Historia Global Historia Mundial

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Historia global, historia mundial.

Algunos aspectos de la formación histórica de un mundo globalizado.

Publicado en Revista de Ciencias Sociales. Universidad de Costa Rica, ns. 16-17,


1999-2000.

J. Manuel Santos Pérez


(Universidad de Salamanca)

¿Desde cuando podemos hablar de globalización? ¿Es un fenómeno estrictamente

contemporáneo o surgió décadas o incluso siglos atrás? Si es un fenómeno actual,

¿cuáles fueron los factores, tecnológicos principalmente, pero también culturales,

sociales, biológicos, que llevaron a su configuración a través de los tiempos? En el

mundo globalizado en que vivimos, los historiadores debemos hacernos este tipo de

preguntas si queremos dar respuestas válidas a lo que se nos presenta a todos como un

enorme desafío para nuestras mentalidades y/o identidades, individuales o colectivas. Y

como no podía ser de otra manera, ha surgido una corriente historiográfica para explorar

el pasado en busca de esas respuestas: la Historia Global, tendencia historiográfica

reciente que busca ahora su definición precisa (para huir de tautologías tipo: la Historia

Global es la que hacen los historiadores globales...), su espacio entre las demás

corrientes históricas, y sobre todo su diferenciación de las corrientes hermanas de la

World History, o Historia Mundial y de la Historia Ecuménica. Las tres corrientes

tienen muchos aspectos en común, y cualquier autor al que se cuelgue una u otra

etiqueta reconocería la proximidad, afinidad o el origen de su trabajo en una de las otras

tendencias. En una reciente publicación, Bruce Mazlish ha tratado de aclarar estos

términos, tan cercanos que muchas veces se usan indistintamentei. Según Mazlish la

Historia Ecuménica, la de más larga tradición, sería la historia guiada por un principio

rector, que en el fondo alberga pretensiones proféticas. Sería la historia religiosa, la


historia en la concepción hegeliana, con la Razón como motor, o incluso el

materialismo histórico de Marx. Dos autores, que para muchos serían el origen de la

World History, Toynbee y Spengler, también habrían practicado este tipo de historia. En

cuanto a la World History o Historia Mundial, Mazlish habla de la confusión que existe

a la hora de encontrar una definición. A veces se interpreta como "toda la historia de

todo el mundo", pero autores como McNeill, Bentley, Braudel, Wallerstein o

Abu-Lughod, a quienes se incluye dentro de esta corriente, no han practicado ese tipo de

historia que aparece en los programas académicos como Historia Universal. Parece

haber otras varias concepciones del término Historia Mundial que habría que poner de

manifiesto: para McNeill, quizá el más importante autor contemporáneo en esta

corriente, "una Historia Mundial apropiada debería poner su atención principalmente en

los cambios del sistema mundial ecuménico, y entonces proceder a encajar los

desarrollos dentro de cada una de las civilizaciones separadas, y dentro de las entidades

más pequeñas, como los estados y las naciones, en el modelo de ese conjunto

fluctuante"ii. La Historia Mundial que él ha practicado a lo largo de toda su carrera sería

la de "la interacción entre pueblos de diversas culturas". Al igual que Toynbee o

Spengler, McNeill estudia civilizaciones a lo largo de la historia, pero en su caso estas

civilizaciones son abiertas y sufren continuas interacciones. Los fenómenos que este

autor considera más relevantes para la historia de la humanidad serían los que provocan

este tipo de encuentros, tanto ecológico-biológicos, como culturales: comercio a larga

distancia, expansión de enfermedades, religiones o tecnologías... Para Jeremy Bentley,

cuya obra Old World Encounters es uno de los mejores ejemplos recientes, la Historia

Mundial tiene como principal interés "las interacciones entre pueblos que participan en

procesos históricos a gran escala"iii.


Michael Adas ha intentado realizar un programa más detallado de los campos de

interés del especialista en Historia Mundial y de la forma de llevar a cabo su trabajo.

Para este autor la Historia Mundial ha estado dominada en las décadas recientes por el

"macroanálisis comparativo de grandes tendencias sociales, económicas y políticas..."

Esto ha hecho que la "Historia Mundial en su última reencarnación haya sido

decididamente estructural en orientación, consagrada sobre todo a enfrentar problemas y

a discernir modelos de cambio sistemático en las esferas económicas, sociales y

políticasiv". Según Adas este enfoque decididamente estructuralista ha dejado de lado

aspectos fundamentales del devenir histórico como la acción humana, las ideas y las

representaciones del otro. Para el proceso de mayor alcance global de toda la historia, la

Expansión Europea, Adas propone un programa para el futuro historiador que emprenda

este camino. A través de él podemos hacernos una idea más amplia de los muy

diferentes campos de interés de esta práctica histórica. Según Adas los enfoques de la

Historia Mundial en la época de la Expansión Europea deberían ser:

1) la conexión de los distintos niveles que comprende la Historia Mundial, desde el

funcionamiento del sistema mundial hasta su impacto en las vidas de los grupos

subalternos y los individuos.

2) identificación y análisis de factores causales.

3) contextualización tanto de las empresas ultramarinas europeas como de los lugares

no occidentales preexistentes que son arrastrados al primer orden genuinamente

global y las respuestas de los pueblos no occidentales a este proceso.

4) construcción de relatos trans-culturales que incorporen significativamente la acción

humana y el acontecimientov.
En resumen, "las representaciones, epistemas, ideologías y políticas europeas tienen que

ser analizadas en relación con la economía política de Europa y el funcionamiento de la

variante expansiva europea de la economía global. Pero igualmente, los historiadores

mundiales necesitan contextualizar en detalle las respuestas y las preocupaciones

independientes de los pueblos y culturas no-occidentales que han sido arrastradas

inexorablemente a un sistema global común en los pasados cinco o seis siglos"vi.

