Virus Una Mala Interpretación Por Stefan Lanka
Virus Una Mala Interpretación Por Stefan Lanka
Virus Una Mala Interpretación Por Stefan Lanka
Distinto a lo que la mayoría cree, no existe tal cosa como un virus causante de
enfermedades. Las suposiciones sobre la existencia de los virus se basan en erradas
interpretaciones que hemos arrastrado históricamente y no en engaños o en malas
prácticas deliberadas, como yo mismo había supuesto antes. En la actualidad, nuevos y
mejores hallazgos “científicos” explican el origen, el tratamiento y la prevención de
todo tipo de enfermedades, no sólo las “virales”. Incluso, fenómenos tales como la
aparición –simultánea o cercana en el tiempo– de síntomas que hasta ahora habían sido
interpretados como consecuencia de un contagio por transmisión de patógenos, pueden
ser explicados desde otra perspectiva gracias a estos nuevos hallazgos. El resultado
supone una nueva concepción de la vida que realmente viene de antiguo, y de la
integración cósmica de todos los procesos.
Esta “nueva”, o mejor dicho redescubierta, manera de ver las cosas sólo puede surgir
fuera de la “ciencia”, entre otros motivos, porque los implicados en las instituciones
científicas no cumplen con el primer y más importante deber científico, que no es otro
que cuestionar y dudar constantemente de todo. De otra manera, ya hubiesen
descubierto que las interpretaciones erróneas no sólo llevan mucho tiempo
construyéndose, sino que, además, debido a los procesos “anticientíficos” de los años
1858, 1953 y 1954, se han convertido en un dogma.
Sin embargo, me consta que, para mucha gente, puede ser difícil de aceptar
intelectualmente la explicación de la realidad que ofrezco en este artículo, en particular
para aquellos directamente implicados en el tema, como son los médicos, los virólogos
o aquellos empleados en el sector de la salud en general, y en especial para quienes han
sido afectados por diagnósticos erróneos o que, debido a éstos, hayan perdido a seres
queridos. La propia dinámica de las teorías de la infección, como en el caso del siDA,
BsE, sArs, MErs, Corona y las diversas gripes animales, puede desembocar en el
colapso del orden público; por tanto, pido por favor que todos aquellos que lleguen a
descubrir los hechos concernientes a la “no existencia” de los supuestos virus, traten el
tema de una manera lo más sistemática, objetiva y desprovista de emociones posible.
La situación actual
Todas las suposiciones que identifican a los virus como agentes causantes de
enfermedades no son correctas y se basan en errores de interpretación fácilmente
reconocibles, comprensibles y demostrables. Las causas reales de las enfermedades y de
aquellos fenómenos adscritos a los virus ya han sido investigados y están al alcance de
todos. En lugar de trabajar con virus, todos los científicos en el laboratorio trabajan con
componentes típicos de células o de tejidos moribundos. Creen que dichas células y
tejidos mueren porque han sido infectados por un virus. En realidad, esos tejidos y
células de “laboratorio” están muriendo de envenenamiento e inanición como
consecuencia de las condiciones metodológicas requeridas por el ensayo. En éstos, los
virólogos retiran la solución nutritiva en la que conservan a las células y tejidos y los
envenenan con antibióticos tóxicos para después exponerlos a sangre, saliva y otros
fluidos corporales presuntamente infectados. De esa manera, creen que la muerte de las
células y los tejidos es provocada por los virus, pero en realidad ésta ha ocurrido por sí
misma sin la intervención de material “infectado” alguno. ¡Y los virólogos no han caído
en la cuenta de esto!
El objetivo de las pruebas de control es descartar que el método o técnica empleado sea
el que genere el resultado. Las pruebas de control son la máxima obligación y el
fundamento exclusivo según un resultado pueda ser considerado científico. Como
veremos más adelante, durante el proceso judicial sobre el virus del sarampión, el perito
elegido por el jurado determinó que las publicaciones científicas sobre las que se
fundamenta toda la virología no contienen ningún tipo de prueba de control. De ahí
extraemos la conclusión de que los científicos implicados actúan de manera muy poco
científica sin percatarse de ello.
Esta mezcla sin purificar, compuesta por células y tejidos moribundos provenientes de
monos o fetos de res y por an- tibióticos tóxicos, es catalogada como una vacuna “viva
atenuada” apta para su uso ya que, aparentemente, contiene virus debilitados. La muerte
de tejido y células –a causa de inanición y envenenamiento, y no por una supuesta
“infección”– se interpretó y se sigue interpretando erróneamente como prueba de la
existencia de virus, así como prueba de su aislamiento o de su multiplicación.
De esta manera, la mezcla tóxica resultante, considerada como vacuna “viva atenuada”,
contiene proteínas y ácido nucleico (ADN, ARN) ajenos al cuerpo humano, antibióticos
citotóxicos, así como microbios y esporas de todo tipo. La vacuna se les administra a los
niños en el hombro en una cantidad que, de ser inyectada en vena, podría causar la
muerte con toda seguri- dad. Sólo en casos de desconocimiento absoluto y de confianza
ciega en las autoridades estatales, que “prueban” y autorizan las vacunas, puede alguien
describirlas como un “pequeño e inofensivo” pinchazo. Estos hechos demostrables
constatan la peligrosidad y negligencia de aquellos científicos y políticos que alegan que
las vacunas son seguras, que no causan efectos secundarios y que previenen contra las
enfermedades. Nada de esto es verdadero ni corroborable; al contrario, al mirar de cerca
desde una perspectiva científica, no se encuentra ninguna utilidad, sólo se encuentran
confesiones sobre la falta de pruebas2acerca de su utilidad.
Aquellos científicos chinos que en definitiva alegan que, mediante determinados ácidos
nucleicos provenientes en su mayoría de serpientes venenosas se ha podido construir el
genoma del nuevo virus corona 2019 de China.4,son víctimas, como todos nosotros, de
un desarrollo erróneo a escala global. Cuantas más cadenas de material genético “viral”
sean inventadas, tantas más similitudes “coincidirán” con todo lo que hay. Pero, esta
equivocación tiene una explicación. Gran parte de la ciencia académica funciona así:
una teoría es inventada, uno se mueve dentro de esa teoría, se le denomina ciencia y se
presupone que este actuar reflejaría la realidad. La realidad es que sólo se refleja aquella
suposición original.
Ante la falta de pruebas de control, los involucrados aún no se han dado cuenta, hasta
hoy, que los tests de detección de “virus” siempre detectan como “positivos” a un
determinado número de personas en función de cómo se configure el procedimiento de
la prueba o test. Para la comprobación del supuesto virus se emplea una plantilla que
realmente no proviene de ningún “virus” sino de los tejidos, células y suero (sangre sin
componentes sólidos) fetal con los que se ha trabajado, provenientes principalmente de
animales como monos y vacas. En vista de que estos animales y las personas son
bioquímicamente muy parecidos, está claro que sus componentes –erróneamente
interpretados como “virus”– van a ser detectados en todas las personas por el
procedimiento del test del virus. Algunos “virus” y sus respectivas vacunas – (pero no el
“virus del sarampión”) proceden de fetos humanos abortados. Resulta obvio que, por un
lado, los tests detecten únicamente moléculas presentes en cualquier ser humano y, por
otro lado, que las vacunas puedan desencadenar reacciones alérgicas muy peligrosas
definidas como “enfermedades autoinmunes”.
Estas sustancias son las bases de las vacunas, lo que hace entendible por qué
especialmente las personas vacunadas son más proclives a resultar “positivas” en todos
los “tests” de virus a los que se sometan. Los tests sólo comprueban la presencia de los
componentes animales de los supuestos “virus” tales como proteínas animales y ácidos
nucleicos, que, con frecuencia, son idénticos o parecidos a las proteínas y ácidos
nucleicos presentes en humanos. Los tests virales, por tanto, no comprueban nada
específico y en ningún caso la presencia de un “virus”, de manera que dichos tests no
tienen ninguna validez. Sólo sirven, como en el caso del Ébola, VIH, gripe y demás,
para causarle un shock paralizante al paciente, que por sí mismo puede llevarle a la
muerte, o a un tratamiento erróneo más o menos peligroso o mortal.
