Bibliotecas Personales

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Las ideas no se matan (pero hay


que saber guardarlas)
Bibliotecas personales, académicos
y notas sobre la materialidad de
las ideas *
Leandro Rodriguez Medina **

Resumen

La sociología del conocimiento ha estado enfocada tradicionalmente a


las ideas en general y a las ideas científicas o teorías en particular. Sin
embargo, en los últimos años ha habido una creciente literatura que hace
hincapié en la materialidad de la ciencia y el conocimiento y profundiza
en las relaciones entre humanos y no humanos en la construcción de co-
lectivos como redes, envolturas o ensamblajes socio-técnicos. Desde esta
perspectiva, el artículo analiza la relación entre académicos y sus biblio-
tecas particulares, enfocándose en los científicos políticos argentinos. El
presente estudio muestra que las bibliotecas personales han reflejado y
condicionado relaciones familiares, políticas y académicas y que a lo lar-
go de la vida de los académicos las bibliotecas particulares han sido co-
constitutivas de sus identidades. Se concluye destacando algunos benefi-

* Agradezco a los revisores de Studia Politicae por los comentarios y sugerencias que

han permitido clarificar las ideas centrales de este artículo.


** Departamento de Sociología, Universidad de Cambridge (Reino Unido), Departa-

mento de Relaciones Internacionales y Ciencia Política, Universidad de las Américas


Puebla (México), y Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad de Belgrano
(Argentina).

Código de referato: SP.57.XIV/08.

STUDIA POLITICÆ Número 14 ~ otoño 2008.


Publicada por la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales,
de la Universidad Católica de Córdoba, Córdoba, República Argentina.
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cios de una mirada semiótico-material de la identidad académica y mos-


trando futuras líneas de investigación.

Abstract

Sociology of knowledge has focused traditionally on ideas in general


and scientific ideas and theories in particular. However, in the last years,
a growing literature has emphasized the materiality of science and
knowledge and deepened on the relationships between humans and non-
humans in the construction of collectives such as networks, envelopes,
or socio-technical assemblage. From this perspective, the article
analyzes the relationship between academics and their home libraries,
focusing on Argentine political scientists. This study shows that home or
particular libraries have reflected and conditioned family bonds as well
as political and academic relationships. Throughout academics’ lives,
particular libraries have been co-constitutive of their identities. The
article concludes by highlighting the benefits of a semiotic-material view
of academic identity and showing prospective research guidelines.

I. Introducción y planteo del problema

E
N 1986 apareció un trabajo que hoy ya es un clásico dentro de los es-
tudios sociales de la ciencia: On the Methods of Long-Distance Con-
trol: Vessels, Navigation and the Portuguese Route to India escrito por
el sociólogo inglés John Law. Lo original de este capítulo no fue la temática
(la expansión del imperio portugués a través del desarrollo de su armada) ni
la metodología (histórica) sino, podría decirse, el ángulo de la perspectiva o,
como él mismo expresó, la sensibilidad que su estudio manifestaba por lo ma-
terial (Law 2006b). El análisis de Law, en pocas palabras, se enfoca en la
combinación de elementos humanos (el rey Juan II, sus ejércitos, profesores
de astrología y obispos) y elementos no humanos (embarcaciones, astrola-
bios, estrellas, corrientes marinas y mapas) que dan como resultado la posibi-
lidad de ejercer control a distancia, según Law (1986) el objetivo de cualquier
potencia que pretende construir y mantener un imperio. Law (1986) llamó a
esta combinación una envoltura (envelope), Callon (1986) y Latour (1987,
1988) han preferido el término red (network) y otros han utilizado la expre-
sión ensamblaje socio-técnico (Bijker et al. 1987). En todos los casos, se ha
expresado la necesidad de articular lo material con lo inmaterial, dando lugar
a nuevas identidades atravesadas por lo tecnológico y llamando la atención
sobre los efectos que lo no-humano puede ejercer sobre los humanos.
En este contexto, una investigación sobre académicos, específicamente so-
bre politólogos, no puede dejar de abordar el tema de los libros. No sólo
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porque las ideas circulan sólo si han adquirido materialidad sino también
porque los libros —y las bibliotecas— describen o clasifican a sus poseedo-
res (Battles 2003). Los intelectuales son quienes son, en parte, por lo que
leen. El interés en libros es tan antiguo como la propia escritura, si bien re-
sulta prácticamente obvio resaltar que la invención de la imprenta en el si-
glo XV significó un cambio de rumbo en la vida intelectual de Occidente
(Burke 2002). Ese interés no sólo ha dado lugar a abundante literatura so-
bre los libros como producto cultural sino incluso como elemento físico,
como objeto (Petroski 1999; Manguel 1996). Si hay un grupo para el cual
los libros son parte constitutiva de su identidad, de su quehacer, de su coti-
dianeidad es el colectivo formado por los intelectuales. Dentro de éste, los
académicos —personas que han hecho una profesión de la enseñanza y la
investigación— se caracterizan por el papel central que el libro juega en sus
contextos laborales. A los libros de las bibliotecas, los que componen los
programas de cursos y los que circulan por las librerías especializadas se le
agregan aquellos de autoría propia para conformar un paisaje que tiene al
libro en el centro de la escena.
Este trabajo intenta detallar algunos de los significados que los académicos
le dan a las bibliotecas personales. Por significado se entiende las conexio-
nes que el relatante realiza, en el proceso de su narración, entre actores ma-
teriales e inmateriales, lo que se ha denominado traducción (Callon 1986;
Latour 1987). Así, traducción debe ser entendida como “el proceso o traba-
jo de hacer que dos cosas diferentes sean semejantes” (Law 1999: 8) y es la
historia de vida la que permite vincular esas dos ‘cosas’ ontológicamente
diferentes. Por eso, se observa que elementos como las clases sociales, la
rigurosidad académica y la debilidad institucional pueden ser traducidos
por las bibliotecas particulares que, a su vez, permiten y dan lugar a nuevas
traducciones, por ejemplo aquellas que realizan los alumnos a partir del
contacto con las bibliotecas particulares de sus profesores.
El tema de los libros en el mundo académico es tan amplio que requiere
restringirse intencional y arbitrariamente. A lo largo de este artículo nos en-
focaremos sólo en los libros —más como objeto que como ideas— que
componen las bibliotecas personales de los académicos. Diremos, entonces,
que éstas pueden interpretarse a la luz de historias individuales, profesiona-
les y familiares que dejan una huella que contribuye a forjar una determina-
da identidad del académico. Más aún, la historia de una sociedad también
deja su trazo en las bibliotecas y por lo tanto ellas son contenedoras de his-
torias que trascienden los textos que contienen (Manguel 1996). Así, no
debe asombrarnos que las personas valoren ciertos libros no tanto por lo
que dicen, sino por lo que representan, es decir, por quiénes están relacio-
nados a través de ese libro.
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Aunque la investigación que originó este estudio no se enfocó en bibliote-


