Adiel Cañizares-Monólogo Del Phallus
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Adiel Cañizares-Monólogo Del Phallus
Adiel Cañizares
Colección
Literatura Erótica
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Dirección General: Marcelo Perazolo
Dirección de Contenidos: Ivana Basset
Diseño de cubierta: Emil Iosipescu
Diagramación de interiores: Federico de Giacomi
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ÍNDICE
Presentación 7
Prólogo 9
Introducción 10
Uno 12
Dos 22
Tres 25
Cuatro 33
Cinco 37
Seis 43
Siete 47
Ocho 50
Nueve 53
Diez 55
Once 57
Doce 60
Trece 63
Editorial LibrosEnRed 68
El pene es un asta
donde hondean unos labios
en un clímax de felicidad.
Para Marbella, mi esposa,
quien tiene un phallus mejor que el mío,
y una vagina con vida propia que me subyuga.
PRESENTACIÓN
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De otro lado, también tengo que advertir al lector que este libro no es una
disertación científica sobre el tema, pero tampoco cae en la obscenidad ni
la pornografía. De igual modo, su contenido no pretende ser en un sentido
literal: erótico, sexual ni sensual; sino más bien, es un guiño poético, un
santo y seña, una picaresca dedicatoria al phallus. Así que, relájese, lea con
inquisitiva atención, y opine. ¡Ah fabulosa oportunidad! ¿No cree? Su edad
o sexo es lo de menos, así que no se asuste, pues, a pesar de que existe un
arraigado tabú sobre el particular, será como hablar sobre lo mucho que sa-
be sobre sus manos, pies, cara, pelo…; o en el mejor de los casos, aproveche
la oportunidad para saber qué opinan otros sobre el pene. No obstante lo
antes dicho, debo decir que este Monólogo del Phallus, está referido, con-
cretamente, al phallus masculino.
Quizás, lo más sensato es que hubiese hecho una encuesta antes de pre-
sentar cualquier opinión sobre el pene; sin embargo, es muy engorroso,
embarazoso, difícil, comprometido, espinoso afrontar a un hombre para
preguntarle sobre su pene –sobre todo si se trata de un desconocido–, es-
to a pesar de que los hombres siempre hablamos abiertamente sobre la
sexualidad; pero, cosa distinta es abordar a alguien para que hable de su
pene y de sus experiencias, ya que, de seguro, lo primero que va a pensar
es que está frente a un pervertido o un invertido. Y ni se diga de pedirles
la opinión a las mujeres que siempre se escudan en su recato para no ha-
blar sobre cualquier tema sexual. No obstante, muchas de las opiniones es-
tán amparadas por las conversaciones sostenidas en reuniones de hombres
donde se habla sin mucho tapujo sobre relaciones sexuales; pero que por
lo general están más referidas a la fanfarronería masculina sobre potencia
viril y la exageración del tamaño del miembro. Sin embargo, el gran son-
deo se hará con su participación a través de la red; como lo comprobará, la
totalidad de los temas planteados están diseñados con interrogantes para
que usted, amigo lector, opine.
He de dejar muy en claro que este libro no pretende competir o disentir con
el extraordinario libro Monólogos de la Vagina, de la estupenda escritora
Eve Ensler. Su tema resultó ser fascinante porque permitió a muchas muje-
res redescubrir sus vaginas. Por el mismo camino espero que redescubran
sus phallus (pene-clítoris).
Por último, desde el punto de vista masculino, grupo al que pertenezco, es
bastante lo que sé sobre mi pene; en tal sentido, aquí les dejo mi opinión.
Advertencia final: El sexo es un tema inagotable, y las experiencias son tan
personalísimas que nadie más que uno mismo está en capacidad para eva-
luarlas; es como el cuento de nunca acabar, pero donde todos tenemos la
última palabra.
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PRÓLOGO
Esta página estará en blanco por ahora; pues ha de ser escrita por usted. Es
la primera oportunidad que le doy para que participe de la realización de
este libro. Muy pronto habrá un prólogo en esta página, y llevará su nom-
bre. ¡Escríbalo, por favor!
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INTRODUCCIÓN
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UNO
El principal motor que mueve las acciones del hombre está referido a
la sexualidad. El sexo marca y determina todo nuestro comportamiento
emocional y psicológico desde mucho antes de nacer. En consecuencia, el
anormal desarrollo de algunos patrones sexuales influye y determina el
comportamiento emocional o psicológico de los individuos, siendo la causa
de muchas de las desviaciones, fobias o traumas que subyugan a los adul-
tos. Al respecto, Sigmund Freud afirma: “Lo más alto y lo más bajo se hallan
más intima y enérgicamente reunidos que en ningún otro lado como en la
sexualidad.”
