Tesis e Informe Sobre La Democracia Burguesa
Tesis e Informe Sobre La Democracia Burguesa
Tesis e Informe Sobre La Democracia Burguesa
DEMOCRACIA BURGUESA
Y LA DICTADURA DEL
PROLETARIADO
V. I. Lenin
3. La historia enseña que ninguna clase oprimida ha llegado ni podría llegar a dominar
sin un período de dictadura, es decir, sin conquistar el poder político y aplastar por la
fuerza la resistencia más desesperada, más rabiosa, esa resistencia que no se detiene
ante ningún crimen, que siempre han opuesto los explotadores. La burguesía, cuya
dominación defienden hoy los socialistas, que hablan contra la "dictadura en general" y
se desgañitan defendiendo la "democracia en general", conquistó el poder en los paises
adelantados mediante una serie de insurrecciones y guerras civiles, aplastando por la
violencia a los reyes, a los señores feudales, a los esclavistas y sus tentativas de
restauración. En sus libros y folletos, en las resoluciones de sus congresos y en sus
discursos de agitación, los socialistas de todos los países han explicado miles y millones
de veces al pueblo el carácter de clase de esas revoluciones burguesas, de esa dictadura
burguesa. Por eso, la defensa que hoy hacen de la democracia burguesa, encubriéndose
con sus discursos sobre la "democracia en general", y los alaridos y voces que hoy
lanzan contra la dictadura del proletariado, encubriéndose con sus gritos sobre la
"dictadura en general", son una traición descarada al socialismo, el paso efectivo al lado
de la burguesía, la negación del derecho del proletariado a su revolución, a la revolución
proletaria, la defensa del reformismo burgués en un período histórico en el que dicho
reformismo ha fracasado en todo el mundo y en que la guerra ha creado una situación
revolucionaria.
5. La Comuna de París, a la que de palabra honran tods los que desean hacerse pasar por
socialistas, porque saben que las masas obreras simpatizan con ella ardiente y
sinceramente, mostró con particular evidencia el carácter históricaménte condicionado y
el limitado valor del parlamentarismo burgués y la democracia burguesa, instituciones
progresivas en alto grado en comparaclon co el medievo, pero que exigen
inevitablemente un cambio radical en la época de la revolución proletaria. Precisamente
Marx que aquilató mejor que nadie la importancia histórica de la Comuna, mostró, al
analizarla, el caracter explotador de la democracia burguesa y del parlamentarismo
burgués bajo los cuales las clases oprimidas tienen el derecho de decidir una vez cada
determinado número de años qué miembros de las clases poseedoras han de "representar
y aplastar" (ver- und zertreten al pueblo en el Parlamento. Precisamente ahora, cuando
el movimiento soviético, úxtendiéndose a todo el mundo, continúa a la vista de todos la
causa de la Comuna, los traidores al socialismo olvidan la experiencia concreta y las
enseñanzas concretas de la Comuna de París, repitiendo la vieja cantinela burguesa de la
"democracia en general". La Comuna no fue una institución parlamentaria.
Por otra parte, los obreros saben perfectamente que la "libertad de reunión" es, incluso
en la república burguesa más democrática, una frase vacía, ya que los ricos poseen todos
los mejores locales sociales y privados, así como bastante tiempo libre para sus
reuniones, que son protegidas por el aparato burgués de poder. Los proletarios de la
ciudad y el campo, así como los pequeños campesinos, es decir, la mayoría gigantesca
de la población, no cuentan con nada de eso. Mientras las cosas sigan así, la "igualdad",
es decir, la "democracia pura", seria un engaño. Para conquistar la verdadera igualdad,
para dar vida a la democracia para los trabajadores, hay que quitar primero a los
explotadores todos los locales sociales y sus lujosas casas privadas, hay que dar primero
tiempo libre a los trabajadores, es necesario que la libertad de sus reuniones la
defiendan los obreros armados, y no señoritos de la nobleza ni oficiales hijos de
capitalistas mandando a soldados que son instrumentos ciegos.
Sólo después de tal cambio se podrá hablar de libertad de reunión e igualdad sin
mofarse de los obreros, de los trabajadores, de los pobres. Pero ese cambio sólo puede
realizarlo la vanguardia de los trabajadores, el proletariado, que derroca a los
explotadores, a la burguesía.
