Corporativismo 1
Corporativismo 1
Corporativismo 1
Diego Ayo*
Universidad Mayor de San Andrés
ISSN: 2219-4142
Ayo, Diego. 2014. «La Asamblea Constituyente y la democracia en riesgo: corporativismo, rentismo y capitalismo
político como pilares de la nueva Constitución boliviana». Politai: Revista de Ciencia Política, Año 5, primer semestre,
N° 8: pp. 49-68.
* Doctor en Ciencias Políticas por el Instituto Ortega y Gasset. Actualmente es Profesor en la Universidad Mayor de San
Andrés, La Paz y profesor de Descentralización y Autonomías en la Universidad Mayor de San Andrés y en la Universidad
Católica. Trabajó como investigador en el Programa de las Nacionas Unidas para el Desarrollo, fue gerente del proyecto
de descentralización municipal en USAID. Fue últimamente profesor visitante en la Universidad de Mc Gill, Montreal,
Canadá. Ha escrito diversos textos sobre democracia y descentralización como los Desafíos de la Participación Popular,
Voces Críticas de la Descentralización o Municipalismo.
Resumen
¿La nueva Constitución Boliviana del 2009 motivó un cambio sustancial en su modelo
democrático? La tesis del artículo argumenta que la poca variación sustancial en el producto
elaborado –la Constitución- por la Asamblea Constituyente, en comparación a Constituciones
anteriores, fue fruto de cómo se llevó a cabo el proceso de elaboración de la misma aunque se debe
resaltar algunas consideraciones históricas. Las constricciones históricas de la economía boliviana
así como la polarización de actores en la elaboración de la nueva Constitución tuvieron una gran
influencia al impedir una refundación de la misma. Si bien hubo un gran recojo de elementos
progresistas fruto de la revolución boliviana como Derechos Humanos, Plurinacionalidad y
Autonomías Regionales, aún se mantuvieron ciertas prerrogativas constitucionales a actores
que protegían el status quo. La presencia de actores corporativistas, rentistas y estatistas se ha
mantenido a lo largo del tiempo, por lo que se permite la reproducción de las relaciones políticas
internas del modelo boliviano y se inhibe la posibilidad de su reemplazo o refundación. Esto
derivó en una situación posconstitucional que consolidará una democracia que dificultosamente
podrá quebrar las ataduras de un pasado que condiciona su carácter híbrido.
Abstract
Did the new Bolivian Constitution of 2009 influence a change on its democratic
model? The thesis of the article claims that as a result of how the Constitution elaboration
process was carried out on a frame of certain historical conditions, the product elaborated –The
Constitution- by the Constituent Assembly had little substantial change in contrast to former
Constitutions. Historical constrains of the Bolivian economy and the polarization of the actors
involved on the elaboration process of the new Constitution had a great influence to prevent
a substantially different new one. Progressive’s elements were introduced as a matter of result
of the Bolivian revolution as Human Rights, Plurinationality, and Regional Autonomies, but
certain constitutional prerogatives remained unchanged to preserve the status quo. The presence
of corporatists, rentist and statist actors has been a trend along Bolivian history, which does
allow the reproduction of the internal political relationships of the Bolivian model and inhibits
the possibility of a substantial change or re-foundation. Furthermore, the pos-contitutional
situation will consolidate a democracy that hardly would break the historical constrains that
rules its hybrid character.
Antecedentes
1 La Guerra del Agua se refiere a las enormes movilizaciones en la ciudad de Cochabamba en abril de 2000 en contra del incre-
mento de tarifas al servicio por parte de la empresa extranjera Bechtel. La población no toleró esta alza en la provisión del agua,
asi que se lanzó a las calles y terminó exigiendo la expulsión de la empresa. Ello tuvo lugar a causa del inminente caos reinante
y la pavorosa debilidad gubernamental.
2 Bolivia se divide en nueve departamentos distribuidos en dos regiones étnicamente diferenciadas. La primera, con población
mayormente indígena, reúne a cinco departamentos: Cochabamba, Chuquisaca, La Paz, Oruro y Potosí; y la segunda, de
población mayormente no-indígena, agrupa a Santa Cruz, Beni y Pando y Tarija. La primera región ha sido bautizada como
«Media Luna». Término no aceptado como válido desde el otro polo geográfico nacional. Sin embargo, sin perder de vista la
limitación intrínseca a una división marcadamente dual, es útil usar esta denominación para comprender la doble demanda
de este periodo: del lado no indígena se demandó, de 2003 en adelante, las «Autonomías» y del lado inverso la Asamblea
Constituyente.