Ahora bien, la historia de la aparición de la vida es tratada desde el pun-
to de vista religioso y científico con distintos enfoques, así tenemos dos
teorías: creacionista y evolucionista. La teoría evolucionista no será tema a
tratar aquí. La teoría creacionista, contenida en el Génesis, nos habla de la
creación de Adán y Eva por Dios, y es de la unión de este primer hombre y
esta primera mujer de donde desciende toda la raza humana.
Una de las cosas que más llama la atención es lo relativo al llamado pe-
cado original; es decir, la forma como Eva es engañada y luego induce a
Adán a cometer el mismo acto pecaminoso –con lo que se trata de justifi-
car, consecuencialmente, la desaparición del Jardín del Edén (Paraíso), la
pérdida de la gracia de Dios, el surgimiento de una humanidad inmoral y
su merecido castigo; así como la conversión de la tierra en el mundo hos-
til, y la vez hermoso, que conocemos–; sin embargo, no es claro el Génesis
sobre las razones que motivan al demonio-serpiente a inducir a la hembra
humana a comerse la susodicha manzana. ¿Qué había en esa inofensi-
va fruta? ¿Por qué una manzana? Además, ¿por qué se comprometió la
serpiente en tan infernal embrollo? Y, por último, ¿por qué Dios dejó al
alcance de la mano de los humanos tamaña tentación? Dígame eso: “El
árbol de la ciencia del bien y el mal” Sin ánimo de parodiar el Génesis
me atrevo a disentir del medio utilizado por el señor de las tinieblas para
hacer pecar a los humanos, así como los motivos. En consecuencia, aquí el
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Monólogo del phallus
Anoche tampoco fue mi noche. ¡Qué largas son las noches del insomnio!,
¿verdad? Larga noche, noche larga. Noche de vueltas y vueltas y más vuel-
tas en el lecho. La cama amanece hecha un nido, las almohadas retorcidas y
las ojeras renegridas. En los brazos mortificantes del insomnio uno se deva-
na los sesos entretejiendo toda clase de pensamientos absurdos e inútiles,
incluso el absurdo de cerrar los ojos y contar ovejas; hace y deshace miles
de ideas, entretanto, se revuelca en su cama. Añora una lágrima de sueño,
aunque sea un sueño ligero. Si al día siguiente se tiene que trabajar, enton-
ces uno cae en desesperación y repite una y mil veces: «¡Tengo que dormir,
tengo que dormir, tengo que...!»
Anoche, después de recorrer sin cesar la geografía de mi lecho, de haber
ido innecesariamente al baño muchas veces, de haber revisado sin ningún
objetivo el refrigerador otras tantas; por fin, al último grito de la aurora,
cuando los gallos ya estaban desgañitados de tanto gritarle al viento,
unos hilos dorados entretejieron mis ojos cuando el mazo del ogro insom-
ne dejó de golpearme, me dormí; pero, entonces raudo me arrullé en los
brazos de la subconciencia onírica. Soñé. Soñé que soñaba el primer sue-
ño del hombre. Era Adán que soñaba. Dios soñaba para Adán y él soñaba
para mí. Algún día quizá alguien diga que fue una revelación; otro, una
herejía. Yo sólo soñé. Mi sueño me reveló la génesis de todas las cosas,
concretamente, los primeros y únicos días de la existencia del Paraíso.
Ahora les cuento sobre un Génesis apócrifo, pero lo soñé así, o al menos,
es como lo recuerdo.
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Al inicio del tiempo: era el Paraíso una versión terrenal del cielo, un re-
manso de paz y gloria donde reinaba la armonía y abundancia de toda la
creación. Este mundo había sido creado tan recientemente por Dios, que
aún reinaba en el ambiente el divino aroma de su gloria; todo carecía de
nombre, en consecuencia, la principal ocupación de Adán era descubrir y
ponerle nombre a todo lo que estaba al alcance de cualesquiera de sus sen-
tidos, y también poblar el mundo con su descendencia.
Tampoco existía la experiencia de ninguna clase de sentimientos: ni buenos
ni malos. Como todo estaba al alcance de la mano, Adán y Eva no tenían
que hacer el más mínimo esfuerzo por conseguir nada. El mundo era en
aquel entonces redondo como una naranja, y Pangea era una franja única
de tierra firme que se extendía alrededor del Ecuador, y era plana como la
palma de la mano.
