Ud1 Entrenamiento Habilidades Psico
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2. Resumen .................................................................................................................. 26
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UD 1. La relación de ayuda profesional
La alianza de trabajo o terapéutica, es decir, la relación de ayuda que se construye entre un/a
profesional y el consultante, es un ingrediente fundamental para la obtención de resultados
positivos en la intervención psicológica. Se trata no solo de un punto en el que coinciden las
diferentes corrientes psicológicas, sino que es una cuestión evidenciada empíricamente en
múltiples ocasiones. Así pues, la relación de ayuda no parece un asunto baladí y, por tanto,
conviene no pasarla por alto. Por ello, esta asignatura está fundamentalmente dedicada a la
relación de ayuda y las habilidades que permiten establecerla, ahondado en los diferentes
ingredientes que contribuyen a generar una buena alianza de trabajo.
Concretamente, en esta primera unidad vamos a introducir qué es la relación de ayuda (y qué no
es), en qué consiste el proceso de intervención y algunas cuestiones éticas concretas
relacionadas con la relación de ayuda. Asimismo, trataremos el enfoque de la potenciación como
forma de trabajar con el/la destinatario/a de la ayuda. Finalizaremos abordando los cuatro
modelos fundamentales de relación que se pueden establecer en la intervención: el
paternalista, el informativo, el interpretativo y el deliberativo, ahondando en sus puntos fuertes
y débiles.
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1. Desarrollo del contenido
¿La alianza de trabajo se relaciona con un mejor éxito de la intervención psicológica? ¿Qué es
una buena relación de ayuda? ¿De qué depende que se genere o no una buena relación de ayuda?
¿Hay habilidades involucradas que se puedan entrenar? Estas preguntas, entre otras, tienen que
ver con dos asuntos cruciales para el psicólogo/o sanitario/a: la relación de ayuda y las
habilidades involucradas.
Play
Mira el siguiente vídeo en el que el psicólogo gestáltico Buenaventura del Charco Olea explica
la importancia de la alianza de trabajo. Puedes profundizar más con los vídeos de la profesora
María Xesús Froxán Parga y del catedrático Marino Pérez Álvarez.
Para entrar en materia, vamos a definir algunos conceptos clave. En primer lugar, mira la
definición de relación de ayuda que aparece en el ABC. Además de ser necesario saber qué es
una relación de ayuda, conviene también definir en qué consiste una buena relación terapéutica.
De acuerdo con Goldstein y Myers (1986), una relación positiva se relaciona con sentimientos
de agrado, respeto y confianza por parte del psicólogo/a y del consultante hacia el otro
integrante del equipo.
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A, B, C…
La relación de ayuda profesional puede definirse como los sentimientos y actitudes que
los participantes de la intervención tienen entre sí y la manera en que los expresan (Bados y
García, 2011).
De hecho, ese es un punto importante de la alianza de trabajo, que ambas personas sientan una
identidad común, que forman un equipo. Esta alianza de trabajo está constituida por tres
componentes fundamentales:
El vínculo emocional positivo favorece que el consultante esté abierto y motivado a explorar sus
problemas, colaborando de forma activa tanto en la evaluación como en el establecimiento de
objetivos y tareas.
Nota
1. En primer lugar, la relación de ayuda es unilateral porque lo que se discute son los
asuntos problemáticos del consultante y no los del psicólogo/a; además, la relación se
orienta a ayudar al consultante, alcanzando ciertos objetivos.
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2. En este mismo sentido, podemos decir que la relación es asimétrica, ya que las personas
no están situadas en igualdad de condiciones, no goza de horizontalidad sino de
verticalidad. De hecho, como comentaremos más adelante, es importante que se
mantenga esta unilateralidad, restricción y asimetría, ya que las denominadas relaciones
duales complican la labor de ayuda.
En este sentido, es preciso remarcar el hecho de que se trata de una ayuda profesional. El
psicólogo/a sanitario es un profesional formado con profundos conocimientos sobre las formas de
funcionamiento de la mente humana y la forma de intervenir en ella. Pero dichos conocimientos
técnicos, aunque imprescindibles, no van a resultar suficientes per se, como avanzábamos al
indicar la relevancia de la alianza de trabajo.
