El Estudio Sociológico de La Educación

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Unidad 2: El Estudio Sociológico de la Educación

PRESENTACIÓN
La educación desempeña un papel fundamental en la dinámica general de nuestras sociedades.
En este capítulo planteamos la relación existente entre sociedad, sociología y sociología de la
educación. Primero formulamos la respuesta sociológica a la pregunta: ¿por qué estudiar
Sociología de la Educación?, a través de las aportaciones de diferentes autores y teorías, para
seguir con la concreción de nuestro campo de estudio a partir de la interacción entre sistema
educativo y sociedad y a partir de ahí explicar el desarrollo que proponemos en este libro.
Cuestionamos el parcelamiento y reduccionismos todavía presentes en la enseñanza y
argumentamos la igual importancia de la dimensión sociológica junto a la dimensión didáctica y
la psicológica. Finalmente, en el apartado de sociología y práctica escolar, definimos qué
entendemos por práctica escolar y concretamos las aportaciones que la sociología hace a su
construcción.

a) La Educación en el Mundo Actual:


La educación es una actividad social tan básica como el trabajo en las sociedades actuales.
La transmisión de la cultura acumulada a las nuevas generaciones es necesaria para la reproducción
y el progreso sociales. Se convierte por eso en una actividad central en su dinámica general y en su
vida cotidiana. De hecho, las sociedades avanzadas gastan enormes sumas de dinero en la
educación de sus ciudadanos al tiempo que los discursos oficiales depositan en ella ingentes
esperanzas de presente y de futuro. Y desde los organismos mundiales se insiste en que es
prioritario potenciar la educación en las sociedades pobres como primera e imprescindible medida
para conseguir su desarrollo y la solución de sus problemas de pobreza y de construcción de una
sociedad basada en los derechos humanos. Alguna vez se ha dicho que extender la educación a
todos los ciudadanos es la forma más eficaz, aunque sea silenciosa, de revolucionar las sociedades
para hacerlas justas e igualitarias.
Además, tan pronto como un partido político consigue, como representante de un grupo o
clase social, el poder en la sociedad, declara la educación sector prioritario y la cambia haciendo
reformas. Considera que la escuela debe seleccionar a los mejores o integrar la sociedad y apuesta
por un modelo clasificador y selectivo o comprensivo e integrador; cambia los programas y pone o
quita el latín o la música, amplía o recorta la participación de los padres en la gestión, cambia los
procedimientos de nombramiento de la dirección, apuesta por el sector público o por el privado...
También los ciudadanos demandamos más y mejor educación porque la consideramos
clave en nuestras vidas: cada vez estamos más años en el sistema de enseñanza. Si las generaciones
anteriores no fueron a la escuela o estuvieron poco tiempo, lo normal para una gran parte de las
actuales es estar en torno a los veinte años de su vida dentro del sistema formal de enseñanza.
La educación además se ha diversificado: aparte de lo que tradicionalmente venía siendo
la enseñanza, hoy tenemos otras formas: hay educación ocupacional, aulas de mayores, la «ciudad
educadora», lo que llaman «educación social», se propone como ideal necesario la educación para
toda la vida o «educación permanente», etc.
Entre las formas más extendidas de definir nuestra sociedad están las de «sociedad del
conocimiento» y «sociedad de la información», que expresan directamente la importancia de
primera línea que asume la educación.
Palomares, Francisco Fernández. Pág. 1,2
b) El Campo de la Sociología de la Educación:
Hay pues cuestiones educativas de una gran importancia en la dinámica social y de un gran
interés para todos los ciudadanos, sobre todo los directamente relacionados con el mundo de la
educación, profesorado, alumnado, familias y responsables políticos. Veamos algunos ejemplos de
cómo se ha acercado a ellas la Sociología de la Educación como prueba de la importancia, interés y
utilidad de nuestra disciplina.

a) La relación entre educación e igualdad social:


¿Colabora el sistema educativo a una mayor igualación social o «reproduce» la estructura de
desigualdad existente en la sociedad? La expansión de los sistemas educativos se hizo sobre el
supuesto de que era el medio más eficaz para conseguir una sociedad de mayor igualdad.
Sinembargo hay muchas investigaciones que demuestran que existe relación entre origen social y
rendimiento escolar, que en la escuela triunfan más las clases medias y altas y fracasan más las
clases bajas, por lo que la escuela parece más bien reproducir las desigualdades existentes y
legitimarlas. La Sociología ha ido más allá y ha tratado de descubrir las causas o mecanismos por
los que la escuela es reproductora: ya Bourdieu y Passeron en los años sesenta y posteriormente
otros autores como B. Bernstein mostraron cómo la cultura de la escuela está construida con
elementos que son los propios de las clases medias y altas que de entrada tendrían una mayor
familiaridad con ella. Sin embargo, hay también casos de personas de clase baja que triunfan en la
escuela. La Sociología ha tratado también de ver en qué condiciones es esto posible o de otra
manera cómo ha de ser la escuela donde en lugar de producir el fracaso de las personas
pertenecientes a clases sociales de escaso capital cultural, sea posible el triunfo de todos. El
sociólogo H. Levin ha puesto en marcha en EE UU la experiencia de las «escuelas aceleradas»; el
sociólogo M. W. Appel nos presenta en su libro Escuelas Democráticas interesantes modelos de
escuelas, muy distintos al «oficial» o «escuela del sistema» en sus métodos de trabajo, en su
definición del conocimiento, en sus modelos de relaciones sociales, etc. y donde más del 90% de su
alumnado, de clase baja, logra reunir los requisitos para el acceso a la Universidad. También en
España el grupo CREA de Barcelona está colaborando en la construcción de un modelo escolar
semejante, las «comunidades de aprendizaje».
No se trata de volver al «idealismo pedagógico» (la educación como remedio de todos los
males de la sociedad). En estas propuestas se intenta evitar que la escuela actúe como un
instrumento más de desigualación, pero se es consciente de que la desigualdad social tiene sus
causas en estructuras y procesos exteriores a la escuela, que están más allá de la acción
propiamente escolar, y que estos educadores tratan también de modificar por su compromiso
político y ciudadano.

