La Busqueda Dos
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La búsqueda Alfonso Lara Castilla
LA BUSQUEDA
Alfonso Lara
Castilla
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faltaba.
El Águila se adaptó: pensaba, comía, se
acurrucaba y dormía a la misma hora que
todas sus compañeras.
No conocía más allá de los huecos y
puertas del corral. ¡Solo el corral!
A veces, algo la inquietaba: el lugar era
muy chico, monótono y aburrido. Sentía una
profunda soledad; sus alas estaban sucias y
entumecidas.
Un día, comenzó a no estar de acuerdo con
el espíritu y actitud de las aves de corral.
y... comenzaron los problemas. Por el
suelo se encontraban plumas sueltas: las aves
estaban desplumándose.
El Granjero desde hacía tiempo las
observaba. Y llegó el momento en que decidió
sacar al Águila del corral.
Con deseo de ayudarla, la tomó entre sus
manos y le dijo:
¡Tú eres un águila! Naciste con
características propias que dan valor a tu ser.
Tú, Águila, no permitas que te absorba el
ambiente. A ti la naturaleza te ha concedido
facultades que te permiten volar en las
alturas. ¡Ser única! Ver más allá del valle y
afrontar con decisión y agresividad las
adversidades de la vida. ¡Sal de tu situación!
¡Remonta tu vuelo! ¡Has nacido para ser libre!
El Águila escuchaba en silencia y
sorprendida. Miró y sonrió al Granjero. Bajó la
cabeza, volvió al corral y buscó su comida.
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capaz de hacer.
de sí, mezcladas, su voz interior y las
palabras del Granjero, sinceras y profundas, que
la invitaban a salir de su situación. ¡Entendió su
compromiso!
Majestuosa y digna, levantó la cabeza,
sacudió su bello plumaje y emprendió su vuelo
lentamente hacia las alturas.
¡Inició su búsqueda!
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dialogaban:
-¿A dónde vas?
-No lo sé.
-¿De dónde vienes?
-No lo sé.
-¿En donde estás?
-No lo sé.
-¿Sabes quién te guía y cuál es tu destino?
-No lo sé. Pero ¿Por qué preguntas tanto?
-le contestó molesto; y afirmó:
-¿Acaso no te han dicho que las corrientes y
los vientos son los que guían nuestro destino?
y... siguió indolente su camino.
Al escuchar esto, el Águila sintió un
estremecimiento: comprendió que
inconscientemente ella también se había dejado
manipular por la situación y por los dictados de
los vientos y las corrientes. Había dejado de
utilizar sus facultades de dirigir y controlar su
destino.
Le preocupó su actual situación y su futuro.
Reconoció que no debía permanecer pasiva.
Sintió entonces una imperiosa necesidad de
dirigir su propio destino, y decidió enfrentarse y
retar a la vida.
Emprendió su vuelo con mayor seguridad.
Comenzaba a sentir dentro de sí una energía
propia, que la impulsaba a reflexionar y decidir.
Y se preguntó:
“¿Por qué siento dentro de mí esta
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energía?”
empezó a escuchar su voz interior que
lentamente le respondía:
“Es una fuerza interna que todos poseemos,
pero que pocos la entienden y mantienen viva. A
muchos, con las primeras lluvias, se les apaga.
Otros, no la desarrollan y se les consume.
“Tú debes conservar esa energía interior,
madurarla y engrandecerla. Es la llama que
fortalecerá en la búsqueda de respuestas,
valores e ideales superiores; que otorgará
expresión a tus actos.
“Es una energía natural, que no te permitirá
caer en el fango de los instintos, y que te dará
vitalidad en cada momento de tu vida.
“Es una energía natural, que no te permitirá
caer en el fango de los instintos, y que te dará
vitalidad en cada momento de tu vida.
“si no la avivas, el ambiente y tu debilidad
la apagarán. Comenzarás a vegetar, a
conformarte con lo que tienes, a esperar que
todo te lo den.