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Estos mismos autores hablan de una serie de competencias que el psicólogo/a sanitario ha de
poseer para el adecuado ejercicio de su profesión, en aras de maximizar la eficacia y la excelencia:
1. Planificación y control.
2. Capacidad de análisis.
3. Gestión de recursos.
4. Eficacia y rigor profesional.
5. Toma de decisiones.
6. Comunicación interpersonal.
7. Trabajo en equipo.
8. Negociación y resolución de conflictos.
9. Resolución de problemas.
10. Liderazgo, impacto e influencia.
11. Autodesarrollo.
12. Autoconfianza.
La relación de ayuda y el éxito de la intervención están influidos, por tanto, por múltiples
factores, tanto del psicólogo/a como del consultante, incluyendo características personales,
actitudes y habilidades. De ellos nos ocuparemos con mayor profundidad en las unidades 2 y 3
de esta asignatura. Por el momento, vamos a definir en qué consiste el proceso de ayuda
psicológica y a tratar otra serie de cuestiones introductorias igualmente importantes.
La ayuda profesional que presta un psicólogo/a consiste, como ya sabes, en un proceso con unas
cuantas fases definidas. Vamos a recordarlo y a comentar dicho proceso a la luz del desarrollo de
la relación de ayuda entre el psicólogo/a y el consultante.
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1.2.1. Fases del proceso de ayuda
A continuación vamos a ver un resumen de las principales fases del proceso de ayuda psicológica,
destacando las cuestiones más importantes en cada una de ellas.
Recepción
Esta primera fase hace referencia a la toma de contacto inicial con el consultante, que
generalmente se circunscribe a la primera sesión con este o esta. Durante esta recepción inicial
de la persona se recoge información básica sobre la demanda que establece y se diseña el
marco de la ayuda desde el que se va a trabajar: conviene exponer el asunto de la
confidencialidad, así como sus límites, y explicar que su colaboración en el proceso es muy
importante para que la intervención funcione.
En esta primera fase se empieza a forjar la alianza terapéutica y juega un papel muy
importante la primera impresión que se lleve el consultante. Esa primera imagen va a depender,
entre otras cuestiones, de algunas características y habilidades del psicólogo/a, como su
atractivo, su fiabilidad, su empatía o su congruencia. Desgranaremos estos aspectos en las
siguientes unidades.
En esta fase va a ser importante recoger la información relevante, para lo que va a ser
necesaria la gestión de recursos y la planificación. Además, también va a ser muy importante
seguir construyendo la alianza de trabajo positiva, para lo cual, nuevamente, va a resultar
necesario demostrar empatía. Tanto para demostrar empatía como para asegurar la calidad y
precisión de la información que se obtiene resultan muy útiles las respuestas de escucha, en
las que ahondaremos en la UD3.
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Conceptualización del caso y devolución de información
Intervención
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Alta
La primera de ellas tiene que ver con las posibles recaídas futuras de la persona. En este
sentido, resulta fundamental realizar una buena prevención de recaídas que permita a la
persona 1) asentar los cambios conseguidos y 2) ser consciente tanto de las herramientas que
ha adquirido como de los signos de alerta ante los cuales tendría que utilizarlas. De esta forma,
ante indicios de una nueva recaída, esta podría evitarse con eficacia.
Por ello, es habitual realizar un periodo de seguimiento tras el alta. Es un periodo en el que
se espacian las sesiones (por ejemplo, en vez de semanalmente, el consultante acude tras el
alta una vez al mes, otra a los 3 meses y otra a los 6 meses). Dicho espaciamiento ayuda a
comprobar que los cambios generados son estables y no dependen de la asistencia a las
sesiones, así como también generar un distanciamiento que no sea abrupto en los casos donde
sea necesario.
La segunda cuestión tiene que ver con los sentimientos que la finalización de la relación de
ayuda puede generar en el consultante. En ocasiones, tras haber logrado una buena alianza de
trabajo, a la persona le puede dar mucha pena perder dicha relación o sentir miedo ante una
posible dependencia del psicólogo/a. En ese sentido, habrá que trabajar la cuestión y facilitar
el ajuste de la persona, por ejemplo, mediante un distanciamiento paulatino (por ejemplo, el
periodo de seguimiento) o proporcionando la opción de seguir en contacto ocasionalmente
mediante e-mail.
Como se puede observar, la alianza de trabajo juega un papel importante en todas las fases del
proceso de ayuda psicológica. No obstante, las primeras sesiones son las que resultan cruciales
para el establecimiento de dicha alianza de trabajo. Los estudios existentes al respecto han
encontrado que el momento clave para el establecimiento de la buena alianza de trabajo se
encuentra entre las sesiones tres y cinco (Gavino, 2015), durante y hacia el final de la fase de
evaluación, cuando ya se han compartido algunas horas y existe más confianza.
