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Cuentos para ayudar

a reconocer valores
El tigre negro y el venado blanco
La esmeralda encantada
Así fue como le salió la joroba al camello

2022
Es importante para todos:
Respetar nuestras diferencias para convivir de manera amigable y armoniosa.

El tigre negro y el venado blanco


Hace muchísimos años vivían en la selva del Amazonas un tigre negro y un venado blanco. Ninguno de
los dos tenía hogar así que hacían su vida al aire libre y dormían amparados por el manto de estrellas
durante la noche.
Con el paso del tiempo el venado empezó a echar de menos cobijarse bajo techo y decidió construir una
cabaña. Muy ilusionado con el proyecto, eligió un claro del bosque y planificó bien el trabajo.
–Mi primer objetivo será mordisquear la hierba hasta dejar el terreno bien liso. ¡Sin unos buenos
cimientos no hay casa que resista!
Trabajó duramente toda la jornada, y cuando vio que había cumplido su propósito, se tumbó a dormir
sobre un lecho de flores.
No podía imaginar que el tigre negro, también harto de vivir a la intemperie, había tenido ese día la
misma idea, ¡y casualmente había escogido el mismo lugar para construir su hogar!
–¡Estoy cansado de mojarme cuando llueve y de achicharrarme bajo el sol los meses de verano!
Fabricaré una cabaña pequeña pero muy confortable para mi uso y disfrute. ¡Va a quedar estupenda!
Llegó al claro del bosque al tiempo que salía la luna y se sorprendió al ver que en el terreno no había
hierbajos.
–¡Uy, qué raro!… Conozco bien este sitio y siempre ha estado cubierto de malas hierbas… Ha debido
ser el dios Tulpa que ha querido ayudarme y lo ha alisado para mí. ¡Bueno, así lo tendré más fácil! ¡Me
pondré a construir ahora mismo!
Sin perder tiempo se puso manos a la obra; tomó palos y piedras y los colocó sobre la tierra para
montar un suelo firme y resistente.
Por la mañana, el venado volvió para continuar la tarea y ¡se quedó alucinado!
–¡Uy! ¡¿Cómo es posible que ya esté colocado el suelo de la cabaña?!… Supongo que el dios Tulpa lo ha
hecho para ayudarme.
Muy contento, se dedicó a arrastrar troncos para levantar las paredes de las habitaciones. Trabajó
sin descanso y cuando empezó a oscurecer se fue a buscar algo para cenar. ¡Quería acostarse pronto
para poder madrugar!
Ya entrada la noche, llegó el tigre negro. Como todos los felinos, veía muy bien en la oscuridad y
para él no suponía un problema trabajar sin luz. Se quedó con la boca abierta cuando vio las paredes
perfectamente erguidas sobre el suelo formando un cuadrado perfecto.
–¡Pero qué maravilla!… ¡El dios Tulpa ha vuelto a ayudarme y ha construido las paredes por mí! En
cuanto monte el tejado, la daré por terminada.
Colocó grandes ramas de lado a lado sobre las paredes y luego las cubrió con hojas.
–¡El tejado ya está listo y la cabaña ha quedado perfecta! En fin, creo que me he ganado un buen
descanso… ¡Voy a estrenar mi nueva habitación!
Bostezando, entró en una de las dos estancias y se tumbó cómodamente hasta que le venció el sueño.
Era un animal muy dormilón, así que no se enteró de la llegada del ciervo al amanecer ni pudo ver su
cara de asombro cuando este vio la obra totalmente terminada.
–¡Oh, dios Tulpa! ¡Pero qué generoso eres! ¡Has colocado el tejado durante la noche! ¡Muchas gracias,
me encanta mi nueva cabaña!
Feliz como una perdiz entró en la habitación vacía y también se quedó dormido.
Al mediodía el sol subió a lo más alto del cielo y despertó con sus intensos rayos de luz a los dos
animales; ambos se desperezaron, salieron de su cuarto al mismo tiempo y… ¡se encontraron frente a
frente!
¡El susto que se llevaron fue enorme! Uno y otro se quedaron como congelados, mirándose con la cara