Pero una vez que Dios hubo terminado su creación y heredada la tierra
paradisíaca a Adán y Eva, después de su partida, ocurrió un hecho extraor-
dinario que nos ha dado este singular mundo que hoy disfrutamos y su-
frimos. Como consecuencia de ese hecho, Dios enfureció y convirtió este
planeta en un mundo convulsivo y feroz ahora dividido en enormes franjas
de tierra separados por insalvables mares y océanos; con un inalcanzable
y helado Everest, incandescentes volcanes, eternos casquetes polares, un
ardiente Sahara y la cima que besa el cielo del Kilamanjaro. Ahora que, en
cuanto al cuento de la serpiente del paraíso que engañó a Eva con la pro-
hibida manzana, no es cierto que Dios haya cometido el descuido de dejar
al alcance de la mano de la ignorante Eva y el idiota de Adán, el árbol de la
ciencia del bien y el mal; si no que, es otro el cuento.
Lo que en realidad ocurrió es que para aquel entonces el diablo ya andaba
suelto; sí, como lo oyen, para el momento en que Dios tomó la decisión
de crear la vida en este nuevo mundo y seres a su imagen y semejanza, ya
se había producido un cisma en el cielo; por tanto, Dios andaba de malas
con su lugarteniente, su comandante en jefe, su ángel principal y seguro
heredero al trono, quien fue y será al tenor de los siglos su archienemigo,
nada menos que Luzbel; y que eternamente ha de ser conocido por estos
confines universales como el Rey de las tinieblas, Lucifer, don Satanás, Man-
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Monólogo del phallus
dinga...; el único con la fuerza suficiente como para echarle a perder a Dios
su obra de creación más cara, porque después Dios tuvo que sacrificar a su
hijo único para enmendar el mal.
En verdad no somos una obra planificada por Dios, sino una consecuencia
fortuita, ya que, Él en su estado de desilusión y desengaño porque se había
producida esa gran rebelión en su reino –el cielo–, la cual tuvo que sofocar
con la expulsión de los revoltosos y el retiro de su gracia, se había dado a
la tarea de recorrer sus dominios universales (algo así como el patio de su
casa, pero que nosotros vemos como infinito universo); entonces fue así co-
mo, andando por ahí, de pronto se encontró con un ínfimo e insignificante
sistema planetario con bolitas materiales como esta que llamamos tierra y
su pequeña lamparilla luminosa llamada estrella; y fue su voluntad crear la
vida; ¡claro!, previa creación de las condiciones indispensables para la vida
como agua, oxigeno, y muchísimas más. Decidiéndose luego a crear una
criatura a su propia imagen y semejanza, y otras de orden menor. ¡Enhora-
buena, somos como Dios! Bien, fue de esa manera como vinimos a parar a
este planeta azul.
Ahora bien, conocido nuestro origen y las circunstancias que lo motivaron,
ahora retornemos de nuevo al Paraíso. Tenemos a un macho y una hembra
a su lado, recibida ésta como obsequio; digo, como compañera. (Las mu-
jeres se enfurecerían hasta con Dios, si se llega a revelar que fueron dadas
como regalo al hombre para que gozara y no se sintiera solito). Pues bien,
la divina Eva que no tenía que hacer nada para sí ni para Adán, y que para
aquel entonces ya está en pleno disfrute y goce del Paraíso, parece estar un
tanto fastidiada, aburrida; pues, no hay otras mujeres para chismear ni de
quienes sentir celos o envidia, tampoco hay nada que ambicionar: es dueña
absoluta del mundo donde vive. Piensa ella que es patética su vida, ¡qué
Paraíso tan aburrido! Realmente no entiende la apatía de Adán, quien la
ignora casi todo el tiempo; esto es, que el muy tonto parece no percatarse
que ella es hermosa y que anda como Dios la echó al mundo –ni siquiera se
había inventado el traje de hoja de Eva–. Pero Eva ignoraba que Dios no iba
a dejar cabos sueltos; razón por la cual, una vez hecha (no creada) ella de
la costilla del hombre procedió a implantarle su ciclo menstrual para que se
iniciara su proceso ovular, y después de haberles dado la orden inapelable
de poblar el mundo con su descendencia, le dijo al oído a Adán que debía
esperar hasta que su compañera menstruara, y que un olor muy especial le
iba a indicar cuando podía realizar la cópula; entre tanto, debía dar gracias
al Creador, su Dios, y dar nombre a todo ser vivo y a cada cosa material o
inmaterial que se le presentaba. Así realizado esto; es decir, terminada to-
da su obra creadora (durante seis días más el descanso), Dios cogió todos
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DOS
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¡Ah!, pero antes de que pase al siguiente tema, si usted fuera jurado en un
concurso de poesía y tuviera que calificar del uno al diez, dígame; ¿cuántos
puntos le otorgaría al poema que acaba de leer?
