanza hacia poniente. Tal vez su


intención sea la de fundirse con ese sol que guía: iluminar a otros y
no pasar al incierto mundo del olvido. Mientras avanza, una cada vez
más larga sombra le sigue: la estela del trayecto recorrido. Quizá no
sea solo casualidad la semejanza que tienen en castellano las
palabras 'sombra' y 'siembra'. La sombra queda como un registro
que el caminante va dejando para otros. Constituye la dimensión de
lo político en la construcción de la sociedad. Esa sombra representa
su legado: sus obras, sus proyectos, sus enseñanzas y sus escritos,
los cuales de una u otra forma testimonian su quehacer como
proyectista, urbanista, restaurador, constructor, interiorista,
paisajista o docente. Son verdaderas lecciones de arquitectura
fundamentadas en la concordancia entre lo que se piensa y se hace,
presentes y dispuestas a ser leídas, escuchadas, comprendidas, en
suelos, paredes, techos…

Lecciones, como las de Rudofski y su Arquitectura sin arquitectos¹³,


constituyen una crítica a la práctica desde el oficio mismo. En el
verdadero encuentro entre el hacer y el pensar lo que se hace es
posible evidenciar los vacíos y contradicciones sobre los que
desarrollamos y soportamos el discurso de la arquitectura
contemporánea. Las preguntas importantes han sido suspendidas o
pospuestas, aunque la verdad es que han sido intencionalmente
dejadas a un lado. Basta con una rápida lectura para evidenciar la
distancia -o ausencia- de lecturas agudas y críticas que conduzca a
propuestas sólidas y argumentadas, por parte de aquellos que
desde la industria de la construcción imponen sus propias reglas y
parámetros de eficiencia, rentabilidad y “bienestar”. Las soluciones,
(porque esa es la palabra que utilizan), que ofertan al mercado son
básicas propuestas formales que a modo de un “juego correcto de
volúmenes” pretenden resolver la vivienda, pero que distan de
J. Aguilera (2021)
asumir el reto de formularse preguntas que exploren la “sabiduría, la La sombra del hombre
magnificencia y el trabajo bajo la luz”¹⁴. y su arquitectura

Así como Maurice Blanchot afirma que “…la literatura empieza en


el momento en que la literatura es pregunta”¹⁵, podríamos desplazar
el mismo cuestionamiento a la arquitectura. Basta con que el lector
substituya la palabra literatura por arquitectura.
161
162

Todo edificio funciona – de 'mejor' o 'peor' manera -, pero no todo


edificio es arquitectura. Una delgada línea separa la una de la otra.
Basta con pensar en un segundo punto de ruptura que ocurre
cuando el arquitecto se adscribe a las leyes del mercado.

En tal escenario el arquitecto asume el rol de facilitador de un modelo


de trabajo predefinido. Allí no hay cabida para la formulación de
preguntas, sino para la formalización de unas respuestas
previamente establecidas, en las que priman intereses individuales
sobre los colectivos trayendo como consecuencia una ruptura entre
lo que se que se ofrece y lo que se construye. ¿Quién hace la
vivienda hoy en día? ¿Es trabajo de arquitectos o de empresarios,
economistas y contadores? ¿Es posible hablar de una progresiva
pérdida del papel protagónico en la transformación de la ciudad?

Frente al escenario exploratorio fundamentado en la investigación


con el proyecto surge la pregunta: ¿En dónde quedaron las
investigaciones desarrolladas por “laboratorios” de investigación
establecidas por el ICT, el BCH, la CVP, entre otras, que evidencian
la vigencia y pertinencia hoy en día de sus planteamientos?. A este
panorama habría que añadir un segundo escenario de ruptura que
ocurre en el ejercicio autónomo del arquitecto y que puede ser
formulado de esta forma: ¿Qué investigan los arquitectos cuando
proyectan? O mejor aún: ¿investigan cuando proyectan? Asumiendo
que el sentido de investigación al proyectar radica en concebir la
obra como un instrumento de transformación de la realidad al interior
de unos principios de la arquitectura. Por lo tanto, el valor de la
investigación está en cuestionar, en saber hacer preguntas y en
ofrecer respuestas consecuentes y coherentes con la idea
arquitectónica y no con las leyes del mercado. El cuestionamiento
sobre lo que se hace tiene como objetivo refutar, reafirmar o reajustar
un hecho o circunstancia vigente o precedente. -¿Para qué se
investiga? Para mejorar la calidad de vida, para corregir errores
previos, para propiciar nuevos escenarios de desarrollo, etc.

Pero tal vez sea pertinente leer la afirmación desde el otro sentido: el
arquitecto que no investiga es alguien que da por lo bueno lo que 'se
hace'; es aquel que se limita a repetir modelos preestablecidos o
seguir las tendencias de un determinado momento sin ejercer un
cuestionamiento alguno. Pero además de esta ausencia de
investigación, el otro caso es el que se observa en el afán de la
originalidad, asumiendo el sentido de la palabra original: la
originalidad de algo está, tal como señala Chesterton, no tanto en su
novedad sino en su relación con los orígenes¹⁶.

