Molina y Vedia, Julio

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 14

Laura Fernández Cordero, “La intensa utopía de Julio Molina y Vedia”, El pensamiento

alternativo en la Argentina del siglo XX, Tomo II, Hugo Biagini, Arturo Roig, directores, Ed.
Biblos, 2006. ISBN 950-786-507-1

LA INTENSA UTOPÍA DE JULIO MOLINA Y VEDIA

Si existe una tradición utopista en la Argentina no es por lo que se destaca la


cantidad de obras ni la relevancia de sus autores; tampoco por el respeto al género o la
fidelidad temática.1 Lejos de repetir el tópico de la ciudad aislada, los utopistas
argentinos se definen por la persistencia con que han sometido estas tierras, las propias,
a la imaginación utópica. Ya el admirado lector del socialismo francés, Echeverría,
inaugura el otro rasgo local: rehusar o matizar el mote de utopista. Su intercambio
epistolar con De Ángelis lo muestra ofuscado con esa grave imputación que para
entonces lindaba con la ensoñación y la quimera. Al contrario, el Dogma Socialista -con
sus importadas Libertad, Fraternidad e Igualdad- surgió como un programa realista y
urgente por el que valía la pena pelear sin dejar por eso de fantasear en varios pasajes
con la campaña democratizada y cubierta de hortalizas, proyectada con imágenes que
conservan un fuerte tono utópico.
Poco después, aun renegando del calificativo, Sarmiento se dejó tentar por el
juego de la utopía editando anónimamente su Argirópolis de 1850. Allí describe la
futura unión fluvial de los Estados del Río de la Plata y sintetiza su programa de
navegabilidad y poblamiento. Durante el viaje a Europa había conocido a Tandonnet,
uno de los tantos fourieristas que tenían sus esperanzas en nuestro continente y
militaban por hacer aquí las nuevas sociedades que sus países les retaceaban. Obligados
a exiliarse por participar y alentar las revueltas políticas de su patria, muchos se
convierten en introductores del utopismo socialista en su sentido amplio, es decir, el de
reinventar socialidades. Serafín Alvarez, Francisco Bilbao, Alejo Peyret, Bartolomé
Victory y Suárez son singulares inmigrantes que, además de participar e intervenir con
sus escritos en la política local, editan, traducen y difunden las obras de Saint Simon,
Fourier, Cabet, Owen, etc.2
Puesta a imaginar la tierra que se ha adueñado, la oligarquía también tiene sus
aires utopistas. El plano perfecto de la ciudad de La Plata, los parques diseñados al
detalle por Thays y el pabellón construido en ocasión de la Exposición Universal de

1
Weinberg, Felix, Dos utopías argentinas, Buenos Aires, Solar-Hachette, 1976.
2
Tarcus, Horacio, tesis doctoral, inédita.
1889 en París, son algunos ejemplos de las parciales y ordenadas utopías oligárquicas.
Como contrapartida resaltan los relatos libertarios y socialistas que no son tantos quizás
porque al interior de esas expresiones se sospechaba de todo futurismo. En el
socialismo, valía la advertencia de Engels para quien la ciencia vino a superar los
devaneos juveniles del socialismo utópico. Dentro del anarquismo la condena no era tan
unánime pero, en general, la proyección excesiva fue practicada con cautela. Más allá
de suspicacias y detractores se editó BsAs en el 1950, bajo el régimen socialista (1908),
único libro de Julio Dittrich quien muere exactamente el año de su profecía. A su vez,
Pierre Quiroule (Joaquín Alejo Falconnet) insiste con un nuevo relato novelado La
ciudad anarquista americana (1914) y, más tarde, En la soñada tierra del ideal (1924).
Si la intención principal de este trabajo fuera hacer un recorrido exhaustivo de
una posible tradición argentina sería indispensable rastrear el trazo de la utopías en la
literatura. Sin embargo, nos desviaría del objetivo mucho más acotado de inscribir en
ese linaje la extemporánea utopía de Julio Molina y Vedia. Tardía respecto a la
producción local y anacrónica en relación a los textos de posguerra, propensos a
distopías y antiutopías, La Nueva Argentina (1929-1931) es ante todo una invitación
tenaz.

