Fallo Inhabilitacion

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CNCiv., Sala E, 01/07/2010.

- M d R G, C M s/inhabilitación El Derecho Digital (61364)

Inhabilitación: Prodigalidad; hábito o comportamiento reiterado; disminución patrimonial calificada;


custodia de la persona; efectos; alcances. -

1-“El supuesto de prodigalidad previsto en el art. 152 bis, inc. 3º del Código Civil sólo se configura
cuando se presenta una “reiterada tendencia” o un “comportamiento” o “hábito” reflejado en un
cúmulo de actos continuados en el tiempo respecto de los actos de disposición o administración de
sus bienes, de manera que un acto aislado o circunstancial aun con fuerte incidencia en la
composición del patrimonio no puede justificar la declaración judicial”.
2-“No se requiere una mera pérdida, sino una disminución patrimonial calificada por su inutilidad”.
3-“El juicio de prodigalidad no atiende, en lo esencial, a la custodia de la persona del denunciado
por su supuesto estado de debilidad mental o por su eventual proceso de deterioro etario. Aquí no
se discute la capacidad de la actora y el grado en que otras personas puedan influir en su decisión”.
4-“Al pródigo se lo protege porque gasta, no porque sea psíquicamente anormal. Lo realmente
combatido por la norma no es la falta de salud mental, sino los resultados perniciosos que ella
produce o puede producir”. LSS
Buenos Aires, Capital de la República Argentina, a los 1 días del mes de
julio de dos mil diez, reunidos en Acuerdo los señores jueces de la Excma. Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil, Sala "E", para conocer en el recurso interpuesto en los autos caratulados
"Munist de Rodríguez Galtero, Catalina Mercedes s/inhabilitación", respecto de la sentencia
corriente a fs. 707/712, el Tribunal estableció la siguiente cuestión a resolver: La sentencia
apelada ¿es arreglada a derecho? Practicado el sorteo, resultó que la votación debía efectuarse
en el siguiente orden: señores jueces de Cámara Dres. Racimo, Calatayud y Dupuis: A la
cuestión planteada el Dr. Racimo dijo: I.- La jueza de primera instancia rechazó la demanda
promovida por María de las Mercedes Rodríguez Galtero para que se declarara la inhabilitación por
prodigalidad de su madre Catalina Mercedes Munist de Rodríguez Galtero. Contra dicho
pronunciamiento, la vencida dedujo el recurso de apelación de fs. 728 que fundó con la expresión
de agravios de fs. 747/767 que fue respondida por la demandada con el escrito de fs. 771/783 y por
la Defensora Pública de Cámara a fs. 785/786. La sentencia dictada a fs. 707/712 tuvo por
probado que Munist de Rodríguez Galtero había donado a su hijo Alejandro Pedro Rodríguez
Galtero la nuda propiedad de un importante predio rústico sito en la estación Rocamora, provincia
de Entre Ríos reservándose el usufructo vitalicio, pero se descartó la denuncia de prodigalidad toda
vez que un acto aislado no configura la causal de inhabilitación que requiere el hábito de una
conducta malgastadora. La magistrada examinó también las declaraciones testificales que dan
cuenta de anteriores desprendimientos de bienes que consideró meras expresiones de una madre
generosa y estimó que carece de importancia que la donación haya desequilibrado las porciones
sucesorias que alguna vez puedan corresponder a sus hijos. Descartó, finalmente, la relevancia
que se pretende dar al deterioro advertido por el perito psiquiatra puesto que ello puede requerir de
algún sistema de protección ajeno al marco de este tipo de proceso y que exige el cumplimiento
específico de los recaudos previstos por los arts. 624, 625, 631 y 633 del Código Procesal.
Sostuvo la recurrente en su memorial que un acto único de una parte importante del patrimonio
puede ser muestra de prodigalidad, que la generosidad de la madre hacia su hijo no excluye el
supuesto considerado en la norma legal, que existió un intento de venta del inmueble después del
acto de donación, que la demandada puede caer en la indigencia y que está sometida a la
influencia del donatario quien la habría impulsado a seguir esa conducta. La Defensora Pública
de Menores e Incapaces de Cámara solicitó el rechazo del recurso de apelación al estimar que de
las constancias arrimadas a la causa no surgen elementos que lleven a la convicción de que la
denuncia pueda prosperar ya que lejos de exponer un caso de prodigalidad indican más bien la
existencia de un deterioro en las facultades de la demandada que debe ser atendido. II.- La
actora afirma que puede presentarse el supuesto de prodigalidad previsto en la ley incluso cuando
se realiza un acto patrimonial único que implica una afectación proporcional relevante del
patrimonio de la persona denunciada. La doctrina y la jurisprudencia nacionales han interpretado
que el supuesto de prodigalidad previsto en el art. 152 bis, inc. 3º del Código Civil sólo se configura
cuando se presenta una "reiterada tendencia" o un "comportamiento" o "hábito" reflejado en un
cúmulo de actos continuados en el tiempo respecto de los actos de disposición o administración de
sus bienes, de manera que un acto aislado o circunstancial aun con fuerte incidencia en la
composición del patrimonio no puede justificar la declaración judicial (Spota, A. G., Tratado de
Derecho Civil, Buenos Aires, 1949, t. I, vol. 3.2., nº 955, pág. 545; Orgaz, A., Personas individuales,
2ª ed., Córdoba, 1961, n° 16, pág. 181; Raffo Benegas, P. y Sassot R. A., "Régimen procesal de la
inhabilitación. Supuestos contemplados en el art. 152 bis del Código Civil", JA Doctrina, 1969, pág.
551; Tobías, J. W., La inhabilitación en el Derecho Civil, Buenos Aires, 1978, nº 45, pág. 53 y nota
149 y en Bueres-Highton, Código Civil y normas complementarias, Buenos Aires, 2003, t. IA, pág.
860; Lavalle Cobo en Belluscio, Código Civil y leyes complementarias, Buenos Aires, 1985, t. I, pág.
586; Cifuentes, S., Código Civil Comentado y Anotado, Buenos Aires, Buenos Aires, t. I, pág. 114 y
especialmente los fundamentos de Cifuentes, Rivas Molina y Tiscornia, Juicio de insania.
