Bibliotecas Personales
Bibliotecas Personales
Bibliotecas Personales
Resumen
* Agradezco a los revisores de Studia Politicae por los comentarios y sugerencias que
Abstract
E
N 1986 apareció un trabajo que hoy ya es un clásico dentro de los es-
tudios sociales de la ciencia: On the Methods of Long-Distance Con-
trol: Vessels, Navigation and the Portuguese Route to India escrito por
el sociólogo inglés John Law. Lo original de este capítulo no fue la temática
(la expansión del imperio portugués a través del desarrollo de su armada) ni
la metodología (histórica) sino, podría decirse, el ángulo de la perspectiva o,
como él mismo expresó, la sensibilidad que su estudio manifestaba por lo ma-
terial (Law 2006b). El análisis de Law, en pocas palabras, se enfoca en la
combinación de elementos humanos (el rey Juan II, sus ejércitos, profesores
de astrología y obispos) y elementos no humanos (embarcaciones, astrola-
bios, estrellas, corrientes marinas y mapas) que dan como resultado la posibi-
lidad de ejercer control a distancia, según Law (1986) el objetivo de cualquier
potencia que pretende construir y mantener un imperio. Law (1986) llamó a
esta combinación una envoltura (envelope), Callon (1986) y Latour (1987,
1988) han preferido el término red (network) y otros han utilizado la expre-
sión ensamblaje socio-técnico (Bijker et al. 1987). En todos los casos, se ha
expresado la necesidad de articular lo material con lo inmaterial, dando lugar
a nuevas identidades atravesadas por lo tecnológico y llamando la atención
sobre los efectos que lo no-humano puede ejercer sobre los humanos.
En este contexto, una investigación sobre académicos, específicamente so-
bre politólogos, no puede dejar de abordar el tema de los libros. No sólo
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porque las ideas circulan sólo si han adquirido materialidad sino también
porque los libros —y las bibliotecas— describen o clasifican a sus poseedo-
res (Battles 2003). Los intelectuales son quienes son, en parte, por lo que
leen. El interés en libros es tan antiguo como la propia escritura, si bien re-
sulta prácticamente obvio resaltar que la invención de la imprenta en el si-
glo XV significó un cambio de rumbo en la vida intelectual de Occidente
(Burke 2002). Ese interés no sólo ha dado lugar a abundante literatura so-
bre los libros como producto cultural sino incluso como elemento físico,
como objeto (Petroski 1999; Manguel 1996). Si hay un grupo para el cual
los libros son parte constitutiva de su identidad, de su quehacer, de su coti-
dianeidad es el colectivo formado por los intelectuales. Dentro de éste, los
académicos —personas que han hecho una profesión de la enseñanza y la
investigación— se caracterizan por el papel central que el libro juega en sus
contextos laborales. A los libros de las bibliotecas, los que componen los
programas de cursos y los que circulan por las librerías especializadas se le
agregan aquellos de autoría propia para conformar un paisaje que tiene al
libro en el centro de la escena.
Este trabajo intenta detallar algunos de los significados que los académicos
le dan a las bibliotecas personales. Por significado se entiende las conexio-
nes que el relatante realiza, en el proceso de su narración, entre actores ma-
teriales e inmateriales, lo que se ha denominado traducción (Callon 1986;
Latour 1987). Así, traducción debe ser entendida como “el proceso o traba-
jo de hacer que dos cosas diferentes sean semejantes” (Law 1999: 8) y es la
historia de vida la que permite vincular esas dos ‘cosas’ ontológicamente
diferentes. Por eso, se observa que elementos como las clases sociales, la
rigurosidad académica y la debilidad institucional pueden ser traducidos
por las bibliotecas particulares que, a su vez, permiten y dan lugar a nuevas
traducciones, por ejemplo aquellas que realizan los alumnos a partir del
contacto con las bibliotecas particulares de sus profesores.