Cabe aquí mencionar que todas las pruebas de detección de un virus nunca dicen “sí” o
“no”, sino que se configuran de manera que sólo a partir de una determinada
concentración se valora una muestra como “positiva”. De esta manera mu- chas, pocas o
ninguna persona o animal pueden arbitrariamente resultar positivos en función de cómo
se haya configurado el test. La dimensión de esta ilusión científica queda patente tan
pronto como síntomas “normales” son descritos como SIDA, BSE, gripe, SARS,
sarampión etc. exclusivamente cuando se presenta un resultado “positivo” de un test.
Detalles determinantes
Hasta 1952, los virólogos creían que un virus era una proteína o una encima tóxica, que
era directamente venenosa y que de alguna manera se multiplicaba dentro del cuerpo
humano y se propagaba entre humanos y animales. La medicina y la ciencia descartaron
esta idea en 1951, ya que los supuestos virus nunca fueron visibles bajo el microscopio
electrónico, y, ante todo, porque sí se llevaron a cabo pruebas de control. De esta
manera, se reconoció que también en la descomposición de órganos y tejidos de
animales sanos se generaban los mismos deshechos que anteriormente se catalogaban
como “virus”. La virología se había contradicho a sí misma y se había rendido. 6
Hace más de 2000 años ya dijo Jesús: “Perdónalos, porque no saben lo que hacen”. En
el año 1995, una vez hicimos la pregunta de la demostración y publicamos las
respuestas, podemos añadir: y porque no pueden admitir que lo que han aprendido y
practicado no es cierto y, aún más, que es peligroso para la salud. Porque hasta la fecha,
nadie ha tenido la amplitud de miras ni el valor de decir la verdad y se han desarrollado
todo tipo de conceptos carentes de demostración científica acerca del “sistema inmune”
o de la “epigenética” para sostener unas teorías inventadas y ajenas a la realidad.
En 1858, la teoría de las células y de la enfermedad causada por un veneno (lat. Virus)
de Virchow se elevó al rango de dogma y de ella se derivó por primera vez, por lógica
forzosa, la idea de un virus no definido. Más tarde, apareció la idea de las bacterias
patógenas, después la idea de las toxinas bacteriales, tras ella la idea del virus-toxina
hasta desembocar en la renuncia de dicha teoría en 1952. Desde 1953, se desarrolló la
idea del virus-gen a partir de la idea original de Virchow del veneno causante de
enfermedades, y ésta sirvió como base para la elaboración de la teoría de los genes
cancerosos. La “guerra contra el cáncer” se fundamentó durante la era Nixon y,
posteriormente, la idea del gen capaz de cualquier cosa. todas las ideas sobre los genes
fueron completamente contradichas en el año 2000. En ese año se publicó con datos
incoherentes el llamado Proyecto Genoma Humano con la ridícula afirmación de que
había podido descifrarse todo el genoma humano, aun cuando más de la mitad tuvo que
ser inventado.7
Los investigadores de bacterias y fagos que, por el contrario, sí trabajan con estructuras
reales, son los que aportan el modelo de cómo podrían verse los virus que afectan a
personas, plantas y animales. Estos “especialistas en fagos” han pasado por alto en la
caracterización de estos fagos como devoradores de bacterias, que el fenómeno de
creación de estas partículas no es más que un efecto extremo del cultivo de bacterias de
manera endogámica en laboratorio. Este efecto, la formación y liberación de fagos
(devoradores de bacterias, alias virus de las bacterias), no se encuentra en bacterias
auténticas recientemente obtenidas de organismos o del entorno. Las bacterias no
cultivadas se transforman en las conocidas como formas de supervivencia, las esporas,
cuando a dichas bacterias se les retiran lentamente las soluciones nutritivas o las
condiciones de vida se vuelven imposibles. Esta forma de espora les permite sobrevivir
largo tiempo o hasta “infinito” de manera que, una vez que vuelvan a darse las
condiciones de supervivencia necesarias de dichas esporas, volverán a surgir
automáticamente nuevas bacterias.
Sin embargo, si estas bacterias son aisladas para luego ser multiplicadas una y otra vez,
pierden poco a poco todas sus cualidades y capacidades. Muchas de ellas mueren
durante el proceso de cultivo endogámico, pero no automáticamente, sino que se
transforman abruptamente en pequeñas partículas que, dentro de la concepción de la
teoría del bien y el mal, son interpretadas erróneamente como bacteriófagos. En
realidad, estas bacterias están constituidas por los “fagos” y se reconvierten nuevamente
en estas formas de vida cuando las condiciones de supervivencia no son la idóneas.
Günther Enderlein (1872–1968) describió este proceso de generación de bacterias a
partir de estructuras invisibles, así como su evolución a formas más complejas y su
vuelta a la etapa anterior.
Basado en estos motivos rechazó la teoría de las células según la cual la vida procede de
las células y está celularmente organizada.8 Yo mismo, siendo un joven estudiante, aislé
uno de estos “fagos” encontrado en un alga marina y en su momento creí haber
descubierto el primer virus “inofensivo”, el primer “sistema de virus-huésped”.9
La concepción de que las bacterias son organismos que pueden vivir autónomamente
sin otros seres vivos no es correcta. De manera aislada mueren automáticamente
transcurrido un tiempo. Los implicados no han caído en la cuenta de que tras el
“aislamiento” exitoso de una bacteria una parte de la muestra se congela y se trabaja con
ella durante décadas. El concepto de la bacteria, la idea, de que puede ser un organismo
vivo autónomo, es un artefacto de laboratorio, es un error de interpretación.
Esto va más allá. No sólo la concepción antes mencionada se cae por su propio peso,
también la idea y la suposición del hecho aparentemente comprobado de una materia
muerta. Las observaciones y suposiciones de una “materia activa” (como los físicos la
denominan) y animada es desestimada como vitalismo anticientífico. Sin embargo, hay
indicios de que todos los elementos, a los que la “opinión predominante” de la “ciencia”
no les concede ninguna fuerza vital, se desarrollan desde la sustancia original de la
vida.10: la sustancia de la membrana del agua. De los elementos se originan los ácidos
nucleicos y en torno a ellos la vida biológica en forma de amebas, bacterias, tardígrados
(osos de agua) y otras formas cada vez más complejas. Hay dos saberes que
fundamentan este enfoque. El primero de ellos puede uno verlo en sí mismo y en otros,
en concreto que la vida biológica en forma de nuestro cuerpo es una materialización de
unidades de conciencia.
Estas interpretaciones del bien y el mal, descubiertas y descritas por Silvio Gesell.13 (en
el campo de la medicina) y por Iván Illich14 (en general), se incrementan
constantemente15 por motivos de beneficio económico, con consecuencias fatales.
Nuestro sistema monetario, con su inherente imposición de crecimiento constante y
creciente, genera crisis cíclicas y conlleva ganadores cada vez más poderosos y
simultáneamente pobreza y miseria crecientes. Los implicados, que desconocen los
obstinados y matemáticos mecanismos propios del sistema monetario, interpretan esto
como la existencia de un principio independiente de maldad. Las personas éticamente
puras del lado de los ganadores entienden sus ganancias, inevitablemente generadas,
como gracia o elección divina. Esto no sólo fue la base del maniqueísmo (Mani =
fundador de la religión, sus seguidores = maniqueos), sino que además fue y es la fuerza
de empuje de los aspectos peligrosos y las repercusiones de la industrialización, como
ya detectaron Max Weber y otros.
a. La teoría celular sólo pudo imponerse gracias a que Rudolf Virchow ocultó
conocimientos cruciales sobre los tejidos. Los conocimientos ya existentes en 1858
acerca de la constitución, función e importancia central de los tejidos en el desarrollo y
visibilidad de la vida refutaban en lo fundamental a la teoría de la célula y las teorías de
ella derivadas del cáncer, los genes y la inmunidad.16
b. Las teorías de la infección sólo pudieron establecerse como un dogma global gracias
a las políticas concretas y a la euge- nesia del Tercer Reich. Antes de 1933
determinados científicos se atrevían a contradecir estas teorías, después de 1933 estos
científicos críticos fueron apartados.17Cabe mencionar que tanto los expertos de uno y
otro lado se encontraban mayoritariamente en Alemania por aquel entonces.
