Ip-Iis-Ci - La Profesión de La Fe Cristiana

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 18

SEGUNDA SECCIÓN – CAPÍTULO I:

CREO EN DIOS PADRE I


PENSUM: CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
PRIMERA PARTE: LA PROFESIÓN DE LA FE
SEGUNDA SECCIÓN: LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
Numeral: 185-278
Pensum: Catecismo de la Iglesia Católica – LAM Callao

SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA

LOS SÍMBOLOS DE LA FE

185 Quien dice "Yo creo", dice "Yo me adhiero a lo que nosotros creemos".
La comunión en la fe necesita un lenguaje común de la fe, normativo para
todos y que nos una en la misma confesión de fe.

186 Desde su origen, la Iglesia apostólica expresó y transmitió su propia fe en


fórmulas breves y normativas para todos (cf. Rm 10,9; 1 Co 15,3-5; etc.). Pero
muy pronto, la Iglesia quiso también recoger lo esencial de su fe en resúmenes
orgánicos y articulados destinados sobre todo a los candidatos al bautismo:

«Esta síntesis de la fe no ha sido hecha según las opiniones humanas, sino que
de toda la Escritura ha sido recogido lo que hay en ella de más importante,
para dar en su integridad la única enseñanza de la fe. Y como el grano de
mostaza contiene en un grano muy pequeño gran número de ramas, de igual
modo este resumen de la fe encierra en pocas palabras todo el conocimiento
de la verdadera piedad contenida en el Antiguo y el Nuevo Testamento» (San
Cirilo de Jerusalén, Catecheses illuminadorum, 5,12; PG 33).

187 Se llama a estas síntesis de la fe "profesiones de fe" porque resumen la fe


que profesan los cristianos. Se les llama "Credo" por razón de que en ellas la
primera palabra es normalmente : "Creo". Se les denomina igualmente
"símbolos de la fe".

188 La palabra griego symbolon significaba la mitad de un objeto partido (por


ejemplo, un sello) que se presentaba como una señal para darse a conocer. Las
partes rotas se ponían juntas para verificar la identidad del portador. El
"símbolo de la fe" es, pues, un signo de identificación y de comunión entre los
creyentes. Symbolon significa también recopilación, colección o sumario. El
"símbolo de la fe" es la recopilación de las principales verdades de la fe. De
ahí el hecho de que sirva de punto de referencia primero y fundamental de la
catequesis.

189 La primera "Profesión de fe" se hace en el Bautismo. El "Símbolo de la


fe" es ante todo el símbolo bautismal. Puesto que el Bautismo es dado "en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28,19), las verdades de
fe profesadas en el Bautismo son articuladas según su referencia a las tres
personas de la Santísima Trinidad.

190 El Símbolo se divide, por tanto, en tres partes: "primero habla de la


primera Persona divina y de la obra admirable de la creación; a continuación,
de la segunda Persona divina y del Misterio de la Redención de los hombres;
finalmente, de la tercera Persona divina, fuente y principio de nuestra

2
Pensum: Catecismo de la Iglesia Católica – LAM Callao

santificación" (Catecismo Romano, 1,1,3). Son "los tres capítulos de nuestro


sello (bautismal)" (San Ireneo de Lyon, Demonstratio apostolicae
praedicationis, 100).

191 Cada una de estas tres partes se subdividen en una serie de fórmulas
variadas y exactas. Utilizando una comparación frecuentemente repetida en
las obras de los Santos Padres, llamamos artículos a cada una de las fórmulas
del Símbolo que clara y distintamente hemos de creer, lo mismo que
llamamos artículos (articulaciones) a las distintas partes en que se divide cada
una de las partes del organismo humano (Catecismo Romano, 1,1,4). Según
una antigua tradición, atestiguada ya por san Ambrosio, se acostumbra a
enumerar doce artículos del Credo, simbolizando con el número de los doce
apóstoles el conjunto de la fe apostólica (cf. San Ambrosio, Explanatio
Symboli, 8: PL 17, 1158D).

192 A lo largo de los siglos, en respuesta a las necesidades de diferentes


épocas, han sido numerosas las profesiones o símbolos de la fe: los símbolos
de las diferentes Iglesias apostólicas y antiguas (cf. DS 1-64), el
Símbolo Quicumque, llamado de san Atanasio (cf. Ibíd., 75-76), las
profesiones de fe de varios Concilios (de Toledo XI: DS 525-541; de Letrán
IV: ibíd., 800-802; de Lyon II: ibíd., 851-861; de Trento: ibíd.,1862-1870) o
de algunos Papas, como la fides Damasi (cf. DS 71-72) o el "Credo del Pueblo
de Dios" de Pablo VI (1968).

193 Ninguno de los símbolos de las diferentes etapas de la vida de la Iglesia


puede ser considerado como superado e inútil. Nos ayudan a captar y
profundizar hoy la fe de siempre a través de los diversos resúmenes que de
ella se han hecho.

Entre todos los símbolos de la fe, dos ocupan un lugar muy particular en la
vida de la Iglesia:

194 El Símbolo de los Apóstoles, llamado así porque es considerado con


justicia como el resumen fiel de la fe de los Apóstoles. Es el antiguo símbolo
bautismal de la Iglesia de Roma. Su gran autoridad le viene de este hecho: "Es
el símbolo que guarda la Iglesia romana, la que fue sede de Pedro, el primero
de los apóstoles, y a la cual él llevó la doctrina común" (San
Ambrosio, Explanatio Symboli, 7: PL 17, 1158D).

195 El Símbolo llamado de Nicea-Constantinopla debe su gran autoridad al


hecho de que es fruto de los dos primeros Concilios ecuménicos (325 y 381).
Sigue siendo todavía hoy el símbolo común a todas las grandes Iglesias de
Oriente y Occidente.