cas, los académicos sacaron a colación historias, anécdotas y análisis de sus
propias bibliotecas personales que ameritan cierta sistematización y la ex-
posición a debate que abre una publicación. Por eso, más que analítico este
artículo es descriptivo, si es que existe una diferencia entre ambas estrate-
gias (Latour 2005). El argumento del artículo procede de la siguiente for-
ma. En la sección II se exponen la metodología y técnicas empleadas para
la recolección de datos como así también aspectos relacionados con el
muestreo y el valor de datos cualitativos en relación a historias de vida. En
la sección III se presentan testimonios de los académicos en relación a sus
bibliotecas y se discuten los relatos en función de su vinculación con teo-
rías sobre la materialidad de las ideas y la sociología e historia de la tecno-
logía. Finalmente, en las conclusiones, se establece el alcance de estos ha-
llazgos, identificándose los límites pero también los aportes y futuras líneas
de trabajo que este análisis permite.

II. Metodología

Los datos contenidos en este artículo han sido obtenidos mediante entrevis-
tas en profundidad que reconstruyeron historias de vida de 63 politólogos
argentinos y que se realizaron entre diciembre de 2006 y diciembre de 2007
en el marco de una investigación doctoral en la Universidad de Cambridge
que aún está en curso.
Las entrevistas fueron realizadas en las ciudades de Buenos Aires, San Jus-
to, Rosario, Paraná, Santa Fe, Córdoba, Río Cuarto, San Juan y Mendoza.3
En total se realizaron 40 entrevistas que corresponden a instituciones de
Buenos Aires y del área metropolitana y 23 del interior del país. En rela-
ción a la situación institucional de los entrevistados, la muestra involucró a
académicos titulares de cátedra (29) y también a aquellos que se encuentran
en otras posiciones dentro del sistema de cátedra (34). De los entrevistados,
35 trabajan en universidades públicas, 26 en privadas y 2 en universidades
internacionales, pero el pluriempleo que caracteriza al sistema universitario
argentino (Buchbinder 2004) obliga a tomar con precaución esta categori-
zación.

3 La posibilidad de realizar trabajo de campo en el interior del país se debió al generoso

aporte brindado por Saint Catherine’s College, Cambridge y la Society of Latin Ameri-
can Studies que me otorgaron subsidios de viaje de postgrado entre 2006 y 2007. Utilizo
esta nota para agradecer dicho apoyo ya que le ha brindado un abanico de ricas historias
que no hubiera sido posible recolectar de otro modo.
LEANDRO RODRIGUEZ MEDINA 91

La muestra se realizó a partir del listado de carreras de grado en ciencia po-


lítica ya que la vida académica de Argentina, como la de otros países lati-
noamericanos, se orienta más hacia la docencia que la investigación (Boyer
et al. 1994; Kent 2002; Schiefelbein y Schiefelbein 2007). Dicho listado se
confeccionó a partir de los datos obtenidos en el sitio web del Ministerio de
Educación de la Nación, del portal Educ.ar y de la Guía del Estudiante
2007. Una vez construido el listado, se estableció contacto con cada carrera
a partir de información pública (sitio web de la universidad, directorio tele-
fónico, etc.) o a partir de contactos personales y/o profesionales. Por razones
presupuestarias no fue posible entrevistar a académicos de las provincias de
Santiago del Estero, Río Negro y Salta. Asimismo, la ausencia de respuesta
de autoridades de la carrera o facultad y/o la imposibilidad de acceder a pro-
fesores de algunas casas de estudio en la zona cubierta por la muestra impo-
sibilitó que todas las carreras de ciencia política de Argentina quedaran re-
presentadas. De los 33 programas de grado que se identificaron (Leiras et al.
2005), finalmente se relevaron 27 y se agregó una institución que tiene el
posgrado más antiguo en ciencias sociales con orientación en ciencia políti-
ca, FLACSO Buenos Aires, totalizando 28 instituciones.
El criterio de selección de entrevistados obedeció, básicamente, a tres princi-
pios metodológicos (Marradi et al. 2007). El primero es muestreo intencio-
nal, es decir, se buscó teóricamente definir las características salientes del
grupo de estudio (politólogos) y luego tomar los casos que sean necesarios
para que estén representados dichos atributos (género, educación pública o
privada, lugar de obtención de su grado y posgrado, etc.) Posteriormente se
procedió en función del efecto bola de nieve por el cual cada entrevistado
provee información que permite contactar a algún otro miembro del grupo
de estudio. Esto permite utilizar las redes profesionales y personales de los
entrevistados para continuar la tarea de investigación. Finalmente, la deci-
sión de cuántas entrevistas eran necesarias obedeció al principio de satura-
ción teórica (Glaser y Strauss 1967; Clarke 1997; Bertaux 1981) por el cual
“se alcanza la certeza práctica de que nuevos contactos no aportan elementos
desconocidos con respecto al tema de investigación” (Marradi et al. 2007:
223). Esta certeza práctica no significa que un número mayor de entrevistas
no puede arrojar mayor información. Dado que el investigador cualitativo va
procesando su material en el transcurso de su estudio, el análisis de los datos
arroja categorías que dan sentido a las respuestas y que permiten clasificar-
las, ordenarlas y, finalmente, relacionarlas. Cuando nuevas entrevistas no
cuestionan esas categorías sino que, por el contrario, contribuyen a sostener-
las y a darle mayor densidad —en término de conexiones entre categorías y
evidencia empírica— entonces se ha alcanzado el nivel de saturación.
La decisión de utilizar historias de vida se basó en la posibilidad de abordar
cualitativamente las particularidades de la vida académica de los entrevista-
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dos para observar patrones o regularidades que inviten a pensar en posibles


