Wody Allen
Wody Allen
Wody Allen
1. Introducción ............................................................................................................... p. 2
5. Conclusiones............................................................................................................ p. 24
7. Filmografía .............................................................................................................. p. 29
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1. INTRODUCCIÓN
El trabajo ha sido dividido en cuatro partes. En la primera de ellas, Los fines del
humor, se exponen algunas de las diferentes maneras de concebir el humor a lo largo de
la historia, así como también se ha dedicado un pequeño capítulo, La filosofía del
humor alleniano, en el que se señalan brevemente las características particulares del
humor de Woody Allen. En la segunda, Woody Allen, posmoderno, se describen a
grandes rasgos las características propias de la posmodernidad, señalando su presencia
en la obra del cineasta y cómico de Brooklyn. En El existencialismo y la búsqueda del
sentido de la vida en Woody Allen, como el propio título ya indica, se han analizado en
profundidad las reflexiones existenciales y sus constantes preguntas sobre qué puede dar
sentido a la vida que se observan en numerosas de sus obras. Para mostrar esa búsqueda
existencial de Woody Allen se va a partir del ejemplo del viaje existencial que realiza
Mickey Sachs, el personaje que interpreta Allen en Hannah y sus hermanas (1986).
Para finalizar se ha dedicado un capítulo donde se recogen las conclusiones y las ideas
más importantes.
2
2. LOS FINES DEL HUMOR
Si se hace un repaso a los filmes que han sido galardonados con el Oscar a la
mejor película se observará que en los últimos 30 años únicamente tres comedias han
conseguido la valiosa estatuilla: Birdman o (La inesperada virtud de la ignorancia)
(2014), The Artist (2011) y Shakespeare in Love (1998). Para encontrar la siguiente hay
que retrotraerse hasta 1977, año en el que una de las obras maestras de Woody Allen,
Annie Hall, se alzó, contra todo pronóstico, con el galardón arrebatándoselo a la gran
favorita: Star Wars: Una nueva esperanza de George Lucas. Sin embargo, en ese
mismo período de tiempo, 19 películas dramáticas fueron obsequiadas con dicho
galardón. Pero si se amplía el período a toda la historia de los Oscar, los datos son aún
más esclarecedores pues se podrá observar que en las 88 ediciones de la gala son
únicamente 8 películas de comedia las que han recibido el título de mejor película del
año, por las 52 películas dramáticas que también se alzaron con dicho galardón.
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Frente a estas visiones que lo rechazan o que lo consideran meramente una
inocua y frívola diversión existen diversas concepciones que opinan que el humor es de
suma importancia vital. Tal y como señalan Hidalgo Downing e Iglesias Recuero
(2009), “autores románticos como Schlegel consideraron el humor como la única actitud
posible para reflexionar desapasionadamente sobre el arte y sobre la vida, posición que
continúa en autores finiseculares como Kierkegaard, para quien el humor era un
imperativo intelectual” (Hidalgo Downing e Iglesias Recuero, 2009: 431).
1
En el sentido tradicional, no con el significado posmoderno al que se hace referencia en el capítulo 3.
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sacar a la luz, con diferentes grados de explicitud, debilidades y contradicciones ocultas
de las prácticas de poder” (Hidalgo Downing e Iglesias Recuero, 2009: 432-433).
Pero el humor no se ha concebido únicamente con esa función crítica, sino que
también se lo ha considerado como una forma de liberar tensiones e inhibiciones, de
liberar un “material psíquico incompletamente reprimido, que es rechazado por la
conciencia, pero al que no se ha despojado de toda capacidad de exteriorizarse” (Freud,
1966: 298). Sigmund Freud desarrolló la teoría de la descarga donde sostenía que
mediante el humor (y su correlato fisiológico, la risa), el sujeto, que se había inhibido a
la hora de satisfacer sus deseos sexuales o agresivos debido a la represión, tanto social
como moral, podía evitar dicha censura. Para Freud, el humor está ligado al
inconsciente y a la etapa infantil ya que éste devuelve al ser humano a dicha etapa en la
que “no existían las represiones del pensamiento racional y el deber social” (Hidalgo
Downing e Iglesias Recuero, 2009: 434), y en la que recuerda que “no necesitábamos
del humor para sentirnos felices” (Freud, 1966: 242). Por ejemplo, como muy bien
señala Hösle, reírse de la obesidad de alguien estaría mal visto por la sociedad pero esa
tentación podría satisfacerse si el cómico la vincula a algo que esté en contraste con
ella; “entonces el contraste desencadena el placer intelectual que nos permite reír,
aunque un análisis sincero hallará que ese placer aumenta debido a la simultánea
satisfacción del deseo primigenio y reprimido de reírse de la obesidad” (Hösle, 2002:
49). Y esta técnica la utiliza Woody Allen en Stardust Memories (1980; Recuerdos, en
su traducción española) cuando viste a una chica de corta estatura, nada agraciada
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físicamente, con manchas en el rostro y gorda con un vestido donde aparece escrita la
palabra sexy con una excéntrica caligrafía.
SANDY BATES: ¿Qué estás diciendo? ¿Dices que alguien como yo, Laurel
y Hardy o Bob Hope estamos furiosos?
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espectador pues éste llega a identificarse con aquél en muchas ocasiones pues comparte
los mismos problemas y desilusiones.
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3. WOODY ALLEN, POSMODERNO
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mismo se puede observar en la extensa filmografía de Woody Allen, pues en sus
películas no alcanza nunca una verdad auténtica, la búsqueda nunca concluye y es por
eso que muchos de los temas se repiten a lo largo de todas sus películas y sus relatos (el
sentido de la vida, la muerte, la tragedia de la existencia, etc.), a veces con finales más
esperanzadores que otros pero sin llegar, como se ha señalado antes, a una verdad o
conclusión auténtica.
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en imitación. En este contexto, el significado del prefijo es de el que está al lado,
semejante, parecido, ligeramente distinto, imitador, reemplazante y la parodia
deviene la canción que se cante al lado, ya sea semejante o reemplazante de la
original (Markus, 2011: 44).
Como bien señala David Roas (2009), el relato El séptimo sello, publicado
originariamente en el The New Yorker y recogido en el libro Cómo acabar de una vez
por todas con la cultura (Getting even en su título original) ilustra lo señalado
anteriormente pues dicho texto es la parodia de la película de idéntico título del cineasta
sueco Ingmar Bergman.
En su película Love & Death (1975), traducida en España como La última noche
de Boris Grushenko, por ejemplo, también se observa una gran capacidad intertextual
pues ya únicamente el título recuerda a Guerra y paz (1869) de Léon Tolstói, y Ellen
Chances indica que a la hora de realizar la película Woody Allen tuvo muy en cuenta el
filme de Sergei Bondarchuck, basado también en la novela del escritor ruso (Chances,
1992: 67). Pero no únicamente parodia la gran obra de Tolstói, sino las novelas de los
grandes representantes de la literatura rusa del siglo XIX: Dostoievski, Turgenev,
Chéjov, etc. Ramón Luque afirma que “parodiar la literatura rusa era la mejor forma que
tenía Woody Allen en aquella época –mediados de los setenta- de abordar a su modo las
grandes cuestiones existenciales” (Luque, 2005: 193).
