IMPROVISAR, STH Nachmanovitch 1a.parte
IMPROVISAR, STH Nachmanovitch 1a.parte
IMPROVISAR, STH Nachmanovitch 1a.parte
PRIMERA PARTE
El interser de muchos se expresa en la voz de cada uno de nosotros. Ser humano es aprender y
asimilar los patrones conscientes e inconscientes de la cultura, la comunidad y el
medioambiente, y modificarlos cuando sea necesario; hacerlos nuestros para que la voz que
surja espontánea sea nuestra voz, interdependiente con el mundo humano en que vivimos. De
ese modo, le infundimos vida al arte y arte a la vida.
Improvisar significa estar preparado, pero no apegado a la preparación. Todo fluye en el acto
creativo en progreso. Prepárese, pero siempre esté dispuesto a aceptar interrupciones e
invitaciones. El resultado de su preparación no son sus planes ni sus papeles, sino usted mismo,
confíe en eso.
INTRODUCCIÓN
Dice S.N.: Hace más de cuarenta años que soy improvisador profesional. Consignaré en este libro
el rastro de las décadas de jugar con la música, con las palabras, con el movimiento, con las
imágenes y hasta con los códigos de programación de computadoras; profesión que nació de
investigar las formas y los patrones interdependientes del juego. Este juego no solo es una
manera de conectar con las personas; también nos permite descubrir las conexiones que ya
estaban presentes pero cuya existencia ni siquiera sospechábamos. Disfrutar de relacionarnos
como iguales con otros seres humanos es el núcleo de la experiencia. Lo que tiene de más
genuino este trabajo es que puede conducirnos a un modelo de vida de mayor apertura social a
través de la práctica de la escucha activa. En un mundo donde muchos tienden a atrincherarse en
cubículos académicos, estéticos y profesionales – donde los humanos estamos divididos por las
muy reales y concretas fallas geológicas de la desigualdad racial, de género y económica – esta
clase de práctica es una necesidad perentoria.
A estos bellos conceptos le agregaría la práctica de la escucha activa con nosotros mismos. Lo
que también es una necesidad perentoria.
Cuando me piden que defina improvisar, digo que toco música que tiene menos de cinco
minutos de edad. Y sin embargo, es antigua, puesto que los sonidos que me atraen se sienten
arcaicos. Cuando la improvisación sucede de verdad, siento que estoy tocando, con un tacto
levísimo, algo que está profundamente arraigado en la cultura, en la genética, en nuestra
naturaleza animal: la conexión fundamental con los otros. Hacer arte, ya sea solo o en grupo, es
absorber los patrones de todo lo que nos rodea, en una red interdependiente. Aprendemos a
trabajar como trabaja la naturaleza y nuestro material somos nosotros: nuestro cuerpo, nuestra
mente, nuestros compañeros, las posibilidades del momento presente.
Recomiendo como muy pertinente la lectura del cuento de Julio Cortázar EL PERSEGUIDOR
(está en Las armas secretas). Porque Johnny, su protagonista, es el prototipo del improvisador
de buena ley.
En cuanto a la práctica, la música, la danza, el deporte, la medicina, estar sentado inmóvil sobre
un almohadón en estado de conciencia concentrada: todas son formas de práctica, disciplinas
especializadas que nos llevan a hacer y ser lo que ya somos, y no un trabajo de preparación para
alcanzar una meta. Vincula la improvisación con otras dos “imp”: imperfección e impermanencia,
cualidades esenciales de la vida y el arte que nos conducen a un despertar. La improvisación – el
acto de improvisar – es la vida misma. Son destellos de momentos de contacto humano.
Cuando enumera las disciplinas que nos llevan a hacer y ser lo que ya somos me resulta
insoslayable referirme a las multiconstelaciones. Sobre todo cuando dice “destellos de
momentos de contacto humano”. Lo que a menudo, cuando aparece lo que el campo
condesciende a mostrar, nos ilumina a todos y llamamos epifanía. Es improvisación pura.