factores estructurales (Kohli 1981). Las subjetividades encontradas, por lo
tanto, son la objetividad emergente en el campo, en la medida en que “al
elegir un determinado curso de acción, los límites estructurales (...) interac-
túan con las orientaciones valorativas, obligaciones morales, objetivos au-
toimpuestos y la propia percepción individual de la situación y las opciones
a enfrentar” (Bertaux y Thompson 1997: 17). Se entiende que al reconstruir
su pasado, los entrevistados no están meramente relatando hechos sino
construyendo una particular historia de su vida, están llevando adelante un
proceso de “producción antropomórfica” (Bertaux y Delcroix 2000) que da
sentido a lo sucedido a partir de un presente específico y un cierto futuro
esperado. La tarea del sociólogo es entonces por un lado recolectar esa na-
rración pero por el otro triangularla con información estadística, otros rela-
tos, documentos oficiales y demás objetos que permiten hablar de una red
(Bertaux 1981: 40; Latour y Woolgar 1986; Callon 1998).
En este contexto, la historia de vida de los académicos da cuenta no sólo de
sus acciones, omisiones, deseos, intereses y decisiones sino también de ob-
jetos que los rodean y los configuran (Latour 1998; 2005). Entre los mu-
chos objetos que afectan la vida académica, uno de vital importancia son
los libros (Manguel 1996; Petroski 1999) y las bibliotecas (Battles 2003;
Burke 2002), tema que fue traído a colación reiteradamente por los entre-
vistados y que este artículo sistematiza y hace público.4 Es necesario acla-
rar que el tema de estudio en este artículo, libros y bibliotecas personales,
no fue preguntado ni propuesto para discusión por el investigador, lo que
remite a la espontaneidad como indicador de la importancia y permite, in-
ductivamente, algunas relaciones y profundizaciones sobre su papel dentro
de la labor académica. Mientras para algunos entrevistados la materializa-
ción de las ideas, propias y ajenas, no fue motivo de reflexión, otros lo ma-
nifestaron con bastante claridad, dándole relevancia en relación a otros as-
pectos de sus historias de vida, como exilios, influencia paterna y/o
materna, o relación con autoridades universitarias.

III. Datos y discusión

A grandes rasgos, los académicos entrevistados se refirieron a las bibliote-


cas personales en tres momentos de su relato biográfico. En primer lugar,

4 Para el análisis cualitativo se utilizó un software específico, Atlas.TI, que codifica la

información de las entrevistas asignándole un número a cada documento (entrevista) y


otro a cada fragmento categorizado (cita). Los números entre paréntesis que se observa-
rán luego de cada fragmento corresponden a este código.
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en relación a su hogar materno, destacando relaciones familiares que la bi-


blioteca, a modo de metáfora, resumía. En segundo lugar, los relatos aso-
cian la biblioteca al momento de formación de grado o posgrado, dejando
entrever cómo el caudal bibliográfico personal apunta a diferencias más su-
tiles (y menos materiales). En tercer lugar, en relación a su trabajo profesio-
nal docente y de investigación, en ambos casos dejando entrever una crítica
a las posibilidades bibliográficas de la mayoría de las instituciones de edu-
cación superior en Argentina. Esta sección, entonces, se subdividirá en tres
partes para el análisis.

III.A Bibliotecas personales y promoción de la lectura durante la


infancia y adolescencia

La infancia y adolescencia de los académicos entrevistados parece haber


sido marcada, en parte, por sus vínculos con las bibliotecas personales. Por
un lado, los académicos muestran cómo sus bibliotecas de la infancia son
producto de la posición social, del interés materno y paterno por la política,
y de los compromisos políticos y sociales de los miembros de la familia.
Así, tanto las decisiones personales como la historia política del país dejan
huella en los libros a los que los académicos, cuando niños o adolescentes,
tienen acceso. Por otro lado, esas bibliotecas han tenido dos efectos princi-
pales. En primer lugar, incentivar la lectura, generar un profundo interés
por los libros y valorar su importancia para el desarrollo de las personas.
En segundo lugar, los libros han permitido un vínculo lúdico con los niños
y adolescentes, uno que permite a muchos ‘meterse’ en el mundo del texto
(Ricoeur 2001) y circular por la historia a través de recorrer páginas, imá-
genes y gráficos.
Aunque habitualmente se escucha que el interés en la lectura ha disminuido
en la sociedad a partir de la influencia de Internet y la televisión, la situa-
ción con los académicos parece diferente. Debido, probablemente, a los
mecanismos de autoselección que Bourdieu (1988, 2004) ha descrito, 5 los
académicos parecen tener la habilidad de reclutar siempre a aquellos que
tienen desde la infancia un interés marcado por la lectura. Simultáneamen-
te, aquellos que tienen dicho interés desde temprana edad suelen abordar
con mayor facilidad la bibliografía de las asignaturas, teniendo en general
un mejor desempeño y aumentando, gracias a ello, sus aspiraciones a ocu-

5 Por mecanismos de autoselección se hace referencia a los procedimientos por los cua-
les ciertos grupos sólo incorporan a aquellos aspirantes que comparten determinadas ca-
racterísticas con los miembros originales del grupo, haciendo que éstas se reproduzcan a
lo largo del tiempo.
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par posiciones académicas. El interés desde la niñez por la lectura parece


estar directamente relacionado con la posesión de bibliotecas hogareñas
(Battles 2003) que hacen posible materializar dicho interés, personal o fa-
miliar, por el hábito.
[Mis padres] me insistieron mucho en la lectura, sobre todo lo que
era literatura en la infancia. [...] Yo me acuerdo que de chico ya tenía
una biblioteca pequeña, con cosas que leen los chicos argentinos, los
clásicos de Dickens y esas cosas, o sea nunca hubo un límite [al] es-
tiímulo de la lectura. (29:02)
En los hogares donde esa biblioteca estaba ausente, la falta de libros es aso-
ciada con una cierta posición social, que sirve a la vez de explicación y de
reflexión sobre la capacidad de superación de la persona. Un titular de cáte-
dra en una universidad pública en Mendoza sostiene que
el libro más importante que hubo desde que yo era pequeño era un
diccionario enciclopédico y no había más nada, porque eran peque-
ños comerciantes. (62:01)
Y un profesor y directivo de una universidad privada de Buenos Aires re-
cuerda
Me parece que empecé (a interesarme en política) en ese ambiente de
mi casa con la historia de Cantú [...] y la historia de Cantú estaba en
toda biblioteca de una familia media argentina que se debía haber
vendido como así... esas cosas, esas ofertas... porque venia con bi-
blioteca y todo (35:06)
El vínculo entre la posición socioeconómica —pequeños comerciantes— y
el conocimiento está mediado por la posesión, o no, de libros, es decir, por
la biblioteca personal. Un diccionario enciclopédico como único texto ha-
bla así de un interés limitado por la cultura, limitación a su vez impuesta
por la dinámica y exigencias de una actividad económica determinada. De
la misma manera, un libro y su mueble quedan asociados con una clase
social —familia media argentina— y de esa manera adquiere un valor sim-
bólico al que le da materialidad. Pero en la medida en que las bibliotecas
adquieren un significado asociado a situaciones socioeconómicas, también
se vuelven terreno de negociación, de discusión y de debate. Una académi-
ca de una universidad pública del conurbano bonaerense recuerda que
en casa casi te diría que no había una biblioteca, y esto me acuerdo
que fue una cosa interesante, como una batalla que yo libraba en la
familia, por tener el espacio de mi propia biblioteca, que no era visto
como una necesidad. (39:05)
LEANDRO RODRIGUEZ MEDINA 95