El tema de los libros en el mundo académico es tan amplio que requiere
restringirse intencional y arbitrariamente. A lo largo de este artículo nos en-
focaremos sólo en los libros —más como objeto que como ideas— que
componen las bibliotecas personales de los académicos. Diremos, entonces,
que éstas pueden interpretarse a la luz de historias individuales, profesiona-
les y familiares que dejan una huella que contribuye a forjar una determina-
da identidad del académico. Más aún, la historia de una sociedad también
deja su trazo en las bibliotecas y por lo tanto ellas son contenedoras de his-
torias que trascienden los textos que contienen (Manguel 1996). Así, no
debe asombrarnos que las personas valoren ciertos libros no tanto por lo
que dicen, sino por lo que representan, es decir, por quiénes están relacio-
nados a través de ese libro.
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II. Metodología
Los datos contenidos en este artículo han sido obtenidos mediante entrevis-
tas en profundidad que reconstruyeron historias de vida de 63 politólogos
argentinos y que se realizaron entre diciembre de 2006 y diciembre de 2007
en el marco de una investigación doctoral en la Universidad de Cambridge
que aún está en curso.
Las entrevistas fueron realizadas en las ciudades de Buenos Aires, San Jus-
to, Rosario, Paraná, Santa Fe, Córdoba, Río Cuarto, San Juan y Mendoza.3
En total se realizaron 40 entrevistas que corresponden a instituciones de
Buenos Aires y del área metropolitana y 23 del interior del país. En rela-
ción a la situación institucional de los entrevistados, la muestra involucró a
académicos titulares de cátedra (29) y también a aquellos que se encuentran
en otras posiciones dentro del sistema de cátedra (34). De los entrevistados,
35 trabajan en universidades públicas, 26 en privadas y 2 en universidades
internacionales, pero el pluriempleo que caracteriza al sistema universitario
argentino (Buchbinder 2004) obliga a tomar con precaución esta categori-
zación.
aporte brindado por Saint Catherine’s College, Cambridge y la Society of Latin Ameri-
can Studies que me otorgaron subsidios de viaje de postgrado entre 2006 y 2007. Utilizo
esta nota para agradecer dicho apoyo ya que le ha brindado un abanico de ricas historias
que no hubiera sido posible recolectar de otro modo.
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5 Por mecanismos de autoselección se hace referencia a los procedimientos por los cua-
les ciertos grupos sólo incorporan a aquellos aspirantes que comparten determinadas ca-
racterísticas con los miembros originales del grupo, haciendo que éstas se reproduzcan a
lo largo del tiempo.
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biblioteca permite es, así, permeada por el pasado familiar que dio origen
a un finito conjunto de libros que la compone en un momento dado. La bi-
blioteca, entonces, surge como un punto de encuentro entre compromisos
políticos e intereses intelectuales. Un profesor universitario y directivo de
una universidad privada en el conurbano, recuerda un libro específico de
su biblioteca familiar y en el recuerdo da lugar al rastreo político de su pa-
sado.
Hace un par de semanas... no, un par de meses, estuve buscando en lo
que quedó de la biblioteca de mi padre y parte de lo que perdí de la
mía, que [...] está en la casa de mis padres, que sigue armada, un li-
bro de sociología que no encontraba. Y encontré un libro que en su
momento había visto que era de Alicia Moreau de Justo, en el cual
habla del rol [...] de la mujer en la sociedad argentina. [...] Una anéc-
dota: el libro estaba dedicado a mi padre y le agradece su hospitali-
dad en casa. [...] Está firmado por ella el libro y bueno esa señora me
daba la mamadera cuando yo tenía cuatro años, porque cuando se ar-
maba la campaña política, mi casa era el cuartel de campaña. (60:09)
En un país donde la democracia no siempre ha sido la regla, las bibliote-
cas suelen ser construcciones que demuestran los cambios políticos, los
exilios, las prohibiciones (Invernizzi 2005; Invernizzi y Gociol 2003). La
ausencia de (ciertos) libros dice tanto como la presencia de otros porque el
“destruir una biblioteca (...) es meramente la forma más cruda de editoria-
lizar” (Battles 2003: 180), de transmitir un mensaje. O, dicho de otro
modo, dado que “el poder absoluto requiere que todas las lecturas sean la
lectura oficial” (Manguel 1996: 282), las bibliotecas personales han sido
un reducto privado para realizar lecturas alternativas. El testimonio de un
directivo de una universidad pública del conurbano recupera este sentido
de las bibliotecas.