Dementes, sordomudos e inhabilitados, 2ª ed., Buenos Aires, 1997, nº 39, págs. 156/157; CNCiv,
Sala F, voto del Dr. Beltrán, 27-11-79, ED 87-209, 218; id, id. voto del Dr. Bossert, 10-11-86, LL
1987-B, 205; id. Sala B, 23-8-02, LL 2002-E, 772 y esta Sala, disidencia del Dr. Calatayud, 23-9-87,
LL 1988-A,472). Se considera en general que la característica de la habitualidad se encuentra
reforzada por la redacción dada a la norma que se refiere a los actos de disposición o
administración de sus bienes lo que importaría reconocer la necesidad de una pluralidad de
actuaciones. Los términos usados reflejan, en general, lo dicho por el Tribunal Supremo de
España en un precedente del 25 de marzo de 1942 en el cual se sostuvo que es necesario que esa
conducta sea habitual, toda vez que los actos más o menos irregulares o los gastos excesivos, pero
aislados y puramente circunstanciales, no pueden ser constitutivos de la condición jurídica de la
prodigalidad (ver Puig Peña, F., Tratado de Derecho Civil Español, t. I, vol. II, Parte General. Los
actos jurídicos, Madrid, 1958, pág. 175; Albaladejo, M., Instituciones de Derecho Civil, Barcelona,
1960, t. I, nº 65, pág. 140; Castán Tobeñas, J., Derecho Civil, Común y Foral, Madrid, 1963, 10ª
ed., t. I, vol. II, pág. 231; O’Callaghan Muñoz, X., "La prodigalidad como institución de protección a
la legítima", Revista de Derecho Privado, Madrid, 1978, 253, 256; Espín Canovas, D., Manual de
Derecho Civil Español, Madrid, 1982, vol. I, pág. 309; Gete-Alonso, M. del C. en Puig I Ferriol, L. y
otros, Manual de Derecho Civil, Madrid, 1997, t. I, pág. 196 y Díez-Picaso, L. y Guillón, A., Sistema
de Derecho Civil, 11ª ed., Madrid, 2004, vol. I, pág. 246). La falta de definición legal de la
prodigalidad llevó a dicho Tribunal Supremo a fijar el concepto jurídico a partir del sentido usual y
gramatical del vocablo que se caracteriza por una conducta, no episódica, sino continuada o
habitual, esto es, que alcanza el rango de hábito o costumbre en atención a su frecuencia o
constancia, lo cual se traduce en la práctica, en la repetición de actos iguales o semejante que dan
empleo irrazonable a la fortuna propia (Vidal Rivera Sabatés, "Sobre el concepto de prodigalidad",
Revista de Derecho Privado, Madrid, marzo-abril 2005, págs. 77, 84). Desde una posición
tradicional, la prueba de la prodigalidad no puede resultar de un solo abuso, ni incluso de muchos
en cosas de poca importancia; es menester de actos reiterados y que el abuso se torne en hábito
(Toullier, C.M.B, Le Droit Francais suivant l’ordre du Code, Bruselas, 1838, t. I, nº 1317, pág. 188).
La doctrina clásica definía genéricamente al pródigo como a la persona que realizaba gastos -en
plural- vanos o demenciales que amenazaban con la destrucción de su fortuna (Planiol, M. y Ripert.
G., Traité Pratique de Droit Civil Français, París, 1925, t. I, nº 730 pág. 763; Zachariae, K.-Z., Le
Droit Civil Français, París, 1854, t. I, nº 218 pág. 487 y también los comentarios de Massé y Vergé
en nota 5; Aubry, C. y Rau, C., Cours de Droit Civil Français, 4ª ed., 1869, T. I, nº 138, pág. 564;
Mourlon, F., Répétitions écrites sur le Code Civil, París, 1884, t. I, nº 1324, pág. 680; Laurent,
Principes de Droit Civil Français, Bruselas-París, 1878, 3ª ed., t. 5, nº 341, pág. 411). No basta, en
general, un primer acto de disipación, sobre todo si es poco considerable; y conviene verificar que
éste es en efecto una perversa inclinación, un hábito que se declara o si se trata solamente de una
falta accidental en un momento de extravío (Demolombe, Cours de Code Napoleon t. VIII, De la
minorité, París, 1854, t. II, nº 694, pág. 472 y también Duranton, Cours de Droit Français, 4ª ed.,
París, 1844, t. III, nº 797, pág. 714 haciendo referencia a la conducta del pródigo como una
tendencia). El art. 370 del Código Civil suizo exige también prodigalidades que son actos (conf. Pier
Larousse, Grand Dictionnaire Universel, París, 1866, t. 13, pág. 212) obviamente plurales de una
persona pródiga que se despliegan en la realización de gastos (ver Rossel, V. y Mentha, F.-H.,
Manuel de Droit Civil Suisse, 2ª. ed. Lausana, 1922, t. I, nº 788-1º, pág. 528). El juicio analítico de
la noción de prodigalidad respalda esta posición como principio ya que se puede ser pródigo o
malgastador en un acto -que es lo que indirectamente sostiene la apelante- pero la prodigalidad se
predica realmente de quien repite estas acciones. Es hábito o disposición de bienes económicos y
en tanto tal repetición -y no único acto- y por consiguiente vicio mediante el cual el pródigo dilapida
su hacienda y se arruina a sí mismo (Aristóteles, Ética Nicomaquea, II, 5 (BK 1105 b 26); II, 6 (BK
1106 a 14); II, 7 (BK 1107 10 a 18); II, 8 (BK 1108 b 11 y 23) III, 5 (BK 1114 b 22); IV 1 (BK 1120 a
1), México, trad. de A. Gómez Robledo, 2ª ed., 1983, pág. 76 y sigtes.), lo cual perdura en el tiempo
(Tomás de Aquino, Suma Teológica, IIª -IIae, q.119 a.3, Madrid, 1955, t. IX, pág. 605 y Digesto, L.
XXVII, tit. X, 1, en Cuerpo del Derecho Civil Romano. Primera parte, Digesto, trad. García del
Corral, I., Barcelona, 1892, t. II, pág. 331). El concepto jurídico de prodigalidad tiene un fuerte
contenido moralista en la apreciación del factor subjetivo (ver Carbonnier, J., Droit Civil, París,
2004, vol. I, nº 352, pág. 691) y su transmisión al texto legal incorpora este bagaje en cuanto
presupone, como regla, que se trata de proteger al individuo y a la familia de un hábito que se
evidencia a través de actos plurales de destrucción del propio patrimonio. Implica carecer de la
inteligencia o de la fuerza de espíritu necesarias para administrar su patrimonio y defender sus
intereses (voto del Dr. Dupuis en causa citada) y supone no ya una depravación sino una cierta
insensatez o defecto de la razón y en la voluntad (Tomás de Aquino, Comentario de la Ética a
Nicómaco, Buenos Aires, 1983, pág. 205 y Demolombe, ob. y lug. cit.). Se trata de suplir a las
deficiencias psíquicas que adolecen ciertas personas médicamente normales (Llambías, J. J.,
Estudio de la Reforma del Código Civil ley 17.711, Buenos Aires, 1969, pág. 49). Los actos son
locos o demenciales (según la concepción de la doctrina clásica francesa), pero la persona es
capaz hasta que se revele inequívocamente esa tendencia mediante la repetición de ese tipo de
actos. El art. 415 del Código Civil italiano se refiere a la inhabilitación por prodigalidad o por
abuso habitual de bebidas alcohólicas o de estupefacientes. Se distingue así entre un estado que
se presume configurado como hábito -el de prodigalidad- y otro -el del abuso de bebidas- que exige
la repetición para la aplicación de la norma. No se formula allí precisión alguna respecto del
concepto del mismo modo que en el art. 152, inc. 3º del Código Civil y a diferencia del art. 340 del
Código Civil de Portugal de 1867 que requería la prodigalidad habitual para la declaración de
incapacidad de los pródigos (Andrade Pires de Lima, F. y Antunes Varela, J., Código Civil
Portugués. Ediçao actualizada e anotada, Lisboa, 1948, pág. 136) y también el art. 152 del Código
Civil portugués de 1966. La interpretación de la Cámara de Casación Civil -que resulta útil
justamente por esa indistinción terminológica- ha señalado que esta noción se concreta en un
hábito de gastar en modo desordenado o desmesurado (Cass. Civ., 10-2-68, nº 428, GC 1968, I,
568) el repetirse de gastos desordenados (Cass. Civ., 13-3-80, nº 1680, GI 1980, I, 1, 966),
comportamiento habitual caracterizado por la largueza en el gasto (Cass. Civ., 19-11-86, nº 6805,
FI, 1987, I, 823,), tendencia al derroche por la incapacidad de apreciar el real valor de dinero (Cass.