La lección de estas páginas podría resumirse en que podemos darnos cuenta de que el poder
artístico es accesible a todos en cualquier momento. No es una herramienta psicológica, ni
artística. Es un modo de ser. Cocreamos la escucha y la atención mutua. Descubrimos que el
sistema nervioso es más grande que el cerebro, más grande que el cuerpo; que el acto de
creatividad más común es la conversación espontánea: el arte de escuchar y responder, de
interactuar, de captar los factores del entorno de manera inconsciente pero precisa, de modificar
lo que hacemos según lo que vemos y oímos, lo que tocamos o hacemos: un feedback
multidimensional.
No necesitamos diplomas ni credenciales. Esto no tiene nada de especial, pero de esa nada surge
nuestra oportunidad de alcanzar cierta sabiduría y compasión hacia el mundo en que vivimos. Y
así, podemos bajar el arte del pedestal y ponerlo en el lugar que le corresponde: en el centro
dinámico de nuestras vidas.
Otra vez agrego: alcanzar cierta sabiduría y compasión hacia nosotros mismos también. Y
además, en primer lugar, para que el movimiento sea de adentro hacia afuera.
I. – INTERACCIÓN
Improvisar
Me interesa lo que les ocurre a esas personas para quienes la vida es tan gratificante que la viven
con el mismo entusiasmo con que un niño juega un juego.
Margaret Mead
Ver Teresa Briozzo, El pez de oro, pp. 88/89 último ícono autobiográfico del cap.7.
Cuenta el autor que hace unos años se enteró de que una escuela de aviación argentina utilizaba
sus escritos sobre improvisación. Y que lo sorprendió porque tendía a pensar que volar en un
avión de línea es una actividad sumamente estructurada. Sin embargo, para poder llevar el avión
al lugar predeterminado a la hora predeterminada siguiendo el plan de vuelo y los protocolos, el
piloto tiene que absorber la constante irrupción de lo inesperado – bandadas de aves, abruptas
fluctuaciones meteorológicas, comportamiento de otros aviones – y reaccionar de manera
acorde. El comandante debe sentirse cómodo con las situaciones imprevistas y dejar que su
sensación de sorpresa sea parte del flujo natural de la actividad. Los cambios son parte del juego.
***
Advertir que muchos demagogos amorales son grandes improvisadores. Hay ejemplos de tiranos
hábiles para tramar relatos, inventar marcos de referencia y utilizar el imaginario y la retórica
emocional para incitar el odio y el miedo en la multitud. Etc.
La creación posee una dimensión ética esencial. Es difícil definir la matriz ética que separa la
creatividad de la destructividad. Para ello ayuda cultivar el respeto mutuo.
El liderazgo puede ser muy visible en un momento y más sutil en otros, pero siempre es fluido y
compartido; se desliza de una persona a otra como una fuga. Intercambiar, fluir, escuchar,
responder: nuestra improvisación puede transformarse en una minieconomía, una miniecología,
un modelo para una nueva forma de democracia autoorganizada y orgánica. La creatividad
artística consiste en una práctica.
Esta descripción puede aplicarse, sin hacer ningún cambio, a la práctica de las
multiconstelaciones. Tal cual.
Ubuntu es ese feedback que se repite para tejer una red de reciprocidad. Doris Lessing la llamaba
“la sustancia del nosotros sintiendo”: la conciencia y la sensación que fluyen a través del propio
cuerpo y entre el yo y los otros y el medioambiente.
El arte activa la empatía y crea la oportunidad de experimentarla.
Nos invita a ver, durante un rato, a través de la personalidad y la experiencia del otro. Gregory
Bateson dijo: “Se necesitan dos para conocer a uno.” Nos conocemos a través del otro. Incluso
cuando doy un paso al frente y hago un solo – como contador de cuentos, bailarín, actor o
músico, o constelador – continúo operando en ese nexo infinito de relaciones, sigo escuchando y
respondiendo. La experiencia individual y colectiva como un continuum; la improvisación y la
composición ocurren en un continuum. Improvisar vuelve visible que la creatividad es propiedad
de todos y no solo de unos pocos elegidos; que la mente ordinaria cotidiana es expresiva y
creativa. De esta interacción mágica nace la obra.