b) Las relaciones entre educación y trabajo:


¿La evolución del mercado de trabajo se caracteriza por exigir una mayor cualificación y formación
en los trabajadores, que se verían así obligados a una mayor y más larga formación para lograr una
inserción laboral y social satisfactoria? No parece claro ni parece haber datos concluyentes. Hay
estudios de la década pasada que apuntaban a una «dualización» en el mercado de trabajo y en sus
demandas: se exige una minoría altamente cualificada que realiza las innovaciones científicas y
tecnológicas y para los demás, que se limitan a aplicar esas innovaciones, no es necesaria mucha
cualificación. Hoy investigamos la incidencia que pueda estar teniendo en esta cuestión el auge de
la llamada «sociedad del conocimiento» o «de la información» no faltando quienes plantean que
con la extensión de la automatización potenciada por la informática hemos llegado al «fin del
trabajo». Sí que parece que están incidiendo en una mayor cualificación las nuevas formas de
organización de las empresas («empresa red»). En lugar de la gran empresa que incluía todos los
procesos de producción y distribución de los productos, hoy tenemos una «red de empresas» que
asumen por separado los distintos elementos del proceso de la producción y de la distribución con
el fin de responder mejor y con mayor eficacia a situaciones de demanda cambiante. Aquí sí que
parecen necesarias personas con una mayor formación y capacidad de interpretar la información,
innovar los procesos y productos, asumir responsabilidades y tomar decisiones con rapidez. De
todas maneras, hay quien piensa que los problemas del mercado de trabajo se han de resolver
actuando sobre él, y proponen medidas como el reparto del empleo a través de la reducción de la
jornada laboral, años sabáticos para los trabajadores o rebajar la edad de jubilación.

c) Escuela y formación de identidades:


La escuela es la institución socializadora por excelencia que configura la identidad de los sujetos
con los valores centrales de la cultura dominante de la sociedad. Cada sociedad configura el tipo de
escuela que le resulta eficaz para producir el tipo de personas que necesita. Hay estudios que tratan
de ver a través de qué mecanismos (y hablan de «currículo oculto» en las aulas que remite a las
prácticas concretas socialmente definidas y las experiencias que se viven y no a los principios
oficialmente declarados) funciona esta producción de los individuos y cómo la sociedad o la clase
dominante en ella impone a la escuela el modelo de organización y funcionamiento que resulta
favorable a sus intereses de clase. Así, por ejemplo, cómo logra la escuela hacernos «buenos
trabajadores asalariados», ordenados, obedientes, puntuales, dispuestos a hacer no importa qué
con tal de obtener un salario. O cómo la escuela inculca la laboriosidad y la moral compulsiva del
trabajo, la competitividad y el individualismo. Pero también hay estudios que muestran la
posibilidad de que la escuela se comprometa con la defensa de la ciudadanía y que forme individuos
críticos y solidarios, capaces de comprender e interpretar su mundo de manera libre y de llegar a
comprometerse en la construcción de una sociedad con mayor igualdad, más justa y democrática.
Hay sociólogos como H. Giroux que han elaborado toda una teoría sobre la escuela que la presenta
como el ámbito privilegiado para la formación del sentido de lo público, lo común, lo de todos sin
exclusiones y como el ámbito propicio para construir personas comprometidas con la democracia.

d) El papel de los «actores» o del «sujeto»:


Aunque en la presentación que venimos haciendo de la problemática de estudio por la Sociología
ya tenemos presente las posibilidades dialécticas de cambio social, durante mucho tiempo la
sociología de la educación presentaba al sistema educativo como algo que respondía de manera
mecánica a las presiones estructurales de la sociedad, de la economía, de la clase dominante, etc.
Hoy pensamos que las dinámicas sociales son dialécticas, es decir que todo poder acaba generando
contrapoder y resistencias, y por tanto abiertas a la posibilidad de transformación y cambio. La
sociedad está constituida por el conflicto dialéctico de clases y tratamos de ver cómo las personas
pueden y de hecho actúan frente a esas presiones, respondiendo y construyendo colectivamente
nuevos significados a las situaciones que pueden generar cambios de esas dinámicas. Es lo que
llamamos la reivindicación del sujeto o del actor frente a la estructura. Pero en sociología el «actor»
o «sujeto» no lo concebimos de manera abstracta, sino vinculado y condicionado (tal vez
producido) por el grupo, el contexto, la cultura de clase que nos explica sus reacciones, sus
posibilidades y desde la que tratamos de explicar las estrategias de resistencia y cambio que
desarrolla. Es modélica en este punto la investigación de P. Willis (Aprendiendo a trabajar) para
explicar el comportamiento «antiescuela» de un grupo de chicos de clase obrera de una ciudad
industrial inglesa.

e) Hay cuestiones más concretas:


¿Debe la escuela adecuar su proyecto de centro a las características sociales y culturales del
contexto social (barrio, centro, medio rural...) en que funciona? ¿De qué manera? ¿«Debe la escuela
rural formar alumnos rurales» o debe estar al servicio de unos «valores universales», los de la
cultura científica y abstracta en principio válidos para todos? M. Subirats (1987) refiriéndose a la
escuela rural catalana habla de que su función hoy es aportar a las personas que viven en ese medio
los saberes modernos necesarios para que les sea posible organizar su vida propia de una manera
digna en ese su medio. Lo que en sociología nos planteamos es la necesidad de partir en la
educación del conocimiento de las situaciones concretas que influyen y configuran a los sujetos que
educamos, por tanto, las dinámicas del barrio, de la ciudad, del medio concreto... Y aunque es una
línea que cuenta con pocos trabajos hechos, creemos que tiene una gran importancia. Cada vez
más a corto plazo hablaremos de «ciudad educadora», de abrir la escuela a la participación del
barrio, de diversificar los saberes y las actividades escolares, los profesionales de las escuelas, etc.
precisamente como exigencia y resultado de esa apertura y diálogo de las organizaciones escolares
ante las demandas de los públicos y los contextos a que sirven.
El campo de la Sociología de la Educación es muy amplio. Basta con estos ejemplos. Pero
podrían ponerse más:
– ¿Por qué existe una doble red escolar, centros públicos y privados? ¿Qué diferencia hay entre
ellos? ¿Responden a públicos diferentes? ¿Qué función o qué efectos sociales tiene esta
estructuración del sistema educativo? ¿Hasta qué punto el asistir a una u otra red condiciona el
futuro escolar y social del alumnado?
– ¿Hay mucha violencia en las escuelas? ¿Por qué existe esa violencia? ¿Por qué se produce el
rechazo, la objeción, el absentismo escolar? ¿La objeción escolar tiene el mismo significado en
todos los casos o puede tener un significado diferente según la clase social? ¿Son estos fenómenos
más propios de ciertos grupos sociales, los más alejados de la cultura escolar y que cuentan con
menos apoyos en su medio para hacer frente a las exigencias escolares y sociales en general?
– ¿Por qué esta pasión por el cambio y la reforma permanente que caracteriza a las
administraciones educativas y a los políticos? ¿Actúa la retórica de las reformas educativas como
sustitutivo de las reformas sociales que es lo que habría que hacer pero que no se hace por su
mayor dificultad?
– ¿Puede realmente el sistema educativo hacer realidad las elevadas esperanzas y «funciones» que
se le asignan en las sociedades actuales: hacer posible la democracia formando ciudadanos activos,
el pleno empleo, la justicia social...? ¿Hasta qué punto?
– ¿Tener muchos estudios ayuda a conseguir buenos trabajos? ¿Cómo es hoy la inserción laboral
de la juventud?
– ¿Qué conocimiento debe transmitir hoy la escuela: disciplinas científicas, «saberes socialmente
útiles», habilidades como la capacidad de análisis, construcción de sentido y de crítica (puesto que
toda la información está en Internet)?
– ¿Cómo han de ser los profesores de la escuela actual?
– ¿Qué escuela necesita una sociedad como la nuestra donde los cambios son tan profundos y tan
rápidos, a nivel tecnológico, económico, social, etc.?
Parece pues que la sociedad como contexto donde funcionan los procesos educativos es el
referente fundamental para su definición, organización y gestión, y que los profesores han de
conocer ese marco sistémico en cuya dinámica están las claves básicas para comprender y definir
el trabajo profesional que realizan en los centros educativos con su alumnado.
La sociología, como estudio científico de la sociedad, debe ayudarnos a encontrar
respuestas válidas y suficientemente contrastadas a esas preguntas. Respuestas que vayan más allá
de las meras opiniones, y que permitan superar las «apariencias», es decir los lugares comunes
tanto del pensamiento común (que fabrican sobre todo los medios), como del pensamiento oficial,
fundado en la propaganda política, y que sean así un camino y un apoyo válidos para las demandas
colectivas de intervención política y para las decisiones personales que hayamos de tomar
relacionadas con nuestra educación.
Palomares, Francisco Fernández. Pág. 2 - 6
c) ¿Por qué Estudiar Sociología de la Educación? La Especificidad de la mirada
sociológica, como mirada crítica:
La sociología puede ser entendida como esa manía por ver la realidad quitando los
decorados y mirando detrás de las interpretaciones oficiales.
La sociología, como la ciencia en general, se caracteriza porque nos aporta puntos de vista
o conocimientos diferentes a los habituales, pero que son «científicos», es decir empíricamente
contrastados y argumentados lógicamente, aunque abiertos siempre al contraste con los resultados
de nuevas investigaciones. Representan, muchas veces, el paso de la ignorancia y las simples
opiniones (tal vez las supersticiones), al saber objetivo que caracteriza la vida de las sociedades
modernas. Presentaré brevemente esta capacidad, que tiene la sociología, de cambiar nuestra
visión y nuestra conciencia sobre la realidad
social (y educativa), y por tanto sobre nosotros mismos. Es lo que de alguna manera podemos
llamar «la sociología como saber crítico» y reflexivo. Al sustituir las visiones comúnmente aceptadas
o las visiones oficiales sobre los distintos aspectos de la sociedad, incluida la educación, por aquellas
otras que ella construye científicamente, contribuye al cambio y la transformación social. La
Sociología de la Educación aportará también visiones diferentes de muchos aspectos de la dinámica
escolar con lo que colaborará a su transformación y mejora, y a hacer de la práctica profesional de
los profesores una opción personal más ética y responsable.
Partiremos de la afirmación de que «las cosas no son lo que parecen». Por ejemplo, la gente
pensaría que es el sol el que gira alrededor de la tierra, como se pensó durante mucho tiempo. Eso
es lo que aparece o parece, lo que nos indican nuestros sentidos. Ha sido la ciencia, con sus métodos
de hipótesis y validación de las mismas, confrontando con datos comprobables, la que nos ha
llevado a un conocimiento más exacto. Y hoy todos pensamos y nadie duda que, a pesar de la
apariencia que induce a lo contrario, es la tierra la que gira alrededor del sol. No obstante en su
momento el pensamiento científico se abrió paso con dificultad y Galileo tuvo que soportar varios
procesos con la Inquisición. La construcción del conocimiento científico como una actividad social
choca con intereses establecidos y provoca tensiones y luchas. Muchas de las aportaciones de la
Sociología de la Educación (las teorías de la Reproducción en su momento) entran de lleno en el
campo de las discusiones y los juegos de intereses sociales. Por eso resultan tan polémicas, más en
el pasado que en el presente.
Giddens dice que la sociología ofrece una perspectiva distinta y sumamente ilustrativa
sobre el comportamiento humano. Aprender sociología significa distanciarse de nuestras
interpretaciones personales del mundo para mirar a las influencias sociales que conforman nuestras
vidas. La sociología no niega ni disminuye la realidad de la experiencia individual. Ahora bien, con
ella obtenemos una conciencia más rica de nuestras propias características individuales y de las de
los demás, desarrollando la sensibilidad hacia el universo más amplio de la actividad social que nos