Sin embargo, como también han mostrado las investigaciones, un 50 % de las personas que
acuden al psicólogo/a no vuelven después de la primera sesión (Gavino, 2015). Dicha primera
entrevista resulta crucial para la decisión de si continuar o no, por lo que podemos decir que el
éxito de la intervención viene muy determinado por la capacidad de establecer la alianza
terapéutica. El fracaso para hacerlo implicará, en muchos casos, que se produzca el abandono y
ni siquiera llegue a haber intervención y, en otros, que la persona no se implique tanto como
podría en esta, lo que implicará obtener unos resultados peores de los que podrían alcanzarse.
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Sabías que:
Cuando alguien acude a nosotros por primera vez, sobre todo si no ha ido antes a un psicólogo
o le notamos nervioso, es buena idea generar un ambiente distendido y relajado haciendo
comentarios o preguntas generales, sin contenidos íntimos (por ejemplo, el tiempo que
hace o si ha tenido dificultad para encontrar la consulta; Gavino, 2015).
¿Qué cuestiones ayudan, entonces, en esa primera sesión a generar una buena relación
de ayuda? En este sentido, las habilidades verbales y no verbales por parte del psicólogo/a
(validar, reflejar, empatizar, etc., como veremos en próximas unidades) y su habilidad
diagnóstica han mostrado estar relacionados con la decisión de continuar asistiendo a sesiones
por parte del consultante, mientras que, si este último percibe falta de interés por parte del
psicólogo/a, aumenta la probabilidad de abandonar la incipiente relación de ayuda. A
continuación, se muestra la tabla 1, que indica las razones más frecuentes de los consultantes
para volver o no al psicólogo/a tras la sesión inicial (Gavino, 2015).
Tabla 1. Razones más recuentes de los consultantes para volver o no tras la sesión inicial.
Como podemos ver en la tabla, el consultante valora diversos aspectos en la primera sesión,
tanto cuestiones relacionadas con los conocimientos que percibe en el psicólogo/a como la
capacidad de este para mostrarse accesible, escuchar al consultante y hacerle sentir cómodo/a.
Si se siente incómodo/a, no se siente ayudado/a y escuchado/a y el psicólogo/a le resulta
inaccesible, a la par que minimiza sus problemas y se muestra distante y crítico/a, la probabilidad
de que el consultante vuelva a sesión se verá bastante reducida. Asimismo, también es relevante
la cuestión práctica del coste de las sesiones en aquellas situaciones donde el gasto no esté
cubierto por el sistema de salud o un seguro privado.
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En todo el proceso descrito de la ayuda psicológica, así como en la propia relación de ayuda que
se establece, es necesario observar algunos aspectos éticos cruciales y actuar conforme a
ellos. Así pues, dedicaremos el siguiente apartado a introducir estos aspectos.
Recuerda
La deontología es la parte de la ética que detalla los deberes y las normas de conducta
profesional de los integrantes de cualquier profesión. Todas las profesiones asistenciales
disponen de un código ético que regula el ejercicio de la profesión.
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En líneas generales, los artículos recogidos en el Código Deontológico ponen de manifiesto la
necesidad de respetar los valores de la persona que solicita la ayuda, sin imponerle los
nuestros, y de basar las prácticas en el conocimiento científico, buscando siempre su autonomía
y desarrollo positivo y sin crear falsas expectativas. Como establecimos al hablar del proceso de
ayuda, la intervención se ha de finalizar una vez se han alcanzado los objetivos, no siendo ético
prolongarla, por ejemplo, para seguir obteniendo rendimientos económicos. Además, es preciso
respetar escrupulosamente la confidencialidad tanto durante el proceso de ayuda como después
de finalizar este, salvo algunas circunstancias excepcionales.
Además, es necesario ser consciente de las implicaciones que tiene el tipo de relación establecida,
que ya hemos dicho que no es horizontal, de forma que no se produzcan consecuencias no éticas
derivadas de la situación de poder o superioridad. Sobre este aspecto es interesante ahondar
un poco más, concretamente en la cuestión de las llamadas relaciones duales.
A, B, C…
Una relación dual es aquella en la que el profesional mantiene una relación de ayuda con la
persona demandante de la misma y, a la vez, mantiene con ella otro tipo de relación que
puede ser de diferentes tipos: administrativa, instructiva, de supervisión, social, sexual, etc.