3
Pensum: Catecismo de la Iglesia Católica – LAM Callao

196 Nuestra exposición de la fe seguirá el Símbolo de los Apóstoles, que


constituye, por así decirlo, "el más antiguo catecismo romano". No obstante,
la exposición será completada con referencias constantes al Símbolo Niceno-
Constantinopolitano, que con frecuencia es más explícito y más detallado.

197 Como en el día de nuestro Bautismo, cuando toda nuestra vida fue
confiada "a la regla de doctrina" (Rm 6,17), acogemos el símbolo de esta fe
nuestra que da la vida. Recitar con fe el Credo es entrar en comunión con Dios
Padre, Hijo y Espíritu Santo, es entrar también en comunión con toda la
Iglesia que nos transmite la fe y en el seno de la cual creemos:

«Este símbolo es el sello espiritual [...] es la meditación de nuestro corazón y


el guardián siempre presente, es, con toda certeza, el tesoro de nuestra alma
(San Ambrosio, Explanatio Symboli, 1: PL 17, 1155C).

CAPÍTULO PRIMERO
CREO EN DIOS PADRE

198 Nuestra profesión de fe comienza por Dios, porque Dios es "el primero y el [...]
último" (Is 44,6), el principio y el fin de todo. El Credo comienza por Dios Padre,
porque el Padre es la primera Persona divina de la Santísima Trinidad; nuestro Símbolo
se inicia con la creación del cielo y de la tierra, ya que la creación es el comienzo y el
fundamento de todas las obras de Dios.

ARTÍCULO 1
«CREO EN DIOS, PADRE TODOPODEROSO,
CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA»

Párrafo 1
CREO EN DIOS

199 "Creo en Dios": Esta primera afirmación de la Profesión de fe es también la más


fundamental. Todo el Símbolo habla de Dios, y si habla también del hombre y del
mundo, lo hace por relación a Dios. Todos los artículos del Credo dependen del
primero, así como los mandamientos son explicitaciones del primero. Los demás
artículos nos hacen conocer mejor a Dios tal como se reveló progresivamente a los
hombres. Con razón los fieles confiesan que los más importante de todo es creer en
Dios" (Catecismo Romano, 1,2,2).

I «Creo en un solo Dios»

200 Con estas palabras comienza el Símbolo Niceno-Constantinopolitano. La


confesión de la unicidad de Dios, que tiene su raíz en la Revelación Divina en
la Antigua Alianza, es inseparable de la confesión de la existencia de Dios y
asimismo también fundamental. Dios es Único: no hay más que un solo Dios:
"La fe cristiana cree y confiesa que hay un solo Dios [...] por naturaleza, por
substancia y por esencia (Catecismo Romano, 1,2,2).

4
Pensum: Catecismo de la Iglesia Católica – LAM Callao

201 A Israel, su elegido, Dios se reveló como el Único: "Escucha Israel: el


Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza" (Dt 6,4-5). Por los profetas,
Dios llama a Israel y a todas las naciones a volverse a Él, el Único: "Volveos a
mí y seréis salvados, confines todos de la tierra, porque yo soy Dios, no existe
ningún otro [...] ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua jurará diciendo:
¡Sólo en Dios hay victoria y fuerza!" (Is 45,22-24; cf. Flp 2,10-11).

202 Jesús mismo confirma que Dios es "el único Señor" y que es preciso
amarle con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu y todas las
fuerzas (cf. Mc 12,29-30). Deja al mismo tiempo entender que Él mismo es
"el Señor" (cf. Mc 12,35-37). Confesar que "Jesús es Señor" es lo propio de la
fe cristiana. Esto no es contrario a la fe en el Dios Único. Creer en el Espíritu
Santo, "que es Señor y dador de vida", no introduce ninguna división en el
Dios único:

«Creemos firmemente y confesamos que hay un solo verdadero Dios, inmenso


e inmutable, incomprensible, todopoderoso e inefable, Padre, Hijo y Espíritu
Santo: Tres Personas, pero una sola esencia, substancia o naturaleza
absolutamente simple (Concilio de Letrán IV: DS 800).

II Dios revela su Nombre

203 Dios se reveló a su pueblo Israel dándole a conocer su Nombre. El


nombre expresa la esencia, la identidad de la persona y el sentido de su vida.
Dios tiene un nombre. No es una fuerza anónima. Comunicar su nombre es
darse a conocer a los otros. Es, en cierta manera, comunicarse a sí mismo
haciéndose accesible, capaz de ser más íntimamente conocido y de ser
invocado personalmente.

204 Dios se reveló progresivamente y bajo diversos nombres a su pueblo, pero


la revelación del Nombre Divino, hecha a Moisés en la teofanía de la zarza
ardiente, en el umbral del Éxodo y de la Alianza del Sinaí, demostró ser la
revelación fundamental tanto para la Antigua como para la Nueva Alianza.

El Dios vivo

205 Dios llama a Moisés desde una zarza que arde sin consumirse. Dios dice a
Moisés: "Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y
el Dios de Jacob" (Ex 3,6). Dios es el Dios de los padres. El que había llamado
y guiado a los patriarcas en sus peregrinaciones. Es el Dios fiel y compasivo
que se acuerda de ellos y de sus promesas; viene para librar a sus
descendientes de la esclavitud. Es el Dios que más allá del espacio y del
tiempo lo puede y lo quiere, y que pondrá en obra toda su omnipotencia para
este designio.

5
Pensum: Catecismo de la Iglesia Católica – LAM Callao

"Yo soy el que soy"

Moisés dijo a Dios: «Si voy a los hijos de Israel y les digo: "El Dios de
vuestros padres me ha enviado a vosotros"; cuando me pregunten: "¿Cuál es
su nombre?", ¿qué les responderé?» Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy».
Y añadió: «Así dirás a los hijos de Israel: "Yo soy" me ha enviado a vosotros
[...] Este es ni nombre para siempre, por él seré invocado de generación en
generación» (Ex 3,13-15).

