9.1. Castel (2004) - Dar Seguridad Al Trabajo
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¿CÓMO COMBATIR
LA INSEGURIDAD SOCIAL?
1. He de recordar que, para ser exhaustivo, habría que integrar una re
flexión sobre los servicios públicos, parte importante de la propiedad social.
El ejemplo del derrumbe reciente de la Argentina ilustra a contrario la im
portancia de esta temática. La inseguridad social en la cual ha caído ese país
no se debe solamente al aumento de una pobreza de m asas, a la precariza-
ción de las situaciones sociales, incluidas las clases medias, o a una reduc
ción drástica de las prestaciones sociales. Es también la consecuencia del de
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* PARE, sigla de Plan d’Aide au Retour a l’Em ploi (Plan de Ayuda para
el Retorno al Empleo) (n. del t.).
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rece que nos orientamos hacia una reconfiguración del régimen de las pro
tecciones en tres polos, o a tres velocidades: protecciones dependientes de la
“ solidaridad nacional” financiadas por el impuesto y que garantizan, según
la lógica de la asistencia, recursos y coberturas mínimas a las poblaciones
más desfavorecidas (ejemplo, la cobertura médica generalizada y las presta
ciones mínimas sociales); protecciones de seguro básicas que se siguen cons
truyendo a partir del empleo, pero con disminución de los riesgos cubiertos
y/o del umbral de su responsabilización (ejemplo, la reducción de los riesgos
de salud y/o de sus tasas de cobertura directamente cubiertos por la seguri
dad social); seguros complementarios privados cada vez más extendidos que
tienen que ver con la elección de los individuos y que son financiados por
ellos (ejemplo, la evolución de los regímenes de jubilación en el sentido de
su capitalización al menos parcial). En un segundo plano se esboza el pasaje
de un Estado social universalista a un Estado social que funciona de acuer
do con el principio de discriminación “ positiva” . Al respecto, véase Nicolás
Dufourcq, “ Vers un État-providence sélectif” , en Esprit, diciembre de 1994.
8. Véanse las preconizaciones de Jean-Michel Belorgey en este sentido
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16. Véase por ejemplo A. Gorz, Miserias del presente, riquezas de lo po
sible, op. cit., Viviane Forrester, L ’horreur économique, París, Fayard, 1996
[trad. cast.: El horror económico, Buenos Aires, FCE, 1998], así como todos
los profetas del fin del trabajo que parecían tener viento en popa hace algunos
años, pero cuya audiencia parece hoy felizmente empañada.
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droit du travail, París, PUF, 1994. Existen por supuesto varios estatutos del
empleo, y los de la función pública son los más protegidos sin duda. Sin em
bargo, todos los empleos clásicos, incluso en el sector privado, son empleos
con estatuto, amparados por el derecho laboral y la protección social.
18. Alain Supiot, Au-delà de l’emploi, París, Flammarion, 1999.
19. Ibid., pág 89.
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fuera del marco del empleo clásico (véanse las esperanzas que
muchos sitúan en el desarrollo de un tercero o de un cuarto
sector, de una economía social o de una economía solidaria,
etc.) sin que se trate de dar rienda suelta a la proliferación de
actividades con estatuto degradado en relación con el derecho
laboral y con la protección social? La inseguridad laboral se
ha vuelto indudablemente -com o lo era por otra parte antes
del establecimiento de la sociedad salarial- la gran proveedo
ra de incertidumbre para la mayoría de los miembros de la
sociedad. Se trata de saber si debe ser aceptada como un des
tino ineluctablemente ligado a la hegemonía del capitalismo
de mercado.
La amplitud de las desregulaciones que afectaron a la or
ganización del trabajo este último cuarto de siglo, la profun
didad de las dinámicas de individualización que reconfiguran
el paisaje social, no incitan a hacer gala de un optimismo
exagerado. Pero no por ello hay que ceder el paso al espíritu
catastrófico como si fuera la única posibilidad de lectura del
porvenir. La mutación reciente del capitalism o ha chocado
de frente con el compromiso social de la sociedad salarial
que, mal que bien, había equilibrado la exigencia, gobernada
por el mercado, de producir al menor costo el máximo de ri
quezas, y la exigencia de proteger a los trabajadores que son,
tanto como el capital, los productores de esas riquezas. Sigue
abierto el interrogante de saber si se trata de un período
transitorio entre dos formas de equilibrio -entre el capitalis
mo industrial y un nuevo capitalismo que aún no sabemos
cómo calificar-,23 es decir, de un momento de “ destrucción
24. Véase Daniel Cohén, Nos temps modemes, París, Flammarion, 1999
[trad. cast.: Nuestros tiempos modernos, Barcelona, Tusquets, 2001].
25. A partir de 2006-2007, la población activa francesa debería perder
un promedio de 300.000 trabajadores por año. Esto es lo que permite augu
rar a los más optimistas un retorno al pleno empleo a fines de la década de
2010. Pero mucho deberá hacerse antes para ayudar al porvenir.
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