Iglesia de Filadelfia
Iglesia de Filadelfia
Iglesia de Filadelfia
La Iglesia en Filadelfia fue fundada en el 189 a.C. por el rey Eumenes II de Pérgamo en la
ruta que unía Sardis con Colosas. Era conocida como "la puerta de oriente" por estar situada
en la ruta principal del correo imperial desde Roma al Este
Promesa: Será columna del templo y pertenecerá a Dios por la eternidad (Ap. 3:12)
El remitente de la carta
Aunque en todas las otras cartas el Señor se vale de símbolos para describirse a sí mismo
y éstos proceden de la visión que tuvo Juan de él en el capítulo 1, sin embargo, en esta
carta usa otros títulos diferentes que no encontramos allí.
Nuestro Señor Jesucristo se presenta en primer lugar como "el Santo", título que
vuelve a emplearse en (Ap 6:10), pero en ese caso aplicado a Dios. En realidad, esta era
una de las formas en las que Dios era conocido en el Antiguo Testamento (Hab 3:3). Por
ejemplo, el profeta Isaías se refiere al "Santo de Israel" no menos de veinticinco
veces (Is 54:5). Podemos concluir entonces que la identificación de Jesucristo como "el
Santo" es una clara confirmación de su deidad.
El segundo título, "el Verdadero", sirve para indicar que Cristo es digno de completa
confianza. Él es real y genuino en todo lo que dice. No es un producto de la imaginación
humana, ni tampoco falsea de ninguna manera la verdad.
2. "El que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno
abre"
(Is 22:22) "Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie
cerrará; cerrará, y nadie abrirá."
Debemos comenzar entendiendo a quién se refería inicialmente esta profecía para luego
pensar en cómo se aplica al Señor Jesucristo.
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En los días del profeta Isaías gobernaba el rey Ezequías, quien tenía un cortesano llamado
Sebna que actuaba como mayordomo (Is 22:15), una especie de jefe de personal que se
encargaba de controlar la entrada del palacio real, una posición que comportaba la
autoridad más elevada en el reino. Este hombre había actuado de forma impropia de su
cargo, buscando su propio beneficio personal. Como consecuencia, el profeta le anuncia
que sería transportado por Dios en duro cautiverio (Is 22:17) y que sería reemplazado en
su puesto por un hombre justo y honrado llamado Eliaquim (Is 22:20-21). Es acerca de él
que Dios dice que "pondré la llave de la casa de David sobre su hombre; y abrirá, y nadie
cerrará; cerrará, y nadie abrirá".
Cuando leemos el pasaje de Isaías nos damos cuenta de que el pecado de Sebna había sido
su autosuficiencia y la pomposa importancia que se daba a sí mismo. Por ejemplo, había
esculpido una tumba para él en un lugar alto con la intención de perpetuar su nombre (Is
22:16). También se había hecho de carros para su gloria (Is 22:18). Pero ninguna de esas
cosas le iban a aportar seguridad ni impedirían que fuera llevado en cautiverio. Este juicio
de Dios vino sobre él porque su comportamiento era inapropiado en un miembro tan
importante de la casa real de David, por eso es llamado "vergüenza de la casa de tu
señor". Su pecado consistió fundamentalmente en aprovecharse de los beneficios que su
cargo le otorgaban para promover su propia persona, intentando dejar una huella
perdurable de sí mismo en la historia. Por lo tanto, era un hombre al que le gustaba hacer
ostentación de sí mismo y que se sentía confiado frente al futuro. Pero Dios cambió todos
sus planes y le destituyó de su puesto, colocando en su lugar a Eliaquim.
Sin duda, fue un honor muy grande para él que fuera ascendido de ese modo, pero ahora
vemos que aún recibió un honor más grande, porque en Apocalipsis, el mismo Señor
Jesucristo usó las palabras que Isaías dijo acerca de Eliaquim para aplicárselas a sí
mismo. Esto es lógico, porque el Señor tampoco estaba buscando su propia gloria, sino la
de su Padre celestial (Jn 17:4). Por eso Cristo es digno de toda autoridad y
confianza.
