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Lección 12

LA FE 1

L
a fe es absolutamente esencial para cualquier actividad religiosa hacia Dios, “Pero sin fe es
imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que la hay,
y que es galardonador de los que le buscan” (Heb.11:6). Abraham creyó en Dios y le fue
contado por justicia (Gén.15:6; Rom.4:3, 9). Pero la fe de Abraham no fue una fe sola. Él fue
justificado cuando ofreció a su hijo Isaac como un sacrificio (Stg.2:21). Aquellos que se acercan a
Dios deben creer que Él existe y que es galardonador de los que le buscan (Heb.11:6). La epístola a
los Hebreos da una lista impresionante de figuras del pasado que actuaron por fe (Heb.11:1 y
siguientes).

Pero la creencia en Dios sola no es adecuada. Dios entregó a Su unigénito Hijo para que todo el
que en él cree pueda tener vida eterna (Juan 3:16). Jesús advirtió que “Por eso os dije que moriréis
en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (Juan8:24).
Cada oración requiere fe previa de parte del que ora. Uno debe pedir sabiduría con fe, no dudando
nada (Stg.1:6). El Señor fue sacrificial. Todo lo que no proviene de fe es pecado (Rom.14:23).

Aunque uno pudiera creer que la fe es un don que Dios da, las Escrituras enseñan que la fe
viene por el oír la palabra de Dios (Rom.10:17). La semilla del reino es la palabra de Dios
(Luc.8:11). Donde la palabra ha ido, hay Cristianos; dónde está no ha ido, no hay ninguno. La
oración de Jesús fue por los apóstoles y por aquellos que creerían por medio de la palabra de los
apóstoles (Juan 17:20). Los evangelios fueron escritos para que creáis y para que creyendo tengáis
vida en su nombre (Juan 20:31). Los gentiles escucharon la palabra de Dios y creyeron
(Hech.15:7). Un joven me dijo: “No he leído la Biblia, pero estoy orando para tener fe”.

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Él pasó por alto como viene la fe.

A través de lo que algunos llamaron la necedad de la predicación, los apóstoles predicaron


“agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación” (1 Cor.1:21). Los apóstoles
debían ir a todas partes y hacer discípulos en el proceso de predicación (Mat.28:19-20). Las
personas deben recibir con mansedumbre la palabra implantada que es capaz para salvar el alma
(Stg.1:21). Los que reciben la predicación apostólica son descritos como creyentes (Hech.5:14; 1
Tim.4:12). El que no cree en Dios le hace mentiroso porque no ha creído en el testimonio que Dios
ha dado a su Hijo (1 Juan 5:10). Hay el oír con fe (Gál.3:2, 5). Los Cristianos son los de la familia
de la fe (Gál.6:10).

En la terminología bíblica, las personas son obedientes a la fe (Hech.6:7; Rom.1:5; 16:26). La


obediencia conduce a la justicia (Rom.6:16). Después de declarar que los Romanos son justificados
por la fe (Rom.5:1), Pablo en el próximo capítulo procede a describir como la fe obró al ser
bautizados en la muerte de Cristo (Rom.6:3).

Pablo dijo: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don
de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efe.2:8-9). Un concepto muy difundido es que el
antecedente del pronombre “esto” en este versículo se refiere a “la fe”. Es un texto de prueba
favorito para las personas que argumentan la doctrina “fe solamente”. Desde esta persuasión, las
personas están convencidas que “la fe” es algo que Dios les da separado de cualquier esfuerzo de
parte del que está siendo salvo. Sin embargo, este concepto, está sin alguna explicación lógica
porque un Dios imparcial otorga fe a algunos y a otros no. ¿Por qué uno debiera rogar a Dios que le
conceda fe cuando Dios ya ha dado el don más grande al entregar a su Hijo para morir para
rescatar al mundo (cf. Juan 3:16; Rom.8:32)?

La interpretación común de Efesios 2:8-9 no ofrece ninguna explicación del porque no hay fe
donde la palabra no ha ido. Pero en realidad, el pronombre Griego de éste versículo es touto, una
forma neutral, mientras pistis (“fe”) es un sustantivo femenino. Según el acuerdo del género, ni
“gracia” (charis) ni “fe” (pistis) pueden ser antecedentes de la palabra “esto” en ésta oración.
Probablemente una “salvación” (sōterion) debiera ser entendida. La palabra “esto” se refiere a la
salvación como un don de Dios.