Civ., 3-12-88, nº 6549, MGI, 1988) citados en Cendon, P. y Baldassari, A, Codice Civile annotato
con la giurisprudenza, Turín, 2007, pág. 541/542 y también Berlingieri, P., Codice civile annotato,
Turín, 1981, t. I, pág. 870, Cian, G. y Trabucchi, A., Commentario breve al Codice Civile, Padua,
1981, pág. 207 y Natale, A., Autonomia privata e diritto ereditario, Milán, 2009, pág. 224). Un
sector minoritario de la doctrina ha entendido que la norma es oscura ya que no define claramente
las características de la prodigalidad misma de manera que pueden surgir dudas respecto al
alcance de su aplicación (ver Levacov, R.C., "Sobre la institución de la inhabilitación del pródigo en
la ley 17.711", LL 142-973). Se une a lo expresado que el art. 152 bis, inc. 3º del Código Civil
incorporó una consideración protectoria del patrimonio familiar. La dilapidación no contiene
intrínsecamente la repetida realización de gastos que a veces se le atribuye. El objetivo de la
disposición es evitar la exposición de ese patrimonio a la pérdida ruinosa y no puede descartarse
que un acto singular concluya en tan graves consecuencias haciendo inútil, por consiguiente, la
protección que se intentaba en el caso mediante la incorporación de este instituto. Por ello, se ha
señalado que la referencia del texto legal a los actos de administración y disposición de sus bienes
sólo implica una delimitación del ámbito de la prodigalidad como dilapidación o malgasto del
denunciado y no necesariamente repetición de una conducta viciosa (ver Ghirardi, J.C., La
inhabilitación judicial, Buenos Aires, 1980, nº 45, pág. 53 y Vilar, M.A., "Inhabilitación por
prodigalidad" en Abuso del derecho y otros estudios en homenaje a Abel M. Fleitas, Buenos Aires,
1992, pág. 108 y Pérez Ríos, J.L., La inhabilitación civil. Régimen sustancial y procesal, Buenos
Aires, 2004, pág. 318). Del caso resulta, además, que la actora mediante un acto único -la
escritura pública del 16 de junio de 2005- donó, en realidad, dos bienes. El notario refirió la
donación de un "primer inmueble" con una superficie de 344 has 66 as 3 cas y de otro "segundo
inmueble" de una superficie de 178 has 66 as y 27 cas. Se trata así de un acto único de disposición
por el cual Munist de Rodríguez Galtero dispuso de una parte importante de su patrimonio respecto
de "sus bienes" como exige la norma bajo análisis. En un acto singular -la escritura de donación- la
donante habría hecho dos gastos excesivos o inútiles según lo afirmado por la demandante. Se
trataría así de una persona que efectuó "un consumo de la propia hacienda" en los términos del
Diccionario de la Real Academia Española (Madrid, 21ª ed., pág. 1672) en un acto en el que se
donaron dos inmuebles. Se une a lo expresado que la denunciante indica el principio de ejecución
de la venta del inmueble mediante un aviso publicado en un periódico, lo cual reflejaría, a su
entender, que también se procuraba la pérdida del usufructo vitalicio retenido por la demandada.
Cabría, pues, descartar el reclamo con la mera referencia a una interpretación del texto legal que
demostraría inequívocamente que el concepto jurídico de la prodigalidad no puede desligarse del
requisito de la prodigalidad. Tal es la doctrina adecuada en la interpretación del art. 152 bis, inc. 3º
del Código Civil. No obstante ello, parece apropiado aplicar con flexibilidad en el sub lite dicha
norma por las especiales características fácticas del acto de donación y por la dilapidación que se
evidenciaría por el nuevo acto de disposición configurado por el alegado desprendimiento del
usufructo vitalicio. Desde esta perspectiva y a fin de no excluir desde el inicio el planteo de la
denunciante mediante dicha interpretación dominante y restrictiva, estimo pertinente -como también
se hizo en la sentencia recurrida- verificar si se presentan los restantes supuestos que harían
admisible la declaración de inhabilitación reclamada en la demanda. III. La demandante
manifiesta en la expresión de agravios de fs. 747/767, que su madre donó una parte tan relevante
de su patrimonio en una conducta que debe ser incluida en el supuesto de prodigalidad establecido
por la norma citada. La exposición de la cuestión pone de manifiesto la dificultad en considerar
que sea posible incluir un acto singular de dilapidación como muestra de prodigalidad. La actora no
ha detallado en el escrito de inicio y en su ampliación los antecedentes de esa decisión de la
actora. Estos datos tienen particular relevancia porque se evidencia, a partir de su examen, que la
proporción del valor donado no es la indicada por la actora ni dicho acto configura una dilapidación
si se consideran estas circunstancias que revelan un entramado que da justificación y sustento al
acto jurídico de la demandada. A.- La proporción del patrimonio donado. La cuestión de la
cuota real del patrimonio donado no es tan sencilla como se ha expuesto en el escrito de demanda.
La actora presentó, sin mayores explicaciones, una contraposición entre un universo patrimonial
constituido por el bien y por los otros bienes de menor importancia frente a una decisión singular de
la denunciada de dilapidar una importante parte de su hacienda mediante un acto que demostraría
su prodigalidad en los actos de disposición de sus bienes. La materia es más compleja porque
precisamente debió haberse reseñado la conducta anterior de la Sra. Munist de Rodríguez Galtero.
