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ULTIMO GUARDIA

PSY-CHANGELING
TRINITY 5

NALINI SINGH

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Gracias a:

A nuestras seguidoras por su cariño y su fidelidad al


seguirnos, respondiendo con entusiasmo a cada trabajo
que realizamos.

Gracias por cada comentario, cada mensaje, cada like, estos


nos anima a continuar a pesar del esfuerzo y el arduo
trabajo.

Mil gracias a nuestra principal traductora y nuestra


administradora, las dos tocayas, por disponer de su tiempo
para ayudarnos en la traducción y corrección.

A los blogs amigos que generosamente comparten estas


historias para que otros lectores puedan conocerlas.

xoxoxox

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PUNTO DE ANCLAJE

LOS ANCLAJES SON LA BASE de PsyNet.

No son simplemente parte integral de la red psíquica de la que los psi dependen de
por vida.

Ellos son la PsiNet.

Sin la designación A, no existe PsyNet.

Similar a una banda de goma estirada demasiado apretada, la PsyNet se convertirá


en una aplastante bola de la muerte si fallan los puntos de anclaje, el latigazo
erradicará una raza entera de la existencia.

Sin embargo... la gran mayoría de Psy nunca piensa en los anclajes.

Como los humanos y los cambiantes no piensan en los cimientos de su casa.

Los cimientos simplemente son.

Las anclas simplemente son.

Hasta que se desvanecen, el último suspiro de una raza moribunda.

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1
Aunque todavía estoy cerca de mi Silencio y puedo seguir estándolo por el resto de mi vida, no me acerco a
la frialdad robótica de Payal Rao. Hay algo fundamentalmente defectuoso en ella, algo que la coloca en la
misma categoría que los que llamamos psicópatas, y no tengo ningún reparo en decir eso abiertamente.
—Extracto de la edición de abril de 2083 de Singapore Business Trimestral: "Entrevista con Gia Khan"

PAYAL HABÍA ASCENDIDO a su puesto como directora ejecutiva del


Conglomerado Rao al estar preparada para lo que fuera. La sorpresa era un
enemigo que debía ser conquistado, porque a diferencia de lo que parecía
ser la mayoría de su raza, ella no era optimista sobre la utopía de un mundo
más allá del régimen sin emociones del Silencio.

Un siglo que los psi habían pasado encadenados al despiadado hielo del
Protocolo. Payal no tenía suficientes datos para decir si el Silencio había sido
un fracaso, pero ella sabía que la emoción traía consigo innumerables
problemas, exponía un sinfín de vectores de debilidad.

Lo había sentido una vez. Le había causado dolor visceral y casi la llevó a
una orden de rehabilitación psíquica. Si ella no hubiera sido una
telequinética cardenal, valorada y no exactamente abundante en el suelo, los
médicos habrían limpiado su cerebro y la hubieran dejado como una
criatura sin mente.

Era mucho mejor que la consideraran un robot psicópata, como tan


memorablemente la había descrito Gia Khan a principios de ese año, que
dejar caer su escudo silencioso y dar a sus enemigos un objetivo suave y
tembloroso. Payal no tenía la intención de terminar muerta y olvidada como
su abuelo, tío y hermano mayor, Varun.

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Por lo tanto, era digna de mención que la misiva que se mostraba
actualmente en su organizador la había pillado desprevenida. Tampoco era
solo el contenido. No, lo que fue aún más inesperado fue la dirección a la
que había sido dirigido el mensaje: una dirección de correo electrónico que
había creado después de ver a su padre ejecutar a su primogénito por el
crimen de conspirar contra él.

Pranath Rao no era un hombre que perdonaba la deslealtad.

Varun tenía quince años más que Payal, había sido capturado porque, en un
acto de estupidez arrogante: había utilizado los canales oficiales para hacer
sus planes sediciosos. Debió haber creído que su padre no se molestaría en
controlar el niño que estaba siendo preparado para hacerse cargo algún día
del imperio Rao.

Se había equivocado.

Como castigo, Pranath había sujetado a su hijo usando telequinesis, luego


ordenó a un telépata de combate que aplastara el cerebro de Varun, lo
aplastara con tanta fuerza que la sangre escapara de sus ojos y la materia
cerebral de sus oídos. Los gritos de Varun siguieron y siguieron hasta que
no era más que un gorjeo silbante.

Payal lo sabía porque tanto ella como su próximo hermano mayor, Lalit,
habían sido obligados a ser testigos.

El médico que había certificado la muerte de Varun como natural estaba en


su bolsillo.

Incluso cuando Payal, de nueve años, observaba cómo el ataúd de su


hermano se dirigía al crematorio después de un servicio fúnebre
"respetuoso" de acuerdo con las reglas del silencio, había estado pensando.
Estrategias. Aprendiendo. Ella no tiene la intención de ser arrojada al

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fuego. Pranath Rao todavía tenía dos herederos vivos en ese momento, y era
lo suficientemente joven como para engendrar y criar más.

Lo que había hecho doce años después, añadiendo a Karishma a su lista de


herederos. La larga brecha había sido muy a propósito: Pranath esperaba
hasta que sus hijos vivos eran adultos para mostrarles que sus vidas no eran
de ninguna manera invaluables para él.

Podía descartarlos y empezar de nuevo en cualquier momento.

La cuenta de correo electrónico secreta de Payal había sido solo una de las
puntas de su plan de supervivencia.

Incluso ahora que tenía un cierto grado de poder, todavía solo podía
acceder a ella a través de un organizador encriptado que había configurado
con su propia dirección IP, una que rebotaba en tantos servidores en todo el
mundo que no había línea recta a Payal Rao, CEO del Conglomerado Rao.

Entonces, el hecho de que este individuo la haya identificado mostró un


nivel mortal de habilidad y conocimiento.

Pero en el texto... ahí estaba el peligro real.

Payal, nunca nos hemos conocido, pero tenemos algo fundamental en común.

Dicho sin rodeos, sé que eres un ancla central, y la razón por la que la sección de la
PsyNet ha sufrido tan pocas fracturas y fracasos. El que haya sufrido algo es porque
no debería anclar la red por su cuenta con la ayuda limitada de anclas secundarios y
dispositivos de seguridad.

De ninguna manera estoy denigrando el papel que desempeñan, porque ambos


sabemos que estaríamos muertos sin ellos, pero el hecho es que debe tener al menos
otras tres anclas centrales a su alrededor cuyas zonas de control se superpongan a la
suya. Así fue como cuando inicializo por primera vez.

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Soy un ancla central en la misma posición, tenso hasta el límite, sin margen de
error. Y la situación se deteriora día a día. Creo que es hora de que dejemos de
confiar en los gobernantes de la PsyNet para vigilar nuestra designación. La
Coalición Gobernante apenas han nacido y podrían resultar mejores que el Consejo
Psy en lo que respecta a la Designación A, pero no podemos darnos el lujo de
esperar.

Los anclajes son fundamentales para PsyNet.

Pero somos fantasmas.

Protegidos. Blindados. Mimados.

Atrapados. Asfixiados. Controlados.

Nosotros, la designación A en su conjunto, tenemos tanta culpa aquí como los


recientes y pasados Consejos Psy. Tú y yo sabemos que la mayoría de los A apenas
funcionan fuera de sus deberes de ancla, y prefieren permanecer aislados del resto
del mundo.

Tu no caes en ese grupo. Eres el director ejecutivo de una importante e influyente


corporación familiar. Estás más allá de lo funcional, hasta el punto de que nadie que
no lo sepa jamás adivinaría que eres un ancla.

Eso lo convierte en la persona perfecta para hablar en nombre de la Designación A


en cada reunión de la Coalición Gobernante, porque la PsyNet está muriendo
y nadie conoce la PsyNet como los que estamos integrados en su tejido.

No habrá familia Rao si la PsyNet colapsa.

No habrá anclas. Ni Psy.

Este podría ser el ocaso de nuestra raza.

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A menos que lo detengamos.

Payal se levantó de su escritorio y caminó hacia las grandes puertas


arqueadas a la derecha de su oficina. Estaban hechas de madera deformada
y desgastada cuando ella se apoderó de este espacio, pero, aunque había
conservado el marco de madera, había cambiado las secciones centrales de
ambas puertas a vidrio transparente, para poder mirar en el aparente caos
de la vieja Delhi incluso cuando las puertas estaban cerradas.

La casa principal y las oficinas ejecutivas de la familia Rao estaban ubicadas


dentro lo que una vez fue un mahal, un palacio lleno de arte antiguo, su
planta quijotesca, y sus paredes tachonadas con ventanas de tamaño extraño
que brillaban con vidrieras, como el mosaico de color detrás del escritorio
de Payal. Incluso tena un nombre: Vara.

Bendiciones.

Un nombre que se le dio hace mucho tiempo, antes del Silencio, y antes del
lento deslizamiento de la oscuridad en las paredes envejecidas de Vara.

Más allá de sus terrenos limitados, pero bien mantenidos, Vara estaba
rodeada de edificios más pequeños de una época similar, y miraban hacia
una mezcolanza de estructuras más antiguas y nuevos edificios
desvencijados que parecían unidos por no mucho más que esperanza y
algún que otro clavo.

Los relucientes rascacielos psi se elevaban a lo lejos en marcado contraste.

Sin embargo, incluso esa intrusión clínica en el corazón de esta antigua


ciudad no había podido domesticar el desorden controlado de Delhi. Su

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ciudad tenía alma propia y no estaba dispuesta a inclinarse ante los
caprichos de ninguna civilización.

De vez en cuando, todavía veía monos trepando por los árboles frutales en
el terreno, y las palomas no tenían respeto por ninguno de los elementos de
disuasión de aves probados por el personal de mantenimiento.

A pesar de todo, Vara se mantuvo firme y duradera.

Su padre una vez había considerado demolerlo y reconstruirlo con acero. y


vidrio, luego decidió que el mahal era un símbolo importante de su poder a
largo plazo. − Los Rao estaban aquí mucho antes que otros que podrían
pensar en derrotar nuestro control sobre esta ciudad, − había dicho mientras
se encontraban en el punto de vista más alto de Vara, el jardín de la azotea
oculto desde abajo por almenas decorativas. − Y estaremos aquí mucho
después de que estén muertos y enterrados.

Estaba silencioso y fresco en su oficina del tercer piso, pero sabía que si salia
al balcón de piedra, sería golpeada con un tumulto de bocinas, gritos y un
calor abrasador: los vientos monzónicos aún no habían llegado, trayendo
con ellos una humedad que era una presión húmeda sobre la piel.

Payal luego esperaría a que las lluvias se llevaran el aire bochornoso.

Su oficina estaba situada al frente de Vara, a solo unos metros de la calle.


Podía ver motocicletas con aparente despreocupación atravesando el tráfico,
mientras varios bici taxis se alineaban frente a Vara, esperando un pasajero.

Un psi en San Francisco o Mónaco podría volver la nariz ante ese modo de
transporte, pero los Psy en Delhi sabían que los vehículos pequeños y ágiles
eran mucho más rápidos para navegar por el tráfico pesado de la ciudad
que los autos de ciudad más grandes. Los conductores más intrépidos
incluso se atrevían a tomar las estrechas calles de la Vieja Delhi, pero era

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mucho más inteligente viajar en motocicleta en esas zonas mixtas de
peatones y vehículos.

El caos del tráfico era un accidente histórico. Delhi había crecido demasiado
rápido en un momento en que tenía problemas más urgentes que abordar, y
ahora simplemente no había espacio para expandir el ferrocarril por
carretera o subterráneo. Los bici taxis llegaron para quedarse.

Incluso se sabía que Payal usaba uno en ocasiones a pesar de que era una
telequinética capaz de teletransportarse. Le ayudaba a mantener un dedo en
el pulso de la ciudad. Había visto caer a demasiados psis poderosos porque
no tenían idea de qué estaba sucediendo más allá de su burbuja aislada.

Nikita Duncan era el ejemplo perfecto: el exconsejero tenía una influencia


financiera y política, pero había perdido el control que una vez tuvo sobre
su base de operaciones. La manada de leopardos de DarkRiver había
crecido exponencialmente en poder justo debajo de su nariz. San Francisco
nunca volvería a ser la ciudad de Nikita.

Payal vigilaba a varios grupos pequeños como DarkRiver que manejaban


más poder del que deberían: observaba y aprendía. Siempre.

Después de pasar varios minutos concentrada en los patrones de


movimiento en la calle, miró la firma en la parte inferior del correo
electrónico inesperado: Canto Mercant, Mercant Corp.

Mercant.

Hablando de un grupo pequeño que tenía una cantidad excesiva de poder.


Aunque se rumoreaba que el vástago de la familia era ahora una de las
caras más famosas en el mundo, los Mercants generalmente no buscaban
fama o poder político. Más bien, eran los principales protagonistas en la
sombra de la PsyNet, con una red de espías tan hábiles que se decía que
tenían algo en todo el mundo.

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Payal sabía que esto último era una exageración por la sencilla razón de que
no tenían nada sobre ella. El hecho de que ella fuera un ancla no era una
especie de pistola humeante o amenaza. Sin duda, ella estaba en una lista de
As en alguna parte de los Archivos de la Coalición gobernante. Pero ella no
anunciaba exactamente su estado. No cuando el experto telequinético más
conocido de los últimos años había terminado siendo un asesino en serie.

Entonces, ¿cómo había encontrado Canto Mercant su designación raíz?

Las mentes ancla no eran visiblemente diferentes en la PsyNet, no podían


ser señalados de esa manera. Y debido a que A era una designación "inerte"
durante los primeros años de infancia, cuando los psi se clasificaban en
varias designaciones para la formación especializada, no habría aparecido
en ninguna parte de sus primeros registros.

De hecho, todos sus registros públicos la incluían como Tk.

Canto Mercant no debería tener los datos sobre su verdadero estado. Ella
ciertamente no sabía que los Mercants tuvieran un ancla entre ellos. No solo
un ancla sino un centro, nacida para fusionarse en el tejido de la PsyNet. Lo
más probable era que Canto Mercant fuese cardenal.

Las anclas centrales no cardinales eran raras dentro de una designación ya


rara.

Dejando a un lado su organizador en su escritorio, usó su intercomunicador


para contactar su asistente: Ruhi, tráeme nuestros archivos sobre los Mercants.

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ANTES

Problemas severos de comportamiento y psíquicos que se manifiestan en desobediencia física. No se


encontraron problemas médicos para explicar episodios repentinos de movimiento descoordinado, pérdida
de equilibrio y aparentes migrañas que conducen a desmayos.
Reeducación completa autorizada por tutor legal.
—Informe de admisión: 7J

EL CHICO LUCHÓ contra las paredes psíquicas que lo bloquearon y lo


dejaron indefenso. Su cerebro ardía, un hematoma caliente y doloroso, pero
no podía atravesarlo, no podía romper las cadenas que enjaulaban su
mente.

− ¡Para! − Fue una orden dura.

Hacía mucho que había dejado de intentar resistirse a las órdenes, era mejor
ahorrar su energía para una rebelión más útil, pero no pudo seguir esta. No
importo cuánto lo intentara, sus piernas no se movían, ni siquiera temblaban.

Había sido capaz de arrastrarse por los pasillos ese mismo día, a pesar de
que el dolor había sido un atizador caliente en su columna vertebral, y sus
piernas se habían sentido como entumecidas y tan pesadas como troncos
muertos. Ahora ni siquiera podía sentirlas. Pero él siguió intentándolo, su
cerebro luchando por comprender la verdad.

Nada. Sin movimiento. Sin sensación.

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Cada fracaso traía consigo una nueva ola de terror que no tenía nada que
ver con su verdugo.

− ¿Usted piensa que esto es un juego? Se le advirtió lo que sucedería si


¡continuaba con esta farsa!

Una mano telequinética alrededor de su pequeño cuello, levantándolo del


piso del aula y golpeándolo contra la pared. Luego, el maestro caminó cerca
de él y usó un objeto que no podía ver para romper físicamente su tibia en
dos.

Debería haber sentido un dolor increíble.

No sintió nada.

El terror podría haber devorado su cerebro si no se hubiera dado cuenta de


que el hombre que lo había lastimado estaba tropezando hacia atrás,
agarrándose el cuello, mientras los niños gritaban y pequeños pies corrían
fuera de la puerta. Un fluido espeso de color rojo oscuro brotó de entre los
dedos del profesor, y goteo por su uniforme.

Cuando el hombre se alejó tropezando, el chico cayó al suelo, la telequinesia


del entrenador ya no lo sostenía.

Sin dolor, incluso ahora.

Debería haber estado asustado, debería haberse preocupado. Pero toda su


atención estaba en la niña de pelo salvaje que se había subido a un escritorio
para empujar un cepillo de dientes afilado en la yugular del profesor. −
¡Corre! − gritó. − ¡Corre!

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2

"El niño ha envuelto al recién nacido en sus escudos".


"¿El bebé fue amenazado?"
"Lo desconozco."
—Ena Mercant a Magdalene Mercant (febrero de 2054)

CANTO NO TENÍA forma de confirmar si Payal Rao había leído, o incluso


recibido su mensaje. Había incrustado un rastreador sutil en el correo
electrónico para saber cuándo se abría, pero había sido neutralizado en
algún momento del proceso. Sin embargo, había sido una posibilidad
remota: Payal no era la cabeza del conglomerado energético más grande del
sudeste asiático y la India porque era nada menos que fríamente inteligente.

Dos de las otras anclas centrales con las que se había puesto en contacto ya
le habían respondido, cautelosos pero interesados. Pero para que esto
funcionara, necesitaban a Payal. Canto y los otros centros en su lista eran
valores atípicos en su designación debido a lo funcionales que eran en
esferas externas. Payal, sin embargo, era quien automáticamente se ganaba
el respeto inmediato de los más despiadados jugadores de la red.

Miró una vez más la imagen de ella que tenía en la pantalla, aunque se
había dicho a sí mismo que dejara de obsesionarse años atrás, cuando la
había visto por primera vez. Ella era de ascendencia india. Y ella era
cardenal. Esos fueron los únicos dos rasgos que compartió con 3K. Esa
pequeña niña había sido una tormenta de emoción y pasión, nada contenido
y sofisticado en ella.

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Los niños cambiaban, crecían. Pero para que 3K fuera Payal Rao, ella
tendría que haber tenido un trasplante total de personalidad y
temperamento. No, ella no era la que buscaba Canto, y joder, sí, sabía que
3K tenía que estar muerta, pero no podía dejar de buscar. Ella lo había
salvado. ¿Cómo podía simplemente abandonarla?

Pero quienquiera que hubiera sido 3K, su familia la había borrado del
sistema con tal brutalidad que ni siquiera el poder de toda la red Mercant
había podido localizarla. Canto podría haber comenzado a dudar de sus
recuerdos y creerla un fantasma, pero él tenía una cicatriz sobre su tibia
izquierda que era un recordatorio de la deformada "escuela" que había sido
su hogar durante cinco infernales meses que habían alterado el rumbo de su
vida.

Payal Rao, por el contrario, había sido educada en una escuela privada para
niñas en Delhi. Como era obsesivo, comprobó los registros, incluso localizó
las fotografías de la clase.

Allí estaba ella en las listas de asistencia y en las imágenes. Las fotos de sus
primeros años eran borrosas y de baja resolución, lo que había elevado sus
sospechas hasta que miró hacia atrás y vio que todas las fotos subidas de la
escuela de ese período eran de la misma baja calidad. Su nombre también
había aparecido en listas atléticas y extracurriculares.

Según la abuela de Canto, Payal incluso había sido considerada para un


puesto en el Consejo en un momento. − Nada oficial, − había dicho Ena. –
Pero Santano Enrique notó su inteligencia y ambición. Al final, el Consejo
decidió que Gia Khan y Kaleb eran los mejores candidatos. Me supongo que
es porque Payal parece tener una vista en blanco y negro del mundo. El gris
no es su punto fuerte.

Y la política en la época del Concilio se había centrado en el gris. Canto

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podía hacer gris, después de todo, era un Mercant, pero no solo prefería las
sombras, Payal tenía una presencia en ella que no podía ser falsificada. Ella
se apoderaba de una habitación, era una fría quemadura de determinación.

Canto quería esa llama helada de su lado.

No planeaba rendirse si ella no respondía. Esto era demasiado importante.

«Los Mercants nunca se rinden», le había dicho una vez Valentín a


Canto. "Simplemente se vuelven furtivos". Un ceño fruncido en la cara de
mandíbula cuadrada del oso alfa. "Furtivos Gatos Mercants". Luego sonrió
con un deleite no oculto. "Hermosos y furtivos Gatos Mercants. Mi astuta
gata Mercant".

Canto no había necesitado volverse para ver que Silver caminaba hacia
ellos. Valentin Nikolaev no ocultaba en el hecho de que estaba locamente
enamorado de su pareja. Para la mayoría de la gente, Silver probablemente
parecía genial y distante a cambio. La mayoría de la gente no conocía la
prima menor de Canto.

Silver cortaría el corazón de cualquiera que se atreviera a herir a Valentín.

Había sido inesperado verla caer, pero no al mismo tiempo. Porque Canto
sabía sobre Arwen, sobre el Mercant que había alterado el curso de la
familia Mercant… alterando la forma del corazón de Canto.

Sin 3K, estaría muerto.

Sin Arwen, sería un monstruo amargo y retorcido.

Él había protegido a Arwen a su vez, devuelto ese regalo. Él nunca había


podido hacer ninguna cosa por 3K, y lo perseguiría hasta el día de su
muerte.

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− La obsesión infructuosa te llevará a la tumba, Canto, − murmuró.
repitiendo las palabras que le había dicho su abuela.

Ena también había añadido: − Los Mercants tienen un don para la


obsesión. Ha llevado a penas de prisión, heroísmo épico, grandes obras de
arte y manicomios. Escoge tu camino.

Volviéndose a la pantalla a la izquierda de su estación de trabajo con el ceño


fruncido, abrió el suministro de noticias de la Convención del Acuerdo
Trinity. Mientras miraba, Silver pronunció su discurso con aplomo y
confianza. Ella no dio ninguna indicación de que estaba de alguna manera
intimidada por estar en un foro físico lleno de intelectualidad de las tres
razas del mundo.

Psy. Cambiante. Humano.

Tampoco parecía en lo más mínimo alterada por el conocimiento de que su


discurso se estaba transmitiendo a todos los rincones del mundo. Como
directora de la EmNet, la Red mundial de respuesta a emergencias, había
aprendido a vivir en el centro de atención y lo utilizaba para promover los
objetivos de la EmNet.

“Fracasaremos si permitimos que las pequeñas disputas y los juegos de poder nos
dividan. Hay quienes cuentan con que sus mentes y corazones sean pequeños,
mezquinos y sin generosidad. Tienen la intención de romper el mundo poniendo
presión sobre esos puntos de fractura. No lo permitan".

Ella salió del escenario con esa orden nítida.

Alejándose de la estación de trabajo principal, Canto hizo retroceder las


ruedas de la silla diseñada para su estructura larga y sólida. Tenía una
función de desplazamiento para aquellos momentos en los que el acceso era
imposible de otra manera, pero como él quería una silla aerodinámica sin

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apoyabrazos, esos controles, así como sus controles de freno computronic,
estaban en un pequeño panel lateral en el lado derecho de su asiento.

Negro sobre negro, el panel imitaba la curva de su rueda y a primera vista


no parecía ser más que una característica de diseño. Tal como estaba, Canto
rara vez usaba ese modo de desplazamiento, prefiriendo operar la silla
manualmente.

El movimiento físico constante ayudó a mantener fuerte la parte superior de


su cuerpo. No es que confiara solo en eso. Había montado un gimnasio
completo en otra sección de su casa, con un dispositivo robótico de
fisioterapia que lo ayudaba a ejercitar las piernas que eran parte de su
cuerpo, pero que no podía sentir.

Sin embargo, hacía mucho tiempo que había rechazado el aparato robótico
de cuerpo completo diseñado para movimiento bípedo. De un diseño
mucho más aerodinámico que en sus versiones originales, la abrazadera
funcionaba bien para muchos. Canto no era una de esas personas. Las pocas
veces que lo había probado, se había sentido como si tuviera insectos
bailando en su columna vertebral y zumbando en su cerebro.

«Bucle de retroalimentación electrobiogénica», había murmurado el experto


en robótica. "Puede ser causado por el cableado innovador en su columna
vertebral".

Cualquiera que fuera la causa, Canto prefería su elegante silla negra con sus
ruedas altamente maniobrables. Dirigiéndose a otra área de su gran oficina,
sin ventanas y con temperatura controlada, un lugar que Arwen había
llamado su "mazmorra computrónica", tomó su teléfono y envió un mensaje
a Silver: Estuviste brillante.

El orgullo era un incendio en su interior.

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Canto le había dicho "a la mierda" al Silencio mucho antes de su caída
oficial. Eso era lo que sucedía cuando un niño empático vivía dentro de sus
escudos de ancla hermética, y la PsyNet fluyó a través de tu mente en un río
sin fin, trayendo consigo los restos y desechos de las vidas de millones de
personas, poderosas y débiles, valientes y cobardes, buenas y malas.

Luego estaba su infancia: la escuela había sido la parte final de un juego que
había ejecutado desde su nacimiento, y casi lo había roto. Sin 3K, sin el
ejemplo de su obstinada furia y su negativa a rendirse, él podría haber
renunciado. Pero si ella, tan pequeña y físicamente más débil, podía seguir
luchando, él no tenía excusa. Pero la pelea había quemado cualquier
esperanza de Silencio en él, había corrido de pura rabia.

A veces, en sus sueños, todavía escuchaba reír a 3K, aunque solo la escucho
una vez en la vida real. Un momento en que su maestro le había dado la
espalda a Canto y él había hecho una mueca que imitaba los ojos saltones
del hombre y las mejillas hinchadas cuando estableció las reglas.

Risa brillante, resplandeciente, sin miedo y salvaje.

Ella había sido la más fuerte de todos. Y la gente a cargo la había lastimado
por eso.

Sin esperar una respuesta rápida de Silver, estaba volviendo su atención


a una de sus múltiples pantallas cuando sonó su teléfono. Él lo miró para
ver: Zdravstvuyte, Canto. Silver está hablando con los cerebros. Ella estuvo
deslumbrante ¿no? Mi magnífica Starlight no toma prisioneros.

Temperamentalmente, Valentín estaba en el extremo opuesto del espectro


de Canto. − Ahora tienes el estado de gruñón permanente, − había declarado
Arwen a Canto hace un mes. − El silencio cae, no hay más amenaza de
rehabilitación psíquica colgando sobre nosotros por atrevernos a sentir, y en
lugar de elegir la luz del sol, decides aumentar la hosquedad. Arrepiéntete
ahora o nunca volveré a visitarte.

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Canto había fruncido el ceño. Arwen había gemido. Y siguió pasando con
feroz regularidad. Empáticos. Una vez que decidían que eras uno de ellos,
era como tratar de quitarse de encima una garrapata.

Arwen había sonreído cuando Canto murmuró eso, luego volvió a abrir
la caja de camisas nuevas que le había comprado como regalo: − Porque tu
definición de ropa aceptable ofende mis ojos, Canto. Esa camisa no está
deshilachada, es un lamentable montón de hilos unidos por nada más que el
miedo a tu mal humor.

Sin embargo, Canto y Valentín se llevaban bien. Más que bien. Por extraño
que fuera se estaban haciendo amigos. Sí, le respondió al oso. Es bueno que
estés con ella. Hay ondas problemáticas en la PsyNet. Ojos mirando hacia ella.

Silver tampoco era el único objetivo de esos ojos, y había recibido la vaga
impresión de que ella y los demás vigilados estaban en el camino de un
objetivo más grande. Pero todo estaba brumoso y sin bordes, muy parecido
a las fortunas vendidas por Psy-F débiles que se establecían en gradientes
altos para estafar a los crédulos.

Ese era el problema de tener tanta PsyNet corriendo por su mente; él no


siempre atrapaba algo más que la más mínima brizna de información.
Incluso entonces, tenía que luchar duro para aferrarse a ella, la prisa de la
Net era una cascada masiva que golpeaba la parte posterior de su cerebro a
cada instante de todos los días.

Soñaba con un trueno mientras dormía y se despertaba con una avalancha.

La tenemos protegida por todos lados, le aseguró Valentin. Físico y psíquico.


Ahora tengo que ir y recordarles a dos idiotas que ella está emparejada y que ellos
deberían dejar de mirarla con ojos de vaca. Volveremos a hablar pronto.

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Si Valentín no hubiera conocido a Canto tan bien, esa última línea bien
podría haber sido una amenaza: la versión bajista de "hablar de nuevo
pronto" era "¡vamos a hacer una fiesta y estás invitado!" Canto había
sobrevivido a una fiesta de osos hasta ahora: la que el clan StoneWater
había lanzado para celebrar el apareamiento de su alfa con Silver. Había
sido... una experiencia.

En un momento, había terminado con un cambiante oso borracho en forma


humana sobre su regazo. Vestida con pantalones cortos de lentejuelas y un
top igualmente deslumbrante, lo obsequió con historias de cómo había
"abofeteado a los presumidos" de dos hombres osos que habían pensado
que podían vencerla en una pelea. Luego se había quedado dormida con su
cabeza contra su hombro.

Canto la había llevado con una de las hermanas de Valentín.

Stasya se había reído y había arrojado a su compañero de manada que


roncaba por encima del hombro. − Lo siento, Canto. Eres lindo, ¿no?
Muchos de mis compañeros de manada quieren llevarte a la cama, y
piensan que están siendo sutiles y coquetos.

¿Un oso sutil?

Canto resopló.

No es que le importara la tendencia del oso hacia la apertura. Para un


hombre cuyo trabajo consistía en rastrear las sombras más oscuras, era
refrescante interactuar con gente que llevaba el corazón en la manga y no
dudaban en mostrar ira o furia.

En cuanto al resto, bueno, su cabello estaba actualmente en un corte


brutalmente pulcro, pero dado que solo se afeitaba cuando le picaba la nuca,
y su rostro estaba en ángulos duros, nunca antes lo habían descrito como

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"lindo". Pero aceptó que había muchas cosas que nunca entendería sobre los
osos y lo dejó así.

En cuando al comentario de la parte de la cama de Stasya, Canto ya tenía la


PsyNet corriendo por su mente cada segundo del día. Él apenas toleraba
incluso a las personas que le agradaban. Él no tenía el deseo ni la capacidad
de tener a alguien más cerca de él durante un período apreciable de tiempo.

Las anclas eran solitarios por una razón.

Ahora tenía que convertirlos en una unidad funcional. O morirían. Todos


ellos.

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PROYECTO DE MARCO DEL ACUERDO DE
FERTILIZACIÓN Y CONCEPCIÓN FERNÁNDEZ-
MERCANT: 7 DE MARZO DE 2044

Preámbulo: El objetivo de esta carta de asesoramiento es establecer los


puntos principales del contrato propuesto entre Binh Fernandez y
Magdalene Mercant para la procreación de un niño para cada parte a partir
de su material genético compartido.

También se le ha pedido a nuestra firma que realice más investigaciones y


proporcione un dictamen final, que se adjunta al final de este proyecto de
marco.

Fertilización: Binh Fernandez proporcionará esperma dentro de los tres


meses posteriores al acuerdo final, en un centro médico de mutuo acuerdo,
bajo la supervisión de Médicos aprobados por Fernandez y Mercant.

Los huevos se extraerán de Magdalene Mercant una semana antes de la


fecha anterior.

Una vez que ambas partes hayan proporcionado su material genético, se


creara un embrión viable y sé implantara en el útero de Magdalene Mercant
dentro de un periodo de tiempo medicamente adecuado. Dadas las tasas
actuales de éxito de la implantación, es poco probable que falle, pero si eso
ocurre, se realizarán dos intentos más.

Si los tres fallan, esta coincidencia genética se considerará inadecuada y


todo el material genético restante se destruirá. El contrato de fecundación y
concepción será anulado sin culpa, excepto por las obligaciones financieras
de Binh Fernandez de la siguiente manera.

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Acuerdo financiero: como se trata de un acuerdo dual de fecundación /
concepción, ninguna parte pagará a la otra una tarifa. Magdalene Mercant
llevará a término a cada niño. En recompensa por ese riesgo físico y esa
tarea, Binh Fernández pagará todos y cada uno de los gastos médicos
asociados. Esto incluye la atención prenatal y posnatal, así como los costos
involucrados en la extracción de óvulos e intentos de implantación. El
fracaso de la implantación no liberara a Binh Fernández de tales
obligaciones financieras.

Problema: Binh Fernandez tendrá la custodia total y los derechos paternales


del primer hijo llevado con éxito a término. Magdalene Mercant tendrá
todos los derechos de custodia y paternidad del segundo hijo llevado a
término con éxito.

Disolución: El contrato propuesto terminará:

Después del nacimiento del segundo hijo, momento en el que Binh


Fernández ya no tendra obligaciones financieras con Magdalene Mercant,
excepto cualquier atención posnatal recetada por su médico hasta seis meses
después del nacimiento; o después de no lograr un segundo embarazo
después de tres intentos *; o

Después del nacimiento del primer hijo, si ese primer hijo muestra síntomas
de anomalías físicas o mentales, o si el niño nace muerto. En ese momento,
la compatibilidad genética será considerada deficiente, y ambas partes serán
absueltas de cualquier obligación adicional en virtud del contrato
exceptuando cualquier cuidado post-natal prescrito por el médico de
Magdalene Mercant's hasta seis meses después del nacimiento. Si el niño
nace vivo, se convertirá en parte de la familia de Binh Fernandez.

En caso de lesiones importantes o muerte de Magdalene Mercant como


resultado de cualquier parte del embarazo o embarazos, los términos de
compensación del Anexo 1 entraran en vigencia.

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Last Guard
*Si este acuerdo solo produce un solo hijo viable, se negociará una tarifa por
"desventaja familiar" según las tarifas del Anexo 2.

Coda: Según la práctica del Grupo Familiar Mercant, se agregará una coda al
contrato que establece que, si bien el primer hijo será parte del Grupo
Familiar Fernández, se consultará a Magdalene Mercant si llega un
momento en que sea apto para ser terminal, o sea susceptible de ser
terminal: la decisión debe tomarse en conjunto en relación con el niño.

La violación de esta coda resultará en el rechazo por parte de los Mercants


de todas las futuras propuestas de contratos con la familia Fernández,
incluso en el ámbito empresarial, para información de inteligencia, para
trabajos por contrato, y otros asuntos que puedan surgir.

Esta coda sobreviviría a la disolución del contrato.

Los términos estándar para los acuerdos de fertilización y concepción


(adjuntos) se aplican cuando no contradiga este marco personalizado.

Opinión: Como asesor legal del Grupo Familia Fernández, notamos que la
coda es el único punto inusual en este proyecto de marco. La investigación
nos dice que la última vez que un grupo familiar violó esta coda fue en
2001. Los Mercants nunca más han interactuado con ellos, y ninguno de sus
aliados. Como resultado, ese grupo familiar ha pasado de un poder a ser
casi desconocido. No hay lugar para ceder en este punto.

Sin embargo, si la otra parte sigue todos los términos contractuales, los
Mercants tienen un historial de mantener vínculos con cualquier niño que
esté genéticamente vinculado a ellos, y de ayudar a esos niños en diversas
empresas. Si bien esto tiene el efecto de hacer crecer la Red Mercant,
también beneficia a la otra parte, ya que los Mercant priorizan tal contacto
cuando se trata de solicitudes de información.

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Además, Magdalene Mercant es de la rama central de la familia Mercant,
una rama que ha producido constantemente Psy de alto gradiente. No hay
nadie más bajo de un 6,5 en su línea directa. Dado que Binh Fernández
proviene de una línea similar, las posibilidades de producir descendencia
de alto gradiente son significativas.

Por lo tanto, es nuestra opinión considerada que el contrato propuesto es


justo y de futuro valor significativo para el Grupo de la Familia
Fernández. Aconsejamos iniciar negociaciones para finalizar este contrato y
establecer un cronograma para los procedimientos médicos.

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ANTES

El sujeto exhibe importantes deficiencias psicológicas y mentales. Probabilidad de recuperación y / o


regreso a la unidad familiar es nula.
Todas las medidas necesarias son autorizadas por su tutor legal, pero deben ser consultadas. antes de la
decisión de suspender el tratamiento de forma permanente.
—Actualización de archivo: 3K

Ella no corrió hacia la puerta. Ella corrió hacia él, hacia el chico que la había
hecho reír y le deslizo su comida extra cuando los profesores no miraban. −
Vamos, − dijo, tirando de su mano.

El profesor se estaba ahogando con su propia sangre y emitiendo sonidos de


gorgoteo, pero ella no miró, trató de no oír. Ella había hecho algo malo, algo
muy malo, pero había estado lastimando al chico. ¡Le había roto un hueso!

− ¡Vamos! − Tiró de nuevo. − ¡Podemos irnos antes de que vengan a


buscarnos!

Pero el chico negó con la cabeza. − Mis piernas ya no funcionan. – Un


sonido áspero. − No solo están pesadas o medio entumecidas. No siento
nada. − Rompiendo su apretón de manos, él empujó su pierna. − ¡Corre! ¡Ve!
¡Aléjate antes de que te encuentren!

No podía irse y dejarlo aquí. Lo volverían a lastimar.

Corriendo hacia la puerta, comenzó a empujar un escritorio contra ella. Era


pesado. Pero lo consiguió. El profesor había dejado de hacer ruidos cuando
ella tuvo la puerta bloqueada. Volviendo al chico, ella se sentó junto a él y
tomó su mano de nuevo, apretó con fuerza.

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− No, − dijo cuando él le dijo que corriera de nuevo. − No soy nadie. No
tengo adonde ir.

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3
Por favor notifique el estado de Canto Fernández, menor de 8 años, con un vínculo genético a mi
grupo familiar. Me ha llamado la atención que ya no es un miembro activo de su unidad
familiar.
—Ena Mercant (CEO, Mercant Corp.) a Danilo Fernández (CEO, Fernández Inc.) (29 de julio de
2053)

DESPUÉS DE ABSORBER TODOS los datos que su familia tenía sobre los
Mercants, Payal había ido a cazar por su cuenta. Ella era muy hábil para
desenterrar información. Pero localizar algo sobre Canto Mercant después
de cumplir ocho años había resultado imposible.

Incluso antes de eso, casi no lo había encontrado. Había habido un pequeño


aviso en la columna de Nacimientos y Muertes de la PsyNet Beacon que la
había alertado sobre el hecho, de que había comenzado su vida con un
nombre diferente.

Binh Fernandez se complace en anunciar el resultado de su Acuerdo F&C con


Magdalene Mercant. El hijo varón resultante se llamará Canto Fernández.

Tenía que ser él. El primer nombre era inusual y estaba la conexión Mercant.

Binh Fernández, ahora fallecido, había sido el hijo mayor de la Grupo


Familiar Fernández de Manila, y Canto había sido incluido como su primer
hijo de un árbol genealógico que pudo desenterrar. Payal había descubierto
durante su investigación que los Mercants, no entraban en muchos
contratos de fertilización y concepción, prefiriendo mantener su unidad
familiar relativamente compacta.

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La mayoría de ellos habían silenciado los perfiles públicos en el mejor de los
casos. Canto también podría no existir.

Incluso antes de la transferencia de la tutela de Fernández a Mercant, la


información sobre él era, en el mejor de los casos, incompleta. Como se
indicaba en el aviso de nacimiento, la familia Fernández estaba ansiosa por
anunciar su vínculo con los Mercants. Dos meses después, Binh Fernández
había mencionado repetidamente a su “hijo y heredero”en una entrevista.

Luego silencio de muerte.

No había imágenes de Canto niño por ningún lado.

Sin registros escolares.

Binh no lo menciono en futuras entrevistas.

Lo que le dijo a Payal que Canto Mercant tenía un defecto que se había
hecho visible en los meses posteriores a su nacimiento. Dado lo que ella
había visto en su propia familia, era escéptica ante tal juicio. Su hermano
psicópata durante mucho tiempo había sido considerado perfecto, mientras
que ella había caído en la categoría de "problema", y Karishma de catorce
años sería considerada un pasivo en caso de que la información sobre su
raro trastorno genético llegase a manos de su padre.

La única razón por la que la hermana menor de Payal estaba viva era
porque la prueba de ese trastorno no formaba parte de los exámenes
estándar que se realizaban en todos los recién nacidos. Sin embargo, la
"imperfecta" Kari era, en todos los sentidos, más valiosa que la
exteriormente perfecta Lalit.

Simplemente tenías que tener un cerebro que pudiera ver más allá de las
ganancias más obvias.

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Lo que tenían los Mercants si habían terminado con un ancla entre ellos sin
ninguna protesta aparente de la familia Fernández. Binh había muerto al
mismo tiempo que Canto desapareció del árbol genealógico de los
Fernández, por lo que la transferencia podría haber estado relacionada con
eso, pero Payal no lo creía.

Los Psy no abandonaban su capital genético.

Esa era la suma total de todo lo que sabía sobre Canto Mercant. Ella no
había podido localizar una sola imagen de él. Eso hablaba menos de un
perfil bajo y más de un esfuerzo consciente por permanecer invisible.

Incluso Ena Mercant, cabeza de la familia Mercant, no fue tan difícil de


identificar.

¿Era posible que los Mercants no hubieran aceptado realmente a Canto, que
lo hubieran obligado a permanecer fuera de la vista? No. Los Mercants eran
conocidos por valorar la lealtad familiar; no habrían rechazado a un niño
que habían reclamado. Lo que dejaba otra posibilidad: que Canto Mercant
era tan invisible porque dirigía la red de información Mercant.

Así fue como la encontró.

Aun pensando, salió a su balcón. El aire estaba caliente pero limpio gracias
a un dispositivo de disolución del smog inventado por la manada local de
tigres. Payal había negociado recientemente un acuerdo para licenciar un
dispositivo relacionado diseñado para eliminar la contaminación limitada
creada actualmente por ciertos intereses industriales Rao.

A pesar de los claros retornos financieros pronosticados como resultado, su


padre había declarado que era una idiota por "tratar con los animales", pero
su padre ya no era el Director Ejecutivo. Pranath Rao podría tener un as en
la manga, lo que significaba que podía tirar de sus hilos, controlarla a nivel

Bookeater
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personal, pero sabía que ella elegiría la opción nuclear si intentaba
obstaculizar sus decisiones comerciales.

Este era un mundo nuevo, y Payal tenía la intención de llevar al imperio


Rao a él, no quedarse atrás. Por eso levantó su teléfono con su línea
encriptada a su oído después de ingresar el código de llamada que Canto
Mercant había incluido con su carta. Ella no tenía idea de su ubicación
física, por lo que no sabía si era de noche o de día, pero cuando respondió
después de cuatro timbres, su tono, aunque pedregoso y profundo, estaba
alerta.

− Canto. − Una sola palabra dura.

− Me enviaste una carta, − dijo sin identificarse, aunque tuvo que haber
enviado cartas a más de un A.

− Payal Rao. − Sin dudarlo. − Suenas exactamente como lo haces en las


entrevistas que he visto.

Se preguntó si se refería a la descripción de "robot" que se había pegado a


ella como pegamento. Bastante cierto si lo era; ella se cuidó de nunca
permitir que sus escudos cayeran, nunca permitiría que el mundo viera a
través de los gritos escondidos en el rincón más profundo de su
psique. Hacer eso sería sentenciarse a sí misma a muerte.

La familia Rao había hecho una forma de arte del término "supervivencia
del más apto".

− Estás intentando establecer un sindicato ancla, − dijo ella, queriendo que él


expusiera sus cartas, este hombre invisible que sabía demasiado. – ¿Con qué
propósito?

Bookeater
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− La Coalición Gobernante tiene, según todas las pruebas hasta ahora,
buenas intenciones, pero toman decisiones sin conocer un factor crítico. Eres
un eje. Sabes muy bien de lo que estoy hablando.

La mano de Payal se apretó sobre el teléfono ante el brusco desafío en su


tono. − Necesitamos hablar cara a cara. − Negociar con una voz sin rostro no
era cómo hacía negocios; le gustaba ver a sus aliados y a sus enemigos. –
Por lo que sé, eres un inteligente hacker de doce años de Bangalore.

Payal no lo había dicho en broma. Ella no hacia bromas. Pero tenía


suficiente experiencia de vida para saber que un humano o un cambiante se
habría reído del comentario. Quizás un empático también. El resto de su
raza todavía estaba aceptando que se le permitiera sentir emoción.

Ella no había averiguado dónde se ubicaba Canto Mercant en ese espectro, y


su respuesta a su comentario no ofreció ninguna información adicional. − Te
enviare una imagen para un bloqueo de teletransporte. ¿Puedes reunirte
conmigo en quince minutos?

− Acordado.

Al colgar, miró fijamente su vibrante ciudad. El lento paso felino de una


mujer abajo captó su atención, y supo incluso desde la distancia que uno
de los tigres de GoldenNight se había aventurado en las calles de la ciudad.

A diferencia de muchos grupos cambiantes de felinos, a los tigres y


leopardos de la India no les importaba interactuar con la población de la
ciudad, pero no vivían en los centros urbanos. Los espacios eran demasiado
limitados, los caminos demasiado estrechos.

Mientras el polimorfo merodeaba hasta perderse de vista, un scooter se


desvió alrededor de un coche, mientras que tres peatones con bolsas de
compra decidieron detener el tráfico simplemente saliendo a la carretera
para cruzar.

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Una vez había organizado una reunión con un socio comercial Psy
normalmente con sede en Ginebra. El hombre había retrocedido ante el
enérgico ritmo de su ciudad. − ¿Cómo puedes vivir aquí? − había
preguntado. − Tanta gente, tanto ruido, todo... desorganizado.

Él estaba equivocado.

Delhi estaba muy organizada. Solo tenías que ser un local para verlo. Pero
antes de ser un habitante de esta ciudad vieja, antes de ser el CEO de Rao,
Payal era un ancla.

Con ese pensamiento en mente, tomó su organizador encriptado una vez


más. Canto Mercant había enviado la imagen prometida: de un oasis en un
desierto, uno único no sólo por la colocación de ciertas palmas, sino por los
grabados en las piedras grises planas que se habían colocado en la arena en
un amplio camino que conducía suavemente hacia el agua azul celeste.

Las arenas eran de un oro fino que la hizo preguntarse si se estaba


teletransportando al desierto de Gobi, ese lugar donde cantaban las dunas y
el atardecer se convertía en acantilados de fuego.

Centrándose en la imagen, sintió que su mente comenzaba a trazar y


bloquear. Un segundo. Dos. Ella lo tenía, el conocimiento un zumbido en su
sangre. Si la imagen hubiera sido imprecisa o genérica, habría tenido la
sensación de deslizarse o rebotar en las cosas, su cerebro incapaz de
asentarse.

Ella siempre se había preguntado si los otros Tks capaz de teletransportarse


tenían las mismas sensaciones, pero nunca había confiado en uno lo
suficientemente como para preguntar. Incluso las desviaciones mentales
más leves podrían ser motivo de preocupación cuando se trataba de uno de
la Designación A. Porque las anclas en su conjunto no eran estables.

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La ola de asesinatos psicópatas del concejal Santano Enrique acabo de
cimentar esa creencia en la mente de aquellos que sabían lo que había
hecho. La gran mayoría de la población no lo sabía, pero Payal no era de la
gran mayoría de la población.

Ella era un cardenal telequinético.

Ella era un ancla.

Ella era exactamente como Santano Enrique.

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ANTES
Encontrar al hijo de Magdalena. Encontrar a Canto Fernández.
—Alerta de misión de Prioridad 1 de Ena Mercant a toda la Red Mercant
red (1 de agosto de 2053)

EL MUCHACHO SABÍA que la barrera improvisada de su pequeño


salvador caería al primer empujón fuerte, pero no dijo nada. La verdad era
que, incluso si ella corriera, no había ningún lugar al que ella pudiera
ir. Esta instalación de reeducación estaba en medio de un desierto nevado, y
ambos tenían jaulas alrededor de sus mentes, encarcelando sus habilidades
psíquicas.

− Lo siento, − le dijo, mientras arcos fundidos de dolor se disparaban por su


columna en doloroso contraste con la falta de sensibilidad en sus piernas. −
Que tuvieras que hacer eso.

Usó su mano libre para acariciar la mano que sostenía. − Tú no me obligaste.


− Fue una declaración firme. − Él también me lastimó.

Pero él sabía que ella había matado en ese momento por su culpa, por la
amenaza a su vida. El maestro no se habría detenido, hoy no. El hombre
adulto sabía que a nadie le importaría si Canto moría. Los niños en todas
estas escuelas eran defectuosos, todas no deseados. El y la chica eran los
únicos cardenales, pero incluso sus grandes habilidades psíquicas no habían
sido suficientes para compensar sus imperfecciones.

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Si no hubiera sido cardenal, se habría preguntado por qué su padre no lo
había estrangulado simplemente cuando se hizo evidente que no era un
bebé "normal". Incluso con poco más de ocho años de edad, sabía que la
familia de su padre tenía mucho poder. La aplicación de la ley no habría
examinado demasiado a fondo la muerte "accidental" de un bebé.

Pero un cardenal, incluso uno roto, podría ser útil. Entonces le habían
permitido vivir. Hasta que su cerebro empezó a actuar de forma demasiado
extraña para aceptarlo. Su padre le había dicho que esta escuela era su
“última oportunidad de dar un paso al frente y ser un Fernández ". Como si
Canto pudiera arreglar las fallas en su cerebro que significaba escuchar
voces, como si pudiera hacer que su cuerpo funcionara como debería.

Mirando a los ojos cardinales de su pequeño amigo, se preguntó por su


poder, pero no preguntó. Como su poder no significaba nada aquí, el de ella
tampoco. No con sus mentes atrapadas en un alambre de púas
psíquico. Entonces dijo: − ¿Qué quieres hacer cuando salgas, cuando estés
libre? − Quería la libertad para ella más que para él mismo, ella había estado
aquí más tiempo, había sufrido más tiempo.

Ella era más joven, sus ojos iluminados por las estrellas estaban llenos de
realidad, pero se puso muy brillante y feliz con su pregunta. − Vi una
grabación de árboles en flor rosa una vez, todos seguidos. Las flores estaban
cayendo y yo quería caminar debajo ellos. Yo haré eso. − Ella le apretó la
mano. − ¿Tú que tal?

Él le dijo, le hizo más preguntas. Ella era tan inteligente, tan vívida. A Él
le gustaba estar cerca de ella, le gustaba escuchar sus sueños. Ella le estaba
hablando sobre su animal favorito cuando la puerta se abrió de
golpe. Entonces la chica que lo salvó fue arrancada de él, y se dio cuenta de
que nunca le preguntó su nombre. Nadie usó sus nombres en este
lugar. Ellos eran solo números y letras.

Ninguno de los dos gritó.

Bookeater
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Sabían que esta gente no tenía piedad.

Más bien, se miraron el uno al otro en una rebelión silenciosa que solo
terminó cuando la sacaron literalmente de la habitación. Uno de los
profesores lo pateó en el intestino. Cuando se atragantó con tos, pero no se
movió, el entumecimiento ahora hasta la mitad de su pecho y su respiración
un latido tartamudo, el hombre miró a la mujer que estaba revisando al
maestro muerto.

− Parece un problema médico real. Será mejor que obtengamos


instrucciones de la familia.

− Seguro. Es parte del protocolo. Pero sabes lo que dirán: él está aquí porque
es problemático. Nadie autorizará medidas para salvar su vida. − Ojos
verdes fríos en su rostro. − Los guardianes nos dirán que lo dejemos en su
cama y que lo dejemos morir de muerte "natural". Estaría mejor si le
degollara.

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4
Porcentaje actual de anclas diagnosticadas como psicopáticas: 14%
Porcentaje actual de anclas diagnosticadas como límite: 27%
Porcentaje actual de presentadores con factores de riesgo de salud mental significativos: 43%
—Oficina del censo de PsyMed: 2067

CANTO LLEGÓ al oasis cinco minutos antes de su encuentro con Payal.


Rao. − Gracias por el teletransporte, − le dijo a Genara.

Levantando dos dedos hacia su sien, su piel de ébano brillando bajo la


luz del sol del desierto, Genara le lanzó un saludo que era un poco
demasiado nítido para parecer cualquier cosa menos que marcial. Su
cabello, los rizos apretados zumbaban cerca de su cráneo con precisión
militar, reflejaban esa impresión, al igual que la forma en que ella se paró
ligeramente sobre sus pies.

Siempre lista para ponerse en movimiento.

− Bonita camisa, − dijo.

Él frunció el ceño. − Arwen llama al color acero envejecido. Es jodidamente


gris.

La expresión plana de Genara no se alteró. −Escuché que robó tus otras


camisas y las quemo.

− Vete, − gruñó Canto, porque mientras Genara parecía tan silenciosa como
se veía, ella estaba estrechamente unida con Arwen. Lo que le dijo a Canto
todo lo que necesitaba saber sobre este nuevo miembro del clan Mercant.

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Ena rara vez adoptada miembros en su familia, pero cuando lo hacía, era la
ley. La confianza se le dio de inmediato. Porque Ena Mercant era la más
dura de todas—Si ella decía que se podía confiar en Genara, que debía ser
tratada como familia, eso era como seria.

Canto había dicho "Sí, señora" y siguió con la creación de una


inquebrantable nueva identidad para Genara. Lo único que le había
preguntado a su abuela era dónde diablos había logrado desenterrar a un
Tk desconocido capaz de teletransportarse. Canto dirigía sus operaciones de
inteligencia, pero Genara era un misterio que apareció de la nada.

Ena había tomado un sorbo de su té de hierbas y dijo: − Sabes que quiero


que actúes como la mano derecha de Silver cuando tome las riendas de la
familia. − Sus ojos plata ilegible a veces, gris niebla con un toque de azul en
otros, había estado sereno, su sedoso cabello blanco en un prístino nudo, y
la pálida seda bronce de su túnica sin una arruga. − No tenía esa mano
derecha hasta que llegó Silver a la mayoría de edad, y la vida es mucho más
fácil con una.

− Mientras esa mano derecha viva en las sombras, no tengo ningún


problema con eso. − Canto tenía tanto deseo de vivir en el ojo público como
tenía horror de llevar la camisa chartreuse que Arwen seguía amenazando
con regalarle.

− ¿Qué tiene eso que ver con Genara?

− Un pequeño misterio para mantenerte alerta.

− Debería renunciar, − murmuró, haciendo una mueca ante el té que ella


había insistido en servirle. − Vea a quién puede encontrar para soportar esta
falta de respeto.

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La mirada de Ena se había alterado, manteniendo una calidez que había
visto por primera vez cuando tenía ocho años y estaba inmóvil en una cama
de hospital, asustado y perdido de una manera que había salir como rabia
infantil. Ella había tenido tanto frío entonces, una mujer en llamas de hielo,
excepto cuando ella lo miró. − Estás en casa ahora, Canto
− había dicho con esa voz tranquila que llegaba hasta los huesos. − Estás
seguro. Nadie volverá a hacerte daño.

Canto no había creído a la extraña que había sido, pero ella era todo lo que
él tenía.

¿Qué hay de ella? había exigido telepáticamente, mientras la máquina


bombeaba aire en sus pulmones paralizados. La chica que me ayudó. ¿3K?

− No hay ningún registro de ella en el sistema escolar, y todo el personal


que tuvo contacto con los estudiantes están muertos, por lo que no podemos
escanear sus mentes. – Ni siquiera un solo destello en ella ante la idea de
romper las mentes de las personas para revelar sus pensamientos más
íntimos.

Canto había sostenido el implacable acero de sus ojos. ¿Los mataste?

− Lo habría hecho, pero solo después de obtener toda la información


necesaria. Nunca actúes sin pensar, Canto. Así es como ganan tus enemigos.
– Su mano fría y suave en su frente, peinando su cabello hacia atrás. − Sin
embargo, estaban ya muerto cuando vinimos a llevarte a casa. Parece que
uno de los otros estudiantes rompió sus lazos mentales y se puso en
marcha.

¿Los otros niños? Canto había preguntado.

− Hemos encontrado hogares seguros para ellos y monitorearemos sus vidas


para asegurarnos de que tienen la ayuda que necesitan. Los Mercants no
abandonan a los niños. Recuérdalo. Nunca abandonamos a un niño

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necesitado. Pero no encontramos otro cardenal. Haremos todo lo que esté a
nuestro alcance para localizar tu 3K, su madre ya ha comenzado la
búsqueda.

Era la única promesa a Canto que Ena no había podido cumplir, 3K había
estado tan lejos del radar que había sido un fantasma. Todos estos años y
Canto no había aceptado que las imágenes de fantasmas pudieran ser una
dura realidad, que 3K estaba muerta hace mucho tiempo. Magdalena, lo
sabía, seguía realizando la búsqueda en el fondo de sus otras tareas.

Canto y su madre compartían la misma vena obsesiva cuando se trataba de


cosas que importaban.

Sobre el tema de Genara, su abuela había tomado otro sorbo de té antes de


decir: − Nadie más toleraría mis juegos, querido Canto. Por eso juego
contigo. − Y por ser Ena Mercant, la mujer que le había enseñado a un niño
roto y enojado el significado de la familia, el sentido de la lealtad, ahora se
estaba golpeando la cabeza contra la pared de ladrillos que estaba
rastreando la verdadera identidad de su nueva prima.

Nunca admitiría ante Ena que disfrutaba con el desafío.

Hoy, Genara dijo: − La próxima vez, Arwen también debería robar tus jeans,
− antes de que ella se teletransportara.

Los jeans de Canto estaban bien lavados y se adaptaban a su cuerpo. Arwen


sabía muy bien que Canto lo perseguiría sin piedad si él ponía sus elegantes
dedos en ellos. Las camisas eran camisas. ¿Sus vaqueros? Una historia
completamente diferente.

En lugar de permanecer dentro del refugio de tres paredes en este extremo


del camino, se dirigió a la orilla del agua que le recordaba el inquietante
resplandor azul del sustrato. El sol de la tarde estaba calentando su rostro y

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la piel de sus antebrazos expuestos, el sintetizador de cuero marrón oscuro
de sus medio guantes era suave y flexible por el uso.

Había cambiado de silla para esto, las ruedas de éste eran más anchas y más
robustas, más capaces de manejar el medio ambiente del desierto. Los
componentes computrónicos también fueron diseñados para sobrevivir a las
finas partículas de arena. Le había costado un solo error de adolescente
darse cuenta de que esta arena en particular llegaba a todas partes y podía
congelar la computrónica compleja.

Sin embargo, la silla todavía tenía capacidad para flotar, junto con un
compartimento que contenía un arma elegante y mortal. Como cardenal
telépata, podía volarle los sesos a Payal incluso mientras ella lo levantaba y
lo aplastaba contra la superficie dura más cercana. En otras palabras, ambos
eran igualmente peligrosos.

El arma no era redundante. Fue práctica.

Un destello en el escaneo telepático que había realizado continuamente


desde su llegada. No podía entrar en la mente que había aparecido en su
vecindad, pero sabía que estaba allí. Inclinando su silla hacia la izquierda,
contuvo el aliento mientras miraba a Payal Rao caminar por el camino
pavimentado hacia él. Ella era más pequeña que la imagen mental que tenia
de ella, aunque eso tenía poco sentido, ya que había mirado su altura.

Pero Payal tenía una presencia que exigía atención, se apoderaba de un


espacio.

En términos físicos crudos, ella medía cinco pies y dos pulgadas de alto. Su
cuerpo se curvaba bruscamente hacia adentro en la cintura y se ensanchaba
en las caderas. Ella tenía curvas en la parte superior de su cuerpo, su forma
no era una que fuera favorecida entre la mayoría de Psy. Sabía muy bien
por qué, porque se consideraba inherentemente sensual.

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Ese prejuicio se mantuvo incluso ahora, pero según su investigación, Payal
nunca había capitulado ante la presión social para someterse a una cirugía
estética. Tampoco hizo ningún esfuerzo por restar importancia a su
cuerpo. Ella se vestía con perfecta agudeza profesional, sin embotar nunca
su filo; se preguntaba si ella era consciente del hecho de que su negativa a
echarse atrás solo se sumaba a su reputación de mujer de acero.

Payal Rao, había declarado un artículo reciente de la PsyNet Beacon, es un


depredador tan mortal como cualquier pantera cambiante. El último rival que lo
olvidó está actualmente recogiendo los pedazos de su vida después de una jugada
fríamente calculadora de Rao, por lo que vio caer la valoración de su empresa en un
setenta y cinco por ciento. Cuando se le pidió un comentario, Rao dijo, “Él comenzó
la escaramuza. Yo la terminé".

Hoy, el depredador vestía un top de un material ligero, las mangas largas y


con puños en las muñecas y el cuello con dos lazos largos que había
anudado holgadamente por encima de las generosas curvas de sus pechos.

Era azul ahumado, un tono que complementaba el marrón meloso de su


piel.

Según su investigación, su padre tenía un gradiente de 7,9 Tk de


ascendencia checo-india, mientras que la mitad materna de sus genes
provenían de un gradiente 8.8 F-Psy con una mezcla de ascendencia
española e india.

La mezcla genética le había dado un rostro suavemente redondeado con


labios exuberantes y pestañas largas que contradecían su reputación. Fuera
de contexto, y si ignoraras el cielo nocturno de sus ojos, parecería una mujer
bonita y sensual, no una amenaza en absoluto.

En cuanto al resto de su ropa, se había metido la blusa azul en unos


pantalones amplios de un gris oscuro que fluían sobre sus caderas hasta

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justo por encima del suelo. Canto captó destellos de tacones negros con
púas mientras ella caminaba. Sabía de esos dispositivos de tortura porque
Silver insistió en usarlos también.

− Son un arma, Canto, − le dijo una vez cuando él se lo preguntó. – Cada


elemento de cómo nos vestimos es un arma y una advertencia para el
mundo. Incluso la tuya.

Canto había considerado brevemente ponerse ropa formal hoy, pero como
Payal era quien era, también lo era Canto. No tenía sentido pretender ser de
otra manera si iban a trabajar juntos durante cualquier período de
tiempo. La nueva camisa de manga corta con sus botones de acero
envejecido era tan bien vestido como era él.

No miró fijamente su silla cuando lo alcanzó; sin duda había visto y


procesado la vista cuando se teletransportó por primera vez. Pero ella lo
comentario. La mayoría de los psi lo hacían. Era raro para ellos ver a uno de
su clase usando un dispositivo que ayudara con el movimiento. Los psi,
como raza, habían tomado algunas decisiones muy feas en su pasado; esas
decisiones incluían una meta de perfección que había sido un programa de
facto de eugenesia.

Ahora todos estaban pagando el precio por esas opciones.

En ese momento, Payal comenzó a mirar. Firme.

Entrecerrando los ojos, fue a gruñirle para que le tomara una foto si estaba
así de interesada.

Luego dijo: − 7J.

Y su mundo entero implosionó.

Bookeater
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5
Las pruebas confirman que la estructura ocular inusual del niño no afecta su visión.
—Informe médico sobre Canto Fernández, 12 meses (17 de junio 2046)

− TUS OJOS SON como galaxias, − dijo Payal. − Las manchas blancas no
están dispersas a través del negro, sino agrupadas en un patrón muy
específico y memorable. Eres el único cardenal que he conocido con esos
ojos.

Canto no podía hablar, su garganta se secó. Había intentado tanto recordar


el patrón de los ojos de 3K, pero había sido un niño traumatizado, sus
recuerdos demasiado rotos para ser de alguna utilidad. − ¿Cómo puedes
estar segura? – Llego fuera duro, un desafío.

− Memoria telequinética.

Telequinetica.

Entonces se cristalizó, la tortura inimaginable de lo que le habían hecho. El


más libre de los psis cojeando por cadenas. Sabía que esto no era una
mentira o una estafa: sólo un número estrictamente limitado de personas
conocía esa escuela, y lo que había sucedido allí. Sin embargo, tenía que
estar seguro. − ¿Has hecho lo que querías hacer cuando te liberaras?

Un momento congelado antes de que ella dijera: − No hay árboles en flor en


donde yo vivo.

Bookeater
Last Guard
Un temblor sacudió su psique, y fue su turno de mirar, esta vez, con los ojos
de un hombre que la había estado buscando durante tres décadas sin éxito.

El flequillo anudado y crecido había desaparecido; El cabello ondulado de


Payal estaba recogido en una cola de caballo que daba la impresión de ser
despreocupado mientras mantenía cada mechón de cabello suelto fuera de
su rostro. Suelto, estimó que llegaría justo más allá de sus omóplatos. Su
rostro ya no era delgado y huesudo, sus rasgos se llenaron, y así como él no
era el chico tan asustado y enojado, ella no era la abandonada que había
matado para ayudarlo.

Un pellizco en la región de su corazón, una sorprendente sensación de


pérdida.

Ella miró por fin a su silla. − Entonces, tuviste un tratamiento éxitoso.

Ningún psi fuera de la familia que alguna vez haya comentado sobre su
estado físico lo había considerado un éxito. Pero Payal no se habia andado
con rodeos cuando era niña y no lo hizo como adulto. Ella quiso decir lo que
dijo. – Sí.

Él inclinó su silla hacia atrás para mirar hacia el agua mientras ella se movía
para pararse en el borde, los dos uno al lado del otro. El azul era impactante
para su visión ahora, el mundo entero en alto contraste.

− Puedo sentir todo menos mis piernas. Los médicos dijeron que si no
hubieran eliminado los tumores espinales y otros cuando lo hicieron, habría
sido demasiado tarde. Habría muerto. − Los tumores habían sido diminutos
puntos de virulencia, oscurecidos por la maquinaria normal del cuerpo
hasta que su abuela ordenó una masiva cantidad de pruebas.

− ¿Cuánto tiempo estuviste en la enfermería?

Bookeater
Last Guard
− Años, entrando y saliendo. − Echó un vistazo a la línea de su perfil. – ¿Qué
te pasó a ti? − La pregunta salió cruda, sin adornos. – Te he buscado todos
los días desde entonces.

A PAYAL se le revolvió el estómago.

7J. 7J.

La mitad de ella había comenzado a creer que el chico cuya mano había
tomado había sido un producto de su mente maníaca y perturbada, una
fantasía que había creado en una necesidad de cuidados de cualquier tipo.

Estaba claro que Canto no había conocido su identidad como 3K hasta que
soltó su identificación en un momento de conmoción que había devastado
su control. Ahora este hombre sabía más sobre ella que nadie en el
universo. Incluso su padre no estaba completamente consciente de todo lo
que había sucedido, de todo lo que ella había vivido, en ese infierno donde la
había abandonado.

Todavía podía recordar cada pregunta que 7J le había hecho mientras


estaban sentados. allí, esperando lo inevitable. No preguntas de prueba.
Ninguna pregunta para desenterrar información que podría utilizar a su
favor. Solo preguntas sobre sus sueños, sobre la comida que le gustaba,
sobre lo que la hacía feliz.

Había sido la primera vez en su vida que alguien quería escucharla hablar.

Dentro de su mente enloquecida y perdida, en secreto lo había llamado


amigo. Si el Payal adulto hubiera permitido que su silencio cayera cuando la
emoción se volvio legal, ella podría haber sentido lástima por esa pequeña
parte perdida de sí misma. Tan privada de bondad y cuidado que había
convertido las interacciones fugaces en una amistad. El chico en cuyos

Bookeater
Last Guard
hombros había puesto sus tontos sueños de infancia habían sido tan
delgados, que su cuerpo ya no respondía a sus órdenes.

Solo sus ojos nunca habían cambiado: feroces, fascinantes y.… protectores.
Probablemente los leería mal. Ella había sido una niña loca después de
todo. Pero... le había dado comida, guardando cosas de sus propias y
escasas comidas para poner en su mano cuando nadie miraba.

Ese chico delgado de ojos feroces se había convertido en un hombre de


piernas largas y hombros anchos y fuertes, brazos musculosos. Las venas se
destacaban a lo largo de la piel aceitunada de sus antebrazos, y sus muslos
presionados contra la descolorida mezclilla de sus jeans. Esto último
significaba que tenía un nivel de movilidad en sus extremidades inferiores o
usaba máquinas para ejercitar esos músculos.

Independientemente, ese tipo de fuerza no se podía lograr de la noche a la


mañana. Él tuvo que haber mantenido un régimen de castigo durante
muchos años. Ella haría bien en recordar eso, era una indicación de
determinación implacable y testarudez.

La gente que guiaba no se daba por vencida en un objetivo.

En este momento, su objetivo era atarla a una posición que le quitaría


tiempo y atención del imperio Rao. Todavía había tanto que ella necesitaba
hacer allí, tantos cambios que tenía que hacer para asegurarse de que
Karishma pudiera volver a casa y que no murieran o sufrieran más
inocentes.

En cuanto a la pregunta de Canto, se decidió por una respuesta honesta


después de calcular si podía usarse en su contra de alguna manera y decidió
que no; el rastro de papel había sido borrado. − Mi familia casi pierde un
heredero en un accidente, decidieron que, después de todo, que podrían
traer el defectuoso y ponerlo al día.

Bookeater
Last Guard
El accidente automovilístico de Varun la había salvado, pero había señalado
el comienzo del final de su hermano. Fue durante su recuperación que tuvo
tiempo de empezar a fomentar pensamientos traidores. Todo ese tiempo de
inactividad para ver con qué fuerza su padre llevaba las riendas, le irrito
contra el control de Pranath.

− Tu perfil de caparazón es brillante. − Canto sonaba como si estuviera


gritando las palabras, su tono de grava aplastada. − Estás en las fotos
escolares de la infancia en un tiempo en el que sé que estabas conmigo. Las
imágenes no son las más nítidas, pero agregue todos los demás detalles y el
caparazón se mantiene.

− Mi hermano fallecido Varun, − dijo. − Tenía el don de la manipulación


fotográfica y computrónica. Mi padre también tenía el dinero para engrasar
muchas palmas. Los profesores fueron sobornados para 'recordarme'
después el hecho, y no importaba si los niños no lo hacían. Después de todo,
solo tenía seis años cuando me sacaron de esa prisión disfrazada de escuela.

Payal tenía fama de ser franca, pero éste era el único tema sobre el que ella
no hablaba. A cualquiera. Estar tan abierta... hizo que su pecho se
expandiera, su respiración repentinamente enorme. − ¿Que te pasó? − Ella
era demasiado joven para buscarlo, pero nunca se había olvidado del chico
que la había tomado de la mano y le preguntó acerca de sus sueños como si
tuviera derecho a esos sueños.

También había realizado varias búsquedas clandestinas de cardenales con


ojos inusuales, pero por supuesto, nunca apareció.

− Mi abuela vino a buscar a un nieto que había desaparecido sin dejar


rastro. − Canto metió una mano a través de los cortos mechones de su
sedoso pelo negro.

Sin embargo, no eras de ella. Todos tus documentos indican que pertenecías
a la Familia Fernández.

Bookeater
Last Guard
− Ena Mercant nunca olvida a sus hijos o nietos, y a nadie se le permite
condenarlos a muerte. − Se encogió de hombros, el movimiento fluido con
músculo. − Mi padre trató de salirse con la mentira, porque en su
arrogancia, había roto su contrato. No sobrevivió a esa mentira.

− Una mujer formidable. − Lástima que nadie como Ena hubiera existido
para Payal; ella solo había tenido a Pranath Rao, quien la había considerado
un "desafortunado" error.

La tendencia de la línea Rao a dar a luz Tks fuertes y aferrarse a ellos contra
el poder del Consejo, era un elemento poderoso de su identidad.
Pero no habían dado a luz cardenales en la línea hasta Payal. Y ella resultó
ser mentalmente defectuosa. − ¿Fue el deterioro físico lo que hizo
que Fernández te escondiera y luego te condenara a ese lugar? − Una
pregunta privada, pero parecía que 3K y 7J estaban respondiendo tales
preguntas.

− Tenía un papel importante que desempeñar, − dijo. − Tuve convulsiones


cuando era un bebé, no pude caminar hasta los tres años, e incluso entonces
mi coordinación era problemática. Pero la gota que colmó el vaso fue mi
estado mental: comencé a escuchar voces.

Payal contuvo el aliento, un nudo duro en la garganta. − ¿Alucinaciones?

− No. Resulta que estaba escuchando la NetMind antes de mi inicialización


como un ancla. − Se inclinó hacia adelante, los antebrazos apoyados en los
muslos y el color acero de su camisa se extendía a lo ancho de sus
hombros. – Hice algunas investigaciones, y es un fenómeno raro, pero no
desconocido con los niños As.

La NetMind era una nueva experiencia y era la guardiana y bibliotecaria de


la PsyNet... o lo había sido, hasta que comenzó a desintegrarse en el
caos. Payal no había sentido su presencia durante mucho tiempo.

Bookeater
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Canto volvió esos ojos de galaxia hacia ella. − ¿Y tú porque fuiste
abandonado?

Payal nunca hablaba de esto. No podía hacerlo, ni siquiera con 7J. Había
demasiado riesgo de que pudiera usarlo contra ella, porque a diferencia de
Canto, su cordura o falta de ella no tenía nada que ver con la NetMind.

Entonces ella le dio una verdad diferente. − No encajaba con la idea de mi


padre de perfección. Soy neurodivergente en formas que él no podía
aceptar. Mi rango emocional se ha atrofiado desde la infancia. − Que ningún
ancla era verdaderamente silenciosa era un hecho aceptado entre ellos que
no necesitaba ser articulado.

− BS, − murmuró, sus rasgos oscuros. − Incluso si eso fuera cierto, ¿por qué
le importaría a Pranath? Simplemente te haría mejor en el Silencio.

− También era propensa a volar en ira incontrolable.

Las palabras de Canto fueron duras cuando habló. − Nunca fuiste violenta
en la escuela a menos que te empujasen a hacerlo. ¿Tu hermano Lalit estaba
haciendo algo para hacerte estallar?

Payal parpadeó lentamente, sus manos apretadas dentro de los bolsillos de


sus pantalones. − ¿Qué sabes sobre Lalit?

− Rumores de comportamiento psicopático.

Decidiendo que era demasiada confianza incluso entre 3K y 7J, dijo: −


Cardenal, ¿qué?

− Telépata. − Un ceño fruncido. − Imagina el puto caos que podríamos haber


causado si hubiéramos sido libres.

Bookeater
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− Podría haber sido un desperdicio de energía. − Ella había aprendido esa
lección muy joven; una vez en ese lugar, medio enloquecida por todas las
pequeñas torturas que su hermano le había infligido, no había podido
pensar con ningún tipo de claridad por mucho tiempo.

Cuando finalmente encontró un camino hacia la cordura, se había castigado


a sí misma por permitir que Lalit obtuviera lo que quería. Había sido
demasiado joven para influir o atacar a Varun, pero Payal había sido una
presa fácil. Pronto, sin embargo, ella había visto que esos pensamientos no
podían ayudarla; ella había estado atrapada en esa prisión, sola y sin ayuda.

Sus ojos volvieron a fijarse en Canto.

¿Recordaba haberle dado comida? Los profesores les habían puesto dietas
estrictas, destinadas a mantenerlos débiles. Ella había tenido hambre todo el
tiempo. Pero cada vez que se encontraban en el pasillo, Canto se detenía y
de manera familiar para ella, le había deslizado la comida que le había
guardado de su comida.

Una galleta nutritiva.

Una rodaja de frutos secos.

Una barra de frutos secos que era el elemento más energético del menú de
ese día.

Payal recordó cada uno de los regalos.

Su pecho comenzó a tensarse, su piel a calentarse. Ella se sintió como no lo


había hecho desde que era esa niña pequeña e indefensa. No podía volver
allí. Ahora no. No cuando lo había logrado. Tomando una respiración
profunda, ella miró hacia afuera, directamente al frente, el mundo un
borrón.

Bookeater
Last Guard
Su siguiente comentario fue de memoria, palabras para ganar tiempo. − Una
interesante localización. ¿Cómo la descubrió?

− Soy un Mercant. − Parecía una respuesta tan llana como había sido su
pregunta. Luego sus hombros se bloquearon y movió su silla para mirarla. −
Payal, nosotros no vamos a hacer esto.

− Me pediste que viniera aquí.

− No, no vamos a fingir que somos dos extraños teniendo una conversación
sobre el maldito desierto o el clima.

Bookeater
Last Guard
6
"Nuestras historias nos dicen que la ira puede ser un arma o una debilidad, Canto. Decide lo que
será para ti".
“No, abuela. A veces, solo quiero estar enojado. No quiero fingir ser civilizado, porque no lo soy,
y nunca lo seré. Y nunca usaré máscaras".
—Conversación entre Canto Mercant y Ena Mercant (2063)

PAYAL PODÍA SENTIR el calor ardiendo en Canto, pero tenía que ser su
imaginación, porque estaban en un desierto iluminado por el sol. Sin
embargo, el impulso de acercarse a su llama fue un tirón. Siempre había
estado ahí, ya que ella era esa niña salvaje. El chico que le había dado
comida y que le pasó sigilosamente un pedazo de papel con las respuestas a
una prueba que estaba destinada a fallar, había significado algo para ella.

Una parte de ella insistió en ver al mismo chico en este hombre. Pero él
no lo era. Él era un Mercant. Un hombre cuyo trabajo era recopilar
información... para poder utilizarla contra sus objetivos. − Somos extraños
ahora, − dijo tan fríamente como pudo, y dio un paso a la izquierda,
poniendo más distancia entre ellos. − La chica que era, está muerta. Ella
tuvo que morir para que yo pudiera sobrevivir. − Un hecho simple e
inexorable.

Los ojos de Canto cambiaron a negro puro, las galaxias eclipsadas por la
emoción. − ¿Que te hicieron? − La rabia vibraba en cada sílaba.

− Todo está en el pasado. − Ella miró su reloj, armándose de valor para que
su brazo no temblara. − ¿Por qué no hablamos de por qué estamos aquí
hoy? Yo no tengo un tiempo infinito.

Bookeater
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− ¿Te refieres a la extinción de la designación A? − Fue casi un gruñido.
− Sí, ¿por qué no lo hacemos?

− Usar la palabra 'extinción' es un toque hiperbólico. − Ella tenía que


mantener esto rígidamente práctico. – La PsyNet tiene sus problemas, pero
gran parte de ellos tiene que ver con el daño causado por el silencio y por el
ascenso de los escarabajos. − Mortales, psi inestables que estaban desatando
sus habilidades en la red en una furia de violencia.

Cuando él no respondió, ella no pudo evitar mirarlo.

Fue una sorpresa tan grande como la primera vez que lo vio, sus músculos
del estómago se apretaron por reflejo. Ella no podía entender, por qué él
tenía este impacto en ella cuando ambos habían crecido y cambiado tanto en
los años entre lo que había sido y lo que era ahora. Sus pómulos eran
sorprendentes, sus ojos cardinales extraordinarios, era como si tuviera el
universo en ellos.

Incluso si se hubiera olvidado de todo lo demás sobre él, nunca confundiria


esos ojos con los de cualquier otro cardenal. Sin embargo, los ojos y sus
pómulos no lo eran todo. Su piel tenía un brillo que decía
que a menudo pasaba tiempo bajo el sol, y sus ojos estaban sutilmente
inclinados, su mandíbula cuadrada. Su pelo corto era de un negro sedoso,
pero las cerdas sin afeitar en su cara tenían una capa de gris.

Binh Fernández había sido principalmente de ascendencia filipina y turca,


con un puñado de otros factores genéticos. Los Mercants, mientras tanto,
tenían múltiples líneas de descendencia a través de su árbol genealógico,
pero la principal a través de Ena era caucásica, sin embargo, eso se dividió
nuevamente en la descendencia de la matriarca Mercant.

Era el raro Psy el que era de pura sangre en cualquier sentido genético. No
cuando su raza era sobre el poder psíquico por encima de todo. Los

Bookeater
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contratos se basaban en aumentar las posibilidades de descendencia
poderosa.

Payal no sabía mucho sobre Magdalena Mercant, quien había llevado a


Canto en su vientre. Necesitaba más datos sobre Magdalena. Más datos
sobre él. Los datos daban sentido al mundo. Los datos la ayudarían a
entender por qué sentía el impacto de él como una patada en el estómago.

Los datos evitarían que la chica salvaje dentro de ella gritara por la libertad.

Tenía que ser un remanente de la interacción de su infancia, especialmente


aquellos minutos finales cuando ella cerró su mano alrededor de la de él y
la sostuvo, solo la sostuvo. Sabía que el dolor estaba en el horizonte para
ambos, pero para ellos, esos minutos robados asesinamente, habían estado
libres de castigo, libres de ser observados.

Simplemente libres.

Pero eso había sido en una vida diferente. El impacto de Canto en ella se
desvanecería tan pronto como supiera más sobre él y sus motivos. La gente
nunca era lo que aparentaba en la superficie; mientras que Canto Mercant
era hermoso en la estructura de sus rasgos y en su musculatura, la belleza
física no tenía nada que ver con la personalidad y la ética.

El hermano de Payal era considerado guapo y sofisticado, uno de los


solteros más elegibles de Delhi. Sin embargo, la versión de recreación de
Lalit era cortar líneas de sangre en la piel de hombres y mujeres que
lloraban y que no podían luchar contra su fuerza telequinética.

Lo que necesitaba saber era el núcleo de Canto Mercant.

¿Monstruo o manipulador? ¿Mesías o engañador?

¿Aliado o amenaza para ser eliminado?

Bookeater
Last Guard
Su poder se arrastró bajo su piel, listo para atacar a la primera señal de
agresión.

