La Arquitectura de La Pobreza
La Arquitectura de La Pobreza
La Arquitectura de La Pobreza
http://www.rafaellopezrangel.com/nuevodocuemntoshistoria.htm
Definitivamente Carlos González Lobo no es el arquitecto ideal para abordar cómo piensan
comúnmente los arquitectos mexicanos. Al ser académico, tanto profesor como investigador,
Carlos tiene un manejo singular del discurso, superior que la media. Es su discurso lo que
cautiva, lo que atrapa, lo que envuelve, lo que convence, incluso más que su obra misma. Sus
bocetos, dibujos, proyectos, construcciones, en sí mismos, dicen menos o igual que sus ideas, sus
intenciones, sus pláticas, sus creencias, su memoria. Su obra es un compendio de su discurso, sus
proyectos y sus construcciones. Sus propuestas y apuestas no podrían aprehenderse sin el
despliegue de todo el lenguaje: el lenguaje hablado y el escrito, el lenguaje técnico, el gráfico, el
espacial, el estético. El lenguaje opera para el descubrimiento de la conciencia, y con González
Lobo se comprueba la dimensión integral del lenguaje de la arquitectura que supera lo espacial.
Acostumbrados a sólo llevar cámara fotográfica y cuaderno de croquis y notas a las visitas a
obras arquitectónicas, no se nos ocurrió llevarnos una grabadora a la visita que hicimos el 10 de
noviembre de 2007 a la Iglesia de San Felipe del Mirasol, y es que su exploración no queda
completa si no se acompaña de la historia de su construcción que inició en 1974 y a la fecha
continúa, concretándose varias etapas de crecimiento: capilla, atrio, sacristía, ábside, torre, salón
de usos múltiples comunal, fachada principal, portal, plaza del pueblo, plataforma para la danza
de los arrieros, kiosco para los músicos, gradería, asta-bandera, casa del cura, sanitarios
públicos... El trabajo de apoyo en este pueblo del valle de Toluca, efectuado por González Lobo
junto con Eugenia Hurtado y varios equipos de estudiantes universitarios, tiene una historia muy
interesante cuyo relato contado por el arquitecto, de forma verbal y escrita (1998: 152-154),
entreteje una serie de anécdotas con comentarios entremezclados que reflejan su pensamiento
teórico y su sensibilidad artística. Considerada en una revista italiana como la ópera prima de
González Lobo, la obra parte del entusiasmo de los vecinos, y de su ahorro tenaz mediante rifas,
cooperaciones, limosnas, así como del aprovechamiento de una escuela rural en desuso. Es fiel
muestra del diseño participativo que Carlos y Eugenia promoverán a partir de entonces
consistentemente en todos sus proyectos: el patronato de las obras de la Iglesia del Mirasol,
elegido por periodos de dos años, define el proyecto conforme a los propósitos del deseo
imaginario colectivo y a los recursos disponibles obtenidos del ahorro comunitario. Es asimismo,
la prueba de la aplicación de la teoría de González Lobo: ubicación, destino y economía.
1) Altar 8) Atrio 2
2) Nave 1 9) y 10)Accesos
3) Nave 2 11) Kiosco
4) Nave 3 12) Asta bandera
5) Campanario 13) Coro
6) Sacristía 14) Sala de usos
7) Atrio 1 múltiples
Fachada y atrio 1 para bailes con kiosko. Fotografías tomadas por LCG el 10 de noviembre de 2007.
González Lobo parte de la premisa de que los problemas de diseño pueden y deben ser ordenados
metodológicamente y de la necesidad de propuestas apoyadas en argumentos lógicos. El
ordenamiento metodológico es indispensable por encima de los procesos intuitivos del espíritu;
son muchas las razones para recomendarlo: poder controlar los procesos, llegar a resultados con
mayor rapidez, seguridad y economía de esfuerzo, así como recuperar el capital invertido
maximizando el problema del costo. Todo ordenamiento metodológico es un proceso que parte
de una demanda verbal, amparada por una serie de circunstancias que están detrás y termina con
una propuesta formal para llegar a la realización de un objeto. Un proyecto no es una forma
realizada, pero sí desarrollable, en el que está inscrito todo su proceso de realización. La
ordenación debe ser dialéctica porque durante el proceso se tienen que enfrentar conjuntos o
series de contradicciones que tendrán que ir siendo satisfechas y resueltas, unas en detrimento de
otras. Durante el proceso creativo se presenta un fenómeno de realimentación entre el objeto y el
sujeto: las imágenes eidéticas en el interior del sujeto que salen a formar parte de la realidad
tornándose significantes, vuelven a alimentar las entradas perceptivas del sujeto para
transformarse a su vez en otras imágenes que modifiquen la realidad. El producto final de todas
estas entradas y salidas serán introspecciones y proyecciones del trabajo de diseño. La relación
dinámica entre el sujeto que diseña y la realidad supone superar oposiciones mediante síntesis al
advertir que la realidad presenta contradicciones: a la afirmación de una cuestión, se tiene que
enfrentar su contraria. Por lo mismo, el método que propone es el dialéctico.
Observa la necesidad de hablar de obras y no de objetos. Una ciudad no es un objeto, pero sí una
obra en el sentido que le da Henri Lefebvre (El derecho a la ciudad). Una obra de arte rebasa los
marcos legales y lógicos que limitan la operatividad del objeto. Es precisamente la desvirtuación
de la obra en objeto uno de los elementos de juicio que sirve para culpar a los arquitectos de la
destrucción de las ciudades al convertirlas en máquinas funcionales. Cuando González Lobo se
refiere a los objetos se refiere no al objeto en sí mismo, sino al objeto desde el diseñador que lo
piensa como algo por realizarse. Como todo ser humano –lo haga bien o mal- el diseñador
comunica su realidad espiritual al realizar su propia obra. Hay una enorme diferencia entre
hablar de las obras y hablar de los objetos, porque en aquéllas está comprometida la totalidad del
hombre, lo que no ocurre con los objetos. Citando a Lenin, afirma que, sin nuestra entidad
1
Carlos González Lobo y Óscar Olea publicaron en 1977 Análisis y diseño lógico, para presentar el resultado de un
trabajo en equipo: el programa Diana. Diana fue su respuesta ante la necesidad de formular métodos de trabajo que
facilitaran al máximo la colaboración dentro de los equipos de diseño que se enfrentaban a la producción industrial
masiva de objetos que el desarrollo consumista de la sociedad requería. El mundo exigía resultados sin arriesgar
recursos ni cometer errores. Este método pretendió guiar a los diseñadores en sus tareas, como instrumento analítico
de trabajo para facilitar la organización de los datos mediante procesos de cómputo.
espiritual carecen de sentido los sueños. Lo que el diseñador inscribe en su obra es el reflejo de
un sentido que intenta comunicar utilizando al objeto como medio, lo enriquece con una
sobrecarga cultural que ya no pertenece al objeto, sino que está por encima de él, convirtiéndose
en una respuesta política, en una provocación que termina siendo obra de propaganda. Toda
forma es portadora de un sentido, pero éste no es comunicado a los sujetos, sino descubierto a
través de su connotación y su denotación, los cuales configuran su significado. Toda forma
percibida queda dotada en el acto mismo de la percepción de un significado específico. Hay una
carga de significación que agregamos a todas las cosas con las que entramos en relación; sin
embargo, ese significado no siempre es elegido por nosotros. La carga cultural propuesta es una
de las funciones que cumple el objeto de diseño. Detrás de todo acto de diseño existe una carga
cultural que está siendo satisfecha simultáneamente con la satisfacción de la necesidad desnuda.
Para González Lobo, el proceso de diseño se inicia con una demanda. Los diseñadores están
convencidos de que su tarea se inicia en el momento en que reciben el encargo; sin embargo,
cuando una propuesta de diseño se hace presente culturalmente, en realidad tiene ya mucho
tiempo de existir por cuenta propia, de ser independiente del diseñador. Las propuestas de diseño
empiezan cuando alguien necesita algo (una casa, un reloj, una corbata). Éste es el primer paso a
realizar en el proceso analítico: toda demanda pone en juego la respuesta del diseñador para
satisfacerla a través de su proposición.
Es relativamente cierto de que detrás de la demanda está un usuario; sin embargo, ¿quién es el
que realmente encarga el diseño? el demandante no siempre es el usuario y tampoco es el
verdadero centro del problema del diseño. Este centro se desplaza hacia otros campos, como las
relaciones de producción. No sólo el usuario está directamente implicado, sino también la
mercadotecnia que induce al consumo, así como otros agentes o promotores culturales que se
entrometen en los problemas del diseño. Aunque estos “filtros” deformen la realidad de los
problemas, no se puede prescindir de ellos. La relación usuario-demanda se presenta entonces
como algo no necesariamente coherente y con una dualidad evidente: por un lado, tenemos al
usuario con una serie de necesidades muy concretas, y por el otro, a los intermediarios que
alienan el problema, que lo hacen ajeno a sí mismo.
Idealmente, se puede pensar que todo objeto diseñado surge de la relación directa encargo-
respuesta; sin embargo, la mayoría de las veces no es así, el proceso se da realmente, tanto en el
mundo capitalista como en el socialista, de modo esquemático, de la siguiente manera: el usuario
se relaciona con el proyecto a través de un análisis abstracto de las necesidades tipificadas, y no a
través de la democrática intervención en las decisiones. El modelo industrializado rige el 98% de
la productividad en todo el planeta, y el 2% restante se queda para la producción artesanal. Si nos
referimos a casos complejos y no a un encargo artesanal, como es el caso de la remodelación de
la Habana o la construcción de miles de viviendas, los datos recogidos en las investigaciones
preliminares son elaborados por especialistas que no son diseñadores y que fungen como
intermediarios; éstos imprimen un rumbo a las determinaciones del proyecto. Cada intervención
genera una acción concreta a cierto nivel de decisión, con base en determinados supuestos
teóricos y en objetivos que no necesariamente coinciden con los otros niveles. Hay un mundo de
mediaciones entre el objeto y la demanda, que está definido por una complejísima red de
decisiones parciales. Se encarga la tarea al departamento de diseño con una demanda
configurada, que se verá enriquecida o empobrecida al pasar por tantos filtros. El diseñador debe
emplear su imaginación para que el objeto satisfactor que proponga, materialice las necesidades
del usuario, a quien se ha mediatizado de manera irreversible. Asimismo, en el panorama de
rechazar o aprobar un proyecto hay mediaciones muy sofisticadas en las que el diseñador puede
recibir una respuesta impersonal de alguna de las asesorías que lo obligue a modificarlo sin que
tenga una idea suficientemente clara del porqué de dicho cambio. El usuario se convierte en una
entidad abstracta. El proyecto en el departamento de producción sufrirá nuevas e inevitables
modificaciones. El objeto terminado se promueve y distribuye, el usuario ya como una entidad
concreta lo usa y somete a prueba. Si éste falla la información no regresará directamente al
diseñador, sino a otros niveles de decisión, sucediéndose varias instancias hasta retornar a la
mesa de diseño.