A medida que pasa el tiempo, el intercambio con la biblioteca crece, se


complejiza y comienza a delinear algunos caminos hacia el interés en deter-
minados temas y problemas. Por ejemplo, la mayoría de los entrevistados
reconoce que en sus casas había textos de historia —algunos revisionistas,
otros de la historiografía oficial— y que entre sus primeros contactos con la
política está la lectura de estos libros. La política, así, aparece mediada por
la historia política, que no sólo la nutre intelectualmente sino que, a través
de las bibliotecas personales, contribuye al despertar de un interés y una
conciencia por temas políticos. Un académico titular en universidades pri-
vadas en Buenos Aires recuerda que la biblioteca contribuyó a darse cuenta
que había escogido la carrera universitaria equivocada (Agronomía) y que
“lo suyo” estaba en las ciencias sociales.
Yo veía que cuando tenia que dar un examen para Agronomía, la gran
mayoría de los mortales nos distraemos, entonces yo arreglaba los
enchufes, hacía todos los mandados y diligencias que nunca se habían
hecho. Hacía de hijo modelo, y más o menos estudiaba, y una cosa
que hacía reiteradamente era leer historia política, porque en casa
había una linda biblioteca. Yo leía y leía y un día me doy cuenta que
Agronomía no era lo mío. (34:10, énfasis añadido)
La mediación de los libros entre el individuo y la ciencia política —al me-
nos como preocupación intelectual— permite pensar en formas de vincula-
ción o mediación que incluyen una dimensión lúdica. Los libros no sólo
contienen información, sino que abren la puerta de una hipertextualidad que
es posible escarbar y construir. El relato de una académica de Rosario per-
mite observar esto.
La historia a mí me encantaba. Yo jugaba de chica... yo soy hija úni-
ca. Entonces por ejemplo, mi mamá tenía, cuando ella era joven, que
le había comprado su padre, que era un español y que compraba un
montón de libros de colección de historia argentina, y tenía el diccio-
nario enciclopédico hispanoamericano, que digamos, no estaba actua-
lizado pero tenía veinte tomos, más dos más. Altos así, gruesos así,
papel de Biblia. Entonces, ¿cómo jugaba yo? Haciendo árboles ge-
nealógicos, ¿de quién los podía hacer? De las familias reales. No ha-
bía otra. Entonces buscaba quiénes eran los padres y los hermanos,
buscaba, iba rehaciendo y me la pasaba horas y horas haciendo y re-
haciendo. Gracias a eso cuando ingresé en primer año, que tenía his-
toria universal, la sucesión de Carlo Magno me la sabía perfectamen-
te. (47:08)
Como entidad construida, la biblioteca hogareña es una activa vinculación
con el pasado familiar. La promoción de la lectura que la posesión de una
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biblioteca permite es, así, permeada por el pasado familiar que dio origen
a un finito conjunto de libros que la compone en un momento dado. La bi-
blioteca, entonces, surge como un punto de encuentro entre compromisos
políticos e intereses intelectuales. Un profesor universitario y directivo de
una universidad privada en el conurbano, recuerda un libro específico de
su biblioteca familiar y en el recuerdo da lugar al rastreo político de su pa-
sado.
Hace un par de semanas... no, un par de meses, estuve buscando en lo
que quedó de la biblioteca de mi padre y parte de lo que perdí de la
mía, que [...] está en la casa de mis padres, que sigue armada, un li-
bro de sociología que no encontraba. Y encontré un libro que en su
momento había visto que era de Alicia Moreau de Justo, en el cual
habla del rol [...] de la mujer en la sociedad argentina. [...] Una anéc-
dota: el libro estaba dedicado a mi padre y le agradece su hospitali-
dad en casa. [...] Está firmado por ella el libro y bueno esa señora me
daba la mamadera cuando yo tenía cuatro años, porque cuando se ar-
maba la campaña política, mi casa era el cuartel de campaña. (60:09)
En un país donde la democracia no siempre ha sido la regla, las bibliote-
cas suelen ser construcciones que demuestran los cambios políticos, los
exilios, las prohibiciones (Invernizzi 2005; Invernizzi y Gociol 2003). La
ausencia de (ciertos) libros dice tanto como la presencia de otros porque el
“destruir una biblioteca (...) es meramente la forma más cruda de editoria-
lizar” (Battles 2003: 180), de transmitir un mensaje. O, dicho de otro
modo, dado que “el poder absoluto requiere que todas las lecturas sean la
lectura oficial” (Manguel 1996: 282), las bibliotecas personales han sido
un reducto privado para realizar lecturas alternativas. El testimonio de un
directivo de una universidad pública del conurbano recupera este sentido
de las bibliotecas.
Entre los exilios de mi familia, la salida del país [...] iba ampliando
bibliotecas, de primos, yo tengo una familia muy grande con algunos
primos con una diferencia de edad importante conmigo. Bueno, los
flacos se iban, dejaban sus bibliotecas ¿sí? En algunos casos, sus bi-
bliotecas, un par digamos, no todos tenían bibliotecas, pero la mayor
parte sí. La dejaban, y se las dejaban a mi viejo, a nosotros digamos,
entonces ahí teníamos algunos libros. (61.07)
Aunque la influencia de las bibliotecas familiares en la infancia y adoles-
cencia de los académicos parece ser clave, esto no quiere decir, por supues-
to, que los libros por sí solos tienen la capacidad de determinar el destino
académico de sus lectores. Sí, en cambio parecen tener la capacidad, en
tanto conectados con personas (familiares, amigos, maestras/os), de afectar
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a los lectores en forma profunda y de dejar huella en la etapa posterior, en


la que comienza su formación intelectual superior.