Para trabajar con “virus” y poder llevar a cabo pruebas aparentes de infección, los
“primeros” virólogos previos a la renuncia de la virología en 1952 estaban obligados a
licuar y filtrar los tejidos “enfermos” y descompuestos. El filtrado concentrado contenía,
según se creía, el veneno de la enfermedad, una toxina, que era constantemente
producida por las células enfermas. Un “virus” era hasta 1952 un veneno patógeno en
forma de una proteína que, como una enzima, de manera desconocida causaba un daño
que desembocaba en una enfermedad y que podía propagarse. La idea de un virus tras
1953, año de la publicación de una supuesta sustancia genética en forma de hélice alfa,
era una perniciosa sustancia genética envuelta en una capa de proteína. Entre 1952 y
1954 tuvo lugar un cambio de paradigma de cómo debía de imaginarse un virus.
Los fluidos presuntamente infectados son pasados por un filtro impermeable a bacterias
y/o calentados ligeramente. De esta manera deducen los científicos que el sufrimiento y
la muerte de los animales en los experimentos de infección no será provocado por
bacterias, sino por patógenos más pequeños, los virus. Los implicados ignoran hechos
ya conocidos anteriormente, como que existen un número extremadamente más alto de
bacterias desconocidas que conocidas, que muchas de ellas son resisten- tes al calor y
que sus esporas no se pueden filtrar. Aquí también es importante mencionar que de
igual manera no hay indicios de que las bacterias provoquen enfermedades. Toman
parte a menudo en procesos de enfermedad como lo hacen los bomberos para apagar un
incendio. no son causantes, sino parte de los procesos de reparación con pleno sentido
biológico. Como prueba aparente del supuesto papel negativo de las bacterias tenemos
sólo –como en el caso de los virus– experimentos con animales extremadamente crueles
y sin sentido que adolecen del mismo problema: la falta de pruebas de control.
Enders y la Polio
Hasta el año 1949, los virólogos reproducían los presuntos virus-proteína poniendo un
fragmento de material descom- puesto proveniente de un “tejido infectado” por el virus
sobre una lámina de tejido “sano” del mismo tipo. La propagación de la
descomposición, que era visible y pasaba del tejido “enfermo” al sano, se interpretó
erróneamente como la multiplicación y propagación del virus, del veneno patógeno. Las
pruebas de control, llevadas a cabo en 1951 por primera vez por los virólogos de
entonces, constataron que se trataban de procesos de descomposición normales y no de
un virus presente únicamente en tejidos “enfermos”.
Enders “descubrió” por casualidad en 1949 –en un momento en el que no pudo disponer
de tejido nervioso reciente y “sano”– que también otros tejidos distintos a los nerviosos
se veían afectados por la descomposición cuando entraban en contacto con fragmentos
de cerebro de una persona muerta por “polio”. Hasta entonces los virólogos tenían la
creencia de que cada virus podía reproducirse únicamente en aquellos tejidos a los que
podía dañar. Por el supuesto “descubrimiento” de que los “virus” pueden multiplicarse
en otros tejidos dentro del cuerpo humano sin dañarlos, Enders y sus colaboradores
obtuvieron el 10 de junio de 1954 el premio Nobel de Medicina.
Por estos motivos, Enders trabajó bajo mucha presión para desarrollar una nueva técnica
sobre la cual pudiera reclamar sus derechos desde el principio. Decidió apoyarse en el
segundo ámbito más lucrativo de la teoría de la infección: la sintomática definida como
sarampión. Así, Enders trasladó la idea y los métodos de la bacteriología y creyó que los
fagos eran los virus de las bacterias.
En comparación con otras vacunas, Enders asoció un notorio alto número de muertos y
afectados por la vacunación de Polio de Salk a la contaminación de la vacuna con otros
virus humanos desconocidos; argumento al que, por otra parte, se aferran sin
fundamento los conspiradores del “bien y el mal” con sus suposiciones acerca de los
virus creados en laboratorio y las armas biológicas. Enders trabajó por tanto con tejidos
de riñones de mono y de suero fetal (sangre sin componentes sólidos) prove- nientes de
caballos y terneros, y no de humanos.
Hay cuatro diferencias determinantes que distinguen la com- probación de los fagos de
las bacterias, que realmente existen, de la comprobación, según Enders, de los presuntos
“virus” de humanos y animales. Estas diferencias hacen aún más evidente lo erróneo de
las hipótesis de Enders; quien debido a su premio Nóbel –y a pesar de sus dudas
claramente formuladas– llevó a todo el gremio, y con él a todo el mundo (ver sólo el
pánico del coronavirus) a una trampa… con la excepción de un bonito e inquebrantable
pueblo suabo a orillas del lago Constanza:
Los puntos decisivos del proceso judicial del virus del sarampión (2012 – 2017) como
los dictámenes periciales, protocolos y sentencias a los que en lo sucesivo me voy a
referir, se pueden encontrar de manera gratuita en internet en
www.wissenschafftplus.de/blog/de. otros dictámenes periciales y refutaciones de las
suposiciones del virus del sarampión, que el jurado no tomó en cuenta, pueden
encontrarse publicadas entre 2014 y 2017 en diversas ediciones de la revista
WissenschafftPlus.
El trasfondo del proceso judicial del virus del sarampión comenzado en 2011 fue, nada
más y nada menos, la protección de la exigencia de vacunarse obligatoriamente contra
el sarampión. Una antigua ministra federal de justicia me llamó y me preguntó por
pruebas actuales con las que evitar la imposición de la vacunación obligatoria frente al
sarampión. Un fiscal superior nos dio el consejo de organizar un concurso para así
asentar, en el juicio resultante, un precedente judicial en el derecho civil que asentara
que no hay pruebas científicas para las suposiciones acerca de la existencia de un virus
del sarampión, ni de la supuesta seguridad y eficacia de una vacuna contra el mismo.
Esto funcionó completamente y se puede comprender si se sabe que la publicación de
John Franklin Enders del 1 de junio de 1954 se convirtió en la única y exclusiva base de
toda la nueva virología del gen; es decir en la base de la producción de vacunas con
“virus vivientes”, después de que la vieja virología se auto disolviera en 1951–1952.
Como sabía que el Instituto Robert Koch (IRK), en contra de su obligación legal, no
había publicado un solo documento sobre la supuesta existencia del virus del sarampión,
exigí para la obtención de un premio de 100.000 euros la presentación de una
publicación científica del IRK que incluyera una argumentación pormenorizada y
científica que evidenciara la existencia del virus del sarampión. Un joven médico
proveniente del Sarre me presentó seis publicaciones, ninguna de ellas del IRK: la
publi- cación original de Enders del 1 junio de 1954 y otras cinco que se refieren
exclusivamente a Enders, entre ellas la única revisión sistemática del estudio del virus
del sarampión. En este trabajo se relata con detalle la ardua búsqueda de un consenso,
que duró décadas para determinar qué componentes de los tejidos moribundos debían
ser incluidos en el modelo del virus del sarampión y cuáles no. Además, se describe
cómo el modelo del virus del sarampión fue modificado constantemente.
Probablemente fue víctima él mismo de la creencia errónea de los virus al confiar en sus
colegas, los mismos que tampoco se percataron del desarrollo erróneo de la medicina
desde 1858. El no querer comprobar ni poner en duda sus hipótesis, los hizo tanto
agresores como víctimas de la creencia en las teorías de la infección y en la confianza
en las vacunas.