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TRES
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CAUSAS LEVES
Ser externos
Vergonzantes
Feos
Pendientes
Despertar en público
Tener hambre a destiempo
Perder el hambre mientras come
Flojedad
Muy deprisa
Perder el tiempo
Salir en público
Andar sin ropa
Comer de madrugada
Pagarse su alimento
Salir de cacería
Comerse la luz roja
Quererlas a todas por igual
No perder el tiempo en pormenores
Saltarse el preludio
Comer carne en cuaresma
Penetrar en carne viva
Vomitar mientras lo bañan para la cena
Derretirse con el primer beso
Falto de firmeza
Estar tibio en momentos de calor
Ser pequeño
Entregarse por entero
Ser un regalado, ofrecido, dadivoso...
Querer estar siempre adentro
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CAUSAS GRAVES
Golpear duro cuando se lo piden
Andar buscando piedras sueltas
Arrancar suspiros al alma
Buscar gemidos a cualquier precio
Bucear tras las perlas negras
Meterse hasta el cuello
Entrar y salir a toda prisa
Hacer hasta lo inimaginable para que te vengas
Amar con todo el cuerpo
Elevar suspiros al cielo
Buscar el llanto de las entrañas
Caminar con firmeza en terreno resbaladizo
Bucear sin casco de protección
Acabar con la fiesta apenas empieza
Escapar de casa y ser leño de otra hoguera
Visitar casas de citas
Querer comer a media noche
Aceptar damas de compañía
Quemar toda la pólvora en un solo tiro
Dejar a alguien con hambre
No esperar el tiempo necesario
Evitar el para siempre
Comer y volar
Amanecer en nido de otro
Dejarla como la pomarrosa: con la semilla suelta
Hablar poco mientras comes
No decir, te amo, sin fin veces
Olvidar que eres flor que me vino del cielo
Excederse en maromas de trapecista
No encontrar el punto G
No apagar el incendio que has causado
Prender la hoguera para que otro ase su salchicha
Mentir para que te den
No ser rico ni famoso
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CAUSAS GRAVÍSIMAS
Entrar a la fuerza
Comerse la manzana tierna
Comer la fruta que tu mismo has cultivado
Entrar en cualquier lugar sin protección y llevar peste a tu casa
Estar contaminado
Ser alcahuete en la venta de placeres
Comprar amores tardíos
Dejar un corazón partío
No cumplir promesas
Duplicar, triplicar, cuadruplicar edades.
Aflojar resistencias con dinero
Comer fuera de casa
Utilizar la otra vía sin lubricar
Sembrar incestos
Ser invertido
Desear tu propia imagen
Complacerte a solas teniendo compañera
Sentir lo mismo, pero con cosas
Compartir con tu mejor amigo, lo suyo
Complacerte en el dolor ajeno
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Construirte un harén
Exhibirte en público
Preferir golpes por sexo
Amarte a ti mismo más que a nadie
Dejar una novia vestida
Comer carne inerte
Matar para comer
Romper y dañar lo que deseas
Complacerte en otra especie
Querer entrar por donde has salido.
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combate. Quiero pedirles que cierren los ojos por un momento y lo visuali-
cen: primero, en la fragilidad de su inocencia mientras duerme; luego, en la
hermosura de su figura erguida cuando esta listo para entregarse de cuer-
po entero. ¿Verdad que es lindo? Ahora mírenlo como una pequeña, frágil
e inocente criatura que llora de hambre. Definitivamente no hay nada malo
en él. Había prometido no repetir que era bueno. Pero convengan conmi-
go, ¿verdad que es bueno? Lo digo en el más sutil y placentero sentido de
la palabra.
Sí, algunas veces la riega y acaba con la fiesta apenas empieza; otras, se
duerme mientras come; o no consigue las piedras sueltas porque hay que
martillar tan duro y tan deprisa que pierde todas sus fuerzas. Pero se han
detenido a pensar por qué le ocurren tales cosas; creo que es oportuno
decirlo ahora, pues bien, a veces las ansias lo traicionan, otras porque ha
pasado por períodos depresivos o de angustia, exceso de trabajo o prolon-
gadas hambrunas. ¿Qué pasa después de un día agotador por exceso de
trabajo? ¿Qué creen que puede sentir después de haber sido despedido del
trabajo; quedar arruinado en la bolsa; tener abrumadoras deudas; que le
hayan robado el auto; ser presa de angustias, depresiones, saberse cornudo
o sentirse un pobre diablo? Impotencia. Disfunción eréctil.