Por lo tanto todos estos autores están de acuerdo en considerar como principal

tema de estudio de la Historia Mundial el "encuentro entre culturas diferentes". Sin

embargo, no podemos dejar de lado la existencia de una serie de historiadores que si

bien muestran interés por este tipo de encuentros trans-culturales, éstos no son su

principal preocupación y, aunque ellos nunca se consideraron a sí mismos historiadores

mundiales, la amplitud de sus obras y la influencia que han tenido en otros autores

dentro de esta tendencia, nos obliga a incluirlos aquí. Se trata de aquellos autores como

Braudel, Wallerstein, Frank, Abu-Lughod, etc., cuyo principal interés se ha centrado en

los "sistemas mundiales" o "economías-mundo" entendidos, en el caso de Braudel como

estructuras unidas por el comercio y la cultura, o como en el caso de Wallerstein, como

entidades "mayores que cualquier unidad política jurídicamente definida... cuyo vínculo

básico entre las partes del sistema es económico, aunque esté reforzado en cierta medida

por vínculos culturales y eventualmente... por arreglos políticos e incluso estructuras

confederalesvii". Tanto Braudel como Wallerstein, pero sobre todo el último, hablan de

un "sistema mundial moderno", que tendría su origen a finales del siglo XV, con lo que

la Expansión Europea sería para ellos un punto decisivo tanto en la configuración de ese

sistema como en la de la historia de la humanidad a partir de ese momento. Distinta

concepción plantea Janet Abu-Lughod quien habla de sistemas mundiales antes del

siglo XVI, en concreto de la existencia para el periodo de 1250-1350 de un "sistema de


comercio mundial e incluso de intercambio cultural" centrado en Asia y cuyo colapso

dejaría el camino abierto para la subsiguiente expansión de Europaviii. Evidentemente

las construcciones teóricas de estos autores son mucho más complejas que lo aquí

expuesto, pero sirvan estas breves definiciones para resaltar lo diferente que resulta su

acercamiento a la historia respecto a lo que hacen los otros autores citados

anteriormente y que se declaran como integrantes de la Historia Mundial.

¿Qué queda entonces para la Historia Global? Según Mazlihs esta es una corriente

completamente nueva y original, que comparte aspectos metodológicos o incluso

muchos intereses con las que hemos visto anteriormente pero cuyo nacimiento y

objetivos la hacen diferente. Al contrario que con la Historia Mundial, no se podría

hablar de Historia Global antes de los años 50 y es posible que ni siquiera antes de los

70, todo depende de en qué fecha situemos el nacimiento del mundo interdependiente e

integrado que conocemos hoy. La definición de Historia Global tendría por lo tanto dos

partes: sería por una parte el análisis de procesos que se estudian mejor en un nivel

global más que local, nacional o regional [lo que no la diferenciaría en nada de la

Historia Mundial]; por otra parte sería el estudio de los factores históricos que han

llevado a la existencia de un mundo globalizado, es decir, un análisis diacrónico de la

globalización ix . Hay que decir, finalmente, que en la mayor parte de los autores el

término que tiene más aceptación es el de Historia Mundial, término que además de

referirse a los campos específicos que hemos comentado, tendría la virtud de englobar a

todos los demás. Uno puede pensar en Historia Global si se habla de Historia Mundial,

pero lo contrario es menos probable. Si uno analiza hasta el final las peculiaridades que

Mazlihs cree únicas de la Historia Global, acaba viendo que podrían ser fácilmente

asumidas por cualquier historiador mundial, que al estudiar los encuentros


trans-culturales está explorando la raíz del fenómeno de la Globalización, cuyo

componente de cruce de culturas gracias a la comunicación instantánea es medular.

Hechas estas aclaraciones sobre la disciplina, entremos en esos aspectos que o

bien tuvieron carácter global en el pasado, o bien pusieron las bases de la Globalización,

siempre teniendo en cuenta que no son fenómenos unidireccionales sino que en su

conformación tiene tanta importancia el emisor como el receptor, quien genera formas

de conformidad o resistencia, que condicionan y transforman esos aspectos.

Ya antes del siglo XV se produjeron encuentros trans-culturales, como muy bien

han puesto de manifiesto los ya citados Janet Abu-Lughod y Jerry Bentley, de los que la

Expansión del Islam sería el más importante. Entre los siglos VIII y XV los

conquistadores árabes extendieron su poder por todo el Mediterráneo posibilitando la

expansión por su área de influencia y aún más allá, de muchas de las plantas

comerciales que después serían tan importantes para el comercio trans-continental.

Durante los siglos XV y XVI grandes extensiones del continente asiático se

convirtieron, por la fuerza o voluntariamente, a la religión islámica y millones de

habitantes del subcontinente indio pasaron a ser gobernados por un dirigente musulmán.

La Expansión del Islam fue el acontecimiento de mayor transcendencia, en lo que a

encuentros trans-culturales se refiere, antes del comienzo de la Expansión Europea, que,

sin despreciar lo anterior, constituye el acontecimiento que más ha contribuido a la

configuración de nuestro mundo globalizado. En torno a este fenómeno y en los siglos

que tuvo lugar (XV a XIX) centraremos el resto del artículo.

Creo que podemos hablar de cuatro grandes áreas en las que se centró el

intercambio a escala global desde el siglo XV:

- la ecológico-biológica: la expansión por el planeta de microbios, plantas y

animales que anteriormente habían estado confinadas en restringidas áreas geográficas;


- la ideológico-religiosa-cultural: la difusión de religiones e ideologías por

distintos puntos del planeta teniendo como principales protagonistas al Islam

y al cristianismo;

- la esfera del intercambio económico: la diáspora de comerciantes a lo largo y

ancho del planeta en busca de las mejores condiciones de intercambio para

sus productos y la puesta en marcha de nuevas zonas productoras para las

necesidades del mercado europeo y de estrategias militares y políticas para

conseguir posiciones de dominio;

- y finalmente la esfera tecnológica: la difusión de nuevas técnicas tuvo

primero una dirección oriente-occidente, para tomar después una dirección

inversa, transformándose en uno de los elementos fundamentales del

imperialismo europeo.

El intercambio ecológico-biólogico.