Por lo tanto, ahora es el Señor Jesucristo quien tiene la llave de David, y él mismo
es el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre. Esta llave es sin duda un
símbolo de autoridad. Nadie puede interferir en lo que él decide o hace. Sólo Jesús
determina quién puede entrar en su casa.
Y aunque aquí no se nos dice qué es lo que él cierra y lo que abre, sin embargo, ya se nos
ha dicho anteriormente que "él tiene las llaves de la muerte y el Hades" (Ap 1:18). Cristo
ha abierto el camino a la salvación y nadie podrá cerrarlo. Pero también es él quien cuando
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las personas rechazan su Palabra, cierra la puerta de la salvación y nadie podrá abrirla. En
relación a esto último debemos recordar la forma en la que Dios mismo cerró la puerta
del arca de Noé para que nadie más pudiera entrar en ella (Gn 7:16).
En cualquier caso, en el contexto inmediato de esta carta, vamos a ver a continuación que
el Señor usa esta llave para cerrar la puerta de la persecución contra ellos y les abre
nuevas oportunidades.
(Ap 3:8) "Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la
cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no
has negado mi nombre."
1. "He aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar"
Algunos creen que se refiere a que las autoridades judías habían excluido a los creyentes
en Filadelfia del pueblo de Dios, cuando en realidad, es sólo el Señor Jesucristo quien en
verdad proporciona el acceso a la nueva Jerusalén.
Otros interpretan esta "puerta abierta" como una oportunidad para extender el evangelio
por medio de la predicación. Y esto no sería de extrañar, puesto que la misma expresión
se usa de esa forma en otros lugares (Hch 14:27) (1 Co 16:9) (2 Co 2:12) (Col 4:3).
Según esta última interpretación, tendríamos que como recompensa por el fiel servicio
que la iglesia había llevado a cabo a pesar de sus pocas fuerzas y recursos, sería
bendecida con la posibilidad de un servicio mayor. Por supuesto, el diablo intentaría
cerrar esa puerta, pero como ya hemos visto, la llave la tiene el mismo Señor Jesucristo,
y nada ni nadie podría oponerse a lo que él hace.
En este punto hemos de notar que la forma de progresar en la vida espiritual es siendo
fieles en las pequeñas cosas que el Señor pone en nuestras manos. ¡Qué importante es ser
fiel en lo poco!
2. "Porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi
nombre"
Parece que la iglesia de Filadelfia era pequeña, y tal vez sus miembros pertenecían
mayormente a las clases más pobres. Nada de esto sería de extrañar en una ciudad que
constantemente sufría violentos terremotos. Sin embargo, reconocer la falta de recursos
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propios y confiar en el Señor y en su poder, es el requisito fundamental para que él abra
la puerta de nuevas oportunidades.
Que los cristianos tengan poco poder es algo positivo ante Dios; el poder es fácilmente
objeto de abuso; sin embargo, la debilidad lleva muy a menudo a la dependencia del poder
de Dios.
De los creyentes en Filadelfia el Señor Jesucristo dice que habían "guardado su palabra".
Al fin y al cabo, lo que debe caracterizar al pueblo de Dios es su obediencia a la Palabra.
Ellos habían permanecido fieles al mensaje del evangelio, sin alterar su contenido ni
abrazar enseñanzas heréticas. Por supuesto, este es uno de los propósitos principales de
Satanás al atacar la iglesia: quitar de ella la Palabra de Dios o diluirla mezclándola con
otras cosas. Esta iglesia se nos presenta como un ejemplo de pureza en este sentido.
Parece que en algún momento los creyentes allí habían sido tentados a negar el nombre de
Cristo, pero no habían caído en ella.