envuelve (Giddens, 1991: 39).
La mayoría de nosotros vemos el mundo según las características que tienen que ver con
nuestra propia vida. La sociología demuestra que es necesario utilizar un punto de vista más amplio
para saber por qué somos como somos y por qué actuamos de la forma en que lo hacemos. Nos
enseña que lo que consideramos natural, inevitable, bueno o verdadero puede no serlo y que las
«cosas dadas» de nuestra vida están influidas por fuerzas históricas y sociales.
P. Berger nos define la sociología como el intento por comprender la sociedad de una
manera científica, es decir conforme a unas reglas que están muy definidas. No es la única manera
de obtener un conocimiento de la sociedad, que también nos lo puede dar la literatura, la poesía o
el cine, pero goza de una consideración social particular a partir sobre todo de la modernidad.
Necesita pues un rigor metodológico y una teoría precisa y construida con todo rigor.
1. Lo que mueve al sociólogo, plantea P. Berger, es el deseo de conocer lo humano. Comprender el
porqué de las acciones humanas, los mecanismos que las producen incluida lo que llamamos
libertad y sus limitaciones. Pensamos que hay mucho que desconocemos, que las acciones humanas
y el ser humano tienen muchas claves y aspectos ocultos. Uno de ellos es su raíz social, su unidad
con el entorno cultural, su producción desde una unión relacional con el contexto social en forma
de cultura o dependencias relacionales, materiales y afectivas. La verdad de las acciones humanas
(que siempre son sociales), por tanto, muchas veces no está visible sino oculta y por eso es
necesario ir más allá de las apariencias y ver lo que está oculto, lo que está tras las fachadas,
superando todos los trucos que la vida hace para infundir tranquilidad.
2. Pero por otra parte lo humano que tratamos de conocer no es materialmente distinto de lo
humano que constituye nuestra experiencia cotidiana. La sociología descubre significaciones y
dimensiones diferentes sobre la realidad en que vivimos y por tanto también sobre nosotros
mismos. Esto «oculto» que descubre la sociología no son cosas desconocidas sino ver lo humano
en una perspectiva diferente que es nueva. Se ven las cosas que constituyen la experiencia cotidiana
de todas las personas incluida la del sociólogo, pero desde una perspectiva diferente y con
significados nuevos.
Así la sociología cambia nuestra perspectiva sobre nosotros mismos y sobre nuestra
experiencia (y sobre nuestra vida en sociedad). Es decir, lo peculiar de la sociología es la
coincidencia de sujeto y objeto, el sujeto que estudia es a la vez o forma parte del objeto estudiado
o al revés, el objeto estudiado es también de alguna manera el sujeto que lo estudia.
Por eso muchas veces nuestros deseos o intereses pueden influir (como prejuicio individual
o como presión colectiva) en las teorías que construimos o los estudios que hacemos, y al mismo
tiempo las conclusiones a que llegamos en nuestro trabajo nos influyen en nuestra vida personal y
grupal, y nos cambian.
3. Puede decirse que la máxima principal de la Sociología es ésta: las cosas no son lo que parecen.
[...] La realidad social pasa a tener muchos estratos de significado. El descubrimiento de cada nuevo
estrato cambia la percepción del conjunto (Berger, 1976:40). Porque las cosas no son lo que
parecen. Las acciones humanas tienen muchos niveles de significado y no siempre todos son
conocidos, sino que hay que descubrirlos, mirando detrás de la apariencia, «detrás de las
fachadas», rasgar o quitar los decorados mediáticos o de la propaganda oficial, para sustituirlos por
otras visiones más objetivas, y que respondan a los intereses de todos.
4. Por lo tanto quisiéramos afirmar que existe un motivo de desenmascaramiento y demostración
de mentira o exageración, inherente a la conciencia sociológica. El sociólogo se verá forzado, una y
otra vez, por la lógica misma de su disciplina, a bajar del pedestal los sistemas sociales que estudia.
Esta tendencia a desenmascarar no se debe forzosamente al temperamento o a las inclinaciones del
sociólogo. En realidad, puede suceder que el sociólogo, que como individuo puede ser de una
disposición conciliatoria y totalmente desafecto a alterar las cómodas suposiciones en las que se
basa su propia existencia social, se vea obligado, no obstante, a hacer frente a lo que dan por
sentado las personas que lo rodean. En otras palabras, quisiéramos afirmar que las raíces del motivo
para desenmascarar en sociología, no son psicológicas, sino metodológicas. El marco de referencia
sociológico, con su procedimiento –que forma parte de su estructura
misma– de buscar niveles de realidad diferentes de los que se dan en las interpretaciones oficiales
de la sociedad, lleva consigo un imperativo lógico de desenmascarar las simulaciones y la
propaganda por medio de la cual los hombres encubren sus mutuas acciones.
Este imperativo de desenmascaramiento es una de las características de la sociología,
particularmente en nuestro país en las condiciones de la era moderna (Berger, 1976: 60). De ahí
quizá el gusto de la Sociología tanto por lo noble como por lo innoble, por lo «no oficial», por los
perdedores, lo desviado y considerado oficialmente problemático o negativo.
5. Dando un paso más, podemos preguntarnos por las características (o razones) de esta visión
crítica: Esta forma de ver diferente o «crítica» que es la mirada sociológica, tiene que ver con el
hecho de poner los hechos aislados en perspectiva holística o de conjunto, de decir que todo tiene
que ver con todo en la dinámica del marco global donde todo se sitúa y enraíza, que es la sociedad.
Que como seres sociales, nada en nosotros es ajeno al funcionamiento de la organización, o del
todo que llamamos sociedad. Lo habitual
en nosotros, condicionados por el pensamiento socialmente dominante, es justo lo contrario:
pensarnos como individuos aislados y solitarios y utilizar esta óptica individualista y aislacionista
para interpretar nuestra existencia.
La visión sociológica se construye utilizando una perspectiva «la más general» o global, la
que se refiere al gran complejo de relaciones humanas que es la sociedad como sistema de
interacción, que es demás una perspectiva de globalidad o totalidad.
Lo que caracteriza y lo que es la perspectiva sociológica se comprende cuando explicamos
lo que entendemos por sociedad que es definido como «un gran complejo de relaciones humanas,
o... un sistema de interacción», que estaría constituido por esa trama de significados y expectativas,
que hacen posible que las personas orienten recíprocamente sus acciones y se relacionen y vinculen
mutuamente.
La mirada sociológica como capacidad de mirada crítica es algo que se adquiere con
esfuerzo... es resultado de mucha lectura, de concentración, de adquirir la pasión por saber, es
fruto de un afán muy grande por la libertad, la dignidad, la realización personal...
Pero no parece estar de moda esto de «criticar», «pensar», reflexionar, la pasión de saber
y superar la ignorancia con el esfuerzo intelectual. Como recomienda el Dr. Romerales,
globalizólogo, en la viñeta de Forges en El País de 24-04-02, a su paciente: «Nada de apagar la tele,
nada de leer, nada de hablar en familia, nada de pensar, nada de disentir, nada de opinar y, sobre
todo, nada de criticar». «Vaya dieta más chunga », se queja el paciente. Y el doctor añade. «No se
queje: puede ud. comprar».
Palomares, Francisco Fernández. Pág. 6 - 14