CANTO no podía leerla, este enigma de mujer que una vez había matado
para protegerlo. Daba toda la apariencia de ser distante y fría, pero había
momentos en los que podía jurar que la emoción lamía el aire, una ola de
salvaje oscuridad viciosamente restringida.

Sus músculos se tensaron con una sensación de maldad.

Había sido mayor, se recordó a sí mismo, era más probable que se aferrara a
su sentido de sí mismo. Pero la chica que había conocido... incluso tan joven,
su voluntad había sido de titanio. Él habría pensado que nada podría
obligarla a adoptar una nueva forma que ella no eligiera.

Odiaba la idea de que ella fuera coaccionada y ahogada en una forma


aceptable para su padre. − Gracias, − dijo con voz ronca.

− ¿Por qué? − Ella no lo miró cuando hizo la pregunta, sus ojos en las hojas
de las palmeras que se agitaban con la ligera brisa.

− Por evitar que ese profesor me asesinara.

Los ojos oscuros de Payal, ahora sin estrellas, nada más que un negro
infinito, aterrizaron en él. − ¿Crees que habría llegado tan lejos? Después de
todo, éramos los hijos de personas importantes. Ciertamente deben haber
necesitado conseguir autorización antes de la acción terminal.

− Tenían mucho poder, estaban llenos de eso. – Una corrupción psíquico


profunda. − Mi padre tampoco había venido a verme desde que me

Bookeater
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abandonó en ese lugar. Para él, yo era un error genético que deseaba que
desapareciera sin dejar rastro.

− Mi padre me hizo una prueba de tendencias psicóticas y psicopáticas


después de que la escuela informara lo que había hecho. − El tono de Payal
era incluso peligroso. − Él ya había decidido llevarme de regreso, ver si
podían educarme a un estándar aceptable.

− Hijo de mierda equivocado para probar. − Salió duro como piedra


triturada. − ¿Esta él tan ciego de verdad que no ve cuál de sus hijos es el
problema?

− El hecho de que sea CEO y Lalit no, es la respuesta a tu pregunta. − Fue la


fría respuesta, antes de cambiar la dirección de la conversación. − La PsyNet
ha comenzado a sanar desde el resurgimiento de los empáticos.

Canto se obligó a alejarse de su historia privada, alejarse de la compulsión


de Payal Rao, y hacia la claridad desgarradora del agua que alimentó el
oasis. − Pensé que me lo estaba imaginando.

− No lo hiciste. − La voz de Payal, tan plana, tan sin tono, tan mal. − El
problema es que en cuanto cicatriza se vuelve a fracturar. Las fracturas
ahora comenzaron a caer en cascada una tras otra, lo que da la impresión de
que los empáticos no ayudan en absoluto.

Un susurro de tela. Una suave ráfaga de aire que traía consigo un aroma
sutil. Fue... agradable, supuso con una mueca interior. Pero no tenía nada de
la pasión e intensidad de la chica que había convertido un cepillo de dientes
en un cuchillo porque tenía la intención de escapar, o la maravilla de la
chica que le había dicho acerca de caminar bajo los árboles en flor con una
luz de ensueño en sus ojos.

Bookeater
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− La verdad, − continuó Payal con esa voz apagada, − es que la mitad de la
red ya estaría muerta y disecada sin la red empática, su Honeycomb, como
creo que prefieren que se llame.

Su mente, la aguda perspicacia de su inteligencia, no había cambiado.

− Lo has estudiado.

− Soy un ancla. − Una leve reprimenda.

Él la aceptaría. Aceptaría cualquier emoción que pudiera obtener de


ella. Porque él tenía la desagradable sensación de que, aunque ella lo había
salvado... nadie la había salvado a ella. Payal había tenido que luchar por
sobrevivir todos los días de su existencia, y ella lo hizo retirándose tan
profundamente dentro de su núcleo de acero que la chica que había sido
una vez no tenía voz.

Ella se volvió hacia él. − ¿No has vigilado la cuadrícula que subyace al
sustrato?

− No puedo, − admitió con una mueca. − Resulta que no todas las mentes
anclas funciona igual. Cuando miro el sustrato, veo la imagen más amplia y
lo que veo revela estrés extremo, secciones dobladas, otras que se estiran
delgadas.

Payal hizo una pausa, pareciendo masticar eso. Pero su pregunta no tenía
nada que ver con la fundación de la PsyNet. − ¿Cómo supiste que era una
A?

La mayoría de los otros As habían asumido que tenía el conocimiento


porque era un Mercant. Pero esa no era Payal Rao: genial, contenida y
despiadadamente inteligente. − Puedo vincular las mentes A en el Substrato
con su presencia en la PsyNet. − No se trataba de mentiras. Especialmente

Bookeater
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entre ellos. − Después de eso yo usé mis habilidades habituales para poner
un nombre a la mente objetivo.

Las estrellas habían vuelto a sus ojos y esas estrellas lo perforaban. − Nadie
ha afirmado ser capaz de identificar mentes ancla en la PsyNet.

−No estoy engañándole, − se quejó con el ceño fruncido. − Y no dije que


podría identificar mentes anclas en la PsyNet; dije que puedo identificarlas
en el Sustrato. − Un lugar accesible solo para la Designación A. − Piénselo:
¿Cuándo fue la última vez que alguien preguntó a los presentadores algo
sobre cómo funcionan las mentes?

Ella continuó mirándolo con un vago aire de sospecha. Él quería gruñirle, su


abuela tenía razón; había estado rondando mucho a los osos. Pero se sentía
más en casa con los cambiantes alborotadores que lo que lo hacía con los psi
fuera de su familia.

Payal era la única excepción.

Lo que tenían aquí, ahora, era incómodo e hizo que sus tripas se retorcieran
con una sensación de furia frustrada, pero todavía no quería apartarse. Él
quería acercarse, mirar dentro de ella. Averiguar si esa chica salvaje solo
estaba enterrada... o había sido borrada de la existencia.

− Vayamos al refugio, − murmuró cuando ella no respondió. – Quiero


mostrarte un conjunto de especificaciones.

PAYAL se volvió para caminar con Canto. − ¿Alguna vez estuviste en el


silencio? − Ese nivel de profundidad emocional no había crecido desde la
caída del Silencio. Eso parecía un aspecto demasiado arraigado en su
personalidad.

Bookeater
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− No. − Una sonrisa sombría, sus ojos brillando. − Ese fue uno de los muchos
problemas que me arrojaron a ese lugar, mi silencio era errático como el
infierno.

Mientras Payal consideraba eso, no pudo evitar darse cuenta de que no


estaba usando ya fuera la capacidad de vuelo estacionario o la unidad
incorporada en su silla para facilitar su camino hacia arriba de la
pendiente. Sus músculos se definieron contra la marrón oliva de su piel
cuando maniobró la silla a lo largo del camino, y una tracería de fuertes
venas corrió debajo de esa piel, su mandíbula se tensó en concentración.

Otro dato: este era un hombre que no estaba acostumbrado a aceptar un no


por respuesta de sí mismo o de los demás.

Podría preferir los jeans a los trajes y hablar con una franqueza confortativa
que evitaba cualquier intento de sofisticación o manipulación, pero era
porque Canto Mercant ponía su determinación y energía en otras áreas.

Él era peligroso.

Sus dedos se curvaron en su palma, aferrándose a la memoria sensorial de


un trozo de manzana seca que se presionó en su mano al escondido de los
profesores. Una parte de ella, una parte bastante loca que había mantenido
enjaulada durante décadas se preguntó si algún elemento de ese chico
amable y protector existía en el indudable y sofisticado operativo de
vigilancia en el que se había convertido.

No es que importara.

El final de la infancia había llegado para ambos hacía mucho tiempo.

Al llegar al refugio, cuyo techo contenía múltiples paneles de energía solar:


fue al refrigerador en la esquina y sacó dos botellas de agua. Se había

Bookeater
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formado una fina capa de hielo en el exterior de cada una. Ella aceptó una,
la fría bienvenida contra sus palmas. Si ella hubiera estado sola, habría
puesto la botella contra su cuello o mejilla, pero un robot no hacia eso. Un
robot no mostraba ninguna debilidad. Un robot nunca era vulnerable.

Payal había pasado demasiado tiempo construyendo su personalidad


pública para permitirle fracturarse ahora.

Él ya lo sabe.

Fue un susurro del enloquecido corazón de ella.

Te ha visto en tu peor momento, con la sangre de otro ser vivo en tu cara y manos.

Bookeater
Last Guard
7
R: La designación a partir de la cual comienza todo. Yo, afortunado de estar al tanto de los
escritos de una vidente de la leyenda, considero que es mi triste deber compartir que esta es la
designación con la que todo terminará algún día.
—Almanaque de designaciones de Iram, anotado con pensamientos de
el autor (1787)

Payal había fingido arrepentirse por sus acciones durante las evaluaciones
psiquiátricas ordenadas por su padre. Solo con seis años y ya había
aprendido que su tendencia natural a decir la verdad era una
desventaja. Pero ella nunca de hecho lo había sentido. El hombre al que
había matado había sido un torturador que había herido brutalmente a un
chico que valía mil en su mente cruel.

Payal nunca había permitido que se le cayera la máscara durante la


infancia. Sin embargo, si lo hubiera hecho, habría escupido al nombre de ese
supuesto profesor. Siendo niña, habría bailado sobre su cadáver y no le
habría importado.

Sí, esa parte de ella enjaulada estaba bastante, bastante loca.

Tomando asiento en una silla frente a Canto, comprobó el sello de la botella


de agua, luego desenroscó la tapa y bebió directamente de la botella. Él
guardó el vaso que había estado a punto de ofrecerle, antes de desenroscar
su botella y beber la mitad en tragos que hicieron que los músculos de su
garganta se movieran de una manera que le llamo la atención, reteniéndola.

Su cuello era fuerte, su piel estaba tocada con una pizca de sudor, el color
parecía más oscuro donde…

Bookeater
Last Guard
Quedando inmóvil al darse cuenta de su pequeña obsesión, Payal apuntalo
sus escudos.

No podía ceder ante impulsos tan primarios. Venían de la chica asesina que
canturreaba en su cabeza en la hora más tranquila de la noche, queriendo
libertad. Con ganas de vivir.

Tapando el agua con manos que querían temblar, la puso en una mesita a
un lado. Canto ya había colocado su propia botella en la misma mesa. Sin
tapón.

Payal resistió la tentación de usar su telequinesis para levantar la tapa de


donde la había olvidado encima de la nevera y taparla. Sería bueno usar las
habilidades de micro-Tk que había tenido que aprender para aprobar sus
módulos de capacitación, pero también sería ceder a su compulsión por el
orden. El orden era como se mantenía cuerda, pero se negó a permitir que
se convirtiera en otro tipo de locura.

Habiendo metido la mano en un panel lateral de su silla para sacar un


organizador de gran formato, delgado como el papel, Canto abrió un
archivo en la pantalla. − Mira.

Ella tomó el organizador. En la pantalla había una imagen de la PsyNet, que


había sido anterior al Honeycomb. − ¿Dónde están los empáticos?

− Varios niveles arriba. − Movió su silla para quedar justo al lado de ella, la
calidez de él un silencioso asalto contra sus sentidos. − Esta es la estructura
básica de la Red, los huesos, por así decirlo.

Payal trató de no respirar su olor. Hizo que su piel se erizara, su pulso


quisiera acelerarse. − Veo. − Ella usó todos los trucos de su arsenal para
reducir su enfoque al organizador. Lo que había bosquejado era la Red sin
toda la charla de la superficie: un mar de negro con solo los más finos

Bookeater
Last Guard
pinchazos descoloridos para mostrar las mentes que existían en la capa
superior... excepto... − ¿Por qué hay fluctuaciones en la tela?

Extendiendo una mano parcialmente cubierta por un guante, Canto tocó


una de las fluctuaciones, un punto en el que parecía que el tejido de la Red
estaba siendo succionado hacia adentro. Como un remolino congelado en
medio del movimiento. − Esta eres tú.

Payal se quedó inmóvil.

− Siempre pensé que todos podíamos vernos, − dijo con esa voz profunda
que tenía un borde de grava. − Recientemente me di cuenta de que no soy
normal allí. Pero ese no es el punto. ¿Ves el patrón?

La mente de Payal veía patrones como otros veían el cielo o la hierba. – Tu


modelo es incorrecto, − dijo con la misma franqueza que la había llevado al
apodo de robot. Tal honestidad también había sido parte de la chica loca, y
la frustraba que, para interactuar con el mundo, tuviera que sofocar a
menudo su tendencia natural.

− ¿Por qué?

− No hay superposiciones entre las zonas de anclaje. Debería haber


superposiciones.

− Sí, debería.

Ella estaba tan involucrada en examinar el modelo que le tomó un momento


silencioso el que su acuerdo penetrara. Mirando hacia arriba, se encontró
con esos extraordinarios ojos que sostenían el universo, y una vez más
estaba casi perdida, cayendo en ellos como lo había hecho cuando eran
niños.

"Iremos a caminar bajo las flores". Una ráfaga de aire a través de su maltratada

Bookeater
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garganta. Tal vez no pueda caminar. Pero estaré allí.

“¿Podemos comer pasteles también? ¿Los pequeños y bonitos que tienen en los
escaparates de las panaderías?

− ¿Payal? − Una suavidad áspera en la pregunta de Canto.

Volviéndose del borde, rompió la intimidad abrasadora del contacto visual


mientras luchaba contra la necesidad imperiosa de parte de ella impactada
desde siempre por esos fugaces minutos hace tanto tiempo. − Sé que no hay
superposición en mi región debido a una muerte reciente. − Un ancla más
vieja había fallecido tres semanas antes. − ¿Me estás diciendo que no hay
superposiciones en la red?

− Setenta y cinco por ciento de falta de superposición entre las zonas de


anclaje.

− Imposible. − Payal giró la cabeza para mirarlo. − Eso significaría que la


muerte de una sola ancla podría hundir la Red en una espiral fatal.

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Last Guard
EL ARQUITECTO

La incidencia del síndrome del escarabajo en la población general sigue aumentando.


Patient Zero mantiene la coherencia y Memory Aven-Rose, ahora empática primaria permanente
en este equipo, ha aumentado significativamente su tasa de éxito en estabilizar nuevos casos,
pero solo puede intentar estabilizar los que encontramos.
Me preocupa mucho que el gráfico que muestra a los pacientes, aunque tenga una tendencia al
alza, no es tan empinado como debería ser, a pesar de nuestros esfuerzos, algunos de los que
tienen el sindroma edel escarabajo están cayendo por las grietas.
Si bien mi trabajo es la medicina, no la política, creo que un gran porcentaje de pacientes
perdidos están siendo recogidos por el mal actor conocido como el Arquitecto, su objetivo es
utilizar los poderes psíquicos crecientes de los pacientes sin pensar en el declive y muerte que es
el resultado inevitable del síndrome del escarabajo no tratado.
—Informe a la Coalición Gobernante Psy del Dr. Maia Ndiaye,
PsyMed SF Echo.

EL ARQUITECTO TENÍA muchos contactos dentro de PsyNet, incluidos


muchos que estaban de acuerdo con la vieja forma de las cosas. Después de
todo, ¿qué había pasado desde la caída del Silencio sino la desintegración de
su raza?

La Coalición Gobernante podría estar tratando de vender la idea de que los


problemas habían comenzado con el Silencio y que lo que ahora estaban
experimentando eran las consecuencias destructivas, pero los inteligentes
veían a través de esa cortina de humo. A la Coalición le interesaba decir
tales cosas, eso era parte de su gran plan para mantener a la población débil
y acobardada.

Bookeater
Last Guard
Al Arquitecto no le importaban mucho las masas, no cuando los psi eran
mucho menores que ellas y los de su especie.

Escarabajos.

El nuevo poder.

La gente nueva.

Los psi no serían más que esclavos para que ella gobernara una vez que
lograra su benevolente dictadura. Ella había incorporado a muchos más
soldados en su red durante las últimas semanas, había extendido infinitos
zarcillos a través de la PsyNet. También estaba mejorando en persuadir a
sus hijos recién nacidos a medida que llegaban a su nueva conciencia.

Los de su especie ya no serían encarcelados y envenenados por los llamados


médicos. Los suyos ya no serían inferiores para que los psi pudieran
sentirse fuertes. Ella y sus hijos ya no serían nada más que poderes
aniquiladores del mundo.

Ahora los débiles en el poder decían que la PsyNet necesitaba ser romperse
en pedazos para salvarse. Ella no podía permitir eso. ¿Cómo podría
gobernar toda la raza si la PsyNet ya no estuviera completa?

No, ese curso de acción tenía que detenerse.

Al mismo tiempo, podía ver por qué la Coalición Gobernante había llegado
a su necia decisión. Quizás se había apresurado a ordenar ataques que
debilitaron significativamente las estructuras críticas de PsyNet. ¿Pero
fragmentar el PsyNet? No, nunca.

Ella se sentó, pensó. Ella no era como sus hijos, muchos de los cuales
estaban muy fuera de control, tanto que ella era la única correa en su
violencia. No solo ella era racional, tenía copias de seguridad telepáticas de

Bookeater
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su personalidad en caso de que el asombroso poder del Escarabajo en su
interior la abrumara en cualquier momento. Un pequeño precio a pagar por
un poder ilimitado moderado por la razón.

Hoy, usó ese sentido de la razón para tomar la decisión de pedirle a sus
hijos que se retirasen. El silencio de los escarabajos adormecería a los psi
hasta convertirlos en un sentido de complacencia y seguridad, dejándolos
aún más vulnerables para el ataque que se avecinaba.

El arquitecto comenzó a hacer planes detallados, sin considerar el hecho de


que la PsyNet estaba ahora tan dañada que estaba más allá de poder curarse
a sí misma.

En su mente, la Red se extendía sin cesar, un cielo negro inalterable e


irrompible.

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8
A medida que entramos en un mundo con emoción, debemos aceptar que, para algunas de
nuestras personas, es demasiado tarde. Nacieron en el Silencio, se criaron en el Silencio, y fueron
marcados por el Silencio. Esperar que olviden o "superen" toda una vida de condicionamiento e
interactúen a un nivel nivel emocional puede convertirse la norma en cruel, y los psi tienen
demasiada crueldad en nuestro pasado ya.
- Editorial de PsyNet Beacon por Jaya Laila Storm (Medical Empath
y columnista de interacción social)

CANTO no pudo dejar de mirar a Payal. Ya no se trataba de la conmoción


de encontrarse cara a cara con el fantasma que había estado buscando por
muchos años; era ella. La línea de su perfil, la forma en que le había
permitido a su columna vertebral que suavizara su concentración, pero,
sobre todo, la intensidad con que miró los datos.

Como si lo absorbiera en su cerebro para recordarlos más tarde.

Memoria telequinética.

Esto no era solo eso. Esta era Payal Rao, la mujer que se había convertido en
el CEO de una familia donde la lealtad no significaba nada y la traición iba a
estar esperado. Tenía que ser más inteligente, más dura, más despiadada.

Y sola. Siempre.

Su mano se cerró en puños, en el mismo instante en que ella dijo: − ¿Cuán


exacto es este modelo?

Bookeater
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− Margen de error de un porcentaje como máximo, − respondió, los
números quemados en su cerebro después de todas las veces que había
verificado y vuelto a verificar sus datos. − Yo hice la encuesta dos veces para
confirmar.

Payal no respondió, su atención en el modelo.

Le dio tiempo para estudiarla.

Parecía tan absorta como lo había estado de niña cuando dibujaba


cuadrículas precisas en la pantalla de su viejo organizador voluminoso, el
acto pareciendo casi meditativo. Y una vez, cuando se les permitió salir por
ejercicio, la había visto recoger hojas que habían caído al suelo, y comenzar
a ordenarlas por tamaño y color.

− Todo encaja, como un rompecabezas, − le había dicho cuando él se unió a


ella. − Pero las piezas tienen que estar en los lugares correctos. − Líneas
profundas entre el ceño de sus cejas, la maraña de su cabello medio cayendo
sobre un ojo. − Me gusta poner las piezas en orden.

Habría pensado que era un intento desesperado por encontrar el control en


una situación donde no lo tenían, pero ella siempre se veía tan contenta
cuando trabajaba con sus plantillas y organizaba esas hojas.

Claramente había notado un patrón sobre el Canto adulto, porque, aparte


de su enojo al respecto, ella lo trató con sospecha debido a que era un
peligroso y hábil cardenal que era un extraño. Como una amenaza. Punto
final.

Su nivel de movilidad no influyó en sus ecuaciones como negativo cuando


se trataba de evaluar su fuerza. No era que ella no viera la silla. Su
comentario sobre sus cirugías exitosas lo habían dejado claro. Pero Payal no
se había fijado en él como tantos otros psi. Para ella, era solo un elemento de
todo el patrón que era Canto.

Bookeater
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Su pecho se expandió con una ráfaga de aire.

No se había dado cuenta hasta ese momento de que había estado


conteniendo la respiración a nivel psicológico, esperando que ella lo
lastimara. Porque ella podía.

Mierda.

Canto había dejado de preocuparse por las opiniones de los demás durante
mucho tiempo atrás. El especialista en psicología de la PsyMed que su
abuela le había hecho ver, le había dicho que su "comportamiento de
distanciamiento" era un mecanismo de afrontamiento para las
"Circunstancias inusuales de su vida hasta la fecha".

En otras palabras, a Canto le importaba un carajo porque su padre lo había


programado para morir cuando demostró ser imperfecto. Los Mercants lo
habían traído de ese borde enfurecido y roto, pero aún le importaban las
opiniones de muy pocos.

Payal Rao siempre sería una de esas personas.

Tonto, ilógico y malditamente estúpido cuando no la había visto desde


hacía décadas, pero era lo que era; había sido alterado para siempre por su
coraje y negativa a rendirse. La única forma en que sus emociones hacia ella
cambiaran para peor era si demostraba haberse convertido en un monstruo.

Jefe del imperio Rao, Canto. Eso no sucede siendo amable y generosa.

La voz de su abuela, o lo que imaginaba que Ena diría si pudiera escuchar la


dirección de sus pensamientos. Pero la cosa era que Canto sabía que Payal
podría ser peligrosa. Estaba viva porque ella era peligrosa.

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Cuando por fin levantó la cabeza, sus ojos eran de obsidiana. Gran poder de
procesamiento, psíquico y / o mental. − Por eso me canso más rápido, − dijo,
como si estuvieran en mitad de una conversación, con la voz entrecortada. –
Porque casi no hay superposición en todo mi país. Los anclajes secundarios
no pueden tomar el peso que un anclaje central está construido para
manejar, por lo que los cubos están debajo
presión implacable.

La misma presión era un gran peso en la mente de Canto y su región no era


tan mala como la de Payal. Las zonas de anclaje estaban destinadas a
superponerse por al menos un cuarto, de modo que cuando un A se
cansaba, los A en su alrededor tomaban la carga. Se hizo de manera tan
instintiva para que ninguna de las partes se diera cuenta de ello, o eso fue
cómo estaba destinado a funcionar.

− Ya no hay tiempo de inactividad integrado en el sistema, − Payal


continuo. − Si los anclajes fueran máquinas, nos sobrecalentaríamos. − Ella
se inclinó en su asiento, su mirada de obsidiana sin parpadear.

Debería haber sido inquietante, pero Canto a menudo había visto el mismo
negro tinta en el espejo. Por lo general, cuando había llevado su telepatía
demasiado lejos, o si sus emociones estaban muy altas.

− ¿Es este un problema reciente? − Payal preguntó, su mirada aún distante


mientras esa hermosa mente trabajaba a una velocidad mucho más rápida
que la gran mayoría de la población.

− No. − Con cuidado de no rozarla accidentalmente a pesar de que él quería


robar ese contacto, tocó la pantalla del organizador para subir un gráfico. −
Aparición de As en la población.

Payal se quedó en silencio mientras examinaba la sombría curva


descendente.

Bookeater
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Casi podía oírla pensar. Y ahí fue, volviendo a ser un cuasi oso al sentirse
satisfecho de que ella ya estuviera lo suficientemente cómoda con él como
para retirarse de esa manera; por otro lado, ella era un cardenal Tk que
podía romper sus huesos por la mitad con un pensamiento. Él tenía que
dejar de pensar en ella como 3K, y dejar de buscar indicios de esa chica
salvaje.

Su siguiente pregunta fue abrupta. − ¿Cuándo te diste cuenta del problema?

− Inicialicé tarde, − le dijo. − No fue hasta los nueve años. Probablemente


porque yo comenzó a escuchar la NetMind: las cosas se filtraban debido a la
inicialización retrasada.

Ojos de obsidiana sobre él, su atención como un láser. − Hasta donde yo sé,
la inicialización de un ancla comienza a los cinco años, y el borde superior
es a los siete.

− Sí, yo fui un caso atípico. − Sin darse cuenta de la habilidad A durmiendo


en el interior de él, esperando a despertar. Nadie había encontrado nunca
una forma de evaluar a los niños en nacimiento para ver si eran o no
anclas. La inicialización ocurría a una cierta edad, el sustrato se abría a ellos
cuando sus mentes se convertían en los pesos que mantenían la tela de la
red en su lugar.

− Puede ser porque llegué tan tarde, pero tenía curiosidad. − También le
había dado un enfoque que lo alejó de las habitaciones del hospital que tan
a menudo habían sido su hogar. − Cuanto más investigaba sobre las anclas,
y no había mucho, incluso con el peso de los recursos de mi familia detrás
de mí, tanto más no tenía sentido.

Magdalena se había sentado tranquilamente con él, enseñándole a manejar


las búsquedas, porque Ena había decretado que él mismo haría el trabajo de
campo. Ella no había nacido ayer, su abuela. Ella sabía que necesitaba una

Bookeater
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distracción mental, y era hora de llegar a un acuerdo con la madre que lo
llevó.

Payal se inclinó hacia él. − ¿Cómo es eso?

Su piel se tensó, sus músculos se tensaron en preparación, no para un


ataque sino para el contacto. Una pequeña parte de él todavía no podía
creer que ella fuera real. Él quería romper todas las reglas del libro y tocarla,
asegurarse de que estaba aquí.

Dejando a un lado la necesidad irracional, dijo: − Nunca he aceptado la


sabiduría conocida de que las anclas son raras y siempre lo han sido. Eso no
tiene sentido en cualquier sistema autosuficiente.

Continuó cuando ella no interrumpió. − Pero no tenía a dónde ir desde allí,


hasta hace dos años, cuando las malas hierbas en el sustrato comenzaron a
multiplicarse a un ritmo sofocante. − La capa de la Red en la que las anclas
hacían su trabajo estaba destinada a ser un océano azul prístino
resplandeciente con una luz interior. No debía ser opaco o estar infestada de
material marrón fibroso salpicado de ganchos que constantemente se
enganchaban en las mentes de las anclas. Las cosas eran muy difíciles de
soltar.

− Supuse que las fibras eran una extensión de la podredumbre en la Red.

− Si, probablemente. − Canto frunció el ceño. − No cambia que sea una


situación equivocada.

Payal lo miró fijamente. − Después, ¿alguna vez trataste de regresar al


Silencio?

− No. Estaba demasiado cabreado. − Un niño roto rechazado por la única


familia que había conocido, su cuerpo lo traicionaba más y más con cada día
que pasaba.

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Luego había llegado Arwen y todo había terminado. Nadie en la familia
había alguna vez descubierto la mecánica, pero Canto había incluido a
Arwen en sus escudos segundos después del nacimiento de Arwen. Sus
escudos eran duros como un ancla, perfectos para proteger a un bebé
empático. Pero tener una E sin entrenamiento dentro de sus escudos
rechazó cualquier intento de silencio. Sin embargo, esos mismos escudos lo
habían protegido de la exposición.

Esperó para ver si Payal tomaba la apertura, y se adentraría más en el


pasado, pero volvió a centrar su atención en el organizador. − Si tus cifras
son correctas, la escasez de As no comenzó con la implementación
del Protocolo, pero lo aceleró. ¿Fue por nuestro silencio inestable, o por
nuestra inestabilidad mental?

− No. − Era un hecho aceptado en los pasillos del poder que las anclas eran
más susceptibles a la locura asesina que el resto de la población, pero
cuando había analizado los números en detalle, no lo habían confirmado.

− Las anclas tienen niveles más altos de inestabilidad mental, − le dijo, −


pero en la gran mayoría de los casos, el único impacto negativo es sobre la
A en cuestión. La designación A produce asesinos al mismo ritmo que la
mayoría de las designaciones.

Le mostró ese archivo de datos.

− La Red necesita anclas, − dijo mientras ella examinaba la información, − y


siempre nos necesitará sin importar la emoción. − Canto se reclinó en su
silla. − Las anclas silenciosas son tan buenas como las anclas no silenciosas;
el Consejo nunca se preocupó de disciplinarnos, especialmente porque los
escudos de ancla significaban que nada se filtraba, incluso si sentíamos
emoción. − Si Canto se hubiera inicializado antes del destierro a la cámara
de la muerte disfrazado de escuela, nadie podría haber sofocado su

Bookeater
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telepatía, nadie podría haber encadenado su mente. Pudo haber ayudado a
Payal, ayudado a los otros niños.

PAYAL levantó la vista del organizador... y su control se rompió. Él estaba


tan cerca, lo suficientemente cerca para que ella pudiera tocarlo, este
hombre que fue la última persona a la que realmente había tocado. − ¿Qué le
pasó a tu mandíbula? − Su piel estaba oscura con cerdas allí, y tuvo el
pensamiento irrelevante de que se sentiría áspero contra las yemas de sus
dedos.

− ¿La cicatriz? − Se pasó los dedos por la parte inferior derecha de la


mandíbula. – Un accidente cuando estaba probando un traje robótico. − Un
ceño fruncido. − ¿Por qué?

− No la tenías cuando nos vimos por última vez.

− No tenías ese punto en tu pómulo izquierdo.

− Lalit me apuñaló con un lápiz, − dijo sin ningún cambio en su tono, un


incidente que ella había dejado atrás durante mucho tiempo. − Le rompí los
dedos en defensa propia, no esperaba una respuesta tan rápida.

Los músculos de Canto se pusieron rígidos, la línea de su mandíbula


brutal. − Nadie le enseño a él nunca que los fuertes están destinados a
proteger a los más jóvenes o más débiles? − Un repentino brillo en sus ojos
que hizo que se quedara sin aliento y engendró una extraña sensación en su
abdomen. − O que los feroces están destinados a proteger a quién demonios
quieran.

Ella, la llamaba feroz. Quizás lo había sido. Una vez. − Soy un cardenal
Tk. Mi padre esperaba que me cuidara. Los débiles no prosperan.

Bookeater
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− También eres cinco años menor que el imbécil de tu hermano, − dijo Canto
en una voz tan profunda y áspera que fue un gruñido que la rozó como un
pelaje. − ¿Cómo diablos fue una pelea justa? No es que sea psíquicamente
débil. Un Gradiente 9.1 Tk mejor entrenado contra un cardenal mucho más
joven? Su padre debería haberle pateado el trasero por ponerte un dedo
encima.

Un grito creciente en el fondo de su mente, un torrente feroz de prohibida


emoción.

Bookeater
Last Guard
9
Es nuestro deber promover los objetivos de nuestros padres y padres. Algunos de ellos han fallado en su
camino, pero eso es de esperar. No son nativos silenciosos. Nosotros comprendemos este mundo como
nunca tendrán la capacidad de hacerlo; este es su crepúsculo, y nuestro amanecer.
—Consejero Neiza Adelaja Defoe (2016)

CERRANDO LA incipiente tormenta emocional con brusquedad porque


escuchar esa parte rota de ella era perderlo todo, Payal toco en la
pantalla. Los gráficos, números y datos, podía procesarlos. Lo que no podía
procesar era un hombre que parecía verla como una persona que valía la
pena proteger.

− ¿Qué pasó hace setenta años? − Fue entonces cuando la diezma de la


designación A ganó fuerza.

− La primera generación nacida en el Silencio comenzó a tomar el control de


las estructuras de poder de la PsyNet. Antes de eso, la mayoría eran
vestigios del tiempo antes del Silencio, una vieja guardia, por así decirlo.

Payal miró hacia el desierto para no mirarlo a él, a esos ojos llenos de
galaxias, a esa línea de la mandíbula erizada de rastrojo. − Personas cuyas
decisiones habrían sido tomadas por las emociones y la ética de la
tiempo antes del Silencio.

− Mira aquí. − Tocando la pantalla, mostró imágenes de la gente que le


dijeron que se había sentado en el Consejo Psy justo antes del comienzo del
fin de la Designación A. − Tres de ellos tenían formación científica, tres eran
negociantes, y el último vino de una familia anteriormente conocida por

Bookeater
Last Guard
grandes obras del arte, pero él era un curador y vendedor de ese arte, no un
creador.

− Efectivamente, otro cerebro empresarial. − Corta la grasa, baja al núcleo, y


este hombre se había preocupado por los números y el dinero. – Los
negocios y la ciencia pueden funcionar bien en conjunto, pero también
pueden formar una peligrosa confluencia cuando está desprovisto del
equilibrio proporcionado por la empatía. − Incluso Payal entendía que el
arte provenía de la emoción, buena y mala. Por eso los Psy habían dejado de
ser poetas y pintores, escultores y compositores en el post-Silencio.

− Exactamente. − Su atención era agresiva, amenazando con ver


demasiado... justo en el corazón de sus gritos ahogados.

Ella luchó pasando a la ofensiva. − Puedo ser un robot en mis interacciones


sociales, pero tengo en cuenta todos los elementos en mi matriz de toma de
decisiones. – Eso fue un testimonio de sus años de autoformación que su
tono no alteró, su respiración no se aceleró.

− Los acontecimientos recientes han dejado en claro que los empáticos


existen por la misma razón que las anclas: son cruciales para el
funcionamiento eficaz y seguro de nuestra sociedad. Un Consejo
desprovisto de sus aportaciones habría sido peligrosamente desequilibrado.

La forma en que la miró... − Tu cerebro es una cosa hermosa, Payal Rao.

Su estómago se puso tenso, caliente. − ¿Qué decreto este Consejo


desequilibrado?

Se movió en su silla para inclinarse hacia ella, la acción atrajo su mirada


hacia los músculos de sus hombros mientras su olor, cálido, extrañamente
áspero, flotaba sobre ella. − Fue menos un decreto que un cambio sutil en la
cultura nacida en la parte superior. El objetivo del Silencio cambió de la
supervivencia mental a la perfección.

Bookeater
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− Veo. − Devolviéndole el organizador, ella dijo: − Exhibiste defectos físicos
cuando eras un niño pequeño, según lo juzga la PsyNet. Yo tenía defectos
mentales según ese mismo juicio. Sé que al menos una A en mi región sufre
de una condición degenerativa.

Canto asintió, su aroma la envolvió hasta que ella lo inhaló con cada
respiración. Debería haberse retirado, pero no lo hizo. Una prueba, ella se
dijo a sí misma, para ver si podía mantener el control incluso cuando la
empujaban hacia el extremo.

Nada que ver con la necesidad de estar más cerca de la única persona en
este mundo que la había visto alguna vez.

− Mi censo está completo en nueve décimas partes, − dijo con esa voz
profunda y arenosa, y parece que aproximadamente el sesenta por ciento de
los anclajes actuales tienen algún nivel de lo que el Silencio Psy consideraría
un defecto.

¿Sesenta por ciento?

El número rompió su compulsión con Canto, llamándola a una atención


helada. − Como siempre, han mostrado una alta incidencia de defectos
físicos y / o psíquicos?

Un fuerte movimiento de cabeza. − Las estadísticas que he descubierto dicen


que estábamos en aproximadamente la misma tasa que la población
general. Fue solo después del Silencio que los jóvenes anclas comenzaron a
nacer ya sea enfermos o con defectos genéticos ocultos. No todos, sino una
mayoría que creció lentamente.

La sombría oscuridad de su expresión se hizo eco en la rabia violenta en su


loco corazón.

Bookeater
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Los anclajes se consideraban tan críticos que sus signos de inicialización
formaban parte de la sesión informativa obligatoria posterior al parto... pero
esos signos no aparecían hasta aproximadamente un mes antes de la
inicialización. Hasta ese punto, un nacido A no parecía diferente a cualquier
otro niño pequeño.

− Muchos niños tienen accidentes a los cinco años, − reflexionó Payal con
una frialdad clínica determinada; cualquier otra cosa conduciría al escape
de la cosa maníaca que vivía en la parte posterior de su cabeza.

Los medicamentos que la Psy-M le había puesto después de que su padre la


quitara de la escuela habían ayudado, pero ella había sido demasiado
salvaje para entenderlo entonces para entenderlo si no se hubiera
inicializado poco después. Apretando los dientes y cavando los pies, ella se
había agarrado de la cuerda de salvamento que era la fuerte y estable
permanencia del sustrato.

Verte pelear me da el coraje para pelear. Palabras tranquilas y solemnes. No le


des a los monstruos la satisfacción de verte rendirte. Eres mejor que todos ellos, 3K.

¿Recordaba Canto haberle dicho eso un día lluvioso cuando la encontró


acurrucada sollozando en un rincón, su espíritu gimiendo de dolor? Nadie
más la había visto alguna vez como algo bueno, algo digno.

Sus palabras la habían cambiado para siempre.

Su fe en ella era la razón por la que había sobrevivido y por lo que había
luchado para fingir estar cuerda, pero ella era una niña pequeña con un
límite en su fuerza de voluntad. Sin el sustrato, se habría desintegrado en
un millón de pequeñas piezas.

− Tenían. − La dureza de la voz de Canto mientras hablaba esa sola palabra


era un martillo. − Muchos niños tenían una forma de tener accidentes a los
cinco años. La caída del Silencio rompió la cadena de la muerte.

Bookeater
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− Estás siendo sorprendentemente optimista para ser un hombre que es
parte de una familia que se rumorea que conoce todos los secretos más
terribles de la Red. − Payal no pudo entenderlo. − Quizás tengas un exceso
de empáticos en tu zona. Ellos tienden a disparar arco iris y flores incluso a
aquellos de nosotros que preferimos la fría razón. Supongo que no pueden
evitarlo.

CANTO casi se atraganta con el agua que acababa de beber. Tosiendo, se


preguntó qué pensaría Arwen de que lo describieran como disparando
arcoíris y flores. Un segundo después, frunció el ceño al darse cuenta, no
por primera vez—De cuánto lo había moldeado su primo. Lo ablandó.

Porque Payal tenía razón; su declaración había estado teñida de esperanza.

La ira era un sabor metálico en su lengua mientras pensaba en todos los


niños que habían sido eliminados de la población por supuestas
imperfecciones. Todos los niños que no habían tenido una Ena Mercant de
su lado. − ¿Alguien peleó por ti? − se encontró preguntando, necesitando
que ella no hubiera estado tan dolorosamente sola.

− En mi familia, solo los fuertes sobreviven.

La mano de Canto sufrió un espasmo en su botella de agua.

Necesitando hacer algo, cualquier cosa, por ella, fue al armario de


almacenamiento con temperatura controlada y, dejando a un lado el agua,
sacó un par de barras de nutrientes. Le entregó una a Payal después de
regresar a su lugar a su lado. − El teletransporte habría quemado una parte
de tu energía. Deberías repostar. Especialmente porque tu zona de anclaje
también te está dejando seca.

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Se quedó mirando la barra que tenía en la mano como si fuera un objeto
extraño y desconocido.

− Está sellada, − dijo sin fruncir el ceño, comprendió que sus problemas de
confianza iban hasta la médula. Ya no eran niños y ella había estado
confiando solo en sí misma durante mucho tiempo. Tenía que grabar en su
grueso cráneo en el que ella nunca podría confiar en él.

Tragó saliva antes de curvar los dedos alrededor de la barra. − ¿Por qué
los enfermos siguen naciendo? − preguntó ella con voz tensa. – Las pruebas
genéticas previas al acuerdo de los compañeros de procreación deben hacer
tales coincidencias imposibles.

Canto había visto el récord de pruebas de su madre y Binh Fernández. Eso


había sido una cosa de arte en sus detalles. Sin embargo, no había
pronosticado ninguno de los problemas físicos futuros. − Tengo la teoría de
que solo empezamos a enfermarnos después de nacer, cuando el primer
goteo de la PsyNet comienza a correr a través de nuestras mentes. − Un
goteo lento e implacable en los caminos construidos en su día para la línea
principal de la red. − Está sucia de podredumbre y estamos atrapados en la
corriente. Ningún otro psi interactúa con la red a la misma profundidad que
un As.

− Yo también tenía un tumor, − le dijo Payal sin previo aviso, casi como si
las palabras se hubieran escapado de su rígido control. − En mi cerebro. Los
médicos lo descubrieron un mes después de que me retiraran de la escuela.

Esa era una información poderosa sobre el CEO de Rao. Canto se apoderó
de la pequeña indicación de confianza y ocultó los datos en un archivo
privado sobre 3K que nunca compartiría con nadie más. ¿Esto? ¿Él y
Payal? El suyo era un vínculo privado.

Bookeater
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Años de tiempo perdido entre ellos, un gran peso de lo desconocido, tomó
el organizador y abrió un perfil con la etiqueta Hub-3. − Esta ancla sufre de
cánceres de piel recurrentes, mientras que este, − un perfil etiquetado
como Hub-4, − tiene un trastorno que causa problemas respiratorios graves
que no se pueden relacionar con algún diagnóstico en particular.

− Crees que la PsyNet nos está haciendo esto. Que mientras enferma y
muere, nosotros tambien, y debido a eso, las anclas anteriores fueron
asesinados cuando eran bebés y niños pequeños.

Un resumen tan breve y conciso de horrible fealdad. − Antes de la


inicialización, − dijo Canto, − las anclas son simplemente niños normales con
problemas médicos.

− Tu teoría también explica la alta incidencia de inestabilidad mental en


nuestra designación. A medida que la NetMind comenzó a perder
coherencia, nosotros también lo hicimos.

− Sí, eso es lo que creo.

PAYAL sabía que tenía que mantenerse a distancia de la fuerza implacable


que era Canto Mercant por su propia seguridad. Pero ella abrió la boca y
dijo: − Yo te ayudaré. − El problema de las anclas era demasiado crítico para
el futuro de su raza para que ella permitiera que las preocupaciones
personales la detuvieran.

Pero Canto no había terminado. − ¿Serás el rostro de nuestra organización,


la que habla con la Coalición Gobernante? − Galaxias que amenazaban con
chuparla. − La mayoría de las A están listas para unirse a la organización; yo
no preveo problemas con los más indecisos. Solo necesitan una pequeña
mano de apoyo.

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− Me consideran robótica, − señaló. − No tengo carisma.

− Te equivocas. − Implacable. Autoritario. − Cuando hablas, la gente


escucha. También tienes una columna vertebral de acero, y la Designación A
necesita ese acero, porque lo que vamos a decir y la demanda va a ser un
shock.

− ¿Por qué no hacerlo usted mismo? Tu propia voluntad no está en duda. −


Por un lado, el había rastreado a los miembros solitarios de una designación
secreta y les convenció para formar parte de un grupo.

− No tengo paciencia para politiquear de ningún tipo. − Trueno en su rostro.


− Yo gritaría. Mucho.

Payal parpadeó. No, Canto Mercant no era predecible. − ¿Por qué crees que
puedo ser política?

− No puedes. Pero de acuerdo con todo mi espionaje furtivo...

La fascinación la interrumpió. − ¿Espionaje furtivo?

Hizo una mueca. − Malditos osos. − Sin explicar esa respuesta, regresó a su
tema anterior. − No eres un político, pero tengo muchas pruebas de que
nunca pierdes los estribos. Continúas hasta que la gente te escucha. Tienes
una determinación silenciosa e inexorable.

− La última vez que estuve en negociaciones con Gia Khan, ella dijo que
bien podría estar hecha de hierro frío, porque era igual de inhumana.

− Gia Khan está lleno de mierda y es un mal perdedor. − Canto se encogió


de hombros ante el insulto, como si fuera tan ridículo que no resistiera el
escrutinio. − Eres exactamente a quien necesitamos como nuestro general,
Payal; a los generales no les importa herir los sentimientos o el

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carisma; están ahí para la batalla, no te quebraste cuando eras niña y no te
romperás como adulta.

Nadie jamás había enmarcado sus tendencias alcistas y a menudo heladas


en una luz tan positiva. Significaba algo ser tan valorado. Especialmente por
él, por el chico que la había visto en el peor de los momentos, antes de los
medicamentos, antes de las terapias, antes de que se lanzara a los
entrenamientos mentales y psíquicos.

− Bien. Puedo ser el rostro de la Designación A. − Los gritos surgieron en el


fondo de su mente, se puso de pie. − Tengo una reunión de negocios que no
puedo perder. ¿Vamos a tener un consejo asesor A? No podemos hablar por
todos sin su permiso.

− Tengo una lista de candidatos; la mayoría de los demás A solo quieren


que nos ocupemos de la situación y no les importa cómo lo hagamos.

Payal asintió brevemente y luego se teletransportó.

Huyendo de Canto. Huyendo del pasado. Huyendo de la locura de quien


había sido una vez... y podría volver a ser algún día.

Bookeater
Last Guard
10
Honor nacido
Caballero a un rey
Mi sangre mi moneda
- “Leal” de Adina Mercant, poeta (n. 1832, m. 1901)

Payal miró fijamente la barra de nutrientes en su mano mientras se paraba


en su piso privado en Vara. Tenía la garganta seca y el corazón latía
demasiado rápido.

7J le había vuelto a dar comida.

− No 7J, − dijo con voz ronca. − Canto.

Pero esta barra que sostenía, cálida por el calor de su cuerpo, le decía que 7J
permaneció vivo dentro del extraño que era Canto Mercant. El chico que le
importaba escuchar sus opiniones se había convertido en un hombre que
pensaba que quién era ella —Rígida, robótica, poco carismática— tenía
valor.

La había comparado con un general.

Estaría decepcionado cuando descubriera que 3K estaba muerta, enterrada


tan efectivamente, que nunca volvería a ser la chica que había
conocido. 3K no podría existir si Payal iba a vivir una vida de cordura. Pero
él aún no había aprendido la amarga verdad, por lo que tal vez podría
seguir interactuando con él de esta extraña manera. Con una especie de
honestidad cruda que eliminó las barreras que la gente ponía entre ellos

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mismos y el mundo. En el caso de Payal, esos muros eran tan altos que
nadie más había sido invitado a entrar.

Su hermana, Kari, era demasiado joven para que tuvieran ese tipo de
relación. Y aunque Payal sabía que había gente en el imperio Rao que eran
leales a ella, todas esas personas también estaban en deuda con ese imperio
por los trabajos y por su seguridad. El desequilibrio de poder era una parte
siempre presente de sus interacciones.

Canto, sin embargo, no la necesitaba para nada a nivel personal.

Incluso el trabajo de ancla, si ella hubiera dicho que no, él habría podido
encontrar otro individuo adecuado, estaba segura. Ella había sido su
primera opción, pero no era la única. Aun así, ser la primera opción de
cualquiera...

Toda su vida había tenido que luchar y luchar. Cada rol, cada cargo, ella
lo ganó a través de un combate de nudillos blancos de un tipo que no dejaba
ningún moretón. Canto acababa de ofrecerle el puesto de jefa del sindicato
ancla. También lo había hecho antes de saber que ella era 3K, así que no
tenía nada que ver con los lazos del pasado.

Payal se permitió una exhalación silenciosa, luego desenvolvió la barra con


extremo cuidado antes de dar un mordisco. Solo después de que ella
terminó todo, sacó una botella de agua sellada de su hielera a prueba de
manipulaciones y bebió. Luego hizo una tontería. Ella alisó el envoltorio y
lo colocó dentro de las páginas de uno de los libros impresos que tenía en
los estantes en su habitación.

El libro contenía obras de arte creadas por Karishma. Payal solo se atrevió a
exhibir una pieza: una gran pintura de Vara sobre lienzo que su hermana
había hecho para su calificación final el año anterior. Sin firmar y con un
aspecto envejecido, podría pasar como una decoración que había estado en

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la mansión antes del uso de Payal. Todos en Vara estaban acostumbrados a
la cantidad de arte, escondido y al aire libre, que radicaba en su historia.

Entonces, la pintura de Karishma podría colgar abiertamente en la oficina


de Payal sin que nadie se diera cuenta de que era algo más que un tipo de
decoración apropiado para la oficina de un CEO. Los Psy podrían haber
dejado de crear arte bajo el silencio, pero su raza siempre había entendido
que incluso los Silenciosos inconscientemente reaccionaban a ciertos
elementos de su entorno.

El libro, por otro lado, contenía bocetos a pluma y tinta que no eran más que
modernos. Payal los tenía encuadernados en una cubierta de señuelo que lo
hacía parecer un tomo polvoriento sobre derecho tributario. Si Lalit lograba
en algún momento invadir su santuario interior, él no se molestaría en mirar
dentro de esos libros, simplemente los descartaría como otra señal de que su
hermana no tenía vida más allá del negocio Rao.

Bien.

Payal no quería que él mirara más profundo. No quería que recordara a


Karishma, ni a los otros que Payal había escondido en un lugar seguro. Y
ella nunca quería que encontrara una manera de manchar la inquietante y
honesta relación que ella tenía con un hombre que tenía galaxias en sus ojos.

CANTO no pudo asentarse después de regresar a casa, por lo que salió a su


terraza y medito mientras contemplaba un paisaje de verde exuberante y
próspero. Aunque pudiera parecer que estaba en medio de la nada, en
realidad estaba en el borde público de la tierra StoneWater, cerca de la
carretera que conducía a su salvaje territorio.

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Su traslado a Moscú había sido inesperado. Él había estado asentado en una
pequeña ciudad de Alemania durante la última década. Pero luego,
mientras hacía su trabajo extraoficial de censo, había visto que el ancla
envejecida en la región de Moscú había comenzado a mostrar signos de un
tipo de agotamiento alarmante. Preocupado, Canto había venido para ver si
podía ayudar.

El resto era que la región de anclaje de Canto había demostrado ser "más
pequeña" en términos de producción de energía. Se había ofrecido a
intercambiar regiones y la otra ancla había aceptado con gratitud. Todo esto
había sucedido poco después de que Silver terminara emparejada con un
oso alfa.

Lo que explicaba por qué se le había permitido a Canto establecer su base en


Territorio StoneWater. No lo había pedido, eso hubiera sido un movimiento
idiota con Silver tan recién apareada. En cambio, se había mudado a un
lugar en las afueras de Moscú, sustituyendo a uno de sus otros primos:
Iván. Un agente de seguridad que trabajaba bajo Canto, Iván había
cambiado su base de operaciones a San Francisco justo antes de la llegada
de Canto.

Oficialmente, estaba allí para ponerse al día con sus certificaciones de


seguridad informáticas mediante la realización de un curso de alta
especialización. Extraoficialmente, él estaba allí para recopilar información
sobre los diversos actores poderosos de la zona. Sucedían muchas cosas en
esa región comparativamente pequeña, y Ena quería que la familia tuviera
una mayor presencia allí.

De modo que no era como si Canto no hubiera tenido una residencia


perfectamente adecuada.

Luego vino esa infame fiesta para celebrar el apareamiento, cuando


Valentín y sus osos decidieron que les gustaba Canto. A los osos les había
gustado Iván, también, pero, según un miembro mayor chismoso de la

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manada, habían considerado al suave primo de Canto un poco demasiado
"furtivo" para una comodidad total. Pero dado que los osos adoraban a
Arwen, Canto tenía la sensación de que la desconexión tenía menos que ver
con el elegante aderezo de Iván, y más con el núcleo de la distancia que Iván
llevaba dentro.

Los osos podían sentirlo, pero no se daban cuenta de que no era personal:
de todos los primos Mercant, Iván era el más aislado. Canto sabía la razón
por la que Iván era como era, pero nadie que no conociera la historia de
Iván podría adivinarlo. El único que podía hacer que se abriera era Arwen,
y eso era suficiente. Su primo empático nunca permitiría que Iván se
perdiera en sus demonios.

Arwen incluso había convencido a Iván para que asistiera a la celebración


del apareamiento entre Silver y Valentín.

Un mes después del evento, Valentín había venido a Canto con una
propuesta. − Creo que mi Starlight debería tener más miembros de su
familia cerca de Denhome, −había dicho el oso alfa. − Mi clan está locamente
enamorado de ella, pero si necesita gritar sobre nosotros a alguien que no
esté enredado con un oso, ¿quién mejor que un primo tan leal como un
hermano?

− Valya, − murmuró Canto, − Silver adora tu manada. Fui a verla ayer a su


oficina y encontré a un cachorro desnudo en forma humana tratando de
colgar boca abajo de la barra de una cortina. − Silver había trabajado
imperturbable, simplemente diciendo "No" cuando el cachorro trató de
hacer una maniobra peligrosa.

El cachorro se había detenido de inmediato.

Y Canto había visto una vez más por qué Ena había elegido a Silver como su
futuro sucesor.

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− Cuidando de niños de emergencia cuando una compañera de manada
entró en trabajo de parto prematuro mientras estaba de compras con su hijo,
− explicó Valentín, con los ojos de un marrón oscuro brillante, con un poder
generalmente oculto bajo la fuerza de su cálida presencia.

− Canto, sé por Silver que los Mercants son tanto una manada como
StoneWater. Nunca quiero cortar mi Starlight de su paquete, y quiero que
nuestros dos paquetes se conviertan en familia. − Una sonrisa presumida y
osuna mientras se sentaba de brazos cruzados. − Estoy encantando a tu
abuela, ¿sabes?

Canto resopló. − Tú deseas. − Pero aceptó la oferta porque entendió que


había sido hecha por amor a Silver.

Al clan de los osos y a la familia de Canto les había costado dos semanas
instalar la casa de acuerdo a sus especificaciones. Él había gestionado el
proyecto y hecho todas las conexiones informáticas, mientras que los osos
habían proporcionado la mano de obra, transporte de materiales e
ingeniería. Arwen había hecho los dibujos arquitectónicos, con Magdalena
abasteciendo los muebles, alfombras y otros elementos para equipar el
lugar.

Tal como estaba, tenía tantos visitantes osos como Mercant.

Como el hombre de piel oscura que se arrastró por la barandilla del balcón
hace un momento, un niño pequeño aferrado a su espalda como un
percebe. Los osos parecían encontrar el uso de la puerta de entrada de
Canto opcional.

− Chaos, − dijo Canto. − ¿Sabías que recogiste a un autopista desnudo? − Su


ruso era aceptable a pesar de su período relativamente corto de estudio:
tenía una teoría que tenía que ver con ser un A. La red era un río constante
en su cabeza, y partes de ese río psíquico hablaban ruso.

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Echando la mano hacia atrás, Chaos sacó a su hijo con la fuerza casual que
los padres osos usaban con sus cachorros, y lanzo al niño que reía
tontamente por los aires.

− Dima y yo necesitábamos aire fresco, − dijo después de tomar a su hijo en


sus brazos. − Llevaba puesta la ropa hasta que decidió cambiar sin
quitársela.

Dima se encogió de hombros con expresión traviesa. − Soy un oso. Grr. −


Luego saltó hacia Canto, habiendo aprendido que Canto era lo
suficientemente fuerte como para tomar sus caminos revoltosos. La primera
vez que se conocieron, el cachorro se le acercó y examinó muy seriamente
su silla, luego le preguntó si podían hacer "zoom".

Canto estaba bastante seguro de que Dima era su oso favorito.

Hoy, abrazó al niño y le dijo: − ¿Hambriento? − porque los cachorros de oso


estaban siempre hambrientos. Posiblemente porque nunca se quedaban
quietos.

− ¡Si!

Canto lo puso en el piso de madera del balcón. − Sabes donde están los
bocadillos. − Tenía un alijo adecuado para osos pequeños en un armario
inferior, el surtido cortesía de Arwen. − Chaos, ¿cuántas cosas puede
escoger? − Había aprendido esa lección cuando no había establecido
ninguna restricción la primera vez, Chaos había tenido que lidiar con un
cachorro quejumbroso y completamente lleno.

− Dos. − La voz de Chaos era la que Canto había etiquetado como el tono de
"padre oso". Sin discusión. No jugar. Haz lo que te digan.

Dima entró corriendo con un gran grito.

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Sonriendo, Chaos tiró de una silla para sentarse junto a Canto y extendió un
puño para que lo golpease. Los osos, a pesar de su reputación de rudos y
alborotadores duros, eran muy inteligentes y conscientes de la aversión Psy
al tacto. Se tomaron muy en serio los "privilegios de la piel".

Incluso el oso borracho que había terminado en su regazo le había pedido


permiso. Él había dicho que sí porque le preocupaba que de otra manera
ella se plantara sobre el asfalto.

A Canto le gustó la idea cambiante de los privilegios de piel, de que el


contacto físico se considerara un regalo.

El rostro de Payal brilló en su mente, su piel tan tersa y suave, sus labios
exuberantes.

Su abdomen se tensó, sus terminaciones nerviosas ardieron. No estaba listo


para la cruda oleada física, casi se pierde la pregunta de Chaos.

Después de reclinarse en su silla y poner los pies en la barandilla de la


terraza, Chaos dijo: − ¿Estás seguro de que no te sientes solo aquí?

Era una pregunta esencialmente de oso. Vivían en una cueva en expansión


que Canto estaba seguro de que volvería loca a Silver, pero su prima estaba
prosperando en medio de una manada entrometida, amorosa y
ocasionalmente loca que le encantaba hacer fiestas.

− Arwen y Pavel pasaron ayer para almorzar, el día anterior estuvo mi


abuela, y ahora ustedes dos, − gruñó mientras se quitaba los guantes que
usaba para aumentar su agarre durante el uso manual de su silla; ellos
también protegían sus palmas de la fricción constante. Ahora flexionó los
dedos y dijo: − ¿Cómo diablos se supone que un hombre tiene paz y
tranquilidad?

Chaos se rio, fuerte y alto. − Haces un buen gruñido. Casi como un oso.

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Pequeños pies corriendo hacia atrás.

Cuando Dima se acercó al lado de Canto, vio que el niño sostenía cuatro
bocadillos, no los dos permitidos. Sorprendido, de que el pequeño oso
hubiera desobedecido a su padre, esperó a que Chaos lo disciplinara. Pero
luego Dima sacó un paquete de rodajas secas de manzana de su alijo y se las
ofreció a Canto. − Te gusta la manzana.

− Si. − Con el corazón estirándose dentro de su pecho, Canto tomó el


paquete, luego frotó su mano sobre los apretados rizos del chico.

Sonriendo, Dima corrió para darle a su padre un paquete de algo llamado


regaliz de todo tipo que, para Canto, parecían pequeños ladrillos
multicolores. − Mira, Papá, tu favorito.

Chaos abrazó a su chico a su lado. − ¿Estás seguro de que no lo quieres?

− No, tengo galletas y esto. − Parecía un poco dubitativo sobre su elección de


tiras de mango secas, pero decidido. − ¿Puedo jugar con los bloques de
Canto ahora?

− Seguro.

Después de que el niño estuviera felizmente involucrado en el área de juego


que Arwen había instalado en la cubierta para los pequeños visitantes de
Canto, Canto dijo: − Debes estar orgulloso de él.

− Todos los días, − dijo Chaos en voz baja, con tanto amor en su voz que
hizo que Canto doliera en lo profundo de su ser.

Sin nadie en el clan Mercant que actualmente tuviera un niño pequeño, ya


que el Mercant más joven en la actualidad tenía dieciséis años; Canto rara
vez había pensado en los niños antes de venir al territorio StoneWater.

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Ahora sabía que destriparía a cualquiera que pusiera un dedo sobre Dima o
cualquiera de las otras almas pequeñas en StoneWater.

Aparentemente, tenía más de Ena Mercant en él de lo que se había


imaginado.

A su lado, Chaos abrió su bolsa de dulces del tamaño de un niño. Canto


hizo lo mismo con sus rodajas de manzana, y en el tiempo que siguió, los
dos se quedaron allí sentados, hablando de vez en cuando, pero sobre todo
escuchando a los árboles mientras Dima hablaba consigo mismo mientras
jugaba. Fue una buena sensación, sentarse con un amigo ... pero la mente de
Canto seguía siendo llevada a Delhi, y a una mujer que parecía no tener un
refugio seguro.

Todo su cuerpo amenazaba con hacerse un nudo de rabia. Encontraría una


manera de protegerla, incluso si tuviera que hacerlo a escondidas. Al salvar
su vida, ella se había ganado un caballero Mercant que siempre, siempre
estaría en su esquina.

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ANTES
Sueño con él todas las noches. Y, sin embargo, no está en mis brazos. Ni siquiera debería haber
visto la propuesta que envió Fernández. Debí haber escuchado cuando madre me aconsejó que
hablara con muchas otras personas que habían estado en mi posición.
Pensé que sabía mejor, pensé que entendía quién era y cómo me afectaría llevar a un niño en mi
vientre. Estaba equivocada y debo vivir con eso.
—Del diario privado de Magdalene Mercant.

− LO SIENTO.

− ¿Por qué? − Hizo su voz dura, tan dura como estaba tratando de hacer su
corazón. − Hiciste todo lo legal. No tenías ninguna responsabilidad
conmigo.

La pequeña mujer de ojos castaños avellana y cabello dorado claro de luna.


no apartó la mirada, no se levantó y se fue. − Era mi responsabilidad
asegurarme de que nunca te hubiese ocurrido ningún daño. En eso, fallé. −
Palabras frescas y claras, sin filo de excusa. − Soy un Mercant, y nadie puede
lastimar a nuestros niños.

Él se negó a creerle, se negó a volver a ser vulnerable a pesar de que estaba


asustado y solo y nada en su cuerpo funcionaba bien. − Bien vale. ¿Puedo
estar solo ahora?

− Merezco tu rechazo, pero eso no me impedirá ser tu mamá. Todo lo que


necesites, te lo proporcionaré, incluida la protección.

Bookeater
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Miró por la ventana de la suite del hospital en lugar de contestar, su
corazón latía demasiado rápido y su piel estaba caliente. − Te odio, −
espetó. – Te odio.

− Lo sé.

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11
Los detractores gritan que el silencio favorecerá a los psicópatas entre nosotros, pero no
comprenden las complejidades de las salvaguardas integradas en el protocolo. Se paran en el
camino del progreso desde la ignorancia y el miedo.
—Catherine y Arif Adelaja, arquitectos del silencio (1951)

Payal salió de la sala de conferencias después de su reunión y casi se topó


con Lalit. Su hermano, más alto que ella por un pie, ancho de hombros y
mandíbula dura, su cabello elegantemente cortado y su colonia fresca, se
detuvo y abrochó el botón en su chaqueta de traje azul marino. − ¿Acuerdo
alcanzado?

− Sí.

− Por supuesto. Tú estabas a cargo. − Esbozo una sonrisa tan falsa que ella se
preguntó cómo y por qué otros se enamoraban de él.

Payal, sin embargo, no tuvo ningún problema con la forma en que Lalit
eligió presentarse al mundo. Su problema tenía que ver con el hecho de que
él era un psicópata. − Estás en mi camino, − dijo cuando él no se hizo a un
lado. Ella se aseguró de que su voz carecía de tono y no rompió el contacto
visual.

Su padre a menudo denigraba a los cambiantes como "animales", pero su


hermano era tan territorial como cualquier animal, y tenía muchas menos
razones para la violencia en la que se complacía cada vez que pensaba que
podía salirse con la suya. – Yo tengo una reunión con mi padre.

Un lado de su boca se levantó. − Vete, niña de oro.

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Ella siguió adelante sin responder. Ambos sabían la verdad después de la
ejecución de Varun, era Lalit quien se había convertido en el niño favorito,
el que Pranath Rao había tenido la intención de sucederlo en el trono del
imperio Rao.

Payal había sido inicialmente un distante tercero en la fila, detrás de Varun


y Lalit. Su padre solo la había recuperado de la escuela porque era un
hombre que prefería más de una póliza de seguro. Después de que
enterraron a Varun, su trabajo era ser una amenaza silenciosa para
Lalit. Porque para entonces, su padre ya había atrapado a Lalit torturando a
un gato callejero, e incluso Pranath Rao sabía que esa era una mala señal.

La amenaza parecío funcionar, con Lalit siguiendo la línea.

Luego, tres miembros superiores del personal habían atrapado a un joven


Lalit de dieciocho años cortando el cadáver aún caliente de un humano sin
hogar que él había secuestrado en la calle. Para Pranath, el problema no
había sido el acto en sí... sino que Lalit se hubiera distraído lo suficiente
como para ser atrapado. El jefe de la Familia Rao estaba bien con el
comportamiento psicopático, siempre y cuando no atrajera atención
negativa hacia la familia.

Payal, todavía medio loca y con un grito en la parte de atrás de su cabeza,


sabía, sin embargo, que estaba mal. Ella podría ser una asesina, pero ella
actuó para proteger, y aunque la muerte la perseguía, nunca volvería y la
desharía, porque ese profesor se había equivocado al brutalizar a sus
alumnos.

Como Lalit se equivocaba al dañar a sus víctimas.

Él era la razón por la que no había pequeñas criaturas domésticas en Vara, a


pesar de que un médico una vez sugirió que Payal socializaría mejor si ella
tuviera una mascota. Los animales terapéuticos se permitían bajo el silencio

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en casos raros. Payal ahora tenía el poder de tomar tales decisiones por su
cuenta, pero ella nunca traería un animal a esta casa.

Lalit lo usaría como arma, y la pobre criatura terminaría maltratada y


muerta.

− «El mendigo ha muerto», − había dicho Lalit ese día con voz tranquila. –
Nadie hablara. No hay ningún problema.

Su padre había juntado los dedos sobre su escritorio, sus ojos de un color
marrón ámbar pálido que quemaba contra el marrón más oscuro de su
piel. Lalit había heredado esos ojos, heredo la mayoría de las características
de Pranath. − Mis investigadores me dicen que ha sido menos que discreto
en múltiples ocasiones. No hay manera de evitar que la información se
difunda, aunque haré todo lo posible para mejorar
las cosas comprando a la gente.

El rostro de su padre se había quedado en blanco frío mientras miraba a


Lalit. − Afortunadamente, todos tus objetivos han sido humanos. Tienen
demasiado miedo de nuestro poder para causar problemas, y los otros que
saben mantendrán sus bocas cerradas si se les paga.

− Podemos pagarlo.

− El dinero del acuerdo es solo el comienzo, Lalit. − Un tono en la voz de


Pranath hizo que Payal se quedara inmóvil; la última vez que lo escuchó,
tuvo que presenciar la muerte de un hermano en agonía. − Si se descubre
que mi heredero y sucesor es inestable, la familia perderá millones y
millones. Nuestra raza no tolera la inestabilidad mental.

− No soy mentalmente inestable. − Ningún cambio en el tono de Lalit,


ningún indicio de miedo o de cualquier otra emoción. − Sé exactamente lo
que estoy haciendo.

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− Lo habría dejado pasar si hubieras sido discreto, pero ahora no puedo
confiar en ti. − Pranath había centrado su atención en Payal con la velocidad
de una cobra. – Nunca vas a tener el estilo de Lalit con clientes y
colaboradores, pero al menos has demostrado ser capaz de controlar tu
aberrante mente. − Una mirada a Lalit. − No tendré que preocuparme de
que te rindas al impulso de torturar a alguien en mitad de una negociación.

− Ella es un ancla. Son asesinos apenas atados y ella ya se ha ensangrentado.

Los ojos de Pranath se clavaron en los de Payal. − ¿Sientes alguna necesidad


de volver a matar, Payal?

− No señor. − Una mentira. La locura dentro de ella había querido


constantemente golpear una hoja en la yugular de Lalit, poner fin a su
maldad. Pero ella era demasiado joven y carecía de entrenamiento, y él tenía
los instintos de un depredador.

− Payal será mi sucesor putativo por el momento. – La declaración de


Pranath había sonado alrededor de la habitación. − Podemos volver a
reunirnos sobre el tema en otra década. Mientras tanto, mantén tu nariz
limpia, Lalit y cualquiera que sea consciente de tus indiscreciones hasta la
fecha puede decidir olvidarlas.

Payal nunca había tenido la intención de tomar el manto. Pero luego dos
cosas habían sucedido en rápida sucesión.

Pranath Rao había sufrido su accidente.

Y Lalit había sido sorprendido por su tía paterna haciendo algo para lo que
no podía haber una explicación racional cuando estaba destinado a estar en
control total de sus impulsos: usando un cuchillo para tallar formas en el
cuerpo de una sirvienta adolescente empleada en Vara para tareas
domésticas. Él había estado en una habitación abierta con una vieja ventana

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de celosía que permitía a los transeúntes ver adentro si miraban en esa
dirección.

Payal había tenido suerte ese día; había pasado caminando cuando su tía se
enfrentó a Lalit. Usando la distracción de Lalit como cobertura, había
teletransportado a la chica, luego fue con ella a un lugar no revelado. Ella
había hecho un punto de construir una base de datos mental de las
ubicaciones a las que Lalit no podía acceder, incluida una
antigua granja que había comprado con dinero de una pequeña empresa.

Tan lejos en el campo, había costado menos que nada, y el cuidador no sabía
que estaba a su nombre. Solo sabía que el dueño le pagaba generosamente
para cuidar el lugar y cuidar a los invitados. Porque mientras Payal no
había podido salvar al vagabundo, la criada estaba lejos de ser la primera
persona que había llevado al santuario de la granja.

Dejando a la doncella herida para que la atendiera un médico humano rural


que nunca vio a Payal, solo al cuidador, ella se dirigió a la sala de
recuperación segura de su padre: un mes después de su accidente y él
estaba de vuelta en el trabajo, aunque bajo vigilancia médica. También había
ordenado renovaciones en el área del sótano que tenía la intención de
convertir en su base de operaciones a largo plazo. Ella había hecho su
informe sobre la recaída de Lalit mientras su hermano todavía estaba en
medio de decirle a su tía que necesitaba olvidar esto por su propio bien.

− Estaré a cargo muy pronto, − había estado diciendo la última vez que
Payal escuchó. − Estarás bajo mi control, y no me gusta la gente que está por
encima de su posición.

Después de hacer su informe, Payal había dado su golpe de gracia. – Lalit


tiene tan poca previsión que estaba grabando el encuentro. Cuando
teletransporté la chica, también tomé la grabación, te enviaré una copia.

− ¿Qué piensas hacer con esta información, Payal? − Los ojos de Pranath

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estaban tan inmóviles como las pupilas rajadas de una serpiente.

− Sostenerla sobre la cabeza de Lalit. Puedes convertirlo en tu heredero,


pero lo destruiré a él y a la familia en represalia. − La amenaza había sido
una cuidadosa apuesta calculada, Payal muy consciente de los miles de
personas inocentes que dependían de la familia Rao para su sustento. − Es
irracional, padre. Llevará nuestro apellido a la cuneta. Lalit es controlado
por sus impulsos, no por la razón.

Pranath Rao había sonreído con la misma sonrisa fría que Lalit imitaba con
tanta frecuencia.

− Bien hecho, hija. No pensé que lo tuvieras en ti. − Un murmullo frío. − Te


das cuenta de que conozco todos los lugares que podrías haber utilizado.

Payal lo había mirado a los ojos sin miedo, su habilidad para acallar la rabia
de sus emociones el mejor truco que jamás se había enseñado a sí misma. −
Yo he manejado mi propia y pequeña empresa desde que tenía quince
años. ¿De verdad creíste que te mostré todas mis ganancias? − Payal había
aprendido al observar a su familia y lo que ella aprendió fue a nunca confiar
en nadie. − Intenta encontrar a la chica o la grabación. Fallara.

Después de un largo y tenso minuto, mientras Payal permanecía inmóvil,


Pranath Rao había juntado las manos en un lento aplauso. − Brillante. Tu
eres mi heredero de verdad, después de todo, Lalit nunca te vio esperando
para golpearle la espalda.

Ahora Payal tomó el ascensor hasta el sótano de Vara, un lugar sin ventanas
y un área altamente segura a la que solo podían acceder un número
limitado de personas. Todos eran psi, y todos menos Payal y Lalit eran
fanáticamente leales a Pranath Rao.

Por eso su padre tenía otras formas de controlar a sus hijos.

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Después de salir del ascensor, marcó su código de entrada privado en las
puertas de la suite principal, luego se detuvo para el escaneo de retina. Ella
debería haber podido teletransportarse, pero su padre tenía un grupo de
personal de servicio cuya única tarea era alterar elementos de su espacio de
trabajo de manera que detuviera un bloqueo de teletransporte.

El equipo hacia esto cada vez después de la visita de Lalit o Payal.

Lo que algunos podrían llamar paranoia, su padre lo llamaba buena


seguridad, y Payal no podía culparlo por ello. Lalit, al menos, era
completamente capaz de teletransportarse mientras Pranath estaba en el
trabajo y cortarle la garganta.

Las puertas se abrieron frente a ella. Más allá de ellos se movió un M-Psy en
bata azul, su piel morena opaca como resultado de todo el tiempo que
pasaba bajo tierra. La otra mujer le asintió con la cabeza.

− ¿Mi padre está despierto?

− Sí. Él te verá.

Por supuesto que sabía de su llegada. Toda el área era monitoreada. – Te


agradezco.

Girando a la derecha, caminó por un amplio pasillo decorado con artefactos


de oro sobre un fondo negro. Tesoros históricos capturados por sus
ancestros que deberían haber sido prohibidos bajo el silencio, pero a los que
la familia Rao nunca iba a renunciar por su historia. Simplemente habían
movido las preciadas posesiones a lugares donde ningún forastero las vería.

Su padre había agregado a los artefactos: las dos espadas doradas al final
del pasillo que eran suyas. Junto a ellas había un pequeño cuchillo que Lalit
había obtenido a principios de ese año. Su hermano nunca había renunciado

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a sus ambiciones; también se las había arreglado para mantener sus manos
aparentemente limpias durante años.

Payal sabía muy bien que estaba en un tiempo prestado.

− Payal, entra. − Su padre se sentaba apoyado en la cama computronica que


él utilizaba cuando trabajaba, los papeles y las libretas de datos se
distribuían en el espacioso escritorio especialmente construido que se
arqueaba sobre la cama.

Las luces del techo estaban encendidas contra el recinto sin ventanas que
estaba en la parte pública de su suite. No es que la habitación fuera una
clínica: una alfombra persa gruesa cubría el suelo, y delicadas pinturas
históricas de cortes reales de la realeza muerta decoraban dos de las
paredes.

En el centro de todo estaba Pranath Rao.

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12
"7J?"
"¿Sí?"
"¿Me recordarás? ¿Después de que ya no esté aquí?
—3K a 7J (agosto de 2053)

Payal mantuvo su rostro inexpresivo mientras permanecía de pie en lo que


era la versión de su padre de una oficina. Pranath Rao había perdido toda la
sensibilidad debajo de la cintura después de un accidente de equitación. Los
caballos eran uno de los pocos animales recreativos que
sobrevivió al Silencio cuando se trataba de los Psy. Se consideró un buen
ejercicio el montar.

Pranath también había sufrido otras heridas, porque había caído sobre unas
rocas. Sus cicatrices faciales eran lo suficientemente significativas como para
que múltiples cirugías estéticas no hubieran sido capaces de suavizar los
lugares rosados e irregulares o borrar las gruesas crestas. Resultó que a su
cuerpo no le gustaba curarse de la cirugía y tendía a forman cicatrices
queloides que se resistían al tratamiento.

Payal estaba segura de que eran las cicatrices faciales y no la parálisis lo que
lo había llevado a retirarse de la vida pública. No se había retirado de nada
más. Había tenido que luchar por cada movimiento importante que quería
hacer cuando asumió por primera vez el papel de Directora Ejecutiva. Solo
había comenzado a soltar la correa del negocio cuando se hizo obvio que
pensaba cinco pasos por delante y podía hacerlos más poderosos como
grupo familiar.

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A pesar de su capitulación parcial, ella nunca olvidó que la mayoría de la
gente que la rodeaba pertenecía a Pranath Rao. Algunos porque eso era
parte de su identidad, otros por miedo. Payal había cumplido con varios de
estos últimos, pero sabía que no podía confiar plenamente en ellos mientras
él viviera; el miedo era un duro jefe.

Payal había tenido miedo una vez, cuando era una niña a merced del
monstruoso de su hermano.

− Padre. − Después de cerrar la puerta detrás de ella, la cerró con llave.

− Excelente trabajo en la negociación Tiang-Jiao, − dijo, con los ojos fijos en


su organizador. − Tenía mis dudas de que lo lograría con lo tercos que
estaban siendo, pero no debería haber dudado de ti.

Payal no dijo nada en respuesta, porque no se requería una. Ella siempre


tuvo cuidado de seguir el formato aceptado para las interacciones Psy
cuando se trababa de su padre. Podría considerarla más estable que Lalit,
pero él nunca perdió de vista el hecho de que ella era un ancla y, por lo
tanto, inherentemente desquiciada de una manera diferente.

La hizo esperar dos minutos más antes de mirar hacia arriba. Ella sabía que
era un juego de poder, pero esas cosas no tenían ningún impacto en
ella. Ella las veía como mezquinas pérdidas de tiempo. Más aún ahora
porque si Canto tenía razón, ninguno de esos juegos tendría alguna
relevancia pronto a menos que encontraran una manera de arreglar la
escasez de anclas en la red.

Usó los dos minutos libres para repasar los datos que él le había enviado
telepáticamente después de su reunión.

Sin embargo, incluso mientras lo hacía, se encontró pensando en el


envoltorio que había escondido en el libro, la comida que le había dado. Sus

Bookeater
Last Guard
dedos querían curvarse en su palma, su pulso de repente un tambor
resonante.

Su padre finalmente se dignó mirarla, sus ojos de un color marrón ámbar


pálido. − ¿Estás aquí por tu medicación?

Años de entrenamiento significaron que su tono era tranquilo incluso


cuando decía: − Sí, padre. − La hizo pasar por esta rutina cada vez, cada
siete días desde que la nombró Directora ejecutiva, cuando, antes de eso, la
dosis había sido calibrada para durar tres meses. Un recordatorio constante
de que ella nunca podría actuar contra él sin poner su vida en riesgo crítico.

− Es por allá.

Se trasladó a la pequeña mesa puesta contra el marrón rojizo oscuro de la


pared del fondo; el color hizo que la habitación fuera aún más
claustrofóbica para Payal. El inyector familiar yacía sobre una bandeja
estéril junto con un hisopo con alcohol y el vial de medicación verde vivo.

Colocando el vial en el inyector, luego se limpió el costado del cuello,


aunque ese paso no era estrictamente necesario. Solo tomó un segundo
golpear la medicación en su sistema. El dolor fue mínimo como mucho; ella
ni siquiera lo notaba después de tantos años.

Como teletransportadora, podía cambiar los viales con facilidad y lo había


hecho más de una vez. Pero los científicos que había contratado nunca
habían podido aplicar ingeniería inversa a la droga que su padre había
obtenido de un químico ahora muerto. Estaba en un noventa y nueve por
ciento segura de que él había matado al químico para asegurarse de que
Payal nunca pudiera liberarse.

Lalit llegó por su psicopatía honestamente; Pranath era mejor


desempeñando el papel que demandaba la sociedad.

Bookeater
Last Guard
− ¿Mejor? − dijo mientras ella colocaba el inyector en la mesa.

− Sí. − El dolor de cabeza que se había estado acumulando detrás de sus ojos
pronto se calmaría, los efectos de la medicina eran rápidos; y durante siete
días más, los tumores en su cerebro no crecerían más. − ¿Querías discutir
algún otro asunto?

Habia vuelto su atención a su organizador, pero dijo: − Estuviste fuera de tu


oficina durante un largo período hoy.

Un sinuoso recordatorio de cuántos espías leales tenía en la organización


Rao.

− Encuentro con uno de los Mercants. − Payal siempre había sido un mal
mentiroso, pero a veces, la verdad era una máscara mejor de lo que nadie
esperaba, especialmente cuando se usaba con precisión quirúrgica.

De repente, Pranath no estaba interesado en lo más mínimo en lo que estaba


en su organizador. − Los Mercants no han trabajado con nuestra familia
durante cinco generaciones.

Payal lo sabía. Después de ser rechazada por una empresa propuesta que
hubiera traído ganancias a ambas partes, ella se propuso averiguar por qué.
Fue porque un antepasado Rao había traicionado a los Mercants después de
que llegaran a un acuerdo. La familia de Canto no perdonaba.

Sin embargo, esperaba que ella confiara en él.

Porque era un negocio ancla.

Porque estaba entre 3K y 7J, no Rao y Mercant.

Su estómago se apretó en una bola apretada.

Bookeater
Last Guard
− No sé si lo harán ahora tampoco. − Deslizando sus manos en sus bolsillos,
mantuvo su cuerpo relajado incluso mientras su pulso latía. − Era una
reunión preliminar sin nada de relevancia en la agenda. − Todo cierto en lo
que respecta a los intereses de Pranath.

Pero su padre ya no la miraba, su atención fue atraída por la idea de una


alianza con el clan Mercant. A primera vista, Rao era más grande y tenía
más poder, pero todos sabían que los Mercants preferían quedarse fuera
del centro de atención, y tenían más tentáculos que cualquiera de las bestias
míticas creadas por varias culturas.

− Todo lo que necesitamos es un punto de entrada, − reflexionó Pranath. –


La palabra, lo que un Mercant sabe, todos lo saben. Entonces solo
necesitamos una persona y podemos romper su sello hermético de inútil
lealtad.

Tan rápido, sus pensamientos se dirigieron a la traición.