“Aprovéchala y dirígela hacia tu realización;
no permitas que se te apague. Será tu
compañera hasta la muerte... “
Y su voz interior, dulcemente se fue
perdiendo.
Segura de sí misma, comenzó a controlar
sus ansiedades y temores, a reflexionar sobre
opciones, barreras, alternativas y
oportunidades. A dirigir su propio destino.
Conforme adquiría conciencia de su realidad
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-¡ LA REALIZACIÓN!
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actividades de tu vida.
El Águila Serena, al terminar de hablar,
invitó al Águila a profundizar en la reflexión, a
meditar sobre su conducta, sentimientos y
deseos.
Durante un tiempo, se mantuvieron volando
juntas en las mismas alturas. Hasta que el
Águila se contestó a sí misma, en forma
consciente, y expresó en voz alta:
“¡Acepto el compromiso de vivir!”
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Gritaba:
“¡Éste es el destino de las águilas!
¡Éste es el destino de las águilas! ¡Ve,
Creador, lo que has hecho!”
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este sentimiento.
Desde allí observó lo grandioso de la obra de
Dios: el prodigio de la naturaleza, el equilibrio y
unidad de todos los seres. Logró captar mejor
las oportunidades de realización de las águilas:
todo lo que éstas estaban desaprovechando.
Esta experiencia provocó en ella una mayor
afirmación a la vida.
Pensó en sus hermanas. Aquellas que viven
en el valle húmedo, frío, oscuro, que no han
sentido lo que es llegar a la cima. La entristecía
recordar el mundo que ellas mismas se habían
forjado; su falta de compromiso, de valor y de
dignidad.
Conforme reflexionaba, sus preguntas
fueron cada vez más profundas. Principió a
descubrir nuevas respuestas sobre su
naturaleza y circunstancias. Se preguntaba:
“¿Cuál es mi misión? ¿Será acaso gozar
individualmente mi realización? ¿Qué debo hacer
con mis conocimientos, experiencias y
sentimientos?
Permaneció largo rato en silencio; trataba
de ordenar sus pensamientos, de encontrar cuál
era su misión en el mundo.
A la mañana siguiente, apareció el Águila en
el valle, haciendo partícipes a todas las águilas
de su realización.
Algunas la tildaron de loca; otras, de
idealista; y no faltó quien pensara que era un
ser de otro mundo.
El Águila siguió su camino. Ansiosa, continuó
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decían:
“Vuelve al valle, comunica tu encuentro, y
ayuda.”
Y volvió al valle.
Las águilas, asombradas, observaban cómo
el Águila crecía constantemente, ante sus ojos y
ante sí misma. Tenía un gran dinamismo y
entusiasmo, y era capaz de poder satisfacer
todas sus necesidades. Se preguntaban:
-¿De dónde adquiere tanta confianza, toda
su fuerza de voluntad, esa energía interminable,
esa vasta alegría de vivir?
Y la mayoría aseguraba:
-Es un águila que se alimenta de la Luna. La
Luna es la única que puede darle esa energía. Si
no, ¿de dónde más puede sacarla?
El Águila seguía creciendo, y escuchaba.
Inconformes con su situación y deseosas de salir
y alcanzar la realización, un grupo de águilas en
búsqueda acudieron un día ante el Águila y le
preguntaron:
-¿Cuál es tu gran secreto?
El Águila, tranquila y alegre, les contestó:
-La energía, seguridad, fuerza de voluntad y
alegría de vivir que ustedes ven en mí y que yo
siento, la obtengo de mí misma, de lo que hago
y de lo que soy: es mi fuente de energía propia,
tan natural como el aire, el agua, el sol. ¿El
secreto? Es haberme conocido a mí misma;
haber entendido los procesos y las leyes que me
rigen, tanto internos como externos. Saber de lo
que soy capaz. Es mantener una búsqueda
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¡Dentro de ti!
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