C-109-95 M.P. Alejandro Martínez Caballero

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Sentencia No.

C-109/95

REF: Demanda No. D-680

Normas acusadas: Artículo 3º (parcial) de la Ley 75 de 1968.

Actora: Marcela Barona Montua.

Magistrado Ponente: ALEJANDRO MARTÍNEZ CABALLERO.

Temas:
-La modulación de los efectos de la sentencia y la guarda de la
integridad y supremacía de la Constitución.
- El derecho a la reclamación de la verdadera filiación, como derecho
constitucional innominado.
- La nivelación de causales de impugnación de la presunción de
paternidad entre el marido y el hijo, y la prevalencia del artículo 406
del C.C., como efectos del principio de igualdad y del derecho a la
filiación.
- Los fundamentos constitucionales de las sentencias integradoras.

Santa Fe de Bogotá, quince (15) de marzo de mil novecientos noventa y


cinco (1995).

La Corte Constitucional de la República de Colombia, integrada por su


Presidente José Gregorio Hernández Galindo y por los Magistrados Jorge
Arango Mejía, Antonio Barrera Carbonell, Eduardo Cifuentes Muñoz,
Carlos Gaviria Díaz, Hernando Herrera Vergara, Alejandro Martínez
Caballero, Fabio Morón Díaz y Vladimiro Naranjo Mesa

EN NOMBRE DEL PUEBLO


Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION

Ha pronunciado la siguiente

SENTENCIA

I. ANTECEDENTES

La ciudadana Marcela Barona Montua presenta demanda de


inconstitucionalidad contra un aparte del artículo 3º de la Ley 75 de 1968,
la cual fue radicada en esta Corporación con el número D-680.

1. Del texto legal objeto de revisión.

El artículo 3º de la Ley 75 de 1968 preceptúa lo siguiente. Se subraya la


parte demandada:
"El hijo concebido por mujer casada no puede ser reconocido como
natural, salvo:

1o) Cuando fue concebido durante el divorcio o la separación legal


de los cónyuges, a menos de probarse que el marido, por actos
positivos lo reconoció como suyo, o que durante ese tiempo hubo
reconciliación privada entre los cónyuges.

2o) Cuando el marido desconoce al hijo en la oportunidad señalada


para la impugnación de la legitimidad en el título 10 del libro 1o. del
Código Civil, la mujer acepta el desconocimiento, y el juez lo
aprueba, con conocimiento de causa e intervención personal del hijo,
si fuere capaz, o de su representante legal en caso de incapacidad, y
además del defensor de menores, si fuere menor.

3o) Cuando por sentencia ejecutoriada se declare que el hijo no lo es


del marido.

El hijo podrá reclamar en cualquier tiempo contra su legitimidad


presunta, cuando su nacimiento se haya verificado después del
décimo mes siguiente al día en que el marido o la madre abandonaron
definitivamente el hogar conyugal. De esta acción conocerá el juez
de menores cuando el hijo fuere menor de diez y seis años de edad,
por el trámite señalado en el artículo 14 de esta ley, con audiencia del
marido y de la madre o de sus herederos si ya hubieren muerto ellos,
salvo que en la demanda se acumule la acción de paternidad natural,
caso en el cual conocerá del juicio el juez civil competente, por la vía
ordinaria.

Prohíbese pedir la declaración judicial de maternidad natural,


cuando se atribuye a una mujer casada, salvo en los tres casos
señalados en el presente artículo ."

2. De los argumentos de la demanda.

La actora considera que el aparte de la norma demandada viola los artículos


1º 2º 5º 13, 14, 42 en su inciso 4, 44, 93 y 229 de la Constitución Política.
La actora ilustra sus afirmaciones a través del siguiente ejemplo, que la
Corte considera pertinente transcribir:

"Juan, cuya esposa Marta ha procreado al menor "Luis", dentro de la


vigencia de su matrimonio como resultado de una relación
extramatrimonial con "Pedro". Juan y Marta no estaban separados
legalmente de cuerpos, sin embargo no hacían vida conyugal y no hay
abandono definitivo del hogar por parte de ninguno, o si lo hay, éste
se produce mucho tiempo después del plazo máximo que establece la
ley para presumir la época de la concepción. Juan tiene noticia del
nacimiento de Luis y como es consciente de no haber hecho vida
conyugal con Marta, no reconoce a Luis como su hijo, pero tampoco
ejerce el derecho de desconocerlo dentro de los sesenta días
posteriores al nacimiento.

Juan tampoco acude a iniciar proceso de divorcio dentro del tiempo


que le es permitido para alegar la causal de relaciones
extramatrimoniales, por tanto no cuenta, ni contará jamás con una
sentencia de divorcio por adulterio con la cual pueda posteriormente
entrar a demandar la paternidad legítima presunta en contra de Luis.

Juan no reconocerá nunca a Luis, pues para él es muy claro que no es


su hijo, ni velará por su manutención. Luis, que conoce que su
verdadero padre es Pedro, quien voluntariamente provee a su
sostenimiento, no podrá entrar a definir su filiación con éste por
cuanto no puede desvirtuar la que la ley le otorga por presunción."

Según la actora, el anterior ejemplo muestra que la norma impugnada


consagra un tratamiento legal contrario a la Constitución a los llamados
hijos "adulterinos", puesto que establece una causal única y restrictiva para
que éstos puedan impugnar la presunción de paternidad que establece la
ley. Por consiguiente, en todos aquellos casos en que estos hijos no se
encuentran en la causal prevista por la ley, no tienen derecho a acudir a los
tribunales a fin de que se establezca su filiación real.

De esa manera se vulneran varios derechos constitucionalmente


reconocidos. De un lado, según la ciudadana Barona, todos los hijos,
habidos dentro o fuera del matrimonio, adoptados o procreados
naturalmente o con asistencia científica, tienen derecho a que su real
filiación se reconozca por parte de autoridad competente, por lo tanto "la
norma demandada niega de raíz el ejercicio de los derechos de los niños de
manera prevalente sobre los derechos de los demás."

De otro lado, se atenta también contra el derecho fundamental de toda


persona para acceder a la administración de Justicia, puesto que numerosos
hijos adulterinos ven negada la posibilidad de acudir ante los jueces a
impugnar una paternidad que es puramente formal, pues deriva de una
simple presunción legal. Este aspecto, según la actora, implica una
situación atentatoria contra la dignidad humana, pues el menor no puede
ser sancionado por acciones u omisiones que le son totalmente ajenas y que
le impiden gozar de la filiación extramatrimonial que le corresponde; por
ello deben soportar un repudio social y familiar que deriva no de su propia
conducta sino de la de sus padres.

Además, según la demandante, esta situación impide la efectividad de los


principios, deberes y obligaciones que asisten a quien es hijo
extramatrimonial de mujer casada, con lo cual se consagra una
discriminación que contraría la Constitución.
En cuarto término, la actora considera que la norma acusada viola, de
manera flagrante, el derecho a gozar del reconocimiento de la personalidad
jurídica puesto que "una cosa es que la ley le otorgue, una presunción de
personalidad y una muy diferente es que le permita, a quien por razones de
hecho conoce que su situación real es diferente, obtener el verdadero
reconocimiento de la misma, por parte de la autoridad competente."

Finalmente, pero sin mayores desarrollos argumentales, la actora señala


que la disposición demandada desconoce tratados internacionales
ratificados por Colombia, como la "Convención sobre los Derechos del
Niño", "El Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos" y la
"Declaración Universal de los Derechos Humanos".

3. Intervención del Defensor del Pueblo.

El ciudadano Jaime Córdoba Triviño, Defensor del Pueblo, interviene en el


proceso de la referencia para coadyuvar la demanda. En consecuencia
solicita la inexequibilidad del aparte demandado del artículo 3º de la Ley
75 de 1968.

El ciudadano hace un estudio de la evolución normativa de la situación


legal de los hijos de mujer casada que no son fruto de la unión conyugal.
Realiza un análisis de la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia en
este sentido, lo que le permite llegar a la siguiente conclusión:

"Es claro, entonces, que los hechos que permiten ejercer la


impugnación son diferentes según la ejerza el marido o el hijo. Este
último sólo podrá tener éxito si demuestra que su madre o el marido
abandonaron definitivamente el hogar conyugal diez meses antes de
su nacimiento como mínimo.

En cambio, el marido, ha dicho la Corte Suprema de Justicia, puede


desvirtuar la presunción de legitimidad en tres casos a saber:
demostrando que durante todo el tiempo en que según el artículo 92
del Código Civil, se presume la concepción, estuvo en absoluta
imposibilidad física de tener acceso a la mujer; cuando el
nacimiento se haya verificado después del décimo mes al día en que
la mujer abandonó definitivamente el hogar conyugal, siempre que
no la haya recibido nuevamente en él; por último, en caso de
probarse adulterio de la mujer en la época en que se presume la
concepción del hijo, evento en el cual se le admitirá la prueba de
cualesquiera otros hechos conducentes a justificar que él no es el
padre. Todo ello se deriva claramente del contenido de los artículos
214 y 215 del Código Civil y 5º y 6º de la Ley 95 de 1890."
Por todo lo anterior, según el ciudadano interviniente, la norma impugnada,
al impedir que el hijo extramatrimonial establezca su filiación real,
desconoce la igualdad de derechos de los hijos, entre los cuales está el
derecho al "verdadero hogar, a poseer con amplitud y sin limitaciones los
medios e instrumentos para lograrlo, a rastrear el origen de sus verdaderos
padres en caso de duda".

4. Del concepto del Procurador General de la Nación.

La Vista Fiscal solicita a la Corte Constitucional, en su concepto número


514 de octubre 11 de 1994, declarar la exequibilidad del aparte del artículo
3º de la Ley 75 de 1968.

El Ministerio Público destaca que la regulación del derecho civil restringe


las posibilidades para que el hijo extramatrimonial pueda impugnar la
presunción de paternidad legítima establecida por la ley, ya que no
consagra todos los eventos que pueden presentarse en la vida real. En
efecto, el hijo que quiere impugnar la paternidad sólo cuenta con la causal
que hoy se demanda. En cambio, las posibilidades del presunto padre son
mayores por cuanto cuenta con diversas causales. Así, según el artículo 214
del Código Civil, el presunto padre podrá no reconocer al hijo como suyo,
si prueba que durante el tiempo de presunción de la concepción estuvo en
"absoluta imposibilidad física" de acceder a la mujer. Igualmente
encontramos la causal contemplada en el artículo 215 del Código Civil,
esto es, el adulterio de la mujer en la época en que, conforme a la ley, se
presume la concepción. Además, el presunto padre cuenta con la causal
prevista en el artículo 5º de la Ley 95 de 1890; así, cuando se haya
decretado el divorcio -en este caso debe entenderse también la separación
de cuerpos- por causa de adulterio de la mujer, el marido puede reclamar
contra la legitimidad del hijo concebido durante el matrimonio, si durante
la época en que se presume la concepción los cónyuges no hacían vida
conyugal. Y, finalmente, el ordenamiento legal trae la posibilidad
establecida en el artículo 6º de la Ley 95 de 1890, según la cual el presunto
padre puede reclamar contra la legitimidad del hijo concebido por su mujer
durante el matrimonio, si el nacimiento se verifica después del décimo mes
siguiente al día que la mujer abandonó definitivamente el hogar conyugal.