8. La "libertad de imprenta" es asimismo una de las principales consignas de la
"democracia pura". Los obreros saben también, y los socialistas de todos los paises lo
han reconocido millones de veces, que esa libertad será un engaño mientras las mejores
imprentas y grandísimas reservas de papel se hallen en manos de los capitalistas y
mientras exista el poder del capital sobre la prensa, poder que se manifiesta en todo el
mundo con tanta mayor claridad, nitidez y cinismo cuanto más desarrollados se hallan
la democracia y el régimen republicano, como ocurre, por ejemplo, en Norteamérica. A
fin de conquistar la igualdad efectiva y la verdadera democracia para los trabajadores,
para los obreros y los campesinos, hay que quitar primero al capital la posibilidad de
contratar a escritores, comprar las editoriales y sobornar a la prensa, y para ello es
necesario derrocar el yugo del capital, derrcar a los explotadores y aplastar su
resistencia. Los capitalistas siempre han llamado "libertad" a la libertad de lucro para
los ricos, a la libertad de morirse de hambre para los obreros. Los capitalistas llaman
libertad de imprenta a la libertad de soborno de la prensa por los ricos, a la libertad de
utilizar la riqueza para fabricar y falsear la llamada opinión pública. Los defensores de
la "democracia pura" también se manifiestan de hecho en este caso como defensores del
más inmundo y venal sistema de dominio de los ricos sobre los medios de ilustración de
las masas, resultan ser embusteros que engañan al pueblo y que con frases bonitas,
bellas y falsas hasta la médula distraen de la tarea histórica concreta de liberar a la
prensa de su sojuzgamiento por el capital. Libertad e igualdad verdaderas será el orden
de cosas que están instaurando los comunistas, y en él será imposible enriquecerse a
costa de otros, no habrá posibilidad objetiva de someter directa o indirectamente la
prensa al poder del dinero, no habrá obstáculo para que cada trabajador (o grupo de
trabajadores, sea cual fuere su número) posea y ejerza el derecho igual de utilizar las
imprentas y el papel que pertenecerán a la sociedad.
11. En el país capitalista más desarrollado del continente europeo, en Alemania, los
primeros meses de plena libertad republicana, traída por la derrota de la Alemania
imperialista, han mostrado a los obreros alemanes y a todo el mundo cuál es la
verdadera esencia de clase de la república democrática burguesa. El asesinato de Carlos
Liebknecht y Rosa Luxemburgo no sólo es un acontecimiento de importancia histórica
mundial porque hayan perecido trágicamente los jefes y bríllantísimas personalidades
de la Internacional Comunista, Internacional verdaderamente proletaria, sino también
porque se ha puesto de manifiesto con toda plenitud la esencia de clase de un Estado
adelantado de Europa, de un Estado --puede afirmarse sin incurrir en exageración--
adelantado entre todos los Estados del mundo. El hecho de que los detenidos, es decir,
gente que el poder del Estado ha tomado bajo su custodia, hayan podido ser asesinados
impunemente por oficiales y capitalistas, gobernando el país los socialpatriotas,
evidencia que la república democrática en que ha sido posible tal cosa es una dictadura
de la burguesía. La gente que expresa su indignación ante el asesinato de Carlos
Liebknecht y Rosa Luxemburgo, pero no comprende esta verdad, pone de manifiesto o
bien tis pocas luces o bien su hipocresía. La libertad en una de las repúblicas mas libres
y adelantadas del mundo en la república alemana, es la libertad de asesinar
impunemente a los jefes del proletariado detenidos. Y no puede ser de otro modo
mientras se mantenga el capitalismo pues el desarrollo de la democracia no embota, sino
que agudiza la lucha de clases, que en virtud de todos los resultados e influjos de la
guerra y de sus consecuencias ha alcanzado el punto de ebullición.
En todo el mundo civilizado se deporta hoy a los bolcheviques, se les persigue, se les
encarcela, como ha ocurrido en Suiza, una de las repúblicas burguesas más libres; en
Norteamérica se organizan contra ellos pogromos, etc. Desde el punto de vista de la
"democracia en general" o de la "democracia pura" es verdaderamente ridículo que
países adelantados, civilizados, democráticos, armados hasta los dientes, teman la
presencia en ellos de un puñado de personas de la atrasada, hambrienta y arruinada
Rusia, a la que en decenas de millones de ejemplares los periódicos burgueses tildan de
salvaje, criminal, etc. Está claro que la situación social que ha podido engendrar tan
flagrante contradicción es, de hecho, la dictadura de la burguesía.