¿Qué creen que puede pasar después de meses sin probar bocado? ¿Qué
creen que pueda ocurrir si es la primera vez que va a subirse al tren del
amor? ¿Qué piensan que ocurre si de pronto obtiene el premio por el que
tanto ha suspirado? Viaje rápido. Vergüenza. Eyaculación precoz.
También ocurre a veces que almizcles muy rancios o túneles demasiado an-
chos o comidas muy repetidas o demasiada manteca alrededor o un pozo
muy encharcado le quiten las ansias, entonces no se levanta el espíritu. No
lo culpen por eso.
A veces su ansia necesita ver las flores bien exhibidas, una palabra que le-
vante el ánimo, el vuelo frágil de unas manos buceadoras y la seguridad de
ser el único para que no falle la pólvora. Él necesita de ti para hacer bien
su trabajo.
La defensa reconoce que no es lícito forzar las puertas, gozarse en el dolor
ajeno, contaminar la fuente limpia, comerse una fruta demasiado verde o
la que uno mismo ha cultivado, atizar con su leño el fuego de otra hoguera,
comerse la comida ajena, hacer de animal, invertir los cables; y, por último,
lo más grave y censurable, matar por hambre y comerse una fruta que ha
sido arrancada de la vida.
En tal sentido, la defensa admite que se condene cuando se haya violado
una cerradura, aunque sea difícil vivir con hambre cuando se ve tanta carne
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CUATRO
ASÍ ES EL PENE
Divino dios Príapo. Así soy. Simplemente soy así. Como cualquier cosa
laga y cilíndrica. Falo que folla y falla, a veces. Algo largo y redondeado,
así que, cada vez que veas algo con esa figura te puedes figurar que ese
soy yo. Sólo tengo pata, cuerpo y cabeza, por eso cuando me voy de ca-
beza me llevo todo el cuerpo y me meto hasta la pata. Me acompañan
mis dos inseparables compañeras depositarias de toda mi confianza y
poder; sobre ellas reposo en mis horas de sueño, también las arrastro en
mis embestidas.
Algunas veces soy como Siberia, que todos saben donde está; pero que
nadie quiere ver ni visitar. Como no soy vanidoso hablo poco de mí mismo,
tampoco me gusta hacerme la víctima. Durante algún tiempo tuve mucho
poder, de hecho fui el símbolo del poder, aunque he de confesar que fue
un poder usurpado o sólo en apariencia; porque siempre ha sido otra quien
ha dominado. Hoy día está claro quien manda, por supuesto...
Hace tiempo ya que tres monjas hicieron una apuesta para salir de du-
das de cómo era yo. Una decía que era un pellejo inerte; otra, que era un
nervio duro; y la tercera, decía que era de hueso. Pues bien, para salir de
la porfía me buscaron tras la bragueta de un borrachito. Entonces dijo la
primera: «vean, no se los dije que era un pellejo flácido». Todavía dormía
plácidamente. Luego me tomó la segunda entre sus manos e hizo que me
despertara un poco, entonces dijo: «miren, es un nervio duro, no es ningún
cuero flojo ni tiene hueso». Le tocó el turno a la tercera; ya para entonces
me había despertado del todo, estaba levantado y duro; y dijo ella: «no les
dije niñas que era un hueso, observen lo duro que está». Ella seguía frotan-
do y frotando, razón por la cual dejé escapar toda mi sabia, por lo que ella
se declaró ganadora y llena de júbilo dijo: «¡Yo gané, es de hueso, miren, le
acabo de sacar el tuétano!»
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La lista que leerá enseguida estará completa una vez que usted la haya
aprobado e incrementado. Dé su opinión, ¡por favor!
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Monólogo del phallus
¿IMPORTA EL TAMAÑO?
