TEXTO - Camino de Santiago
TEXTO - Camino de Santiago
TEXTO - Camino de Santiago
Santiago
Patrimonio
de la Humanidad
Caminar hacia
Compostela
El Camino: arte,paisaje, leyenda...
Se trata de un ‘camino vivo’ que van forjando los peregrinos
día a día, aprovechando los trazados históricos y añadiendo
nuevas rutas que van enriqueciendo aún más su patrimonio
artístico y cultural.
Peregrinar:
un consuelo universal
i
La peregrinación es un fenómeno complejo y sorprendente, con un indudable carácter
religioso o al menos afectivo que se descubre en todos los tiempos y en todas las religiones.
Es buscar un contacto purificador y cargado de consuelo con los espacios y la memoria de
lo sagrado en un sentido amplio, o de las geografías en las que se intuye puede estar el
cimiento de lo que a cada uno nos conforma y nos define. Si ese misterio puede
geográficamente localizarse, se hace meta y destino, para experimentarlo con los cinco
sentidos: la vista que descubre los espacios, el oído que escucha los relatos sagrados, el
gusto que saborea el agua de la fuente que casi nunca falta, el olfato que detecta los
perfumes y sobre todo el tacto que toca, porque tocar es esencial para el peregrino y hasta
para el curioso que a veces necesita, de modo inconveniente y delictivo, marcar con su
nombre aquel lugar como un certificado de haber cumplido. Hoy, para el peregrino, la
Compostela, es el documento que acredita su peregrinación.
Desde las religiones politeístas clásicas con sus santuarios de Delfos o Esculapio, a las
religiones orientales, el hinduismo al Ganges, el budismo con sus cuatro lugares sagrados en
la India y en Nepal, el islam con la Meca como destino obligado... El pueblo judío, en el que
surgirá el cristianismo, es un pueblo esencialmente peregrino, desde Abraham que fue
invitado a salir de su tierra, luego conducido por Moisés por el desierto hacia la Tierra
Prometida y teniendo más tarde que ir al templo de Jerusalén, como costumbre y obligación
en varios momentos de la vida y del año, como el propio Cristo hacía. El salmo 121: «Que
alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor...», expresa el tono gozoso de la
peregrinación. No hay religión sin peregrinación, sin viaje, sin búsqueda de lo sagrado.
Suele distinguirse entre los que salen de su tierra, varias categorías: el emigrante, que lo
hace obligado para buscar una mejor vida; el turista, que lo hace por diversión; el viajero,
que busca descubrir en cada lugar una sorpresa de belleza y de sabiduría; y el peregrino, que
tiene motivaciones espirituales y busca sobre todo un encuentro que le enriquezca
interiormente de esperanza.
La peregrinación cristiana
i
El cristianismo señaló siempre como principal meta de peregrinación no algo físico, sino
el propio interior, tal como se lee en el diálogo de Jesús con la Samaritana en el capítulo 4
de San Juan: «Jesús le dice: créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en
Jerusalén adoraréis al Padre... llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores
verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los
que le adoren». Pero también otras palabras de Jesús que hablan de seguirle con la cruz y el
«venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré» [Mt 11,28] se
interpretaron como una invitación física a una cercanía geográfica, es decir a una
peregrinación, y pronto. Los lugares que Jesús habitó se convirtieron en referencia para «dar
cuenta» de la historicidad de los relatos evangélicos y los espacios donde los mártires
entregaron su vida, en territorio donde alentar la propia fe. La memoria escrita se hizo
memoria topográfica y hubo pronto «peregrinos» que crecen cuando tras la destrucción de
Jerusalén y el templo judío en agosto del año 70 por las tropas de Tito, se recupera la
memoria, ya con una impronta cristiana que se sobrepone y supera los referentes de la
religión judía. Cuando en el siglo IV la berciana Egeria visita Tierra Santa y nos deja el
precioso testimonio de su viaje, ya toda la vida cultual atractiva para los peregrinos es
cristiana y está consolidada. Y en una jerarquización rigurosa de «importancia» los
peregrinos van uniendo a sus destinos, los espacios y recuerdos de María la Madre de Jesús,
los apóstoles y los mártires, y se va constituyendo el mapa denso de la peregrinación
cristiana, aún válido hoy.
La peregrinación se facilita y «amplía» a otros lugares con las reliquias que se traen de
Tierra Santa, tantas sin criterios rigurosos de autenticidad, pero aceptadas y visitadas en
santuarios, catedrales y monasterios: Roma (Santa Croce in Gerusalemme, Scala Santa,
Santa Práxedes, San Pedro en el Vaticano); París (Sainte Chapelle), Tréveris, Loreto.... Y
más cerca de nosotros Liébana, Oviedo. En todos estos lugares se veneran reliquias
atractivas de la Pasión que permiten ver y tocar algo material que remite a la Tierra Santa
lejana. Más adelante se recrean para facilidad de quien no puede viajar «Tierras Santas» de
«maqueta» como son los Sacro Montes de Italia, Portugal... Y ya más doméstico y moderno
el Vía Crucis, que se constituye como un camino que se recorre con Cristo hasta el Calvario,
en una peregrinación de catorce estaciones enriquecidas con muchas indulgencias.