En los tiempos del rey Ezequías vino Senaquerib rey de Asiria contra todas las ciudades
fortificadas de Judá y las conquistó (Is 36:1). Después de esto envió a Jerusalén al
Rabsaces, el principal general asirio, para decirle a Ezequías y a su pueblo que se
rindieran. La situación era dramática. Jerusalén era una ciudad muy pequeña en
comparación con las fuerzas asirias, y rápidamente fue completamente rodeada. El
Rabsaces se acercó a la muralla para decir a los hombres de Ezequías que no valía la pena
resistirse, y que no pusieran su confianza en Jehová, porque no era mayor que los otros
dioses de las naciones a las que ellos ya habían conquistado. ¿Qué hacer? Si se rendían
sería como decir que Jehová era igual que los dioses de las otras naciones. Pero Ezequías
tenía poca fuerza en comparación con el poderío de los asirios...
En aquellos momentos Dios ya había quitado a Sebna como mayordomo de la casa de David
y había puesto en su lugar a Eliaquim, tal como le había profetizado Isaías (Is 22:15) (Is
36:3). Este Eliaquim, personaje principal en la corte de Ezequías y responsable de la
mayoría de las decisiones que en ella se tomaban, era aquel a quien Dios había dicho que le
daría la llave de la casa de David y que abriría y nadie podría cerrar, y cerraría y nadie
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podría abrir (Is 22:22). Era el momento de comprobar hasta dónde llegaba esa promesa.
Ellos tuvieron fe en Dios y decidieron quedar firmes en el nombre de Dios. Lo cierto es
que humanamente hablando era una situación imposible, pero en esa misma noche el ángel
de Jehová visitó el ejército de los asirios y mató a ciento ochenta y cinco mil de ellos.
Senaquerib tuvo entonces que regresar a Nínive y allí lo mataron sus dos hijos (Is 37:33-
38). Los asirios nunca volvieron, porque el pueblo de Dios, aunque era débil, mantuvo su fe
en el Señor y no negó su nombre, y por eso les concedió la victoria. Como consecuencia de
esto todas las naciones tuvieron que admitir que realmente eran pueblo de Dios y que él
los amaba. Es por esto que el Señor alude aquí al Antiguo Testamento.
Es cierto que la iglesia de Filadelfia tenía poca fuerza y carecía de grandes dones. No
tenían evangelistas de estatus mundial, ni grandes recursos económicos. Eran gente
sencilla, pero que osaron permanecer firmes en el nombre del Señor, y él los protegió y
les dio nuevas oportunidades para seguir adelante.
(Ap 3:9) "He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no
lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan
que yo te he amado."
La iglesia en Filadelfia había encontrado la oposición de los judíos. Aquí se explica que
eran judíos sólo de nombre, quizá racial, cultural y ceremonialmente, pero no
espiritualmente. Al fin y al cabo, los verdaderos judíos son aquellos que creen que el
Señor Jesucristo es el Mesías (Ro 2:28-29) (Ro 9:6-9). Pero como la mayoría de la nación
judía rechazó a su Mesías, sus sinagogas se convirtieron en fortalezas desde las que se
combatía el cristianismo y que Satanás usaba con ese propósito.
Ahora este versículo parece indicar que algunos de esos judíos se convertirían al
cristianismo y la iglesia crecería con algunos de sus más declarados y encarnizados
adversarios: "He aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te
he amado".
Esto es realmente muy curioso, porque la esperanza judía era que los gentiles serían
sometidos por ellos, pero aquí la Palabra promete todo lo contrario; serían los judíos
quienes se postrarían ante los creyentes gentiles. Esto sería así porque después de haber
rechazado a su Mesías, eran los gentiles quienes tenían que enseñar a los judíos el camino
para acercarse a Dios. Y además tendrían que sujetarse a la iglesia porque Cristo está en
ella y los ama.
Sin duda, estos judíos tampoco mostrarían ninguna predisposición para aceptar que Cristo
amara a los gentiles cristianos de Filadelfia. Los judíos consideraban que sólo ellos eran el
pueblo de Dios, y por lo tanto, los únicos a quienes amaba. Esto les había llevado a
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despreciar a los gentiles como personas ajenas a los pactos de Dios. Pero ahora Cristo
reivindica a los creyentes como pueblo suyo amado.