El único primate que tiene un pene grande es el hombre –y la ciencia aún
no sabe por qué ni para qué; debe de ser que no han oído a las mujeres–;
sin embargo, la preocupación más común de la mayoría de los hombres
sigue centrada en el tamaño del pene. Según lo ha comprobado la ciencia
médica, el tamaño del pene de un hombre adulto es de veintiséis centí-
metros, de los cuales trece centímetros forman la base interna, y los otros
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CINCO
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ME GUSTA VER
Desnuda, que tu figura es sólo hermosura
Desnuda, que tu hermosura es mejor desnuda
El camisón que se desliza por tu espalda
Tu entrega, así sea en otros brazos
La cascada de tu cabellera derramada por la almohada
Esa mirada que dice tómame
Ver como enloqueces cuando me cabalgas
A otros cuando lo hacen
Unas piernas cruzadas que muestran algo y nada
Ese contoneo de comadreja cuando caminas
El vaivén de tus caderas cuando bailas
Esas colinas con que adornas tu pecho
Tus labios entreabiertos listos para el beso
La placidez de tu cuerpo desnudo mientras duermes
Mirar entre tus piernas
Las piernas abiertas en ángulo de 90°
El brillo de tu concha excitada
Tus labios interiores cuando están hinchados
Verte en cuatro
Tu cara sonrosada y distorsionada por el orgasmo
Esas poses, gestos y miradas que me insinúan algo
Esa mirada que dice atrévete
ME GUSTA DE SENTIR
Tu mano trémula buscando en mi bragueta
Tu lengua cuando nada entre mis fauces
Ese aliento tibio en mis orejas
El recorrido húmedo de tu lengua por mi cuello
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A mar abierto
A sexo puro
A puerto de pescadores
A luna llena
A piel erizada de deseo
A entrega sin límites
A perfume de hembra en celo
A cosa profunda y buenísima
A jardín de confites
A queso de mano de mi abuela
A dicha infinita
A felicidad suprema
A la única fragancia del mundo que excita
A ti
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Monólogo del phallus
A almizcle narcotizante
A sueños infantiles
A helado de chocolate
A chocolate caliente
A paella española
Al Paraíso después del pecado original
A miel de África
ME GUSTA OÍRTE
Tu voz será siempre canto de Ninfas, será el mejor estímulo a mis oídos, no
pares de hablar mi amor.
Tu voz es música a mis oídos, por eso, háblame cuando callas, susúrrame tus
emociones al oído; dime las palabras que me hechizan, dime algo sencillo y
profundo a la vez, empieza por:
Sí
Tómame
Hazme tuya
Sí, para siempre
Quiero hacerte feliz
Abrázame fuerte
Quédate esta noche
¡Oh, sí!
Te espero
¡Vente mi vida!
Eres fuerte
Estás tan duro
¡Oh, qué caliente!
¡Más profundo, mi amor!
¡Te extraño!
Entra
¡Métemela toda!
Soy tuya
Mi amor eterno
Eres el primero
No quiero compartirte con nadie
A tu lado soy feliz
Estás dentro de mí
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TAMBIÉN ME GUSTA
A veces tengo que buscar el estímulo que está siempre al alcance de la
mano, no piense nadie que la autocomplacencia es lo que más me satis-
face; prefiero pensar que mis manos me ayudan a encontrar el placer, y
no quisiera mencionar ese calificativo que parece algo feo, enfermizo,
aberrante, pecaminoso y sombrío. Masturbación le dicen los entendidos;
el pueblo llano le dice hacerse la paja; pero en realidad es el primer recur-
so de la adolescencia y un desahogo para los momentos de soledad o de
falta de pareja.
También hay momentos en que me recreo con el recuerdo de lo que hici-
mos, lo que deseo que hiciésemos, o en definitiva, con lo que sueño poder
hacer contigo, o con cualquiera otra. De igual modo, a veces me complazco
con alguna pertenencia tuya y hago de ella mi objeto erótico.
No soy pornógrafo, pero me complace ver
No soy machista, pero sueño con mi harén
No soy fetichista, pero me excita oler tus bragas
No soy sádico, pero me gustaría morderte las nalgas
No soy masoquista, pero me gusta que me cabalgues
No soy violador, pero me provocas pensamientos oscuros
Ahora, dígame, ¿cree que debemos agregar estos estímulos como algo en-
teramente normal? Ya sabe, en cuanto a gustos y colores nada está escrito.
Las fantasías eróticas son interminables e incognoscibles; pues bien, ya exis-
tes, luego imagina y siente.
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SEIS
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y limitarse sólo a mirar la comida y beber agua. ¿Qué tal, eh? ¡Cómo la ves!
¡Pobre consuelo¡
¡Qué suerte tienen las mujeres! Ellas no necesitan que un colgajo nervio-
so forrado con un pellejo arrugado reciba una descarga de sangre a toda
presión para que salga de su estado inerte, flojo, fofo, flácido y se ponga
erecto, y luego se mantenga así durante largo tiempo, o al menos, el tiem-
po necesario para el coito.
A pesar de que una erección es la cosa más natural del mundo, algo que
ocurre con mucha frecuencia y de forma espontánea, instintiva, y en ocasio-
nes, casi involuntaria; no obstante, a veces se requiere del estímulo preciso,
el momento oportuno, la persona adecuada y la condición física necesaria.