I. La Nueva Argentina

Nieto del General de Vedia –aquel del Chaco- emparentado con Mitre, amigo de
los padres de Borges, de Xul Solar y de Macedonio Fernández, Julio Molina y Vedia
(1874-1973) merecería varias páginas de presentación. Afortunadamente su nieto Juan,
siempre muy generoso para compartir los recuerdos y el archivo de su abuelo, planea un
trabajo biográfico que ya por aire de familia se prevee insustituible. Mientras tanto, de
esa generosidad provienen la mayoría de los datos sueltos que interesan aquí para
acompañar la lectura de La Nueva Argentina. Por ejemplo, Julio obtuvo como
arquitecto la matrícula número treinta pero a fines de los años veinte había decidido
abandonar el ejercicio de la profesión en parte por considerar inadecuado seguir
colaborando con la construcción de un mundo ya condenado.3 De allí en más reforzará
su compromiso con la realización de un orden mejor que lo llevó a formar parte de ese
emprendimiento casi legendario con José Ingegnieros y Macedonio Fernández

3
Molina y Vedia, Juan, La arquitectura en medio de un incendio. Entrevista, “Ojo Mocho”, nro. 6,
invierno de 1995, pp. 7-32.
supuestamente decididos a fundar una colonia anarquista en el Paraguay de fines del
siglo XIX.4
Sintetizar su obra es casi tan arduo como armar su biografía. Por el recorte que
aquí se hace, interesa constatar que las reflexiones de Hacia la vida intensa, la poética
de Señales, la pedagogía de sus folletos caseros, la prolijidad de sus apuntes inéditos, la
profusión de su epistolario, las traducciones de Edward Carpenter y hasta sus dibujos
comparten algo más que el autor. Son como esos sueños recurrentes que asaltan en
distintos momentos de la vida para significar lo mismo pero en diversas escenas. El
sentido intenso de sus escritos y la intensidad con que los escribe y difunde responden a
la certeza conmovedora de un mundo en caída y otro en pleno advenimiento. Y no es
una simple continuidad temática sino la certidumbre esperanzada que les da origen para
decir que el mundo nuevo precisa de ciertas almas y de su fe.
Demasiado radical para el socialismo, crítico inapelable de la democratización
arbitraria, pacificista rotundo, amigable individualista y firme desobediente civil,
Molina y Vedia enrarece las clasificaciones. Lo mismo produce sobre las cronologías
con las múltiples apariciones de su insistente utopía. Para caratularlo como anarquista es
fácil recurrir a su espíritu libertario y a su entrega conmovedora, más aún, basta con
encontrarlo desde joven colaborando en La Protesta Humana y otras publicaciones
ácratas. Sin embargo, su combinación de individualismo y vocación organizativa – en
general dos corrientes dispares del anarquismo- complica su pertenencia. Tal vez
corresponda recordarlo como una suerte de librepensador, más aislado por su
originalidad que por su voluntad, aunque del anarquismo le brillen la furia por toda
opresión, el humanismo rabioso y el inalterable compromiso.

Cuando el gobierno es particularmente injusto, estará justificado que se le resista por los
medios más extremados. Pero siempre, los procedimientos radicales hay que guardarlos
para las grandes ocasiones. Hay siete modos, que por orden de gravedad serían: 1° la
renuncia de títulos y puestos honoríficos; 2° la renuncia a empleos en reparticiones del
Estado; 3° el no participar en ceremonias oficiales; 4° la resolución de todos los litigios
por arbitraje privado; 5° el boycot a las escuelas por los padres; 6° la resistencia al pago
de impuestos; 7° la desobediencia a leyes. El empleo de los modos más graves, supone
razonablemente alguna preparación para la insurrección armada5.

4
Para el encuentro de Molina y Vedia y Macedonio Fernández ver: González, Horacio, El filósofo
cesante. Gracia y desdicha en Macedonio Fernández, Buenos Aires, Atuel, 1995 y Abós, Álvaro,
Macedonio Fernández. La biografía imposible, Buenos Aires, Sudamericana, 2002.
5
Molina y Vedia, Julio, La Nueva Argentina, Buenos Aires, edición de autor, 1929.
Si quisiéramos rápidamente calificarlo de utopista y glosar sin más el contenido
de su libro, enfrentaríamos su propia prevención:

Tampoco intentaré desarrollar mi concepto de lo que será la organización de la nueva


tribu; ni de la manera de llegar á esa organización. Pronosticar la nada de un hecho
venidero es generalmente aventurado y prematuro; predecir sus diversos elementos y
describirlo en sus partes principales es hacer una novela. Escribiría con sumo placer esa
novela, pero carezco de la capacidad especial6.