d) El Sistema Educativo como parte de la Organización Social Global:


No es exactamente igual «sistema educativo» y «sistema de enseñanza». El sistema de
enseñanza vendría a ser sólo una parte del sistema educativo, que sería más amplio y abarca a todo
lo que en una sociedad tiene que ver con los procesos de socialización que producen en ella a los
individuos. Nosotros al hablar del sistema de enseñanza lo asumimos en toda su complejidad, como
mecanismo de socialización, queremos considerar sus funciones educativas no sólo las instructivas.
Desde ahí nos vemos obligados a considerar su relación con el resto de los mecanismos que educan
en una sociedad, es decir, todo lo que en una sociedad tiene que ver con los procesos de
socialización. De ahí que prefiramos la expresión sistema educativo sobre la de sistema de
enseñanza y que, de hecho, nuestro interés científico esté en conocer en definitiva esos procesos
más amplios de producción social de los individuos.
El sistema educativo es una parte importante de ese sistema global que llamamos sociedad,
constituido por la interacción entre sus componentes en el seno de la cual se definen la naturaleza
y funcionamiento de cada uno de ellos.
El estudio sociológico de la educación ha de consistir en el análisis del sistema educativo en
tanto realidad social, es decir, en tanto constituido por las interacciones que se establecen con el
resto de las partes del sistema global que llamamos sociedad.
Hay en primer lugar una parte introductoria que desarrolla: 1) una presentación de en qué
consiste el estudio sociológico de la educación, 2) qué es la sociedad, es decir, el concepto
fundamental del que partimos y al que continuamente nos referiremos porque es el marco que da
sentido a los distintos conceptos y planteamientos en que nos apoyaremos y que utilizaremos
(cultura y socialización, los tipos de sociedades, las desigualdades, el cambio social, etc..); una
presentación del conjunto del que decimos es parte el sistema educativo, y 3) una presentación de
los distintos enfoques que se han creado en nuestro campo y cómo plantean las relaciones
educación y sociedad, es decir, la naturaleza del sistema educativo.
Viene después una PRIMERA PARTE en que estudiamos esa interacción entre sistema
educativo como subsistema y el conjunto de la estructura social u otras partes o subsistemas del
mismo (economía, política, estructura de clases...).
En el sistema social global, en primer lugar, la historia como desarrollo temporal de las
relaciones entre los grupos y las clases sociales enfrentados por la hegemonía política que ha
cristalizado en los sucesivos períodos históricos en distintas formas de Estado (política), y que en el
juego de estas relaciones ha ido configurando y construyendo un sistema educativo que en su
proceso histórico refleja esos cambios que están también presentes de alguna manera en la
realidad que nos llega a nosotros.
En segundo lugar, las funciones sociales de la educación. Un planteamiento de conjunto y
sintético a las distintas demandas que la sociedad ha hecho y hace, su evolución en la historia... y
cómo afecta al propio sistema, cómo las cumple, cómo la entiende o interpreta, o cómo va
evolucionando para responder a ellas o a las nuevas que puedan surgir.
Las desigualdades y las relaciones entre clases sociales como motor de la dinámica social,
de la económica, de la política y de la cultura.
Por último, las relaciones con la economía y el mercado de trabajo. Cómo el sistema
educativo ha de adecuarse a las demandas de creación y difusión de conocimiento y de formación
que plantea la economía y su evolución, y cómo a través de la formación y la orientación desempeña
un papel importante en los procesos de inserción laboral de las personas.
La SEGUNDA PARTE se centra en un estudio del funcionamiento del subsistema escolar (la
organización escolar) como algo que es producido en el seno de las relaciones que mantiene con el
resto de los elementos del sistema social global. Pretendemos así acceder a una explicación
profunda y objetiva de los que constituyen las prácticas escolares como prácticas sociales.
El sistema educativo estaría compuesto por el conjunto de centros de los distintos niveles
educativos (Infantil, Primaria, etc.). Es claramente el producto de la organización social global que
lo crea, lo financia y lo va modelando en el seno de la interacción existente entre sistema educativo
y sociedad a lo largo de la historia... Lo fundamental en él sería la interacción (demandas y
respuestas en ambos sentidos) con el resto del sistema social desde la cual habría que definir,
entender y construir su estructura, sus roles, sus objetivos, es decir, su organización y su
funcionamiento, o sea, lo que también llamamos «las prácticas escolares».
El sistema de enseñanza sería, sobre todo, el ámbito que la sociedad crea para la
transmisión de la cultura básica y común de la sociedad, y la clasificación y distribución de sus
miembros en la división social del trabajo existente, es decir, la institución socializadora
fundamental en las sociedades complejas.
El entorno sería el sistema social en sus límites más próximos y difusos. La familia, los
municipios y barrios, los contextos próximos... el centro como parte de la vida de la comunidad
cultural, social, etc. La ciudad educadora. La escuela de masas exige proximidad para hacer
comprensibles sus significados y conseguir que la experiencia escolar sea algo con sentido para
todos.
El cambio en la educación. La inserción del centro en la dinámica del cambio social y el
papel de sus agentes o actores. La escuela es un centro abierto a las dinámicas culturales y es
fundamental ver como se incorpora a la dinámica del cambio social.
La sociedad demanda a la escuela que forme a sus individuos que los cualifique
laboralmente, que los socialice, que aumente los niveles de igualdad y la conciencia de ciudadanía.
La escuela demanda medios, regulaciones más eficaces, etc. La sociedad controla y evalúa, exige
que seamos responsables; la escuela pide consideración social y económica de los profesores, y
está dispuesta a ser responsable ante la sociedad.
Palomares, Francisco Fernández. Pág. 14,15,16
e) La Dimensión Social de la Escuela. Relación con las Dimensiones
Didáctica y Psicológica:

La mentalidad dominante en la enseñanza es una mentalidad parcelada y reduccionista.


El cada vez más complejo mundo de las profesiones del ámbito educativo funciona sin las necesarias
conexiones entre sus especialistas ni enfoques interdisciplinares. Por ejemplo, solemos admitir que
haya, por un lado, «teóricos» cuyo contacto directo con el mundo de la enseñanza es mucho menor
de lo que sería necesario y por otro, que haya «prácticos» que consideran innecesario cualquier
lectura o reflexión teórica convencidos de que sus rutinas cotidianas les dan la seguridad necesaria
para su quehacer profesional. El de matemáticas puede llegar a pensar que no tiene nada en común
con el de geografía o el de plástica y recíprocamente. Es el resultado de una práctica históricamente
muy consolidada y que tiene su correlato en la forma como hemos organizado la formación del
profesorado.
En esa mentalidad o concepción comúnmente aceptada y consolidada de lo que es enseñar,
tenemos claro que la educación está para que los niños aprendan los contenidos de cada asignatura
y saquen buenas calificaciones, o como mucho se admitirá que hay que lograr el desarrollo personal
de los individuos, hacerlos competentes y competitivos.
Está clara la existencia en la enseñanza de una dimensión didáctica, es decir los métodos
de enseñanza y transmisión de los contenidos que den lugar a aprendizajes eficaces y buenas
calificaciones (éxito); por otra parte, está clara también la dimensión psicológica: el profesor ha de
conocer la psicología del alumno, qué es eso de la inteligencia, la memoria, las aptitudes, el
pensamiento abstracto o la aptitud verbal, que ha de ayudar a madurar y desarrollar en el niño.
Debe poseer una especie de «plano» del edificio a construir, unos esquemas de la «psique» a
configurar sobre todo en sus aspectos más operativos que convertirán a los niños en alumnos
eficaces, en máquinas altamente competitivas.
No se sabe muy bien si la escuela tiene o no una dimensión social, se acepta que la escuela
no es neutral, pero se niega que tenga que ver con la política, que forme parte de las dinámicas
políticas y sociales más amplias que de hecho la empapan y que tienen presencia ineludible en el
ejercicio profesional cotidiano de quienes trabajamos en el ámbito de la enseñanza, al tiempo que
plantean opciones de ética personal. Sin duda que esto tiene que ver con los sistemas de formación
del profesorado socialmente establecidos.
Sin embargo, en la escuela ocurren muchas más cosas de las que considera esa mentalidad
práctica dominante, como está tratando de poner de manifiesto la sociología crítica de la educación
desde hace muchos años ejerciendo su función reflexiva. Con la creación del concepto de currículo
oculto se ha referido a las influencias profundas que tiene la experiencia escolar en los sujetos y en
la función social que cumple de crear un determinado tipo de hombre para un determinado tipo de
sociedad, puesto que esa experiencia está relacionada con cómo la sociedad, a través de sus leyes
y de sus saberes pedagógicos oficiales u oficializados, estructura la escuela, sobre todo en tanto
mecanismo productor del tipo de personas que considera necesarias para su funcionamiento. En
definitiva, en la práctica social de la enseñanza hay efectos ocultos (y cultados) que no por eso dejan
de ser reales y que, dada la eficacia y persistencia con que se alcanzan, son los fundamentales: es
lo que en sociología llamamos la socialización y la producción social de los individuos. Esos efectos
ocultos y persistentes tienen que ver con la experiencia que los sujetos viven en ella, que a su vez
se relaciona con cómo está estructurada la escuela lo cual tiene que ver sobre todo con los métodos
de trabajo que implantamos y con cómo organizamos las relaciones sociales que tienen lugar en
ella.
La escuela es una realidad entonces más compleja que no se agota sólo con las relaciones
individuales que tienen lugar en su actividad cotidiana, sino que tiene también una dimensión social
que estudia la sociología y cuyo conocimiento es tan necesario a las personas que gestionan los
procesos educativos como el de las dimensiones didáctica y psicológica, que damos por supuesto.
Los problemas técnico-didácticos no son nunca eso sólo, la enseñanza no es un mero problema de
comunicar con eficacia lo que se dice que hay que comunicar, sino que la práctica de esa técnica de
enseñanza desencadena una serie de mecanismos complejos cuyo análisis desborda el terreno puro
de lo instrumental, pero que necesariamente son parte a considerar al configurar esa técnica
(Gimeno, J. y Pérez, A. 1983). El trabajo docente cotidiano se explica como instrumento de
transmisión cultural más compleja y no sólo se modela con los criterios puramente didácticos, sino
que tiene sus orígenes en la dinámica social global. Y aunque por eso en principio puede escapar al
control del profesor y de la propia institución escolar, puede ser hecha consciente y reconstruida
de manera responsable como parte de la opción política y profesional de los profesores, que no son
técnicos asépticos sino ciudadanos, pudiendo actuar como «intelectuales transformadores».
Cuando el cura de Barbiana se planteaba que la clase no pasaba de tema hasta que todos lo
hubieran comprendido y responsabilizaba a los que ya habían comprendido que también lo hicieran
los demás, cuando se negaba a usar calificaciones o cuando hacía de la prensa y del debate con
personalidades exteriores a la escuela una fuente privilegiada de acceso al conocimiento, construía
didácticas renovadas y originales, con un referente psicológico (o modelo de persona a formar)
configurado desde modelos diferentes a los habituales; pero la explicación profunda es una opción
social y política que contempla una sociedad diferente que es el punto de partida de su didáctica
innovadora. El compromiso con el cambio y la construcción de una sociedad solidaria, le lleva a
definir un proyecto psicológico distinto y una actividad didáctica y educativa muy distinta a la de
las escuelas del sistema.
La enseñanza tiene pues una dimensión social, además de la didáctica y de la psicológica,
que consiste en que forma parte de la dinámica general de la cultura dentro de nuestras sociedades
complejas para transmitir contenidos culturales y socializar a los individuos. Ahora bien, nuestras
sociedades complejas son contradictorias como consecuencia de estar formadas por grupos con
intereses enfrentados como las clases sociales, que sustentan proyectos sociales contradictorios
entre sí, lo cual hace que la escuela sea también algo contradictorio y que en su dinámica estén
siempre presentes opciones contradictorias, ante las cuales han de moverse quienes trabajamos
en ellas.
La gestión de la práctica exige algún grado de conocimiento de cómo es la dinámica que
sigue la realidad, y cuanto más amplio y seguro es ese conocimiento más adecuada, responsable y
ticamente se puede gobernar la práctica.
Por ejemplo, podemos considerar el método magistral, en su dimensión didáctica, como
una técnica repetitiva, que no favorece la creatividad y por eso inútil e inadecuada, poco efectiva
puesto que sus aprendizajes se olvidan pronto, en definitiva, porque pensamos que los aprendizajes
necesarios hoy tienen otras características. Se apoya en una psicología antigua y superada, de
repetición de conductas para reforzar la formación de hábitos, etc. y que ni respeta ni favorece las
diferencias individuales. Pero lo fundamental y la razón de su vigencia está en el tipo de sociedad
que la establece como el elemento clave de sus prácticas escolares. Una escuela configurada sobre
el método magistral como referente básico de su pedagogía es la más adecuada para producir
individuos sumisos para una sociedad jerarquizada. El plano sociológico es el fundamental, el que
resulta en última instancia el más explicativo de los modelos pedagógicos que tenemos en las
escuelas y de sus cambios.
Palomares, Francisco Fernández. Pág. 18 - 21