Cuando se atiende a esta historia familiar, la demanda se presenta realmente como un fragmento
postrero en un conjunto de negociaciones en el seno de la familia que giran en torno a la partición
del acervo de Alfredo B. J. Rodríguez Galtero y a la distribución que la madre había intentado
realizar respecto de propio patrimonio entre sus hijos. La demandada explicó la historia familiar y se
remontó incluso a imputaciones efectuadas respecto a la impropia administración del acervo
hereditario de Rodríguez Galtero por el entonces marido de la denunciante en hechos que se
habrían desarrollado hace varias décadas. No todo ello se encuentra probado, pero existen
elementos que emanan de la prueba documental y de la prueba testifical de personas vinculadas a
la familia de los cuales asoman detalles que corresponde ponderar en una interpretación integral de
la situación fáctica bajo análisis. Señalaba antes que la proporción no parece ser la calculada en
el escrito de demanda en el 90 % del patrimonio de Munist de Rodríguez Galtero y ello surge de
modo indirecto de las propias afirmaciones de la recurrente en diversas cartas enviadas a su
madre. Después del supuesto acto de prodigalidad configurado por el acto de donación del 16 de
junio de 2005, la demandante siguió negociando con su madre la distribución de los bienes y
reclamó el uso de una casa sita en cercanías de la ciudad de Punta del Este para el verano del año
2006 sobre la cual nada se ha dicho en la demanda. Que las partes no hayan señalado en los
escritos constitutivos del proceso ese dato -la propiedad de la demandada de la mitad de ese
inmueble- y que sí lo hayan mencionado oblicuamente al reconocer la prueba documental -ver
escrito de la actora de fs. 166 vta., punto 1- o al formular los respectivos interrogatorios a los
testigos -ver pregunta 7ª de la demandada de fs. 569- es un elemento altamente sugestivo. Resulta
difícil comprender el motivo por el cual las partes sólo han enumerado los bienes existentes en la
República Argentina en una hipótesis en la cual es relevante la ponderación de la cuota del acto de
disposición de la demandada. No es importante determinar si el bien pertenecía o no a la
demandada porque lo decisivo -dentro del marco de este proceso- es que así lo entendían las
partes y que ello pone de manifiesto que la denuncia por inhabilitación fue un instrumento para
superar esos conflictos omitiéndose la denuncia de la existencia de ese inmueble. La
demandante envió a su madre el 21 de noviembre de 2005 una carta documento (ver fs. 64) que en
su primer párrafo señalaba lo siguiente: "como titular de dominio del veinticinco por ciento (25
%) del inmueble ubicado en Pinares de Punta del Este ("Doña Luna"), tal como consta en la
declaratoria de herederos dictada en el juicio sucesorio de mi padre Alfredo Bernardo Jorge
Rodríguez Altero, es mi decisión irrevocable que se proceda a la partición de dicho bien hereditario
en forma perentoria. Habida cuenta que para ello resulta necesario enajenar ese inmueble, el
mismo deberá ser previamente tasado por más de una inmobiliaria del lugar donde se encuentra
ubicado." Después de la contestación de la demandada mediante una carta documento
aparentemente en diciembre -desconocida por la apelante- surge de la causa que la hija manifestó
mediante otra misiva -esta sí reconocida- que también estaba "de acuerdo en solucionar todo lo
pendiente antes de fin de año firmando un convenio ante escribano" (ver fs. 66). Existe también una
carta firmada por la denunciante -cuya autenticidad se encuentra admitida (ver fs. 166 vta.)- en la
cual controvierte la donación al hijo, se refiere al procedimiento de partición y concretamente alude
a la "casa en Punta del Este" (ver fs. 72). La hija promovió la demanda por inhabilitación el 20 de
abril de 2006 (ver cargo de fs. 31 vta.) sin detallar a la existencia de esa propiedad. El reclamo de la
actora se basó especialmente en este factor objetivo. La crítica textual interna de los dichos de la
actora en la comparación entre lo afirmado en la demanda y lo que había reclamado cinco meses
antes a su progenitora socava las bases de su reclamo. El aparente punto fuerte de la demanda -la
referida proporción- queda seriamente debilitado a partir de los dichos de la misma denunciante en
las misivas a su madre que revelan una cuestión familiar no adecuadamente explicitada.
Consecuentemente el factor objetivo -que considera la norma del Código Civil- debe ser también
vinculado con otras pruebas existentes en el expediente que han justificado la supuesta conducta
dilapidadora de la demandada. B. La donación del inmueble. El texto legal no admite, incluso
dentro de la posición planteada por la demandante, que pueda prosperar una denuncia por
prodigalidad que se asiente en un acto de disposición. Requiere algo más. Se exige que sea un
acto calificado: la dilapidación de una parte importante del patrimonio. No ha pasado por alto este
recaudo a la magistrada de primera instancia quien consideró que la donación al hijo puede
calificarse de un acto de generosidad de la madre, lo cual descartaría la imputación efectuada en la
demanda. Esa solución es posible en el caso. La apelante replica que la generosidad no excluye la
prodigalidad. De las constancias de la causa resulta que hubo en el caso algo más que un acto
de generosidad; se presentó una decisión fundada en la historia familiar y justamente en una
consideración instrumental de la demandada de la medida adoptada a fin de lograr una adecuada
explotación del bien rústico. Dilapidar es algo más que gastar. No se requiere una mera pérdida,
sino una disminución patrimonial calificada por su inutilidad (Lavalle Cobo en Belluscio, ob. cit. t. I,
pág. 587, b 2 y Tau Anzoátegui, C., "La prodigalidad en la ley 17.711", LL 138-1261). La donación
cuestionada, por más importante que haya sido su proporción dentro del patrimonio de la
demandada, no fue un acto de dilapidación por varias razones que resultan principalmente de la
referida prueba documental y testifical. Se incorporaron a la causa declaraciones de testigos que
han tenido contacto con la familia Rodríguez Galtero desde hace décadas y que han referido
detalles de relevancia sobre las negociaciones entre sus integrantes que no han sido siquiera
mencionados en la expresión de agravios. Herminia Carmen Martínez Criado, uruguaya, de 78
años de edad, juez jubilada, declaró (ver acta de fs. 570/572) que conocía a la demandada por ser
vecina de su casa en Punta del Este y también a la actora por la misma razón (resp. a preg. 1ª),
que a fines de 2005 y principios de 2006 supo de boca de la actora que habría de hacer un juicio
por la donación realizada por su madre (resp. a preg. 2ª y 3ª). Relató que después del fallecimiento
de Rodríguez Galtero tomaron las riendas del patrimonio la hija y su entonces marido y que a
aquella nunca la vio trabajar independientemente. La declarante destacó que la demandada era
sencilla en sus gastos y que no puede ser catalogada como una mujer que derrocha el dinero (resp.
a preg. 5ª) y que en una ocasión la demandante quiso tasar la casa de Punta del Este en vías de
venderla y que no hubo acuerdo posterior, sabiendo esto por las conversaciones con todos ellos.