12. Con tal estado de cosas, la dictadura del proletariado no sólo es por completo
legítima, como medio para derrocar a los explotadores y aplastar su resistencia, sino
también absolutamente necesaria para toda la masa trabajadora como única defensa
contra la dictadura de la burguesía, que ha llevado a la guerra y está gestando nuevas
matanzas.
Lo principal entre lo que no comprenden los socialistas --y de aquí su miopía teórica, su
cautiverio en poder de los prejuicios burgueses y su traición política al proletariado-- es
que en la sociedad capitalista, cuando la lucha de clases inherente a ella experimenta
una agudización más o menos seria, no puede haber nada intermedio, nada que no sea la
dictadura de la burguesía o la dictadura del proletariado. Todo sueño en una tercera
solución es un reaccionario gimoteo de pequeño burgués. Así lo evidencian tanto la
experiencia de más de cien años de desarrollo de la democracia burguesa y del
movimiento obrero en todos los países adelantados como, particularmente, la
experiencia del último lustro. Así lo dice también toda ciencia de la economía política,
todo el contenido del marxismo, que esclarece la inevitabilidad económica de la
dictadura de la burguesía en toda economía mercantil, burguesía que nadie puede
sustituir de no ser la clase que está siendo desarrollada, multiplicada, unida y fortalecida
por el propio desarrollo del capitalismo, es decir, la clase de los proletarios.
13. Otro error teórico y político de los socialistas consiste en que no comprenden que
las formas de la democracia han ido cambiando inevitablemente en el transcurso de los
milenios, empezando por sus embriones en la antigüedad, a medida que una clase
dominante iba siendo sustituida por otra. En las antiguas repúblicas de Grecia, en las
ciudades del medievo, en los países capitalistas adelantados, la democracia tiene
distintas formas y se aplica en grado distinto. Sería una solemne necedad creer que la
revolución más profunda en la historia de la humanidad, el paso del poder de manos de
la minoría explotadora a manos de la mayoría explotada --paso que se observa por
primera vez en el mundo-- puede producirse en el viejo marco de la vieja democracia
burguesa, parlamentaria, sin los cambios más radicales, sin crear nuevas formas de
democracia, núevas instituciones que encarnen las nuevas condiciones de su aplicación,
etc.
14. Lo que tiene de común la dictadura del proletariado con la dictadura de las otras
clases es que está motivada, como toda otra dictadura, por la necesidad de aplastar por
la fuerza la resistencia de la clase que pierde la dominac]ón política. La diferencia
radical entre la dictadura del proletariado y la dictadura de las otras clases --la dictadura
de los terratenientes en la Edad Medía, la dictadura de la burguesía en todos los países
capitalistas civilizados-- consiste en que la dictadura de los terratenientes y la burguesía
ha sido el aplastamiento por la violencia de la resistencia ofrecida por la inmensa
mayoría de la población, concretamente por los trabajadores. La dictadura del
proletariado, por el contrario, es el aplastamiento por la violencia de la resistencia que
ofrecen los explotadores, es decir, la minoría ínfima de la población, los terratenientes y
los capitalistas.
De aquí dimana, a su vez, que la dictadura del proletariado no sólo debía traer consigo
inevitablemente el cambio de las formas y las instituciones de la democracia, hablando
en general, sino precisamente un cambio que diese una extensión sin precedente en el
mundo al goce efectivo de la democracia por los hombres que el capitalismo oprimiera,
por las clases trabajadoras.
En efecto, esa forma de la dictadura del proletariado que ha sido ya forjada de hecho
--el Poder soviético en Rusia, el Räte~System en Alemania, los Shop Stewards
Committees y otras instituciones soviéticas análogas en otros países-- todas ellas
significan y son precisamente para las clases trabajadoras, o sea para la inmensa
mayoría de la población, una posibilidad efectiva, real, de gozar de las libertades y los
derechos democráticos, posibilidad que nunca ha existido, ni siquiera aproximadamente,
en las repúblicas burguesas mejores y más democráticas.
La esencia del Poder soviético consiste en que la base permanente y única de todo el
poder estatal, de todo el aparato del Estado, es la organización de masas precisamente
de las clases que eran oprimidas por el capitalismo, es decir, de los obreros y los
semiproletarios (los campesinos que no explotan trabajo ajeno y que recurren
constantemente a la venta, aunque sólo sea en parte, de su fuerza de trabajo).