El perito seleccionado por el jurado, el Prof. Dr. Dr. Podbielski de Rostock, argumentó
en consecuencia (o el jurado provincial ajustó su decisión de apertura a la opinión del
experto): “Tengo que aclarar con respecto a la terminología, que las comprobaciones en
el sentido clásico como en la matemática y la física no se pueden dar en la biología. En
la biología sólo se puede de antemano recabar indicios, que en algún momento en su
conjunto pueden alcanzar valor probatorio”.22
Debido a esta suposición extremadamente anticientífica, fruto de la falta de pruebas de
Podbielski y de su sesgo causado por las discrepancias entre la realidad y sus creencias
preconcebidas, ocurrió algo que los investigadores de la conducta definen como
conducta de desplazamiento. Podbielski inventó, en su desesperación, una excusa a
modo de escapatoria, concretamente que la biología y la medicina que se basa en ella, la
vacunación etc. son per se anticientíficos y carecen de comprobación posible: sólo una
colección de indicios puede “en algún momento” y “de alguna manera” (=práctica)
alcanzar valor probatorio. Dicha confesión sobre la poca practicidad de la biología y
medicina actuales, así como de su evidente falta de rigor científico, no se ha plasmado
nunca de manera tan clara.
Lo más importante ahora mismo es hacer un uso efectivo, por ejemplo por la vía legal,
de estas y otras evidencias sobre la falta de rigor científico acerca de la teoría de la
infección y de las políticas de vacunación, que ya están suponiendo una agresión a
nuestros derechos fundamentales. Desde el 13 de febrero de 2020 se estableció con
carácter legal la obligatoriedad de la vacunación del sarampión en Alemania y el 1 de
marzo de 2020 se hizo efectiva dicha imposición. Esta imposición debe desaparecer.
Pueden encontrar más información al respecto en nuestro Newsletter.
Listado de fuentes
1. El Premio Nobel es, por muchos motivos, lo más bochornoso que le puede
ocurrir a un científico y a la sociedad:
Tanto los virólogos, como los infectólogos, obvian este hecho, y es la base del miedo y
del pánico actuales ya que, tanto entre la opinión pública como entre los políticos y los
afectados, se ha extendido la impresión de que las neumonías atípicas son especialmente
peligrosas y causan la muerte con más frecuencia debido a que no existen
medicamentos o vacunas contra la novedosa enfermedad.
Tan pronto como sale al mercado la prueba de detección o test del supuesto nuevo virus,
los casos se disparan automáticamente. Los implicados ocultan que las personas sanas
pueden también ser diagnosticadas como “positivas”, es decir, como portadoras
“asintomáticas” del virus. Primero se registran como sospechosas a aquellas personas
con neumonía típica, luego poco a poco a personas con otro tipo de enfermedades. Esto
de por sí ya es la prueba de la propagación del virus. A la sintomatología originaria
relacionada con la “neumonía atípica”, se van añadiendo cada vez más enfermedades
que van conformando “la nueva enfermedad viral”.
El otro punto clave –no sólo para el SARS y la crisis del coronavirus– es que, al asumir
los virólogos la existencia de virus patógenos, por motivos comprensibles, ocultan una
realidad subyacente. Los tests de detección de virus lo único que hacen es “detectar” la
presencia de fragmentos de material genético en la muestra clínica a analizar,
fragmentos específicamente seleccionados previamente. Estas secuencias genéticas,
cuya presencia se “comprueba” por el test, no provienen de ningún virus que haya sido
aislado. Los científicos aíslan en tubos de ensayo secuencias genéticas típicas presentes
en células y tejidos que mueren durante los experimentos. Estas secuencias genéticas,
por lo general cortas, son parte integral del metabolismo humano y sirven de punto de
partida para los consiguientes experimentos de laboratorio. Los virólogos, mediante el
uso de programas informáticos, construyen conceptualmente una cadena de material
genético viral más larga a partir de esas secuencias genéticas cortas. Esta cadena de
material genético viral, aun habiéndose construido artificialmente, se presenta como
perteneciente a un virus real. Este, y no otro, es el motivo por el cual personas sanas
sometidas a test virales arrojan resultados positivos una y otra vez.
El profesor Christian Drosten, del hospital universitario Charité en Berlín, tuvo noticias
al respecto y de inmediato comenzó a trabajar en la elaboración de una prueba de
detección o test para virus SARS. Todo ello sin que pudiera estar claro en esos
momentos que los informes provenientes de China sobre el brote de SARS se hubieran
probado y, ante todo, antes de que los virólogos chinos publicaran sus investigaciones.
Los virólogos del Centro Chino para el Control y Prevención de Enfermedades (CCDC
por sus siglas en inglés) publicaron el 24.1.2020 y el 3.2.2020 sus resultados.
Informaron sobre el aislamiento de múltiples fragmentos de secuencias genéticas que,
una vez concatenadas de manera conceptual, darían lugar a una cadena de material
genético de un virus nuevo (desconocido hasta el momento). Los expertos, así como
otros virólogos implicados hasta hoy alertan expresamente de que los experimentos
necesarios aún no se han llevado a cabo para poder concluir que, efectivamente, se trata
de una cadena de material genético de un virus patógeno. Al contrario: los virólogos
chinos indican de manera explícita que la cadena de material genético construida tiene
una similitud del 90% con otras cadenas de material genético asociadas con otros virus
de la familia coronavirus (CoV) presentes en murciélagos, considerados inofensivos y
conocidos desde hace décadas.
El 21.1.2020 (¡3 días antes de la primera publicación del CCDC!) la OMS recomendó a
todos los países el uso de la prueba de detección desarrollada por el profesor Drosten.
Como veremos más adelante, su pretensión de haber desarrollado una prueba de
detección fiable para el virus en China agravó y globalizó el pánico por la pandemia y
ello lo hizo incumpliendo las reglas esta- blecidas del trabajo científico y violando la
lógica y los principios generales de la virología.
Esta filtración desató una ola de miedo y pánico en China y un aluvión de consultas a
las autoridades sanitarias y al gobierno. El recuerdo de la crisis del virus SARS en 2003,
que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya catalogó el 12.3.2003 como “una
amenaza global”, aún estaba presente entre la población. El gobierno de Beijing envió a
Wuhan el 31.12.2019 un grupo de intervención rápida conformado por epidemiólogos y
virólogos del Centro Chino para el Control y Prevención de Enfermedades (CCDC). Su
misión era apoyar a las autoridades sanitarias de la ciudad y de la provincia circundante
de Hubei y verificar si estaban ante el comienzo de una epidemia. En caso de ser cierto
esto último, la situación debía de controlarse de manera adecuada.
El propio Li Wenliang difundió este resultado en internet con las siguientes palabras:
“Today nucleic acid testing came back with a positive result, the dust has settled, finally
diagnosed“. (“Hoy el test de ácido nucleico dio un resultado positivo, el polvo se ha
asentado, finalmente he sido diagnosticado.“)
La gota que colmó el vaso para la opinión pública fue la publicación en internet de la
carta de cese y desistimiento firmada el 3.1.2020. Para mucha gente este era el indicio
claro de que había una nueva epidemia de SARS que el gobierno chino estaba ocultando
y que el joven médico, aún enfermo por el virus y bajo amenaza de represalias, estaba
intentado dar a conocer. La administración intensiva de antibióticos no mejoraba el
estado de salud de Wenliang, que finalmente murió el 7 de febrero. Este fue y es el
fundamento principal que llevó a la opinión pública china e internacional a asumir que
un nuevo brote de SARS había tenido lugar en Wuhan. La denominación “SARS” se
redefinió al poco tiempo con el nuevo nombre de Covid-19 y declarada pandemia.
Hasta hoy, los virólogos han sido incapaces de aislar un virus SARS, proveniente de un
paciente o de un murciélago o cualquier otro animal, en un laboratorio con el fin de
obtener una cadena de material genético de un virus SARS intacta y completa. En otras
palabras, su genoma. La suposición de los virólogos, de que en la realidad existan
cadenas de material genético constituidas de manera idéntica a las que ellos
conceptualmente construyen mediante fragmentos más cortos, no se ha demostrado.
Aunque hay disponibles técnicas sencillas para la determinación de la longitud (tamaño)
de secuencias genéticas, la existencia y presencia de una cadena de material genético
completa de un virus SARS aún no se ha comprobado.
Estas falsas suposiciones, aunadas al miedo avivado durante años, fueron la base de los
temores del oftalmólogo Li Wenliang y de otros médicos e infectólogos más allá de
Wuhan. Y fueron también el motivo por el cual los epidemiólogos y virólogos del
CCDC se centraron desde el 31.12.2019 en encontrar secuencias genéticas similares a
las que en 2003 se definieron como parte constituyente del SARS-Coronavirus original.