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desencajada. ¡Al fin y al cabo eran enemigos naturales y estaban bajo el mismo techo!
Ninguno atacó al otro; simplemente permanecieron un largo rato observándose hasta que cayeron en
la cuenta de lo que había sucedido ¡Sin saberlo habían hecho la cabaña entre los dos!
El venado, intentando mantener la tranquilidad, dijo al tigre negro:
–Veo que estás tan sorprendido como yo, pero ya que tenemos el mismo derecho sobre este hogar...
¿qué te parece si lo compartimos?
–¡Me parece justo y muy práctico! Si quieres cada día uno de nosotros saldrá a cazar para traer
comida a casa. ¿Te parece bien?
–¡Me parece una idea fantástica! Mientras tanto, el otro puede ocuparse de hacer las faenas diarias
como limpiar el polvo y barrer.
Chocaron sus patas para sellar el acuerdo y empezaron a convivir entusiasmados y llenos de buenas
intenciones.
Lo primero que había que hacer era conseguir comida y por sorteo le tocó salir a cazar al tigre.
Regresó una hora después con una presa que al venado no le hizo nada de gracia porque era un
ciervo… ¡un ciervo blanco como él!
–¡Qué situación más desagradable, amigo tigre! Este animal es de mi misma especie y, como
comprenderás, no pienso probarlo.
Se fue a su habitación disgustado y no pudo pegar ojo.
–¡Ay, qué intranquilo me siento! El tigre negro ha cazado un venado como yo… ¡Es terrible! ¿Y si un día le
da por atacarme a mí?
El pobre no consiguió conciliar el sueño en toda la noche pero se levantó al alba porque le tocaba a él
salir a buscar alimento.
Paseó un rato por los alrededores y se encontró con unos amigos que le ayudaron a montar una
trampa para atrapar un tigre. Cuando llegó a casa con el trofeo, su compañero se quedó sin habla y
por supuesto se negó a hincarle el diente.
–¿Pretendes que yo, que soy un tigre, me coma a otro tigre? ¡Ni en broma, soy incapaz!
Según dijo esto se fue a su cuarto con un nerviosismo que no podía controlar. –Este venado parece
frágil pero ha sido capaz de cazar un tigre de mi tamaño. ¿Y si se lanza sobre mí mientras duermo? No
debo confiarme que las apariencias engañan y yo de tonto no tengo nada.
El silencio y la oscuridad se apoderaron del bosque. Todos los animales dormían plácidamente menos
el venado y el tigre, que se pasaron la noche en vela y en estado de alerta porque ninguno se fiaba del

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otro.
Cuando nadie lo esperaba, en torno a las cinco de la madrugada, se oyó un ruido ensordecedor:
los dos estaban tan asustados y en tensión que al escuchar el estruendo salieron huyendo en
direcciones opuestas, sin pararse a comprobar de dónde provenía el sonido. Tanto uno como otro
pusieron pies en polvorosa pensando que su amigo quería atacarlo.
El hermoso tigre negro y el primoroso venado blanco nunca más volvieron a encontrarse porque los dos
se aseguraron de irse bien lejos de su posible enemigo.
El tigre trató de rehacer su vida en la zona norte, pero siempre se sentía más triste de lo normal
porque echaba de menos al ciervo.
–¡Qué pena acabar así! Lo cierto es que nos llevábamos muy bien y yo jamás le habría hecho daño pero
claro… ¡no puedo decir lo mismo de él!
Por su parte, en la otra punta del bosque, en la zona sur, el venado se lamentaba sin cesar:
–¡Qué simpático era el tigre negro! Formábamos un gran equipo y podríamos haber sido grandes
amigos… Nunca le habría lastimado pero a lo mejor él a mí sí y más vale prevenir.
Y así fue cómo cada uno tuvo que volver a buscar un claro en el bosque para hacerse una nueva
cabaña, eso sí, esta vez de una sola habitación.

Moraleja: si el tigre y el venado hubieran hablado en vez de desconfiar el uno del otro, habrían
descubierto que ninguno de los dos tenía nada que temer porque ambos eran de fiar y se apreciaban
mutuamente.
Adaptación de una leyenda guaraní
Después de leer
● Marcá la opción correcta:

El tigre y el venado vivían en: Esta historia

un campo sucedió en el pasado

una selva sucede en el presente

un desierto

● Respondé:
¿Qué tenían en común los dos animales?