El ente cultural participa en el proceso como el promotor de la acción que no está directamente
implicado en la necesidad, carece del deseo de su satisfacción, adopta un proyecto ajeno como
propio. Se apoya en la tradición histórica, por lo que la solución a las necesidades está
determinada por un “sistema de objetos” dentro de la cultura. Las respuestas del ente cultural a
las necesidades particulares son un sistema satisfactor preestablecido, en constante remodelación,
con una entrada económica y otra creativa. Cultura es la consolidación de actos establecidos,
alrededor de los cuales se ha configurado un sistema ético. Como lo ha demostrado Jean
Baudrillard (El sistema de los objetos. Siglo XXI), es el ente cultural, y no el usuario, quien
determina las condiciones de la demanda para traducirlas a términos objetivos, que a su vez
servirán como puntos de referencia para evaluar la solución propuesta por el diseñador. La
necesidad se convierte en una interpretación cultural. La aprobación final del diseño no parte de
la experiencia sino de una hipótesis, ya que el ente cultural sólo puede especular sobre el grado
de satisfacción que puede proporcionar el objeto en relación con las condiciones objetivas de la
necesidad.
González Lobo aprovecha para enviar un mensaje a los diseñadores quienes, al recibir la
demanda, deben ser capaces de incorporar toda la realidad concreta que se pueda sobre el
problema -todas las proposiciones culturales, antropológicas, históricas y estéticas- con un alto
grado de responsabilidad social. Un modelo teórico altamente comprometido propone que los
diseñadores decidan la forma final del objeto como resultado de su manera personal de interpretar
la demanda. Pero si bien existe su injerencia decisiva en la forma -su carga cultural e ideológica-
ésta se ve supeditada a otros factores que delimitan las posibles respuestas, tales como: las
políticas culturales (de ellas depende en gran medida las decisiones de aceptación o rechazo de lo
propuesto), las manipulaciones colectivas, los medios ocultos de la propaganda, las campañas
publicitarias en que se sustenta el modelo consumista. A través del diseño se puede apoyar cierta
política cultural y luchar por ella, pero los diseñadores no deben ilusionarse con poseer una
propuesta cultural. Las revoluciones sociales no se hacen con diseño. Carlos cree firme y
seriamente en la revolución; sin embargo, afirma que un revolucionario es aquél que quiere y
sabe cómo modificar la realidad, capaz de realizar escrupulosamente sus ideas en cualquier
actividad humana y no el que sueña con una realidad distinta. Recuerda que Lenin fue un
revolucionario porque tenía los pies sobre la tierra y nunca hizo más de lo que se podía hacer en
ese momento, que se le conoció históricamente por su eficacia y no por ofrecer “bonitas
propuestas”. La ética se finca en primer lugar en la eficacia, misma que compromete con la
acción, y no con la idea, exige que las proposiciones se conviertan en actos. Los diseñadores son
entes reales y actuantes, con cargas axiológicas, educación universitaria y responsabilidad
profesional, mismas que tienen la obligación de transmitir y deben hacerlo realmente.
En el diseño intervienen tres factores básicos a partir del usuario, cuyas necesidades configuran
los términos de la demanda, que pone en juego la respuesta del diseñador para producir un objeto
satisfactor.
Demanda (totalidad problemática)
Tres factores del diseño Diseñador
Objeto satisfactor (totalidad realizable)
Las necesidades del usuario se configuran en una demanda concreta que se le plantea al
diseñador. La configuración de la demanda sólo puede darse hasta en tanto seamos capaces de
responder a las interrogantes de “en dónde”, “para qué” y “con qué”, surgidas de toda necesidad
específica. Las variables de la ubicación, del destino y los factores de economía, conjuntamente
configurarán la demanda:
La ubicación (el en dónde) corresponde a la definición del sitio específico donde surge la
necesidad, equivale a delimitar sus coordenadas espacio-tiempo.
El destino (el para qué) nos dice qué finalidad se persigue con la satisfacción de la
demanda; en él se engloban todos los aspectos del diseño en tanto objetos satisfactores.
La economía (el con qué) corresponde a la evaluación de todos los recursos disponibles
para llevarlo a cabo; engloba los recursos económicos, técnicos, materiales y humanos.
A propósito de los factores económicos, González Lobo afirma que toda metodología de diseño
debe estar íntimamente ligada a ellos, puesto que todo acto de diseño es un hecho económico. Las
posibilidades se enmarcan dentro de un modelo económico y pueden ser concebidas sólo a partir
de la existencia de los recursos que las hacen factibles.
de uso, con el conjunto de los factores de realización; los primeros inherentes al objeto; los
segundos, impuestos por la capacidad y los recursos del propio diseñador.
No se debe olvidar que no es posible sostener que un acto de diseño surge espontáneamente del
sujeto, sin antecedente tipológico. Toda aportación está enmarcada dentro de cierta formalidad
anémica que se integra de sucesivas aportaciones históricas. El diseño es el elemento rector que
hace posible la satisfacción real de necesidades humanas. Todo objeto diseñado se adecua a un
ambiente y satisface ciertas necesidades, es un acuerdo dialéctico entre la necesidad, por un lado,
y la posibilidad, por otro; la necesidad satisfecha desde la posibilidad. Ante cada problema hay un
conjunto de condiciones que lo particularizan frente a una serie de posibles respuestas. Los
requisitos u orden de necesidades que deben ser satisfechas por medio del diseño, conforman el
programa, que sirve para orientarse en el recorrido desde la periferia hasta el fondo del problema.
La imagen creativa es el centro de toda acción de diseño, y no el proyecto en sí. Es, desde la
propuesta de esa imagen creativa, que somos capaces de desarrollar nuestros proyectos. Este
camino generador de imágenes se conoce como “introyección” (sic), y el que parte de estas
imágenes hacia el objeto es un proceso de “proyección”. La introyección significa la formación
de modelos, organizados conforme a lo que se ha denominado en el campo del diseño “caja
transparente”. El proceso de introyección se compone de una larga serie de organizaciones
progresivas y regresivas, de análisis y síntesis que generan las diversas alternativas de la imagen
creativa (eidética) en que se funda el modelo propuesto.
Las imágenes que formulamos o simplemente adquirimos son la materia prima de nuestro
razonamiento y el ingrediente lógico de todas nuestras acciones. Nuestras imágenes son modelos
o maquetas de la realidad, están preñadas de aspectos racionales y aspectos emotivos que
intervienen en el proceso; es necesario deslindar ambos genitores de manera precisa. Relacionar
el concepto de imaginación con nociones de matemática y de lógica ayuda a entender el porqué
de nuestro razonamiento. Pensar y pensar lógicamente es la misma cosa. Tanto el pensamiento
científico como el pensamiento mágico pueden definirse como el establecimiento de un
razonamiento deductivo, realizado entre dos razonamientos analógicos que nos permiten, por un
lado, percibir la realidad y, por otro, confrontar nuestras deducciones con ella misma para juzgar
su eficacia. Para llevar a cabo ese razonamiento deductivo, podemos utilizar modelos abstractos
(símbolos) o modelos concretos (maquetas). El pensamiento lógico queda impreso a través de las
imágenes en todos nuestros objetos culturales, sin que podamos prescindir de él. Ciertos
productos culturales, sobre todo en el campo del arte, parecen oponerse a conceptos como
razonar, inferir o definir, ya que en este campo, como otros muchos del comportamiento humano,
predomina el complemento emotivo, intuitivo, pero no excluyen nunca a la lógica.
Los objetos diseñados son “mensajes”, forman sistemas lingüísticos. En todos los objetos creados
por el hombre hay una intencionalidad que se organiza a distintos niveles de realización: legal,
lógico y estético. El nivel legal limita, constriñe las posibilidades del diseño, corresponde a los
recursos de que dispone el diseñador para llevar a cabo su propósito. El nivel lógico es la
capacidad de establecer correspondencias entre la forma y su finalidad instrumental. Al menos
como hipótesis de trabajo, es indispensable aceptar que el hombre actúa de acuerdo a finalidades
específicas: en el campo del diseño, todas las formas que se van creando son lógicas, en la
medida en que corresponden a esas finalidades. La lógica es el elemento organizador que impone
significados a todas las realizaciones humanas. No puede existir sólo una alternativa formal que
satisfaga los requisitos lógicos de demanda, sino que siempre aparecen diversas alternativas. No
hay un diseño único, sino un conjunto de posibles diseños. Esta condición de variedad es
importante para alcanzar el último nivel de decisión: el estético. El mecanismo estético,
aparentemente sin importancia, es el que regula las decisiones finales, es donde se define el
diseño al elegir de entre varias a aquella forma que, a pesar de satisfacer en igual medida los
niveles legal y lógico, se presenta al diseñador como “la más emotivamente satisfactoria”. El
hombre es la única criatura capaz de elegir estéticamente de entre varias alternativas de diseño.
Este nivel de conducta es indispensable en la comprensión de la cultura y, concretamente, en el
análisis lógico del diseño.
Las imágenes deben convertirse en un proyecto, entendido como los planos perfectamente
dibujados y acotados, cargados de toda la información que pueda ser transmitida al departamento
de producción o al maestro de obras. El proyecto se comienza elaborando el partido o “punto de
partida”. Se proponen las alternativas, a partir de una serie de imágenes en la memoria,
susceptibles de ser calificadas según una serie de juicios que permitan optimizarlas, es decir,
elegir de entre todas ellas las que mejor satisfagan la totalidad problemática, a nivel de respuesta
formal. Dentro de una entidad cultural objetiva actúan la entidad criterio y la entidad demanda
que condiciona el problema. A partir de las condiciones operativas del diseño, se desatan los
procesos analítico-sintéticos que nos conducen hasta los objetos cuya verificación es siempre
corroborable (sic) y rectificable.
En el trabajo de proyecto se truecan las imágenes en algo tangible, comunicable, cuando son
proyectadas al exterior. Proceso que se inicia en el momento de encargo y termina en el dibujo.
Posteriormente al proyecto, viene la realización, que consiste en hacer real lo virtual pasando de
una imagen a una propuesta formal, inserta en espacio y tiempo.
El diseñador debe ser capaz de discernir cinco niveles de respuesta o factores que caracterizan el
campo de la proyección: el funcional, el ambiental, el estructural, el constructivo y el expresivo.
Son atributos que el diseñador o proyectista debe ser capaz de imprimir y optimizar en función de
los términos del problema:
▪ Funcionalidad. Corresponde al tipo de soluciones en las cuales se hacen manifiestas las
relaciones entre el objeto y su uso, entre la necesidad y la forma-función que la satisface.
▪ Ambientalidad. Engloba la problemática que plantea la relación funcional entre el objeto
diseñado y su ambiente.
▪ Estructuralidad. Tiene que ver con la rigidez o durabilidad del objeto en función del uso.
Plantea la relación entre la vigencia de la necesidad y la permanencia del objeto en buenas
condiciones. Tiene que ver con la resistencia de los materiales que se emplean, lo mismo que
con la forma específica que adoptan; siempre se busca una estabilidad que exceda
(coeficientes de seguridad y de durabilidad) a los requerimientos específicos de carácter
funcional.