3. La segunda de las posibles causas del miedo de Li Wenliang
La crisis del coronavirus —en un comienzo considerada como una nueva crisis de virus
SARS— comenzó con la difusión por parte de los medios de comunicación de noticias
referentes a un aumento de los casos de neumonía atípica en China. Esta suposición
nunca se probó. Lo único que se afirmó es que los casos de neumonía atípica acaecidos
en Wuhan podrían ser explicados por la incidencia de un nuevo virus, ya que varias de
las personas afectadas por la enfermedad tenían en común el haber tenido contacto con
mercados de animales. La suposición de que la causa de estos casos de neumonía atípica
se debía a un virus desconocido necesariamente obviaba hechos probados y descritos
por la literatura médica y científica. Existe un amplio espectro de causas no infecciosas
que pueden desencadenar neumonías atípicas y acabar siendo más mortíferas, por
diversos motivos, que las denominadas neumonías típicas.
Todos deben también tener claro que el pánico extremo por sí mismo, y aunado a
problemas respiratorios, puede causar la muerte de igual manera. La muerte por pánico
puede sobrevenir incluso en un corto periodo de tiempo y no sólo en casos de
complicaciones cardíacas o circulatorias preexistentes.
Por entonces, se dio a conocer que los adyuvantes, sin los cuales la vacuna no podría ser
efectiva, eran un producto novedoso que no se había probado en humanos. Además,
salió a la luz que esos adyuvantes estaban compuestos por nanopartículas. De las
nanopartículas se conoce que son muy reactivas en virtud de su minúsculo tamaño y que
se emplean como catalizador en multitud de reacciones químicas. También se sabe que
el cuerpo humano no puede ni metabolizar ni eliminar estas nanopartículas. Para colmo,
llegó a oídos de la opinión pública la noticia de que la canciller Angela Merkel y
miembros del ejército alemán se iban a vacunar con una versión de la vacuna que no
contenía los polémicos adyuvantes, mientras que la vacuna dispensada al resto de la
población sí los iba a contener.
4. La globalización del pánico del virus SARS chino y la fijación del rumbo hacia
la crisis del coronavirus por el Prof. Drosten
El profesor Drosten del hospital universitario Charité en Berlín declaró que, desde el
1.1.2020 disponía de un método de detección genético, desarrollado por él mismo, que
permite detectar la presencia del nuevo coronavirus de manera fiable.9 9 La OMS
comenzó a recomendar dicho test desde el 21.1.2020 a los diferentes gobiernos del
mundo, incluido el chino, para determinar la expansión del supuesto coronavirus.10 10
Con el fin de a) poder comprender cuáles son las hipótesis de base y los procedimientos
llevados a cabo tras las afirmaciones del profesor Drosten y b) determinar si sus
conclusiones acerca del desarrollo de un test seguro de detección del coronavirus se han
comprobado científicamente o no, es necesaria la aclaración de los conceptos, técnicas y
representaciones empleados en su argumentación y el análisis de las dos publicaciones a
las que el profesor Dorsten hace referencia.
Conceptos
Una vez comprendido lo anterior, es fácil entender por qué la PCR no puede comprobar
ni secuencias desconocidas, ni virus desconocidos. Sólo la determinación previa de la
secuencia de un virus permite a la PCR comprobar la presencia de esa secuencia
genética en la muestra bajo estudio, generalmente proveniente del cuerpo de una
persona. La PCR requiere por tanto programarse con una “plantilla” que hay que
preparar previamente.
Cuando el test PCR comenzó a usarse, sólo se podía determinar la cantidad de ADN
amplificado tras el uso de la PCR mediante el empleo posterior de la electroforesis en
gel. Hoy en día, mediante el empleo de técnicas de fluorescencia, se puede cuantificar el
ADN amplificado e indicar aproximadamente la cantidad de ADN de la que se partió.
Ya que la determinación del ADN amplificado artificialmente puede tener lugar durante
la prueba, se le denomina a esta nueva versión del PCR como “real-time PCR”. Un test
“real-time PCR” que además pueda convertir el ARN en ADN mediante “transcripción
inversa” se le denomina “real-time RT-PCR”.
El quid de la cuestión es que, antes de que el equipo chino publicara sus propuestas de
secuenciación del genoma del virus el 24.1.2020 y el 3.2.2020, la OMS ya anunció el
21.1.2020 que respaldaba el test PCR para la detección del nuevo virus elaborado por el
profesor Drosten. ¿Qué implicaciones tienen estas fechas? Demuestran que el profesor
Drosten utilizó necesaria- mente datos no verificados para el diseño de su test PCR,
datos que no provenían en ningún caso del epicentro del supuesto brote en China. Esto
no impidió la rápida difusión del test PCR para la detección del 2019-nCoC,
renombrado el 7.2.20201212;”>SARS-CoV-2 con la colaboración del propio Drosten.
Sólo con esa información puede comprobarse que el profesor Drosten traspasó todos los
límites de la correcta práctica científica hasta llegar a un claro fraude con enormes
consecuencias. Tampoco hay que obviar que la revista que utilizó para realizar la
publicación del método de su test el 23.1.202013 no se encargó de comprobar las
declaraciones efectuadas.
5. Las preguntas decisivas para poner rápidamente fin a la crisis del coronavirus
Las respuestas se van a extraer de las actividades documentadas del profesor Drosten
durante el desarrollo de su método de detección y se presentarán más adelante.
En resumen, el profesor Drosten y sus trabajadores, tras conocer los informes de las
redes sociales, asumieron que tras el brote de neumonía atípica podría encontrarse un
coronavirus. Por entonces, aún no habían datos clínicos disponibles que dieran pie a una
suposición de esa naturaleza. ¿Cuál fue su siguiente paso? “We downloaded all
complete and partial (if>400 nt) SARS-related virus sequences available in GenBank by
1 January 2020.“ (Descargamos todas las secuencias completas y parciales (if>400 nt)
de virus relacionados con el SARS disponibles en GenBank el 1 de Enero de 2020).
Continúa en la tercera página, columna derecha, tercera línea desde arriba: “These
sequences were aligned and the alignment was used for assay design (Supplementary
Figure S1). (Las secuencias se alinearon [observación mía: mediante secuencias
estándar de virus-SARS previamente establecidas] y la alineación se usó para
desarrollar nuestro test Imagen suplementaria S1). “Upon release of the first 2019-
nCoV sequence at virological. org, three assays were selected based on how well they
matched to the 2019- nCoV genome (Figure 1)” (Una vez publicada la primera
secuencia del 2019-nCoV en virological.org, se eligieron tres ensayos basados en lo
correctamente que encajaban con el genoma del 2019-nCoV (figura 1)).
La viróloga profesora Karin Möllig, experta en el ámbito de los virus endógenos de las
propias células considerados inofensivos, incompletos o defectivos, definió las medidas
llevadas a cabo por los gobiernos como injustificadas. Ha demostrado en publicaciones
y en un libro17, que la mitad del genoma humano, es decir, la mitad de las secuencias
que componen nuestros cromosomas, provienen de secuencias genéticas de virus
inactivos y defectivos. Lo que no sabe, o calla, es el hecho de que el metabolismo
genera constantemente secuencias genéticas de ARN de cualquier composición, las
cuales no aparecen en forma de secuencias de ADN en los cromosomas. El modelo
tradicional de la genética nos dice que el genoma es ADN y que la transcripción de
ADN transfiere la información contenida en su secuencia para generar un producto
funcional, como es el caso de una proteína, empleando al ARN como mediador. Sin
embargo, se ha descubierto que el ARN puede generarse independientemente del
genoma de ADN y que cumple muchas funciones y produce proteínas, para las cuales el
ADN no tiene “genes” o “plantillas de información” disponibles.