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4. EL EXISTENCIALISMO Y LA BÚSQUEDA DEL SENTIDO DE LA VIDA EN
WOODY ALLEN
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esto no es exactamente así porque algunos matices de la personalidad del cineasta
resaltan más en algunas creaciones que en otras. Por ejemplo, en una de las escenas
finales de la película Manhattan (1979), Isaac Davis (Woody Allen) afirma que el ser
humano crea constantemente problemas neuróticos innecesarios para no enfrentarse a
los problemas auténticos como las preguntas sobre el ser y la existencia. En Woody
Allen se pueden observar referencias al filósofo alemán Martin Heidegger, quien afirma
en su libro Ser y tiempo (1927) que lo distintivo de la existencia humana es su Dasein
(existencia). Según Heidegger, el hombre es el ser al cual le preocupa su ser; el hombre
se angustia por el ser, por su ser. Un ser desgarrado, que siente la presencia de la nada,
la inminencia de la muerte. Se siente el hombre que es un ser para la muerte, porque
sabe que va a morir (Ruiz, 2013: 234-235). El gran acierto de Allen, señala David Roas,
“es enfrentarse a [el sentimiento trágico de la vida, la muerte vista siempre como una
condena inevitable y universal, el más allá] desde el humor, la ironía o la parodia, que le
permite comunicar el absurdo de la vida (y de la muerte) evitando toda tentación de
solemnidad” (Roas, 2003: 54). Woody Allen es consciente de esto pues en Sombras y
niebla (1992), el estudiante nihilista interpretado por John Cusack, felicita al atribulado
Kleinman (interpretado por Allen) por su sentido del humor frente a la muerte: “Muy
astuto. Bromear sin parar hasta que llegue el momento de la muerte”.
Love and Death podría definirse como un “filme puente” entre sus primeros
trabajos y los posteriores, mucho más filosóficos y no centrados únicamente en
entretener y simplemente hacer reír. A pesar de que en el filme, como bien señala
Brode, conviven Woody y Allen, el cineasta de Brooklyn se mostró decepcionado y
molesto por lo divertida que resultó ser la película para el público y manifestó que “la
gente no se da cuenta de lo serio que es este filme debido a su tono humorístico”
(Brode, 1985: 135). Parece coincidir aquí Allen con la idea de Arthur Schopenhauer
manifestada en su libro El mundo como voluntad y representación (1818) de que el
humor es la seriedad oculta detrás de la broma.
Esta obra muestra de forma muy clara las ambiciones intelectuales y filosóficas
de Woody Allen. Como se ha señalado en el capítulo 3, Allen utilizó la literatura rusa
como la mejor forma, en un primer momento, de abordar las cuestiones existenciales y
fue un libro que tenía por casa sobre la historia de Rusia lo que le llevó a pensar que
podría ser una buena idea escribir una comedia basada en un juego paródico con Guerra
y Paz. Allen interpreta a un personaje que recuerda a los de Bob Hope dentro del
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contexto de una obra épica de Tolstói con tintes existencialistas al estilo de Dostoievski.
Se trata, pues, de un filme paródico del existencialismo y de la literatura rusa del siglo
XIX.
Dicho filme es uno de los que contienen más referencias existenciales y esto
puede apreciarse desde el principio pues la película se inicia con el desamparo ante la
vida y las reflexiones existenciales de Boris Dimitrovich Grushenko, personaje
interpretado por Allen, que espera su ejecución:
Ramón Luque afirma que “estamos ante un existencialista que basa su filosofía
en la negación, pero esa negación, se transforma muchas veces en desmitificación”
(Luque, 2005: 32). Esa búsqueda por encontrar un sentido a la vida le lleva también a
cuestionar la existencia de Dios: “¿Y si no hay ningún Dios? ¿Y si sólo somos un atajo
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de gente absurda que va por ahí sin cuenta ni razón?”. A lo que Sonia, su amada, le
contesta: “Pero si no hubiera nada, la vida no tendría sentido, ¿para qué seguir
viviendo? ¿Por qué no suicidarse?”. La idea del suicidio no aparece únicamente en
dicha película, sino que es una cuestión recurrente en la filmografía de Woody Allen, y
que se relaciona con El mito de Sísifo (1942), de Albert Camus. En él, Camus discute la
cuestión del suicidio y el valor de la vida presentando el mito de Sísifo como metáfora
del esfuerzo inútil e incesante del hombre, planteando así la filosofía del absurdo, que
mantiene que la existencia humana es insignificante, sin más valor que el que el ser
humano ha creado. Y ante este mundo tan fútil, carente de sentido, Camus cuestiona qué
alternativa hay al suicidio. La película también está llena de referencias a El séptimo
sello (1957) de Bergman, su director predilecto, porque “tanto Antonius Block como
Boris buscan signos que demuestren la existencia de Dios (Boris aduce como ejemplo
un matorral ardiendo… o que el tío Sacha pague la cuenta en un restaurante), ambos se
enfrentan a la muerte y se encuentran con la muerte personificada, finalmente ambos
filmes terminan con una Danza de la Muerte en el marco de la cual los héroes
desaparecen de la vista” (Hösle, 2002: 72).
Su siguiente film fue la oscarizada Annie Hall (1977), una comedia que
reflexiona sobre las relaciones de pareja pero en la que no dejan de aparecer cuestiones
existenciales y se sigue mostrando la vida como un sinsentido hasta llegar a convertirse
en una dicotomía entre lo horrible y lo miserable, tal y como le dice Alvy Singer (el
personaje que se suele identificar como su más cercano alter ego, quizá junto a Sandy
Bates o Mickey Sachs) a Annie Hall:
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universo carece de sentido tal y como lo describe la física moderna y, por tanto, el
hombre no únicamente está solo, sino que lo está en un mundo sin sentido (Luque,
2005: 128). Dicha reflexión ya había aparecido de forma parecida años antes en Play it
again, Sam (1972; Sueños de un seductor en su traducción española), una película que
no está dirigida por Woody Allen pero sí puede considerarse su autor ya que está escrita
por él, basada en una obra de teatro suya, e interpreta al protagonista principal. Allan
Felix (Allen) ha sido abandonado por su mujer y ha ido al museo junto a su amiga Linda
con la excusa de conocer mujeres. Una vez en la exposición, se acerca a una chica a la
que no conoce tratando de entablar conversación y, sin dirigirle la mirada, le pregunta
por lo que le sugiere el cuadro de Jackson Pollock que ambos están contemplando:
ALLAN (indiferente, sin apartar la vista del cuadro): ¿Qué hace el sábado
por la noche?
ALLAN (indiferente, sin apartar la vista del cuadro): Pues el viernes por la
noche. (La chica lo mira de arriba abajo con desprecio y se va.)
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pues a través de la película de Sandy Bates, el personaje encarnado por Allen, se
muestran sus preocupaciones. Como se decía, nada más empezar la obra muestra, en
absoluto silencio a excepción del sonido de las agujas de un reloj que marcan el
inexorable pasar del tiempo, a Sandy en el interior del vagón de un tren triste y lúgubre,
rebosante de fealdad, vejez y amargura, frente a otro alegre y festivo, donde la felicidad,
la juventud y la belleza parecen imperar en todos los pasajeros, de los que sobresale
especialmente el personaje de Sharon Stone, que parece encarnar en su figura todo ello.
Tal y como señala Luis Ángel Ruiz, “se trata de una magnífica secuencia sin palabras de
un intenso dramatismo y simbología, con una maleta en la redecilla el equipaje de la
que, en un determinado momento, con el tren ya en marcha desde hace un tiempo,
empieza a salir arena como reflejo del rápido paso del tiempo en nuestro viaje en el tren
de la vida” (Ruiz, 2013: 226). El absurdo nihilista-existencial de la vida lo marca el
hecho de que ambos trenes terminan en un vertedero sobrevolado por cientos de
gaviotas que simboliza la triste y desagradable muerte como destino final de toda la
humanidad. Sandy/Woody señala que da igual en qué tren se viaje, la muerte es lo único
seguro para todos, lo que despoja a la vida de sentido.