Ricardo Daniel Sposto Martínez, también uruguayo e hijo de Martínez Criado, relató (ver acta de fs.
574/576) que conoce a las partes porque son vecinos de la casa que había comprado el marido de
la Sra. Munist, el chalet "Doña Luna". Refirió que en diciembre de 2005 la demandante le comunicó
la donación del campo al hijo y que a ésta le daba la impresión de que Catalina la quería dejar
afuera del campo. Le dijo que había venido a ver la casa como estaba y que tenía interés en ver los
precios en que estaban las casas porque le dijo que tenía interés en hacer un tasación de la casa
para ponerla a la venta (ver resp. a preg. 2ª). Afirmó que la administración después del fallecimiento
del marido de la demandada fue derivado a la hija y a su cónyuge (ver resp. a preg. 4ª) y que
respecto de aquélla no la consideraba "para nada una persona derrochona" llevando al presente
una vida muy normal no encontrando forma de definirla como alguien que haga gastos innecesarios
o derroche dinero. Nunca notó una conducta de derroche o que fuera gente con necesidades
complicadas (ver resp. a preg. 6ª). El escribano Carlos Alberto Guyot, de 67 años de edad,
declaró a fs. 450/451 y reconoció conocer a la demandada desde 1963 y ser el escribano desde
que se recibió hasta el presente de toda la familia. Este testigo manifestó que la Sra. Munist tenía
intención de transmitir a sus hijos por donación como anticipo de herencia, la totalidad de sus
bienes a cuyo efecto le entregó los títulos de propiedad y le informó también que entre ellos se
encontraba el de Punta del Este. Quería la demandada que se tasaran todos los bienes y que los
hijos acordaran su división, lo que no fue logrado finalmente ya que no se pusieron de acuerdo,
motivo por el cual restituyó a la madre los títulos de propiedad (resp. a preg. 3ª). El testigo explicó
que cuando el hijo y su madre le trajeron la totalidad de los títulos le dijeron que en la división entre
los hijos debían contemplarse todos los bienes, también el campo de Entre Ríos y precisó que
cuando se hizo la donación del campo, la madre Sra. Munist, le expresó que lo debía transmitir al
hijo que estaba en ese momento en el país, por problemas que tenía con el personal que
aparentemente trabajaba en el establecimiento y arrendatarios, que creía que había un problema
con un capataz y la familia, recalcando que categóricamente le expresaron que lo que querían era
una división integral de la totalidad de los bienes y no parcial (ver resp. a preg. 5ª). De ninguna
de estas declaraciones se trasluce que el acto de donación haya respondido a una decisión de la
demandada de malgastar sus bienes mediante un acto ruinoso que provocara la pérdida del
patrimonio de la familia. Bien por el contrario, los actos relatados -y los que también surgen de la
documentación reconocida por la actora- exponen un conjunto de transacciones intrafamiliares con
la intervención de un tercero -el escribano Guyot- para llegar a un plan de donaciones por anticipo
integral de herencia que intentaba realizar la demandada para la superación de los conflictos entre
sus hijos. Dentro de ese marco Munist de Rodríguez Galtero donó el campo a su hijo
-supuestamente para mejorar la administración del predio rural- lo que originó la respuesta de la
denunciante que pretendió la retracción de la donación (ver especialmente los dichos del escribano
Guyot). Dicho acto implicaba un acto que afectaba el procedimiento de partición en el que estaba
incluida la casa de Punta del Este (ver cartas documento de la hija de fs. 64, 66 y 72 y también la
declaración de Martínez Criado). Existe otra carta de significativas implicancias que ha sido
agregada a la causa y reconocida por la demandante que dice, en su parte pertinente, lo siguiente:
"Respecto a reanudar las conversaciones para una efectiva partición en el mes de febrero, me
gustaría mamá que aunque sea la rectificación de la donación anticipada del 100 % del campo de
Entre Ríos a tu hijo, se firmara antes de fin de año, ya que es de tu conocimiento que por ley me
corresponde el 50 %, y además el escribano Guyot tiene todos los documentos necesarios para
realizar la nueva escritura, dado que tu hijo ya le dio el acuerdo. Para el resto de los bienes
(Departamentos en las calles Libertad, Las Heras, Luppi y Matienzo, local en la calle Juncal,
cochera en la calle Suipacha y casa en Punta del Este), no tengo ningún inconveniente en esperar
lo que vos decidas, sólo quiero decirte que ya le hice llegar dos propuestas de partición a tu hijo,
ambas ventajosamente económicas para él y no obtuve respuesta. Este último párrafo te lo
ratificaré por Carta Documento." La misma demandante remitió en diciembre de 2005 otra carta
documento en diciembre de 2005 con las siguientes manifestaciones (ver fs. 72): "Me gustaría
que aunque sea la rectificación de la donación anticipada del 100 % del campo de Entre Ríos a tu
hijo, se firmara antes de fin de año, ya que es de tu conocimiento que por ley me corresponde el 50
%. Además el escribano Guyot tiene los documentos necesarios para realizar la nueva escritura, ya
que tu hijo te dio el acuerdo. Para el resto de los bienes (departamentos en las calles Libertad,
Las Heras, Matienzo y Luppi, local en la calle Juncal, cochera en la calle Suipacha y casa en Punta
del Este) no tengo ningún inconveniente en esperar la fecha que vos decidas, además quiero
decirte que ya le hice llegar dos propuestas de partición a tu hijo, ambas económicamente
favorables a él y no obtuve respuesta." Salen a la luz de este modo las negociaciones entre
madre y ambos hijos -con la intervención coadyuvante pero no decisiva del notario- en el curso
de las cuales se había pretendido realizar una división de los bienes provenientes del acervo
hereditario del Sr. Rodríguez Galtero y del patrimonio de Munist de Rodríguez Galtero incluyendo el
campo de Entre Ríos y el bien sito en Punta del Este. El eslabón final en esta cadena de
acontecimientos ha sido la promoción del juicio de inhabilitación por la hija quien había intentado
revertir esa donación con intervención del escribano Guyot al entender que el procedimiento de
"partición" era inconveniente a sus intereses. El receptor de los actos de prodigalidad no es un
dato menor en este tipo de cuestiones. Resulta obviamente distinta la situación de aquella persona
que dona sus bienes a terceros a fin de hacerse de sumas líquidas que pierde en erogaciones
fútiles, en el juego o en regalos inexplicables de quien entrega un inmueble a personas de su más
intimo entorno familiar. De no ser así, todo acto de generosidad familiar se convertiría
automáticamente en impugnable con sustento en una pauta rígidamente objetiva. La donación, por
otra parte, obedecía a la invocada necesidad de mejorar la administración del campo ante el
fallecimiento del hermano de la demandada (ver declaración del testigo Martínez quien fue abogado
de la familia) resguardando el usufructo de un bien destinado a la explotación agrícola y quizás
también a una decisión sopesada de la madre de favorecer a su hijo frente a la que consideraba
desastrosa administración desarrollada muchos años atrás por su yerno con la adhesión de su hija.