También somos sensibles. La cuestión es, ¿somos iguales o hay marcadas di-
ferencias sexuales? Una mujer puede iniciar el coito sin ninguna excitación,
sólo un poco de lubricación que puede ser saliva; sin embargo, terminar en
un placentero orgasmo. Un hombre jamás lo podría hacer, porque necesita
la dureza necesaria para la penetración; un pene sin erección es una cosa
flácida que sólo se podría refregar, untar, pasar como una brocha.
Las mujeres asocian el amor con el deseo erótico, y éste con la erección, en
consecuencia, si un hombre la ama, también la desea profundamente, por
consiguiente tiene excelente erección; en caso de que la relación sea oca-
sional, al menos espera despertar un gran deseo erótico. Definitivamente,
ellas siempre esperan que la erección sea excelente, que al momento de
la penetración el pene esté bien duro; pero, además, que esté así mucho
tiempo. Una erección prolongada le sugiere un deseo prolongado, es más,
le garantiza su propio placer. Si la erección falla es porque no hay amor ni
deseo, y eso las irrita mucho.
El hombre ante la falta de erección empieza por alarmarse, luego le da mie-
do, ese temor lo conduce a la angustia, la angustia lo desespera y lo frustra;
y al final, eso lo mata.
Somos vulnerables, no lo podemos evitar; en realidad somos más débiles
que ellas. Nuestra fuerza sexual es sólo una coraza de hojalata tan que-
bradiza como una galleta; por consiguiente, una mínima burla, una risa
despectiva, una mirada insidiosa o un reto nos pueden desbaratar como un
castillo de arena. Como nuestra sexualidad es externa, la erección debemos
exhibirla en toda su magnitud, a ojos vista, se demuestra con hechos. No
obstante, las fallas se presentan.
Respondiendo a la incógnita de por qué fallamos, a continuación veremos
una serie de propuestas que tratan de recoger las posibles causas de dis-
función eréctil, así como los sentimientos de frustración que esta ocasiona
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SIETE
El pene pertenece al mundo de las cosas inodoras, esto es, no huele a na-
da, claro, lavado. Los hombres no tenemos almizcle, todo lo contrario de las
vaginas que sí tienen su olor característico. Esto, por supuesto, sería absolu-
tamente cierto si los orines fueran inodoros, el semen no tuviese un aroma
específico, el glande no guardara bajo su prepucio un sebillo aromático y los
testículos no se aromatizaran con el sudor. Pero en realidad el pene puede
oler a lo que huele el dorso de la mano, la mejilla, la frente... No somos como
ellas que parecen guardar algo del mar en sus entrañas con toda la gama de
sus apetitosos olores. Pero... el pene huele a un sinfín de emociones.
La lista que usted leerá a continuación requiere de su aprobación y, ade-
más, de esa sugerencia suya que incrementará las propuestas del autor. Ya
sabe, este libro le permite no sólo votar por la propuesta que le parezca
más atractiva, sino que, también puede proponer otras.
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Adiel Cañizares
A mí
Torre de Babel
Pulpa de coco
Arroz con leche
Bacalao
Noche en el desierto
Tierra de titanes
A azufre
A ensalada de cebolla
A bate de béisbol
A caballo
A condón
¡Diablo!
Kalúa con brandy
Vino tinto
Whisky en las rocas
Calorcito suave
Cazuela de mariscos
A toda velocidad
Algo desconocido
Perfume por descubrir
Nido de gorila
Fuente de placer
Chupete y rechupete
Tierra mojada
Narcisos níveos
Pájaro de cristal cortado
Volcán en erupción
Ristra de ajos
Clavo al rojo vivo
Collar de cebollas
Sol de mediodía
A ojo de tigre
Merengue de frambuesa
Barquilla derretida
Chocolate blanco
Cometa que pasa
Marciano enamorado
Yogurt natural
Bahía azul
Ostras alegres
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Monólogo del phallus
Risa de tiburón
Perros anudados
Al primer beso
Amanecer llanero
Salitre de Sodoma y Gomorra
Incienso de naranja
Orines, nada más
Selenita enamorado de la luna
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OCHO
VESTIDO DE FIESTA
Sólo la imaginación nos puede salvar del hastío. El sexo, a pesar de ser la
sal o la miel de la vida, no escapa al tedio de la rutina. Una de las principa-
les causas de infidelidad es ocasionada por la monotonía sexual; dicen los
versados. Pero es difícil saber qué es lo que prefiere tu pareja, a excepción
de que expresamente haya una comunicación sincera sobre las fantasías
eróticas; sin embargo, hay fantasías eróticas irrealizables –por equis razo-
nes–; esto por un lado, y por otro, el temor a la incomprensión impide la
confesión sincera.