Todo lo anterior lleva al Ministerio Público a concluir que los instrumentos


jurídicos con que cuenta el hijo de mujer casada para impugnar la
paternidad legítima son precarios frente a aquellos con que cuenta el
presunto padre legítimo, con lo cual "se evidencia un desequilibrio en
detrimento del hijo, que afecta sus derechos en la órbita afectiva,
patrimonial, social, derivado del hecho de que no se le permita gozar de la
paternidad real a que tiene derecho." Por todo ello, según el Procurador, el
aparte del artículo demandado configura una infracción al principio de la
igualdad, ya que la insuficiencia normativa dificulta considerablemente que
el hijo de mujer casada impugne la paternidad.
Sin embargo, y a pesar de todo lo anterior, el Ministerio Público considera
que en este caso no procede la declaratoria de inexequibilidad de la
disposición acusada, por las siguientes dos razones: de un lado, porque
según su criterio, el problema no deriva de esta norma sino de la regulación
global del tema en el ordenamiento civil, ya que, en sentido estricto, "la
infracción al principio de igualdad no proviene de la materialidad de la
causal demandada, sino de las insuficiencias de las hipótesis normativas
consagradas por el legislador, que posibiliten al hijo de mujer casada
impugnar la paternidad". De otro lado, la Vista Fiscal considera que una
sentencia de inexequibilidad tendría un efecto perjudicial sobre las
posibilidades de impugnación del hijo. Según el Procurador, si la Corte
Constitucional declara inexequible la causal impugnada, el efecto de tal
decisión sería revivir la regla que trae el artículo 216 del Código Civil, la
cual dispone que "mientras viva el marido, nadie podrá reclamar contra la
legitimidad del hijo concebido durante el matrimonio, sino el marido
mismo". Por consiguiente, si la Corte Constitucional declara
inconstitucional el texto demandado y lo retira del ordenamiento jurídico,
el juez se ve en la necesidad de aplicar el artículo 216 del C.C., y así "le
quita al hijo la única posibilidad de impugnar su paternidad".

Por lo anterior, el Ministerio Público advierte que es al Congreso -y no a la


Corte Constitucional- a quien corresponde armonizar los intereses de la
familia, sea cual fuere el origen de la misma, para lo cual deberá derogar de
manera expresa del artículo 216 del C.C. y dictar las normas que doten al
presunto hijo legítimo de los medios necesarios para impugnar su
paternidad legítima.

En ese orden de ideas, el Procurador General de la Nación solicita a la


Corte Constitucional declarar la exequibilidad del aparte acusado del
artículo 3º de la Ley 75 de 1968.

Cumplidos, como están, los trámites previstos en la Constitución y en el


Decreto No. 2067 de 1991, procede la Corte a decidir el asunto por medio
de esta sentencia.

II. FUNDAMENTO JURIDICO

Competencia.

1- La Corte Constitucional es competente para conocer del proceso de la


referencia, de conformidad con el artículo 241 numeral 4º de la
Constitución Política, puesto que se ha demandado parcialmente una ley
expedida por el Congreso de la República.

La modulación de los efectos de una sentencia de inexequibilidad como


técnica de guarda de la integridad y supremacía de la Constitución.
2-. Según el Ministerio Público, aun cuando la actual regulación legal sobre
la impugnación de la paternidad legítima por parte del hijo de mujer casada
vulnera valores constitucionales, como el acceso a la justicia o la igualdad,
no procede en este caso la declaratoria de inexequibilidad de la expresión
acusada, por dos razones de tipo procedimental. De un lado, porque en
sentido estricto, el problema no deriva de esta norma sino de la regulación
global del tema en el ordenamiento civil, ya que la causal en sí misma es
constitucional. Mal podría entonces la Corte retirar del ordenamiento
jurídico una causal de impugnación que no vulnera la Carta, simplemente
porque el legislador no consagró otras causales que posibiliten, de manera
amplia, la impugnación de la paternidad presunta por parte del hijo de
mujer casada. Por ello, según el concepto fiscal, esta anómala situación
sólo puede ser corregida por el Legislador y no por el juez constitucional.
De otro lado, según el Ministerio Público, si la Corte declara la
inconstitucionalidad del aparte demandado, entonces -frente al vacío legal
que generaría una tal sentencia- los jueces estarían obligados a aplicar el
artículo 216 del Código Civil. De esa manera, la sentencia tendría un efecto
perverso pues, en nombre de los derechos del hijo extramatrimonial, ella
terminaría por privar a esta persona de la única posibilidad legal que hoy
tiene para impugnar su paternidad presunta.

Por lo anterior, comienza la Corte por analizar los eventuales efectos de un


fallo de control abstracto de constitucionalidad, tanto a nivel general como
en este caso específico.

3- La ley civil otorga la presunción de paternidad legítima al marido


respecto de los hijos concebidos durante el matrimonio (C.C. arts 92 y
215), según la célebre regla proveniente del derecho romano: "pater is est
quem nuptiae demonstrant". Esta presunción puede ser desvirtuada cuando
se utiliza la acción impugnatoria del estado de hijo legítimo. Ahora bien, al
tenor del artículo 216 del Código Civil, norma que no ha sido expresamente
derogada por ninguna ley posterior, el titular de dicha acción es únicamente
el marido, puesto que esa disposición establece que "mientras viva el
marido, nadie podrá reclamar contra la legitimidad del hijo concebido
durante el matrimonio, sino el marido mismo".

Sin embargo, el artículo 3º de la Ley 45 de 1936 (modificado en su


redacción por el artículo 3º de la Ley 75 de 1968), amplía el espectro de
dicha acción, por cuanto le concede al hijo la posibilidad de impugnar la
paternidad en el caso que señala esa misma norma. Esta extensión del
radio de acción de la impugnación de la paternidad, por una norma
expedida con posterioridad a la entrada en vigor del Código Civil, lleva a la
Corte Constitucional necesariamente a concluir, como ya lo había hecho la
Corte Suprema de Justicia en varios de sus fallos de casación, 1 que el

1
Al respecto puede verse las sentencias de la Sala de Casación civil de fechas junio 19 de 1975, 9 de octubre
de 1975, 30 de junio de 1976, 22 de octubre de 1976.
artículo 216 se encuentra modificado, puesto que el hijo también tiene
legitimación para reclamar contra la filiación presunta.

De otro lado, conviene tener en cuenta que la presente demanda no ataca la


posibilidad de que los hijos puedan impugnar su paternidad presunta sino
que se dirige contra el carácter excesivamente restrictivo de la única causal
que -según la actora- autoriza dicha impugnación. Por ello la demanda
ataca la causal, pero no con la intención de eliminar la posibilidad legal que
tiene el hijo de reclamar contra su legitimidad presunta, cuando su
nacimiento se haya verificado después del décimo mes siguiente al día en
que el marido o la madre abandonaron definitivamente el hogar conyugal,
sino con la pretensión de posibilitarle mayores posibilidades jurídicas de
acción. El supuesto tácito de la argumentación de la actora es que si la
Corte declara inexequible y retira del ordenamiento jurídico la expresión
impugnada del artículo 3º de la Ley 75 de 1968, entonces los hijos tendrían
libertad probatoria para impugnar, por cualquier causal, la paternidad
presunta, puesto que la norma quedaría del siguiente tenor: "El hijo podrá
reclamar en cualquier tiempo contra su legitimidad presunta".

4- Es claro entonces que en esta sentencia no se pone en cuestión la


posibilidad de que el hijo impugne la presunción de paternidad sino el
carácter restrictivo de las causales que, según la actora, la ley establece.
Ahora bien, si la Corte considera que esa regulación es restrictiva y
efectivamente afecta principios y derechos consagrados por la
Constitución, es obvio que su decisión no puede tener como consecuencia
revivir la regla del artículo 216 del estatuto civil, según la cual sólo el
marido puede impugnar la presunción de paternidad.

Para ello conviene recordar que la Corte tiene la posibilidad de modular de


muy diversas maneras los efectos de sus sentencias. En efecto, de
conformidad con la Constitución, es a la Corte Constitucional a quien
corresponde señalar los efectos de sus sentencias. Así, esta Corporación ya
había dicho al respecto:

"La facultad de señalar los efectos de sus propios fallos, de


conformidad con la Constitución, nace para la Corte Constitucional
de la misión que le confía el inciso primero del artículo 241, de
guardar la 'integridad y supremacía de la Constitución', porque para
cumplirla, el paso previo e indispensable es la interpretación que se
hace en la sentencia que debe señalar sus propios efectos. En síntesis,
entre la Constitución y la Corte Constitucional, cuando ésta
interpreta aquélla, no puede interponerse ni una hoja de papel"2

Esto significa que la Constitución no ha establecido que la Corte esté


atrapada en el dilema de mantener en forma permanente una norma en el
ordenamiento (declaración de constitucionalidad) o retirarla en su
integridad (sentencia de inexequibilidad), puesto que la Carta simplemente

2
Corte Constitucional. Sentencia C-113/93 del 25 de marzo de 1993. MP Jorge Arango Mejía
ha establecido que a la Corte compete "decidir sobre las demandas de
inconstitucionalidad que presenten los ciudadanos contra las leyes" (CP
241 ord 4º). Por consiguiente, al decidir sobre estas demandas, la Corte
debe adoptar la modalidad de sentencia que mejor le permita asegurar la
guarda de la integridad y supremacía de la Constitución. Y de esa manera lo
ha hecho y lo seguirá haciendo esta Corporación. Así, en ciertas ocasiones,
la Corte ha decidido mantener en el ordenamiento jurídico una norma pero
condicionando su permanencia a que sólo son válidas unas interpretaciones
de la misma, mientras que las otras son inexequibles (sentencias
interpretativas o de constitucionalidad condicionada)3 . En otras
oportunidades, la Corte ha declarado la exequibilidad de determinada
disposición legal pero con base en una interpretación conforme a la
Constitución de la misma4 En otros casos, la Corte ha limitado los efectos
de la cosa juzgada constitucional a determinados cargos, o ha mantenido en
el ordenamiento leyes acusadas por razones de procedimiento mientras se
corregían los vicios formales de naturaleza subsanable5 . En ciertas
sentencias de inexequibilidad, la Corte ha dado efectos retroactivos a su
decisión6 mientras que en otras oportunidades, por el contrario, ha
precisado que el fallo sólo comienza a tener efectos cuando se haya
realizado la notificación a las otras autoridades constituidas 7 . En la
revisión de las leyes estatutarias, la Corte ha determinado que a ella
corresponde, luego de la revisión constitucional, fijar, en la parte motiva de
la sentencia, el texto definitivo que debe ser sancionado por el Ejecutivo 8 .
También esta Corporación ha adoptado exhortos constitucionales al
Congreso con el fin de que adecúe a la Carta ciertas regulaciones legales9 .