▪ Constructividad. Configura los medios de producción. Son los recursos técnicos. En este
campo encontramos la mayor constricción a la libertad formal del diseñador, ya que éste no
puede dar como solución algo que no puede construirse bajo las circunstancias (espacio-
tiempo) en que surge la demanda, si bien puede serlo en otras. Ignorar este factor conduce a
soluciones costosas o inadecuadas.
▪ Expresividad. Tiene que ver con los niveles de solución que no son lógicos ni legales, sino
estéticos y que se ponen de manifiesto una vez que han sido resueltos los anteriores.
Constituyen la última instancia de definición formal en una elección entre varias alternativas.
Se elige a aquella solución que se presenta como “la más emotivamente satisfactoria”.
Cualquier diseño mal resuelto a este nivel está condenado al rechazo por parte del usuario;
por tanto, la estética se enlaza a la funcionalidad.
La funcionalidad y la ambientalidad corresponden al uso; y la estructuralidad y la constructividad
corresponden a la realización del objeto. La expresividad aparece más bien como inherente a la
forma.
FORMA
En 2007, González Lobo presenta esquemas teóricos que sirven para la docencia en arquitectura
y que resumen las múltiples relaciones entre los distintos conceptos previamente abordados.
2
Al emplear el modelo Diana en la solución de un problema específico de diseño, el diseñador debía llenar paso a
paso un formulario donde se sintetizaban las variables de diseño. El resto del trabajo correspondía a un perforista y a
la computadora. Diana fue un programa entre muchos otros del mismo tipo generados para propósitos similares. Se
recomendaba que cada diseñador formulara el que correspondiera a su peculiar método de trabajo, suponiendo que
éste existiera y pudiera ser secuenciado correctamente.
Acepta que su aportación no son productos originales, son elaboraciones a partir, entre otras, de
la teoría de su maestro José Villagrán García.
El arquitecto se presenta como el proyectista que intervendrá en la realización de un programa, en
un sitio, ante la necesidad y el deseo del usuario. El deseo es el motor de la cultura según Freud y
se presenta como componente importante del presente engranaje:
El programa
La realización
El programa es la materia prima de la creación, las condiciones sine qua non, las cuales vienen
del usuario (del otro): la inevitable presencia de la ubicación, del terreno disponible; el destino,
que corresponde a las necesidades que se pretenden albergar; y los recursos que se destinan al
bien, así como su ritmo o flujo, encerrados en la economía.
lo que
el SITIO
permite
UBICACIÓN
lo que
el PROGRAMA USO
quiere
DESTINO
FORMA
lo que
los RECURSOS
posibilitan
ECONOMÍA REALIZACIÓN
lo que
el DESEO
exige
Una arquitectura de la habitabilidad sería entonces para González Lobo, aquélla que potencie las
actividades humanas y eleve la calidad de vida de sus habitantes-usuarios, y “ninguna
predeterminación normativa, estilística o de la concepción cultural del diseñador debe imponerse
sobre esto”. La habitabilidad como centro es el primer componente de su tesis sobre Arquitectura
Pobre. La cual contempla también otros dos componentes: la producción autogestiva y dialogal y
una tecnología alternativa, apropiada (de bajo costo) y apropiable.
La teoría para CGL, es un mapa, una guía, necesaria para operar los afectos y rechazos de la
gente. Primero pensar y luego hacer, para ser capaz de hacer lo improbable. El arquitecto tiene
que elaborar en el cerebro lo que sucederá después en el espacio y para ello necesita una teoría.
“Mi caso es trabajar para los pobres de esta tierra... hay 60 millones de población en el mundo
CGL discrepa de las soluciones que ofrecen las teorías arquitectónicas con origen en el mundo
desarrollado. Afirma que el funcionalismo-racionalista y el denominado posmodernismo no
ofrecen un apoyo alternativo realmente aplicable al crecimiento de la demanda espacial habitable,
a las carencias acumuladas - en materia de vivienda, servicios e infraestructura -, al deterioro del
patrimonio construido ni a las restricciones que en el gasto social impone el Fondo Monetario
Internacional a los gobiernos de los países que tienen una deuda externa impagable. Toma así
distancia de los principios de pretendida validez universal que el contexto de los países centrales
ofrece. Tampoco escapan a su crítica el movimiento funcionalista en México ni los arquitectos
importantes mexicanos del momento, como Teodoro González de León. “Para las más amplias
mayorías de Latinoamérica, la Modernidad no es sino una promesa incumplida.” Ante esta
carencia teórica y para enfrentar las circunstancias expuestas, los que se reclaman solidarios con
los más necesitados, se ven obligados a construir una teoría arquitectónica vinculada a la
experimentación práctica consecuente con la coyuntura y a la investigación sistemática de la
producción arquitectónica y urbana. Carlos provoca así, a reflexionar, diseñar y construir con
categorías propias. Constantemente señala la necesidad de una teoría que, construida
colectivamente, atienda la realidad latinoamericana. (1998: 23, 45)
De los ejercicios que surgen en la arquitectura de emergencia se nutre la arquitectura para los
pobres, ya que “la vivienda y la ciudad en precario se puede decir que es para los damnificados
de siempre”. La solidaridad es entonces el argumento axial de todos los programas políticos en
que la arquitectura y la ciudad involucran a sectores amplios de la población. Del diálogo entre
los grupos de pobladores y los organismos institucionales alrededor de los temas de la lucha por
el suelo, las formas de organización, la producción de viviendas, los materiales de construcción y
los equipamientos primarios, se van haciendo la teoría y la práctica de la ciudad contemporánea.
La experiencia que nos muestra la obra de González Lobo vincula su teoría, que él califica de
incipiente, con sus innovaciones en materia de sistemas constructivos y alternativos, como son:
los cascarones de concreto armado sin cimbra sobre metal desplegado y las cubiertas de barro
armado realizadas por prefabricación popular cooperativa, que, desde 1958 y 1980,
respectivamente, ha venido construyendo en trabajos profesionales ligados a grupos de
pobladores sin recursos.
Al analizar la paradoja entre la cantidad y la calidad, descubre que el cajón de crédito que
corresponde al ingreso define la superficie. Es decir, la capacidad de adquirir el crédito y pagarlo
propone, para la mayoría de la población, soluciones de 40 m2 en edificios de vivienda terminada
de tres niveles. Lo cual representa una calidad arquitectónica sin calidad de vida para los
habitantes, por el resto de sus vidas, ya que siendo vivienda terminada, es inamovible. “Nadie
quiere vivir en un cuarto redondo (aquél en el que se habita para todo: comer, cocinar, dormir y
guardar cosas) sin poder evitar el hacinamiento y la promiscuidad... la pareja, como gestores de la
familia, al cohabitar y relacionarse sexualmente, necesita un aislamiento visual y acústico...”
Critica las viviendas con sólo dos dormitorios que se han venido ofreciendo en los programas
institucionales desde Salinas y con Fox “... ¿y la tercera recámara? Se necesitan tres dormitorios
para que de noche pueda dormir: la pareja en uno, los niños en otro y las niñas en otro...”
(2007b).
Ante este panorama surge como imprescindible, un concepto de vivienda que sea realista en estas
circunstancias. Y para ello, Carlos se plantea la hipótesis de si sería posible estudiar una solución
intermedia (entre la vivienda multifamiliar y la unifamiliar) que recupere las virtudes de ambas
soluciones y minimice sus desventajas. Y entiende por solución intermedia a una vivienda
unifamiliar en lotificaciones densas y con urbanizaciones mínimas. Propone cuestiones, a las que
designa de “sentido común” para reelaborar el concepto.
La solución que resulta más realista para la expansión inevitable de las ciudades, la más
viable, y la que ofrece mayor cobertura social, parece ser: optar por una expansión
basada en tramas de predios para la construcción de vivienda unifamiliar en semilla y
con crecimientos progresivos, y con sistemas de urbanización y equipamiento también
progresivos... con reducciones notables del suelo urbano necesario para cada vivienda y
con una inversión mínima para la urbanización. (1998: 29,122)
3
CGL señala que entre 1933 y 1934, la superficie de las viviendas obreras que realizara Juan Legarreta era de 68 m 2.
Los Multifamiliares Alemán y Juárez que Mario Pani construyó, entre 1947 y 1950, contaban con 63 m 2. Hacia
1973, los cajones de crédito oscilaban entre 60m 2 y 84 m2. Hacia 1978, el cajón más bajo había descendido a 54 m2.
En 1986, esta área se fijó en 40 m2. (1998:118)
Esto se logra con un espacio o cuarto de usos múltiples de generosas dimensiones (digamos
de 3.60 X 4.50 m., con 3.00 de altura) y la unidad de servicios hidrosanitarios (cocina y
baño)... Solución semilla de 25 m2 en la planta baja y un lote de 32 m2 con cimentación y
refuerzos estructurales para crecer dos niveles más, permitiendo una serie de crecimientos a
50 m2 en segunda planta y a 75 m2 habitables en la tercera y última planta... se consigue al
gusto y al ritmo de la acumulación del ahorro familiar en el tiempo porvenir. La calidad:
vivienda de 75 m2 construidos (potenciales pero posibles), privacidad, ser propietario de una
“casa sola”, con las ventajas de acceder a la misma desde el suelo, con un patio que puede
convertirse en jardín... Más calidad aunque haya que realizarse de “a poquito”. (1998:
82,83)
La vivienda en embrión o semilla, el llamado “pie de casa” que vale el crédito mínimo, es un
nuevo concepto de vivienda que tiene el potencial para crecimientos progresivos previsibles.
Puede llegar a convertirse en una casa de 5 habitaciones a término. Rompe así la trampa de la
calidad en poca cantidad y viceversa. Abate el costo del suelo y la extensión de la mancha urbana
por medio de lotificación densa y urbanización mínima.
Croquis realizados por CGL de etapas de crecimiento de una vivienda. CGL, 1998: 99.
El programa pretende así ser garantía iniciática para elevar la calidad de vida de los usuarios, a
pesar de su precariedad. Para definirlo, efectúa un análisis minucioso partiendo de las costumbres
típicas de las familias populares. Calcula las dimensiones de cada espacio, a partir de los muebles
(mínimos necesarios) y las relaciones antropométricas mínimas de uso, ocupación, ergonómicas y
de desplazamiento. Elabora croquis y determina las áreas necesarias que conformarán el
programa de la vivienda posible:
... un área de recepción, estar y comer que sea central... cocina conexa al patio-jardín...
un área de trabajo doméstico, con control visual sobre el acceso... por lo menos tres
dormitorios autónomos... con amplitud máxima posible en superficie y volumen... vista,
iluminación natural y ventilación, privacidad... baño de tres usos simultáneos... que la
imagen de la casa cumpla las expectativas de presentación y singularidad... (1998:92)
vida conyugal sin intromisión de los hijos. La estancia privada debe contar con posibilidad de
ampliarse al exterior para reuniones sociales. Tres habitaciones siempre, nunca dos, para evitar la
promiscuidad entre hijos e hijas. Todas sus propuestas contemplan estos principios
concientemente adquiridos.