III.B. La biblioteca personal del estudiante y la formación académica

Ya en la etapa de formación, los académicos son altamente dependientes de


los textos, ya que el eje de su vida cotidiana pasa por conseguir, leer y dis-
cutir textos en la universidad. Los libros son mediadores de las relaciones
académicas con compañeros de estudio y con profesores, pero también con
redes externas a la vida académica, como los centros de estudiantes que
venden fotocopias, las bibliotecas institucionales y las librerías. Entre com-
pañeros, los libros suelen ser vistos como indicadores de orientaciones teó-
ricas y metodológicas, lo que lleva a pensar que las bibliotecas personales
son un sustento material de la rigurosidad e inclinaciones intelectuales.
Además, en la medida en que los textos no están siempre al alcance de la
mano, las bibliotecas personales son también reflejos de la geografía y las
limitaciones que ésta impone. En todos los casos, es evidente en esta inves-
tigación que los libros son usados no simplemente como material de estu-
dio sino como organizadores de la vida estudiantil, como elementos agluti-
nantes alrededor de los cuales se entretejen múltiples y complejas
relaciones.
Las crisis económicas por las que Argentina ha atravesado en las últimas
décadas han dejado su huella en las bibliotecas personales. En el caso de
los académicos, aun cuando sus años de formación suelen ser ya parte del
comienzo de su carrera académica (Hobert 2007; Rodriguez Medina 2008;
García de Fanelli 2007), el acceso a los libros y el armado de las bibliotecas
personales son asuntos relativamente problemáticos. Por ello, las bibliote-
cas de estudiantes, al menos en los últimos veinte años, comenzaron a po-
blarse de fotocopias. Fundamentalmente por razones económicas, en ciertas
épocas los textos llegaron a tener un precio tan elevado que hacía inviable
su compra por parte de los alumnos, al punto que incluso los profesores de-
bían utilizarlas. La fotocopia no sólo cambia la fisonomía y la estética de
las bibliotecas, sino que, fundamentalmente, induce una forma fragmentaria
de lectura de los textos que trae aparejado el problema de la incomprensión
cabal de ideas y el desestímulo a la lectura. Una académica recientemente
graduada y que se desempeña en una universidad pública en la ciudad de
Buenos Aires señala que
No nos inculcaron, con los libros troncales de la carrera, comprarlos.
No podes tener tres capítulos del capital de Marx, tenés que tener el
Capital de Marx en tu casa aunque sea de hace 80 años. No podés no
tener La República de Platón. Porque en eso, el tema de las fotocopia
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si bien es algo que te saca del apuro, creo que tenés que tener biblio-
teca básica. [La fotocopia hace] que explores hasta ahí, que leas lo
que tenés que leer (25:19)
Tomados en conjunto, los libros se convierten en bibliotecas y las bibliote-
cas pueden dar un mensaje que los libros, en su individualidad, no pueden.
Es de interés notar que las bibliotecas personales, en años de formación,
pueden ser percibidas como un indicador de la rigurosidad de un alumno.
Esto permite pensar que la combinación de ciertos textos puede ser vista
como un indicador de la solidez en la formación de una persona, asumien-
do, por supuesto, que dichos libros hayan ejercido una influencia efectiva
sobre el lector. Una académica de una universidad pública en Rosario re-
cuerda su etapa como estudiante de doctorado fuera de Argentina y de
cómo la contemplación de la biblioteca de su compañero de casa le permi-
tió inferir algunas cualidades académicas de aquél. Más aún, su relato deja
entrever cómo la biblioteca puede poseer una función evaluativa, ya que
comparar bibliotecas puede ser equiparado —y no necesariamente en forma
metafórica— con comparar académicos.
[Conocí allá] a Diego que era metodológicamente y teóricamente de
una rigurosidad muy diferente a la mía. Le conozco la biblioteca pri-
vada porque con Diego fuimos room-mates, o sea compartíamos de-
partamento y una gran amistad, entonces le conozco la biblioteca y
empiezo a ver las distinciones con la mía. (14:85)
Si las dificultades de acceso a bibliografía han llevado a una buena parte de
los académicos más jóvenes hacia las fotocopias, configurando una biblio-
teca de diferentes cualidades materiales, también es posible afirmar que la
geografía y sus limitaciones pueden quedar reflejadas en las bibliotecas ho-
gareñas. No es descabellado afirmar que las bibliotecas son el resultado de
las posibilidades materiales y simbólicas a las que una persona puede acce-
der. Así, por ejemplo, los estudiantes y académicos que viajan suelen adqui-
rir libros en los lugares que visitan, libros que de otra manera serían inacce-
sibles o tendrían costos demasiado elevados. La posibilidad de desplazarse
puede ser vista en las bibliotecas personales de la misma manera que el po-
der de una nación puede ser visto en sus bibliotecas públicas (Burke 2002;
Battles 2003). El caso de un académico joven de Rosario, trabajando y rea-
lizando su doctorado en una universidad pública, es elocuente.
Yo generalmente viajo a Buenos Aires, una vez cada dos meses y
gasto un buen dineral, hay cosas editadas en España que no nos lle-
gan acá, yo en general soy reacio a comprar por Internet. Después
hay cosas ¿no es cierto?, (que) están en inglés que por ahí un amigo
de mis padres vive en Estados Unidos y yo le hago una listita (con)
LEANDRO RODRIGUEZ MEDINA 99

las cosas que yo aquí no pude conseguir por ahí, obviamente. [...] Lo
que hay en español, yo trato de comprarlo en Buenos Aires, y acá en
Rosario uno se mantiene digamos con libros de necesidades, yo ten-
go un par de amigos que trabajan en librerías, que tienen librerías y
les digo: “Por favor, cuándo puedes tener esto...” Una semana, dos
semanas y tengo el libro. Pero yo creo por ejemplo que más de un
10 % de lo que es la beca del CONICET, uno la dedica a libros ¿no
es cierto? Más de un 10 % se va en libros y después fotocopias.
(29:67)
La necesidad de acceder a textos, cuyo conocimiento puede haberse reali-
zado mediante Internet o comentarios de colegas o estudiantes, es sinóni-
mo de la necesidad de extender las redes. Como el pasaje muestra, ami-
gos, amigos de los padres, dueños de librerías, todos entran en la
conformación de la biblioteca personal y por lo tanto ésta también es el
fruto de esos viajes, de esos encuentros, de esas redes (Latour y Woolgar
1986; Law 1986). El otro elemento fundamental de esta red, por supuesto,
es el dinero. En un país donde la mayoría de las becas apenas alcanza
para vivir, destinar un porcentaje a la compra de libros indica no sólo una
determinación y vocación académicas profundas sino también la necesi-
dad de materializar las ideas. Dicho de otro modo, un estudiante también
es los libros que lee.