En el caso de esta iglesia, el guardar "la palabra de mi paciencia" puede ser entendido
como que habían obedecido al mandato del Señor a ser pacientes, o también como que
habían seguido el ejemplo de Cristo (2 Ts 3:5), quien fue paciente con los hombres
pecadores durante todo su ministerio terrenal (He 12:1-3), y aun lo es hoy día, cuando
sigue esperando que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies (He 10:13). En
cualquier caso, de una o de otra manera, los cristianos de Filadelfia habían perseverado
fielmente a través de sus pruebas y dificultades.
En cuanto a "la prueba que había de venir sobre el mundo entero", no sabemos a qué se
refiere. Probablemente tenga que ver con alguna tentación que iba a ocurrir en ese
tiempo y que afectaría al mundo entero.
Algunos quieren ver aquí que el Señor está prometiendo a la iglesia universal que será
librada de la gran tribulación que tendrá lugar antes de la Segunda Venida de Cristo, pero lo
cierto es que no hay indicios en el pasaje para pensar así. Más probablemente tenga que ver
con la persecución del Imperio Romano contra el cristianismo que en poco tiempo si iba a
extender sobre todo el Imperio.
En cuanto al propósito de esta prueba era "para probar a los que moran sobre la tierra". Los
habitantes de este mundo tendrían una nueva oportunidad para demostrar cuál era su
posición frente al Cristo de Dios.
Una exhortación
(Ap 3:11) "He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu
corona."
Ahora, el Señor resucitado habla de su regreso: "He aquí, yo vengo pronto". Su propósito
es animar a su pueblo para que esté preparado para el encuentro con él y de ese modo
"ninguno tome su corona".
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Pero puede ser que el Señor no se refiera aquí a su Segunda Venida, sino a una
intervención personal anticipada sobre esa iglesia. Así ha sido en las ocasiones anteriores,
cuando en estas cartas el Señor ha dicho a algunas iglesias que el vendría. En cada caso,
la iglesia sufriría distintas consecuencias:
A la iglesia en Éfeso les dijo que les quitaría el candelero (Ap 2:5).
A la iglesia en Pérgamo, les dijo que pelearía contra ellos (Ap 2:16).
Y a la iglesia en Sardis les dijo que vendría sobre ellos como ladrón en la noche (Ap 3:3).
En estos tres casos la venida del Señor sobre su iglesia sería con el propósito de juzgarla,
pero en el caso de la iglesia en Filadelfia ocurre lo contrario, su venida sería para
protegerles en la hora de la prueba.
Cristo exhorta a cada creyente a mantener firme lo que tiene frente a las tentaciones y
atracciones del mundo. En realidad, lo que Dios nos ha dado ahora, si lo conservamos con
fidelidad, es lo que constituye nuestra corona en el futuro.
Esto no quiere decir que el cristiano pueda perder su salvación, pero sí que puede dejar
de recibir su galardón.
Servir a Dios es un alto privilegio, pero es un privilegio que nos puede ser retirado si no
somos fieles y dado a otro. Así fue con Esaú que perdió su primogenitura a favor de
Jacob, o a Rubén con Judá, y Saúl ante David.
Recibir esta corona implica una victoria, pero también la posibilidad de prestar un mayor
servicio en la eternidad.
(Ap 3:12) "Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá
de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la
nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo."
Esto quiere decir que no sólo serán bienvenidos a la casa de Jesús, el templo de Dios, sino
que formarán parte de él, y por lo tanto, nunca tendrá que salir de allí. Esta es una
promesa que da seguridad a los creyentes. En especial a los creyentes en Filadelfia, que a
causa de los frecuentes terremotos estaban acostumbrados a tener que salir huyendo
constantemente de su casas buscando espacios abiertos para salvar la vida.
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Pero el hecho de ser columna en el templo de Dios también podía implicar otra cosa. Los
templos antiguos tenían grandes columnas, a veces para apoyar el edificio, pero otras se
usaban para ornamento. Por ejemplo, en el templo de Salomón había dos grandes columnas
que se llamaban Jaquín y Boaz y que estaban en el pórtico del templo (1 R 7:21). Su misión
era sostener dos grandes capiteles que se encontraban encima de ellas y que habían sido
hermosamente decorados. Estaban allí para que la gente pudiera admirar la belleza de
esos capiteles.
