Metateatralidad Carlos Olmos
Metateatralidad Carlos Olmos
Metateatralidad Carlos Olmos
La obra teatral que estudiaremos, Juegos profanos, del chipaneco Carlos Olmos
forma parte de la trilogía Tríptico de juegos, en ella el autor hecha mano de un ir y
venir de situaciones que configuran a sus personajes como dos trastornados
hermanos, que tras revelar su relación incestuosa a sus padres en la víspera de
navidad, terminan por matar a sus progenitores, esto sin embargo lo podemos
deducir al final de la obra, aunque a lo largo de la misma se sugiere un crimen. Por
otra parte estos jóvenes, Saúl y Alma, buscan la redención de sus culpan
recreando aquella fatídica noche de hace diez años, según Saúl, trece según
Alma, para ello preparan una cena navideña y utilizan los esqueletos de sus
padres como muñecos ventrílocuos, repitiendo los diálogos y situaciones que en
aquella ocasión se dijeron, sin embargo en el punto climático de la obra esta
revelación a los cadáveres de sus padres no los libera de culpa, peor aún, Saúl
trata de matar a su hermana pero esta no muere, por lo que a Saúl se le ocurre
cambiar de ropas con los esqueletos y fingir que ahora ellos son sus padres y los
esqueletos son los suyos, es decir los de Saúl y Alma, de tal manera que sólo así
logran “morir” y redimirse, mientras que ahora ellos son sus padres.
Ahora bien, este final presenta una serie de complicaciones que nos
permitirían hacer una lectura en la cual son los padres los que fingen ser Saúl y
Alma, por ello al disparar a Alma esta no sangra, pues desde el principio ellos
estaban recreando la noche en que le dieron muerte a sus hijos por revelarles la
relación incestuosa que llevaban, sin embargo en este análisis asumiremos que
siempre se trató de los hijos incestuosos quienes jugaban con los esqueletos de
sus padres, tal como lo muestran las didascalias del texto.
Para llegar a este momento de la obra han tenido lugar juegos de rol, en los
que los hijos transgreden las normas de la vida familiar, desde la sexualidad, el
papel de padre e hijos, y finalmente el de vivos y muertos. Pero es este cambio de
papeles entre vivos y muertos lo que interesa al presente análisis, pues significa,
además de meta teatralidad, entendida como: “toda teatralización de una acción
espectacular, ritual o ficticia, que se lleva a cabo dentro de una representación
dramática que la contiene” (Jesús G, 2004, 611), una metamorfosis, en la que los
vivos ocupan el lugar de los muertos y viceversa.
Cuando hablamos de meta teatralidad debemos señalar que nos referimos a las
representaciones dentro de la representación, “… en este teatro detrás de un telón
hay otro, y luego otro más y que, por tanto, se trataba de un teatro puesto en
cuestión, un teatro que tenía todas las características de verdad pero que no lo era
realmente, se trataba de un juego, de una mentira”. (María Estela Harretche, 2000,
79-80), la primera de estas representaciones en esta obra de Carlos Olmos es la
puesta en escena del ambiente navideño, el arreglo del árbol, la preparación de la
cena y el intercambio de regalos, este primer juego teatral, de la representación de
un rito, dentro de la obra es el más simple, pero nos allana el terreno para la
dinámica del resto de la obra.
Saúl: (Le da otra bofetada.) ¡Me tienes harto! ¡En nada nos perjudica que mamá
cene con nosotros!
Alma: ¡A mí sí! ¡Me dan ganas de servirle licor envenenado! (Carlos Olmos, 2002,
20).
Saúl: Es lo mismo. (Pausa.) Esta parte hay que suprimirla, Alma. Es falsa. Aquella
noche todo mundo se olvidó de los regalos. No fueron tema de conversación.
Alma: (Incómoda.) Como quieras. Ojalá y tú metas la pata dentro de un rato para
que veas cómo se siente que te corten en seco. (Olmos, 2002, 47).
Esta parte de la obra es donde descubrimos las texturas de los personajes, el qué
aconteció esa víspera de navidad de años atrás, pero no lo descubrimos porque
algún personaje narre de corrido lo que pasó, sino porque Saúl y Alma nos hacen
testigos de lo que pasó por medio de la representación. Sin embargo, Alma duda
de que esto sea lo mejor, titubea en la representación, como lo ha hecho en
ocasiones anteriores:
Saúl: ¡Ahora menos que nunca! ¡Ahora es cuando debe ser! ¡Todo es propicio!
Saúl: ¡Ahora hay que agregar la parte que nos falta! ¡Seremos puros! ¡Viviremos!
Ven, ayúdame. Esto debemos hacerlo entre los dos. (Olmos, 2002, 50).
Dos cosas destacan de estos diálogos, primero que se deja en claro que no
es la primera intentona de repetir la escena navideña, como si las anteriores veces
apenas llegaran a ensayos y esta fuera la puesta definitiva en escena, y segundo
que los hermanos viven sus vidas como una farsa y sólo aquella representación es
real, lo cual es una transposición de la realidad, donde lo fársico es real, mientras
que lo real es farsa, pues como no han vivido libres, su vida parece mentira, por lo
cual podemos deducir que el motivo de esta representación es la de liberarse para
poder vivir de verdad.
Alma: Trece.
Alma: Sí, llovía. Me puse aquel vestido verde, el que guardabas como recuerdo de
tus viejos tiempos. Saúl sintió unos deseos irresistibles de ponerse el smoking de
papá…
Alma: El mismo. ¡Estaba guapísimo! ¡Se parecían tanto! (Olmos, 2002, 51-52).
Este travestismo en el que los hermanos usan la ropa de sus padres, sin
embargo, forma parte de los juegos sexuales de los hijos, es de hecho la
naturaleza de su relación corrupta. En cualquier caso, la interpretación de aquella
noche continua y asesinan a sus padres, con lo cual Saúl y Alma pretendían
alcanzar la liberación catártica, pero descubren que no es así, pues no pasa
“nada”. Ante tal desesperación Saúl y Alma contemplan el suicidio.
Lo que hace Saúl es tomar las prendas de sus padre, como lo hacían en
sus juegos sexuales él y su hermana, para así darle una muerte simbólica a su
relación incestuosa, toda vez que ahora ellos son sus padres y han usurpado su
identidad, por completo. Esta transposición entre la vida y la muerte, padres e
hijos y la naturaleza aberrante de una relación incestuosa y un matrimonio modelo
es el último giro, la última representación dentro de la representación, por ello
mismo podríamos considerarlo más que como meta teatralidad como una
metamorfosis, pues los sujetos protagonistas han usurpado las cualidades de los
padres.
Rápidamente, Alma se viste con las ropas de la madre. (Olmos, 2002, 61).
No obstante, este nuevo enroque en las personalidades nos ofrece una serie de
diálogos que nos obligan a replantearnos algunas cuestiones centrales de la
trama.
Alma: Debemos ser tolerantes con ellos, Nicolás. Dejarlos hacer lo que quieran,
acostarlos todas las noches en la misma cama, permitir que se besen delante de
nosotros, que nos tengan confianza y que…
Alma: (Señala los esqueletos.) ¡A sus abuelos, naturalmente! (Olmos, 2002, 62).
… Se sabe también
En la corte celestial