III.C Bibliotecas personales y una contribución a la crítica de la


economía educativa

Si las bibliotecas personales son importantes para entender el devenir de los


académicos hasta el momento de su inserción en el mercado universitario,
éstas son aún más relevantes en la fase profesional. En primer lugar, en la
medida en que las bibliotecas crecen y evolucionan dentro de las familias,
éstas van adecuándose específicamente al itinerario intelectual de los aca-
démicos una vez que éstos han comenzado su vida profesional. Así, profe-
sores que han estado en el exilio trasladan consigo el paso por otros países
y universidades en forma de libros que adquirieron y usaron cuando estu-
vieron fuera de Argentina. En este sentido, el estudio de las bibliotecas per-
mite observar cómo los actores están insertos en —y resuelven— la tensión
entre lo global y lo local. No asombran, entonces, bibliotecas constituidas
con volúmenes adquiridos en varios países, publicados en varios idiomas y
con el peso del tiempo mostrado en su desgaste (no sólo por su uso, sino
también por el traslado). En segundo lugar, las bibliotecas personales se
han ido formando como reacción a la ausencia de sólidas bibliotecas insti-
tucionales. El interés y la vocación de los académicos se vuelven elementos
100 STUDIA POLITICÆ 14 ~ otoño 2008

clave para que los estudiantes accedan a material didáctico y para que las
autoridades universitarias puedan descargar sus presupuestos casi exclusi-
vamente en salarios. En tercer lugar, a medida que la biblioteca personal se
consolida, también lo hace un ámbito de trabajo especial: el estudio particu-
lar. Empujados por la falta de oficinas en las universidades argentinas, los
profesores realizan sus labores en sus estudios, en su domicilio, y de ese
modo limitan el diálogo con estudiantes y colegas que es fundamental para
la vida académica. Finalmente, las bibliotecas personales se vuelven indica-
dores de la necesidad de recurrir a material actualizado aun cuando las ins-
tituciones no pueden proveerlo. Los profesores llegan a violar derechos de
propiedad intelectual al fotocopiar libros que sus colegas traen de sus viajes
o al entregar CDs con artículos de revistas académicas a los que han tenido
acceso por invitación.
Después de la etapa familiar y de la formación académica, las historias de
vida de los académicos se han enfocado en la etapa profesional, en sus acti-
vidades diarias —más orientadas a la docencia que a la investigación— y
en cómo las bibliotecas personales han jugado un papel importante en su
desempeño. En primer lugar, se destacó la manera en que las bibliotecas
particulares materializan la trayectoria académica de aquellos que pasaron
una estadía en el exterior por razones políticas y/o académicas. En ese sen-
tido, los libros aparecen como la mediación entre académicos repatriados,
alumnos, lugares de exilio y/o capacitación y el aula. Lo global y lo local,
habitualmente percibidos como tendencias opuestas, se articulan material-
mente en las bibliotecas y en los textos. Un académico de Mendoza recuer-
da que
la mayoría de esos profesores (que venían de afuera) no solamente
incorporaron las cosas que efectivamente traían como bagaje personal
sino que incorporaban sus propias revistas, sus textos, sus libros.
(62:12)
De esa manera, el pasado permea las bibliotecas que, a su vez, nutren sus-
tantivamente los syllabi y que contribuyen a una socialización de la biblio-
grafía que es frecuente en la Argentina. Entre las consecuencias de dicha
socialización están aspectos positivos como la vinculación entre alumnos y
profesores, la posibilidad de acceder a nuevas y valiosas fuentes de consul-
ta, la circulación nacional e internacional de ideas y el abaratamiento de
costos. Pero también hay que destacar la violación de derechos de propie-
dad intelectual mediante las fotocopias, la precariedad de las bibliotecas
personales debido a la calidad del papel y el encuadernado de las fotocopias
y la volatilidad de la información accesible ya que ésta depende de conocer
a personas que poseen los textos.
LEANDRO RODRIGUEZ MEDINA 101

El mismo académico citado en el último pasaje, donde recordaba su expe-


riencia como alumno, retoma la línea argumentativa, ahora desde la posi-
ción de profesor e introduce dos aspectos destacables. Primero, más allá del
crecimiento tecnológico en relación a la circulación de ideas (Gross et al.
2002; Cubo de Severino 2007), el tiempo no parece haber afectado sustan-
tivamente el impacto de las bibliotecas personales en la elaboración de los
programas de las asignaturas y, por lo tanto, en los contenidos con los cua-
les los alumnos tienen contacto. En segundo lugar, la imposibilidad —a ve-
ces por razones financieras, pero también por el cortoplacismo de las auto-
ridades universitarias— de conseguir que las bibliotecas universitarias sean
una fuente de información actualizada, para docentes y alumnos.
Hoy a mí me pasa más o menos lo que le pasaba a aquellos profesores
que fueron profesores míos. Y es que (uno) va a Buenos Aires y com-
pra tres o cuatro libros y viene. Uno, éste es para vos Walter... éste me
lo quedo yo... esto para fulano. Y finalmente los libros nuestros termi-
nan socializándose y terminan siendo usados por los estudiantes, por-
que en realidad el libro no está en la biblioteca. Una anécdota: hay un
texto que es de Marsh y Stoker, es sobre teoría y método. Yo compré
el libro y con él empecé a trabajar y hacerlo conocer en la facultad.
Obviamente cuando yo ya me hice del libro sería ya era el año 2000 y
el texto era del 95. Cuando en un momento determinado yo me tenía
que hacer cargo de una materia, entonces digo: “El texto central en
esta materia, que voy a utilizar, es este texto”. Entonces le pido al de-
cano que por favor haga una reproducción, unos 15 o 16 ejemplares,
[...] fotocopia completa de este ejemplar. Entonces me dice: “No, no,
yo voy a cortar con este hábito de utilizar fotocopias, [...] Vamos a
comprar 15 o 20 ejemplares del libro”. Entonces le digo: “Mirá Juan
Carlos, te pido que no hagas esto porque este es un texto español, es
caro y no vas a comprar 15 o 20. Y yo tengo casi 80 alumnos, enton-
ces no van a poder usarlo.” Entonces me dice: “No, no, no, esto va a
ser así”. Entonces yo, bueno uno ya tiene experiencia, me fui a la fo-
tocopiadora y les dije: “Mire, quiero que digitalicen este libro com-
pleto”. Y bueno, pasó el tiempo... hoy todavía la biblioteca no tiene
un solo ejemplar de ese libro. [...] Este tipo de cosas son absoluta-
mente frecuentes para nosotros. (62:13, énfasis añadido)
Las bibliotecas personales, por lo tanto, nos hablan también de las limita-
ciones institucionales, de la falta de material en las bibliotecas públicas y
universitarias y de la necesidad de transferir recursos privados de los do-
centes al estudiantado, sin ningún tipo de reconocimiento de las institucio-
nes —como podrían ser bonos de compra de libros para profesores— pero
también poniendo en duda cuál es el lugar específico donde se genera cono-
102 STUDIA POLITICÆ 14 ~ otoño 2008