Incluso antes de que Pizarro y los suyos hubieran avistado los Andes, Huayna Capac

moría en Quito a causa de una terrible epidemia de viruela que había tenido su primer

gran impacto en La Española en 1518 y se había extendido como la pólvora por el

continente americano, teniendo también un papel de gran importancia en la conquista de

Méxicox. Esta epidemia posiblemente mató a un tercio de la población total, pero los

supervivientes no pudieron recuperarse. El sarampión apareció en México y Perú en

1530-31 y a partir de 1546 hubo una gran epidemia cuyas características no están muy

claras pero que podría ser de tifus. En los años 1558-59 tanto Europa como América se

vieron azotadas por una epidemia de gripe de características casi globales que mató al

20 % de la población en Inglaterra, tuvo graves consecuencias demográficas en

América, y se cree que incluso llegó a afectar a Japón, donde testimonios del siglo XVI
hablan de una "tos violenta" de la que "muchos murieron" en 1556 xi . En Brasil la

población indígena sufrió sucesivas epidemias de sarampión, tuberculosis, lepra, fiebres

de todo tipo. Sólo en Bahía perecieron 30.000 aborígenes en la epidemia de viruela de

1562-65 xii . Las nuevas enfermedades no afectaban solamente a las poblaciones de

Mesoamérica o América del Sur. Los pilgrim fathers agradecieron a Dios, cuando

desembarcaron en Cape Cod en 1620 el que unos cuatro años antes los indios de la

Bahía de Massachussetts hubieran sido diezmados por alguna epidemia que

desconocemos. Los devotos peregrinos interpretaron esto como un signo de Diosxiii. Al

sarampión, la viruela, la gripe y el tifus, se añadieron enfermedades de origen africano

como la malaria o la fiebre amarilla que ya se habían establecido en las regiones

tropicales americanas en el siglo XVII. Al mismo tiempo Europa y Asia se veían

afectadas por nuevas enfermedades cuyo origen, aunque incierto, se ha querido ubicar

en América. La más importante de éstas fue la sífilis que apareció en Europa en 1494,

en India en 1498 y en China y Japón en 1505xiv. Según McNeill el primer gran efecto de

las comunicaciones a escala global (posibilitadas por la revolución en el transporte por

tierra, iniciada por los mongoles, y por la del transporte en el mar, iniciada por los

europeos) fue la domesticación de la enfermedad epidémica, fenómeno que se produjo

entre 1300 y 1700. A medida que se intensificaban los contactos, las enfermedades

epidémicas se hicieron más frecuentes, las personas mayores desarrollaron altos niveles

de inmunidad y las infecciones se fueron convirtiendo en enfermedades infantiles. Este

fenómeno ocurrió sobre todo en Europa, pero a medida que pasaba el tiempo y los

contactos se multiplicaban, la posibilidad de que se produjera una epidemia de la

magnitud de las que azotaron distintos puntos del planeta en el siglo XVI fue cada vez

menorxv.
Tras los microbios, las malas hierbas: trébol, cardo, llantén, diente de león,

beleño, grama... son incontables las especies de plantas oportunistas que se aclimataron

y se extendieron por las tierras de nueva colonización tanto en América del Norte como

del Sur y en Australia. De tal manera se asociaban las malas hierbas a la presencia

europea que los nativos de Virginia y Nueva Inglaterra llamaban al llantén "pie de

inglés" y creían que sólo crecía allí donde los ingleses habían pisadoxvi. El éxito que

estas plantas tuvieron en las regiones colonizadas por los europeos (sobre todo en las

regiones con escasa población indígena, con clima templado y con tierras aptas para la

agricultura, donde terminó concentrándose la población de origen europeo) es uno de

los fenómenos más espectaculares de la Expansión Europea. Valga como muestra de

ello la estadística que presenta Alfred Crosby al tratar este tema en su obra Imperialismo

Ecológico:

"El 60 % de las malas hierbas más importantes en las tierras de cultivo canadienses son europeas.

De las 500 equivalentes en los Estados Unidos, 258 proceden del Viejo Mundo, 177 específicamente de

Europa. El número total de plantas aclimatadas en Australia asciende a unas 800 y, a pesar de las

contribuciones americanas, asiáticas y africanas, la mayoría procede de Europa. La situación respecto a

las plantas aclimatadas en la región del Río de la Plata es aproximadamente la mismaxvii." (p. 184-185).

De la misma forma que las enfermedades, aquí también se dio un intercambio desigual:

así como las malas hierbas europeas prosperaron por doquier, las que se trasladaron

desde América u otros continentes a Europa se marchitaron y murieron, preservándose

únicamente en los jardines botánicos. La razón, según Crosby es que las malas hierbas

se desarrollan en los terrenos degradados, o en campos recientemente removidos.

Mueren en lugares estables, donde plantas más robustas y de crecimiento más lento se

han apoderado del territorio. Es la razón por la que el llantén y otras hierbas no han

colonizado toda la superficie cultivablexviii. Por otra parte el trigo, la cebada, el centeno
y otras plantas de cultivo llegaban al mismo tiempo que los europeos, y constituían la

base de su sustento. La dieta alimenticia humana, y en concreto la europea, se

enriqueció notablemente con la incorporación de nuevos bancos de pesca y la

introducción de cultivos americanos como el maíz y la patata además de tomates, judías,

pavos... Para los gustos más refinados la oferta de especias lujosas y "drogas" aumentó

notablemente. Los vinos portugueses y españoles se consumían en puntos tan distantes

como el Caribe o la Indiaxix.

La Expansión Europea posibilitó también la dispersión, sobre todo en los

trópicos, de diversas plantas comerciales, que fueron en muchos casos el motor y la

razón de ser de la presencia europea en ultramar, e hicieron muy rentable la

colonización. La primera planta transportada por los europeos para su explotación

comercial fue la caña de azúcar, cuya producción a gran escala fue a la vez causa y

consecuencia de la expansión europea y el factor más importante en la revitalización de

la esclavitud a partir del siglo XV.