Como es obvio, la anterior enumeración no pretende ser exhaustiva. En el


futuro, frente a situaciones complejas en las que entren en colisión diversos
principios constitucionales, es posible que la Corte se vea obligada a
adoptar otras formas de sentencia, si ésa es la mejor forma de asegurar la
integridad de la Constitución.

Esta modulación de los efectos de la sentencia no es en manera alguna una


arbitraria invención de la Corte Constitucional colombiana, sino que, como
se ha dicho, es una consecuencia de la función de la Corte como guardiana
de la integridad y supremacía de la Carta. Además, la necesidad de esa

3
Entre muchas otras, ver por ejemplo las sentencias C-503/93 M.P Antonio Barrera Carbonell; C-542/93.
M.P Jorge Arango Mejía; C-110/94 M.P José Gregorio Hernández Galindo; C-145/94 M.P Vladmiro Naranjo
Mesa. C-180/94. M.P Hernando Herrera Vergara.
4
Ver, entre otras, la sentencia C-496/94. M.P Alejandro Martínez Caballero
5
Entre otras, ver las sentencias C-527/94 y C-055/94
6
Ver, por ejemplo, entre otras, las sentencias C-023/94 MP. Vladimiro Naranjo Mesa y C-037/94. MP
Antonio Barrera Carbonell.
7
Ver, por ejemplo, sentencia C-300/94. MP Eduardo Cifuentes Muñoz

8
Ver, entre otras, sentencias C-011/94, C-088/94 y C-089/94
9
Ver sentencia C-473/94
modulación de las sentencias resulta de las tensiones valorativas implícitas
en todo texto constitucional, razón por la cual la mayoría de los tribunales
constitucionales han desarrollado diversos tipos de fallos con el fin de
cumplir, en forma razonable, su función de control constitucional, como se
puede constatar en la jurisprudencia alemana e italiana10 .

Es más, la modulación de los efectos de los fallos y las sentencias


interpretativas son una práctica arraigada en el derecho constitucional
colombiano. En efecto, mucho antes de que entraran en funcionamiento los
tribunales constitucionales europeos, la Corte Suprema de Justicia de
Colombia, cuando ejercía el papel de guarda de la integridad y supremacía
de la Constitución de 1886, efectuó sentencias condicionales o
interpretativas. Así, en 1912, la Corte Suprema, en la parte resolutiva de
uno de sus primeros fallos como tribunal constitucional, señaló que se
declaraban "inexequibles los artículos 2º de la Ley 40 de 1905, primera
parte del 5º de la Ley 21 de 1907 y 6º de la misma Ley, en cuanto
comprendan a los propietarios de minas de esmeraldas que hayan redimido
legalmente a perpetuidad la propiedad de sus minas, antes de la vigencia
del Decreto número 48 de 1905; en todo lo demás son exequibles dichos
artículos"11 (subrayas no originales). En las siguientes décadas la Corte
Suprema de Justicia profirió numerosas sentencias condicionales. Así, en
1924, entre muchas otras sentencias interpretativas, la Corte Suprema
declaró "inexequible el artículo 3º de la Ley 109 de 1923, en cuanto dice
relación a las personas que han adquirido exención de derechos de aduana
en virtud de contrato celebrado con el Estado (subrayas no originales)" 12 .
Posteriormente, en 1936, la Corte declaró que el inciso 1 del artículo 31 del
decreto No 1365 de 1935 era inexequible "pero únicamente en cuanto
implica de un modo general la facultad de prohibir la radiodifusión en los
casos allí previstos y no en cuanto implica la prohibición de hacer uso de
ella para actos vedados por las leyes, ni en cuanto contiene la facultad de
impedir en casos concretos que se utilice la radiodifusión para actos de esta
clase (subrayas no originales)"13 . En los años cuarenta, la Corte declaró
inexequible el artículo 722 del Código de Procedimiento Penal (Ley 94 de
1938) pero "únicamente en cuanto sustrae los procesos iniciados antes del 1
de julio de 1938, fecha de su vigencia, de la aplicación de sus normas de
carácter sustantivo, en los casos en que son más favorables al acusado que

110
Para el caso alemán, ver Hans Peter Schneider. Democracia y Constitución. Madrid: Centro de Estudios
Constitucionales, 1991, pp 62 y 218 y ss. Para el caso italiano, ver Alessandro Pizzorusso. "El tribunal
constitucional italiano" en Varios Autores. Tribunales constitucionales europeos y derechos
fundamentales. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1984, pp 252 y ss. Ver igualmente Aljs
Vignudelli. La Corte delle leggi. Dogana: Rimini, 1988, capítulo segundo.
111
Corte Suprema de Justicia. Sentencia del 2 de agosto de 1912. MP Alberto Suárez Murillo en Gaceta
Judicial. Tomo XXII, p 5.
112
Corte Suprema de Justicia. Sentencia del 28 de julio de 1924. MP Luis R Rosales en Gaceta Judicial.
Tomo XXXI, p 53.
113
Corte Suprema de Justicia sentencia del 7 de octubre de 1936. MP Eduardo Zuleta Angel. Gaceta Judicial.
Tomo XLIV p 8.
la reglas respectivas de la legislación anterior (subrayas no originales)" 14 .
En 1965, la Corte Suprema declaró inexequibles varias disposiciones
acusadas de la ley 27 de 1963 y del Decreto 528 de 1964 "en cuanto
suprimen la categoría constitucional de Juez del Circuito. Y son exequibles
en cuanto se refieren a los Jueces Municipales en materia laboral"15 .

Esta tradición se mantuvo en el constitucionalismo colombiano, de suerte


que en los años setenta se encuentran sentencias interpretativas. Así, en
1976, la Corte Suprema de Justicia, al estudiar una demanda contra los
artículos 97 del Decreto-Ley 250 de 1970 y 7º de la Ley 20 de 1972 señaló,
en la parte resolutiva de la sentencia, que esas normas eran exequibles en
determinadas hipótesis e inexequibles en otras16 . Finalmente, y durante
los últimos años de vigencia de la Constitución de 1886, la Corte Suprema
de Justicia profirió otras sentencias interpretativas. Así, en 1988, la Corte
estudió una demanda contra el literal c) del artículo 5º de la Ley 78 de
1986, el cual establecía que no podía ser elegido alcalde quien "haya sido
llamado a juicio o condenado a pena privativa de libertad, excepto cuando
se trate de delitos políticos". La Corte declaró exequible tal norma pero
precisó que ella sólo debe predicarse de "aquellas condenas vigentes, no
cumplidas, suspendidas en su ejecución o condicionales, y no
extinguidas"17

Como se puede constatar, la modulación de los efectos de las sentencias es


una tradición propia del constitucionalismo colombiano18 . Así, la Corte
Suprema, durante la vigencia de la anterior Constitución, había señalado
que, en virtud de su autonomía como tribunal constitucional, nada podía
hacer el legislador “o el ejecutivo en cuanto legislador para limitar, ampliar,
dirigir o guiar, inspirar o canalizar” sus fallos19 . Igualmente, en 1989, al
efectuar una sentencia interpretativa, la Corte Suprema de Justicia aclaró:

"La decisión de exequibilidad de normas legales condicionada a una


determinada interpretación o alcance de las mismas, no es novedosa,
encuentra claros antecedentes jurisprudenciales plasmados en las
sentencias de mayo 14 de 1970 sobre los Decretos Legislativos 590 y
595 de 1970, febrero 6 de 1989 sobre el numeral 2º del artículo 39 del
Código de Procedimiento Civil y agosto 31 de 1989 sobre los literales

114
Sentencia del 13 de mayo de 1941. M.P Absalón Fernandez de Soto. Gaceta Judicial. Tomo LI, p 31.
115
Sentencia del 28 de junio de 1965. Gaceta Judicial. Tomo CXI. MP Luis Alberto Bravo
116
Corte Suprema de Justicia. Sentencia del 21 de octubre de 1976. MP Julio Salgado Vásquez. Gaceta
Judicial, No 152-153, p 548.
117
Corte Suprema de Justicia. Sentencia del 9 de junio de 1988. MP Fabio Morón Díaz.

118
Además de las anteriores, ver, entre otras, las siguientes sentencias de la Corte Suprema de Justicia: 23 de
junio de 1913, 22 de agosto de 1913, 3 de noviembre de 1915, 22 de marzo de 1919, 21 de noviembre de
1919, 18 de noviembre de 1924, 18 de noviembre de 1926, 9 de noviembre de 1929, 28 de febrero de 1935, 6
de septiembre de 1943, el 10 de abril de 1947, 1 de marzo de 1966, etc
119
Corte Suprema de Justicia. sentencia No 76 del 3 de octubre de 1989.
a) y b) del artículo 153 del Decreto 095 de 1989" (subrayas no
originales)20 .

5- Esta Corporación cuenta entonces con la posibilidad de modular el


efecto de su fallo, con el fin de evitar los equívocos o los efectos
paradójicos señalados por la Vista Fiscal. Así, la Corte puede precisar que
la declaración de inconstitucionalidad del aparte demandado no revive el
artículo 216 del Código Civil sino que otorga una autorización para que el
hijo pueda impugnar, en todo momento, la paternidad, siempre y cuando
demuestre, con diversos elementos probatorios, la pretensión que invoca.
También, y con el fin de evitar la paradoja de declarar inexequible una
causal que puede ser en sí misma constitucional, la Corte puede recurrir a
otras técnicas como las sentencias de constitucionalidad condicionada. Es
por ello que esta Corporación no comparte las consideraciones del
Ministerio Público sobre los efectos, en este caso, de un eventual fallo de
inexequibilidad, por lo cual entra la Corte al examen material de la norma
impugnada.

El asunto bajo revisión: ¿La necesidad de adecuar la regulación de las


causales de impugnación de la paternidad legítima a nuevas realidades
sociales y científicas es una materia que únicamente compete al
Legislador, o tiene ella en sí misma relevancia constitucional?

6- Según la demanda y el Defensor del Pueblo, la norma impugnada


vulnera la Constitución, pues discrimina al hijo extramatrimonial ya que
establece una condición fuertemente restrictiva para que éste pueda
impugnar su paternidad presunta. Además, esta posibilidad no depende de
su voluntad sino de la conducta de otras personas, pues el hijo sólo podrá
acudir a los tribunales cuando su nacimiento se haya verificado después del
décimo mes siguiente al día en que el marido o la madre abandonaron
definitivamente el hogar conyugal. De esa manera se viola, según estos
argumentos, la dignidad humana del hijo, puesto que éste, en aquellas
ocasiones en las cuales no puede invocar la causal demandada, tiene que
soportar una legitimidad presunta que no corresponde a la realidad, con lo
cual se desconocen, además, sus derechos constitucionales a la igualdad, a
la personalidad jurídica, al nombre y al acceso a la justicia.

La Vista Fiscal coincide con la actora en que la actual regulación legal de la


impugnación es demasiado restrictiva con el hijo extramatrimonial, con lo
cual se le discrimina y se le obstaculiza el acceso a la justicia. Pero
considera que ello no determina la inconstitucionalidad de la norma
acusada, pues este tratamiento desigual no deriva propiamente de la causal
impugnada sino de la ausencia de otras causales. En efecto, la causal
acusada, en sí misma, no introduce elementos discriminatorios sino que
éstos surgen por ser ésta la única causal. El problema, según el Procurador,
no puede entonces ser resuelto por la Corte Constitucional sino por el

220
Corte Suprema de Justicia. Sentencia No 71 del 3 de octubre de 1989.
Legislador, que es a quien corresponde, en estos casos, adecuar las normas
jurídicas a las nuevas realidades sociales y científicas.

