Henri de Lubac, Por Los Caminos de Dios FICHAJE
Henri de Lubac, Por Los Caminos de Dios FICHAJE
Henri de Lubac, Por Los Caminos de Dios FICHAJE
POR LOS
CAMINOS DE
DIOS
***
III
DE LA PRUEBA DE DIOS
9
De Lubac, en mi opinión, refiere a la 3ra vía de Santo Tomás: S. Th. I, 2, 3: La tercera es la que se
deduce a partir de lo posible y de lo necesario. Y dice: Encontramos que las cosas pueden existir o no
existir, pues pueden ser producidas o destruidas, y consecuentemente es posible que existan o que no
existan. Es imposible que las cosas sometidas a tal posibilidad existan siempre, pues lo que lleva en sí
mismo la posibilidad de no existir, en un tiempo no existió. Si, pues, todas las cosas llevan en sí mismas
la posibilidad de no existir, hubo un tiempo en que nada existió. Pero si esto es verdad, tampoco ahora
existiría nada, puesto que lo que no existe no empieza a existir más que por algo que ya existe. Si, pues,
nada existía, es imposible que algo empezara a existir; en consecuencia, nada existiría; y esto es
absolutamente falso. Luego no todos los seres son sólo posibilidad; sino que es preciso algún ser
necesario. Todo ser necesario encuentra su necesidad en otro, o no la tiene. Por otra parte, no es posible
que en los seres necesarios se busque la causa de su necesidad llevando este proceder indefinidamente,
como quedó probado al tratar las causas eficientes (núm. 2). Por lo tanto, es preciso admitir algo que sea
absolutamente necesario, cuya causa de su necesidad no esté en otro, sino que él sea causa de la necesidad
de los demás. Todos le dicen Dios.
10
SCG III, 17: Si nada tiende a una cosa tomada como fin, sino en cuanto que es buena, es preciso, pues,
que el bien, en cuanto tal, sea fin. Según esto, lo que es sumo bien será también el sumo fin. Pero el sumo
bien es único, y es Dios, según se probó en el libro primero (c. 4). Luego todo está ordenado, como a su
fin, a un bien sumo, que es Dios. (...) En cualquier género de causas, la primera es más causa que la
segunda, pues la causa segunda es tal por la causa primera. Luego aquello que en el orden de las causas
finales es la causa primera es preciso que sea más causa final de cualquier cosa que su propia causa final
próxima. Dios es la primera causa en el orden de causas finales, por ser lo supremo en el orden de los
bienes. Por lo tanto, es más fin de cualquier cosa que su propio fin próximo.
11
De Lubac, en mi opinión, refiere principalmente a la 5ta vía de Santo Tomás: S. Th. I, 2, 3: La quinta se
deduce a partir del ordenamiento de las cosas. Pues vemos que hay cosas que no tienen conocimiento,
como son los cuerpos naturales, y que obran por un fin. Esto se puede comprobar observando cómo
siempre o a menudo obran igual para conseguir lo mejor. De donde se deduce que, para alcanzar su
objetivo, no obran al azar, sino intencionadamente. Las cosas que no tienen conocimiento no tienden al
fin sin ser dirigidas por alguien con conocimiento e inteligencia, como la flecha por el arquero. Por lo
tanto, hay alguien inteligente por el que todas las cosas son dirigidas al fin. Le llamamos Dios.
Puede inferirse también la 1ra: S. Th. I, 2, 3: La primera y más clara es la que se deduce del movimiento.
Pues es cierto, y lo perciben los sentidos, que en este mundo hay movimiento. Y todo lo que se mueve es
movido por otro. De hecho nada se mueve a no ser que en cuanto potencia esté orientado a aquello para lo
que se mueve. Por su parte, quien mueve está en acto. Pues mover no es más que pasar de la potencia al
acto. La potencia no puede pasar a acto más que por quien está en acto. Ejemplo: el fuego, en acto
caliente, hace que la madera, en potencia caliente, pase a caliente en acto. De este modo la mueve y
cambia. Pero no es posible que una cosa sea lo mismo simultáneamente en potencia y en acto; sólo lo
puede ser respecto a algo distinto. Ejemplo: Lo que es caliente en acto, no puede ser al mismo tiempo
caliente en potencia, pero sí puede ser en potencia frío. Igualmente, es imposible que algo mueva y sea
movido al mismo tiempo, o que se mueva a sí mismo. Todo lo que se mueve necesita ser movido por otro.