3 Hasta antes de 2005, los prefectos fueron autoridades designadas por el presidente. A partir de esa fecha, fueron elegidos por el
voto pero aún mantenían el apelativo de prefectos teniendo en cuenta que la descentralización no existía en el país. Sin embargo,
con la nueva Constitución de 2009, se realizaron las primeras elecciones autonómicas que permitieron elegir a los gobernadores
departamentales como sustitutos de los prefectos.
Lo que caracterizó el proceso constituyente fue la rivalidad entre aquellos que representa-
ban a la media luna –en el imaginario popular alude a la región de las oligarquías extranjeras ri-
cas- y quienes defendían a los actores emergentes: indígenas y campesinos. Por tanto, el propósito
es comprender que no fue el diálogo y la reflexión lo que solventó la realización de la Asamblea
Constituyente, sino el deseo de avasallar al enemigo. A decir de Jorge Lazarte, «[…] los que allí
estaban no lo hacían para ponerse de acuerdo, sino para marcar sus diferencias» (2011).
Por esa razón, entender lo sucedido a lo largo del proceso constituyente obliga a comprender
el circuito político que tuvo lugar de 2006 a 2009, caracterizado por la permanente tensión entre
la voluntad mayoritaria del gobierno del presidente Morales y el tesón contra-mayoritario de la
oposición.4 Se postula, por tanto, la tesis de que la dinámica del proceso influyó decisivamente en
el producto final (Elkins 2009). En el caso descrito, una dinámica de mayoría absoluta impidió
cambios substanciales (Dixon y Holden 2011). Es fundamental partir de esta certeza para
verificar si el resultado primordial es precisamente el no-cambio constitucional y la preservación
de porciones corporativas que actúan como verdaderas constricciones institucionales históricas.
El marco teórico sugerido por Alberts, Warshaw y Weingast describe una relación
pendular entre la pujanza de la mayoría y la defensa contra-mayoritaria. Este péndulo facilita
la comprensión de lo que aconteció en Bolivia partiendo de la situación de empate catastrófico
entre las fuerzas políticas existentes: la región de la media luna y el nuevo bloque en el poder.5
4 Para este efecto ha sido fundamental el ensayo de Alberts, Susan y otros. 2012. «Democratization and Countermajoritarian In-
stitutions: the Role of Power and Constitutional Design in Self-Enforcing Democracy», en Tom Gingsburg (ed.), Comparative
Constitutional Design. Nueva York: Cambridge University Press, 70-100.
5 De 2000 a 2009 se produjo una situación de empate político entre lo que constituía, siguiendo las palabras del Vicepresidente
Álvaro García Linera, el viejo bloque en el poder y el insurgente bloque en el poder. Lo que estuvo en juego, por tanto, usando el
léxico de aquella coyuntura, fue una pugna entre la «Agenda de Octubre de 2003», que buscaba contentar al polo occidental an-
dino del país llevando adelante la Asamblea Constituyente y la «Agenda de junio de 2004» que pretendía satisfacer los intereses
del polo oriental y Tarija poniendo en marcha el proceso de las Autonomías; cfr. García, A. 2010. «El Estado en transición.
Bloque de poder y punto de bifurcación», en A. G. Linera, Raúl Prada, Luis Tapia y Óscar Vega, El Estado, campo de lucha. La
Paz: CLACSO/Muela del Diablo/Comuna, 9-42.
6 La intención al hablar de momentos y contra-momentos tiene que ver con el empate catastrófico que caracterizó la marcha de-
mocrática de 2000 a 2009. Los momentos aluden a las acciones de los actores que pretendían quebrar el dominio del tradicional
bloque en el poder. Los contra-momentos, por su parte, aluden a las acciones o reacciones del antiguo bloque para preservar
su hegemonía cada vez en mayor declive. El propósito central reside en mostrar que a causa de este bloqueo mutuo la nueva
Constitución poco pudo tener de novedosa. Ello explica la parte más importante del ensayo: la permanencia del status quo en
la constitución, incapaz de incentivar, por ende, la visualización de rasgos corporativos, rentistas y de estatismo-capitalismo
político.
7 Para comprender este particular momento es imprescindible el texto colectivo de Romero, Carlos y otros. 2009. Del conflicto al
diálogo. Memorias del acuerdo constitucional. La Paz: FBMP-Friedrich Ebert.