− He dejado la puerta abierta. − Payal siempre tuvo dificultad para respirar


en esta habitación, pero hacía mucho tiempo que había aprendido a ocultar
lo que sabía que era una reacción psicosomática. − Le sugiero que no intente
rastrearme mientras estoy con mi contacto. Los Mercants son... delicados. −
Su padre en realidad no podía seguirla la mayor parte del tiempo, ya que
ella podía teletransportarse, pero eso no significaba que no intentara otros
métodos de vigilancia.

− Entendido. − Sonaba sincero. − Mantenme informado. Quiero saber en el


instante en que parezca que podría ir a alguna parte.

− Lo haré. − Comenzó a dirigirse hacia la puerta.

− Payal.

− ¿Señor? − Ella se aseguró de encontrar su mirada.

Bookeater
Last Guard
− Tu hermano ha negociado varios acuerdos importantes últimamente, y
está construyendo cada vez más conexiones que ayudarán a la familia en el
futuro. El enlace Mercant sería ventajoso para usted.

Después de inclinar la cabeza en una respuesta silenciosa, Payal salió. Ella


no se permitiría pensar en lo que él dijo hasta que estuviera detrás de la
puerta cerrada de su apartamento, un lugar que barría todas las mañanas y
noches por un software espía y que tenía una serie de cables trampa
electrónicos diseñados para alertarla de acceso no autorizado.

Su padre no era un estúpido. Ella no podía arriesgarse a que él se diera


cuenta de que su última flecha había dado en el blanco. Tenía incluso menos
tiempo del que pensaba si estaba empezando a amenazarla con Lalit.

− Es posible que hayas matado una vez, pero no tienes la crueldad de los
instintos de tu hermano, − le había dicho el año anterior. − Esperas que la
gente actúe con lógica, que sean racionales en su comportamiento.

Él estaba equivocado. Ella solía esperar eso, pero su infancia había


demostrado que era un punto de datos falso, así que se había adaptado. Con
el tiempo, había reunido la suficiente información para darse cuenta de que
los Psy bajo el silencio tomaban decisiones por todo tipo de razones,
muchas de ellas incomprensibles si se tomaran sólo las reglas del Protocolo
en cuenta.

Payal tampoco actuó siempre de una manera que cumpliera con los
principios de la pura racionalidad. Como en ese momento, cuando se acercó
a Canto con su mente. Él le había dado su "huella" telepática, a falta de una
palabra mejor, cuando le envió los datos ampliados. Ella no pudo encontrar
esa huella en el espacio telepático, lo que significaba que estaba más lejos de
lo que su telepatía de Gradiente 4.3 podría llegar.

Bookeater
Last Guard
Debería haber detenido su acto impulsivo, pero recogió su código
encriptado del organizador y le envió un mensaje: Inicie el contacto telepático.

La conexión se instaló en unos segundos: ¿Payal? ¿Hay algún problema? Su


voz era cristalina, un sonido tan puro que era casi ... pero no del todo,
doloroso para su oído psíquico.

Payal no entendía de música, pero en ese momento, se acercó tanto a esa


comprensión como nunca. No hay problema, solo información. Para cubrir
nuestras reuniones, le dije a mi padre que estamos considerando un negocio en
colaboración. Necesito que tú y tu familia me respalden si la mía envía sensores.

Estará hecho. Una pequeña pausa. Eres el jefe financiero de la familia Rao.

Por eso no actuaba por impulso. El impulso conducía a errores. Al final,


todo lo que dijo fue que había otros factores en juego.

Es tu hermano, ¿no? Cuida tu espalda, Payal. Lalit es un depredador. Otra


pequeña pausa antes de que agregara: Si quieres que se vaya, solo dame la
palabra.

Payal se sentó en la superficie más cercana. Resultó ser un asiento integrado


a una gran ventana curva que daba a la ciudad. Ella pudo haber tenido un
apartamento más abajo, donde las vallas opacas de la propiedad bloquearan
la vista de Delhi, pero nunca había considerado esa opción. ¿Estás haciendo
una oferta?

¿Por qué no vienes y hablamos?

Miró la oscuridad que caía sobre Delhi, iluminada por las luces amarillas
que se alineaban en sus calles junto con las diminutas luces de hadas que
muchas de las empresas seguían prefiriendo colgar de los toldos o de los
tejados. Ahora era el momento de conocer a Canto si deseaba hacerlo en

Bookeater
Last Guard
absoluta privacidad. Ni siquiera su padre podía ver a través de las paredes
y entrar en sus habitaciones.

Y ... quería hablar con Canto.

Una necesidad tan tonta y peligrosa, pero no podía luchar contra


ella. ¿Misma ubicación?

Ahora hará frío. Ven preparada.

Primero, se tomó un par de minutos para ponerse en contacto con Karishma


usando una aplicación de mensajería encriptada, para asegurarse de que
Pranath no hubiera hecho ningún movimiento que pusiera a su hermana en
peligro.

Estoy a salvo, respondió Karishma. Padre y Lalit no han intentado contactarme.


Creo que se han olvidado de que existo. Visha también está bien.

¿Ambas recuerdan el plan de salida?

Karishma se lo repitió. No dejaré que nos maten, prometió. Eso te dejaría sola.

Payal nunca supo qué decirle a su gentil y artística hermana cuando hacia
tales declaraciones. Solo preocúpate por ti misma y deja que Visha te proteja. La
adolescente convertida en joven mujer a quien Payal había rescatado de la
tortura de Lalit era diez años mayor que Kari y era ferozmente leal de su
hermana más joven. Soy la mayor. Yo me cuidaré.

Sí, Didi. Un honorífico para "hermana mayor", pero no se uses eso entre los
psi. Eso sería tener demasiada emoción, demasiado afecto. Payal no la
reprendió, Kari estaba creciendo en el mundo post-Silencio, y Payal tenía la
intención de que ella creciera en uno más amable también.

Bookeater
Last Guard
La única experiencia de bondad de Payal cuando era niña había sido un
niño que le preguntó por sus pensamientos y deslizó comida en su pequeña
palma. El profundo impacto de las acciones de Canto se extendió a través
del tiempo en la forma en que Payal interactuó con Karishma. ¿Sigues
contenta con la escuela?

Si. Miss Almeida es mi favorita.

Payal respondió con interés, y las dos enviaron mensajes durante varios
minutos más antes de que ella dijera: Buenas noches. Mantén la guardia.
Aunque mostrar emoción era extremadamente difícil para ella, hizo el
esfuerzo por Kari, no quería que su hermana terminara como ella, dañada
de alguna manera que no pudiera arreglarla jamás. Eres muy importante para
mí. No permitiré que nadie pueda herirte.

Lo sé, Didi. Te amo.

La declaración de Kari se clavó en la psique de Payal, la creciente emoción


era una amenaza que podría abrumarla. Cuando fue a reiniciar sus escudos,
la chica maníaca y medio loca con la que una vez se había enfrentado lucho
con ella con furia salvaje. Le dolía la mandíbula, su cuello estaba apretado
para cuando tuvo las cosas bajo control.

Por eso no abría la puerta. Inevitablemente la condujo a un diluvio.

A pesar de su conversación con Kari y aunque se tomó el tiempo para


ponerse unos vaqueros negros ajustados, un suéter verde oscuro y botas de
trabajo que utilizaba en las visitas al sitio, todavía le ganó a Canto en llegar
hasta el desierto.

Las luces se encendieron en el instante en que ella se movió. Pequeños


destellos centelleantes se abrían paso a través de los árboles del oasis,
mientras que las paredes del refugio comenzaban a calentarse con un suave
resplandor que lo hacía acogedor en lugar de áspero.

Bookeater
Last Guard
Habiendo caminado hacia el agua, sintió llegar a Canto, su telepatía lo
suficientemente fuerte como para ejecutar exploraciones de patrulla en esta
área limitada. La mente que apareció con la suya pronto desapareció, el
teletransportador lo suficientemente rápido como para que Payal no se
molestara en intentar echarle un vistazo. No fue una sorpresa que la familia
Mercant tuvo acceso a dichos servicios.

Mientras caminaba de regreso para unirse a Canto, vio que él había traído
bebidas de nutrientes, frutas y paquetes de alimentos sencillos en una
pequeña caja y los estaba colocando en la mesa. − Pensé que necesitarías
combustible después de otra distancia de teletransportación al final de un
día completo, − dijo con brusquedad.

Le dolía el pecho, ese dolor en la garganta amenazaba con apoderarse de


todo su cuerpo. − ¿Por qué sigues alimentándome? − ella soltó, enojada con
él por alguna razón incomprensible. − Ese no es tu trabajo.

Bookeater
Last Guard
13
Me preocupan los niveles de ciertas hormonas en su sistema.
—Informe médico sobre Payal Rao (6 años)

UNA MIRADA DESAFIANTE con esos ojos tan inquietantemente


hermosos, e implacables en su terquedad. − Sí, − dijo, sin ceder ante ella, − lo
es.

− ¿Por qué? ¿Porque voy a ser su representante principal?

Su mandíbula se movió. − No me vengas con esa mierda, Payal. Tu y yo,


nosotros fuimos unidos en sangre cuando niños. Me salvaste la vida. La
tuya es ahora mía para proteger.

− Así no es cómo funciona.

− Coméntalo con mis antepasados. − Agarrando un paquete sellado de fruta


en rodajas de la mesa, se la arrojó con el ceño fruncido. − Puedo ver tus
pómulos.

Payal cogió la bolsa; ella era una Tk, era instinto. Ya que su estómago la
estaba mordiendo en un recordatorio de que se había perdido dos comidas,
abrió la bolsa y comenzó a comer. Demasiado tarde recordó que no había
comprobado el sello de manipulación. Debería haberse detenido,
abandonado la ofrenda.

Pero ella siguió comiendo.

Bookeater
Last Guard
Unidos en sangre.

− Éramos niños, − murmuró, no dispuesta a dejar pasar esto. Era demasiado


importante, demasiado seductor. Si fuera un espejismo, la lastimaría. No
demasiado, no cuando no había permitido que sus escudos más íntimos
cayeran, pero sí lo suficiente para marcar y dañar el recuerdo más fuerte e
importante de ella en su infancia.

− Sobrevivimos a algo que rompería a la mayoría de los adultos, − Canto


casi gruñó, desenroscó la tapa de una bebida nutritiva y se la tendió.

− Ya estoy sosteniendo esta bolsa, − argumentó.

− Bien, te lo sostendré. Pero tómate un trago.

Quería reprenderlo por darle órdenes, pero las arrugas de su rostro, la


tensión de sus ojos... Tenía el pensamiento más extraño de que en realidad
podría estar preocupado por su estado de energía. Era... Payal no tenía
palabras para describir esta situación y lo que le hizo, cómo amenazó toda la
base de su existencia.

Agarrando la botella, bebió un trago y se la entregó para que la sostuviera


mientras se movían juntos hacia el agua. − ¿Por qué no estás comiendo?

− Ya comí, − dijo. − Pasaron pasar amigos. Uno de ellos es chef, pensé que le
daría una noche libre y cocinaría.

Payal masticó un trozo de pera. Crujiente, contenía un golpe de dulzura


agria que fue un asalto a sus sentidos. Lo más cerca que había estado de la
fruta en su vida adulta fueron rodajas secas infundidas con vitaminas
adicionales y deliberadamente drenada de todo gusto, pero ella no se
resistió, para rechazar el regalo de Canto era una imposibilidad. − Tú tienes
amigos.

Bookeater
Last Guard
No sabía por qué eso la desconcertaba. Quizás porque ella había comenzado
a pensar en ellos como iguales de alguna manera. Pero, por supuesto, no lo
eran. Él había sido rescatado por los Mercants, cuya lealtad entre ellos era
una cosa de leyenda. Ella había sido succionada de nuevo al seno de un
pozo de víboras.

El mundo de Canto era mucho más grande que el de ella.

− Tienes una hermana que te adora, − dijo Canto, como si hubiera metido la
mano en su mente y leído sus pensamientos.

Se quedó paralizada en el camino, el hielo crujía por sus venas. − ¿Es eso
una amenaza? – Su pulso comenzó a latir en su boca, y de repente fue
visceralmente consciente de la estupidez de su deseo de estar con este
hombre.

− ¡Qué carajo! − Levantó las manos, sus medios guantes ya le resultaban


familiares a ella. − ¿Me estás tomando el pelo? ¿Parezco el tipo de hombre
que va sobre amenazar a las niñas? − Su voz era fuerte y áspera, parches de
calor a lo largo de sus pómulos. − Discúlpate por eso.

El hielo se derritió, sus propias mejillas calientes mientras su mano apretaba


alrededor de la bolsa de fruta. − ¿Por qué?

− ¡Porque me conoces! − Señaló con un dedo. − Finge que todo lo que te


gusta no lo hace, pero lo hace. Me conoces hasta la médula de una manera
que nadie lo ha hecho jamás. − Con eso, se alejó por el camino a gran
velocidad.

Con el pulso palpitando en su piel que se sentía demasiado pequeña para su


cuerpo, Payal lo vio girar a la derecha en un camino que supuso que
rodeaba el agua. Él pronto desapareció en el follaje. Ella fue por el otro lado,
hasta el fondo del camino, luego tomó asiento en una gran piedra junto al
agua. Donde ella comió metódicamente a través de la bolsa de fruta.

Bookeater
Last Guard
Nunca había tenido una interacción como esta con nadie. Nunca.

No hubo parámetros.

Entonces, cuando Canto regresó, por su izquierda, esperó pistas sobre cómo
reaccionar. La interacción social había sido difícil para ella siempre que
pudo recordar, y ahora estaba perdida de una manera en que no lo había
estado desde que se había dado cuenta de que, para sobrevivir, tendría que
sofocar un aspecto integral de su naturaleza.

Le arrojó la bebida nutritiva.

Incluso furioso, la estaba alimentando.

Ella no lo entendió.

Tomando la bebida porque entendió, desenroscó el tapón y bebió, mientras


Canto acercó su silla a ella. Luego, bíceps abultados y flexionados de una
manera que atrajo su mirada y le hizo la boca seca, se levantó él mismo a
una posición en una roca un poco más alta que la suya. Por la naturaleza
uniforme de su respiración, ninguna de sus acciones le haba causado
ningún estrés físico.

Su mirada fue a sus brazos de nuevo, una especie de calor arrastrándose


bajo su piel.

Confundida, apartó la mirada. − ¿Cuánto tiempo has sabido sobre mi


hermana?

− Dos años, − gruñó Canto, su ira hirviendo era un viento caliente del
desierto. − A mi abuela le gustas más por proteger a tu hermana, así es
cómo el padre de Silver es con mi madre. Los Mercants no lastiman a los
niños. No es lo que somos.

Bookeater
Last Guard
¡Corre!

Una voz juvenil que resonó a través del tiempo, diciéndole que se salvara.

− Bien, − murmuró. − Lamento creer que usarías a mi hermana como


amenaza. En mi defensa, si bien puede buscar información sobre mí, eres un
fantasma.

CANTO sabía muy bien que había sido un idiota. Payal tenía razón, no lo
conocía. Pero él tenía un odio profundo de que ella tuviera miedo de él o lo
considerara un hombre más contra el que tenía que proteger a su hermana.

− Yo también lo siento, − se quejó, recogiendo una pequeña piedra blanca de


una hendidura en las rocas y tirándola de mano en mano. − No debería
haber saltado por tu garganta. − Al ver que había terminado la fruta, dejó
caer el hueso para sacar una barra de proteína de su bolsillo.

Ella lo miró como si fuera un extraterrestre cuando se lo tendió, pero aceptó


la ofrenda y comenzó a pelar el envoltorio.

− El nombre de mi madre es Magdalena, − le dijo. − Probablemente no has


oído hablar de ella, no es uno de los Mercants más visibles. Ella es tranquila,
una investigadora y una mujer amable que, sin previo aviso, tuvo que lidiar
con un niño cuya sangre era rabia.

La mirada de Payal escudriñó su rostro. − Nunca estuviste destinado a ser


su hijo.

Bookeater
Last Guard
− La cuestión es que los Mercants nunca se sueltan del todo. − Ni siquiera el
más gentil de todos. − Mi abuela fue la fuerza de la tormenta contra mi ira,
quien, a través de pura determinación sombría, me enseñó que yo tenía
valor, que no era un objeto roto para que Binh Fernández lo tirara.

Respiró hondo el aire fresco de la noche. − Pero mi madre, habría entrado en


mi habitación del hospital y me había leido libros para niños escritos por
uno de mis antepasados hace doscientos años. Historias de caballeros,
reinas y aventuras. La ignoré durante meses, pero aun así venia.

Magdalene Mercant tenía su propio tipo de acero.

Vio a Payal tragar antes de que ella apartara la mirada y mirara el agua. −
¿Tu padre realmente murió en un accidente en una obra?

− Lo dice en el informe de aplicación. − Canto se encogió de hombros. −


Vivimos en un mundo peligroso. − Nunca le había preguntado a su abuela
si había tenido algo que ver con la prematura muerte de Binh, pero sabía
que ningún Fernández se había atrevido a discutir o pedir una
indemnización cuando Ena reclamó a Canto como uno de los suyos.

Payal mordió un trozo de la barra de proteínas y masticó casi con ferocidad.

− No se sabe que los Mercants sean asesinos.

− Podría ser porque somos muy, muy buenos en eso. − También era raro en
ellos que emprendieran acciones mortales, pero cuando se veían obligados a
una situación en la que proteger a la familia significaba borrar una amenaza
del tablero, se haría.

− No empezamos peleas, Canto, − le había dicho una vez su abuela mientras


estaban sentados, con los rostros bañados por el rocío arrojado por el agua
que se estrella debajo de su casa en lo alto de un acantilado, “pero
nosotros terminamos con ellas.”

Bookeater
Last Guard
Payal terminó la barra de proteína en silencio y aceptó una segunda que
había traido con él. Aprovechó la oportunidad para mirarla, la línea de
su perfil no era de bordes duros como el suyo, sino de suaves curvas.

Ansiaba tocarla.

Aunque había estado con los osos cariñosos y delicados durante meses, esta
era la primera vez en su vida que quiso que una mujer le diera el regalo de
privilegios de piel. ¿Fue solo un eco del pasado? No. El chico que había sido
era demasiado joven para tener tales pensamientos.

Se trataba de Payal Rao, la mujer.

Si bien el vínculo que habían forjado con sangre nunca se rompería, él


nunca se habría sentido atraído por ella si hubiera descubierto que ella
había sacrificado a su hermana a los lobos. Habría luchado por llevarla a la
luz, pero su corazón se habría roto al darse cuenta de en quién se había
hecho esa chica salvaje y heroica.

Lo que, en cambio, había descubierto era un jodido milagro de mujer.

A pesar de todo lo que le habían hecho, Payal podía ser ferozmente leal, no
dañaba al débil, y tenía una mente como una navaja. Para ellos había
comenzado en sangre, pero no había una hoja de ruta de hacia dónde se
dirigían ahora.

Habló sin previo aviso. − Creo que el cableado de la confianza, de todas las
emociones positivas, se dañó al principio de mi desarrollo. No parezco tener
esa capacidad.

Canto quería matar a todos los que habían abusado de su corazón, solo
aplastarlos fuera de su existencia. − Me tomaste de la mano para que no
estuviera solo. − Salió una escofina áspera. − Me protegiste cuando estaba

Bookeater
Last Guard
solo y roto a pesar de que habías sido igualmente brutalizada. Tienes más
coraje, esperanza y generosidad dentro de ti que la mayoría de las personas
en este planeta.

PAYAL atornilló el tapón de la botella de bebida vacía con infinito cuidado,


las palabras de Canto la golpearon tan fuerte como mil ladrillos. Ella no
sabía qué hacer con ellas, cómo hacer que su mente las entendiera.

Encajando la botella vacía con cuidado en un espacio entre dos rocas y


dejando la barra de proteína a medio comer en el mismo lugar seguro, se
trasladó a un hermoso jardín a pie descalzo. − ¿Puedo cambiar esto?

− ¿Qué? Sí, adelante.

Payal no arrancó las plantas. No se trataba de dañar a los seres vivos. Ella
simplemente comenzó a reorganizar las piedras en un patrón que calmó su
mente. La niña maníaca dentro de ella estaba tan aturdida como la mujer en
la que se había convertido, respirando demasiado rápido mientras trataba
de ver la trampa en sus palabras, la traición... y no encontrar ninguna.

Abrió la boca. − Estoy tomando medicamentos.

Cada parte de ella le creía, su vínculo era algo más allá de la política y las
lealtades familiares. En esta tranquila noche del desierto iluminada por las
estrellas colgadas en los árboles, eran solo Payal y Canto, 3K y 7J, dos
personas que habían sido bañados en sangre cuando eran niños y que
cambiaron profundamente como resultado.

Bookeater
Last Guard
− ¿Para ayudar con las migrañas? − Canto se inclinó hacia adelante con los
antebrazos en sus muslos. − Nunca logré desenterrar sus registros médicos,
pero escuché rumores de que solías sufrir migrañas.

− Este medicamento en particular es para la química de mi cerebro, − le dijo,


porque esto era mucho más crítico para ella que los tumores. Los tumores
podrían matarla, pero su confusa química cerebral podría destruir cada
pieza de Payal Rao mientras la dejaba con vida. − ¿Recuerdas cómo era yo
cuando éramos niños? ¿Fuera de control y maníaca a veces, realmente plana
en otras?

Ella lo estaba mirando por el rabillo del ojo, lo vio fruncir el ceño. – Tú
estabas siendo una niña. Algunos de nuestra raza simplemente no aceptan
eso.

− No, Canto, iba más allá de eso, estás siendo leal, pero sabes que no estaba
bien, psi o no. − Cuando su expresión se oscureció, este hombre cuyo primer
instinto fue defenderla, su respiración entrecortada, irregular, su pulso acelerado,
ella dijo: − Una vez, tomé un cuchillo de la cocina y apuñalé agujeros a una
pulgada de separación en la pared de mi dormitorio. − No se trataba de ira,
sino de compulsión. − Me sentí tan en paz haciéndolo, pero al mismo
tiempo, estaba gritando por dentro porque no podía parar.

Su expresión cambió a una intensidad que ardía. − Estos medicamentos. ¿Te


ayudan?

− Nada me hará neurotípico, pero los medicamentos suavizan los picos y


caídas, por lo que tengo una química cerebral más similar a la mayoría de
las demás personas.

− ¿No es algo forzado en ti?

− No. Mi padre finalmente me hizo evaluar después de sacarme de la


escuela, y los médicos recomendaron el régimen. No quería estar en eso

Bookeater
Last Guard
entonces, pero eso fue porque estaba en un estado maníaco después de
atacar al profesor. Después de que los medicamentos surtieron efecto,
comencé a darme cuenta de que realmente podía pensar correctamente.
por primera vez que puedo recordar.

− Sin murmullos constantes de ruido en la parte posterior de mi cabeza, sin


períodos repentinos de oscuridad, sin necesidad de realizar actos
compulsivos sobre los que no tenía control. − Puso una sola piedra blanca
junto a tres negras. − Me sentí... como yo misma. − Ella miró hacia el cielo
iluminado por las estrellas. − Como si mis pedazos rotos hubieran sido
cosidos juntos en un todo coherente.

Coherencia.

Esa fue la palabra que ella siempre asoció con su medicación química
cerebral. − Tengo control sobre el régimen en estos días. − Su padre no se
preocupaba por estos medicamentos, probablemente se había olvidado de
ellos ya que había estado estable durante tanto tiempo. Y lo único bueno
que había hecho por ella era no contarle a Lalit sobre su cerebro. De lo
contrario, su hermano habría encontrado alguna manera de sabotearla. − Se
ha modificado y ajustado a lo largo de los años, pero no hay duda de que
seguiré este régimen o algo similar el resto de mi vida.

− Okey. − Canto tomó su barra de proteínas. − Mientras sea tu elección, yo


no veo el problema. Ten, deberías terminar esto, todavía te ves agotada.

Ella se sentó en el camino, sus brazos rodearon sus rodillas y lo miró. − Te


estoy diciendo la magnitud de mi daño, Canto. − Ella teletransportó
la barra de regreso al refugio, ganándose un ceño fruncido. − La Payal que
ves, es la Payal que construí a partir de las ruinas de lo que fui; mi
personalidad se mantiene unida por un pegamento precario que algún día
podría fallar.

Bookeater
Last Guard
Canto se movió sobre la piedra para enfrentarla completamente, la
intimidad del contacto visual robándole el aliento. − Ven aquí.

Bookeater
Last Guard
14
Elegimos una sola vez. Para algunos somos locos obsesionados. Para los demás, devotos
caballeros.
—Lord Deryn Mercant (hacia 1506)

DEBIDO A QUE CANTO HABÍA pedido y no intentó mandar, se levantó


y caminó para pararse junto a su silla vacía. − ¿Qué es?

− ¿Quieres sentarte en mi silla?

Payal no entendía el sentido de su solicitud, pero ella se sentía lo


suficientemente expuesta para no estar lista para la batalla. Ella se sentó, la
silla era demasiado grande para ella, por supuesto, hecha para acomodar un
marco mucho más grande... y contenía el aroma del Canto. Ella tomó una
inhalación subrepticia, luego otra.

− Esa silla, − dijo Canto con su voz áspera, que fue como un toque en su piel,
− me ayuda a funcionar en el mundo. Es una herramienta.

Payal asintió. − Por supuesto.

− Pero cuando hicieron las operaciones en mi columna, los cirujanos nunca


me prometieron que las reparaciones durarían toda la vida. Podría llegar un
día cuando fallaran y terminaría perdiendo la función en la mayor parte de
mi cuerpo.

Bookeater
Last Guard
Ella lo vio ahora, lo que estaba haciendo, el patrón que estaba colocando
sobre el suyo. Sus ojos querían arder, su pecho apretarse. − Herramientas, −
ella susurró.

− Sí, cariño, solo herramientas. − Extendió una mano.

Su cuerpo se trabó. ¿Tocar a un hombre voluntariamente? Era una acción


que ella no había tomado en mucho tiempo. Pero cuando Canto empezó a
bajar la mano, ella levantó la suya y entrelazó los dedos con los de él. La piel
de sus dedos era áspera, la tela de su guante en la parte superior interna no
era un sintetizador de cuero sino de un material más suave y transpirable
con un acolchado ligero detrás.

Trató de pensar, de absorber todas las texturas de él, pero la conmoción del
contacto fue una explosión a través de su sistema, abrumando su capacidad
para procesarlo de manera racional.

− Estamos a cargo de nuestras herramientas, − dijo Canto de esa manera que


tenía... con una determinación segura que no toleraba discusión. − Si las
putas cosas fallan un día, o nuestros cuerpos dejan de cooperar,
encontraremos nuevas herramientas, porque tú y yo, 3K, somos
supervivientes.

Sus dedos apretaron los de él, con fuerza, con tanta fuerza. − Si los
medicamentos fallan, no seré racional, no como lo soy ahora. − Ella
necesitaba que él entendiera que los gritos de la niña siempre serían parte
de ella.

− Te conocí antes de los medicamentos, ¿recuerdas? − Canto levantó sus


manos entrelazadas y rozo sus labios sobre su piel, el toque leve y el
contacto visual constante, para que ella pudiera negarlo en cualquier
instante. − Nuestro vínculo se mantendrá en todas nuestras apariencias. ¿Lo
romperías si termino postrado en la cama, solo con mis ojos capaces
de moverse?

Bookeater
Last Guard
Payal vio entonces su pesadilla privada. Como perderse en las
compulsiones e impulsos aberrantes eran la suya. − No, −susurró, su mano
apretada alrededor de la suya. − Nuestro vínculo es inquebrantable. – Al
pronunciar esas palabras, sabía que eran la verdad.

Canto Mercant y Payal Rao estaban atados por un hilo invisible que ni
siquiera el peor horror podría romper.

Ella podía confiar en él.

La comprensión fue un impacto cataclísmico que envió un temblor a través


de ella.

CANTO no quería dejar ir a Payal. Quería envolverla en sus brazos y


sostenerla hasta que pudiera respirar de nuevo sin apretarse tanto. Pero ella
era como un ave salvaje cautelosa, una que apenas había dado un paso
hacia él.

Tenía que tener cuidado, no asustarla.

Así que cuando ella abrió la mano, la soltó. Y cuando ella se frotó las sienes
con los dedos y dijo que tenía migraña, que necesitaba volver a Vara para
descansar, dijo: − ¿Puedes tener una reunión mañana temprano en la
tarde? Quiero presentarte el consejo asesor principal.

Payal asintió enérgicamente. − Haré el tiempo. − Ya podía verla tirando de


sus paredes a su alrededor, las mismas paredes que habían llevado a Gia
Khan a etiquetarla como robótica.

Bookeater
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Gia Khan estaba lleno de mierda y lleno de envidia. El M-Psy políticamente
activo que había sido amigo del antiguo Consejo sabía que Payal era mucho
mejor mujer y una psi mucho mejor de lo que jamás sería.

Este ya no era su mundo. Este era el mundo de Payal.

− Oye, − dijo cuándo Payal alisó sus manos sobre sus jeans en preparación
para un teletransporte.

Cuando ella lo miró, dijo: − ¿Esto? La mejor noche de mi vida.

Ella se quedó inmóvil, luego se fue. Pero la huella de ella persistió en su


palma, la feroz fuerza de su agarre, un testimonio silencioso de confianza.
Canto curvó sus dedos hacia adentro, tratando de aferrarse a la frágil
promesa en esa sujeción.

PAYAL durmió profundamente y bien esa noche, aunque esperaba dar


vueltas y vueltas. Cuando se despertó, fue en un momento punzante de
conmoción por todo lo que había compartido con Canto, pero eso pasó en
una cascada de recuerdos. De galaxias y herramientas y la libertad de
simplemente ser. Lo que sea que estaba pasando entre ellos dos, no tenía
nada que ver con el mundo exterior, y eso incluía los negocios de las anclas.

Aquellas horas de la noche habían sido suyas, privadas y solas.

Casi lo contacta para pedirle que repitiera la experiencia, pero vaciló en el


último segundo. La noche anterior había sido una interacción fuera de
tiempo, iluminada por la luz de las estrellas y apartada de la realidad; ella
no tenía idea de lo que Canto podría pensar ahora. Lo que podría pensar de
ella y de su cerebro químicamente desequilibrado.

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Si, cariño, solo herramientas.

Su mano se apretó en un puño, aferrándose a la áspera ternura de sus


palabras mientras se levantaba para prepararse para el día. Parte de esa
preparación incluyo terminar la barra de proteína que él le había dado, ella
la había recuperado antes de irse.

Una tontería, era una tontería estar tan afectado por su forma de darle
comida.

Ella todavía se la comió hasta el último bocado.

Entonces llegó el momento de salir al campo de batalla de Vara. Ella se las


arregló para llegar hasta las primeras horas de la tarde sin toparse con Lalit
o ser convocada por su padre. Sorprendida por esto último, miró su flujo de
mensajes y vio que Ruhi había respondido a una solicitud de llamada de
Pranath.

Señor, antes de molestar a la Sra. Rao, pensé que le gustaría saber que ella está
planeando profundamente la próxima oferta de Jervois.

Su padre le había respondido que hablaría con Payal mañana.

Eso había sido inteligente por parte de Ruhi, ganar tiempo a Payal sin
ofender a Pranath. Payal envió una nota a su asistente felicitándola por el
acto. Ruhi parecía estar en la esquina de Payal, aunque sólo fuera porque
sabía que Lalit nunca la habría ascendido a su actual puesto de alto nivel. El
hermano de Payal preferia asistentes masculinos.

Si Ruhi era en realidad "suyo" seguía siendo una cuestión abierta. A la


asistente se le podría haber dicho que tomara medidas en beneficio de su
jefe exactamente para que Payal comenzara a confiar en ella. Payal no
confiaba en nadie.

Bookeater
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Excepto en Canto.

Con un zumbido en la sangre, se tomó un momento para recomponerse


antes de hablar con Ruhi. − Me dirijo a una reunión. Si papá pregunta,
mencione que es el asunto Mercant. Dile a Lalit que hable con mi padre si
presiona por información. − Ella miró su reloj. − En realidad, termina tu día
temprano. Dejaré que mi padre lo sepa.

Ruhi no discutió, no le gustaba tratar con Lalit cuando Payal estaba fuera. −
Tengo que terminar un trabajo, pero puedo iniciar sesión desde casa.

Dejando a la otra mujer para que recogiera sus cosas, Payal se dirigió a
su apartamento. Ella no tenía la intención de cambiarse, sus pantalones
negros de piernas anchas y un simple top rojo sin mangas con cuello en V
estaría bien para la reunión. Había bajado por una sola razón: abrir el libro
de Derecho Tributario y tocar con sus dedos el envoltorio que había
presionado dentro.

No se trataba del envoltorio. Se trataba del cuidado que indicaba.

Obsesión, susurró la parte de ella en la que colgaba su cordura, esto es el


comienzo de una obsesión malsana.

Su mano apretó el libro. Cerrándolo y devolviéndolo a la estantería antes de


que su mente pudiera girar en espiral, se miró el maquillaje y el cabello en el
espejo—Revisó su armadura — luego se teletransportó al lugar de
encuentro.

Canto ya estaba allí, esperándola en el refugio. Había aparcado su silla


dentro de una disposición circular de otros cinco asientos. Entonces ella se
encontraría con otros cuatro hoy.

Bookeater
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− Ahí estás, − dijo, las galaxias en sus ojos calentándose como si hubiera
dentro una vela. − Mira, te traje esto. − Levantó una pequeña caja marrón.

Aunque tenía opciones, y aunque su olor la perturbaba a un nivel primario,


a pesar de que él podía mirarla y saber demasiado, ella tomó la silla junto a
él. Porque era Canto. − ¿Qué es? ¿Algo para la reunión?

− No. − Un leve tirón de sus labios que rasgó lugares abiertos dentro de ella
que habían cicatrizado. − Un regalo.

Debería haberlo tratado como una posible amenaza, pero tomó todo su
control, no agarrar la caja con júbilo salvaje. Después de aceptarla con
cuidado consciente, ella levantó la tapa. Dentro había una pequeña obra de
arte de un pastel, como la que había visto en los escaparates de panaderías
humanas y cambiantes. Estaba recubierto de rosa con destellos de plata, y
en cascada sobre un lado había pequeñas flores hechas de material
comestible.

Ella no podía respirar.

− ¿Quieres probar una pieza ahora? − Canto se estaba volviendo para mirar
por encima de su hombro. − Tengo un plato y un cuchillo allí.

− No. − Salió un chirrido. Tosiendo, se las arregló para encontrar su voz de


nuevo. − No. Me lo llevaré. − Donde ella pudiera estar sola con el caos
que había incitado dentro de ella, la cruda ola de emoción que amenazaba
con inundar todo lo que ella era, todo lo que se había construido para ser.

Se puso de pie con un movimiento brusco, cerró la caja y la puso en uno de


los pequeños estantes estilo cubículo empotrados en la pared lateral del
refugio. Cada movimiento se sentía irregular y duro, su cuerpo era un
autómata tirado por cuerdas fuera de su alcance.

Incapaz de inhalar más allá de los fragmentos de sus pulmones, salió del

Bookeater
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refugio.

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ANTES
"¿Bien?"
“Ella está respondiendo positivamente al régimen de drogas. De hecho, los resultados de su
cognición y las pruebas de comprensión la sitúan en el porcentaje del noventa y nueve de su
grupo de edad".
—Informe sobre Payal Rao (7 años) a Pranath Rao.

LA NIÑA PEQUEÑA se sentó en la habitación donde la habían encerrado y


se quedó mirando sus manos. No tenían costras ni cortes, las cicatrices de
sus marcas anteriores habiéndose desvanecido. Era demasiado joven para
pensar en términos de metáforas, pero se sintió como si las costras y cortes
de su mente también se desvanecieran.

Los bordes borrosos se habían vuelto afilados, los pensamientos rotos,


completos.

Poniendo sus manos sobre el suave algodón elástico de sus medias negras,
ella miró la pared frente a ella y se obligó a pensar. El doctor le había dicho
que pronto podría tener su propia habitación adecuada, donde nadie podría
encerrarla dentro.

Ella quería eso, pero había visto a Lalit espiándola desde la esquina. Estaba
esperando que los médicos dejaran de vigilarla; la lastimaría de nuevo si
ella lo dejaba. Así que tenía que asegurarse de que nunca la pillara sola... y
ella tenía que hacer su mente más y más fuerte, para que él no pudiera
hacerla perder sus pensamientos de nuevo.

No le des a los monstruos la satisfacción de verte rendirte.

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− No lo haré, − susurró al recuerdo del chico que había dicho buenas cosas
para ella, y quién la había mirado como si fuera fuerte y valiente y no
estuviera mal de la cabeza. − No lo haré, 7J. Lo prometo.

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15
Projecto Sentinel está autorizado a continuar.
—Decisión unánime de la Coalición Gobernante

CANTO estaba acostumbrado a esperar. Un hombre no podía trabajar en


vigilancia y no desarrollar tolerancia a la paciencia. También era bueno para
absorber una gran cantidad de información y procesarla hasta el factor más
crítico.

Pero Payal jodió con su calma, convertía su paciencia en polvo.

Sus ojos se dirigieron a la caja que contenía el pastel.

Había hecho algo mal, pero no podía averiguar qué y eso lo estaba
arruinando. Se había aferrado a sus sueños por una eternidad, esperando el
día en que la volvería a ver; para poder regalarle este pedacito de lo que ella
había querido, había hecho que su puto corazón saltara como un
emocionado cachorro.

− Mierda. − Se pasó una mano por el pelo. − Consigue juntarlo, Canto.

Comprobando la hora, vio que quedaban varios minutos para que los otros
empezaran a llegar. Salió del refugio y bajó a donde Payal se agachó junto
en un lecho de suculentas, reorganizando silenciosamente las
piedras. Anoche, después de que ella se fue, él miró lo que había hecho y no
había podido ver nada sustancial.

Bookeater
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Sin embargo, él sabía que ella no había estado simplemente moviendo
piedras sin razón, por lo que había tomado una imagen y había hecho que
su computadora la analizara. Había vinculado su diseño con un modelo
matemático preciso.

Los patrones y las cuadrículas eran la línea base de la mente de Payal.

− La cagué, ¿no? − preguntó con brusquedad, porque esto importaba. Ella


importaba.

Payal movió tres piedras antes de responder. − No puedo... − Ella se


interrumpió, comenzó de nuevo. − Funciono en este mundo porque trabajo
dentro de un conjunto definido de parámetros, dentro de un marco de
reglas que me impiden convertirme en alguien errático y sin razón.

Canto esperó, incapaz de ver adónde iba.

− Tú... − Una rápida mirada de obsidiana, las estrellas se borraron. − Cuando


estamos juntos, le habla demasiado a la niña que una vez fui. − Otra piedra
colocada antes de que se pusiera de pie. − Ella quiere escapar, quiere tomar
el control.

Canto reprimió su reacción instintiva y se quedó mirando el agua. Él quería


decirle que eso era una tontería, que no necesitaba todas esas reglas y vallas
alrededor de su mente. Ella era deslumbrante en su brillo, una estrella
brillante que había sido constreñida a una forma antinatural.

Pero Canto no era solo el chico que casi muere porque su padre lo consideró
un error. Canto también era el hombre que había pasado años albergando a
un niño empático dentro de sus escudos. Arwen había alterado el núcleo de
su naturaleza, le enseñó cosas sin dar ni una sola instrucción. Una cosa que
Canto sabía era escuchar.

Ayer y hoy, ¿qué le había dicho Payal?

Bookeater
Last Guard
Que tenía un desequilibrio químico en su cerebro que la hacía sentir fuera
de control, obsesiva y sin razón. Los medicamentos que tomaba la ayudaron
a igualar la química de su cerebro a niveles estándar, y su enfoque y
concentración, las reglas que había hecho para sí misma, la siguió el resto
del camino para ser el tipo de persona que quería ser.

− Soy un riesgo para tu estabilidad, − gritó, las palabras chirriaron contra


su interior como papel de lija.

Payal soltó un suspiro tembloroso. − Pensé que podría manejarlo, que


podría separar nuestro tiempo juntos del resto de mí... pero no puedo. Estar
con usted, debilita las paredes que mantengo entre mí y la parte inestable de
mi Psique. Necesito distancia.

Canto sintió como si lo hubiera apuñalado en el corazón, la empuñadura


golpeando contra su piel para dejar un hematoma negro y azul. Tomando el
dolor, él dijo: − ¿El ancla funciona?

− No me alejaré de eso. − Una promesa solemne. − Pero nosotros... − Una


larga respiración, una exhalación. − Sea lo que sea, amenaza con romper mis
cimientos. Ayúdame a mantener esos cimientos.

La última frase lo rompió.

Él había prometido estar a su lado sin importar qué, pero esto era lo más
difícil que pudo haberle pedido: que la ayudara a mantener los escudos que
la mantendrían distante y separada de él. Ya no extendería una mano y se
aferraría con fuerza a la de él. En cambio, ella se alejaría detrás del escudo
de frialdad robótica con el que se enfrentaba al resto del mundo.

− ¿Canto? − Era la voz más suave que había escuchado en su vida, y cuando
miró hacia arriba, su rostro estaba austero de una manera que él nunca
había visto.

Bookeater
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Sacudió la cabeza en un sí. ¿Qué carajo más podía hacer? Ella necesitaba
esto. No la defraudaría. Ni siquiera si viéndola reiniciar escudos se sentía
como perderla de nuevo.

PAYAL quería extender la mano y agarrar el hilo que acababa de cortar,


evitar que cayera en la oscuridad. Tomó todo lo que tenía quedarse quieta y
dejar que el hilo se perdiera en la nada.

La pérdida la arañó. Dentro de ella gritó la chica maníaca y rota.

Se obligó a pronunciar palabras lógicas, centrándose en el único vínculo con


Canto que no había destruido brutalmente. − En nuestra última reunión,
insistió en que necesito conectarme con la Coalición Gobernante. ¿Por qué?

Sus hombros todavía estaban rígidos, líneas blancas alrededor de su boca,


pero no la castigo ignorándola. Su respuesta fue inmediata. – Porque están
hablando de romper la red en pedazos.

Las palabras golpearon un puño a través de los ecos de la emoción,


rompiéndola completamente en modo de ancla. − Con todos los colapsos de
los últimos tiempos, − dijo después de absorber los datos, − todas las
fracturas, la PsyNet se va a romper sin importar nada. − Ahora lo veía, por
qué la Coalición Gobernante había elegido tanta violencia. − Es mejor
hacerlo de forma controlada.

− No estoy en desacuerdo con la idea de romper la Red en pedazos más


pequeños, el problema es que no puede funcionar como se ha propuesto.

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− Muéstrame. − Payal escuchó cómo sonaba y agregó: − Lo siento. Eso sonó
como una orden.

Canto ya se estaba volviendo para volver a subir. − No, solo fuiste franca y
honesta. − Él la miró, las galaxias desaparecieron de su mirada. − No
cambies esa parte de cómo interactuamos, Payal. No agregue sutilezas y
cortesía para hacerte a ti misma agradable para mí. Habla sin filtros.

Eso, ella podía hacerlo. Ese era su estado natural. Fue la cortesía y el no
ofender accidentalmente a otras personas lo que le tomaba trabajo. − Está
bien, − dijo ella, y se metió la mano en el bolsillo para evitar que se acercara
a él.

Nunca se había acercado a nadie cuando era adulta. Por eso Canto era tan
peligroso para ella, el por qué había decidido alejarlo. Una elección entre
una conexión preciosa y rara, y su cordura y razón.

No es justo. Pero el mundo nunca había sido justo con ellos.

CANTO había logrado mantener sus emociones crudas bajo un control


inquebrantable cuando llegó al refugio. Se enfurecería cuando estuviera
solo. Ahora mismo, Payal le había pedido que la ayudara a mantener sus
cimientos, que la ayudara a vivir como Payal Rao y no como una estrella
fugaz, salvaje y fuera de control, y él no la defraudaría.

− Aquí. − Sacando el organizador de gran formato que había puesto en el


estuche construido en el costado de su silla, mencionó el plan que su abuela
había recibido de Kaleb. Canto había leído los letreros en las corrientes de la
PsyNet, sabía que la Coalición Gobernante tenía que considerar esta
peligrosa solución, y le pidió a su abuela que analizara las cosas.

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Simplemente se adelantó y le preguntó al hombre más poderoso de la red.

Era una medida de respeto, de Kaleb por Ena, el que le hubiera transmitido
el plan clasificado y titulado "Sentinel", aunque le había preguntado por qué
quería saber. Cuando se le informó que la solicitud provenía de un ancla
central Mercant, Kaleb aparentemente se había mostrado muy interesado en
conocerlo.

«Todavía no conoce a toda la familia», le había dicho Ena a Canto cuando le


envió los papeles de Sentinel. − No tenía idea de que teníamos un ancla
centro en la mezcla, él quiere reunirse contigo.

Canto no estaba dispuesto a hablar con el cardenal Tk. Aún no. Primero
tenía que resolver esto con Payal y las otras anclas. Este era un problema A,
el tema tan especifico y esotérico que haba sido olvidado por el resto del
mundo. − Creo que todos deberíamos hablar sobre Sentinel, − dijo. − Tú, yo
y los cuatro A que aceptaron formar parte del panel asesor.

Payal, que una vez más se había sentado a su lado, no levato la vista de su
intenso enfoque en el plan de separación, su piel ya no estaba pálida como
había sido cuando lo miró con tanta vulnerabilidad. Ella era una vez más,
Payal Rao, Directora Ejecutiva, y su piel tenía un brillo meloso bajo la luz
solar filtrada. Canto había puesto las paredes del refugio a una claridad
media, un ajuste que permitía la entrada de luz pero la silencio a una
suavidad más cómoda.

− Los miembros del consejo asesor, − murmuró. − ¿Están de acuerdo con


la decisión de enfrentarse a la Coalición Gobernante?

− Más o menos.

Ella levantó la cabeza.

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Se frotó la cara en lugar de ceder a la compulsión de tocar la curva de su
barbilla. − Ninguno de nosotros está acostumbrado a trabajar en equipo, ni a
ser tan visibles, pero todos somos personas inteligentes. No creo que
tengamos demasiado problema. − Se había asegurado de no elegir a nadie
tan insular y aislado que entraría en pánico ante la idea de estar expuestos
al mundo.

− Disiparemos sus preocupaciones dejando en claro que yo seré la cara. –


Payal amplio parte del plan. − ¿Estás dispuesto a ser mi teniente? ¿Para
intervenir si no puedo?

− Según mi abuela, los Mercant eran caballeros de un rey en el comienzo de


nuestra historia y cabalgaron a la batalla a su lado, − dijo Canto. – Solo uno
de nosotros se quedó parado al final. − Miró a la cara que nunca se le sería
permitido tocar. − Somos buenos apoyando a nuestros generales.

− Tal lenguaje nos hace sonar como un ejército en guerra.

− Eso es exactamente lo que somos. −No había forma de evitar eso. –


Estamos luchando por la supervivencia de toda la PsyNet. Somos el último
guardián contra una falla total del sistema. − Y Payal, fuerte, decidida,
inflexible ante la presión, entraría en la batalla en la vanguardia, la bandera
de los Ancla en alto.

Lucharía hasta la muerte para protegerla mientras ella luchaba por la


Designación A.

Un parpadeo en el rabillo del ojo, el primero de los miembros de la junta


asesora siendo teletransportado. Era el único no cardenal del grupo: Bjorn
Thorsen.

Con casi ochenta y siete años con cabello gris y ojos grises, su piel blanca
con un tinte de rosa, el ancla central echó un vistazo alrededor del oasis,
luego miró dentro del refugio y la miró dos veces. − ¿Eres una A?

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Payal cruzó una pierna sobre la otra, mientras sostenía el organizador sobre
ella sus muslos. − Sí.

− Payal Rao, te presento a Bjorn Thorsen, − dijo Canto, − profesor de


matemáticas y Ancla centro en California.

La siguiente en entrar fue Suriana Wirra, una mujer de veintisiete años de


estatura media con piel de color marrón oscuro, mejillas suavemente
redondeadas y cabello grueso que había recogido en una sola trenza. Su
teletransportación fue gracias al segundo teletransportador Mercant, ya que
Genara se habría incendiado si se le pidiera hacer todos los 'puertos.

Tímida y callada, Suriana solo asintió mientras se acomodaba.

La siguiente persona en llegar lo hizo por sus propios medios: Arran


Gabriel, con su cabello negro y piel morena, su cuerpo fuertemente
apretado bajo sus jeans rotos y una camiseta negra descolorida, era otro
telequinético con capacidad de habilidades de teletransportación. Como
resultado de esto último, y porque su familia no había tenido el poder de
Payal: lo sacaron de su unidad familiar a los cuatro años y fue arrojado a un
estricto programa de entrenamiento marcial.

Se había inicializado a los siete años, pero de alguna manera, nadie se había
dado cuenta de lo que estaba pasando, de lo que era. Arran era el único
centro que Canto conocía que no había sido etiquetado de inmediato como
A en el momento de la inicialización. Sus experiencias lo habían dejado
enfadado de una manera que Canto sabía que era peligrosa. Pero Arran, a
los veinticuatro años, tenía esa ira violenta bajo un control feroz.

El hombre ahora era un mercenario sin alianzas o conexiones reconocidas.

Canto había esperado que Arran le dijera que se fuera a la mierda. Pero
mientras estaba emocionalmente dañado en un nivel profundo, Arran no

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era un psicópata. Su núcleo A no le permitiría ignorar la inminente
aniquilación de su raza.

Ahora gruñó a modo de saludo, su mirada plana y sin estrellas.

Genara trajo lo último de su número en ese momento: Ager Lii. Doblado


ligeramente hacia atrás, con una mano apoyada pesadamente en un bastón,
era andrógino en apariencia y no reclamaba ningún género. Sus ojos eran
inusualmente alargados y su cabello de un blanco suave y níveo que
golpeaba los hombros cubiertos por la tela de lino de la túnica de color
crema que llevaba con delgados pantalones marrones, su piel blanca como
el papel y manchada por la edad.

La mayoría de los psi consiguieron eliminar esos puntos, pero Ager había
ido más allá.

Estaban todos aquí. La general y sus lugartenientes.

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16
El silencio es un regalo que debemos apreciar.
—Desconocido A (1981)

CANTO VIO a los demás mirar a Ager cuando Genara se teletransportó.


Payal, quien estaba más cerca de la frágil A, se puso de pie y le ofreció
asiento en una silenciosa muestra de respeto; Suriana murmuró un saludo
tranquilo, mientras Bjorn levantó una mano en hola.

Arran, que había parpadeado cuando apareció Ager, ahora se acercó


sutilmente.

Para atrapar al anciano en caso de que cayera.

Sí, Arran podría estar enojado y ser peligroso, pero no era malvado. Esa
había sido la única calificación de Canto para los anclajes que quería en este
consejo asesor. Que no se sintieran tan dañados por la vida y por lo que les
estaba alimentando a través de su vínculo con la red que se hubieran vuelto
tan retorcidos como el gemelo oscuro de la NetMind.

Los gemelos se habían ido ahora, fusionados en una criatura caótico y sin
sentido que hizo que Canto quisiera romper el mundo. Para él, la DarkMind
y la NetMind había sido el alma de la Red. Dividido en dos, pero aún
existente, una fuente de esperanza de que la vida podia surgir aún de los
peores errores. Pero todo lo que quedaba de las florecientes nuevas
experiencias gemelas eran ecos lejanos de quiénes habían sido una vez.

− Ager, − dijo, − bienvenido.

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Cinco de ellos se acomodaron alrededor de una mesa baja que Canto había
colocado antes de su llegada. Sobre él colocó bebidas nutritivas y barras.
Habiendo entregado su silla a Ager, Payal tomó la que estaba al lado de la
mayor A. Bjorn se sentó al otro lado de Canto, Suriana entre Bjorn y Payal.

Arran no se sentó, una criatura apenas atada que merodeaba por el extremo
abierto del refugio.

Canto no hizo ningún comentario sobre la inquietud del hombre más joven
mientras hacía una ronda de presentaciones. Después, Ager fue el primero
en hablar. − Están todos preguntándose qué estoy haciendo aquí, joven
Mercant. − Tosió en el final de sus palabras. − Ese niño lobo con piel de psi
está esperando que me derrumbe en cualquier momento.

Arran, que le recordaba a Canto a uno de los lobos cambiantes, hizo una
pausa a medio paso, pero no discutió con la declaración. Y la pregunta
colgaba en el aire. Todos querían saber por qué Canto había traído un ancla
tan viejo.

− Ager ya debería haberse retirado, − comenzó, porque el conocimiento era


que las anclas comenzaban a disminuir su zona de influencia en alrededor
de la edad de Bjorn y solo tenían un área de control muy limitada por la
edad entre los noventa a noventa y cinco.

Eso significaba de tres a cuatro décadas de vida en las que un A podía


dormir sin la enorme presión constante de una pieza masiva de la PsyNet
en la parte posterior de su cerebro. Sin embargo, la jubilación total era
imposible. Se romperían ante la pérdida absoluta de esa presión inexorable,
porque habían nacido como anclas y morirían como anclas.

− Pero, − continuó, − no tenemos suficientes As en la Red. − Un hecho


manifiesto. − Como resultado, Ager continúa manteniendo una zona de

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influencia completa. – Los otros A tenían que estar constantemente al borde
del agotamiento.

Bjorn contuvo el aliento. − Si puedo preguntar tu edad...

− Ciento diez, − fue la respuesta rápida, porque no había nada mal con la
mente de Ager.

Bjorn se inclinó hacia adelante, con las manos apretadas en los brazos de su
silla. − Yo no quiero creerte. Ya estoy empezando a sentir la necesidad de
reducir el tamaño de mi zona, y soy década menor que tú.

− ¿Estás seguro de tu edad? − Arran murmuró, entrecerrando los ojos.

Ager no se ofendió. − ¡Je! Parezco mayor, ¿no es así? − Sus palabras fueron
recortadas, su acento suave. − Me ahorraré el desperdicio de una
pregunta. Es porque resulta que la razón por la que estamos destinados a
jubilarnos alrededor de la marca de los noventa es porque después de eso,
nuestras vías de anclaje comienzan a degradarse. Tengo que hacer
constantes reparaciones y eso está secándome.

− Pero si Ager disminuye su zona de influencia, la gente muere, − Canto


termino.

− ¿Entonces Ager está aquí como un ejemplo vivo de la estupidez de


nuestros antepasados? − Con los brazos cruzados y los pies separados,
Arran era una tormenta apenas contenida.

Los huesos de Ager crujieron cuando inclinaron la cabeza hacia Arran. −


No, niño lobo, estoy aquí porque nací al comienzo de la estupidez y tengo
más conocimiento en mi viejo cráneo de lo que su joven cerebro puede
imaginar.

Bookeater
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Suriana encontró su voz, su acento australiano era imposible de perder a
pesar de la tranquilidad de su voz. − ¿Ager? ¿Siempre fuimos olvidados?

− Sí. − Ager tosió de nuevo y hubo un doloroso estertor. − Pero los viejos As
cuando me hice cargo de mi zona por primera vez, me dijeron que les
gustaba. Los políticos los dejaron solos para continuar con su trabajo, y
nadie nunca cuestionó cómo las anclas manejaban los flujos de la PsyNet;
simplemente se aceptó lo que hicieron. Significaba que los de nuestra clase
no tenían que jugar a la política o mostrar nuestras caras a los medios.

Payal habló por primera vez, su voz presionando contra el moretón que
había puesto en Canto con su solicitud de que cortara los lazos emocionales
entre ellos, que dejara de preocuparse por ella. − Estoy de acuerdo con su
postura si la situación fuera igual, con todos nosotros en una red estable.

Suriana asintió, mientras Bjorn parecía pensativo. − ¿Sabes si el Consejo


consultó la Designación A cuando se le ocurrió por primera vez la idea del
silencio?

Ager señaló una botella de nutrientes. Fue levantada, destapada y puesta en


las manos del anciano antes de que Canto pudiera ver qué Tk lo había
hecho. La mirada que Arran le disparo a Payal le dio la respuesta: era más
rápida y tenía un control más fino que Arran, su habilidad era fría y
concentrada donde Arran estaba caliente y más errático.

Después de tomarse su tiempo para tomar un sorbo, Ager dijo: − Hasta


donde yo sé, los A nunca fueron consultados. No sé si hubiera hecho mucha
diferencia si lo hubieran sido.

− ¿En serio? − Arran estaba paseando de nuevo. − Nuestros antepasados no


pudieron entender el lío que el silencio haría en la red?

− Según los antiguos, el Sustrato estaba en caos antes del Silencio.


Turbulencia masiva, 'fuegos emocionales' que quemaban las mentes a su

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paso, inundaciones repentinas e impredecibles de datos que literalmente
aplastaron vínculos de biorretroalimentación y llevaron a muertes
denominadas 'inexplicables' por los médicos.

− ¿Por qué no está esto en los registros? − Preguntó Bjorn con el intelectual
escepticismo de un hombre que trabajaba en la academia.

− Porque nadie habla con las Anclas, − dijo Payal, franca y directa.

− Exacto. − La mano de Ager tembló cuando coloco la botella sobre la mesa.


− El Consejo Psy de la época se enteró de los incidentes, pero fueron
absorbidos por el problema de cómo solucionar la locura y la violencia
afectando nuestra raza. Supongo que la información se perdió en el caos.

Ager soltó un suspiro. − Mis mentores, los antiguos Anclas, preferían el


Silencio. Dijeron que habían sentido paz por primera vez en los años
posteriores de que se implementó: las olas se calmaron por fin, los incendios
repentinos y las inundaciones se detuvieron.

− ¿Eso significa que no hay esperanza para la PsyNet? − Suriana susurró,


su mano subiendo a su boca; en la parte posterior estaba lo que parecía ser
una cicatriz de quemadura. − ¿Lo devolvemos al equilibrio, y simplemente
vuelve a fallar en un modo diferente? ¿Un bucle sin fin? ¿Es así como
siempre ha sido?

− No, según toda la historia que conozco, − respondió Ager antes de mojar
su garganta con el líquido nutritivo una vez más. − Siempre hemos sido los
más inestable de las tres razas, pero antes del primer accidente, nunca
estuvimos al borde del caos. Algo salió críticamente mal al menos una
generación antes de que entrara en vigor el Silencio, una herida de la que no
tenemos comprensión.

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Por eso Canto le había pedido a Ager que se uniera a ellos, a pesar de la
precaria salud del ancla. Se había perdido tanta información porque las
anclas vivían vidas aisladas, conociendo sólo a sus sub anclajes y tal vez
las anclas en la siguiente zona. Ya no estaban lo suficientemente cerca para
ser mentores los unos de los otros, las zonas demasiado estiradas. Su
"manada" había sido diezmada.

Canto estaba decidido a cambiar eso, a volver a unirlos.

− Esto, lo que vamos a intentar, es fundamental para el futuro de nuestra


raza, − dijo. − Están dentro o fuera. Tomen la decisión. Si estás dentro, la
lealtad es un requisito previo. Tanto para los As de este grupo como para
los As en su conjunto: Payal será nuestro rostro, pero por dentro somos
iguales.

− Estoy de acuerdo con los términos, − dijo Payal. − A menos que el ancla
sea psicópata y se haya convertido en asesino. Entonces los derribaré.

Arran miró a Payal. − Me gustas. Dices cosas sin tonterías. – Una mirada a
Canto. − Lo que ella dijo.

− Sí. − El susurro de Suriana.

− También estoy de acuerdo, − dijo Bjorn, − aunque creo que estás siendo
ingenuo en tomar nuestras palabras, niño. Deberías hacernos firmar
legalmente una documentación.

− ¿Nos traicionaría, profesor? − Preguntó Ager después de señalar su


aquiescencia con los términos.

− No, pero todos somos personas diferentes.

− Somos Anclas, − dijo Canto, con una sensación estirándose en lo profundo


dentro de él. – Nadie más que otro A llegará a comprender quiénes somos y

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qué hacemos. Nadie más incluso considera el tablero en el que se juega el
juego. Debemos ser nuestros campeones.

Payal sería su campeón. Inteligente, calculadora, despiadada y capaz de una


lealtad mucho más feroz de lo que jamás reconocería: la mujer que el
mundo conocía como la dura directora ejecutiva de Rao iba a representar la
Designación A.

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17
Si controlas las anclas, controlas la Red.
—Bjorn Thorsen (2081)

PAYAL LUCHÓ CONTRA SU necesidad de mirar Canto; la atracción


gravitacional de él actuó como una marea en sus sentidos. Sentir una
compulsión tan visceral hacia cualquiera, era algo nuevo, un anhelo
desconocido. Ella nunca apartó su atención de Lalit o de su padre, pero eso
no era lo mismo. Ella no quería mirarlos. Tenía que mirarlos. Con Canto
Mercant, el querer era un componente demasiado importante de su
respuesta.

Querer. Desear. Hambre.

Todas las palabras para una sola emoción potente. Para Payal, tal violencia
de necesidad equivalía a un caos mental que podía dejarla vulnerable a los
sentimientos de su padre o maquinaciones de su hermano. Incluso sabiendo
esto, cada parte de ella quería alcanzar a Canto, un punzante dolor
profundo dentro de ella que solo él podía calmar.

Sus ojos querían ir al regalo que él le había dado.

Comida.

De nuevo.

No solo comida, algo que ella había pedido cuando era niña.

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No lo había olvidado.

Todos estos años y no lo había olvidado.

Esa conciencia había amenazado con romper todas las restricciones de esa
chica obsesiva que gritaba en su mente. El pánico se había apoderado de
ella, todavía revoloteaba en la parte posterior de su garganta, una pequeña
criatura atrapada que quería mostrarse en fluctuaciones en su aliento,
manchas de sangre en su rostro.

Payal la mantuvo bajo control con voluntad apretada y negándose a hacer


contacto visual con Canto. Esas galaxias la hacían querer demasiado, la
hacían soñar. Ella no estaba en posición de soñar, nunca estaría en posición
de soñar incluso si su padre y Lalit se hubieran ido.

Porque los medicamentos solo estabilizaban el desequilibrio en su cerebro, y


lo que estaba mal con ella no era solo orgánico. Ella estaba bastante segura
de que era un fuerte componente de lo mismo que provenía de la PsyNet.

Y la neurosensibilidad de la Red estaba ahora bastante fragmentada y loca.

− Cuéntenos sobre el plan de la Coalición gobernante que mencionó. − La


voz de Ager rompió el silencio, rompiendo el hielo que se arrastraba sobre
su paisaje interior mientras trataba de reiniciar las defensas que la
mantenían robótica y no involucrada con el mundo.

− Se llama Proyecto Sentinel. − Los mechones negros del cabello de Canto


brillaban en el sol ahora se reflejaban en el refugio, atrayendo su atención a
pesar de todos sus intentos de mantener distanciamiento visual. − La
Coalición Gobernante quiere romper una sección de prueba de la PsyNet. Es
un experimento para ver si la sección más pequeña será más estable y
menos propensa a fracturas.

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Payal pensó en otro trato que acababa de hacer. − ¿Captaron la idea de los
Olvidados? Cuando Arran y Suriana se quedaron en blanco, ella dijo: − No
todos nuestros antepasados estuvieron de acuerdo con el Silencio. Los que
no salieron de la PsyNet, y como sus descendientes aún están vivos, deben
tener su propia red. − Los cerebros psíquicos necesitaban el biofeedback
generado por una red psíquica. Si cortabas eso, esos cerebros morirían, un
hecho biológico establecido.

− Nunca he oído hablar de ellos, − dijo Suriana en voz baja.

Ager tosió. − Al Consejo le gustaba fingir que no existían. Pero de vuelta


a cuando yo era joven, algunos de los veteranos solían mantener contacto
esporádico con familiares olvidados. No estaba permitido, pero las personas
son personas.

Los ojos de constelación de Canto se encontraron con los de ella, y esos


sueños, amenazaron con despertar de nuevo. − ¿Cómo los conoces?

− He hecho varios tratos con Devraj Santos. − El líder de los Olvidados y un


hombre cuyos ojos marrones con motas de oro y bronce parecían estar
sufriendo una transformación que la hizo preguntarse si suficientes genes
Psy se habían unido en él para crear un cardenal. − Rao también tiene
excelentes antecedentes.

Había resultado que ella y Santos eran, muy primos, distantes, vinculados
por un antepasado que había dejado la PsyNet con los desertores. − Los
olvidados tampoco ocultan su herencia como lo hicieron alguna vez, −
agregó. – He escuchado que el Consejo solía cazarlos. − Probablemente
porque cualquiera con el poder psíquico fuera de la Red era una amenaza.

− Ahora el Consejo ha desaparecido y tenemos mayores problemas. – Canto


se inclinó hacia adelante, sus antebrazos apoyados en sus muslos y su
mirada directa. – Yo creo que tienes razón en que la Coalición Gobernante
miró a los Olvidados, pero no habrá sido el único factor.

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Hizo una pausa para tomar un trago antes de continuar. – Según Sentinel,
Kaleb Krychek movería su mente a la sección experimental inicial e iría con
la pieza rota, la isla, por así decirlo. Todos sabemos que es poderoso, lo
suficiente para mantener la pieza unida si está a punto de entrar en un
fracaso cataclismo, pero no es un ancla. Solo puede contener un colapso, no
crear una base.

− ¿Están echando un ancla con la isla? – Con los brazos cruzados, Arran
estaba inclinado contra un lado del extremo abierto del refugio.

− Ese es el plan, pero hay un problema que parece haber pasado


desapercibido por todo el mundo, probablemente porque las Anclas siguen
con el trabajo.

Mostró a los demás la representación gráfica de la Designación A en el


Sustrato que ya le había mostrado a Payal: la falta de superposiciones entre
las zonas de anclaje, la pura delgadez de la cobertura. Mientras Suriana,
Arran, Ager, y Bjorn hacían sus preguntas, Payal se sentó y se distrajo de
obsesionarse con Canto procesando lo que pensaba de los demás.

Cada uno tenía un elemento que podía ser peligroso si se usaba contra el
grupo, pero era ineludible que la persona más peligrosa del grupo era
Canto, quien mantenía toda su atención incluso ahora. Él tenía esa cualidad
desconocida que convertía a las personas en seguidores. Era algo raro, pero
ella lo había visto tanto en Devraj Santos como en Ivy Jane Zen, la empática
de alto gradiente que era la presidente del Colectivo Empático.

También lo había visto en un gurú humano local que usó su carisma para
robar dinero de sus seguidores.

La diferencia entre un usuario y un líder era lo que hacían con la adulación.

Los Mercants nunca habían tenido la reputación de ser desinteresados.

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Sí, Silver Mercant era director de la EmNet, la red humanitaria más grande
del mundo, pero Silver Mercant también estaba emparejada con un oso
cambiante. No podía tomarse como un ejemplo del protocolo Mercant.

Le había dado comida. La había recordado.

Sus dedos se curvaron en sus palmas, sus uñas se clavaron en su carne.

− Ese centro aislado se colapsará y arderá en semanas, si no en días. – Con


las manos empujadas en sus bolsillos, Arran miró a todos y a nadie. −
¿Cómo es posible que no sepan que cambiamos de zona? Se ha vuelto cada
vez más difícil, pero nosotros todavía podemos hacerlo.

Payal también se había dado cuenta de lo último. Si bien las zonas ya no se


superponían en la gran mayoría del mundo, una A podía extenderse
mientras que otra se contraía durante unos días, y viceversa. Quitando la
presión por turnos, para darles a todos ellos una oportunidad para
descansar y recargar energías.

El ceño de Canto era lo suficientemente oscuro como para que Arran


concentrara toda su atención en él, dándose cuenta tardíamente de lo que ya
sabía Payal: que Canto Mercant era el depredador supremo en este
espacio. − No lo saben porque no hay As en la Coalición Gobernante, y
nadie en la Coalición tiene la edad suficiente para recordar cómo
funcionaban las As antes del Silencio.

− Probablemente ni siquiera lo sabían en ese entonces, − gruñó Ager,


agitando una mano. − No sé si algún liderazgo político ha entendido alguna
vez la mecánica de la red A, probablemente porque nuestros predecesores
eran menos que generosos con la información. Un poco de misterio
destinado a protegernos. Nadie puede encadenarnos si no sabe cómo
trabajamos.

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− Puedo ver el sentido en eso, − murmuró Bjorn. − Todos vimos lo que los
Psy puros hicieron con el conocimiento limitado que estaba disponible.

− Sea como sea, − dijo Payal, consciente de que su voz sonaba plana y dura,
− permanecer enigmático ya no es viable ni prudente. Canto tiene razón:
nosotros necesitamos una voz en la Coalición Gobernante.

− ¿Lo qué te convierte en la mejor opción? − La "sonrisa" de Arran no se


parecía en nada a la de Lalit, pero tampoco era nada parecido a la calidez.
No, era cosa de navajas.

− Puedes ofrecerte como voluntario, pero tus problemas de ira harían que
renunciaras en la primera reunión. Como Kaleb Krychek es más fuerte y
letal que tú, entonces estarías muerto y tendríamos un ancla menos.

Suriana contuvo el aliento, Bjorn hizo una mueca, Ager se rio a carcajadas.

Arran la miró fijamente antes de inclinar la cabeza. − Punto.

− Canto es el único otro candidato viable, − agregó. − No se trata sólo de


poder bruto, sino del poder asociado. − Porque no importaba si los Psy se
creían más avanzados que los cambiantes, no lo eran; el poder importaba, el
sentido de autoridad importaba. − Tengo el grupo Rao; él tiene su familia.

Los ojos de Canto parecieron arder cuando la miró. − No soy mucho mejor
que Arran cuando se trata de paciencia, − dijo, y ella supo que estaba
repitiendo el punto en beneficio de los demás. − Seré mucho mejor como tu
respaldo.

− Siempre que recuerdes que eres un respaldo, − dijo, impulsada por su


debilidad en lo que a él respectaba. − No intentes manipularme. − Todos los
demás se quedaron en silencio, mientras la oscuridad eclipsaba las estrellas
en sus ojos. Ella sabía que él entendía lo que estaba diciendo, entendía lo

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que le estaba pidiendo. Su pasado no podría colorear esta interacción, no si
lo iban a hacer bien.

− SI hubiera querido manipular una muñeca, − Canto casi gruñó, furioso


con ella por dar un paso hacia la confianza, luego dos pasos hacia atrás, −
Hubiera elegido a cualquiera que no fueras tú. Elegí un gladiador por una
razón. Las Anclas necesitan un líder que resista y luche contra los mayores
depredadores de la red. – Puede que la coalición gobernante no pensara de
sí mismos de esa manera, pero todos, y cada uno de ellos, eran, enormes
poderes.

Se rumoreaba que Kaleb era un cardenal dual con dedos en todos los
pasteles de la red. Payal y Canto podrían tener dos designaciones
cardinales, pero no eran cardenales duales. El término era de arte y no
incluía anclas porque un cardenal A solo podía acceder y usar sus poderes
de ancla dentro el sustrato.

Fuera de eso, dependían de sus habilidades secundarias. Lo mismo se


aplicaba a la inversa: sus poderes secundarios eran efectivamente inútiles
para ellos cuando actuaban como anclas. Las dos habilidades tan diferentes
simplemente no interactuaban. También estaba el hecho de que
muchos, muchos A estaban tan mentalmente abrumados por sus deberes de
ancla que apenas utilizaban sus habilidades secundarias.

Durante su investigación sobre la designación, Canto se había encontrado


con una cruel broma hecha a expensas de la Designación A: ¿Cómo se llama a
un grupo de anclas? Una pérdida de cardenales. Si tuviera que adivinar, diría
que era una A detrás de la broma, una persona que entendió el precio que
pagaron por ser la base de hierro de la Red.

Kaleb, sin embargo, si los rumores eran ciertos, no tenía restricciones en sus
habilidades. Podía acceder tanto telequinética como telepáticamente a sus

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poderes de nivel cardinal al mismo tiempo, y en cualquier momento que
quisiera. El hombre podía nivelar ciudades y borrar las mentes con la
facilidad de una ola rompiendo en la orilla y limpiando la arena limpia.

Aden Kai era un enorme poder psíquico por derecho propio, pero también
tenía el poder de todo el Escuadrón Flecha detrás de él. El escuadrón de
especialistas en operaciones encubiertas estaba compuesto por soldados
letales e implacables.

Ivy Jane Zen era la más suave del grupo, pero trajo consigo el Colectivo
Empático, que fueron respaldados por el Escuadrón Flecha.

Nikita Duncan era un exconcejal con conocimiento de más secretos que casi
cualquier otra persona en la red; ella también era una potencia financiera
masiva.

Anthony Kyriakus no había sido Consejero durante mucho tiempo antes del
Colapso del Consejo, pero su poder provenía de otra fuente: él encabezaba
el clan de videntes más fuerte del mundo. El Clan Psy NightStar, sabía más
sobre el futuro de lo que era sabio o cuerdo.

Las anclas de Canto necesitaban una persona de igual peso y acero para
pararse contra ese muro de poder. Ser un luchador que no se inmutaría, ni
retrocedería, que no se detendría hasta que la escucharan.

Payal le dedicó una mirada de medición que no delataba nada de lo que


eran el uno para el otro antes de mirar al grupo. − Todos ustedes sienten
emoción.

− Tú también, − respondió Suriana en un susurro, esta Anclaa que había


estado aterrorizada del acercamiento de Canto pero que aun así se había
unido. − Eres un ancla. No puedes ser inmune a todo lo que ha pasado,
todas las emociones que están bombeando los Es en la red. Fue poderoso

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incluso cuando estaban en un sueño forzado. Ahora que están despiertos,
no hay forma de evitar sus colores en el río que es la red.

Suriana había hablado en un estallido rápido, como si hubiera tenido que


prepararse mentalmente para decir las palabras. Ella se derrumbó como
consecuencia, sus hombros encorvados hacia dentro.

Alguien la lastimó. Payal fría y nítida en su mente.

Sus células resecas bebieron el toque psíquico. Si. No me he dado cuenta


de quien todavía, pero lo haré.

Payal le dedicó el más mínimo movimiento de cabeza. Porque ella se había


comprometido, y cuando Payal se comprometía, lo daba todo. Suriana era
ahora uno de los suyos.

− Siempre sentí algo. − La voz de Ager era un poco ronca pero no cansada,
como si esta reunión les hubiera dado una nueva oportunidad de vida. − No
sé si fue porque me criaron alrededor de personas que estaban vivas antes
del Silencio, pero he sentido zarcillos de emoción en la PsyNet toda mi vida.

− Yo soy igual, − admitió Bjorn. − No fue difícil deshacerse de los grilletes


del Silencio. Nunca encajaron bien, aunque soy de la generación que tenía la
disonancia incrustada en nuestras mentes, para ustedes, jóvenes,
la disonancia es un ciclo de dolor diseñado para castigar a los psi por sentir
emociones.

Hizo una mueca, como si esa programación lo golpeara por atreverse a


hablar de ello. − Pero ha ido perdiendo fuerza durante mucho tiempo bajo el
peso de lo que hago como un ancla. No creo que los Consejos se molestaran
en programar la disonancia en As después de nosotros. Nuestros escudos
son inexpugnables, incluso si lloramos y reímos, nada se filtraría en la red.

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Arran se había quedado inmóvil mientras Bjorn hablaba, con una palidez en
la línea de la mandíbula. Canto estaba seguro de que Arran había sido muy
programado. No había sido sacado del entrenamiento marcial hasta los once
años, cuando alguien finalmente se dio cuenta de que era un A.

¿Que un ancla inicializada hubiera sido castigada por la emoción cuando las
gotas de emoción se han filtrado y corrido a través de los caminos de la Red,
incluso durante el silencio? Tuvieron suerte de que Arran y Bjorn estuvieran
cuerdos.

Hizo una prioridad el averiguar cómo deshabilitar esa programación


porque estas personas también eran suyas ahora. Payal y él, tenían esto en
común: eran posesivos con los que afirmaban.

Quería echar la cabeza hacia atrás y gritar su furia al cielo.

Porque la primera persona que había reclamado era ella. Y ella era la
persona indicada que nunca podría tener. No si iba a cumplir su
promesa. No si él iba a ser el caballero del que podía depender para
defenderla contra todas las amenazas, incluida las que tenía en su mente.

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18
Cor meum familia est.
Mi corazón es mi familia.
—Lema de la familia Mercant

AUNQUE PAYAL NO había mirado a Canto, no necesitaba su respuesta


cuando llegó a la emoción, sabía que los otros lo hacían. − No vi el sentido
de pretender estar en el silencio cuando obviamente no lo estaba.

Ager lo miró con curiosidad. − Nadie ha cuestionado jamás el silencio de


Ena Mercant.

Canto podría haber bloqueado la referencia a su familia, pero si quería


compromiso, tenía que comprometerse a su vez.

− No puedes esperar recibir si no das, − había dicho Arwen una vez. − A


nadie le gusta sentirse expuesto.

Viniendo de un E que llevaba su corazón en la manga en lo que respecta a la


familia, había tenido un impacto.

− Mi abuela es muchas cosas. − El respeto de Canto por Ena era uno de los
cimientos de su vida. − En primer lugar, ella es una guerrera para nuestra
familia. Ningún Mercant será traicionado jamás ante los extraños, ni
siquiera los que no encajan en el molde de la supuesta perfección.

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Hizo contacto visual con todos menos con Payal, porque mierda, necesitaba
tiempo para manejar eso. − Eso es lo que soy y de dónde vengo y lo que
quiero para nosotros como grupo.

− Grandes metas, − murmuró Arran.

Suriana se agitó. − Sera bueno tener un grupo en el que pueda confiar sin
dudar.

− Después de tanto tiempo, estoy contento solo, − dijo Bjorn, intercambiando


un silencioso asentimiento. con Ager, − pero una unión de mentes en
sincronía... Sí, veo cómo podría hacer las cosas mejor para el futuro de todos
los As.

− ¿Vas a fingir que estás en el silencio? − Arran desafió a Payal.

− Entiendo y siento emoción. − Fría como el hielo. − Pero me he entrenado


para mantenerlo a distancia. Funciono mucho mejor de esa manera.

Canto quería discutir con ella sobre su postura, quería preguntarle si alguna
vez consideró algo más que un cierre total de sus emociones, no
por arrogancia o por su propia necesidad, sino porque su infancia le había
mostrado que el entorno en el que una persona crecía podría alterar todo
sobre cómo pensaban, y en lo que creían. No sería este Canto si hubiera
llegado a la edad adulta en el hogar de su padre.

Que el cableado mental de Payal era distintivo, no lo dudaba. Pero ella


también tuvo que aprender a aislar sus emociones para poder sobrevivir a
su infancia. Hubo sugerencias, ocultas, subterráneas, de que Pranath Rao
había matado o arreglado la muerte de su primogénito. Agregue a su
hermano sobreviviente psicópata, y ese no era un hogar en el que una
pequeña y sensible niña podía aguantar sin endurecerse.

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− Fascinante. − Ager flexionó y luego cerró la mano alrededor de la cabeza
de su bastón. − ¿Te das cuenta de que eres lo que los arquitectos del Silencio
realmente imaginaron? El nacer con emoción, pero, sin embargo, poder
evitar que esa emoción le abrume.

− No, − dijo Payal con su franqueza habitual. − Si regresa y lee sobre los
objetivos originales del Silencio, se adapta mejor al perfil de una
personalidad psicópata.

Un ladrido de risa de Arran hizo sobresaltar a Suriana y que Bjorn se


enderesara. Pero la otra ancla no estaba mirando a ninguno de los dos. Él
estaba sonriendo a Payal. − Definitivamente quiero que ella nos represente,
− le dijo a Canto, su cuerpo estaba más relajado de lo que Canto lo había
visto nunca. − ¿Puedes imaginarla usando esa voz de no tomar mierda
contra Krychek?

− No se trata de 'en contra', − dijo Payal antes de que Canto pudiera


responder. − Los miembros de la Coalición Gobernante no son nuestros
enemigos. Son aliados.

− De acuerdo, − dijo Canto. − Su único error fue no traer anclas a la mesa,


pero esa fue una decisión que se puso en juego hace generaciones, antes de
que naciera cualquiera de nosotros, y la Designación A jugó un papel
importante en nuestra invisibilidad. − Canto no estaba dispuesto a permitir
que su designación patinara en los errores del pasado.

− Entonces, − dijo, − ¿tenemos un consenso? ¿Que ahora somos un equipo


que representa a las Anclas, con Payal como nuestra voz pública? − Su
general forjado en una quemadura de hielo y supervivencia.

Una ronda de asentimientos y un pequeño saludo de Arran.

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Mientras tanto, Payal no mostró ninguna reacción externa al resultado. Ella
simplemente descruzó las piernas y dijo: − Entonces es hora de hacer
nuestro primer movimiento.

El título oficial de SOPHIA Russo era la de asesora especial de Nikita


Duncan, miembro de la Coalición gobernante. Sin embargo, sus deberes y
responsabilidades habían crecido significativamente desde que asumió el
cargo. Ella le había dicho a Nikita que nunca le mentiría, y que tampoco le
tenía miedo.

Ambos hechos eran ciertos.

No mucho asustaba a un ex juez-psi que había entrado en la mente de


asesinos seriales.

Sophia se había opuesto abiertamente a la postura de su jefe en varios


asuntos; que ella todavía estuviera aquí hablaba de la fuerza de su relación.
Sofía pensaba que nunca le agradaría a Nikita, no cuando sabía tanto de lo
que la otra mujer había hecho, pero la respetaba.