La vida carece de sentido. Nada es perdurable. Hasta las obras del gran
Shakespeare desaparecerán cuando el universo estalle en llamas… No es una
perspectiva tan terrible, claro, de cara a una pieza como Tito Andrónico, pero ¿y
qué pasa con las demás? ¡Luego se extrañarán de que ciertas personas se suiciden!
¿Por qué no terminar con todo ese absurdo? ¿Por qué pasar por esa necia charada a
la que llaman vida? ¿Por qué? Pero en algún rincón dentro de nosotros una voz
dice “Vive”. Desde alguna oculta región, siempre escuchamos la orden: “¡Tienes
que vivir!”. Cloquet reconoció la voz: era la de su agente de seguros. Es lógico,
pensó: Fishbein no quiere pagar la póliza (Allen, 1980: 22-23).
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y niebla, el primero confronta el instinto con la razón, y a pesar de que esta última
conduce a la depresión y al suicidio “si creyera que no hay nada más que esto, me
mataría”, afirma que “la sangre dice vive, vive”. David Roas ha definido, con gran
acierto, a Woody Allen como un “pesimista vitalista” (Roas, 2003: 53) y el más claro
ejemplo de ello son las palabras con las que da comienzo Annie Hall: “Dos ancianas
están en una estación de montaña y una dice: «La comida de este sitio es horrorosa». Y
la otra responde: «Sí, ¿verdad? Y además las raciones son pequeñísimas»… Ése es, en
esencia, mi concepto de la vida. Llena de soledad y tristeza, de sufrimiento y desgracia,
y encima se acaba enseguida”.
Si hay un personaje que mejor parece encarnar esa angustia existencial ante la
concepción trágica de la vida y ese proceso por buscar una razón que dé sentido a la
existencia por parte de Woody Allen, ése es Mickey Sachs, el personaje que él mismo
interpreta en Hannah y sus hermanas. El personaje de Mickey se enfrenta al tema de la
muerte tras el supuesto síntoma de un cáncer que finalmente resulta ser una falsa
alarma. El hecho de creer que puede padecer cáncer lo lleva a entrar en una crisis
depresiva que le hace comprar un rifle con la intención de suicidarse: “Si me llegan a
decir que tenía un tumor, me hubiese suicidado. Lo único que, quizá, me habría
detenido, y digo quizá, era el mal rato que les iba a hacer pasar a mis padres. Hubiera
tenido que matarles a ellos primero, y luego a mis tíos… ¡Imagínate! Hubiera sido una
carnicería”. Pero el hecho de confirmarse que no tiene cáncer no tranquiliza en modo
alguno a Mickey, sino todo lo contrario: le lleva a una crisis que le hace cambiar su
percepción sobre la existencia, volviéndose más consciente sobre sí mismo. El
personaje interpretado por Woody Allen, angustiado por lo incierto e imprevisible de la
vida y aterrorizado al comprobar que la única certeza de la vida es que la muerte es
inevitable, abandona su trabajo para embarcarse en un viaje que le lleve a encontrar una
respuesta que dé sentido a la vida. El camino que va a recorrer este personaje en la
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búsqueda del sentido de la vida es el que se va a utilizar aquí para ejemplificar esa
misma búsqueda por parte del cineasta de Brooklyn a lo largo de toda su obra.
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MARY: (Suspira) Hechos. Sí, tengo un millón de hechos al alcance de los dedos.
ISAAC: Así es. Y no significan nada, ¿verdad? Porque nada digno de conocerse
puede comprenderse sólo con la mente… ¿sabes? To-to-todo cuanto
realmente tiene valor ha de penetrar en ti por una abertura diferente… y
perdona esta imagen tan poco afortunada.
ISAAC: No, no, tú… confías demasiado en el cerebro. Es un… el-el cerebro es el
órgano más sobrevalorado, creo yo.
MUJER: Sí.
MUJER: Oh, soy muy superficial y vacía, no tengo ideas ni nada interesante que
decir.
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danés, un salto de fe a una fase superior, que para el filósofo danés, es la fase religiosa.
El personaje que interpreta Woody Allen tiene la gran necesidad de realizar una
búsqueda religioso-existencial que llene el gran vacío existencial que siente al ser
consciente de que toda la humanidad está abocada a la muerte. Para poder dar ese gran
salto de fe se necesita compromiso, y ese compromiso, a pesar de no creer en Dios, le
lleva a ofrecerse, en su encuentro con un sacerdote, a colaborar dentro de la
organización de la iglesia, concebida por Mickey como una religión sólida porque está
muy bien estructurada: “Pintaré huevos de Pascua si es necesario. Necesito pruebas.
Necesito que me lo demuestren. ¿Sabe? Si no puedo creer en Dios, entonces no creo que
merezca la pena vivir”. Esta misma idea ya se veía en Love and Death cuando Boris,
angustiado por la muerte dice que necesita creer en Dios y que éste le dé pruebas de su
existencia pues sin ella la vida no tiene sentido: “Si Dios me diera alguna señal… Si
sólo me hablara una vez… Lo que fuera. ¡Una oración, dos palabras! Si sólo tosiera…”.
Tras su entrevista con el sacerdote, éste le carga con una gran pila de libros para
ayudarle en la instrucción de su nueva fe y, como señala Luis Ángel Ruiz, en esa pesada
columna de libros “podemos apreciar una parodia del compromiso religioso
kierkegaardiano que nos lleve a encontrar a Dios; parodia presentada a través de una
crítica e irónica metáfora visual de la religión vista como una pesada carga, como un
arduo y pesado camino para encontrar el sentido de la vida y llenar el vacío existencial”
(Ruiz, 2013: 208). Tras esto, se muestra a Mickey contemplando con escepticismo e
incredulidad un cuadro grotesco de Cristo crucificado en tres dimensiones que abre y
cierra los ojos según el punto desde donde se mire, y que más tarde regresa a casa con
una bolsa de la compra de la que saca lacónicamente un crucifijo, una Biblia, un cuadro
de la Virgen, pan de molde y un tarro de mayonesa Hellmann’s. Los dos últimos
artículos desacralizan a los artículos religiosos y, de esta manera, Woody Allen presenta
la religión como un artículo más de consumo, totalmente banalizado y frivolizado. A
través de la ironía y la parodia, se critica cómo la comprometida fase vital religiosa de la
que habla Kierkegaard se ha confundido, en plena búsqueda existencial, con la fase
estética, convirtiéndose más en estética que otra cosa y donde se juega con los
sentimientos más profundos, serios y trascendentales del ser humano (Ruiz, 2013: 210).
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la idea de la reencarnación. Pero dicha secta tampoco le convence: “¿Vas a raparte la
cabeza y vestirte con esa túnica y bailar por los aeropuertos?”. Mickey intenta creer en
Dios pero no lo consigue.
La cuestión es: ¿he aprendido yo algo de la vida? Tan sólo que los seres
humanos están divididos en mente y cuerpo. La mente se ocupa de todas las
aspiraciones nobles, como la poesía y la filosofía, pero el cuerpo es el único que se
divierte. Lo importante es no ser un amargado. Si resulta que sí hay Dios, yo no
creo que sea malvado. Lo peor que se puede decir de él es que su rendimiento deja
mucho que desear. Después de todo, hay cosas en la vida peores que la muerte. Si
han pasado una noche con un vendedor de seguros, saben exactamente a qué me
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refiero El quid de la cuestión, creo, está en no pensar en la muerte como un fin,
sino en ver a la muerte como el modo más efectivo de reducir gastos.