Creer es un mandamiento de Dios. Él manda a creer en el nombre de Su Hijo Jesucristo (1 Juan


3:23). Un mandamiento es algo que uno obedece, no que uno recibe. Uno tiene la elección de si lo

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cumple o no. No es algo entregado al que no tiene ninguna obligación. No es algo que Dios da sin
que uno no haga nada.

Martín Lutero expuso la teología de la salvación sole fide (“por la fe sola”). Esta se ha
convertido en la creencia generalizada de que la salvación llega en el momento de la fe. La
salvación sólo por la fe es el sello distintivo de la mayoría de los grupos Protestantes. Es expuesta
por la mayoría de los evangelistas de la televisión. Uno necesita solamente inclinarse frente a su
televisión y orar para ser salvo. O uno puede atender el llamado ante el altar y venir para orar para
pedir ser salvo. La oferta de las campañas de Billy Graham, Los Guardianes del Hermano, el Ejército
de Salvación y docenas de otros grupos alrededor del mundo es una oferta de “fe solamente”.

Sin embargo, la única vez que la palabra “fe solamente” ocurre en la Biblia es para una
negación del concepto. “Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no
solamente por la fe” (Stg.2:24). Lutero no fue capaz para acomodar este concepto en su propio
sistema de interpretación y se refirió a la epístola de Santiago como una “epístola de paja”.

Es algo común en esta teología colocar a Pablo contra Santiago, un tratando con las obras y el
otro con la fe. Pero Pablo realmente presenta la armonización cuando declaró “porque en Cristo
Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor” (Gál.5:4).
Pablo escribió a los Tesalonicenses elogiándoles su “obra de vuestra fe y el trabajo de vuestro
amor” (1 Tes.1:3). Su oración fue que Dios pudiera cumplir “todo propósito de bondad y toda obra
de fe con su poder” (2 Tes.1:3).

La epístola de Santiago específicamente pregunta “¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene
fe, y no tiene obra? ¿Podrá la fe salvarle?” (Stg.2:14). Una respuesta negativa es esperada a la
pregunta. Una consideración más cuidadosa de la epístola de Santiago señala que los demonios
creen y tiemblan (Stg.2:19). La fe separada de las obras es estéril. Santiago da tres ejemplos para
probar su caso. Abraham creyó en Dios, y le fue contado por justicia. Pero su fe fue una fe activa
con obras cuando ofreció a Isaac sobre el altar. Su fe no fue una fe sola. Rahab la ramera fue
justificada por obras cuando recibió a los espías y los envió por otro lugar. “Porque como el cuerpo
sin espíritu está muerto, así también la fe si obras está muerta” (Stg.2:26).

Uno difícilmente puede negar la suposición de la de fe parte de aquellos descritos por Jesús
quienes en el día del juicio le dirán, “Señor, Señor” pero no hicieron la voluntad del Padre que está
en los cielos. Ellos profetizaron en el nombre del Señor, echaron fuera demonios en su nombre, e

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hicieron muchos milagros, pese a todo esto, ellos escucharán “Nunca os conocí; apartados de mí,
hacedores de maldad” (Mat.7:21-23).

En la enseñanza de las Escrituras, hay “una fe” (Efe.4:5), no docenas de fe. Sin embargo, uno
también puede creer en vano (1 Cor.15:14, 17). Uno puede naufragar de la fe (1 Tim.1:19-20
como Himeneo y Fileto) La fe puede faltar (Luc.22:32 como Pedro). Uno puede rechazar la fe (1
Tim.5:8; Apoc.2:13; como la Iglesia en Pérgamo). Uno puede extraviarse de la fe (1 Tim.6:10, 21),
y uno puede ser reprobado en cuanto a la fe (2 Tim.3:8).

Por otro lado, la fe puede ser genuina o sincera (1 Tim.1:5; 2 Tim1:5). La fe puede crecer (2
Tes.1:3), puede incrementarse (Luc.17:5), y puede ser grande (Mat.15:28; como la fe de la mujer
Cananita de Tiro y Sidón). Uno puede obtener mucha confianza en la fe (1 Tim.3:13). Uno puede
ser o débil en la fe (Rom.14:1) o fuerte en la fe (Rom.4:20). Uno también puede abundar en fe (2
Cor.8:7); y uno puede estar lleno de fe (Hech.6:5; 11:24).