206 Al revelar su nombre misterioso de YHWH, "Yo soy el que es" o "Yo soy
el que soy" o también "Yo soy el que Yo soy", Dios dice quién es y con qué
nombre se le debe llamar. Este Nombre Divino es misterioso como Dios es
Misterio. Es a la vez un Nombre revelado y como el rechazo de un nombre
propio, y por esto mismo expresa mejor a Dios como lo que Él es,
infinitamente por encima de todo lo que podemos comprender o decir: es el
"Dios escondido" (Is 45,15), su Nombre es inefable (cf. Jc 13,18), y es el Dios
que se acerca a los hombres.

207 Al revelar su nombre, Dios revela, al mismo tiempo, su fidelidad que es


de siempre y para siempre, valedera para el pasado ("Yo soy el Dios de tus
padres", Ex 3,6) como para el porvenir ("Yo estaré contigo", Ex 3,12). Dios,
que revela su Nombre como "Yo soy" ,se revela como el Dios que está
siempre allí, presente junto a su pueblo para salvarlo.

208 Ante la presencia atrayente y misteriosa de Dios, el hombre descubre su


pequeñez. Ante la zarza ardiente, Moisés se quita las sandalias y se cubre el
rostro (cf. Ex 3,5-6) delante de la santidad divina. Ante la gloria del Dios tres
veces santo, Isaías exclama: "¡ Ay de mí, que estoy perdido, pues soy un
hombre de labios impuros!" (Is 6,5). Ante los signos divinos que Jesús realiza,
Pedro exclama: "Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador" (Lc 5,8).
Pero porque Dios es santo, puede perdonar al hombre que se descubre pecador
delante de Él: "No ejecutaré el ardor de mi cólera [...] porque soy Dios, no
hombre; en medio de ti yo el Santo" (Os 11,9). El apóstol Juan dirá
igualmente: "Tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos
condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y
conoce todo" (1 Jn 3,19-20).

209 Por respeto a su santidad el pueblo de Israel no pronuncia el Nombre de


Dios. En la lectura de la Sagrada Escritura, el Nombre revelado es sustituido
por el título divino "Señor" (Adonai, en griego Kyrios). Con este título será
aclamada la divinidad de Jesús: "Jesús es Señor".

"Dios misericordioso y clemente"

6
Pensum: Catecismo de la Iglesia Católica – LAM Callao

210 Tras el pecado de Israel, que se apartó de Dios para adorar al becerro de
oro (cf. Ex 32), Dios escucha la intercesión de Moisés y acepta marchar en
medio de un pueblo infiel, manifestando así su amor (cf. Ex 33,12-17). A
Moisés, que pide ver su gloria, Dios le responde: "Yo haré pasar ante tu vista
toda mi bondad (belleza) y pronunciaré delante de ti el nombre de YHWH"
(Ex 33,18-19). Y el Señor pasa delante de Moisés, y proclama: "Señor, Señor,
Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad"
(Ex 34,5-6). Moisés confiesa entonces que el Señor es un Dios que perdona
(cf. Ex 34,9).

211 El Nombre divino "Yo soy" o "Él es" expresa la fidelidad de Dios que, a
pesar de la infidelidad del pecado de los hombres y del castigo que merece,
"mantiene su amor por mil generaciones" (Ex 34,7). Dios revela que es "rico
en misericordia" (Ef 2,4) llegando hasta dar su propio Hijo. Jesús, dando su
vida para librarnos del pecado, revelará que Él mismo lleva el Nombre divino:
"Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo soy"
(Jn 8,28)

Solo Dios ES

212 En el transcurso de los siglos, la fe de Israel pudo desarrollar y


profundizar las riquezas contenidas en la revelación del Nombre divino. Dios
es único; fuera de Él no hay dioses (cf. Is 44,6). Dios transciende el mundo y
la historia. Él es quien ha hecho el cielo y la tierra: "Ellos perecen, mas tú
quedas, todos ellos como la ropa se desgastan [...] pero tú siempre el mismo,
no tienen fin tus años" (Sal 102,27-28). En Él "no hay cambios ni sombras de
rotaciones" (St 1,17). Él es "Él que es", desde siempre y para siempre y por
eso permanece siempre fiel a sí mismo y a sus promesas.

213 Por tanto, la revelación del Nombre inefable "Yo soy el que soy" contiene
la verdad de que sólo Dios ES. En este mismo sentido, ya la traducción de los
Setenta y, siguiéndola, la Tradición de la Iglesia han entendido el Nombre
divino: Dios es la plenitud del Ser y de toda perfección, sin origen y sin fin.
Mientras todas las criaturas han recibido de Él todo su ser y su poseer. Él solo
es su ser mismo y es por sí mismo todo lo que es.

III Dios, "El que es", es verdad y amor

214 Dios, "El que es", se reveló a Israel como el que es "rico en amor y
fidelidad" (Ex 34,6). Estos dos términos expresan de forma condensada las
riquezas del Nombre divino. En todas sus obras, Dios muestra su
benevolencia, su bondad, su gracia, su amor; pero también su fiabilidad, su
constancia, su fidelidad, su verdad. "Doy gracias a tu Nombre por tu amor y tu
verdad" (Sal 138,2; cf. Sal 85,11). Él es la Verdad, porque "Dios es Luz, en él

7
Pensum: Catecismo de la Iglesia Católica – LAM Callao

no hay tiniebla alguna" (1 Jn 1,5); él es "Amor", como lo enseña el apóstol


Juan (1 Jn 4,8).