La caña de azúcar se extendió desde el Mediterráneo Oriental hasta el Atlántico

entre los siglos XI y XV e hizo su viaje a América a bordo de los barcos de la segunda

expedición colombina en 1493. La producción de caña a gran escala, primero en Brasil,

después en las islas del Caribe, puso las bases de la economía de plantación que sería

uno de los rasgos más característicos del colonialismo europeo hasta finales del siglo

XIX. Después del azúcar vendría la expansión del tabaco, el arroz, el algodón y el añil.

Aunque esta última planta existía en América antes de la llegada de los europeos, fue la

introducción de la variedad asiática Indigofera tinctoria por los españoles en América

Central, en la segunda mitad del siglo XVI, lo que posibilitó que la planta colorante se

convirtiera en uno de los principales productos de exportación en el conjunto de las

posesiones españolas en América y la más importante para el Reino de Guatemala. El


añil fue posteriormente aclimatado y cultivado con éxito en zonas muy diversas del

continente americano: Venezuela, Ecuador, Brasil, el Caribe francés y británico,

Carolina del Sur y Luisiana. En el siglo XIX se estaba cultivando en América, África y

Asia, y su producción y comercialización, de una escala auténticamente global, como

veremos posteriormente, estaban completamente condicionadas por las exigencias del

mercado mundialxx.

Al tiempo que las plantas comerciales se desarrollaban principalmente en las

zonas tropicales, los animales domésticos europeos iban introduciéndose y prosperando

por las tierras templadas. Caballos, vacas, cerdos, ovejas, cabras, gallinas, asnos

llevados a bordo de los barcos europeos se asentaban con los inmigrantes, poblaban sus

granjas y muchas veces se desarrollaban en estado semi-salvaje, en la inmensidad de las

llanuras de la Pampa, en las praderas del Medio Oeste norteamericano o en los valles

australianos. Junto con los animales domésticos llegaron otros no deseados, las ratas.

Perú se vio asolado por tres plagas de ratas entre la llegada de Pizarro y 1572.

Jamestown, primer asentamiento inglés en Norteamérica, casi sucumbió en 1609

azotada por los muchos miles de ratas que habían llegado en los barcos ingleses. Lo

mismo ocurrió en esa época un poco más al norte, en la colonia francesa de Port Royal.

A finales del siglo XVIII asolaban los alrededores de Sidneyxxi.

Religión y globalidad

La Expansión Europea hizo posible la expansión del cristianismo a zonas muy distantes,

pero no fue la primera religión que se extendió por varios continentes. Antes de que

los europeos atravesaran los océanos, el Islam se había convertido en una religión de

características casi globales, dominando ampliamente enormes extensiones de territorio

en África, Asia y parte de Europa. Cuando Vasco de Gama hizo su primer viaje a India

bordeando África se dio perfecta cuenta de la situación y en su regreso habló al rey


portugués de la necesidad de imponerse en la zona por medio de la fuerza militar pues el

ambiente se presentaba hostil. La religión musulmana dominaba gran parte de Asia,

pero sobre todo dominaba el mar pues una gran mayoría de los comerciantes

involucrados en el tráfico oceánico eran musulmanes. Budismo e hinduismo eran las

otras dos grandes religiones, pero en el siglo XVI la religión musulmana avanzaba en

todos los frentes: en el sureste asiático, los últimos vestigios del reino hindú de

Madjapahit estaban dando paso a Mataram, la primera gran entidad política devota del

Islam en Java. En el Indostán el reino musulmán de los mogoles estaba en plena

expansión, y no tardaría mucho en vencer la última gran resistencia del reino hindú de

Vijayanagar. Los únicos cristianos que encontraron los portugueses eran los nestorianos

que habían emigrado a Asia a partir del siglo VII.

Unida a su estructura comercial y política, los portugueses desarrollaron una

enorme red para la expansión del cristianismo. La institución del Padroado le daba a la

monarquía portuguesa la potestad para el nombramiento de obispos en todos los

territorios portugueses y ponía bajo su control y responsabilidad la actividad de

numerosas órdenes religiosas como los jesuitas, benedictinos, carmelitas y franciscanos.

Juntos o separados, a veces con objetivos e intereses diversos, los integrantes de estas

comunidades desplegaron una febril actividad a lo largo y ancho de las posesiones

portuguesas en América, África y Asia.

La Compañía de Jesús fue la principal protagonista de la expansión del

catolicismo en Asia. Las autoridades eclesiásticas portuguesas contribuyeron con las

resoluciones del Concilio de Goa de 1567 en el que proclamaban que todas las

religiones excepto la católica eran dañinas y desviadas e instaban a la expansión de la fe

católica apoyándose en el poder secular. Aunque se afirmaba que esto no se haría por la

fuerza la verdad es que el decreto del virrey que acompañó las resoluciones del concilio
instaba a la demolición de todos los templos paganos en el territorio portugués, además

de prohibir la invocación del nombre de Mahoma desde las mezquitas y ordenar la

destrucción de todos los libros sagrados, en concreto el Koránxxii. La presión contra las

poblaciones no cristianas en los territorios portugueses y la labor misionera de los

jesuitas propiciaron una limitada pero importante expansión del cristianismo en los

lugares de presencia portuguesa. A finales del siglo XVI había aproximadamente medio

millón de cristianos diseminados por las costas del Índico y los archipiélagos orientales.

Goa y sus islas adyacentes tenían alrededor de 50.000 cristianos, Ceilán unos 30.000,

las islas de Indonesia entre 15.000 y 20.000. La cifra más alta se daba en Japón donde

es posible que se hubieran convertido unas 300.000 personas. Por altas que sean estas

cifras, no obstante, la proporción de cristianos en Asia siguió siendo mínima,

prácticamente testimonial. La agresividad jesuita trajo importantes problemas a los

portugueses en Asia. En 1597 Hideyoshi imponía serias restricciones a la presencia

cristiana en Japón, un aviso de la expulsión definitiva que llegaría en 1614xxiii. El fin de

la presencia en Japón significó un duro golpe para la estrategia portuguesa en Asia y su

vacío sería pronto cubierto por los mucho más pragmáticos holandeses.