Verbos y sustantivos
Yo tampoco me dejo domesticar; también soy intraducible,
hago sonar mi bárbaro graznido sobre los techos del mundo.
Walt Whitman, Leaves of grass.
Lo que llamamos improvisar es una veloz conexión de patrones que fluyen a través del tiempo.
A Bateson le gustaba repetir “PULVERIZAR LOS SUSTANTIVOS” porque decía que el lenguaje
puede ser un maravilloso auxiliar pero que es un amo terrible. Los sustantivos separan el mundo
y nuestras experiencias y las transforman en cosas. Nombrar y manipular nombres y símbolos
nos permite disfrutar de la mejor tajada de nuestra avanzada civilización. Pero, debido a nuestro
amor y nuestra confianza en el lenguaje, tendemos a confundir el nombre con la cosa nombrada.
Frase famosa del filósofo Alfred Korzibski: “El mapa no es el territorio y el nombre no es la cosa
nombrada.” El menú no es la comida.
Atención con la tendencia a la nominalización, que fragmenta o simplifica pero sobre todo,
aleja de la experiencia, detiene el flujo vital fosilizando con descripciones estáticas lo que en
realidad es un puro proceso dinámico.
Cita: Yo vivo en la tierra en el presente y no sé qué soy. Sé que no soy una categoría. Tampoco
una cosa, un sustantivo. Parece que soy un verbo, un proceso evolutivo: una función integral de
Universo.”
A veces aprender se convierte en una currícula validada por pruebas estandarizadas: una cosa a
obtener. Todo lo que hacemos puede ser cosificado o puede ser vivido como un proceso.
Necesitamos recurrir al tiempo presente y a las formas activas como antídotos contra la cosidad:
improvisar, musicar, enseñar, jugar, crear, etc.
Constelar.
Amado gerundio. Qué alegría que otrxs también lo adopten y privilegien para la descripción de
lo que llamamos realidad. Recordemos: las cosas no son como son, son como van siendo. Y
mejoraría la frase: Los procesos no son como son, son como van siendo. Dinámica vital.
Si me aferro a las palabras “soy escritor” un día que no escribo puede ser catalogado como
frustrante y hasta puede transformarse en una enfermedad que podría llamarse bloqueo del
escritor. Si tratamos las actividades o los estados como objetos sólidos nos echamos encima un
mundo de problemas. Automáticamente decimos tengo una enfermedad y la metáfora funciona,
por ejemplo, en el caso de un virus que invade nuestro cuerpo. Pero con demasiada frecuencia
se extiende a contextos donde no aplica.
Nos entrenaron para decir soy esto, soy aquello. Pero durante el día puedo hacer varias y
distintas cosas para no dejar afuera la inmensa diversidad de la vida.
Podemos pegar el salto y pensar de manera sistémica. Comprender que somos verbos, no cosas.
*****
El maestro budista Suzuki resumió el budismo en una sola oración: “Todo cambia”.
Hablando con Gregory Bateson, nos referimos a pulverizar los sustantivos y a lo difícil que es
cambiar nuestra manera de pensar: ver el mundo como contexto y proceso, no como un
conjunto de entidades fijas. Él dijo: “No hay sustancia.” Pulverizar los sustantivos es una
invitación a ver el mundo y a hablar del mundo como un proceso activo. Utilizar los términos y
procedimientos de la vida cotidiana sin estancarnos. Emplear el lenguaje con placer e integridad.
La reducción de las actividades que más amamos a objetos, la tendencia a congelar la lava de la
vida en piedra a través del lenguaje y del pensamiento nos están diciendo que pulverizar los
sustantivos debe ser una práctica continua para nosotros. Ser un verbo es un trabajo de tiempo
completo, como respirar.