Los sepulcros de Pedro y Pablo principalmente en Roma, y luego los mártires a los que se
les dedican basílicas en la ‘Ciudad Eterna’ y otras geografías, son orientación e invitación
para el viaje sagrado de tantos que hasta de algún modo «coleccionan» estos destinos
sagrados. Se visten con un «uniforme» que los identifica y se condecoran con las insignias
de los santuarios que visitan.
No hay que olvidar los santuarios marianos de tanto atractivo para hacer de ellos meta de
peregrinación. Loreto con la «Santa Casa» fue meta obligada desde la Edad Media y
modernamente los santuarios de Lourdes y Fátima con sus aprobadas apariciones de Nuestra
Señora, son importantes destino para muchos peregrinos.
Siempre la peregrinación cristiana motiva al peregrino a un encuentro que le asegura el
perdón de los pecados y la salvación eterna y ese carácter penitencial y salvífico forma parte
de los fines y de las razones que le llevan a los destinos que la Iglesia reconoce como metas
de peregrinación y enriquece con «perdonanzas», y jubileos que son especialmente
valorados en los Años Santos, que tanto en Roma como en otros destinos, cada cierto
tiempo o de modo extraordinario, se señalan como tiempo de gracias particulares.
La peregrinación jacobea
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Santiago el Mayor, o el Zebedeo, también llamado con su hermano Juan, el Hijo del
Trueno por la impetuosidad de su carácter, como personaje histórico es claro que fue uno de
los doce discípulos llamados por Jesús para seguirle más de cerca. Los Evangelios lo
mencionan repetidas veces y además como uno de los tres, con Pedro y Juan, que Jesús
distingue de un modo señalado estando presente en la Transfiguración y muy cerca de Jesús
en el Huerto de los Olivos. Y el libro de los Hechos de los Apóstoles, 12, 2 nos informa que
fue condenado a muerte y decapitado por orden de Herodes Agripa, por tanto entre los años
41 y 44 que fueron los años en que este fue rey de Judea.
Según la tradición y las leyendas, tras la Resurrección de Jesús y Pentecostés, hacia el año
33 d. C., los apóstoles se dispersan a predicar el Evangelio, en una especie de reparto
geográfico del mundo conocido. A nuestro Santiago le tocaría Hispania donde predicaría,
llegando hasta el Finis Terrae, haciendo algunos discípulos; siete continuarían su tarea
evangelizadora, recibiendo el aliento de Nuestra Señora que se le aparece a orillas del río
Ebro, hacia el año 40, sobre un pilar que dejaría como testimonio de su protección. Y
regresando a Judea es cuando sufre el martirio. Su cuerpo sería trasladado por sus discípulos
a Hispania para ser sepultado donde había evangelizado, viaje en barco desde Jaffa hasta
Padrón como la iconografía recuerda con detalles de muy difícil certificación.
Será en torno al año 813 siendo rey de Asturias Alfonso II el Casto, cuando la tradición
quiere que un ermitaño llamado Pelayo vea luces extrañas en un monte solitario (el Campus
stellae, que explicaría popularmente el topónimo Compostela), de lo que informa al obispo
de Iria, Teodomiro; la lauda sepulcral de este no deja dudas de su historicidad. Las luces
habrían declarado la existencia de una tumba, también histórica, que contiene restos
identificados con los de Santiago y sus discípulos Anastasio y Teodoro. El hallazgo fue
considerado milagroso y el propio Rey promueve la construcción de un templo y en ese
momento comienza este lugar distante y apartado a ser mirado como un lugar sagrado y
Santiago como un protector. Nace la Peregrinación Jacobea, que despierta caminos, y de
toda la península y de toda Europa llegan incuestionablemente ríos de peregrinos que nunca
han dejado de ser presencia y vida. La autenticidad de los supuestos restos de Santiago el
Mayor (la bula Deus Omnipotens, de León XIII en 1884 los declararía auténticos) es algo
que no preocupó especialmente a los que llegaron a Compostela y encontraron gracia,
perdón, abrazo y esperanza.
La historia de la peregrinación señala altos y bajos en la intensidad del número de
peregrinos. Así el ‘Cisma de Occidente’, la reforma protestante que incidió negativamente
al combatir el culto a las reliquias, en gran parte de la Europa del siglo XVI. También el
desconocimiento del lugar de las reliquias que se habían ocultado en 1589, temiendo un
saqueo del pirata inglés Francis Drake, pudo enfriar la peregrinación. Serán encontradas en
1879 tras una excavación en la catedral por iniciativa del cardenal-arzobispo don Miguel
Payá y Rico. Desde entonces se recupera de manera notable hasta nuestros mismos días, ya
no solo los Años Santos (cuando la fiesta de Santiago cae en domingo) sino todos los años
masivamente.