● Describí a los dos animales con los datos que te brinda el texto:

El tigre negro El venado blanco

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● Decí qué idea tuvieron ambos el mismo día.
● Contá qué hicieron entre los dos.
● Nombrá a quién creían que los estaba ayudando.
● Indicá cómo reaccionaron cuando se encontraron frente a frente.

● Decidí si los siguientes enunciados son verdaderos (v) o falso (f).

-El tigre negro no veía muy bien en la oscuridad.

-El venado era un animal muy dormilón.

-El tigre y el venado volvieron a encontrarse.

-Los dos se aseguraron de irse bien lejos de su posible enemigo.

-En el texto al venado se lo llama ciervo.

● Explicá cómo sellaron el acuerdo para comenzar a convivir llenos de buenas intenciones.
● Identificá cuál es el problema que tienen los protagonistas.

● Respondé las siguientes preguntas en forma completa.


-¿Qué les sucede a los protagonistas?
-¿Cómo lo solucionan?
-¿Qué podrían haber hecho?
-¿Hablaron?
-¿Dijeron lo que sentían o lo que los preocupaba para poder vivir tranquilos y en confianza?
-Al final, ¿por qué se lamentaban ambos?

Para reflexionar
● Pensá y escribí:
-Si hubieran hablado, ¿podrían haber resuelto su problema?
-¿Qué harías en una situación parecida?
-¿Qué importancia tiene el diálogo en un conflicto?

● Elegí, entre las siguientes, solo palabras que nos ayudan a establecer acuerdos.

Yo tengo la razón Me comprometo a…


Estuve mal, estoy arrepentida
Pienso que...
No me comprometo a…. ¿Lo hacemos nuevamente?
Lo volvemos a intentar
Estuve mal, no estoy arrepentida

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● Completá un cuadro como el siguiente con palabras:

Palabras....
...que te acercan a las personas ...que te alejan de las personas

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Es importante para todos:
Pensar cómo actúan las personas bondadosas.