En tales circunstancias, la Corte debe examinar si el presente problema


tiene relevancia constitucional o si, por el contrario, atendiendo su
naturaleza, se trata de un asunto que corresponde corregir exclusivamente
al Legislador, en su libertad de configuración política. Entra entonces la
Corte a estudiar si la regulación de la filiación en general, y en especial de
las causales de impugnación de la paternidad, es susceptible de vulnerar
algún derecho o principio constitucional o es una materia propia del
Legislador. En caso de ser un campo relevante constitucionalmente, esta
Corporación discutirá específicamente la regulación legal vigente con el fin
de tomar su determinación.

El derecho al establecimiento de la filiación real como derecho


innominado que resulta del derecho a la personalidad jurídica, del
libre desarrollo de la personalidad, el acceso a la justicia y la dignidad
humana.

7- Lo primero que constata la Corte es que la Carta no establece, de manera


expresa, ningún derecho de la persona a incoar acciones judiciales para
establecer una filiación legal que corresponda a la filiación real. Por
consiguiente, entra la Corte a analizar si podemos estar en presencia de un
derecho innominado (CP art. 94) que se desprende de otros derechos y
valores constitucionales, y en particular del derecho al reconocimiento de la
personalidad jurídica.

8- La doctrina moderna considera que el derecho a la personalidad jurídica


no se reduce únicamente a la capacidad de la persona humana a ingresar al
tráfico jurídico y ser titular de derechos y obligaciones sino que
comprende, además, la posibilidad de que todo ser humano posea, por el
simple hecho de existir e independientemente de su condición,
determinados atributos que constituyen la esencia de su personalidad
jurídica e individualidad como sujeto de derecho. Son los llamados
atributos de la personalidad. Por consiguiente, cuando la Constitución
consagra el derecho de toda persona natural a ser reconocida como persona
jurídica (CP art. 14) está implícitamente estableciendo que todo ser humano
tiene derecho a todos los atributos propios de la personalidad jurídica. Así,
en el Informe- Ponencia para primer debate en Plenaria en materia de
derechos, deberes, garantías y libertades, el constituyente Diego Uribe
Vargas, se refiere a la personalidad jurídica como ese :

“reconocimiento del individuo como sujeto principal de derecho,


cuyos atributos tienen valor inminente.

Los atributos que la doctrina reconoce a la persona son: el nombre, el


domicilio, el estado civil, el patrimonio, la nacionalidad y la
capacidad. No puede haber personas a quienes se les niegue la
personalidad jurídica, ya que ello equivaldría a privarles de
capacidad para ejercer derechos y contraer obligaciones.”21

Ahora bien, para la Corte Constitucional es claro que la filiación es uno de


los atributos de la personalidad jurídica, puesto que ella está
indisolublemente ligada al estado civil de la persona. Así, en reciente
decisión, esta Corporación tuteló el derecho de una persona a su filiación,
por considerar que ésta se encuentra vinculada al estado civil, y por ende
constituye un atributo de la personalidad. Dijo entonces la Corte:

"El artículo 14 de la Constitución establece que "toda persona tiene


derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica". Con ello, el
ordenamiento reconoce en la persona humana, pero el sólo hecho de
existir, cierto atributos jurídicos que se estiman inseparables de ella.

Uno de tales atributos es, precisamente, el estado civil de la persona


pues de todo ser humano puede decirse si es mayor o menor de edad,
soltero o casado, hijo legítimo o extramatrimonial, etc.
...
En el caso objeto de estudio se viola el derecho de la demandante al
reconocimiento de su estado civil y, en consecuencia, al de su
personalidad jurídica, en la medida en que no se le otorga validez
alguna al acto de registro civil en la que su padre la reconoció como
hija extramatrimonial. Lo anterior, por cuanto, una de las calidades
civiles de toda persona es su filiación, es decir, la que indica su
relación con la familia que integra o de la cual hace parte,
pudiéndose predicar de ella que es hija legítima o extramatrimonial,
legitimada o adoptiva, casada o soltera, viuda, separada, divorciada,
etc (subrayas no originales).22 "

Concluye entonces la Corte que el derecho a la filiación, como elemento


integrante del estado civil de las personas, es un atributo de la personalidad,
y por ende es un derecho constitucional deducido del derecho de todo ser
humano al reconocimiento de su personalidad jurídica.

9- Este derecho a la filiación en particular, así como en general el derecho


al reconocimiento de la personalidad jurídica, se encuentran además
íntimamente articulados con otros valores constitucionales.

De un lado, estos derechos aparecen relacionados con la dignidad humana,


que es principio fúndante del Estado colombiano (CP art. 1). Así, la Corte
ya ha señalado que el reconocimiento de la personalidad jurídica a toda
persona presupone la idea misma de que todos los seres humanos son
igualmente libres y dignos pues son fines valiosos en sí mismos. Según la
Corte, el derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica implica el
221
Gaceta Constitucional No.82 de mayo 25 de 1991. Pgna 14.

222
Sentencia T-090/95 del 1 de marzo de 1995. M.P Carlos Gaviria Díaz.
"repudio de ideologías devaluadoras de la personalidad, que lo reduzcan a
la simple condición de cosa. Debe en consecuencia resaltarse que este
derecho, confirmatorio del valor de la sociedad civil regimentada por el
derecho, es una formulación política básica, que promueve la libertad de la
persona humana; y que proscribe toda manifestación racista o totalitaria
frente a la libertad del hombre."23 .

De otro lado, la Constitución consagra el derecho al libre desarrollo de la


personalidad (CP art. 16) que, como ya lo ha destacado esta Corporación,
no es más que la formulación de la libertad in nuce, pues establece el
principio de autonomía de las personas ya que "es la propia persona (y no
nadie por ella) quien debe darle sentido a su existencia y, en armonía con
él, un rumbo"24 . Ahora bien, un elemento esencial de todo ser humano para
desarrollarse libremente como persona es la posibilidad de fijar
autónomamente su identidad para poder relacionarse con los otros seres
humanos. Y esto supone que exista una correspondencia, a partir de bases
razonables, entre la identidad que se estructura a partir de las reglas
jurídicas y la identidad que surge de la propia dinámica de las relaciones
sociales. En efecto, una regulación legal que imponga de manera
desproporcionada a una persona una serie de identidades jurídicas -como la
filiación legal- diversas de su identidad en la sociedad constituye un
obstáculo inconstitucional al libre desarrollo de la personalidad.

Todo lo anterior muestra que la filiación legal, como atributo de la


personalidad, no puede ser un elemento puramente formal, sino que tiene
que tener un sustento en la realidad fáctica de las relaciones humanas a fin
de que se respete la igual dignidad de todos los seres humanos y su derecho
a estructurar y desarrollar de manera autónoma su personalidad.

Este es un punto esencial del análisis por cuanto, como se recordará, el


problema a ser resuelto en esta sentencia está ligado con la restricción de
las causales para que el hijo pueda impugnar una presunción legal de
paternidad. Ahora bien, ¿qué sucede entonces cuando una regulación legal
-en virtud del juego de ficciones y presunciones- establece una filiación a
una persona que no corresponde a la que éste considera que es la real?

10- Para responder a este interrogante conviene recordar que el artículo 229
de la Constitución garantiza el derecho a “acceder a la administración de
justicia”, entendido como la oportunidad que tiene toda persona de recurrir
a los órganos jurisdiccionales, mediante acciones previstas en las leyes
procesales, a fin de poner en funcionamiento el aparato judicial en el
momento de presentarse un conflicto respecto del cual tiene interés
legítimo. Por consiguiente, las personas tienen derecho a hacer una
reclamación, alegar en su defensa, presentar pruebas pertinentes y, por

223
Sentencia T-485 de agosto 11 de 1992. M.P. Fabio Morón Díaz.

224
Sentencia C-221/94 del 5 de mayo de 1994. MP Carlos Gaviria Díaz.
supuesto, obtener resoluciones judiciales conforme a la Constitución y a la
ley.

A partir de todo lo anterior, la Corte concluye que, dentro de límites


razonables y en la medida de lo posible, toda persona tiene derecho a acudir
a los tribunales con el fin de establecer una filiación legal y jurídica que
corresponda a su filiación real. Las personas tienen entonces, dentro del
derecho constitucional colombiano, un verdadero "derecho a reclamar su
verdadera filiación", como acertadamente lo denominó, durante la vigencia
de la anterior Constitución, la Corte Suprema de Justicia 25 . Por
consiguiente, si una persona sabe que es hijo extramatrimonial de otra,
sería contrario a la Constitución que se le obligara jurídicamente a
identificarse como hijo legítimo de un tercero. El interrogante obvio que se
plantea es entonces el siguiente: ¿cuáles son esos límites razonables?

El derecho a la filiación, la protección de otros valores constitucionales


como la familia y el matrimonio, y la reserva de ley en este campo.

11- Los límites razonables son aquellos que, de conformidad con la


Constitución, establece el Legislador con el fin de armonizar valores que
pueden a veces entrar en conflicto, puesto que -dentro de determinados
marcos- corresponde a la ley regular el tema de la filiación en general y, de
manera específica, las causales para controvertir presunciones legales en
esta materia. En efecto, conforme al inciso final del artículo 42 de la
Constitución, la regulación del estado civil de las personas y de los
derechos y deberes que de él derivan corresponde a la ley.

De otro lado, el tema de la filiación, en la medida en que regula las


relaciones de una persona con su familia, también tiene relación con otros
valores constitucionales. Así, la existencia de las presunciones legales en
materia de filiación y la consagración de restricciones legales a la
posibilidad de impugnar tales presunciones, no ha sido históricamente un
puro capricho del legislador. En efecto, la ley, al precisar quienes están
legitimados para impugnar una presunción de filiación y al definir cuáles
son los motivos para poder hacerlo, busca proteger la intimidad y la unidad
de la familia y del matrimonio al librarla de injerencias indebidas de otras
personas. Así, según la Corte Suprema de Justicia, este carácter taxativo de
las causales de impugnación busca "proteger la intimidad y el sosiego de
los hogares formados bajo la tutela del matrimonio, previniéndolo contra
los ataques malintencionados y alejándola de todo escándalo" 26 Y esto
encuentra bases constitucionales, puesto que la Carta señala que la familia
es la institución básica y el núcleo fundamental de la sociedad (CP arts 5º y
42). Por ello la Constitución la protege. Así, el artículo 42 superior

225
Ver Corte Suprema de Justicia, Sala Plena, sentencia del 20 de junio de 1990.
226
Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Sentencia del 2 de octubre de 1975. MP Germán
Giraldo Zuluaga.
establece que el Estado y la sociedad deben garantizar la protección
integral de la familia. Además este artículo señala que la honra, la dignidad
y la intimidad de la familia son inviolables. Finalmente, la Constitución
reconoce la existencia de los matrimonios y delega su regulación a la ley
(CP art. 42).