Entre los exilios de mi familia, la salida del país [...] iba ampliando
bibliotecas, de primos, yo tengo una familia muy grande con algunos
primos con una diferencia de edad importante conmigo. Bueno, los
flacos se iban, dejaban sus bibliotecas ¿sí? En algunos casos, sus bi-
bliotecas, un par digamos, no todos tenían bibliotecas, pero la mayor
parte sí. La dejaban, y se las dejaban a mi viejo, a nosotros digamos,
entonces ahí teníamos algunos libros. (61.07)
Aunque la influencia de las bibliotecas familiares en la infancia y adoles-
cencia de los académicos parece ser clave, esto no quiere decir, por supues-
to, que los libros por sí solos tienen la capacidad de determinar el destino
académico de sus lectores. Sí, en cambio parecen tener la capacidad, en
tanto conectados con personas (familiares, amigos, maestras/os), de afectar
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si bien es algo que te saca del apuro, creo que tenés que tener biblio-
teca básica. [La fotocopia hace] que explores hasta ahí, que leas lo
que tenés que leer (25:19)
Tomados en conjunto, los libros se convierten en bibliotecas y las bibliote-
cas pueden dar un mensaje que los libros, en su individualidad, no pueden.
Es de interés notar que las bibliotecas personales, en años de formación,
pueden ser percibidas como un indicador de la rigurosidad de un alumno.
Esto permite pensar que la combinación de ciertos textos puede ser vista
como un indicador de la solidez en la formación de una persona, asumien-
do, por supuesto, que dichos libros hayan ejercido una influencia efectiva
sobre el lector. Una académica de una universidad pública en Rosario re-
cuerda su etapa como estudiante de doctorado fuera de Argentina y de
cómo la contemplación de la biblioteca de su compañero de casa le permi-
tió inferir algunas cualidades académicas de aquél. Más aún, su relato deja
entrever cómo la biblioteca puede poseer una función evaluativa, ya que
comparar bibliotecas puede ser equiparado —y no necesariamente en forma
metafórica— con comparar académicos.
[Conocí allá] a Diego que era metodológicamente y teóricamente de
una rigurosidad muy diferente a la mía. Le conozco la biblioteca pri-
vada porque con Diego fuimos room-mates, o sea compartíamos de-
partamento y una gran amistad, entonces le conozco la biblioteca y
empiezo a ver las distinciones con la mía. (14:85)
Si las dificultades de acceso a bibliografía han llevado a una buena parte de
los académicos más jóvenes hacia las fotocopias, configurando una biblio-
teca de diferentes cualidades materiales, también es posible afirmar que la
geografía y sus limitaciones pueden quedar reflejadas en las bibliotecas ho-
gareñas. No es descabellado afirmar que las bibliotecas son el resultado de
las posibilidades materiales y simbólicas a las que una persona puede acce-
der. Así, por ejemplo, los estudiantes y académicos que viajan suelen adqui-
rir libros en los lugares que visitan, libros que de otra manera serían inacce-
sibles o tendrían costos demasiado elevados. La posibilidad de desplazarse
puede ser vista en las bibliotecas personales de la misma manera que el po-
der de una nación puede ser visto en sus bibliotecas públicas (Burke 2002;
Battles 2003). El caso de un académico joven de Rosario, trabajando y rea-
lizando su doctorado en una universidad pública, es elocuente.
Yo generalmente viajo a Buenos Aires, una vez cada dos meses y
gasto un buen dineral, hay cosas editadas en España que no nos lle-
gan acá, yo en general soy reacio a comprar por Internet. Después
hay cosas ¿no es cierto?, (que) están en inglés que por ahí un amigo
de mis padres vive en Estados Unidos y yo le hago una listita (con)
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las cosas que yo aquí no pude conseguir por ahí, obviamente. [...] Lo
que hay en español, yo trato de comprarlo en Buenos Aires, y acá en
Rosario uno se mantiene digamos con libros de necesidades, yo ten-
go un par de amigos que trabajan en librerías, que tienen librerías y
les digo: “Por favor, cuándo puedes tener esto...” Una semana, dos
semanas y tengo el libro. Pero yo creo por ejemplo que más de un
10 % de lo que es la beca del CONICET, uno la dedica a libros ¿no
es cierto? Más de un 10 % se va en libros y después fotocopias.
