Un Niño Nos Ha Nacido
Un Niño Nos Ha Nacido
Un Niño Nos Ha Nacido
ofrece las claves para leer desde la fe el misterio que se encierra en un niño
nacido en extrañas circunstancias en las afueras de Belén. El evangelio narra
escuetamente el nacimiento de Jesús. No obstante, no deja de subrayar dos
detalles: el lugar del nacimiento, Belén, y la pobreza y desamparo materiales
que lo acompañaron
Es de noche. Una claridad desconocida ilumina las tinieblas que cubren Belén.
La luz no desciende sobre el lugar donde se encuentra el niño, sino que
envuelve a los pastores que escuchan el mensaje. El niño queda oculto en la
oscuridad, en un lugar desconocido. Es necesario hacer un esfuerzo para
descubrirlo.
Estas son las primeras palabras que hemos de escuchar: «No temáis. Os
anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo». Es algo muy
grande lo que ha sucedido. Todos tenemos motivo para alegrarnos. Ese niño
no es de María y José. Nos ha nacido a todos. No es solo de unos
privilegiados. Es para toda la gente.
Las palabras de los ángeles a los pastores indican el significado del nacimiento
de Jesús. Él no es un niño cualquiera, sino el Salvador, el Mesías, el Señor (v.
11). La divinidad de Jesús Niño no es manifiesta. Por eso, debía ser enseñada
por medio de ángeles: «Necesita ser manifestado lo que de suyo es oculto, no
lo que es patente. El cuerpo del recién nacido era manifiesto; pero su divinidad
estaba oculta, y por tanto era conveniente que se manifestara aquel nacimiento
por medio de los ángeles, que son ministros de Dios; por eso apareció el ángel
rodeado de claridad, para que quedase patente que el recién nacido era “el
esplendor de la gloria del Padre”
Este es la Buena noticia que volvemos a escuchar y anunciar, Jesús está aquí
en medio de nosotros, no puede estar lejos de nosotros sino dentro de cada
situación de nuestra vida. El niño Jesús que podría parecer algo marginal entre
los grandes acontecimientos del mundo, es signo de que con Él, en Él, todo lo
pequeño en el mundo, lo débil, solo, rechazado, marginado, está en cambio en
el centro.
También nosotros estamos llamados a estar como los personajes del pesebre,
alrededor del Señor para honrarlo, adorarlo, abrigarlo, a semejanza de María y
de los pastores que se acercan a saludarlo, invitados a dejarnos atraer por Él.
Queremos estar entre tantas personas de buena voluntad que reconociendo que
Jesús es el centro, se acerca al pesebre. Estamos llamados por Jesús a prestar
una atención nueva, que se sobreponga a todas las preocupaciones y
ansiedades de tantas cosas inútiles y pasajeras, descubriendo que Jesús viene a
vivir en nuestros vida, en nuestro corazón, que viene a dar sentido a cada
realidad de vida que estemos atravesando.
Qué bueno será entonces caminar con María y José, con los pastores al
encuentro de Jesús, caminar y salirle al encuentro en la Eucaristía, dónde Él
viene para ser centro que ilumine y de paz a tu vida, que de sentido a todos tus
pasos, que viene a sostener tus luchas y consolar en el dolor.
Es Navidad no porque todo este lindo, es Navidad porque Jesús viene, quiere
y puede estar en el centro de tu vida y corazón. A diferencia de lo que celebra
nuestra sociedad consumista, Jesús no nace en un ambiente de derroche, de
compras, de comodidades, de caprichos y de grandes comidas. Jesús nace con
la humildad de un portal y de un pesebre.
Y lo hace de esta manera porque es rechazado por los hombres: nadie había
querido darles hospedaje, ni en las casas ni en las posadas. María y José, y el
mismo Jesús recién nacido, sintieron lo que significa el rechazo, la falta de
generosidad y de solidaridad.
Después, las cosas cambiarán y, con el anuncio del Ángel —«No temáis, pues
os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo», todos correrán
hacia el portal para adorar al Hijo de Dios. Un poco como nuestra sociedad
que margina y rechaza a muchas personas porque son pobres, extranjeros o
sencillamente distintos a nosotros, y después celebra la Navidad hablando de
paz, solidaridad y amor.
Hoy los cristianos estamos llenos de alegría, y con razón. Como afirma san
León Magno: «Hoy no sienta bien que haya lugar para la tristeza en el
momento en que ha nacido la vida». Pero no podemos olvidar que este
nacimiento nos pide un compromiso: vivir la Navidad del modo más parecido
posible a como lo vivió la Sagrada Familia. Es decir, sin ostentaciones, sin
gastos innecesarios, sin lanzar la casa por la ventana. Celebrar y hacer fiesta es
compatible con austeridad e, incluso, con la pobreza.
Por otro lado, si nosotros durante estos días no tenemos verdaderos
sentimientos de solidaridad hacia los rechazados, forasteros, sin techo, es que
en el fondo somos como los habitantes de Belén: no acogemos a nuestro Niño
Jesús.
Pese a los desafíos que hemos afrontado este año, nos vemos reflejados en las
palabras que el ángel dijo a los pastores:
“No temáis, porque he aquí, os traigo buenas nuevas de gran gozo que serán
para todo el pueblo; porque os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un
Salvador, que es Cristo el Señor”.