Codina Un Verdadero Pentecostés
Codina Un Verdadero Pentecostés
Codina Un Verdadero Pentecostés
El deseo y oraciones de Juan XXIII que pedía que el Vaticano II fuera un Pentecostés
para la Iglesia, fue ampliamente escuchado por el Señor. El Vaticano II fue una auténtica
irrupción del Espíritu sobre la Iglesia, un acontecimiento salvífico, un verdadero kairós. Hay
un “antes” y un “después” del Vaticano II. Este tema ha sido tan ampliamente estudiado [1]
que bastará recordar las líneas fundamentales del cambio producido en el Concilio:
Y sin embargo…
Estas lagunas han hecho que la magnífica eclesiología de comunión del Vaticano II, en
la práctica haya quedado muchas veces a mitad de camino por falta de mediaciones eclesiales
concretas para llevarlas a su realización. Muchos de estos temas se convertirán en el
postconcilio, sobre todo en tiempo de Pablo VI, en cuestiones no sólo candentes sino
conflictivas. Pensemos, por ejemplo, en la polémica surgida en torno a la Humanae vitae.
Añadamos a lo anterior que el poner en práctica el Vaticano II, luego de quince siglos
de Constatinismo eclesial, produjo muchas reacciones y exageraciones en el seno de la
Iglesia. Desde la sociología, en concreto desde la sociología religiosa, esto no debería
extrañarnos, pues una gran masa de fieles no cambia rápidamente de su modo tradicional de
pensar y de actuar.
Mucho peor y más intransigente fue la postura del Mons Marcel Lefèbvre que acabó
formando un grupo disidente (Fraternidad de Pío X) y que fue personalmente excomulgado
por Juan Pablo II (1988) al proceder Lefèbvre a nombrar sus propios obispos. La cuestión
litúrgica (el deseo de volver a la liturgia latina de Pío V) no fue lo más importante: en el fondo
había un rechazo frontal del Vaticano II al que se acusaba de protestantismo y modernismo.
Conocemos toda la evolución que ha ido teniendo este grupo hasta nuestros días y los difíciles
caminos de reconciliación. Si para algunos de ellos el Vaticano II fue una auténtica cloaca,
¿cómo poder dialogar con ellos?
El Sínodo de obispos de 1985 convocado por Juan Pablo II defendió la identidad del
Vaticano II frente a sus impugnadores, no obstante sustituyó el concepto de Pueblo de Dios
por el de Iglesia Cuerpo de Cristo, resaltó la importancia de la santidad y de la cruz en la
Iglesia (seguramente creyendo que Gaudium et spes era demasiado optimista y humanista),
sustituyó la palabra pluralismo por la de pluriformidad, e intentó leer Gaudium et spes desde
Lumen Gentium y no al revés.
Se ha dicho que la minoría conciliar, que fue “derrotada” en el Vaticano II, poco a poco
ha ido enarbolando la interpretación y conducción del Vaticano II. Lentamente hemos ido
pasando de la primavera al invierno conciliar (K. Rahner), a una vuelta a la gran disciplina (J.
B. Libanio), a una restauración eclesial (J. C. Zízola), a una noche oscura eclesial (J. I.
González Faus). A la revista Concilium, liderada por los grandes teólogos conciliares, se le
añade en 1972 la revista Communio inspirada por Hans Urs von Balthasar con una línea
teológica diferente. Von Balthasar parece constituirse en la gran figura teológica del post-
Concilio, como lo fue Rahner del Concilio. Algo está cambiando.
Muchos de los documentos eclesiológicos del magisterio que se han ido produciendo en
tiempo de Juan Pablo II, como Apostolos suos (1998) sobre las conferencias episcopales,
Communionis notio (1992) sobre las Iglesias locales, la Instrucción sobre la colaboración de
los fieles laicos en el ministerio de los sacerdotes (1987), marcan un claro retroceso respecto
a la inspiración más profunda del Vaticano II.
En cambio, hay que reconocer que al final de pontificado de Juan Pablo II hay algunos
gestos de apertura, como la reunión de Asís con los representantes de todas las religiones
(1986), la invitación a repensar entre todos los cristianos el ejercicio actual del primado de
Pedro en la Iglesia (Ut unum sint, 1996), la petición de perdón de los pecados de la Iglesia en
el segundo milenio en el año del jubileo del 2000 y la Instrucción Dominus Jesus (2000), que
aunque su contenido sea conservador, implica que se capta la importancia, urgencia y
novedad del diálogo inter-religioso.