Todo ello muestra que la regulación del estado civil de las personas
constituye un campo en donde en principio existe una libertad de
configuración política del Congreso. La Constitución ha considerado que
corresponde al poder legislativo, como representante en cada momento
histórico de la soberanía popular, establecer las regulaciones jurídicas del
estado civil que, dadas las específicas situaciones sociales de cada
momento, armonicen en mejor forma la tensión que puede existir entre la
protección del matrimonio y el derecho de las personas a reclamar su
verdadera filiación. Sin embargo, el Legislador no tiene una
discrecionalidad absoluta pues debe respetar la Constitución, puesto que
ella es norma de normas (CP art. 4). Así, en nombre de la protección de la
honra del matrimonio, no podría una regulación legal desconocer el núcleo
esencial del derecho constitucional de las personas a establecer su
verdadera filiación. Entra entonces la Corte a estudiar la regulación legal de
la impugnación de la paternidad legítima, con el fin de determinar si ésta se
adecúa o no a la Constitución.

La regulación legal de la impugnación de la presunción de paternidad


legítima.

12- El artículo acusado parcialmente otorga al hijo de mujer casada la


posibilidad de impugnar la paternidad legítima pero, según la demandante,
esta acción se encuentra limitada a una única causal que no contempla
todas las hipótesis en las cuales puede ser procedente que un hijo impugne
la presunción de paternidad establecida por la legislación civil.

Un primer interrogante que se plantea es si ésta es la única causal que tiene


el hijo de mujer casada, puesto que en este campo, a nivel de la
interpretación legal, ha habido importantes discusiones doctrinarias.

Para entender el alcance de estas discusiones, conviene recordar la


diferencia que existe en el derecho civil entre las acciones de reclamación
del estado civil y las de impugnación del mismo. Por medio de las
primeras, la persona reclama un estado civil que no tiene. Así, un hijo no
reconocido puede investigar su paternidad o maternidad, legítima o
extramatrimonial. Por medio de las segundas, una persona amparada por un
estado civil busca desvirtuarlo, en caso de que considere que éste no es el
verdadero. No es pues lo mismo reclamar un estado civil que impugnarlo,
aun cuando la reclamación pueda implicar en muchos casos la
impugnación. Así, el hijo de mujer casada no puede adelantar una
reclamación de paternidad extramatrimonial, mientras no haya impugnado
su legitimidad presunta, aunque, como lo señala la Ley 75 de 1968 y lo ha
aceptado la Corte Suprema de Justicia, la persona puede acumular las dos
pretensiones en la misma demanda27 .

Ahora bien, la doctrina ha considerado que existe una contradicción entre la


regulación en el Código Civil de estos dos tipos de acciones 28 Así, en el
caso de la impugnación de la maternidad, los artículos 335 y 336 no prevén
que el hijo pueda ejercer tal acción y establecen términos de caducidad para
su ejercicio. Sin embargo el artículo 406 confiere al hijo la posibilidad de
reclamar, en todo tiempo, su maternidad, puesto que establece que "ni
prescripción ni fallo alguno, entre cualesquiera otras personas que se haya
pronunciado podrá oponerse a quien se presente como verdadero padre o
madre del que pasa por hijo de otros, o como verdadero hijo del padre o
madre que le desconoce". La contradicción se da, por ejemplo, cuando el
hijo ejerce una reclamación de maternidad extramatrimonial, autorizada por
el artículo 406, que supone la impugnación de la maternidad legítima, no
autorizada por los artículos 335 y 336.

En tales circunstancias, incluso antes de la expedición de la ley 75 de 1968,


algunos doctrinantes consideraron, con argumentos sistemáticos y
valorativos, que primaba el artículo 406, porque las acciones de
reclamación son imprescriptibles y una persona tiene siempre el derecho a
reclamar su verdadera filiación. Así, según Fernando Vélez, el artículo 406
del Código Civil "sienta como principio general el derecho de establecer la
verdadera filiación de un individuo en cualquier tiempo, porque el estado
civil es inalienable e imprescriptible"29 A partir de tal concepción, autores
como el citado Fernando Vélez, Arturo Valencia Zea, o Champeau y Uribe,
consideraron que las acciones de reclamación de filiación del hijo de mujer
casada se regían por el artículo 406 del Código Civil, de suerte que en su
caso no se aplicaban las restricciones de los artículos 336 y 337 sobre
impugnación de la maternidad. Otros consideraron que lo mismo sucedía
en el caso de la reclamación de la paternidad. Por consiguiente, según tales
concepciones, cuando el hijo acumula la pretensión de impugnar la
filiación presunta con la reclamación de una filiación extramatrimonial,
entonces no rigen las restricciones en materia de causales ni en términos de
caducidad previstos por el ordenamiento civil. Tales restricciones sólo
operarían cuando únicamente se ejerce la acción de impugnación de la
legitimidad, pero sin pretender que se declare una paternidad o maternidad
o filiación distinta.

Estas tesis han tenido un importante respaldo doctrinario, e incluso


jurisprudencial, cuando se trata de la impugnación de la maternidad. Así, la
227
Cf Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Sentencia del 19 de junio de 1975
228
Al respecto ver, entre otros, Fernando Vélez. Estudio sobre el derecho civil colombiano. Paris: Imprenta
Paris América, sae, tomo I pp 383 y ss, tomo II pp 33 y ss; Arturo Valencia Zea. Derecho Civil. Tomo V.
Derecho de Familia (5 Ed). Bogotá: Temis, 1983, Título IV, pp 346 y ss..

229
Fernando Vélez. Op-cit. Tomo II. p 33.
Corte Suprema de Justicia, al declarar constitucional el artículo 335 del
Código Civil sobre impugnación de la maternidad, señaló lo siguiente:

"Es conveniente destacar que la acción de impugnación que establece


el artículo 335 caduca, pues la ley establece plazos perentorios para
su ejercicio, a fin de que el estado civil no permanezca sin definición;
sin embargo, el artículo 406 del Código Civil estatuye que "Ni
prescripción ni fallo alguno, entre cualesquiera otras personas que se
haya pronunciado podrá oponerse a quien se presente como
verdadero padre o madre del que pasa por hijo de otros, o como
verdadero hijo del padre o madre que le desconoce"

De ello se desprende que la ley da especial protección a los derechos


del hijo, pues la acción que radica en cabeza de éste para investigar
su verdadera filiación es imprescriptible y puede ejercerla en
cualquier momento acogiéndose a lo dispuesto en el artículo arriba
transcrito y reclamar por este medio la declaración de la verdadera
maternidad, aunque el ejercicio de esta acción implique a la vez
impugnación de la maternidad putativa"30 .

Pero lo cierto es que en relación con la reclamación de paternidad y la


impugnación de la presunción de paternidad legítima, estas concepciones
han sido minoritarias y no han tenido eco en los tribunales. Esto se explica
tal vez porque las restricciones al hijo en materia de impugnación de la
presunción de paternidad han sido expresas, mientras que en relación a la
maternidad ellas han sido tácitas. Así, es cierto que el artículo 335 del
estatuto civil no confiere al hijo legitimidad para impugnar la maternidad,
pero tampoco le prohíbe hacerlo, por lo cual era razonable dar prevalencia
al artículo 406. En cambio, los artículos 216 y 5º y 6º de la Ley 95 de 1890
expresamente restringen la posibilidad de impugnar la paternidad legítima
al marido. Por tal razón, en este campo, a nivel de la interpretación legal, ha
predominado la tesis según la cual, hasta la Ley 75 de 1968, el hijo de
mujer casada no podía impugnar la presunción de paternidad legítima y a
partir de este año, la única causal que puede invocar es la del artículo 3º de
esa misma ley, esto es, cuando su nacimiento se haya verificado después
del décimo mes siguiente al día en que el marido o la madre abandonaron
definitivamente el hogar conyugal. Así, la Corte Suprema de Justicia, Sala
de Casación Civil, el tribunal supremo de legalidad en esta materia, ha
señalado al respecto:

"La Ley 75 de 1968 confirió al hijo el derecho a impugnar su


legitimidad y por ende a desvirtuar la presunción mencionada atrás,
pero solamente en el caso que señala el numeral 3º en su segundo
inciso así: "El hijo podrá reclamar en cualquier tiempo contra su
legitimidad presunta, cuando su nacimiento se haya efectuado
después del décimo mes siguiente al día en que el marido o la madre
abandonaron definitivamente el hogar conyugal.

330
Corte Suprema de Justicia, Sala Plena, sentencia del 20 de junio de 1990
Así, pues, los hechos que permiten ejercer la acción de impugnación
son diferentes según que la ejerza el marido o el hijo. Para el caso de
este último, sólo puede incoarla con éxito, si demuestra que su madre
o el marido de ésta abandonaron en forma definitiva el hogar
conyugal diez meses antes de su nacimiento.

En cambio, el marido, como quedó visto anteriormente, puede


fundamentar la acción de impugnación, además del motivo
impugnado en el párrafo precedente, en que durante los diez meses
anteriores al parto no hizo vida conyugal con su mujer o estuvo en
imposibilidad física de acceder a ella. En caso de demostrarse el
adulterio de la mujer durante la época en que se presume ocurrida la
concepción del hijo, para que el marido pueda ejercer la acción de
impugnación 'se le admitirá la prueba de cualesquiera otros hechos
conducentes a justificar que él no es el padre' (art. 215 C.C).

Dicho en otras palabras, cuando la acción de que se trata la ejerce el


hijo, no puede hacerlo con fundamento en los mismos hechos o
circunstancias que la ley autoriza cuando es el padre quien la intenta.
Le está vedado apoyarla demostrando que durante el tiempo en que
pudo haber ocurrido su concepción el marido de su madre no tuvo
acceso a ella o estuvo en imposibilidad de tenerlo o que no hicieron
vida conyugal. La norma legal que le otorgó la acción de
impugnación es clara y terminante en el sentido de que sólo le sirve
de soporte el abandono definitivo del hogar conyugal por parte de la
madre o del marido durante la época de que trata el artículo 92 del
Código Civil"31 .

13- En tales circunstancias, esta Corporación, en la medida en que es un


juez de constitucionalidad y no de legalidad, no puede imponer, con base
en discusiones puramente legales, cual es el sentido de una disposición
legal, puesto que ésa es labor de los jueces ordinarios y, en especial, del
tribunal de casación. En virtud de la separación que existe entre la
jurisdicción ordinaria y la jurisdicción constitucional, la Corte
Constitucional sólo puede establecer en sus sentencias cuáles son las
interpretaciones admitidas de determinadas normas legales cuando existen
valores constitucionales en juego, tal y como lo señaló en anterior
decisión32 .