cimiento. Si bien el aula es un lugar fundamental de la vida académica, es-


pecialmente en sistemas educativos orientados a la enseñanza (Kent 2002;
Mody y Kaiser 2008), la importancia de las bibliotecas personales y las li-
mitaciones de las institucionales desplazan el lugar de trabajo del académi-
co, recluyéndolo en su estudio particular, generalmente en su domicilio.6
La obvia consecuencia es la eliminación de la sociabilidad propia de la vida
académica y necesaria para el debate de idea y el intercambio académico.
Como no tengo libros en la biblioteca, los libros los tengo en mi casa.
Esto en otro contexto no existe. P: Aquí en general, ¿hay una impor-
tancia clave de las bibliotecas personales? R: Sí, yo tengo más sopor-
te logístico en mi casa que lo que pueda tener en la facultad. Debo te-
ner 400 libros, tengo una computadora personal, tengo todo el equipo
como para trabajar en casa. Así que termina siendo investigación do-
miciliaria. Con lo cual eso conspira contra la estadía de ese intercam-
bio que uno puede pensar, el debate disciplinar. (55:78)
En el mismo sentido, los académicos se ven obligados a llevar adelante la
tarea que las bibliotecas institucionales rara vez pueden cumplir. No sólo
destinan una buena parte de su tiempo a la búsqueda de nuevo material
—algo que las bibliotecas universitarias de los países desarrollados consi-
deran una de sus actividades fundamentales— sino que además toman el
riesgo personal de violar derechos de propiedad intelectual con el fin de
mantener sus programas actualizados y brindar la mejor educación posi-
ble a sus estudiantes, como así también de acceder a material de utilidad
para sus investigaciones. Internet, aunque ha cambiado la velocidad y
ciertas dinámicas, sólo ha reforzado para el académico el peso de la bús-
queda de textos, con la consecuencia colateral de estimular la aparición
de bibliotecas personales virtuales.
Con Internet tenés mayores posibilidades. Yo me he armado una bi-
blioteca en el disco rígido impresionante, que uso mucho sobre todo

6 Con escasas excepciones, tanto públicas como privadas, las universidades argentinas

no dan oficinas a sus académicos, forzándolos a realizar su actividad científica en sus


domicilios particulares o en lugares públicos, como cafés y bibliotecas. Sin embargo, al
tener los recursos básicos de trabajo en sus hogares —las bibliotecas personales— los
profesores optan por refugiarse en sus más o menos equipados estudios privados. Un
profesor consulto en una universidad pública de Buenos Aires cuenta su caso en relación
a esto. “¿Usted me dirá por qué trabajo en mi casa?, acá tengo mis libros, mi radio, allá
me los robarían, acá también me lo pueden robar, pero porque no se puede cerrar con
llave, usted no puede tener ni una portátil, ni un libro importante porque no, y todos los
boxes son compartidos (...) Conclusión: trabajo en mi casa. No... así no se puede.”
(63:61)
LEANDRO RODRIGUEZ MEDINA 103

en el posgrado. En inglés, castellano, francés, en el idioma que ven-


ga. [...] Porque algunas cosas sí son de acceso libre, pero hay otras
que no, que se han cortado. En eso soy bastante oportunista. Entonces
cada revista te ofrece, en general, sobre todo las escritas en inglés, un
ejemplar de prueba, cosa que por supuesto saco. Y después otro de
los pulpos que encontré es, alguna revista te manda una suscripción
gratuita por un mes, 60 días o tres meses. Agarro un día y bajo, em-
piezo, todo lo que tenga algún parentesco de familia lo bajo y lo fi-
cho, viste, después veo si eso sirve, si alguna vez se va a usar o no,
porque no tenés tiempo. [...] Son ese tipo de cosas que te permiten
acceso interesante e incluso a muchas revistas que uno no tiene idea
de que existían. Porque uno tiende a suscribirse a las conocidas, pero
de pronto hay un montón que no tenía ni idea. Y la suscripción hoy
tiene un costo muy caro. Sobre todo a partir del 2001. (47:74)
Los comentarios de los entrevistados en relación al peso y función de las
bibliotecas personales en la fase académica de sus vidas han sido coinci-
dentes. Por un lado, señalan que las bibliotecas personales son redes en las
que están involucrados otros actores humanos (colegas que compran libros
cuando viajan, por ejemplo) y no humanos (librerías del extranjero o inter-
net, por ejemplo) que se reconfiguran continuamente (Latour 2005; Law
2006b). Por el otro, no dudan en señalar que las bibliotecas personales son
en parte respuesta a deficiencias institucionales, especialmente a la escasez
de recursos bibliográficos brindados por las universidades.
Asimismo, los académicos destacan el aspecto dinámico de las bibliotecas
personales. Lejos de percibirse como objetos fijos, las bibliotecas evolucio-
nan (Manguel 1996) y expresan, con sus presencias y sus silencios, trayec-
torias personales, familiares y profesionales (Battles 2003). Entre esos cam-
bios es posible percibir (a) la incorporación de fotocopias como recurso
derivado de la dificultad económica o de accesibilidad para conseguir tex-
tos, especialmente entre los académicos más jóvenes; (b) las revistas acadé-
micas, que son una demanda académica relativamente reciente en la histo-
ria de las ciencias sociales argentinas (Murmis 2005), y (c) la recurrencia a
la tecnología, especialmente internet, para mantener la biblioteca actualiza-
da, a la vez que transforma su materialidad al incluir cada vez más archivos
digitales entre los elementos introducidos.