Pero si lo que es movido por otro se mueve, necesita ser movido por otro, y éste por otro. Este proceder
no se puede llevar indefinidamente, porque no se llegaría al primero que mueve, y así no habría motor
alguno pues los motores intermedios no mueven más que por ser movidos por el primer motor. Ejemplo:
Un bastón no mueve nada si no es movido por la mano. Por lo tanto, es necesario llegar a aquel primer
motor al que nadie mueve. En éste, todos reconocen a Dios.
12
De Lubac, en mi opinión, refiere principalmente a la 4ta vía de Santo Tomás: S. Th. I, 2, 3: La cuarta se
deduce de la jerarquía de valores que encontramos en las cosas. Pues nos encontramos que la bondad, la
veracidad, la nobleza y otros valores se dan en las cosas. En unas más y en otras menos. Pero este más y
este menos se dice de las cosas en cuanto que se aproximan más o menos a lo máximo. Así, caliente se
dice de aquello que se aproxima más al máximo calor. Hay algo, por tanto, que es muy veraz, muy bueno,
muy noble; y, en consecuencia, es el máximo ser; pues las cosas que son sumamente verdaderas, son
***
Contra el absurdo del Caos primitivo, de la nada de la que saldría el todo, de la nada que
engendraría el ser, de la Fuerza ciega que haría surgir las claridades del Espíritu: una
Fuente del Ser, un "Punto Alfa"13.
Contra la desesperación del Caos final, del fracaso absoluto, del Espíritu vencido sin
remedio por la materia oscura, de la muerte incesante 14, del lúgubre retomo cíclico en
que se hunden sin remedio todos los sueños: un Lugar en que se recoja el ser, un "Punto
Omega". (pp.59-60)
***
[La inteligencia], no pudiendo renunciar al Absoluto para el cual ha sido hecha, pero no
sabiendo dónde colocar a este Absoluto ni cómo comprenderlo, por un movimiento
natural búscalo primero frente a sí, en la Naturaleza, en el objeto. Pero buscarlo así, ¿no
es condenarse a no llegar jamás a él? El mundo objetivo es indefinido. Es un océano sin
orillas, en el que el espíritu se pierde sin remedio. (...)
Dase fe pues, primeramente, a los datos sensibles; ¿no tienen éstos el privilegio de lo
inmediato? (...) Pero muy pronto nos damos cuenta de que esos datos no son más que
apariencia, o a lo más la corteza de la realidad. Nos fiamos entonces de las entidades
forjadas por la ciencia: ¿no dan éstas una armadura a todo lo que es amorfo Y fluyente?
¿No le imponen un orden y una ley? Pero también acabamos por cambiar de parecer.
Hecho el análisis, estas entidades que tomábamos por absolutos se nos muestran
contradictorias o se resuelven en otras. (...) Cuando la ciencia, perfeccionando sus
métodos, somete más el mundo al hombre el ser, que no se deja sujetar, como en
venganza, se esconde más ... Y ante este nuevo fracaso, aparentemente definitivo,
preséntase entonces naturalmente la tentación del agnosticismo. (...) Posición
insostenible. ¿Cómo continuar, en efecto, afirmando un Absoluto que se declara
absolutamente incognoscible? De ahí que parezca inevitable un franco escepticismo.
Pero la inteligencia no puede absolutamente abdicar; no puede renunciar a su ley
formal, que es de juzgar, es decir, de afirmar siempre. El escepticismo la oprime y la
ataca en su raíz. (...) A fin de desprenderse de él, la inteligencia- puede llegar, en ese
caso, a concebir, en el sentido más general de la palabra, como una especie de Absoluto
de reemplazo, la Ley. Que es poner un intermediario entre el espíritu y lo real, como
entre lo inmanente y lo trascendente. (...) Preciso es reconocer igualmente: lo mismo
que el absoluto de las cosas era contradictorio, este absoluto de la Ley es algo en el aire.