Croquis realizados por CGL de baño de tres usos y límites ergonómicos del baño. CGL, 1998: 95.
En su investigación sobre la Arquitectura para los Pobres y la lucha por el suelo, CGL coloca en
un sitio central el estudio de las tramas urbanas, lo considera “de importancia capital para el
futuro de nuestras ciudades que han experimentado un crecimiento desmesurado...” El ritmo de
crecimiento de la población y de la extensión del área construida, tiende en algunos casos a
duplicarse cada 10 años. La investigación consiste en explorar la forma de cómo ocupar el suelo
de la manera más económica, con la mayor racionalidad y que permita su aplicación de forma
progresiva. Se debe relacionar la vivienda y el tejido urbano con la medición de los costos,
buscando tramas que optimicen las relaciones armónicas entre el suelo privado y el suelo público,
destinado a contener las actividades comunitarias, el equipamiento, los servicios y la
infraestructura urbana. Así lo explica de manera sencilla a los alumnos:
Por cada lote de dos unidades de superficie hay que calcular una unidad más de calle. La
calle es área pública que pertenece a la ciudad, pero que paga el diseño del lote. Lo que
vale más del suelo es la 1/3 parte de calle, eso es lo que le da valor al lote. Es cara la
calle porque tiene infraestructura, instalaciones ocultas: drenaje, luz... ¿Cómo hacer
para lograr más área de lotificación con menor área de calle?... Al comprar vivienda, se
compra el suelo, el terreno, la construcción y el crédito. Si de 100 unidades, la
construcción vale 20 ó 22, el suelo 30 ó 28 y el crédito 50... No podemos modificar el
crédito, pero si podemos morderle al 20 de construcción para que sean 17, y al 30 del
suelo podemos morderle más... (2007b)
colindancia
lote
superficie
fondo 15.00 2/3
colindancia colindancia lote
m2
(frente x suelo
fondo)
banqueta 1.50
frente 7.00
Planta de lote típico urbano unifamiliar
Ante los múltiples modos de tejer o concebir la ciudad en sus crecimientos, señala que los
proyectos alternativos de ocupación del suelo serán legítimos sólo si contemplan los conceptos de
identidad y arraigo propios de las poblaciones. Su enfoque debe generar una nueva imagen
urbana, con un tejido de relaciones armónicas que incrementen el derecho del peatón, que
recuperen el barrio y que sean capaces de un uso democrático efectivo de la ciudad. Recomienda
observar y estudiar las diferentes propuestas e inventos de comunidades que se han
experimentado por todo el mundo. A lo largo del siglo XX tenemos diversos ejemplos, hay
algunas verdaderamente aborrecibles, y otras muy interesantes. Así también, es importante el
análisis de las propuestas, en México, que Auris o Casas Geo, por ejemplo, presentan. Sus
propias experiencias y propuestas muestran un avance para su propósito; sin embargo apunta que,
para responder el gran reto de búsqueda de soluciones, es necesaria una construcción teórica
colectiva de los investigadores que comparten intenciones y resultados.
Las tramas urbanas de lotificación densa son aquéllas que, reduciendo el suelo urbano total
necesario, ofrecen un lote mínimo suficiente para permitir edificar en él una vivienda de 75m2
construidos, con patio y jardín, en el que puedan tenerse tres o más dormitorios autónomos.
Permite como mínimo densidades superiores a las 65 viviendas por hectárea y tenderá a lograr
100 viviendas por hectárea. La urbanización mínima es la lotificación que tiene por objetivo,
reducir el frente de calle correspondiente a cada vivienda, y con ello, la superficie indivisa que
genera cada lote de pavimento y banqueta (P.y B.), así como los metros lineales de conducciones
de agua, drenaje y energía eléctrica (A.D.E.); de manera que la reducción dimensional incida en
el abaratamiento del costo por m2 de la superficie habitable (S.H.). La superficie habitable es el
resultado de multiplicar el frente de la calle por la longitud de fondo.
Dentro de las premisas de la tesis sobre lotificación densa con urbanización mínima, se observa
que, para abatir el costo del terreno, es necesario reducir el frente de calle sin afectar la calidad
habitable del lote, el ancho mínimo no debe ser menor a 3.90 m. que deja 3.60 m. libres
interiores. Los lotes mínimos permisibles por el reglamento en México son de 7.00 X 15.00. Para
definir el costo del suelo habitable, se integran los indicadores: suelo urbano necesario (S.U.N.)
que corresponde al terreno en breña ocupado más el indiviso de la construcción de pavimentos y
banquetas de la calle (P. y B.), y el aprovisionamiento de agua potable, drenaje, energía eléctrica
y alumbrado público (A.D.E.). Es claro que el costo del A.D.E. lo determina la longitud del frente
de calle del predio y se prorratea entre los dos lotes opuestos en la calle.
... el tema de los “lotes flacos” ha sido estudiado por Le Corbusier hacia 1931, con
frentes de 3.70 m., 4.00 m. ó 4.50 m.... las propuestas del alemán Hugo Häring en
Frankfurt... Rogelio Salmona... y, por supuesto Juan O’Gorman, en 1929, con sus casas
para obreros mexicanos... disminuyendo el frente de calle se disminuye
considerablemente el costo... la arquitectura es un trabajo científico... se debe evitar
producir una ciudad cara... (2007b)
No debe olvidarse el suelo urbano comunitario (S.U.C.) para que socialmente los lotes sean
efectivamente ciudad. Éste se conforma de un porcentaje de superficie de reserva territorial en su
proximidad, destinado a alojar equipamientos comunitarios mínimos, tales como mercados,
escuelas, hospitales, parques y vialidades, entre otros.
Croquis realizados por CGL del costo del suelo de lote tradicional urbano. CGL, 1998: 120.
Poco a poco se van difundiendo y conociendo las tramas alternativas de lotificación densa con
urbanización mínima que CGL y sus equipos de trabajo han investigado, desarrollado y
experimentado. Estas tramas van acompañadas de los proyectos de vivienda unifamiliar en
semilla con crecimientos progresivos, correspondientes. Sus búsquedas, a partir de las hipótesis
de lotes flacos, pretenden aprovechar y aún superar las ventajas de las tramas tradicionales. Sus
tramas de lotes “imbricados”, tramas de “a cuatro” y tramas “en racimo”, reducen el costo de la
urbanización. Carlos goza de describir sus lotes en “L”, en “Z”, en “W”, “en cruz”, con los que se
aprovechan orientaciones, y percepciones visuales; conjuntamente, muestra tablas comparativas
de análisis de superficies, costos y densidades de estos lotes. Centra su enfoque en recuperar la
tipología de la vecindad y la privada de manera tal que los lotes vivienda sean conectados y
servidos por una calle o callejón de uso vehicular restringido. Para los accesos a las viviendas,
utiliza callejuelas o adarves y patios comunitarios, privilegiando el uso peatonal y con el
propósito de aumentar la pertenencia y apropiación del sitio en términos de identidad urbana.
Lotes en Ele y en Zeta. Croquis realizados por CGL. CGL, 1998: 129.
Las viviendas en las ciudades modernas ocupan la mayor parte de la trama urbana. Un porcentaje
significativo lo conforman las viviendas precarias o deterioradas en que se aloja la población de
menores ingresos. Las familias que no pueden acceder al mercado de bienes inmobiliarios por no
ser sujetos de crédito, buscan otros caminos. Una “arquitectura de los pobres” entraña que la
producción de sus viviendas sea por los pobladores mismos, los que tienen que asumir a través de
diversos modos, su gestión y también participar en su producción. Surgen así las prácticas
arquitectónico-urbanas denominadas autoconstrucción y autogestión, en que los pobladores auto-
producen o auto-gestan su vivienda. Esta arquitectura sólo existe, inicialmente, por la fuerza del
deseo cultural de ser, a través de edificar, y así trascender la precariedad social y el desarraigo en
que se vive. La autogestión involucra a los usuarios o pobladores en todas las decisiones y
representa más del 80% de la ciudad de México: “...en medio de la crisis, nos esforzamos por una
arquitectura autogestiva (sic), alegre y democrática.” (CGL, 1998:24)
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CGL le llama “diseño participatorio”. Hemos decidido alterar el término original para corregirlo bajo el supuesto de
una intención inexistente de ofrecer un neologismo.
Con más voluntad que recursos se observa a los pobladores fuera del mercado inmobiliario
resolviendo, o casi, sus necesidades en materia de espacio habitable. La ciudad que esta
arquitectura va produciendo no ha podido generar uniformidad y orden, elementos inseparables y
constitutivos de la “calidad arquitectónica según el pensamiento bienpensante”. Los pobladores
auto-constructores ven lo que “va a ser” en su imaginario y con esperanza. Su método es distinto,
González Lobo lo denomina arquitectura progresiva-regresiva.
Fotografías de la Iglesia de San Felipe del Mirasol, tomadas por LCG, el 10 de noviembre de 2007.
En la edificación de la ciudad, los arquitectos han jugado un papel significativo. Desde los años
sesenta, en casi todos los países latinoamericanos, un sector casi siempre progresista y con
vocación de servicio, inició relaciones críticas con los programas de vivienda de interés social de
corte institucional y vinculaciones fraternas con las agrupaciones de apoyo a los más necesitados.
Son dos las opciones de apoyo de los arquitectos en la producción social del espacio habitable:
trabajando en el aparato institucional, o bien, con apoyo técnico a las organizaciones de base. Los
grupos de apoyo técnico que realizan una práctica comunitaria-solidaria, generalmente se
vinculan con la docencia universitaria, como es el caso de los TAPEUS, talleres de arquitectura
popular de extensión universitaria, del Autogobierno de Arquitectura de la UNAM, entre 1972 y
1987, en los cuales participó González Lobo.
Una tecnología apropiada al caso concreto, busca reducir los costos generando modelos que
atiendan el uso eficiente y científico de los materiales, la geometría y el cálculo, lo
suficientemente avanzados como para que sean viables frente a la escasez de recursos. Debe ser
accesible a las posibilidades reales de los usuarios necesitados, con la amplitud apropiada a la
demanda espacial, segura, perdurable y resistente, que garantice la permanencia de la obra y con
ello la del usuario en el lugar, además de una buena presentación formal. Una tecnología
apropiable por los usuarios, en proceso de autoconstrucción, implica que debe ser captada y
practicada por la mano de obra del usuario sin formación específica, así como por ancianos,
mujeres y niños que, por igual, participan de la edificación; debe, por lo tanto, estimular su
comprensión y creatividad y, de preferencia con un mínimo de asesoría técnica Temas como
captar la lluvia, reciclar el agua, los digestores de excretas con deshechos líquidos o en seco, los
usos de energía solar y eólica y diversas propuestas que atienden los ecosistemas, constituyen en
paralelo a las tecnologías alternativas para la construcción, un elemento indispensable para la
arquitectura de la pobreza.