f) Sociología y Práctica Escolar:


Nuestro libro se destina, fundamentalmente, a los estudiantes de Sociología de la
Educación en las Facultades de Ciencias de la Educación y Escuelas de Magisterio. Ya con el plan de
estudios vigente en ellos, pero también con la cultura de los centros, se propicia un ambiente muy
pragmático que rechaza la especulación teórica, tenga o no sentido, y el debate intelectual sea útil
o no. El alumnado se orienta hacia la adquisición de habilidades prácticas (las didácticas, el
diagnóstico en la orientación...), de lo que consideran depende un ejercicio profesional eficaz en la
enseñanza. De ahí que muy pronto surja la pregunta de «esto, ¿para qué sirve?» y la demanda
insistente de «prácticas». No nos vamos a detener a desmontar la falsa equivalencia establecida
entre práctica y utilidad por un lado y teoría e inutilidad, por el contrario, ni a explicar que puede
haber «prácticas» completamente inútiles y «teorías» muy útiles e imprescindibles. La sociología
ha de responder a estas objeciones y creemos es posible, a través de un planteamiento adecuado,
hacer ver que la sociología hace aportaciones fundamentales a la práctica profesional del
profesorado (y de todas las profesiones del mundo de la educación) y que por tanto debe
considerarse como un componente básico e imprescindible de su formación en tanto profesionales.
En el marco de nuestra cultura dominante este concepto de práctica (como praxis) ha
quedado marginado hasta el punto de su casi total desaparición, de manera que al hablar de
práctica todo el mundo entiende la poiesis gobernada por la techne y nadie la praxis apoyada en el
compromiso y la reflexión personal. Naturalmente que las habilidades didácticas son necesarias
para el profesor, como parte importante de su quehacer en el que siempre será útil una cierta
racionalización de sus estrategias. El problema es cómo concebimos su naturaleza, que no puede
tomarse del mundo de la producción material, sino más bien del ámbito de lo específicamente
humano, reflexivo y relacional donde hay que construir de manera singular la actuación con más
posibilidad de racionalidad y adecuación a la complejidad de cada situación, de cada sujeto en cada
circunstancia social e histórica. El mundo de la educación es un mundo complejo donde los mitos
de la tecnología y la eficacia pueden llegar a producir muchos problemas.
Entendida como «praxis», como hemos analizado anteriormente, cualquier práctica
humana es una actividad racional que tiene componentes teóricos. La práctica es algo que se
construye y en el proceso de construcción hay multitud de cuestiones que atender, de tipo técnico
y de tipo social, personal, ético, político... Por ejemplo, problemas educativos tan «prácticos» como
¿qué conocimientos enseñar? o ¿cómo agrupar a los alumnos? siendo inmediatos y concretos
requieren, sin embargo, una gran dosis de reflexión teórica y de opciones éticas y políticas.
Por tanto, uno de los elementos centrales de cualquier práctica humana o social es la teoría.
Ninguna práctica podrá mantenerse como tal si no se apoya en una sólida construcción teórica. Se
puede decir que no hay práctica sin teoría, como tampoco hay teoría sin práctica. La realidad es
algo que las integra dialécticamente y no procede la separación entre teoría y práctica. Si esto es
válido de cualquier práctica humana, mucho más lo es para prácticas humanas y sociales tan
complejas como la escolar.
Hay pues muchos tipos de prácticas. Como mínimo hay prácticas reproductoras,
anquilosadas que no resuelven los problemas, sino que los aumentan y prácticas transformadoras,
creativas que buscan innovar para responder mejor a las necesidades sociales y del alumnado.
Cuando en nuestros ambientes se utiliza el argumento de «la práctica», no es raro que se esté
invocando además precisamente aquella que viene consolidada por los «muchos años de ejercicio»,
que ya «ha echado los pájaros de la cabeza», y por tanto es realista y sabia, pero que, si analizamos
seriamente, como concepción global de la profesión tiene mucho que discutir, clarificar y criticar.
Así pues, la utilidad práctica de la Sociología se ve porque hay experiencias y proyectos
educativos de singular interés que toman sus trabajos y afirmaciones como un referente
fundamental en su construcción como proyectos educativos concretos. Así podemos citar las
«escuelas aceleradas» creadas por el sociólogo H. Levin; o las experiencias de escuelas
democráticas descritas en el libro de ese nombre por el sociólogo M. W. Apple y las comunidades
de aprendizaje puestas en marcha por el grupo de Barcelona CREA, en varias comunidades
autónomas de España.
Después de lo dicho podemos intentar concretar cuáles son las aportaciones concretas de
la Sociología a la práctica profesional del profesorado y de ahí su necesidad de estar presente en la
formación inicial y permanente del mismo.
Palomares, Francisco Fernández. Pág. 22 - 31