En tanto humanos libres tenemos derecho a no ser marcados. Ahí es donde la improvisación en
la vida y el arte confluye con nuestra experiencia. Improvisar significa estar libre de marcas.
Libertad de palabra, libertad de pensamiento: impedir que entidades que no elegimos nos
inculquen pensamientos.
Parte del trabajo del improvisador es negativo: pulverizar sustantivos, acabar con los sueños de
perfección, destruir los preconceptos que dicen cómo se supone que deben ser las cosas.
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Estancado o pegajoso
Segundo a segundo nos sentimos atraídos por ciertas cosas y repelidos por otras. Albergamos
miedos y esperanzas, cultivamos nuestras ideas y las de nuestra sociedad y nos aferramos a esas
ideas al compás de nuestras atracciones y repulsiones. Es fácil quedar atascados en la rutina del
trabajo y en formas de relación con amigos o seres queridos; atrapados por una adicción,
empantanados en hábitos artísticos diversos; se nos bloquea la espalda, la mente. Vemos a
personas atascadas en el prejuicio, en el pasado.
Hemos practicado un arte o un oficio durante años y aunque nos gustaría probar otras formas
estamos estancados en esta: una marca a fuego en nuestra rutina aunque la práctica sea sincera.
Pero podríamos ver que estamos activamente apegados antes que estancados. Estancado tiene
un sentido pasivo. Apegado revela que somos nosotros los “pegajosos”, consciente o
inconscientemente. ¿Cómo disolver al menos parte del pegamento?
Viene a cuenta una cita de Freud de 1912 a propósito de lo que necesitaban los terapeutas para
no quedarse estancados en las propias predisposiciones ni sacar conclusiones apresuradas. Dijo:
“Hay que limitarse a escuchar. Evitar valerse de cualquier recurso extra, incluso tomar notas, y no hacer
ningún esfuerzo para concentrar la atención en nada en particular, y en considerar todo lo que se escucha
con la misma medida de calma, con una atención homogéneamente suspendida, una atención flotante.
Porque en cuanto concentramos nuestra atención de manera deliberada, comenzamos a seleccionar el
material que tenemos delante […]. Esto es lo único que no hay que hacer. Si seguimos nuestras propias
expectativas en esta selección, corremos el riesgo de no encontrar nada excepto lo que ya sabemos.”
La atención flotante consiste en una práctica: una alerta deliberada, estar en el momento
presente sin juzgar, permitir que la experiencia se despliegue sin interferencia crítica, no
atenernos a lo que ya sabemos.
Otra vez Freud para poner un ejemplo. Señala la diferencia entre reflexionar y observar. La
primera acción responde a un marco mental distinto de la segunda. Uno significa autocrítica,
pensamiento discursivo; el otro remite a la atención flotante. Comparar la escultura El pensador,
de Rodin, en su postura rígida e incómoda, o también el ceño fruncido de un hombre entregado
a la reflexión, con las imágenes de budas y bodhisattvas, siempre sonrientes y equilibrados, las
espaldas relajadas y firmes, respirando.
¿Con cuánta frecuencia nuestros bienintencionados esfuerzos por arreglar las cosas terminan por
empeorarlas? Permanecer presente sin tener respuesta todo el tiempo que sea necesario,
percibir detalles y relaciones que no son evidentes a primera vista. Mantener los ojos y la mente
abiertos y al mismo tiempo acceder a la información técnica acumulada durante el aprendizaje
es uno de esos actos equilibradores a los que llamamos “sabiduría”. Celebremos la visión
periférica. Señal y ruido, fondo y figura necesitan intercambiar lugares de vez en cuando. El
detalle pasado por alto, que parece carente de sentido o sin importancia, puede ser algo crucial
que se manifiesta como peligro, oportunidad o inspiración. Algo lúdico, excéntrico, improbable.
Hacer una pausa y permitir que florezca la escucha es un arte que requiere disciplina y permite
que el material se desarrolle de maneras sorprendentes.