La investigación con el proyecto debe tener una operatividad; no


constituye un fin en sí mismo sino que atiende a un principio de orden
mayor. La formación está fundamentada en el construir preguntas,
en cimentar a partir del sentido crítico. Es ofrecer respuestas
coherentes con la disciplina, con los principios del oficio y no con las
leyes del mercado superando así la básica dimensión funcional o la
especulación formal.
163

El sentido del techné, el saber hacer, en arquitectura no consiste en


“hacer edificios” sino en tener la conciencia del por qué, cómo y para
qué. A partir del supuesto de que todo arquitecto investiga con el
proyecto: ¿qué tipo de preguntas son las que deberían hacerse los
arquitectos? ¿Es posible establecer en torno a ellas un factor
común?. La confusión radica en que se entiende por investigación,
que en muchas ocasiones queda relegada a “investigar” aspectos de
orden funcional, de orden cultural, sociológico, tecnológico, de
implantación, del sitio, etc, que si bien es cierto, constituyen
aspectos necesarios para desarrollar el proyecto, dejan a un lado la
pregunta fundamental, localizada al interior de la disciplina misma.
La pregunta es una constante capaz de ser aplicada sobre factores
variables (la función, el sitio, la técnica). Ese tal vez constituya un
rasgo determinante en los grandes arquitectos, el desarrollar una
sola idea a lo largo de toda su labor y no pretender “reinventarse” en
cada encargo.

Massimo Scolari, señala “En este colosal derroche intelectual la


vanguardia no llega a ser perjudicial, sino sólo simplemente inútil.
Una inutilidad que no es sustracción sino una ideológica petición de
principio que encuentra el objetivo autobiográfico más estimulante
en la calidad del arte”¹⁷.

CREPÚSCULO DE LA TARDE

De modo que, ¿quiénes y cómo construyen la ciudad en la


actualidad? La construyen aquellos que tienen la conciencia que
ciudad es ante todo una construcción colectiva, como aquellos que
levantaron una piedra y con ello lograron que una grupo de seres
humanos lograra la orientación en el tiempo y en el espacio. Es tener
la conciencia que una cocina no es tan solo un espacio más en una
vivienda, sino que es ese momento originario que permanece sin
perder su capacidad de reunión, es aquel fuego que es necesario
preservar y mantener. Esto no implica observar el pasado con el fin
de justificar operaciones presentes o futuras. De alguna forma la
historia es “inservible”, en el sentido en que no es servil para
intereses formales o discursivos. Las palabras de un joven Tafuri en
1960, adquieren mayor importancia cuando habla de la necesidad
de “interpretar correctamente los fenómenos del pasado y hacer de
ellos elementos activos del presente sin transposiciones fáciles ni
retornos anacrónicos”¹⁸.

En 1973, Massimo Scolari había señalado con preocupación que las


consideraciones sobre la arquitectura podrían ser similares a las
enunciadas por Camillo Boito, hacia 1880: “Ahora hay edificios y
arquitectos, no arquitectura. La arquitectura es ahora, salvo raros
casos, un juguete de la fantasía, una ingeniosilla combinación de
formas, una locura de lápices, de compases, de reglas y
escuadras.”¹⁹. Hoy en día es posible sustituir lápices, compases y
escuadras por lo más sofisticados programas para el diseño asistido
por computadora a los que es necesario estar el día en las últimas
actualizaciones, pero ¿es arquitectura?. Esa es la pregunta.
164

La Arquitectura no es tan sólo aquel momento en que se coloca la


primera piedra de un edificio, o cuando se inaugura. No es tan solo
construcción. Arquitectura es comprender que cada obra desborda
los límites de la historia misma de la arquitectura y de la ciudad,
límites determinados por el sentido de lo actual o de la vanguardia.
La Arquitectura es un punto de referencia, de orientación, porque
ubica y localiza no solo a los contemporáneos sino ante todo a
generaciones venideras. Dice Quetglas que “lo que no tenga interés
en cincuenta años, no lo tiene ahora”²⁰. Para algunos, pensar en la
participación de la construcción de la ciudad es tan solo una mera
expresión del desarrollo de una voluntad personal que subordina los
intereses colectivos. Pero para otros la arquitectura es producir
obras, que, a modo de sombras, orienten en medio del exceso de
“luminosidad”, de información y de estrellas fugaces. La pregunta de
Didi-Huberman, al hablar de la historia del arte, sobre la cuestión
planteada por Carl Einstein, adquiere un valor fundamental: ¿Hasta
dónde puede llegar la capacidad de olvido de una disciplina tal…
respecto a sus momentos notable, de sus propios momentos
originarios?²¹

Pero para otros la arquitectura es


producir obras, que, a modo de
sombras, orienten en medio del
exceso de “luminosidad”, de
información y de estrellas fugaces.
165

b
Som ras que orientan

También podría gustarte