Los jesuitas desplegaron por todo el globo un ejército bien entrenado de

sacerdotes comprometidos y militantes. Durante los siglos XVI y XVII podía

encontrárseles en Pekín, Nagasaki, Macao, Goa, Vietnam, Luanda, o San Salvador de

Bahíaxxiv. En Brasil instituyeron el sistema de aldeias, concentraciones de población

indígena para su mejor control. Con su enorme capacidad de adaptación a las

circunstancias locales los jesuitas utilizaron la lengua tupí o lingua geral como su

instrumento de comunicación con la población nativa. Ejemplos parecidos, aunque de

mucha menor importancia los tenemos también en sus actividades en Pekín, donde el

jesuita Mateo Ricci, tras estudiar los clásicos chinos, no veía idolatría en los Ritos
Confucianos y creía que podrían ser fácilmente adaptables a la práctica católica.

Roberto de Nobili, por su parte, trabajando en la costa sur oriental de la India, hizo

importantes concesiones en los ritos religiosos al sistema de castas hindú para atraer a

las castas más altas, lo que llegó a conocerse como los "Ritos Malabares", finalmente

prohibidos por el papa Benedicto XIV en 1744xxv.

Comercio global.

Es en el terreno del intercambio de productos donde tenemos los ejemplos más cercanos

a lo que hoy denominamos globalización. Antes de que los europeos abrieran las rutas

oceánicas, Eurasia estaba siendo atravesada por interminables caminos por los que se

introducían en el occidente las mercancías orientales y viceversa. Son, sin embargo, los

marineros portugueses y españoles los que aprenderán a dominar los vientos y las

corrientes para unir, esta vez ya por siempre, a las distintas "ecumenes" del planeta. No

vamos a hacer aquí una descripción del gran desarrollo del comercio en los siglos XVI a

XVIII, sino más bien a destacar algunos ejemplos en los que ya podemos advertir de

forma muy clara la existencia de un mundo ya interdependiente, en el que los cambios

demográficos, sociales o políticos en una zona repercuten más tarde o más pronto en el

resto.

Tomemos, en primer lugar, el caso del desarrollo del "complejo plantacional" en

la terminología de Curtin y las repercusiones para el comercio mundial que produjo. Por

muchas reminiscencias feudales que se hayan querido ver en la estructura de la

plantación agrícola de monocultivo de exportación, presenta un conjunto de

peculiaridades que la hacen completamente original y que la alejan definitivamente de

su pasado medieval: se trata de una producción para un mercado distante, en tierras de

monocultivo, con mano de obra esclava de procedencia exterior en un muy alto


porcentaje y cuyo centro último de decisiones, del cual dependen es una metrópoli

lejanaxxvi. Los cambios que esta nueva estructura productiva y social generaría en el

comercio a gran escala no pueden ser obviados. Garantizar el suministro de alimentos,

pertrechos, maquinaria, herramientas o esclavos a las zonas de plantación, y transportar

la producción a los mercados distantes supuso un reto de primera magnitud para las

naciones europeas involucradas. Si las bases de este mundo comercial interconectado se

pusieron en el siglo XVI, es el XVIII donde se dan sus manifestaciones más

espectaculares. Los insumos que necesitaba el "complejo plantacional" obligaron a

establecer una red comercial que abarcaba cuatro continentes, mucho más compleja que

el estereotipo del "comercio triangular" que aparece en cualquier libro de texto.

Evidentemente, el eje central del comercio era el Atlántico, con el "middle passage", el

transporte de esclavos desde África como elemento fundamental. A África llegaba una

abigarrada serie de productos europeos, asiáticos y americanos utilizados para la compra

de esclavos, aunque no solamente, pues en algunas zonas de África los esclavos no eran

el componente mayoritario en el valor de las exportaciones. Los productos con los que

se pagaba eran fundamentalmente hierro, tabaco, bebidas alcohólicas, (ron

principalmente), y sobre todo textiles, tanto europeos como de procedencia india. Si se

comparan las importaciones africanas en el siglo XVII con las del siglo XVIII se

comprueba en primer lugar, que el volumen es muy superior en este último momento, y

en segundo lugar, que los textiles indios adquieren una importancia mucho mayor que

en la anterior centuriaxxvii. Veremos más adelante las repercusiones de este hecho en el

mercado asiático. Los esclavos así obtenidos terminarían sus vidas en alguno de los

infames lugares que como museos del horror han pasado a la historia: los ingenios

azucareros de Brasil, Saint Domingue o Jamaica, las plantaciones de arroz, añil o tabaco

de las Carolinas, Luisiana o Virginia, etcétera. Tan intenso y voluminoso era este tráfico
por el Atlántico que los portugueses tuvieron que dejar una buena parte del negocio en

manos de los comerciantes y transportistas holandeses pues su flota, en parte

comprometida en el comercio con Asia, no podía garantizar la salida de la producción

azucarera brasileña.

Otros movimientos de mercancías a gran escala supusieron asimismo un enorme

reto para la tecnología y la capacidad organizativa de los estados europeos. Es el caso de

la puesta en marcha de los mecanismos de distribución de los metales preciosos de las

enormes minas situadas en la América española y la organización de un sistema de

aprovisionamiento eficaz, tanto de productos para el consumo humano como de

mercurio para la obtención de la plata. El sistema de "flotas y galeones" que se

desarrolla durante el siglo XVI constituye un enorme esfuerzo bélico y tecnológico para

la época, un sistema pensado para garantizar el ejercicio del monopolio que la corona

castellana se había otorgado sobre el comercio con sus posesiones en América. El

sistema se complementaba con el "Galeón de Manila" que unía el sistema

europeo-americano con el asiático a través de Filipinas y que inyectaba así una buena

cantidad de plata en la zona de comercio más importante del planeta en la época. Visto

en perspectiva global, el tráfico de metales preciosos por el Atlántico, en el que la

corona española depositaba todas sus esperanzas, pero que era también el causante de

buena parte de sus desvelos, no era más que una parte (aunque fundamental) del

engranaje comercial entre Europa y Asia que se estaba desarrollando de forma

espectacular desde la apertura de la ruta directa por mar por los portugueses, pero de

forma mucho más acentuada en los siglos XVII y XVIII con la presencia activa de

holandeses, ingleses y franceses. ¿A dónde iba, finalmente, la plata americana? A

financiar la enorme necesidad de numerario de dos de las economías más pujantes del

planeta: China e India.