Dios es la Verdad

215 "Es verdad el principio de tu palabra, por siempre, todos tus justos
juicios" (Sal 119,160). "Ahora, mi Señor Dios, tú eres Dios, tus palabras son
verdad" (2 S 7,28); por eso las promesas de Dios se realizan siempre
(cf. Dt 7,9). Dios es la Verdad misma, sus palabras no pueden engañar. Por
ello el hombre se puede entregar con toda confianza a la verdad y a la
fidelidad de la palabra de Dios en todas las cosas. El comienzo del pecado y
de la caída del hombre fue una mentira del tentador que indujo a dudar de la
palabra de Dios, de su benevolencia y de su fidelidad.

216 La verdad de Dios es su sabiduría que rige todo el orden de la creación y


del gobierno del mundo ( cf.Sb 13,1-9). Dios, único Creador del cielo y de la
tierra (cf. Sal 115,15), es el único que puede dar el conocimiento verdadero de
todas las cosas creadas en su relación con Él (cf. Sb 7,17-21).

217 Dios es también verdadero cuando se revela: la enseñanza que viene de


Dios es "una Ley de verdad" (Ml 2,6). Cuando envíe su Hijo al mundo, será
para "dar testimonio de la Verdad" (Jn 18,37): "Sabemos que el Hijo de Dios
ha venido y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al Verdadero" (1
Jn 5,20; cf. Jn 17,3).

Dios es Amor

218 A lo largo de su historia, Israel pudo descubrir que Dios sólo tenía una
razón para revelársele y escogerlo entre todos los pueblos como pueblo suyo:
su amor gratuito (cf. Dt 4,37; 7,8; 10,15). E Israel comprendió, gracias a sus
profetas, que también por amor Dios no cesó de salvarlo (cf. Is 43,1-7) y de
perdonarle su infidelidad y sus pecados (cf. Os 2).

219 El amor de Dios a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo


(cf. Os 11,1). Este amor es más fuerte que el amor de una madre a sus hijos
(cf. Is 49,14-15). Dios ama a su pueblo más que un esposo a su amada
(Is 62,4-5); este amor vencerá incluso las peores infidelidades
(cf. Ez 16; Os 11); llegará hasta el don más precioso: "Tanto amó Dios al
mundo que dio a su Hijo único" (Jn 3,16).

220 El amor de Dios es "eterno" (Is 54,8). "Porque los montes se correrán y
las colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se apartará" (Is 54,10).
"Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti" (Jr 31,3).

8
Pensum: Catecismo de la Iglesia Católica – LAM Callao

221 Pero san Juan irá todavía más lejos al afirmar: "Dios es Amor" (1
Jn 4,8.16); el ser mismo de Dios es Amor. Al enviar en la plenitud de los
tiempos a su Hijo único y al Espíritu de Amor, Dios revela su secreto más
íntimo (cf. 1 Cor 2,7-16; Ef 3,9-12); Él mismo es una eterna comunicación de
amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y nos ha destinado a participar en Él.

IV Consecuencias de la fe en el Dios único

222 Creer en Dios, el Único, y amarlo con todo el ser tiene consecuencias
inmensas para toda nuestra vida:

223 Es reconocer la grandeza y la majestad de Dios: "Sí, Dios es tan grande


que supera nuestra ciencia" (Jb 36,26). Por esto Dios debe ser "el primer
servido" (Santa Juana de Arco, Dictum: Procès de condamnation).

224 Es vivir en acción de gracias: Si Dios es el Único, todo lo que somos y


todo lo que poseemos vienen de Él: "¿Qué tienes que no hayas recibido?" (1
Co 4,7). "¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?"
(Sal 116,12).

225 Es reconocer la unidad y la verdadera dignidad de todos los hombres:


Todos han sido hechos "a imagen y semejanza de Dios" (Gn 1,26).

226 Es usar bien de las cosas creadas: La fe en Dios, el Único, nos lleva a
usar de todo lo que no es Él en la medida en que nos acerca a Él, y a
separarnos de ello en la medida en que nos aparta de Él (cf. Mt 5,29-30; 16,
24; 19,23-24):

«¡Señor mío y Dios mío, quítame todo lo que me aleja de ti! ¡Señor mío y
Dios mío, dame todo lo que me acerca a ti! ¡Señor mío y Dios mío, despójame
de mí mismo para darme todo a ti (San Nicolás de Flüe, Oración).

227 Es confiar en Dios en todas las circunstancias, incluso en la adversidad.


Una oración de Santa Teresa de Jesús lo expresa admirablemente:

Nada te turbe, / Nada te espante


Todo se pasa , / Dios no se muda
La paciencia, / Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene, / Nada le falta:
Sólo Dios basta. (Poesía, 30)

Resumen

228 "Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el Único Señor..."


(Dt 6,4; Mc 12,29). "Es absolutamente necesario que el Ser supremo sea

9
Pensum: Catecismo de la Iglesia Católica – LAM Callao

único, es decir, sin igual [...] Si Dios no es único, no es Dios"


(Tertuliano, Adversus Marcionem, 1,3).

229 La fe en Dios nos mueve a volvernos solo a Él como a nuestro primer


origen y nuestro fin último;, y a no preferir nada a él.

230 Dios al revelarse sigue siendo Misterio inefable: "Si lo comprendieras,


no sería Dios" (San Agustín, Sermones, 52,6,16: PL 38, 360).

231 El Dios de nuestra fe se ha revelado como Él que es; se ha dado a


conocer como "rico en amor y fidelidad" (Ex 34,6). Su Ser mismo es Verdad y
Amor.

Párrafo 2
EL PADRE

I "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo"

232 Los cristianos son bautizados "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo" (Mt 28,19). Antes responden "Creo" a la triple pregunta que les pide confesar su
fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu: Fides omnium christianorum in Trinitate
consistit ("La fe de todos los cristianos se cimenta en la Santísima Trinidad") (San
Cesáreo de Arlés, Expositio symboli [sermo 9]: CCL 103, 48).