(...) (pp.60-61)
Todo el mal proviene de la ilusión inicial15. Proviene de esta persuasión, no criticada, de
que basta con progresar en el conocimiento del mundo a partir de sus primeros datos sin
retorno reflexivo; que lo mirada del espíritu debe prolongar indefinidamente, en cierto
modo, la mirada del sentido. (...)
seres máximos, como se dice en II Metaphys. Como quiera que en cualquier género algo sea lo máximo,
se convierte en causa de lo que pertenece a tal género -así el fuego, que es el máximo calor, es causa de
todos los calores, como se explica en el mismo libro —, del mismo modo hay algo que en todos los seres
es causa de su existir, de su bondad, de cualquier otra perfección. Le llamamos Dios.
13
De Lubac, en mi opinión, refiere principalmente a la 2da vía de Santo Tomás: S. Th. I, 2, 3: La segunda
es la que se deduce de la causa eficiente. Pues nos encontramos que en el mundo sensible hay un orden de
causas eficientes. Sin embargo, no encontramos, ni es posible, que algo sea causa eficiente de sí mismo,
pues sería anterior a sí mismo, cosa imposible. En las causas eficientes no es posible proceder
indefinidamente porque en todas las causas eficientes hay orden: la primera es causa de la intermedia; y
ésta, sea una o múltiple, lo es de la última. Puesto que, si se quita la causa, desaparece el efecto, si en el
orden de las causas eficientes no existiera la primera, no se daría tampoco ni la última ni la intermedia. Si
en las causas eficientes llevásemos hasta el infinito este proceder, no existiría la primera causa eficiente;
en consecuencia no habría efecto último ni causa intermedia; y esto es absolutamente falso. Por lo tanto,
es necesario admitir una causa eficiente primera. Todos la llaman Dios.
14
El Aquinate habla también de una cierta "tendencia al no ser", la cual es menester interpretar: S. Th.
104, 3, ad 1: Dios no puede ser causa de la tendencia al no ser. Pero esta tendencia al no ser la lleva
consigo la criatura misma en cuanto que proviene de la nada.
15
De ente et essentia, pr: parvus error in principio, magnus est in fine.
Ilusión, sin embargo, que el hombre que reflexiona encuentra en sí razones para
destruir. Él la destruirá de dos maneras, al echar de ver que el perfecto conocimiento
adecuado de este mundo le es doblemente imposible. (...) El Saber absoluto y la
Intuición del mundo repugnan por igual16. (p.62)
Reales en su plano, las leyes y las esencias que la inteligencia descubre de continuo en
ellas [las cosas] dejan subsistir una oscuridad que nunca puede ser disipada 17. La ciencia
no se elevará jamás hasta la síntesis total que la identificaría con la metafísica, y el
último objeto, el verdadero objeto de la metafísica no es de este mundo. El
entendimiento será siempre el entendimiento, es decir, una inteligencia imperfecta,
mezclada de elemento sensible; pero nunca es sino un sustituto provisional y un auxiliar
del espíritu.
El entendimiento, facultad de la ciencia, miraba hacia afuera; el espíritu debe volverse
hacia adentro. "Réplica crítica" del pensamiento, "conversión" necesaria, "introversión",
''reflexión", por donde la metafísica descubre al fin su dominio. (p.63)
El entendimiento está en potencia sobre una infinidad de objetos; ¿no es ésta la señal de
que el espíritu tiene tendencia al mismo infinito? Sin poder totalizarlas, podemos
indefinidamente representarnos todas las cosas; ¿no es que queremos, si nos es posible,
poseer a Dios? 18 (pp.63-64)
Noli foras ire, in teipsum redi, in interiore homine habitat Veritas: No te derrames al
exterior; vuelve a ti mismo, pues la Verdad habita en lo interior del hombre. Y si
encuentras que tu naturaleza es mudable, trasciéndete a ti mismo. Pero recuerda, cuando
tal hagas, que trasciendes al alma raciocinante. Tiende, pues, hacia aquel lugar donde
alimenta su luz, la luz de la misma razón. (S. Ag, De Vera Religione, 39, 72). (p.65)
***
Todo lo que a Dios atañe, todo lo que lleva a Dios, todo lo que une a Dios es único.