Sin embargo, hacia fines de los años veinte decide publicar La Nueva Argentina
impulsado por la necesidad de reunir adeptos. Recordemos a Fourier esperando en su
habitación cada mediodía, luego de hacer público el llamado al potentado que invertiría
en los falansterios. Repasemos el convocante prólogo de Cabet a su Viaje a Icaria o,
más activo, Rossi dejando su enclenque colonia anarquista en Brasil para iniciar una
campaña de reclutamiento entre los obreros italianos.
Aunque La Nueva Argentina no responda al típico relato novelado, Molina y
Vedia hace el mismo esfuerzo publicitario y escribe toda la organización que ha soñado.
Al detalle y con cierta ingenuidad, como buen utopista. Confiado igual que ellos en la
razón y en la pedagogía, seguro de que las leyes pueden ser perfectamente racionales,
los lazos sociales transparentes y el trabajo desconocer la explotación.

La intensidad y duración de un deseo hace presumir a favor de su salud y eficacia; no es


posible que se trabaje con entusiasmo para no conseguir nada y el nombre conmiserativo
de “utopista”, con que se despide a un Roberto Owen por ejemplo, no es más que una
cómoda licencia por la que algunos se dan el gusto de maquinarse no utopista. El utopista
es un hombre que se equivoca y que fracasa, pero con todo eso, es un hombre que ha
acertado y dicho más verdad que los que se tiene por personas prácticas7.

Para su proyecto Molina y Vedia no busca cualquier pionero y construye


tipologías que recuerdan las intrincadas series pasionales de Fourier. En principio,
divide a la población en cinco categorías cuyos intereses son, en un extremo, dinero,
diversiones, placer, amor vulgar y vanidad y, en el otro, belleza y amor. Pero lo que más
recuerda al utopista francés es la idea de que es necesario agrupar mejor o de una
manera racional la diversidad de personalidades. La agregación, para Molina y Vedia,
debería responder a la forma de triada. A pesar de advertir que La Nueva Argentina es

6
Molina y Vedia, Julio, Hacia la vida intensa, (sociología subjetiva), Buenos Aires , Tonini, 1904, p.81.
7
Idem, p .27.
una tendencia antes que un programa, indica a su lector contactar a dos amigos y, a
solas para que actúe la sugestión, leer con cada uno determinados pasajes del primer
tomo que inspiran la acción. Después, tres triadas deberían reunirse y elegir un
presidente para formar un núcleo de primer grado normal y estos reunirse y así
sucesivamente.
En esa lábil estructura amistosa se cifra el impulso y la creación de La Nueva
Argentina y por eso su autor se dedicó pacientemente a la convocatoria, tanto que de los
años sesenta han quedado folletos que con el título Invitación a los amigos propone
lecturas y veladas de conversación. Don Julio pasó su larga vida buscando y llamando al
encuentro de las almas afines:

Quizás la publicación de mis ideas se debe a mi deseo de amistad8.

A pesar del abierto proselitismo el tono de sus clasificaciones es notoriamente


aristocrático: existen hombres y mujeres más fuertes y mejores, en este caso, los
libertadores. Pese a que cita poco o casi nada, resaltan las lecturas de Nietzsche que le
inspiran la búsqueda de los humildes pero bravos, los que aman el canto y la danza, los
capaces de creación. Y después:

Será conveniente que vayamos clasificando la población, por ejemplo, en dos mitades, y
de éstas la mitad positiva en cinco categorías, de la núm. 1 a la num. 5, según el
desarrollo del alma humana en ellas, cada categoría supuestamente diez veces menos
numerosa que la que le precede y dividida en grupos, según sexo, edad, oficio, clase
social, etc., de modo que para cada grupo y especie de individuos sepamos con qué
pensamientos y a qué tareas y con cuáles incentivos podríamos aproximarlos, con
paciencia y simpatía, eficazmente9.