En Stardust Memories hace un discurso similar pues Sandy afirma que se sintió
feliz y casi indestructible un día agradable de primavera mientras escuchaba un disco de
Louis Armstrong y admiraba la belleza de Dorrie, a la vez que pensaba en cuánto la
amaba. Se puede concluir que para Woody Allen, aquello que hace que la vida merezca
ser vivida es, por un lado, el arte. Woody Allen ha llegado a afirmar en más de una
ocasión que odia la realidad y, para él, el arte es una manera de escapar de esa realidad.
Varias son sus películas en las que éste es el tema principal, como La rosa púrpura del
Cairo (1985) o Deconstructing Harry. En la primera, ambientada en la época de la
Depresión, la protagonista es Cecilia, una solitaria e infeliz camarera, casada pero sin
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amor en su vida, que ama el cine porque el séptimo arte y las ilusiones románticas que
éste le ofrece son lo único que pueden salvarla de su vida triste. En la última escena, a
pesar de haber comprobado que el amor y las promesas de un futuro junto al actor Gil
Shepherd no eran más que un engaño y verse obligada a volver junto a su marido,
Cecilia, destrozada, entra en el cine y, una vez sumergida en la historia, sonríe,
olvidando la dura e infeliz realidad que le espera a la salida. En la segunda película, se
muestra que el escritor Harry Block (Woody Allen) no marcha bien en la vida real, tiene
todo tipo de problemas con sus allegados pues utiliza el sufrimiento de las personas para
su literatura, es neurótico, demasiado libertino para sus parejas, demasiado infantil,
demasiado incómodo en el mundo de las relaciones humanas, en el mundo real, y, sin
embargo, todo va sobre ruedas cuando escribe, cuando controla a los personajes en las
ficciones que crea. Al final del filme, Harry recibe el homenaje que finalmente no pudo
darle la universidad que le expulsó años atrás por parte de todos y cada uno de sus
personajes de ficción, a los que se dirige visiblemente emocionado: “Os quiero a todos.
Me habéis dado algunos de los momentos más felices de mi vida, y a veces, incluso, me
habéis salvado la vida”. Se puede llegar a la conclusión de que al final Harry ha optado
por instalarse en los márgenes de su mundo de ficción en el momento en que reconoce
que no le interesa el mundo real, sólo la ficción, y que lo único que tiene en la vida es su
imaginación, pues es demasiado neurótico para poder funcionar en la vida real, pero sí
puede hacerlo en el arte. Así pues, Allen muestra el poder redentor del arte, la
posibilidad de escapar del horror de la realidad y la estabilidad que aporta a la vida.
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Esto mismo se observa en Stardust Memories cuando en el homenaje póstumo a
Sandy, se dice que su trabajo pervivirá a lo que el director responde: “¿Pero qué sentido
tiene si no puedo tocar a una mujer o escuchar música?”. De igual forma aparece en
Love and Death cuando Boris afirma: “No quiero alcanzar la inmortalidad mediante mi
trabajo, sino simplemente no muriendo”.
Por otro lado, el rostro de Tracy, la belleza de Dorrie… Woody Allen reivindica
el amor y el sexo como lo más placentero de la vida. Boris afirma en su discurso final:
“Y, en cuanto al amor, ¿qué puedo decir? No es la cantidad de tus relaciones sexuales lo
que cuenta, sino la calidad. Claro que si la cantidad es menos de una vez cada ocho
meses, yo me lo miraría”. Como se puede observar, parece existir una referencia a
Freud, uno de los autores que más veces aparece citado en sus películas, pues éste
sostenía que el verdadero objetivo de la vida humana es la búsqueda de la felicidad,
dominada por el placer y entendía que la felicidad no era otra cosa que la satisfacción de
las necesidades de la libido. Asimismo, Mickey señala que “quizá los poetas tengan
razón, quizá el amor sea la única respuesta”. Como ya se ha visto, el amor no es la única
respuesta, y tampoco parece existir un amor verdadero, pero sí la ilusión de ese amor
verdadero puede hacer que la vida merezca la pena (Luque, 2005: 53).
5. CONCLUSIONES
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lo cómico ha sido considerado por la gran mayoría del público y parte de la crítica como
un mero pasatiempo, como algo que es útil únicamente como distensión, que sólo sirve
para entretener, divertir y relajar al hombre para que se olvide de sus preocupaciones.
Parece que desde el humor no se pudieran narrar extraordinarios relatos ni transmitir
emociones o grandes reflexiones, y que éstas sólo están destinadas a los discursos
épicos, dramáticos o que deben ser tratadas por materias elevadas como la filosofía.
Pero por ejemplo, autores como Bajtín creen en su valor como procedimiento
discursivo especialmente apropiado para la crítica pues se desvelan defectos o
inconveniencias del objeto del humor, para Freud es una forma de liberar tensiones e
inhibiciones, y para otros como Schlegel o Kierkegaard el humor es la única actitud
posible para reflexionar desapasionadamente sobre el arte y sobre la vida.
Woody Allen, considerado uno de los más grandes maestros del humor por su
dominio del chiste, del gag visual, de la parodia, del retrato irónico, y un largo etcétera
de recursos que se pueden observar a lo largo de toda su carrera, desde que empezó
escribiendo chistes para el periódico con tan sólo 15 años hasta la actualidad, es un gran
ejemplo de todo lo anterior pues son características de su obra sus constantes referencias
y bromas sexuales y sus numerosas críticas a la ciencia, a la cultura, a los intelectuales,
etc. Además, su obra no está exenta de reflexión acerca de elevadas cuestiones
filosóficas. Uno de los grandes temas que más preocupan al artista neoyorquino es el
existencialismo, su famoso interés por la muerte y sus preguntas acerca del sentido de la
vida. En sus filmes y relatos casi siempre se puede encontrar un personaje en constante
tensión con el mundo, angustiado por su existencia ante la inminencia de la muerte.
Para Woody Allen, la vida es un sinsentido, un camino lleno de tristeza, amargura y
sinsabores. Para él, ratificando el pensamiento pascaliano, el hombre está solo en un
universo sin sentido que, además, cada vez se expande más y que, por tanto, tarde o
temprano se romperá.
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Woody, ante esa angustia existencial trata de buscar algo que dé sentido a la
vida, y en ese intento de búsqueda pone en cuestión que la razón pueda guiar e
interpretar todos los acontecimientos de la vida y que sea el conocimiento lo que dé
sentido a la vida. En su obra muestra siempre un personaje intelectual, con abundantes
conocimientos, su alter ego, que siempre se cuestiona y reflexiona, y todo ello no le
provoca más que infelicidad. Asimismo, también ridiculiza a todos aquellos seres
carentes de conocimiento. Allen parece decir que prefiere saber, a pesar de que eso no le
haga ser feliz, a no tener ideas o ser superficial.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Tusquets.
BRODE, Douglas (1985): Las películas de Woody Allen, Barcelona: Odín Ediciones.
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relación compleja”, en Leonor Ruiz Gurillo y Xose A. Padilla García (eds.),
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HÖSLE, Vittorio (2002): Woody Allen. Filosofía del humor, Barcelona: Tusquets.
27
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Madrid: Ocho y medio.
MORA, Rosa (2002): “Arthur Miller y Woody Allen llenan la ‘exótica Oviedo’ de
humor y compromiso”, El País, p.8.
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ROAS, David (2003): “Cómo acabar de una vez por todas con los filósofos
existencialistas. Woody Allen en sus textos breves”, en David Roas (coord.),
Humor y literatura, monográfico de la revista Quimera, núm. 232-233 (julio-
agosto de 2003), pp. 53-60.