La donación no fue un acto irracional y menos aún injustificado, circunstancia importante porque en
estos casos no puede admitirse que se presente un caso de prodigalidad (ver Borda, G.A., Tratado
de Derecho Civil - Parte General; t. I, párr. 593-2, pág. 484; Lagomarsino, C.A.R., "Los pródigos en
la reforma del Código Civil", ED 23-903 y Rivera, J.C., Instituciones de Derecho Civil - Parte
General, Buenos Aires, t. I p. 317). Es verdad que la necesidad de proteger a la familia de los
excesos en que puede caer el pródigo es la idea que anima y que inspira la norma (Mazzinghi, J. A.
(h.), "Dementes, sordomudos incapaces, inhabilitados y enfermos internables", ED 59-759, 770 y
Nuta, A.R., Régimen jurídico de los pródigos, Revista Notarial del Colegio de Escribanos de la
Provincia de Buenos Aires, 1977, nº 830, 75, 85, tít. 2.3.), pero de ello no se sigue que cualquier
acto de disposición pueda ser cuestionado, en su misma realización, por los eventuales herederos.
Se une aquí nuevamente la consideración del factor subjetivo, esto es, de algún modo u otro resulta
necesario atender a los motivos, razones o justificaciones que pueden encontrarse en la decisión
de la actora y a una disposición o tendencia del pródigo que se refleja en la repetición de actos de
dilapidación. La donación fue realizada por una persona que ha tenido una conducta restrictiva en
sus gastos en el marco de una serie de conflictos familiares por la partición del bien del padre y
cónyuge de las partes y la distribución anticipada del patrimonio de la misma denunciada. C. La
venta del inmueble rural. Queda pendiente el tema relativo al aviso de venta de la propiedad de
que da cuenta la publicación del diario "La Nación" acompañado con la demanda. Sostiene la
actora que nadie compra la nuda propiedad de un campo y que no resulta de las publicaciones "que
se haya tratado de vender solamente la nuda propiedad" (ver fs. 761 vta.). Se presentaría así otro
acto añadido a la donación que evidenciaría el talante pródigo de la demandada. Las constancias
acompañadas a la causa prueban menos de lo que se sugiere en el memorial bajo examen. La
apelante ni siquiera manifiesta claramente que Munist de Rodríguez Galtero haya intentado vender
su usufructo vitalicio. La queja es solamente una inferencia: del hecho de la publicación del aviso se
deduce que no es posible entender que se venda sólo la nuda propiedad aunque jamás se dice -ni
menos aún obviamente se ha probado- que la demandada intentara enajenar el usufructo vitalicio
reservado mediante la escritura referida. La palabra ni siquiera se menciona (ver fs. 761 vta.). La
actora ha hecho hincapié en la existencia de un cuadernillo elaborado por el ingeniero agrónomo
Alberto Fraguas que permitiría demostrar que el propietario del predio intentó vender el inmueble.
También aquí la cuestión tiene aristas cuyo examen permite concluir en la falta de sustento de este
planteo. El ingeniero agrónomo Fraguas declaró como testigo en autos (ver acta de fs. 506/507)
y manifestó que es intermediario en la compra venta de campos, que ha llevado clientes para
arrendar el campo, que el hijo de la demandada obtuvo arrendatarios que le pagaron cinco veces
más que los que él había conseguido, que no recibió orden ni autorización para la venta del campo,
que sabía que se vencía el contrato de arrendamiento, que al momento de la muerte del hermano
de la demandada entendió que era una buena oportunidad para venderlo y que así elaboró la
carpeta y publicó el aviso en el diario "La Nación" tratando de conseguir algún cliente para el campo
(ver resp. a preg. 1ª a 7ª y repreg. 1ª). El cuadernillo agregado a la causa expone en su portada
una foto con una inscripción superior que dice "La Blanca" 532 has y otra en la parte inferior que
ubica al campo en "Napaleofú-Balcarce. Buenos Aires. Argentina" (sic). El bien donado está en la
estación Rocamora, provincia de Entre Ríos. Parece altamente improbable que el propietario o la
usufructuaria hayan sido parte en este intento de venta ante la presencia de ese obvio defecto. Los
datos del contenido del cuaderno sí se refieren a la propiedad con mapas fácilmente asequibles
para cualquier persona dedicada al corretaje inmobiliario y con informaciones elementales que
probablemente surgieron de la actividad del testigo cuando intervenía en su actividad como
intermediario para la consecución de arrendatarios. En concreto, el aviso de venta del campo y la
elaboración de una carpeta al efecto habría sido el ensayo rudimentario de un corredor inmobiliario
que creía que estaba a la venta el bien. En todo caso y aunque se admitiera la posición de la
demandante -esto es, que se intentaba vender la propiedad del predio- no surge de ninguna prueba
concreta que evidencie que la demandada habría de resignar el usufructo vitalicio del predio
donado. D. El peligro de indigencia de la demandada. La actora sugirió a fs. 30 vta. de la
demanda que el acto de donación podía llevar a la viuda a un estado de indigencia en caso de
enajenarse el inmueble a terceros. La pericia de tasación del inmueble rural informa que el
campo sito en la estación Rocamora, provincia de Entre Ríos tiene una superficie de 522,4261 has
con un valor de u$s 1.671.763,52 (ver dictamen de fs. 555/565). El peritaje correspondiente a los
inmuebles urbanos informa que su estimación alcanza la suma de u$s 184.108 (inmueble de la
calle Libertad 1144 de 64 m2, local de Juncal 1387 de 14 m2 23 dm2, cochera de Suipacha 1265,
inmueble de Av. Las Heras 2061 de 45m2 27 dm2, inmueble de la calle Matienzo 2480 de 25 m2 37
dm2 e inmueble de Abraham Luppi de 20 m2 94 cm2). La demandada es propietaria de los
bienes reseñados dentro de los cuales no se incluye la casa sita en Punta del Este, conserva el
usufructo de un bien productivo correctamente administrado y desarrolla su vida sin alteraciones
después de ese acto de disposición patrimonial. No surge ningún elemento que revele que se haya
puesto a la demandada en estado de necesidad o de requerir ayudas o préstamos para mantener
su nivel de vida (ver esta Sala, voto del Dr. Mirás del 23-9-87, LL 1988-A, 472) y las misivas
enviadas pocos meses después de la donación por la demandante no dieron cuenta de ese peligro.