Además, y a pesar del anterior debate doctrinario, la Corte Constitucional


no encuentra ninguna objeción, en términos de argumentación legal, a la
interpretación de la actual regulación de la impugnación de la paternidad
efectuada por la Corte Suprema de Justicia en la anterior sentencia de
casación, puesto que este alto tribunal, de manera razonable, ha mostrado

331
Corte Suprema de Justicia, Sala Casación Civil, sentencia del 2 de abril de 1984. M.P José María Esguerra
Samper en Gaceta Judicial, Tomo CLXXVI, pp 162 y 163.
332
Corte Constitucional. Sentencia C-496/94. MP Alejandro Martínez Caballero.
que el ordenamiento civil establece que el hijo sólo puede impugnar la
presunción invocando la causal del artículo 3º de la Ley 75 de 1968. Con
base en tal presupuesto, entra entonces la Corte a analizar si una tal
regulación es conforme con la Carta, sin perjuicio de que posteriormente, y
en función de principios y valores constitucionales, pueda verse conducida
a condicionar su alcance.

La inconstitucionalidad de la actual regulación legal por violación del


núcleo esencial del derecho a la filiación y del principio de igualdad en
las relaciones familiares.

14- Dos aspectos saltan a la vista de la regulación vigente en materia de


impugnación de la presunción de paternidad: de un lado, el carácter
restrictivo de la causal para el hijo, y del otro, la diferencia de trato que la
ley establece entre el hijo y el marido, puesto que las posibilidades de este
último para impugnar son mucho mayores.

La Corte considera que la restricción a esta única causal para el hijo y esa
diferencia de trato podían ser razonables y constitucionales en otros
tiempos, en los cuales, desde el punto de vista social, predominaba la
protección de la unidad familiar basada en una concepción patriarcal del
matrimonio sobre las reclamaciones de los hijos extramatrimoniales y,
desde el punto de vista científico, las pruebas para probar positivamente la
paternidad eran muy precarias. De allí entonces el predominio de los
razonamientos con base en diversos tipos de presunciones en favor del
marido.

Sin embargo la situación hoy en día es otra. De un lado, a nivel social y


jurídico los hijos extramatrimoniales no están sujetos a las discriminaciones
de antaño, en donde incluso, en determinadas épocas, se los llegó a llamar
"de dañado y punible ayuntamiento". De otro lado, gracias a los avances de
la genética, la ciencia ha desarrollado toda una serie de pruebas técnicas
que permiten establecer, con un alto grado de seguridad, las relaciones de
filiación. Así, la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia ha
aceptado, con el fin de determinar la paternidad, la prueba basada en el
sistema H.L.A., la cual, según algunos autores, tiene una certeza superior al
97%33 .

Esto tiene consecuencias en términos políticos y jurídico-constitucionales.


Así, todo indica que la actual regulación legal en materia de impugnación
de la paternidad por el hijo extramatrimonial ha sido, en gran medida,
superada por los desarrollos tecnológicos y sociales, por lo cual puede ser
conveniente que el Congreso de la República adecúe el sistema normativo a
la realidad científica que el mundo moderno plantea.

333
Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil;, Sentencia del 16 de julio de 1981, citada por Hernán
Gómez Piedrahita. Derecho de Familia. Bogotá: Temis, 1992, pp 282 y ss.
Más importante aún, la Corte Constitucional encuentra que la actual
regulación no es compatible con la Constitución puesto que desconoce
principios y derechos constitucionales. De un lado, esta regulación viola el
núcleo esencial del derecho del hijo a reclamar su verdadera filiación,
puesto que la causal no cubre todas las hipótesis razonables en las cuales
sería constitucionalmente legítimo que el hijo pudiera acudir a los
tribunales a impugnar la presunción de paternidad.

De otro lado, la Corte encuentra que esta regulación viola el principio de


igualdad, puesto que establece privilegios irrazonables en favor del padre
con respecto al hijo. Esto era compatible con una visión patriarcal de la
familia y del matrimonio, en la cual el marido, como una reminiscencia del
"pater familias" romano, ostentaba privilegios y potestades desorbitantes no
sólo sobre la mujer sino también sobre sus descendientes. Pero esa
concepción del matrimonio y la familia no es compatible con el orden de
valores instaurado por la Constitución de 1991, puesto que éste reposa en la
igualdad en dignidad y derechos de los integrantes del núcleo familiar, tal y
como se desprende de los artículos 13 y 42 de la Carta.

Es cierto que algunos podrían considerar que en este caso no se viola el


principio de igualdad porque la ley no tiene por qué regular de manera
uniforme dos situaciones que son fácticamente diversas, la del marido y la
del hijo. Por ello, según estas tesis, el establecimiento de causales
diferentes para uno y otro no puede ser entendido como una discriminación
en contra del hijo sino como una regulación diferenciada de hipótesis
fácticas disímiles. Sin embargo la Corte no comparte ese análisis, por
cuanto considera que el hecho relevante desde el punto de vista
constitucional es que ambas personas, padre y marido, ostentan idéntico
interés jurídico para poder impugnar la presunción de paternidad
establecida por el artículo 214 del Código Civil. En efecto, ambos buscan
desvirtuar una relación de filiación que los afecta, que ha sido presumida
por la ley y que los relaciona al uno como padre y al otro como hijo. Se
encuentran entonces en la misma situación jurídica, sin que importe que se
sitúen en dos extremos diversos de la relación de filiación, por lo cual la ley
debió darles el mismo trato. Y como no existe ningún fundamento
constitucional razonable para haberles dado un trato distinto, la Corte
Constitucional concluye que esta regulación legal configura una
discriminación que viola el artículo 13 de la Carta.

La necesidad de una sentencia integradora que confiera prevalencia al


artículo 406 del C.C y nivele las causales de impugnación entre el hijo y
el marido.

15- Una vez establecida la inconstitucionalidad de la actual regulación de la


impugnación de la presunción de la paternidad, entra la Corte a analizar
cuál es el tipo de decisión que debe ser tomada en este caso concreto. Para
ello es necesario considerar varios elementos.
De un lado, es claro que la expresión acusada es en sí misma
constitucional, por lo cual no procede retirarla del mundo jurídico. La Corte
la mantendrá entonces dentro del ordenamiento legal, pues la
inconstitucionalidad no reside en que la expresión vulnere la Carta sino en
que ella constituye la única causal con la que cuenta actualmente el hijo
para impugnar la presunción de paternidad, con lo cual se viola el principio
de igualdad y su derecho constitucional a reclamar una filiación verdadera.

Por ello, de otro lado, la Corte no puede simplemente declarar exequible de


manera simple esa causal, sin abrir al hijo de mujer casada otras
posibilidades para reclamar su filiación verdadera, puesto que una decisión
de esa naturaleza estaría adimitiendo que una regulación de la ley civil que
es contraria a la Carta mantuviera su vigencia, con lo cual se desconocería
la fuerza normativa de la Constitución (CP art. 4). Por consiguiente, la
única alternativa que se abre a la Corte es declarar que la expresión acusada
es constitucional, siempre y cuando se entienda que el hijo de mujer casada
también cuenta con otras posibilidades para reclamar su filiación verdadera,
y con otras causales para impugnar la presunción legal de paternidad.

16- Obviamente el anterior razonamiento plantea un interrogante difícil de


responder: ¿cuáles son las otras causales y las otras posibilidades con que
cuenta el hijo para establecer su filiación verdadera?

Para la Corte es claro que no le corresponde a ella, como tribunal


constitucional, determinar de manera autónoma esas causales, puesto que,
conforme a la Constitución, esa función es propia del Legislador, en virtud
de su libertad de configuración política (CP art. 42). Tampoco puede la
Corte establecer una libertad probatoria y de causales para el hijo, ya que
de esa manera esta Corporación estaría invadiendo la función legislativa,
pues estaría sustituyendo el actual régimen de impugnación, fundado en
causales taxativas, por un régimen de libertad probatoria. Además, una
decisión de esa naturaleza terminaría por consagrar, paradójicamente, una
discriminación en contra del marido. En efecto, mientras que el marido
tendría que basarse en las causales determinadas por la ley, el hijo de mujer
casada tendría libertad probatoria en esta materia.

Por todo lo anterior, la Corte considera que la única decisión razonable a


ser tomada en este caso específico es formular una sentencia integradora
que, con fundamento en las actuales disposiciones legales, permita
subsanar la inconstitucionalidad de la actual regulación de la impugnación
de la paternidad. Y la Corte considera que ello es posible, pues basta
establecer, en la parte resolutiva de esta sentencia y con efectos erga omnes,
los siguientes dos elementos:

De un lado, la sentencia conferirá primacía al artículo 406 del Código Civil


que regula la reclamación de estado civil sobre las acciones de
impugnación de la paternidad. Esto significa que cuando una persona
acumula la impugnación de la presunción de paternidad con una acción de
reclamación de la paternidad, entonces el proceso se regirá, de ahora en
adelante, por el amplio artículo 406 del Código Civil, y no por las normas
restrictivas que regulan la impugnación.

Ahora bien, la Corte precisa que esta prevalencia que la sentencia confiere
al artículo 406 del C.C no tiene como base una discusión legal -que no
compete a esta Corte adelantar- sino que deriva de valores constitucionales,
y es por ello que la Corte puede establecerla con particular fuerza
normativa, pues tiene efectos erga omnes. En efecto, el artículo 406, según
la doctrina más autorizada en la materia, establece el derecho de las
personas a reclamar su filiación verdadera, por lo cual, la entrada en vigor
de la Constitución de 1991 ha conferido a este artículo una nueva
dimensión y jerarquía normativa, pues ese derecho ha sido
constitucionalizado. Esto explica entonces la prevalencia que la
Constitución confiere a las acciones de reclamación de paternidad (art. 406
C.C) sobre las restricciones legales que existen en materia de impugnación.

Sin embargo, la prevalencia del artículo 406 del estatuto civil no soluciona
todo los problemas, puesto que en determinados casos puede suceder que el
hijo de mujer casada únicamente impugne la presunción de paternidad, sin
acumular tal acción a una reclamación de paternidad de un tercero. Por ello,
esta sentencia extiende al hijo de mujer casada las causales con que cuenta
hoy el marido para impugnar la presunción de paternidad, esto es, las
previstas en los artículos 214 y 215 del Código Civil y en el artículo 5 de la
Ley 95 de 1890. Esto significa que el hijo también podrá impugnar la
presunción de paternidad si demuestra que durante los diez meses
anteriores al parto, el marido no hizo vida conyugal con su mujer (art. 5 de
la Ley 95 de 1890) o estuvo en imposibilidad física de acceder a ella (art.
214 C.C). Igualmente, en caso de demostrarse el adulterio de la mujer
durante la época en que se presume ocurrida la concepción, el hijo podrá
ejercer la acción de impugnación y se le admitirá la prueba de cualesquiera
otros hechos conducentes a justificar que el marido no es el padre (art. 215
C.C).

17- La Corte considera que esta sentencia integradora es la que mejor


preserva la integridad y supremacía de la Constitución, pues presenta varias
virtudes.