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FILMOGRAFÍA
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ÍNDICE
1. Introducción ............................................................................................................... p. 2
5. Conclusiones............................................................................................................ p. 24
7. Filmografía .............................................................................................................. p. 29
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1. INTRODUCCIÓN
El trabajo ha sido dividido en cuatro partes. En la primera de ellas, Los fines del
humor, se exponen algunas de las diferentes maneras de concebir el humor a lo largo de
la historia, así como también se ha dedicado un pequeño capítulo, La filosofía del
humor alleniano, en el que se señalan brevemente las características particulares del
humor de Woody Allen. En la segunda, Woody Allen, posmoderno, se describen a
grandes rasgos las características propias de la posmodernidad, señalando su presencia
en la obra del cineasta y cómico de Brooklyn. En El existencialismo y la búsqueda del
sentido de la vida en Woody Allen, como el propio título ya indica, se han analizado en
profundidad las reflexiones existenciales y sus constantes preguntas sobre qué puede dar
sentido a la vida que se observan en numerosas de sus obras. Para mostrar esa búsqueda
existencial de Woody Allen se va a partir del ejemplo del viaje existencial que realiza
Mickey Sachs, el personaje que interpreta Allen en Hannah y sus hermanas (1986).
Para finalizar se ha dedicado un capítulo donde se recogen las conclusiones y las ideas
más importantes.
2
2. LOS FINES DEL HUMOR
Si se hace un repaso a los filmes que han sido galardonados con el Oscar a la
mejor película se observará que en los últimos 30 años únicamente tres comedias han
conseguido la valiosa estatuilla: Birdman o (La inesperada virtud de la ignorancia)
(2014), The Artist (2011) y Shakespeare in Love (1998). Para encontrar la siguiente hay
que retrotraerse hasta 1977, año en el que una de las obras maestras de Woody Allen,
Annie Hall, se alzó, contra todo pronóstico, con el galardón arrebatándoselo a la gran
favorita: Star Wars: Una nueva esperanza de George Lucas. Sin embargo, en ese
mismo período de tiempo, 19 películas dramáticas fueron obsequiadas con dicho
galardón. Pero si se amplía el período a toda la historia de los Oscar, los datos son aún
más esclarecedores pues se podrá observar que en las 88 ediciones de la gala son
únicamente 8 películas de comedia las que han recibido el título de mejor película del
año, por las 52 películas dramáticas que también se alzaron con dicho galardón.
3
Frente a estas visiones que lo rechazan o que lo consideran meramente una
inocua y frívola diversión existen diversas concepciones que opinan que el humor es de
suma importancia vital. Tal y como señalan Hidalgo Downing e Iglesias Recuero
(2009), “autores románticos como Schlegel consideraron el humor como la única actitud
posible para reflexionar desapasionadamente sobre el arte y sobre la vida, posición que
continúa en autores finiseculares como Kierkegaard, para quien el humor era un
imperativo intelectual” (Hidalgo Downing e Iglesias Recuero, 2009: 431).
1
En el sentido tradicional, no con el significado posmoderno al que se hace referencia en el capítulo 3.
4
sacar a la luz, con diferentes grados de explicitud, debilidades y contradicciones ocultas
de las prácticas de poder” (Hidalgo Downing e Iglesias Recuero, 2009: 432-433).
Pero el humor no se ha concebido únicamente con esa función crítica, sino que
también se lo ha considerado como una forma de liberar tensiones e inhibiciones, de
liberar un “material psíquico incompletamente reprimido, que es rechazado por la
conciencia, pero al que no se ha despojado de toda capacidad de exteriorizarse” (Freud,
1966: 298). Sigmund Freud desarrolló la teoría de la descarga donde sostenía que
mediante el humor (y su correlato fisiológico, la risa), el sujeto, que se había inhibido a
la hora de satisfacer sus deseos sexuales o agresivos debido a la represión, tanto social
como moral, podía evitar dicha censura. Para Freud, el humor está ligado al
inconsciente y a la etapa infantil ya que éste devuelve al ser humano a dicha etapa en la
que “no existían las represiones del pensamiento racional y el deber social” (Hidalgo
Downing e Iglesias Recuero, 2009: 434), y en la que recuerda que “no necesitábamos
del humor para sentirnos felices” (Freud, 1966: 242). Por ejemplo, como muy bien
señala Hösle, reírse de la obesidad de alguien estaría mal visto por la sociedad pero esa
tentación podría satisfacerse si el cómico la vincula a algo que esté en contraste con
ella; “entonces el contraste desencadena el placer intelectual que nos permite reír,
aunque un análisis sincero hallará que ese placer aumenta debido a la simultánea
satisfacción del deseo primigenio y reprimido de reírse de la obesidad” (Hösle, 2002:
49). Y esta técnica la utiliza Woody Allen en Stardust Memories (1980; Recuerdos, en
su traducción española) cuando viste a una chica de corta estatura, nada agraciada
5
físicamente, con manchas en el rostro y gorda con un vestido donde aparece escrita la
palabra sexy con una excéntrica caligrafía.
SANDY BATES: ¿Qué estás diciendo? ¿Dices que alguien como yo, Laurel
y Hardy o Bob Hope estamos furiosos?
6
espectador pues éste llega a identificarse con aquél en muchas ocasiones pues comparte
los mismos problemas y desilusiones.
7
3. WOODY ALLEN, POSMODERNO
8
mismo se puede observar en la extensa filmografía de Woody Allen, pues en sus
películas no alcanza nunca una verdad auténtica, la búsqueda nunca concluye y es por
eso que muchos de los temas se repiten a lo largo de todas sus películas y sus relatos (el
sentido de la vida, la muerte, la tragedia de la existencia, etc.), a veces con finales más
esperanzadores que otros pero sin llegar, como se ha señalado antes, a una verdad o
conclusión auténtica.
9
en imitación. En este contexto, el significado del prefijo es de el que está al lado,
semejante, parecido, ligeramente distinto, imitador, reemplazante y la parodia
deviene la canción que se cante al lado, ya sea semejante o reemplazante de la
original (Markus, 2011: 44).
Como bien señala David Roas (2009), el relato El séptimo sello, publicado
originariamente en el The New Yorker y recogido en el libro Cómo acabar de una vez
por todas con la cultura (Getting even en su título original) ilustra lo señalado
anteriormente pues dicho texto es la parodia de la película de idéntico título del cineasta
sueco Ingmar Bergman.
En su película Love & Death (1975), traducida en España como La última noche
de Boris Grushenko, por ejemplo, también se observa una gran capacidad intertextual
pues ya únicamente el título recuerda a Guerra y paz (1869) de Léon Tolstói, y Ellen
Chances indica que a la hora de realizar la película Woody Allen tuvo muy en cuenta el
filme de Sergei Bondarchuck, basado también en la novela del escritor ruso (Chances,
1992: 67). Pero no únicamente parodia la gran obra de Tolstói, sino las novelas de los
grandes representantes de la literatura rusa del siglo XIX: Dostoievski, Turgenev,
Chéjov, etc. Ramón Luque afirma que “parodiar la literatura rusa era la mejor forma que
tenía Woody Allen en aquella época –mediados de los setenta- de abordar a su modo las
grandes cuestiones existenciales” (Luque, 2005: 193).
