Esoterismo Cristiano

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Esoterismo Cristiano

(Para entender el concepto esotérico y exotérico debemos diferenciar ambos términos.


La definición esotérico es para referirse al conjunto de conocimientos, enseñanzas,
tradiciones, doctrinas, técnicas y prácticas religiosas o filosóficas que se dan a una
minoría selecta denominados iniciados, debido a que son incomprensibles, secretas o
de difícil acceso. Sin embargo el conocimiento exotérico es facilmente accesible para
el público común y es transmitido libremente.)
La escasa documentación de que disponemos respecto al primer periodo del
cristianismo, sobre informes de sus actividades, nos produce más interés, al
estar oculto el origen y la fuente de nuestra tradición occidental.

 El segundo periodo abarcaría desde la mitad del segundo siglo hasta el
principio del cuarto siglo, del que podríamos catalogar de una primera difusión
del cristianismo en el mundo grecorromano, con persecuciones contra los
cristianos.

 Y a partir del cuarto siglo se experimenta un cambio y un triunfo para el


cristianismo, convirtiéndose de perseguidos a perseguidores. Se prohibieron las
prácticas de los cultos paganos que progresivamente se cristianizaron.

 Algunos pueden pensar que el cristianismo del primer siglo fue tal como lo
conocemos, en el momento de establecerse oficialmente en el Imperio romano
del siglo IV, con su jerarquía, sus ritos y su legislación. Nada más lejos, ya que
el cristianismo del IV siglo está tan distante de su origen como nuestra época de
la del reinado de Felipe IV. Tres siglos es mucho tiempo.

 El cristianismo pudo expandirse gracias a la labor del apóstol de los gentiles
Pablo, pero lo hizo con la ayuda de elementos y nociones griegas que recuerdan
la filosofía de los Gentiles y sus religiones de Misterios.

 Estas enseñanzas nacidas entre los judíos para adaptarlas luego al mundo
grecorromano debió de ser la raíz de las incomprensiones y el odio que
surgieron entre judíos y cristianos
 En las cartas de San Pablo encontramos terminologías esotéricas. Por ejemplo
en Hebr.2:9,10:

“Vemos a Jesús coronado de gloria y honor a través de la experiencia de la


muerte, de modo que por la gracia de Dios, gustó la muerte para el provecho
de todos. En efecto, convenía que Aquel gracias y a través de quién existen
todas las cosas, volviera perfecto (Teleiosai) después de haber llevado la gloria
a un gran número de hijos, al iniciador de su salvación por medio de las
pruebas.” 
Encontramos en estos versículos todo lo que constituía la iniciación antigua: las
pruebas, la muerte, la coronación o la perfección de la iniciación. Son nociones
griegas o greco-orientales o incluso paganas, pero en ningún caso judías.

 La palabra “Teleiosai” (volver perfecto) es un inicio claro y teleios (perfecto)


 Resulta difícil de creer que el verdadero pensamiento de Pablo esté alejado de
Hermes, cuando dice: “Transformaos por la renovación del Nous para
experimentar por vosotros mismos lo que es la Voluntad de Dios: el Bien, el
Placer, la Perfección (to teleion).” (Rom.12:2)
 En repetidas ocasiones Pablo habla de los niños (nepioi) que se deben convertir
en adultos maduros, en perfectos (teleioi).

 “Mientras que el tiempo hubiera tenido que hacer de vosotros unos


maestros(didaskaloi) necesitáis de nuevo que os enseñen los elementos
primordiales de los oráculos de Dios y habéis llegado al punto en que
necesitáis leche en lugar de alimento sólido. Quien esté todavía en la etapa de
la leche no tiene la experiencia de la palabra justa: es un niño (nepios). En
cambio, el alimento sólido es para los que son perfectos,(teleioi) para aquellos
cuyos sentidos han sido ejercitados por la experiencia, a fin de poder distinguir
el bien del mal. Por ello, dejando de lado la enseñanza primaria referente a
Cristo, interesémonos por la enseñanza perfecta (teleiotes).”(Hebr.5:12 y 6:1)
 Además, Pablo especifica claramente que habla de misterios que deben
mantenerse secretos y que esta enseñanza no está destinada más que a la élite
muy selecta de los perfectos:

 “Se habla de Sabiduría entre los perfectos (teleioi) y no de una sabiduría de


este mundo… Pero hablamos de una sabiduría de Dios en el misterio, la
sabiduría oculta, aquella que Dios predestinó para nuestra gloria ya antes de
los siglos.” (I Cor.2:6,7).
 Tal como expone Rene Guénon en ·La tesis de R. G. sobre “los orígenes del
cristianismo” que el cristianismo se manifestó muy pronto como un culto a la
manera de las religiones de misterios, donde la enseñanza se comunicaba en
secreto y progresivamente por iniciación.

 Algunos de los cultos que practicaban los griegos y romanos son por ejemplo,
los misterios de Eleusis, de Sabacios, de Adonis, de Atis, de Cibeles, los
Orficos, los Dionisíacos, los Pitagóricos, Herméticos y Mitraicos de Persia.

 Estas religiones de misterios, así como las sectas gnósticas, poseen en común
enseñanzas o creencias más o menos idénticas, que pueden resumirse de la
siguiente manera:

 1º La naturaleza divina, la Divinidad es un ser incognoscible, innominado.

 2º El mundo está gobernado por unas potencias que rigen al hombre.

 3º Este lleva encerrado en sí mismo una simiente divina, una partícula de lo
divino, de lo superior.

 4º Esta partícula debe ser liberada para que el hombre vuelva a su morada
celeste. Hay que morir para renacer.

 5º Por sí mismo el hombre no puede lograr esta finalidad; necesita un


Redentor, un Salvador que haya realizado esta resurrección reanudando la
cadena de la Tradición primordial. Está representado por el Hierofante o
Iniciador que transmite al neófito el secreto de liberación. Es el Bautismo de
renacimiento.

 6º Los ritos practicados en secreto son la imagen de ese proceso interior, es
decir,que constituyen una enseñanza progresiva de este misterio.

 Hay múltiples ejemplos que demuestran esta similitud del cristianismo, pero
citaré la de Orígenes, en el tercer siglo, escribe en su Contra Celso: “La
crucifixión, la resurrección y la encarnación son bien conocidas, pero lo
que no es una particularidad del cristianismo es que existen algunas
doctrinas ocultas para la multitud, que se revelan después de que son
concedidas las enseñanzas exotéricas.”
En la época de Constantino y del Concílio de Nicea, el Cristianismo hizo un
cambio para convertirse en una religión en el propio sentido de la palabra y en
una forma tradicional dirigida a todos sin distinción. Lo que antes eran
enseñanzas esotéricas basadas en la iniciación y fuera del alcance de la mayoría,
se convertía en formulaciones dogmáticas destinadas a constituir una
presentación puramente exotérica de la doctrina.

 Pero esto presentaba algunos incovenientes, pues las verdades de orden


puramente esotérico, que estaban por su propia naturaleza fuera del alcance de
la mayoría, ya no podían ser representadas de otra forma más que como
“misterios” en el sentido que la palabra tiene vulgarmente, es decir que, a los
ojos de la mayoría, no tardaron en aparecer rápidamente como algo imposible
de entender, incluso prohibido de profundizar.