Sin embargo, siempre habrá desanimados, superficiales y hasta demasiado


conformes con la realidad. Aunque con ellos no cuenta, Molina y Vedia también los
invita sin importar su pasado y sin exigir ascetismo porque, según él, la desidia no es
una condición natural sino resultado de los modos de ser que producen la Sociedad
disoluta y la Civilización corrompida. Si bien todos los males atraviesan las clases
sociales la responsabilidad particular de la burguesía será advertir que debe frenar su
ambición y utilizar su potencial para mejorar y construir un orden superior.

8
Idem, p.56 e “Invitación a los amigos”, Buenos Aires, edición del autor, 1960.
9
Molina y Vedia, Julio, La Nueva Argentina, Buenos Aires, edición de autor, 1929, p. 73.
[…]de lo contrario, y es lo seguro, el porvenir es de los partidos subversivos10.

El oscuro diagnóstico y la creencia imperiosa de vivir el instante preciso de la


transformación no derivan en una lucha violenta. El pensamiento utópico suele concebir
el cambio como un acontecimiento necesario de la historia. Considera tan evidente la
inviabilidad del presente y el beneficio del orden futuro que con un mínimo de
violencia, a veces, y como por contagio casi siempre, se impone la ciudad ideal. La
Buenos Aires socialista de Dittrich, para citar casos cercanos, surge tras una revolución
de un día y un solo héroe muerto: al grito de “que no haya sangre!” Palacios perece bajo
el peso monumental de La Chancha, un diputado burgués. Tampoco el utopismo
anarquista recurre a la fuerza indiscriminada, Quiroule fantasea con la invención del
Vibraliber, una pistola de rayos capaz de liberar el planeta en pocas jornadas. La
violencia, en opinión de Molina y Vedia, es útil para destruir pero no para crear por eso
confía en la implementación ejemplar de la primera Granja que responda a los
principios de Simplificación y Vuelta a la Naturaleza y, con esa meta, completa dos
tomos de pormenores organizativos bajo los mismos subtítulos que respetaremos a
continuación.

II. Amor y matrimonio


En todos los relatos acerca de una sociedad mejor se intenta modificar el rol de
la mujer y las formas habituales del amor pero las soluciones parecen ambiguas. Si, por
un lado, otorgan derechos políticos o asignan papeles importantes en la vida económica,
por otro, reproducen la distribución tradicional del trabajo doméstico o conciben la
maternidad como un instinto inapelable. La intención suele ser proteger y ensalzar la
condición femenina por lo que resulta un paternalismo apenas velado. En la Utopía de
Moro, hombres y mujeres dedican tiempo al estudio pero ellas son expuestas desnudas
ante el futuro marido para que él se evite una sorpresa desagradable la noche de bodas.
Campanella anuncia que en su Ciudad del Sol las damas aprenden las artes de la guerra
pero, al mismo tiempo, son compartidas en una poligamia institucionalizada que
favorece la procreación.
Ya en el siglo XIX, los utopistas conocen y suelen incluir la propia lucha de la
mujeres y, aunque sus prescripciones sean más amplias, no abandonan el tutelaje.
William Morris, tematiza por boca de sus personajes “el movimiento de la
emancipación de la mujer” y descubre que en el futuro la buena vida nos ha devuelto el

10
Molina y Vedia, Julio, Hacia la vida intensa, (sociología subjetiva), Buenos Aires , Tonini, 1904, p.81.
deseo sagrado de ser madres y el placer por gobernar bien la casa para tener satisfechos
a todos sus miembros. La otra trampa es la del amor cortés de los relatos novelados,
muchos de ellos incluyen romances o escenas amorosas entre el visitante y una nativa
que se muestra arrobada y dispuesta a la más conservadora vida familiar como la
aniñada Edith de Bellamy o la saludable Arowhena de Butler.
En este aspecto, Molina y Vedia parte de su presente con una aseveración
polémica:

Vemos con ira concentrada, con una indignación que ha de llevarnos de un modo ú otro á
solucionar el problema, que cada día hay menos mujeres. La estupidez del hombre ha
hecho de ellas la muñeca de salón, la mujer hacendosa y la prostituta: tres seres a cual
más vil y deforme11.