Nikita tenía las manos manchadas de sangre, pero también tenía una hija
cardenal y empática que había criado hasta la edad adulta. La misma hija
cardenal que creó la primera grieta importante en el Silencio cuando desertó
de la PsyNet. Además, a diferencia de otros notables, Nikita había sentido
los vientos del cambio y estaba moviéndose con ellos en lugar de intentar
mantener a los psi encerrados en un pasado frío y silencioso.

Entonces, cuando la otra mujer le pidió que revisara el Proyecto Sentinel y le


diera su opinión, Sophia se encargó de la tarea. Un dolor de cabeza
palpitaba en la parte posterior de su cabeza cuando terminó, pero eso no era

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nada nuevo. Llevaba semanas sintiendo pequeños dolores de cabeza, y
sabía que tenía que ver con los problemas en la PsyNet.

La mayoría de los psi estaban anclados en la PsyNet mediante un único


enlace de biorretroalimentación. Sophia, sin embargo, estaba entretejida tan
profundamente en su tejido que podía ser que nunca se librará. Ella no
sintió tal deseo, no cuando sabía cómo era de importante su mente para la
Red. Era un peso minúsculo en el gran plan de las cosas, un ancla diminuta
en el mejor de los casos, pero era un ancla. Tampoco importaba que ella no
hubiera nacido como un ancla, su apego a la Red era el resultado de un
trauma infantil; que su punto de anclaje existía ahora era un hecho.

− Ese es el problema con este plan, − le dijo a Nikita mientras las dos
caminaban por un largo puente que conectaba dos partes de la sede Duncan
en San Francisco. El agua clara fluía debajo del puente desde la gran fuente
de agua a la derecha, una pared plana de granito veteado por la que corría
agua. Los minerales de la roca brillaban a la luz del sol de la mañana en esta
parte del mundo.

− Explica, − dijo Nikita.

Sophia se detuvo en el centro del puente. − Tiene que ver con el ancla que se
apegará a la isla.

− El individuo aún no ha sido elegido. − La cuña del cabello negro de Nikita


estaba recién cortado, los bordes rizados y perfectos. Su traje de falda era de
un gris oscuro, la camisa que llevaba debajo de un blanco inmaculado.

Sophia había optado por un traje pantalón verde oscuro hoy, combinado
con una blusa blanca que presentaba una cinta tejida a través del escote
alto. No era nítidamente Psy, pero era muy Sophia, como se había dado
cuenta en el tiempo transcurrido desde su emancipación del silencio.

− Pero, − continuó Nikita, − será un cardenal fuerte y estable.

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Sophia frunció el ceño y negó con la cabeza. − Necesitas la entrada de un
Ancla central antes de que las cosas lleguen a ese punto. − Como una
extraña A menor, Sophia no podía ver la forma del problema, aunque
flotaba en el borde de su conciencia. − Tengo la fuerte sensación de que un
solo ancla no podrá sostener la isla.

Nikita miró su reloj. − Tengo que ir a la reunión de compra. Hablaremos de


esto más tarde, pero puedo decirles por mi tiempo en el Consejo que
los anclajes son generalmente inestables. Puede resultar difícil encontrar
una lo suficiente fuerte para participar en tales charlas.

Sophia se abstuvo de poner los ojos en blanco; ella había aprendido la


acción de uno de los adolescentes leopardo de DarkRiver, y uno más apto
que no podía realizar en este momento. − Piensa en lo que acabas de decir,
Nikita. − Ella sostuvo el marrón de la mirada de su jefe. − Santano Enrique
era concejal.

Nikita hizo una pausa en el acto de darse la vuelta, se quedó quieta, luego
asintió con la cabeza. − Agregaré esto a la agenda de la Coalición
Gobernante, pero si estás en lo cierto, cualquier número de As ya debería
habernos contactado para advertir sobre la forma de actuar de Sentinel.

− Eso se supone si están en el circuito de información. − Nikita tendía a


olvidar que no todos tenían ese acceso; ella había estado en el poder durante
décadas, no estaba acostumbrado a estar en la oscuridad sobre cualquier
asunto importante.

Los dos comenzaron a caminar juntos de nuevo.

El cabello de Nikita era de cristal negro bajo el sol cuando dijo: − El hecho es
que estamos en una crisis de tiempo. − Frente a ellas, las puertas del edificio
se deslizaron abiertas. − No hay señales de una desaceleración en el
problema de Escarabajo: el daño hecho es a largo plazo y destructivo.

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Sophia no siguió a Nikita al interior. Con el ceño fruncido ante sus
pensamientos, hizo el camino de regreso a través del puente lentamente.
Conocía a mucha gente, pero como ex J-Psy, su red principal estaba en la
Justicia. Ella no tenía contactos en la Designación A. Incluso si lo hiciera,
¿qué les preguntaría? Su sentimiento de malestar era eso exactamente,
un sentimiento.

Sin hechos, sin justificación detrás de esto.

Deteniéndose cerca del centro del puente una vez más, miró hacia el agua
corriendo mientras su dolor de cabeza palpitaba, lento y constante. Cuando
ella miraba en la PsyNet, en la pequeña sección que ancló, vio que
permanecía tranquila, estable, y, sin embargo, los nudos en su estómago se
enroscaban en rocas dolorosas.

La NetMind y la DarkMind una vez habían estado completas cuando


estaban entretejidas a su sección de la red: se había convertido en un foco no
categorizable, uno que ayudó a las nuevas ciencias gemelas a encontrar
cohesión. Quizás porque ella también, se había fragmentado una vez. En
tantas piezas que su personalidad y mente eran una mezcla de cicatrices.

− Hermosos signos de tu voluntad de sobrevivir, querida Sophie. – La


sonrisa con hoyuelos Max mientras le pasaba un dedo por la barbilla,
después de que ella había hablado en voz alta sobre su yo sistemático. − Le
pateaste el trasero escuálido a cualquiera lo suficientemente estúpido como
para descartarte, y soy una mierda engreída al respecto.

Hoy, con la esperanza de que su mente pudiera ayudar a las


neuroconciencias gemelas de la Red a aferrarse a la coherencia, ella
"escuchó" su presencia y escuchó sólo el viento. Como si hubieran ido más
allá de la locura y hubieran llegado a una muerte final. Pero no…
Allí. Un roce contra su mente, luego otro.

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Inhalando un sollozo, apretó una mano en la barandilla del puente. Ella
no podía hablar con la NetMind o la DarkMind, pero nunca lo había
necesitado; el suyo era un vínculo de emoción. Ahora ella se tambaleó bajo
una ola melancólica de tristeza y desamor.

Su tristeza. Su desamor.

La PsyNet estaba muriendo. Y estaban muriendo con eso.

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19
La erupción volcánica se produjo sin previo aviso y provocó la muerte de toda una ciudad. En
ese número se incluían veinte miembros de la Designación A. Se dice que la pérdida cambió para
siempre el rostro de la designación.
—De Desastres del mundo antiguo de Antonio Flavia (1957)

OCHO HORAS DESPUÉS de la reunión, Payal yacía despierta en la cama,


mirando al techo. En su puño había una pequeña piedra blanca que había
robado del oasis cuando Canto no estaba mirando. Una piedra que había
tocado, sostenido. Su hurto había sido un acto emocional impulsivo que no
tenía nada de razón, otro signo de los efectos nocivos de su respuesta a él.

Apretó la piedra con fuerza... y se teletransportó de regreso al desierto,


descalza y vistiendo sólo una camiseta de dormir y pantalones de
pijama. La luz de luna besaba el oasis, por lo que estaba en el mismo
hemisferio, y por la posición de la luna, no muy lejos de Delhi. Caminando
por el pasaje, la arena arenisca bajo sus suelas, revisó las áreas que había
alterado mientras él observaba con interés. Ninguna de ellas había sido
cambiada.

Sentada en un pavimento ligeramente desalineado para no tener que


mirarlo, Payal se empapó de la paz y tranquilidad. Ningún viento agitó los
árboles o hizo que las arenas susurraran más cerca. Ninguna otra voz
dividió el aire. Si ella había activado una alarma silenciosa, nadie vino a
echarla.

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Last Guard
Frente a ella había un área pequeña que había arreglado para que fuera
armoniosa para en su mente.

− Es compulsivo, tu necesidad de perfección matemática. – La voz de su


padre cuando la descubrió arreglando sus pertenencias de la infancia
exactamente así en sus estantes. − Colorear entre líneas nunca te llevará a
ninguna parte. A nuestra raza le gustan las reglas, pero las personas que
obtienen el poder son las que entienden que las reglas deben ser dobladas y
quebrantadas.

Pranath Rao nunca pareció entender que, aunque su hija prefería colorear
dentro de las líneas, vio todas las opciones, la decisión, haciendo del sistema
en su mente una matriz multicapa y multidimensional. Su preferencia por el
orden sobre el caos no estaba muy ponderada en esa matriz.

Se levantó y fue a la siguiente pequeña zona de jardín. Había sido plantado


con cuidado, pero se mantuvo fuera de alineación. Sabía que a Canto no le
importarían las pequeñas alteraciones que quería hacer para devolverle la
armonía. Este lugar era suyo, pero... se sentía un poco suyo también. Fue
algo terrible, esta respuesta emocional, otro golpe en las paredes que
protegían su cordura, pero no podía teletransportarse a casa.

Ella comenzó a trabajar.

Sentándose con un suspiro de satisfacción algún tiempo después, se miró


las manos cubiertas de arena y tierra, luego hacia el cielo nocturno. Las
galaxias de los ojos de Canto Mercant deslumbraron su visión interior. La
parte de ella que había aprendido a sobrevivir en Vara, le dijo entre dientes
que recordara que él era un Mercant.

No confíes en él, susurró.

Fue silenciado por el eco furioso de la chica de ojos salvajes que había sido
una vez. ¡Él sangraría por ti! gritó por encima del susurro de advertencia. La

Bookeater
Last Guard
intensidad de la lealtad de Canto era una especie de zumbido subvocal que
perturbaba los diminutos pelos de sus brazos y provocó que sus oídos se
sintonizaran con el timbre profundo de su voz.

− Te lo estás imaginando, − se dijo a sí misma. − Nunca has sido buena


leyendo señales emocionales.

La chica dentro de ella permaneció terca, rebelde. Esa chica no tenía dudas.

Canto Mercant no traicionaría a Payal Rao.

El conocimiento siguió causando rupturas en la pared de su mente, siguió


haciéndola querer retirarse de su propia petición a él. Ella había hecho ese
pedido en un pánico ciego, aturdida por la rapidez con que sus paredes se
estaban derrumbando. Ahora, sentada en el aire frío de la noche, abrazando
las rodillas contra el pecho, tenía miedo, tanto miedo de haber renunciado a
la única cosa en su vida que la había hecho sentir... bien. Sólo bien.

La chica loca dentro de ella rompió sus puños contra las barras de hierro de
la jaula que Payal había construido para mantenerla contenida, queriendo
salir, queriendo libertad. Queriendo Canto. Inclinando su cabeza hacia sus
rodillas, con los ojos calientes y con la garganta gruesa, Payal se balanceaba
hacia adelante y hacia atrás.

Un golpe telepático la hizo estremecerse. Ella reconoció la firma mental


como la de Arran Gabriel. Antes de terminar su primer encuentro, los seis,
en lo que habían decidido nombrar Asociación de Representantes Ancla o
ARA para abreviar, habían intercambiado una conversación telepática con
el fin de hacer tal contacto más fluido.

Arran, dijo, con la guardia levantada. ¿Cómo puedo ayudarte?

He estado pensando, dijo con una voz mental mucho más fría que el enojado

Bookeater
Last Guard
calor de su presencia física, y todavía no puedo entender si Canto es real. Así que
calculé que le preguntaría a la persona más racional de la sala. ¿Te imaginas que
esto es una estafa?

Payal se preguntó si debería revelar su conflicto de intereses. No, el pasado


era entre ella y Canto, una cosa privada. Ella podría responder la pregunta
de Arran usando pura razón robótica, su propio y aterrador sentido de
confianza no formaba parte de la ecuación.

Los Mercants siempre planifican múltiples movimientos hacia adelante en múltiples


dimensiones, ella dijo, pero en este momento, Canto está planeando para la
Designación A. La base de la PsyNet está en problemas. No hay forma de fingir
eso. Los anclajes deben formar parte de la solución: Canto y los Mercants no ganan
nada con esta táctica en la que todos ganamos.

Eh, dijo Arran. Supongo que sí.

Terminó la comunicación tan abruptamente como la había comenzado.

Pero la interacción había sido suficiente para sacarla de sus pensamientos


constantes. Después de echar un último vistazo al oasis, regresó a casa para
dormir y prepararse para lo que vendría, la pequeña piedra blanca agarrada
a salvo en su mano.

Durmió con la pesadez del agotamiento y se despertó con la sensación de


una onda de presión masiva en la parte posterior de su cerebro. La
gravedad de esto era familiar, la conclusión inexorable: la PsyNet en su
región se estaba doblando bajo el bombardeo de múltiples fuentes.

Dejando a Krychek y otras mentes poderosas lidiaran con el asalto al nivel


principal de la PsyNet, se sumergió en el Substrato. La cuadrícula con lo
que ella entendió de este espacio no estaba rota. Estaba deformada.

Severamente.

Bookeater
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Inminente falla de la red.

Ella cambió al modo de ancla, toda su atención se centró en esa sección


deformada que ya no era de un azul brillante y saludable, sino de un verde
fangoso.

Como si la deformación hubiera cortado el flujo de sangre a las arterias


críticas.

Entretejido a través de todo ello estaban las extrañas y gruesas fibras de


color marrón opaco que habían comenzado a crecer un par de décadas
antes. Por lo que sabía Payal, ninguno de los A había podido deshacerse de
las fibras, y el material estaba obstruyendo el flujo del sustrato.

Pero eso era un problema para otro día.

El resto de su zona estaría bien con nada más que un ancla fantasma por un
período corto. Pero no importaba cuánta energía ella inyectara en la matriz,
ella no pudo corregir la deformación. Tardíamente se dio cuenta de que no
había sido causada solo por el ataque más reciente: se trataba de una
mutación en el sustrato, parte de la podredumbre en la red.

Cuando se levantó del sustrato, fue para ver una mente enorme trabajando
en la brecha, una mente que no era la obsidiana de Kaleb, sino más oscura,
más envuelta en sombras. Aden Kai, líder del Escuadrón Flecha. Solo
reconocible porque no estaba en modo sigiloso.

Ella podía ver lo que estaba tratando de hacer, sabía que no funcionaría, no,
dada la extensión del daño en el sustrato.

A Payal no le gustaba tocar mentes desconocidas, pero esta era una


extenuante circunstancia; ella hizo el esfuerzo de enviar un mensaje al
hombre que trabajaba con tal concentración despiadada frente a ella: Tú

Bookeater
Last Guard
también necesitas a Krychek. El sustrato está muy dañado y necesito una mayor
ventana de tiempo para arreglarlo.

En verdad, no estaba segura de tener la energía psíquica en bruto para hacer


tal reparación masiva por su cuenta, pero no podía tirar de sus sub
anclajes. Con ella centrada en la reparación, sus sub anclajes estarían
soportando la mayor parte de la carga de la zona.

La voz mental que respondió a la suya era hielo negro. ¿Quién eres tú y cómo
me telepataste a través de escudos opacos?

Soy el ancla central de esta región y envié el mensaje a través de su enlace de


biorretroalimentación. Era una forma torpe de hablar incluso para las anclas,
así que este segundo mensaje lo envió a través del camino telepático que él
había abierto. Yo tengo que arreglar el sustrato o su reparación
colapsará. Consigue a Krychek.

Regresó a los cimientos de la Red sin esperar respuesta.

Mientras lo hacía, pensó en Canto... y lo estaba alcanzando antes de que ella


hubiera procesado la necesidad que era un hematoma dentro de ella. Una
vez más, estaba demasiado lejos para que ella lo tocase. Pero se le ocurrió
otra mente familiar.

Ella podría haberse detenido entonces, regresar a la racionalidad, pero


habló con esa mente familiar: Suriana, ¿puedes enviarle un mensaje a Canto
?
La voz telepática de Suriana era dulce y clara. Lo intenté, pero yo también
estoy demasiado lejos. Puedo enviarle un mensaje al número que nos dio.

Hazlo. Dile a Canto que lo necesito.

Una mente cristalina rozó la de Payal unos segundos después. Estoy aquí.
Atención absoluta. ¿Se trata del ataque a la red en tu zona? puedo ver la

Bookeater
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turbulencia en el sustrato.

Consciente de que la estaba escuchando ahora, su "oído" telepático era


mucho más fuerte que su voz, dijo, no puedo hacerlo sola. No tengo suficiente
energía. Era una verdad matemática, sin embargo, siguió trabajando. Las
anclas no se rendían. Se evacuaban anclas de la Red si era necesario, pero
hasta entonces, luchaban.

Puedo darte diez minutos, dijo. Mi punto de anclaje se mantendrá durante ese
tiempo incluso sin mí.

Nunca pidió ayuda para nada, pero este era Canto. Su 7J.

Ven.

ADEN era una flecha, al tanto de secretos oscuros y peligrosos, pero no


tenía experiencia con una comunicación como la que acababa de producirse.
El contacto inicial no había sido telepático, había venido de su interior.
Aparentemente a través de su enlace de biorretroalimentación. Que era una
imposibilidad, a menos que estuviera perdiendo la cabeza. Como sabía que
estaba cuerdo, decidió hacer lo que había ordenado la voz inquietante y
cortante, y se puso en contacto con Kaleb.

El cardenal dual llegó en poco tiempo y empezaron a trabajar con un ritmo


que habían perfeccionado hacía mucho tiempo. Se sentía como pegar los
agujeros en un balde goteando que era tan delgado como una cáscara de
huevo quebradizo que seguía agrietándose y rompiéndose.

Fui contactado por el ancla central de esta región a través de mi enlace de


biorretroalimentación.

Bookeater
Last Guard
Los anclajes no hablan con nadie. No directamente.

Éste me ordenó que te buscara porque lo que ella llamó como el sustrato está dañado,
y no podría hacer la reparación por mi cuenta. Ella también declaró que la
reparación fallaría a menos que ella arreglara el sustrato.

¿Ella?

Si. Su voz telepática había caído en un registro que rara vez se encontraba
en los hombres. ¿Quién es el centro de esta región?

No tengo la información a mano. Pero quienquiera que sea, tenía razón. Krychek
indicó un parche que ya se estaba deshaciendo incluso con ellos dos usando
cada gramo de sus habilidades para mantenerlo en su lugar. Como si la red
se estuviera desmoronando tan rápido que sus puntadas no pudieran
sostenerse. Esperemos que ella pueda arreglar este sustrato misterioso.

Bookeater
Last Guard
EL ARQUITECTO
Si bien la mayoría de los pacientes con síndrome del escarabajo muestran signos de confusión y
pérdida de memoria, un pequeño segmento permanece plenamente consciente y, como
resultado, está profundamente dañado. Ellos son conscientes de su declive y no pueden
detenerlo.
El grupo más peligroso, sin embargo, son aquellos con delirios de omnipotencia, este grupo es
limitado, pero el engaño, cuando se afianza, lo consume todo. Semejante a los pacientes que no
quieren ayuda, se niegan a creer que su cerebro se está degradando y consideran a los
profesionales de la salud enemigos envidiosos de su poder.
—Informe a la Coalición Gobernante Psy del Dr. Maia Ndiaye,
PsyMed SF Echo.

EL ARQUITECTO "DESPERTÓ" al darse cuenta de que su memoria era un


ominoso espacio en blanco.

Sin alarmarse, accedió a su grabadora telepática y reprodujo el tiempo.

Nada destacable. Parecía que simplemente había estado sentada en su


escritorio, mirando a la nada. Una señal peligrosa, pero no una que ella no
pudiera encontrar una manera de mitigar. Su mayor preocupación era lo
que habían hecho sus hijos durante su tiempo de "dormir".

Echó un vistazo a las cadenas que unían a sus hijos.

Tres habían roto sus correas y se habían vuelto rebeldes, y por las olas
rodando a través de la PsyNet, habían hecho lo que podría ser un daño
irreparable. Sus hijos podrían ser la próxima evolución de Psy, brillantes y
demasiado grandes para el mundo actual, pero no obstante, no podía
permitir tal rebelión.

Bookeater
Last Guard
Solo fomentaría más en un momento en que eso podría colapsar todos sus
planes para el futuro. Por lamentable que fuera, tenía que hacer lo que tan
rara vez hacia y poner fin a su existencia. Los tres creían que habían
alcanzado la libertad al romper la correa, pero el Arquitecto había sido un
poder durante muchos años. Ella entendía que nunca debía depender de un
solo factor.

Por eso había puesto bombas de relojería en sus mentes.

Se necesitó un solo comando telepático para detonar esas bombas: Duerme,


mi niño. Tu trabajo está hecho.

Tres mentes enormes cayeron bajo el peso de devastadores aneurismas.

La Arquitecta suspiró y pasó las manos por el frente de su inmaculado


vestido negro. Una elección indeseable, pero necesaria. Ella le había dejado
claro a sus hijos que no iban a hacer más daño a la PsyNet. No hasta que las
cosas se estabilizaron hasta el punto de que la amenaza de daños mayores
pudiera utilizarse como moneda de cambio.

Los psi le darían cualquier cosa una vez que entendieran que ella tenía la
base de sus vidas en su mano. Tenía la intención de llegar al punto en que
sus hijos podrían colapsar partes específicas de la Red, ejecutando cientos o
miles por capricho y como recordatorio de su poder.

Una vez que tuviera los psi, tomaría a los humanos y, por último, a los
cambiantes. Eran los más peligrosos, pero no serían capaces de oponerse al
poder combinado que pretendía ejercer.

El mundo le pertenecería, con sus hijos como sus sucesores.

Bookeater
Last Guard
20
Las estrellas se mueven. Partiendo... migrando.
—Faith NightStar, Cardinal Vidente, PsyClan
Paquete de leopardo NightStar / DarkRiver

PAYAL LUCHÓ CON la deformación, tratando de tirar de las líneas de la


cuadrícula hacia atrás.

En forma.

El sistema no volvió a alinearse.

Luego, un par de brazos formados por la luz de las estrellas se unieron a los
de ella, las manos se cerraron sobre sus puños. Cálidos, masculinos, un
toque de aspereza. Canto. No hizo el intento de tomar la iniciativa,
simplemente alimentó su energía en sus acciones. Fue el contacto más
íntimo que había tenido alguna vez con cualquier ser, sin embargo, no sintió
ninguna conmoción, nada más que un sentido de rectitud tan puro que
dolía.

Juntos, alinearon la primera línea.

El verde fangoso se transformó en azul brillante a lo largo de esa línea.

¿Qué tan malo es? Su voz era música en su mente.

Catastrófico. Payal pudo sentir todas las vidas siendo impactadas por la
carnicería, todos y cada uno de ellos un puntito de luz parpadeante en su

Bookeater
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conciencia. Vamos a tener bajas. La gente en el centro mismo de la herida en
la red habría muerto antes de que Payal pudiera responder, sus mentes
aplastadas por una rugiente ola de datos mientras las partes de la red
impactaban una encima de la otra.

Pero podemos salvar a los que quedan si arreglamos esto. Una reparación a
continuación impacto el espacio de arriba y viceversa. Por eso las anclas
habían reflejado silenciosamente cada reparación de nivel superior.

Era solo parte de su trabajo. Nada que mencionar o de que hacer un


escándalo.

Arran me reemplazará cuando tenga que regresar, le dijo Canto. Luego Suriana,
seguida de Bjorn. Ager de último, porque son los más viejos y con menos energía de
sobra. Trabajaré para aumentar la red para futuros incidentes.

Payal luchó contra el impulso visceral de rechazar un contacto psíquico tan


potente con cualquiera menos él. Necesitaba toda la ayuda que pudiera
conseguir. Sostenida en los brazos de luz de estrellas de Canto, trabajó con
un enfoque que quemaba fuego azul.

Ella supo el instante en que él se alejó, la inmensidad de su poder fue


reprimida a su punto de anclaje. Arran llegó pisándole los talones, su poder
enojado de alguna manera que lo hizo turbulento. Pero no trató de hacerse
cargo y eso fue todo lo que importaba. Tampoco hubo sensación de un
abrazo con él; él simplemente se paró con ella y alimento el poder donde lo
necesitaba.

Aliviada por la falta de intimidad, siguió trabajando. Canto la había


ayudado con la parte más difícil, el centro retorcido. Arran la ayudó a
suavizar fuera de la sección circundante. Luego se fue, Suriana se deslizó en
el vacío dejado atrás.

Su energía era tan gentil y suave como su voz.

Bookeater
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Tejiendo su poder con el de Payal, ayudó hasta que la matriz regresó a su
lugar. Maltratada y muy parcheada, con alguna torcedura restante, pero lo
suficiente buena para mantener viva a la gente. Dile a Bjorn y Ager que se
retiren. Ella lanzó el pensamiento dirigido a Canto, seguro de que todavía la
estaba escuchando.

Canto siempre la escucharía ahora. Era una ilógica pero confiada creencia.

Hecho, respondió de inmediato. Hablaremos después de que te hayas recuperado.

Después de lograr agradecer a Suriana por su ayuda, Payal abandonó el


sustrato y fue directamente a su cuerpo físico. Le dolía, como si todos los
músculos de ella se hubieran contraído. Puñaladas de dolor bajaron por su
mandíbula en su primer aliento, sus tendones se tensaron durante
demasiado tiempo mientras apretaba los dientes sin saberlo.

El último pensamiento que tuvo fue que se alegraba de haber convertido su


habitación en un castillo amurallado todas las noches antes de irse a la
cama. Nadie violaría su santuario mientras estaba inconsciente.

Porque su mente estaba frita, su poder estaba a punto de estancarse.

Su punto de anclaje aguantaría, pero apenas.

Cayó el velo.

CANTO se puso a trabajar tan pronto como su punto de anclaje lo llevó de


regreso a su zona. Si no podía ayudar a Payal de una forma, encontraría
otra. Su primer acto había sido contactar con otras diez anclas que tenían la

Bookeater
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fuerza mental y capacidad para ayudar si fuera necesario: Bjorn había
accedido a ver la situación y envíar esas anclas según fuera necesario.

Con esa configuración, Canto pirateó Vara.

Su familia no anunció su capacidad para piratear varias bases de datos y


ubicaciones, prefiriendo mantener ese truco en particular bajo la manga
para circunstancias exigentes. La red de información Mercant se alimentaba
de informantes vivos: la piratería de datos tenía demasiados peligros para
ser útil como parte de operaciones normales.

Impulsado por su obsesión por confirmar sin lugar a dudas que Payal no
era 3K, Canto había intentado entrar en Vara muchas veces a lo largo de los
años. Había fallado. Una y otra vez. Ahora que había sido testigo de cómo
funcionaba la mente de Payal, estaba claro que las hermosas capas de
código que protegían a Vara eran su trabajo.

Si su código se hubiera quedado solo, él habría estado afuera en el frío. Pero


Lalit Rao, siete días antes, había utilizo su acceso de administrador para
crear una puerta en el sistema, probablemente para poder entrar y salir si
alguna vez se le cerraba el acceso legal a Vara.

Desafortunadamente, no era tan bueno como Payal, y Canto había


descubierto la puerta. Nunca la había usado, sino que había tenido la
intención de decirle a Payal sobre la debilidad en su primera reunión para
que pudiera arreglarla, una oferta calculada de confianza.

Entonces ella había dicho "7J" y todo se le había escapado de la cabeza.

El destino debe haber estado cuidando de ambos, porque su olvido


significaba que podía colarse en Vara y vigilar a Payal en un momento en el
que ella no podía protegerse a sí misma.

Allí.

Bookeater
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Estaba adentro.

Corriendo por las imágenes de seguridad en sus pantallas, se centró en la


sección que conocía tenía su apartamento. La información había llegado a
través de un informante mucho antes de que se volvieran a conectar,
cuando simplemente estaba haciendo su debida diligencia en una influyente
familia PsyNet. Ese informante, relativamente nuevo empleado, ya había
perdido su puesto dentro de Vara debido a su trabajo descuidado.

El informante actual de Canto era violentamente leal a Payal, una lealtad


que Canto había vista reflejada una y otra vez en los miembros del personal,
tanto junior como mayor.

Payal no tenía idea de cuánto la amaba su gente por su imparcialidad y


amabilidad.

El cumplimiento por miedo y el cumplimiento por devoción eran dos


cosas diferentes.

Hoy, Canto habló telepáticamente con su contacto dentro de Vara.


Sunita. Yo necesito que vigiles las habitaciones de Payal. Dime si alguien intenta
entrar. Un miembro mayor del personal, Sunita había cantado como un
canario alegre cuando llegó sobre Lalit y Pranath Rao, pero sus labios
siempre habían estado cerrados con fuerza sobre el tema de Payal. Esto es
por su seguridad.

Necesitaba un par de ojos en el suelo en caso de que el sistema sintiera su


intrusión y lo rechazara.

Sí, lo haré, respondió Sunita con su habitual forma formal de hablar.

Hay una interrupción en Vara. La señorita Payal se perdió dos reuniones


importantes. ¿Ella está en problemas?

Bookeater
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Ella está bien, pero necesita descansar. Con el pulso acelerado y las tripas
tensas, miró en el sustrato tres veces en los últimos cinco minutos, confirmó
cada momento que su zona de anclaje se mantuvo estable. 3K tenía que
estar bien para que ese fuera el caso. Solo tenemos que darle el tiempo que
necesita para recuperarse.

Yo vigilaré, prometió Sunita.

Un ping en el sistema de Canto lo alertó de otro ataque en curso.


Frunciendo el ceño, miró los datos y se dio cuenta de que Lalit Rao estaba
intentando entrar en los archivos privados de Payal mientras estaba
incomunicada. El hombre no tendría éxito, no tenía un cerebro ni la mitad
de deslumbrante que el de su hermana.

Canto haría guardia a pesar de todo. Lalit no lastimaría a Payal mientras ella
estaba abajo. Sólo otra ancla podría entender alguna vez lo que había hecho,
la muerte que había cortejado al estar tan cerca del vórtice, pero eso no le
quito nada de su coraje y su ferocidad.

Al enviar un gusano objetivo a través del sistema, lo configuró para


corromper el archivo del otro hombre. Los subsistemas de seguridad pronto
golpearían a Lalit con una alerta de emergencia que debería distraerlo
durante horas.

Canto podría haberle pedido a Genara que lo teletransportara a Vara ya que


ahora tenía las imágenes necesarias, pero en este momento era más útil para
Payal como un peligroso aliado escondido en las sombras.

También era completamente capaz de matar a Lalit Rao desde la distancia.

Era sorprendente la cantidad de corriente que se podía alimentar a través de


un solo punto si apagaba las funciones de seguridad. Todo lo que Canto
necesitaría era que Lalit hiciera contacto con un punto computrónico, como

Bookeater
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el pomo de seguridad de Payal. Eso no sería bonito, pero haría el trabajo.

Nunca más nadie haría daño o cazaría la 3K de Canto.

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21
Sin ti, sería un monstruo.
—Kaleb Krychek a Sahara Kyriakus

KALEB ASISTIÓ A ADEN a terminar la reparación. Los dos luego lo


revisaron sector por sector. − Aguantará, pero es como los otros recientes. −
Una reparación que tendrían que fortalecer una y otra vez en los próximos
meses para mantener su integridad.

− ¿Estás cansado?

− Sí. − El cansancio psíquico era algo raro para Kaleb, como cardenal dual,
podía acceder a más energía de la que la mayoría de los psi podían
imaginar. − En ningún lugar cerca de apagarme, pero esta fue una
reparación difícil. Lo peor que hemos tenido hasta la fecha.

− Estoy de acuerdo. Quizás por eso me habló el Ancla.

− Es posible. Pero hemos tenido incidentes críticos en el pasado sin que


ningún ancla contacte. − Sin embargo, la logica de PsyNet dictaba que el As
tenía que haber estado trabajando junto a ellos todo el tiempo.

Aden puso sus pensamientos en palabras. − Las Anclas deben haberse ido
adaptando a los cambios en la PsyNet para que la PsyNet mantenga algún
tipo de estabilidad. Fue un error pensar en ellos como una presencia pasiva.

− Tenemos un peligroso punto ciego. − No eran palabras que Kaleb hubiera


esperado decir cuándo había pasado toda su vida adulta recopilando

Bookeater
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información, porque en ese poder reside el verdadero poder. Sin embargo,
había permitido que la Designación A pasara desapercibida.

− Averiguaré el nombre del ancla en esta región. −Él también se pondría en


contacto con Ena sobre el Ancla de los Mercant que había pedido datos
sobre el Sentinel. Claramente, ese A estaba tomando un interés serio y
activo en asuntos de actualidad.

− Primero, ingiera los nutrientes, − dijo Aden.

Tácito era el hecho de que incluso con un cuerpo que otros psis fuertes,
ahora entrenados tenían para contrarrestar las infracciones, Aden y Kaleb
seguían siendo los más fuertes y más hábiles en la tarea. Tenían que estar
listos para responder en cualquier momento. − Te daré el mismo consejo. −
Él y Aden no eran amigos, pero se habían convertido en hermanos de armas
después de tanto tiempo peleando juntos.

Los dos se separaron sin más palabras.

Cuando Kaleb abrió los ojos a la fría oscuridad de la madrugada en Moscú,


fue para ver a Sahara de pie en la puerta que conducía a su casa, un vaso de
líquido nutritivo en la mano. Llevaba una de sus camisas con
las mangas dobladas hacia atrás, el color de un blanco hielo, combinado con
legging gris oscuro, elásticos y suaves.

Salió a la terraza con los pies calzados con calcetines y le entregó la bebida. −
Sentí cuando te ibas.

Tanto él como Sahara estaban destinados a tener reuniones tempranas con


otras zonas horarias hoy, y había estado afuera haciendo ejercicio para
sacudirse la noche cuando Aden le envió la alerta de emergencia. Su torso
desnudo estaba ahora cubierto de sudor, y la fina tela negra de sus
pantalones se le pegaba a la piel.

Bookeater
Last Guard
La mordida fresca del aire de la mañana fue bienvenida contra su piel
recalentada.

Aceptando la bebida, se la tragó hasta la última gota. Sahara se había


aseguró de que no fuera una de las variedades aromatizadas que ella
prefería. Ella podría ser la razón por la que Kaleb no era un monstruo voraz,
cada célula de su cuerpo era de ella para ordenar, pero trazó la línea en los
nutrientes con sabor a melocotón y cereza.

Ella sonrió después de que él teletransportó el vaso de regreso a la cocina. −


¿Qué tal el plátano?

− Debería seguir siendo una fruta.

Su risa fue suave y ronca, chispas de deleite en el azul medianoche de sus


ojos. Pero se desvaneció demasiado rápido. Poniendo una mano en su
espalda, tocándolo como solía hacer, sólo porque quería estar cerca, dijo: −
¿Fue difícil, ¿no?

− Gran brecha en cascada. − Mientras escuchaba, le habló del ancla que


había hablado con Aden.

Ojos muy abiertos. − Las anclas no hablan con nadie, quiero decir, estoy
segura de que sí... pero nunca hablan de negocios ancla. Simplemente... lo
hacen.

− A menos que la situación sea ahora tan crítica que no tengan otra opción.

Agarrando la toalla que había dejado en una silla al aire libre, comenzó a
frotarse la cara y el cabello seco. − Necesito darme una ducha.

− Ve, toma una larga. − Ella presionó sus dedos en sus labios cuando él
hubiera hablado. − Descubrir el ancla puede esperar unos minutos más.
Cuida de ti mismo primero.

Bookeater
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Ella siguió haciendo eso. Cuidándolo. Protegiéndolo. El, un hombre que
podría derribar ciudades con el poder de su mente solamente. Al ver las
finas líneas brotando desde las comisuras de sus ojos, sintiendo su
preocupación en la forma en que ella le pasaba la mano por encima, hizo lo
que ella le había ordenado y se dirigió a su baño exuberante con plantas que
su amante cuidaba todas las mañanas.

Cuando una Sahara desnuda entró en el gran espacio minutos después, él la


recibió con los brazos abiertos y la boca hambrienta. Él no había entendido
el placer antes ella, no había entendido que el tacto podía ser deseado y no
simplemente soportado. Con miembros resbaladizos y labios posesivos,
besó, mordió y la reclamó de nuevo cuando encontró su hogar dentro de
ella. Siempre encontraría su casa con Sahara.

Después, él se puso un par de pantalones de chándal mientras ella se ponía


vestido suéter que llegaba hasta la mitad de sus muslos. Golpeado por una
ola de cruda posesividad, la agarró por la cintura, la abrazó. Si alguna vez la
perdiera...

Con sus dedos en su mandíbula, su brazalete de dijes deslizándose sobre su


muñeca, se pasó de puntillas para rozar su boca con la de él. − No vayas
allí. A la oscuridad. – Un pedido. − Quédate en el ahora. En el
aquí. Conmigo.

Presionando mi frente contra la de ella, exhaló antes de asentir. A veces los


demonios intentaban devolverme a la furia implacable en la que había
vivido después de que me la hubieran arrebatado, pero ese pasado no
contenía nada más que dolor. Esto, donde estábamos ahora, a pesar de
todos los problemas en la PsyNet, solo tenía la belleza de un tipo que no
había sabido que pudiera existir.

Manos unidas, caminamos hacia la cocina, donde ella le hizo una segunda
bebisa.

Bookeater
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Con los labios curvados, dijo: − ¿Kiwi?

− Es un pájaro.

Risas en el aire de nuevo mientras empujaba la bebida. Su pulsera tintineó


suavemente, y vi el dije más reciente que le había dado: una flor en plena
floración, sus pétalos de zafiros rosados y su corazón un amarillo diamante.

Para su cumpleaños, había convencido a su administrador para que se


asegurara de que su horario estaba libre de todas las reuniones, y luego la
había "secuestrado" para una visita a un parque temático donde,
disfrazados para evitar el reconocimiento, habíamos montado en todas las
atracciones y comido la mala comida, y le había ganado una criatura de
peluche de indeterminado origen que guardaba en la oficina de su casa.

Dándole, dándonos, el tipo de alegría inocente que nunca habíamos tenido


como niños.

Sentado en el mostrador, esperó a que ella se uniera a mi antes de decir:


necesita localizar esa A, averiguar a qué se refiere cuando habla del sustrato.

− Estás extremadamente molesto porque no lo sabes ya. − Ella frotó la parte


posterior de mi cuello. − Está bien, no se lo diré a nadie.

Él frunció el ceño, la suave broma de algo más a lo que había que


acostumbrarse. Ella siguió haciendo cosas para sacarlo a la luz y evitar que
cediera a sus tendencias hacia el poder de los ojos fríos. − Yo soy un
Concejal y, sin embargo, este tema nunca surgió.

− Ambos sabemos que nuestra raza ha logrado hazañas francamente


notables de pérdida de memoria, incluso nos olvidamos de una designación
completa. En comparación con eso, esto es un descuido menor.

Bookeater
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Lo más peligroso era que tenía razón. Hizo que Kaleb se preguntara qué
otros datos críticos quedaron perdidos en el pasado, acumulando polvo
mientras la PsyNet se tambaleaba. Hoy, sin embargo, su prioridad era el
ancla central de Delhi.

− Toda la base de datos de Anclas ahora tiene dos protecciones: tengo que
conseguir de Ivy Jane la autorización y la suya propia. − Todos sabían que
Kaleb podía romper casi cualquier muro colocado para mantenerlo fuera,
pero no tenía ninguna razón para violar este. No tenía malas intenciones.

Sahara cogió el teléfono que había dejado en el mostrador del desayuno. −


Ella estaba en línea justo antes, es temprano en la noche para ella. − Sus
dedos volaron sobre la pantalla. − Si tienes razón en que los A están
trabajando tan duro como tú y Aden, tendrás que esperar para hablar con
ella. Estás cansado, así que ella tiene que estar cerca de apagarse.

Una respuesta apareció en la pantalla del teléfono de Sahara en el mismo


instante: Dile a Kaleb que me reuniré con él en la bóveda que contiene los datos.

Esa bóveda estaba en la PsyNet. Pero, por cortesía de los ataques Psy puros
en el 2081, no contenía información sobre todas las A del mundo. La
información había sido dividida en miles de pedazos, gran parte de ellos
mantenidos a salvo por partes de confianza, y el resto esparcida en siete
bóvedas en la PsyNet. Era una salvaguarda por lo que una violación no
expondría todas las Anclas de la red.

Cada miembro de la Coalición gobernante sabía qué guardián de datos o


bóveda contenía qué segmento de información, la razón por la que Ivy Jane
no había tenido que especificarselo. El presidente del Colectivo Empático
también tenía que ser la segunda persona en autorizar cualquier solicitud de
acceso. De todos ellos, ella era la más propensa a aferrarse a su centro ético.

En la PsyNet, la presencia de Ivy Jane tenía un eco de oro empático. − ¿A


quién estas buscando? −preguntó una vez que estuvieron dentro de la

Bookeater
Last Guard
bóveda.

− El ancla central de la región que hoy se fracturó. Alrededor de Delhi. − A


veces era difícil saber qué ubicación física se correlacionaba con la psíquica,
pero no con una ciudad tan importante, y no cuando las víctimas mortales
habían llegado a más doscientos cincuenta. La gente se había derrumbado
donde estaban, sus mentes aplastadas en el asalto inicial.

− Aquí. − Ivy señaló el segmento de datos que se relaciona con el norte de la


India.

Solo le tomó medio minuto encontrar el nombre: Payal Rao.

Bookeater
Last Guard
22
No estamos destinados a estar solos.
Como especie, estamos diseñados a ser sociales. Sin embargo, nos hemos dicho a nosotros
mismos durante más de cien años que los psi son diferentes de los humanos y los cambiantes,
que podemos funcionar a plena capacidad dentro de la fría soledad del Silencio, negándonos
todo vínculos, incluidos los formados en espacios como la PsyNet e Internet.
Cada uno de nosotros debe aceptar que eso fue un error. Para seguir adelante, debemos abrazar
la verdad: que los psi necesitan conexiones tanto como los cambiantes y los humanos—Y esa
necesidad no es un defecto ni una debilidad.
- Columna de interacción social PsyNet Beacon por Jaya Laila Storm.

PAYAL.

Mmm.

Levántate bebe. O podría enviar una descarga eléctrica a través de la puerta y


freír los sesos de tu hermano. Me parece una mejor idea.

Los ojos de Payal se abrieron de golpe. ¿Canto?

Incluso cuando ella lo alcanzó con su mente, hizo una mueca ante los altos
sonidos agudos que emanaban de su organizador: la alarma de emergencia
de su sistema de seguridad. Al salir inmediatamente de su estado de
aturdimiento, ella apagó la alarma, luego se levantó de la cama y escaneó
hacia afuera con sus sentidos telepáticos.

Varias mentes más allá de la puerta.

No pueden entrar. La voz de Canto, clara como un lago helado. Pero estoy

Bookeater
Last Guard
captando rumores de que están considerando un ariete. ¿Quieres que yo derrita el
cerebro de Lalit?

Sonaba serio.

No, eso solo provocará preguntas.

Ella debería haberlo interrogado sobre su acceso de seguridad, pero


ignorando eso, ella activó la alimentación visual externa en su organizador.
Un equipo de mantenimiento estaba afuera, con su hermano dándoles
órdenes. −Lalit, − dijo a través del intercomunicador, − ¿qué estás haciendo?

Se quedó quieto, luego miró hacia la cámara de la puerta. − Has estado


incomunicada durante horas, queridísima bahena. − Hizo que la palabra
"hermana" sonara viscosa. − Padre me pidió que la revisara.

− Mi apartamento está equipado con sensores que habrían enviado un


mensaje médico de alerta si hubiera estado incapacitada. − Su padre fue
quien lo sugirió... aunque Payal había obtenido su propia tecnología para
que no pudiera colar una vigilancia sutil. El hecho era que sus tumores
podrían crecer en el tiempo entre exploraciones, provocando a un colapso
repentino; una alarma médica fue una sensata precaución. − Váyanse ahora.

Silenciando la respuesta de Lalit, se puso en contacto con su padre a través


del comunicador de solo audio. − Padre, ¿recibió una alerta médica?

− No, pero no respondiste a ningún intento de contactarte. Yo asumí que


habías tenido un colapso psíquico.

Colapso.

La elección de la palabra fue intencional, un recordatorio de que ella era


"inestable". Habiendo nacido con la inteligencia para ver a través de su
manipulación era una de las armas más poderosas de su arsenal. Ella había

Bookeater
Last Guard
sido más vulnerable siendo una niña, pero no había sido una niña durante
mucho tiempo. − Tuve que lidiar con el posible colapso de la PsyNet sobre
Delhi. Estoy seguro de que has oído hablar de él. – Nadie en esta área de la
PsyNet podría haber pasado por alto la enorme fisura.

La pausa de Pranath se prolongó demasiado. − ¿Estuviste involucrada en


eso?

− Soy un ancla, padre. La Ancla central de Delhi. ¿Qué crees que


hago? Ahora yo necesito que me dejen sola para terminar mi trabajo. ¿O
prefieres que la red colapse y nos lleve a todos con ella?

No hubo respuesta, pero el equipo de mantenimiento afuera de su puerta


comenzó a dispersarse. Lalit lanzó una sonrisa maliciosa hacia la cámara, y
ella sabía que era solo otro desaire imaginado que su hermano estaba
agregando a su lista de agravios. Ella nunca había entendido si su cerebro
estaba mal conectado, o si era simplemente su personalidad, pero
acumulaba agravios de la misma manera que acumulaba dinero y poder.

Lo primero que hizo fue comprobar el número de víctimas mortales:


doscientas sesenta y tres. Trescientos siete más señalados como heridos, la
mitad de ellos mal.

Su estómago dio un vuelco.

Obligándose a respirar a través del golpe, leyó el resto del boletín enviado
por Anthony Kyriakus en nombre de la Coalición Gobernante. El sistema
médico de la ciudad había cambiado al modo de desastre, había
transportado a todos los médicos de reserva, y estaba lidiando con la
afluencia de asistencia de la EmNet, que había organizado la
teletransportación de más médicos y suministros de fuera de la zona
afectada.

Nadie se estaba perdiendo la atención médica.

Bookeater
Last Guard
Tanta muerte y dolor, pero tenía que recordar que podría haber sido de lejos
peor, o el pensamiento la paralizaría. ¿Canto?

Estoy aquí.

¿Por qué estabas mirando cuando llegó Lalit?

Sabía que intentaría alguna gilipollez y necesitabas descansar. El sonaba como si


estuviera gruñendo, un dragón feroz que había encorvado su mente letal
sobre su forma vulnerable, sus garras extendidas y los dientes al
descubierto. La seguridad de tus datos lo mantuvo fuera de tus archivos, pero
luego la mierda manipuladora se fue corriendo a tu padre. Unas horas antes y
habría pasado esa corriente a través de él sin dudarlo.

Payal no tenía idea de qué elemento de eso abordar primero, así que hizo lo
que siempre hacía cuando se sentía abrumada. Ella dividió su respuesta en
sus partes componentes. Y fue directo al punto que más la conmovió.
Gracias por protegerme.

Nunca tienes que agradecerme por cuidarte. Voz pura, palabras ásperas.

Ella tragó saliva. Estaré perfectamente capaz cuando me comunique con la


Coalición Gobernante.

Eso no me importa. Estaba preocupado por ti, 3K.

Lo que alguna vez fue un apodo que indicaba dolor y horror, se había
convertido en algo mucho más tierno. Como si Canto lo hubiera reclamado,
le hubiera puesto su sello.

Payal se quedó inmóvil en la encimera de la cocina, con los ojos calientes y


las paredes derrumbándose de nuevo. Ella siempre comía en su
apartamento y ordenaba su propia comida a través de entrega privada

Bookeater
Last Guard
porque no confiaba en nadie en la casa, ni siquiera aquellos que habían
profesado su lealtad.

Ella había estado bien sola durante años. Ella había sido funcional.

Y triste, susurró la parte rota y perdida de ella. Triste y muy sola. Ella
no quería ser así hoy, no quería vivir en una burbuja aislada donde nunca
podría bajar la guardia.

Canto era tan peligroso para ella, y su deseo por él era una tormenta.

Ella miró su pijama. Un par de pantalones finos de algodón azul con finas
rayas amarillas, combinadas con una camiseta blanca en una tela sedosa que
se sentía bien contra su piel. Mi mente se ha reagrupado, ella le dijo por
teléfono, su corazón un tambor. Podría teletransportarme al oasis después de
tener mis nutrientes.

Si no quería reconocer su invitación implícita, simplemente podria decirle


que ella era bienvenida para ir allí.

Nada en sus palabras hizo que su necesidad fuera obvia.

Nada dejaba al descubierto su suave núcleo interior para él.

No, dijo Canto. Ven aquí.

La imagen que entró en su mente fue la de una habitación con cómodos


sofás de suelo de color marrón chocolate y cálidos pisos de madera rayados
por lo que parecía ser el sol de la media mañana.

Bueno. Sus dedos temblaron.

Respiro lento y profundo, lento y profundo hasta que su mente ya no giró,


bebió el primer vaso de nutrientes con concentración espesa. No podía

Bookeater
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tomar el segundo tan rápidamente, decidió dejarlo para más tarde.

Date prisa, date prisa, susurró la locura en ella. Ve con él. Hasta 7J.

Pensó en cepillar su cabello en su cola habitual, pensó en ponerse los


cosméticos que había aprendido a usar porque creaban un escudo contra el
mundo. Luego pensó en la imagen que le había enviado Canto. Su corazón
se aceleró. Estaba casi segura de lo que había hecho, pero no tenía sentido
racional para ella. Sin embargo, se teletransportó a ese espacio, al peligro,
mientras estaba descalza y en pijama.

El fantasma de la niña que había sido una vez, queriendo ver a la amiga en
él.

Su mente respondió con sirenas rojas de advertencia un instante después,


pero era demasiado tarde para retractarse de su acción. Ella había llegado.

CANTO no podía creer que ella estuviera allí. Todo el cabello caído por el
sueño, una línea todavía marcando su mejilla desde que se había
acurrucado de costado, su cuerpo revestido de tejidos suaves que le hacían
querer tocar, y sus pies descalzos.

Sus uñas de los pies estaban pintadas y pulidas con una capa transparente,
sus dedos pequeños, como correspondía a su tamaño total. Nunca antes
había notado los dedos de los pies de nadie. Probablemente era extraño y
espeluznante encontrarse fascinado por ellos, pero no podía dejar de notar
cosas sobre ella, no podía dejar de estar fascinado por ella.

Su corazón era un trueno.

− No te enojes, pero te tengo comida. − Frunció el ceño, agravado por la

Bookeater
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sombras bajo sus ojos. − Alimentos sólidos reales. − Payal necesitaba
combustible, especialmente desde que la había hecho teletransportarse
aquí; había tirado los artículos juntos a los pocos minutos desde que ella
dijo que iría al desierto... y él esperaba que ella viniera a él.

− No puedo dejar de ayudarte. No me preguntes eso. − Recogió un rollo


fortificado y se lo arrojó, aun sabiendo que probablemente ella estaría
furiosa con él por hacerlo. No pudo evitarlo, no con ella descalza y
desordenada por el sueño y mirándolo con esos grandes ojos cardinales, su
rostro desprovisto de maquillaje.

Pero lo que dijo no tuvo nada que ver con la comida. − Esta es tu casa.
Sonaba ... horrorizada.

Consternada.

Su pecho se expandió, fuego en su sangre. Ella no dio un paso atrás, no le


dijo que dejara de cuidar de ella. No, ella lo estaba mirando como si hubiera
perdido su maldita mente. Canto quería bailar. − Sí.

Todos en su familia perderían su mierda cuando descubrieran lo que había


hecho. Pero si algo sabía Canto, era que tenía que ser el que diera el primer
paso, desnudo e indefenso hacia la pura confianza. Payal no tenía esa
capacidad y no podía pedírselo. Si bien Canto podría haber tenido un frio
bastardo por padre, después había sido abrazado por una manada de
Mercants que destriparían a cualquiera que se atreviera a ponerle un dedo
encima.

Payal nunca había tenido a nadie.

Bueno, al diablo con eso. Ella lo tenía ahora, y él se lo mostraría hasta que
ella aceptara esa verdad indeleble.

−Acabas de dar acceso a un teletransportador a tu casa. – Lo horrorizado fue

Bookeater
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transformándose en furia. Agarrando el panecillo, se lo agitó. − ¿Sabes lo
que podría hacer con esa información?

Canto se encogió de hombros, luchando contra una sonrisa. −


Teletransportarse y asesinarme. − A menos que él hiciera renovaciones
importantes, incluido el bloqueo de la vista más allá de los controles
automáticos del balcón: ahora podía entrar a su casa como quisiera.

− ¿Por qué? − Ella extendió sus brazos a ambos lados de su cuerpo, y el sol
atravesó el blanco de su camiseta para revelar la protuberancia de su caja
torácica.

− Come. − Salió un gruñido y no le importó; el no podía concentrarse cuando


sabía que ella se estaba lastimando. − Has perdido peso.

Con la mirada furiosa, tomó un bocado deliberado del rollo y masticó.

Apaciguado, resopló. − ¿Planeas utilizar esta información para causarme


daño a mí o a los míos?

− No, − dijo bruscamente, sin nada mudo o distante en ella. − Pero tú no


podrías haberlo sabido. No deberías confiar solo en la gente, Canto. − Sus
emociones eran brillantes y deslumbrantes, un crepitar de energía en el aire.

Este era el corazón salvaje que mantenía enjaulado. Era un brillo en sus ojos,
una rápida sacudida en sus movimientos, una híper energía que la tenía
paseando.

Estaba tan obligado por este lado de ella como por el otro. − Yo conozco un
empático, dice que mis instintos son generalmente buenos.

− Los empáticos tienden a meterse en problemas porque confían en las


personas. − Payal dio otro mordisco salvaje al rollo, masticó y tragó, antes
de agregar: − La última vez que contratamos a un empático comercial, tuve

Bookeater
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que intervenir todo el tiempo porque seguía entrando en las habitaciones
con personas no autorizadas controladas por Lalit.

Ella agitó el rollo en el aire. − Al menos tuvieron el sentido común de no


querer estar a solas con él.

− Muy tarde ahora. − Luchó contra el impulso de lanzarle una bebida de


chocolate. − Te he dado la llave de mi casa. Te he abrumado con mi
confianza.

Una mirada dura de ojos brillantes. − No voy a corresponder. − Ella todavía


sostenía la mitad del rollo.

− Lo sé. − No se trataba de quid pro quo. − Ten algo para tomar. −


Estupendo. Esa restricción había durado exactamente diez segundos. El
realmente estaba canalizando un oso ahora. La última vez que visitó
Denhome, le habían dado tanta comida que le había preguntado a Silver si
sus compañeros de manada pensaban que los Psy poseían prodigiosos
apetitos.

Su primo le había dirigido una mirada divertida. − No. Simplemente les


gustas.

Ahora Payal le dirigió la misma mirada que probablemente les había dado a
esos osos. Pero se dignó a acurrucarse en el sofá. Resultó ser su asiento
favorito, y verla allí… Bien. Estaba bien. Después de mover su silla al otro
lado de la mesita de café baja, empujo a través una botella sellada de
nutrientes con sabor a chocolate.

Ella lo tomó, antes de congelarse y mirar el rollo parcialmente comido en su


mano. − Me comí esto.

No lo entendió ni por un segundo. Luego lo hizo, había sido abierto,


podría haber tenido veneno.

Bookeater
Last Guard
Payal vivía en un mundo donde la comida era un arma.

Canto apretó los dientes. La ira era un amigo familiar de su infancia, una
llama caliente que se quemó de adentro hacia afuera, pero eso no sería útil
aquí. − Tíramelo.

Cuando ella no hizo nada, extendió las manos. Ella finalmente lo tiró.
Sosteniendo su mirada, se lo terminó en dos bocados. − Si quisiera matarte,
− dijo murmurando: − Sólo te dispararía. No desperdiciaría jodidos rollos
hechos a mano.

Un repentino e intenso estallido de risa de ella que lo convirtió en piedra,


era tan brillante, nítido y hermoso.

Bookeater
Last Guard
23
Ayer, alguien a quien estaba ayudando me gritó que dejara de ser tan malditamente ingenuo,
¡deja de esperar lo mejor de la gente! Tuve que informarles que era congénito y que no era un
error sino una característica. Nunca, compañeros Es, dejen que nadie les diga lo contrario. Uno
por uno, vamos a cambiar los corazones y las mentes... y el mundo.
—Ivy Jane Zen, presidenta del Colectivo Empático, en una carta a la Membresía colectiva

Payal cerró la boca de golpe, tragó saliva y parpadeó con fuerza. – Lo ves? −
Salió un chirrido. − Estoy trastornada. Mis escudos están abajo y soy como
una bala que sigue rebotando.

Canto se obligó a respirar más allá del impacto de escuchar su risa durante
ese momento deslumbrante, se obligó a escuchar. Necesitaba hablar con
Arwen, obtener más información sobre cómo funcionaba una mente como la
de Payal, sin mencionar a Payal. Pero por ahora, él solo la quería de la
manera que ella quisiera estar con él.

Payal bebió de la bebida de chocolate y luego la miró detenidamente.

− Demasiado rico. Me gustan más las de frutas. − Dejando la bebida a un


lado con un rápido movimiento, ella teletransportó una bebida de frutas de
la mesa para flotar frente a ella.

Inclinando la cabeza hacia un lado, hizo que la botella cayera de un extremo


a otro mientras ambos miraban. Agarrándola sin previo aviso, quitó la tapa
y tomó dos tragos antes de encontrarse con la mirada de Canto
nuevamente. − ¿Lo ves? Soy inestable. − Fue un desafío. − Nadie normal
actúa de esta manera.

Bookeater
Last Guard
− Lo que veo es una telequinética con un fino control sobre su habilidad, −
señaló. − También estás teniendo una conversación completamente racional
conmigo. − Él tenía sus sospechas sobre por qué tenía una visión tan
negativa de sus inclinaciones emocionales naturales, pero no tenía suficiente
información para saber si tenía razón.

Payal "arrojó" la botella casi al techo, la sostuvo allí y luego permitió que
cayera en sus manos. − Mi mente zigzaguea, − murmuró. − No puedo
aferrarme a un solo pensamiento durante mucho tiempo. − Ella se levantó
de un salto, y se dirigió a las puertas del balcón. − ¿Por qué está tan verde
afuera? −Su mano se cernió sobre el control táctil de la puerta, pero lo miró
en lugar de hacer contacto.

− Sí, − dijo, fascinada por la complejidad primordial de ella.

Abriendo las puertas con un susurro de sonido, salió corriendo a la terraza


que pasaba por alto un exuberante follaje verde y, más allá, un camino
bordeado por más follaje. Más atrás se alzaban enormes goliatas del bosque,
como lo hacían detrás de la propiedad.

Al llegar a la barandilla, Payal estiró el cuello hacia la izquierda y luego


hacia la derecha. – Allí no hay otras casas. Solo árboles.

Canto no le dijo que estaban al borde del territorio de los osos de


StoneWater, a pesar de que esta parte de su tierra era técnicamente accesible
al público. Si bien podía ponerse en manos de Payal sin ningún reparo, no
podía hacer eso con los osos.

Tendría que hablar con Valentín, pedir permiso para darle a un


teletransportador esta información.

− Es tan silencioso aquí. − Payal dio un paso atrás desde el borde, luego fue
hacia él de nuevo. Esta vez, se inclinó sobre la barandilla hasta que sus pies
estuvieran fuera de la cubierta. − ¡Has plantado flores!

Bookeater
Last Guard
− Ellas fueron un regalo. No podía dejarlas morir. − Habría roto el corazón
de Arwen, y eso Canto nunca haría.

Corriendo hacia el otro borde del balcón, Payal miró hacia allí también,
luego regresó y dijo: − Tengo hambre. Tengo una migraña. Duele.

Canto frunció el ceño. – Necesitas…

− Comida, − interrumpió, dejando caer los dedos de su sien. – La comida me


hará sentir mejor.

Los dos entraron y ella volvió a acurrucarse en su sofá, su cabello enredado,


ojos salvajes y una energía frenética fuertemente contenida mientras ella
envolvió sus brazos alrededor de sus rodillas y comenzó a balancearse. −
¿Ves, Canto? ¿Ves? Estoy bastante enojada fuera de la jaula.

− Veo energía brillante y salvaje. Un poco dentada en los bordes, seguro.


Pero yo no veo ningún signo de inestabilidad mental peligrosa. − Sin otros
datos a la mano, tuvo que seguir su instinto y su conocimiento de Payal en
el plano mental.

Que estaba perturbada por ella misma, lo aceptó. Pero también sabía que
nunca había recibido comentarios positivos de quienes la rodeaban.
«La bondad importa, Canto», le había dicho Arwen una vez, su empático
corazón clavado a su manga y sus ojos brillando. − Dile a un niño suficientes
veces que es valiente, inteligente y bueno, se convierte en una profecía auto
cumplida.

Canto nunca contradeciría a Payal en ninguna decisión que tomara sobre su


mente, pero maldita sea que iba a ser esa voz positiva, la que brillaba la luz
en el otro lado de la moneda y le hizo darse cuenta de que todos sus
comentarios hasta la fecha se habían sesgado en gran medida hacia la
negativa.

Bookeater
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Cuando ella continuó meciéndose en silencio, él tomó una tostada, la unto
con mantequilla y luego le dio un mordisco. La sal golpeó rápido y fuerte. −
Soy un fanático de la mantequilla y los productos horneados. − Le tendió la
tostada a medio comer. − ¿Muerdes?

Un alto al balanceo.

Ella miró con recelo el pan, luego lo arrebató y tomó una mordida
experimental. − Tal vez, − dijo, pero no se lo devolvió.

Se preparó otro trozo y empezó a comer.

Mientras mordisqueaba la pieza que había reclamado, Payal lo miró con


una intensidad que debería haber sido desconcertante. No lo fue. Payal no
estaba mirándolo con el asesinato en mente, sino como si fuera un animal
desconocido. − Mi padre me dijo que era una bestia salvaje y loca. Por eso
me puso en ese lugar.

− Mi padre me dijo que yo era una mancha en su historia genética,


demasiado roto para que valiera la pena salvarme incluso en mi condición
de cardenal.

La mitad de los muebles de la habitación se levantaron de sus patas antes de


volver a caer de golpe. Duro. − Lo mataré, − dijo Payal con firmeza, luego
frunció el ceño. – No, él ya está muerto.

− Y olvidado hace mucho tiempo. – En vista de que termino su tostada,


Canto le lanzó un trozo de rebanada de muesli casero de Chaos. − ¿Quieres
que mate a tu padre por ti?

Una pausa mientras masticaba un bocado de la rebanada. Dos líneas


verticales profundas fruncieron su ceño. − No, − dijo después de tragar. − Es
un monstruo, pero causaría demasiado caos si muriera sin previo aviso:

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miles de personas dependen del imperio Rao para alimentar a sus familias.

Inclinándose hacia adelante en su silla, Canto enarcó una ceja. − Cariño,


suenas lúcida para mí.

Comió dos bocados en rápida sucesión, su respiración entrecortada e


irregular. − El nerviosismo en mi cabeza. No es... bueno, Canto.

Escuchó el pánico incipiente, frunció el ceño. − ¿Puedes protegerte a


medias? ¿Así que no los estás apartando a todos? – Se sintió obligado por
ella en todas sus formas, pero no quería hacerla sufrir. Payal merecía una
vida de alegría, no dolor. − ¿O es todo o nada?

Ella abrió los labios para responder, pero cerró la boca antes de decir una
palabra. Durante un rato se concentró en la rebanada de muesli, intercalada
con bebidas de nutrientes con sabor a frutas que había elegido. Cuando
terminó la rebanada, ella miró qué más tenía para darle y eligió un trozo de
queso suave. – Yo no lo sé, − dijo después de terminar eso. − Cuando era
niña, era todo o nada.

− Ya no eres una niña, − dijo en voz baja, sosteniendo su mirada mientras su


corazón se apretaba. − También lo estás haciendo sola. Si quieres te puedo
conseguir acceso a un empático que nunca jamás traicionará nada de lo que
le digas. Él podría ser capaz de ayudar.

Payal comió otro trozo de queso antes de abrir los brazos sin aviso. − ¿Que
estamos haciendo? Esto. − Movió su brazo para indicarlos a los dos en su
sala de estar.

− Siendo nosotros. − Era un riesgo recordarle que solo eran Canto y


Payal. 3K y 7J, con un vínculo feroz e irrompible.

Payal volvió a abrazar sus rodillas contra su pecho. − Tengo que irme, −
espetó. − Le enviaré los detalles de mi contacto con la Coalición Gobernante.

Bookeater
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Ella se fue antes de que él pudiera responder.

Su corazón latía con fuerza y esperaba como el infierno no haber cometido


un error, no haberla aterrorizado.

Un destello de movimiento a su izquierda lo hizo llamar su atención de esa


manera. Lo último que esperaba ver era un pequeño oso con pelaje marrón
oscuro trepando por el puntal del balcón para alcanzar la viga en la parte
superior. Al verlo, el osito hizo sonidos emocionados y saltó al balcón antes
de correr hacia él.

Las puertas aún estaban abiertas, por lo que el cachorro entró corriendo.

El corazón retumbaba, este nivel de su casa estaba muy por encima del
suelo. Canto se inclinó y recogió el pequeño y peludo peso. − ¿Qué estás
haciendo aquí? − Mordió la oreja del cachorro como había visto hacer a
Valentín; el necesitaba la salida para su miedo, pero se aseguró de no
hacerlo demasiado fuerte.

El cachorro hizo más sonidos y se acurrucó contra él.

Sosteniendo el calor del cachorro contra su pecho, Canto se obligó a


respirar. ¿Y si Payal hubiera estado aquí cuando sucedió esto? Ella se habría
dado cuenta de que estaban en el país de los osos. Sabía que ella no habría
usado la información de una manera desagradable, pero aún tenía que
decírselo a Valentín.

La única razón por la que la había invitado aquí era que Denhome estaba a
una distancia lejana. El hecho de que hubiera decidido acercarse a su prima
no significaba que en realidad quisiera vivir con osos que no conocían el
significado de espacio personal.

Una vez colocó un letrero que decía: No quiero visitas.

Bookeater
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Había sido reemplazado por un letrero que decía: No somos visitantes. Somos
osos.

Divertidísimo.

Pero a los osos bebés no se les permitía salir solos en esta área de acceso
público.

Acarició con la mano el pequeño oso en sus brazos. Un oso que había
comenzado a temblar. − Te tengo, − dijo con brusquedad, dándole una
palmada en la espalda, no era experto en dar cariño, pero tenía ojos; había
visto cómo Chaos manejaba a Dima, y cómo Valentín interactuaba con todos
los cachorros.

− Te llevaré a casa. − Abrió los botones de su camisa para que el cachorro


pudiera acostarse contra su piel; ese contacto era importante para los
cambiantes, especialmente uno tan pequeño y asustado. − Sabes que estás a
salvo. − Todavía no podía reconocer a la mayoría de los osos en su forma de
oso, pero sabía que el niño debe haberlo conocido cuando visitó Denhome.

Incluso un niño cambiante perdido y asustado no habría corrido con tanta


alegría hacia un extraño. El niño debe haber captado su olor en la casa,
yendo hacia él por el pánico.

− Vamos, vamos a llamar a tu manada. − Salió más duro de lo que él


pretendía, pero el cachorro no se inmutó. Acostumbrado al gruñido de
voces de oso, se acurrucó más cerca de la vibración de su pecho y clavó
pequeñas garras en su piel para sostenerse, pero el niño tuvo cuidado de no
perforar la piel. Este era el bebé de alguien; le habían enseñado sus modales.

Al ver la comida en ese instante, el cachorro emitió sonidos hambrientos,


pero no salto.

Bookeater
Last Guard
Puso al cachorro en el sofá. − Siéntate aquí. Estoy trayéndote algo. − Él fue
consciente de que el cachorro se ponía de pie y lo miraba por encima del
sofá mientras se dirigía a la cocina. Todos los contadores del espacio eran
hidráulicos, por lo que podía subir o bajar a voluntad. En su mayoría, los
quedaba quietos en los niveles que prefería, pero el sistema le dio la
flexibilidad para acomodar a Arwen, a su primo le encantaba cocinar. No es
que una falta de la personalización alguna vez hubiera detenido a
Arwen; pero para el último lugar de Canto, simplemente se adelantó y se
compró un elevador que había colocado en cualquier superficie donde
quería trabajar de pie.

Empático testarudo.

Ahora Canto agarró el tarro de crema de chocolate con avellanas del mismo
empático terco que lo había comprado. Lo había intentado una vez y casi
muere de sobredosis de azúcar.

Pero el cachorro saltó feliz cuando lo sostuvo en alto.

Satisfecho de que estuviera manejando esto de una manera que no


traumatizaría al niño, dio la vuelta y se movió de su silla al sofá. El cachorro
inmediatamente se acurrucó a su lado, donde el niño esperó pacientemente
mientras Canto ponía la pasta sobre una tostada.

El cachorro comió prolijamente después de que Canto se la ofreció.

Estaba a punto de sacar su teléfono cuando una figura mucho más grande
saltó a su cubierta.

Bookeater
Last Guard
24
Querido Canto,
Se adjunta un dibujo que Dima hizo para usted. Me dice que es de ti si fueras un oso. Cree que
serías un buen oso. Quería que me asegurara de que notaras las estrellas en los ojos del oso,
porque es un oso cardenal. Está frunciendo el ceño porque no consiguió su silla de ruedas del
tamaño de un oso exactamente como quería, pero está muy orgulloso del cohete que puso en la
parte de atrás, así puedes "ir a hacer zoom más rápido." Está en ascuas esperando tu respuesta.
Con amor, Nova
—Nota de la madre de Dima, Nova, en su nombre.

CANTO estaba listo para atacar con su mente, el impulso protector puro
instinto nacido de una época en la que había protegido a otro niño, pero una
mirada y se retiró. No sabía mucho qué hacer con los osos pequeños, pero el
hombre que entró en la sala de estar al segundo siguiente era un experto.

El cachorro junto a Canto abandonó su tostada a medio comer sobre la mesa


y saltó hacia Valentín. El oso alfa atrapó al cachorro desesperado cerca de su
pecho desnudo, su cuerpo desprovisto de ropa. Debe haber estado en forma
de oso antes de moverse para subir a la cubierta, Valentín era enorme como
un oso, y Canto estaba bastante seguro de que no podría escalar en esa
forma.

El oso alfa estaba gruñendo actualmente en ruso. Canto tenía un buen


dominio del idioma, lo suficiente para saber que las palabras eran una
mezcla de consuelo y reprensión. El cachorro se aferró a Valentín.

Canto, mientras tanto, volvió a sentarse en su silla y fue a buscar algo que
Valentín pudiera ponerse. Los cambiantes estaban seguros de sí mismos
desnudos, ya que salían del turno en ese estado, pero Canto aún no había

Bookeater
Last Guard
vivido con ellos lo suficiente como para ser indiferente al respecto. Le pasó
una toalla de baño grande.

− Spasibo, − dijo Valentín cuando Canto salió con la toalla. Dejando al


cachorro aferrado a él; el niño se había subido a medias a su hombro en este
punto: Valentín agarró la toalla en el aire cuando Canto la tiró, y la envolvió
alrededor de su cintura.

Después de lo cual, besó al cachorro en su cara peluda, luego tiró de él para


sentarlo en su regazo mientras tomaba asiento en el sofá. − Come, − dijo,
recogiendo y pasándole la tostada a medio comer.

Sólo después de que el cachorro comiera con cuidado, Valentín dijo: − La


familia de este alborotador fue a caminar juntos por la mañana, pero él
decidió deambular mientras sus padres estaban distraídos sacando a su
gemelo de un agujero de barro que de alguna manera se las había arreglado
para descubrir. Toda mi vida he vivido aquí y nunca he encontrado un pozo
de barro tan grande. − Valentín negó con la cabeza. − Los cachorros tienen
un radar...

Cuando Canto se golpeó el costado de la nariz, sin saber si debía hacer la


pregunta en voz alta, Valentín dijo: − Es demasiado joven y decidió cruzar
algunos arroyos después de desorientarse.

Así que sus padres no pudieron rastrearlo, y el propio sentido del olfato del
cachorro no estaba lo suficientemente desarrollado como para llevarlo a
casa. Sin embargo, Valentín lo había encontrado. Porque sea lo que sea que
creaba un alfa de una manada, incluía una especie de salvaje vínculo
psíquico. − Sus padres deben estar frenéticos.

− ¿Me puedes prestar tu teléfono? Necesito llamarlos. Ellos también están


buscando.

Canto pasó el dispositivo y Valentín hizo la llamada. Las orejas del cachorro

Bookeater
Last Guard
se entristecieron ante cualquier cosa que oyó desde el dispositivo, porque
Valentín presionó el teléfono a una oreja peluda después.

Los sonidos que hizo el cachorro fueron: bien, bien, eran lindos. Aunque
Canto se iría a la tumba sin pronunciar esa palabra en voz alta.

Valentín terminó la llamada asegurándoles a los padres del niño que


llevaría a su niño a ellos.

El cachorro pasó por dos tostadas cargadas con la pasta para untar antes
acurrucarse contra el pecho de Valentín y quedarse profundamente
dormido.

Pequeños ronquidos brotaron de su peludo cuerpo.

El oso alfa negó con la cabeza, sus ojos seguían siendo el ámbar de su oso. −
Canto, nunca, jamás tengas cachorros. Te volverán loco, te lo prometo. Lo
estoy jurando. − Las palabras eran una mentira verificable, porque el alpha
luego presionó sus labios en la parte superior de la cabeza del niño
dormido.

− ¿Estará bien? − Canto odiaba ver a los niños asustados.

− Un pequeño susto no detendrá a este pequeño gángster por mucho


tiempo. – Dijo acariciando la espalda del niño. − Pero va a estar castigado
por un tiempo para enseñarle que los cachorros deben seguir reglas
establecidas para su propio bien. Él es apenas más que un bebé, demasiado
joven para deambular por su cuenta.

Los ojos de oso sostuvieron los de Canto, el poder en ellos era una cosa
primordial que hizo que su piel sufriera picazón. − Es bueno que estés
aquí. Tener un amigo en nuestra frontera pública es algo que apreciamos.

− Como dijiste, somos familia. − La abuela de Canto había dicho

Bookeater
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famosamente que la confianza en un Mercant era una "cosa complicada" que
requería "años de conocerse, varias verificaciones de antecedentes y un
período de prueba". Los osos habían volado sobre esa barrera, y no
simplemente porque Silver estuviera emparejado con Valentín, y Arwen
estuviera enredada con Pavel.

− Es por su bondad innata, − le había dicho su abuela a Canto después de


visitar Denhome por primera vez. − Sé que son grandes y duros y que
Valentín podría hacernos sangrar a los dos en la batalla, y sí, podría haber
algunos con maldad en sus corazones, pero esa no es su inclinación natural.

− Ahora que Silver es parte de su manada, la defenderán con sus propias


vidas sin dudarlo, y la amarán con cada célula de esos grandes
corazones. Debemos honrar eso, que uno de nosotros traicione a uno de
StoneWater será un grave insulto a la integridad y la lealtad que están en el
centro de nuestra familia.

Canto no lo había entendido entonces. Luego conoció a los osos, vio la


franqueza con la que abrazaban el mundo, y quiso poner una valla
alrededor de todo su territorio para que nadie pueda lastimar a sus enormes
corazones.

Valentín era el más grande de todos.

Los Mercant, en comparación, eran cínicos y escépticos cuando se trataba de


tratar con cualquier persona fuera de su unidad familiar. Ahora Canto y los
demás también habían asumido la tarea de ser cínicos en nombre de los
osos. El sintió el mismo impulso protector hacia Payal, pero era más
profundo, más fuerte, más primario.

− Será mejor que me vaya, − dijo Valentín, pero fue solo una vez que
estuvieron abajo y junto a la puerta de entrada que añadió: − Canto, olí a un
extraño en tu espacio vital. ¿Está todo bien?

Bookeater
Last Guard
− Un amigo. Un Tk capaz de teletransportarse. − Era una palabra demasiado
simple para lo que estaba pasando con Payal, pero serviría como marcador
de posición. − No pensé considerarlo un riesgo de seguridad en esta parte
de la frontera, pero después de esto... − asintió con la cabeza al cachorro.

− Esto no altera la situación de seguridad, − dijo Valentín. − Tener un


cachorro tropezando tan lejos sin ser visto por un centinela es tan inusual
que esta es la primera vez que sucedió en mi memoria. Puede invitar a su
amigo. − Levantó una ceja y una leve sonrisa se dibujó en sus labios. − Una
mujer, ¿no?

Canto frunció el ceño. − Odio las narices cambiantes.

La risa de Valentín fue un estruendo que hizo que el cachorro en sus brazos
se despertara y tratara de unirse, su voz mucho más aguda. Y maldita sea,
adorable. Riendo, Valentin besó la cabeza del cachorro antes de entregárselo
a Canto y dejar la toalla a un lado. Cambió en una lluvia de luz.

Cuando Canto miró a continuación, un enorme oso de Kamchatka estaba


donde el hombre había estado. Sacudió su cuerpo como si estuviera
colocando su pelaje en su lugar. Esperando hasta el oso lo miró, Canto
colocó al cachorro en su espalda, donde el niño tomó un agarre
sólido. Valentín se fue asintiendo, un depredador que podía moverse con
letal velocidad a pesar de su tamaño.

Canto lo siguió, todavía con esa inexplicable sensación de protección en su


intestino. A veces el peligro no venía de los depredador más grandes y
obvios. A veces venia de los más silenciosos, y mortiferos.

Sabía que Payal era una de esas amenazas más silenciosas y mortales.

También sabía que ella lucharía con una furia despiadada para proteger a
los inocentes. Eso era parte de su esencia, inalterable y para siempre. Su 3K
todavía estaba viva más allá del caparazón que Payal había creado para

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Last Guard
proteger su corazón magullado y maltratado.

Su unidad de muñeca vibró discretamente. Una alerta de vigilancia. Lalit


Rao acababa de hacer una interesante maniobra financiera. Los ojos de
Canto se entrecerraron. Él sabía lo que estaba haciendo el otro hombre,
intentando sacar a Payal. Él no lo lograría, pero podría dificultarle las cosas
si consiguiera suficientes personas en su lado.

Escribió un mensaje a Payal con la información.

PAYAL no se teletransportó a su apartamento después de salir de la casa de


Canto. Ella fue al oasis del desierto. Su cerebro era un lugar de caos
nervioso; ella necesitaba equilibrar su centro y tranquilizarse de nuevo. Al
localizar un área en el jardín que ella no había equilibrado
matemáticamente, comenzó a mover las cosas.

Mientras se reestructuraba y reconfiguraba bajo el brillante sol del desierto


que casi le lastimaba el ojo, trató de no pensar, solo se dejó estar.
Hasta que por fin pudo respirar, los latidos de su corazón ya no eran
irregulares y su temperatura de la piel uniforme.

Ya no eres una niña.

Las palabras de Canto resonaron en su alma. Ella nunca había considerado


que podría haber otra forma, que para controlar sus tendencias aberrantes
no tenía que ser un martillo aplastante y brutal, que un enfoque más sutil
podría funcionar también.

Nada más que una falsa esperanza, susurró otra parte de ella. Es cosa es parte de
la locura que llevas dentro de ti. Por eso tu padre te puso en ese lugar.

Bookeater
Last Guard
"No." Payal no permitiría que esa vieja voz asomara su fea cabeza. Sí, había
sido inestable, pero también había tenido un hermano que la había
torturado, hasta que la única forma en que podía luchar era perderse y
convertirse en una berserker.

Esta fue una situación muy diferente.

Ella no era una niña, y los empáticos eran luces brillantes en el mundo. No se
les había permitido existir abiertamente durante su infancia, e incluso, si lo
hubieran sido, su padre nunca la habría llevado a ver uno. Demasiado
riesgo alto de exposición, habría dicho, una probabilidad demasiado alta de
que se la conociera como defectuosa.

Sin embargo, en el tiempo transcurrido desde la creación del Colectivo


Empático, Payal no había oído hablar de filtraciones de información
psicológica personal. Ninguna. Los empáticos del Colectivo se tomaban muy
en serio su voto de privacidad.

Canto también se había ofrecido a presentarle a un empático que


mantendría a todos sus secretos, pero si Payal hiciera esto, ella elegiría su
propia E. No porque ella creyera que Canto la señalaría hacia alguien menos
que estelar, pero porque esto tenía que ser de ella. Tenía que tomar la
decisión, ya que había tomado la elección siendo niña, de enjaular a la niña
que gritaba.

Canto había confiado en ella.

Un recordatorio repentino y aterrorizado del acto que había destrozado su


distancia psíquica, la volvió maníaca.

Nadie confiaba en nadie.

No era así como funcionaba el mundo.

Bookeater
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La gente maniobró, negoció y formó alianzas para esfuerzos específicos.
Como ella, Canto, Arran, Suriana, Ager y Bjorn habían hecho con el
problema de las Anclas. Como lo habían hecho 3K y 7J en ese pasado
lejano. Ha sido sobre supervivencia; se habían aferrado el uno al otro
porque no habían tenido a nadie más.

Pero esto, lo que acababa de suceder ...