Algunas puntualizaciones
En primer lugar, una vez visto el compulsivo circuito pendular que tuvo lugar de 2000 en
adelante, es imprescindible sentar una primera constatación: la nueva Constitución finalmente
aprobada en este trajín de momentos y contra-momentos no fue producto del diálogo. A decir de
Fernando Molina, la Constitución fue un acto emocional que
«[…] significa la victoria, la gloriosa hora en que los q´aras,8 el núcleo citadino de La Paz,
la «oligarquía camba»9, los ricos, los otros, morderán el polvo de la derrota. Se trata de algo
imposible de argumentar razonablemente o de cuantificar mediante un cálculo de costo
y beneficio. Se trata de algo más bien religioso. Es un intento de reconciliarse […] por la
vía del triunfo absoluto de la propia identidad» (Molina 2007).
a) Los partidos políticos ejecutaron campañas electorales mediocres que, a pesar de lo que
estaba en juego, no hicieron mucho para alentar el debate programático. Las razones tienen
que ver con la cercanía de la elección presidencial de 2005 y el cansancio electoral, la falta
de candidatos experimentados que llamaran la atención ciudadana y la falta de dinero para
emprender esta elección, habiéndose gastado ya «todo» en diciembre del año previo (Romero
2006).
b) Los medios apuntaron al sensacionalismo, publicando noticias sobre conflictos en la
Asamblea, y se parcializaron con algún frente. Solo en el 3% de las editoriales de la época
analizaron las propuestas técnicas presentadas a la Asamblea.10
c) Las organizaciones departamentales no presentaron nada relevante como plataforma de
discusión nacional: Santa Cruz defendió su posición regional; La Paz no presentó ningún
documento relevante; Cochabamba se adhirió acríticamente a las órdenes partidarias
nacionales; y el resto de departamentos no propuso más que planteamientos demasiado
puntuales (Torrez et al 2007).
d) Las mismas organizaciones indígenas y campesinas propusieron poco al debate. Se limitaron a
exaltar su propia presencia con propuestas referidas al número de representantes que deberían
tener en la Asamblea Legislativa Plurinacional,11 cuotas étnicas que al final quedaron en siete
a pesar de que inicialmente se hablaba de al menos 30.12
e) Los mismos asambleístas, a pesar de tener una formación profesional en una proporción
relativamente alta –el 43,2% de las mujeres y el 62,3% de los hombres son titulados
universitarios (Albó 2008: 98)- no tenían experiencia política ligada al debate y respondían
ante todo a sus respectivas cúpulas partidarias y no propiamente al bien común.
13 Así queda visualizado en los testimonios recogidos en el libro de Moira Zuazo y Cecilia Quiroga (coord.),
ob.cit.
14 Elkins, Zachary y otros, location 4040 (56%)-4201 (59%).
15 Elkins, Zachary y otros, ob.cit., location 2342 (32%).
16 La Constitución de 1967 reconocía los derechos de primera y muchos de los de segunda generación, pero la
de 2009 engloba además los derechos de tercera y cuarta generación.
reglamentarista» (Elkins et al 2013: capítulo 4). De ese modo, es evidente que la mayor inclusión
y/o la mayor especificación, asumidos como centrales en la posibilidad de una mayor durabilidad
constitucional no necesariamente son ponderables en el caso boliviano. Se corre el riesgo de
consolidar rasgos constitucionales «feudalizados».17 Es ello lo que precisamente se analiza en el
siguiente acápite.
En este acápite se pretende exponer los rasgos que caracterizan a la nueva Constitución
boliviana. Siguiendo el orden metodológico del primer acápite, se busca comprender que la tensión
mayoría versus contra-mayoría impidió debatir abiertamente los tópicos de mayor relevancia en la
agenda nacional, como el cambio climático o los adelantos científicos y el desarrollo tecnológico,
temas relativamente desconocidos en la nomenclatura constitucional boliviana.
Además, ni siquiera se debatieron los elementos vigentes en las constituciones previas.18 De
ese modo, lo que se pretende relevar en este ensayo es la persistencia de constricciones históricas
(path dependences) que moldean el presente con inobjetable rigor, algo que, al parecer, es una
rutina política boliviana (Matus 2004).
La Constitución actual reproduce esa esencia sin demasiada originalidad, convirtiendo
la revolución proclamada en mero reformismo, capaz de recrear los moldes del pasado sin
modificaciones.
La pregunta que surge inmediatamente, por tanto, es comprender entonces por qué hay
una volatilidad constitucional relativamente alta en la historia boliviana si los cambios al final
son menores. Téngase en cuenta que el promedio de vigencia constitucional en Bolivia fue de
11,2 años de 1826 a 2004 (Miguel 2002: 595).
Asimismo, el trabajo colectivo de Elkins y sus colegas observan que, si bien estas
constituciones son más volátiles, son las más propensas a inhibir posibles modificaciones
constitucionales, algo que los autores consideran intrigante: más inestabilidad por demandas de
cambio con un saldo de menor cambio.