Estas razones lo llevan a apostarle a la alternativa del uso de la superficie abovedada que ofrece
una cubierta que incrementa el volumen espacial habitable y reduce las cantidades de concreto y
acero.
Espacio máximo con costo mínimo. Más volumen de obra con menos recursos. Es una tecnología
que permite construir más metros cuadrados, mayor espacio, por el mismo precio o con menos
dinero que las tecnologías convencionales. Las tecnologías apropiadas y apropiables
Carlos y Eugenia reconocen que es esta consigna les ha llevado una vida.
Carlos Gonzáles Lobo parte del supuesto de que la existencia de los barrios, como entidad
espacial y cultural, es valiosa para la conservación y consolidación del patrimonio. Los barrios
son fuente de arraigo y de identidad. La pertenencia y el arraigo a un barrio promueven a los
pobladores a recuperar los valores culturales del entorno. El patrimonio colectivo no son sólo los
monumentos históricos y/o artísticos, son también “los lugares y sitios en que la memoria
comunitaria se reconoce, los trozos de trama urbana que son preexistencias poéticas y los
elementos paisajísticos que integran la identidad del colectivo concreto” (1998:37). Así lo
manifestó en su plática en 2006:
La entidad barrio tiene su origen del término árabe bárri: el arrabal. El arrabal se refiere a las
afueras de una población, las orillas, los bordes del tejido urbano. Se entiende por barrio a un
grupo de casas o una aldea cercana a otro pueblo, o bien a cada una de las partes en que se divide
una población grande. González Lobo reconoce el barrio como fuente de identidad y se considera
combatiente de los barrios, arquitecto de arrabal que trabaja en la orilla, con el borde. Ha vivido
apoyando a grupos que rehacen sus barrios, para que no los expulsen de su territorio, para
rescatar retazos o hilachos de terreno en los cuales puedan fundar desde ahí la ciudad y volverla
habitable. Él reconoce las dos acepciones: la noción con una visión clasista agresiva, que apunta a
las entidades formadas por los vulgares que no acceden a la centralidad y –“cayendo cuál su
conducta perniciosa”- rodando hacia la periferia, se vuelven gentes de arrabal, en el extremo
inferior de la estructura social; así como la otra noción que se contrapone, los barrios como
entidades de comunidad mínima, donde un grupo de arraigados en proximidad se ven obligados
por la necesidad espacial de estar cercanos a tener un cuerpo de relaciones y a compartir un
conjunto de problemáticas que los hacen tener identidades y por lo tanto acaban convirtiéndose
en socios comunitarios. Refiriéndose a la ciudad anota: “Sí quedan afuera los barrios, pero
también admitamos que los barrios están adentro”.
En su plática (2006), para profundizar el tema de los barrios, se remite a antecedentes históricos
en la ciudad de México. La ciudad Tenochtitlan no era terreno inculto por colonizar, el islote
tenía aproximadamente dos y medio siglos de uso -“...y de uso bastante refinado”-, la estructura
urbana parte de la existencia de esa centralidad, por lo que es un error referirse a la colonia
Centro. Las colonias se crean en la periferia; un acto de colonización es ir a urbanizar terrenos
agrícolas o incultos. Alonso García Bravo traza la ciudad para Hernán Cortés y los españoles en
torno a cuatro o seis entidades en que se agrupaban los ordenados, de ahí en adelante se
constituían los barrios de indios, por ello la connotación clasista de arrabal.
En el último tercio del siglo XVIII, cuando la Ciudad de México empieza a ser considerada como
objeto de reflexión sistemática, en los terrenos localizados en la periferia quedaba la posibilidad
de alojar a la gente en barrios. El crecimiento de la ciudad se dio así, con la creación de éstos,
como el conocido Barrio de los Ángeles: “la primera tesis sobre barrios cita que un virrey
prohibió bailar fandango en toda la ciudad, por lo que la plebe rica se organizó para bailar
fandango hasta altas horas de la noche donde sí se podía. En ese lugar habitual se necesitaron
diversos consumos -que hay que conservar, almacenar, repartir- y por ello este barrio creció y
creció con vocación”.
Los barrios se han caracterizado por humanizar este proceso de colonización. La colonización
tiene una componente “bastarda” y los barrios otorgan la otra componente: “el señor dueño del
terreno lo raja... busca cómo sacarle más rebanadas al jamón... guarda las esquinitas para
venderlas después... la ciudad es bastarda, se puede vivir en ella pero ahí no hay ese otro
componente de ligamento, cementante, fruitivo y, porqué no, hasta cachondo de pertenecer, de
identificarse con una agrupación o un conjunto”. Las colonias se desplazan hacia los barrios, pero
en ese momento ya no respetan la estructura geométrica de la traza original colonizadora, sino se
estructuran por un juego de relaciones comunitarias, que por fricción y contigüidad los hacen
compartir y los hacen adquirir características singulares. “Lo que antes era sólo un tejido, ahora
es un tejido que empieza a encarnar, deja de ser simples huesos calle, huesos predio, y se empieza
a convertir en espacios significación, los barrios parten de esto”. Los barrios se extendieron así a
todo el tejido de la ciudad, los forman las personas que, viviendo en proximidad, comparten
problemas, tienen su parroquia, sus benefactores, su escuela. Se caracterizaron como los lugares
en que se desarrolla la vida comunitaria vinculada a la vida doméstica.
En la ciudad de México, las orillas con mucho son mayores que el centro. Haciendo una analogía
con una naranja: los barrios son los gajos –se pueden ver enteritos, se antojan- y en cambio el
centro es el espacio perfectamente armado de donde parten los gajos. Las periferias están
desarmadas, porque la ciudad pasa brutalmente de un orden manzanero a un tejido como suelto o
deshilachado sin trama urbana. El sueño de los ediles es reglamentarlo y el sueño de los locales
es descubrir en los intersticios de esa trama, otras posibles relaciones espaciales que son las que
constituyen el alma de los barrios. Se establece una pugna histórica entre la delegación
administrativa de la ciudad que pretende meter al orden a estos grupos barriales que al
identificarse se convierten en gobiernos anarcos con pretensiones de autonomía.
González Lobo enfatiza que para la ciudad de México hace falta que la escala urbana del barrio
sea atractiva y digna de preservarse:
En este tejido de alta densidad semántica se dan los encuentros sociales y comunitarios a
través, por ejemplo, de la pulquería, el bar, la cervecería, las cenadurías y el café; son
lugares centrales para todos los del barrio; son pequeños poblados en el seno de la
ciudad. Por ello, las cualidades de habitabilidad e identidad urbana de los barrios son
significativas. Los pobladores se identifican y reclaman parte de ese barrio y adquieren
conciencia de su pertenencia por tener hábitos y costumbres singulares o propias de ese
lugar. El barrio, entonces, es un lugar que brinda seguridad y cobijo frente al anonimato
y agresividad de la ciudad; por ello ser del barrio es un signo de arraigo... es una suerte
de nacionalidad barrial que identifica colectivamente a los vecinos. (2008:164)
Por ejemplo, las heladerías en los parques del sureste mexicano, son espacios feos
arquitectónicamente hablando, pero maravillosos humanamente hablando. Los grupos sociales
toman decisiones y disponen arquitecturas que no están en los catálogos. Las revistas de
arquitectura no las registrarían nunca. “Esas revistas consideran que los edificios se hacen para
los fotógrafos y para los consumidores estéticos; en sus páginas no aparece un humano ni por
accidente, los humanos manchan los edificios” (2006). En cambio, edificios como las heladerías
mexicanas están hechos para gozar al refrescarse en los días de calor, no les importa ser
fotografiadas para aparecer en las revistas de arquitectura, se construyen para el barrio y el
encuentro de su comunidad.
Otras cosas caracterizan a los barrios de todo el mundo: generalmente son para peatones o con
escaso tránsito vehicular, con escalas domésticas que tienden a ser de contacto, con tejido de
callejones, alguna plazoleta, bancas improvisadas y árboles, donde los novios pasean, las viejitas
bordan, los niños juegan, donde suceden encuentros cuya frecuencia puede ser alta, pero su
intensidad es potenciada por la calidad del entorno habitable. En ocasiones, los barrios
encuentran sus propios hitos en edificios que se convierten en su patrimonio, edificios con gran
significación para los habitantes en el sitio, que no reciben protección de las autoridades
competentes, ya que su validez sólo tiene sentido para los vecinos. Espacios apropiados por la
gente que los defiende con coraje, con entusiasmo, con cariño. Los habitantes del barrio son
modeladores de su territorio y actúan sobre él, a veces hasta con cierta energía poética, ellos
deciden, dejan que surja la colocación desordenada de los árboles, lo que hace más divertido la
relación personal fruitiva –“lo horroroso de los camellones es que los árboles se forman como
soldaditos”-, colocan la banca donde conviene o usan las banquetas de las calles como bancas
convirtiéndolas en una sala pública y arman su barrio con arquitecturas urbanas que celebran con
entusiasmo las extrañas trazas que forman el espacio comunitario.
Al finalizar su plática (2006), CGL hace un llamado al público asistente para exhortarlo a valorar
la vida barrial que otorga la posibilidad de actuación para hacer ciudad:
...somos una sociedad que no tenemos idea de qué ciudad queremos, vivimos en colonias
en las que nadie trata a nadie o en conjuntos habitacionales diseñados para que no haya
comunicación. El barrio, por el contrario, es una forma de organización y de identidad
comunitaria primaria, y ¿si hiciéramos una ciudad de barrios?, en vez de gobernarla
como una entidad infinita o por delegaciones... y si la figura barrio se convirtiera en un
elemento que la sociedad civil es capaz de alcanzar y que le permite intervenir sobre el
manejo de su agua, sus vialidades, sus espacios públicos y sus atenciones primarias a los
niños... y si empezamos a pugnar porque esta ciudad fuera una confederación de
barrios... que tuviera una estructura barrial, y que la asamblea de barrios tuviera
posibilidad de actuación, partiendo de que la unidad básica integra a quienes se
reconocen, tienen problemas en común y comparten significados... y son capaces desde
ahí de crear y hacer su ciudad para que sea una ciudad para todos.
Como ejemplo de los postulados anteriores, tenemos varias obras de González Lobo.