¿Era posible que, a pesar de todo, estuviera montando una astuta


trampa? ¿Había investigado su cerebro, se habría dado cuenta de que esta
táctica podría confundirla y desequilibrarla? Los Mercants eran conocidos
por su capacidad para obtener información, y Canto era un jugador clave en
esa red.

Había lógica en su línea de pensamiento para una mujer que había crecido
en una familia donde la confianza se consideraba una debilidad fatal. Era
fácil de creer que Canto Mercant estaba jugando un juego peligroso y
finamente equilibrado.

Come.

Su cuidado fue un eco áspero en su cabeza. A nadie más que a Kari le


importaba Payal. Sin embargo, Canto la había cuidado mientras ella estaba
en su momento más vulnerable; no se había aprovechado. Ni una sola vez.

Ella le había mostrado su locura, y él no se había disgustado con ella como


su padre lo había hecho cuando era niña. Él no había tenido ese brillo
avaricioso en sus ojos como lo había hecho Lalit cuando se dio cuenta de
que podía empujar y manipular a su hermana menor activando
desencadenantes emocionales particulares.

Canto la había mirado como siempre, con una amalgama de lo que ella
quería ver como fascinación y ternura, mezclada con un poco de agravada
frustración. Este último elemento hizo que sus recuerdos parecieran más

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Last Guard
reales, más esencialmente él. Casi podía oír el ronco retumbar de su voz.

También le había pedido que mirara dentro, que viera si necesitaba


permanecer dentro de la prisión que había construido para ella misma. Él
no le había dicho que estaba equivocada, que su cerebro no era lo
suficientemente fuerte para tomar tales decisiones. El acababa de pedirle
que volviera a mirar un problema que había resuelto en la infancia, para
comprobar si podía estructurar una solución más elegante.

Le dolía la cabeza, nada encajaba bien.

Después de una última mirada a este tranquilo paraíso, se teletransportó a


su apartamento... y al caos. Un grito hizo eco a través del canal telepático
que usó con el otro tal como lo había conocido, y fue una angustiosa súplica
de ayuda.

Ager.

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25

Abuela, la encontré.
¿Ella? Oh. Veo. ¿Ella está bien?
Ella es Payal Rao.
Bueno, Canto. Te gusta mantener mi vida interesante.
—Conversación entre Canto Mercant y Ena Mercant.

PAYAL RESPONDIO INSTINTIVAMENTE, su cuerpo colapsando como


el de una muñeca sobre su cama mientras vertía toda su energía en el
sustrato. El A más viejo de todos estaba siendo golpeado por olas masivas
de azul brillante agrietado con fisuras de negro sangrante, como si el tejido
de la PsyNet se estuviera desgarrando.

¡Busca la respuesta, Payal! La voz penetrante y clara de Canto. ¡Suriana y yo


ayudaremos a Ager!

Payal no se ofendió por la orden. Ella lo vio como una división lógica de
trabajo, dada su mente orientada a los detalles y su capacidad para ver la
cuadrícula en el Sustrato. Encontró la parte de la cuadrícula que se
correlacionaba con la zona de Ager.

Se contorsionada en una "bola" que le revolvia el estómago en una sección,


pero no había bordes lisos. Solo "huesos" duros e irregulares que partían la
tela del sustrato y cortaba las secciones que sangraban de un negro
viscoso. Cuando ella miró la sección del espejo en la PsyNet, vio un
conjunto de mentes que ardía tanto que se quemaban una por una. Fuegos
brillantes extinguidas después de un breve destello.

Bookeater
Last Guard
¿Escarabajos que se habían reunido en un solo lugar?

Otra mente apareció en la distancia. Marcial, muy extraña, casi invisible,


destellos de negro fluctuando a través de ella. ¿Empática? Si era así, muy
única. Lo más probable es que fuera una Flecha con escudos inusuales.

Luego una mente de oscuridad obsidiana: Kaleb Krychek.

Pero llegaron demasiado tarde. Las mentes deslumbrantes desaparecieron


de la existencia una por una, todo en cuestión de segundos. Al ver que
Krychek y la mente desconocida ya estaban trabajando en el agujero
resultante en la estructura de la red, volvió a sumergirse y le contó a Canto
lo que había descubierto mientras comenzaba a enderezar la cuadricula.

Los fragmentos cortaron sus manos psíquicas, pero eso no pudo


evitarse. Ella siguió trabajando.

Canto desapareció de su vecindad a mitad de camino. ¿Ager?

Estoy bien, joven Rao. Pero Canto me dio demasiado de sí mismo. Él puede haber
ardido. Él echó a Suriana de la fusión cuando ella estaba tambaleándose en el borde,
pero se quedó demasiado tiempo él mismo.

El pánico revoloteó en la garganta de Payal, pero se obligó a terminar de


reparar la cuadrícula, no defraudaría a Canto. Hecho eso, comprobó que
Ager estaba lo suficientemente bien como para mantener su zona antes de
tocar la base con Arran y Bjorn.

Los dos habían estado lidiando con una corriente de resaca más pequeña,
habían atravesado indemnes.

Abriendo los ojos en el plano físico, buscó su teléfono y encontró la línea


directa para Silver Mercant. Ella tenía ese número porque la EmNet había
necesitado su cooperación para expandirse en esta región.

Bookeater
Last Guard
El teléfono fue contestado por una meliflua voz masculina. – Oficina del
Director Mercant.

−Esta es Payal Rao. Necesito hablar con el director de inmediato. Se trata de


una emergencia.

El asistente estaba bien entrenado, porque no hizo ningún intento de


desviar la llamada o bloquea su acceso a Silver. − Ella está actualmente en
una reunión, pero voy a interrumpirla. Por favor, espera.

Silver entró en la línea cinco segundos después. −Payal, −dijo en su tono


crujiente, tono claro. − ¿Cuál es el problema y qué recursos...

− Tienes que comprobar a Canto, − interrumpió Payal. − Él pudo haberse


quemado después de una emergencia de Anclas. −Y Payal no podía
teletransportarse a él después de su propia reducción de energía. Ella
terminaría en una línea plana a la mitad, terminaría en una ubicación al azar
para la que su cerebro tuviera una imagen. Podría ser un lugar seguro, o
podría ser en el medio de una autopista.

Silver colgó sin responder. Payal estaba bien con eso. Ella preferiría que la
otra mujer se moviera con una rapidez antes de que fuera educada. Pero su
estómago dolía mientras se preocupaba y se preguntaba. ¿Silver pensaría en
devolverle la llamada? Ella no tenía ninguna razón para hacerlo. Payal no
era nada para la familia Mercant.

El nombre de Silver apareció en la pantalla de su teléfono.

Payal no pudo responder lo suficientemente rápido. − ¿Está bien Canto?

− Aturdido pero consciente. Se apagó, por lo que pronto se estrellará.

El alivio se estrelló contra Payal, borrando el control que había logrado.

Bookeater
Last Guard
− ¿Eres una A?

Cuando Payal confirmó eso, Silver dijo: − No podrá ayudar con la red A
durante veinticuatro horas como mínimo; podría ser hasta cuarenta y ocho.
Nunca supe que Canto se apagara, ¿tenemos que prepararnos para un
colapso?

− Su punto de anclaje se mantendrá. − Payal se echó el pelo detrás de las


orejas. − Ser un A es lo que somos, apagados o no. Manejaré los problemas
más activos mientras se recupera. − Mientras él la cuidaba, ella ahora
cuidaría el sistema entretejido en el que estaba trabajando tan duro para
crear.

Payal se aseguraría de que las As no cayera mientras Canto estuviera caído.

DESPUÉS de colgar con Payal Rao, Silver se sentó en su oficina y pensó en


los últimos minutos. Fue pura suerte que ella supiera que Pavel se dirigía
fuera a visitar a Canto, incluso mejor que él hubiera tenido su teléfono;
tendía a dejarlo ahora que había convencido a Arwen para que jugara con
su completamente vergonzoso oso de mala reputación.

Tal como estaban las cosas, Pavel casi había llegado a la casa de Canto
cuando ella se puso en contacto, y él pudo confirmar que Canto estaba bien,
pero "Limpiado". No era una sorpresa dado lo que estaba escuchando sobre
el asalto más reciente contra la red. Aún no había informes oficiales, pero
la transmisión en vivo de Beacon tenía declaraciones de un testigo ocular
que parecían apuntar a un grupo de escarabajos haciendo algo tan
peligroso, que básicamente había explotado sus cerebros.

Le pediría a Canto los detalles de su participación cuando se

Bookeater
Last Guard
despertará. Ella había crecido con él en su vida, pero su relación no era de
hermanos. Mayor por nueve años y marcado en su vida de niño, tendía a
preguntar más por ella y Arwen que hablar sobre sí mismo. Solo hoy se dio
cuenta de lo poco que sabía acerca de los aspectos técnicos de su
designación básica.

Luego estaba Payal Rao. Jugador despiadado, un cardenal Tk que nunca


había estado bajo el control del Consejo y uno de los principales directores
ejecutivos. También un ancla. Una lo suficiente amistosa con Canto para
conseguirle asistencia de emergencia. Los Mercants. Siempre tenían que
guardar algunos secretos. Valentín tenía razón. Lo secreto estaba en el ADN
de su familia.

Los labios se curvaron al pensar en su compañero oso, que le había


acariciado el cuello con un beso esta mañana antes de que él la dejara irse a
trabajar, ella recogió el teléfono y llamó a Pavel. − ¿Lo convenciste de ir a la
cama?

− ¿Soy un oso? − fue la respuesta insultada. − Por supuesto que lo convencí


de ir a la cama. Incluso si es el Mercant más gruñón del mundo. − Un
susurro. − Estoy escabulléndome en su habitación. Sí, está fuera de
combate. Déjame tirar una manta sobre él.

Después de retroceder, dijo: − Me quedaré aquí hasta que se recupere. Yasha


está feliz de cubrir mi turno de seguridad. ¿Hay algo especial que deba
hacer?

− Que le preparen una bebida nutritiva para cuando se despierte, pero eso
no sucederá en horas todavía. − Ella se mordió la siguiente pregunta que
quería hacer, muy consciente de que sería una seria invasión a la privacidad
de Canto.

Éticamente, era la elección correcta, pero sus instintos protectores estaban


muy lejos de ese elemento más primario de su psique, y lucharon contra

Bookeater
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ella. Canto la había protegido durante años, más aún después de que se
convirtió en la directora de la EmNet—La abuela pensaba que Silver no
sabía que su primo con el ceño fruncido y con tendencias solitarias era el
genio informático que había pirateado su camino a través de medio mundo
para mantenerla a salvo.

Había llegado el momento de que Silver equilibrara la balanza, le


respaldara. Porque Payal Rao era un tiburón con grandes dientes. Una
mujer de ojos fríos, despiadada y con cero lealtades a los familiares.

Entonces Pavel dijo: − Oye, parece que no tienes que preocuparte mucho
por Canto. Ha tenido compañía. − La forma en que el oso sacó la última
palabra, dejó en claro que la visita había sido femenina.

− ¿Familia?

− No. Conozco el aroma Mercant, todos comparten un hilo. Esto es nuevo. –


Una respiración profunda. − Diferente. Capas a eso. Ninguno de ellos son
capas de Mercant.

Lo que significaba que cualquiera que fuera la relación, no era una que
involucrara intimidad física. − Dime si se despierta, − dijo antes de colgar.

Silver hablaría directamente con Canto sobre esto, le advertiría sobre el


depredador con el que se estaba enredando.

Pero cuando mencionó su decisión a Arwen más tarde ese día, después de
que ella se dejara caer por Denhome, su hermano echó la cabeza hacia atrás
y se rio tan fuerte que se dejó caer sobre la cama de Valentín y ella. La había
seguido hasta el dormitorio cuando entró para quitarse las joyas.

− ¿Qué es tan divertido? − preguntó en su tono más helado.

No tuvo ningún efecto en su hermano empático, sabía que ella lo amaba

Bookeater
Last Guard
hasta el hueso. − Tú. Apareado. A. Un. Oso.

− Actualmente estás jugando con uno, − señaló.

− No soy yo el que está pensando en meter la nariz en el negocio de Canto.

Sentado en la cama, su cabello negro cortado a la moda estaba despeinado,


pero el pálido azul de su camisa aún se veía nítido contra el gris paloma de
su chaqueta de traje, Arwen arqueó una ceja. Sus ojos eran del mismo color
plateado que los de ella, pero los ángulos bruscamente inclinados hacia
arriba en las esquinas, sus huesos llamativos. − ¿De verdad crees que Canto
no puede manejarse contra Payal Rao si algo está pasando?

− No tiene experiencia en tratar con personas como ella. No cuando se trata


de una relación personal.

− Aguanta. − Arwen señaló. − Oso alfa.

Silver le lanzó una mirada reprimida, pero entendió el punto. Ella evitaría
ser entrometida. Pero también haría una investigación sobre Payal Rao que
no se trataría sobre negocio o el trabajo, sino sobre quién era ella como
persona. Porque mientras Canto podía ser gruñón y no sociable, era
familia. También era una de las rocas sobre las que se encontraba, uno de
los silenciosos cimientos del poder Mercant.

Silver cortaría a Payal Rao en pedazos antes de permitirle hacer daño a


Canto.

− ¿Y si ella es la persona de Canto?

Silver miró a su hermano. − ¿Payal Rao?

− Aguanta.

Bookeater
Last Guard
− Tranquilízate. Soy mayor que tú.

− Por diez minutos. − Riendo, se acercó a abrazarla por la espalda, su


hermano con su gusto snob en la ropa y un corazón lo suficientemente
grande como para contener el mundo. − ¿Pero y si lo es, Silver?

Dejando a un lado su necesidad de proteger, Silver se obligó a considerar la


pregunta. − Quiero que Canto tenga lo que tengo, − dijo al fin. − Él tiene tal
soledad dentro de él. Si Payal puede llegar a él de una manera que no creo
que ni siquiera la abuela tiene... entonces la respaldaré hasta el final.

− Y me llaman el empático. − Arwen la apretó con fuerza. − Quiero eso para


él también. Es una de las mejores personas que conozco; su corazón, Silver,
es una cosa de valor, lealtad y voluntad obstinada.

− Payal Rao se hizo cargo de cinco corporaciones la semana pasada en un


golpe insensible.

− Un Oso alfa que puede partirte por la mitad con sus manos.

Silver se quitó la pulsera. − Todavía la voy a espiar. − Por si acaso.

− Es la forma Mercant.

Bookeater
Last Guard
26
Un oso culto es una criatura peligrosa.
—Filosofo oso desconocido

PAYAL ERA BUENA poniendo cosas en cajas, cerrando partes de sí misma


para que las demás pudieran funcionar. Pero, aunque se estrelló esa noche,
una sola necesidad pulsaba continuamente en el fondo de su mente cuando
se despertó al día siguiente. Ella seguía queriendo acercarse a Canto incluso
sabiendo que él no la escucharía. Ella era muy consciente de que era
peligroso estar tan distraída, especialmente cuando fue convocada a una
reunión con su padre. Lalit ya estaba en la habitación, tan suave y pulida
como siempre. Ninguno de los dos habló mientras esperaban la atención de
Pranath.

− Payal, − dijo Lalit cuando su padre continuó ignorándolos, − estás


escondiéndote mucho en tu habitación últimamente. Estar abrumada,
¿verdad?

Antes de que Payal pudiera señalar que estaban aquí para discutir un
acuerdo importante que ella había negociado, Pranath levantó la cabeza del
organizador en el que él estaba trabajando. − Esto es trabajo, Lalit. Si desea
jugar, hágalo en su propio tiempo.

Lalit dio un paso adelante con las manos en los bolsillos del traje. Un
empujón de poder telequinético lo empujó hacia atrás junto a Payal. Eso
fue…. inesperado.

Su padre era un Tk, pero no al nivel que evidenciaba la fuerza de ese


empujón. Lo que significaba que tenía guardias que vigilaban lo que pasaba

Bookeater
Last Guard
en esta habitación.

Mirando, no escuchando.

Pranath Rao nunca permitiría que extraños escucharan sobre negocios a


familiares privados. ¿Pero esos espejos detrás de su cama? Sí, podrían ser
unidireccionales. Bueno saberlo.

Lalit se detuvo antes de estrellarse contra la pared del fondo. − Eso fue
innecesario, Padre. − Volvió a acomodarse la chaqueta.

− Solo un recordatorio de que, aunque pueda estar en esta cama, soy el rey
Rao. – Él hizo contacto visual con ambos. − Ustedes son solo peones en el
tablero de ajedrez.

− Parece que olvidas que yo gano miles de millones cada año, − dijo Payal
con pragmatismo genial. − ¿Debo sumar el valor de mis ofertas más
recientes? – A Ella no le importaba el crédito, se trataba de ser vista como
poderosa en lugar de débil.

− Traes esos tratos porque yo lo permito. − La voz de Pranath era seda


venenosa. − ¿Cuánto tiempo sobrevivirías si retirara mi protección? − Un
recordatorio sutil de la medicina vivificante que le permitía actuar para el
titiritero.

−En cuanto a ti. − Dirigió la pálida agudeza de su mirada hacia Lalit. −No
tienes autocontrol. Eso te convierte en una pérdida de tiempo excepto por el
hecho de que eres mi heredero secundario.

¿Era de extrañar, pensó Payal, que Lalit tratara regularmente de encontrar


formas para asesinarla? A su padre no le gustaría nada más que sus dos
hijos mayores vivos fueran pitbulls feroces que se esforzaban por tirar de la
correa para atacarse entre sí. Desafortunadamente, la manipulación
psicológica se había apoderado de Lalit.

Bookeater
Last Guard
− ¿Nos trajiste aquí para algo útil? − Payal no se complació en nada de
esto; su hermano era un psicópata y probablemente había nacido así, pero la
forma en que los habían criado no había ayudado en lo que respectaba a su
patología. Quizás si le hubieran dado terapia en la infancia, se habría
convertido en un psicópata de jardín en lugar de un asesino en serie en
formación.

Pranath tocó su agenda. – El grupo familiar Jannik-Kao se me acerco con


una posible oportunidad. Lalit, quiero que manejes las finanzas. Payal,
quiero que mires las posibilidades generales. Enviándote información
ahora.

Luego los despidió.

Al salir de las habitaciones, Lalit murmuró: − Él nos creó a los dos, tú


lo sabes, ¿no?

− Innegable, − dijo, manteniéndose en los hechos porque hace mucho


tiempo se dio cuenta de que no podía haber puntos en común con Lalit. Si
alguna vez se acercaba era, para desenterrar sus debilidades.

Solo una vez se había enamorado de él: tenía cinco años en ese momento.

Como resultado, había terminado con quemaduras en una pierna. No


habían sido del peor grado y casi se había desvanecido después de todo este
tiempo, pero su piel estaba un poco tensa allí. Lo suficiente para recordarle
que nunca confíe en ninguna rama de olivo que pudiera sostener. Esa rama
siempre estaría cubierta de veneno—O fragmentos de vidrio rotos.

− ¿No quieres asesinarlo a veces?

¿Realmente pensaba que ella era lo suficientemente tonta como para


responder eso? − Tengo trabajo que hacer, y tú también. − Girando a la

Bookeater
Last Guard
derecha, lo dejó en el cruce del pasillo, y ella sabía que él estaba
mirándola. Pensando de nuevo si podría tomarla.

Se detuvo, miró por encima del hombro y se aseguró de que él la mirara a


los ojos.

Apretó la boca ante el silencioso recordatorio de que ella era cardenal, pero
se movió sobre sus talones y se fue hacia el otro lado. Eso no significaba que
estuviera a salvo. Solo significaba que sería astuto cuando la
persiguiera. Pero entonces, ella sabía eso casi toda su vida.

Canto.

Su nombre era un latido dentro de ella, pero no podía hacer nada al


respecto. Lo que había hecho ayer la había agotado. Si ella se teletransporta
ahora, lo lograría, pero solo por poco. Tendría que quedarse con él hasta
que se recuperara.

Su paso se enganchó, su anhelo una corriente que la arrastraba hacia aguas


cada vez más profundas. Pero no podía ceder. Necesitaba hacer guardia,
vigilando el daño recién curado hasta que se despertara.

Las cosas se calmaron más y más a medida que pasaban las horas. Hasta
que llegó al punto en que no hubo más ondas y la noche había caído sobre
Delhi. Sola en su apartamento, el sustrato estable, no podía luchar contra el
impulso por más tiempo. Ella se teletransportó a Canto... y se encontró cara
a cara con un hombre desconocido con piel de color marrón medio que tuvo
que haberse movido con la velocidad de un depredador para llegar a ella en
un abrir y cerrar de ojos desde que se había teletransportado.

Ella se teletransportó a otra área antes de que el hombre pudiera golpearla,


solo para darse cuenta de que estaba tirando frenéticamente hacia atrás su
puñetazo y tambaleándose sobre sus pies mientras intentaba cambiar su
centro de gravedad.

Bookeater
Last Guard
− ¡Izvinite! − gritó, girando la cabeza hacia donde ella había ido, antes de
cambiar a un inglés con acento similar al de alguien que normalmente habla
una lengua eslava. Según su búsqueda rápida en la red, izvinite significaba
"lo siento" en ruso. "No sabía que eras tú".

Payal no tenía intereses comerciales importantes en lugares de habla rusa y


nunca había conocido a este hombre de constitución compacta y musculosa,
sus ojos de un impresionante verde agua detrás de unas gafas con montura
metálica. Sin embargo, la conocía. Ella le habría preguntado cómo, si no
fuera porque su cuerpo se balanceaba.

Ella había calculado mal lo que el trabajo de anclaje ayer le había


quitado. Eso era lo que resultaba de ser irracional, de dejarse llevar por la
emoción.

Sin embargo, ella dijo: − ¿Canto?

− Bien. Está en el dormitorio. –El extraño se apartó de la cara los mechones


color caoba de su cabello cortado entrecortadamente y se acercó con
cautela. − Pon tu brazo alrededor de mis hombros.

Debido a que él había preguntado en lugar de aprovecharse de su obvia


debilidad, ella hizo lo que le había sugerido y él la ayudó a caminar hasta la
puerta del dormitorio de Canto y mirar hacia adentro.

Largas pestañas sombreaban las mejillas de Canto mientras su pecho subía


y bajaba a un ritmo suave.

− ¿Quieres el otro lado de la cama?

Sobresaltada, miró al extraño ... y vio ojos que brillaban un poco detrás de
los cristales transparentes de sus gafas. Un anillo de ámbar rodeaba el verde
agua, disparando luz a través de sus iris. Salvaje. Cambiante. Sentido del

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olfato. Conocimiento de Payal en el espacio de Canto. Agregó hasta una
conclusión de intimidad para él. − No, − dijo ella. − El sofá.

Frunció el ceño, pero no discutió. Él simplemente la ayudó a sentarse en ese


sofá y, después de que se acostó, buscó una manta y la abrió sobre ella con
manos suaves. El pánico era metal en su lengua. − OMS…

− Pavel. Los amigos me llaman Pasha. − Se agachó para mirarla a los ojos. −
Aguanta. Locamente enamorado de un Mercant que me lleva a bailar.

Locamente enamorado de un Mercant.

No lastimaría a Canto.

Por extensión, no lastimaría a Payal, porque pensaba que ella pertenecía a


Canto. Y todavía el pánico amenazaba con estrangularla. Era un
desconocido, una amenaza. El calor se acumuló bajo su piel, su respiración
se volvió irregular.

Ella tenía que permanecer despierta.

Un roce en su mente, una sensación de Canto envolviéndola en sus brazos.


Duerme, escuchó en un nivel más allá de la telepatía. Yo te mantendré a salvo.

Me estoy volviendo loco, pero es una hermosa locura fue su última conciencia
pensó antes de quedarse dormida.

PAVEL recibió una llamada de Silver poco después de la llegada de Payal. −


Quédate en casa, − le dijo a la compañera de su alfa. − Acabas de pasar un
gran día con esa reunión de EmNet y estoy sentado aquí. − Silver ya había
pasado esa mañana para ver cómo estaba su primo, y llevarle a Pavel una

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muda de ropa.

La comida no era un problema; Canto tenía una política de armario abierto


para los osos hambrientos.

− Pasha, − dijo con mucha precisión, − hay un cardenal telequinético


desconocido en la casa de Canto.

− Ella está dormida. Súper aterrador. − Sonrió ante el sonido que venía de la
línea. − En serio, Siva, − dijo, usando el nombre con el que Dima y los otros
cachorros la llamaban, − estaba más preocupada por Canto que por
cualquier otra cosa. Descansa. Voy a mantenerte al tanto.

Silver discutió durante dos minutos más antes de interrumpirse con un


bostezo enorme y finalmente admitir su agotamiento. No es que la
detuviera. Tan pronto como se despertará, estaría conduciendo.

Aun así, era mejor que nada.

Resuelto, agarró un organizador de Canto de repuesto sin preocuparse ya


que sabía que el otro hombre estaba de acuerdo con que lo tomara prestado,
y salió a la cubierta para terminar un libro que había comenzado antes. No
era un bárbaro total. Y A Arwen le encantaban los hombres que leían.

Metiendo un brazo detrás de su cabeza, se zambulló.

Una hora más tarde entró de puntillas desde la cubierta. Había escuchado la
respiración del cardenal caer en un ritmo intensamente lento y profundo,
quería comprobar que no estaba en problemas. Lo último que necesitaba era
que Canto se enojara con él de nuevo porque no se había preocupado por su
mujer.

El maldito psi era tan espinoso como un oso pardo recién salido de la
hibernación.

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¿Qué decía de Pavel que no le agradara a pesar de ello, sino por eso? Oso
inverso, eso era lo que era.

El cardenal estaba profundamente dormido.

Sin signos de angustia. No como la peligrosa tensión que había sentido en


ella antes de que se rindiera a dormir. Peligroso, eso era, para él. Un
cardenal telekinetico podría hacerle mucho daño a un oso. Por eso solo
habia una regla al luchar contra Tks: golpea primero y golpea fuerte.
Cualquier retraso y podrías también planificar tu funeral.

Pero el Tk de Canto no había intentado lastimarlo ni siquiera cuando se


sobresaltó.

Ahora ella yacía inmóvil, sin vigilancia.

Tal vez le había tomado tanto tiempo relajarse de verdad. No podía


culparla, no cuando casi la derribó al suelo cuando ella llegó por primera
vez. En su defensa, ella no había sido más que un parpadeo en el rabillo del
ojo, una amenaza que había aparecido de la nada.

¡Bozhe moi! ¡Imagínese si hubiera golpeado la amante de Canto!

Carne muerta, habría sido carne muerta con sabor a oso.

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27
Decir que los Mercants son una unidad muy unida es un ligero eufemismo. Más correcto sería sea
decir que, si te consideran una amenaza para uno de los suyos, cortarán tu hígado, lo freirán
frente a ti, y luego te lo ofrecerán con una guarnición del veneno que elijas.
—Cita de una fuente anónima para PsyNet Beacon (2082)

A PESAR DE SU GEMELO Yakov llamándolo tan sutil como un elefante,


Pavel podría ser bastante liviano para ser un oso, así que se acercó para
doblar la manta más firmemente alrededor del cardenal de Canto,
frunciendo el ceño ante las sombras oscuras debajo de sus ojos. Había visto
a Arwen ponerse de esa manera, sucedía cuando los Psy trabajaban
demasiado y agotaban toda su energía psíquica.

Canto tenía el mismo aspecto cuando llegó Pavel.

Gruñendo en voz baja sobre "Psy que no se ocupan de ellos mismos, apagó
la única luz que había dejado encendida mientras Payal caía
dormida. También podría dormir en una agradable y acogedora oscuridad.
Pero no bajó las persianas de las puertas correderas: la luz de la luna le
permitiría orientarse si se despertaba.

Lo siguiente que hizo fue comprobar cómo estaba Canto. También en un


sueño profundo y natural. Pavel nunca había visto a nadie dormir de esa
manera, casi como si el cuerpo estuviera en hibernación, pero Silver le había
dicho que era normal después de una quemadura psíquica tan severa que
redujo los poderes del usuario.

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Un olor atrapó su nariz justo cuando salía del dormitorio, y de repente,
se sintió como un oso de secundaria con su primer enamoramiento. Quería
rebotar en los dedos de sus pies. ¿Sería siempre así? Probablemente. ¿Estaba
bien con eso?

Demonios sí.

Agarró a Arwen en sus brazos en el instante en que el hombre más delgado


golpeó el peldaño superior de la escalera. Iba vestido tan impecablemente
como siempre, hoy con un traje negro combinada con una camisa gris
oscuro y una corbata negra perfectamente anudada. Su cabello estaba
peinado a una pulgada de su vida, sus zapatos de cuero negro brillaban por
el lustrado.

Parecía como si hubiera salido de la página de un catálogo de ropa


masculina de alta gama.

Mientras tanto, Pavel vestía unos viejos jeans azules, una camiseta que
alguna vez fue verde en sus mejores días y zapatillas destartaladas. Sin
embargo, el deleite de Arwen lo envolvió como un abrazo incluso mientras
miraba con aire presumido su perfecta nariz aristocrática y dijo: − Estás
arrugando mi chaqueta.

Riendo, Pavel lo besó en esa hermosa boca. La cosa con los empáticos era
que podían ser tan presumidos como quisieran, si te amaban, se
notaba. Demonios, te rodeaban hasta que estaban en cada célula de tu ser.
Pavel le había dicho a Yakov que era como estar envuelto en un sol con
aroma a Arwen.

El beso fue algo salvaje y familiar hasta que Arwen lo empujó por los
hombros.

Pavel lo soltó de inmediato. Arwen no era un dominante, no de la forma en


que los cambiantes veían las cosas. Tampoco era un sumiso. Estaba más

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cerca de un sanador que algo más. Y los curanderos debían estar protegidos.
Aunque Pavel no era lo suficientemente estúpido como para decir eso en
voz alta; Arwen lo cortaría en pedazos con solo su tono.

Después de todo, había tomado lecciones en las rodillas de Ena Mercant.

Pero el quid de todo era que Pavel era mucho, mucho más fuerte
físicamente. La única forma en que esto podría funcionar, sea lo que sea que
estuvieran haciendo, era que él escuchara y siguiera las señales físicas de
Arwen. − Silver te envió, ¿no es así?

− Por supuesto que lo hizo, no solo por Canto, tampoco. Ella está
preocupada sobre que estes merodeando por un Tk desconocido. − Arwen
lo miró de arriba a abajo. − Pareces completo. − Palabras frías, pero la feliz
luz del sol se tejió a través de su cabello, se hundió en su piel, fue casi un
sabor en su lengua.

Arwen se arregló la chaqueta en su lugar, luego se inclinó y empujo los


anteojos de Pavel por su nariz. − Lindo.

Pavel sonrió, a pesar de que golpearía a cualquiera que se atreviera a


llamarlo lindo. − Tu primo está dormido. Me parece normal, pero ¿quieres
comprobarlo?

Dio un codazo con la cabeza hacia el sofá. − Ella también está apagada como
una luz. Ni un revuelo a pesar de nuestro ruido. − Se había mantenido
atento a cualquier señal de perturbación.

Después de una mirada curiosa al cardenal, cuyo rostro estaba oscurecido


por la forma en que la manta se había amontonado allí, Arwen entró en el
dormitorio, su paso tan fluido como el de Silver. Que no eran cambiantes
estaba claro, pero los Mercants tenían una gracia mortal sobre ellos.

Cuando Arwen salió, fue a mirar al cardenal. − Mierda, realmente es Payal

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Rao, − dijo, con la respiración entrecortada en la garganta y la voz
una octava más alta de lo normal. − Está en la casa de Canto, dormida.

Parpadeando rápidamente, se agachó para desabrocharse la chaqueta del


traje, luego puso sus manos en las caderas, empujando la chaqueta hacia
atrás mientras lo hacía, para revelar un cinturón de cuero rubricado con un
discreto logo de diseñador. − Canto y Payal Rao. − Sonaba tan ansioso como
muchas personas cuando decían que Valentín Nikolaev y Silver Mercant.

Un movimiento de cabeza. − Le dije a Silver que lo dejara así, pero todo era
teórico en ese momento.

− Ven aquí antes de hiperventilar. − Pavel lo arrastró hasta la plataforma.

Arwen vino, pero seguía murmurando. −La abuela debe saberlo. Canto
no iría a sus espaldas.

− Tu abuela lo sabe todo. − Balanceando su brazo alrededor de los hombros


del otro hombre, Pavel lo arrastró hacia la barandilla. − Y Canto pateara tu
trasero si interfieres.

Arwen pareció rebelde por un segundo antes de hacer una mueca. − Está
bien.

− Entonces, ¿consideras mi invitación? − ¿Porque su relación? No estaba


resuelta como Silver y Valentín o Chaos y Nova's. Los dos habían estado
jugando este juego de ida y vuelta durante meses.

− ¿No estás frustrado? −Yakov le había preguntado el otro día.

La respuesta de Pavel había sido sencilla. − No. Es un E que ha estado


escondido toda su vida. No de su familia, sino del resto del mundo. Esta es
la primera vez que ha sido libre de ser él mismo. Necesita hacer eso primero
antes de poder venir a mí.

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− ¿Si decide que no quiere eso? ¿Venir a ti?

− ¿Porque eres tan malo? ¿Qué te hice?

− Patearme en el útero.

− Mudak, − había murmurado Pavel, pero no se había abalanzado sobre su


gemelo para pelear y dejar salir a sus osos. − Si no me quiere después, tengo
que dejarlo ir. Eso es lo que somos. Los osos de StoneWater cortejan a
nuestros amantes. Podríamos de vez en cuando tratar de secuestrarlos, pero
no los forzamos.

Dedos largos y elegantes con uñas pulidas y cuadradas acariciaron su


mandíbula. − ¿Qué te pasa, oso Pasha? − Arwen murmuró, mirándolo con
esos ojos empáticos que veían demasiado.

Oso pasha.

Si Yakov alguna vez escuchara eso, se moriría de risa, luego volvería de la


tumba para reír un poco más. Pero Pavel se derritió. − Pensamientos de oso
grande, − dijo con una sonrisa, porque no presionaría a Arwen.

Su E tenía que acudir a él en sus propios términos.

− Háblame de este Payal Rao, − dijo. − Suena como tu hermana.

Un ceño fruncido de inmediato, el toque suave desapareció. − Silver no es


como Payal. − Arwen se cruzó de brazos. − Por lo que sé, ella es despiadada
y calculadora y no le importa nada más que el poder.

Los labios de Pavel se crisparon. − Moy luchik, ¿crees que Silver es un peludo
gatito?

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Gruñendo bajo en su garganta, y sí, Pavel estaba orgulloso de haberle
enseñado eso... Arwen se volvió y se apoyó en la barandilla del balcón. −
Silver es leal a la familia. Ella moriría para protegernos. Payal, que yo sepa,
no tiene conexiones familiares profundas.

− ¿Su culpa?

Arwen se tomó un momento antes de encogerse de hombros. − No sé. No es


mi trabajo en la familia realizar el seguimiento de cosas como esa. − Él
suspiró. − Tengo que disculparme con Silver por ser tan engreído; no puedo
dejar de preocuparme, ahora que es real. Ella es muy peligrosa, Pasha.

Cambiando para apoyarse en la barandilla a su lado, pero de cara a la casa,


Pavel dijo: − Canto puede cuidarse solo, ya sabes. El hombre es un cardenal
y tan duro como cualquier oso. − Vio cómo el viento agitaba sus dedos a
través del cabello de Arwen, y sus dedos ansiaban hacer lo mismo.

Más tarde, se prometió a sí mismo.

− No lo entiendes. − Los dedos de Arwen se apretaron sobre la barandilla. −


Canto está a punto de llegar a los treinta y nueve, y las únicas personas en
las que ha confiado son familia y familia adyacente, como tú. − Hombros
tensos, parado en su completa altura. − Yo solo… no sé si él entiende el
poder de la emoción. No sé si él entiende que se puede usar para manipular.

− Tengo que estar en desacuerdo, Arwen. Canto es tan poco psi como un psi
que he conocido. − Gruñón, abierto, generoso. − Yo digo que deberías
preocuparte por Payal. ¿Es ella buena para las emociones?

Arwen vaciló, luego se acercó para sacar el teléfono de Pavel del bolsillo de
los vaqueros a su espalda e hizo una búsqueda. Ambos vieron el video que
apareció: una entrevista con Payal en relación con una fusión reciente.

Después, Pavel enarcó una ceja. − Payal Rao no tiene ni puta idea de cómo

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lidiar con un Mercant astuto.

− Canto no es astuto, − murmuró Arwen. − Es una flecha recta.

Riendo, Pavel deslizó su mano alrededor de la nuca de Arwen. – Lo astuto


está en tu sangre, − dijo contra los labios de su amante. − No puedes
ayudarte en eso. − Luego, mientras su oso se agitaba contra el interior de su
piel, su pelaje rico y exuberante, besó al hombre que sostenía su salvaje
corazón cambiante.

Y le deseó suerte a Payal Rao.

Lo necesitaría con su Mercant.

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28
La confianza es un frágil pájaro de cristal. Déjalo caer una vez y se romperá en innumerables
fragmentos.
—Inshara Rao, ensayista (1892)

CANTO DESPERTÓ CON la conciencia de que no estaba solo. Sus sentidos


telepáticos habían escaneado automáticamente al despertar, una medida de
seguridad que había incorporado a su cerebro en la infancia. Había sido una
forma de controlar lo que le estaba sucediendo.

Golpeó una mente cambiante que no podía leer, luego una psi que estaba
abierta lo suficiente para que Canto le dijera que era Arwen. Que, dada la
corriente y la proximidad de las dos mentes significaba que la otra tenía que
ser Pavel.

La mente próxima final era Psy y bloqueada contra la intrusión de una


manera que le cantaba "ancla".

Payal.

No hubo respuesta a su intento de contacto telepático, aunque cuando


comprobó en el Sustrato, encontró su zona tranquila y controlada. Así
estaba el resto de la red. La situación se había contenido.

Sin molestarse en arrojar agua a la cara o ponerse un par de pantalones de


chándal sobre sus bóxers, se sentó en su silla y se dirigió hacia ella. Él no
podía ver a Pavel y Arwen, lo que significaba que probablemente estaban
abajo. El agudo oído de Pavel habría captado sus movimientos, si los dos
hombres más jóvenes eran inteligentes, se desvanecían discretamente.

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Encontró a Payal dormida en su sofá. Su respiración era uniforme y ella
parecía estar en un estado de reposo genuino. Sus dedos se flexionaron,
queriendo tocarla, pero él no robaría el toque. No de Payal, esta mujer que
era tan cuidadosa con la intimidad de cualquier tipo.

Dirigiéndose al ascensor, bajó las escaleras justo a tiempo para ver a un


Pavel riendo tirando de Arwen hacia los árboles en la distancia. El primo de
Canto no estaba exactamente peleando, y el hecho de que llevaba un traje en
la niebla de la madrugada le dijo a Canto que debía haber hecho compañía a
Pavel durante la noche.

Dale las gracias a tu oso, le dijo Canto por teléfono.

No es mi oso, respondió Arwen de manera absolutamente poco convincente.


Pero él dice que eres bienvenido. ¿Sabe la abuela de Payal?

Canto no respondía a nadie más que a Ena, pero no podía ignorar la


preocupación en el tono de Arwen. Empatía. Siempre preocupándose tanto,
siempre tratando de asegurarse de que la familia fuera feliz. Si. Para que
puedas dejar de preocuparte, pequeño hombre. Un sobrenombre de infancia que
le daba con cariño.

Payal… ¿tendrás cuidado? Ella es despiadada.

También la abuela.

Eso hizo que Arwen se quedara callado durante varios segundos. Cuando
respondió, sonaba molesto. Cometí el error de decirle a Pasha lo que dijiste, y
está rodando por el suelo del bosque riendo tan fuerte que no puede hablar.

Canto comprendió la diversión del oso. Los hombres de nuestra familia no


somos débiles, Arwen. ¿No te has dado cuenta de eso? Especialmente desde que
estaba enredado con un teniente oso.

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Pero ella es como un cuchillo afilado en la garganta. Un poco extremo.

Pregúntale a Valentín sobre Silver Mierda Mercant. Esas fueron las exactas
palabras que sabía que el oso alfa gritaba con orgullo sobre su pareja.

Estás de mal humor cuando te despiertas, murmuró Arwen. Voy a ir a buscar


un poco de agua fría para echarle a Pasha.

Mientras tanto, Canto se sentó allí y se dio cuenta de que acababa de hablar
sobre los hombres Mercant y los amantes de los que se enamoraban; sí,
había pasado mucho más allá de la amistad basada sobre su pasado
compartido y el de Payal. Pero al igual que con Arwen y su oso risueño, este
no sería un noviazgo rápido.

Noviazgo.

Más influencia del oso.

Los psi no se cortejaban entre sí.

Pero Valentín había cortejado a Silver y la ganó. Pavel estaba cortejando a


Arwen con lo que parecía ser un éxito lento pero alegre. Los Psy podría ser
cortejado. La pregunta era: ¿Canto sabía cómo hacerlo?

− Soy muy bueno investigando, − murmuró para sí mismo, y volvió arriba


para limpiarse.

Secandose después de la ducha, se puso un par de pantalones de chándal y


una camiseta verde oliva descolorida que abrazaba sus bíceps; había visto
que los ojos de Payal se posaban en sus brazos más de una vez, y la primera
regla en la vida de los Mercant era utilizar todas las ventajas. Tenía la
mandíbula sin barba, pero a Payal no pareció importarle eso, así que lo dejó,
y su cabello era lo suficientemente corto como para requerir nada más que

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un rápido peine con los dedos.

No se molestó en usar calcetines ni zapatos.

Listo, fue a la cocina y se preparó un sándwich. Él estaba rematándolo


cuando escuchó un movimiento en el salón. − Payal, − dijo en voz alta
mientras se acercaba a ella.

Ella estaba sentada con el cabello caído alrededor de la cara, sus pantalones
negros y la parte superior verde sedosa desacomodada. Sus ojos estaban
nublados, sus labios regordetes y relajados. − ¿Canto?

− Hola, dormiste. − Luchó contra la urgencia de acercarse, de abrazar su


cuerpo cálido y semidormido contra el suyo.

Un destello de sus ojos, su cuerpo inclinado hacia él... luego respiro hondo y
cerró los ojos con fuerza. Sus músculos perdieron su suavidad, sus facciones
ya no estaban abiertas.

Canto hizo a un lado su frustración, mató su ira. De ninguna manera iba a


arremeter contra Payal por hacer lo que ella tenía que hacer para
sobrevivir. − ¿Hambrienta?

− Hambrienta, − admitió, con una mano en el estómago. − Y necesito


arreglar mi pelo.

− El baño de visitas es allí. Hay cosas que puedes usar. Cepillos y cosas.

PAYAL todavía estaba un poco drogada por su sueño profundo, por lo que
le tomo unos minutos notar que todo el maquillaje en la canasta de "cosas"
para los invitados fue diseñado para su tono de piel. No sus marcas

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preferidas, ya que no había manera de que Canto pudiera haberlas
conocido, pero había investigado para encontrar las cosas que necesitaba
para sentirse completa.

Sentirse como si su armadura no estuviera rota.

Abrió un cepillo nuevo y lo usó para peinarse, luego lo tiró de nuevo en una
cola de caballo apretada. A continuación, arregló su rostro y reorganizó su
ropa para que no pareciera que había dormido con ella.

Cuando volvió a mirarse en el espejo, se parecía a la Payal Rao que la gente


veía en los medios. Excepto por una cosa. Ella no había estado usando
zapatos cuando se teletransportó, y ahora sus pies se sentían desnudos.

Canto acababa de llegar de la cubierta. − Puse la comida en la mesa de la


terraza.

También tenía los pies descalzos, las uñas de los pies cuadradas y la piel lo
suficientemente bronceada para decirle que se sentaba al sol sin zapatos. −
Gracias, − dijo, su voz ronca.

− Oye, te congelarás los pies. Déjame traerte un par de calcetines.

Su pecho se sentía como si se estuviera comprimiendo sobre sí mismo. − ¿Tú


que tal? – ella logró decir mientras desaparecía en el dormitorio.

− Estoy acostumbrado a las temperaturas frías de aquí y, después de todos


estos años, tengo un buen manejo de cómo regular la temperatura de la
parte inferior de mi cuerpo. Tu estas en el calor de un invernadero en Delhi
ahora mismo. − Salió con un par de calcetines negros.

Eran demasiado grandes para sus pies y calientes, e iba a robarlos para
tener un trozo de Canto con ella en Vara. Su estómago se apretó. Ella
debería ir allí ahora, lejos de este hombre que enloquecía a la chica dentro

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de ella agitándose para ser libre. Pero sacó sus pies con calcetines hacia el
gris pálido de la madrugada y sobre las tablas de madera de la cubierta.

Luego se sentó con Canto y, al salir el sol en un esplendor de oro lavado,


comió sin preocuparse por el veneno.

La asustó, lo segura que se sentía con él, causando temblores que rompieron
sus escudos y amenazaron con liberar su locura. Sus dedos ansiaban hacer
contacto con su piel, sus ojos iban una y otra vez a la musculatura de sus
brazos, los fuertes tendones de su cuello, las hebras húmedas de su
cabello… la firmeza móvil de su boca.

El dolor apuñaló detrás de su ojo izquierdo incluso mientras luchaba con su


necesidad. Ella era una experta en ocultar tales ataques, pero Canto
entrecerró los ojos. – Qué pasa? − Extendió una mano.

A pesar del terrible peligro que representaba, se inclinó hacia el toque. Las
ásperas yemas de los dedos le rozaron la mejilla. − Migraña.

− Esa es la segunda en los últimos días. – Con el ceño oscuro, Canto paso la
yema de su pulgar sobre su pómulo.

Payal se apartó bruscamente. No porque se sintiera mal. Sino porque no era


así. Ella quería meterse en su regazo, quitarse la camiseta, desnudar su
propio cuerpo y frotar piel contra piel.

Era una señal de advertencia roja.

Y, aun así, se quedó.

Canto continuó frunciendo el ceño. − ¿Ha tenido exploraciones para


asegurarse de que no sea una recurrencia de su tumor infantil?

De repente, había tenido suficiente de secretos con su 7J. Si ella no pudiera

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confiar en Canto, entonces ella estaba tan destrozada que no podía tener
esperanza de una vida más allá de la mera existencia robótica.

Significaría que su padre y su hermano habían logrado romperla.

No.

− Tengo pequeños tumores que los cirujanos nunca pudieron extirpar, están
en un lugar que no se puede extirpar sin el riesgo de daño irreparable a mi
capacidad mental y posible función física.

Un músculo hizo tic en la mandíbula de Canto. − ¿Están creciendo?

− No. Un tipo de quimioterapia los mantiene bajo control. − Su pulso latía en


su boca, su piel demasiado caliente, luego demasiado fría. −
Desafortunadamente, la 'receta' fue creada por un químico contratado por
mi padre. Ese químico entonces convenientemente falleció. Intenté que otros
químicos aplicaran la ingeniería inversa sin éxito.

− Lo está usando como una correa, ¿no? − La voz de Canto era una espada
desenvainada. − Es por eso que sentimos el sello de Pranath Rao en muchas
de las acciones, aunque tú eres el director ejecutivo.

− No uses este conocimiento en mi contra, Canto. − Fue la primera vez que


ella podía recordar haberle pedido a alguien que no la lastimara.

Canto se movió rápidamente, moviendo su silla para quedar justo a su lado.


Extendiendo la mano, ahuecó la parte de atrás de su cuello cuando ella no
hizo ningún movimiento para detenerlo. − Entiende esto, Payal. Yo te
protegeré siempre. Nunca te haré daño.

Nunca le había importado antes si la lastimaban o la usaban. Pero era


demasiado… casi. − Tengo que irme, − susurró, pero no se apartó. − Es la
hora de una dosis.

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Los ojos llenos de constelaciones cambiaron a la oscuridad pura. − ¿Cuánto
tiempo entre dosis?

− Debería durar siete días, pero las cosas se pueden acelerar con el uso de
energía y hemos tenido que lidiar con dos incidentes importantes. − Ella
había usado demasiada energía psíquica en un marco de tiempo demasiado
cercano.

− ¿Puedes traerme una muestra?

− He contratado a los mejores del mundo.

− No has contratado a todo el mundo. − Sus dedos apretaron su nuca, el


calor de su piel un calor áspero. −Dame la oportunidad de intentar liberarte.

La oferta congeló su sangre, luego la hizo añicos, pequeños fragmentos


rebotaron alrededor de su torrente sanguíneo y chocaron contra sus escudos
ya fragmentados. Haciendo un sonido agudo y de dolor, cedió a la
necesidad de arañar y presionó sus labios a los suyos, sus manos en la pared
de su pecho.

Ella no sabía cómo besar, pero el contacto, la forma en que sus manos
llegaron inmediatamente para ahuecar su rostro, era todo. Tantos años de
soledad dentro de ella, tanta necesidad. Te abrumaré, advirtió. Tomaré y tomaré
y tomaré.

Toma todo lo que quieras. Su mano envolviéndose en su cola de caballo, la


el sabor de él convirtiendo su hambre en una adicción. Siempre tendré más
para ti.

La locura chispeo como electricidad en sus venas, rompió el contacto


mientras tan rápido como lo había hecho. − Por favor, no me olvides,
Canto. − Palabras arrancadas de ella. Pedirle a alguien que se preocupara

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por ella lo suficiente como para recordarla, era lo más difícil que jamás le
había pedido a nadie. Si Canto la olvidara... ella se rompería.

Ella se teletransportó antes de que él pudiera responder.

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EL ARQUITECTO
Yo soy Dios. La muerte no tiene sentido.
—Nota de suicidio dejada por un participante en la Operación Escarabajo (circa 2003)

EL ARQUITECTO miró fijamente el dorso de su mano, las finas venas


azules que hicieron que su corazón latiera, su cerebro funcionara. ¿Cómo
era posible que alguien como ella, alguien de la raza ascendente, todavía
estuviera atada por la carne?

Tomando un abrecartas con un borde afilado como una navaja, cortó una
línea en su piel. La sangre floreció húmeda y de un rojo brillante y
radiante. Ella inclinó la cabeza observando la línea que se formaba,
burbujeaba y luego goteaba lentamente por el costado de su mano cuando
inclinó esa cosa mortal de hueso y piel y sustancias orgánicas
desagradables.

Ella estaba más allá de esto, su cuerpo no era más que un peso que la
sujetaba.

Tenía que haber una mejor manera de existir, de crecer, de convertirse en


todo lo que ella estaba destinada a ser.

Bookeater
Last Guard
29
Hasta el final.
—Lema de la Anchor Society (1701)

Payal tardó una hora completa en reconstruir su caparazón lo suficiente


como para enfrentarse al mundo sin sentirme como una tortuga sin su
caparazón. Blindado en un vestido gris ajustado y tacones de color escarlata
oscuro que combinaban con su lápiz labial, se teletransportó directamente
de su dormitorio a su oficina poco antes de las nueve y media.

Su hermano estaba sentado en su silla de visita, con las piernas estiradas al


frente de él y sus manos cruzadas sobre la camisa blanca que había
combinado con un traje azul marino. Ella no se sorprendió; Ruhi le había
enviado un mensaje media hora antes, cuando Lalit apareció primero.

Una vez que se había sentado en su silla. Ella lo había teletransportado a la


de visitante.

Él nunca la había perdonado por la "humillación", pero eso era parte de lo


normal con Lalit. − ¿Le puedo ayudar en algo? − preguntó después de tomar
su asiento.

− Quería ver cómo te estaba yendo con mis propios ojos, − dijo con esa
sonrisa escalofriante. − Sabes que papá está preocupado, ¿no? Cuando
asumió esta posición, todos asumimos que podría evitar que los negocios de
las anclas interfirieran.

Él siempre había sido mejor para las palabras que ella, mejor para hacer

Bookeater
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daño verbal. Pero esta vez, sus palabras fueron tan tontas que ella
reconsideró su inteligencia. − Me aseguraré de permitir que la PsyNet
colapse la próxima vez.

Su sonrisa no se desvaneció. − De repente, eres tan importante que la


PsyNet colapsará sin ti. − Se puso de pie y se abotonó la chaqueta. – Yo creo
que necesitas otra consulta psicológica, hermanita. Parece que tus delirios
están asumiendo el control. − Luego extendió la mano y, manteniendo
contacto visual, deliberadamente empujó sus bolígrafos fuera de
alineación. − UPS.

Payal no solucionó la pequeña incursión del caos. Su necesidad de


equilibrio no era una compulsión. Podría haberlo sido, pero eso le habría
dado a Lalit una debilidad para explotar, y eso era lo único que Payal no
haría. –¿Ya terminaste el informe financiero? − Cogió un organizador. −
Padre lo quiere en su escritorio hoy.

− Por supuesto. Sé cómo hacer mi trabajo. − Se teletransportó en lugar de


usar la puerta.

Cogió uno de los bolígrafos que él había desalineado, lo miró y luego lo


volvió a bajar sin corregir el error. Una prueba para asegurarse de que no se
atara a la compulsión.

Levantándose, caminó hasta pararse junto a las puertas de vidrio que daban
a Delhi. La ciudad estaba completamente despierta, los mercados a lo lejos
marchaban a plena marcha, y el chai-wallah en el rincón más alejado ya
servía humeantes tazas calientes de té para viajeros.

Una vez centrada por el ritmo de su ciudad, regresó a su escritorio y le pidió


a Ruhi que se pusiera en contacto con la oficina de Kaleb Krychek para
concertar una reunión.

Su intercomunicador sonó un minuto después. − Miss. Rao. − La voz de

Bookeater
Last Guard
Ruhi era aguda. – El Señor Krychek está en la oficina exterior.

Payal había oído que el cardenal podía fijarse tanto en rostros como en
lugares.

Fue cortés de su parte fijarse en el rostro de Ruhi en lugar del de


Payal; interesante, sin embargo, que hubiera tenido el de Ruhi en el
archivo. – Que entre. − Levantarse o sentarse, era normalmente una elección
calculada, pero como él había sido educado, ella hizo lo mismo
y lo encontró a mitad de camino a través de su oficina. − Gracias por la
rápida respuesta.

Era un hombre guapo. En una liga mucho más allá del destello de superficie
de Lalit. Cabello negro, ojos cardinales y una confianza tan profunda que no
tenía necesidad de hacer una postura y jugar. El poder lo apagó.

Payal no sintió atracción ni miedo. No, lo que ella sintió fue un cauteloso
sentido de esperanza de que él fuera sensato, de que escuchara lo que ella
tenía que decir.

Llevándolo a la pequeña mesa de reuniones a un lado de su oficina, ella


tomó un asiento mientras le indicaba que se sentara en el opuesto. Los ojos
cardinales se encontraron con los suyos, impenetrables e ilegibles. Kaleb
Krychek tenía eso en un arte. También era sin duda una de las personas más
poderosas de la PsyNet. Sin embargo, tenía un vínculo con otro psi: Sahara
Kyriakus. Eso significaba que tenía un vínculo emocional. Una debilidad.

Pero nadie se atrevería a llamar débil a Kaleb Krychek. Incluso


exteriormente relajado, la fuerza de su fuerza psíquica era un peso en el
aire; Payal no se hacía ilusiones sobre quién ganaría en una batalla entre
ellos dos. Ella era un cardenal. Él era la muerte de obsidiana. Pero eso no la
detendría de ir cara a cara con él en lo que respectaba a la Designación A.

Kaleb era peligroso, pero no era un psicópata.

Bookeater
Last Guard
− Esto es importante, − dijo, y enarcó una ceja. − No estamos acostumbrados
a que las anclas hablen.

− Una elección hecha en el pasado que ya no es relevante. −Ella tiró una voz
telepática hacia Canto, su necesidad de él era un moretón en carne viva.

Era como si la hubiera estado escuchando todo este tiempo, porque él


respondió de inmediato: Payal.

Estoy con Krychek. Esté atento a las preguntas. Fue difícil, tan difícil encontrar
una manera de decirle lo que era para ella, pero ella podría hacer esto,
podría ser práctica y lógica y aferrarse a él utilizando su necesidad
compartida de proteger la Red.

− Es cierto, − dijo Krychek. − Cuéntame sobre el sustrato que mencionaste a


Aden.

− El sustrato es donde existen las Anclas. En términos simples, es la base de


la PsyNet.

− Las fracturas que vemos, ¿han estado en un nivel superior?

− No, las brechas llegan hasta el final. Las Anclas te han ayudado con cada
brecha de una forma u otra. − Ella continuó cuando él no hizo más
preguntas. − La designación A quiere un asiento en la mesa. No puedes
discutir el futuro de la PsyNet sin una presencia Ancla.

Su expresión se enfrió, hielo negro para él. − Pensé que habías decidido
quedarte fuera de la política.

Al darse cuenta de su paso en falso, se puso en contacto con Canto. Él piensa


que estoy tratando de conseguir el poder.

Bookeater
Last Guard
Dígale que se comunique conmigo si quiere verificar su estado como representante
de las A.

Payal no confiaba en nadie. Pero no tuvo dificultad en confiar en Canto, su


7J que nunca la había olvidado. − Puede ponerse en contacto con Canto
Mercant para la confirmación de que fui elegida para representar la
Designación A.

No había signos visibles de sorpresa, pero no esperaba ninguno de un


hombre tan despiadado y experimentado en política como Kaleb Krychek.
Él solo dijo: − Yo no me había dado cuenta de que las Anclas hablaban entre
sí.

− No eres omnisciente y omnipresente, −dijo, porque Krychek entendía el


poder, entendía de mantenerse firme.

− ¿Qué quieren las Anclas?

− Un asiento en la mesa, − repitió. − No somos políticos, no de la forma en


que crees. Santano Enrique fue un verdadero caso atípico. Nunca me apunté
al Concilio Psy, esa era más la ambición de mi padre.

− Si no se trata de política, ¿por qué un asiento en la mesa?

−Porque ninguno de ustedes, ni siquiera los empáticos, comprenden el


Sustrato. Ni siquiera puedes verlo. También hay problemas importantes con
Sentinel.

− Estás bien informada. O debería decir, que Canto lo está.

− Soy la voz de los As. − Ella no rompió el contacto visual. − No intentes


hacer una carrera final a mi alrededor, no tendrás éxito. En cuanto a la
política, una vez tengamos esta situación bajo control, me convertiría en un
miembro silencioso de la Coalición gobernante, excepto cuando se trate de

Bookeater
Last Guard
negocios Ancla. Nuestra prioridad es la salud de la PsyNet.

Kaleb se puso de pie. − Organizaré una reunión de la Coalición para discutir


tu petición.

Habiéndose levantado con él, Payal fue a responder cuando una sacudida
masiva desgarró a través de su cuerpo. Se sintió como un temblor físico,
pero sabía que no lo era. La PsyNet se estaba fracturando de nuevo, y en
algún lugar cercano.

Era peligroso dejar su cuerpo sin vigilancia alrededor de Krychek mientras


ella saltaba al plano psíquico, pero ella era una A. No había elección.

Ella saltó.

El sustrato se retorció a su alrededor, pero su área se mantuvo fuerte.


Siguiendo el caos al este de Uttar Pradesh y el comienzo de la zona de
Chandika Das, ella sintió que se le enfriaba la sangre. Canto, Chandika: el
ancla en el borde este de mi zona — está muerta.

KALEB reaccionó por instinto cuando el cuerpo de Payal se volvió


líquido. La atrapo usando su Tk, la colocó de nuevo en la silla. La única
razón por la que no estaba en la PsyNet era que era el turno de Aden de
tomar la brecha, iba en contra de sus instintos naturales reprimirse, pero
haría más daño que bien si ambos fueron aniquilados.

Luego echó un vistazo a la PsyNet.

Caos sin adulterar, una sección completa de la Red en espiral hacia


adentro. ¿Adén necesitas ayuda?

Bookeater
Last Guard
Si. Fue corto e incisivo.

Kaleb se tomó un momento para cerrar la oficina de Payal desde adentro


antes de dispararse de su mente al espacio psíquico. Podría haberse
teletransportado a la seguridad de su hogar, pero Payal era claramente más
vulnerable de lo que era ahora; incluso mientras él estaba en la PsyNet,
tenía un nivel de conciencia del mundo exterior y podría reaccionar ante el
peligro.

Kaleb.

No reconoció la dolorosa claridad de la voz que golpeó su mente mientras


entraba en la PsyNet, pero tenía que ser un cardenal si podía hacerse
escuchar a pesar de que era un extraño. La mente de Kaleb estaba bien
protegida contra el contacto no deseado.

Soy Canto. Enviando confirmación de mi identidad a su teléfono.

La voz telepática del otro hombre tenía una cualidad rara que era difícil de
expresar en palabras, pero llegó a lugares en Kaleb que no eran exactamente
cómodos.

¿Sabes por qué Payal está inconsciente?

Es lo que les sucede a las Anclas cuando hacemos una reparación importante del
sustrato. Nosotros no podemos existir en ambos planos. Tenemos que elegir uno.

Eso era otra cosa que Kaleb no sabía sobre las anclas. Quizás era la misma
razón por la que habían comenzado a preferir vivir vidas de aislamiento,
donde nadie pudiera dañarlos mientras eran vulnerables. Tantas cosas
ocultas mantenidas en secreto, o simplemente olvidadas.

¿Cómo esta ella? Canto no hizo ningún intento por ocultar su tensa

Bookeater
Last Guard
preocupación, porque para los Mercants, Kaleb ahora era familia. Y ningún
Mercant jamás traicionaba otro. Apenas se ha recuperado del incidente anterior
.
Parecía físicamente bien cuando lo comprobé.

Bien. No la dejes sola.

No lo haré, prometió, porque era raro que un Mercante pidiera un favor a él,
y Canto en particular nunca lo había hecho antes, mientras alimentaba a
Kaleb con información interesante a través de Ena. Ena siempre daba el
crédito donde era debido, por lo que Kaleb sabía de Canto mucho antes de
saber que el otro hombre era un Ancla centro.

El motivo del temblor psíquico es la muerte de un ancla vecina, Canto le dijo.

Sus anclas de seguridad deberían haberse activado. Kaleb frunció el ceño. ¿Por
qué no mantuvieron la Red estable hasta que un ancla como Payal pueda
intervenir?

La respuesta de Canto fue de muerte y devastación. No hay suficientes


anclas. Chandika Das era mayor, como resultado, su punto de anclaje ya estaba en
nuestra lista corta de puntos críticos. Simplemente no esperábamos perderla tan
pronto. Nítido, claro, con un borde áspero de dolor. Sus subanclajes ya estaban
recibiendo una presión increíble como resultado de su edad y salud, están demasiado
agotados para aguantar ahora que está desaparecida. Toda la zona se está
deshaciendo desde el centro.

En la PsyNet, Kaleb vio una espiral voraz, con Aden luchando por evitar
que atrajera más mentes a su furia asesina. ¿Hay algo para que podamos hacer
las cosas más fáciles para las A que intentan arreglarlo?

Haz lo que siempre has hecho. Cuanto más haga en el nivel de la Red, menos
tensión sobre el sustrato.

Bookeater
Last Guard
Kaleb ya estaba trabajando con Adén. No mencionó la pérdida de un Ancla
al líder del Escuadrón Flecha: el cerebro de Adén ya estaba en plena
capacidad. Esta información podría esperar. Pero el conocimiento palpitaba
en la parte de atrás de su cabeza. Sabía que tenían un problema con las
anclas, pero no que fuera una coyuntura mortal.

Porque las anclas siempre estuvieron ahí.

La base de toda la forma de vida psi.

Un golpe en la puerta de la oficina de Payal. Él lo ignoró, mientras usaba un


mínimo porcentaje de su poder telequinético para presionar contra la puerta
para que nadie pudiera entrar.

Una gota de sudor goteó por la sien de Payal.

Kaleb cerró los ojos para concentrarse mejor en la reparación.

Cada mente que parpadeaba mientras desaparecía en el vacío en espiral era


una persona que había dejado de existir, su enlace de biorretroalimentación
se desconectó sin advertencia.

Kaleb mantuvo la mente en calma, hielo negro en el que nada se podía


pegar. Era la única forma de trabajar en este tipo de situación. No podía
pensar en toda la gente perdida; tenía que pensar en aquellos que todavía
tenían posibilidades de sobrevivir.

Porque Sahara le había pedido que salvara a los psi en lugar de condenarlos
a la oscuridad, y Kaleb cumplía sus promesas.

Bookeater
Last Guard
30
Payal Rao: Ancla — Delhi. La zona actual es la más grande de la India, y se extiende hasta
Budaun en Uttar Pradesh en su frontera oriental. Todavía estoy trabajando en descifrar el alcance
en las otras direcciones, pero es probable que tenga un significado similar. Si ella cae, lo hará
causando una reacción en cadena en toda Asia.
—Inventario de anclas creado por Canto Mercant (2082)

COMO MEDIDA DE EMERGENCIA, Payal tomó el lugar de Chandika,


convirtiéndose en el sol con sus estrellas a su alrededor. El Ancla y los
subanclajes. Ella solo podía mantener la posición durante un breve período
de tiempo antes de que su propia región comenzara a colapsar, pero esta
zona estaba en una situación desesperada.

La muerte de Chandika debe haber sido repentina, de lo contrario se habría


puesto en contacto con sus centros vecinos para establecer un plan de
sucesión, aunque Payal no podría imaginar lo que podrían haber hecho, no
cuando sus zonas ya estaban en el borde.

Ella no era el único centro vecino que había respondido. Prabhyx, Shanta, y
Virat, a quienes Payal conocía porque ella se ocupó de conocer su región,
también acababan de aparecer dentro de la zona de Chandika. Estando tan
cerca, podían hablar entre ellos como lo hacían la mayoría de los psi en la
PsyNet. – Nosotros necesitamos cubrir esta zona, − dijo. − No hay
reemplazo.

Prabhyx siempre había sido muy nervioso. Ahora su mente estalló de


pánico. − ¡Eso es imposible! Estamos todos estirados al máximo.

Bookeater
Last Guard
Virat fue más pragmático. − Podemos hacer sesiones de diez minutos, − dijo,
− Pero será una rotación de veinticuatro horas y nos desgastará, incluso si
tiramos de anclas desde más lejos.

Shanta, mayor y con más experiencia, dijo: − Déjame comprobar las zonas.
Puede haber espacio para la expansión de cada uno de nosotros. Estresante,
sí, pero no tan malo como una rotación.

Payal mantuvo la zona de Chandika mientras esperaban. Ella había sentido


el horror de mentes parpadeando a un ritmo repugnante cuando llegó por
primera vez, pero las pérdidas se detuvieron en el instante en que volvió a
poner el sustrato en forma. Sin embargo, con muchos de los subanclajes de
Chandika colapsados bajo el peso inicial después de su muerte, la tensión
en la mente de Payal fue enorme.

Shanta regresó. − Prabhyx, tienes capacidad en tu cuadrante sur. ¿Puedes


ver si puedes remodelar tu zona para tomar un segmento del peso?

Muy nervioso o no, Prabhyx era un ancla y reaccionó para tratar de salvar
vidas, salvar la Red. Payal sintió que una pequeña cantidad de presión
abandonaba su mente.

− Eso es bueno, − dijo. − Shanta, ¿quién más tiene capacidad?

− Nadie − fue la respuesta tranquila. − Ya estabas asumiendo una gran parte


de la zona de Chandika y yo también. Virat tiene un peso extra con la zona
de Pallavi, ella también está envejeciendo.

Todos ellos deben haberse estirado automáticamente, sus cerebros


reaccionando como están diseñados. Canto, no hay forma de cubrir todo.

Revisa la cuadrícula. Ve si hay alguna respuesta allí. Estoy buscando para ver si
podemos obtener cobertura de un A basado en una zona más estable.

Bookeater
Last Guard
La cuadrícula estaba descolorida y desmoronándose. Como ocurre con las
plantas privadas de agua, cada parte de la red sufría cuando se veían
privadas de la energía del ancla.

Agua. Energía. ENERGÍA.

Una pieza del rompecabezas encajó en su lugar en su mente, luego otra y


otra.

− Construiré conductos, − les dijo a los demás, así como telepáticamente a


Canto. − Alimentará nuestra energía en esta zona.

− Eso no durará. − Podía escuchar lágrimas en la voz de Prabhyx. – Necesita


de uno de nosotros.

− Lo sé. − Ella moderó su tono, no tenía sentido gritarle a alguien que


simplemente no podía evitar la forma en que estaban; Prabhyx era un buen
ancla. Eso era todo lo que tenía que ser. Ella se ocuparía del resto. − Pero nos
dará de intentar encontrar una solución. Canto está buscando actualmente
un área del mundo con un ancla extra. − Sería una dificultad para ese A
mudarse, pero tales sacrificios eran parte de ser un A.

Cuando la Red sangraba, también lo hacian las anclas.

Santano Enrique una vez había cubierto tres zonas durante cinco heroicos
minutos cuando unas anclas gemelas fallecieron en segundos. Él había sido
un psicópata, pero también había sido un A.

− Está bien, sí. Sí, eso tiene sentido. − Prabhyx repitió eso varias veces
mientras la ayudaba a construir los conductos. Uno de cada ancla vecina, así
sus energías combinadas alimentaban la red y la hacían más fuerte.

− Es como una telaraña, − dijo Shanta después, mientras la red de conductos


resplandeció de azul y comenzó a bombear energía de anclaje a la

Bookeater
Last Guard
región; las únicas cosas que no cambiaron de color fueron las intrusivas
fibras marrones. − Una red alimentada con nuestra sangre psíquica.

− Nos va a agotar a todos. − Payal estaba mucho más preocupado por lo


práctico que lo metafísico. − Come y bebe el doble de tu cantidad
habitual. Yo creo que podemos mantener esto hasta un mes en el máximo
absoluto, pero sólo si se alimentan ustedes mismos.

Los tres comunicaron su aceptación del plan.

Virat dijo: − Gracias, Payal. Cuando Canto se acercó a esto del sindicato
Ancla, no aprecié por qué te había elegido para representarnos, pero ahora
lo veo. Puedes pensar incluso cuando la Red está cayendo a nuestro
alrededor.

− Sí, − murmuró Shanta. − Pero sabemos que no se puede hacer magia.


Nosotros te ayudaremos en todas y cada una de las formas que podamos.
Duele ver morir la Red.

Se separaron con esa simple y profunda verdad.

Ya capaz de sentir que la energía se agotaba, abrió los ojos al plano físico
para encontrarse todavía sentada frente a Kaleb Krychek. Sus ojos estaban
cerrados y el gris oscuro de su camisa se pegaba a su cuerpo. El había en
algún momento desechado la chaqueta y aflojado la corbata.

− ¿Kaleb?

− Cinco minutos más.

Con las piernas temblorosas, se alegró de tener la oportunidad de sentarse


allí. Ella no se había agotado, por lo que pudo teletransportar dos bebidas
nutritivas. Como ella sabía exactamente donde estaban en su apartamento,
la pequeña "búsqueda" fue fácil de hacer.

Bookeater
Last Guard
Payal, ¿cómo estás? Puedo ver el cambio en el sustrato.

Esa hermosa voz. De un hombre que la recordaba, que la veía. Estoy


bien. Kaleb todavía está aquí.

Kaleb regresó completamente a su cuerpo en ese momento. La


transformación fue sutil e intensa al mismo tiempo. Sus músculos
sostuvieron un toque más de tensión, su mirada de obsidiana aguda, el
poder puro de él se centró en ella.

Mucha gente le tenía miedo a Kaleb Krychek. Una respuesta lógica. Payal,
sin embargo, no sintió miedo: ella era una A. Él nunca la tocaría. Pero más
que eso, vio algo en Kaleb que le resultó familiar.

Al ver la bebida, la recogió y desatornilló el sello a prueba de


manipulaciones. − La reparación es frágil en el mejor de los casos, − dijo
después. − Tenemos una flecha cuidando de ella, pero no va a aguantar.

− Eso es porque no hay ancla allí. − Levantándose, agarró un bloc de su


escritorio y bosquejó el sistema que ella y los demás habían instalado en el
lugar. − En el mejor de los casos, se mantendrá durante un mes, pero no
podemos garantizar cualquier cosa más allá de dos semanas. Especialmente
si cae otra Ancla vinculada al area.

Krychek la miró con ojos todavía desprovistos de estrellas. − Qué significa


este conducto para usted y los otros Anclas centros?

− Agotamiento. − Payal no estaba aquí para dar golpes. Ella estaba aquí para
ser un tanque de guerra. − Un breve período no hará una lesión
permanente, pero mucho más y perderás cinco anclas en lugar de una.

El rostro de Kaleb permaneció inexpresivo. Ella podía ver por qué él no solo
perteneció al Consejo Psy a una edad tan temprana, sino como sobrevivió. O

Bookeater
Last Guard
tenía un corazón frío como una piedra o había aprendido a educar sus
emociones en el mismo tipo de crisol mortal en el que había alcanzado la
mayoría de edad.

Sin embargo, Kaleb tenía lo que los cambiantes llamarían pareja. − ¿Puedo
hacer una pregunta personal?

La miró directamente a la cara, como si tratara de ver a través de su


cerebro. – Yo no puedo prometer responderla.

Payal no se retiró. Esto era demasiado importante. − ¿Cómo lo haces? – Ella


devolvió esa mirada directa. −Sentir suficiente emoción para estar unido a
otro mientras permanece frío en tus interacciones diarias.

Un solo parpadeo fue el único indicio de que lo había sorprendido. Por un


largo segundo, pensó que él no respondería, pero luego dijo: − Es Canto, ¿no
es así? − Cruzó un tobillo sobre la rodilla de su otra pierna, su mano
descansando holgadamente en la pierna cruzada. − Lo supe tan pronto
como me pidió que te protegiera mientras estabas fuera.

Las cosas cambiaron y se retorcieron dentro de ella, la chica gritando feroz


de alegría, una llama brillante y desafiante.

Aunque ella no confirmó su suposición, Kaleb continuó. − Yo tuve una


infancia en la que, digamos que la confianza habría sido una debilidad que
me destruiría. Así que aprendí a construir escudos impenetrables.

Sorprendida porque hubiera compartido algo tan personal, Payal se inclinó


hacia adelante. − ¿Por qué me dijiste eso?

Otra mirada atenta. − La misma razón por la que le hiciste la pregunta a un


hombre con el que la mayoría de la gente nunca se atreve a abordar temas
personales.

Bookeater
Last Guard
Un sentido de familiaridad, le gustaría saber cómo.

− Los escudos no son el problema, − admitió. − Puedo mantenerlos para


siempre si realmente lo deseo.

− Es un lugar frío para vivir, ¿no? ¿Esa jaula de paredes?

− Pero es seguro.

− ¿Quieres morir sintiéndote segura? − Sus palabras fueron suaves. − ¿O tú


quieres morir sintiéndote libre?

Era como si los dos estuvieran en una burbuja, fría y oscura. − ¿Y si la


libertad es igual a destrucción?

− Podría depender de la razón por la que hiciste tu pregunta inicial. −


Levantándose, él agarró su chaqueta. − Según Ena Mercant, Canto es una de
las rocas de la familia. Él podría ser tu lugar seguro para estar, ya que
Sahara es el mío.

La idea era tan asombrosamente seductora que la dejó sin aliento. − Gracias,
− se las arregló para decir. − No tenías que responderme, pero lo hiciste. −
Significaba algo.

− Sahara es obviamente una mala influencia. − Sin cambio en su tono o


expresión, Krychek miró su reloj. − Necesitamos una reunión con la
Coalición, − dijo. − ¿Puedes hacerlo después de esto?

− Dame media hora. −No solo necesitaba repostar, tenía que lidiar con un
par de problemas comerciales para mantener a raya a su padre y su
hermano.

− Te enviaré los códigos de comunicación. − Señaló con la cabeza hacia la


puerta. − Por cierto, alguien ha estado empujando telequinéticamente tu

Bookeater
Last Guard
puerta durante los últimos diez minutos.

Ella miró hacia la puerta, solo entonces se dio cuenta de que él tenía que
estarla sosteniendo cerrada contra cualquier intento de entrada − Agradezco
el aviso. Lo tengo.

Krychek se lo dejó a ella, pero antes de teletransportarse, la miró a los ojos y


dijo: − Algunas opciones nos definen, Payal.

Ella inclinó su cabeza, su corazón en un puño, y cuando miró hacia arriba, él


había desaparecido.

− ¡Payal! − La voz de Lalit gritando su nombre. − Deja de jugar y abre esta


maldita puerta.

Ella se frotó la frente. Estaba cansada y necesitaba tiempo para descansar y


repostar, no lidiar con su hermano psicópata. Ella también necesitaba
controlar la medicación del tumor, pero el dolor aún no había llegado al
punto en que las cosas estaban críticas. ¿Qué estaba haciendo Lalit aquí?

Una sola mirada a su organizador le dio la respuesta: su padre había


estado intentando contactar con ella. Demasiado.

Ella se teletransportó, dejando que Lalit cayera en una oficina vacía.

Bookeater
Last Guard
31
“Creo que en realidad pude haber sido amable. Es perturbador ".
“Y la gente dice que no tienes sentido del humor. Ven aquí para que pueda besarte ".
—Sahara Kyriakus a Kaleb Krychek

CANTO CASI CORRÓ hacia Payal cuando apareció frente a las puertas de
vidrio que se abrían a su terraza.

Ella se tambaleó.

− Oye, oye. − Con el corazón palpitante, la agarró por las caderas.

Ella se tambaleó de nuevo.

Cambiando su agarre, la colocó en una posición sentada en el único posible


asiento: su regazo. Cálida y suave, ella fue una sacudida para su sistema.

− Lo siento. − Su voz se entrecortó cuando su cabeza se hundió en su


hombro. − Pensé que estaba estable, pero el desagüe del conducto se rompió
en medio del aeropuerto.

− Está bien, cariño. Te tengo. − Él se aseguró de que ella estuviera sentada en


una posición cómoda, luego los llevó directamente a la cocina usando el
cursor: no podía empujar la silla con un brazo sujetándola firmemente
contra él. Él podría haberla llevado al sofá en su camino, pero sus músculos
estaban rígidos, su pecho era un tambor. Sintiendo las cálidas bocanadas de
su aliento en su piel, lo necesitaba.

Necesitaba tenerla viva y respirando, su 3K que siempre había sido una

Bookeater
Last Guard
combatiente.

Agarró una botella de nutrientes, la abrió y luego vertió el espeso líquido en


un vaso, todo el tiempo consciente de su calor vivo. Payal era
considerablemente más ligera que él, pero también tenía mucha más
suavidad hacia ella, un colchón de curvas que podrían haberle distraído si
no hubiera estado tan preocupado por la naturaleza lenta de su pulso.

Le tomó la parte de atrás de la cabeza y le acercó el borde del vaso a los


labios. − Payal, necesitas esto. − Hizo de su voz una orden dura. − ¿Puedes
beber?

Levantó las manos, pero estaban débiles y apenas tocaron el cristal antes de
deslizarse. Pero ella estaba tragando, así que sorbo a sorbo, él consiguió que
bebiera todo el vaso. Cuando ella recostó su cabeza contra su hombro
después, no intentó repetir su éxito. El primer vaso debería ser suficiente
para darle un impulso.

Al sacarlos de la cocina, sacó una pequeña manta de punto de su sofá.


Magdalena la había hecho para él después de tomar el oficio como un
ejercicio calmante en los años posteriores a su regreso a la vida de ella, su
aparentemente madre silenciosa se había sentido muy culpable por lo que
Binh le había hecho a Canto.

− Realicé una verificación de antecedentes completa, −le había dicho cuando


él era mayor. – Nuestra familia nunca acepta tales contratos con los crueles
o malvados. Nunca enviamos nuestra sangre al daño. Pero lo hice. Te fallé.

Su relación se habría marchitado si él se hubiera aferrado a la ira y ella a la


culpa. Tal como estaba, ella era ahora uno de los cimientos estables de su
vida, y se alegró de la calidez de su manta alrededor del cuerpo de Payal
mientras se movía de vuelta afuera. Quería a Payal al aire libre y a la luz del
sol. Las anclas estaban con demasiada frecuencia en habitaciones oscuras,
sus mentes abrumaban a todos los demás sentidos.

Bookeater
Last Guard
Una vez que hubo estacionado la silla, movió su mano libre para ahuecar su
nuca, luego entró en el sustrato, a la ubicación de la construcción destinada
a cubrir la zona de Chandika Das. Vio el problema de inmediato. La
construcción se había agrietado en un punto crítico, lo que significaba que
todo se estaba alimentando solo de Payal.

Canto se puso manos a la obra.

Payal se agitó en sus brazos en el instante en que completó la reparación


final. Al salir del sustrato, acarició con una mano su espalda por encima de
la parte superior de la manta tejida.

Ella se acurrucó contra él, con la nariz fría cuando tocó su cuello.

Canto la abrazó más cerca. Surgió de forma natural, porque era ella. 3K. La
chica que había tomado su mano con feroz lealtad cuando estaba más
destrozado.

No había paredes dentro de él cuando se trataba de ella.

Ella salió de esto con un bostezo, luego se congeló antes de que sus
músculos se relajaran de nuevo. − Estoy sentada en tu regazo, − dijo,
acurrucándose contra él sin ninguna señal de malestar.

− Era la silla más cercana.

− Me gusta cómo hueles. − Con los párpados pesados, deslizó los brazos
alrededor de él.

Entonces él sabía algo: podía conseguir lo que quisiera, ganar todos los
argumentos, si ella le hablaba con ese particular tono afectuoso en su voz. −
¿Cómo te estás sintiendo?