233 Los cristianos son bautizados en "el nombre" del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo y no en "los nombres" de éstos (cf. Virgilio, Professio fidei (552): DS 415), pues
no hay más que un solo Dios, el Padre todopoderoso y su Hijo único y el Espíritu Santo:
la Santísima Trinidad.

234 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida


cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros
misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial
en la "jerarquía de las verdades de fe" (DCG 43). "Toda la historia de la salvación no es
otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y
único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela a los hombres, los aparta del pecado y los
reconcilia y une consigo" (DCG 47).

235 En este párrafo, se expondrá brevemente de qué manera es revelado el misterio de


la Bienaventurada Trinidad (I), cómo la Iglesia ha formulado la doctrina de la fe sobre
este misterio (II), y finalmente cómo, por las misiones divinas del Hijo y del Espíritu
Santo, Dios Padre realiza su "designio amoroso" de creación, de redención, y de
santificación (III).

236 Los Padres de la Iglesia distinguen entre la Theologia y la Oikonomia, designando


con el primer término el misterio de la vida íntima del Dios-Trinidad, con el segundo
todas las obras de Dios por las que se revela y comunica su vida. Por la Oikonomia nos
es revelada la Theologia; pero inversamente, es la Theologia, la que esclarece toda
la Oikonomia. Las obras de Dios revelan quién es en sí mismo; e inversamente, el
misterio de su Ser íntimo ilumina la inteligencia de todas sus obras. Así sucede,

10
Pensum: Catecismo de la Iglesia Católica – LAM Callao

analógicamente, entre las personas humanas. La persona se muestra en su obrar y a


medida que conocemos mejor a una persona, mejor comprendemos su obrar.

237 La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los misterios escondidos


en Dios, "que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto" (Concilio
Vaticano I: DS 3015). Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su
obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la
intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola
razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío del
Espíritu Santo.

II La revelación de Dios como Trinidad

El Padre revelado por el Hijo

238 La invocación de Dios como "Padre" es conocida en muchas religiones. La


divinidad es con frecuencia considerada como "padre de los dioses y de los hombres".
En Israel, Dios es llamado Padre en cuanto Creador del mundo (Cf. Dt 32,6; Ml 2,10).
Pues aún más, es Padre en razón de la Alianza y del don de la Ley a Israel, su
"primogénito" (Ex 4,22). Es llamado también Padre del rey de Israel (cf. 2 S 7,14). Es
muy especialmente "el Padre de los pobres", del huérfano y de la viuda, que están bajo
su protección amorosa (cf. Sal 68,6).

239 Al designar a Dios con el nombre de "Padre", el lenguaje de la fe indica


principalmente dos aspectos: que Dios es origen primero de todo y autoridad
transcendente y que es al mismo tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus
hijos. Esta ternura paternal de Dios puede ser expresada también mediante la imagen de
la maternidad (cf. Is 66,13; Sal 131,2) que indica más expresivamente la inmanencia de
Dios, la intimidad entre Dios y su criatura. El lenguaje de la fe se sirve así de la
experiencia humana de los padres que son en cierta manera los primeros representantes
de Dios para el hombre. Pero esta experiencia dice también que los padres humanos son
falibles y que pueden desfigurar la imagen de la paternidad y de la maternidad.
Conviene recordar, entonces, que Dios transciende la distinción humana de los sexos.
No es hombre ni mujer, es Dios. Transciende también la paternidad y la maternidad
humanas (cf. Sal 27,10), aunque sea su origen y medida (cf. Ef 3,14; Is 49,15): Nadie es
padre como lo es Dios.

240 Jesús ha revelado que Dios es "Padre" en un sentido nuevo: no lo es sólo en cuanto
Creador; Él es eternamente Padre en relación a su Hijo único, que recíprocamente sólo
es Hijo en relación a su Padre: "Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre le
conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Mt 11,27).

241 Por eso los Apóstoles confiesan a Jesús como "el Verbo que en el principio estaba
junto a Dios y que era Dios" (Jn 1,1), como "la imagen del Dios invisible" (Col 1,15),
como "el resplandor de su gloria y la impronta de su esencia" Hb 1,3).

242 Después de ellos, siguiendo la tradición apostólica, la Iglesia confesó en el año 325
en el primer Concilio Ecuménico de Nicea que el Hijo es "consubstancial" al Padre
(Símbolo Niceno: DS 125), es decir, un solo Dios con él. El segundo Concilio
Ecuménico, reunido en Constantinopla en el año 381, conservó esta expresión en su

11
Pensum: Catecismo de la Iglesia Católica – LAM Callao

formulación del Credo de Nicea y confesó "al Hijo Único de Dios, nacido del Padre
antes de todos los siglos, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no
creado, consubstancial al Padre" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150).

El Padre y el Hijo revelados por el Espíritu

243 Antes de su Pascua, Jesús anuncia el envío de "otro Paráclito" (Defensor), el


Espíritu Santo. Este, que actuó ya en la Creación (cf. Gn 1,2) y "por los profetas"
(Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150), estará ahora junto a los discípulos y en
ellos (cf. Jn 14,17), para enseñarles (cf. Jn 14,16) y conducirlos "hasta la verdad
completa" (Jn 16,13). El Espíritu Santo es revelado así como otra persona divina con
relación a Jesús y al Padre.

244 El origen eterno del Espíritu se revela en su misión temporal. El Espíritu Santo es
enviado a los Apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por
el Hijo en persona, una vez que vuelve junto al Padre (cf. Jn 14,26; 15,26; 16,14). El
envío de la persona del Espíritu tras la glorificación de Jesús (cf. Jn 7,39), revela en
plenitud el misterio de la Santa Trinidad.