Este hecho por sí mismo cuestiona todas las hipótesis sobre la existencia de todos los
virus con ARN como, por ejemplo, los coronavirus, Ébola, VIH, sarampión y los virus
SARS. ¿Y si las secuencias genéticas de ARN que los científicos encuentran en las
muestras de tejidos analizadas no son parte de un virus externo, sino parte integrante del
metabolismo de los seres vivos? Por este motivo, realizar las pruebas de control no sólo
acabaría con la crisis del coronavirus, sino también con el miedo frente a los presuntos
virus patógenos y los tratamientos inadecuados recetados por la virología. Puedo
asegurarles, que las infecciones asociadas a los virus tienen otras causas comprobadas
por la ciencia.
Próximamente publicaremos
“Virus: un error de interpretación parte III”
Listado de fuentes
En nuestro sistema cultural se da por hecho que la vida biológica surgió por casualidad
a partir de la colisión azarosa de moléculas individuales que permitió su interacción
mutua. Las moléculas se habrían originado previamente a partir del choque fortuito de
átomos, los cuales, a su vez, habrían sido creados de la nada en el Big Bang. Se cree
que, en un pasado remoto, dentro de una esfera de agua (cuya cohesión estaría
producida por una envoltura de grasas y proteínas) se juntaron tal cantidad de moléculas
con tal diversidad de propiedades que las interacciones entre dichas moléculas (lo que
hoy describimos como metabolismo) hicieron posible el mantenimiento, la
conservación y la reproducción de dicha esfera.
Quizá la causa fundamental de esta visión unidimensional y peligrosa del mundo sea la
forma en que utilizamos el intelecto (la razón). Cuando el intelecto se absolutiza, no
permite cuestionar los conocimientos que ha obtenido ni las conclusiones a las que ha
llegado. Entonces, en lugar de ser considerado como una de las diferentes herramientas
disponibles para acercarse a la comprensión de los fenómenos de la vida y ser utilizado
como tal, actúa de manera dominante. Jochen Schamal aborda esta cuestión en su
artículo Matemáticas y Razón, incluido en este número (3/2020) de nuestra revista
Wissenschafftplus. Si bien el texto es una introducción básica a este tema, en él se
identifica el reto central y fundamental al que se enfrenta la humanidad. Si el intelecto
se utiliza como una herramienta más del ser humano, todo va bien; pero si se absolutiza,
acabamos de forma automática en crisis como la del coronavirus, en guerras y
funcionando en muchos ámbitos de la vida con mecanismos de pensamiento
ambivalente en términos de «bueno o malo». Esto, además, se ve agravado porque
cuando el intelecto analiza los indudables efectos negativos de estos mecanismos de
pensamiento ambivalente, los interpreta como prueba evidente de la existencia de un
principio activo del mal.
Una vez que el suceso desencadenante del proceso llega a su fin y deja de producir
efecto en el individuo, o cuando este resuelve o relativiza el problema que le supone, de
manera instantánea da comienzo la fase de curación. En esta nueva fase, el cuerpo
intenta restablecer el estado original de la zona afectada y procede a descomponer la
proliferación celular que se produjo, regenerar el tejido que se necrosó o restaurar la
funcionalidad del órgano que se atrofió. Durante el proceso pueden surgir
complicaciones, pues el conflicto desencadenante se puede prolongar e intensificar en el
tiempo, se pueden solapar varios conflictos o se pueden añadir nuevos conflictos como
consecuencia de shocks de diagnóstico o de las circunstancias vitales resultantes. En
estos casos, la conocida secuencia de la fase de curación se ve alterada y la recuperación
se dificulta. La curación también se ve obstaculizada si el sujeto se obsesiona
mentalmente con los acontecimientos desencadenantes y si se producen carencias
nutricionales o procesos tóxicos. En este número de Wissenschafftplus presentamos el
libro Biología Universal, que introduce este punto de vista. Estos conocimientos fueron
descubiertos por el médico Dr. Ryke Geerd Hamer a partir de 1981 mediante
observaciones muy precisas. Lamentablemente, el propio Dr. Hamer obstaculizó la
difusión de sus constructivos descubrimientos médicos debido a las diferentes
polémicas en las que se vio envuelto.
Así pues, el Dr. Hamer amplió y desarrolló de manera significativa los conocimientos
de la anterior escuela de la psicosomática (que tuvo su apogeo en Alemania en 1977),
pero luego extravió su camino en intentos de interpretación materialistas. Al
individualizar las observaciones, desvinculándolas de toda interpretación desde el punto
de vista de la genética o la bioquímica, y al descubrir señales específicas en el cerebro2
(específicas para cada una de las fases del conflicto como la fase activa, la fase de
curación y la llamada crisis epileptoide) esta visión adquirió carácter científico. Sus
observaciones y las explicaciones que se derivan de ellas son verificables y
comprensibles, y los procesos son predecibles, todo lo cual facilita la realización de
diagnósticos correctos, la terapia causal y una profilaxis eficaz. Uno de los aspectos más
destacables que se derivan de este nuevo enfoque es que las sentencias negativas tales
como “incurable” y “maligno”, que de por sí pueden resultar mortales, pierden su efecto
destructivo tan pronto como la persona comprende la realidad de los procesos
biológicos antes mencionados.
Es comprensible que las personas que sólo admiten como reales las explicaciones
conocidas y materialistas respecto a la vida, la salud, la enfermedad, la recuperación y la
vejez, tengan dificultades para aceptar esta nueva perspectiva. Lo mismo ocurre con las
personas que basan su autoestima y su identidad en el enfoque materialista o que se
ganan la vida con él. En el artículo titulado “Lo que usted y los demás pueden aprender
del coronavirus” de este número de Wissenschafftplus, Ursula Stoll muestra por qué la
gente reacciona de forma agresiva cuando se enfrenta a otro punto de vista y lo que se
puede hacer, no sólo para evitarlo, sino para despertar un interés auténtico por el nuevo
punto de vista. Esto es absolutamente necesario. Es probable que sólo logremos salir de
los mecanismos cada vez más automáticos que nos han conducido a la crisis del
coronavirus si una gran mayoría de personas se abre a una mejor comprensión y deja
atrás las ideas destructivas y los mecanismos que se derivan de las mismas. Desde esta
perspectiva, la crisis del coronavirus es una oportunidad para todos, un punto de
inflexión y un salto en el desarrollo de la humanidad. Es poco probable que estas nuevas
ideas que desafían el antiguo paradigma, y las industrias vinculadas a él, sean dictadas o
propuestas “desde arriba”. Incluso podría ser peligroso.
Desde nuestra visión puramente materialista del mundo, las enfermedades, el dolor, la
vejez y la muerte se ven como problemas o defectos contra los que hay que luchar. Con
cierta regularidad van apareciendo en el mercado productos que prometen la curación de
enfermedades y un aumento de la longevidad que la “población agradecida” (Eugen
Rosenstock-Huessy 1956) adquiere pagando por ellos crecientes sumas de dinero.
Desde 1858, se acepta que la vida (en todas sus formas) surgió de una célula como
resultado de procesos puramente materiales. Del mismo modo, también se supone que
las enfermedades están producidas por agentes tóxicos o venenosos segregados por
células (virus en latín significa veneno). Hasta 1951, se consideraba que un virus era
una toxina, una proteína tóxica o un veneno que producía enfermedad. En los años
anteriores, algunos científicos hicieron ciencia real e intentaron comprobar sus
suposiciones llevando a cabo experimentos de control. De este modo constataron dos
cosas:
Sólo algunos médicos y lectores atentos de revistas profesionales se han dado cuenta de
que la ciencia, como tantas otras veces, ha estado durante mucho tiempo sin tener una
idea clara de lo que en realidad son los virus. El concepto de virus siempre se ha
utilizado con un fin claro: no ha sido más que un intento fallido de explicar anomalías
que no podían explicarse dentro de la visión del mundo vigente. A partir del momento
en que estuvieron disponibles los test de detección de virus, los mecanismos de
generación de miedo han funcionado cada vez más rápido. La industrialización de las
técnicas de detección y la sincronización y unificación de las fuentes de “información”
en los medios de comunicación de una economía de mercado cada vez más globalizada
han conseguido un alto nivel de eficacia en el proceso de generar miedo a nivel
mundial. El resultado de todo esto lo estamos viendo en la actualidad: un autobloqueo
de los países industrializados y de su población mediante un confinamiento demencial
que se justifica de forma pseudo-racional, es decir, pseudo-científica.