La esmeralda encantada
Hace muchos, muchos años, hubo una vez un niño que todos los días, al volver de la escuela, jugaba en
el bosque que había cerca de su casa. Allí se entretenía observando insectos con una pequeña lupa,
trepando por los árboles en busca de hojas con formas raras.
Un día de otoño, bajo un árbol frondoso, Francisco, que así se llamaba el niño, descubrió una fila de
setas y enseguida notó que algo se movía sobre ellas. Cuando se acercó vio que sobre cada una había
un gnomo. Se frotó los ojos para comprobar que no estaba soñando. No, estaba bien despierto y los
gnomos seguían allí, mirándole con ojos curiosos y una pícara sonrisa.
Como parecían amigables se puso a charlar con ellos y se convirtieron en muy buenos amigos. Desde
entonces cada tarde el pequeño regresaba a casa lo antes posible, tomaba la merienda, y se iba
corriendo al árbol bajo el que vivían esos pequeños tan divertidos que le contaban emocionantes
historias del bosque. ¡Jamás contó a nadie su secreto!
Pasaron los meses y llegó el crudo invierno. La nieve lo cubrió todo y el niño tuvo que dejar de ver a sus queridos
gnomos porque sus padres no le dejaban salir a jugar afuera. ¡Hacía demasiado frío y podía resfriarse!
–¡Qué pena no poder visitar a mis amiguitos hasta que vuelva la primavera! Espero que no les falte
comida y puedan resguardarse en algún sitio calentito hasta que llegue el buen tiempo…
Uno de esos días fríos su padre le pidió que le acompañara a buscar leña.
–Hijo, ponte el abrigo, las botas y la bufanda que vamos a buscar algo de madera. ¡Abrigate bien!
Tomaron el camino del bosque y casualmente se detuvieron junto al árbol de los gnomos.
–¡Este árbol es perfecto para talar!
El niño, horrorizado, le rogó que no lo hiciera.
–¡No, papá, no! Es mi árbol favorito y aquí viven unos amigos míos.
El padre se rió pensando que su hijo tenía demasiada imaginación.
–¡Ja, ja, ja! ¿Unos amigos tuyos viven este árbol?… Bueno, bueno, está bien, pero con una condición: a partir
de ahora serás tú quien se encargue de recoger a diario un poco leña para la chimenea, ¿de acuerdo?
–¡Sí, papá, te lo prometo, yo me ocuparé!
El niño respiró aliviado y por supuesto cumplió su promesa. Sin demostrar pereza alguna, todas las
tardes después de hacer los deberes dedicaba un rato de su tiempo a recoger troncos y ramas en
torno a la casa que luego su mamá echaba al fuego.
Un día, por fin, los rayos de sol empezaron a calentar la tierra con fuerza. La nieve se deshizo. ¡La
primavera había llegado y con ella el momento que nuestro protagonista había estado esperando con
tanto anhelo! Al terminar las clases, atravesó el bosque a toda velocidad para reencontrarse con sus
amigos los gnomos. Allí estaban todos juntos y sonrientes esperando su regreso.
El más anciano se acercó a él de un saltito y le dijo:
–Bienvenido, amigo. ¡El invierno ha sido muy largo y teníamos muchas ganas de verte!
–¡Yo también a ustedes! ¡Estoy deseando que me cuenten nuevas historias!
–¿Sí? Pues voy a contarte una ahora mismo… Nos hemos enterado de que un amigo nuestro ha
trabajado todo el invierno recogiendo leña para que su padre no talara el árbol donde vivimos.
–Eh… Sí, bueno… ¡ese amigo soy yo!
El gnomo se rió.
–¡Ja, ja, ja! Sí, lo sabemos. Es lo más bonito que nadie ha hecho jamás por nosotros y queremos
agradecértelo ¡Eres un niño maravilloso y un amigo de verdad!
El ser diminuto metió la mano derecha en el bolsillo trasero de su pantalón rojo.
–Toma esta esmeralda. Aunque parezca una piedra como cualquier otra es una piedra mágica. Si te la
cuelgas al cuello y la llevas siempre contigo te traerá suerte y fortuna. Tendrás dinero, salud y amor
para siempre.

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El niño sonrió y obediente se colocó la esmeralda atada a una cuerda como si fuera un collar.
–Gracias, amigos, muchas gracias. ¡Jamás me la quitaré!
–Te lo mereces por ser tan bueno y generoso.
¡Los gnomos tenían razón! La vida sonrió al hijo del leñador y con el paso de los años se convirtió en un
joven hermoso, sano y afortunado en el amor. ¡La piedra era un verdadero talismán! Pero lo más bonito
de todo fue que continuó visitando a sus mejores amigos sin que nadie se enterara. ¡Seguía siendo su
más preciado secreto!
El verano que cumplió veinte años la comarca sufrió una fuerte sequía. Los campesinos estaban
desesperados porque la tierra se resquebrajaba, el grano no crecía y los animales se morían de sed.
La situación era terrible y a todo el mundo le iba mal menos a él, siempre protegido por la esmeralda
mágica.
A pesar de su buena suerte, se sentía fatal por sus vecinos.
–Es muy triste la situación que está viviendo toda esta gente. Tengo que hacer algo, pero… ¿cómo
podría ayudar?
De repente, se le ocurrió una idea.
–Ya lo tengo… ¡Puedo vender la esmeralda mágica! La suerte pasará a otra persona, pero al menos me
darán un buen dinero para comprar víveres y auxiliar a los más necesitados.
Así lo pensó y así lo hizo. Al día siguiente fue a la ciudad más cercana y encontró un señor muy rico que
le pagó cien monedas de oro, una auténtica fortuna, por la esmeralda de la suerte.
Con el dinero en la mano se fue inmediatamente a un almacén, compró sacos de alimentos, los metió en
un carromato y regresó al pueblo. Por la noche, de incógnito, fue dejando un saco en la puerta de cada
familia. Cuando los vecinos se levantaron al amanecer se llevaron una increíble sorpresa... ¡Alguien les
había regalado comida para un mes! Todos se preguntaban quién habría sido la persona que les había
salvado la vida, pero no encontraron respuesta.