La importancia grande de la peregrinación a Santiago hará que hasta sea a los que tienen a
Compostela como meta, a quienes se les dé propiamente el nombre de peregrinos, a los de
Roma romeros y a los de Jerusalén palmeros. Pero hay que destacar que los tres lugares
formaron como un itinerario que recorrían muchos que hicieron de la peregrinación casi un
modus vivendi. Peregrinos que forman un catálogo de toda procedencia, clase, edad y
condición llegaron a Compostela, reyes, obispos, santos y papas en los últimos años.
El Camino de Santiago
i
Santiago se convierte en la Edad Media, juntamente con Jerusalén y Roma, en los tres
lugares con mayor atractivo devocional. Santiago se potencia de una manera sorprendente
durante toda la Edad Media, quizá por el atractivo del Finis Terrae, por las complicaciones
de llegar a Jerusalén y por la hábil promoción que hizo de Compostela el arzobispo
Gelmírez y otros prelados compostelanos, importancia que reconoce el famoso Códice
Calixtino, en latín Codex Calixtinus, escrito hacia 1160-1180 por Aymeric Picaud, un monje
francés. Aunque hoy es discutida esta atribución, sea quien sea su autor –quizá varios– fue
atribuido para darle más prestigio al papa Calixto II, y supuso la primera guía del Camino
con observaciones y recomendaciones para hacer más segura y eficaz la peregrinación.
Hablamos de Camino de Santiago, aunque hoy se debe hablar de Caminos de Santiago ya
que son varios los itinerarios que tienen el reconocimiento oficial de tales, pero por
antonomasia es el llamado Camino Francés, con las variantes que secularmente tuvieron
trazado, y los lugares y etapas que se consolidaron por situación, distancia y servicios.
El Camino de Santiago fue no solo un itinerario religioso, con los peregrinos que
circularon y se intercambiaron novedades artísticas, ideas y todo eso que llamamos cultura y
por ello el Camino ha ido recibiendo declaraciones que reconocen su importancia y valoran
todo su legado, así el Camino de Santiago Francés y las rutas francesas del Camino fueron
declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en los años 1993 y 1998,
respectivamente; Itinerario Cultural Europeo, por el Consejo de Europa en 1987; y en el año
2015, son declarados Patrimonio de la Humanidad el Camino Primitivo, el Camino del
Norte o de la Costa, el Camino Vasco-Riojano y el Camino Lebaniego. Además, ha recibido
el título honorífico de «Calle Mayor de Europa». Y en 2004 la Fundación Príncipe de
Asturias le concedió el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia «como lugar de
peregrinación y de encuentro entre personas y pueblos que, a través de los siglos, se ha
convertido en símbolo de fraternidad y vertebrador de una conciencia europea».
El peregrino
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Los caminos los hacen los caminantes como poetizó Antonio Machado; no habría
Caminos de Santiago sin los peregrinos de toda clase, estado, procedencia y condición, que
desde el descubrimiento del sepulcro apostólico pusieron destino a Finisterre. Ellos trazaron
o consolidaron los caminos, que se enriquecieron de puentes y hospitales. Algunos
escribieron la crónica de sus viajes y sus relatos son historia preciosa; unos vinieron por
devoción, otros para cumplir una pena o una penitencia, otros fueron más viajeros y algunos
también eran pícaros que se aprovechaban del Camino. Hubo reyes y mendigos; unos son
anónimos o solo quedan sus nombres en los registros de los hospitales, otros alcanzaron la
santidad como santa Isabel de Portugal o san Vicente Ferrer, y en los últimos años han dado
prestigio a la peregrinación los Papas que han llegado a Santiago: Juan XXIII, siendo
cardenal, Juan Pablo II y Benedicto XVI. El peregrino viste «uniforme» que se impone
buscando el vestido más conveniente: esclavina, sombrero de anchas alas, bordón, escarcela
y calabaza, y la concha de vieira como la enseña que les condecora y con la cual tantos
mandaron enterrarse. Si el Camino está vivo es porque los peregrinos lo llenan de dicha y de
esperanza.
44 El ‘Camino’ nos ofrece todo su esplendor paisajístico y cultural a lo largo de todo su itineario.
Catedral de Santiago de Compostela. Urna con las reliquias del apóstol Santiago.
Camino Francés
Vía Francígena
Vía Lemovicense
Vía Podense
Vía Tolosona
Vía Turonense
Niederstrasse
Oberstrasse
Los caminos jacobeos de Europa se crean y se instauran después
del descubrimiento de las reliquias de Santiago el Zebedeo, a principios del siglo IX. La peregrinación a
Compostela se convirtió desde el siglo XI en la gran peregrinación de la cristiandad medieval, aunque hasta
después de la caída de Granada en 1492, durante el reinado de Fernando de Aragón e Isabel la Católica,
Santiago de Compostela no será declarada oficialmente por el papa Alejandro VI como lugar de una de las
«tres grandes peregrinaciones en la cristiandad», junto con Jerusalén y Roma.
Placa conmemorativa de las peregrinaciones de los papas Juan Pablo II (1982 y 1989) y Benedicto XVI (2010).