10
4. EL EXISTENCIALISMO Y LA BÚSQUEDA DEL SENTIDO DE LA VIDA EN
WOODY ALLEN
11
esto no es exactamente así porque algunos matices de la personalidad del cineasta
resaltan más en algunas creaciones que en otras. Por ejemplo, en una de las escenas
finales de la película Manhattan (1979), Isaac Davis (Woody Allen) afirma que el ser
humano crea constantemente problemas neuróticos innecesarios para no enfrentarse a
los problemas auténticos como las preguntas sobre el ser y la existencia. En Woody
Allen se pueden observar referencias al filósofo alemán Martin Heidegger, quien afirma
en su libro Ser y tiempo (1927) que lo distintivo de la existencia humana es su Dasein
(existencia). Según Heidegger, el hombre es el ser al cual le preocupa su ser; el hombre
se angustia por el ser, por su ser. Un ser desgarrado, que siente la presencia de la nada,
la inminencia de la muerte. Se siente el hombre que es un ser para la muerte, porque
sabe que va a morir (Ruiz, 2013: 234-235). El gran acierto de Allen, señala David Roas,
“es enfrentarse a [el sentimiento trágico de la vida, la muerte vista siempre como una
condena inevitable y universal, el más allá] desde el humor, la ironía o la parodia, que le
permite comunicar el absurdo de la vida (y de la muerte) evitando toda tentación de
solemnidad” (Roas, 2003: 54). Woody Allen es consciente de esto pues en Sombras y
niebla (1992), el estudiante nihilista interpretado por John Cusack, felicita al atribulado
Kleinman (interpretado por Allen) por su sentido del humor frente a la muerte: “Muy
astuto. Bromear sin parar hasta que llegue el momento de la muerte”.
Love and Death podría definirse como un “filme puente” entre sus primeros
trabajos y los posteriores, mucho más filosóficos y no centrados únicamente en
entretener y simplemente hacer reír. A pesar de que en el filme, como bien señala
Brode, conviven Woody y Allen, el cineasta de Brooklyn se mostró decepcionado y
molesto por lo divertida que resultó ser la película para el público y manifestó que “la
gente no se da cuenta de lo serio que es este filme debido a su tono humorístico”
(Brode, 1985: 135). Parece coincidir aquí Allen con la idea de Arthur Schopenhauer
manifestada en su libro El mundo como voluntad y representación (1818) de que el
humor es la seriedad oculta detrás de la broma.
Esta obra muestra de forma muy clara las ambiciones intelectuales y filosóficas
de Woody Allen. Como se ha señalado en el capítulo 3, Allen utilizó la literatura rusa
como la mejor forma, en un primer momento, de abordar las cuestiones existenciales y
fue un libro que tenía por casa sobre la historia de Rusia lo que le llevó a pensar que
podría ser una buena idea escribir una comedia basada en un juego paródico con Guerra
y Paz. Allen interpreta a un personaje que recuerda a los de Bob Hope dentro del
12
contexto de una obra épica de Tolstói con tintes existencialistas al estilo de Dostoievski.
Se trata, pues, de un filme paródico del existencialismo y de la literatura rusa del siglo
XIX.
Dicho filme es uno de los que contienen más referencias existenciales y esto
puede apreciarse desde el principio pues la película se inicia con el desamparo ante la
vida y las reflexiones existenciales de Boris Dimitrovich Grushenko, personaje
interpretado por Allen, que espera su ejecución:
Ramón Luque afirma que “estamos ante un existencialista que basa su filosofía
en la negación, pero esa negación, se transforma muchas veces en desmitificación”
(Luque, 2005: 32). Esa búsqueda por encontrar un sentido a la vida le lleva también a
cuestionar la existencia de Dios: “¿Y si no hay ningún Dios? ¿Y si sólo somos un atajo
13
de gente absurda que va por ahí sin cuenta ni razón?”. A lo que Sonia, su amada, le
contesta: “Pero si no hubiera nada, la vida no tendría sentido, ¿para qué seguir
viviendo? ¿Por qué no suicidarse?”. La idea del suicidio no aparece únicamente en
dicha película, sino que es una cuestión recurrente en la filmografía de Woody Allen, y
que se relaciona con El mito de Sísifo (1942), de Albert Camus. En él, Camus discute la
cuestión del suicidio y el valor de la vida presentando el mito de Sísifo como metáfora
del esfuerzo inútil e incesante del hombre, planteando así la filosofía del absurdo, que
mantiene que la existencia humana es insignificante, sin más valor que el que el ser
humano ha creado. Y ante este mundo tan fútil, carente de sentido, Camus cuestiona qué
alternativa hay al suicidio. La película también está llena de referencias a El séptimo
sello (1957) de Bergman, su director predilecto, porque “tanto Antonius Block como
Boris buscan signos que demuestren la existencia de Dios (Boris aduce como ejemplo
un matorral ardiendo… o que el tío Sacha pague la cuenta en un restaurante), ambos se
enfrentan a la muerte y se encuentran con la muerte personificada, finalmente ambos
filmes terminan con una Danza de la Muerte en el marco de la cual los héroes
desaparecen de la vista” (Hösle, 2002: 72).
Su siguiente film fue la oscarizada Annie Hall (1977), una comedia que
reflexiona sobre las relaciones de pareja pero en la que no dejan de aparecer cuestiones
existenciales y se sigue mostrando la vida como un sinsentido hasta llegar a convertirse
en una dicotomía entre lo horrible y lo miserable, tal y como le dice Alvy Singer (el
personaje que se suele identificar como su más cercano alter ego, quizá junto a Sandy
Bates o Mickey Sachs) a Annie Hall:
14
universo carece de sentido tal y como lo describe la física moderna y, por tanto, el
hombre no únicamente está solo, sino que lo está en un mundo sin sentido (Luque,
2005: 128). Dicha reflexión ya había aparecido de forma parecida años antes en Play it
again, Sam (1972; Sueños de un seductor en su traducción española), una película que
no está dirigida por Woody Allen pero sí puede considerarse su autor ya que está escrita
por él, basada en una obra de teatro suya, e interpreta al protagonista principal. Allan
Felix (Allen) ha sido abandonado por su mujer y ha ido al museo junto a su amiga Linda
con la excusa de conocer mujeres. Una vez en la exposición, se acerca a una chica a la
que no conoce tratando de entablar conversación y, sin dirigirle la mirada, le pregunta
por lo que le sugiere el cuadro de Jackson Pollock que ambos están contemplando:
ALLAN (indiferente, sin apartar la vista del cuadro): ¿Qué hace el sábado
por la noche?
ALLAN (indiferente, sin apartar la vista del cuadro): Pues el viernes por la
noche. (La chica lo mira de arriba abajo con desprecio y se va.)
15
pues a través de la película de Sandy Bates, el personaje encarnado por Allen, se
muestran sus preocupaciones. Como se decía, nada más empezar la obra muestra, en
absoluto silencio a excepción del sonido de las agujas de un reloj que marcan el
inexorable pasar del tiempo, a Sandy en el interior del vagón de un tren triste y lúgubre,
rebosante de fealdad, vejez y amargura, frente a otro alegre y festivo, donde la felicidad,
la juventud y la belleza parecen imperar en todos los pasajeros, de los que sobresale
especialmente el personaje de Sharon Stone, que parece encarnar en su figura todo ello.
Tal y como señala Luis Ángel Ruiz, “se trata de una magnífica secuencia sin palabras de
un intenso dramatismo y simbología, con una maleta en la redecilla el equipaje de la
que, en un determinado momento, con el tren ya en marcha desde hace un tiempo,
empieza a salir arena como reflejo del rápido paso del tiempo en nuestro viaje en el tren
de la vida” (Ruiz, 2013: 226). El absurdo nihilista-existencial de la vida lo marca el
hecho de que ambos trenes terminan en un vertedero sobrevolado por cientos de
gaviotas que simboliza la triste y desagradable muerte como destino final de toda la
humanidad. Sandy/Woody señala que da igual en qué tren se viaje, la muerte es lo único
seguro para todos, lo que despoja a la vida de sentido.