(1 Ti 3:15) "... Para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la
iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad."
Aquí el apóstol está diciendo que la iglesia es como una columna que sirve de base de la
verdad. No es la iglesia misma la verdad, sino que está allí para presentar la verdad
delante del mundo. Este es el privilegio que la iglesia tiene; presentar la verdad de Dios
delante del mundo para que puedan descubrir algo de la belleza de Dios y se sientan
atraídos a su presencia. Pero para eso es imprescindible aprender a estar firmes. No es
posible cumplir con esta importante misión si nos vamos tambaleando. Tampoco podremos
cumplirla fuera de la iglesia, la columna tiene que estar en el templo de Dios.
La idea es que ahora los verdaderos creyentes pertenecen a Dios, y si una persona se
acerca a ellos podrá ver algo del carácter de Dios y de su ciudad eterna, la nueva
Jerusalén, "escrito en ellos". Por supuesto, no se trata sólo de unos nombres escritos,
sino que como columnas vivientes los creyentes pueden hablar de forma personal de su
experiencia en la casa de Dios.
(Ap 3:13) "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias."
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El Mensaje a la Iglesia de Filadelfia
“Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la
llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre: Yo conozco tus obras; he
aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque, aunque
tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. He aquí, yo entrego
de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo
haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado. Por cuanto has
guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de
venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo
pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré
columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de
mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de
mi Dios, y mi nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
Apocalipsis 3:7-13
La ciudad de Filadelfia era la más joven de las 7 ciudades, estaba ubicada en el valle
del río Cógamo, cerca del paso que conduce a la principal ruta de comercio desde el río
Meander al valle del Hermus, una amplia planicie junto al monte Tmolo. Fue fundada por el rey
Attalo II en el año 189 a.C. De modo que cuando el libro de Apocalipsis se escribió, Filadelfia
era una ciudad relativamente joven. Situada a unos 56 km al este de Sardis y a 158 de Esmirna,
esta ciudad era víctima de constantes y devastadores terremotos. Filadelfia significa “amor
fraternal” en honor a su fundador Attalo II, quien había recibido este epíteto debido a que
mantenía una relación muy estrecha con su hermano Eumenes II, rey de Lidia. Fue fundada con
la intención deliberada de que fuera misionera de la cultura y lengua griega hacia Lidia y Frigia;
y tan bien cumplió su misión que para el año 19 d C. los lidios ya habían olvidado su propio
lenguaje y les faltaba poco para ser griegos. Ramsay dice que Filadelfia era el centro de
difusión de la lengua y de las letras griegas en una tierra pacífica y por medios pacíficos. Esta
iglesia, al igual que la de Esmirna, es la única a la cual el Señor no le hace ningún reproche. En
primer lugar, Jesús se presenta a la iglesia de la siguiente forma: “Esto dice el Santo, el
Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre” ,
(Apocalipsis 3:7). En esta carta Cristo se presenta con dos de sus principales atributos: El
Santo, del griego jágios (ἅγιος) que significa separado o apartado, y en este sentido nuestro
Señor es completamente diferente a cualquier dios o ser de este mundo ya que su pureza es
absoluta, su naturaleza es completamente libre de todo pecado y maldad. Además, Él es el
Verdadero, del griego alezinós (ἀληθινός), adjetivo que denota algo que no es ficticio, a
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diferencia de los dioses o ídolos de este mundo que no son reales, pero nuestro Dios es real, su
presencia se manifiesta en este mundo para todo aquel que crea en Él, y en Él se encuentra la
verdadera doctrina que salva a pecador. Finalmente, Jesús se presenta como el que tiene la
llave de David, el que abre de manera que nadie puede cerrar, y cierra de manera que nadie
puede abrir, lo cual es un símbolo de su autoridad, porque en la antigüedad solo el dueño como
máxima autoridad, y aquellos mayordomos que se les daba este poder tenían en su potestad las
llaves de las casa y con ello el acceso a todas las áreas de la misma, por tanto, aquí tenemos la
descripción de Jesucristo como el que tiene la autoridad definitiva que nadie puede poner en
duda, ya que tiene la llave de la casa David y puede abrir o cerrar puertas que nadie más puede,
lo cual a su mismo tiempo es el cumplimiento profético que una promesa mesiánica: “Y pondré la
llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá” ,
(Isaías 22:22).
“Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie
puede cerrar; porque, aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi
nombre”.
Apocalipsis 3:8
El Señor le hace saber a la iglesia de Filadelfia que conoce sus obras, aunque no
especifica en qué consistían éstas. Además, les dice que Él les ha puesto una puerta abierta la
cual nadie puede cerrar haciendo referencia posiblemente a la actividad misionera que esta
iglesia realizaba ya que en el Nuevo Testamento se relaciona este termino con ello. Por
ejemplo, cuando Pablo escribió su carta a los corintios les dijo que Dios le había abierto puerta
para predicar el evangelio: “porque se me ha abierto puerta grande y eficaz, y muchos son los
adversarios” (1 Corintios 16:9), más tarde en su segunda carta les decía que también se le abrió
puerta para predicar el evangelio en Troas: “Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio
de Cristo, aunque se me abrió puerta en el Señor, no tuve reposo en mi espíritu, por no haber
hallado a mi hermano Tito; así, despidiéndome de ellos, partí para Macedonia” , (2 Corintios
2:12-13) y cuando regreso a Antioquia de Siria, Pablo relato como Dios le abrió puerta para
predicar a los gentiles: “Y habiendo llegado, y reunido a la iglesia, refirieron cuán grandes
cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles” ,
(Hechos 14:27); por tanto, es muy posible que la puerta abierta menciona aquí en Apocalipsis se
refiera a la actividad misionera que esta iglesia realizaba, y la cual Dios respaldaba. Como
discípulos de Cristo todos estamos llamados a ir por todo el mundo para predicar este glorioso
evangelio y discipular a los convertidos: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que
guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo. Amén” , (Mateo 28:19-20). Por esta razón debemos pedirle a Dios que
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nos abra puerta para que prediquemos su palabra allí en nuestras comunidades con el fin que
las almas se conviertan de las tinieblas a su luz admirable. Como ya lo mencionamos
anteriormente, esta iglesia, junto con la de Esmirna, no tiene nada que recriminarle el Señor, al
contrario, la elogia por sus buenas cualidades y estas son:
1. Tienes poca fuerza. Posiblemente la congregación tenía poca influencia económica y política en
Filadelfia, pero su testimonio era irreprensible.
2. Has guardado mi palabra. Los creyentes en Filadelfia se habían mantenido fieles a las
enseñanzas de la palabra de Dios.
3. Y no has negado mi nombre. A pesar de las dificultades y persecuciones, la iglesia en
Filadelfia no había negado su nombre.
Dios librará a sus escogidos de la hora de la prueba que vendrá sobre el mundo.
“He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son,
sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te
he amado. Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la
hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la
tierra”.
Apocalipsis 3:9-10
Una vez más el tema de los judíos se presenta. Como le paso a los creyentes de Esmirna parece
que también en Filadelfia algunos judíos habían presentado oposición al cristianismo; sin
embargo, Dios promete avergonzarlos trayéndolos para que se postren a sus pies y reconozcan
que verdaderamente el Señor los ha amado, algo que para la mente del judío resultaba
verdaderamente repugnante ya que se trataba de una iglesia compuesta de gentiles: He aquí,
yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten;
he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado . El hecho
de que Dios le abra una puerta a su iglesia no significa que no habrá oposición, sin embargo, la
promesa es que aun en medio de las dificultades la iglesia prevalecerá, tal y como les ocurrió a
los primeros discípulos que sufrieron persecución: “Y convinieron con él; y llamando a los
apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los
pusieron en libertad. Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos
por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Y todos los días, en el templo y por las
casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo”, (Hechos 5:40-42). Y fue en medio de
estas dificultades que la iglesia creció porque Cristo les había abierto una puerta grande: “Y
crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en
Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe” , (Hechos 6:7). Ahora bien,
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esta persecución había desarrollado su paciencia, una virtud cristiana indispensable para
perseverar y por ello les dice que habían guardado la palabra de su paciencia: Por cuanto has
guardado la palabra de mi paciencia… Lo cierto es que en este mundo tendremos oposición y
muchas veces enfrentaremos pruebas difíciles, pero no debemos olvidar la promesa de
Jesús: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” , (Juan 16:33).