245 La fe apostólica relativa al Espíritu fue proclamada por el segundo Concilio


Ecuménico en el año 381 en Constantinopla: "Creemos en el Espíritu Santo, Señor y
dador de vida, que procede del Padre" (DS 150). La Iglesia reconoce así al Padre como
"la fuente y el origen de toda la divinidad" (Concilio de Toledo VI, año 638: DS 490).
Sin embargo, el origen eterno del Espíritu Santo está en conexión con el del Hijo: "El
Espíritu Santo, que es la tercera persona de la Trinidad, es Dios, uno e igual al Padre y
al Hijo, de la misma sustancia y también de la misma naturaleza [...] por eso, no se dice
que es sólo el Espíritu del Padre, sino a la vez el espíritu del Padre y del Hijo" (Concilio
de Toledo XI, año 675: DS 527). El Credo del Concilio de Constantinopla (año 381)
confiesa: "Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria" (DS 150).

246 La tradición latina del Credo confiesa que el Espíritu "procede del Padre y del
Hijo (Filioque)". El Concilio de Florencia, en el año 1438, explicita: "El Espíritu Santo
[...] tiene su esencia y su ser a la vez del Padre y del Hijo y procede eternamente tanto
del Uno como del Otro como de un solo Principio y por una sola espiración [...]. Y
porque todo lo que pertenece al Padre, el Padre lo dio a su Hijo único al engendrarlo a
excepción de su ser de Padre, esta procesión misma del Espíritu Santo a partir del Hijo,
éste la tiene eternamente de su Padre que lo engendró eternamente" (DS 1300-1301).

247 La afirmación del Filioque no figuraba en el símbolo confesado el año 381 en


Constantinopla. Pero sobre la base de una antigua tradición latina y alejandrina, el Papa
san León la había ya confesado dogmáticamente el año 447 (cf. Quam laudabilitier: DS
284) antes incluso que Roma conociese y recibiese el año 451, en el concilio de
Calcedonia, el símbolo del 381. El uso de esta fórmula en el Credo fue poco a poco
admitido en la liturgia latina (entre los siglos VIII y XI). La introducción
del Filioque en el Símbolo Niceno-Constantinopolitano por la liturgia latina constituye,
todavía hoy, un motivo de no convergencia con las Iglesias ortodoxas.

248 La tradición oriental expresa en primer lugar el carácter de origen primero del Padre
por relación al Espíritu Santo. Al confesar al Espíritu como "salido del Padre"
(Jn 15,26), esa tradición afirma que éste procede del Padre por el Hijo (cf. AG 2). La

12
Pensum: Catecismo de la Iglesia Católica – LAM Callao

tradición occidental expresa en primer lugar la comunión consubstancial entre el Padre


y el Hijo diciendo que el Espíritu procede del Padre y del Hijo (Filioque). Lo dice "de
manera legítima y razonable" (Concilio de Florencia, 1439: DS 1302), porque el orden
eterno de las personas divinas en su comunión consubstancial implica que el Padre sea
el origen primero del Espíritu en tanto que "principio sin principio" (Concilio de
Florencia 1442: DS 1331), pero también que, en cuanto Padre del Hijo Único, sea con él
"el único principio de que procede el Espíritu Santo" (Concilio de Lyon II, año 1274:
DS 850). Esta legítima complementariedad, si no se desorbita, no afecta a la identidad
de la fe en la realidad del mismo misterio confesado.

III La Santísima Trinidad en la doctrina de la fe

La formación del dogma trinitario

249 La verdad revelada de la Santísima Trinidad ha estado desde los orígenes en la raíz
de la fe viva de la Iglesia, principalmente en el acto del Bautismo. Encuentra su
expresión en la regla de la fe bautismal, formulada en la predicación, la catequesis y la
oración de la Iglesia. Estas formulaciones se encuentran ya en los escritos apostólicos,
como este saludo recogido en la liturgia eucarística: "La gracia del Señor Jesucristo, el
amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros" (2 Co 13,13;
cf. 1 Co 12,4-6; Ef 4,4-6).

250 Durante los primeros siglos, la Iglesia formula más explícitamente su fe trinitaria
tanto para profundizar su propia inteligencia de la fe como para defenderla contra los
errores que la deformaban. Esta fue la obra de los Concilios antiguos, ayudados por el
trabajo teológico de los Padres de la Iglesia y sostenidos por el sentido de la fe del
pueblo cristiano.

251 Para la formulación del dogma de la Trinidad, la Iglesia debió crear una
terminología propia con ayuda de nociones de origen filosófico: "substancia", "persona"
o "hipóstasis", "relación", etc. Al hacer esto, no sometía la fe a una sabiduría humana,
sino que daba un sentido nuevo, sorprendente, a estos términos destinados también a
significar en adelante un Misterio inefable, "infinitamente más allá de todo lo que
podemos concebir según la medida humana" (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 2).

252 La Iglesia utiliza el término "substancia" (traducido a veces también por


"esencia" o por "naturaleza") para designar el ser divino en su unidad; el
término "persona" o "hipóstasis" para designar al Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo en su distinción real entre sí; el término "relación" para designar el
hecho de que su distinción reside en la referencia de cada uno a los otros.

El dogma de la Santísima Trinidad

253 La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres
personas: "la Trinidad consubstancial" (Concilio de Constantinopla II, año
553: DS 421). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que
cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo,
el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu
Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza" (Concilio de Toledo XI, año 675:

13
Pensum: Catecismo de la Iglesia Católica – LAM Callao

DS 530). "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la


substancia, la esencia o la naturaleza divina" (Concilio de Letrán IV, año
1215: DS 804).

254 Las Personas divinas son realmente distintas entre sí. "Dios es único pero
no solitario" (Fides Damasi: DS 71). "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son
simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son
realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el
Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo" (Concilio
de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sí por sus relaciones de
origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu
Santo es quien procede" (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS 804). La
Unidad divina es Trina.