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Esa misma tarde el chico acudió al bosque para reunirse con sus amigos. Por primera vez en muchos
años iba triste porque sentía que les debía una explicación: había prometido no quitarse jamás la
esmeralda del cuello y en cambio… ¡la había vendido!
Cabizbajo lo confesó todo:
–Amigos, tengo que decirles algo que no les va a gustar: he vendido la esmeralda que me regalaron
cuando era niño.
El gnomo anciano puso cara de disgusto.
–¿Qué? ¿Cómo has podido hacerlo? ¡Nos prometiste llevarla siempre contigo!
El joven se sentía fatal.
–Sé que lo prometí y que gracias a ella he tenido una vida fantástica, pero no podía soportar ver
cómo mis vecinos lo pasaban mal. La sequía ha arrasado los campos este verano y las familias
estaban desesperadas. Quería ayudar y decidí vender la esmeralda para comprar alimentos. ¡Siento
decepcionarlos y haber faltado a mi palabra!
El chico derramó una lágrima esperando una buena reprimenda de sus amigos pero... ¡por supuesto que
los gnomos no se enfadaron! Todo lo contrario: lo comprendieron todo y se sintieron muy orgullosos de
la inmensa generosidad que su amigo humano guardaba en el corazón.
El más anciano volvió a hablar en nombre de todos.
–Te has convertido en un gran hombre y nos sentimos felices de ser tus amigos. Has pensado en los
demás antes que en ti mismo y eso te honra.
Igual que aquel lejano día de primavera, metió la mano derecha en el bolsillo trasero de su pantalón
rojo.
–Ten, este pañuelo es para ti. No tiene ningún valor y tampoco tiene poderes, pero queremos que
lo luzcas en el mismo lugar donde llevabas la esmeralda, atado a tu cuello. Cada vez que lo mires te
recordará lo importante que es seguir siendo bueno y generoso el resto de tu vida.
El joven se puso el pañuelo, sonrió, y abrazó uno a uno a sus maravillosos e inseparables amigos
secretos.
Después de leer Adaptación de un cuento popular

● Decí:
a) ¿Quién es el protagonista de la historia leída?
b) ¿Quiénes son los personajes secundarios?

● Señalá dónde transcurre el relato.


● ¿Cómo es el clima del lugar?
● Indicá con quiénes mantenía una amistad secreta.

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● Caracterizá a sus amigos con los datos que te proporciona el texto.

● Describí las acciones bondadosas que realiza Francisco.


● Decí qué recibió primero a cambio.
● Explicá por qué les dice a sus amigos:

¡Siento decepcionarlos y haber faltado a mi palabra!


● Expresá con qué otro valor podés relacionar la bondad en lo que hizo Francisco por el
pueblo.
● Respondé en forma completa:

a) ¿Qué le dieron sus amigos por esa acción?


b) ¿Tenía poderes?

● Escribí qué le recordaría por siempre.

Para reflexionar
● Definí con tus palabras qué es la bondad.
● Expresá cuál te parece que es el beneficio de practicar la bondad. ¿Qué logramos con
cada acto de bondad?
● ¿Cómo te sentís cuando realizás actos bondadosos diarios?
● ¿Cómo son las personas bondadosas?
● Explicá cómo actúa una persona bondadosa en distintas situaciones.
● Pensá y escribí situaciones que se dan en la vida cotidiana:

Somos bondadosos cuando...


No somos bondadosos cuando...

● Decí si conocés a alguna persona bondadosa y explicá por qué la considerás así.
● Nombrá algún personaje de cuentos que sea bondadoso.

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Para expresar tu opinión
● ¿Te gustaría ser como Francisco? ¿Por qué?
● ¿Qué harías si alguien te pide que realices una acción no bondadosa?
● Leé y pensá qué significa el siguiente dicho:

Hacé el bien sin mirar a quién


● ¿Cómo aconseja actuar?
● ¿El bien se hace siempre de forma desinteresada?

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Es importante para todos:
Pensar acerca del valor del esfuerzo y del trabajo.