Sus permanentes invitaciones incluyen especialmente a las mujeres pero la


condición del llamado varía ya que está en discusión generalizada el papel que nos
correspondería cuando todo cambie. En el primer tomo se entusiasma con exageración
hasta afirmar que la salvadora será una mujer a causa de nuestra cercanía a la belleza del
alma y a la sensibilidad. Sin embargo, al imaginar el futuro sistema impositivo, nos
exime junto a niños y ancianos del impuesto a la protección de personas y se queja de
que el siglo XX nos haya igualado para mal.
Hay que decir que el feminismo -que otros vilipendiaban o ignoraban sin
avergonzarse de su propia ignorancia- fue conocido y seriamente criticado por Molina y
Vedia pero desde su oposición profunda a las engañosas bondades del derecho. Las
mujeres en lucha no deberían, advierte, pretender conquistar los derechos políticos de
un Estado que es el gobierno de los intereses comerciales ni acomodarse en el mundo
establecido.

Llegará el día en que estas mujeres serán buscadas. A ello invito. Yo las llamo12.

Consecuente, se refiere siempre a los “hombres y mujeres” y parece muy atento


a los reclamos y emprendimientos femeninos. Compartía con el anarquismo la denuncia
de la institución matrimonial y pugnaba como ellos por una unión que, aunque sin tomar
el nombre preciso de “amor libre”, respondiera más a las libertades del afecto que a la
normativa tradicional. De hecho es uno de los primeros subtítulos de esta obra y
confirma que su temprano interés por la causa de las mujeres nunca perdió importancia.

11
Idem, p.54.
12
Molina y Vedia, Julio, Mujeres, hoja suelta mecanografiada con fecha junio de 1920.
Interesante sería saber qué habrá escrito a la redacción del periódico comunista
anárquico “La Voz de la Mujer” para que sus editoras respondieran algo impacientes:

J. Molina y Vedia. Belgrano: Está bien. Luchemos, lo demás es secundario13.

III. Estructura económica


Para Molina y Vedia, el problema del sistema económico imperante es el
desbarajuste entre deseos y labores, saberes y tareas, necesidades y ofertas. La Nueva
Argentina, por consiguiente, deberá reorientar los tres factores principales -capital,
trabajo e inteligencia- de modo que desaparezcan la explotación y el antagonismo de
clase. Básicamente se trata de reconciliar el interés individual y el interés social
comenzando por el trabajo. Más fourierista que en ningún otro capítulo, propone
reorganizar el trabajo a fin de que sea “atrayente” y permita el cambio y la asociación de
ocupaciones según preferencias y virtudes. En el primer volumen ejemplifica estos
principios con la instrucción precisa de constituirse en condóminos de una Granja
cercana a la Capital para producir el alimento de tres mil personas y, después, formar
aldeas linderas de propiedad colectiva. Desde el taller de herrería a la universidad,
especifica las instituciones fundamentales y los cargos correspondientes con sus
remuneraciones, además de las ecuaciones contables de un banco que funcionaría como
administrador más que como prestamista.

El edificio y oficinas, no son suntuosos: su comodidad y decoro son tan discretos como
humilde y necesitada de excusas es la función de un Banco14.

Como en casi toda utopía, el dinero no existe o tiene un mínimo interés para los
habitantes de la Granja quienes, dedicados a la producción de la tierra y a la vida frugal,
desprecian la usura y hasta el alquiler. Molina y Vedia propone así una revolución
agraria inédita con una vuelta a la tierra y al “trabajo amoroso” por el cual no importa la
renta diferencial sino la alegría con que se cultive y la feliz distribución de los amigos
en los campos.

IV. Escuelas
En sus preocupaciones pedagógicas Molina y Vedia resulta un anarquista cabal:
el Estado educador es el enemigo a combatir. Según su opinión, por medio del

13
Correspondencia, “La voz de la mujer. Periódico comunista-anárquico”, Año I, nro. 4, Buenos
Aires, 27 de marzo de 1896 y Bacci, Claudia y Fernández Cordero, Laura, Las feroces de lengua y
pluma: política, sexualidad y escritura en el anarquismo. (artículo en prensa).
Ministerio de Instrucción Pública se anula e idiotiza lo mejor de los espíritus y se
condena a los niños al peor acostumbramiento.