255 Las Personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las
Personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las
relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las
personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo
lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres Personas
considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia"
(Concilio de Toledo XI, año 675: DS 528). En efecto, "en Dios todo es uno,
excepto lo que comporta relaciones opuestas" (Concilio de Florencia, año
1442: DS 1330). "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo
en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el
Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo" (Concilio de Florencia,
año 1442: DS 1331).

256 A los catecúmenos de Constantinopla, san Gregorio Nacianceno, llamado


también "el Teólogo", confía este resumen de la fe trinitaria:

«Ante todo, guardadme este buen depósito, por el cual vivo y combato, con el
cual quiero morir, que me hace soportar todos los males y despreciar todos los
placeres: quiero decir la profesión de fe en el Padre y el Hijo y el Espíritu
Santo. Os la confío hoy. Por ella os introduciré dentro de poco en el agua y os
sacaré de ella. Os la doy como compañera y patrona de toda vuestra vida. Os
doy una sola Divinidad y Poder, que existe Una en los Tres, y contiene los
Tres de una manera distinta. Divinidad sin distinción de substancia o de
naturaleza, sin grado superior que eleve o grado inferior que abaje [...] Es la
infinita connaturalidad de tres infinitos. Cada uno, considerado en sí mismo,
es Dios todo entero[...] Dios los Tres considerados en conjunto [...] No he
comenzado a pensar en la Unidad cuando ya la Trinidad me baña con su
esplendor. No he comenzado a pensar en la Trinidad cuando ya la unidad me
posee de nuevo...(Orationes, 40,41: PG 36,417).

IV Las obras divinas y las misiones trinitarias

14
Pensum: Catecismo de la Iglesia Católica – LAM Callao

257 O lux beata Trinitas et principalis Unitas! ("¡Oh Trinidad, luz


bienaventurada y unidad esencial!") (LH, himno de vísperas "O lux beata
Trinitas"). Dios es eterna beatitud, vida inmortal, luz sin ocaso. Dios es amor:
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios quiere comunicar libremente la gloria de su
vida bienaventurada. Tal es el "designio benevolente" (Ef 1,9) que concibió
antes de la creación del mundo en su Hijo amado, "predestinándonos a la
adopción filial en Él" (Ef 1,4-5), es decir, "a reproducir la imagen de su Hijo"
(Rm 8,29) gracias al "Espíritu de adopción filial" (Rm 8,15). Este designio es
una "gracia dada antes de todos los siglos" (2 Tm 1,9-10), nacido
inmediatamente del amor trinitario. Se despliega en la obra de la creación, en
toda la historia de la salvación después de la caída, en las misiones del Hijo y
del Espíritu, cuya prolongación es la misión de la Iglesia (cf. AG 2-9).

258 Toda la economía divina es la obra común de las tres Personas divinas.
Porque la Trinidad, del mismo modo que tiene una sola y misma naturaleza,
así también tiene una sola y misma operación (cf. Concilio de Constantinopla
II, año 553: DS 421). "El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres
principios de las criaturas, sino un solo principio" (Concilio de Florencia, año
1442: DS 1331). Sin embargo, cada Persona divina realiza la obra común
según su propiedad personal. Así la Iglesia confiesa, siguiendo al Nuevo
Testamento (cf. 1 Co 8,6): "Uno es Dios [...] y Padre de quien proceden todas
las cosas, Uno el Señor Jesucristo por el cual son todas las cosas, y Uno el
Espíritu Santo en quien son todas las cosas (Concilio de Constantinopla II: DS
421). Son, sobre todo, las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del
don del Espíritu Santo las que manifiestan las propiedades de las personas
divinas.

259 Toda la economía divina, obra a la vez común y personal, da a conocer la


propiedad de las Personas divinas y su naturaleza única. Así, toda la vida
cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas de
ningún modo. El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu
Santo; el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae (cf. Jn 6,44) y el
Espíritu lo mueve (cf. Rm 8,14).

260 El fin último de toda la economía divina es la entrada de las criaturas en


la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad (cf. Jn 17,21-23). Pero desde
ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima Trinidad: "Si alguno
me ama —dice el Señor— guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y
vendremos a él, y haremos morada en él" (Jn 14,23).

«Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí


mismo para establecerme en ti, inmóvil y apacible como si mi alma estuviera
ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de ti, mi
inmutable, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu
Misterio. Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de

15
Pensum: Catecismo de la Iglesia Católica – LAM Callao

tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí
enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin
reservas a tu acción creadora» (Beata Isabel de la Trinidad, Oración)

Resumen

261 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la


vida cristiana. Sólo Dios puede dárnoslo a conocer revelándose como Padre,
Hijo y Espíritu Santo.

262 La Encarnación del Hijo de Dios revela que Dios es el Padre eterno, y
que el Hijo es "de la misma naturaleza que el Padre", es decir, que es en Él y
con Él el mismo y único Dios.

263 La misión del Espíritu Santo, enviado por el Padre en nombre del Hijo
(cf. Jn 14,26) y por el Hijo "de junto al Padre" (Jn 15,26), revela que él es con
ellos el mismo Dios único. "Con el Padre y el Hijo recibe una misma
adoración y gloria".

264 "El Espíritu Santo procede principalmente del Padre, y por concesión del
Padre, sin intervalo de tiempo procede de los dos como de un principio
común" (S. Agustín, De Trinitate, 15,26,47).

265 Por la gracia del bautismo "en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo" (Mt 28, 19) somos llamados a participar en la vida de la
Bienaventurada Trinidad, aquí abajo en la oscuridad de la fe y, después de la
muerte, en la luz eterna (cf. Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios 9).

266 "La fe católica es ésta: que veneremos un Dios en la Trinidad y la


Trinidad en la unidad, no confundiendo las Personas, ni separando las
substancias; una es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu
Santo; pero del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo una es la divinidad,
igual la gloria, coeterna la majestad" (Símbolo "Quicumque": DS, 75).