De un lado, ella elimina el trato discriminatorio en favor del marido y en


contra del hijo, ya que a partir de la decisión de la Corte, ambos contarán
con las mismas causales de impugnación y con las mismas posibilidades de
establecer su filiación verdadera. Es cierto que una vez en firme esta
sentencia, el marido tiene algunas restricciones frente al hijo, puesto que en
algunos casos, al tenor del artículo 217 del Código Civil, existe un término
para ejercer la impugnación, mientras que el hijo puede hacerlo en todo
tiempo. Sin embargo, se trata, en este caso, de una diferencia de trato
razonable: en efecto se justifica que la ley establezca, en ciertos eventos, un
término al marido para impugnar, a fin de proteger el sosiego del
matrimonio, ya que el término se cuenta desde el momento en que el
marido tiene conocimiento del parto y posibilidad de impugnar. En cambio,
tal exigencia difícilmente se puede extender al hijo.

De otro lado, la Corte considera que de esa manera se protege el derecho


del hijo a reclamar su filiación verdadera, ya que las causales previstas para
el marido son lo suficientemente amplias para incluir las hipótesis en las
cuales es razonable que el hijo impugne la presunción legal. Además,
cuando el hijo acumule la impugnación de la presunción de paternidad a la
reclamación de la paternidad, la acción se regirá de manera amplia por el
artículo 406 del C.C

En tercer término, la intimidad del matrimonio no se ve vulnerada puesto


que sólo quedan legitimados para impugnar la paternidad el hijo y el
marido, con lo cual se evitan injerencias extrañas al sosiego del hogar.

En cuarto término, la Constitución mantiene su plena fuerza normativa,


puesto que la sentencia evita la permanencia de la actual regulación legal
de la impugnación de la paternidad, la cual es contraria a la Carta.

Finalmente, la Corte Constitucional es respetuosa de la separación entre la


jurisdicción constitucional y la jurisdicción ordinaria. En efecto, la
sentencia no impone a los jueces una determinada comprensión de la ley
con base en criterios y discusiones legales, sino que la interpretación que la
Corte establece deriva de valores constitucionales, como el derecho a la
filiación y el principio de igualdad.

Sin embargo, podría pensarse que este tipo de sentencias integradoras


convierten a este tribunal constitucional en legislador, por lo cual entra la
Corte a analizar la legitimidad de las decisiones de esta naturaleza.

Los fundamentos constitucionales y los alcances de las sentencias


integradoras.

18- La sentencia integradora es una modalidad de decisión por medio de la


cual, el juez constitucional, en virtud del valor normativo de la Carta (CP
art. 4), proyecta los mandatos constitucionales en la legislación ordinaria,
para de esa manera integrar aparentes vacíos normativos o hacer frente a las
inevitables indeterminaciones del orden legal. En ello reside la función
integradora de la doctrina constitucional, cuya obligatoriedad, como fuente
de derecho, ya ha sido reconocida por esta Corporación34 . Y no podía ser
de otra forma, porque la Constitución no es un simple sistema de fuentes
sino que es en sí misma una norma jurídica, y no cualquier norma, sino la
norma suprema (CP art. 4), por lo cual sus mandatos irradian y condicionan
la validez de todo el ordenamiento jurídico.

334
Corte Constitucional. Sentencia C-083/95. MP Carlos Gaviria Díaz.
Las sentencias integradoras encuentran entonces su primer fundamento en
el carácter normativo de la Constitución, puesto que el juez constitucional,
con el fin de asegurar la integridad y la supremacía de la Carta, debe
incorporar en el orden legal los mandatos constitucionales. Por ello, si el
juez, para decidir un caso, se encuentra con una indeterminación legal, ya
sea porque el enunciado legal es insuficiente, ya sea porque el enunciado es
contrario a la Carta, el juez debe proyectar los mandatos constitucionales
directamente al caso, aun cuando de esa manera, en apariencia, adicione el
orden legal con nuevos contenidos normativos. El juez en este caso en
manera alguna está legislando pues lo único que hace es dar aplicación al
principio según el cual la Constitución, como norma de normas, tiene una
suprema fuerza normativa (CP art. 4). Por ello, como lo dijo la Corte
Suprema de Justicia en su momento, o como lo ha tantas veces afirmado
esta Corporación, la Carta de 1991 cubre "retrospectivamente y de manera
automática, toda la legalidad antecedente, impregnándola con sus dictados
superiores, de suerte que, en cuanto haya visos de desarmonía entre una y
otra, la segunda queda modificada o debe desaparecer en todo o en parte
según el caso"35 .

De otro lado, este tipo de decisiones integradoras también encuentra


fundamento en el principio de efectividad establecido por el artículo 2º de
la Carta, puesto que los órganos del Estado en general, y los jueces y la
Corte Constitucional en particular, deben buscar, en sus actuaciones, hacer
realidad los principios, derechos y deberes constitucionales así como el
orden de valores que la Constitución aspira a instaurar. Es pues natural que
los jueces, y en particular el juez constitucional, integren en sus sentencias
los mandatos constitucionales.

Este principio de efectividad encuentra perfecta correspondencia con la


normatividad internacional en materia de derechos humanos y, en
particular, con los deberes de respeto y garantía que los Estados tienen en
este campo. En efecto, la Convención Interamericana y los Pactos de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas señalan que es deber de los
Estados no sólo respetar los derechos civiles y políticos sino, además,
garantizar, sin discriminación alguna, su libre y pleno goce a toda persona
sujeta a su jurisdicción (Convención Interamericana art. 1º; Pacto de
derechos civiles y políticos art. 2º ord 1º). Por ello, estos pactos, que han
sido todos ratificados por Colombia y por ende prevalecen en el orden
interno (CP art. 93), señalan que los Estados Partes se comprometen a
adoptar, con arreglo a sus procedimientos constitucionales, "las medidas
legislativas o de otro carácter que fueren necesarias para hacer efectivos
(subrayas no originales)" los derechos humanos (Convención
Interamericana art. 2º; Pacto de derechos civiles y políticos art. 2º ord 2º).
Ahora bien, la Corte Constitucional, en acuerdo con una doctrina muy

335
Cf Corte Suprema de Justicia. Sentencia No 85 del 25 de julio de 1991. M.P Pedro Escobar Trujillo. En el
mismo sentido ver Corte Constitucional. Sentencia C-177/94 del 12 de abril de 1994. M.P Carlos Gaviria
Díaz.
autorizada en este campo36 , considera que entre las medidas "de otro
carácter" deben incluirse las sentencias de los jueces, y muy
particularmente las decisiones de esta Corporación, pues la rama judicial es
uno de los órganos del Estado colombiano, y éste se ha comprometido a
tomar las medidas que sean necesarias para hacer efectivos los derechos de
las personas. Por consiguiente, las sentencias de los jueces -como medidas
de otro carácter diferentes a las leyes- deben buscar hacer efectivos los
derechos reconocidos por los pactos de derechos humanos. Es pues
legítimo que los jueces, y en particular la Corte Constitucional, integren a
la normatividad, al momento de tomar sus decisiones, los derechos
reconocidos en la Constitución y en los pactos.

Finalmente, estas sentencias integradoras encuentran fundamento en la


propia función de la Corte Constitucional en la guarda de la supremacía e
integridad de la Carta (CP art. 241). En efecto, en muchas ocasiones una
sentencia de simple exequibilidad o inexequibilidad resulta insuficiente, ya
que ella podría generar vacíos legales que podrían hacer totalmente inocua
la decisión de la Corte. En tales casos, la única alternativa para que la Corte
cumpla adecuadamente su función constitucional es que, con fundamento
en las normas constitucionales, ella profiera una sentencia que integre el
ordenamiento legal a fin de crear las condiciones para que la decisión sea
eficaz .

19- Como vemos, las sentencias integradoras tienen un múltiple y sólido


fundamento constitucional, lo cual explica que esta modalidad de decisión
no sea nueva en la jurisprudencia constitucional colombiana, ni en el
derecho constitucional comparado. Así, el tribunal constitucional italiano
ha recurrido en numerosas ocasiones a decisiones de este tipo, que la
doctrina de ese país ha denominado sentencias aditivas, sustitutivas o
integradoras37 .

En el caso colombiano encontramos también numerosas sentencias


integradoras.

Así, la Corte Suprema de Justicia, mientras ejerció el control


constitucional, durante la vigencia de la Constitución de 1886, recurrió en
algunas ocasiones a este tipo de decisiones. Por ejemplo, en 1944, la Corte
Suprema declaró inexequible la expresión "haya completado o complete 20
años ... antes ... de la vigencia de esta ley" del artículo 1 de la Ley 51 de
1943, porque según la Corte, "con anterioridad a esta ley la prescripción
adquisitiva entre comuneros ha de regirse por los preceptos del Código
Civil"38 . Igualmente, en 1961, la Corte Suprema declaró inexequibles
ciertos apartes del Decreto Legislativo No 12 del 4 de junio de 1959, que
336
Ver, por ejemplo. German Bidart Campos. Tratado de Derecho Constitucional Argentino. Tomo III sobre
los Pactos Internacionales sobre Derechos Humanos y la Constitución. Buenos Aires: Eudeba, 1989. pp 129 y
ss.

337
Ver Alessandro Pizzorusso. Loc- cit, pp 259 y ss; Als Vignudelli. Loc-cit. pp 65 y ss.
338
Sentencia del 2 de noviembre de 1944 MP Ricardo Jordán Jiménez. Gaceta Judicial, Tomo LVIII p 7.
señalaban que sus normas procesales se aplicarían hasta la terminación de
determinados procesos penales. Según la Corte, y en virtud del principio de
favorabilidad penal consagrado por la Carta, la aplicación del decreto era
inexequible "en cuanto se trate de procesos originados en hechos cometidos
con anterioridad a su vigencia"39

Lo notable de estas decisiones es que la Corte Suprema no se limita a


retirar del orden legal un texto normativo sino que establece, con base en
principios constitucionales, una proposición normativa que integra el
eventual vacío legal que podría generar la decisión de inexequibilidad. Y
esto es claramente una sentencia integradora.

Esta Corte Constitucional también ha recurrido a este tipo de decisiones,


tanto a nivel del control abstracto de constitucionalidad como en las
sentencias de revisión de tutela. Los ejemplos son múltiples, como se verá
a continuación.

Así, a nivel de control abstracto, cuando declaró inexequible los mal


llamados bonos de guerra, y en virtud de la prevalencia del derecho
sustancial y para evitar un enriquecimiento sin justa causa de parte del
Estado colombiano, la Corte Constitucional ordenó al Ministerio de
Hacienda reintegrar en un término no superior a seis meses la totalidad de
las sumas recaudadas por concepto de la aplicación del artículo 17 de la
Ley 6 de 199240 Igualmente, al declarar inexequible el parágrafo del
artículo 7 de la Ley 71 de 1988, la Corte consideró necesario adicionar una
cláusula en la parte resolutiva de la sentencia con el fin de evitar un
enriquecimiento sin justa causa de las entidades de previsión social 41 .
También en la revisión de la ley estatutaria del voto programático, la Corte
estableció de un lado, que la revocatoria del mandato sólo tendría efectos
sobre los alcaldes y gobernadores elegidos con posterioridad a la sanción
de la ley. Y, de otro lado, al declarar inexequible el artículo 15 del proyecto,
consideró que quien resultara electo para reemplazar a un mandatario
seccional revocado tendría el período constitucional de tres años 42 . Y, muy
recientemente, la Corte declaró exequible el artículo 66 del Decreto 01 de
1984, sobre la pérdida de fuerza ejecutoria de los actos administrativos,
pero integró a tal norma, en la parte resolutiva de la sentencia, el mandato
del artículo 4 de la Carta sobre la excepción de inconstitucionalidad, pues
consideró "que el texto constitucional ha de hacerse valer y prevalece sobre
la preservación de normas de rango inferior"43 .
339
Sentencia del 24 de julio de 1961. MP José Hernández Arbeláez. Gaceta Judicial. Tomo XCVI p 8

440
Ver Corte Constitucional. Sentencia C-149/93. MP José Gregorio Hernández Galindo
441
Ver sentencia C-012/94. MP Antonio Barrera Carbonell.