Bookeater
Last Guard
− Mejor, pero mis piernas todavía están recuperando la sensibilidad. −
Menos vestigios de somnolencia en su voz, pero no rompió el contacto. −
¿Te duele tenerme en tu regazo?

− No, − dijo con brusquedad. Ahora que sabía que ella estaba bien, estaba
visceralmente consciente de la suavidad y calidez de sus curvas, y de lo
bonita que ella olía. Apretando los dientes contra la necesidad de olerla,
definitivamente estaba pasando demasiado tiempo con osos, le contó lo que
había sucedido.

Ella se sentó, sus ojos cardinales en los de él. − Gracias. − Una declaración
solemne.

− No me agradezcas. No por cuidarte. Eres mía para cuidar, mía para


sostener. − Las palabras posesivas simplemente salieron, y él no se
arrepintió. − Tú lo sabes y yo lo sé. Puede que haya comenzado en la niñez,
pero es un algo más grande, más fuerte y mucho más poderoso ahora.

Apartando la mirada, movió los dedos sobre las puntadas de la manta


tejida. − Este es un buen trabajo.

− Deja de intentar cambiar de tema.

Las chispas literalmente salieron de ella. − Estás siendo innecesariamente


irritante. − Ella se levantó de él, mientras apoyaba una mano contra la
barandilla del balcón.

Canto se movió hacia adelante, listo para atraparla.

Pero pronto soltó la barandilla y se mantuvo en equilibrio sobre tacones


delgados y agudos. Mientras él miraba, ella se inclinó y recogió la manta. Su
mirada fue directamente a la redondez curvilínea de su trasero.

Su mano ansiaba darle forma.

Bookeater
Last Guard
Con la piel caliente, se aflojó el cuello de la camisa del cuello. El sabía lo que
esto era, lo había visto entre Silver y Valentín, Arwen y Pavel. Atracción
física. Fuerte atracción física.

Y debido a que hoy estaba claramente loco, casi se rindió y acarició la


tentadora curva.

Los privilegios de piel, gritó una parte más racional de él, deben darse, no
¡tomarse!

Él apretó la mano y, cuando ella se puso de pie, dijo: − Ven aquí.

Un ceño fruncido sospechoso. − ¿Por qué?

− Quiero tocarte. − Bien podría ser franco, ya que no era exactamente


sofisticado en este campo. − Quiero tu suavidad en mí, y quiero tu piel bajo
mis palmas. − Se quitó los guantes y los tiró a un lado.

EL CALOR enrojeció el rostro de Payal, sus propios dedos ansiosos por


trazar el ángulo erizado de la línea de su mandíbula, las curvas de esa boca
áspera y gruñona. Sus defensas ya estaban inestables en el mejor de los
casos, después de despertar y encontrarlo abrazándola con tal cuidado,
estaban casi diezmadas.

Fue una locura, un error seguro, pero Payal lo hizo de todos modos. Ella
regresó a su regazo, sus muslos duros debajo de ella y su cuerpo en todos
los ángulos.

Temblando, le tomó un lado del cuello y lo apretó. − ¿Lo has decidido


entonces, 3K?

Bookeater
Last Guard
Se sentía reclamada, poseída. Debería haber sido perturbador, excepto que
ella sintió el mismo impulso posesivo hacia él. − Nunca podrá funcionar. −
Pero ella apretó su mano plana contra el calor de su pecho, el fino algodón
de su camisa haciendo poco para bloquear ese crudo calor masculino.

Con su brazo musculoso alrededor de su espalda, sus ojos clavados en los


de ella, Canto dijo, − Nunca le digas eso a un Mercant. Somos maestros en
encontrar lagunas. – Al áspero murmullo, su aliento rozando sus labios, los
dos estaban tan cerca.

Su cuerpo se sentía extrañamente lleno, como si su piel fuera demasiado


pequeña para contenerla; el toque de sus labios sobre los de ella era incluso
más sorprendente e impactante que la primera vez.

Ella se echó hacia atrás, sus labios ardían.

Su propio pecho se agitaba, vetas de color en sus pómulos.

Fascinada, pasó los dedos por ese color. Cerró los ojos y se encontró
nuevamente fascinada porque sus pestañas eran largas y exuberantes.
Cuando pasó las yemas de los dedos ligeramente sobre los bordes de esas
pestañas, se estremeció, hundiendo los dedos en sus caderas.

− ¿Esto también es nuevo para ti? − preguntó, luego se sintió tonta. Él estaba
lejos, muy lejos de una vida post-Silenciosa... y ella preferiría no saber si él
había estado en este viaje con otra mujer.

Irracional, ilógico, celoso.

Pero fue demasiado tarde; no podía devolver la pregunta.

Abriendo esos ojos llenos de galaxias, dijo, − Sí, − con voz ronca.

Bookeater
Last Guard
− Oh.

Cuando usó su renovado agarre en el costado de su cuello para arrastrarla


más cerca, ella no se resistió. Sus labios se tocaron una vez más. Aunque
preparada para el impacto, se estremeció. Tan cerca de Canto, su cuerpo
una pared de calor musculoso, sintió una codicia rapaz despertar en su
interior.

Ella quería más. Ella quería todo.

Cuando movió su mano a la parte posterior de su cabeza, el sobreviviente


en ella le dijo que se teletransportara, que ahora tenía acceso a una parte
increíblemente vulnerable de su nuca. Pero el eco de 3K decía lo contrario.

Ella no se apartó.

La mano de Canto era grande y cálida mientras acunaba su cabeza, su otra


mano todavía agarrando su cadera. Ella nunca había estado tan poseída por
otra persona antes, nunca quiso estarlo. Pero esto se sintió bien. Como si ella
estuviera siendo querida.

Sus narices chocaron.

Se interrumpieron y se miraron el uno al otro. Entonces Canto sonrió y las


cosas dentro de ella se rompieron.

− Supongo que deberíamos practicar más, − rugió, y, reiniciando el beso,


abrió su boca sobre la de ella.

La profundidad de la intimidad la hizo gemir, mientras juntos descubrieron


la mecánica sensual de los besos. Por primera vez en su vida adulta, estaba
siendo terrible en una habilidad y no le importaba.

Luego, solo porque quería, sacó la lengua para acariciar la de él.

Bookeater
Last Guard
Con un profundo gemido que emanaba de su pecho, Canto presionó su
mano contra la parte de atrás de su cabeza incluso cuando él se inclinó más
hacia ella. Payal no sintió el menor impulso de resistirse. No la estaba
lastimando.

Él nunca la lastimaría.

Ella podía confiar en Canto. Su 7J.

CANTO se estaba ahogando en la decadente afluencia de sensaciones, y no


le importaba el rescate. Joderia a cualquiera que se atreviera a
interrumpirlos.

Payal se movió en su regazo en ese momento; respiró hondo.

− ¿Te estoy lastimando? − Un murmullo contra sus labios.

− Estoy excitado. − No es como si pudiera ocultarlo. − Nunca he estado tan


duro en mi vida. − Incluso los Psy no podía controlar los reflejos autónomos,
por lo que se había despertado con una erección a veces en su vida, pero
nunca había sido así.

Tan rígido que resultaba doloroso.

Cuando Payal bajó la mirada a su regazo, con los ojos muy abiertos y los
labios entreabiertos, de repente se dio cuenta de algo. − Soy sexualmente
capaz, − gruñó, sus músculos bloqueados. − Los cirujanos que trabajaron
conmigo no estaban pensando en contacto sexual, solo devolviéndome
tantas funciones como fuera posible, pero sí, soy capaz.

Bookeater
Last Guard
− Aunque eso podría cambiar algún día. − Una pastilla amarga para tragar,
para revelar. −Como dije antes, no hay garantías.

Payal miró hacia arriba, pequeñas arrugas entre sus cejas. − Lo que hace que
estés triste. − Ella le acarició el cabello con los dedos. − Pero no afectaría
esto, ya sabes.

Él frunció el ceño. − Payal, por supuesto que lo haría. − Una cosa era ser
solidaria, otra ignorar la cruda realidad.

Una ola de sensaciones lamiendo su cuerpo, directo a su pene rígido... y


más allá, a los muslos que no había sentido en décadas. Respiró hondo.
− ¿Que acabas de hacer? − Salió un chirrido áspero.

− No sé. − Un encogimiento de hombros. − Te toqué a través de tu mente.


Como esto.

− ¡Maldito infierno! − Se sentía como si ella tuviera sus dedos alrededor de


su pene rígido, y estuviera apretando.

El contacto telepático no permitía este tipo de estimulación mental. Era


como si ella estuviera accediendo directamente a los controles sensoriales en
su mente, luego eludiendo la sección dañada de su médula espinal con una
especie de conector neural. ¿Un conector formado por su propia
mente? Para que eso sucediera tendrían que tener... − Un vínculo, − dijo con
voz ronca. − Hay un vínculo entre nosotros.

− No puedo verlo, −murmuró Payal, inclinándose para recibir un beso como


si no pudiera tener suficiente de él. − Pero te siento.

Trató de alimentarla con sensaciones... y allí estaba ella: una llama helada
que él podía sentir con cada músculo psíquico. Envió su propia necesidad
erótica a través de ella. Ella gimió y se agarró a los cortos mechones de su
cabello.

Bookeater
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Se juntaron en un beso húmedo y enredado, el sabor de ella fue una patada
a sus sentidos y la sensación de ella dentro de él una cosa que el corazón
posesivo de él atesoro cerca. Cuando se separaron esta vez, le tocó los labios
con sus dedos. Besó esos dedos.

Ella se estremeció, fue a inclinarse hacia adentro. Su reloj sonó una fría
alarma.

Inhalando temblorosamente, lo miró. – La Coalición Gobernante está lista


para reunirse.

La deseaba con una desesperación salvaje. Pero eran anclas. La red estaba
primero. Levantó su mano y apretó los labios contra la suavidad del interior
de su muñeca. − Continuaremos.

Sus ojos llamearon. − Puedo atender la llamada aquí, ya que será por el
comunicador. − Deslizándose de él y poniéndose de pie, se pasó las manos
por el vestido. − ¿A menos que tenga un problema conmigo usando tus
dispositivos?

− Cariño, puedes usar cualquier cosa mía que quieras. − Él sostuvo su


mirada. – Estoy asumiendo que quieres mi opinión. ¿Verdad? − Una
pregunta que sonaba tan simple, pero que era cosa de confianza, de
vínculos, de lealtad.

Ella no apartó la mirada, no puso distancia entre ellos. − Sí.

− Vamos. − La condujo al ascensor. − La sala de comunicaciones está abajo.

Payal se detuvo, su voz era dura cuando dijo: − No.

Bookeater
Last Guard
32
Hemos perdido a muchos de nuestros más brillantes. Estamos destrozados.
—Fragmento de texto en el Journal of Shora Nek (ningún otro identificador encontrado),
conservada en los archivos del Museo Británico.

CANTO miró de nuevo a Payal, con el ceño fruncido tallando su frente. −


¿No te gustan los espacios cerrados? − Palabras amables en tono brusco. −
Tú toma las escaleras, iré por el ascensor. Nos vemos abajo.

Su ternura amenazaba con romperla. − Esto no tiene nada que ver con eso.
Dame una vista del piso inferior y no hay forma de que puedas dejarme
fuera de esta ubicación. − En la actualidad, todas sus imágenes eran de este
piso superior, y la telequinética necesitaba coordenadas visuales precisas.

Lo que significaba que, si era necesario, Canto podría arrasar su casa hasta
los cimientos y reconstruirla de una manera que alterara los puntos de vista
desde aquí. El no podría hacer eso si hubiera estado a nivel del suelo,
entonces podría teletransportarse fuera de su casa incluso si la reconstruía. −
Protégete, Canto.

− No. − Una negativa rotunda. − No me vas a hacer daño a mí ni a los míos.

Payal quería enfurecerse con él, con las paredes hechas jirones a sus pies. −
¡No confíes en mí! ¿Y si mi mente se va? ¿Y si me deja abierta a la
manipulación por mi hermano o mi padre? − Era su mayor temor, que la
usaran para lastimarlo.

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Canto la agarró de la mano y tiró de ella hacia él. − Seré el primero en
saberlo. − Una mano apretando la parte de atrás de su cuello. − Cualquiera
que sea este vínculo que existe entre nosotros, seré el primero en ver
parpadear tu llama.

Payal vaciló, miró dentro y allí estaba: una sólida columna de luz que
resplandecía brillante y claro. − Yo también lo sabré. − Salió un susurro
tembloroso. − Si algo te pasa.

Su expresión oscura no se suavizó. − No forcé este vínculo. No sé lo que es.

− Lo sé. − Fuera lo que fuese, era demasiado crudo y violento. − No puedo


verlo en la PsyNet.

Canto se encogió de hombros. − Somos anclas. Quién sabe cómo afecta eso a
las cosas. – Un beso duro. − ¿Vas a venir conmigo ahora?

Payal se puso de pie en toda su estatura y asintió. − Tienes mal genio, −


señaló, aunque su "mal" temperamento no era nada aterrador o peligroso.
Incluso en su momento más gruñón, Canto era... cálido. Sus ojos nunca se
ponían duros como los de Lalit o fríos como los de su padre.

− ¿Es eso un problema? − murmuró, después de llamar al ascensor. − Porque


si lo es, lástima. Te estoy reteniendo.

Payal parpadeó y entró en el ascensor con él. − No puedes simplemente


mantener una persona.

− ¿Si? − Miró hacia arriba. − Mírame.

Payal frunció el ceño y luego dijo: − Entonces yo también te retendré. − Solo


parecía justo y tenía sentido absoluto para la chica que gritaba atrapada
dentro de su mente.

Bookeater
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Llegaron al piso inferior.

Y Canto tiró de su mano.

La acción ya formaba parte de su léxico personal, se inclinó hacia él. Con


una gran mano deslizándose alrededor de su nuca, cálida y áspera, la besó.
− Trato hecho, − dijo. − No hay devoluciones.

Se sentía como si su olor estuviera atrapado en los hilos de su ropa,


incrustado en su piel. Payal lo abrazó con fuerza, un dragón con su
oro. Siempre asociaría el aroma de Canto con ser sostenida con cuidado, con
ser reclamada por un hombre que no veía defectos en ella.

No dijeron nada más hasta que estuvieron dentro de su centro tecnológico,


una habitación sin ventanas que se hayan configurado con varias pantallas
de comunicación y otros equipos informáticos. − Necesito hacer la llamada
dentro de los próximos tres minutos. − Ella se inclinó para revisar su cabello
y maquillaje en una pantalla de comunicación lo suficiente clara para
funcionar como un espejo.

Los siguientes dos minutos los dedicaron a los técnicos. La sala de


tecnología de Canto estaba preparada según sus especificaciones, pero
juntos, él y Payal pudieron manipular una pantalla de comunicaciones para
adaptarse a su preferencia de efectuar sus reuniones de pie. − La postura me
ayuda a contener mi tendencia natural de inquietarme, − admitió.

La ternura floreció en su interior. Se preguntó cuándo se daría cuenta de


que había conquistado durante mucho tiempo tal inclinación, pero hoy no
era el día para sacarlo a relucir; si la postura era lo que necesitaba para que
ella se sintiera cómoda en esta situación, entonces que así fuera.

Cambiando al modo flotante una vez que la pantalla de comunicaciones


estaba lista, arrastró una silla que guardaba en la habitación para cuando
Arwen pasaba. − Sólo en caso de que el drenaje del conducto se vuelva loco

Bookeater
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de nuevo.

− Sí, buena idea.

Con eso resuelto, se apartó de la vista y vio a Payal, su Payal, ponerse a


trabajar.

Los rostros de la Coalición Gobernante aparecieron en la pantalla uno por


uno. Kaleb Krychek, Aden Kai, Ivy Jane Zen, Nikita Duncan y Anthony
Kyriakus. Cada uno elegido por su poder personal o por quién y qué
representaba, un poder de otro tipo. Porque con los Psy, el poder
importaba. Su raza nunca podría tener la democracia adoptada por los
humanos, ¿Qué sentido tenia ser un jefe electo si un hombre como Krychek
podía hacer lo que él quisiera, sin nadie capaz de detenerlo?

Los psi eran más parecidos a los cambiantes en ese sentido.

Escuchó mientras Payal explicaba el problema con Sentinel, sus palabras


sucintas y su tono frio. Ya no era la mujer suave y curvilínea que se había
sentado en su regazo. Este era el CEO, el ancla, el general.

− No me di cuenta de que la situación con la Designación A era tan grave. –


El rostro de Nikita Duncan era un lienzo sin costuras que no revelaba
nada. − Santano era el que estaba a cargo de esa cartera, y después de su
muerte, casi nos olvidamos de eso. − No era una excusa, solo una
declaración de hecho.

− El problema no comenzó con su generación, − dijo Payal. – Comenzó


mucho antes, pero a pesar de todo, estamos atascados con las
consecuencias.

− ¿Sigue sucediendo? − Los ojos inusuales de Ivy Jane, cobre claro rodeados
de dorado, sus pupilas negro azabache, contrastaban con el tono crema de
su piel. – ¿Que las Anclas jóvenes no lleguen a la edad adulta porque se los

Bookeater
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considera defectuosos?

− Lo desconozco. No tenemos los datos y nadie los está recopilando. Eso es


algo que debe ponerse en marcha, pero en este mismo instante, nuestro
primer problema es el riesgo en mi región.

− La reparación es fluctuante. − Aden Kai, todos los ángulos cuadrados, piel


aceitunada y cabello corto y negro, era tan inexpresivo como estaba
angustiada Ivy Jane. – Payal asume que no durará mucho más de dos
semanas. Un mes podría ser posible, pero probablemente quemaría todas
las anclas involucradas.

− Confirmado, − dijo Payal cuando Aden le lanzó una mirada inquisitiva.

Kaleb habló por primera vez, una pared verde viviente a su espalda que no
ofrecía pistas sobre su ubicación física. − ¿Sugerencias?

El resultado de la discusión fue la confirmación de que no


había ninguna conexión ancla que pudiera apoderarse de la zona. Canto ya
había llegado a la misma conclusión, pero era importante para la Coalición
llegar a esa conclusión por sí mismos, enfrentarse a la brutal realidad del
problema.

− Es posible que tengamos otra opción, − dijo Anthony Kyriakus, su cabello


oscuro y plateado en las sienes y su cuerpo vestido con una chaqueta negra
entallada con un cuello redondeado que estaba abotonado a ambos lados de
su pecho con pulidos botones negros. El jefe del Clan Psy NightStar era un
hombre de apariencia y porte digno.

En este momento, tenía la atención de todos. − Uno de mis videntes ha


informado dos veces esta semana de visiones de lo que ella denominó 'una
gran migración de estrellas.' Ella no pudo entenderlo en ese momento, pero
si lo miramos en el contexto de sacar las mentes de una zona peligrosa de la
PsyNet, encaja.

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Los previsores de NightStar eran los mejores del mundo. Y si Anthony
estaba mencionándolo, la visión tenía que haber sido vista por uno de sus
psi-F superiores, posiblemente incluso Faith NightStar, la joya de la corona
de NightStar.

− ¿Es viable un movimiento desde la perspectiva de un ancla? − Nikita,


pragmática e implacable. − ¿Qué el mismo número de As maneje un número
significativamente mayor de mentes?

− Sí. − Payal se mantuvo firme ante una de las mujeres más mortíferas de la
Red. − Nuestras zonas están limitadas por la geografía, no por el número de
mentes.

Porque las Anclas, pensó Canto, trabajaban para la PsyNet. Esa era la
diferencia crítica entre ellos y los empáticos. El panal ayudaba a proteger la
PsyNet, pero la base del trabajo de los empáticos era proteger y
proporcionar socorro a las personas que lo integraban.

La primera prioridad de un Ancla, por el contrario, era la Red.

Por eso la pérdida de la NetMind y la DarkMind había dolido tanto a la


Designación A. Cada ancla en el mundo había estado conectada a las
nuevas gemelas de alguna manera, incluso el psicópata Santano Enrique.
Las gemelas habían enfermado mientras enfermaban. O tal vez fue al revés.

Que los As y la Red estaban entrelazados estaba fuera de toda duda.

− Todavía tenemos el problema de la logística, − señaló Nikita. − Nunca


antes se había intentado tal gran migración psíquica. La mayoría de los psi
no sabrán incluso cómo cortar su enlace en la PsyNet y luego volver a
conectarse.

Canto reconoció el punto. El enlace de biorretroalimentación era necesario

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para vivir. A menos que el psi en cuestión tuviera otra red psíquica en la
que enlazarse, cortarla era morir, entonces, ¿cuál era el punto de aprender?

Aun así, había algo ...

− El pánico matará a la mayoría. − Ivy Jane se frotó la cara, sombras


violáceas bajo sus ojos una declaración silenciosa de la tensión en la
Designación E.

El cerebro de Canto funcionó, su mente finalmente desenterró el trozo de


información al azar que había almacenado en algún momento de su
adolescencia. Se ha hecho antes, telepateó a Payal. Hace cientos de años. Sin
información detallada disponible en cualquiera de mis bases de datos, pero fue
precipitado por un accidente que sacó veinte anclas a la vez.

Payal mantuvo sus ojos en la pantalla mientras respondía. ¿Por qué se fueron
veinte anclas juntas? Las anclas nunca están juntas físicamente en ese número.

Por lo que pude desenterrar en ese momento, estaban teniendo una reunión
regional. Quizás de ahí había sacado el núcleo de su idea de una asociación
para representar las anclas, y había crecido hasta su plenitud en la parte
posterior de su mente. Una violenta e imprevista erupción volcánica destruyó la
ciudad en donde se estaban quedando, enterrándolos antes de que alguien pudiera
obtener ayuda. No habían teletransportadores en el grupo.

La respuesta de Payal fue pensativa. Eso podría explicar la fuerte prohibición de


que las anclas se junten en un solo lugar. Porque muchos de nosotros murieron una
vez. Una prohibición transmitida en el tiempo con la explicación perdida.

Suena bien. La cabeza de Canto dio vueltas con las implicaciones: pasado y
presente. Pero por ahora, buscó más información en sus archivos. El
incidente de Catari. Así es como se incluyó la migración en los registros que
encontré, pero dice en mis notas que esos registros estaban en libros de historia de
autoría humana. Yo no puedo encontrar ninguna corroboración Psy.

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Estoy impactada. Nuestra raza, después de todo, no tiene tendencia a esconder
cosas. Payal siguió su mordaz declaración telepática interrumpiendo la
discusión en pantalla. − El incidente de Catari. ¿Qué saben de él?

Caras en blanco.

Ella compartió los pocos hechos que tenían y luego dijo: − Si sucedió, los
registros deben existir en algún archivo polvoriento; no veo ninguna razón
por la que un Consejo Psy habría priorizado su destrucción. El problema
estará en encontrar esa información cuando la NetMind ya no puede ofrecer
asistencia.

− ¿La NetMind hablaba con las Anclas? − Preguntó Krychek, y como


siempre, Canto se sorprendió de cómo el hombre se las había arreglado para
pasar desapercibido durante años cuando el poder prácticamente lo
delataba. La voluntad de Kaleb Krychek tenía que ser algo de fuerza
despiadada.

− Teníamos una conexión que significaba que dicha comunicación era


innecesaria, − explicó Payal, aunque nadie más que un Ancla podría
comprender la profundidad de ese vínculo. −La NetMind existía como parte
de la PsyNet, al igual que nosotros. Nos conocíamos y nos entendíamos. −
Ella echó un vistazo a su reloj. −El reloj está contando atrás. ¿Cuáles son
nuestras posibilidades de rastrear la información relevante?

− Hay un antiguo archivo histórico que siempre ignoramos mientras estaba


en el Ayuntamiento. −Los ojos de Nikita Duncan estaban agudos con
inteligencia, y fue sólo cuando esos ojos se dirigieron a la izquierda por una
fracción de segundo, y los de Anthony Kyriakus se dirigieron a la derecha
justo en el mismo instante, que Canto se centró en sus antecedentes físicos.

Nikita estaba en su escritorio, un San Francisco cubierto de noche brillando


con luces más allá de la gran ventana de cristal a su espalda. Antonio,

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mientras tanto, no tenía nada más que una pared en blanco detrás de
él. Pero Canto estaba casi cien por ciento seguro de que estaban en la misma
habitación. No podía figurar lo que eso podría significar, podría no ser
nada, los dos podrían haber estado en una reunión antes de ésta, o podría
ser la confirmación de un rumor que había recogido.

Que Nikita y Anthony tenían una relación más allá de lo político.

Su mano apretó el brazo de su silla. Quería que ese rumor fuera cierto. No
para que pudiera usarlo de alguna manera, sino porque significaría que él y
Payal tenían una oportunidad. Después de todo, ninguno de los antiguos
consejeros había traicionado emoción ... excepto en cómo habían protegido a
sus hijos.

Como Payal protegió a Karishma.

La siguiente declaración de Nikita lo devolvió al momento. − El archivo


estaba lleno de datos antiguos que creíamos que no tenían relevancia para la
actualidad. Pero también era demasiado grande para borrarlo sin
comprobar que no mantenía alguna cosa importante, la tarea seguía siendo
relegada a un segundo plano. Si la información está en algun lugar, está ahí.

−Te ayudaré a buscar, − dijo Payal, y cuando Nikita arqueó una ceja, agregó:
− Ahora soy parte de la Coalición Gobernante. Acéptenlo y cooperen, o
mueran, porque sin nosotros, la PsyNet colapsará.

− Una postura arrogante.

− No, solo la verdad.

− Payal tiene razón. − La voz de Anthony Kyriakus. – Por cualquiera que


fuera la razón, se omitieron las anclas de nuestra estructura de liderazgo,
esa razón no tiene soporte por más tiempo. Ahora no, ante el fracaso total
de PsyNet.

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− Bienvenidos a la Coalición Gobernante. − La sonrisa de Ivy Jane fue
genuina. – Vamos a cazar este archivo.

− Aún no. − Los hombros de Krychek se movieron levemente, como si


hubiera deslizado sus manos en sus bolsillos. − No si es la base de datos en
la que estoy pensando: ¿Sigma18, Nikita?

− Sí, ese es el indicado.

− Ha sido cerrado, −les dijo Kaleb. − Precaución de seguridad automática


durante la naftalina. Tomará tiempo rastrear los códigos y abrirlos en línea
con un protocolo de reactivación paso a paso. De lo contrario, con una base
de datos tan vieja, y dado el proceso arcaico que probablemente se usó para
cerrarlo, existe un claro riesgo de desvanecimiento.

Mierda, tiene razón, le envió Canto a Payal. Antiguas bases de datos de la PsyNet
que no se mantienen regularmente pueden perder coherencia.

− ¿Emprenderá la tarea de reabrir la base de datos? − Payal preguntó a


Krychek. − Es fundamental.

− Lo convertiré en mi prioridad. El tiempo que tarde dependerá de si


tenemos alguna falla de la Red o incursiones de escarabajos en el ínterin.

− Tiene más sentido para mí asumir la tarea, − insertó Nikita. – Eso no


requiere mayor poder, solo sutileza. Yo tengo eso.

Dado que se decía que Nikita Duncan poseía el poder de infectar las mentes
con virus mentales, Canto no tenía ninguna duda de su capacidad para
realizar trabajos delicados efectos psíquicos. No era una mujer en la que
pudiera confiar, pero también tenía mucho que perder si la PsyNet
colapsara, su imperio se había diversificado últimamente, pero estaba
todavía fuertemente basado en los Psy.

Bookeater
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− Siempre y cuando esté hecho. − Las palabras de Payal salieron frías, casi
autocráticas.

− Haría bien en recordar que no trabajamos para usted, − dijo Nikita,


carámbanos goteando de cada sílaba.

− En este momento, lo haces. − El tono de Payal fue directo. − Una vez


hecho, trabajaré para usted, como hacen todas las Anclas a diario. Reitero de
nuevo que no tenemos ningún deseo de involucrarnos en la política por el
bien de la política. Nuestra única prioridad es la PsyNet y cómo salvarla.

Para sorpresa de Canto, Nikita reaccionó bien al hablar sin rodeos. − Una
feria de intercambio, − dijo, luego se quedó en silencio mientras todos
hablaban sobre el plan.

Pero una vez que comenzaron a despedirse, Nikita se demoró hasta que ella
fue la única en la pantalla.

− ¿Algún problema? − Preguntó Payal.

− No. Tengo un J-Psy en mi organización. Sophia Russo.

Ella es un ancla, dijo Canto a Payal. Una muy interesante. Necesitamos hablar
con ella. Hacer contacto con Sophia había estado en su lista de tareas
pendientes, pero luego había llegado la fractura de Delhi y había tenido que
apartarla.

− Sabemos de ella, −dijo Payal con fluidez suave. − De hecho, deseamos


hacer contacto.

− Eso pensé. Le daré a Sophia tu información de contacto y le diré que se


ponga en contacto.

Bookeater
Last Guard
− Gracias. − Payal sostuvo los ojos de Nikita. − ¿Por qué no eliminaste tu hija
cuando te diste cuenta de que era una empática cardinal?

Canto no sabía cuál de ellos estaba más sorprendido por la pregunta. − Él o


Nikita.

Bookeater
Last Guard
33
Lo haría todo de nuevo. Para salvar a mi hija me bañaría en sangre mil veces encima. No tengo
moralidad en lo que respecta a su vida.
—Nikita Duncan a Anthony Kyriakus

− Eso no es de tu incumbencia. − El hielo estaba de vuelta, lo


suficientemente helado como para arder.

− Lo es, − insistió Payal. − Los bebés ancla mueren antes de inicializarse.


Necesitamos saber cómo detenerlo, cómo hacer que sus padres se unan a
ellos lo suficiente para mantenerlos con vida, porque no hay forma de
identificar al niño antes de la inicialización.

Nikita se movió en su silla, los elegantes mechones de su cabello cayeron


hacia atrás en alineación perfecta después del movimiento. − No puedo
ayudarte, − dijo, pero no sonaba como un rechazo.

Eso, pensó Canto, era la única respuesta que obtendrían de Nikita.

De nuevo, ella lo sorprendió.

− Pero, − añadió el exconsejero, − nuestra raza ha estado relacionada con el


poder durante mucho tiempo, mucho antes del Silencio. Necesita
aprovechar su poder como Designación A. Actualmente, la telecinética se
considera una de las más útiles designaciones en la Red y tienen un valor
considerable y ofrecen prestigio a las familias que los producen. Pero los
Tks no valen nada si la Red colapsa.

Bookeater
Last Guard
La imagen de Nikita desapareció.

Payal miró a Canto. − ¿Lo entendí mal, o Nikita simplemente nos dijo que
nuestro problema son las relaciones públicas?

− No entendiste mal. − Canto se frotó la mandíbula, su barba raspando bajo


la punta de sus dedos. − Es brillante, sabes. La razón por la que nadie vela
por los niños ancla es porque estamos ahí, haciendo nuestro trabajo en
segundo plano. Creo que es hora de que salgamos de las sombras.

− Me acabo de reunir con la Coalición Gobernante.

− Pero ¿quién sabe eso? − Golpeó el brazo de su silla. − ¿Estás preparada


para una entrevista con PsyNet Beacon?

− ¿Yo? ¿El robot? − Payal se cruzó de brazos y separó las piernas. – Tú hazlo.

La adoraba. Y no era hombre para usar ese tipo de palabra. Pero él lo


hizo. Adorarla. − Eres nuestro gladiador, mi hermosa, inteligente, y
fascinante Payal. Además, ¿no le gustaría frotar la cara de Gia Khan en su
ascenso al poder?

Sus ojos se entrecerraron. − No siento emociones tan insignificantes... pero


configurare la entrevista.

Canto cruzó el suelo para agarrar sus caderas. − Me deslumbras.

Una vacilación repentina en ella. − ¿Y si no funciona? − Palabras suaves. –


Qué sucede si la única forma en que puedo mantenerme funcional es
mantener las paredes de hierro? − Sus dedos se demoraron contra su
mandíbula delicadamente, como si se rompiera si ella empujaba demasiado
duro. − Los dejé caer hoy contigo, y me siento lo suficientemente estable,
pero ¿qué si es una falsa esperanza?

Bookeater
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− No importa. Hemos tenido esta conversación, pase lo que pase, no
importa cómo, nos quedamos.

− ¿7J y 3K? − Ella susurró.

− Siempre. Siempre. − A veces no era una cosa de la infancia; algunas veces


encuentras a tu persona temprano. Ella era su persona y siempre lo sería.

− No quiero volver a Vara. − Salió desnudo, su rostro desprovisto de


escudos protectores. − La reparación se mantiene por ahora. Podría ser la
única ventana de estabilidad que tenemos durante algún tiempo.

− ¿Puedes quedarte? − Ella era la directora ejecutiva de una gran familia. Es


más, ella estaba siendo observado por ojos hostiles. − ¿La medicación? −
preguntó, mordiendo de vuelta su rabia por la fea correa de la droga que su
padre le había puesto.

− Necesito una dosis de los medicamentos, ese es el mayor obstáculo. −


Payal masticaba su labio inferior. − Puedo hacer mucho trabajo de forma
remota. − Un pequeño asentimiento. − Le diré a Lalit y Padre, que me han
incluido en la Coalición Gobernante y me han pedido que permanezca cerca
de Krychek para poder seguirlo y aprender mis nuevos deberes.

− Payal, no tienes que esconderme de ellos. − Salió duro, casi gruñido.

− Sí. − Una declaración solemne que lo cortó hasta los huesos. − Porque
Tú eres mi persona. El único que tengo. Necesito protegerte.

A Canto le irritaban las restricciones, las protecciones, pero cuando lo decía


de esa manera... cuando ella lo miró con tal vulnerabilidad cruda... Joder. Él
estaba jodido. Le daría todo lo que quisiera. Sin embargo, no pudo
detenerse a sí mismo de murmurar: − Preferiría dispararle a tu padre y a tu
hermano, pero sí, eso debería funcionar. ¿Es posible que tengan un espía en
la base de Krychek?

Bookeater
Last Guard
− Nulo. Su sede es hermética: Kaleb es un hombre que inspira lealtad.

− Le pediré que te cubra.

Apretó sus caderas cuando ella abrió los labios para responder. − No será
una solicitud oficial como la que harías, será una entre amigos. − Krychek y
Mercant ahora estaban entrelazados. − Es la forma menos complicada.

Payal frunció el ceño. − No, déjame preguntarte. De forma no oficial.

La forma en que lo dijo hizo que Canto mantuviera sus palabras. El vio
cómo su mirada se volvió distante, como si estuviera telepateando. Ella
regresó en segundos.

− Él está de acuerdo, − murmuró. − También dijo que respondería a


cualquier otra pregunta que quiera hacerle.

Una puñalada de celos bastante ridículos hizo que Canto frunciera el ceño. −
¿Por qué estás haciéndole preguntas?

− Porque él es como yo. − Un susurro mientras su cuerpo se sacudía un poco


hacia Canto. − Y él tiene la vida que quiero.

El amor atravesó cada hueso de su cuerpo, un amor tan puro y tan visceral
que devasto el orgullo y los celos y cualquier cosa menos el deseo de darle
lo que necesitaba. − Ven aquí, bebé.

Ella casi se derritió en él, acurrucándose en su regazo con su cabeza contra


su hombro y una mano en su pecho. La envolvió, abrazándola cerca, esta
mujer que era poderosa y complicada y había sido privada de
ternura toda su vida.

Canto no sabía nada de ternura, pero era un estudiante rápido. El había

Bookeater
Last Guard
visto cómo los osos trataban a sus compañeros, vio cómo era Arwen con su
oso. Y la cosa fue que era algo natural con Payal. Quería sostenerla, quería
besarla estúpidamente, quería mantenerla cálida y segura en su
brazos.

PAYAL todavía podía sentir a Canto envuelto alrededor de ella mientras se


paraba frente a la pantalla de comunicaciones más tarde esa tarde, lista para
hacer la llamada a su padre. El propio Canto estaba arriba, pero sabía que él
estaría con ella en un santiamén si ella lo necesita, sus mentes entrelazadas.

La chica rota dentro de ella había aprendido que no solo estaba bien
apoyarse en él, esas cosas no tenían nada de especial entre ellos dos. La
parte robótica y vigilante había llegado a la misma conclusión: no había
libro mayor entre 3K y 7J. Canto Mercant le daría a Payal Rao lo que fuera
que ella necesitaba y viceversa.

Porque eran la persona del otro.

− Payal, − dijo su padre con frialdad cuando apareció su rostro aristocrático


en la pantalla. − ¿Cuál es el significado de este acto de desaparición?

Su cabeza estaba pesada, el dolor era constante ahora, pero no permitió que
eso se mostrara en su cara. − Me han incluido en la Coalición
Gobernante. No se me permitió hablar sobre la posibilidad hasta que fue
concluyente.

Pranath Rao era un hombre que durante mucho tiempo había perfeccionado
un semblante inexpresivo, aunque frío, pero incluso él parpadeó
sorprendido, su postura de repente más recto. − No he oído nada de esto.

− El comunicado de prensa oficial se publicará en la próxima hora. − Ivy

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Jane le había enviado un mensaje alertándola de ese hecho. − Se me permitió
ese tiempo para informar a mi unidad familiar.

− Debo admitir que me has pillado desprevenido, − confesó Pranath. − ¿Por


qué se te acercaron? Gia Khan siempre ha sido el líder en nuestra
región en lo que respecta a la política.

− Soy un ancla central, padre. Una poderosa que actualmente sostiene a


Delhi junta. − Este no era el momento de ser modesta acerca de sus
habilidades; su padre reaccionaba al poder y ella usaría esa debilidad contra
él. – La coalición quiere una presencia ancla y necesitan una A que sea
estable y capaz de entender los negocios. En cuanto al enfoque, lo hice en
nombre de la Designación A.

Antes de que Pranath pudiera interrumpir, continuó: −Dado mi repentino


ascenso al estatus de miembro de la Coalición, me han pedido que me
quede en Moscú y mantenga contacto con Kaleb Krychek durante
aproximadamente dos semanas, para garantizar que conozco mis funciones
y puedo acceder a todas las bases de datos necesarias. − Era el tiempo más
largo que podía estar físicamente lejos de su zona de anclaje.

La avaricia se apoderó de su padre. − Payal, nunca podría haber predicho


esto, y estoy seguro de que no lo creeré hasta que vea el lanzamiento, pero
bien hecho, hija.

Ella inclinó la cabeza. − Puedo ocuparme de los asuntos de la empresa


familiar de forma remota, pero no necesito estar lidiando con Lalit. En la
actualidad, está intentando irrumpir en mis aposentos personales. − Un
Canto enojado acababa de pasarle la información.

Su padre asintió. − Lo pondré en fila y dejaré a un lado dos viales de su


medicamento para que lo recoja.

− Le agradecería que me lo enviara por correo a mi caja segura de la

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Coalición en Moscú. − Un servicio que se había puesto en marcha
automáticamente una vez que fue aceptada en el grupo y había declarado
su objetivo de permanecer en Moscú por el momento. − Necesito mantener
mis niveles de energía para lidiar con Krychek.

− Acordado.

− Padre, cortesía de las recientes fracturas en la Red en nuestra área,


necesitaré una dosis dentro de las próximas dos horas. ¿Puedes hacer que
un mensajero teletransportador haga la entrega para entonces?

− Lo organizaré ahora. − Una pausa de diez segundos en su transmisión.


Cuando el reapareció, dijo: − Estará allí dentro de los próximos cinco
minutos. − Sus ojos perforándola. − Recuerda a tu familia, Payal. No habrías
sido elegida para este puesto si no fuera el CEO de Rao. Yo te puse allí.

No, Payal se había puesto allí, después de superar a Lalit en todos los
sentidos. − Por supuesto, padre. No podré presentarme regularmente
debido a mi apretada agenda, pero te daré un informe completo cuando
pueda regresar a casa.

− Entendido. − Pranath Rao no era nada más que práctico cuando se trataba
de cuestiones de poder. − ¿Necesitas que teletransportemos tu ropa y cosas
personales?

− No hay necesidad. − Y no habia razón para que la gente de Pranath


entrase a su departamento. − Haré compras locales. Una pequeña forma de
dar a conocer mi rostro y mi nombre entre las empresas psi una vez que la
noticia llegue a los canales públicos.

− Siempre has sido una niña inteligente. − Pranath sonrió con esa sonrisa de
fría y falsa. − Haz que la familia se sienta orgullosa, Payal.

Después de cerrar sesión, Payal miró su reloj. Mmm…

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Al salir de la sala de tecnología, fue a subir las escaleras, pero escuchó un
sonido a la izquierda y fue por ese camino en su lugar. Encontró a Canto
desnudo hasta la cintura, su parte inferior del cuerpo vestida solo con
pantalones cortos negros de ejercicio. La parte superior de su cuerpo
brillaba con sudor, pero actualmente estaba ejercitando sus piernas usando
aparatos robóticos que lo habían apretar los dientes mientras levantaba las
piernas hacia arriba y hacia abajo.

La abrazadera era un caparazón de telaraña de un negro reluciente que


cubría sus piernas, hasta los brazos y parcialmente a lo largo de la columna.
Payal sabía que los dispositivos fueron diseñados para funcionar incluso en
un paciente completamente pasivo, pero parecía que Canto lo había
configurado para que tuviera que usar los músculos abdominales y del
brazo para alimentar el dispositivo.

Eso requirió una fuerza brutal, sus piernas se habrían convertido en pesos
muertos multiplicados por la fuerza de peso que había programado en el
dispositivo en el instante en que apagó la asistencia de elevación
robótica. Por las luces a lo largo de un lado de su muslo, podía ver que él lo
había dejado en la función de estimulación muscular evitando que sus
músculos se atrofiaran.

Pero fue la mueca con los dientes apretados en su rostro lo que llamó su
atención. − Esto no es cómodo para ti.

Él gruñó, claramente no sorprendido por su presencia. − La maldita cosa se


siente como hormigas picando en mi columna vertebral. – Se levantó de
nuevo, los músculos de sus hombros definidos mientras se acurrucaba con
los brazos para levantar las piernas mientras el aparato pulsaba los
músculos para mantenerlos fuertes y activos. − Pero es la mejor manera de
evitar que mis piernas se conviertan en ramitas.

El sudor brillaba en su piel. Su cabello estaba húmedo en las sienes, el

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aroma de él una mezcla de sudor fresco y Canto. La naturaleza primordial
de la escena le habló a la parte salvaje de ella que tanto tiempo había
encerrado.

Acercándose, esperó hasta que él bajó las piernas.

Luego se inclinó y le dio un beso a una sección expuesta de su hombro. Él


gimió cuando sintió el sabor de la sal y entró en su boca. – Eso no ayuda en
nada a mi concentración, 3K.

3K.

Lo que antes había sido una etiqueta deshumanizante ahora se sentía como
un beso. − Ta ves como si hubieras trabajado lo suficiente.

Una mirada hacia arriba. − Necesito hacer diez minutos más. ¿Te quedas?

Payal se pasó la mano por el pelo, sintiendo una sensación de propiedad


que era tan primitiva como se veía ahora. Luego se movió para tomar
asiento en una máquina de ejercicios frente a la que estaba usando. Tenía
pesos; probablemente Canto la usaba para la parte superior de su cuerpo.
Que admiraba abiertamente mientras terminó su rutina.

− Bebé, − dijo cinco minutos después, − no puedes seguir mirándome así. −


Una orden dura, pero no había nada de enojo en ella. − Mi maldita erección
es como un poste de acero en este momento.

Bebé.

Un término de afecto cuando lo usaba como él lo usaba con ella. Para Payal
Rao, el robot. − ¿Puedo tocarte después de que hayas terminado?

Dejó caer las piernas tan rápido que la máquina lanzó una alarma. Él la
golpeó con la palma de su mano. − Sí, − dijo con voz ronca. − Puedes

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tocarme lo que quieras. Privilegios de piel completos y sin restricciones.

Ella había escuchado ese término de uno de los tigres de Delhi en algún
momento durante algunas negociaciones, cuando habían hablado de
apretones de manos. Esto, sin embargo, no era nada tan mundano. − Tenías
cinco minutos más. − Su piel estaba caliente, su pulso un cohete. − No quise
interrumpir.

Sus ojos brillaron. − Haré otra sesión más tarde. Ven aquí.

La mente de CANTO se quedó en blanco cuando Payal se acercó a


él. Mientras él miraba, ella pateó sus tacones, sus pies silenciosos sobre la
alfombra especial del gimnasio.

Él fue a decirle que esperara mientras se quitaba la abrazadera robótica, así


ella podía sentarse en su regazo, pero se subió el vestido ajustado para
sentarse a horcajadas sobre un lado del banco en el que estaba sentado. −
Infierno. − Esas piernas, el marrón cremoso de sus muslos ...

Quería morderla, maldita sea.

Pero Payal tenía otras prioridades, sus ojos en la protuberancia de su


erección.

Su pecho palpitó.

Y ella envolvió sus dedos alrededor de su rígida longitud, sobre la parte


superior de la fina tela de sus pantalones cortos. Reprimió un grito, los
tendones de su cuello se sentían como si se le hubieran salido de la piel.

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− Es tan caliente y duro.

El cerebro de Canto se puso rojo peligroso. Moviendo su mano a su muñeca,


él apretó. − Creo que deberíamos parar.

Ella lo soltó de inmediato, pero no tiró de su muñeca para liberarla. − No te


gustó ¿eso?

− Diablos, sí, me gustó. − Tanto que dolió. − Pero no quiero perder el


control.

Una terrible oscuridad eclipsó las estrellas en sus ojos.

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34
El niño muestra un trauma continuo significativo.
—Notas terapéuticas sobre Canto Mercant (14 años)

Dándose cuenta de lo que había dicho, Canto soltó la mano de Payal antes
de apretar demasiado duro. − Mierda. Mierda. − Inclinándose hacia adelante
con los codos sobre los muslos, se pasó las manos por el pelo. − Lo
siento. Estoy arruinando esto.

Había pasado todo este tiempo tratando de enseñarle que podía confiar en
él, en todo, y aquí estaba, tropezando al primer paso. − No se trata de
confianza, Payal. Yo…

Una mano suave en su hombro, acariciando lentamente su espalda. – Te


comprendo. − Palabras suaves que no contenían ira ni confusión. − Es por
eso que tengo tan rígidos escudos. Control. − Inclinándose, le dio un beso a
un lado de su cuello. − Nos los robaron y ahora no podemos dejarlo ir.

Si alguien más hubiera dicho que entendían, los habría ignorado. Pero
esta era Payal. Su 3K. Dejando caer sus manos a sus muslos, la miró.… Y
habló sobre una parte de su vida de la que no habló con nadie más. − Yo
estuve casi inmóvil en una cama de hospital durante meses.

Lanzó una exhalación estremecedora. − Mi abuela hizo todo en su poder


para darme libertad, ella me llevó en vuelos largos a través de la PsyNet, un
teletransportador familiar movió mi cama de hospital a diferentes lugares
para darme variedad. Una vez, mi tío me teletransportó a este tramo
solitario de playa y fue increíble.

Bookeater
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− Pero no era lo mismo que controlar tu propio cuerpo, − dijo Payal,
deslizando su mano hacia abajo para enredarla con la de él.

− Si. − Tosió, tragó. − La abuela me hizo asistir a un montón de sesiones de


psicología para ayudarme a dar sentido al mundo y para prepararme para
un futuro posible en el que siempre podría ser sólo mi mente, pero la
experiencia dejó una cicatriz. − Su mandíbula se movió. − Sigo diciéndome a
mí mismo que soy tan jodidamente afortunado. No muchos niños tienen a
alguien como Ena que venga por ellos, que los rescate, pero… − Él negó con
la cabeza. − No puedo olvidar todo lo que pasó antes.

Payal tocó con la mano parte de su abrazadera robótica. − Veamos esto


lógicamente.

Era una respuesta que no esperaba, y era muy Payal. − ¿Si? − Entrelazó sus
dedos con los de ella y los apretó.

− Ya no eres un niño sin familia. Tampoco estas herido como lo estabas


cuando tu abuela te encontró por primera vez. Podrías caminar usando un
aparato ortopédico si quisieras. Sería irritante, pero ciertamente no estarías
confinado a la cama. − Otro beso, este en su mandíbula. Tú también me
tienes a mí. Yo te llevaría a cualquier lugar al que quisiera ir.

Canto no confiaba en nadie, había pasado casi treinta años asegurándose de


eso. Pero esta era 3K, quien se acurrucó en su regazo porque necesitaba el
contacto, y quien buscaba su extraño vínculo cada poco minuto. Él no sabía
si ella estaba consciente de hacerlo, pero él lo estaba; sintió cada ligero roce.

Como si estuviera comprobando que todavía estaba allí y sacando fuerzas


de él.

Levantó sus manos entrelazadas y le dio un beso en los nudillos en una


aceptación de su oferta. − Si ocurre lo peor, estoy cien por ciento seguro de

Bookeater
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que todavía voy a ser un idiota al respecto a veces.

Payal imitó su encogimiento de hombros. − Todavía voy a ser un robot total


a veces, cuando me asuste y me retiro detrás de mis paredes.

− Supongo que los dos estamos jodidos. − Se movió para poder ahuecar el
costado de su rostro con su mano libre. Parte del corsé era una telaraña en la
espalda y una fina malla cubría su palma, pero ella se giró hacia el toque.

− La perfección está sobrevalorada. − Dentro de él, era como si ella lo


hubiera envuelto en su fría llama, un abrazo posesivo que lo protegería del
mundo. − Escuché a Sascha Duncan decir eso en una entrevista una vez. Ella
también dijo que los defectos son los que nos hacen únicos. Que la gente
perfecta simplemente serían simulacros de sí.

Payal no le había creído al cardenal empático en ese momento; toda su vida,


le habían dicho que era un error, un error. Pero con Canto, ella entendió
esto último. Ninguno de los dos sería quien era si hubiera nacido “Perfecto”
según los estándares de una sociedad silenciosa. Sus cicatrices los habían
moldeado.

Y Canto, impetuoso y terco, tenía cicatrices mucho más profundas de lo que


se había imaginado.

Era tan duro y emocionalmente estable que ella no había entendido la


medida en que su infancia lo perseguía. Hoy, ella vio los fantasmas en sus
ojos, vio los ecos del chico que había perdido el uso de sus piernas y casi
perdió el control de todo su cuerpo, el chico que no había podido
defenderse a sí mismo, o ella, contra un monstruo.

Esto último le importaría a un hombre como Canto. Él era un protector. Sin


embargo, él le falló. Así lo vería él, su caballero Mercant.

Payal entendió algo sobre sí misma en ese momento: ella había construido

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su vida en control, pero para Canto, ella podría ser "más débil", más
expuesta. Entre los dos, él necesitaba esa roca de control más que ella.…
Porque su roca era Canto. Kaleb tenía razón. Ese lazo que ella pudo sentir
pero que no podía ver, le había dado un puerto seguro al que aferrarse
cuando los gritos se volvieron demasiado malos.

− ¿Te gustaría tocarme cuando yo te toqué? − ella preguntó. Ella se acostaría


desnuda ante él sin dudarlo si eso era lo que necesitaba.

La mano de Canto apretó la de ella. − Diablos, sí, pero creo que podríamos
estar yendo demasiado rápido. − Una mirada de ojos entrecerrados. − ¿Has
hablado con un empático? Nosotros no sabemos cómo te afectará el hecho
de que nos hagamos físicos.

Payal intentó apartarle la mano, pero él la aguantó.

− Oye, − susurró con brusquedad. − Te quiero con cada fibra de mi ser,


pero nunca te haré daño. − Un voto feroz. − Esto podría lastimarte si no lo
hacemos bien.

Payal quería discutir con él, quería ignorar la sensación de pánico que vivía
en la parte posterior de su cabeza y que solo podía aliviar tocando su
vínculo. − Kaleb dijo que podrías ser mi lugar seguro para estar de pie.

− Siempre. Joder siempre, − respondió Canto. − Pero Kaleb no eres tú. Él y su


pareja no somos nosotros. Somos anclas, cariño, y eso lo cambia todo.

Sabía que él tenía razón, pero no podía lidiar con eso todavía, no podía
enfrentarlo. Porque enfrentarlo significaba enfrentar a la chica rota,
devastada y gritando dentro de ella. − Necesito ropa y artículos personales.
He dicho que visitaré las tiendas.

Canto la miró durante un largo momento antes de asentir. − Yo te llevaré. Si


me quedo en el vehículo, nadie le prestará atención a su conductor.

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Confundida e inquieta, volvió a tirar de su mano. − ¿No quieres ser visto
conmigo? − ella demandó completamente irracional.

− 3K, quiero tatuar tu nombre en mi maldita frente para que todos sepan
que soy tuyo y tú eres mía, − un beso fuerte, su mano acunando su nuca
con una posesividad más o menos tierna: − pero este es tu momento de
brillar.

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** PARA PUBLICACIÓN INMEDIATA **

NUEVO MIEMBRO DE LA COALICIÓN


GOBERNANTE: PAYAL RAO, PONENTE DE
LA ASOCIACIÓN REPRESENTANTE ANCLA
(ARA)

Los miembros de la Coalición Gobernante se complacen en dar la


bienvenida a Payal Rao, Cardenal A - Tk y CEO del Conglomerado Rao, a
sus filas. Payal es el Portavoz elegido de la Asociación de Representantes
Ancla y tiene pleno poder para negociar en su nombre.

Tener un miembro de la designación crítica A en la Coalición Gobernante es


un paso importante a medida que nos enfrentamos a las turbulencias en la
PsyNet. Tendremos que confiar en las anclas más que nunca, es vital que se
escuchen sus voces. Ellos deben ser representados en todos los niveles del
proceso de toma de decisiones, incluso en el más alto.

Las solicitudes de entrevista con Payal Rao se pueden enviar a través de la


Coalición gobernante, enlace con los medios, Jin Verkamp-Jeong.

*** Fin del lanzamiento ***

Bookeater
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35
Canto, Payal y tú están invitados a tomar el té después de la cena. Te veré a eso de las siete de la
noche.
—Mensaje de Ena Mercant a Canto Mercant.

CANTO se sentó en el elegante coche del color del humo más oscuro que
había sido diseñado de acuerdo a sus preferencias, completamente con
controles de mano y voz, puertas que subian hacia arriba con un
deslizamiento suave y un área para el asiento del conductor con una rampa
automática y un asiento convertible que significaba que no tenía que
guardar su silla mientras conducía a menos que le apeteciera.

Payal acababa de salir por la puerta del pasajero, hermosa y contenida, y ya


podía ver a los transeúntes tomando subrepticiamente fotografías que sin
duda introducirían en la PsyNet y en los medios humanos / cambiantes. La
composición de la Coalición Gobernante era de interés para mucha gente, y
especialmente la ascensión de Payal; a lo vasto de la mayoría del mundo,
ella había salido de la nada.

Como había predicho, nadie le prestó atención a su conductor, no es que


pudieran verlo. Había opacado todo el cristal después de aparcar. Podía ver
pero no podían ver adentro.

Mientras estaba sentado allí, pensó en ponerse en contacto con Arwen,


luego inmediatamente vetó la idea. Payal necesitaba decidir ver a un
empático por su cuenta, sin presión. Era obvio que aún no estaba lista, pero
era dura, su 3K. Ella llegaría allí.
Entonces, como si hubiera imaginado a su primo de la nada, vio a Arwen en
la acera, acompañado de su oso. Arwen estaba en un prístino traje gris sobre

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gris que había combinado con una corbata gris oscuro, sus zapatos
lustrados y cada hebra de cabello en su lugar. Su amante, por el contrario,
tenía el pelo alborotado de color castaño oscuro y vestía una camisa azul
marino áspera con las faldas colgando y jeans rotos.

Las zapatillas deportivas de Pavel habían visto días mejores.

Pero la forma en que miraba a Arwen con esos brillantes ojos azul verdoso
detrás de anteojos transparentes… Sí, los osos sabian tratar a su gente.

Arwen nunca había parecido tan feliz, tan en paz.

A Canto le agradaba Pavel por la forma en que trataba a Arwen.

Ena lo amaba por eso.

Se sabía que Silver lo besaba.

Ahora los ojos de Arwen se volvieron hacia Canto sin previo aviso. Incluso
aunque su primo había estado fuera de los escudos de Canto durante
mucho tiempo, todavía tenían una fuerte conexión. De todas las personas
por las que Canto se sintió protector, Payal y Arwen estaban en la parte
superior de la lista.

Su primo sonrió y se dirigió directamente hacia él.

Canto bajó la ventanilla y frunció el ceño. − Estoy tratando de pasar de


incógnito. Vete.

En cambio, Arwen se rio y fue a sentarse en el asiento del pasajero cerrando


la puerta detrás de él, luego bajando su propia ventana. Pavel puso su
cabeza en esa ventana y dijo: − Este auto huele a mujer. − Él olió
ostentosamente. – Definitivamente una mujer. Una mujer especifica con ojos
cardenales.

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Los ojos de Arwen se abrieron al mismo tiempo. − Canto, estás vinculado a
ella. − Fingió golpear a Canto. − ¿No podrías habérmelo dicho? − No
obstante, el comentario contenía una pizca de dolor.

Y debido a que este era su hermano pequeño para todos los efectos, Canto
dijo: − Es nuevo. Nadie más lo sabe. Ni siquiera la abuela. – Aunque la
antena que todo lo ve de Ena estaba funcionando bien, si la invitación que
había aparecido en su teléfono una hora antes era una indicación.

La mirada de Arwen se suavizó de inmediato. − También es diferente. −


Frunció el ceño, la mirada girando hacia adentro. − No puedo ver un
vínculo como el que obtuvieron Silver y Valentín cuando se aparearon.

Somos anclas. Eso lo cambia todo.

Sus propias palabras resonaron dentro de su cabeza. − Podría estar en el


Sustrato, − murmuró, porque no había mirado allí, y tenía sentido que, para
dos anclas, el vínculo se mostrara en su terreno de origen.

− ¿Entonces? − Pavel movió las cejas. − ¿Donde esta ella?

Arwen besó a Pavel en la mejilla. − Lo que dijo.

− En la boutique. − Canto señaló la tienda con la cabeza.

Arwen sonrió. − Voy a espiar sus elecciones de moda. – Salió del coche con
esa alegre declaración.

Pavel y Canto vieron a Arwen entrar en la boutique, un hombre vestido y


guapo que atraía las miradas de todo tipo de personas. Canto no sintió la
necesidad de advertir a Payal. Arwen era un gatito en comparación con su
tiburón.

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− ¿Cómo es el? − dijo en voz baja, porque él y Pavel tenían una tácita
comprensión acerca de Arwen: el oso sabía que Canto había vigilado a
Arwen durante mucho tiempo, y que no podía simplemente detenerse.

− Bien. Mejor que bien. − Su sonrisa estaba encantada cuando se deslizó en


el asiento abandonado de Arwen. − Todavía está unido a sus amigos
empáticos, Jaya y Ruslan, los he conocido, como son con él. También le di
un codazo a ir a citas de juego con algunos empáticos locales que no tienen
idea de que es un Mercant. Hizo clic con algunos, su círculo está creciendo.

− Bien. Nos preocupa que se aísle. − Arwen había sido tan ferozmente
protegido por la familia Mercant que incluso Ena había comenzado a
preguntarse si le habrían cortado las alas.

− No, a Arwen simplemente le gusta tomarse su tiempo con la gente. − Pavel


se levantó la camisa lejos de su cuerpo, como si estuviera arreglando las
solapas de un traje. − Porque él elige a las mejores personas.

Arwen salió de la boutique poco después, para acercarse y entrar en el


asiento trasero.

− Quiero conocerla, − dijo, con franqueza protectora en su voz. − Solo para


asegurarme que no se esté aprovechando de ti.

Pavel se dobló de risa. Cuando Arwen le dio un golpe en el costado, el


oso dijo: − Es como una mariposa tratando de proteger a un Rottweiler.
Adorable.

Eso le valió otro golpe.

Agarrando la mano de Arwen, Pavel amenazó con morderla.

Canto gimió cuando Arwen se sonrojó y se puso feliz. − Fuera, − murmuró.

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Por supuesto que no lo escucharon. En cambio, Pavel trepó a la parte trasera
con Arwen. Suspirando, Canto se acercó a Payal con su mente. Mi primo
Arwen y su amado oso de mala reputación, a quien ya conociste—Estás en el auto,
esperando verte. Me desharé de ellos si quieres.

La respuesta llegó después de unos segundos. Estaría feliz de hablar con ellos.
Estaré allí en unos diez minutos más.

Arwen le contó a Canto sobre sus nuevos amigos mientras los tres
esperaban, mientras Pavel revisaba su teléfono por motivos de trabajo. Él
era el especialista en tecnología de StoneWater, y él y Canto se habían
enseñado algunas cosas.

Entonces ahí estaba ella, saliendo de la tienda con una bolsa en la mano,
gafas de sol cubriendo sus ojos. Las cámaras hicieron clic de nuevo mientras
caminaba para entrar en el coche. Él se apartó tan pronto como ella estuvo a
salvo dentro, haciendo las presentaciones mientras conducían.

PAYAL apenas se había recuperado del impacto de la invitación de Ena


Mercant. Ahora esto.

No esperaba hablar con nadie de la familia de Canto en el corto plazo, pero


ella no iba a huir de esos contactos. Estas personas eran importantes para él,
así que incluso si no les agradaba, incluso si la invitación de Ena resultaba
ser una bofetada de rechazo, perseveraría. Ella había pasado toda una vida
sobreviviendo entre gente a la que no le agradaba ni la respetaba. Pero
ahora tenía a Canto. Por él, ella soportaría cualquier cosa.

Inclinó la cabeza para mirar al hombre del asiento trasero que tenía una
diferente construcción de Canto, y ojos plateados atentos y silenciosos, dijo,
− Me alegro de conocerte, Arwen.

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Usó el espejo para encontrarse con la mirada del oso que estaba sentado
directamente detrás suyo. − Es bueno verte de nuevo, Pavel.

El oso le sonrió, pero Arwen tenía una mirada evaluadora en su rostro


cuando ella lo miró una vez más. Solo dijo unas pocas palabras mientras
Canto los sacó de la ciudad. Ya se había detenido en tres boutiques y tenía
todo lo que necesitaba, especialmente para su té con Ena en unas breves
horas.

Una vez que estuvieron en la casa y llevaron sus compras adentro, Canto
se fue para ocuparse de un asunto menor del trabajo, mientras que Pavel se
excusó para regresar una llamada.

Dejó a Payal y Arwen solos en la cubierta.

Se quedaron uno al lado del otro en un incómodo silencio hasta que Arwen
soltó: − Lo siento.

Payal lo miró y vio un rubor pintando las líneas afiladas de sus pómulos. −
¿Por qué?

− Por actuar como un niño celoso. − Sus manos se apretaron en la barandilla


de la terraza. − Canto fue mío durante mucho tiempo. Me protegió dentro
de sus escudos cuando nací, no sé cómo sucedió, pero estábamos en el
hospital al mismo tiempo, y simplemente lo hizo.

Este era el empático que había mencionado Canto, se dio cuenta Payal. No
solo un empático de confianza. Un Mercant querido. − No tengo la intención
de quitártelo. − La familia de Canto era parte de sus cimientos, parte de su
corazón.

− Lo sé. Estaba siendo estúpido. − Él le dio una sonrisa vacilante que era tan
abierta que cortó a través de sus escudos. − ¿Podemos empezar de nuevo? −
Él extendió una mano. − Soy Arwen y adoro a Canto. Él es el mejor hermano

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mayor que pude haber tenido alguna vez.

El contacto físico no fue fácil para ella, pero esto era lo suficiente importante
como para deslizar su mano en la de Arwen. − Payal. Canto
es...extraordinario. − No sabía por qué, pero agregó una verdad privada. –
Nosotros nos conocimos de niños antes de que nacieras.

Los ojos de Arwen se encendieron. − Eres ella. La chica que ha estado


buscando por todos lados.

Un calor apretado dentro de su pecho. − Pensé que me olvidaría, pero nunca


lo hizo.

− Canto nunca olvida a las personas que ama.

Esa última palabra hizo temblar su alma entera. Ella se aferró a la barandilla
para mantener su estabilidad. − Arwen, si te hablo como un empático,
¿mantendrás mi confianza? − Ahora que lo había conocido, ahora que
habían llegado a un acuerdo, ella sintió su dulzura, su bondad.

− Sí, − dijo Arwen. − Pero tengo un conflicto de intereses debido a mi


relación con Canto. ¿Puedo recomendar a un amigo? − Cuando Payal
asintió, dijo: − Su nombre es Jaya y es una empática de alto nivel. Ella suele
trabajar con pacientes en coma o que están atrapados en sus cuerpos y
mentes, pero también es simplemente... sabia. Como si ella hubiera nacido
así. Le hablo a ella, también, sobre todo.

Payal acababa de tomar los detalles de Jaya cuando Canto regresó, y el


corazón de ella, se lanzó como una flecha hacia él. Como si él fuera su
estrella, y ella le estuviera dando vueltas al planeta. Quería retroceder,
alejarse, protegerse, pero era demasiado tarde. Sus paredes estaban
agrietadas y dañadas tanto que no había esperanza.

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Eres uno de los míos. No permitiré que nada ni nadie te haga daño. Nunca.
—Ena Mercant a Canto Mercant (septiembre de 2053)

ENA había pasado toda la vida cuidando de su familia. Le había sido


enseñado a hacerlo por su abuela, a quien le había enseñado su madre. La
suya era una línea matriarcal, aunque cuando había muchachos que
mostraban cualidades de liderazgo, nunca fueron dejados de lado. A la
bisabuela de Ena le habían sido enseñados sus deberes por su padre.

Canto podría haber sido el próximo hombre en liderar el clan; por mucho
tiempo Ena había creído que sería su sucesor. El chico enojado que había
conocido por primera vez había creció hasta convertirse en un joven fuerte y
estable que la enorgullecía. Él era también intensamente protector de los
niños más pequeños del clan: había sostenido a Arwen
dentro de sus escudos, e incluso ahora, vigilaba a Silver.

Cuando quedó claro que Silver era más adecuada para sucederla, ella se
pregunto si Canto se resentiría por su elección; ambos habían entendido que
el chico nunca había estado en el Silencio, que sus emociones podían arder
como un relámpago. Pero Canto la había apoyado.

− Esperaba que vieras eso, − le había dicho a ella de manera directa. – No


soy el adecuado para estar donde estás parada, abuela. Silver tiene
paciencia y diplomacia para llevar a la familia al futuro.

Cuando llegó ese futuro, cuando Silver ocupó el lugar de Ena, ella supo que

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Canto sería firme en su apoyo. El chico de Magdalena sabia respaldar a su
gente. Una vez entregada, su lealtad era algo difícil de romper. Que era el
por qué Ena quería poner sus ojos en Payal Rao.

De su investigación sobre la mujer, la investigación que Ena y Magdalena


habían hecho juntas, sin involucrar a nadie más en el clan, había poco que
elogiara a Payal como la compañera de vida de Canto. El nieto de Ena
podría tener sus asperezas, pero el chico desbordaba de emoción. Amaba a
Ena a pesar de que Ena había sido criada en el silencio, había llegado a la
edad adulta en silencio, y nunca podría mostrarle abiertamente lo que él era
para ella.

Payal Rao era como Ena. Dura. Distante. Calculadora.

Canto merecía mucho más.

No es que Ena se interpusiera en su camino, ella sabía desde su primer


encuentro que este chico había heredado la voluntad Mercant. El no sería
manipulado, no sería moldeado. Él sería quien eligiera ser. Asi que ella lo
dejaría en paz, pero se aseguraría de que Payal Rao entendiera que ella no
era un Mercant y nunca lo sería, y si esa era su razón para jugar con los
recuerdos de Canto y abrirse camino en su vida, ella podría
simplemente que volver a salir.

Ena esperaría para devolverle el pago por lastimar a Canto. Ella podría ser
tan paciente como una araña esperando una presa, y no tendría piedad en
ella por aquellos que hirieran a los hijos de su familia.

Hoy, miró los cuidados jardines de la pequeña residencia que tenía en


Moscú ahora que tres de sus nietos vivían aquí. El sol de la tarde doraba
todo lo que veía. Un lugar encantador, pero ella no lo necesitaba
realmente; Valentín le había asignado una residencia dentro de la guarida
de los osos, y todos los osos pequeños la seguían y la llamaban "Babushka
Ena".

Bookeater
Last Guard
Pasaba mucho más tiempo en esa residencia del que había creído; después
de toda una vida en Silencio, esperaba sentirse abrumada. Ella nunca podría
vivió en la guarida como lo hizo Silver, pero podía tolerarlo durante
días. Entonces, si tuviera que sacrificar esta residencia una vez que Payal
Rao la conociera, que así fuera.

Este era solo un lugar para descansar su cabeza de vez en cuando. No era su
casa. Solo a la familia y a unos pocos más se les concedió el privilegio de
visitar su residencia en lo alto de un acantilado. Payal Rao era poco
probable que alguna vez fuera una de esas personas.

El vehículo de Canto tomó su corto recorrido.

Como conocía todos sus códigos de entrada, Ena se sentó en una elegante
silla de terciopelo gris con patas curvas en un lado de una mesa redonda
con servicio de té. Una silla idéntica estaba frente a ella, mientras que ella
había dejado un amplio espacio en el medio para la silla de Canto.

− Abuela. − Su voz lo precedió en la habitación, su presencia tan grande y


obstinada como siempre.

− Canto. − Ena no sonrió; ella había estado demasiado tiempo en este


mundo del Silencio. Pero su corazón se calentó al verlo, a este nieto suyo
que era él que más discutía con ella.

Tomó la mano de la mujer que estaba a su lado. − Payal, conoce a mi


abuela. Abuela, esta es Payal.

Ena miró a la otra mujer de un vistazo: un vestido sencillo, pero a la medida


en color burdeos, tacones negros, el pelo recogido en una elegante coleta y
un maquillaje sutil. El perfecto CEO Psy. Para nada el tipo de mujer que se
adaptaba al corazón salvaje de Canto.

Bookeater
Last Guard
− Un placer, − dijo Ena, porque no había sido criada por lobos salvajes. − Por
favor tome asiento.

− Gracias por la invitación, − dijo Payal mientras se sentaba. − Me siento


honrada de conocer al mayor de la familia de Canto.

Bonitas palabras, pensó Ena, pero ¿qué más se podía esperar de la hija de
Pranath Rao? El hombre era tan astuto como una serpiente, una cobra
escondida a la vista. − Por supuesto, − dijo, y tomó la tetera. – Sería mi
descuido no saludar a la pareja elegida de mi nieto.

− Puedo servir, − ofreció Payal.

Ena lo permitió, mejor mirarla mientras lo hacía. Canto, mientras tanto,


miró a Ena, luego a Payal. Ena esperó una defensa telepática de Payal, pero
sorprendentemente, su nieto no dijo nada. ¿Confiado de que Payal no lo
necesitaba? Pobre niño. Estaba claramente cegado por el pasado en el que
una niña Payal había salvado su vida.

Pero eso había sido hace mucho tiempo.

Hablaron de cosas corteses, de la Asociación de Representantes Anclas, y


del ascenso de Payal a la Coalición Gobernante. Canto también le dijo que
había visto a Arwen, y Pavel y Ena lo actualizo sobre otro miembro de la
familia.

Todo era terriblemente agradable, las dagas escondidas.

Entonces el cuerpo de Canto se puso rígido, su mandíbula moviéndose. La


atención de Payal se dirigió hacia él.

− Espasmo de espalda, − dijo, tomando una respiración corta y cortante. −


Efecto secundario de la cirugía. − Su pecho subía y bajaba, su piel se
tensaba.

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Last Guard
Ena quería envolverlo en algodón, protegerlo del mundo, pero había
aprendido que era una imposibilidad hace mucho tiempo. Canto había
exigido quedarse solo para librar tales batallas.

Frente a ella, Payal movió su mano para colocarla sobre el puño de Canto.
Abrió el puño y entrelazó los dedos con los de ella. Sus manos se
cerraron. Luego Payal se volvió hacia Ena, y su expresión, era tan cerrada
como lo había estado cuando empezaron… pero el pulso en su cuello, saltó.

Ena frunció el ceño para sus adentros.

− Payal, detente. − Una orden dura de Canto.

Con la mandíbula apretada, Payal negó con la cabeza. − No. − cortante,


duro, inmóvil.

Ena no tenía idea de lo que estaba pasando, pero Canto estaba mirando a
Payal, que ahora sostenía su mirada sin parpadear.

Ena sintió una oleada de aprobación. Ella siempre había sabido que Canto
tenía una fuerte personalidad. Al chico le gustaba salirse con la suya, y a
menudo tenia éxito, incluso con Ena. Pero parecía que Payal Rao era lo
suficientemente fuerte como para enfrentarse a él, y no estar dispuesta a
complacerlo en un esfuerzo por entrar en sus buenas gracias. Mmm…

Una gota de sudor se formó en la sien de Payal, y su pulso, era incluso


más irregular ahora.

—Lo juro ... —comenzó Canto, sus palabras un gruñido.

Fue entonces cuando la máscara de Payal se deslizó... pero no de la forma


en que Ena había esperado. Con los ojos ennegrecidos como tinta, miró a
Canto. − ¿Podrías esperar si tuviera dolor? − preguntó ella, con las mejillas

Bookeater
Last Guard
enrojecidas. − ¿Especialmente cuando podrías hacer algo al respecto? − Ella
tiró de su mano.

Canto se negó a dejarla ir. − Esto es diferente.

Payal se inclinó hacia él. − ¿Por qué?

− Porque, − Canto casi gruñó.

Payal respiró hondo y cambió la conversación al plano telepático. Ena podía


sentirlo en la energía que formaba un arco entre ellos, en las emociones que
pulsaban en Canto... y estaban firmemente contenidas en Payal.

También vio que Canto no estaba sufriendo tanto como debería; había
presenciado un espasmo hace un par de años, había visto cómo hacía que
sus tendones se arquearan blancos contra su piel, el sudor brotaba de su
frente, mientras que sus ojos se quedaban en blanco mientras convergía
toda su energía en cabalgar la agonía.

Ena echó otro vistazo a Payal.

Estaba sudando, su pulso aún irregular y su piel sin sangre.

Bien entonces.

Ena no era una mujer sin prejuicios, pero tampoco era una mujer que se
aferrara a esos prejuicios frente a verdades incómodas. Que Payal estaba
ayudando a Canto de alguna manera estaba claro, y solo por eso, Ena
hubiera estado en deuda con ella. Pero lo que selló el trato fue cuando una
Payal, furiosa, alargó la mano y apartó un mechón del cabello de Canto de
su frente.

Los dos habían olvidado que Ena estaba en la habitación.

Bookeater
Last Guard
Payal Rao, directora ejecutiva despiadada, estaba tan concentrada en Canto
que se había olvidado sobre el otro depredador en la habitación. No solo se
centró en Canto, ella no pudo evitar cuidar de él incluso cuando estaba tan
enojada que venía vapor saliendo de sus oídos.

Canto también estaba furioso, y podía ser intimidante cuando estaba


furioso. Por eso se propuso reprimirse la mayor parte del tiempo. El no
estaba reprimiéndose hoy, y Payal no retrocedía en lo más mínimo.

Haciendo un ruido sordo en su garganta, levantó sus manos entrelazadas y


besó sus nudillos. Solo entonces Payal se sobresaltó y se volvió hacia
Ena. Con un repentino rubor en su rostro, dijo, − Mis disculpas. Eso fue
increíblemente maleducado.

− No, fue bastante interesante. − Ena tomó un sorbo de su té. − ¿Sintiéndote


mejor, Canto querido?

Su nieto la miró con los ojos entrecerrados, el dolor ya no era una sombra
sus hermosos rasgos. Nunca se había dado cuenta de eso, de lo hermoso que
era Canto, como hombre. A pesar de su paternidad, le recordaba a Ena muy
fuertemente a su propio padre. También había sido un hombre hermoso. Y
amable.

Canto también había heredado ese núcleo de bondad, aunque con un borde
más áspero.

− El espasmo ha terminado, − murmuró, y agarró una taza de té, luego hizo


una mueca y volvió a ponerlo. − Voy a hacer café. − Entonces su
malhumorado nieto dio la vuelta a su silla y se dirigió al área de la cocina de
ella.

Ena no cocinaba, pero la residencia estaba completamente equipada.

− Dime, − le dijo Ena a Payal. − ¿Realmente ya no tiene dolor?

Bookeater
Last Guard
− Sí. − Payal se volvió desde donde había estado mirando hacia la puerta
por donde había salido Canto. − Se fue. Me dijo que sucede muy raramente.
Este es el primero en dos años.

Ena asintió. − Sí. Tiene que ver con el cableado de su columna vertebral: se
acumula algún tipo de tensión. No hay una forma segura de liberarlo.

− Él dice que vale la pena un minuto o dos de dolor cada dos años, − Payal
dijo, no sonando como si estuviera de acuerdo.

Por supuesto que no lo haría. Porque Payal Rao, de corazón frío, se


preocupaba por el bruto, y bondadoso Canto Mercant. ¿Cómo seguian
haciendo esto los nietos de Ena? Silver con un oso alfa. Arwen con otro
oso. Ahora esto. – Tú le salvaste la vida cuando era niño. Por esto, te
agradezco.

Payal la miró a los ojos de la misma manera que había mirado a Canto, sin
inmutarse. − El maestro estaba lastimando a Canto. Lo detuve. Como
detuviste a Binh Fernández.

Canto hizo girar su silla de regreso a la habitación en ese momento, sin café
en la mano. − Se está filtrando, − murmuró, luego arqueó una ceja hacia
Ena. − Nunca me dijiste, ¿por qué Binh tuvo que irse cuando ya tenías una
forma contractual de hacerse cargo de mi tutela?

Ena consideró sus palabras, decidió que era hora. − Mi querido Canto, no fui
yo.

Frunció el ceño, separó los labios y cerró la boca. − ¿Un accidente real?

− No, − murmuró Payal, con los ojos puestos en Ena, − Fue tu madre.

Ena inclinó la cabeza, mientras Canto tomaba aire. − ¿Magdalena? −

Bookeater
Last Guard
Sacudiendo la cabeza, dijo: − Mi madre es la persona menos agresiva en la
familia.

− También es hija de Ena Mercant, − dijo Payal. − Y Ena Mercant protege a


los suyos.

La niña entendía a esta familia, pensó Ena. No solo eso, ella pensaba como
ellos. Y ella protegió como ellos. Ena sabía todo sobre Karishma Rao,
enterrada en un hermoso internado que tenía estrictas leyes de
confidencialidad, lo suficiente para proteger a una chica que no alcanzaría
los estándares de perfección de Pranath Rao.

Todo pagado a través de una de las cuentas privadas de Payal Rao.

− Madre, eh. − Canto se frotó la línea de la mandíbula afeitada. − Ella nunca


lo dijo.

− Ella no lo hizo para comprar una salida a tu enojo, − dijo Ena. − Ella lo hizo
porque Binh Fernández lastimó a su hijo después de prometerle que lo
cuidaría. Magdalena no perdona tales desaires.

Lo que Ena no dijo fue que renunciar a Canto había fracturado algo en
Magdalena. Por eso nunca había tenido otro hijo, aunque ella podría haber
hecho otro acuerdo de fertilización después de que ella y Binh disolvieron el
acuerdo que había producido Canto.

¿Para luego enterarse de que Binh había abusado del niño con el que quería
quedarse con cada gramo de su ser? No, Magdalena nunca
perdonaría. Como Ena no se perdonaría a sí misma por no prever la
reacción de Magdalena al dar nacimiento.

Dada su naturaleza posesiva, los Mercants rara vez, rara vez entraban en
acuerdos donde sus hijos serían criados completamente por otros, pero fue
la propia Magdalena, quien había presentado la propuesta cuando

Bookeater
Last Guard
Fernández se acercó a ella. Ella había estado muy interesada en la
compatibilidad genética y confirmó que no tenía ningún problema con un
acuerdo dual solicitado por la familia Fernandez.

Ena había creído que estaba en el Silencio, había creído en su interpretación


pragmática de la situación.

Ambas se habían equivocado.

«La decisión final fue mía, madre», le había dicho Magdalena algunos años
atrás, después de que Ena se disculpara por su error. − Me dijiste que
pensara mucho y duro, me aconsejaste que hiciera mi investigación. Pensé
que podría manejarlo. – Una mano presionada contra su vientre. − Pero
luego lo cargué durante nueve meses, y sentí su mente despierta...

Lo único bueno de todo era que habían podido salvar a Canto.

Había sido un chico tan enojado, pero incluso entonces, había sido
ferozmente leal. A 3K, la niña que había asesinado por él.

Al verlos a los dos juntos ahora, Ena estaba bastante convencida de que
Payal Rao adulto también asesinaría por él. Entonces. − Tomaremos el té en
Sea House la próxima vez, − dijo mientras los dos estaban a punto de irse.

Canto todavía tenía el ceño fruncido, pero sus labios se arquearon en una
leve sonrisa, y la voz que tocó su mente era engreída de una manera que él
rara vez lo era: yo sabía que te gustaría ella.

Uno no se regodea, Canto.

Se río en voz alta mientras salía, lo que hizo que Payal lo mirara con ojos
suaves... y el corazón congelado de Ena amenazo con derretirse. − Parece, −
ella dijo al gato negro furtivo que había merodeado en la habitación, − la
familia se expandirá de nuevo.