Todavía no está claro si el actual enfoque puramente racional del fenómeno de la vida,
que excluye la compasión y otras posibilidades de percepción, puede acabar
convirtiéndose en una religión dualista del bien y del mal, que afirma buscar el bien
pero, al hacerlo, genera el mal. Cualquier pretensión absolutista sobre la vida, la
enfermedad y la curación es peligrosa y puede producir de manera inmediata
consecuencias destructivas para la vida. Esto es aplicable a todos los enfoques médicos
(también al llamado sistema de conocimiento del Dr. Hamer, si se establece en términos
absolutos y se considera de forma aislada) porque nosotros, como participantes en la
vida, carecemos de una visión de conjunto de esta.
La falsa hipótesis sobre la célula (en base a la que se retomó el concepto erróneo sobre
los virus después de que hubiera sido abandonado) constituye el fundamento no sólo de
las teorías de la infección, el sistema inmunológico y el gen, sino también de toda la
actual medicina del cáncer. Quien considera que el cáncer es un error, una arbitrariedad
y, en definitiva, cree que es un proceso autodestructivo de la naturaleza, también cree
por consiguiente en la idea del mal errante, en la idea de la metástasis y en que ésta
puede transmitirse por el aire en forma de virus. Aquí se cierra el círculo. El hecho de
que en la información que se divulga sobre el “coronavirus” no se mencionen estos
hechos hace que, de manera automática, estos fundamentos y conceptos erróneos que
son la causa de esta crisis se vean reforzados.
La visión materialista de la vida conlleva otra idea de calado profundo: la del carácter
exclusivamente material de la herencia biológica. Dado que la ciencia actual asume que
sólo existen interacciones materiales y descarta los demás puntos de vista por
considerarlos acientíficos, la explicación de la vida requiere de la existencia de un plan
de construcción y funcionamiento vital, un plan que contenga las instrucciones de
cómo, a partir de sus moléculas y flujos energéticos, la (supuesta) célula puede crear un
organismo vivo. Hasta 1951 predominaba la opinión de que las proteínas eran las
portadoras de este plan de construcción y funcionamiento de la vida, es decir, del
material genético. Dentro de este modelo conceptual DEBÍA existir un material
genético que pudiera explicar el origen de los organismos a partir de una célula. Y, en
sintonía con esto, se estableció la hipótesis de que las supuestas proteínas tóxicas (la
definición de los virus anterior a 1951) también contenían material genético con un plan
para reproducirse.
Cuando en 1952 se estableció la idea de que el material genético era la sustancia que se
encontraba en los núcleos de los tejidos y de las células (planteamiento que continúa
siendo aceptado en la actualidad), se produjo un cambio de paradigma en lo que
respecta a la teoría de los virus. Desde ese momento los virus se consideran elementos
genéticos móviles que, tras entrar en la célula, emplean la maquinaria celular para
reproducirse. Según este modelo, durante el proceso de multiplicación de los virus, las
células resultan dañadas y esto es precisamente la manifestación de la enfermedad.
Desde 1952, la clase de moléculas que componen la sustancia hereditaria se conocen
con el nombre de ácidos nucleicos porque, en solución acuosa, se comportan como un
ácido débil y se encuentran principalmente en el núcleo. Hasta el año 2000, se creía que
en estas moléculas se podían encontrar segmentos (algunos de ellos muy largos) que
contenían el plan de construcción y funcionamiento de la vida. Los genes se definían
como la unidad más pequeña de la sustancia hereditaria y se pensaba que contenían la
información necesaria para sintetizar las proteínas. Sin embargo, los resultados
obtenidos experimentalmente en genética bioquímica refutaron todas las suposiciones
anteriores. A la vista de estos resultados, ningún científico ni nadie es capaz hoy de
formular una definición sostenible de lo que es un gen que nohaya sido refutada hace
tiempo.
También se supone que, tras multiplicarse, el virus abandona el organismo dañado para
introducirse en otros organismos. Esta teoría se cae por su propio peso con la refutación
de la teoría de la célula, pues la evidencia demuestra que la vida se organiza
principalmente en tejidos interconectados y, en realidad, hay muy pocas estructuras que
puedan llamarse células. 3 La teoría de los virus queda refutada por la nueva
comprensión que ha supuesto para la biología el descubrimiento de la existencia de
procesos simbióticos en las fases de enfermedad y de curación. Las observaciones
realizadas hasta el momento confirman que determinados sucesos traumáticos o
situaciones percibidas como existencialmente amenazantes que se alargan en el tiempo
desencadenan procesos multifásicos que hasta ahora se habían interpretado
erróneamente como enfermedades.4 Estos nuevos conocimientos de la biología refutan
la virología. En la vida real no existe ningún principio del mal que solo tome y no dé
nada a cambio.
La idea de que los virus se multiplican en el tejido del cultivo celular produciendo su
muerte es una hipótesis que se planteó en una publicación de 1954 cuyo autor principal
es John Franklin Enders.7 Pero debe quedar claro que en la misma publicación se insiste
varias veces en el hecho de que la supuesta muerte del tejido debido a la reproducción
del virus (o, en otras palabras, la transformación del tejido en virus), es solamente una
conjetura que debe ser probada o refutada en el futuro. Pese a esto, la concesión (ese
mismo año) del Premio Nobel al citado autor por un descubrimiento (que en realidad no
era más que una especulación) realizado en 1949, en el marco de la antigua virología de
proteínas y toxinas, hizo que esta nueva conjetura de la transformación de tejidos en
virus acabara convirtiéndose en un hecho científico supuestamente probado. Y no solo
eso, sino también en la única base de la nueva virología genética.8
El hecho de que John Franklin Enders fuera bacteriólogo explica que el modelo de
referencia de la nueva virología fueran los bacteriófagos o fagos, unas estructuras
diminutas sólo visibles con el microscopio electrónico que inicialmente se creía que
infectaban a las bacterias. Posteriormente se descubrió que, en los cultivos de bacterias
en el laboratorio, cuando el índice de endogamia es alto y su metabolismo colapsa de
manera rápida, las bacterias se transforman en fagos. Esta transformación no es un acto
de destrucción, sino una metamorfosis similar a la que se produce cuando las bacterias
generan esporas. Como estrategia de supervivencia, cuando las condiciones de vida del
medio en el que se encuentran las bacterias se van degradando lentamente, estas generan
unos cuerpos microscópicos capaces de resistir condiciones adversas durante largo
tiempo: las esporas. Las esporas pueden volver a convertirse en bacterias cuando las
condiciones de vida vuelven a ser óptimas. Por su parte, los fagos, a diferencia de lo que
se creía cuando se descubrieron, NO matan ni dañan a otros organismos, sino que les
ayudan a vivir ofreciéndoles su ácido nucleico. No obstante, y a pesar de su inocuidad
frente a las bacterias naturales o recién aisladas, se continúa considerando que los fagos
son los virus de bacterias. Es muy probable que, si el medio es el adecuado, los fagos
también se conviertan de nuevo en bacterias. Yo aislé una estructura parecida a los
fagos en un alga marina y, tras estudiar el tema a fondo, constaté que estas estructuras
solo se originan cuando las condiciones de vida del alga dejan de ser óptimas. Los fagos
que se forman durante la transformación de una determinada especie bacteriana tienen
siempre la misma estructura, el mismo tamaño y la misma composición, y su ácido
nucleico tiene siempre la misma longitud y secuencia. Los fagos se convirtieron en el
modelo de la nueva idea de virus y de la teoría del virus-gen, según la cual un virus es
un fragmento de material genético, envuelto o desnudo, de una longitud y composición
determinadas.
Los fagos se aíslan fácilmente y, cuando se extrae su ácido nucleico, siempre tiene la
misma composición. En cambio, en el caso de los “virus genéticos”, esto nunca sucede;
nunca se extrae el ácido nucleico de las pocas estructuras que se visualizan en el
microscopio electrónico y que se interpretan como virus. En los experimentos de
aislamiento de virus, el ácido nucleico se extrae siempre, de manera explícita, de los
fluidos de los cultivos celulares en los que se produce el efecto citopático que se
atribuye a los virus. Y lo que es más importante: en un fluido humano, nunca se ha
encontrado el ácido nucleico completo de un virus. Es decir que jamás se ha hallado
ninguna cadena de material genético que coincida, en longitud y composición, con las
descripciones que los virólogos realizan de los (supuestos) genomas de los diferentes
virus.