Destacaremos la Capilla Posa de San Bartolo y San Mateo como muestra de una construcción
comunitaria, surgida de la decisión de dos poblados, que incrementa el patrimonio. A Carlos le
gusta platicar la historia de su creación “... los proyectos no existen, se producen”, y al contar
cómo se produjo esta capilla, prueba en la práctica sus fundamentos teóricos: la edificación
...el par de pueblitos decidió que hay un punto de intersección de sus intereses... estos
señores se organizan y ocupan la calle, le cambian su sentido y se apoderan de ella,
porque ese día San Mateo visita a San Bartolo, después San Bartolo se lleva a San Mateo
a su iglesia y lo tiene durante un tiempo y después ya es hora de despedirse y lo viene a
dejar hasta la callecita y casi siempre San Mateo a última hora le dice a San Bartolo ‘por
cierto señor San Bartolo cuando me corresponde usted la invitación’ y contesta San
Mateo ‘pues ahora mismo’ y se siguen hasta el otro pueblo, después por fin se despiden,
con lo cual seis veces a lo largo de tres meses esta calle está ocupada por estos bandidos
irresponsables... Esa comunidad decidió una arbitrariedad: se juntaron los dos grupos
sociales y decidieron techar el río... (CGL, 2006)
A principios de la década de los 90’s, los mayordomos solicitaron a los arquitectos Carlos
González Lobo y Eugenia Hurtado, por ser vecinos del lugar (viven en la calle de Muitles),
inventar una capillita que mantuviera esta costumbre. La capilla, dedicada a la Virgen de
Guadalupe, se edificó extendiendo el puente sobre el arroyo “con una tapadera de cemento... un
cascarón y un rayo de luz necesaria para detener a la virgen...” para incrementar el espacio
público y el patrimonio, conservando la cultura popular y consolidando el uso significativo que la
calzada de los Muitles ya tenía. Además, el proyecto se hizo conjuntamente con los interesados:
“... para hacer un planito por pinche que sea de dos páginas tamaño carta, lo hicimos juntos,
usuarios y arquitectos... los colores los eligieron ellos, pensando la combinación de un color frío
con uno cálido...” En ese lugar de encuentro consolidado se celebró la primera misa en 1992.
“Ahí se reúnen San Bartolo y San Mateo y platican en ese foro delante de toda la multitud”. La
vida barrial mantiene este patrimonio que es su memoria y “lo afincan en términos materiales
para que no se desvanezca y cada año le ponen otro copete de flores más morrocotudo y más
lindo.” (1998:155, 156. 2006 y 2007b)
A Carlos González Lobo le parece que la ciudad actual es gris, infinita y permutable. Hoy se
tienen kilómetros cuadrados de una ciudad inerte, en la que nadie se reconoce ahí. Su crecimiento
se ha formalizado bajo el siguiente criterio: “meto un predio rural que conseguí, me adhiero a una
carretera y fraccionó, reparto, cohecho, nos corrompemos colectivamente, la gente llega y se
asienta, y después de alguna manera presionamos por agua, presionamos por energía eléctrica”.
Paulatinamente la ciudad ha ido teniendo identidad, ha ido haciéndose memorable y en ella se
habita ahora con más o menos calidad. Anota que ya hay una gigantesca ciudad que no espera
urbanista, que ya está hecha. La ciudad es la que ya está, así es, ya existe con una forma. “Esta
mancha gris ya es pinche hasta la madre, es que ya lo es, no es que pudo haber sido, pudo haber
sido de otra forma, pero no, es éste el desmadre ya instalado, es gris, es horrorosa, es la que
desgraciadamente hoy padecen todos sus habitantes”. (2007a)
González Lobo considera a la ciudad de México como una ciudad de exclusión y como una
ciudad segregada. Aporta como ejemplo los gigantescos espacios exclusos progresivamente de
los edificios de alta y absoluta seguridad y segregación, que existen en el norte y poniente de la
ciudad. Esta realidad, la describe de la siguiente manera: Entras a un territorio por una puerta con
guardias, después entras a unas calles rigurosamente vigiladas que te llevan a nuevas puertas -
entraste a una exclusión que además te conduce a una segunda exclusión, porque habitantes que
viven en el mismo territorio resulta que no son iguales-, llegas a edificios con estacionamientos
con muro tabique, entras por la puerta derecha si vas a la zona derecha del edificio, y a la
izquierda si vas a la zona izquierda, para llegar a un par de elevadores que están juntos pero que
uno abra para acá y el otro para allá. O sea, dos señores que comparten el mismo piso no
comparten el mismo elevador. Tocas el timbre o pones tu huella y te suben a un elevador que te
deposita en un vestíbulo, pero tú no puedes abrir la puerta y si de adentro te ven y no te ven mal,
te abren la puerta y te meten en el vestíbulo y cierran la puerta del elevador. Pero además está
cerrada la otra puerta y estás en un lugar para aplicarte la cámara de gases, que seguramente no
los tienen pero se los podrían aplicar, ya no más es cuestión de que lo desarrollen, si el tipo que lo
ves venir tiene malas intenciones, le abres a la llave del gas y pelas. “No, no, perdón. No estoy
bromeando lamentablemente en nada, es un horror esta ciudad señores. ¿Saben de esa
arquitectura? Ésta es la ciudad de los ricos, que me temo que resulta demasiado elegante para
ustedes... yo nunca he estado ahí, me lo tuvieron que contar”. (2007a)
En su plática, Carlos continúa hablando sobre los contenedores híbridos. La ciudad ahora está
cargada de estos objetos que sirven para lo que tú quieras como el container de los barcos. La
gran arquitectura mexicana no podía dejar de producirlos. Se rentan en el centro y en las afueras
de la ciudad de México, se pueden hacer lo mismo oficinas, que centros de desenfreno, que
almacenamiento de víveres. Son contenedores, la arquitectura dice para afuera: ‘no sé qué va a
pasar pero aquí estoy, simplemente mientras deciden de mí’. Y si cambia el mercado así cambiará
la figura. Y en medio de estos espacios permutables que pueden variar de contenido y por tanto
no pueden comprometerse con una forma porque pueden ser demandados de otra según el
mercado financiero que quiere explotar el espacio, aparecen estos otros objetos insólitos que son
grises, plateados y rutilantes. Todos son de platino, lidio y titanio, se llaman fashion buildings,
“como el museo Guguenheim, en donde los cuadros acaban colgados de cualquier pared aunque
por fuera placas de titanio se desdoblan produciendo verdaderos estremecimientos orgásmicos.
Pero por adentro son unas ‘pinches’ cajas de yeso con paneles de cartón y lámparas slim line”.
Pone como ejemplo de estos edificios en los que el orgasmo está programado, la reciente
Biblioteca Nacional José Vasconcelos del arquitecto Alberto Kalach. Afirma que esta biblioteca
no es más que un contenedor híbrido con un elemento cachondivis. Critica esta obra del sexenio
foxista con aguda ironía:
... ¿no es el desmayo entrar a una sala de 300 m. de largo en la que 22 millones de
volúmenes quedan suspendidos del techo para que no dejes de verlos, sometidos a la luz
solar -aunque les parta la M a los papeles-... Nunca se les ocurrió que conseguir 22
millones de volúmenes no los compra nadie en ningún lado. Que para que la Biblioteca
del Congreso de los Estados Unidos tuviera los libros que tiene, desde Tomas Jefferson se
empezaron a juntar libros, barrio por barrio, región por región... Para eso se destinaron
los recursos de la nación y a nadie se le ocurrió que fueran económicamente rentables. Se
gastó el dinero y se produjo un bibliotecón... para leer en un pasillo que requiere
patines... (2007a)
Pero a González Lobo, de lo que le interesa hablar e investigar es de la otra arquitectura, con la
otra clase social, la que está en cualquier lugar donde un camión se para y bajan unas mujeres.
Las dos ciudades están juntas y las dos son segregadas: la que excluye y la excluida. El diseño
urbano segrega lo ‘feíto’ al considerar que debe quedar lejos para que no se vea: “Los recorridos
de la ciudad bonita deben ir de bonito a bonito, pasando por medianito, sin nunca ver feíto... y no
es broma”. Se hacen mejoras al Paseo de la Reforma pero “¿quién le ha metido tres pesos a la
avenida Oceanía? cuando Oceanía lo usa sólo media ciudad”. Su atención se enfoca a la otra
ciudad, ésa que considera ‘pinche hasta la madre’, pero que, sin embargo, es en esos otros
territorios donde la gente necesariamente comparte y puede tomar decisiones para fundar su
ciudad. Ante este panorama, se adhiere al argumento central de la cultura contemporánea: si otro
mundo mejor es posible. Y toma y recomienda tomar partido por un mundo inclusive y tolerante,
que supone seres diferentes –niños, mujeres y ancianos, entre otros- permitiendo ejercer sus
derechos. Las ideas arquitectónicas de Carlos parten de que las megalópolis pueden ser
tolerablemente manejables.
La ciudad actual mide muchas veces el tamaño de la ciudad original. Hacia 1921, la ciudad de
México rebasaba penosamente la traza española. Hoy, sus dimensiones reales lindan entre los 90
X 80 kilómetros longitudinales norte-sur, oriente-poniente. El primer trazo de la ciudad tenía un
orden. Como objeto inicial se crea la plaza, en la cual se colocaron -y aún se encuentran
asentados- los órdenes institucionales de lo social y los poderes principales, conforme a los
valores de ese entonces. La catedral, el palacio de gobierno, las instituciones civiles, las fuerzas
vivas de las relaciones de intercambio, el comercio, etc., siguen estando ahí. Así se funda la
ciudad, con una traza que no fue sólo geométrica, fue también conceptual y moral. Hacer una
traza es decidir la geometría, pero sobre todo es favorecer o desfavorecer espacios y otorgar
significados. Recordar que Hernán Cortés repartió injustamente los terrenos, iniciando una
segregación, los importantes en el centro, y en la periferia los apestados. Esa primera ciudad que
fue trazada por Alonso García Bravo, permitiendo las acequias y ajustando el damero español, no
ocupa ni la 10% parte de la actual. Los españoles trazaron en el nuevo mundo 450 ciudades con
el mismo criterio donde en el centro se reúne para convivir y las viviendas se acomodan
alrededor. La pregunta actual ante una ciudad que ya no tiene traza es: ¿y qué hacemos hoy con la
Carlos gusta de imaginar el futuro de la ciudad como una ciudad de sociedad de masas. Lo que
distingue a la ciudad de masas no es su gran tamaño, sino su papel en la reproducción social y el
ejercicio del poder. Las masas mismas son una vigorosa fuerza productiva que enfrenta al control
a cargo del capital para propiciar el resurgimiento y reproducción de nuevas formas de
organización social que integren demandas espaciales sobre la base de autogestión y reclamo de
autonomía. La sociedad de masas, en la construcción de su ciudad y su hábitat, puede ser la
autora (y lo va siendo) de la ciudad. En ciertas circunstancias, como sujetos sociales, las masas
nos colocan en el umbral de cambios sociales; en la ciudad de masas estas circunstancias se
vuelven permanentes y asumen la construcción cultural y social que distingue a la sociedad
metropolitana. La ciudad de la sociedad de masas se desarrolla sobre y en la ciudad actual, como
su matriz y base de la ciudad futura. Las imágenes, ideas y trama de la ciudad futura, están ya
aquí, en ésta, como preexistencias y germen de lo probable. Por ello, la construcción de la ciudad
exige un proyecto realista y moderado que admita la extensión continua de los modos, hábitos y
formas de lectura de las tendencias implícitas en la ciudad actual.