Las escuelas del Estado […] tienen, sí, una tarea que honestamente cumplen, la de
suministrar súbditos dóciles al gobierno, y contribuyentes mansos del fisco […]15.

Cercana a las escuelas libertarias, la formación en La Nueva Argentina conjuga


el taller de oficios, el arte, la cultura física y la educación sexual. Sus aulas bajo los
árboles casi calcan el sistema escolar de la ciudad de Quiroule pero con énfasis en el
maestro afectuoso que para Molina y Vedia es la figura fundamental de toda pedagogía
y cuyo salario mínimo se compensa por el gusto de la enseñanza.
Se supone que la educación es la vida misma y un buen maestro debería
reconocer la originalidad y las inclinaciones individuales para impartir un programa de
exigente cuyas principales coordenadas incluyen: cercanía a la naturaleza, experiencias
prácticas, fomento de las ideas propias, sano disfrute del cuerpo y cultivo de las Bellas
Artes.

V. La estructura política - VI. Formación del gobierno


El primer libro podía ser algo general respecto a la estructura política de la época
pero, el segundo, lo obliga a repasar los años del radicalismo y su final reciente. No
parece sorprendido, entre los viejos gobiernos y el nuevo sólo habría una diferencia de
grado: los militares son más obvios en su autoritarismo; y nada más. Ese temprano
reconocimiento de la endeble promesa de Irigoyen proviene de su crítica profunda a
toda la estructura y a la forma misma de la política. Lo cual no le impide redactar en
este apartado un proyecto de ley electoral mediante la cual se tendría la posibilidad de
elegir al vecino más cercano y sentar así la responsabilidad en el conocimiento del otro.
Para él la democracia es un juego de opciones ilusorias entre banderas de distinto color,
por tanto, habría que cambiar la ley Saenz Peña, dejar sin trabajo a los políticos
profesionales y hacer del buen vecino un gobernante.
Molina y Vedia recela de la multitud votante por eso propone una agregación
racional por núcleos de diversos grados y no una masa sin forma. Incluso votarían sólo
quienes supieran leer y escribir. Del género de los votantes no dice nada pero por allí se
lee que se eligen “compañeros hombres”. Podría parecer una reforma menor y acotada a
la ciudad de Buenos Aires pero no deja de ser una versión modesta de la utopía del

14
Molina y Vedia, Julio, La Nueva Argentina, Buenos Aires, edición de autor, 1929, p.30.
encuentro. Le preocupa menos el cambio que la construcción de la sociedad futura; una
tarea inspiradora e inmensa que se traduce en su prosa con un acento profético.

Hay sólo dos cosas que pueden poner límite a esta sed de oro y de poder: la catástrofe ya
conocida en Rusia, o un renacimiento espiritual16.

VII. Simplificaciones
En parte, el alejamiento de la naturaleza y la pérdida del sentido de comunidad
provendrían de la complejización innecesaria. Los muebles, alimentos, labores,
vestidos, en fin, todas las minucias de la vida cotidiana constituyen un tópico central del
pensamiento utópico. Quizás sea esa otra molestia de la izquierda tradicional que
prefiere preguntarse por los grandes acontecimientos. El utopista puede ser exasperante
en su descripción de nimiedades pero detrás del simple hecho de pergeñar pasajes
calefaccionados a lo Fourier, casas de vidrio como Quiroule o un paraguas generalizado
sobre el Boston de Bellamy, se esconde la esquiva pregunta por la subjetividad en el
orden futuro.
Las tentativas que hagamos, a veces, aisladas y otras veces combinadas, serán sobre todo
valiosas –más que por su resultado práctico- como expresión y crecimiento de una gran
tendencia, la que nos hace traer al primer plano la propia intimidad, y no creer que tales
otras cosas externas son más importantes17.

Como un marxista de lo sensible llama a combatir un mal extendido:

Tenemos que vencer el fetiquismo [sic] tan difundido y arraigado, la creencia en la fuerza
de los hechos, demostrando (también con hechos) que los hechos no son nada por sí
mismos, que su realidad es la de los sentimientos que ellos contienen18.