Precisamente las masas que hasta en las repúblicas burguesas más democráticas, aunque
con arreglo a la ley sean iguales en derechos, de hecho, por medio de procedimientos y
artimañas, se han visto apartadas de la participación en la vida política y del goce de los
derechos y libertades democráticos, tienen hoy necesariamente una participación
constante y, además, decisiva en la dirección democrática del Estado.
17. El ejército ha sido un aparato de opresión no sólo en las monarquías. Sigue siéndolo
también en todas las repúblicas burguesas, incluso en las más democráticas. Sólo el
Poder soviético, organización estatal permanente precisamente de las clases oprimidas
antes por el capitalismo, está en condiciones de acabar con la subordinación del ejército
al mando burgués y de fundir efectivamente al proletariado con el ejército, de llevar
efectivamente a cabo el armamento del proletariado y el desarme de la burguesía, sin lo
que es imposible la victoria del socialismo.
18. La organización soviética del Estado está adaptada al papel dirigente del
proletariado, la clase más concentrada e ilustrada por el capitalismo. La experiencia de
todas las revoluciones y de todos los movimientos de las clases oprimidas y la
experiencia del movimiento socialista mundial nos enseñan que sólo el proletariado es
capaz de reunir y llevar tras de sí a las capas dispersas y atrasadas de la población
trabajadora y explotada.
19. Sólo la organización soviética del Estado puede en realidad demoler de golpe y
destruir definitivamente el viejo aparato> es decir, el aparato burocrático y judicial
burgués, que se ha mantenido y debía inevitablemente mantenerse bajo el capitalismo,
incluso en las repúblicas más democráticas, siendo, de hecho, la mayor traba para la
realización de la democracia para los obreros y los trabajadores. La Comuna de Paris
dio el primer paso de importancia histórica mundial por ese camino, y el Poder
soviético, el segundo.
20. La destrucción del poder del Estado es un fin que se han planteado todos los
socialistas, entre ellos, y a la cabeza de ellos, Marx. La verdadera democracia, es decir,
la igualdad y la libertad, es irrealizable si no se alcanza ese fin. Pero a él sólo lleva
prácticamente la democracia oviética, o proletaria, pues, al incorporar las
organizaciones de masas de los trabajadores a la gobernación permanente e ineludible
del Estado, empieza a preparar inmediatamente la extinción completa de todo Estado.
21. La bancarrota absoluta de los socialistas que se han reunido en Berna, su absoluta
incomprensión de la nueva democracia, es decir, de la democracia proletaria, se ve
particularmente en lo que sigue. El 10 de febrero de 1919, Branting cerró en Berna la
Conferencia de la Internacional amarilla. El 11 de febrero del mismo año, Die Freiheit,
periódico que editan en Berlín los adeptos de dicha Internacional, publicó un
llamamiento del partido de los "independientes al proletariado. En este llamamiento se
reconoce el carácter burgués del Gobierno Scheidemann, se reprocha a éste el deseo de
abolir los Soviets, a los que se llama Täger und Schützer der Revolution --portadores y
defensores de la revolución-- y se propone legalizar los Soviets, concederles derechos
estatales, concederles el derecho de suspender las decisiones de la Asamblea Nacional,
sometiéndolas a votación de todo el pueblo.
Por eso, desde el punto de vista de clase, no puede por menos de reconocerse acertada la
decisión de la mayoría de la Internacional amarilla. El proletariado debe afrontar sin
temor a la verdad y sacar de ello todas las conclusiones políticas pertinentes.
Camaradas: Yo quisiera añadir alguna cosa más a los dos últimos puntos. Creo que los
camaradas que deben informarnos de la Conferencia de Berna nos hablarán de ello con
mayor detalle.
Quisiera citar aquí una resolución, una sola resolución de los mencheviques. Pedí al
camarada Obolenski que la tradujera al alemán. Me prometi6 que lo haría, pero,
desgraciadamente, no está aquí. Trataré de reproduciría de memoria, pues no tengo a
mano el texto íntegro.
A un extranjero que no haya oído nada del bolchevismo le será muy difícil hacerse una
idea de nuestras cuestiones litigiosas. Todo lo que afirman los bolcheviques lo discuten
los mencheviques, y viceversa. Naturalmente, en tiempos de lucha no puede ser de otro
modo, por ello tiene gran importancia que la última Conferencia del partido de los
mencheviques, celebrada en diciembre de 1918, aprobara una extensa y detallada
resolución, que fue publicada íntegra en la Gazeta Pechátnikov, periódico menchevique.