La demandada vive con una persona que la cuida, sigue con sus salidas en torno a su casa, se
encuentra afiliada a un reconocido sistema de medicina prepaga desde hace más de 40 años (ver
fs. 407), realiza las rutinas habituales para el cuidado de su persona (ver declaración de la testigo
Cándida Azucena Chejolán de fs. 492/493) y despliega una administración de su patrimonio que no
revela perjuicio real alguno en el ejercicio de su vida habitual. La denunciada sigue la misma vida
que desarrollaba antes del acto de donación con las limitaciones, claro está, propias de su edad.
La alegación formulada carece de respaldo y debe ser, por consiguiente, desestimada. E. El
estado mental de la denunciada. La recurrente señaló el grado de "influenciabilidad" de la
denunciada por haber firmado una hoja en blanco a pedido del perito quien también ha hecho notar
tal circunstancia. El experto examinó a la denunciada el 11 de julio de 2007, refirió que su cuadro
está clínicamente definido y encuadrado en la disminución de su capacidad psíquica por deterioro
orgánico-progresivo y crónico cerebral -"senectud"- y concluyó que correspondería incluirla dentro
de los supuestos de incapacidad de hecho previstos en el art. 152 bis, inc. 2º y 3º del Código Civil
(ver fs. 475/476). Existe también un peritaje elaborado posteriormente por una licenciada en
psicología que no confirma las consideraciones del médico psiquiatra y que da un panorama
distinto al reseñar una clara manifestación de las defensas movilizadas por la demandada por su
angustia ante los conflictos familiares con la presencia de un deterioro cognitivo leve (ver fs.
637/645 y 667/670). El juicio de prodigalidad no atiende, en lo esencial, a la custodia de la
persona del denunciado por su supuesto estado de debilidad mental o por su eventual proceso de
deterioro etario. Aquí no se discute la capacidad de la actora y el grado en que otras personas
puedan influir en su decisión. Se controvierte, en verdad, si la donación del inmueble con reserva
de usufructo es un acto de dilapidación que expone a su familia a la pérdida del patrimonio.
Deben deslindarse necesariamente dos órbitas. Si la actora pretendía decir en la demanda que su
madre carecía de las facultades para disponer de sus bienes al encontrarse en un estado que
importaba una disminución en sus facultades mentales (art. 152 bis, incs. 1 º y 2º del Código Civil),
debió haber promovido la acción respectiva en la cual se habrían dado cumplimiento a los
específicos recaudos que indicó la jueza de primera instancia y que no fueron refutados en la
expresión de agravios. Por otra parte, si la denunciante intenta señalar que esta prueba es
relevante para demostrar que la actora es pródiga, debieron haberse impugnado las declaraciones
testificales producidas en la causa o explicado las manifestaciones vertidas por la misma actora en
sus cartas dirigidas a la madre en relación a rasgos que más bien deben predicarse de una persona
restringida en sus gastos más que de una pródiga. Ninguno de los testigos ha referido que la actora
fuera "derrochona" (ver testigo Sposto Martínez) o que el centro de su existencia se hallara en
dilapidar el patrimonio heredado de su esposo. La testigo Chejolán manifestó incluso que la actora
trata de ahorrar, trata de guardar la plata, les paga a los masajistas "pero ella no es de tirar la plata"
(ver resp. a preg. 9ª de fs. 492 vta.). La impresión que resulta es precisamente la contraria. A partir
de un mal manejo del patrimonio familiar por el ex marido de la apelante, la Sra. Munist de
Rodríguez Galtero retomó las riendas de la gestión de sus negocios durante muchos años, a punto
tal que ha sido la misma actora quien le ha reprochado en una misiva de fs. 70, último párrafo,
cierta avaricia en su conducción de sus relaciones con una ex empleada doméstica. El objetivo
principal de la demanda era esencialmente proteger el patrimonio familiar -más allá de las
referencias a la eventual indigencia en que podría caer la actora- y no se dirigía a tutelar a la
demandada mediante la denuncia de demencia o a través de una denuncia de inhabilitación por no
hallarse en pleno dominio de sus facultades mentales o por situarse en un estado fronterizo que lo
exponga a realizar actos perjudiciales a su persona o a su patrimonio (ver CNCiv, Sala A, 26-4-79.
ED 84-345). Se trata de acciones con fundamentos distintos que se encuentran también
diversamente contempladas en la legislación vigente (CNCiv., Sala G, 20-4-81, LL 1981-D, 275;
Moisset de Espanés, L., "La regulación procesal de la inhabilitación", ED 54-787, 789, punto III b).
Al pródigo se lo protege porque gasta, no porque sea psíquicamente anormal. Lo realmente
combatido por la norma no es la falta de salud mental, sino los resultados perniciosos que ella
produce o puede producir (Ghirardi, J.C., La inhabilitación judicial, Buenos Aires, 1980, pág. 182).
Si la actora consideraba que su madre es influenciable al grado de lo patológico -lo cual no se
compadece con las misivas enviadas por su parte- la solución debió haber pasado por un proceso
en el cual se debatiera con integridad el estado mental de la demandada y con las garantías
exigidas en este orden por los Códigos Civil y Procesal ante la atribución específica de la causal
incluida en el art. 152 bis, inciso 2º, del Código Civil. Este es el procedimiento que posteriormente
adoptó María de las Mercedes Rodríguez Galtero al promover la demanda por inhabilitación de su
madre con fecha 23 de octubre de 2009 que consta en el expediente nº 81.246/2009
caratulado"Munist de Rodríguez Galtero, Catalina Mercedes s/inhabilitación" y actualmente en
trámite. Ninguno de los testigos ha sugerido siquiera que la actora se haya visto influenciada por
su hijo para la donación del campo. Lo que se ha señalado en este sentido ha obedecido, en
realidad, a consideraciones crematísticas razonables: hacer producir un campo por una persona
-como el hijo de la denunciada- que ha trabajado desde su llegada a la mayoría de edad y que
todos consideran como una persona seria y responsable para la administración de los bienes. El
testigo Pablo F. Martino es abogado de la demandada desde hace más de 25 años, la patrocinó en
dos sucesiones y confirmó la descripción de la relación familiar dada en el responde a la demanda.