442
Sentencia C-011/94. MP Alejandro Martínez Caballero. Los criterios de esta sentencia fueron reiterados en
la revisión de la ley estatutaria de mecanismos de participación, sentencia C-180/94. MP Hernando Herrera
Vergara.

443
Sentencia C-069/95. MP Hernando Herrera Vergara.
Y en las sentencias de revisión de tutela los ejemplos de sentencias
integradoras son mucho más numerosos. Así, por no citar sino unos
ejemplos, en numerosos casos la Corte Constitucional se ha visto obligada
a establecer en sus fallos reglas sobre la carga de la prueba en materia de
vulneración de derechos fundamentales44 o las relaciones de conexidad que
deben existir entre los derechos colectivos y los derechos fundamentales
para que proceda la tutela45 .

Vemos entonces que las sentencias integradoras tienen un sólido


fundamento y una importante trayectoria en el constitucionalismo
colombiano.

20- Fuera de todo lo anterior, en el caso específico, esta sentencia


integradora tiene fundamentos aún más claros, puesto que, de un lado, los
derechos invocados por la Corte son todos derechos de aplicación
inmediata, al tenor del artículo 85 de la Carta. De otro lado, la Corte basa
su decisión en las regulaciones legales existentes.

Todo ello muestra que la prevalencia del artículo 406 del Código Civil y la
nivelación de causales de impugnación entre marido e hijo que ordena esta
sentencia no deriva de una decisión legislativa de la Corte Constitucional,
sino de la aplicación directa, por parte de esta Corporación, del principio
constitucional de igualdad y del derecho de las personas a reclamar su
filiación verdadera. Esto significa que la Constitución de 1991 modificó la
regulación discriminatoria que consagraba la legislación civil, de suerte que
la decisión de la Corte lo único que hace es reconocer la eficacia normativa
del nuevo orden de valores que la Constitución aspira a instaurar.

21- Por último, la Corte considera pertinente precisar que esta aplicación
directa de la Constitución efectuada en esta sentencia no implica que el
Legislador haya perdido su facultad de regular las causales de impugnación
de la presunción de paternidad legítima. En efecto, como se señaló
anteriormente en el numeral 11 de esta sentencia, en este campo opera en
principio la libertad de configuración política del Legislador, por lo cual
puede la ley -como es obvio, dentro de los marcos de la Carta- regular en
forma diversa las causales para controvertir las presunciones legales en esta
materia.

III. DECISIÓN
444
Ver, por ejemplo, entre otras, la sentencia T-230/94 MP Eduardo Cifuentes Muñoz y T-048/95. MP
Antonio Barrera Carbonell.
445
Ver, entre otras, la Sentencia T-163/93 y M.P. Dr. Fabio Morón Díaz; y, en particular la sentencia de
unificación sobre el tema de la Sala Plena SU 067/93de 24 de febrero de 1993. Magistrados Ponentes: Dr.
Fabio Morón Díaz y Ciro Angarita Barón
En mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional de la República de
Colombia, en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,

RESUELVE:

Declarar EXEQUIBLE el aparte "cuando su nacimiento se haya verificado


después del décimo mes siguiente al día en que el marido o la madre
abandonaron definitivamente el hogar conyugal", contenido en el artículo 3
de la Ley 75 de 1968, siempre y cuando se interprete que, además de esta
causal, y en virtud del derecho que toda persona tiene de reclamar su
verdadera filiación y del principio de igualdad de derechos dentro de las
relaciones familiares, consagrados en la Constitución, el hijo de mujer
casada cuenta otras posibilidades para impugnar la presunción de
paternidad, así: de un lado, si el hijo acumula la impugnación de paternidad
con una acción de reclamación de paternidad, deberá darse aplicación
preferente al artículo 406 del C.C; de otro lado, en todos los casos, el hijo
contará con las causales previstas para el marido en los artículos 214 y 215
del Código Civil y en el artículo 5 de la Ley 95 de 1890.

Cópiese, comuníquese, notifíquese, cúmplase e insértese en la Gaceta


de la Corte Constitucional

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Presidente

JORGE ARANGO MEJIA ANTONIO BARRERA


CARBONELL
Magistrado Magistrado

EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ CARLOS


GAVIRIA DIAZ
Magistrado Magistrado
HERNANDO HERRERA VERGARA ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Magistrado

FABIO MORON DIAZ VLADIMIRO


NARANJO MESA
Magistrado Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General
Salvamento de voto a la Sentencia No. C-109/95

Santa fe de Bogotá, D.C., quince (15) de marzo de mil novecientos noventa


y cinco (1995).

Con el acostumbrado respeto, me he apartado del sentido que la Corte


quiso dar al fallo en referencia, no en cuanto declara exequible la
disposición acusada, pues comparto enteramente las razones de la misma,
sino en lo relativo a elementos agregados a la decisión, que no eran
indispensables para adoptarla y que, por el contrario, incluidos en la forma
en que lo han sido, le restan claridad y consistencia.

Mi discrepancia con la mayoría es doble:

- Por una parte, como lo he expresado en otras ocasiones, no me parece


pertinente que en las sentencias de la Corte se incluyan admoniciones que
en realidad impliquen la creación de verdaderas normas jurídicas de
carácter general y abstracto, pues tengo bien claro que ello corresponde al
legislador.

Cosa distinta es que, como lo ha aceptado la Corporación, se condicione en


ciertos casos la exequibilidad de la norma, para fijar el exacto alcance de la
preceptiva constitucional, evitando que afirmaciones absolutas distorsionen
el sentido de la exequibilidad declarada, pero ello únicamente puede
acontecer cuando la misma norma objeto de examen, por sus
características, da lugar a ello. Es el caso de disposiciones ambiguas, cuyo
entendimiento podría ser ajustado a la Carta desde cierto ángulo y contrario
a ella desde otro, lo que hace indispensable que el Juez Constitucional
precise cuál es el sentido normativo que se aviene a la Constitución.

Tal no es la circunstancia de la que ahora se ocupa la Corte, pues si algo


caracteriza al precepto atacado es su claridad.

- En segundo lugar, estimo que la extensión de causales de impugnación de


la paternidad, hecha por la sentencia, desconoce la autonomía del legislador
en la determinación de las reglas propias de cada juicio, nítidamente
derivada del artículo 29 de la Carta Política.

En este aspecto me parece equivocada la posición mayoritaria, toda vez


que, asumiendo un papel evaluador de conveniencias, que no corresponde a
la Corte, modifica por vía general la normatividad que rige esta clase de
procesos.

El legislador, aplicando un principio elemental en Derecho -el de que no se


puede ir contra la naturaleza de las cosas- acertó al excluir de las causales
de impugnación de la paternidad, por parte del hijo, aquéllas que afectaran
la reputación de su madre.
Obsérvese que la Sentencia proferida en la fecha dispone en su parte
resolutiva que "el hijo contará con las causales previstas para el marido en
los artículos 214 y 215 del Código Civil y en el artículo 5 de la Ley 95 de
1890".

El artículo 214 del Código Civil dispone, en la parte pertinente, que el


marido podrá no reconocer al hijo como suyo "si prueba que durante todo
el tiempo en que, según el artículo 92, pudiera presumirse la concepción,
estuvo en absoluta imposibilidad de tener acceso a la mujer".

El 215, por su parte, señala que, probado el adulterio de la mujer en la


época en que pudo efectuarse la concepción, "se le admitirá la prueba de
cualesquiera otros hechos conducentes a justificar que él no es el padre".

El artículo 5 de la Ley 95 de 1890 contempla el caso en el cual, durante los


diez meses anteriores al parto, el marido no hizo vida conyugal con su
mujer.

Debo destacar cómo todas esas hipótesis, que tienen sentido cuando se trata
de ofrecer al marido la posibilidad de desvirtuar la paternidad presunta, no
encuentran fundamento cuando es el hijo quien busca la declaración
judicial correspondiente, pues la invocación de ellas como causales lo
colocan en la difícil posición de tener que probar en juicio que su madre,
pese a la condición de mujer casada, mantuvo, durante la época de la
concepción, relaciones sexuales extramatrimoniales. Si bien ello no es
punible en el sistema jurídico vigente, resulta reprochable a la luz de las
concepciones morales dominantes y desacredita necesariamente a la mujer.

JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO


Magistrado

Fecha, ut supra
Salvamento de voto a la Sentencia No. C-109/95

PRESUNCION DE PATERNIDAD-Causales de impugnación


(Salvamento de voto)

Aunque compartimos los argumentos expuestos en la parte motiva,


consideramos que en la parte resolutiva transcrita, no resulta proceodente
la ampliación de las causales de impugnación de la presunción de
paternidad, en relación con el hijo de mujer casada y por consiguiente no
se han debido incluir causales no previstas expresamente en el artículo
3o. de la Ley 75 de 1968, concretamente aquellas que contemplan
específicamente para el marido los artículos 214 y 215 del Código Civil y
el artículo 5o. de la Ley 95 de 1980, que puede ordenar el legislador.

REF:Expediente D-680

Los suscritos magistrados, salvamos parcialmente el voto en el asunto de


la referencia, en lo que respecta a la parte resolutiva de la Sentencia que
dice:

“...Siempre y cuando se interprete que, además de esta causal, y en virtud


del derecho que toda persona tiene de reclamar su verdadera filiación y
del principio de igualdad de derechos dentro de las relaciones familiares,
consagrados en la Constitución, el hijo de mujer casada cuenta con otras
posibilidades para impugnar la presunción de paternidad, así: de un lado, si
el hijo acumula la impugnación de paternidad, con una acción de
reclamación de paternidad, deberá darse aplicación preferente al artículo
406 del C.C.; de otro lado, en todos los casos, el hijo contará con las
causales previstas para el marido en los artículos 214 y 215 del Código
Civil y en el artículo 5 de la Ley 95 de 1890”.

Aunque compartimos los argumentos expuestos en la parte motiva,


consideramos que en la parte resolutiva transcrita, no resulta proceodente
la ampliación de las causales de impugnación de la presunción de
paternidad, en relación con el hijo de mujer casada y por consiguiente no
se han debido incluir causales no previstas expresamente en el artículo
3o. de la Ley 75 de 1968, concretamente aquellas que contemplan
específicamente para el marido los artículos 214 y 215 del Código Civil y
el artículo 5o. de la Ley 95 de 1980, que puede ordenar el legislador.

Fecha ut supra,

HERNANDO HERRERA VERGARA


Magistrado
VLADIMIRO NARANJO MESA
Magistrado

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