En esa resolución, los propios mencheviques exponen cocisamente la historia de la
lucha de clases y de la guerra civil. La resolución dice que ellos condenan a los grupos
de su partido que están aliados a las clases poseedoras en los Urales, en el Sur, en
Crimea y en Georgia, y se enumeran estas zonas. La resolución condena a los grupos
del partido menchevique que, aliados a las clases poseedoras han luchado contra el
Poder soviético; el último punto condena también a los que se han pasado a los
comunistas. De aquí se desprende que los mencheviques se ven obligados a confesar
que en su partido no hay unidad y que están unos al lado de la burguesía y otros al lado
del proletariado. La mayor parte de los mencheviques se pasó al lado de la burguesia y
durante la guerra civil combatió contra nosotros. Naturalmente nosotros perseguimos a
los mencheviques e incluso los fusilamos, cuando participan en la guerra que se nos
hace, combaten contra nuestro Ejército Rojo y fusilan a nuestros jefes militares rojos. A
la guerra de la burguesia respondimos con la guerra del proletariado: no puede haber
otra salida. Así, pues, desde el punto de vista politico todo eso no es mas que hipocresía
menchevique. Históricamente no se comprende como en la Confererencia de Berna,
hombres que no han sido declararados dementes oficialmente, pudieron, por encargo de
los mencheviques y los socíairevolucionarios, hablar de la lucha de los bolcheviques
contra ellos, pero silenciar que ellos, unidos a la burguesía, luchan contra el
proletariado.
Todos ellos nos atacan encarnizadamente pues nosotros los perseguimos. Eso es cierto.
¡Pero no dicen ni una sola palabra sobre su participacion en la guerra civil! Creo que
debo facilitar para el acta el texto integro de la resolución, y ruego a los camaradas
extranjeros que le presten atención, pues es un documento historico que plantea
acertadamente el problema y ofrece los mejores elementos de juicio para apreciar el
litigio entre las tendencias "socialistas" en Rusia. Entre el proletariado y la burguesía
existe gente que ora se clina a un lado, ora al otro; así ha sido siempre en todas las
revoluciones y es absolutamente imposible que en la sociedad capitalista donde el
proletariado y la burguesía forman dos campos hostiles, no existan entre ellos capas
intermedias. La existencia de esos elementos vacilantes es históricamente inevitable, y,
desgraciadamente, esos elementos, que no saben ellos mismos al lado de quién van a
luchar mañana, seguirán existiendo mucho tiempo todavía.
Quiero hacer una propuesta práctica, que consiste en que aprobemos una resolución en
la que deben destacarse especialmente tres puntos.
Primero: Una de las tareas más importantes para los camaradas de los países de Europa
Occidental consiste en aclarar a las masas la significación, la importancia y la necesidad
del sistema de los Soviets. Se observa que no existe la suficiente comprensión de este
problema. Si bien es verdad que Kautsky e Hilferding 1han fracasado como teóricos, los
últimos artículos publicados en Freiheit demuestran, sin embargo, que reflejan fielmente
el estado de ánimo de las capas atrasadas del proletariado alemán. En Rusia pasó lo
mismo: en los primeros ocho meses de la revolución rusa, el problema de la
organización soviética se discuti6 muchísimo, y para los obreros no estaba claro en qué
consistía el nuevo sistema ni si se podría formar el aparato del Estado a base de los
Soviets. En nuestra revolución, nosotros no avanzamos por el camino de la teoría, sino
por el camino de la práctica. Por ejemplo, la cuestión de la Asamblea Constituyente no
la planteábamos antes teóricamente y no decíamos que no reconocíamos la Asamblea
Constituyente. Sólo más tarde, cuando las organizaciones soviéticas se extendieron por
todo el país y conquistaron el poder político, fue cuando nos resolvimos a disolver la
Asamblea Constituyente. Ahora vemos que en Hungría y Suiza, la cuestión se plantea
de modo mucho más agudo. De una parte, eso está muy bien, pues nos da la firme
seguridad de que la revolución avanza más rápidamente en los países de Europa
Occidental y nos traerá grandes victorias. De otra parte, ello encierra cierto peligro:
concretamente el de que la lucha sea tan vertiginosa, que la conciencia de las masas
obreras quede a la zaga del desarrollo. Incluso ahora, la importancia del sistema de los
Soviets no está todavía clara para grandes masas de obreros alemanes instruidos
políticamente, pues han sido educados en el espíritu del parlamentarismo y en los
preluicios burgueses.