267 Las Personas divinas, inseparables en su ser, son también inseparables


en su obrar. Pero en la única operación divina cada una manifiesta lo que le
es propio en la Trinidad, sobre todo en las misiones divinas de la
Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo.

Párrafo 3
EL TODOPODEROSO

268 De todos los atributos divinos, sólo la omnipotencia de Dios es nombrada en el


Símbolo: confesarla tiene un gran alcance para nuestra vida. Creemos que esa
omnipotencia es universal, porque Dios, que ha creado todo (cf. Gn 1,1; Jn 1,3), rige
todo y lo puede todo; es amorosa, porque Dios es nuestro Padre (cf. Mt 6,9);

16
Pensum: Catecismo de la Iglesia Católica – LAM Callao

es misteriosa, porque sólo la fe puede descubrirla cuando "se manifiesta en la debilidad"


(2 Co 12,9; cf. 1 Co 1,18).

"Todo cuanto le place, lo realiza" (Sal 115, 3)

269 Las sagradas Escrituras confiesan con frecuencia el poder universal de Dios. Es
llamado "el Poderoso de Jacob" (Gn 49,24; Is 1,24, etc.), "el Señor de los ejércitos", "el
Fuerte, el Valeroso" (Sal 24,8-10). Si Dios es Todopoderoso "en el cielo y en la tierra"
(Sal 135,6), es porque Él los ha hecho. Por tanto, nada le es imposible
(cf. Jr 32,17; Lc 1,37) y dispone de su obra según su voluntad (cf. Jr 27,5); es el Señor
del universo, cuyo orden ha establecido, que le permanece enteramente sometido y
disponible; es el Señor de la historia: gobierna los corazones y los acontecimientos
según su voluntad (cf. Est 4,17c; Pr 21,1; Tb 13,2): "El actuar con inmenso poder
siempre está en tu mano. ¿Quién podrá resistir la fuerza de tu brazo?" (Sb 11,21).

"Te compadeces de todos porque lo puedes todo" (Sb 11, 23)

270 Dios es el Padre todopoderoso. Su paternidad y su poder se esclarecen


mutuamente. Muestra, en efecto, su omnipotencia paternal por la manera
como cuida de nuestras necesidades (cf. Mt 6,32); por la adopción filial que
nos da ("Yo seré para vosotros padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas,
dice el Señor todopoderoso": 2 Co 6,18); finalmente, por su misericordia
infinita, pues muestra su poder en el más alto grado perdonando libremente
los pecados.

271 La omnipotencia divina no es en modo alguno arbitraria: "En Dios el


poder y la esencia, la voluntad y la inteligencia, la sabiduría y la justicia son
una sola cosa, de suerte que nada puede haber en el poder divino que no pueda
estar en la justa voluntad de Dios o en su sabia inteligencia" (Santo Tomás de
Aquino, S.Th., I, q. 25, a.5, ad 1).

El misterio de la aparente impotencia de Dios

272 La fe en Dios Padre Todopoderoso puede ser puesta a prueba por la


experiencia del mal y del sufrimiento. A veces Dios puede parecer ausente e
incapaz de impedir el mal. Ahora bien, Dios Padre ha revelado su
omnipotencia de la manera más misteriosa en el anonadamiento voluntario y
en la Resurrección de su Hijo, por los cuales ha vencido el mal. Así, Cristo
crucificado es "poder de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina
es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte
que la fuerza de los hombres" (1 Co 2, 24-25). En la Resurrección y en la
exaltación de Cristo es donde el Padre "desplegó el vigor de su fuerza" y
manifestó "la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes"
(Ef 1,19-22).

273 Sólo la fe puede adherir a las vías misteriosas de la omnipotencia de Dios.


Esta fe se gloría de sus debilidades con el fin de atraer sobre sí el poder de

17
Pensum: Catecismo de la Iglesia Católica – LAM Callao

Cristo (cf. 2 Co 12,9; Flp 4,13). De esta fe, la Virgen María es el modelo
supremo: ella creyó que "nada es imposible para Dios" (Lc 1,37) y pudo
proclamar las grandezas del Señor: "el Poderoso ha hecho obras grandes por
mí; su nombre es Santo" (Lc 1,49).

274 "Nada es, pues, más propio para afianzar nuestra fe y nuestra esperanza
que la convicción profundamente arraigada en nuestras almas de que nada es
imposible para Dios. Porque todo lo que (el Credo) propondrá luego a nuestra
fe, las cosas más grandes, las más incomprensibles, así como las más elevadas
por encima de las leyes ordinarias de la naturaleza, en la medida en que
nuestra razón tenga la idea de la omnipotencia divina, las admitirá fácilmente
y sin vacilación alguna" (Catecismo Romano, 1,2,13).

Resumen

275 Con Job, el justo, confesamos: "Sé que eres todopoderoso: ningún
proyecto te es irrealizable" (Job 42,2).

276 Fiel al testimonio de la Escritura, la Iglesia dirige con frecuencia su


oración al "Dios todopoderoso y eterno" (omnipotens sempiterne Deus...),
creyendo firmemente que "nada es imposible para Dios"
(Lc 1,37; Gn 18,14; Mt 19,26).

277 Dios manifiesta su omnipotencia convirtiéndonos de nuestros pecados y


restableciéndonos en su amistad por la gracia (Deus, qui omnipotentiam
tuam parcendo maxime et miserando manifestas..., -"Oh Dios, que manifiestas
especialmente tu poder con el perdón y la misericordia..." : Misal Romano,
Colecta del domingo XXVI).

278 De no ser por nuestra fe en que el amor de Dios es todopoderoso, ¿cómo


creer que el Padre nos ha podido crear, el Hijo rescatar, el Espíritu Santo
santificar

18

También podría gustarte