El caso boliviano refleja precisamente ambos aspectos: se trata de una sociedad heterogénea
que, aunque tiene una alta volatilidad constitucional, el producto final es igualmente conservador.
La explicación ofrecida para este caso tiene que ver con la tesis defendida en este ensayo: el modelo
corporativo, rentista y estatista funciona más por agregación que por reemplazo: no se sustituyen
actores en lo que sería una verdadera dinámica revolucionaria sino que se convive con ellos.
Por ejemplo, Evo Morales proclamó una «revolución democrática» que quebró
ideológicamente con el modelo político previo (Pincus 2007: 399). Pero el cambio se ha
producido de forma acumulativa a lo existente, sin suprimirlo.
De tal manera, frente a una franja institucional de no-cambio, se propicia simultáneamente
el cambio. Aunque no se trata de un cambio de instituciones, prácticas culturales o de actores,
17 Lamentablemente Elkins no hace una distinción cualitativa de aquellas constituciones surgidas de Asambleas Constituyentes
y aquellas surgidas de otros mecanismos institucionales. La única aclaración tiene que ver con la condición aún marginal de
las Asambleas como mecanismos de transformación constitucional, en tanto sólo un 12% de constituciones han seguido esta
vía. cf. Elkins y Ginsburg, Tom. 2013. «Can We Trusted Legislators to Write Constitutions». Paper prepared for a Workshop
at American University. Washington DC, 17. En todo caso, hasta el momento lo que sabemos de estas Asambleas, al menos en
América latina, es que conducen a regímenes populistas. Eso es algo que por ello amerita mayor atención.
18 Ya lo pronosticó certeramente el profesor H.C.F Mansilla para quien la CPE no iría a modificar prácticamente nada que no sea
el régimen autonómico.
19 Esta es una prerrogativa que favorece a los campesinos dándoles tierra pero simultáneamente los ata a un modelo estatal protec-
cionista que les impide incluso obtener crédito por sus propias tierra. Cfr: Jost et al, ob.cit., p. 330.
exigía cambios inmediatos en una institución percibida mayoritariamente como corrupta (Araníbar
2006). Describe fehacientemente esta situación el relato antropológico de Shavelzon:
Otro gran conflicto de la época en las comisiones había sido el que enfrentó la Policía y el Ejér-
cito por las propuestas de cambio de la Comisión de Seguridad y Defensa. Policías del MAS y
de la oposición se habían unido y proponían quitarle al ejército potestad sobre la seguridad in-
terior […]. Como respuesta, constituyentes que representaban intereses de los militares elabo-
raron un proyecto que «descuartizaba» a la Policía […]. El Gobierno intervino la Comisión y
estableció que no hubiera cambios vinculados a ese tema respecto a la Constitución anterior.20
La educación boliviana dista de ser de las mejores. Las explicaciones tienen que ver con
distintos aspectos que no corresponde ampliar en este ensayo. Lo que aquí se requiere enfatizar
es el tipo de prerrogativas constitucionales de estos sectores. En el caso de las universidades, los
principales problemas detectados han sido relativos a la denominada autonomía universitaria, el
cogobierno docente-estudiantil o la gratuidad en la matrícula, todos elementos preservados en la
nueva Constitución. Lo cierto es que cada uno de ellos tiene efectos específicos.
La autonomía se vincula directamente con la falta de calidad educativa debido a la
ausencia de mecanismos de medición externos. Por su parte, el cogobierno se relaciona con
el incremento desmedido de alumnos que justifica las presiones estudiantiles permanentes por
elevar el presupuesto. Finalmente, la gratuidad deriva en el ingreso selectivo a la universidad
pública de ciudadanos del tercer al quinto quintil de pobreza (los menos pobres) y no de los
sectores más pobres del país (Lizárraga 2002).
En el caso de la educación primaria y secundaria, la Constitución ha preservado el
escalafón del magisterio intacto. Téngase en cuenta que el «escalafón no admite la evaluación
del desempeño docente y establece la inamovilidad del maestro. Este privilegio feudal no solo
lo convierte en intocable sino que impide que cualquier ciudadano exija una educación con
mínimos de calidad y equidad» (Mariaca 2006). Ambos sectores, amparados en sus privilegios
constitucionales, acaparan el 21% de la inversión pública (Fundación Jubileo 2011).