González Lobo elogia el desorden urbano de las ciudades actuales y su futuro previsible. El orden
urbano es la noción de un ideal evocativo de los “bien pensantes”. Implica una clara legibilidad y
prescribe el uso del espacio público y privado. Prescribe también el placer estético, las facilidades
del tránsito, el control y cálculo de la renta del suelo, la tasa de ganancias, la seguridad, la
protección de la propiedad y la acumulación inexplicable de ganancias. El orden de las ciudades
propuestas por Haussmann, Speer y Kaganovich, resultó derrotado por las realidades de París,
Berlín y Moscú, respectivamente, así como también resultaron derrotados los conjuntos urbanos
del movimiento moderno. En contrapartida, el desorden inevitable de las ciudades polimorfas,
caóticas y catastróficas, posee cualidades sugerentes, al darse ahí los mayores niveles de agudeza
de la percepción, la intensificación de la vida y la multiplicación polivalente de experiencias de
índole cultural, social y corporal. El desorden es el agente motriz de las nuevas y posibles formas
de leer y habitar la ciudad.
Al suponer que la ciudad requiere una refundación como propuesta capaz de brindar la esperanza
de una ciudad necesaria, mejor y posible, la obligación de los arquitectos es refundarla,
organizarla, remodelarla, transformarla, adaptarla a los nuevos tiempos.
A Carlos le gusta utilizar el término refundar (sic) cuando se trata de la intervención de los
arquitectos en la ciudad. Prefiere este término a otros aunque no esté aún admitido en el
diccionario, porque la ciudad ya es, ya está, ya existe, ya tiene una estructura. Si bien reconoce la
importancia de muchos otros muchos temas sobre la ciudad, el asunto de su refundación le parece
fundamental en este momento. Lo propone como un nuevo tema para los estudios de la
arquitectura, para contribuir a enfrentar los problemas de la arquitectura en la ciudad.
La refundación es inevitable. La ciudad se mal funda pero se funda. ¿Qué es refundar? Refundar
es suponer que se necesita una refundación. Parte de dos hipótesis: una, que la ciudad se funda, y
dos, la que no es fundada hace, por no serlo, dramática la calidad de vida de esa parte de la
población que es la mayoritaria de las ciudades. La ciudad fundada y la que espera ser refundada
parte de unos conceptos, acuerdos, instituciones y ritos sociales –de igual manera, se podrían usar
los términos de usos, hábitos y costumbres- mismos que los hace la sociedad desgastándose y
constituyéndose.
La ciudad existe porque tiene una estructura siempre y se ajusta permanentemente. Para explicar
la actual estructura urbana, la verdadera y única, pone un ejemplo. El trabajo queda en un lugar
de la ciudad y los habitantes viven en el otro. Partiendo de observar mundo, uno se encuentra
que: la mujer que sale de su casa y viaja en el primer instrumento de curso rumbo al metro, lo
hace con unas zapatillas de plástico y una bolsita en la que lleva los tacones, para que al bajarse
de la última pesera pueda esconder las zapatillas, sacar los zapatos de tacón, darse el último
arreglo y llegar a trabajar. Además, toma varios transportes. Los puntos en los que las rutas de los
camiones terminan, donde los sistemas se acaban, se agotan, son lugares llamados
“trasbordadores” o “trasbordos”. Esos lugares existen, los urbanistas todavía nos les prestan
atención, y en el mundo de los arquitectos no se habla de ellos. En la tarde es la última
oportunidad que tiene la mujer -que además va a llegar a hacer la doble faena- de hacerse del
último aprovisionamiento, y entonces el abasto y la panadería tienen su lugar: “pasas, compras, te
trepas al último camión porque una vez que te metas en el fondo de la nada ya no habrá productos
posibles y llegarás y no habrá cena... ¿Por qué no empezamos a recrear eso? y pensamos ya no
en fundar una ciudad, sino en el ahora y el acá que es así.”
¿Qué vamos a hacer para acercarnos a esa ciudad que sigue esperando de la arquitectura y en la
que los habitantes sólo conocen: su habitación, los servicios inmediatos y la ruta hasta la pecera
que los conduce hasta el metro y a los múltiples destinos del empleo? En los puntos de trasbordo,
entonces, hay centros de comercio, intercambio, prostitución, robo y todo. Ahí se encuentran
instrumentos culturales como los jugos de naranja con dos huevos y jerez, a los que podría
llamárseles desayunadores urbanos, se venden periódicos entre otras cosas. Estos hechos mal
suceden, a pesar de que la ciudad no está fundada para éstos, en el trasbordador no hay
estrictamente nada. Entonces ¿cómo hacer con la necesidad de un servicio sanitario público
después de dos horas de transporte y faltando otra hora para llegar a algún lugar? En el taller Max
Cetto de la Facultad de Arquitectura de la UNAM se hizo una investigación hace tiempo para
proponer estos servicios en trasbordadores. En estos intermedios se advierten estas estructuras de
la ciudad, de la ya existente, la de a de veras, no la soñada. Esa es la estructura de la ciudad de
todos y de diario. ¿Ésta ciudad es la que pudiera ser refundada? Si existe la posibilidad de que la
sociedad se reorganice, ésa sería la refundación de la ciudad contemporánea. La refundación está
esperando su lugar. Ser arquitecto es comprometerse con esa existencia y la calidad de vida de
esa existencia para mejorarla en algo.
Los espacios de articulación urbana son los “transbordadores”. Son los espacios en
torno y entre las terminales de transporte rápido (Metro) y terminales de autobuses, taxis
y peceras. Son inmensos zocos o bazares, lugar de concurrencia obligada de multitudes
entre el trabajo y la vivienda; lugar de encuentros insólitos, intensos, fricción urbana y,
por ello, lugar en donde el mercado, el teatro popular y los consumos subrepticios hallan
el espacio propicio para su reproducción acelerada. (CGL, 1998:216)
Para completar esta primera imagen de cómo refundar la ciudad. Pensar en que los habitantes
tienen que pagar el teléfono, tienen que pagar los impuestos, y eso ¿en dónde queda?,
seguramente en un lugar que no es por donde la gente camina. Hay que romper la ruta diaria para
hacer esos pagos y la ciudad entonces se vuelve horrorosa. Cuando eso podría estar ahí, en los
puntos de trasbordo; entonces, el esquema plaza y el esquema portal no resultan tan tontos, se
requiere pues
... una reflexión sobre arquitecturas que hoy están en desuso, porque obviamente Rem
Koolhaas no las acostumbra y Miquel Adrià las considera guácala, y que, sin embargo,
son verdaderas, protegen de la lluvia, protegen del sol, protegen los productos, te
permiten una fricción un tanto más generosa y ésa es la habitabilidad gentil de una
ciudad refundada. (2007a)
Para refundar, la arquitectura tiene que empezar a enfrentar cuándo producir espacios cozy
(acogedor, íntimo, agradable, calientito) o cachondos y cuando producir asco, frialdad o aspereza.
Ya que los espacios que tienen un cierto contenido significativo, simbólico o cachondivil son
expropiados y los espacios que saben a cebo rancio son abandonados. Al parecer, esto no se
enseña en las escuelas, y, sin embargo, los especialistas como Novak estudian cómo suena el
piso, a qué huele el ambiente, cuál es el volumen de luz y cuáles son los diapasones acústicos
decibeles de cada zona para poder vender camisas, para poder vender perfumes. Un Palacio de
Hierro no se abre sin que haya pasado Novak o los hijos de Novak por ahí. El oficio implica
aprender estas cosas y después ponerlas al servicio de la comunidad, si uno quiere.
El tema de refundar afecta al oficio del arquitecto, porque la mayor parte de la ciudad, que ya es
miserable, tiene que volver a encontrar cauces. La sociedad organizada, la concurrencia de
universitarios, los grupos de apoyo técnico o las ONG’s, pueden llegar a imaginarios, que
seguramente no van a pertenecer al campo de la urbanística, y en el que los barrios o los
organismos de necesitados tomen la palabra, asumen los proyectos y los lleven a cabo. Con la
experiencia de González Lobo y los varios ejemplos en los que ha participado, nadie puede
acusarlo de que esto no pueda ser cierto.
Para refundar la ciudad, se requiere del espacio público que es de todos. La expansión de la
ciudad conlleva una carga de producción de espacio público. El espacio de uso común: público
en su ocupación y de propiedad comunitaria e histórica, se manifiesta como el “espacio urbano”
por excelencia, y aparece como la necesaria mediación y como articulador de los espacios
privados de los ciudadanos o de los grupos sociales específicos. Aparece como razón inscrita de
la vida urbana y de la ciudad: de la vida política, de la cultural y de las relaciones sociales de
producción. A nivel de la vida cotidiana, el espacio público opera sobre el desarrollo de los
individuos y su inserción como ciudadanos y seres culturales específicos, para la formación de
los rasgos de identidad y memoria colectiva, para la comprensión y uso pleno de la ciudad.
El espacio público es el lugar donde se expresa la vida institucional y con él, el Estado,
las relaciones económicas y la cultura fincada en la memoria colectiva... de la fortaleza
de la memoria colectiva depende el grado de cohesión que el sistema imperante pueda
tener para conservar su futuro y modos de acción... su lectura y uso práctico, de modo
progresivo forman la cultura, la identidad y el arraigo urbano tan necesarios a la vida
ciudadana... es el campo donde se realizan los rituales y las instituciones de la vida
cívica... hitos y trayectos que conducen a remates y clímax. Ahí, es el lugar de las
arquitecturas focales, los monumentos y las grandes escalas. (1998: 223 y 224)
Estas reflexiones teóricas han conducido al arquitecto a plantear la defensa del espacio público, el
hoy existente, así como los espacios libres que podrían ser futuro espacio público y de equilibrio
ecológico. Apunta que es un sitio antagónico en donde se cruzan usos y abusos de los usuarios
que ahí realizan su vida, del Estado y la vida institucional, y del ejercicio de la valoración de la
renta del suelo y su especulación. Los habitantes y su cultura orientan el uso del espacio público,
pudiendo privilegiar su conservación y reproducción, y atender sus futuros diseños. Su defensa
consiste en conservar, proteger y generar políticas de reservas territoriales entendiendo al espacio
público como recurso “no renovable”.
La ciudad trabaja el tejido urbano con dos modos para proyectar congruentes en su construcción:
urdiendo y bordando. Se trata de un símil textil -como lo usa el taller Max Cetto-. La ciudad hay
que urdirla y la urdimbre tiene su forma, y la ciudad hay que bordarla y el bordado tiene su
forma. Ningún urbanista habla de esta teoría de urdir y bordar:
Urdir es fijar la trama que da la estructura fuerte y constante a la ciudad. La
arquitectura usa el urdir de modo mayor cuando hace que el edificio, el conjunto edilicio
o la intervención puntual urbana reconozcan, recuperen o inventen la trama y en
ocasiones “suturen” la intersección o el enfrentamiento entre distintas tramas en los
procesos de consolidación de baldíos y en las conurbaciones. Bordar es crear
variaciones multiformes tan singulares como se quiera y pueda, pero manteniéndose el
ritmo y orden (métrico) de la urdimbre. La arquitectura usa el bordar de modo menor
cuando proyecta el edificio, obligando sus acciones formales a acentuar y subrayar su
diálogo con la trama y también al innovar juegos, ademanes y gestos que supieren o
lleven al límite de las formas del diálogo. (CGL, 1998: 210 y 212)
Este par de modos sugiere varias direcciones en la construcción de la ciudad posible para atender
la demanda de su crecimiento:
→ Saturar, fortalecer y consolidar la ciudad que hoy existe, impulsando su ocupación plena y
alojando el crecimiento poblacional y los servicios en su área actual, para contrarrestar su
extensión o su involución.