Inspirado en el regreso a los bosques de Thoreau el Libro Segundo propone


revisar las necesidades, revalorizar la pobreza y despreciar el lujo. Una existencia
primitiva y sencilla reduciría el trabajo para volver a la simpleza manual o para
acercarlo al arte pero esa reducción remite a la paradoja acerca de la tecnología que
habita las utopías rurales. La vuelta atrás supone el rechazo de los efectos indeseables
del progreso pero ciertos avances tecnológicos permitirían la existencia misma de la
aldea. Molina y Vedia espera que la simplificación radical de las costumbres minimice

15
Molina y Vedia, Julio, La Nueva Argentina. Libro Segundo, Buenos Aires, edición de autor, 1931, p.37.
16
Idem, p.44.
17
Molina y Vedia, Julio, La Nueva Argentina, Buenos Aires, edición de autor, 1929, p. 58.
18
Idem, p. 58.
la actividad industrial y comercial pero, al mismo tiempo, ambiciona que las granjas de
La Nueva Argentina crecen hasta producir transatlánticos y dirigibles.

VIII. El arte de la vida


Es en este capítulo donde se resume la filosofía que sustenta a La Nueva
Argentina. Uniendo paganismo, orientalismo, espiritualismo y una renovada
religiosidad cristiana, Molina y Vedia predica un recomienzo práctico y moral.
Simplificar es volver a una vida sencilla en todos los aspectos, incluso las banalidades.
Retornar a la naturaleza permitiría conectar con ese momento de la historia en el cual la
humanidad natural se convirtió en una sociedad artificial y esclavizante. Ante ese hecho
se impondría regenerarla a partir del sentimiento pero antes se hace necesario volver
sobre sí, internarse en el yo porque sólo desde allí el impulso creador transforma el
mundo. Para Don Julio es el espíritu el que domina la materia y en la nueva sociedad
primará la correspondencia entre lo exterior y lo interior. Tal es el verdadero arte de la
vida que La Nueva Argentina promete.

IX. Política
Aquella denuncia de Marx y Engels acerca del desprecio de la acción política
por parte del socialismo utópico no cabría a Molina y Vedia. Al menos si entendemos
su convocatoria constante como una forma original de la política. Él mismo la define
como una de las Bellas Artes completamente alejada de los chanchullos electorales y las
gestiones de los ministerios. La suya es una política de la acción perseverante orientada
a redefinir juntos los ideales de justicia y bien común. Su inspiración no es la de la
razón sino la del sentimiento. No casualmente es este el apartado más impregnado de
religiosidad con una recuperación apasionada de Jesús y de la promesa del cristianismo.
Para Molina y Vedia es un estado vital íntimo el que impulsa la política y en ella la
imaginación, como fuerza poderosa, es capaz de crear la realidad soñada. Por eso la
buena revolución parte de lo espiritual y precisa de misioneros pacientes y silenciosos
como monjes que, inspirados en Lao-tsé y en Confucio, no se apoyan en declaraciones
ni en cartelerías. Seguro de la superioridad de su mensaje de salvación, Molina y Vedia
listaba posibles amigos y futuras triadas que trabajarían por la perfección del alma, es
decir, por el Reino de Dios que es la versión trascendente de La Nueva Argentina.
La Ciudad de los Amigos
Fruto de un irreductible individualismo La Nueva Argentina es ante todo una
utopía de la subjetividad basada en la admiración del individuo como fuente de
renovación espiritual y creación.

El hombre es superior al sistema que él organiza19.

Pero, a la vez, de ella se desprende una ética fundada en la búsqueda y en el


encuentro del otro.

La inmensa dificultad, cuyo vencimiento sería triunfo en toda la línea, es que cada uno
mire en otro a su amigo: mirar como amigo a otro, querer ver aquello que nos une a él,
más bien que mirar lo que de él nos aparta20.