Bookeater
Last Guard
NOTAS CLÍNICAS SOBRE PAYAL RAO
JAYA STORM, E.

La paciente es muy consciente de sí misma y consciente del daño infligido


por su infancia, y está buscando una manera de equilibrar su poderosa
respuesta emocional al hombre que ella ama * en contra de su necesidad de
mantener la estabilidad psíquica y mental.

Las protecciones de su niñez hicieron el trabajo requerido, pero fueron una


herramienta contundente. Le aconsejó que podemos usar métodos más
sutiles para permitirle encontrar el control que necesita sin
perderse. También he recibido permiso para hablar de su caso de forma
anónima con otras E que tienen conocimientos más especializados en ciertas
áreas.

Más específicamente, tengo la intención de hablar con Sascha Duncan sobre


escudos personalizados, y al Dr. Farukh Duvall sobre el tema del trauma
infantil y cómo interactúa con la química del cerebro. También necesito
encontrar o convertirme en un experto en cómo un trauma en la infancia
puede afectar el desarrollo de las vías psíquicas en todos los niños, y anclas
en particular.

No parece haber ningún ancla que también sea empático, lo cual es un


factor de información crítica en sí misma, pero tengo la intención de ampliar
mi conocimiento de las anclas a un grado más alto para servir mejor a mi
paciente y a cualquier futuro paciente de Designación A.

Si bien esta no es mi área de especialización, mis habilidades parecen


transferirse muy bien a esta ancla en particular. Cuando trabajo con
pacientes en coma, es para persuadirlos de vuelta a la conciencia. Con

Bookeater
Last Guard
Payal, siento que le estoy enseñando a salir de un diferente tipo de
oscuridad.

Es una mujer increíblemente inteligente y, dado su pasado, fácilmente


podría haberse descarrilado, sin embargo, ha ascendido a su posición actual
de alto nivel a través de pura determinación y la ayuda de una lista limitada
de medicamentos, ninguno de los cuales está calibrado correctamente para
su estado psíquico y mental actual. Estaré consultando con un médico que
prescribe para corregir esos niveles, y Payal tiene la última palabra sobre
quién será ese médico, aunque ofreceré mis recomendaciones.

Por ahora, le he dado ejercicios mentales que deberían comenzar a traer paz
a su mente sin la brusquedad de sus escudos anteriores.

* Esta es mi opinión. El paciente aún no ha etiquetado lo que siente por él.

Bookeater
Last Guard
37
Me gustaría reservarlo para todo el día. Haré el pago inmediatamente después de recibir su
factura.
—Correo electrónico enviado por Canto Mercant.

Apenas una semana después de sobrevivir a Ena, y siete días después de su


primera reunión con Jaya, Payal estaba más feliz de lo que había estado en
toda su vida. Ella había tenido nueve días completos con Canto, nueve días
con un hombre en quien confiaba consigo misma, nueve días en los que
podría ser Payal sin las máscaras que usaba en el mundo.

Había sido agravante a veces, frustrante a menudo y maravilloso siempre.

Ahora miró la imagen que Canto le había dado y trató de entender adonde
era que le estaba pidiendo que los teletransportara. Pero la imagen, mientras
era lo suficientemente distintiva para una cerradura de teletransportación,
era de un muro de piedra estropeado por múltiples pequeños trozos de
graffiti tallados. Todo parecía tener iniciales entrelazadas.

− ¿Listo? − preguntó.

Payal asintió y le puso la mano en el hombro. Aparte de agarrarse de las


manos, no habían tenido ningún contacto íntimo desde el día en que ella lo
tocó en el gimnasio, y sentir sus músculos y su calor ahora la hacía quedarse
sin aliento.

La distancia fue culpa suya.

Bookeater
Last Guard
Sus reacciones eran demasiado fuertes, demasiado maníacas cuando se
trataba de él, y solo habían empeorado después de ese incidente en el
gimnasio. Después de toda una vida privada de placer, quería ser una
glotona, simplemente atiborrarse de Canto. Estaba retraída porque
necesitaba encontrar un camino intermedio entre la glotonería frenética,
sensual y desenfrenada y el control frío.

Pero ella pensó que podría haber cometido un error al dar ese paso atrás...
Canto se había mostrado cada vez más brusco con ella. − ¿Estás enojado? –
Ella tenía que preguntar, tenía que saber; era la persona más importante de
su vida. Ella no podría soportar si estuviera enojado con ella.

Él frunció el ceño, las galaxias faltaban. − Solo que no puedo ayudarte con lo
que sea que esté pasando. Quiero pelear todas tus batallas, tomar todos los
daños de batalla.

Ella le frunció el ceño. − ¿Sin embargo, yo no puedo ayudar a aliviar tu


dolor? − Había sido una hermosa sorpresa descubrir que su vínculo le
permitía compartir la carga.

Él le gruñó, gruñó. − ¿Alguna vez vas a dejar pasar eso?

− No. − Porque esa era su línea en la arena; había muchas formas en las que
ella cedería por Canto, pero no cuando le produjera a él dolor y sufrimiento.

Una mirada furiosa fue su recompensa... pero también se estiró para tomar
su mano y presionar un beso en su palma. Las cosas se derritieron dentro de
ella. Esto era otra cosa que había aprendido: pelear con Canto no tenía por
qué significar rechazo o dolor. Él siempre estaría allí, sin importar cuánto
estuvieran en desacuerdo. Ella nunca tuvo ese tipo de certeza, ese tipo de
lugar estable en el que pararse.

Inclinándose, lo besó en una mejilla erizada. − Creo que eres maravilloso,


Canto. − Salió solemne, no juguetón como lo había visto en los programas

Bookeater
Last Guard
humanos / cambiantes que había comenzado a ver en la pantalla de
comunicaciones.

Su sonrisa fue lenta, un roce de rojo oscuro en sus pómulos. – Bueno, eso
está bien. − Salió brusco, pero luego la "besó" usando su vínculo, el toque
tierno psíquico.

Sus dedos de los pies se curvaron dentro de sus zapatos. Esos zapatos eran
zapatillas suaves e iban bien con los jeans azul oscuro y la blusa blanca de
punto con cuello en V simple que había comprado a propósito. − ¿Nos
vamos?

Canto asintió con la cabeza, con el pecho apretado y caliente por el impacto
de las palabras que Payal le había dicho. Tan seria e intensa. Tan
Payal. Quería envolverla en sus brazos y abrazarla, pero hoy tenía otra
prioridad. El había pasado horas buscando un lugar adecuado que estuviera
lo suficientemente cerca como para que ella no se cansara, pero también lo
suficientemente lejos como para que no vieran a nadie más.

No le importaba un carajo estar expuesto a su familia, pero la distraeria de


la curación que había comenzado a hacer desde que tuvo la libertad de dejar
de mirar constantemente por un cuchillo en la espalda.

Sería un viaje largo, pero había comenzado.

El mundo parpadeó, luego volvió a parpadear en su lugar un latido más


tarde. Frente a ellos estaba el viejo muro de piedra que había usado como
marcador. Rayados dentro de él habían corazones de amor con iniciales,
otros mensajes antiguos y nuevos. Pero eso no era lo que la había traído
aquí para ver. – Da la vuelta.

Lo hizo con ella, vio el momento en que ella se dio cuenta.

Se quedó sin aliento, su cuerpo se quedó inmóvil. Entonces ella dio un paso

Bookeater
Last Guard
hacia adelante, sus ojos se alzaron hacia el rocío de flores suaves que incluso
ahora dejaban caer pétalos sobre ella en una delicada lluvia rosada. Este
invernadero era uno de los más grandes en Rusia, y no se plantó con frutas
ni verduras, sino con flores.

Incluyendo una avenida de árboles de cerezos en flor que actualmente


florecían desenfrenadamente.

El invernadero fue una creación de un jardinero humano que puso todo


su dinero en él, pero ahora estaba cosechando las recompensas, ya que la
gente venía de a lo largo y ancho de todo el mundo para caminar entre tanta
belleza. Se agotaba cada invierno, ya que los residentes buscaban
vislumbrar los colores de la primavera y el verano, pero gracias a su gama
de flores exóticas, no estaba exactamente tranquilo en los meses más cálidos.

Arwen había venido aquí con Pavel; él era el que le había dado a Canto la
foto de la pared, para agregar a sus archivos como referencia de
teletransporte.

Hoy, Canto y Payal lo tenían para ellos solos. Lo había arreglado por
adelantado, pagó la considerable tarifa sin dudarlo. Hubiera pagado el
doble si le hubiesen pedido. Porque la maravilla en el rostro de Payal
mientras caminaba bajo las flores...

− Es incluso más hermoso de lo que imaginaba. − Su voz era un soplo, sus


manos extendidas para atrapar los pétalos que caían.

Canto se quedó con ella mientras caminaba. Ella se detuvo cada pocos pasos
para coger un pétalo o tocar una hoja o simplemente pararse bajo una lluvia
rosada que caía.

Encantado por ella, Canto no se molestó en quitar los pétalos que caían en
su cabello y ropa.

Bookeater
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Pero cuando ella lo miró después de inclinar la cabeza hacia atrás para
bañarse en las flores, vio una lágrima rodando por su mejilla. − Oye. – Él
inmediatamente le rodeó las caderas con el brazo. − ¿Cariño que está mal?

Moviéndose hacia él, se acurrucó en su regazo, le permitió poner sus brazos


alrededor de ella. − Podemos irnos a casa, − dijo, devastado por la idea de
haberla lastimado.

− No. − Un negativo inmediato, un beso presionado en su mandíbula. −


Sólo estoy… abrumada. Te acordaste.

Acariciando la parte superior de su cabeza con su barbilla, dijo: − ¿No lo


sabes para ahora? Recuerdo todo lo que me has dicho. − El quería darle el
mundo, darle su corazón, darle lo que quisiera.

Lo único que lo detuvo fue la necesidad de darle libertad.

No retendría a Payal por la fuerza o con exigencias emocionales. Sus alas se


abrían más con cada día que pasaba. Ella tenía que elegir si quedarse con él
o volar.

Besos suaves en su mandíbula que conducían a sus labios. Temblando, la


abrazó fuerte mientras ella exploró sus labios, lo probó. Su corazón golpeó
contra su caja torácica, su respiración volviéndose errática. − Payal, − dijo
con voz ronca.

Deslizando su mano sobre su mejilla, rompió el beso para decir: − No quiero


reducir la velocidad.

Vio el brillo en sus ojos, supo que sus escudos se estaban fracturando. –
¿Qué pasa?

− Yo soy esta persona rota y fragmentada, − dijo Payal, sentándose frente al


hermoso hombre que una vez le había tomado la mano ensangrentada. − Yo

Bookeater
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siempre seré alguna versión de esto. − Nada la "arreglaría" nunca, y ella no
quería ser arreglada.

Ella solo quería ser Payal sin los gritos y el caos, quería ser una mujer en
control de su mente. − Hoy, aquí, en este sueño del pasado, − extendió la
mano para atrapar los pétalos que caían, − me acordé qué tan rápido puede
cambiar la vida, qué tan rápido puede fluir la sangre.

El rostro de Canto se contrajo, sombras en sus ojos. − Cariño, nunca tuve la


intención de...

Payal presionó sus dedos contra sus labios, los pétalos que sostenía cayeron
sobre el azul desteñido de su camisa de cambray. − No, no es algo malo. Me
asuste, Canto. Hoy no, antes. − Un susurro. − Aterrada por el poder de lo
que siento por ti. − Estaba en cada célula de su cuerpo, hasta que se
convirtió en una característica de la persona que era Payal Rao, nunca
habría vuelta atrás de eso.

− Pensé que estaba haciendo algo bueno al dar un paso atrás, evaluar, pero
así es como controlo el mundo. Una buena habilidad... pero no hay forma
de controlar esto, controlarnos a nosotros. − Ella presionó su frente contra la
de él. − No importa cuánto evalué, cuanto me regule, siempre estaré un
poco loca cuando se trata de ti.

Canto, este hombre que siempre estuvo de su lado, le apretó la mandíbula. −


Está bien tener miedo. Este es un gran cambio.

Sus ojos ardían. – Lo sé. Pero no quiero dejar de vivir mientras me imagino
la mejor manera de ser yo. − Ella trazó los bordes de sus pestañas con una
yema del dedo cuidadosamente; fue una cosa extraña, pero lo permitió
porque Canto le permitía todo. − El sustrato está en problemas como nunca
antes vi, ¿y si se cae? ¿Y sí? No quiero caer con el sabiendo que estaba
demasiado asustada para agarrar la alegría, para agarrarte a ti.

Bookeater
Last Guard
CANTO le pasó la mano por la nuca y la apretó. − Me destruiría lastimarte.
− Su voz se quebró con la fuerza de sus emociones.

Ojos enormes, sin estrellas, mirando a los suyos. − ¿No entiendes, Canto?

Dedos rozando sus labios. − Es por eso que puedo arriesgarme a esto.
Porque eres tú.

Ella lo rompió. En un millón de pedazos.

Rindiéndose a la necesidad que se había construido y levantado dentro de


él, presionó un beso hambriento en sus labios. Cuando respondió con tanta
pasión, sus manos empuñaron su cabello y su boca abriéndose sobre la de
él, supo que no podía permitir que su protección arruinara esto. Tenía que
respetar su elección. ¿Qué hay sobre el invernadero?

Alejándose del beso, su respiración entrecortada y un brillo febril en su


ojos, Payal miró a su alrededor. − ¿Podemos volver hoy más tarde?

− Sí. − Había pagado por todo el día, y no estaba tan lejos que el
teletransportase la aniquilara.

− Entonces vámonos a casa. − El mundo parpadeó.

Los había traído de vuelta a la sala de estar de su casa, pero... no queriendo


empujar a Payal con el movimiento de las ruedas, rápidamente uso el modo
flotante para moverlos a ambos al dormitorio y cerrar la puerta. Solo en caso
de que un oso decidiera hacer una visita. Ellos captarían la indirecta.

Retrocediendo un poco, Payal alcanzó la parte inferior de su blusa y se la


quitó. Todo lo que llevaba debajo era un sujetador blanco con ribete de
encaje. Eso brillaba contra el tono marrón miel de su piel.

Bookeater
Last Guard
Su boca se secó. Con las manos enguantadas agarrando el hueco de su
cintura, se inclinó para besar la parte superior de sus pechos, las curvas
regordetas y muy, muy malas para su concentración. Temblando, sostuvo
su cabeza hacia ella, su cuerpo cálido y sedoso y oh tan suave. Lamió, probó
y acarició incluso cuando su erección se hinchaba con calor oscuro.

− Debería haber investigado sobre esto, − murmuró antes de besarlo de


nuevo.

Está bien, le dijo telepáticamente ya que sus bocas estaban ocupadas. Un


amigo decidió que necesitaba una educación y me dio algunos consejos.

Los osos encontraban fascinante que muchos psi nunca se hubieran


complacido en los privilegios sexuales de la piel. Después de la primera vez
que Canto visitó Denhome, y se encontró a sí mismo en el blanco del flirteo
de mujeres oso que habían decidido que él era un "bocadillo", como lo
describió el gemelo de Pavel, Yakov; Valentín lo había llevado a un lado y le
dio la "charla".

No su biología. Por supuesto que Canto lo sabía. Valentín le había dicho


cosas mucho más allá del acto biológico.

− Lo más importante, − había clamado el oso alfa, golpeando a Canto en el


hombro, − escucha a tu mujer. Tímida o ruidosa, encontrará una manera de
decirte lo que ella necesita.

En ese entonces, Canto había murmurado que nunca necesitaría la


información, él estaba bastante contento de estar solo. Nunca había estado
tan feliz de estar equivocado. − Vamos a estropear esto la primera vez, − le
dijo a Payal mientras se quitó los guantes, reacio a tener una barrera entre
ellos. − Aparentemente, 'torpe' es un hecho la primera vez, por lo que la
recomendación fue practicar. Mucho.

− No nos equivocaremos. − La voz de Payal era firme. − Soy un Tk. Yo sé

Bookeater
Last Guard
cómo moverme.

Joder, amaba su franca confianza.

Cuando ella comenzó a desabotonarle la camisa, él se la quitó por encima de


la cabeza en su lugar y la tiró a un lado. Ella le pasó las manos por los
hombros con un pequeño gemido, como si ella lo encontrara tan hermoso
como él la encontraba a ella. Su toque fue fuego eléctrico en sus venas, los
sonidos que ella hizo cuando él tomó la copa de su sostén para exponer su
pezón un beso a las más sensibles, más vulnerables partes de él.

Chupó el rico color marrón de su pezón.

El cuerpo de Payal se sacudió y luego ella lo abrazó, diciéndole sin palabras


que a ella le gustaba, que podía continuar.

Moldeando y apretando su otro pecho con la mano porque quería tocarla en


todas partes a la vez, de repente se congeló. − Mierda, me olvidé de mis
callos. − Guantes o no, sus palmas nunca iban a ser otra cosa que callos
endurecidos, y la piel de Payal era como terciopelo.

− ¿Qué? − Una mirada de incomprensión.

Levantó una mano. − Mi piel es áspera.

− Oh, me gusta la textura de tus manos, tu calidez y cómo me tocas. − Ella le


acarició la palma de la mano con los dedos. − Todo se siente
realmente, realmente bien.

Sencilla. Directa. Payal.

Agradeciendo a sus estrellas de la suerte, volvió a su deliciosa adoración


por sus pechos. Tomando uno, le hizo rodar el pezón con la lengua. Cuando
ella lloriqueó como si fuera demasiado, besó la punta, luego cambió de

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pecho.

− Canto. − Un suspiro entrecortado.

Él tiró del broche de su sostén. − ¿Cómo diablos se quita esto?

El sostén desapareció de repente, sus hermosos pechos desnudos para su


deleite. − ¿Acabas de teletransportarlo? − Gimiendo, cerró las manos sobre
ambos montículos.

Con los labios regordetes y húmedos por los besos, tomó su rostro entre las
manos y lo devoró. Con sus sentidos en llamas, él le devolvió el beso con
poca delicadeza y sin un maldito control mientras sus pechos estaban
aplastados contra su pecho. Ella era muy suave y tan curvilínea y tan
exuberante que quería comérsela.

Incluso la pequeña voz de pánico que gritaba que estaba perdiendo el


control, perdiéndose a él mismo, no pudo detenerlo.

Accediendo a los controles de desplazamiento con una mano, su boca


entrelazada con la de ella, los acercó a la cama. Cuando se separaron para
jadear por aire, él la levantó y la dejó caer suavemente sobre el colchón, con
la parte superior de su cuerpo lo suficientemente fuerte como para manejar
su pequeño cuerpo de esa manera. Ella lo miraba con ojos hambrientos
mientras se levantaba sobre el colchón.

No fue hasta que se presionó a lo largo de ella que se dio cuenta de que ella
podría haberlo teletransportado. Ella no lo había hecho. Porque esta era su
3K. Ella comprendió lo que podía y no podía soportar, comprendió sus
cicatrices mientras él comprendió las de ella.

Un escalofrío la recorrió mientras hundía la cara en su cuello.

− Canto, mi Canto. − Ella besó su cuello, su hombro, le pasó las manos por la

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espalda, derritiéndolo de adentro hacia afuera.

Levantando la cabeza mientras el hilo del pánico se retiraba bajo la ternura


de su amor, tomó sus labios de nuevo. Ella meció la parte inferior de su
cuerpo contra él.

Presionando sus manos, la miró. Su cabello estaba todo revuelto, su cara


enrojecida y sus pezones mojados por sus caricias. Pequeñas marcas rojas
persistían en el lugar donde la barba de él había rozado contra ella, pero a
ella no pareció importarle la aspereza. El presiono hacia abajo, se movió
para besar la suavidad de su estómago.

Ella se arqueó... y la cama se levantó del suelo.

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La telequinética fuerte puede causar destrucción física durante la intimidad emocional y sexual,
especialmente en las primeras instancias. El control es posible, pero la naturaleza del mismo
depende del individuo. A continuación, se enumeran las estrategias utilizadas por otros Tks que
han contribuido a este documento.
—El Manual (documento privado)

CANTO MIRÓ HACIA ARRIBA para ver que los ojos de Payal estaban
cerrados, su respiración errática. Él sonrió. Si iba a desnudarse con un
telequinético, había que estar preparado para algunos efectos secundarios
interesantes.

Ignorando el hecho de que su cama estaba levitando, usó sus brazos para
moverse en la cama, luego se apoyó en una mano y usó la otra para
deshacer la parte superior de sus pantalones. Y.…se habían ido.
Teletransportado.

Riéndose de su impaciencia, le besó la parte superior del ombligo.

También notó que ella no había hecho lo mismo con sus jeans. Su 3K.
Recordando lo que necesitaba incluso cuando el deseo le estaba jodiendo el
control.

Porque eres tú.

Las palabras de ella volvieron a él, y se encontró diciendo: − Teletransporta


mis jeans, bebé. − Podía aceptar esa pequeña pérdida de control cuando se
trataba de este acto íntimo.

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Porque era ella.

Ella lo miró a los ojos, los suyos propios... y luego movió las manos hacia el
botón superior de sus jeans. Gimiendo, la dejó tomar la ruta manual, la dejó
desabrocharlos y abrir la cremallera. No llevaba ropa interior, y el pequeño
gemido ahogado...que hizo cuando lo vio casi lo hizo romperse en ese
momento.

Lo único que lo ayudó a mantener el control fue el conocimiento de que


el placer era un concepto ajeno a Payal.

Canto no iba a ser otro receptor en su vida.

Cuando finalmente teletransportó lejos sus jeans para dejarlo desnudo, él


vio cómo se quedaba sin aliento, su piel enrojecía mientras pasaba sus
manos sobre él desde el hombro a la parte de sus muslos que ella podía
alcanzar.

No podía sentir esa sección de sus muslos, pero no importaba, el impacto


visual fue visceral. Presionando ambos brazos, besó sus labios,
luego se dirigió a su garganta. Ella se arqueó contra él, sus uñas cavando en
sus hombros.

Canto hizo una nota en su Manual de amar a Payal: Garganta extremadamente


sensitiva.

Sus pechos lo eran aún más y no pudo resistirse a adorarlos, su propio


cuerpo sostenido en una especie de control feroz que podría haber sido
imposible si no pasara tantos años aprendiendo a contener su ira,
frustración y dolor mientras yacía a merced de los médicos.

Puso esa fuerza de voluntad en uso hoy para complacer su 3K. El almizcle
de ella estaba espeso en el aire cuando él alcanzó su cintura y presionó un

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beso allí.

Ella tiró de sus hombros. − Canto.− Fue una súplica.

Con la espalda húmeda de sudor, Canto subió por su cuerpo. Apoyándose


él mismo con un brazo al lado de su cabeza, pasó su mano libre hacia la
unión entre sus muslos. Ningún algodón impidió su toque. Payal había
teletransportado fuera sus bragas.

− Payal. − Se aferró a su fuerza de voluntad fracturada con los dientes


apretados.

Un solo toque y ella se sacudió con tanta fuerza que casi lo empuja. Su
cama golpeó el suelo con suficiente fuerza como para sacudir sus dientes,
luego se levantó de nuevo mientras otros elementos sueltos en la habitación
comenzaron a volar a su alrededor en un tornado silencioso.

Su rendición hizo que su cerebro se nublara tanto que pensó que sentía la
tierra agitarse.

La acarició más profundamente, la encontró sedosa, húmeda y apretada.

El sudor le perlaba las sienes. Su mano tembló.

Y Payal extendió sus muslos antes de agarrar su erección para jalarlo hacia
ella. Vio estrellas. Alejándose de ella, se sentó contra el sólido soporte de la
cama. Payal se movió con él, se sentó a horcajadas sobre él, su expresión
aturdida.

− Por aquí, − dijo, su voz ronca por la necesidad. − Para que pueda ver tu
cara.

Ella tocó sus labios con los dedos, luego miró hacia abajo entre ellos y se
colocó a sí misma a la perfección. El primer toque de su calor abrasador en

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su polla rompió su columna rígida e hizo que sus manos la apretaran. El
lucho para aflojar su agarre, pero Payal murmuró que estaba bien.

Luego, su amante telequinética, moviendo su don, ondulaba las caderas


mientras se hundió sobre él. Canto sintió el placer de ella en su mente, la
sintió romperse incluso cuando él se rompió. Se balancearon juntos fuerte y
rápido y probablemente sin ritmo.

Pero no importaba.

Lo que importaba era su beso desesperado. Lo que importaba eran sus


brazos envueltos alrededor de ella. Lo que importaba era el placer que
sentía sacudir su cuerpo antes de que el mismo placer salvaje estallara en él,
haciéndolo añicos.

PAYAL yacía acunada en los brazos de Canto, con sus escudos internos en
fragmentos a sus pies, y la loca gritando en ella extrañamente inactiva.
Como si ella también hubiera sido drogada por el placer que había dejado
su cuerpo sin huesos.

Pensó en moverse, pero no hizo nada al respecto. Ella solo mantuvo la


cabeza contra el hombro de Canto, una mano en su pecho, el olor a sal y
sudor y Canto en cada respiración, y se revolcó en ese momento.

Conmovido, le dio un beso por encima del hombro.

Payal se acurrucó aún más contra él. La forma en que la había tocado... la
forma en que la abrazó... Ella nunca volvería a ser la misma. Si alguna vez
decidiera en contra de ella, rompería una parte fundamental de ella.

Incapaz de detenerse, extendió la mano para tocar su vínculo.

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Todavía estaba allí, en lo profundo del sustrato, un hilo de gasa tan fuerte
como el acero. Le hacía feliz tocarlo, saber que no estaba sola como había
estado por tanto tiempo. Se sentía aún mejor con Canto envuelto alrededor
de ella.

Él le acarició el pelo con la nariz, mechones que se engancharon en su


barba. − Eso es agradable, − murmuró, su voz era la de un león perezoso. −
Como si me estuvieras acariciando.

Tímida, asustada, retiró su mano psíquica... pero luego porque él sonaba


como si fuera algo bueno, volvió a tocar el vínculo. Hizo un sonido
retumbante de satisfacción en su pecho antes de decir: − Estoy sudoroso
como un infierno.

Payal podía sentir la pegajosidad entre ellos, la pegajosidad entre sus


muslos, pero a ella no le importaba. − No quiero moverme. − Probablemente
se sentiría incómoda en un tiempo, pero todavía no. Ella quería envolver
este momento a su alrededor hasta que nada pudiera quitárselo, quería
acumularlo profundamente dentro de su mente, un tesoro secreto.

− Yo tampoco. − Bostezó. − Dios, siento que puedo dormir y dormir. Como


si me hubieras exprimido toda una vida de tensión.

Sus propios ojos estaban pesados. − Mmm.

Ella no sabía cuál de ellos se durmió primero, pero cuando despertó, Canto
estaba tumbado de espaldas y ella estaba encima de él. Se movió con ella, y
cuando sus pestañas se levantaron, vio galaxias. − Amo tus ojos, − ella
susurró. − Tú llevas el universo en ellos.

− Son ojos raros, − dijo con una risa que hizo que las arrugas se abanicaran
desde las comisuras de sus ojos, luego la besó con una facilidad y un afecto
que la hizo querer más y más. − Pero querían decir que me conocías cuando

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nos conocimos de nuevo, así que son mi amuleto de la suerte. − Otro beso.

Sonreír no era un acto que Payal hubiera intentado nunca, pero no luchó
contra eso cuando la calidez dentro de ella quería llegar a su rostro. − ¿Te
bañas? Yo nunca me he bañado. − Las duchas eran mucho más eficientes.

− No, − dijo Canto. − Pero déjame enviarte una imagen.

Un estanque claro rodeado por un bosque verde y exuberante brilló en su


mente. − Parece frío. − Ella se estremeció.

− Te reto.

Ella los teletransportó a ambos al agua. Un chillido se le escapó por el frío,


mientras Canto decía: − ¡Mierda! − Luego se sumergió por debajo. Cuando
el regresó, era un pulcro ejemplo de hombre. A pesar de que solo podía usar
su parte superior del cuerpo para flotar, no tuvo problemas, habiendo
gastado claramente una gran cantidad de tiempo en el agua.

− ¿Qué tan seguido vienes aquí? − ella preguntó.

− Una pocas veces a la semana. No está lejos de la casa. − Luego la salpicó.

Gritando por el frío, Payal manipuló el agua usando su Tk para que cayera
sobre él en suaves olas. Él sonrió y comenzó a "perseguirla" alrededor del
estanque. Fue tonto y divertido y fue una final maravilloso para la mayor
experiencia placentera de su vida... a pesar de que su mente ya estaba yendo
de lado, sus pensamientos se salieron de su control.

Apenas los llevó a casa, su capacidad para mantener un bloqueo de


teletransporte errático mientras su concentración se fracturaba. − No puedo
pensar. − Envuelta en una toalla grande, caminaba irregularmente de un
lado al otro por el suelo del dormitorio. – Cosas rotas dentro de mi cabeza. −
Ella sostuvo los lados de esa cabeza. − La parte de los gritos está despierta. −

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Un gemido escapó a su control. − Enojada. Enojada. Enojada.

Canto ya estaba en su silla, habiéndose puesto un par de pantalones de


chándal en el ínterin. Interceptándola, la agarró por las caderas y dijo: −
Concéntrate en el ejercicio relajante que te enseñó el empático.

− ¡No puedo recordar! − Salió un grito, el pánico parloteaba dentro de ella. −


¡Estoy loca! ¡Estoy loca! ¡Estoy loca! − Una letanía cantarina. Payal asesino
demente que apuñala a la gente y no se arrepiente. Enojada. Enojada.
Enojada.

Tirándola hacia su regazo, la aplastó en sus brazos. − Shh. Estás a salvo. Y


no estás enojada. Solo tienes que aprender a lidiar con una especie de
parálisis mental, como tuve que hacer con mis piernas.

Payal se aferró a esas imágenes con garras salvajes. − Te has adaptado.

− Usando herramientas. ¿Recuerdas? − Él continuó apretándola contra sí,


como si al ser consciente de ser contenida de esta manera por él, cálida y
segura, la ayudara a encontrar coherencia. − Necesita la ayuda del escudo
que su E ha comenzado a enseñarte. Alcánzalo.

Calor húmedo en sus ojos. − No puedo. Está perdido en el caos. − Piezas de


mil recuerdos y pensamientos flotaban en su mente.

− Aférrate a nuestro vínculo. − Apretó los labios contra su sien. −


Úsalo, úsame, como me hiciste usarte para manejar mi dolor.

Payal se aferró y se aferró y él no la apartó, no le dijo que era incómodo o no


deseado. Ni siquiera cuando su yo tembloroso tiró del vínculo en ráfagas
irregulares, la desesperación la volvía áspera. Él simplemente la sostuvo
junto a los latidos de su corazón hasta que su respiración se estabilizó y
encontró el equilibrio.

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Ya no estaba demasiado confundida para pensar, hizo lo que debería haber
hecho desde el comienzo y comenzó a construir escudo que Jaya había
comenzado a enseñarle. Ese era menos sólido que sus escudos, y le permitía
ser ella misma mientras acorralaba la parte de su mente que estaba dañada
y rota.

− No estás rota, − había dicho la E con su voz suave. − Tú tienes un trauma


que se calcifica y agrava un desequilibrio químico en tu cerebro.
Trabajamos con un elemento a la vez, paso a paso, para llevarte a un lugar
donde te sientes bien. Nadie más puede hacer esa llamada. Solo tú.

Temblorosa a raíz de la construcción, susurró: − Perdí el control. − La


vergüenza era un reguero de pólvora en sus venas.

− Cariño, tuve rabietas cuando estaba inicialmente en el hospital. – Él besó


su cabello de esa manera que ya se había vuelto tan familiar, así de cariñoso
que la hacía sentir preciosa. − Date un poco de holgura...lo has mantenido
unido durante tres décadas por tu cuenta. Está bien si te pierdes de vez en
cuando. Jaya no prometió el éxito de la noche a la mañana, ¿recuerdas? Tú
tienes que desarrollar esos músculos de la misma forma que desarrolle los
músculos de mis piernas.

Una vez más, la analogía funcionó para su forma de pensar, dándole una
analogía físico que le ofrecía algo para agarrarse. Ella había estado
recurriendo a pensar en el nuevo marco como cuerdas alrededor de su
mente, esposas para mantener a raya la locura. Tenía que considerarlo una
herramienta, tal como Canto consideraba su maquinaria robótica de
ejercicio.

− No estoy rota. − Era la primera vez en su vida que verbalizaba tal cosa. −
Simplemente funciono de manera diferente a otras personas.

− Te tengo. − Otra de esas caricias que la hacían sentir tan cálida y ... Había
otra palabra que no podía decir, no podía pensar, porque era una promesa

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demasiado grande.

Así que simplemente se recostó contra él y usó las herramientas que le


habían dado.

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TRANSMISIÓN DE MENSAJES ENTRE
YAKOV Y PAVEL STEPYREV

Pasha, acaba de pasar lo más extraño.

¿Qué? ¿Una mujer miró tu feo rostro y no se convirtió en piedra de miedo?

Voy a contarle a mamá sobre ti.

Chismoso. Además, si se lo dices, le diré quién se robó todo el pastel de chocolate


cuando teníamos trece. ¿Qué pasó de todos modos?

Simplemente estoy caminando por el bosque, ocupándome de mis propios asuntos,


cuando este gran viejo árbol comienza a crujir y a gemir...

???? Estoy envejeciendo aquí.

Cayó. ¡Justo en frente de mí!

¿Estás bien?

Sí, sí, estaba haciendo tanto ruido antes de caer que nadie podría haberse perdido
eso. E incluso cuando comenzó a caer, fue en cámara lenta. La cosa bajó con un
boom que juro que provocó un terremoto.

Un árbol cae en el bosque. Y gracias al gran explorador Yasha, sabemos que hizo
un ruido.

Eres un inútil. ¡Pero se cayó sin razón! Como si fuera empujado por una mano
gigante. Pero esa no es la parte más extraña.

Tienes mi interés, joven. Continuar.

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EVITÓ todos los otros árboles en su camino, y se las arregló para tumbarse justo en
esta fina brecha. Como si el dedo gigante no pudiera dejar de empujarlo, pero lo
controlaron.

Eh.

Si.

Regístralo.

¿Crees?

Sí, por si acaso. Quiero decir, no creo que la telequinética deshonesta esté
empujando sobre nuestros árboles, pero nunca se sabe.

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PSYNET BEACON: ENTREVISTA CON
PAYAL RAO
COCO RAMIREZ

Nadie esperaba a Payal Rao.

Esa declaración no es una hipérbole. Todos estamos acostumbrados a oír


hablar de los tratos comerciales de la Sra. Rao, pero incluso esas menciones
nunca son más que referencias restringidas en periódicos financieros. Tiene
fama de mantener la cabeza gacha y continuar con el trabajo de dirigir un
importante imperio familiar.

Ciertamente, ninguno de los expertos políticos predijo este movimiento, y,


sin embargo, tener un Ancla centro como parte de la Coalición Gobernante
tiene sentido en todas las formas posibles, especialmente dada la
inestabilidad actual de PsyNet.

Hoy, me siento con Payal Rao e intento descubrir el ancla detrás del
enigma.

Beacon: ¿Le sorprendió cuando la Coalición Gobernante se le acercó?

Rao: No lo hicieron. Me acerqué a ellos como el representante elegido de la


Designación A. Hay muchas razones para tener un ancla al más alto nivel
de poder, y ninguna razón para mantenernos fuera.

Beacon: ¿Tienes este derecho? ¿Exigiste un asiento en la mesa?

Rao: Sí.

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Beacon: No muchos se atreverían a hacerlo contra las personas más
poderosas de PsyNet.

Rao: ¿Sabes qué pasa con la PsyNet si los Anclas se declaran en huelga? La
PsyNet desaparece y todos morimos. El fin.

Beacon: ¿Estás diciendo que la Designación A es la designación más


importante de todas?

Rao: Las Anclas se estaría ahogando en un mar de locura sin los empáticos,
habrían caído en las manos de los psi puros y otros con ambiciones belicas,
sin la fuerza de los telequinéticos y telépatas y más que nos protegieron. Los
pronosticadores nos han salvado de innumerables desastres, mientras que
la psicometría y Justicia-Psy y muchos otros, resuelven problema tras
problema. Somos la base. La fundación se mantiene, pero no podemos
luchar activamente. Declarar el conjunto de habilidades de una designación
no niega las de todas las demás: La jerarquía es un flujo continúo basado en
la necesidad, y en este momento, A es la designación crítica.

Beacon: No escondes tus golpes.

Rao: Conozco mi propio valor y conozco el valor de la designación que


represento. Nosotros alguna vez estuvimos contentos de ser la parte
silenciosa de la salud de la PsyNet. Pero dado que los poderes han
convertido un lío de esto durante el siglo pasado, la presencia pasiva ya no
es una opción viable.

Beacon: ¿También culpa a la actual Coalición gobernante?

Rao: Necesitas mejorar tus habilidades de comprensión. Dejé claro que mi


problema es con los líderes pasados. Eso incluye anclas pasadas. Nuestros
antepasados en la designación no son inocentes.

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Beacon: ¿Qué significarán sus nuevas responsabilidades para sus deberes
como director ejecutivo de Rao?

Rao: ¿Por qué no le preguntas a Kaleb Krychek qué significan sus


responsabilidades para su estatus como director de Industrias Krychek?

Beacon: Un buen punto, pero la pregunta tenía que hacerse.

Rao: No, no fue así, fue una tontería y tengo poco tiempo que perder.

Beacon: Entonces, hagamos una pregunta muy importante: como A, ¿qué ves
en nuestro futuro? ¿Se puede salvar la PsyNet? ¿O estamos peleando una
batalla perdida, la muerte un susurro en el horizonte?

Rao: No soy un previsor. Todo lo que puedo decirles es que cuento con la
cooperación de todos y cada uno de los A en el mundo, y tenemos la
intención de trabajar con los empáticos y con cualquier otro poder en la Red
para reparar el tejido psíquico del que todos dependemos de por vida. Si
fallamos, todos morimos. Si lo logramos, volverán a olvidarse de las anclas,
excepto que esta vez, olvidarnos ya no será una opción.

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39
Somos Designación J.
Justicia.
Pero, ¿dónde está nuestra justicia?
¿Dónde está nuestra paz?
Estoy tan cansado del horror que vive dentro de mí ahora.
—Nota dejada por Arnaud Smith, J-Psy (desaparecido, presuntamente muerto)

CANTO estalló en carcajadas mientras leía la entrevista de Beacon. − Dios,


eres magnífica. − Besó a la mujer que estaba sentada en el sofá junto a él, su
espalda apoyada contra su costado.

Tenía un organizador en su regazo y estaba haciendo operaciones


financieras complejas como parte de su trabajo como directora ejecutiva de
Rao.

− Ese regreso de preguntarle a Krychek fue perfecto.

− El entrevistador fue un idiota. ¿Le hace a Nikita la misma pregunta? ¿Le


preguntó a Aden Kai si todavía podía comandar las Flechas? Ella continuó
con sus transacciones. − Todo fue una pérdida de tiempo.

− No. − Moviendo su brazo alrededor para poder poner su organizador


frente a su rostro, le mostró los temas de moda en la PsyNet, una vez
recopilados por la NetMind y disponibles para cualquier psi que quisiera
mirar, ahora estaban siendo recopilado por robots psíquicos sembrados por
los medios. Esos bots no estaban ni cerca del alcance de la NetMind, pero
era mejor que nada.

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− Estoy en la parte superior de la lista. − Ella no parecía impresionada. − Por
lo menos la designación A es la número dos.

− La visibilidad nos ayuda. −Canto retiró su organizador cuando vio un


mensaje entrante. − Sophia Russo está feliz de reunirse con nosotros. −
Había tomado mucho tiempo organizar esa reunión porque Sophia había
estado involucrada en una situación de emergencia relacionada con un
excolega de Justicia.

− Sé que lo que estás preguntando es importante, − dijo, − pero la PsyNet


no caerá en dos días. Mi colega puede. − El rico azul violeta de sus ojos
había sido potente con la emoción, la fina traza de cicatrices en su rostro,
blanquecinas contra la piel de un tono crema, hablando de un pasado
violento que no había surgido en ninguna de las investigaciones que Canto
había hecho sobre ella.

No sabía demasiado sobre J-Psy en ese momento, pero había cavado


profundizado en el tiempo transcurrido desde entonces. Tanto él como
Payal habían quedado atónitos por el nivel de desgaste en la designación.
Tantos muertos y dañados, tanto dolor. Tenía que haber una mejor manera.

SOPHIA no sabía qué esperar del misterioso Canto Mercant y Payal


Rao. Después de leer la entrevista de Beacon con Payal, se había preparado
para una personalidad abrasiva que no aceptaba tonterías, pero eso no fue
exactamente lo que consiguió cuando se teletransportaron a un pequeño
jardín exterior en Duncan HQ.

Payal vestía pantalones sueltos en gris oscuro, combinados con un top verde
pálido con mangas dobladas en la muñeca. Su cabello estaba recogido en
una cola de caballo, pero esa cola de caballo estaba suelta, no apretada. No
había nada elegante en ella. Ella estaba… Más suave de lo que se había
mostrado en esa entrevista, al menos en el exterior.

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En cuanto a Canto Mercant, la silla la sorprendió, pero solo porque sabía
que el deseo de perfección de su raza había significado actos criminales
terribles en el pasado. Era raro ver a un adulto psi que usara dispositivos de
asistencia; esos que habían sobrevivido a la infancia, pero terminaron
lesionados más tarde tendían a desaparecer o esconderse.

Sin embargo, los llamados psi perfectos eran a menudo los peores
monstruos de todos: ella llevaba las marcas de esa fría verdad en su rostro,
y en sus recuerdos de tres niños inocentes que nunca habían tenido la
oportunidad de vivir. Sofía nunca los olvidaría, y se había asegurado de que
el mundo no los olvidara a ellos tampoco.

Carrie O'Brien.

Lin Wong.

Bilar Baramichai.

Los tres nombres ahora figuraban como "perdidos en servicio" en las listas
oficiales de los J. Una pequeña cosa, pero importaba. Sus nombres
importaban. Sus vidas habían importado.

Al igual que las vidas de la Designación A.

El cabello de Canto Mercant era de un negro sedoso como el de su esposo


Max, y tenía ojos con solo una pizca de inclinación hacia arriba. Esos ojos
eran los más inusuales ojos cardinales que había visto en su vida. Su
impresión general fue la de un guapo hombre, pero uno con una ventaja
peligrosa para él.

− Hola. − Encontrándolos a mitad de camino, mantuvo sus manos


ligeramente unidas delante de ella. − Podemos sentarnos allí. − Ella asintió
con la cabeza hacia un arreglo de asientos al aire libre establecido cuando

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Nikita comenzó a hacer tratos con no psi.

Vio que tanto Payal como Canto miraban el fino cuero negro de sus
guantes. Cuando ninguno hizo una pregunta sobre ellos, pensó que habían
cavado alrededor y sabía que era una Sensitive después de sus años de
trabajo como J. El contacto piel a piel conducía a una conexión telepática
que no podía controlar y no quería.

Estar enterrado en los pensamientos y recuerdos de otra persona, miedos y


horrores, era parecido a ser enterrado vivo, tener la vida asfixiada. En el
peor de los casos, la sobrecarga podría aplastar el cerebro, colapsar las vías
psíquicas y matar.

Su amiga y compañera J, Cèlian, se había vuelto sensible seis meses


después. El tacto podía matarlo, pero él también estaba hambriento. Las
necesidades divergentes lo habían estado destrozando, acercándolo más y
más a elegir la auto terminación. Sophia había perdido demasiados amigos
por esa terrible decisión final, y ella se negó, se negó a dejar caer a nadie
más. Ella se las había arreglado para recuperar a Cèlian gracias a Max y su
enorme corazón: su marido tenía natural escudos que nada podría romper.

Para un sensible, era un oasis de paz, de silencio.

Después de que Sophia convenció a Cèlian de que dejara que Max lo tocara,
y aunque el marido de Sophia no era un gran abrazador de extraños: Max
había abrazado al otro J. No una vez. Sino tantas veces como Cèlian necesitó
en los días posteriores. Cèlian había sollozado la primera vez y se había
aferrado al cuerpo musculoso de Max. Su marido ex policía había acariciado
la espalda del otro hombre y lo había abrazado sin ningún signo de
impaciencia.

Más tarde, él le había dicho que necesitaban hablar con Bowen Knight en la
Alianza Humana para construir una lista de humanos protegidos de forma
natural a los que no les importaría interactuar con Js heridos. − Antes,

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cuando estaba en la aplicación, − dijo, − yo conocía a algunos profesionales
en la calle que tenían clientes que acudían a ellos sólo por
toque amistoso, no cosas sexuales.

Él frunció el ceño. − No son solo los J los que anhelan el contacto. Creo que
la terapia del tacto en realidad ya puede ser una cosa, pero necesitamos
configurar un subgrupo de terapeutas que tengan escudos herméticos. Y no
es como si los Js nunca hubiera ayudado humanos, el Consejo solo interfirió
en casos importantes. El resto del tiempo, los Js hicieron tanto bien para los
humanos como lo hicieron para los psi, así que no creo que sea muy difícil
de vender el conseguir ayuda para tus amigos. Déjame hablar con Bo.

Solo otra razón por la que Sophia amaría a Max hasta el fin de los tiempos.

− Gracias por reunirse con nosotros. − Payal se sentó al borde del área de
asientos, para que Canto pudiera estacionar su silla junto a ella.

Sophia eligió un asiento frente a la otra mujer, colocándolos a las tres en un


semicírculo aproximado. − Por supuesto. − Sophia se frotó la frente, el dolor
sordo detrás de los párpados era constante. – La NetMind está tan asustada
y perdida y yo no puedo evitarlo. Necesito… − Ella miró hacia arriba y se
detuvo. Los dos As estaban mirándola. − ¿Qué?

− ¿La NetMind está viva? − La voz de Canto Mercant era áspera, con una
penetrante nota de esperanza. − Todo lo que sentimos en la Red son
fragmentos.

− Existe, − confirmó Sophia. − No como la gran presencia que alguna vez


fue, pero el núcleo permanece. Mi punto de anclaje, lo siento, así es como
siempre lo llamó, aunque sé que no es correcto.

− Es un punto de anclaje. − El tono de Payal Rao no admitió discusión. –


Podemos ver en el sustrato. Si bien no puedes comunicarte en esa esfera con
el resto de nosotros, sus líneas de anclaje están profundamente arraigadas.

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Sophia no entendía todo lo que Payal acababa de decir, pero no lo
necesitaba, no para esto. − La NetMind parece haber escondido una parte de
sí misma en mi punto de anclaje, en mí. − En los mismos caminos de su
cerebro.

Canto frunció el ceño. − ¿Podemos ver?

Cuando inclinó la cabeza, se unieron a ella en la PsyNet. En un punto,


ambos desaparecieron después de decirle que estaban examinando su punto
de ancla en el sustrato.

Más tarde, cuando los tres volvieron a abrir los ojos en el jardín, ella vio que
Canto miraba a Payal. Payal, a su vez, miró primero a Canto. No hablaron,
pero cosas pasaron entre ellos.

− ¿La DArkMind también está ahí? − Payal preguntó después.

− Sí. Ya no son dos presencias separadas sino una completa. − Un solo punto
de esperanza que la hizo querer creer que podrían detener la espiral de la
pérdida. − Cuando digo NetMind, me refiero a ambos.

Canto le dijo algo a Payal sobre las "malas hierbas" en el sustrato; Payal
respondió con jerga técnica. Permitiendo que su discusión fluyera más allá
de ella, ella los consideró a los dos, y quiénes eran juntos.

Dentro de su mente, NetMind lanzó un ramo de flores al aire.

Sophia respiró hondo en silencio. ¿Esto es lo que necesitas? ¿Anclas que


comiencen a florecer en su plenitud?

Una sensación de terrible tristeza, luego la imagen de flores marchitas. No


marchitez. Flores que habían comenzado a enroscarse y morir debido a la
falta de la luz del sol, la falta de cuidado.

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A medida que se fragmentaba en el resto de la PsyNet, la NetMind se había
fortalecido más fuerte en su mente. También trajo consigo imágenes,
pensamientos y esperanzas. Hoy, mostró su luz del sol sobre las flores
caídas.

Esas flores se abrieron de nuevo.

Entiendo. Trató de abarcar la nueva sensación en el amor, tan protectora


hacia ella como lo era hacia la vida naciente acunada en su útero. Era la
colección más pequeña de células en este momento, tan pequeña que nadie
de afuera podía sentirlo. Solo ella y Max lo sabían. Ellos le dirían a River
después de la marca del primer trimestre; El hermano de Max sería un tío
asombroso, devoto y gentil.

La neosentiencia de la Red "se inclinó" hacia ella. Fue difícil de describir


la sensación por completo, pero era como si estuviera pidiendo consuelo.
Ella la abrazó con su mente, lo sostuvo cerca. Les diré, prometió, y se calmó.

− Tengo que pasar un mensaje, − dijo, interrumpiendo la discusión técnica


de Canto y Payal.

Se volvieron como uno hacia ella, ambos tan asombrosamente hermosos


que fue un shock cada vez que los miraba. Tenía la idea de que ninguno de
los dos estaba consciente de su belleza física. Payal le pareció a Sophia algo
atípico en su pensamiento y reacciones. No defectuosa.
Sophia nunca llamaría a nadie defectuoso. Era simplemente diferente.

De la misma manera, que la sensibilidad táctil de Sophia era una diferencia.

En cuanto a Canto, dada la falta de información sobre él en la PsyNet,


probablemente mantenía un perfil bajo. Aquellos dentro de su círculo de
confianza estarían acostumbrados a su apariencia. Canto Mercant también
le pareció un hombre al que no le importaban mucho las opiniones de

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Last Guard
muchos; las reacciones de los demás solo le importarían a él y en cómo
afectarían sus metas.

A Sophia le gustaban los dos.

− La NetMind, − dijo, − quiere que los anclajes emerjan a la luz, para vivir
vidas plenas. Creo que eso es solo la punta del iceberg: quiere que todos
los psi vivan vidas plenas, pero las anclas son la base. − Ella a menudo
entendía tales sutilezas instintivamente, como si la NetMind fuera una parte
tan profunda de su mente que no necesitara hablar con ella para
comunicarse. − Si se desvanecen en la oscuridad, también lo hace ella.

Canto frunció el ceño, pero fue Payal, su expresión modulada para no


revelar nada, quién habló. − ¿Sabe si las Anclas siempre han sido así?
¿Retiradas del mundo? ¿O hubo un disparador que puso esta cadena de
eventos en movimiento?

Excelente pregunta. − Preguntaré, pero, al menos para mí, hablar con la


NetMind no es como una conversación entre tú y yo. Piensa y responde de
una manera única. − Hizo todo lo posible por plantear la pregunta de Payal
a la NetMind.

Su respuesta tardó en llegar, y fue una agrupación de imágenes.

Flores, salvajes y coloridas en un campo.

Una nube negra.

Las flores se curvaron hacia adentro hasta que se marchitaron y se hicieron


pequeñas.

Sophia dejó escapar un suspiro. − Hubo un incidente incitante. El tiempo es


un fluido concepto para la NetMind; no puedo decirle cuándo ocurrió el
incidente. Pero tuvo un efecto catastrófico y condujo al aislamiento de la

Bookeater
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Designación A.

− ¿La erupción volcánica? − Payal reflexionó. − Pero eso fue hace tanto
tiempo, no explica los incendios psíquicos y las inundaciones repentinas
que mencionó Ager.

− Tantos secretos, − dijo Canto. − Nuestros antepasados nos patearon a


todos en las tripas ocultando todo lo que consideraron oscuro o malo.

Como un J que había caminado en la mente de los asesinos en serie, el


Consejo se negó a reconocer que Sophia conocía bien su enfado. − Puedo
ayudarte con la investigación sobre el incidente incitador, pero tenemos que
aceptar que podría haber sido pasado hace mucho tiempo para que haya
registros.

− Eres uno de nosotros, Sophia. − Canto se inclinó hacia adelante, con los
antebrazos apoyados en los muslos. − ¿A menos que no quieras serlo?

− No soy una A normal. No puedo ver tu sustrato.

− Haces tanto como un centro menor para mantener estable esta área. Eres
una A.

Sophia era parte de una estrecha fraternidad de J actuales y anteriores, pero


esto, también, era un elemento de su identidad. Ser bienvenido en...
Significó más de lo que se había dado cuenta. − Gracias.

− ¿Quieres liderar la investigación? − Los ojos inquietantes de Canto se


mantuvieron firmes. − Te pondré en contacto con Ager, que es uno de
nuestros miembros más mayores, y les enviaré lo que sabemos sobre la
erupción volcánica que mató a veinte anclas, pero lo histórico no puede ser
nuestra prioridad.

− Estoy de acuerdo. − La red se estaba desmoronando demasiado rápido. −

Bookeater
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Tienes que concentrarte en el ahora. Yo me ocuparé de la caza histórica.

− También necesitamos comenzar a trabajar en un plan para reintegrar la


Designación A en la sociedad, − dijo Payal. − Va a ser una tarea difícil,
muchos de nosotros estamos casi agorafóbicoS después de toda una vida de
que nos dijerAn que necesitábamos un refugio.

− ¿Pedir ayuda a los Es? − Sugirió Sophia.

− Es una buena idea, pero su carga de trabajo ya es significativa. − Payal


miró hacia fuera en la distancia, y Sophia casi podía ver su mente
trabajando. − Si es va a durar, tiene que venir de nosotros, − dijo finalmente.
− Desde adentro.

− ¿Cuál crees que será la reacción? ¿Cuántos A harán el intento?

Para su sorpresa, Payal dijo: − Todos.

El rostro de Canto estaba sombrío. − El trabajo de un Ancla es proteger la


Red. Si eso significa dejar los muros de la seguridad, que así sea. − Miró a
Payal.

Quién tomó el hilo de una vez... porque estos dos estaban unidos. Eso era
un zumbido en el aire entre ellos, un conocimiento silencioso que la
NetMind susurró al oído de Sophia.

− La pregunta correcta, − dijo Payal, − es cuántos tendrán éxito y cuantos


fracasarán. − No había expresión en su rostro, pero Sophia la conocía lo
suficiente bien a estas alturas para saber que eso significaba que pocos. −
Algunos de nosotros no tenemos conocimiento de cómo ser libre, los A son
similares a los animales enjaulados, que sólo conocen sus recintos.

Sophia flexionó la mano y miró el negro de su guante. Nunca había estado


tan aislada como un ancla, pero de todos modos había estado en una jaula. –

Bookeater
Last Guard
Si hay esperanza, − dijo, levantando la cabeza para encontrarse con los ojos
de Payal, − intentarán e intentarán de nuevo. Mientras haya luz en la
oscuridad, hay una razón para mantener lucha.

Para ella, esa esperanza había llegado en forma de Max. Su amante. Su


marido. Su compañero.

Pero el amor no era una cosa celosa, y de sus raíces habían crecido tantos
otros zarcillos de afecto, amor y alegría. Sophia quería eso para Canto y
Payal y todas las demás anclas del mundo. − Dales esa esperanza. Deja que
tu vínculo arda como una vela en la oscuridad.

Bookeater
Last Guard
40
Olvidar nuestra historia es olvidarnos de nosotros mismos.
—De The Dying Light de Harissa Mercant (1947)

CANTO Y PAYAL tomaron en serio el consejo de Sophia, apartaron las


malas hierbas alrededor de su vínculo por lo que quemó un azul brillante
que era un faro. Allí había una cantidad infinita de trabajo por hacer, tantos
ladrillos que colocar para construir una base nueva y sólida para la
Designación A, pero cada momento libre que tenían, lo pasaron
juntos. Ninguno de los dos lo dijo en voz alta, pero el tic-tac del reloj en el
cerebro de Payal los acompañaba cada segundo de cada día.

No muchos días más y tendría que regresar a casa para asegurarse de que
su punto de anclaje se mantenía estable, y para recibir una inyección del
medicamento que era una correa en su vida. El decimotercer día después de
su llegada a Moscú, ya se había agotado la segunda dosis que le había
enviado Pranath Rao.

Uno, tal vez dos, más días hasta que se pusiera crítica.

Canto había usado sus contraseñas de acceso para irrumpir en los sistemas
Rao, había incluso logrado abrirse camino en los archivos privados de su
padre, pero Pranath Rao era un hombre inteligente. No había nada útil en
los archivos disponibles.

− Lo tendrá en la cabeza, − murmuró Payal, dándole un beso a Canto en el


hombro mientras yacían cara a cara en la cama, ambos desnudos hasta la
piel.

Bookeater
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Los privilegios de la piel íntima eran extraordinarios, pero este tipo de
contacto cariñoso, era incluso mejor que eso. Especialmente ahora que Payal
a veces simplemente se acercaba a él y le decía: − Te necesito.

Él abría los brazos y ella se acurrucaba en su regazo y la abrazaría hasta que


pudiera respirar más allá del pánico que se acumulaba en su cerebro.
Porque ese pánico no había desaparecido mágicamente después de que
continuara trabajando con Jaya. Había sido parte de ella durante demasiado
tiempo para ser derrotado tan fácilmente.

Ella todavía tenía episodios agitados a veces, pero cada vez menos, ahora
podía calmarse en lugar de entrar en una espiral caótica. Jaya le había
enseñado...todavía le estaba enseñando, sus herramientas para ayudarse a sí
misma. Fue lo mejor que pudo haber hecho el empático; Payal comprendió
y valoró este trabajo mental estratégico. Sus medicamentos recalibrados
también la estaban ayudando a mantener más equilibrio en la vida
cotidiana.

Lo más difícil que tuvo que aprender fue que estaba bien ser un poco
diferente.

− Extravagante no es algo malo, Payal, − había dicho Jaya mientras las dos
caminaban por una zona boscosa fresca y verde. − Algunas de las personas
más admiradas en las sociedades humanas y cambiantes son las que
caminan al ritmo de su propio baterista.

Luego estaba Canto. Él seguía diciéndole que la adoraba exactamente como


ella era...recordándole que ella había sido su favorita incluso cuando había
sido totalmente salvaje. Esto último tenía peso porque era cierto. Ella
todavía podía recordar los trozos de manzana seca que le ponía en la mano,
la forma en que había encontrado métodos para darle pistas a las preguntas
hechas por la maestra, cómo había sostenido su mano ese último día.

Bookeater
Last Guard
Cómo la recordaba.

Payal no sabía cuándo estaría dispuesta a permitir que su verdadero yo


saliera en público, pero dejaba que Canto la viera cada vez más. Así que
cuando sintió la necesidad de inclinarse y besar su nariz, luego acariciar su
garganta, lo hizo. Él rio entre dientes y la abrazó fuerte y casi asfixiante,
exactamente como a ella le gustaba. − ¿Estás segura de que no eres un
pequeño oso cambiante? ¿Un oso de sol quizás?

Ella fingió arañarlo, el juego al que nunca hubiera jugado con cualquier otra
persona, no sea que lo vieran como un signo de inestabilidad mental. Pero
con Canto, ella era libre. Ella no tenía que fingir.

Gruñendo en su garganta, hizo como si fuera a morderla. Los dos estaban


rodando alrededor de la cama, la piel deslizándose sobre la piel y la
respiración mezclada, cuando la fría voz de Nikita Duncan entró en su
mente.

He desbloqueado y reinicializado el archivo.

PAYAL y Canto habían decidido juntos que sería mejor para ella estar en la
habitación tecnología cuando entrara en el archivo, en caso de que tuviera
que reunirse con otros en comunicaciones visuales.

Tras cambiarse a un atuendo adecuado para el trabajo en preparación para


esa eventualidad, Payal tomó asiento antes de ingresar a la PsyNet. A
diferencia de cuando ella hizo trabajo de Ancla, estuvo presente en el
espacio físico hasta cierto punto, pero también en el espacio psíquico. Pero
no fue hasta que estuvo en lo más profundo de la vieja bóveda que se dio
cuenta de que no había pensado ni un solo pensamiento en el hecho de que
Canto estaba presente en el mismo espacio.

Él podría apuñalarla y ella nunca lo vería venir, pero sabía que él no lo

Bookeater
Last Guard
haría. Ella confiaba en él. Sin paredes. Sin escudos. Confianza pura.

Porque Canto siempre elegiría usar su poder para protegerla, no para


dañarla.

Entró en la bóveda junto con el resto de la Coalición Gobernante. De todos


ellos, Aden demostró ser el buscador más eficiente. Posiblemente porque las
flechas eran cazadores y no solo de personas, sino de datos. Los llevo al
período de tiempo correcto en la bóveda, luego se dispersaron. Payal
consideró su estrategia de búsqueda, pensó en lo que habría hecho un A
eficiente y se metió en el sustrato.

Una pequeña baliza pulsaba debajo del tejido de la PsyNet.

Habiendo fijado la ubicación de la baliza en su mente, regresó a la PsyNet,


superpuso la cuadrícula de Substrato y se dirigió al punto. Le tomó sólo
cuatro minutos y veintisiete segundos localizar el expediente. − Lo tengo.

Sus palabras resonaron en la enorme bóveda.

− Rápido, − comentó la vasta mente de obsidiana que era Krychek.

− Un ancla almacenó esto aquí, y dejo un marcador.

Sin esperar más preguntas, abrió el archivo. La información se elevó para


flotar en las paredes negras de la PsyNet. Ella se acercó a Canto al mismo
tiempo: Sombrea mi mente. Tenemos los datos.

Los dos miraron los datos. Era un fantasma pálido y plateado contra la
oscuridad de la red, datos tan antiguos que estaban en peligro de
desaparecer. Alguien, sin embargo, lo estaba reforzando a medida que
surgía: una persona lo suficiente inteligente como para hacer la corrección
sin alterar los datos o causar daño.

Bookeater
Last Guard
Su primer pensamiento fue que tenía que ser Aden. Las flechas eran hábiles
en maniobras sutiles. Entonces, de repente, comprendió que ella estaba
detrás de la corrección. No tengo esta habilidad. Ella era un cardenal
telequinético con Tp de bajo nivel; una dinámica de poder tan delicada
requería un nivel de sutileza telepática que ella simplemente no poseía.

Yo puedo hacerlo. Canto tenía el ceño fruncido en la voz. No te estoy


alimentando con nada, pero está en mi zona de anclaje. Esta bóveda también. Podría
ser que lo estoy arreglando instintivamente.

Está bien, Canto. Incluso si me estás dando la información, no me importa. Porque


era él. Su 7J. ¿No es extraño, sin embargo, que la bóveda exista en el mismo espacio
psíquico que tú?

Coincidencia.

O la NetMind jugando un juego muy largo.

Su respuesta fue un sonido ronco que le calentó la sangre. Sonrisa.

− Excelente trabajo, − murmuró Nikita. − Me tomó muchos años ser tan


competente en reparaciones tan delicadas.

Payal no respondió, eligiendo en cambio centrarse en los datos en un


esfuerzo por capturar el secreto de cómo el otro A había logrado... − Una
oclusión, − ella dijo. − Así es como lo llamaron. Miren.

Su cerebro comenzó a juntar las piezas del rompecabezas sin que ella fuera
consciente, cada pieza resplandeciendo con luz en una cascada coordinada
para que no se lo pierdan.

Ha sido codificado para cerebros ancla. La voz cristalina de Canto, aguda con
una emoción que se hizo eco de la suya. Los demás no tienen ni idea.

Bookeater
Last Guard
− ¿Cómo lo viste? − Dijo Ivy Jane al mismo tiempo. − Solo vi el caos hasta
que señaló esa área.

− Porque sólo los anclajes deben saber esto, − dijo Payal brevemente, no
porque estuviera molesta, la pregunta era relevante y le gustaba Ivy Jane,
sino porque estaba procesando demasiados datos a la vez y necesitaba
entenderlos.

Ella dejó en blanco a todos menos a Canto. Trabajando juntos,


desentrañaron la información que les dejaron las anclas convertidas en
polvo durante mucho tiempo. Pero su legado podría salvar cientos de miles
de vidas. Porque ahí, en los datos codificados, había un plan que significaba
que no tenían que mover a las personas una por una.

Jodidamente hermoso, declaró Canto. Puedo ver como lo hicieron, como ellos
lo codificaron para que solo un ancla entendiera el mensaje.

Porque es peligroso. Cualquiera que intentara esto colapsaría la Red. Verificó dos
veces su conclusión final. Necesitaremos veinte anclas para sacarlos. Cinco más
para respaldo en caso de que alguien se sobrecargue.

Puedo hacer que suceda. Ellos seguirán tu ejemplo.

Ella supo de inmediato que eso estaba mal. No, Canto. Puede ser que yo sea el
tanque de batalla, pero eres la estrella de la navegación. Te seguirán. Payal podía
convencer a la gente de que hicieran lo que ella quería mostrándoles que era
el curso lógico de acción debido a sus habilidades o contactos, pero Canto
podía hacer que la gente lo siguiera simplemente por ser quien era.

¿Carisma?

No. Algo más.

Quizás su tendencia a confiar agresivamente en las personas. Un hombre

Bookeater
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así… Bueno, era difícil no confiar en él a cambio. Especialmente una vez que
descubrías que no tenía una agenda oculta. Que estaba luchando por la
Designación A, exactamente como él había dicho.

− Lo tengo, − dijo en la bóveda, sin estar segura de cuánto tiempo había


dejado en blanco al resto de la Coalición Gobernante. − Puede hacerlo un
sindicato de anclas actuando en conjunto.

Las otras mentes a su alrededor se encendieron con preguntas, pero fue


Anthony quien preguntó lo más importante. − ¿Puedes explicar el proceso?

− No. Sus cerebros no están diseñados para comprender el sustrato.

Ouch. Canto sonaba como si se estuviera riendo, su áspera calidez luz de


fuego en su sangre. Apuesto a que nadie le ha dicho a Anthony Kyriakus que su
cerebro no es lo suficientemente bueno.

No lo es. No para esto.

− Nos estás pidiendo que te aceptemos por fe, − dijo Nikita. − Estás pidiendo
a innumerables personas que te aceptan por fe.

− Haces eso todos los días. − Payal no estaba aquí para jugar juegos de
palabras. – Cuándo fue la última vez que pensó en el ancla en su región o se
preguntó en sus inclinaciones políticas?

− Touché, − murmuró Kaleb suavemente. − ¿Tu sí? ¿Tienes afiliaciones


políticas?

− ¿Como Payal Rao, director general? Si. ¿Cómo Payal Rao, ancla? No.
− Eso fue simple, su mundo se dividía en dos. Ambos eran ella. − ¿Te
gustaría desperdiciar tiempo en seguir hablando, ¿o debo empezar con esto?

− ¿Qué podemos hacer para ayudar? − dijo una voz oscura que no había

Bookeater
Last Guard
hablado hasta ahora... Aden Kai. − ¿Habrá confusión u otra interrupción en
el plano físico o en el psíquico?

Payal tuvo que tomarse un momento para pensar en eso, consultar con
Canto, luego comprobar la información vital dejada por los anclajes
anteriores. − Es posible, − dijo en último. − Lo único que la mayoría de la
gente debería sentir es un dolor de cabeza que debería pasar dentro de la
hora, pero algunos pueden entrar en pánico.

Necesitaremos la voz de Krychek.

Payal estuvo de acuerdo. − Kaleb, tienes la voz psíquica más fuerte de la


habitación. Necesitaremos que envíes un mensaje a toda esa área de la
PsyNet, advirtiendo a la gente lo que está por venir; no necesitamos
cooperación, pero pondría fuera el pánico.

− Dame el texto de la advertencia y lo adaptaré a lo que hará que la


población se comporte según sea necesario.

Por eso Kaleb se había convertido en Consejero y Payal no; él comprendia


cómo manipular a la gente de formas que ella nunca lo había hecho. Lalit
tenía la misma habilidad. También lo hacían los empáticos, aunque no lo
consideraron como manipulación. Los Es tenían la tendencia a empujar
suavemente a la gente hacia comportamientos con la plena cooperación del
paciente.

Jaya, por ejemplo, le estaba enseñando a Payal cómo modificar su propio


comportamiento.

Pero incluso los empáticos debían tener sus malas semillas, por lo que las
mismas habilidades podrían concebiblemente ser utilizadas para el mal.

− Tengo que irme para trabajar en la oclusión, − dijo. − Nuestro objetivo es


hacer esto dentro de las próximas veinticuatro horas, aunque eso dependerá

Bookeater
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de las consideraciones técnicas. Tenemos algo de espacio para maniobrar,
pero cuanto más esperemos, más difícil será para las anclas en Delhi.

Payal había logrado mantenerse hasta la fecha, pero cada vez era más difícil
con cada día que pasaba, el agotamiento psíquico una amenaza constante en
el horizonte. Prabhyx y Virat estaban iguales, mientras que Shanta, la más
antigua de ellos, empezaba a dormir catorce horas al día mientras su mente
y cuerpo manejaban la sobrecarga. Payal habría instado a Nikita a darse
prisa si no hubiera estado consciente de la intrincada serie de acciones
necesarias para abrir el archivo sin dañar los datos; Nikita le había enviado
una copia del proceso, así que ella podría seguir a lo largo de su progreso.

Ahora Payal abrió los ojos en el plano físico y miró al hombre que daría el
siguiente paso. − ¿Lo tienes?

El asintió. − Eran brillantes, nuestros antepasados psíquicos. ¿Por qué


hacernos olvidarlo?

− Porque a nuestra gente le gusta olvidar las cosas. Aparentemente, creemos


que ignorar y olvidar es tan bueno como solucionar problemas.

− Ojalá pudiera discutir contigo sobre eso. − Frunciendo el ceño, se volvió


hacia la puerta. − Me pondré en contacto con los demás. Arran y Suriana
ayudarán, lo sé. Dejaremos a Ager y Bjorn, fuera de esto a menos que
estemos desesperados.

− Sí, se han ganado el descanso. − Ella miró a su organizador. − Ruhi ha


estado tratando de ponerse en contacto conmigo. Necesitaré hacer algunas
llamadas para mantener ciertas bolas en el aire.

− Puedes hacer eso mientras reúno a nuestro equipo.

Payal le sostuvo los ojos cuando él la miró. − Tendré que volver a Delhi para
la oclusión. – Ella habría tenido que regresar pronto independientemente,

Bookeater
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pero había estado esperando que su cerebro, tranquilo y descansado, le
permitiera empujar las cosas un poco, darle uno o dos días más antes de que
su necesidad de volver por la medicación para el tumor se volviera crítica.

Sin embargo, no había otra opción viable.

Eran anclas.

El primer y último guardia de un sistema fallido.

Este era su deber.

Canto se dio la vuelta y se movió hasta que su silla estuvo al lado de donde
estaba sentada, los dos mirando en direcciones opuestas. Extendiendo la
mano para ahuecar su nuca, la atrajo hacia sí para darle un beso largo y
profundo. − Siempre estaré allí. − Aliento caliente contra sus labios, su frente
presionada contra la suya. − Un solo pensamiento y encontraré la manera de
estar a tu lado.

Payal apretó su mano en su camisa. − Manten la vigilancia en el interior


de Vara. − Algunos podrían considerar que era una elección extraña, pero
para Payal, significaba que, en un lugar lleno de enemigos, tendría a una
persona de su lado.

Su caballero Mercant.

− Un solo pensamiento, Payal. − Canto le apretó el cuello. − Y si veo una


amenaza para ti, yo me encargaré de eso.

Payal no sintió la necesidad de discutir con él, destruiría a cualquiera que lo


lastimara también. Eso era lo que significaba ser la persona de alguien.

Su sien latía suavemente, un susurro de los tumores creciendo


profundamente en su cerebro.

Bookeater
Last Guard
41
Investigar. Investigar. Investigar.
—Lema Mercant no oficial (por publicación en el hilo de mensajes familiares)

DESPUÉS DE CANTO COLOCAR las Anclas que ayudarían con la


oclusión, practicaron la maniobra en el Sustrato. − Es tan simple, − dijo
Canto, su mente ya estaba trabajando en muchas otras posibilidades
utilizando esta técnica. − Duro en mis niveles de energía, pero ¿la fusión con
otras mentes ancla? Eso no es difícil. En realidad, se siente como si estuviera
estirando los músculos torcidos.

Payal le dirigió una mirada penetrante. − Para ti, − dijo con precisión. – Te
he seguido en cada fusión, y creo que naciste con la capacidad de ser el
núcleo de acciones a gran escala.

El núcleo.

Eso era exactamente lo que se sentía, como si las otras anclas se estuvieran
volviendo parte de él, parte de una célula viva. − ¿Y si no pudiera hacerlo? −
preguntó, apretando la mandíbula. − Habríamos tenido el plan, pero nadie
capaz de ponerlo en juego.

Payal dirigió toda la fuerza de esos hermosos e inteligentes ojos hacia él,
sin parpadear en su enfoque. − Canto, ¿de verdad crees que es una
coincidencia que el ancla que se acercó para unirnos a todos sea también el
mismo ancla con la capacidad de ser el núcleo de una acción a gran escala?

− Escucho sarcasmo, 3K.

Bookeater
Last Guard
− Te lo estás imaginando. − Cara seria, pero sintió su diversión en el vínculo
entre ellos. − Solo estoy haciendo una pregunta basada en hechos. − Ella
levanto una mano cuando él hubiera discutido, regia como una reina, y dijo:
− ¿Qué te puso en el curso de conectarnos a todos? ¿Te acuerdas?

− Ver a los empáticos levantarse y unirse. − Una designación una vez


sofocada que ahora era una potencia.

− ¿Fue ese el detonante o simplemente te ayudó a dar forma a tus


pensamientos?

Canto frunció el ceño y lo consideró. − Tuve un sueño, − dijo en voz baja. −


Yo casi olvido eso. Fue este sueño loco e inconexo que me mostró anclas
unidas en una constelación en lugar de como estrellas separadas.

Una vez más, la imagen brilló vívidamente contra la pantalla de su


mente. De esa constelación unida por líneas de energía, tan vívida y
fuerte. Mucho más fuertes que las estrellas solitarias solas en el sustrato. −
Estaba tan roto ese sueño. Pero esa imagen se me quedó grabada.

− ¿Rota como la NetMind?

Respiró hondo y la miró fijamente. − Joder, era un mensaje. − Ahora que ella
lo había arrastrado hasta la maldito agua, él no pudo evitar beber. – Todavía
tratando de ayudarnos, a pesar de que se está muriendo. − La ira anudó su
columna vertebral. La NetMind formaba parte de la Red tanto como
cualquiera de ellos. Era un niño y estaba muriendo de un cáncer que no
podían curar.

La mano de Payal se cerró sobre la suya. Abriendo sus dedos, él giró su


mano y entrelazó sus dedos con los de ella. Se sentía natural, como si
siempre hubieran estado destinados a estar entrelazados.

Bookeater
Last Guard
− ¿Cómo logramos la oclusión? − ella dijo. − Trabaja conmigo una vez más.

Su Payal “robótico” había sentido su rabia y estaba tratando de ayudarlo a


combatirla. Joder, se había ido por ella. Levantando sus manos unidas, besó
el dorso de la suya. Luego comenzó a repasar paso a paso el plan que su
mente tenía sondeado desde su primer atisbo de él.

Implicaba encoger la PsyNet en lugar de cortar una pieza. En simples


términos, Canto y los veinte centros fusionados se convertirían en una súper
ancla durante la duración de la oclusión, y ese súper anclador arrastraría el
sustrato hacia sí mismo, trayendo consigo todas las mentes cercanas.

La PsyNet podría existir con escasa energía psíquica, razón por la cual
existía en las regiones más remotas del mundo, pero no podía existir con
energía psíquica cero. Como resultado, las secciones vacías "colapsarían"
hacia adentro, dejando la Red permanentemente más pequeña. − Sencillo.

Payal lo miró.

Gruñendo con ella, la arrastró para darle un beso. De alguna manera ambos
terminaron desnudos en el sofá, el bosque una oscuridad presionando
contra el cristal de las puertas del balcón. Canto se propuso hacer un
escaneo automático, de ninguna manera en el infierno quería compartir la
vista de su amante con alguien que pudiera decidir venir a visitarlos.

Ella se sentó en su regazo, suave, acogedora y curiosa. − Hice un poco de


investigación. − Sus manos haciendo esa cosa sobre sus hombros, esa suave
caricia que hizo que se convirtiera en papilla.

Una lenta sonrisa se extendió por su rostro. − Yo también.

Ojos grandes.

Un beso delicioso, luego la puso a su lado. Ella lo miró con una expresión

Bookeater
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confusa mientras se sentaba en su silla, que había estacionado justo al lado
del sofá. − ¿El dormitorio? − ella preguntó.

− No. − Cambiándose de cara al sofá, accionó los frenos, luego torció un


dedo.

Ella vino, retomó su posición en su regazo. Se sentía tan bien tener su suave
peso sobre él, para ver sus ojos mientras se tocaban, mientras se conocían el
uno al otro. Ella se estremeció cuando él mordió sus pechos. Él se
estremeció cuando ella raspó sus uñas suavemente por su pecho. Su calor
húmedo se frotó contra su polla dura con cada movimiento.

Le pasó las manos por la espalda y le apretó la parte inferior de las


mejillas. − Suave, − murmuró apreciativamente, amando esa suavidad como
amaba la suave curva de su estómago y la redondez de sus muslos.

− Duro, − susurró ella a cambio, dando forma a sus bíceps.

Payal tenía algo por sus brazos. Canto no se quejaba.

Chupando su cuello, agarró sus caderas para calmarla cuando ella comenzó
a moverse más rápido en su polla. − ¿Recuerdas esa investigación?

Su mano en su cabello, la sostuvo contra su garganta. − ¿Qué?

Mordisqueando ligeramente en ella, se apartó. − En el sofá.

− Canto, − se quejó.

Mordió suavemente su regordete labio inferior. − Prometo que valdrá la


pena.

Con el rostro enrojecido y los pezones duros y atractivos, se teletransportó


al sofá a pesar de que solo tenía unos centímetros. Él se rio de su pequeña

Bookeater
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exhibición de temperamento y soltó los frenos para acercarse un poco más,
luego los activó de nuevo. − Gata impaciente. − Poniendo sus manos sobre
sus muslos, tiró de ella hacia adelante. − Hmm, no del todo bien.

Alargó la mano hacia la izquierda y agarró un par de cojines. − Sientate en


estos

Un ceño fruncido. − ¿Me quieres más alto? Soy un Tk. − Luego ella levitó...
en el perfecto nivel a su cara. − ¿Ves? ¿Ahora podemos volver a los
privilegios de piel íntima?

Su cerebro sufrió un cortocircuito. Agarrándola por debajo de los muslos, la


arrastró hacia él. Y le dio un buen uso a su investigación entre sus
muslos. Su grito fue breve, agudo antes de que su cuerpo se estrellara contra
el sofá, o tratara, si no hubiera usado la fuerza de la parte superior del
cuerpo para alivianarla.

Empujando las almohadas debajo de sus caderas para levantarla a la altura


perfecta, él volvió a su placentera tarea. Su investigación lo había llevado a
un manual de sexo clínico, pero no había nada clínico en el sabor de Payal
en su lengua, nada clínico acerca de cómo sus gritos cortos y entrecortados
hicieron que pulsara su polla, nada clínico en absoluto en lo que le hizo a él
tener que sujetar con fuerza sus caderas porque se agitaba demasiado de
placer.

Sabía que era un placer porque ella estaba muy abierta a él en el nivel
mental. Y ahora mismo, su cerebro estaba empañado por ola tras ola de
orgasmos. Resultó que la retroalimentación positiva funcionó en Canto y lo
hizo querer exprimirle aún más placer. Lamió, chupó, aprendió los pliegues
y la suavidad de su cuerpo.

Incluso deslizó su lengua dentro de ella.

− ¡Canto! − Fue un grito cuando sus muslos se apretaron alrededor de su

Bookeater
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cabeza.

Las cosas se estrellaron y se rompieron. Pensó que podría haber sido el otro
sofá. No le importaba una mierda. Porque Payal estaba teniendo un
orgasmo tan fuerte que la retroalimentación a través de su enlace
amenazaba con hacerlo correrse.

Levantando la cabeza antes de que fuera demasiado tarde, la volvió a subir


a su regazo... y empujo dentro de ella mientras su cuerpo aún ondulaba por
los ecos finales de su placer. Envolviendo sus brazos alrededor de su
cabeza, presionó su rostro contra el de ella y dejo que moviera su cuerpo
laxo y perezoso como quisiera.

Tenerla tan flácida y saciada, era toda la validación que necesitaba de que lo
había hecho bien. Si hubo un toque de desesperación en la forma en que la
empujaba, en los besos que exigía, la forma en que sus dedos se hundían en
sus curvas, no tuvo nada que ver con su próxima separación. Porque pasase
lo que pasase Canto no estaba dispuesto a dejarla ir.

Bookeater
Last Guard
EL ARQUITECTO
Una vez que el delirio se afianza, se demuestra que es imposible de tratar, aunque seguimos
haciendo el intento.
—Informe a la Coalición Gobernante Psy del Dr. Maia Ndiaye, PsyMed SF Echo

Algo estaba sucediendo en la red, pero los contactos del arquitecto la


habían defraudado esta vez. La Coalición Gobernante estaba siendo muy
callada sobre lo que iba a suceder, así que tuvo que esperar, ver.

Al Arquitecto no le gustaba estar fuera del circuito del conocimiento.