La vida carece de sentido. Nada es perdurable. Hasta las obras del gran
Shakespeare desaparecerán cuando el universo estalle en llamas… No es una
perspectiva tan terrible, claro, de cara a una pieza como Tito Andrónico, pero ¿y
qué pasa con las demás? ¡Luego se extrañarán de que ciertas personas se suiciden!
¿Por qué no terminar con todo ese absurdo? ¿Por qué pasar por esa necia charada a
la que llaman vida? ¿Por qué? Pero en algún rincón dentro de nosotros una voz
dice “Vive”. Desde alguna oculta región, siempre escuchamos la orden: “¡Tienes
que vivir!”. Cloquet reconoció la voz: era la de su agente de seguros. Es lógico,
pensó: Fishbein no quiere pagar la póliza (Allen, 1980: 22-23).
16
y niebla, el primero confronta el instinto con la razón, y a pesar de que esta última
conduce a la depresión y al suicidio “si creyera que no hay nada más que esto, me
mataría”, afirma que “la sangre dice vive, vive”. David Roas ha definido, con gran
acierto, a Woody Allen como un “pesimista vitalista” (Roas, 2003: 53) y el más claro
ejemplo de ello son las palabras con las que da comienzo Annie Hall: “Dos ancianas
están en una estación de montaña y una dice: «La comida de este sitio es horrorosa». Y
la otra responde: «Sí, ¿verdad? Y además las raciones son pequeñísimas»… Ése es, en
esencia, mi concepto de la vida. Llena de soledad y tristeza, de sufrimiento y desgracia,
y encima se acaba enseguida”.
Si hay un personaje que mejor parece encarnar esa angustia existencial ante la
concepción trágica de la vida y ese proceso por buscar una razón que dé sentido a la
existencia por parte de Woody Allen, ése es Mickey Sachs, el personaje que él mismo
interpreta en Hannah y sus hermanas. El personaje de Mickey se enfrenta al tema de la
muerte tras el supuesto síntoma de un cáncer que finalmente resulta ser una falsa
alarma. El hecho de creer que puede padecer cáncer lo lleva a entrar en una crisis
depresiva que le hace comprar un rifle con la intención de suicidarse: “Si me llegan a
decir que tenía un tumor, me hubiese suicidado. Lo único que, quizá, me habría
detenido, y digo quizá, era el mal rato que les iba a hacer pasar a mis padres. Hubiera
tenido que matarles a ellos primero, y luego a mis tíos… ¡Imagínate! Hubiera sido una
carnicería”. Pero el hecho de confirmarse que no tiene cáncer no tranquiliza en modo
alguno a Mickey, sino todo lo contrario: le lleva a una crisis que le hace cambiar su
percepción sobre la existencia, volviéndose más consciente sobre sí mismo. El
personaje interpretado por Woody Allen, angustiado por lo incierto e imprevisible de la
vida y aterrorizado al comprobar que la única certeza de la vida es que la muerte es
inevitable, abandona su trabajo para embarcarse en un viaje que le lleve a encontrar una
respuesta que dé sentido a la vida. El camino que va a recorrer este personaje en la
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búsqueda del sentido de la vida es el que se va a utilizar aquí para ejemplificar esa
misma búsqueda por parte del cineasta de Brooklyn a lo largo de toda su obra.
18
MARY: (Suspira) Hechos. Sí, tengo un millón de hechos al alcance de los dedos.
ISAAC: Así es. Y no significan nada, ¿verdad? Porque nada digno de conocerse
puede comprenderse sólo con la mente… ¿sabes? To-to-todo cuanto
realmente tiene valor ha de penetrar en ti por una abertura diferente… y
perdona esta imagen tan poco afortunada.
ISAAC: No, no, tú… confías demasiado en el cerebro. Es un… el-el cerebro es el
órgano más sobrevalorado, creo yo.
MUJER: Sí.
MUJER: Oh, soy muy superficial y vacía, no tengo ideas ni nada interesante que
decir.
19
danés, un salto de fe a una fase superior, que para el filósofo danés, es la fase religiosa.
El personaje que interpreta Woody Allen tiene la gran necesidad de realizar una
búsqueda religioso-existencial que llene el gran vacío existencial que siente al ser
consciente de que toda la humanidad está abocada a la muerte. Para poder dar ese gran
salto de fe se necesita compromiso, y ese compromiso, a pesar de no creer en Dios, le
lleva a ofrecerse, en su encuentro con un sacerdote, a colaborar dentro de la
organización de la iglesia, concebida por Mickey como una religión sólida porque está
muy bien estructurada: “Pintaré huevos de Pascua si es necesario. Necesito pruebas.
Necesito que me lo demuestren. ¿Sabe? Si no puedo creer en Dios, entonces no creo que
merezca la pena vivir”. Esta misma idea ya se veía en Love and Death cuando Boris,
angustiado por la muerte dice que necesita creer en Dios y que éste le dé pruebas de su
existencia pues sin ella la vida no tiene sentido: “Si Dios me diera alguna señal… Si
sólo me hablara una vez… Lo que fuera. ¡Una oración, dos palabras! Si sólo tosiera…”.
Tras su entrevista con el sacerdote, éste le carga con una gran pila de libros para
ayudarle en la instrucción de su nueva fe y, como señala Luis Ángel Ruiz, en esa pesada
columna de libros “podemos apreciar una parodia del compromiso religioso
kierkegaardiano que nos lleve a encontrar a Dios; parodia presentada a través de una
crítica e irónica metáfora visual de la religión vista como una pesada carga, como un
arduo y pesado camino para encontrar el sentido de la vida y llenar el vacío existencial”
(Ruiz, 2013: 208). Tras esto, se muestra a Mickey contemplando con escepticismo e
incredulidad un cuadro grotesco de Cristo crucificado en tres dimensiones que abre y
cierra los ojos según el punto desde donde se mire, y que más tarde regresa a casa con
una bolsa de la compra de la que saca lacónicamente un crucifijo, una Biblia, un cuadro
de la Virgen, pan de molde y un tarro de mayonesa Hellmann’s. Los dos últimos
artículos desacralizan a los artículos religiosos y, de esta manera, Woody Allen presenta
la religión como un artículo más de consumo, totalmente banalizado y frivolizado. A
través de la ironía y la parodia, se critica cómo la comprometida fase vital religiosa de la
que habla Kierkegaard se ha confundido, en plena búsqueda existencial, con la fase
estética, convirtiéndose más en estética que otra cosa y donde se juega con los
sentimientos más profundos, serios y trascendentales del ser humano (Ruiz, 2013: 210).
20
la idea de la reencarnación. Pero dicha secta tampoco le convence: “¿Vas a raparte la
cabeza y vestirte con esa túnica y bailar por los aeropuertos?”. Mickey intenta creer en
Dios pero no lo consigue.
La cuestión es: ¿he aprendido yo algo de la vida? Tan sólo que los seres
humanos están divididos en mente y cuerpo. La mente se ocupa de todas las
aspiraciones nobles, como la poesía y la filosofía, pero el cuerpo es el único que se
divierte. Lo importante es no ser un amargado. Si resulta que sí hay Dios, yo no
creo que sea malvado. Lo peor que se puede decir de él es que su rendimiento deja
mucho que desear. Después de todo, hay cosas en la vida peores que la muerte. Si
han pasado una noche con un vendedor de seguros, saben exactamente a qué me
21
refiero El quid de la cuestión, creo, está en no pensar en la muerte como un fin,
sino en ver a la muerte como el modo más efectivo de reducir gastos.