Cristo ha vencido este mundo y Él está con nosotros, por ello no debemos desmallar porque
sabemos que tenemos su respaldo. En estos versículos de Apocalipsis Jesús promete librarnos
de la hora de la prueba que viene para este mundo: yo también te guardaré de la hora de la
prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra .
Esta prueba se refiere al periodo de gran tribulación que viene sobre este mundo y que durara
7 años, una tribulación tan espantosa como nunca ha habido: “Cercano está el día grande de
Jehová, cercano y muy próximo; es amarga la voz del día de Jehová; gritará allí el valiente. Día
de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y de asolamiento, día de tiniebla y
de oscuridad, día de nublado y de entenebrecimiento, día de trompeta y de algazara sobre las
ciudades fortificadas, y sobre las altas torres. Y atribularé a los hombres, y andarán como
ciegos, porque pecaron contra Jehová; y la sangre de ellos será derramada como polvo, y su
carne como estiércol. Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día de la ira de Jehová, pues
toda la tierra será consumida con el fuego de su celo; porque ciertamente destrucción
apresurada hará de todos los habitantes de la tierra” , (Sofonías 1:14-18). Aunque la iglesia
sufra en esta tierra a causa de su testimonio por hombres impíos, nada se compara con la gran
tribulación que viene sobre este mundo y de la cual el Señor promete librarnos, y de allí que
todos esperamos el rapto de la iglesia, ese glorioso evento donde partiremos de este mundo
para estar con nuestro Dios, mientras esta humanidad pecadora entra en este terrible periodo
donde Dios derramara todos sus juicios: “Pero con respecto a la venida de nuestro Señor
Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente
de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como
si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna
manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de
pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es
objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.
¿No os acordáis de que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? Y ahora vosotros
sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en
acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su
vez sea quitado de en medio”, (2 Tesalonicenses 2:1-7).
La promesa.
“He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que
venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré
sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual
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desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu
dice a las iglesias”.
Apocalipsis 3:7-13
Jesús nos afirma que Él viene pronto por su iglesia, lo que nos sugiere un acontecimiento
repentino, inesperado y rápido, tal y como será el rapto. El rapto de la iglesia es una teología
desarrollada principalmente por el apóstol Pablo: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis
acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen
esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a
los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que
vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que
durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de
Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que
vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para
recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a
los otros con estas palabras”, (1 Tesalonicenses 4:13-18). Por tanto, el Señor exhorta a la
iglesia a retener lo que tiene y no descuidarse, a estar siempre firmes para no perder la corona
de su recompensa. Obviamente la salvación no se perderá si realmente hemos conocido al
Señor; pero si puede perderse el galardón o recompensas que Dios puede darnos en la vida
eterna como resultado nuestra fidelidad y esfuerzo al retener su fe al trabajar para Él. Dios
promete a los vencedores hacerlos columna en el templo de Dios. Las columnas son los pilares
honorables que sostienen el templo, Jesús promete convertir a cada cristiano vencedor en un
pilar principal del templo de su Dios y nunca más saldrá de allí, sino tendrá comunión eterna con
el Dios vivo. En el Asia menor, los paganos acostumbraban escribir el nombre de un sacerdote
que moría en el pilar del templo donde él había servido, de igual manera el Señor promete
escribir nuestros nombres en la ciudad de Dios, y no solo eso, sino también Cristo promete
revelar un nombre nuevo, el cual simboliza la revelación plena de su carácter divino.
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