g) Funciones Sociales de la Educación:


Las funciones sociales. Toda institución social cumple la tarea de satisfacer ciertas
necesidades de los individuos. La educación, como institución social, también realiza importantes y
múltiples funciones, a través de las cuales proporciona unidad, madurez, cohesión, tanto al grupo
en general como sus miembros.
Hay toda una serie de finalidades sociales de la educación que, más allá de sus fines
meramente individuales y a menudo en consonancia u oposición con los mismos, son inherentes a
la misma. Entre otras funciones destacamos las siguientes:
- Asegurar la continuidad social. Al igual que los seres vivos, la sociedad trata de reproducirse y
perpetuar su identidad a lo largo del tiempo. Esto lo consigue transmitiendo a las nuevas
generaciones todo el patrimonio cultural acumulado por las generaciones anteriores. En este
sentido la sociedad es conservadora y procura mantener sus tradiciones, usos y costumbres. La
educación es uno de los principales medios para formar ciudadanos que encajen con los moldes
socialmente preestablecidos.
- Promover el cambio social. Pero la sociedad necesita al mismo tiempo introducir nuevas variantes
y perspectivas, capaces de renovar viejas estructuras y asegurar su supervivencia y progreso. La
educación contribuye también a fomentar espíritu crítico y la creatividad de los individuos, a
promover y preparar el terreno para el cambio social.
No obstantes, algunos críticos de la educación dudan que la escuela, como institución
educativa y dado el carácter conservador de la misma pueda llevar a cabo el carácter innovador y
progresista de la sociedad. Es posible, señalan, que la escuela intente preparar a los individuos para
los retos sociales del futuro, pero con escaso éxitos y muy lejos de los objetivos que pretenden
alcanzar los idealistas de la educación.
- Adaptar a los individuos al grupo. Si el cambio social fuese demasiado rápido o intenso, la
sociedad viviría una situación de crisis, de inseguridad y desconcierto. La función tradicional que ha
desempeñado la educación es la de facilitar la inserción del individuo en el mundo social, hacerle
miembro del grupo social. La vida social requiere que a través de la educación los nuevos miembros
se adapten paulatinamente a las situaciones existentes. Según Durkheim este ha de ser el objetivo
prioritario de Educación.
- Ejercer un control social. Todo grupo humano establece unas normas sobre el comportamiento
de sus miembros y los obliga a someterse a ellas. Gracias a la educación se consigue la cohesión, la
unidad del grupo, y se establecen las condiciones de su identidad y de su fuerza. Este control se
ejerce de modo muy diversos: ideología, costumbres, religión, derecho, sanciones, etc.
- Servir a los fines políticos. Según lo anterior, la educación se muestra un buen instrumento al
servicio de los designios políticos, pudiendo preparar a los individuos par un cambio y, sobre todo,
para consolidar la situación existente.
- Realizar una selección social. La educación, a través de procedimientos selectivos, puede
establecer diferencias entre unos individuos y otros y conferirles roles sociales diferentes.
Algunos sociólogos, consideran que esto puede ser negativo, dado que la escuela tiene un
papel activo en la perpetuación de las desigualdades sociales, en la medida que el sistema escolar
enseña y propaga la cultura de las clases dominantes.
Otros, sin embargo, defienden dicha selección, cuando lo que se pretende es formar y
seleccionar cuadros directivos competentes que sepan dirigir eficazmente los destinos de la
colectividad.
- Disminuir las diferencias sociales. Frente a las posturas anteriores, la educación debe mirar a unos
intereses del individuo, pero también, al propio tiempo, a las conveniencias de la sociedad, ha de
proporcionar a las capas inferiores de la sociedad, según el principio de igualdad de oportunidades.
La educación ha de ser uno los principales instrumentos que permitan la igualación de los diversos
sectores sociales.
- Promover el desarrollo material de la sociedad. El desarrollo económico de un país depende en
gran medida del nivel educativo y cultural del mismo. En efecto, la escuela, al elevar el nivel cultural
de los individuos aumenta también sus capacidades y, sobre todo, les otorga una base para la
cualificación profesional, imprescindible para la expansión industrial. No en vano se observa que
los países que tienen un alto o bajo nivel de desarrollo económico tienen también un alto o bajo el
nivel educativo.
Funciones de la escuela: En este punto, no está demás conocer las funciones de la Escuela
- Funciones Adquisiciones
- Guardar a los niños
- Mantener a los niños ocupados mientras sus padres están en sus actividades
- Socialización
- Enseñarles normas básicas de conducta social
- Prepararles para el mundo del trabajo
- Adquirir conocimiento: Adquirir las habilidades básicas instrumentales: leer, escribir,
expresarse, aritmética
- Adquirir el conocimiento científico
- Ritos de iniciación: someterles a pruebas que sirven de selección para la vida social
- Establecer discriminaciones entre ellos
Delval, Juan. Aprender en la vida y en la escuela. Ed. Morata. Madrid. 1999. Pag 92

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