En Stardust Memories hace un discurso similar pues Sandy afirma que se sintió
feliz y casi indestructible un día agradable de primavera mientras escuchaba un disco de
Louis Armstrong y admiraba la belleza de Dorrie, a la vez que pensaba en cuánto la
amaba. Se puede concluir que para Woody Allen, aquello que hace que la vida merezca
ser vivida es, por un lado, el arte. Woody Allen ha llegado a afirmar en más de una
ocasión que odia la realidad y, para él, el arte es una manera de escapar de esa realidad.
Varias son sus películas en las que éste es el tema principal, como La rosa púrpura del
Cairo (1985) o Deconstructing Harry. En la primera, ambientada en la época de la
Depresión, la protagonista es Cecilia, una solitaria e infeliz camarera, casada pero sin
22
amor en su vida, que ama el cine porque el séptimo arte y las ilusiones románticas que
éste le ofrece son lo único que pueden salvarla de su vida triste. En la última escena, a
pesar de haber comprobado que el amor y las promesas de un futuro junto al actor Gil
Shepherd no eran más que un engaño y verse obligada a volver junto a su marido,
Cecilia, destrozada, entra en el cine y, una vez sumergida en la historia, sonríe,
olvidando la dura e infeliz realidad que le espera a la salida. En la segunda película, se
muestra que el escritor Harry Block (Woody Allen) no marcha bien en la vida real, tiene
todo tipo de problemas con sus allegados pues utiliza el sufrimiento de las personas para
su literatura, es neurótico, demasiado libertino para sus parejas, demasiado infantil,
demasiado incómodo en el mundo de las relaciones humanas, en el mundo real, y, sin
embargo, todo va sobre ruedas cuando escribe, cuando controla a los personajes en las
ficciones que crea. Al final del filme, Harry recibe el homenaje que finalmente no pudo
darle la universidad que le expulsó años atrás por parte de todos y cada uno de sus
personajes de ficción, a los que se dirige visiblemente emocionado: “Os quiero a todos.
Me habéis dado algunos de los momentos más felices de mi vida, y a veces, incluso, me
habéis salvado la vida”. Se puede llegar a la conclusión de que al final Harry ha optado
por instalarse en los márgenes de su mundo de ficción en el momento en que reconoce
que no le interesa el mundo real, sólo la ficción, y que lo único que tiene en la vida es su
imaginación, pues es demasiado neurótico para poder funcionar en la vida real, pero sí
puede hacerlo en el arte. Así pues, Allen muestra el poder redentor del arte, la
posibilidad de escapar del horror de la realidad y la estabilidad que aporta a la vida.
23
Esto mismo se observa en Stardust Memories cuando en el homenaje póstumo a
Sandy, se dice que su trabajo pervivirá a lo que el director responde: “¿Pero qué sentido
tiene si no puedo tocar a una mujer o escuchar música?”. De igual forma aparece en
Love and Death cuando Boris afirma: “No quiero alcanzar la inmortalidad mediante mi
trabajo, sino simplemente no muriendo”.
Por otro lado, el rostro de Tracy, la belleza de Dorrie… Woody Allen reivindica
el amor y el sexo como lo más placentero de la vida. Boris afirma en su discurso final:
“Y, en cuanto al amor, ¿qué puedo decir? No es la cantidad de tus relaciones sexuales lo
que cuenta, sino la calidad. Claro que si la cantidad es menos de una vez cada ocho
meses, yo me lo miraría”. Como se puede observar, parece existir una referencia a
Freud, uno de los autores que más veces aparece citado en sus películas, pues éste
sostenía que el verdadero objetivo de la vida humana es la búsqueda de la felicidad,
dominada por el placer y entendía que la felicidad no era otra cosa que la satisfacción de
las necesidades de la libido. Asimismo, Mickey señala que “quizá los poetas tengan
razón, quizá el amor sea la única respuesta”. Como ya se ha visto, el amor no es la única
respuesta, y tampoco parece existir un amor verdadero, pero sí la ilusión de ese amor
verdadero puede hacer que la vida merezca la pena (Luque, 2005: 53).
5. CONCLUSIONES
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lo cómico ha sido considerado por la gran mayoría del público y parte de la crítica como
un mero pasatiempo, como algo que es útil únicamente como distensión, que sólo sirve
para entretener, divertir y relajar al hombre para que se olvide de sus preocupaciones.
Parece que desde el humor no se pudieran narrar extraordinarios relatos ni transmitir
emociones o grandes reflexiones, y que éstas sólo están destinadas a los discursos
épicos, dramáticos o que deben ser tratadas por materias elevadas como la filosofía.
Pero por ejemplo, autores como Bajtín creen en su valor como procedimiento
discursivo especialmente apropiado para la crítica pues se desvelan defectos o
inconveniencias del objeto del humor, para Freud es una forma de liberar tensiones e
inhibiciones, y para otros como Schlegel o Kierkegaard el humor es la única actitud
posible para reflexionar desapasionadamente sobre el arte y sobre la vida.
Woody Allen, considerado uno de los más grandes maestros del humor por su
dominio del chiste, del gag visual, de la parodia, del retrato irónico, y un largo etcétera
de recursos que se pueden observar a lo largo de toda su carrera, desde que empezó
escribiendo chistes para el periódico con tan sólo 15 años hasta la actualidad, es un gran
ejemplo de todo lo anterior pues son características de su obra sus constantes referencias
y bromas sexuales y sus numerosas críticas a la ciencia, a la cultura, a los intelectuales,
etc. Además, su obra no está exenta de reflexión acerca de elevadas cuestiones
filosóficas. Uno de los grandes temas que más preocupan al artista neoyorquino es el
existencialismo, su famoso interés por la muerte y sus preguntas acerca del sentido de la
vida. En sus filmes y relatos casi siempre se puede encontrar un personaje en constante
tensión con el mundo, angustiado por su existencia ante la inminencia de la muerte.
Para Woody Allen, la vida es un sinsentido, un camino lleno de tristeza, amargura y
sinsabores. Para él, ratificando el pensamiento pascaliano, el hombre está solo en un
universo sin sentido que, además, cada vez se expande más y que, por tanto, tarde o
temprano se romperá.
25
Woody, ante esa angustia existencial trata de buscar algo que dé sentido a la
vida, y en ese intento de búsqueda pone en cuestión que la razón pueda guiar e
interpretar todos los acontecimientos de la vida y que sea el conocimiento lo que dé
sentido a la vida. En su obra muestra siempre un personaje intelectual, con abundantes
conocimientos, su alter ego, que siempre se cuestiona y reflexiona, y todo ello no le
provoca más que infelicidad. Asimismo, también ridiculiza a todos aquellos seres
carentes de conocimiento. Allen parece decir que prefiere saber, a pesar de que eso no le
haga ser feliz, a no tener ideas o ser superficial.
26
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Tusquets.
BRODE, Douglas (1985): Las películas de Woody Allen, Barcelona: Odín Ediciones.
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relación compleja”, en Leonor Ruiz Gurillo y Xose A. Padilla García (eds.),
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27
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Madrid: Ocho y medio.
MORA, Rosa (2002): “Arthur Miller y Woody Allen llenan la ‘exótica Oviedo’ de
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Humor y literatura, monográfico de la revista Quimera, núm. 232-233 (julio-
agosto de 2003), pp. 53-60.
28
FILMOGRAFÍA
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