Si bien la presencia de los portugueses en aguas del Índico no significó una

transformación radical de los modelos comerciales anteriores (a pesar de que en un

primer momento el tráfico de especias se desvió por la ruta del Cabo, a mediados del

siglo XVI, de nuevo, la ruta del Mediterráneo Oriental recuperaba el liderazgo),

introdujeron un elemento que tendría muy importantes consecuencias en el futuro: la

militarización del comercio. Las "diásporas de comerciantes" pacíficos que hasta el

siglo XVI dominaron el comercio en el interior de Asia, dieron paso a los "imperios de

los puestos comerciales" o diásporas comerciales militarizadas, en palabras de Philip D.

Curtin xxviii . El modelo portugués del "rosario" de factorías, fuertes y ciudades en

enclaves estratégicos, fue imitado por la VOC (Compañía Holandesa de Indias

Orientales) un siglo más tarde. El dominio holandés, mucho más extendido y profundo

que el portugués, se basó en su perfeccionamiento de las rutas marítimas entre Europa y

Asia, en sus mayores recursos financieros, debidos tanto a la posición ventajosa de las

Provincias Unidas, y de Holanda en particular en las redes financieras europeas, como a

la privilegiada relación con Japón, y en su mayor eficacia en la realización de un

monopsonio casi total en la adquisición de especias finas: clavo, nuez moscada, macis y

canela. Cuando la WIC (Compañía Holandesa de Indias Occidentales) se hizo con el

dominio del nordeste brasileño, del puesto portugués de Elmina en la costa de Ghana y

de Luanda, los holandeses tuvieron en sus manos una posición de dominio casi total en

los productos más importantes en las rutas marítimas: esclavos africanos, azúcar,

pimienta, especias finas y textilesxxix.

En el paisaje cambiante de la relación comercial entre Europa y Asia, la posición

dominante holandesa se vio muy afectada por la evolución de los intercambios. Si se

comparan las cifras de los productos transportados por la VOC en el siglo XVII y en el

XVIII se ve claramente la tendencia cambiante. Lo primero que se observa es un


incremento espectacular del valor de las importaciones, motivado por el aumento del

volumen de las mismas. Pero lo que más llama la atención es el profundo cambio en la

composición de este comercio. Si en el siglo XVII es la pimienta el producto

fundamental, con las especias finas como segundo producto, éstas se han visto relegadas

proporcionalmente a un puesto muy inferior en el siguiente siglo (a pesar de que el

volumen importado sigue siendo cuantioso). En el siglo XVIII son los textiles, el café y

el té los que se han convertido en los productos estrella en las importaciones desde

Asiaxxx. Las causas de estos cambios no están claras. En primer lugar tienen que ver con

una reorganización de la presencia europea en Asia. El derrumbamiento del poder

mogol en India permite a los europeos una posición más ventajosa en zonas económicas

muy importantes y en concreto en Bengala, zona de gran producción textil. Asimismo,

la VOC extiende su poder territorial en Java, a costa del debilitamiento del imperio de

Mataram y pone en marcha su sistema de tributaciones, introduciendo el café en 1696.

Otra de las causas del cambio, seguramente, es una transformación en la naturaleza de la

demanda europea de productos asiáticos: Europa se encuentra en el siglo XVIII saturada

de pimienta y especias. Tanto Europa como América experimentan un importante

incremento demográfico, lo que se traduce en un aumento en la demanda de textiles, en

parte cubierta por las importaciones desde India. Como hemos visto, el incremento en el

comercio con África implica también una mayor demanda de textiles. El té y el café se

convierten en Europa, sobre todo en Inglaterra, pero también en las colonias inglesas,

que consumirán aún más té que la metrópoli, en productos de primera necesidad. Ello

provoca un aumento en la demanda de azúcar y de porcelana... Cualquier escolar en

Estados Unidos podría hablar del papel del té en el proceso de independencia de las

colonias inglesas en Norteamérica. El aumento de la entrada de textiles en Inglaterra, si

bien la mayor parte debían ser reexportados, supuso también un importante estímulo
para la industria textil en este país. No olvidemos que los primeros pasos de la

revolución técnica que provoca y acompaña la Revolución Industrial se producen en el

hilado y tejido. En estas nuevas circunstancias la VOC no pudo mantener su posición

hegemónica pues no contaba con una presencia fuerte en los nuevos lugares

económicamente importantes.

Este cambio en la composición del comercio, por muy importante que fuera, no

era más que el preludio de la enorme transformación estructural que los ingleses

provocarían en las relaciones comerciales euro-asiáticas en la segunda mitad del siglo

XVIII, cuando, tras hacerse con el control de la recaudación financiera en Bengala,

Bihar y Orissa, dejaron de depender de los envíos de plata desde Europa para realizar

sus compras en Asia. Dos cambios más, estos ya producidos en el siglo XIX marcarían

el fin de la relación comercial clásica entre Europa y Asia y el inicio del colonialismo

contemporáneo: la entrada masiva de textil inglés, aún más barato que la producción

local, y la introducción de añil y otras plantas industriales, producirían un cambio

radical en los términos del intercambio comercial con India: de ser una zona

exportadora de productos manufacturados, pasó a ser un importador de éstos y un

exportador de productos agrícolas. El segundo gran cambio fue la sustitución de la plata

por el opio en la compra de té en Cantón, de consecuencias enormes para el futuro.