Así fue como le salió la joroba al camello


Al principio de los tiempos cuando el mundo era tan nuevo y flamante y los animales empezaban
a trabajar para el hombre, había un camello que vivía en un desierto espantoso porque no quería
trabajar, y, además, él mismo era un espanto. Por eso comía tallos, espinos, tamariscos, algodoncillos
y pinchos, holgazaneando de la forma más horrible, y cuando alguien le hablaba, decía: ¡Joroba!, solo:
¡Joroba!, y nada más.
El lunes por la mañana, se le acercó el caballo con una silla en el lomo y un freno en la boca, y le dijo:
-Camello, ¡oh camello!, sal a trotar como hacemos los demás.
-¡Joroba! -respondió el camello, y el caballo marchó a contárselo al hombre.
Luego se le acercó el perro con un palo en la boca, y le dijo:
-Camello, ¡oh camello!, ven a buscar y llevar las cosas como los demás.
-Joroba! -respondió el camello, y el perro marchó a contárselo al hombre.
Después se le acercó el buey con el yugo al cuello, y le dijo:
-Camello, ¡oh camello!, ven a arar como los demás.
-Joroba! -respondió el camello, y el buey se marchó a contárselo al hombre.
Al final del día el hombre reunió al caballo, al perro y al buey y les dijo:
-¡Ay de ustedes tres!, qué pena me dan (con el mundo tan nuevo y flamante), pero ese ¡Joroba! del
desierto no puede trabajar o ya estaría aquí, así que voy a dejarlo en paz y ustedes tendrán que
trabajar el doble para compensar.
Eso enfadó mucho a los tres (con el mundo tan nuevo y flamante) y mantuvieron una conferencia y una
discusión al borde del desierto. El camello vino masticando algodoncillo, holgazaneando de la forma más
horrible, y se rió de ellos. Luego dijo: ¡Joroba! y se volvió a marchar.
Entonces llegó el genio que tiene a su cargo todos los desiertos rodando en una nube de polvo (los
genios siempre viajan de esa manera porque es mágica) y se detuvo a conferenciar y discutir con los
tres.
-Genio de todos los desiertos -dijo el caballo-, ¿es justo que alguien holgazanee con un mundo tan
nuevo y flamante?
-¡Desde luego que no! -respondió el genio.
-Bueno -continuó el caballo-, pues hay un animal en medio de tu espantoso desierto (él mismo es un
espanto) con un cuello largo y largas patas que no ha trabajado absolutamente nada desde el lunes
por la mañana. No quiere trotar.
-¡Fiuuu!-dijo el genio silbando-, seguro que se trata de mi camello, ¡por todo el oro de Arabia! ¿Y qué
dice?
-Dice “¡Joroba!” -respondió el perro- y se niega a ir a buscar y traer las cosas.
-¿Dice algo más?
-Solo “¡Joroba!” -intervino el buey- y no quiere arar.
-Muy bien -aseguró el genio-. Yo lo jorobaré, si tienen la amabilidad de esperar un momento. El genio se
envolvió con su nube de polvo, se lanzó a través del desierto y encontró al camello que holgazaneaba de
la forma más horrible contemplándose en un charco de agua.
-Larguirucho y burbujeante amigo mío -dijo el genio-, ¿qué es eso que he oído que no trabajas nada con
el mundo tan nuevo y flamante?
-Joroba! -contestó el camello.
El genio se sentó, apoyó la mano en la barbilla y empezó a idear una gran magia mientras el camello
contemplaba su imagen en el charco de agua.
-Has estado haciendo trabajar extra a los tres desde el lunes por la mañana por culpa de tu horrible
holgazanería -dijo el genio, y siguió pensando en magias con la barbilla en la mano.