Aquí se pone de manifiesto la lógica forzosa a la que están sometidos los virólogos
desde 1954, cuando se aceptó como válida la suposición de que, en su proceso de
descomposición, los tejidos de los cultivos celulares empleados en los experimentos
también se transformaban en virus, como hacen las bacterias cuando se transforman en
fagos (esas útiles estructuras erróneamente interpretadas como los virus de las
bacterias). Como, en realidad, los fragmentos cortos de ácidos nucleicos a partir de los
cuales se construyen de manera artificial y teórica los genomas de los supuestos virus
patógenos se encuentran en todos los seres vivos, resulta que todos los seres humanos y
los animales pueden dar “positivo” a los test de detección de virus. Todo depende de la
cantidad de la muestra de material orgánico que se va a analizar y del lugar del que se
tomó. Por eso (como estamos viendo en la actualidad con las pruebas PCR del SARS-
CoV-2), cuantos más test se realicen, más resultados positivos se obtendrán, aunque, en
realidad, el resultado de estas pruebas no aporta ninguna información relevante en lo
que respecta a la salud o a la enfermedad.
En el caso del coronavirus, se puede ver fácilmente cómo los virólogos se engañaron a
sí mismos y engañaron a toda la humanidad, y cómo gracias a la actuación del virólogo
alemán Christian Drosten se produjo una escalada de histeria global que nos condujo a
la crisis de la Covid-19. En un intento de controlar el pánico de un nuevo brote de
SARS provocado por un oftalmólogo histérico9, los virólogos del gobierno chino
construyeron mediante programas informáticos una secuencia teórica de ácido nucleico
en el tiempo récord de una semana y dijeron que esta secuencia era casi idéntica a la de
ciertos virus de murciélago inofensivos y difíciles de transmitir. Para obtener la
secuencia utilizaron exclusivamente ácidos nucleicos extraídos del fluido de un lavado
broncoalveolar obtenido de una persona presuntamente enferma de neumonía atípica. Es
decir, no realizaron ningún cultivo celular en el laboratorio para supuestamente
infectarlo con la muestra, con el fin de extraer del mismo el presunto virus (como es
práctica habitual) ni tampoco afirmaron haber obtenido este ácido nucleico de una
estructura aislada.
Es probable que los virólogos chinos construyeran el genoma del nuevo e “inofensivo”
virus con el objetivo de intentar controlar la ola de miedo que se había desencadenado
ante el supuesto nuevo brote de la peligrosa epidemia del coronavirus SARS y que
podría haber conllevado un desbordamiento inmediato de los hospitales.
Drosten, por su parte, no esperó a que los científicos chinos publicaran la composición
final de su ácido nucleico (el 24 de enero de 2020) para desarrollar un procedimiento de
prueba que permitiera detectar este supuesto nuevo ácido nucleico viral mediante el
método PCR. Para desarrollar su test de detección, Drosten seleccionó ácidos nucleicos
completamente diferentes (sabiendo que estaban presentes en todos los seres humanos)
incluso antes de que se publicaran los datos preliminares sobre la supuesta nueva
secuencia genética viral de China el 10 de enero de 2020. Estas secuencias de ácidos
nucleicos que seleccionó, y que no provienen de la cadena genómica (construida) del
virus chino, son la base de su procedimiento de prueba.
Los productos bioquímicos para detectar mediante PCR las secuencias de ácidos
nucleicos seleccionadas por el profesor Drosten (que no provenían del modelo de virus
chino) fueron enviados gratuitamente el 11 de enero de 2020 “por razones
humanitarias” a centros donde se sabía que se estaban realizando pruebas a las personas
que regresaban de Wuhan. Muchas de estas pruebas dieron resultados positivos y, a
partir del 20 de enero de 2020, esta información se transmitió a la opinión pública como
prueba definitiva de la transmisión del supuesto nuevo virus de persona a persona. Los
resultados positivos hicieron que el gobierno chino tuviera que ceder a la presión
pública y se viera obligado a aceptar que se trataba de una nueva epidemia. Esta fue la
realidad que se impuso, a pesar de que se demostró que ninguna de las 49 personas de
Wuhan con neumonía de origen desconocido había infectado a miembros de su familia
ni a amigos ni al personal del hospital con el que estuvieron en contacto cercano.
Resumen de los puntos esenciales para entender la crisis del coronavirus, terminar
con ella y sacar conclusiones
Dado que, en todos los procesos inflamatorios, así como durante la formación,
regeneración, multiplicación, degradación o muerte de tejidos se liberan el mismo tipo
de fragmentos cortos de ácidos nucleicos utilizados para construir el genoma del virus,
obviamente todas las personas que sufran este tipo de procesos darán “positivo” al test
PCR de detección de ácidos nucleicos (siempre y cuando la muestra de tejido o fluido
empleada en la prueba se haya tomado de la zona adecuada).
Del mismo modo, también se obtendrá un resultado positivo si, durante la toma de frotis
nasofaríngeo con hisopo10, se da alguna de las siguientes circunstancias:
porque en el cuerpo, como también sucede en toda masa de agua natural y en todos los
mares, continuamente tiene lugar un asombroso e intenso proceso de creación y
degradación de ácidos nucleicos de todo tipo. Entre ellos, también los que se utilizan
para la construcción teórica del genoma del virus. La prueba PCR para la detección de
virus sólo detecta ácidos nucleicos muy cortos que supuestamente forman parte de la
secuencia genética del virus.
Los resultados “positivos” de la prueba PCR del profesor Drosten se utilizaron para
“demostrar” que estábamos ante un nuevo virus que se transmitía con gran facilidad
entre las personas. Las actuaciones precipitadas del profesor Drosten hicieron que la
histeria local por miedo al SARS desencadenada por un oftalmólogo en Wuhan se
convirtiera en la crisis mundial del Coronavirus.
Estos dos artículos del Dr. Lanka también tratan el tema del virus del
sarampión:
https://wissenschafftplus.de/uploads/article/Desmantelando-la-Teoria-de-los-
Virus.pdf
https://wissenschafftplus.de/uploads/article/wissenschafftplus-un-error-de-
interpretacion-parte-1.pdf
7. N. del T.: El autor hace referencia a la publicación “Enders, J.F. & Peebles,
T.C. (1954) Propagation in tissue cultures of cytopathogenic agents from
patients with measles.”
https://pubmedinfo.files.wordpress.com/2017/01/propagation-in-tissue-
cultures-of-cytopathogenic-agents-from-patients-with-measles.pdf
8. N. del T.: John Franklin Enders, Thomas H. Weller y Frederic C. Robins
reciben el premio Nobel en 1954 por un descubrimiento realizado en 1949. Se
les otorga el premio “for their discovery of the ability of poliomyelitis viruses to
grow in cultures of various types of tissue.” (por su descubrimiento de la
capacidad de los virus de la poliomielitis de propagarse en cultivos de
diferentes tipos de tejidos).
https://www.nobelprize.org/prizes/medicine/1954/enders/facts/
9. N. del T.: El autor hace referencia al oftalmólogo de origen chino Li Wenliang.
En el artículo anterior “Virus: Un Error de Interpretación Parte II”, el Dr.
Lanka detalla de manera pormenorizada los acontecimientos en Wuhan que, a
comienzos del año 2020, desembocaron en la crisis global del coronavirus.
10. N. del T.: El autor hace referencia a la toma de muestra nasofaríngea para
diagnóstico de COVID-19 mediante PCR. Según este método, se introduce un
hisopo “fino y flexible” por ambos orificios de la nariz hasta alcanzar la
rinofaringe
ADVERTENCIA: LOS MATERIALES ASI TAMBIÉN LAS REFERENCIAS Y INFORMACIÓN SON
PROPIEDADES DE DICHO DUEÑOS.