→ Racionalizar y poetizar las expansiones centrífugas de la ciudad que avanza impetuosa e
irregular sobre áreas agrícolas. Como ya se ha visto: eliminando la opción de la vivienda
multifamiliar -que es terminada y cara- y utilizando programas de vivienda unifamiliar en
semilla con crecimientos progresivos previsibles, para atender la incapacidad económica
evidente de los pobladores. Así como, investigando y experimentando lotificaciones densas
con urbanización mínima, que incrementen la superficie habitable y reduzcan el frente de
calle.
→ Recuperar, conservar y revitalizar los cascos históricos y elementos significativos urbanos.
Explorando la reutilización de los edificios y zonas singulares. Recomponiendo la centralidad
simbólica y habitable de la ciudad.
En ocasiones hay que imaginar arquitecturas de la ciudad posible, como que unos puentes crucen
unas barrancas para conectar un periférico en el poniente de la ciudad de México. El gobierno de
la ciudad lo intentó, lo intentó mal pero lo intentó, y efectivamente hubo un problema de oficio en
los puentes de los Poetas. “No sé quién inventa que al término de tres carriles se pase a una calle
de bajada que después da vuelta en U, regresa y convierte en un carril los tres carriles... el infarto
está planificado”. La ciudad puede tener otras posibilidades, ya no de refundar sino de realmente
consolidar la ciudad. Cuando se hicieron esos puentes, Miguel Rubio pudo demostrar, y González
Lobo lo sostuvo y se lo presentó también al entonces Jefe del Gobierno de la Ciudad de México,
Cuauhtémoc Cárdenas, que si se hacía un edificio de vivienda de toda la longitud, el edificio
cargaría el puente “de gorra” o el costo del puente con sus patas -de 4 m. X 4 m. con varilla de 1
3/8’’, de 70 m. de altura- produciría vivienda gratuita, y no hubiera habido que poner el terreno
porque éste es propiedad federal pública, y además hubiera podido ser precioso porque todo el
mundo tendría ventanas al amanecer y al atardecer en el valle más grande del mundo.
Proyecto de viviendas debajo de los puentes sobre las barrancas del poniente de la ciudad de México.
CGL, 1998: 217.
Podemos acercarnos a descubrir calles inútiles. Calles que miden muchos metros de suelo urbano
en lugares estratégicos y que no sirven para circular. ¿Qué pasa si ahí metemos la mano
arquitectónica? La ciudad tiene que densificarse y puede hacerlo en esas caries, chimuelos y
baches, de las que está llena. Hay una cantidad de “terrenos vagabundos” o “relingos” que
pueden permitir la recuperación de espacios. Por ejemplo, la Ley de Portales que sigue viva:
Cuando el dueño de un terreno decide techar el espacio público, lo que gana en el segundo le toca
y en la altura que permita. En la ley dice: en el entrepiso y la azotea, o sea la casa se gana esos
metros de más y la ciudad gana ese pedazo techado con cualidades urbanísticas. Y si un relingo
tiene 100 m2, se puede ocupar toda la banqueta con postes, crear un pórtico a la ciudad y arriba
edificar tres niveles o más dependiendo de la densidad urbana permitida en la zona.
La ciudad tiene un borde natural. Sin embargo, la naturaleza tiene una debilidad: siempre pierde
frente al avance de la mancha urbana. Verde siempre pierde frente a gris (“y esto merecería un
poema”). Y hoy es fundamental resolver cómo hacer que verde y gris puedan encontrar un
equilibrio. Éste es un problema que no les tocaba resolver a los españoles del siglo XVI. Pero
ahora nos compete cada árbol que cae, cada contaminación que aumenta y cada descenso en el
manto freático. Los bordes de la ciudad medían 738 kilómetros hace cinco años. ¿Qué pasaría si
inventáramos arquitecturas para los bordes? Si aumenta un metro en cualquier dirección
tendríamos 738 km2 de una propuesta. Un equipo de arquitectos mexicanos, encabezado por
CGL, presentó un proyecto en el V SAL, en Santiago de Chile, para saturar con viviendas los
bordes de los canales de Xochimilco y salvar los terrenos agrícolas del crecimiento desenfrenado.
CGL se reconoce heredero, entre otros, de su maestro Antonio Pastrana, quien decía que la
verdadera tarea de los buenos arquitectos era “hacer que lo improbable suceda en el espacio”, ya
que lo probable o previsible todos podemos constatarlo en los espacios de desencanto en que
mayoritariamente vivimos. Declara que es arquitecto porque el mundo como es no le gusta y que
el reto que se propone es cómo hacer que suceda la arquitectura que construye lugares que
permitan habitar el ser en territorios de belleza, para el 67% de la población mundial -que vive
en condiciones de pobreza y de extrema pobreza- y no sólo para el 2%. Para ello ha dedicado sus
esfuerzos y sus búsquedas, teniendo como resultados hallazgos concretos: obras, tecnologías,
propuestas, esquemas... que parten de su pensamiento y que también lo nutren. Su práctica
alimenta principios teóricos y particulares conceptos, que, a su vez, regresan y se plasman en sus
proyectos. Su pasión y convicciones se ven constantemente reflejadas en sus planos, dibujos y
expresadas verbalmente. Nadie duda de su afirmación de que cree firmemente en lo que hace.
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Bibliografía.
Gonzáles Lobo, Carlos (1998) Vivienda y ciudad posibles. Bogotá, Colombia, Escala y México,
UNAM.
Gonzáles Lobo, Carlos (2006) Los barrios y sus arquitecturas. Transcripción de la plática para el
Curso La Ciudad de México a Debate. Problemas y propuestas. Celebrada el 8 de abril, en el
Museo Franz Meyer.
Gonzáles Lobo, Carlos (2007b) Experiencias para la arquitectura necesaria y posible. Cátedra
Extraordinaria Federico E. Mariscal. Del 16 de octubre al 4 de diciembre. Centro de
Investigaciones y Estudios de Posgrado, Facultad de Arquitectura, Universidad Nacional
Autónoma de México. Notas como asistente.
Gonzáles Lobo, Carlos (2008) “La ciudad y sus barrios” en La ciudad de México a debate. Jorge
Legorreta, Coordinador. México, UAM Azcapotzalco (pp. 161-169).
González Ortiz, Humberto (2002) Carlos González Lobo... Caminos hacia lo alternativo dentro
del ámbito conceptual, proyectual y contextual de la arquitectura. Tesis Doctoral. España,
Escuela Técnica superior de Arquitectura de Barcelona, Universidad Politécnica de Cataluña.
Olea, Óscar y Carlos González Lobo (1977) Análisis y diseño lógico. México, Trillas.
Zamudio Varela, Héctor (2002) Introducción al pensamiento critico de los arquitectos Rafael
López Rangel y Carlos González Lobo. Tesis de Maestría en Investigación Urbano-
Arquitectónica. México, UNAM.
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Carlos González Lobo nació en México D.F., en 1939. Es arquitecto egresado de la Facultad
de Arquitectura de la UNAM, donde también obtuvo los grados de Maestro y Doctor en
Arquitectura. Desde 1960 es profesor e investigador de carrera de la Facultad de Arquitectura de
la Universidad Nacional Autónoma de México. Docente de Proyectos, Teoría e Historia de la
Arquitectura y tutor de tesis en la Maestría y el Doctorado. Fundador de Autogobierno de
Arquitectura en 1972, coordinó el Seminario de Revolución Académica en 1968 y el diseño
participatorio del Plan de Estudios de 1976 Autogobierno, fue coordinador académico
pedagógico del mismo y coordinador del Centro de Investigaciones Arquitectónicas del
Autogobierno. También es docente de la Escuela de Arquitectura en la Universidad
Iberoamericana, desde 1967. Es miembro de número de la Academia Nacional de Arquitectura de
México; y miembro de la Comisión Nacional de Monumentos Artísticos.
En 1995, la Rhode Island School of Design le confirió el Doctorado Honoris Causa en Bellas
Artes, por sus aportaciones, innovaciones y trabajos, para y en la vivienda popular. Su
experiencia profesional, ha combinado la obra propia de búsqueda espacial y figurativa, con una
vocación definida hacia el apoyo a los sectores más pobres de la comunidad, especializándose en
vivienda popular y en tecnologías apropiadas y apropiables, mediante el apoyo solidario a los
grupos pro-vivienda, tanto en la ciudad como en las zonas rurales. Ha realizado su trabajo, desde
1966, dentro del Grupo de Apoyo Técnico Solidario: "Espacio Máximo y Costo Mínimo" del que
es Coordinador desde 1982, en paralelo a su trabajo con grupos universitarios de la Facultad de
Arquitectura de la UNAM, en los Talleres de Arquitectura Popular de Extensión Universitaria,
desde 1968.
CGL procede de una familia de investigadores y creadores. Su tío Jorge González Camarena fue
un pintor y muralista destacado. Su tío Guillermo fue el inventor de la televisión a colores y
promotor de varios programas infantiles con gran contenido cultural. Incluso el canal 5 de la
televisión mexicana conserva en la actualidad las siglas del apellido del inventor mexicano
XHGC. Y su padre, el Doctor Carlos González Camarena, fue impulsor de amplios programas de
sanidad para la ciudad de México y creador de la fosa séptica de tres pasos.
Crítico con la realidad arquitectónica actual y a partir de una necesidad concreta y creciente de
espacios para habitar por parte de usuarios de escasos recursos, propone los Sistemas CGL-1,
CGL-2, CGL-3, CGL-4 y CGL-5. Sistemas de construcción de cubiertas de concreto armado
sobre metal desplegado (sin uso de cimbra), bóvedas de ladrillo-armado por prefabricación
cooperativa popular, diseños para el uso y reciclamiento del agua en la vivienda, y una serie de
diseños de viviendas unifamiliares con crecimientos posibles, progresivos, que culminan en la
Tesis del Gran Galpón, La Mesa Habitable y La Muralla Habitable.
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González Lobo, Carlos (1992) Vivienda y ciudades posibles en América Latina. San José, Costa
Rica, Colegio de Arquitectos de Costa Rica.
González Lobo, Carlos (1998) Vivienda y ciudad posibles. Santa Fé de Bogotá, Colombia:
Escala; México: UNAM.
González Lobo, Carlos; Héctor Velasco Facio, Héctor (1999) Cuarta reseña de arquitectura
mexicana. México, Fundación Casa del Arquitecto.
Olea, Oscar y González Lobo, Carlos (1976) Análisis y diseño lógico. México, Editorial Trillas
Índice.