Estos sectores han sido reconocidos por la Constitución en su particular identidad. Las
cooperativas mineras gozan de un privilegio particular: «El Estado promoverá y fortalecerá las
cooperativas mineras».21
La razón es simple: de los 70.499 ciudadanos que trabajan como mineros, 58.092 lo
hacen como cooperativistas. Ello los convierte en un bastión político imprescindible no solo
como fuerza electoral, sino como fuerza corporativa capaz de movilizarse «para la acción directa,
ejercitando medidas de presión» en defensa del gobierno del MAS. Este les da subvenciones y
ellos pagan con lealtad (Oporto 2012: 24). No es casual que el anteproyecto de Ley Minera
contemple una menor tributación para este sector.22
En el caso de los cocaleros la Constitución es aún más pródiga. «El Estado protege a la coca
originaria y ancestral como patrimonio cultural, recurso natural renovable de la biodiversidad
de Bolivia, y como factor de cohesión social; en su estado natural no es estupefaciente. La
revalorización, producción, comercialización e industrialización se regirá mediante la ley».23
Se otorga un reconocimiento privilegiado a la coca, aunque múltiples productos naturales
son igual de originarios y ancestrales. La intención es proteger al sector posiblemente más leal
al presidente Morales. Esta protección asegura que, por efecto del narcotráfico, «700 millones
de dólares ingresen a la economía», reducidos grupos de poder de este mismo sector empiecen a
perfilarse como nuevos ricos y la impunidad campee en esa región del país.24 Téngase en cuenta
que 94% de la coca del Chapare se destina al narcotráfico de acuerdo a Naciones Unidas y un
65% de la coca de esta región y Yungas no se destina al mercado legal.25 El gobierno, amparado
en el carácter constitucional vernacular de la hoja, pasa por alto estas estadísticas.
En el caso de los gremialistas, también se han redactado disposiciones constitucionales
que apuntan a promover su desarrollo. Destacan aquellas que establecen la posibilidad de aporte
fiscal de acuerdo a capacidades económicas diferenciadas.26 Ello ha derivado en el diseño de un
régimen tributario que privilegia la evasión fiscal tanto como la elusión: de aproximadamente
1.500.000 gremialistas, solo 38.000 tributan. La explicación pasa por el formato tributario
dividido en un Régimen General, que regula casi la totalidad, y dos régimen adicionales: el
Simplificado y el Tributario, para comerciantes con reducidas cuotas de capital y transportistas
de transporte menor.
El problema, sin embargo, es que múltiples sectores acaudalados se hacen pasar por
comerciantes y transportistas pequeños.
En suma, el cambio prometido posiblemente ha visto menguar su incidencia al calor de las
estadísticas: 130 mil maestros, aproximadamente 400 estudiantes universitarios, 50 mil policías
y militares, 60 mil cooperativistas, 70 mil cocaleros y más de un millón de gremialistas, hacen
un total que catapulta a cualquier líder político. Prima el afán electoralista sobre la promesa de
cambio.
Si bien este apartado se ha explayado en mostrar los beneficios en cada sector abordado,
es importante remarcar que estos están sujetos a determinados mecanismos de subordinación
al poder político: los militares deben someterse a las autoridades para lograr sus ascensos; las
universidades y magisterio deben evitar perturbar al gobierno si no quieren que el precepto
constitucional sobre «la medición de la calidad educativa a cargo del Ministerio del ramo» se
aplique27; y/o los cocaleros deben apoyar incondicionalmente si no quieren que «el gobierno
descubra narcotraficantes entre sus filas».28
Por otro lado, no hay duda de que los criterios de singularidad, obligatoriedad, no-
competitividad y jerarquía, se reproducen en todos estos sectores. Son únicos, la participación es
obligatoria (en el caso de los cocaleros, por ejemplo, el que no marcha corre el riesgo de perder
sus cultivos como sanción de la federación), no deben competir con ningún actor y se acerca más
a lo que H.C.F. Mansilla define como «democracias de consenso compulsivo» (Mansilla 1993).
23 Constitución, Art.384.
24 Esta es una cifra del propio gobierno, anunciada por el Vicepresidente García.
25 Declaraciones de César Guedes, funcionario de Naciones Unidas, en La Prensa del 5 de junio de 2012.
26 Constitución, Art. 321, I.
27 Constitución, Art.89 y Art. 93, III.
28 Entrevista con Iván Arias, analista y periodista del 7 de mayo de 2013.
Para entender lo sucedido con los dos actores más descollantes de la historia boliviana,
hay que comprender que los principales clivajes de discordia social tienen que ver con dos tipos
de lucha: las regionales y las étnicas.
Desde la colonia, los conflictos surgieron entre los esfuerzos de autodeterminación
indígena y las reformas estatales por consolidar el dominio español. En este último caso, las
reformas borbónicas que impulsaron las Intendencias determinaron la presencia de las regiones
con inusitada fuerza (Barrios 2012: 266-294). Esta dualidad pretendió ser suprimida con la
Revolución del 52, cuyo propósito residió en encumbrar a la nación boliviana, quebrando las
lealtades regionales y étnicas. Sin embargo, a pesar de que las diputaciones uninominales y/o
los municipios fueron borrados del mapa político-institucional (Rodríguez 1995), lo regional no
perdió vigencia. ¿Por qué?