Ejercicio:
Cruce los brazos sobre el pecho. Simple. Ahora descrúcelos y vuelva a cruzarlos en la dirección
opuesta. Nos sentimos torpes al descubrir que tenemos el hábito, cultivado toda la vida, de
cruzar el derecho sobre el izquierdo o viceversa. Y que hacerlo al revés nos resulta incómodo. Es
semejante a la incomodidad de cambiar un hábito para crear algo nuevo y soportar la
incomodidad de desarmar nuestra inercia. La libertad de actuar en el momento – la capacidad de
improvisar – nos libera pero también nos aterra.
Apegarnos a patrones artísticos, laborales, profesionales que nos resultan habituales nos genera
comodidad. Y corremos el peligro de quedar encasillados en nuestro propio éxito. También
podemos apegarnos a la necesidad constante de innovar, y entonces cualquier movimiento
convencional puede parecernos erróneo.
Lo tantas veces mencionado: Ni tan pelado ni con tres pelucas… Acá encaja perfecto.
Siguiendo al Tao Te King, Bruce Lee les pedía a sus discípulos que fueran como el agua: flexibles,
capaces de cambiar de forma y penetrar en todas partes.
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Hacia 1660, Pascal dijo que el origen de la infelicidad humana era nuestra incapacidad para
quedarnos sentados, quietos, en una habitación. Los seres humanos nos sentimos impelidos a
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Una pesa que cuelga de una cuerda es perturbada si usted o yo la empujamos. El tiempo de
relajación es el intervalo que el péndulo requiere para dejar de oscilar. Si es empujado por varias
personas oscilará en diferentes direcciones. Cuando el péndulo consigue descansar, usted puede
empujarlo con la punta del dedo y otorgarle movimiento hermoso y claro. Pero si lo empuja
demasiado pronto, mientras todavía está perturbado por sus movimientos previos, volverá a
oscilar de manera aleatoria.
En ese péndulo vemos la conexión entre improvisación efectiva y práctica contemplativa; mente
en estado de agitación versus mente en estado meditativo.
La práctica contemplativa nos brinda tiempo para que el sistema agitado se aquiete y podamos
empezar a escuchar nuestra propia voz y los sonidos externos. Desde esa quietud podemos
producir un gesto improvisado. La percepción se amplía si permanecemos quietos el tiempo
suficiente y nos es posible incorporar lo desconocido.
Con la atención flotante, aprendemos que una u otra forma son necesarias y parte de un sistema
interconectado que no puede permanecer fijo ni estable.
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Apegarse es una actividad: o lo hacemos o evitamos hacerlo. Hay una técnica llamada Alexander
por el nombre de su creador, que consiste en reconocer diversas maneras de contraer los
músculos, de mantener viejos patrones y limitar el buen uso de nuestro cuerpo. Al cultivar
prácticas físicas, deportivas o artísticas o permanecer de pie y relajados, descubrimos que
algunos músculos son adictos a la contracción perpetua. Esas contracciones involuntarias
equivalen a energía desperdiciada y no focalizada en lo que deseamos hacer. Lo mismo ocurre
con los pensamientos, las emociones, la respiración. Los pensamientos y los miedos que nos
rigidizaban y preocupaban, pueden retroceder y esfumarse. Logramos una quietud de cuerpo y
mente difícil de perturbar. Cuando hacemos este trabajo silencioso nuestras capacidades se
expanden. La actividad natural de los músculos es la variación: sostener, mover, aflojar, alternar
ritmos para contraer, relajar, mantener, soltar.
Mente y cuerpo aquietados para dar lugar a la acción y la respuesta concertadas.
Por eso es muy útil incorporar alguna forma de meditación – no importa cómo la concibamos – a
la práctica de cualquier arte. Deje que el péndulo perturbado vuelva al centro. Acalle el diálogo
interno y la actividad superflua y zumbona del cerebro hasta que la atención flote liviana.
Permita que el péndulo agitado se detenga y descanse.
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