(29:67)
La necesidad de acceder a textos, cuyo conocimiento puede haberse reali-
zado mediante Internet o comentarios de colegas o estudiantes, es sinóni-
mo de la necesidad de extender las redes. Como el pasaje muestra, ami-
gos, amigos de los padres, dueños de librerías, todos entran en la
conformación de la biblioteca personal y por lo tanto ésta también es el
fruto de esos viajes, de esos encuentros, de esas redes (Latour y Woolgar
1986; Law 1986). El otro elemento fundamental de esta red, por supuesto,
es el dinero. En un país donde la mayoría de las becas apenas alcanza
para vivir, destinar un porcentaje a la compra de libros indica no sólo una
determinación y vocación académicas profundas sino también la necesi-
dad de materializar las ideas. Dicho de otro modo, un estudiante también
es los libros que lee.
clave para que los estudiantes accedan a material didáctico y para que las
autoridades universitarias puedan descargar sus presupuestos casi exclusi-
vamente en salarios. En tercer lugar, a medida que la biblioteca personal se
consolida, también lo hace un ámbito de trabajo especial: el estudio particu-
lar. Empujados por la falta de oficinas en las universidades argentinas, los
profesores realizan sus labores en sus estudios, en su domicilio, y de ese
modo limitan el diálogo con estudiantes y colegas que es fundamental para
la vida académica. Finalmente, las bibliotecas personales se vuelven indica-
dores de la necesidad de recurrir a material actualizado aun cuando las ins-
tituciones no pueden proveerlo. Los profesores llegan a violar derechos de
propiedad intelectual al fotocopiar libros que sus colegas traen de sus viajes
o al entregar CDs con artículos de revistas académicas a los que han tenido
acceso por invitación.
Después de la etapa familiar y de la formación académica, las historias de
vida de los académicos se han enfocado en la etapa profesional, en sus acti-
vidades diarias —más orientadas a la docencia que a la investigación— y
en cómo las bibliotecas personales han jugado un papel importante en su
desempeño. En primer lugar, se destacó la manera en que las bibliotecas
particulares materializan la trayectoria académica de aquellos que pasaron
una estadía en el exterior por razones políticas y/o académicas. En ese sen-
tido, los libros aparecen como la mediación entre académicos repatriados,
alumnos, lugares de exilio y/o capacitación y el aula. Lo global y lo local,
habitualmente percibidos como tendencias opuestas, se articulan material-
mente en las bibliotecas y en los textos. Un académico de Mendoza recuer-
da que
la mayoría de esos profesores (que venían de afuera) no solamente
incorporaron las cosas que efectivamente traían como bagaje personal
sino que incorporaban sus propias revistas, sus textos, sus libros.
(62:12)
De esa manera, el pasado permea las bibliotecas que, a su vez, nutren sus-
tantivamente los syllabi y que contribuyen a una socialización de la biblio-
grafía que es frecuente en la Argentina. Entre las consecuencias de dicha
socialización están aspectos positivos como la vinculación entre alumnos y
profesores, la posibilidad de acceder a nuevas y valiosas fuentes de consul-
ta, la circulación nacional e internacional de ideas y el abaratamiento de
costos. Pero también hay que destacar la violación de derechos de propie-
dad intelectual mediante las fotocopias, la precariedad de las bibliotecas
personales debido a la calidad del papel y el encuadernado de las fotocopias
y la volatilidad de la información accesible ya que ésta depende de conocer
a personas que poseen los textos.
LEANDRO RODRIGUEZ MEDINA 101
6 Con escasas excepciones, tanto públicas como privadas, las universidades argentinas
IV. Conclusiones
V. Bibliografía
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