Quizá ningún producto como el índigo refleja tan bien la interconexión entre las

diferentes zonas económicas del planeta. Si bien era cultivado y utilizado un poco por

todas partes antes de la Expansión Europea, su inclusión en las rutas comerciales

transoceánicas y la demanda del producto en Europa serán las que provoquen su rápida

extensión y su cultivo en todas las zonas posibles de la franja tropical en la que se dan

las mejores condiciones. Pocas veces se pone de manifiesto que el añil fue, además del

principal producto de exportación de vastas áreas del imperio español en América como
el Reino de Guatemala, el segundo producto en valor exportado por la América

española, tras los metales preciosos en el siglo XVIII. Fue un elemento fundamental de

las posesiones francesas en el Caribe y en Norteamérica, y se convirtió en el principal

producto exportado por India en la primera mitad del siglo XIX. Además se cultivó en

mayor o menor medida en Venezuela, Brasil, Nigeria, Java, Filipinas... Su auge y

declive en los distintos puntos no sólo se debía a los desarrollos locales, que por

supuesto tuvieron su importancia (plagas, guerras, inestabilidad política, escasez de

mano de obra) sino a las reorganizaciones globales de las estructuras comerciales que

sin duda afectaban a los lugares productores. El mayor productor mundial, la fachada

del Pacífico centroamericano, tuvo dos importantes auges en la producción, uno en el

siglo XVII y otro a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Este segundo tuvo mucho

que ver con la Revolución Industrial en Inglaterra y el consiguiente incremento en la

producción textil. El declive en la producción de esta zona, ya desde finales del XVIII,

tuvo que ver, por supuesto, con la ineficacia del sistema de distribución del imperio

español, con el enfrentamiento bélico continuado en el Atlántico, y con coyunturas

locales, pero sin duda, su declive final se debió a la transformación económica en la

India, cuando, a través de las reformas agrarias introducidas por la EIC (Compañía

Inglesa de Indias Orientales) en amplias zonas del nordeste, el campesino indio empieza

a producir ingentes cantidades de la planta tintórea.

El comercio nos ofrece los mejores ejemplos de cambios a escala global en los

siglos de la Edad Moderna. La enorme expansión del comercio durante los siglos XVII

y XVIII llevó a que los conflictos bélicos entre las potencias europeas no se decidieran

ya únicamente en el solar europeo sino que tuvieran ramificaciones en ultramar. En el

siglo XVIII muchos de los conflictos tuvieron su origen en la disputa por uno de estos

territorios coloniales. La guerra de los 80 años entre la monarquía española de los


Habsburgo y las Provincias Unidas tuvo este carácter global, sobre todo después de la

Tregua de los doce años en 1621, cuando los holandeses pusieron en su punto de mira

todas las posesiones oceánicas españolas y portuguesas. Los combates se sucedían en

Brasil, el Caribe, África, India, las Molucas o Filipinas. Fue un preludio a la llamada

Gran Guerra por el Imperio, el enfrentamiento entre Francia e Inglaterra por la

hegemonía mundial en los años centrales del siglo XVIII. Los escenarios bélicos aquí

fueron aún más extensos y distantes y en ellos se involucraron las poblaciones nativas

tanto de América del Norte como de India oriental. La victoria total británica en 1763

dio paso a la creación del mayor imperio de la historia.

El intercambio tecnológico

La tecnología, factor fundamental en el proceso de globalización actual, lo fue también

en los distintos encuentros trans-culturales que se produjeron en el periodo del que

hablamos. Algunos de los primeros testimonios de los europeos que viajaban a África

hablaban de los "dramáticos efectos de las armas de fuego europeas en los "nativos

hostiles" y el asombro mostrado por los pueblos de la costa ante los aparatos mecánicos

más simplesxxxi". Cadamosto, el explorador portugués, incluso llegó a afirmar que para

los africanos él y sus compatriotas eran grandes brujos que poseían conocimientos sobre

cualquier asunto. Esta reacción de los africanos no fue ni mucho menos compartida por

los habitantes de Asia. Hasta bien avanzado el siglo XV China había despertado la

admiración de occidente como fuente de los más importantes adelantos técnicos.

Algunas de estas innovaciones chinas, sobre todo las que tenían que ver con la

navegación, fueron usadas por los europeos más tarde para realizar sus viajes oceánicos.

Por mucho que se haya insistido en la superioridad naval europea, y en concreto

portuguesa, en el momento de la llegada de Vasco de Gama a Calicut, lo cierto es que


los marineros en el Índico y los mares de China viajaban en naves de gran

maniobrabilidad, que usaban velas triangulares, estaban guiadas por timones, llegaban a

tener hasta cuatro mástiles y hacían un uso frecuente de la brújula. Los barcos europeos

estaban mejor construidos y eran más resistentes y, sobre todo, iban mucho mejor

armados que los asiáticos. La superioridad en tecnología militar también ha sido

sobrevalorada. En los siglos XVI y XVII estaba fuera de la capacidad de cualquier

potencia europea el dominio efectivo de amplios territorios en el interior de Asia. Los

ejércitos a disposición de la dinastía Ming en China o del Gran Mogol en India eran

enormes máquinas militares. Bien es cierto que sus tácticas de combate eran

rudimentarias y, aunque hacían uso de la artillería, los europeos sabían que su

efectividad era más que dudosa. En otro orden de cosas, los europeos consideraban

insuperable la belleza y la perfección técnica de los tejidos fabricados en India, que sólo

pudieron ser superados a partir de la puesta en funcionamiento de la "mule", la máquina

de hilar de Crompton. Poco a poco, una enorme cantidad de utensilios y técnicas

originadas en Europa se expandían por los territorios afectados por la expansión

europea. Arados, hachas y todo tipo de herramientas de metal, se extendían por América

y África. Las armas de fuego adquirieron también una extensión cuasi global, siendo

manejadas en lugares tan distantes como las praderas norteamericanas o el Japón de los

Daimyo, donde su introducción por los portugueses y su posterior fabricación in situ,

alteró la naturaleza misma de la manera de guerrear y tuvieron una gran importancia en

la estrategia de los "Grandes Unificadores", Nobunaga, Hideyoshi e Ieyasuxxxii.

En la América española, donde la producción de metales preciosos era una cuestión

vital para el imperio, las técnicas mineras que se desarrollaron en Europa en la primera

mitad del siglo XVI adquirieron allí su mayoría de edad. La explotación de los enormes

yacimientos de plata y mercurio en México y Perú supuso uno de los mayores desafíos
técnicos de la Edad Moderna. En Perú las técnicas de extracción incaicas fueron

ampliamente utilizadas durante la mayor parte del siglo XVI y siguieron siéndolo en los

yacimientos más pequeños. El procedimiento de amalgamación o "beneficio de patio",

introducido por primera vez en la mina novohispana de Pachuca en 1554, fue uno de los

acontecimientos técnicos más significativos de toda la Edad Moderna, y aseguró una

producción continuada de plata hasta bien entrado el siglo XIX, cuando se sustituyó por

la cianuraciónxxxiii.