La explicación amerita recordar la Guerra del Chaco, una conflagración bélica entre
Bolivia y Paraguay cuyo desenlace fue una profunda toma de conciencia de que el petróleo
era boliviano. Los recursos naturales eran exclusivamente bolivianos y ninguna potencia
internacional debía expropiarlos, como sucedió con la plata y el estaño. Esta guerra azuzó pues
lo que Guillermo Francovich denominó los mitos profundos de Bolivia. Uno de ellos consistía,
y lo hace aún, en temer el saqueo de fuerzas extranjeras.29 Las élites regionales exigieron, por
tanto, la aprobación de una norma que permitiese el aprovechamiento de los recursos desde los
mismos departamentos. De ese modo, en 1938, logró promulgarse la ley que crea el concepto de
regalías. Estas se conciben como transferencias fiscales destinadas a los departamentos donde se
encuentran las riquezas naturales.
En 1957, el descubrimiento de petróleo en Camiri –el Chaco boliviano situado en Santa
Cruz- reactivó esta ley y dio inicio a la distribución de estos recursos fiscales. ¿Quién ganó?
Santa Cruz recibió, de 1965 a 1985, igual cantidad de dinero que los restantes departamentos.
Así, un departamento de poco más de 50 mil ciudadanos se benefició con casi similar monto a
lo distribuido a más de dos millones de bolivianos (Arze 2002). De tal manera, la obtención de
las llamadas regalías es el inicio de un modelo de distribución fiscal inequitativo. La síntesis de
ello es contundente: se generó un ciclo de constricción histórica institucional (path dependence),
reconocido en las Constituciones de 1961, 1967, 1994 y 2004 (las dos últimas son constituciones
que reformaron la Constitución de 1967), que predomina hasta el presente.
Los departamentos productores de hidrocarburos percibirán una regalía del once por
ciento de su producción departamental fiscalizada de hidrocarburos. De igual forma, los
departamentos no productores de hidrocarburos y el Tesoro General del Estado obten-
drán una participación en los porcentajes, que serán fijados mediante una ley especial.30
29 Sobre ello es fundamental el ensayo de Fernando Molina sobre los recursos naturales antes citado.
30 Constitución, Art. 368.
Artículo 353. El pueblo boliviano tendrá acceso equitativo a los beneficios provenien-
tes del aprovechamiento de todos los recursos naturales. Se asignará una participación
prioritaria a los territorios donde se encuentren estos recursos, y a las naciones y pueblos
indígena originario campesinos.31
Aún más sobresalientes son los siguientes puntos referidos a algunos de los derechos de las
naciones y pueblos indígenas.32
A ser consultados mediante procedimientos apropiados, y en particular a través de sus
instituciones, cada vez que se prevean medidas legislativas o administrativas susceptibles de afec-
tarles. En este marco, se respetará y garantizará el derecho a la consulta previa obligatoria, reali-
zada por el Estado, de buena fe y concertada, respecto a la explotación de los recursos naturales
no renovables en el territorio que habitan.
«A la participación en los beneficios de la explotación de los recursos naturales en sus
territorios». Y «a la gestión territorial indígena autónoma, y al uso y aprovechamiento exclusivo
de los recursos naturales renovables existentes en su territorio sin perjuicio de los derechos
legítimamente adquiridos por terceros».
Vale decir, los indígenas deben ser consultados, tienen el derecho a obtener beneficios
de la explotación de los recursos naturales existentes en sus territorios y, sobre todo, poseen la
facultad constitucional de usar de forma exclusiva esos recursos.33
Por tanto, la apertura anti-nacional de 1938/1957 tuvo una sólida continuidad, poniendo
en evidencia que la descentralización surge menos por motivos económicos, sociales y/o políticos,
que por restricciones institucionales que han definido y definen una secuencia histórica evolutiva
(Falleti 2010). Un hito institucional del presente, por ende, tiene un origen institucional de más
de medio siglo de duración. La pugna entre la Media Luna y el Occidente de 2003 a 2009 o lo
que llamó la disputa entre las dos agendas –aquella de la Asamblea y aquella de la Autonomía-
puede rastrearse a este momento constitutivo.