La fe es uno de los asuntos de mayor peso en la ley (Mat.23:23 junto a la justicia y la


misericordia). La fe es el fruto del Espíritu (Gál.5:22). Hay el escudo de la fe (Efe.6:16), y la coraza
de la fe (1 Tes.5:8).

“... fe para preservación del alma” (Heb.10:39) implica que hay una clase de fe que no salva el
alma. Esa clase de fe es vista en los demonios que creen y tiemblan (Stg.2:19). Santiago deja claro
que los demonios no son ateos. El oyente cuya semilla cayó en piedra en la parábola de Jesús
creyó por algún tiempo (Luc.8:13) pero no le alcanzó para salvarse. Semejante fe es también vista
en aquellos que creyeron en Jesús pero no lo confesaron porque amaban más la gloria de los
hombres que la gloria de Dios (Jn.12:43).

La fe se expresa en una obediencia apropiada. La comisión en el evangelio de Marcos es, “El que
creyere y fuere bautizado, será salvo” (Mar.16:16). El pasaje no dice, “El que creyere es salvo y
debiera ser bautizado”. Este pasaje es un obstáculo para muchas personas, pero el punto de
tropiezo podría ser eliminado por una analogía no bíblica si la gente lo considerara. "El que come y
digiere su comida vivirá. El que no coma morirá". ¿Por qué no digo "él no come y digiere morirá"?
¡Es simple! Uno no puede digerir si no come; ese hecho es automático sin necesidad que se
indique. Uno no puede ser bautizado Escrituralmente si no cree. Entonces el escritor no tuvo
necesidad de decir: "El que no crea y no sea bautizado será condenado".

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La predicación apostólica como es registrada en el libro de Hechos nunca promete salvación al


momento de creer separado de la obediencia apropiada. Las personas fueron “obedientes a la fe”
(Hech.6:7; Rom.1:5; 16:26). A Ananías se le dice que Saulo estaba orando (Hech.9:11). No se le
dijo arrodíllate y ora donde estás, sino “Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su
nombre” (Hech.22:16). Si los pecados de Saulo ya eran perdonados por su fe (creyó en el camino a
Damasco cuando vio la visión y el Señor le habló) ¿Por qué necesitaba lavarlos?

La fe se convierte en el fundamento sobre el cual las otras varias virtudes del progreso en la
vida del Cristiano son construidas (2 Ped.1:5; Judas 3). La fe es una de las tres cosas que
permanecen (1 Cor.13:13).

Cuando Pablo describe que “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe”
(Rom.1:17), él no dice “por la fe solamente”. Vivir por el pan es algo diferente de vivir por el pan
solamente. Vivir por el aire es diferente de vivir por el aire solamente. Ser salvo por la fe es
diferente a ser salvo por la fe solamente. La estructura de la gramática Griega que Pablo usa es
exactamente paralela a la expresión “olor de muerte para muerte, y aquel olor de vida para vida” (2
Cor.2:16). Es una forma de expresar intensificación. Uno debe creer en la revelación del Señor y
luego comenzar a crecer a una fe mayor.

Aunque mi analogía no es específicamente hecha en las Escrituras, la fe pudiera ser comparada


al fundamento de una casa. Es necesario colocarla desde el principio. Debe ser sólida si se va a
construir una casa sobre ella y ser el soporte de la casa. Cada vez que se destruyan los cimientos,
la casa se colapsará. Al mismo tiempo, si uno no construye una superestructura sobre los
cimientos, uno no puede construir la casa. Uno puede mantener el fundamento toda su vida y estar
orgulloso de ella, pero no tiene nada útil. ¡Eso es sólo fe!

Sobre el fundamento, uno debe colocar el arrepentimiento y otros actos de la obediencia. Los
demonios tiene el fundamento, pero no tienen la superestructura (Stg.2:19). El escritor de la
epístola a los Hebreos nos invita a pasar de fe a Dios (Heb.6:1). La segunda epístola de Pedro nos
exhorta a agregar a la fe conocimiento y otros rasgos enumerados ahí (2 Ped.1:5).

“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino
que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36). El tiempo se acerca cuando “se manifieste el Señor
Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que
no conocieron a Dios, ni obedecen el evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tes.1:7-8).

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Notas al Pie

1. Firm Foundation 116 (Junio 2001): 18-21. Reimpreso con permiso.

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