 Es evidente que la naturaleza del Cristianismo original, en cuanto era


esencialmente esotérica e iniciática, tenía que permanecer completamente
ignorada por los que ahora eran admitidos en el Cristianismo, convertido en
exotérico, por consiguiente, todo por lo que pudiera revelar, incluso la forma
solapada, lo que el Cristianismo para ellos había sido realmente en su comienzo,
debía permanecer cubierto de un velo impenetrable.
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La tradición bíblica: tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento existen referencias
explícitas a los sentidos espirituales. Algunos ejemplos de esta tradición que Orígenes conocía
perfectamente son los siguientes: En el Antiguo Testamento, se afirma que los creyentes deben
“probar y ver que el Señor es bueno” (Sal 34 [33]: 9); los profetas y otros “escuchan la palabra
del Señor” (Isa 1: 10; Os 4: 1); la bienaventuranza promete que “los de corazón puro verán a
Dios” (Mt 5, 8); el apóstol Pablo habla de recibir la visión de Dios “cara a cara” (1 Corintios
13: 12) y contemplar “la gloria del Señor como en un espejo” (2 Corintios 2: 18); se dice que
los fieles inhalan el “dulce aroma de Cristo” (2 Corintios 2: 15); y los testigos de la encarnación
hablan de “tocar con [sus] propias manos” la Palabra de Vida (1 Jn 1: 1). Estos pasajes bíblicos
buscan sin duda, explicar cómo a través de la percepción espiritual, es posible el contacto con
lo divino.
La tradición filosófica griega-helenística: Platón hacía continúa mención en sus obras a los
sentidos espirituales, especialmente al de la visión, como camino de acceso a lo divino. Así se
refería a la contemplación de las Formas con “los ojos del alma” (ψυχῆς ὄμματα) y a la “vista
de la mente” (διανοίας ὄψις).[5] También Orígenes conocía la doctrina de Aristóteles, quien fue
el primero en sistematizar la doctrina de los sentidos físicos, afirmando que sólo eran cinco. Así
en De anima,[6] escribió que: “no existe ningún otro sentido aparte de los cinco-me refiero a
vista, oído, olfato, gusto y tacto”. Ajustándose a ese número, Orígenes ya sea por medio de la
analogía, de la metáfora o de las potencialidades del cuerpo etéreo de la preexistencia, siempre
dirá a lo largo de todas sus obras, que son sólo cinco los sentidos espirituales. Sobre la base de
fuentes platónicas, también Filón de Alejandría, se refirió a la facultad responsable de la visión
de Dios como “los ojos del alma” (ὄμματα / ὀϕθαλμοί ψυχῆς), “los ojos del mente” (νοῦ
ὄμματα o ὀϕθαλμοί) y los “ojos de la comprensión” (διανοίας ὄμματα o ὀϕθαλμοί). [7] También
es necesario incluir en esta tradición el excelente manejo de la retórica, de los recursos
estilísticos y del manejo de la lengua griega en general.
los términos “metáfora” y “analogía”, mostrando que en los textos de Orígenes es posible
encontrar ambos usos. El texto que Mclnroy utiliza para confirmar que los sentidos espirituales
son mucho más que una metáfora es un bello fragmento del Contra Celso, en el cuál el
Alejandrino se explaya sobre esta cuestión:
Pero el que examina más a fondo este punto dirá que hay, como dice la Escritura, un
sentido general divino que sólo el bienaventurado encuentra ya en esta vida, según
se dice en Salomón: Hallarás un sentido divino (Prov. 2,5). De este sentido existen
varias especies: de visión, que naturalmente ve cosas superiores a los cuerpos, entre
las que hay, evidentemente, que contar a querubines y serafines; de oído, que
percibe voces que no tienen su consistencia en el aire; de gusto, que saborea el pan
vivo que bajó del cielo y da la vida al mundo (Jn 6,33), de olfato, igualmente, que
huele cosas por las que Pablo dice ser buen olor de Cristo para Dios (2Co 2,15), de
tacto, según el cual dice Juan, haber palpado con las manos al Verbo de la vida (1Jn
1,1). Ahora, pues, los bienaventurados profetas, que hallaron ese sentido divino, ven
divinamente, oyen divinamente, gustan de igual modo; huelen, por así decir, con
sentido no sensible, y tocan por la fe al Logos, de quien les viene una emanación que
los cura, y así veían lo que escriben haber visto, y oían lo que dicen haber oído, les
pasaban cosas parecidas a las que escriben, como el comerse de un libro que se les
daba (Ez. 3, 2).[9]

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