Además, conviene recordar lo expresado en el apartado previo: los nuevos actores no
sustituyen a los viejos sino que conviven. Hoy sucede lo propio con estos actores. Los indígenas
ya fueron reconocidos en la Constitución de 1994. Sin embargo, hasta aquel momento, los
temas vinculados a lo indígena incluían exactamente cinco artículos constitutivos junto a
más de una centena de leyes, decretos y reglamentos (Banco Mundial 2005). Hoy, el solo
vocablo «naciones y pueblos indígenas originarios y campesinos» se repite 69 veces en el texto
constitucional.34
Diversos estudios anteriores a la presente Constitución exhibían un sitial mediocre de lo
indígena en la normativa nacional en comparación con otros países.
Hoy Bolivia se sitúa a la cabeza. Por tanto, el ingreso indígena ha sido contundente
y, sin lugar a dudas, altamente democratizador, posibilitando la expansión de la democracia,
– El modelo al que se apunta tiene que ver con la industrialización de los recursos naturales
y la presencia del Estado como el garante de este propósito. Ello va en desmedro de una
economía más adecuada a los paradigmas del presente relacionados, fundamentalmente, al
capital humano, la tecnología y la ciencia. Predomina en la Carta Magna una clara exaltación
hacia los recursos naturales, la estatización de los mismos y su posible industrialización.
– La Constitución afirma que los recursos naturales son del pueblo boliviano y que los pueblos
indígenas tienen el derecho a consulta sobre el destino de los recursos que se encuentren en
su territorio. No hay duda de que este es un precepto democratizador cuya consecuencia es el
temor a invertir. La rigidez de las reglas dificulta atraer capitales privados. Ello se complementa
con el derecho indígena a poseer los recursos forestales como derecho exclusivo, dificultando
la posible explotación privada de la riqueza forestal.
– Se establece como condición para las empresas privadas internacionales que el total de
sus utilidades sean reinvertidas en el país. Este dispositivo indudablemente desincentiva
la atracción de capitales foráneos. Lo propio ocurre con las inversiones mineras. La nueva
Constitución elimina las concesiones mineras y prohíbe que los nuevos contratos permitan
transferir las posesiones mineras como sucesión hereditaria. Ello, si bien abole sanamente la
tendencia oligárquica presente durante las dos últimas décadas, impide mirar la inversión
privada con lentes de mediano y largo plazo como exige este rubro.
– Se observa una marcada rigidez constitucional respecto a que los obreros no pueden renunciar
a sus derechos bajo ninguna circunstancia, eliminando cualquier posibilidad de negociación
con los empleadores. Además, se delega a rango de ley los asuntos concernientes al salario,
contrato laborales, reincorporación laboral. Finalmente, se prohíbe el despido injustificado,
lo que supone que ante una caída de las ventas, el empleador no puede regular su propia
planilla a riesgo de incurrir en una contravención legal.
– Se afirma que toda persona tiene derecho a la propiedad privada siempre que esta cumpla
una función social. La preocupación reside en el desconocimiento que se tiene respecto a qué
implica esa función social.
– Se establecen los derechos de los consumidores –algo ponderable- pero no se hace alusión
a los derechos de los productores contra la competencia desleal, el contrabando y/o la
comercialización de productos piratas.
– Se prohíbe cualquier forma de monopolio económico pero esta disposición rige exclusivamente
para los empresarios privados. En el caso de la economía estatal, el impedimento monopólico
no se extiende a su diseño público.
– La Constitución afirma que la Contraloría puede ejercer su función no solo en las entidades
públicas, sino en aquellas en las que el Estado tenga participación y/o interés económico. Lo
que supone que será suficiente declarar el interés del Estado para que alguna empresa privada
sea intervenida.
– La constitución afirma que la inversión nacional será priorizada sobre la extranjera y que esta
no tiene el derecho de hacer reclamos a organización internacional alguna. Se suprime pues
el arbitraje internacional.
– Se elimina la independencia del Banco Central. Se determina que es el Estado, a través del
Órgano Ejecutivo (el ministerio del ramo), en coordinación con el Banco Central, fijará los
objetivos de la política monetaria y cambiaria del país.
– Se prohíbe que los campesinos desarrollen actividades privadas otorgando sus propiedades
–solares campesinos- como garantía crediticia (Quiroga 2007).
– Los servicios públicos no pueden ser dados en concesión a empresas privadas. 38
Al final, el resultado –vía pacto, vía triunfo o vía armisticio- tendrá que ver con la forma
en que se vaya a distribuir el excedente estatal […] Y esta realidad económica se la puede
visualizar a diario desde cosas tan sencillas como las decisiones sobre a quién comprar
tractores para implementar los planes de industrialización del pequeño productor. ¿Se
los compra al empresario vinculado a PODEMOS? ¿al empresario vinculado al MNR?