(Cormier y Cormier, 2000).
Las relaciones duales son un tema complicado en la relación de ayuda que puede generar
muchos problemas, motivo por el cual es necesario siempre poner los medios precisos para
evitarlas. Entre otras cosas, las relaciones duales comprometen la objetividad del profesional
que presta la ayuda y a menudo causan desequilibrios en la relación de ayuda, pudiendo una o
ambas partes sentir ciertas obligaciones o tener unas expectativas especiales.
Este es el motivo principal por el cual no se puede establecer, nunca, una relación de ayuda
profesional con nuestros familiares o amigos/as, aunque hay formas de relaciones duales menos
extremas que igualmente generan complicaciones. A continuación, encontraréis algunos
ejemplos de acciones que en algún grado crean una relación dual, así como algunas estrategias
para emplear ante cada una de ellas. Es importante, en todos los casos, ser amable y a la vez
firme, es decir, ser asertivo/a.
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No es adecuado que un psicólogo/a establezca con su consultante una relación social aparte de la relación de ayuda
profesional.
3. El demandante de ayuda quiere iniciar De nuevo, hay que rechazar la idea con
una amistad fuera de las sesiones (por delicadeza, pero firmemente. Será útil
ejemplo, al terminar la terapia). explicar que, como psicólogos/as, nos
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hemos sentido muy entusiasmados e
involucrados con la terapia y su buena
evolución, pero que no sería profesional
ni ético establecer otro tipo de relación
diferente de la estrictamente profesional
y, por tanto, es completamente imposible
hacerlo.
4. El psicólogo/a pide al consultante que Esta situación genera una relación dual
le haga un favor (por ejemplo, que le que hay que evitar. De nuevo, al realizar
acerque en coche a algún sitio al un favor, es posible que se generen
terminar la sesión) o el demandante expectativas concretas en el consultante
se ofrece a ello. y espere algún tipo de trato de favor.
Para tal fin resulta útil tomar como base el modelo de la potenciación o empowerment (López
y Costa, 2014; Costa Cabanillas y López Méndez, 2006). Este modelo implica tomar una
perspectiva estratégica en la relación de ayuda, adoptar un estilo profesional en torno a ciertos
valores y principios. Resulta siempre útil, pero especialmente en aquellos casos en los que nos
llegan personas que se sienten incapaces o a merced de las circunstancias de sus vidas. Así, la
propia relación de ayuda puede generar, desde las interacciones profesional-consultante, una
experiencia donde se dé poder y control o, por el contrario, una experiencia en la que se genere
una sensación de impotencia o indefensión.
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Viaja
Una buena metáfora del modelo de potenciación es la fábula del aguilucho, que puedes
encontrar en esta web.
Recuerda
Así, es fundamental tener en cuenta esta cuestión estratégica, que se encontrará de fondo en
la manera de desenvolvernos durante todo el proceso de ayuda, desde el inicio hasta el fin. La
estrategia de la potenciación como modelo de trabajo descansa sobre una serie de principios
estratégicos que se vertebran en dos ejes fundamentales: la validación y aceptación de las
experiencias de la persona y el cambio.
La validación es necesaria para la relación de ayuda y para poder influir a través de esta. Está
muy relacionada con la aceptación incondicional, que implica la validación del mundo
emocional, la legitimación del derecho de la persona a su mundo emocional y sus posiciones.
La aceptación incondicional consiste en considerar a la persona como un fin en sí misma,
interesarte y preocuparte por ella, acogerla y no juzgarla.
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Nota
La validación es un punto de partida importante y necesario a través del cual se forja la alianza
terapéutica. Si se minimiza o trivializa un problema de la persona o se discuten sus razones o
cómo se siente, se genera una resistencia que dificulta el entendimiento y la confianza y, por
tanto, la posibilidad de ayudar. A veces, puede resultar complicado validar algunas
cuestiones, sobre todo las relativas a las acciones o conductas de las personas. El truco está en
validar la perspectiva, el mundo emocional, las razones que tiene, en lugar de lo que hace.
Ejemplo:
¿Qué hacer en este caso? Resulta complicado validar, sobre todo cuando vemos que alguien
muestra poca empatía y e incluso agresividad hacia una persona en situación de
vulnerabilidad. Obviamente, no podemos validar su demanda de que su mujer vaya a
una residencia ni tampoco que muestre agresividad hacia ella. Lo que sí podemos hacer es
validar su perspectiva y mundo emocional: «Noto por todo lo que me dices, José, que
estás frustrado con la situación y muy agotado en tu día a día, que tienes la necesidad de
tener más libertad y la situación que vives te limita mucho».