IV. Conclusiones

Este artículo considera las bibliotecas personales como problema de inves-


tigación y como resultado de complejas negociaciones —individuales y
104 STUDIA POLITICÆ 14 ~ otoño 2008

colectivas— entre académicos y su entorno. Esas negociaciones son tra-


ducciones en la medida en que el académico y la biblioteca van incorpo-
rando sucesos, decisiones, desplazamientos, personas, diferencias sociales
e intereses. Mientras el académico es “traductor” de los libros a los que
accede, utilizándolos en clase o en sus investigaciones, los libros son “tra-
ductores” de fenómenos personales y sociales que dejan huella en la forma
en que se arman, organizan, circulan y se mantienen las bibliotecas perso-
nales.
En este sentido, ha sido posible identificar tres momentos en los cuales las
bibliotecas parecen ser traducidas de diferente modo: (a) la infancia y ado-
lescencia, (b) la formación y (c) el ejercicio profesional. En vista de esto
sería posible argumentar que las bibliotecas personales evolucionan junto
con su(s) propietario(s), de forma tal que, especialmente en el caso de los
académicos, las identidades de ambos, humanos y no humanos, son nego-
ciadas (Callon 1998). 7 También es posible observar que las bibliotecas per-
sonales cumplen una función clave en la educación de los científicos socia-
les en la medida en que, debido al escaso apoyo bibliográfico institucional,
los profesores usan sus propios textos en sus clases. No sería muy arriesga-
do decir que sin las bibliotecas personales, los estudiantes de ciencia políti-
ca en Argentina estarían condenados a leer pocos y desactualizados textos
que pueblan la mayoría de las bibliotecas universitarias.
El artículo también ha mostrado que las bibliotecas personales son actores
de redes en las que están presentes otros objetos (muebles, librerías, inter-
net) y personas (colegas, estudiantes, bibliotecarios, autoridades universita-
rias, familiares). Estas redes deben ser tomadas como objetos de estudio si
se pretende observar cómo circulan las ideas dentro y fuera del país. En la
medida en que estas redes reflejen intereses reales de los académicos, éstas
podrán verse como una oportunidad para superar las limitantes geográficas,
de recursos financieros y humanos y la concentración de información y
prestigio en algunos centros (ciudades, universidades). Ninguna universi-
dad del mundo en la actualidad puede jactarse de tener todo el acervo bi-
bliográfico que sus profesores requieren. Por ello, casi todas han desarrolla-
do estrategias de vinculación interinstitucional que permita la circulación
fluida de textos y, con ellos, de ideas. Tal vez, los escasos recursos biblio-
gráficos de los profesores podrían ser más eficientemente utilizados si los
académicos —a través de los colegios o asociaciones profesionales, por

7 Evidencia histórica ha mostrado, incluso, que el desarrollo de las bibliotecas ha lleva-

do a modificaciones en la arquitectura, en particular la referida a la construcción de ca-


sas particulares, lo que a su vez altera la distribución de espacios internos y las relacio-
nes intrafamiliares (Petroski 1999)
LEANDRO RODRIGUEZ MEDINA 105

ejemplo— pudieran conformar redes densas en las que estuvieran involu-


cradas sus bibliotecas.
La importancia de las bibliotecas personales en la producción y circula-
ción de conocimiento en la ciencia política argentina tiene un efecto cola-
teral negativo: lleva al académico a trabajar en su casa, en forma particular
y sin el intercambio que garantiza el trabajo en sus instituciones. Sin ofici-
nas ni bibliotecas completas, el trabajo intelectual se relega a lo privado,
los estudiantes no conocen cómo ni dónde desarrollan sus actividades sus
profesores y las instituciones no generan la sinergia que el trabajo colabo-
rativo suele producir. Esto, por un lado, vuelve al aula un lugar más rele-
vante de lo que es, porque allí no sólo se transmite el conocimiento sino
que se vuelve el único ámbito de interacción sistemática entre académicos
y estudiantes y, por ello, uno de los pocos lugares donde puede producirse
nuevo conocimiento (Mody y Kaiser 2008). Por otro lado, y en términos
epistemológicos, el desplazamiento del académico hacia su estudio priva-
do refuerza la idea de que las ciencias sociales no necesitan ‘laboratorios’
o lugares de trabajo ya que su principal tarea es ‘pensar’ y el pensamiento
no requiere lugar. Falso. Si los académicos desarrollan sus quehaceres en
sus hogares es, en buena medida, porque allí tienen los recursos necesarios
(papelería, libros, computadora, impresora, mesas, sillas) que son necesa-
rios para llevar adelante cualquier tarea intelectual. Pensar es una actividad
que necesita una particular configuración espacio-temporal. Ignorar esto es
contribuir a la reproducción de las limitaciones de las universidades (me-
diante un silencio cómplice que no demanda) y, a la vez, invitar a un esti-
lo de reflexión pura en la que los académicos sólo leen y escriben, como si
las ciencias sociales fueran reducibles a la meditación contemplativa.
Ahora bien, por ser un estudio cualitativo y enfocado exclusivamente en
politólogos o profesores de carrera de ciencia política, los resultados de este
artículo deben ser tomados con precaución. No se debe asumir, en ese sen-
tido, que los politólogos son necesariamente representativos de ningún gru-
po más amplio ni que los intelectuales en general —una categoría especial-
mente compleja en la Argentina— pueden ser reducidos a los politólogos.
Un abordaje etnográfico de una biblioteca en particular podría haber com-
plementado este estudio con detalles sobre formas y mecanismos de adqui-
sición, como así también la negociación simbólica de los intercambios, sea
a través de relaciones capitalistas de compra-venta como de relaciones no
comerciales (regalos, herencias, etc.). Además, el estudio de las bibliotecas
personales puede verse mejorado si un análisis en profundidad de los conte-
nidos —títulos específicos— permite arrojar algún parámetro en relación
con influencias teóricas, escuelas de pensamiento o circulación de ideas. La
introducción de la obra de un autor extranjero, por ejemplo, puede ser cla-
106 STUDIA POLITICÆ 14 ~ otoño 2008

ramente descripta a partir de análisis de redes sociales (y textuales) como el


sugerido. Finalmente, es importante reconocer el aspecto económico con
más detenimiento. Una biblioteca crece o se reduce, en parte, debido a la
sencilla razón de ausencia o disponibilidad de recursos. Más aún, estudios
económicos podrían mensurar el impacto que tiene la violación de derechos
de propiedad intelectual a partir del uso de fotocopia y de programas para
compartir archivos digitales, que permite la circulación de material sin el
pago de los cánones correspondientes.
Independientemente del camino a seguir, las futuras investigaciones ten-
drían que reconocer que la materialidad de la vida social, y en particular de
las ideas a través de libros y bibliotecas, es uno de los elementos fundamen-
tales para garantizar que el conocimiento fluya y se difunda nacional e in-
ternacionalmente. Los académicos lo saben, y por eso siguen poblando sus
estantes con más libros. ¿Lo saben los demás?

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