En esa decisión administrativa se juegan 30 millones de dólares. […] En mayores dimen-
siones, el escenario de usos sociales, de potenciamiento o debilitamiento de tal o cual
facción social, tal o cual representante de clase, se da cuando se licita la construcción de
grandes carreteras o empresas […] En esta redistribución se consolidan tales o cuales fuer-
zas regionales, necesidades sociales, horizontes económicos colectivos, ganancias, fuerzas
sociales en detrimento de otras, personas con tales o cuales vínculos sociales, con tal o
cual posición en los momentos de conflicto, etc. (García 2009).
Reflexión final
La conclusión central es que conviene dejar en claro que lo que se viene construyendo
a partir de la nueva Constitución no es otra cosa que un modelo político, económico y social
corporativo, rentista y estatista (o de capitalismo político).
La Constitución de 2009, de ese modo, terminó por consolidar una democracia que
dificultosamente podrá quebrar las ataduras de un pasado que condiciona su carácter híbrido:
sólidamente electoralista pero tenuemente liberal (Levitsky y Way 2010). En este sentido, esta
reflexión de cierre pretende esclarecer que el margen de flexibilidad gubernamental es mínimo
en un escenario maniatado por actores que no aportan recursos al Estado, sino que los extraen.
La sostenibilidad de este modelo estatal, por ende, descansa en el auge del recurso
natural y no del aporte social-empresarial. Los actores que irrumpen fortalecidos con la nueva
Constitución reciben recursos públicos (los actores corporativos), los extraen (los actores rentistas,
indígenas y departamentos), los malversan (los actores empresariales estatales), los evaden el pago
de recursos públicos (los actores ilegales ligados al contrabando y/o narcotráfico), y/o los gastan
recursos públicos (los actores asistidos o sujetos a las políticas asistenciales del gobierno), pero no
hay actores, a no ser marginales, que produzcan recursos públicos.
Por tanto, el modelo corre el riesgo de diluirse en coyunturas internacionales desfavorables.
En ese sentido, resta poner sobre el tapete nuevamente la pregunta que guió este ensayo: ¿ayuda
a mejorar la democracia la nueva Constitución promulgada en 2009? Hay diversas formas de
responder a este interrogante que, no obstante su utilidad, resultan insuficientes.
Primero, la respuesta de visión coyuntural. Esta evalúa la democraticidad en función a
los aspectos tanto ponderables como reprochables de la realidad post-constitucional que han
tenido lugar. La realidad tiene cosas buenas y cosas malas, argumentan. En esta visión hay
pues elementos democráticos tanto como tenuemente democráticos y/o quizás inclusive no-
democráticos. No hay duda que la ruta de lo real transcurre estos derroteros. Pero decirlo aporta
poco a la comprensión de lo que podría ser una orientación constitucional dominante. Por tanto,
poco se avanza al aseverar ello.39
Segundo, la respuesta de visión político-ideológica. Esta acomoda su discurso político en
función a la Constitución promulgada en 2009. El gobierno precisamente delinea el futuro
como un eslabón más en la larga cadena de sucesos revolucionarios. La CPE es un eslabón más
y la Agenda 2025 su continuación lógica. En su antípoda se coloca la oposición que ve en esta
coyuntura de imposición autoritaria, un hito más en una larga serie de agresiones oficialistas
(Oporto 2009). Por ende, aunque con un tenor inverso, la orientación político-ideológica
no varía: la Constitución fue el resultado de un afán democrático/autocrático y su puesta en
ejecución no puede ser menos positiva y democrático/adversa y despótica (Quiroga 2010).
Tercero, la respuesta de visión prescriptiva-utópica que evalúa la democraticidad de la
Constitución de acuerdo a lo que deseaban que suceda. Ejemplo: si fue la comunidad indígena la que
determinó el curso de las movilizaciones de 2000 en adelante, la Constitución debe posibilitar «una
revolución institucional […] que integralmente se comprenden como la emergencia de un modelo
civilizatorio y cultural alternativo al capitalismo y a la modernidad» (Prada 2011). Lo contrario
implica el fracaso del proceso constituyente y el consecuente quiebre democrático. Por ende, desde
esta óptica la correlación entre la nueva Constitución y el avance democratizador no se produce.
Cuarto, la respuesta de visión teórica sesgada o a medias que se explaya en amoldar la
realidad a cánones teóricos coherentes pero insuficientes para entender la realidad en su conjunto.
Destaca el ensayo de Jonas Wolff sobre la condición post-liberal de la democracia boliviana.
39 Exposición de Michael Coppedge en el Workshop at American University, Washington DC, may 28-29, 2013.
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