Este tipo de respuesta permite conectar con la persona, sus necesidades, deseos y
emociones, y permite entrar a valorar diferentes opciones para que pueda encontrar más
libertad, sin necesidad de que dicha forma tenga que ser la que él proponía («meter» a su
mujer en una residencia).
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1.4.2. Cambio
No obstante, no es suficiente con la validación sin más, como resulta evidente. Si bien esta
constituye un primer paso necesario e irrenunciable, también es esencial promover el compromiso
con la acción, con el cambio. En este sentido, se trata de alentar la esperanza y la motivación
para el cambio en primer lugar y, después, promover y apoyar el compromiso con la acción,
promover experiencias de autoeficacia y control y, finalmente, promover cambios en el
contexto de la vida del consultante.
A la hora de promover esos cambios, el psicólogo/a debe preguntarse qué influencia quiere tener
con el consultante. Cualquier relación conlleva influencia en algún grado y, en el caso concreto
de la ayuda profesional, cabe reflexionar sobre esta cuestión más aún. Como hemos dicho, la
relación es asimétrica y el psicólogo/a está en cierta situación de superioridad, algo a tener en
cuenta en todo momento. Existen cuatro niveles de influencia:
1. Información: este tipo de influencia consiste en dar información fidedigna, dejando que
la persona tome la decisión que crea más conveniente, p. ej.: ante la necesidad de sustituir
una válvula del corazón, «con la válvula porcina no tendrás que tomar Sintrom toda la
vida, pero tendremos que cambiarla dentro de 10 años. Con la válvula mecánica no habrá
que volver a operarte, pero necesitarás de la medicación todos los días».
2. Persuasión: la influencia en este caso consiste en tratar de convencer de tomar una
decisión concreta, mediante la argumentación. P. ej.: en este caso, se trataría de
convencer a la persona de una de las dos opciones planteadas en el caso anterior.
3. Manipulación: la influencia en este caso implica chantaje emocional o tergiversación de
la información. P. ej.: «Cómo te vas a poner la válvula porcina, piensa en tu mujer y tus
hijos y el sufrimiento que van a pasar de nuevo si tienes que operarte cada 10 años, ¿de
verdad quieres hacérselo pasar mal?».
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4. Coacción: esta forma de influencia implica una amenaza que puede ser directa (p. ej.:
«Si no quieres ponerte la válvula mecánica, ya puedes buscarte otro cirujano, yo solo
trabajo con lo mejor») o indirecta (p. ej., ante la decisión de ponerse la válvula porcina,
ponerle delante la hoja de alta voluntaria).
Parece bastante claro que tanto la manipulación como la coacción no son deseables y debemos
evitarlas, y que la persuasión puede incurrir en trasladar nuestros valores al consultante.
Entonces, ¿cómo actuar? Existen diferentes modelos de relación de ayuda sobre los que vamos
a pensar en el siguiente apartado, analizando sus ventajas y desventajas.
La relación de ayuda implica a dos personas que estarán juntas durante todo el proceso: el
psicólogo/a y el consultante. Por tanto, merece la pena reflexionar un momento sobre la visión
que tenemos sobre cada uno de ellos y su papel dentro de la relación de ayuda, es decir, sobre
las diversas maneras o modelos de establecer esa relación de ayuda.
Reflexiona sobre la siguiente cuestión: ¿cómo describimos a la persona que pide ayuda?
Es alguien que tiene algún malestar y pide ayuda para poder sentirse mejor. Es alguien a
quien quizá los árboles le impiden ver el bosque o viceversa, con puntos débiles y fortalezas,
capaz de gestionar su vida de forma que se sienta a gusto con ella.
A continuación, vamos a ver los cuatro modelos de relación descritos por Emanuel y Emanuel
(1992). Estos modelos son el modelo paternalista, el modelo informativo, el modelo interpretativo
y el modelo deliberativo.
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1.5.1. El modelo paternalista
Es el modelo tradicional que todos tenemos interiorizado. Parte de que hay valores que son
objetivos y no son discutibles y se basa en que, como el profesional es el que tiene conocimientos
y criterio, es quien toma la decisión de qué es lo mejor y qué hay que hacer.