Así, la ciudad Molina y Vedia no es utópica en la organización del trabajo ni en


las novedades tecnológicas sino en las características de la solidaridad social: los
habitantes de La Nueva Argentina son amigos. Para 1960 ya ha abandonado esa
denominación y pasa a difundir “La Ciudad de los Amigos” de modo que su utopía
resulta intensa tanto por la persistencia en el tiempo como por la intensidad que exige al
lazo.
Sus escritos no provocan la hilaridad que el paso del tiempo agrega a la mayoría
de los textos utópicos pero sí una sonrisa enternecida ante la gravedad con que anuncia
la sociedad naciente tras el derrumbe inevitable de la civilización conocida. Quizás más
que anacrónica su utopía sea testimonio de la resistencia de lo mejor del pensamiento
utópico: la veta imaginante, la ensoñación liberadora de otras socialidades. Durante el
siglo XX y cuando todos sus antecesores se convierten en un recuerdo candoroso, Julio
Molina y Vedia nos descubre la fórmula del utopista práctico:

[…] y cuando así lo sentimos, las circunstancias nos parecen siempre favorables para
ejecutar lo hermoso21.

19
Molina y Vedia, Julio, La Nueva Argentina, Buenos Aires, edición de autor, 1929, p. 43.
20
Idem, p. 10.
21
Molina y Vedia, Julio, La Nueva Argentina. Libro Segundo, Buenos Aires, edición de autor, 1931, p.69.
Bibliografía y fuentes citadas
ABAD DE SANTILLÁN, Diego, El movimiento anarquista en la Argentina desde
sus comienzos hasta 1910, Buenos Aires, Argonauta, 1930.
ABÓS, Álvaro, Macedonio Fernández. La biografía imposible, Buenos Aires, Sudamericana,
2002.
BACCI, Claudia y FERNÁNDEZ CORDERO, Laura, Las feroces de lengua y pluma:
política, sexualidad y escritura en el anarquismo, (artículo en prensa).
BELLAMY, Edward, Cien años después o El año 2000, Buenos Aires, Librería Hachette,
1941.
BUTLER, Samuel, Erewhon, un mundo sin máquinas, Ediciones Abraxas, 1999.
CABET, Étienne, Viaje a Icaria, Barcelona, Ediciones Orbis, 1985.
CAMPANELLA, Tommaso, La ciudad del Sol, Ediciones Abraxas, 1999.
ECHEVERRÍA, Esteban, Obras completas, Buenos Aires, Ediciones Zamora, 1951.
FEIJOÓ, María del Carmen, (edit.), La voz de la mujer. Periódico comunista-anárquico,
1896-1897, Buenos Aires, UNQ, 1997.
FERNÁNDEZ CORDERO, Laura, Una utopía amorosa en Colonia Cecilia, “Políticas de la
Memoria” nro. 5, Buenos Aires, 2004.
FOURIER, Charles, El falansterio, Buenos Aires, Editorial intermundo, 1946 y
La armonía pasional del nuevo mundo. Fragmentos, Madrid, Taurus, 1973.
GÓMEZ TOVAR, L..R y VAZQUEZ GUTIÉRREZ, Silvia (comps.): Utopías Libertarias
Americanas. La ciudad anarquista americana de Pierre Quiroule y Utopías Libertarias.
Esbozo de Historia de las Utopías de Max Nettlau, Madrid, Tuero, 1991.
GONZÁLEZ, Horacio, El filósofo cesante. Gracia y desdicha en Macedonio Fernández,
Buenos Aires, Atuel, 1995.
MOLINA Y VEDIA, Juan, La arquitectura en medio de un incendio. Entrevista, “Ojo
Mocho”, nro. 6, invierno de 1995.
MOLINA Y VEDIA, Julio, La Nueva Argentina, Buenos Aires, edición de autor, 1929.
- La Nueva Argentina. Libro Segundo, Buenos Aires, edición de autor, 1931.
- Hacia la vida intensa, (sociología subjetiva), Buenos Aires, Tonini, 1904.
- “Invitación a los amigos”, Buenos Aires, edición del autor, 1960.
- Señales, Buenos Aires, edición del autor, 1929.
MORRIS, William, Noticias de ninguna parte, Ediciones Abraxas, 2000.
TARCUS, Horacio, tesis doctoral, inédita.
TROUSSON, Raymond: Historia de la literatura utópica. Viajes a países inexistentes,
Barcelona, Península, 1995.
WEINBERG, Felix, Dos utopías argentinas, Buenos.Aires, Solar-Hachette, 1976.

También podría gustarte