Ana Rosa Gattorno

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ENSAYO

“ANA ROSA GATTORNO”

Juan Ignacio Acuña Anibarro

 1.- INTRODUCCIÓN

Nació en Génova el 14 de octubre de 1831, de una familia de condición


económica acomodada, de buena posición social y de profunda formación
cristiana. Fue bautizada el mismo día, en la Parroquia de San Donato, con el
nombre de Rosa María Benedetta.

Sus padres fueron Francisco y Adelaida Campanella, ella como sus otros cinco
hermanos, encontró los primeros formadores esenciales de su vida moral y
cristiana. A los doce años recibió la confirmación en Santa María de las Viñas,
de manos del Arzobispo Cardenal Plácido Tadini.

Durante su juventud, le fue impartida la instrucción en casa, como era usanza


en las familias acomodadas del tiempo. De carácter sereno, amable, abierto a la
piedad y a la caridad, sin embargo, firme, supo reaccionar ante la conflictualidad
del clima político y anticlerical de la época, que afectó también a algunos
componentes de la familia Gattorno.

A los 21 años, contrajo matrimonio con su primo Jerónimo Custo y se trasladó a


Marsella. Una imprevista crisis financiera turbó muy pronto la felicidad de la
nueva familia, obligada a volver a Génova marcada por la pobreza. Desgracias
aún más graves la amenazaban, su primera hija Carlota afectada de una
improvisa enfermedad quedó sordomuda para siempre; el tentativo de Jerónimo
para hacer fortuna en el extranjero se concluyó con el regreso, agravado por

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una funesta enfermedad; el gozo de los otros dos hijos fue profundamente
turbado por el fallecimiento del marido, que la dejó viuda a menos de seis años
de casada y después de algunos meses la pérdida de su último hijito.
Esposa fiel y madre ejemplar, siempre tiernamente amados y acompañados,
con una mayor disponibilidad aprendió a compartir los sufrimientos de los otros,
prodigándose en apostólica caridad.

2.- Desarrollo

Las asociaciones católicas en Génova solicitaban la presencia de Ana Rosa


Gattorno y así, aun amando el silencio y el anonimato, todos notaron el carácter
genuinamente evangélico de su tenor de vida.

Progresando en este camino le fue confiada la presidencia de la «Pía Unión de


las nuevas Ursulinas, Hijas de Santa María Inmaculada», fundada por
Frassinetti y por expreso deseo del Arzobispo Monseñor Charvaz, también la
revisión de las reglas destinadas a la Pía Unión.

Justamente en aquella circunstancia, en un clima de más intensa oración,


recibió la inspiración de una nueva regla para iniciar una nueva Fundación.

El Pontífice el 3 de enero de 1866, exhorta a Ana Rosa Gattorno que inicie de


inmediato la fundación, agregando: «Este Instituto se extenderá rápidamente en
todas las partes del mundo; Dios pensará en tus hijos, tú piensa a Dios en su
obra». Aceptó, y cumplió la voluntad del Señor.

Superadas las resistencias de los parientes y abandonadas las obras de


Génova, no sin disgusto de su Obispo, da inicio en Placencia a la nueva Familia
Religiosa que denominó definitivamente «Hijas de Santa Ana , Madre de María

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Inmaculada» . Vistió el hábito religioso el 26 de julio de 1867 y el 8 de abril de
1870 emitió la profesión religiosa junto a doce hermanas.

En el desarrollo del Instituto recibió la colaboración del P. Juan Baustista


Tornatore, sacerdote de la Misión, a quien pidió expresamente que escribiera
las Reglas y que luego fue considerado Cofundador del Instituto.

Confiada totalmente a la Providencia divina y animada desde el principio de un


valeroso impulso de caridad, Rosa Gattorno dio inicio a la construcción de la
«Obra de Dios», como la había llamado el Papa y como la llamará siempre
también ella, elegida para cooperar, en espíritu de donación materna, atenta y
solícita hacia las diversas formas de sufrimiento y de miseria moral o material,
con la única intención de servir a Jesús en sus miembros adoloridos y heridos y
de «evangelizar ante todo con la vida».

Muy apreciada y estimada por todos, colaboró en Placencia con el Obispo


Monseñor Scalabrini, ahora beato, en modo particular en la obra a favor de las
sordomudas por él fundada.

El Instituto se difundió rápidamente en Italia y en el extranjero, realizando así el


ardiente deseo misionero de la fundadora, haciendo llegar a todos los hombres
el Amor que salva, que fue siempre el anhelo profundo de su corazón.

En 1878 enviaba ya a las primeras Hijas de Santa Ana en Bolivia, después


Brasil, Chile, Perú, Eritrea, Francia, España.

En Roma, donde había iniciado su obra desde el 1873, organizó escuelas


masculinas y femeninas para los pobres, jardines infantiles, asistencia a los
hijos recién nacidos de los obreros de la Manufactura de tabaco, casas para ex

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prostitutas, mujeres de servicio doméstico, enfermeras a domicilio, surgió
también la Casa Generalicia, con la Iglesia anexa. A su muerte dejó 368 casas,
en las cuales desempeñaban su misión 3.500 hermanas.

El secreto de su camino de santidad, del dinamismo de su caridad y de la


fuerza de ánimo con la cual supo afrontar con fe robusta todos los obstáculos y
guiar por 34 años, con dedicación plena, valor y clarividencia el Instituto, fue su
continua unión con Dios y un total y confiado abandono en él.

3.- Conclusiones

Del análisis realizado se puede concluir:

- Rosa Gattorno tuvo una vida sacrificada y llena de desafíos que la


prepararon para enfrentar los desafíos que le dio la vida.

- Rosa Gattorno impulso la creación de escuelas, centros de Educación y


formación basados en la entrega al prójimo más desprotegido y el amor
profundo a Dios.

- Su labor se extendió rápidamente dentro de su país, como también en


Latinoamérica y España.

- A la muerte de Rosa Gattorno se contaba con 368 casas, en las cuales


desempeñaban su misión 3.500 hermanas

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