Refirió concretamente que nunca le conoció un trabajo a la actora ni a su marido, que el ritmo de
vida que llevaban hacía necesaria la venta de propiedades de la sucesión de Rodríguez Galtero,
que las decisiones de venta eran tomadas por el matrimonio Fernández Expósito-Rodríguez
Galtero, que en aras de que la familia contara con cierta tranquilidad la Sra. Munist accedía a
algunas cosas a regañadientes con la disposición de los bienes, que las decisiones de disposición
eran requeridas por la demandante, que le consta que también de cierto equilibrio de la Sra. Munist
"de poner cierta coherencia en este dispendio digamos cuantitativo, porque muchas veces no
estaba de acuerdo en esos actos de disposición" calificándola de un carácter muy dulce que
evitaba las peleas (ver resp. a preg. 3ª de fs. 487 vta.). Confirma el mismo testigo, con datos y
precisiones, el relato efectuado por la demandada en el responde a la demanda. Destacó la buena
administración de la demandada que mantuvo la propiedad del campo lo cual -según sostuvo-
demuestra una buena administración tanto de la madre como particularmente del hijo frente a las
"excentricidades" de la actora (ver resp. a preg. 9ª a 14ª de fs. 489/490). También parte de la
descripción del responde en cuanto a la historia familiar es corroborada por el testigo Enrique
Cabrera encargado de un edificio de propiedad de la demandada en el que residieron sus
consuegros (ver fs. 497/498). El centro del debate real surge aquí nuevamente. La actora imputa
indirectamente mediante la promoción de esta acción la injusticia cometida a favor del hermano en
su perjuicio en la forma de distribución del patrimonio familiar. La demandada imputa a la actora
haber permitido que su ex marido manejara mal su patrimonio contraponiendo la actitud digna del
hijo quien siempre ha trabajado y quien sería merecedor de la donación del campo de Entre Ríos.
El procedimiento de inhabilitación por prodigalidad no es el remedio para superar estos conflictos
cuando otros instrumentos han fracasado para superar las rispideces familiares (ver CNCiv, Sala B,
R. 545.552 en autos "G., M. S. s/inhabilitación" del 7-5-10) tanto más cuando se tiene en cuenta
que su resultado es la restricción de la capacidad de la demandada para un importante conjunto de
actos de la vida civil. En conclusión, la actora no se queja, en realidad, porque su madre sea
pródiga. Se queja, más bien, porque ha sido injusta. Sin embargo, existen suficientes pruebas en la
causa para evidenciar que la donación de Munist de Rodríguez Galtero no ha sido ajena a toda
causa seria o racional (ver Tobías J. W., en Highton-Bueres, ob. cit., t. I, pág. 859, nº16) lo cual
excluye que se lo pueda calificar como un acto de dilapidación. La ley requiere algo más:
dilapidación importante con gastos injustificados en un conjunto de actos que expusieren a la
familia a la pérdida del patrimonio y así lo entiende la doctrina y la jurisprudencia mayoritarias. La
demandada pudo haber realizado un acto inapropiado a los ojos de la denunciante, pero no se
revela de esa decisión ni del examen de su conducta anterior o posterior a la donación que haya
existido dilapidación del patrimonio familiar al donar un bien rústico en miras a su mejor explotación
y dentro de un contexto de negociaciones dirigidas a dividir entre los hijos el patrimonio familiar
existente. Corresponde, entonces, desestimar la demanda de inhabilitación con fundamento en el
art. 152 bis, inc. 3º del Código Civil respecto de Catalina Mercedes Munist de Rodríguez Galtero.
Surge de los antecedentes antes reseñados y examinados que la conducta de la actora justifica la
imposición de las costas en el presente caso (conf. Palacio, L., Derecho Procesal Civil, Buenos
Aires, t. VI, nº1 867, pág. 442; Morello-Sosa-Berizonce-Tessone, Códigos Procesales en lo Civil y
Comercial de la Provincia de Buenos Aires y de la Nación. Comentados y Anotados, La Plata, 2ª
ed., 1999, t. VII-A, pág. 173; Fenochietto, C. E. y Arazi, R., Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación comentado y concordado, 2ª ed., Buenos Aires, 2003, pág. 187; Kielmanovich, Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación. Comentado y Anotado, Buenos Aires, 2003, t. II, pág. 966 y
Areán, B. en Highton-Areán Código Procesal Civil y Comercial de la Nación concordado con los
códigos provinciales, Buenos Aires, 2009, pág. 302), toda vez que la demanda de inhabilitación por
prodigalidad no fue suficientemente explícita respecto a los hechos invocados y configuró, como
señalé, un instrumento para superar conflictos relativos a la "partición anticipada" de los bienes de
la demandada lo cual configura un error inexcusable que da justificación a la solución indicada.
Por todo lo expresado propongo confirmar la decisión recurrida imponiendo las costas a la actora
vencida por las razones expresadas (art. 68 del Código Procesal). Los señores jueces de Cámara
Dres. Calatayud y Dupuis, por análogas razones las expuestas por el Dr. Racimo, votaron en el
mismo sentido. Con lo que terminó el acto. FERNANDO M. RACIMO. JUAN CARLOS G.
DUPUIS. MARIO P. CALATAYUD. Este Acuerdo obra en las páginas N° a N° del
Libro de Acuerdos de la Sala "E" de la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil
Buenos Aires,01 de julio de 2010. Y VISTOS: En atención a lo que resulta de la votación de
que instruye el Acuerdo que antecede y de conformidad con lo dictaminado por la Sra. Defensora
Pública Menores e Incapaces de Cámara, se confirma la sentencia de fs. 707/712. Con costas a la
actora vencida (art. 68 del Código Procesal). Una invariable jurisprudencia ha entendido que los
procesos de declaración de incapacidad carecen, en sentido estricto, de contenido económico por
cuanto tiende a resguardar la salud física y psíquica de la persona incapacitada, además de la
integridad patrimonial. Pero, tal carencia no impide considerar la naturaleza e importancia de los
bienes como referencia o pauta orientadora (cfr. esta Sala, c. 199.697, sent. del 7/7/96). En su
mérito, apreciando la calidad, eficacia y extensión de la tarea realizada y lo dispuesto por los arts.
634 del Cód. Procesal y 6, incs. b) a f), 9, 30 y concs. de la ley 21.839, se modifica la regulación
apelada, fijándose la retribución de la Dra. Sonia María Abella, letrada patrocinante de la
denunciada, en CIENTO VEINTE MIL PESOS ($ 120.000). . Por la
actuación cumplida en esta instancia, resultado obtenido y lo dispuesto por el art. 14 del arancel, se
regulan los honorarios de la Dra. Abella en CINCUENTA Y CUATRO MIL PESOS ($ 54.000) y los
de los Dres. Luis Bousquet y Jaime Subirá, letrados apoderados de la denunciante, en conjunto, en
VEINTIUN MIL PESOS ($ 21.000). Por la tarea de fs. 473/481, 523/527, 637/645 y 667/670, su
mérito y extensión y la debida propor¬ción que los honorarios pericia¬les deben guardar con los de
los profesionales intervinientes en todo el proceso (ley 24.432, art. 10; esta Sala, c. 66.064 del
19/3/90), se modifican las regulaciones apeladas, fijándose la retribución del médico Ernesto A.
Cerullo en VEINTINUEVE MIL PESOS ($ 29.000), la del ingeniero Atilio David Costaguta en SIETE
MIL TRESCIENTOS PESOS ($ 7.300) y la de la sicóloga Verónica Villar en
DIECISIETE MIL PESOS ($ 17.000). Notifíquese y devuélvase.-

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