Habría que esperar hasta el siglo XIX para ver en toda su magnitud el impacto

de la tecnología en el avance del imperialismo europeo. La penetración, conquista y

consolidación (fases de la expansión europea a finales del siglo XIX, según Headrick)

fueron posibles gracias a los barcos de vapor, la profilaxis de la malaria, los rifles y las

ametralladoras, las cañoneras, los cables telegráficos y el Canal de Suez. Tecnología e

imperialismo fueron unidas desde el principio y no se entendería este último sin los

avances de la última mitad del siglo XIXxxxiv.

En 1641 el portugués Pascoal Rodrigues, enviado personal del pangeran de Palembang

en Sumatra llegaba al castillo de Batavia portando una misiva para los holandeses.

Probablemente, la lengua utilizada en el encuentro fue el portugués xxxv . En 1668 el

pintor holandés Vermeer pintaba una de sus obras maestras, El Geógrafo, en la cual

aparece sobre un armario un globo terrestre mostrando el Orientalis Oceanus, el Océano

Índico. Unos años antes, en 1662, se publicaba en Amsterdam una obra insuperable: el

Atlas Mayor de Johannes Blaeu, la más completa obra cartográfica de la historia de la

humanidad hasta ese momento, unos 600 mapas a gran formato. En el siglo XVII las
relaciones entre mundos y civilizaciones y la visión del mundo estaban en proceso de

completa transformación. Serían las bases que 300 años más tarde llevarían a la

interconexión, interdependencia y multiculturalidad que caracterizan el mundo de hoy.

La tarea de analizar e interpretar los procesos que permitieron esta transformación a

través de los tiempos queda en manos de los historiadores

i
Bruce Mazlish, "Crossing Boundaries: Ecumenical, World and Global History" en Pomper, Ph.,
Elphick, R. H. y Vann, R. T., (eds.), World History. Ideologies, Structures, and Identities, Oxford,
Blacwell, 1998, págs. 41-52.
ii
McNeill, William H., "The Changing Shape of World History" en Pomper, World History, p. 29.
iii
Citado en Mazlish, "Ecumenical, World and Global History", p. 44.
iv
Michael Adas, "Bringing Ideas and Agency Back In: Representation and the Comparative Approach to
World History", en Pomper, World History, p. 83.
v
Adas, "Bringing Ideas...", p. 82.
vi
Ibídem, 92.
vii
I. Wallerstein, El Moderno Sistema Mundial I. La agricultura capitalista y los orígenes de la
economía-mundo europea en el siglo XVI, México, Siglo XXI, 1979, p. 21. F. Braudel, Civilización
material, economía y capitalismo, siglos XV-XVIII, Madrid, Alianza Editorial, 1984.
viii
Adas, "Bringing Ideas...", p. 87.
ix
Mazlihs, Ecumenical... págs. 46-47.
x
W. H. McNeill, Plagas y pueblos, Madrid, Siglo XXI, 1984, p. 207.
xi
Ibídem, p. 210.
xii
M. L. Marcilio, "La población del Brasil Colonial", en Leslie Bethell (ed.), Historia de América Latina
4. América Latina colonial: población, sociedad y cultura, Barcelona, Crítica, 1990, p. 42.
xiii
McNeill, Plagas..., p. 211.
xiv
Ibídem, p. 218.
xv
Ib. , p. 225.
xvi
Alfred W. Crosby, Imperialismo Ecológico. La expansión biológica de Europa, 900-1900, Barcelona,
Crítica, 1988, p. 175.
xvii
Ibídem, págs. 184-185.
xviii
Ibídem, pág. 191.
xix
G. V. Scammell, The First Imperial Age. European Overseas Expansion c. 1400-1715, Londres,
Unwin Hyman, 1989.
xx
Jenny Balfour-Paul, Indigo, Londres, British Museum Press, 1998, págs. 59-70.
xxi
Crosby, Imperialismo ecológico..., págs. 214-216.
xxii
Charles R. Boxer, The Portuguese Seaborne Empire, 1415-1825, Londres, Carcanet, 1991, p. 67.
xxiii
Sanjay Subrahmanyam, The Portuguese Empire in Asia, 1500-1700. A Political and Economic
History, Londres, Longman, 1993, p. 151.
xxiv
Boxer, Portuguese Seaborne Empire... págs. 248-258.
xxv
Ibídem, pág. 245.
xxvi
Philip D. Curtin, , The Rise and Fall of the Plantation Complex. Essays in Atlantic History,
Cambridge, Cambridge University Press, 1990.
xxvii
Philip D. Curtin, "The Tropical Atlantic in the Age of the Slave Trade", en Michael Adas, (ed.)
Islamic & European Expansion. The Forging of a Global Order, Filadelfia, Temple University Press,
1993, pág. 186.
xxviii
Ibídem, pág. 188.
xxix
Jonathan Israel, Dutch Primacy in World Trade, 1585-1740, Oxford, Clarendon Press, 1988.
xxx
Bruijn, J. R., Gaastra, F. S. y Schöffer, I., Dutch-Asiatic Shipping in the 17th and 18th Centuries, La
Haya, Martinus Nijhoff, 1987, p. 192.
xxxi
M. Adas, Machines as the Measure of Men. Science, Technology, and Ideologies of Western
Dominance, Ithaca, Cornell University Press, 1989, pág. 40.
xxxii
Subrahmanyam, The Portuguese Empire in Asia, pág. 150.
xxxiii
Julio Sánchez Gómez, Minería y Metalurgia en la Edad Moderna, Madrid, Akal, 1997, pág. 49.
xxxiv
Daniel R. Headrick, Los instrumentos del Imperio, Madrid, Alianza Universidad, 1981, pág. 17.
xxxv
Jacky Doumenjou, "Recherche sur les communautés interlopes portugaises dans l'Archipel
Insulindien au lendemain de la chute de Malacca", memoria de maîtrise, Institut national des langues et
civilisations orientales, París, 1992.

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