Ahora que, la decisión de poner en práctica una fantasía erótica puede
surgir como resultado de una disposición individual porque quieras sor-
prender, por pedimento de tu pareja o porque ambos lo convengan. No
obstante, al final, debe existir el factor sorpresa para que dé los resultados
queridos.
Bien, si un día has de recibir o dar la sorpresa de un pene disfrazado, ¿cómo
pudiera ser ese disfraz?, ¿de qué te gustaría que se disfrace?, ¿qué disfraz
elegirías para sorprender?
Las propuestas del autor están lejos de agotar la imaginación erótica; algu-
nas son sólo una traza poética, en consecuencia, irrealizables en la práctica,
pero no por eso dejan de complacer o satisfacer la fantasía erótica. ¿Que-
rrías un pene disfrazado de tarde de toros o de largo suspiro? Sólo imagina.
Ya existes, luego piensa.
Como en todos los apartados de este libro, su conclusión está supeditada
a que exprese su opinión, ya sea eligiendo entre las propuestas del autor o
proponiendo otras. Esta es una fiesta de disfraces, elija el suyo.
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Monólogo del phallus
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Adiel Cañizares
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NUEVE
Para mí constituye un premio muy especial recibir una caricia oral. Antes,
durante y después del coito nada es tan grato como una buena... Me gusta,
definitivamente que sí. Es maravilloso recibir una succión, no importa si es
suave o fuerte, o sólo lamido, siempre será divino. ¡Ah divina fellatio! Es su-
blime y excitante ver subir y bajar una boca ansiosa, unos labios suaves, esa
lengua húmeda y el aliento tibio; y ver como parte de mi cuerpo se pierde
en tus fauces. No te veo como a una esclava cuando estás de rodillas frente
a mi haciéndome sexo oral, muy por el contrario, eres la dueña de todas mis
emociones, en ese momento tienes en tu boca toda mi fuerza varonil; eres
mi dueña, me dominas: ¡ahhh!, me voy.
¿Usted qué opina? ¿Cómo lo prefiere?
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Adiel Cañizares
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DIEZ
SEXO FUERTE
La verdad sea dicha y aceptada sin pudor, somos verdaderos títeres en or-
den al poder y la fuerza sexual. Nos parecemos a un reinado meramente
decorativo, donde el verdadero poder lo detenta otro. Es en esto donde de-
finitivamente nos perecemos a un juego de ajedrez, somos el rey, pero un
rey maniatado en movimientos; en verdad, toda la libertad de movimiento
lo detenta la dama que, además, como un ave fénix cae y resucita sin im-
portar las veces; mientras que el rey cae y listo, se acabó.
Dependemos de una buena carga de testosterona, un excelente torrente
sanguíneo, tranquilidad emocional, condición física adecuada y, esa opor-
tunidad precisa y necesaria.
Es cierto que durante muchos años hemos tratado de suplir o disimular esa
inferioridad y dependencia haciendo uso de la fuerza física, el dominio a lo
bruto, sometimiento a la fuerza. Eso ha aplacado nuestros miedos, ha sido
una engañifa necesaria para disimular o esconder nuestra inferioridad. Pe-
ro lo hemos tenido que pagar con creces, pues, siempre nos ha asaltado el
temor de que en un momento determinado se nos exija demostrar dónde
esta el verdadero poder. Ellas siempre han estado conscientes de ello, sólo
que nos han dejado alardear; sin embargo, como siempre han tenido ese co-
nocimiento recóndito, ha sido inevitable que no hayan movido los hilos a su
favor. La humillación de ver el alarde del poder hurtado, el uso continuado
de la fuerza bruta, esa violencia soportada con estoicismo durante siglos:
siempre ha sido sutilmente vengada; o en todo caso, soportada por el bene-
ficio de la protección que siempre ha brindado el macho fuerte. Ahora bien,
como siempre han conocido la debilidad del verdugo y, en consecuencia,
conscientes del poder verdadero, ellas no han dudado en consumar su dulce
venganza. Para ello no ha sido menester disponer de gran inteligencia, ya
que, la mujer más inocua siempre ha sabido usar bien sus armas, y en esto ha
demostrado una inteligencia superior al hombre. Y, ¿qué es lo que ha tenido
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ONCE
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Adiel Cañizares
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Monólogo del phallus
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DOCE
MACHO MACHO
Las mujeres están siempre predispuestas a
odiarse entre sí; sólo ahora entiendo por
qué a veces nos llevamos tan mal: ellas
odian la parte de mujer que hay en cada
hombre.
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Monólogo del phallus
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TRECE
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Monólogo del phallus
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Acerca del autor
Adiel Cañizares
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