Nota
El modelo paternalista se podría resumir como «todo para el paciente, pero sin el
paciente».
En el modelo paternalista:
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En la actualidad, este modelo se considera justificado en casos de urgencia o gravedad donde
peligre la integridad de la persona, especialmente en el ámbito médico, pero más allá de esos
casos en los que no hay tiempo o posibilidad de que el consultante decida, se considera
inadmisible.
Recuerda
En el modelo informativo:
• El consultante tiene definidos sus valores y lo que no conoce son las cuestiones relativas
a su «situación clínica», la información más técnica, podríamos decir.
• Se proporciona información al consultante para que, bien informado, tome decisiones en
consonancia con sus valores.
• El consultante toma la decisión que cree más conveniente y el profesional la lleva a cabo,
su rol es de técnico experto.
• Los valores del profesional quedan a un lado, y en cierta medida los del consultante
también, pues no importa cuáles sean ni se busca entenderlos.
• El psicólogo/a evita posicionarse entre las diferentes opciones de intervención posibles,
incluso aunque el consultante pregunte directamente al respecto o pida consejo.
• Se intenta respetar, por encima de todo, el principio de autonomía.
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¿Cuáles son los principales problemas de este modelo?
El modelo interpretativo es un modelo que parte de considerar la realidad como conflicto. Los
valores del consultante pueden estar poco definidos y necesitar aclaración, o pueden existir
valores contrapuestos que entran en conflicto. El papel del psicólogo/a consiste en este caso en
ayudar a aclarar esos valores y a realizar la ponderación necesaria (con la información relevante,
como en el modelo anterior) para que la toma de decisiones satisfaga los valores del consultante.
Recuerda
En el modelo interpretativo:
El problema en este modelo puede venir de la alta especialización que va a necesitar el profesional
para interpretar y clarificar los valores del consultante. Asimismo, puede convertirse fácilmente
en paternalismo en la práctica, ya que ante la indecisión es fácil que muchas personas busquen
aceptar los valores del psicólogo/a y también es fácil que este/a último/a acabe de alguna forma
intentando persuadir de aquello que él/ella ve como claramente la mejor opción.
Finalmente, el modelo deliberativo considera que los valores del consultante están abiertos a
discusión y revisión a través de un debate moral. El profesional delibera con la persona sobre
lo más importante en esos momentos, sobre lo que quiere hacer con su propia vida. Se produce
un proceso de toma de decisiones compartida en que se comprometen tanto el consultante
como el profesional. El primero puede acabar eligiendo algo que el profesional no quiera, pero
este/a le acompaña hasta el final, no se produce abandono.
Nota
En el modelo deliberativo:
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• El consultante no se siente juzgado/a, porque no se le abandona.
• La autonomía del paciente se concibe como un autodesarrollo moral.
• Los valores del profesional pueden verse cuestionados, ya que tiene que asumir el riesgo
que la persona decida algo que no concuerde con sus propios valores.
La crítica a este modelo viene, sobre todo, de la idea de si es apropiado juzgar los valores de
las personas y tratar de promover determinados valores relacionados con la salud. Igual que
ocurría en el modelo anterior, además, el/la psicólogo/a puede caer fácilmente en el paternalismo
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por el los cuidados intervención elegida por
consultante. sanitarios. el consultante.
Tabla 3. Razones más frecuentes de los consultantes para volver o no tras la sesión inicial.
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2. Resumen
En esta primera UD hemos profundizado en los aspectos básicos de la relación de ayuda que
se establece con el consultante. Hemos visto que la alianza de trabajo es central en el proceso
de ayuda psicológica, teniendo diferentes matices a lo largo de las distintas fases de este.
Establecer desde el primer momento una buena relación de ayuda permite que no se produzca el
abandono por parte del consultante, lo que permite desarrollar el proceso de ayuda en su
plenitud.
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3. Mapa conceptual
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4. Recursos bibliográficos
Bibliografía básica
Bibliografía complementaria
Costa Cabanillas, M. y López Méndez, E. (2006). Manual para la ayuda psicológica: dar poder
para vivir: más allá del counseling. Madrid: Ediciones Pirámide.
Otros recursos
Vídeo explicativo del psicólogo gestáltico Buenaventura del Charco Olea donde explica la
importancia de la alianza de trabajo.
Ponencia del catedrático Marino Pérez Álvarez (Universidad de Oviedo) sobre El valor de la
relación terapéutica y cómo afecta a los resultados.
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