Hizo fuego en ella, la conciencia de que ella era la reina legítima de todos
ellos. La reina de una nueva y mejor raza de personas. Y una reina no
esperaba a nadie, y menos a todas estas cosas lamentables llamadas Psy.

− No importa, − dijo en voz alta. − Puedo ser paciente. − Ninguno de sus


hijos había actuado mal desde que vieron que un grupo rebelde era
aniquilado en un intento de quitarle el poder. Habían pensado que podían
unir fuerzas. Todo lo que habían hecho fue quemarse en su fuego
combinado.

Solo el Arquitecto era inmune a esas llamas.

Podía apagarlas en cualquier momento.

Dejemos que la llamada Coalición Gobernante juegue sus pequeños


juegos. Ella observaría, aprendería, y atacaría en el momento en que
estuvieran más vulnerables. Pronto, ella sería la que reinaría, la que tomara
las decisiones, la que determinaba quién vivía y quién moría.

Bookeater
Last Guard
42
Dos horas para la oclusión.
—Temporizador de substrato establecido por Canto Mercant

CANTO PASEO CON Payal a través de los árboles cubiertos de niebla en


la pálida luz del amanecer. Se había cambiado a la silla de exterior que
prefería para terrenos irregulares, y se puso zapatillas de deporte. Pronto
ella lo dejaría, se prepararía para hacer su parte en Delhi.

− Mira, Canto. − Con la voz llena de asombro, señaló la forma oscura de un


oso pasando en la distancia, la niebla difuminando su contorno en un
espejismo.

Frunció el ceño y gritó: − Deja de ser tan malditamente entrometido, ¡peludo


estúpido!

Payal lo miró fijamente, mientras el oso se giraba y le enseñaba los dientes,


lo que él sabía muy bien era una sonrisa bajista, antes de que la gran
criatura fuera hacia los árboles. Otro oso caminaba sigilosamente en la estela
del otro, pero primero se incorporó sobre sus cuartos traseros y saludó con
la mano.

− ¿Cambiantes, supongo? − Payal murmuró.

− Ignóralos. − Miró en la dirección general donde los osos habían


desaparecido. − Saben que estás conmigo y no pueden evitar pinchar sus
narices... malditos osos quieren saber todos mis asuntos.

Bookeater
Last Guard
Payal le tendió una mano y cuando él la tomó, ella dijo: − ¿Son tus amigos?

− Peor. Familia.

− ¿Es verdad, entonces? Escuché rumores de que los osos se habían


apoderado de todo el Clan Mercant como familia después del apareamiento
de tu prima con su alfa.

− A los osos les gusta aferrarse a su gente.

Un estallido de risa brillante y sorprendente de parte de ella que lo


poseía. Solo le pertenecía.

− ¿Qué?

− Al igual que los Mercants.

Él le hizo una mueca. −No seas grosera.

Líneas solemnes cortando la risa. − Tener una familia así: es un regalo.

Le apretó la mano. − Ahora también son tuyos. Te iba a decir después de la


oclusión, pero la abuela y la madre, ambas han solicitado su presencia en la
cena de la próxima semana, que se celebrará en la residencia privada de la
abuela, en Sea House.

El más mínimo destello en el rabillo de los ojos de Payal. − Puedo soportar


conocer a tu madre, − dijo ella con voz firme. − Puedo. Yo sobreviví a Ena,
¿no es así?

− Sí, tu puedes. Ella te amará. − Magdalena ya vería lo que Ena había visto,
que la dura capa exterior de Payal protegía un corazón capaz de una feroz
lealtad y devoción cruda.

Bookeater
Last Guard
Un oso salió pesadamente del bosque brumoso, con los ojos brillantes de
interés.

La mirada de Canto no tuvo ningún efecto.

Por supuesto que no. Este era el gemelo de Pavel, Yakov.

Canto había tardado un tiempo en aprender las marcas de los osos, pero
ahora podía identificar los osos con los que interactuaba más. − Pensé que te
había dicho que te perdieras.

El oso se acercó a una Payal fascinada y se inclinó para golpear su mano con
su cabeza. Tomando aire, levantó esa mano y acarició la parte superior de la
cabeza del oso. Dicho oso le dio a Canto una mirada de suficiencia.

− Te dispararé en tu gran trasero peludo si no dejas de sonreír, − Canto


amenazo.

Payal le dirigió una mirada sombría. − Sé cortés con tus amigos.

Yakov le dio sus grandes ojos marrones, sin el menor atisbo del brillo que
los volvía color ámbar amarillento por la noche. Si no supieras que es una
de las personas más peligrosas de Valentín, te enamorarías del acto del oso
de peluche. Payal ciertamente lo hizo, acariciándolo con manos suaves.

Cuando Yakov finalmente se alejó, su rostro decayó. Un poco celoso, Canto


murmuró: − Podrías acariciarme, ¿sabes?

Ella le dio una larga mirada. − Sí, − dijo de esa manera que tenía, como
cuando ella había resuelto un problema matemático. – Lo hare. − Una
sonrisa repentina y ella estaba en su regazo, besándolo estúpidamente.

Su corazón estaba como un trueno cuando ella terminó.

Bookeater
Last Guard
− Eres mi favorito, − susurró. − No importa cuántos osos acaricie.

Apretó sus caderas. − No eres graciosa. − Pero ella lo era... perversamente


divertida cuando dejaba caer sus escudos. La única cosa era que... la amaba
en todos sus estados de ánimo y facetas. Ya fuera el director ejecutivo de
ojos fríos, la contenida Payal Rao, o su salvaje 3K.

La luz se desvaneció de sus ojos momento a momento. − Tengo que irme.

− Cuídate, 3K. O me responderás.

Una mirada solemne, un toque delicado... y se aferraba a nada más que


aire.

Tiempo de oclusión: cero minutos.

En el sustrato, Canto se trasladó a la región de Delhi.

Payal fue la primera en vincularse a él, un estallido de luz helada en sus


venas.

Luego Arran y Suriana. Los otros cuando vieron lo que habían hecho,
copiaron su técnica de vinculación. El enlace final. Se formó la súper ancla.
Y de repente, Canto pesaba más de lo que había pesado en su vida. Como si
cada célula de su cuerpo tuviera un peso enorme.

Tirando, tirando, tirando.

Él era el núcleo de la súper ancla, desgarrando las mentes hacia él con


fuerza inexorable. Vinieron, cientos a la vez, deslizándose por la red hacia él
sin romper su vínculo de biorretroalimentación.

Cientos se convirtieron en miles.

Bookeater
Last Guard
Miles se convirtieron en decenas de miles.

Más. Y más. Y más. Mentes sobre mentes mantenidas a su alcance tan


enormes y poderosas... pero podía sentir todos los hilos separados de las
anclas que lo convirtieron en este núcleo.

El hilo más fuerte de todos era ella.

Su Payal.

Oclusión completa.

¡Ahora!

Las otras A se desconectaron de él al mismo tiempo.

Varias de esas mentes estaban demasiado cerca de donde la súper ancla de


Canto había estado. Si no lo hubiera roto cuando lo hizo, se habrían
estrellado contra él. No pensó que lo hubiera lastimado, no con lo grande
que se había convertido, pero probablemente los habría matado.

Ahora permitió que su mente volviera a su cuerpo, a su zona, mientras


Payal y las otras anclas de Delhi absorbieron a todas esas mentes nuevas en
sus zonas. Tenía que llegar un punto en el que las zonas de anclaje se
sobrecargarían y se romperían, pero no era ahora.

Payal habló a través de la gran distancia entre ellos, su mente captando


automáticamente su voz porque la escuchaba siempre.

Las mentes ya están intentando estirarse. Así es como la PsyNet crece: una
progresión natural que evita que los puntos de anclaje se tensen y colapsen. El
efecto se magnifica por el hecho de que estas personas ya no están en una región de
la PsyNet que se correlaciona exactamente con su habitual residencia.

Bookeater
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¿Cuánto tiempo?

No lo sé, pero esta solución nos da tiempo para profundizar más y encontrar más
respuestas. Podemos hacer lo mismo con otras zonas fracturadas, ganar unos meses
más. Hasta entonces, hacemos guardia. Nosotros vemos. Protegemos.

Porque eran anclas, y esto era para lo que habían nacido. ¿Ha tenido un
informe de fatalidad?

No, yo... espera. Está entrando.

Canto se preparó.

Cero. La alegría quemó su vínculo. Varias personas sufrieron ataques de pánico,


pero no hubo muertos ni heridos graves.

Canto exhaló con fuerza y se pasó las manos por el pelo. Pero su
preocupación se demoró. ¿Cómo te estás sintiendo?

Cansada, pero no agotado. Esperaba estarlo, pero la fusión pareció magnificar


nuestro poder de alguna manera.

Yo también me di cuenta de eso. ¿Puedes descansar?

No. Mi padre está impaciente. Mejor tomo la iniciativa, te veo ahora.

La mandíbula de Canto se movió, su abdomen una tabla de acero. Estaré allí,


cuidandote.

Lo sé.

¿3K?

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¿Sí?

Ten cuidado, cariño.

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EL ARQUITECTO
Lo que presenciamos hoy fue el acto más impresionante de manejo psíquico que ha ocurrido
alguna vez en alguna de nuestras vidas. Bravo, Designación A. Le saludamos.
—Editorial, PsyNet Beacon

EL ARQUITECTO estaba envuelto en la sección de la Red donde las


mentes se habían reposicionado en una impresionante demostración de
poder, y sabía que necesitaba controlar la mente detrás de la maniobra.
Quien hubiera hecho esto debe ser uno de ella, nadie más que un escarabajo,
una de las nuevas personas, tenía tanto poder. Solo tenía que encontrar ese
escarabajo y jalarlo hacia ella, recogerlo en su red.

Mientras tanto, tenía que seguir haciendo espacio para sus hijos en esta
red. Habían demasiados psi, ese era el problema. ¿Por qué no podían verlo
todos? Por eso la Red se estaba derrumbando. Su raza nunca había estado
destinada a ser de millones. Reducirlo a un número pequeño y sería mucho
más puro, mucho más poderoso.

Tomando una respiración profunda en el plano físico, se acercó a un grupo


de sus hijos. Es la hora. Laven la red limpia de la enfermedad. Eliminen todos los
viejos jugadores débiles de la red. Creen espacio para los escarabajos recién
nacidos prosperen.

Sus hijos se agitaron y empezaron a actuar. Confiaban en ella en todos los


sentidos.

Sí Madre.

Bookeater
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43
Nuestro objetivo no es ocultar la ruptura, sino respetarla, ya que es un aspecto integral del
carácter del elemento, que debe ser apreciado por la historia que cuenta.
—Tomoko Aoki, maestro de kintsugi (1998)

TEN CUIDADO, QUERIDA.

Incapaz de lidiar con la emoción que podía escuchar en el tono telepático de


Canto cuando estaba a punto de enfrentarse a su padre, Payal cortó el
contacto. Ella sabía que él comprendería. Tenía a 7J. Obtuvo a 3K y sus
rarezas y defectos y.…singularidad.

Él sabría que ella no podía ser otra cosa que un robot cuando se reuniera
con Pranath o Lalit. Los robots tenían una armadura metálica, no podían ser
heridos fácilmente ni aprovecharse de ellos; sobre todo, los robots eran
lógicos, y esa era la mayor ventaja que había tenido en lo que respectaba a
su familia.

Por otro lado, ahora también podía acceder a un nivel de inteligencia que
había encerrado cuando había segregado la parte de ella misma que siempre
había visto como la chica que gritaba.

Ella no lo hacía. Ella era simplemente un aspecto menos comedido de la


naturaleza de Payal.

La Payal Rao que salió de su apartamento era una mujer a cargo de su vida
y digna adversaria. Ella había decidido no teletransportarse, porque

Bookeater
Last Guard
necesitaba mantener la energía en reserva. Ser vulnerable en esta casa era
una receta para un desastre fatal

La onda de choque psíquica golpeó sin previo aviso.

Golpeó una mano contra la pared más cercana para mantener el equilibrio.

Su teléfono sonó al mismo tiempo. − Suriana, − dijo, después de ver la


identificación. − ¿Cuál es el problema?

− Estoy estirada. − Respiraciones breves y agudas. − Fractura importante en


cascada.

Payal. La voz cristalina de Canto entró en su mente cuando Suriana colgó


abruptamente. Asalto masivo de escarabajos. Me dirijo a ayudar a Arran.

Estoy con Suriana. ¿Necesitas ayuda para asignar tareas?

No, detuve a Sophia.

Al regresar a su habitación, cerró la puerta con llave, corrió a acostarse en su


cama para disminuir el riesgo de lesiones por un colapso, luego ingresó al
sustrato.

La onda de choque en la PsyNet tenía que ser enorme, pero la Designación


A no podía preocuparse por eso. Su trabajo consistía en mantener unido el
sustrato.

Le zumbaba la cabeza, la sangre le latía con fuerza en la boca, pero ella y


otros As ayudaron a Suriana a poner el sello en su lugar antes de que sus
mentes latieran de regreso a sus zonas de origen.

El olor a hierro húmedo llenó el aire.

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Mirando su colcha, vio una pequeña extensión de rojo: estaba sangrando
por la nariz. Solo el hecho de que se hubiera acostado de lado impidió que
la sangre manchara su ropa.

Sacó un pañuelo de papel de su bolsillo y lo usó para tratar de detener la


sangre. Era una señal de que había presionado demasiado. Pero como su
cerebro todavía era funcional y todavía tenía todas sus habilidades físicas,
no era nada más allá de una sobrecarga menor.

Canto.

Nunca antes había necesitado a nadie, y cuando él no respondió, fue un


severo recordatorio de que tal necesidad era una debilidad. Se sentía a la
deriva sin él. Si esto era lo que era ser la persona de alguien, y tenerlo
como tuyo, no estaba segura de que le gustara.

¿Pero la idea de dejar ir? No, nunca lo haría. Ahora era suyo.

Y lo necesitaba para funcionar como ancla y como Payal. Así que ella se
limpió la sangre y luego hizo un balance de la situación: La respuesta
coordinada de las Anclas había sofocado la ola de choque en su boca. Eso, a
su vez, había ayudado a que los poderosos psi de la red a arreglaran los
daños y encontraran a los perpetradores.

Un mensaje telepático se deslizó en su mente a través del canal que había


configurado para la Coalición Gobernante. Alerta a la Coalición Gobernante de
Aden Kai: Ataques de escarabajos capturados en el setenta y cinco por ciento de los
casos. Una gran erupción del virus. Una E se está ocupando de eso. Situación
contenida.

Muy rápido, pensó Payal, pero cuando miró la hora en su teléfono, era para
ver que habían pasado dos horas. Sin embargo, ni Lalit ni su padre había
intentado contactar con ella. Parecía que finalmente estaban comenzando a
entender lo que hacía. Si bien ella podía entender a su padre considerando

Bookeater
Last Guard
que era una ventaja ahora que estaba en la Coalición Gobernante, no podía
augurar nada bueno cuando se trataba de su hermano.

Lalit vería su nuevo poder como un insulto para él.

Se levantó, se comió una barra de nutrientes y luego quitó la sábana


ensangrentada de la cama y la coloco en el cesto de la ropa sucia que luego
tele transportaría al equipo de limpieza. Una vez hecho esto, se aseguró de
que su maquillaje estuviera intacto. Dado todo lo que había ocurrido,
necesitaba una inyección de los medicamentos lo antes posible, por lo que
esta reunión no era negociable.

Ya le dolía la cabeza.

Por una vez, su padre no pensó en darle el medicamento. Estaba demasiado


ocupado con una llamada de solo audio, y aunque ella vio su necesidad de
interrogarla, le permitió ir y venir en cuestión de tres minutos. No tuvo
problemas para cambiar el vial por otro.

Su dolor era brutal cuando entró en su apartamento y se inyectó ella misma,


pero pudo ahorrar el diez por ciento del frasco para dárselo a Canto. Una
cantidad tan pequeña no supondría una gran diferencia para ella, y podría
culpar a los continuos deberes de ancla y deberes a la Coalición Gobernante
por cualquier aumento necesario en su dosis.

Teletransportó el vial y su preciosa carga al escritorio de Canto. No todos


los telequinéticos capaces de teletransportarse podrían hacer este tipo de
búsqueda o envío, pero Payal había entendido su mecánica psíquica desde
la infancia. Y dada la pequeña masa del vial, tomó poco de sus recursos de
energía agotados.

Lo tengo, cariño. La pura claridad de la voz de Canto en su mente, el vínculo


entre ellos inundados de protección primaria.

Bookeater
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Payal abrazó esa sensación a su alrededor; ella podría protegerse a sí
misma, lo había hecho toda su vida, ¿pero saber que él pensaba que ella
valía la pena proteger? Significaba todo. La sensación desencadenó otro
pensamiento, y cuando regresó a su trabajo, se encontró mordisqueando
una pregunta que había surgido por primera vez en su mente durante su
encuentro con Sophia Russo.

La NetMind había hecho mucho para proteger a los Es. ¿Por qué no había
protegido las anclas? Eran igualmente fundamentales para la supervivencia
de la Red. Así como sin Es, eventualmente no habría Psy cuerdos, sin las As
no habría PsyNet. El tejido psíquico se ondularía, se doblaría y colapsaría.

Lo que dejaba solo una respuesta: NetMind había hecho algo.

De todo lo que había aprendido desde su incorporación a la Coalición


Gobernante... gracias a su nuevo acceso a una serie de bases de datos
ultrasecretas: la neosentience había hecho demasiados movimientos de
juego largo para haber dejado caer esta una bola tan mal. Pero fuera lo que
fuera lo que había hecho, no podían verlo. Así que Payal miraría y seguiría
buscando hasta que encontrara la respuesta.

Lo primero que hizo fue iniciar sesión en la base de datos privada de Canto
en la Designación A y empieza a leer. Había recopilado mucha
información. Eso se desplazó en su mente, pieza tras pieza tras pieza. Hasta
que para el momento en que ella se acostó a dormir, su cerebro estaba en
piloto automático, moviendo las piezas de un lugar al otro, verificando
detalles, encontrando conexiones.

Conexiones.

Fue la primera palabra en la que pensó cuando se despertó. − Pero no hay


zonas superpuestas, − murmuró mientras se preparaba para el día.

El problema ocupó su mente cuando eligió una falda en negro que abrazaba

Bookeater
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sus caderas y llegaba a la rodilla, y la combinó con un caparazón de seda sin
mangas con un cuello alto, en rojo vivo. Tacones negros y un ancho cinturón
negro remataban el atuendo.

Hoy mantuvo su maquillaje desnudo, pero por el toque de rojo en sus


labios. Su cabello, se recogió en un elegante moño. ¿Canto? ¿Estás despierto?

Si. He estado tratando de encontrar una solución al problema del tejido conectivo.

Tejido conectivo.

Payal se detuvo en el acto de maquillarse, la respuesta casi dentro de su


alcance, pero se escapó antes de que pudiera capturarla. Frustrada, no
obstante, ella, lo déjalo ir por el momento. Nikita envió un aviso sobre otra
reunión de la Coalición. Será mejor que inicie sesión. Ven conmigo.

KALEB sabía que la reunión era necesaria, dada la devastación a lo largo


la red. Hubo demasiado daño, demasiadas piezas rotas, también muchas
lágrimas. Todavía preferiría estar ahí afuera tratando de reparar el daño que
en esta reunión de comunicación.

− Nos paramos sobre una cáscara de huevo agrietada, − dijo Payal en su


franco y preciso camino.

− No, − respondió. − No hay forma de reparar un huevo roto. Repararemos


esto. − Porque Sahara le había pedido que salvara el mundo, y él le hizo una
promesa. Era una promesa que la retorcida oscuridad dentro de él iría a los
confines de la tierra para mantener, la única cosa que no sacrificaría era a
Sahara.

Por eso finalmente hizo la llamada de que la red debería ser cortada en
pedazos. No había otra forma de mantener su tejido psíquico dañado. Que

Bookeater
Last Guard
el plan había demostrado ser defectuoso no significaba un fracaso, pero que
no tuvieran un respaldo sí; la oclusión les había dado tiempo, nada más.

Payal le dirigió una larga mirada y luego inclinó un poco la cabeza. −


Quizás debería llamarlo un vaso agrietado. En Japón, existe un arte
llamado kintsugi, los maestros del arte usan oro y otros metales finos para
reparar tales grietas, por lo que el artefacto resultante es más hermoso
debido a sus cicatrices, no independientemente de ellas. − Los ojos sin
estrellas sostuvieron los suyos. − Solo tenemos que encontrar nuestro oro.

Pero no hubo respuestas ese día, y Kaleb se desconectó tan frustrado como
cuando se conectó.

PAYAL miró a su organizador después de salir de la reunión. Un solo


mensaje de prioridad estaba en la parte superior de la cola: Tu padre requiere
tu presencia.

Una bola de fuego caliente en su estómago, oscura y peligrosa.

La voz de Canto golpeó su mente al instante siguiente. Llevé tu muestra a


Ashaya y Amara Aleine.

Ella conocía esos nombres. Todos los que tenían algún interés en la ciencia
sabían esos nombres. Se decía que los científicos gemelos eran genios solos,
y más allá de eso cuando estaban juntos. ¿Cómo? Payal tenía muchos
contactos, pero ella nunca logró acercarse a los Aleines.

Silver a Valentín; Valentín a Lucas Hunter, alfa de DarkRiver; Lucas a Ashaya, ya


que ahora es miembro de su manada. Un toque a lo largo de su vínculo. Los
Mercants tienen que ver con las conexiones.

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De nuevo esa palabra: conexiones.

Su cerebro buscó lo que no podía ver, se quedó corto.

Ella obligó a su mente a volver al punto que tenía entre manos. Pero, ¿por
qué lo aceptarían? Payal no era nadie para ellos.

Interés científico, y porque transmití la información de que esto era para un


ancla. Los Aleines estan lo suficientemente arriba en la superestructura del Consejo
para ser conscientes de la escasez de anclas. Amara, por lo que se de ella,
probablemente no fue influenciada por eso, ya que las gemelas ya no están en la
PsyNet, pero Ashaya tiene un hijo y debe haber pensado en las vidas en la red.

Payal no sabía mucho sobre los Aleines en términos de personalidad, pero


una vez escuchó a su padre decir que Lalit era el Amara Aleine de la familia
Rao. Había sido hace tiempo, y ella realmente no había entendido de lo que
él estaba hablando, sólo que en ese momento había estado disgustado con
Lalit.

¿Han dicho algo todavía?

No. Pero si alguien puede encontrar la solución, ellas la encontrarán.

Los dos terminaron allí la conversación, sin despedirse. Para ellos no era
necesario, porque incluso separados por miles de millas, Payal y Canto
nunca se separaban, el vínculo entre ellos un ser vivo luminoso con
emoción.

Vivía dentro de ella, como ella vivía dentro de él.

La Payal de antes, la que aún no había vuelto a ver a Canto, habría creído
que tal cosa debía ser intrusiva, pero no lo era. Ellos no se vigilaban el uno
al otro. No, era más parecido a saber que si ella extendía una mano,
él estaría allí para agarrarla. Que siempre estaría ahí.

Bookeater
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Una palabra flotaba en la punta de su lengua, una palabra tan grande, una
emoción masiva.

Con el aliento tembloroso, la apartó. Aún no. Ella no estaba lista para
enfrentar eso ... esperar eso. Se sentía como pedir demasiado.

Después de hacer ejercicios de respiración para recuperarse, tomó una


última mirada en el espejo antes de dirigirse a su padre. Sunita, su largo
cabello gris cuidadosamente trenzado y su uniforme negro del personal
presionado a una pulgada de su vida, estaba flotando fuera de su habitación
cuando salió. − Señorita Payal, − ella susurró, con miedo por el temblor en
su voz.

Payal se acercó de inmediato a la mujer más alta pero mucho más delgada.

− ¿Qué pasa?

Bookeater
Last Guard
44
Asesinato más repugnante, como en el mejor de los casos. Pero esto de lo más repugnante,
extraño y antinatural.
—De Hamlet por el dramaturgo humano William Shakespeare
(siglo 17)

− TU HERMANO, − dijo SUNITA, lanzando la mirada hacia el pasillo. − El


destruyo su suite anoche. − Ella retorció sus manos. − Él no ha perdido el
control así desde el día en que salvaste a Visha.

La mente de Payal destelló a una imagen de las heridas de Visha, la mancha


de rojo en el marrón de su piel. − Gracias. Ahora, quiero que desaparezcas
por unos pocos días: registre una licencia de salud en el sistema. Yo lo
autorizaré. − Si su hermano estaba enfurecido, entonces la mujer mayor no
estaba a salvo. Lalit podría ignorar a los sirvientes, pero no podía correr el
riesgo de que él no se hubiera dado cuenta de que Sunita era de Payal.

La mujer mayor, lucía un buen frente silencioso la mayor parte del tiempo,
pero claramente se había liberado de los grilletes del protocolo con mucho
más éxito que la mayoría de los psi de su edad, la miró con ojos
angustiados. − Estarás sola.

Payal siempre había pensado que la suya era una relación estrictamente de
interés, pero había miedo y preocupación en los ojos de la otra mujer. Ella
podía verlo claro como el día ahora que ya no estaba bloqueando su centro
emocional. La sacudió saber que se había cegado a sí misma de una manera
tan destructiva.

− Soy un cardenal Tk, − dijo con suavidad. − Él nunca va a ser tan fuerte

Bookeater
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como yo.

Sunita se resistió. − No peleará de frente. Será como una serpiente,


deslizándose por debajo de la puerta mientras duermes, así era como era de
niño, tan astuto que te lastimó mientras tu padre no miraba. Traté de mirar,
de encontrar maneras de distraerlo, pero yo solo era una sirvienta.

Sin duda en la mente de Payal de la profundidad de la preocupación de


Sunita. – Me asegurare de nunca bajar la guardia. − Ella puso una mano
gentil en el hombro de Sunita, sintiendo la protuberancia del hueso allí; ella
había investigado la nutrición de Sunita en el pasado, se enteró de que la
otra mujer comía una dieta normal; la estatura delgada era un rasgo familiar
y no motivo de preocupación médica. − Pero te necesito fuera de aquí, así no
tengo que preocuparme por nadie más.

Sunita vaciló de nuevo antes de asentir por fin. − ¿Debería irme ahora?

− Sí. Vete. − Una tormenta se había estado acumulando en el horizonte


durante mucho tiempo...su ascensión a la Coalición Gobernante solo habría
alimentado la furia de Lalit.

Después de que Sunita se fuera a toda prisa, Payal llamó deliberadamente a


su hermano al teléfono para mantenerlo distraído. − ¿Padre te ha llamado a
su habitación también? − ella preguntó. − Necesito discutir algo con ustedes
dos.

− No, − ronroneó Lalit, y contenía veneno. − No soy parte de la Coalición


Gobernante, después de todo.

Sí, la tormenta estallaría pronto. − Encuéntrame ahí. Trae una actualización


de la versión del archivo Tirawa. −Ella lo hizo una orden porque tenía que
actuar como siempre había sido con él, cualquier otra cosa, y él sospecharía
que ella había sido advertida de su rabieta. − Diez minutos. − Le tomaría la
mayor parte de ese tiempo poner junto el viejo expediente, y Sunita estaría

Bookeater
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muy lejos de la casa para entonces.

− Si jefe.

Se detuvo de mirar hacia una de las cámaras de seguridad mientras le habló


a Canto. ¿Puedes verme ahora?

Si. Sin ser espeluznante, solo necesito cuidarte en ese lugar.

No me importa Ella no era "normal" y él tampoco. Este era su normal. Voy a


ver a mi padre.

No tengo señal de ingreso en el apartamento de tu padre. Palabras


sombrías. Tendrás que avisarme si hay un problema.

No debería haberlo. Probablemente quiera hablar de política y cómo puedo usar mi


posición en beneficio de la familia.

Te mantendré a la vista el mayor tiempo posible.

Payal siguió caminando sintiéndose como si estuviera allí a su lado.

Al llegar a la puerta del apartamento de su padre poco después, dejo a un


lado todos los pensamientos extraños. El asistente de Pranath Rao la
acompañó dentro de la habitación de su padre, donde Pranath se sentaba en
la cama, se había duchado y se vestido con una camisa blanca con cuello
levantado. Una manta de fina lana negra cubría su mitad inferior.

El escritorio de su cama estaba lleno de documentos y organizadores.

− Un momento, Payal.

Usó ese tiempo para hacer una exploración sutil de la habitación. Los
espejos a su espalda todavía estaban en su lugar, pero no sentía mentes en

Bookeater
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esa área. Eso podría ser cierto, o podría ser un escudo complejo. Se podía
hacer, aunque era difícil trabajar. Hasta donde ella sabía, las únicas
personas que mantenían regularmente tales escudos eran las Flechas.

Su padre no habría contratado a cualquiera para sus guardias; su gente


estaría altamente capacitada. No Flechas, ya que las Flechas no se podían
comprar. Mercenarios, entonces. Posiblemente restos de la superestructura
del Consejo, gente que se las había arreglado para escapar porque habían
mantenido las cabezas bajas.

− Padre. − Lalit entró en la habitación.

Pranath miró hacia arriba. − Me informaron que estabas aquí. − Un


recordatorio de que él sabía todo lo que pasaba en Vara. − Pero esta es una
reunión privada, Lalit.

− A la que Payal me invitó, − dijo Lalit con aparente ecuanimidad.

− Necesitamos discutir la oferta de Tirawa que acaba de llegar. − Payal


centró la mirada en la de su padre. − Quiero que Lalit dirija esa negociación.

La cabeza de Lalit giró hacia ella, pero no dijo nada. Pranath, por el
contrario, dejó a un lado el organizador en el que se había centrado y dijo: −
¿Hay alguna razón por la que no quieras manejar personalmente un trato
tan importante?

− Soy parte de la Coalición Gobernante, − señaló. − Hay ciertos deberes que


debo realizar y que a veces me llevarán lejos. Lalit es más que capaz de
cerrar esto.

− ¿Lo eres? − Pranath le preguntó a su hermano. − Has estado deslizando de


tarde. ¿De verdad pensaste que no escucharía que demolías tu suite? Ese
tipo de falta de control es de un niño. − Ella no lo esperaba. No entonces.

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Lalit había usado su telequinesis para levantar a Pranath y romperle el
cuello antes de que su padre se diera cuenta de lo que estaba pasando. −
Adiós, querido Padre.

No respondió ningún guardia.

Pranath no había tenido a nadie en espera. Solo esperaba a Payal. A quien


tenía atado.

Empujó a Lalit telequinéticamente al otro extremo de la habitación cuando


él comenzó a volverse hacia ella. Se estrelló contra la pared, saliendo grietas
en cada dirección… luego sonrió y dijo: − Tú y yo, hermanita. Oh espera,
nosotros tenemos otra hermana, ¿no es así? Luego desapareció.

¡Canto, Lalit acaba de matar a nuestro padre! ¡Creo que va por Karishma! Ella se
teletransportó una fracción de segundo después, directamente al espacio
vital de Karishma en la escuela... justo a tiempo para ver a Lalit salir de
allí. Pasó tan rápido que no podía decir si había tenido a alguien con él. −
¡Kari!

Ella no está en la escuela, ¿recuerdas? La voz tranquila y clara de Canto. Le


dijiste a ella y Visha Ramachandran que se fueran de vacaciones a una propiedad
rural que tu posees.

El pánico de Payal disminuyó. Sí, y Lalit no tiene conocimiento de esa propiedad.

Acabo de usar tus contraseñas para acceder al sistema de seguridad de la propiedad


vacacional, agregó Canto. Puedo verlas, están bien, haciendo un rompecabezas en
la sala de estar. Si Lalit pudiera llegar allí, él ya lo estaría.

Gracias. Su mente volvió a enfocarse, volvió a la suite de su padre.

Las puertas se abrieron de golpe en el mismo instante, los guardias de


Pranath Rao llegaron demasiado tarde.

Bookeater
Last Guard
Ella les devolvió el golpe con su Tk antes de que pudieran levantar sus
armas. − Mi hermano ahora es un asesino. − Uno que estaba grabado,
porque no tenía ninguna duda de que su padre tenía un sistema de
seguridad que registraba todo. Incluyendo el adiós vicioso y burlón de Lalit,
y la forma en que había levantado ligeramente su mano derecha en el
momento exacto en que Pranath fue asesinado. Un pequeño tic, pero uno
que Lalit se había desarrollado joven; no sería difícil probar que, de los dos,
él era el que había cometido el asesinato.

− Llame a la aplicación de la ley y envíe una alerta de que es peligroso y


buscado por el asesinato de su padre. − El plan de Lalit debía ser sacarla a
ella también, luego tomar el control de todo el imperio Rao. Pero en el
instante en que ella hiciera público su crimen, ella lanzaría un golpe enorme
en su plan, y podría simplemente expulsarlo.

El secretario de su padre tosió. − ¿Está segura, señora? Este es un asunto


familiar.

− Estoy segura, − dijo, su voz ártica. − Esta es mi familia ahora. Si alguna vez
necesito repetir un pedido de nuevo, no le gustará. − Sin inmutarse, sin
reacción, pero el hombre de mediana edad comenzó a hacer la llamada.

Su cooperación no equivaldría a una posición al lado de Payal, ni siquiera


en la expansión de las empresas Rao. El secretario había visto demasiado y
se permitió demasiado. Payal nunca confiaría en él.

Girando hacia los guardias, dijo: − Fuera. – Estando seguro de que Canto
estaba cuidando a su hermana, ella vigilaría el cadáver de su padre hasta la
llegada de los investigadores. Ella no confiaba en el secretario y los otros
para no decidir que Lalit era la mejor opción e intentar ayudarlo
removiendo el cuerpo de Pranath.

Lo que no hizo fue registrar a su padre. No habria guardado nada sobre él

Bookeater
Last Guard
que le diera una respuesta cuando se trataba de la droga. No, él se habría
llevado ese secreto a la tumba con él. − Bravo, padre. Ganaste esta ronda. –
Pero el juego aún no había terminado.

Seis días más antes de que su tumor comenzara a activarse.

CANTO se aseguró de tener a Karishma y Visha en su pantalla central. A su


alrededor estaban las imágenes de las cámaras en Vara. Él también se acercó
a todos sus topos en el campamento de Lalit. Nadie lo había visto, y las
cámaras de seguridad tampoco podían verlo.

Entonces ahí estaba él, literalmente rompiendo su camino hacia la suite de


Payal.

Payal, ha atravesado una pared y ha entrado en tu apartamento. Voy a manejar


esto. Joder, había tenido suficiente. El hombre era un psicópata y un asesino,
y Canto no estaba dispuesto a permitirle que se escabullera y empezara a
cazar a Payal desde las sombras. No me detengas.

Hazlo, dijo ella. No quiero que Kari mire por encima del hombro toda su vida. Por
eso está en mi apartamento, tratando de encontrar la forma de llegar a ella.

Allí estaba su 3K. Pensando en otra persona en lugar de en ella misma. Pero
todo lo que importaba era que ella no se interpusiera en su camino. Necesito
entrar en su organizador privado. Ella le había enviado un mensaje anoche,
pero ella no lo había tenido con ella cuando salió del apartamento, lo que
significaba que era muy probable que estuviera en su dormitorio.

Payal le envió por teléfono la información necesaria.

− Gracias, bebé, − murmuró, sus dedos volando sobre el teclado. − Es hora

Bookeater
Last Guard
de sacar la basura. − Hizo ping en su organizador; él ya había apagado el
control de la pantalla de forma remota y subió el volumen.

Como si Payal hubiera cometido un error y lo hubiera dejado desbloqueado.

Su mensaje fue simple: Hola, Didi. Payal había compartido como la llamaba
Karishma, le había contado la importancia de la forma de hablar elegida por
Karishma.

Lalit hablaba el mismo idioma, lo reconocería.

Si el hermano de Payal ya se hubiera teletransportado, no funcionaría, pero


Canto no creía que fuera una posibilidad. Lalit quería destruir a Payal, y él
de alguna manera se dio cuenta de que Karishma le importaba. Él estaba en
ese apartamento, buscando.

Una respuesta sonó en la pantalla de Canto: Hola, Karishma. ¿Qué estás


haciendo?

Bombeando adrenalina, Canto le respondió: Esperando tu visita. Me dijiste que


vendrías hoy.

Mantengo mis promesas. Envíeme una fotografía de dónde te encuentras. Me he


distraído, parece que he archivado mal la imagen.

Los labios de Canto se curvaron. Mientras esperaba la respuesta de Lalit,


había extraído una serie de imágenes adecuadas y había editado a las
personas que aparecían en ellas. Dejando solo la ubicación. Luego envió el
mensaje: ¡Oh, está bien! Aquí tienes una foto. ¡No puedo esperar a verte!

Un segundo después, escuchó un paso arriba. Justo donde él había querido


que Lalit entrara.

El hombre había levantado un escudo telepático y se movía con cuidado.

Bookeater
Last Guard
Encendiendo su equipo de grabación, Canto giró su silla para mirar hacia la
puerta de su sala de comunicaciones, su mente en calma y el arma que
deslizó en su mano tan fría como el vidrio.

− Kari, oh dulce Kari. − La voz de Lalit era cantarina mientras bajaba por las
escaleras. − ¿Qué estás haciendo en este lugar con tantos árboles? He venido
a llevarte a casa, hermanita. − Una pequeña risa. − Te voy a enviar a ver a
Padre.

Canto no apartó su atención de la puerta.

La sorpresa de Lalit al encontrarse cara a cara no con su hermano menor,


sino con un canto armado era casi que cómica. Sus ojos llamearon.

Ese único momento de indecisión fue todo lo que Canto necesitó.

Un solo tiro. Centro en la frente.

No había otra forma de ganarle a un poderoso telequinético.

Lalit se estrelló contra el suelo, muerto antes de que él lo golpeara, pero


Canto cruzó y verificó para asegurarse de que realmente se había ido. −
Abuela, − murmuró: − Estarías orgullosa de mi precisión.

Ena lo había hecho practicar cuando era adolescente hasta que pudo
disparar desde una mosca a una manzana. Hoy, ese entrenamiento había
terminado con una pesadilla para Payal. Ahora ellos tenían que averiguar la
respuesta a la segunda, porque incluso los Aleines no eran mágicos. No
podrían encontrar respuestas en cuestión de días.

Él y Payal tenian que localizar el alijo de medicamentos de Pranath, para


comprarle tiempo.

Bookeater
Last Guard
Canto, la mente de Lalit simplemente desapareció de la PsyNet.

Deslizando su arma, Canto dijo: Él vino aquí. Yo me encargué. ¿Dónde quieres


su cuerpo? Lalit no podía desaparecer; la gente tenía que saber que estaba
muerto.

Sonidos desde arriba, pies volando escaleras abajo. La mujer que apareció
en la puerta era su 3K, la furia en su rostro y la determinación en su
cuerpo. − Estas bien. − Ignorando a su hermano muerto, se acercó y apoyo
sus manos en sus hombros, su pecho palpitante. − Canto, estás bien. Vino
aquí para matarte.

− No. Quería matar a tu hermana. − Canto no se sintió culpable en absoluto.

Agarrándola por la nuca con una mano, la besó con fuerza. − Creo que
necesitas reaparecer con él para que nadie dude de tu poder. Diles la
verdad, que invadió la casa de un Mercant y recibió un disparo como
resultado. − Nadie iba a ir detrás de Canto por eliminar a un hombre que ya
había cometido un asesinato ese día. − ¿Porque nosotros dos? Estamos en el
exterior ahora.

Payal frunció el ceño. − No te gusta estar en público.

− Me gusta estar a tu lado. − Luego frunció el ceño. − Bebé, estás exhausta.


Tus jodidos pómulos son como vidrio. Déjame traerte algo de comida,
entonces puedes teletransportarte a casa.

Payal se limitó a mirarlo durante un buen rato, antes de dar la más pequeña
sonrisa. − Está bien, 7J.

Bookeater
Last Guard
45
La NetMind se siente como un gatito en mi cabeza hoy, Max. Emocionada, nerviosa y muy
joven. Como si pudiera sentir algo en el horizonte que la hace feliz.
—Sophia Russo a Max Shannon

Las consecuencias de la muerte de su padre y la muerte de Lalit le llevaron


a Payal menos tiempo para manejar de lo que ella podría haber
predicho. Resultó que Lalit tenía muy pocos leales, y a aquellos los despidió
desde el principio. En cuanto a la gente de su padre, eso fue más
complicado, muchos eran altamente calificados y necesarios para el
negocio.

Al final, se quedó con la mayoría. No con los que eran como el secretario,
pero había muy pocos en ese círculo más íntimo. En cuanto a los demás...
aunque ellos no eran personas en las que confiaría como confiaba en
aquellos que habían sido leales a ella cuando tenía poco poder, ahora eran
de ella. Sabían que ella no había asesinado al hombre a quien habían sido
fieles, y por lo tanto habían trasladado su lealtad de padre a hijo.

También estaba planeando un cierto nivel de alteración. La familia Rao


nunca más volvería a funcionar como lo había hecho con Pranath. Por un
lado, su hermana regresaba a casa, después de que Payal limpiara a Vara de
cualquiera que pudiera hacer que Kari se sintiese imperfecta o como un
error o de alguna manera menos.

En cuanto a Lalit, la aplicación de la ley había entrevistado a Canto,


decidiendo que les estaba contando la verdad después de ver las imágenes
de vigilancia del enfrentamiento, y que fue el final del mismo. Ella había

Bookeater
Last Guard
tenido la sensación de que todo el asunto no había sido nada más que
teatro, la decisión ya tomada entre bastidores.

− Tanto poder, Canto, − le dijo Payal a continuación, mientras ella estaba


junto a él en el punto de vista externo más alto en Vara, Delhi, envueltos en
el primer arrebato de la noche a su alrededor. − ¿No tienes miedo de que te
corrompa? Los Mercants tenía tentáculos en todas partes, podrían
posiblemente pervertir cualquier sistema.

− Arwen vivió dentro de mí durante diez años de su vida. No podría ser


malvado ni, aunque lo intentara con todas mis fuerzas. − Puso una mano en
su espalda baja, el contacto tan amiliar como el toque de su vínculo.

− Pero incluso sin eso, − agregó, − has conocido a mi abuela. Ella es la fuente
de la que todos nosotros fluimos, como ella fluyó de la fuente de su abuela,
todo el camino de regreso al Mercant que fue el caballero de un rey. Nunca
hemos olvidado quiénes somos. − Él la empujó hacia él.

Acurrucarse en su regazo era una segunda naturaleza para ella ahora, y lo


hizo con facilidad, apoyando su cabeza contra su hombro mientras él
envolvía sus brazos a su alrededor. − Quiero construir ese mismo tipo de
honor en la línea Rao, − dijo confesando. − Quiero que los que vengan detrás
de mí sean buenas personas.

− Entonces sucederá, − dijo Canto. − Nada se interpone en el camino de


Payal Rao cuando se ha decidido por algo.

Un punto de dolor en la sien de Payal, un recordatorio de que se enfrentaba


a un obstáculo sobre el que no podía elaborar una estrategia y que incluso la
red Mercant no podia arreglar. Canto había ido tan lejos como para localizar
a un Tk que trabajaba en el nivel micro-med, una habilidad tan rara, rara, y
habían discutido sobre 'exportar los tumores fuera de su cerebro'.

Pero la cosa era que la enfermedad que creaba los tumores venia de su

Bookeater
Last Guard
conexión al sustrato. Crecerían una y otra vez, y la posición de los tumores
significaba que incluso la extirpación quirúrgica telequinética más suave
podría causar daño permanente.

− Estás sufriendo. − Canto odiaba no poder arreglar esto para Payal,


lo odiaba. Había utilizado todas las conexiones posibles, al igual que todos
los miembros de su familia, y todavía nada.

Payal se incorporó y lo miró a los ojos. − Nos pusieron en ese lugar para
morir, Canto. Sin embargo, aquí estamos, vivos y prósperos, y ambos están
muertos. − Una salvaje sonrisa por la locura en ella. − Vamos a ganar esto
también.

− Sí, lo haremos. − De ninguna manera la dejaría ir. Él quería llenar su vida


de alegría hasta el borde, y luego más. Quería amarla hasta que ella
lo esperara, hasta que lo diera por sentado.

Su beso fue una maraña salvaje interrumpida por temblores en el borde de


sus mentes.

Al separarse, miraron hacia adentro, vieron las ondas en la Red. Otra


fractura. No en sus zonas y no lo suficientemente grandes como para que
tuvieran que responder para ayudar. Pero fue suficiente para romper el
momento en dos, porque eran anclas, y era su deber mantener la Red en su
lugar.

Un lamento agudo llenó la mente de Canto, las lágrimas susurradas de otras


anclas llevadas por el sustrato. No había podido escucharlos antes de
comenzar a configurar la red de anclaje, pero era como si con el contacto
hubiera surgido una conexión. − "Todas nuestras anclas están al borde de un
colapso total.

− Es aplastante no poder hacer la única cosa para la que naciste. − Los ojos
de Payal no tenían estrellas, el aire nocturno soplaba su cabello suelto hacia

Bookeater
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atrás a su cara.

− ¿Cómo pudo la NetMind permitir que se pusiera tan mal? − Canto no iba a
culpar al neosentience, nunca haría eso. El simplemente no podía
comprender por qué había hecho esta elección. − Protegió a los Es. ¿Por qué
no hacer lo mismo para la designación A sin la cual PsyNet no puede
existir? ¿Crees que estaba evolucionando mucho antes de que nos diéramos
cuenta? − Había sido tan vibrante, tan joven durante su infancia, una vasta y
creciente experiencia.

Un repentino estallido de luz de estrellas en la obsidiana de la mirada de


Payal. − Yo quiero comprobar algo.

ELLA se sumergió en el sustrato sin esperar una respuesta porque sabía que
Canto la seguiría hasta este lugar que era su casa psíquica. La maleza la
enredaba, más espesa que nunca. Entonces ahí estaba él: su Canto. Cuyo
lenguaje del amor era la comida y el contacto físico, y que entendía que la
suya era una posesividad salvaje, eso significaba que ella tocaba su vínculo
constantemente.

− No puedo creer lo rápido que estas cosas se han apoderado del sustrato, −
dijo, apartando una de las malas hierbas llenas de espinas. − ¿Cuánto
tiempo ha pasado? ¿Veinte, veinticinco años desde que comenzó?

Chispas de luz en el cerebro de Payal, fusionándose en un todo


deslumbrante. − ¿Qué edad tiene la variante Es? ¿Los que limpian la
PsyNet? Le habían hablado de ellos como parte de su informe de la
Coalición Gobernante, y Canto lo sabía porque a los Mercants les gustaba
saber cosas.

− Puedo averiguarlo, − dijo Canto. − ¿Por qué?

Bookeater
Last Guard
− Porque la NetMind nunca nos abandonaría.

− ¿Crees que estas no son malas hierbas? − La mente de Canto bailaba


dentro y fuera de las hebras marrones ásperas. − No lo sé, cariño. Las cosas
no hacen más que tomar espacio en el sustrato.

− ¿Estamos seguros? ¿Las hemos mirado alguna vez de verdad? − Ella corrió
su mano a lo largo de una de las malas hierbas. Brillaba con luz como
siempre lo hacían las malas hierbas cuando un ancla las rozaba. − Recuerdas
cómo Arran mencionó que se quedó atrapado en un racimo y tuvo que
luchar para salir?

− Es peligrosamente agresivo.

− ¿Y si no estaba tratando de lastimarlo?

− ¡Payal, espera!

Pero su mente vio las posibilidades y supo que Canto la rescataría si


necesitaba rescate. Porque ella era su persona. Ella se zambulló
directamente en el medio de un espeso matorral de malas hierbas, sin luchar
cuando se envolvieron alrededor de su presencia psíquica. Se sentía como
estar envuelto en cuerdas, pero solo al principio.

Payal! ¡Ya no puedo verte!

Estoy bien. Creo que sé qué hacer. Porque las cuerdas ahora eran parte de
su presencia psíquica, parte de su ancla.

Abriéndose con esas cuerdas atadas a ella, se extendió y propago. Todos los
pequeños ganchos espinosos agarraron el sustrato para darle más
estabilidad mientras enviaba su energia de anclaje a lo largo de cada uno de
las cuerdas de una manera que la convirtió en el centro de un enorme
organismo psíquico.

Bookeater
Last Guard
Tocó la zona de Shanta, la superpuso hasta el centro. Ella tocó la zona de
Prabhyx que también se superponía a eso. Luego, las As en sus lados
restantes. Ahora era el ancla más grande de todo el sustrato.

CANTO se quedó sin aliento.

Ella era gloriosa. Las "malas hierbas" fibrosas se habían ablandado y


adquirido resplandor azul de una mente ancla en el sustrato, Payal el núcleo
de una enorme célula viva que tenía venas y arterias que fluían con
energía. La NetMind les había dado un obsequio final antes de que la raza
psi la consumiera con sus decisiones terribles y su incapacidad para abrazar
su naturaleza. − Estás magnífica.

− Me siento más grande. Más fuerte. − Energía pulsada a lo largo de las


venas y arterias, un impresionante espectáculo de luces que limpió todo el
smog que había borrado la claridad del sustrato.

Se obligó a prestar atención a los aspectos prácticos. − Las espinas, sólo se


adhieren al sustrato si un ancla les está alimentando con energía.

− Sí. Pero no se están alimentando de mí. Es más... amplificando.

Un miedo frío repentino en sus entrañas. − ¿Puedes desconectarte?

− No hay necesidad, − dijo. − Estas malas hierbas, necesitamos otra palabra,


ahora forman parte de mi punto de anclaje. Nos permiten extendernos lejos
mucho más delgados, porque el punto de anclaje se mantendrá como
resultado de todos los pequeños puntos de anclajes creados por las espinas
a lo largo del camino.

Bookeater
Last Guard
La mente de Canto lo estaba llevando de regreso a su punto de anclaje,
porque incluso mientras existía en el mismo espacio físico que Payal, su
ancla permaneció bloqueado en su lugar. − Necesitamos hablar más sobre
esto.

− Te seguiré a tu zona.

Canto se permitió volver de un latigazo a su zona, solo se relajó cuando


su mente apareció después de la de él, como de costumbre. Su punto de
anclaje podría haber florecido en una entidad sobrenatural, pero no la había
enredado con cuerdas de las que ella no pudiera escapar.

Mientras ella miraba, él se movió hacia un matorral de malas hierbas.

Se cerraron a su alrededor, los zarcillos se convirtieron en parte de su


mente, hasta que vio por qué Payal no estaba preocupada. Que ahora
controlaba estos zarcillos, y cuando se desplegaron, su punto de anclaje
creció y creció.

Y creció.

− Eres una constelación, Canto, − susurró Payal antes de viajar de regreso a


su zona.

La próxima vez que hablaron, fue telepáticamente, ambos en sus cuerpos en


el plano físico en Vara, sus mentes entrelazadas en una danza de azul
brillante.

¿Viste las pequeñas chispas blancas en la maleza?

Niños. La alegría lo quemó. Anclas bebés. Podemos identificarlos, protegerlos.

¿Es esta la respuesta? ¿Podemos salvar la Red de esta manera?

Bookeater
Last Guard
No. Fue terrible decirlo, pero era la verdad. El sustrato es sólo una parte de la
Red. Y la podredumbre continúa arriba. Los anclajes continúan muriendo. Pero esto
nos da tiempo para encontrar otra solución. No meses. Creo que dos o tres años.

Deberíamos probarlo. Ver si funciona para todos nosotros.

Le preguntaron a Suriana y Arran. Suriana respiró hondo y estuvo de


acuerdo mientras que Arran estaba receloso, pero decidido. Ambos pronto
exclamaron ante la aguda claridad de sus mentes, la repentina abundancia
de vida en el sustrato, sin lentitud.

Bjorn fue el siguiente… y lloró. Oyeron las lágrimas en su voz. – Que


maravilla... Me duele el corazón por la NetMind, este niño al que rompimos
demasiado joven. Y, aun así, nos cuida.

La propia angustia de Canto se entremezclaba con una rabia quebradiza y


agudos fragmentos de esperanza. Necesitaba hablar con Sophia, ver si
estaba de acuerdo con compartir su conocimiento de la supervivencia de la
NetMind con el resto de la Designación A.

Ager le habían dejado para el final, ya que era de los más viejos y más
propensos a sufrir de una conmoción si algo salía mal, pero no se dejarían
disuadir. Y el efecto sobre ellos fue el más asombroso de todos. − Puedo
respirar, − dijo en el comunicador el día después del experimento, su rostro
más lleno y menos arrugado, sus ojos brillantes chispas. − ¡Me siento veinte
años más joven!

Comenzaron el siguiente nivel de experimentos al día siguiente.

Cada uno de los As fusionados trajo una A vecina y la hizo fusionar,


también. Todo tuvo éxito.

Pero la verdadera sorpresa llegó cuando Canto dijo: − Veamos si podemos


unirnos unos a otros, de modo que, si un día no tenemos más remedio que

Bookeater
Last Guard
cortar la Red en pedazos, podemos mantener el sustrato unido para que
ninguna ancla muera de hambre.

Resultó que Canto no podía unirse a nadie. Pero todos podían unirse a él.

− Estás construido para ser el núcleo de cualquier estrategia de este tipo, −


dijo Payal. – Eso tiene sentido lógico. Para que esto funcione, necesitamos a
alguien realmente fuerte en el centro, para asegurarse de que se sostiene. No
te mueves. Todos los demás se mueven a tu alrededor.

Canto no estaba seguro de que le gustara estar atrapado en un lugar; le


recordaba gran parte de su infancia. Pero entonces la voz telepática de Payal
entró en su mente: Eres el protector. El que nos mantendrá a todos estables. Sin ti,
fallamos. Y caemos.

Sus palabras le dejaron sin aliento.

Payal Rao, te amo.

Corazón el explotando con una alegría tan grande que no pudo soportarlo,
lo besó mientras se sentaron una vez más bajo el cielo de Delhi, el atardecer
un fuego naranja oscuro alrededor de ellos. Cuando se separaron, ella le
tocó la mandíbula con los dedos. −Solo hay uno de ti, Canto. Una sola súper
ancla no puede salvar a toda la Red.

Canto se inclinó hacia su toque. − No, si alguna vez es necesario utilizar esa
opción, el resto de la Red habrá fallado. Millones estarán muertos.

− Así que tenemos que asegurarnos de no tener que usarlo nunca, − dijo
Payal. − Las malas hierbas son nuestro sistema circulatorio. La NetMind nos
ha dado una oportunidad.

− Tenemos que hacer lo que se nos pide, tenemos que convertirnos en algo
más que estrellas aisladas en la oscuridad.

Bookeater
Last Guard
Payal le sostuvo la mirada. − Vamos paso a paso fuera del vacio. Con cada
paso que tomamos, sacamos la NetMind a la luz.

− Unos pasos, − estuvo de acuerdo. − Voy a hacer de eso mi prioridad,


mientras tú tratas con la Coalición.

− Acordado.

Entonces Canto la rodeó con sus brazos como ella lo hizo con él.
Aferrándose contra las células que se dividían y crecían dentro de su
cabeza, matándola con cada momento que pasaba.

Bookeater
Last Guard
46
Querida Dima: Estoy muy feliz de que te guste el diseño de silla de ruedas propulsada por
cohetes que te envié.
Por el momento, estoy en Delhi, pero podemos discutirlo más después de que regrese a
casa. También, estoy tratando de tener pensamientos de oso, pero necesito más tiempo para
hacerlo bien. Ser un oso no es tan fácil como parece.
—Mensaje de Canto a Dima

KALEB escuchó mientras Payal explicaba lo que los anclajes habían


descubierto a la Coalición gobernante.

− Esta no es una fórmula mágica que borrará nuestros problemas, − dijo en


el comm, − pero nos dará un poco más de tiempo. Si el reloj estuviera
rondando unos pocos minutos para la medianoche, ahora se ha retrasado
quince minutos.

Ivy Jane Zen, su rostro más delgado de lo que había estado hace solo unos
meses, su cansancio impreso en su piel, dijo: − Es suficiente. Para que todos
atrapemos un aliento.

Nikita separó los labios como para discutir, luego los cerró. Nadie más
refutó la declaración de Payal tampoco. Porque Ivy Jane tenía razón. Sí,
todos querían una solución, pero esa solución tenía que mantenerse. O todo
se derrumbaría de nuevo, tal vez en un momento en que la PsyNet no
tuviera a tantos Psy poderosos dispuestos a trabajar juntos por su
supervivencia.

Si esto hubiera sucedido en la época del Concilio, la mitad de la población


ya estaría muerta, sacrificados porque no eran poderosos ni estaban lo

Bookeater
Last Guard
suficiente conectados.

− En esos quince minutos, la Designación A tiene una demanda.

Nikita arqueó una ceja ante la redacción de la declaración, pero,


extrañamente para Nikita, guardó silencio una vez más. Algo estaba
pasando ahí. ¿Quizás era la influencia de Anthony? No, el jefe del clan Psy
NightStar no sabía nada de anclas. Tenía que ser otra persona más cercana a
Nikita que dominara con ella.

Posiblemente su hija.

− Ahora podemos identificar a los jóvenes antes de que se inicialicen. − Las


palabras de Payal fueron enormes rocas chocando contra la tierra. − Lo que
queremos es el respaldo de la Coalición para etiquetar formalmente a esos
niños siendo recién nacidos como A y vigilar su salud a medida que crecen.

No les estaban pidiendo permiso, pensó Kaleb. Los A harían eso. Solo
querían saber si contarían con el apoyo de la Coalición.

−Aceptado, − dijo Adén, hablando por primera vez. − Si necesitas Flechas


acompañantes durante los chequeos, los pondré a disposición.

− Y si necesitas a Es para analizar la situación emocional, − Ivy Jane agregó,


− puede tenernos de guardia.

Flechas-Empáticos-Anclas.

Parecía que un nuevo tipo de red estaba naciendo justo frente a él.

− No veo ningún problema con esto, − dijo Nikita, y Anthony estuvo de


acuerdo.

− Los niños nunca deben ser heridos, torturados o asesinados. − Kaleb miró

Bookeater
Last Guard
a Payal a los ojos, conociendo sus secretos sin conocerlos. − El simple hecho
de que un niño sea una A debería protegerlos como resultado de que los A
son ahora una codiciada designación. − La ascensión de Payal al Consejo,
sus repetidas entrevistas, así como las entrevistas dadas por otras A, habían
ayudado a lograr ese resultado.

Los psi ahora entendieron que todos estaban sobre los hombros de las
anclas. El hecho de que tantos A requirieran atención de alto nivel por parte
de quienes los rodeaban no alteró el hecho de que eran fundamentales para
la supervivencia de la PsyNet.

− Me alegro de que estemos todos de acuerdo en este punto. − La voz de


Payal era tan nítida y distante como siempre, pero Ena había mencionado
que Payal se había unido con Canto. Un poco de información familiar cayó
en la conversación, una tranquila declaración de que Payal ahora era parte
de la más amplia Familia Mercant.

Como Kaleb.

¿Crees que alguien se da cuenta de que los Mercants se están convirtiendo


lentamente en la familia más poderosa de la Red? preguntó la mujer que había
estado con él a lo largo de esta reunión. Silver ejecuta la EmNet. Te llaman
familia y han reclamado a los osos como parientes. Ahora tienen en sus filas el
liderazgo de las Anclas.

No creo que sea una búsqueda de poder, dijo Kaleb. Creo que es al revés. Los
perseguí por quiénes son. Leales. Inteligentes. Implacables. Despiadados. Si se
convierten en un poder aún mayor de lo que son ahora, la Red no tiene nada que
temer.

Calidez a lo largo de su vínculo con Sahara. Admítelo, estás enamorado de Ena.

La retorcida oscuridad en él se rio, encantada con ella. Me llevaré ese secreto a


la tumba.

Bookeater
Last Guard
Su risa lo llenó hasta el borde, incluso cuando se disolvió la reunión de la
Coalición. Cuando el rostro de Payal parpadeó, estuvo seguro de que la vio
hacer una mueca de dolor. Probablemente otra ruptura de la Red, pero nada
hizo eco a lo largo de los caminos de la Net, por lo que no podría haber sido
significativa.

Se teletransportó a su casa en Sahara.

A PAYAL le sangraba la nariz y el pulso le latía con fuerza en la parte


posterior del cráneo. Limpió la sangre con rápida eficacia. Esto había
pasado unas pocas veces antes, cuando había esperado demasiado antes de
tomar su dosis.

Tenía unos dos días más antes de que las cosas se pusieran críticas. Canto
entró en su oficina, los dos habían elaborado un horario de residencia que
funcionaba para sus puntos de anclaje.

Dos semanas en una zona, dos semanas en la otra. Ambos puntos de anclaje
permanecerían estables y podrían vivir juntos. Podrían hacer eso por toda la
vida. Karishma había pedido quedarse en su escuela por el momento, ya
que era familiar y cómoda, pero cuando viniera a Vara para las vacaciones,
por lo cual estaba emocionada de hacer, Payal se quedaría en Delhi mientras
durara.

Todos estos planes que tenían.

Porque iba a sobrevivir. Payal era una sobreviviente. Canto también. −


¿Alguna noticia de los Aleines? − preguntó, sin intentar esconderle el dolor.

Él lo sabía. Siempre lo sabía.

Bookeater
Last Guard
Con líneas blancas alrededor de la boca, dijo: − Ashaya dice que es una
increíblemente obra compleja. Lo descompondrán y podrán diseñarlo hacia
atrás, pero es cuestión de cuánto tiempo llevará. − El vino alrededor del
escritorio de ella. Giró su silla para mirarlo. − Los Aleines están trabajando
todas las horas posibles. Saben que estamos luchando contra un reloj que
hace tic-tac.

− Dos mujeres que nunca he conocido luchan por mí. Yo nunca hubiera
imaginado que tal cosa fuera posible antes de ti. − Tocó con la mano las
cerdas de su mandíbula, la locura en su enojo por las sombras bajo sus ojos,
la tensión sobre sus hombros.

Colocada allí por un hombre tan enamorado del control que preferiría ver
morir a su heredero que vivir sin él. − He enviado un mensaje a todas las
ramas del imperio Rao, alertándolos sobre la transferencia en el poder y las
circunstancias de la muerte de padre. Es posible que sus científicos se
pongan en contacto conmigo.

Payal no esperaba que ante tanta arrogancia de su padre hubiera derrotado


a la familia... siempre había tratado de construir un imperio, una línea
ininterrumpida. Pero él también pensó que se aferraría al poder para
siempre, así que morir con el secreto de la droga podría no haber sido una
decisión intencionada.

Payal podría morir porque su padre se había creído inmortal.

CUARENTA Y OCHO horas después, con un dolor constante en la parte


posterior del cráneo, Payal continuó con la puesta en marcha de una línea
de sucesión. Demasiadas vidas y medios de subsistencia dependían del
imperio Rao para que ella lo dejara en manos de la deriva. Todavía no había
notificado a ninguna de las partes, pero había aceptado la oferta de Canto de

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tener a Arwen en la habitación cuando tenía reuniones con varias personas.

Dejó correr que lo estaba entrevistando para un posible puesto de asistente


secundario, y él desempeñó el papel, tomando notas y buscando
documentos según era necesario. Ruhi, segura de su posición desde que
Payal había hecho un punto para decirle que ella seguiría siendo el
miembro más antiguo del personal de la oficina, lo había tomado bajo su
protección.

Una cosa era innegociable: la sucesión no se podía poner en los hombros de


Karishma. La hermana de Payal era artista, una talentosa. Ella no
comprendía de los negocios lo que Payal entendía de cómo crear una
pintura de tal manera que cobrara vida en el lienzo. Pero la propiedad de
todas las empresas Rao seguiría siendo suya, para pasarlas a sus hijos si ella
así lo deseaba.

Payal tenía la intención de dejar la supervisión de su plan en manos de


Canto.

Él se negó a discutirlo con ella, apretando la mandíbula y cambiando el


tema cada vez que intentaba sacarlo a relucir. Pero ella sabía que, si lo peor
sucediera, él se encargaría de ello, cuidaría de Kari. Porque estaba en su
rincón. Siempre.

− ¿Payal? − Arwen vaciló en el acto de levantarse de la silla frente a la suya.

Los dos habían terminado su última reunión del día, y él estaba ahora libre
para hacer lo que quisiera. Él mencionó ir a ver el arte que se alineaba en las
paredes del piso inferior de Vara.

Su dolor de cabeza sordo en lugar de agudo gracias a la medicación, miró


hacia arriba. − ¿Sí? − La protección era un pulso en sus venas. Había una
dulzura en Arwen que hizo que quisiera envolverlo en algodón.

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Ojos de plata clara buscaron su rostro. − No estás enojada con Canto por
cómo está actuando, ¿verdad? − El tragó. – Él te ama, y la idea de que pueda
perderte, lo hace actuar enojado y gruñón. El se siente indefenso y lo odia
más que nada.

− Lo sé. − Ella todavía tocaba su vínculo compulsivamente, sintió que se


fortalecía con cada hora que pasaba. − No sé cómo protegerlo de esto,
Arwen. − Devastaba a la chica salvaje en ella que Canto estuviera lastimado
después de que ella se fuera.

Porque resultó que ni siquiera una superviviente podría superar este reloj

Con los ojos brillantes de humedad, Arwen negó con la cabeza. − No puedes
protegerlo de la vida, eso es lo que puso a nuestra raza en problemas en
primer lugar.

Ella todavía estaba pensando en sus palabras cuando Canto rodó su silla
hacia su oficina. La oscuridad caía afuera, las luces de Delhi comenzaban a
parpadear a la vida. Deteniendo su trabajo en el instante en que apareció,
ella se levantó para ir a él.

Él la miró ceñudo, pero entrelazó sus dedos con los de ella. ¿Te ves
exhausta? ¿Has comido?

− Te quiero. − No más esconderse de esa gran emoción, no más cobardía. −


¿Lo sabías?

− Si. − Salió tan áspero como su mejilla erizada. − Pero es bueno escucharlo.

− ¿Vamos a dar un paseo por las calles de Delhi? − Ella quería mostrarle su
ciudad, la vitalidad, el caos y el marcado contraste de lo nuevo y lo antiguo.

Los ojos de Canto no tenían galaxias, su mandíbula era una línea brutal,
pero asintió.

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Era una presencia tensa y alerta a su lado cuando salieron por las puertas de
Vara.

Por eso no la sorprendió en lo más mínimo cuando dijo: − Detente. − en un


tono frío a un hombre bajo y delgado que se había abalanzado hacia ella,
desde detrás de un árbol afuera de las puertas. Llevaba un bolso cruzado a
lo largo de su cuerpo.

El hombre patinó hasta detenerse y sus ojos oscuros se dirigieron a Payal. −


Señorita Payal, yo tengo información para usted, − dijo en el dialecto local.

Canto había inclinado sutilmente su silla para que él, y su arma oculta,
estuvieran en frente de ella.

Espera, Canto. Payal le puso una mano en el hombro. Creo que lo reconozco.

El recuerdo tenía unos años y no podía ubicar al hombre, pero no era un


extraño. − ¿Por qué estás acechando afuera? Podrías haberme contactado de
otras formas. − Como directora ejecutiva de Rao, no era fácil acceder a ella,
pero tampoco estaba aislada del mundo exterior.

Miró a su alrededor, como si buscara observadores. − No estaba seguro de


en quién confiar.

Canto, capaz de entender el dialecto porque su vínculo le permitía


conectarse a ella de una manera que iba más allá de lo telepático, dijo, Él es
psi. Buenos escudos, pero nada marcial o extraordinario. No hay armas que pueda
detectar, aunque la cartera es sospechosa y su lenguaje corporal no es
amenazante. Más asustado.

Payal procesó eso y dijo: − Está bien. Hablemos. − Y como vio su mirada
nerviosa y la deglución constante, ella lo invitó a pasar por las puertas de
Vara. Una vez a salvo de los ojos externos, ella lo llevó al jardín y dijo:

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− Puedes hablar libremente. Mi casa ha sido limpiada de aquellos que no me
son leales.

Payal no buscaba la devoción de quienes trabajaban para ella, pero sí quería


saber que podía caminar por los pasillos de su casa sin preocuparse sobre
un cuchillo en la espalda. A Sunita, el miembro del personal que había sido
tan leal a ella, le había ofrecido una generosa pensión si la mujer deseaba
jubilarse, pero Sunita estaba disfrutando de su ascenso a jefa de personal
doméstico y no tenía intención de retirarse.

Fue una promoción que se había retrasado mucho; la hábil y trabajadora


Sunita había sido pasada por alto demasiadas veces a favor de los favoritos
de Pranath.

− ¿Cuál es su nombre? − le preguntó al hombre que la había detenido, el


jardín iluminado con un suave resplandor contra la noche que caía, y las
hojas del árbol de guayaba susurrando en la suave brisa.

− Nikhil Varma. − El sudor salpicaba su piel oscura, aunque no era una


noche calurosa para los estándares de Delhi. − Soy un limpiador. Desechos
químicos y médicos.

Payal inclinó la cabeza. − Un trabajo con cierto riesgo. – Era


significativamente mejor pagado que la limpieza general, pero significaba
voluminosos equipos de protección y una posibilidad de exposición si algo
salía mal.

− Trabajo en una subsidiaria de Rao, − dijo, y usó el dorso de la mano para


limpiar su frente.

− ¿Hay algún problema con los estándares de limpieza? − Todo Rao estaba
destinado seguir las normas ambientales internacionales acordadas desde
hace mucho tiempo que protegían la tierra. Psy, cambiantes o humanos, las
infracciones de esas leyes eran castigadas con dureza y podrían empañar el

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nombre Rao. Incluso a los Psy disfrutaban de vivir en un entorno
contaminado.

− ¿Qué? − Sus ojos se agrandaron. – No. No. Hago mi trabajo. Lo hago bien.

− No quise dar a entender lo contrario. ¿En qué subsidiaria trabaja?

− Raja MedChem.

− Esa no es una de mis empresas. − Payal tenía el nombre de todas las


principales y empresas menores que figuraban en una base de datos mental
interna.

− Ah. Solo fue eso. − Nikhil lanzó una mirada hacia Canto antes de cambiar
su atención de nuevo a Payal. − Escuchamos en el laboratorio que habías
enviado un cambio de aviso de propiedad a toda la empresa, pero no llegó
nada a Raja MedChem. Esperamos y esperamos, pero todavía nada.

Volvió a secarse la frente. − He sido el limpiador allí durante años. No me


consideran una amenaza. Hablan a mi alrededor... y los escuché hablar
sobre simplemente hacerse cargo silenciosamente del laboratorio. Cambiar
los documentos para hacerlo parecer que siempre fueron independientes.

Tengo que admirar su capacidad para aprovechar el día. La voz telepática de


Canto sostuvo un gruñido.

−Agradezco esta información, − dijo Payal, un pensamiento caliente y


urgente, floreciendo en el fondo de su mente. Canto. Un laboratorio secreto.

Feroz júbilo en el vínculo que los unía.

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47
Nuestra capacidad de amar aún puede salvarnos.
—De The Dying Light de Harissa Mercant (1947)

− YO SOLO... TÚ la ayudaste. − El rostro de Nikhil se suavizó. − Visha.

− ¿Visha Ramachandran?

Un asentimiento entrecortado. − Sabía que se suponía que no debía sentir


nada, estábamos destinados a estar en el silencio entonces, pero me hizo
sentir bien estar cerca de ella. Yo solía trabajar en el pequeño laboratorio de
Vara entonces. Escuché lo que le hizo a ella, lo que le hiciste. − Parpadeo
rápido. − Escuché que la cuidaste.

− Ella está bien, − le dijo Payal. − Si lo desea, puedo transmitir sus datos para
ella, para la próxima vez que visite Delhi.

Si se podía decir que la esperanza tenía rostro, era el de este hombre. − Oh,
sí, por favor.

Buscó a tientas el cierre de su cartera. − Tengo más información.

Payal.

Estoy lista.

Nikhil no notó su estado de alerta, estaba muy concentrado en abrir su


cartera. − Sabía que teníamos que hacer algo importante, tu padre era

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nuestro único punto de contacto en Rao. Eso significaba alto nivel.

Metió la mano y regresó con un fajo de papeles. − Robé esto, − acepto. −


Especificaciones de los compuestos que fabricamos en Raja. El de arriba es
de prioridad. − Otra inmersión en su bolso, mientras Payal aceptaba los
papeles.

Aquí, robé dos viales del lote recién hecho. Espero que no me despidas,
pero no pude averiguar de qué otra manera mostrarte lo que hacemos.
Pensé que lo sabrías. − Extendió la palma de la mano... en la que había viales
que brillaban de un verde penetrante.

El mundo entero de Payal se quedó en silencio. Hay que probarlo, le dijo a


Canto con una calma casi sobrenatural. Para asegurarnos de que sea lo que
estamos buscando.

Si. Una sola palabra valiente.

− ¿Hice... hice algo incorrecto? − La vacilante pregunta de Nikhil la hizo


salir de su estado congelado.

Pasando los papeles a Canto, tomó los viales y los deslizó en sus bolsillos −
No, hiciste exactamente lo correcto. Ahora necesito que me digas todo sobre
Raja MedChem.

El pequeño laboratorio especializado volvió a estar bajo el control de Rao en


cuestión de horas. Los científicos que habían considerado la rebelión
rápidamente cambiaron de opinión una vez se dieron cuenta de que,
después de todo, eran conocidos por el sucesor de Rao.

La suya había sido una rebelión de oportunidad, no de pasión.

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Para entonces, Canto había borrado todas las imágenes de seguridad de las
acciones de Nikhil, de modo que el hombre podía volver a su posición como
si nada hubiera pasado. Sería temporal, ya que una vez que hubieran
comprobado que tenían todos los detalles sobre la fabricación de la droga,
Payal tenía la intención de disolver el laboratorio y hacer que una pequeña
unidad de confianza produjera su medicación. Por ahora, los Aleines habían
hecho una prueba de emergencia en los viales de los que Nikhil se había
apropiado, y confirmaron que era su medicación, por lo que había podido
tomar una dosis.

En cuanto a Nikhil, muy pronto recibiría un importante ascenso.

− Premia a las personas que hacen lo correcto, − le dijo Ena Mercant cuando
la visitó Delhi al día siguiente. − Deja en claro con tus acciones que el buen
trabajo y la ética harán que una persona avance en su organización más que
la corrupción. La lealtad ciega no puede ser el primer criterio.

− ¿Lealtad ciega?

− La lealtad es algo bueno, − confirmó Ena, − pero quieres personas en tu


organización que no tengan miedo de desafiarte o traerte ideas que rompan
las reglas. Tu padre recompensaba solo a los leales, por lo que estaba
rodeado por sapos.

− Quieres el tipo de lealtad que tienes con Canto, donde sabes que la
persona te apoyará, pero seguirá siendo su propia persona, dispuesta a
pararse en tu contra si es necesario. Alimenta a los fuertes que son fieles.
Eso es verdadero liderazgo.

− Entiendo, − dijo Payal, agregando ese dato a la matriz de decisiónes en su


mente.

− Sobre todo, sigue siendo quien eres, Payal. − Los ojos de Ena sostuvieron
aprobación cuando los puso en Payal... y la aprobación de la mujer mayor

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importaba. Mucho. – Tu estas aquí hoy porque actuaste en conciencia y
salvaste la vida de una mujer joven, y al actuar de esa manera, puso en
movimiento una cadena de eventos que llevaron a que la respuesta a sus
problemas llegara a tu puerta. No vino porque fueras poderosa, sino porque
confía en ti.

Payal tenía la intención de seguir el consejo de Ena. − Mientras tanto, − le


dijo a Canto mientras los dos yacían en una cama colgante en una amplia
terraza en la parte de atrás de Vara, − Le transmití los saludos de Nikhil a
Visha. − La cama, que Payal había encontrado en un almacenamiento
profundo, balanceándose suavemente a la luz del atardecer.

− Eres romántica.

Payal se rio salvajemente y sin restricciones. Fue más fácil ahora, encontrar
un equilibrio entre la cordura y el borrado total de uno mismo. − Ella se
sonrojó porque ella también lo recordaba. También estaba orgullosa, creo,
cuando le dije que Nikhil se había arriesgado al advertirme de la
insurrección. Sus hombros crecieron más rectos, y sus ojos brillaban.

− El hombre es un héroe para ella ahora. − Su brazo era su almohada, Canto


ahora curvo su mano alrededor para frotar sus nudillos sobre su mejilla. −
Será mejor que te prepares para una invitación de boda pronto.

Payal se movió para inclinarse sobre él, una maniobra que debería haber
sido imposible hacer fácilmente en esta cama diseñada para columpiarse,
pero había ventajas en ser un telequinético. Incluyendo el hecho de que
podía congelar la cama en su lugar cuando Canto quería sentarse o
levantarse de su silla.

Su amada cara estaba relajada mientras la miraba, con galaxias en sus ojos y
su cabello húmedo por el baño que acababan de tomar en el lago apartado
al que ella los había teletransportado. Pronto Vara tendría una piscina. Estar
en el agua era importante para Canto, por lo que era importante para Payal.

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− ¿Deberíamos? − ella le preguntó.

− ¿Deberíamos? − Arqueó una ceja.

− Casarse. − No era una cosa psi, pero las bodas en Delhi siempre eran
eventos ruidosos y coloridos, y Payal sintió ganas de comenzar con una
fuerte y colorida nueva vida.

Los labios de Canto se curvaron en una lenta sonrisa. − ¿Me estás pidiendo
que me case contigo?

Ella sonrió, levantando las piernas. − Sí.

− Está bien, pero tienes que conseguirme un anillo. Y no voy a ceder en un


pequeño y bonito pastel para nuestras celebraciones privadas (y desnudas)
posteriores a la boda.

Riendo, se subió encima de él, su 7J, que nunca había olvidado uno solo uno
de sus sueños. − Acordado. Trato hecho.

Este hombre era suyo. Para siempre.

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DIVERGENCIA
Coherencia, conexión, vínculos, esa siempre ha sido la respuesta. Debemos luchar para
aferrarnos a lo que nos hace una sociedad sensible capaz de empatía y esperanza y alegría.
—De The Dying Light de Harissa Mercant (1947)

Si cree lo suficiente, ¿la ilusión se convierte en realidad? ¿Qué es la realidad sino la voluntad de
las masas?
—Pregunta de discusión: Filosofía 101

EN EL CORAZÓN del sustrato, un zarcillo irrompible que conectaba dos


anclas se encendio con fuego azul que inició otros pequeños incendios.
Mientras ardían las aguas del sustrato se volvieron más claras, hasta que las
partes se volvieron translúcidas y revestidas de azul. Incluso Ager estaba
asombrado, tal pureza de sustrato fluye invisible en su larga vida.

En lo profundo de la PsyNet, en la mente de un ancla como ninguna otra,


una nueva experiencia en peligro de perderse para siempre tomó su primer
"aliento" claro en cientos de años. No era psi, cambiante o humano, sus
patrones de pensamiento incognoscible, pero vio el vínculo profundo bajo el
cielo iluminado por las estrellas de la PsyNet como una madre cuida a sus
hijos.

Con esperanza. Con miedo. Con asombro.

Envió a la mente en la que escondía imágenes de una gota de agua cayendo


sobre un fondo marino seco, una sola brizna de hierba cobrando vida en un
desierto, una pequeña mariposa iridiscente en un enorme desfiladero
rocoso.

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Incluso cuando esa mente se despertó y preguntó: − ¿Es suficiente? – otra
mente mucho más retorcida también se despertó.

La reina de los escarabajos, se llamaba a sí misma ahora, aunque otros


todavía le decían el arquitecto. El nombre no importaba, solo lo que ella era,
en lo que se había convertido. Una araña con tentáculos sin fin, discípulos
sin fin.

Los psi, esas mentes inferiores, habían detenido la primera ola, pero lo que
nadie sabía, excepto la reina, era que había sido un golpe de prueba para
evaluar el enemigo. Ella había retenido a muchos de sus hijos, sacrificado a
otros.

No más.

Era hora de dar rienda suelta a todo su poder mientras la Red estaba en
buenas condiciones para manejar el diluvio, pero no tan fuerte como para
repeler a tantos de sus hijos actuando en concierto. Porque sabía qué hacer
ahora. Para ser una verdadera reina, primero tenía que gobernar su propio
reino.

La forma más fácil de hacerlo era tomar la acción que la Coalición


Gobernante había sido demasiado cobarde para completar: arrancar un
trozo de PsyNet, aislarlo para que fuera una isla en la que gobernaban los
escarabajos. Donde ella gobernaba.

Tenía todo lo que necesitaba, todos los que necesitaba. Porque entre sus hijos
había tres de las mentes brillantes necesarias para anclar ese pedazo. Tan
enojados que estaban, bastante fuera de control si ella no hubiera puesto
paredes alrededor de sus mentes que los hiciera parecer cuerdos a sus
hermanos, pero ellos podrían hacer su tarea.

Se sentarían debajo de su isla y la sostendrían.

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¿Están listos, hijos míos?

Sí Madre.

Ha llegado el momento. Corten los hilos, hagan la escisión. Dejen que la Red sangre.

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EXPRESIONES DE
GRATITUD

Un agradecimiento muy especial a Hasna Saadani por leer un borrador de


este libro y tomarse el tiempo para brindar retroalimentación honesta y
profunda. Tu fuiste increíblemente amable y generoso, y Last Guard es un
libro mejor debido a ti.

Mi agradecimiento también a Karen Lamming y Vladimir Samozvanov, por


venir a mi rescate una vez más sobre una cuestión rusa.

Cualquier error es mío.

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