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-Joroba! -contestó el camello.
-Yo que tú no volvería a decir eso -le aconsejó el genio-, puede que lo repitas demasiado. Burbujas,
quiero que trabajes.
Y el camello volvió a decir “¡Joroba!”, pero nada más decirlo vio que su espalda, de la que tan orgulloso
estaba, se hinchaba y se hinchaba hasta convertirse en una enorme y desgarbada joroba.
El genio inició la magia que le trajo la joroba al camello. Primero trazó con el dedo una línea en el aire y
se volvió sólida. Después hizo una nube, luego un huevo y después una calabaza mágica que se convirtió
en una gran llama blanca. Entonces el genio tomó su abanico mágico y abanicó la llama hasta que la
propia llama se volvió mágica. Fue una magia buena y muy amable en realidad, a pesar de que tenía que
jorobar al camello, porque era perezoso. El genio que estaba a cargo de todos los desiertos era uno de
los genios más amables, así que no hacía nunca nada que fuera realmente malo.
-¿Ves eso? -preguntó el genio-. Es tu propia joroba que te has ganado por no trabajar. Hoy es jueves, y
no has trabajado nada desde el lunes cuando empezó el trabajo. Ahora vas a trabajar.
-¿Cómo voy a hacerlo -replicó el camello-, con esta joroba en la espalda?
-Está hecha a propósito -explicó el genio-, todo por haber perdido esos tres días. De ahora en
adelante podrás trabajar durante tres días sin comer, porque podrás vivir de lo que tengas en la
joroba. Y no digas jamás que nunca hice nada por ti. Sal del desierto, reúnete con los tres y compórtate.
¡Joróbate!
Y el camello se jorobó, con joroba y todo, y marchó a unirse a los tres. Desde ese día hasta hoy el
camello lleva siempre puesta la joroba (ahora la llamamos giba, para no herir sus sentimientos),
pero nunca ha recuperado los tres días que perdió al principio del mundo y tampoco ha aprendido a
comportarse.
Rudyard Kipling

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Después de leer
● Rastreá en el cuento y coloreá las características del camello.
● Identificá las características negativas o antivalores del camello.
● Determiná las consecuencias de su actitud.
● Indicá qué decían los otros animales.
● Explicá por qué los perjudicaba con su actitud.
● Respondé en forma completa:
¿cómo obtuvo la joroba el camello?

Para reflexionar
El valor del esfuerzo versus la pereza

● Leé con atención los significados de los siguientes valores:

Disciplina:
Esfuerzo: es la capacidad para conservar
actividad del ánimo para conseguir algo claras tus metas y organizar mejor tus
venciendo dificultades. esfuerzos para que te lleven hasta el fin
que buscás.

Perseverancia : Laboriosidad:
consiste en sostener tu esfuerzo todo dedicación al trabajo, tu dedicación a las
el tiempo, sin importar que a veces las tareas que te corresponden con cariño,
cosas no salgan como esperás ni el tiempo y entrega.
cansancio que experimentes.

● Expresá qué sabés de estos valores.

● Pensá y describí:

- acciones que te exigen esfuerzos.


- cómo te sentís en esos momentos.
- cuándo y cuántas veces sentís pereza.

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Para expresar tu opinión
● Leé las siguientes afirmaciones:

SI PONEMOS MUCHO
UNA PERSONA INCAPAZ DE ESFUERZO EN LOGRAR
ESFORZARSE ALGO, MAYOR ES LA
JAMÁS LOGRA REALIZAR ALEGRÍA QUE SENTIMOS AL
SUS SUEÑOS. CONSEGUIRLO.

● Explicá qué significa cada una de las frases anteriores.


● Escribí tu opinión.

Vos, ¿te esforzás?


● Hacé una lista con tus actividades de cada día que realizás con distintos esfuerzos.
● ¿Qué otras acciones exigen tu disposición y empeño?

● Respondé en forma completa y sinceramente:


a) ¿De qué modo aumentás tu capacidad de esforzarte y comprometerte en una actividad?
b) ¿Cuáles son tus propósitos? ¿Qué te gustaría lograr?
c) ¿Revisás continuamente si vas logrando lo que realmente querés?
d) ¿Suceden situaciones que te desalientan?
e) ¿Experimentás pereza?

● Preguntá a tus familiares:


-¿Qué logros les dan más orgullo?
-¿Cómo los consiguieron?

● Completá sinceramente el siguiente cuadro:

No me esfuerzo...

Me esfuerzo cuando...

Si dejo una tarea incompleta porque me da trabajo...

Si espero que otros hagan mi actividad...

Si no cumplo con los plazos establecidos...

Hago las cosas cuanto antes y sin dedicación...

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