(p.65)
***
Los caminos que emplea la razón para llegar a Dios son pruebas, y, en desquite, estas
pruebas son caminos. (...) Ellas no nos lo dan, como las otras pruebas nos dan más o
16
S. Th. I, 79, 2: Ningún entendimiento creado puede estar en acto con respecto a la totalidad del ser
universal, ya que se requeriría que fuese infinito. Por eso, todo entendimiento creado, por el hecho de
serlo, no está en acto con respecto a todo lo inteligible, sino que se relaciona con ello como la potencia
con el acto.
17
Expos. in Symbol. Apost., a2: Nuestro conocimiento es tan débil que ningún filósofo puede jamás
investigar perfectamente la esencia de una mosca.
18
Comp. Th. 104: Efectivamente: nuestro entendimiento está en potencia natural respecto de ciertas cosas
inteligibles que pueden ser reducidas a acto por el entendimiento activo, que es un principio innato en
nosotros, y que nos hace inteligentes en acto. Es, empero, imposible que nosotros lleguemos a nuestro
último fin, sólo porque nuestro entendimiento sea así reducido a acto, porque la virtud del entendimiento
activo consiste en hacer inteligibles en acto las imágenes inteligibles en potencia, según ya se ha
demostrado: es así que las imágenes nos son trasmitidas por los sentidos (...). Es, pues, imposible que el
fin último del hombre consista en semejante conocimiento, porque una vez conseguido el fin último, el
deseo natural está satisfecho. Sean las que fueren las conquistas intelectuales que se hicieran en esta clase
de conocimientos que adquirimos por los sentidos, siempre subsiste el deseo natural de conocer cosas
nuevas. En efecto: hay muchas cosas fuera del alcance de los sentidos, y sobre las cuales no podemos
tener por medio de ellos más que nociones muy limitadas, como saber el hecho de su existencia y no la
naturaleza de su ser; y esto es así, porque el modo y la naturaleza de ser de las cosas inmateriales son de
otro género que en las cosas sensibles, y las exceden hasta tal punto, que apenas puede ponerse límites a
la proporción. Entre las mismas cosas sujetas al alcance de los sentidos, hay muchas cuya naturaleza no
podemos conocer de una manera cierta; en unas no la conocemos de modo alguno; en otras débilmente, y
de ahí se sigue que siempre existe el deseo natural de conocerlas más perfectamente: es así que no puede
ser vano un deseo natural; luego si nosotros alcanzamos nuestro último fin, consiste en que nuestro
entendimiento está constituido en acto por algún agente más elevado que el que participa de nuestra
naturaleza, el cual satisface el deseo natural que tenemos de saber. Este deseo es tal, que cuando
conocemos el efecto, deseamos conocer la causa, y cuando conocemos los detalles de cada cosa, no
estamos satisfechos hasta que conocemos su esencia. El deseo natural que tenemos de saber no puede
estar satisfecho en nosotros sin que conozcamos la primera causa, no de una manera cualquiera, sino por
su esencia: es así que Dios es la primera causa; luego el fin último del hombre es ver a Dios en su esencia.
menos sus objetos. Ni tampoco nos lo hacen penetrar19. Únicamente, por una parte, Dios
está presente ya con una presencia interior en aquel que lo demuestra, lo mismo que en
aquel que lo niega. (pp.66-67)
***
Dios es "naturalmente conocido" de todos, pero no siempre es reconocido. Mil
obstáculos, por dentro y por fuera, impiden a menudo este reconocimiento (cfr. S. Th. I,
2, 1, ad 1). (...) Cuando yo llego al conocimiento explícito de Dios, yo no lo reconozco,
sin duda, como a alguien que ya hubiera conocido con idéntico conocimiento y al que
hubiera olvidado. (...) No obstante, lo maravilloso es, precisamente, que, conociendo a
Dios por la primera vez, sin embargo yo Lo reconozco. Porque ‒volviendo al ejemplo
que Santo Tomás da aquí mismo‒, al llegar a conocer a Dios como aquel que me ha de
dar la dicha, conozco al mismo tiempo la identidad de Dios y de la beatitud, a la que ya
conocía al desearla, pero que buscaba hasta entonces en objetos engañadores, o más
bien la identidad de mi beatitud con Él. (pp.67-68)
***
Las pruebas de la existencia de Dios están continuamente sujetas a dos clases de
críticas. (...) Las primeras de esas críticas inspíranse en una severa concepción de la
inteligencia; o bien, si se dirigen a las pruebas formuladas en tiempos pretéritos,
contemplan superficialmente su "fabulación conceptual" y el exterior de sus "formas
lógicas", sin preocuparse por encontrar su alma permanente. (...) La segunda clase de
críticas, por el contrario, procede de las exigencias de la creencia en Dios. No quieren
pruebas que no lleven al verdadero Dios. No quieren una Causa, o un Fin, o un
Legislador, cuya trascendencia no esté asegurada. (...) Mejor que una crítica, son una
profundización de las pruebas. Conspiran con las pruebas, para ayudarles a rectificarse,
a perfeccionarse. Y descubren su verdadera naturaleza. (p.71)
***
Un profesional se pregunta: "¿Es posible vulgarizar la prueba de la existencia de Dios?"