Segundo: Sobre la extensión del sistema de los Soviets. Las noticias de la rapidez con
que se propaga la idea de los Soviets en Alemania e incluso en Inglaterra son para
nosotros una importantísima demostración de que la revolución proletaria ha de vencer.
Unicamente por breve tiempo puede detenerse su marcha. Otra cosa es cuando los
camaradas [M.] Albert y [Federico] Platten nos declaran que entre los aboreros
agrícolas y los pequeños campesinos de sus aldeas apenas si hay Soviets. He leído en
Rote Fahne un artículo contras los Soviets campesinos, pero, muy acertadamente, en
favor de los Soviets de jornaleros y campesinos pobres.[3] La burgesía y sus lacayos,
como Scheidemann y Cía., ya han lanzado la consigna de Soviets campesinos. Pero lo
que necesitamos nosotros son Soviets de jornaleros y campesinos pobres. Sin embargo
por los informes de los camaradas Albert, Platten y otros colegimos que, excepto en
Hungría, se hace muy poco desgraciadamente para la propagación del sistema sovietico
en el campo. En ello reside, quizá, el peligro, aun real y bastante considerable, de que el
proletariado alemán no pueda conquistar la vicctoria segura. La victoria podrá
considerarse garantizada únicamente cuando no solo estén organizados los obreros de la
ciudad, sino tambien los proletarios del campo, y, además, no organizados como antes,
en sindicatos y cooperativas, sino en Soviets. A nosotros nos fue más fácil conseguir la
victoria porque en octubre de 1917 marchábamos con el campesinado, con todo el
campesinado. En este sentido, nuestra revolución era entonces burguesa. El primer paso
de nuestro Gobierno proletario fue reconocer en la ley, promulgada por él al día
siguiente de la revolución, el 26 de octubre de 1917 (segun el viejo calendario), las
viejas reivindicaciones de todo el campesinado, expresadas ya bajo Kerenski por los
Soviets campesinos y las asambleas rurales. En eso consistía nuestra fuerza, por eso nos
fue tan facil conquistar una mayoría aplastante. Para el campo, nuestra revolución
continuaba siendo una revolución burguesa. Y solo mas tarde, al cabo de seis meses,
nos vimos obligados en el marco de la organización del Estado, a comenzar en las
aldeas la lucha de clases, a instituir en cada aldea comites de campesinos pobres, de
semiproletarios, y a luchar sistematicamente contra la burguesía rural. En Rusia eso fue
inevitable, dado su atraso. En Europa Occidental las cosas se producirán de modo
diferente y por eso debemos subrayar que es absolutamente necesaria la propagación del
sistema de los Soviets, en formas pertinentes, quizás nuevas, también entre la población
rural.
Tercero: Debemos decir que la conquista de una mayoría comunista en los Soviets
constituye la tarea fundamental en todos los países en los que el Poder soviético aún no
ha vencido. Nuestra comisión redactora de las resoluciones discutió ayer este problema.
Quizás otros camaradas hablen todavía de ello, pero yo quisiera proponer que estos tres
puntos se adopten como resolución especial. Naturalmente, no estamos en condiciones
de prescribir el camino que ha de seguir el desarrollo. Es muy probable que la
revolución llegue muy pronto en muchos países de Europa Occidental, pero nosotros,
como parte organizada de la clase obrera, como partido, tendemos y debemos tender a
lograr la mayoría en los Soviets. Entonces estará garantizada nuestra victoria, y no
habrá fuerza capaz de emprender nada contra la revolución comunista. De otro modo, la
victoria no se conseguirá tan fácilmente ni será duradera. Así, pues, yo quisiera
proponer que se aprueben estos tres puntos como resolución especial.
NOTAS
2. Lenin hace referencia al acuerdo del VII Congreso Extraordinario del Partido
Comunista (bolcheviques) de Rusia, realizado del 6 al 8 de marzo de 1918, sobre el
cambio de nombre del partido y su programa.
Ver: "Informe sobre la revisión del programa y el cambio de nombre del partido. 8
de marzo." en V. I. Lenin, Discursos pronunciados en los congresos del Partido (1918 -
1922) (Moscú: Editorial Progreso, 1976), págs. 38-51. Correspondiente a las págs. 102-
114 del T. 27 de las Obras Completas.