Parecería que, en su pensamiento, sólo unos pocos especialistas, técnicos de la "ciencia
metafísica", tuvieran el derecho de afirmar la existencia de Dios con conocimiento de
causa. Sólo ellos poseerían un verdadero conocimiento de Dios. (...)
Existe, les responde Jacques Maritain, un conocimiento de Dios "doblemente natural",
fruto de una apercepción del ser, "decididamente más profunda que ningún otro proceso
lógico científicamente desarrollado", por tener su raíz en una "intuitividad primordial y
simple"20. (p.72)
***
Es perder el tiempo detenerse en ciertos detalles de nuestras pruebas "sabias''. (...) En
una palabra, al creyente que razona no se le ha prometido ser siempre lógico riguroso, ni
hábil analista, ni sabio perspicaz, ni profundo filósofo. Aun siendo buen razonador, su
técnica puede ser defectuosa. No es cosa que avergüence hacer esta confesión.
Mas la observación debe ir más allá. Todo pensamiento sabio, en efecto, es un
pensamiento técnico y, como tal, en el sentido etimológico de la palabra, artificial. Pues
bien, al artificio, aun legítimo, otro artificio, aun sofístico, puede siempre oponer una
instancia. (...) Y esto un día y otro, sin terminar jamás. La razón nunca deja de hallar
nuevos recursos. (p.73)
19
SCG, I, 14: Para estudiar la substancia divina hemos de valernos principalmente del método de
remoción, porque, sobrepasando por su inmensidad todas las formas de nuestro entendimiento, no
podemos alcanzarla conociendo qué es. Sin embargo, podemos alcanzar alguna noticia conociendo qué no
es, y tanto mayor será cuanto más niegue de ella nuestro entendimiento.
20
MMMMMMMMMM S. Th. I, 2, 2, ad 1: La existencia de Dios y otras verdades que de Él pueden ser
conocidas por la sola razón natural, tal como dice Rom 1,19, no son artículos de fe, sino preámbulos a
tales artículos. Pues la fe presupone el conocimiento natural, como la gracia presupone la naturaleza, y la
perfección lo perfectible. Sin embargo, nada impide que lo que en sí mismo es demostrable y
comprensible, sea tenido como creíble por quien no llega a comprender la demostración.
Hay que estar siempre en marcha; sólo con esta condición está uno libre de quedarse
medio camino. Nunca podemos descansar simplemente e: los esfuerzos de los antiguos.
(...) La simple repetición no es la manera de comprenderlos. (...) La prueba, en todo
caso, sigue siendo siempre la misma; no hay manera de mejorarla. Sólo que la certeza
primera debe ser indefinidamente reconquistada. (...)
Pero, mientras tanto, aquel que verdaderamente cree en Dios, no se dejará turbar.
Ninguna objeción sabia es capaz de derribar su fe. (...)
Por eso, en esta cuestión de Dios, piensen algunos lo que quieran, la prueba no falta
jamás. Lo que falta es el gusto. (...) Si ese gusto por Dios volviera de nuevo, estamos
ciertos de que las pruebas de Dios volverían a ser bien pronto, ante los ojos de todos, lo
que son ya en efecto si nos fijamos en su alma, más claras que la luz del día. (pp.74-75)
***